Capital social y desarrollo económico

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CAPITAL SOCIAL Y DESARROLLO ECONÓMICO Francisco Herreros Vázquez Ilnidad de Políticas Comparadas. Consejo Superior de lnvestigaciones Científicas (CSIC)

1. INTRODUCCIÓN A lo largo de las últimas décadas, los análisis acerca de los factores determinantes del crecimiento económico han empezado a ampliar su número de variables. A las dos formas tradicionales de capital, el capital físico y el capital humano, ha venido a unirse una tercera variedad aparentemente algo más intangible: el capital social. Referido normalmente al conjunto de recursos, en términos tanto de información como de relaciones de reciprocidad y de confianza, derivados de la pertenencia a distintos tipos de redes sociales, el capital social y sus efectos sobre el desarrollo económico ha sido objeto de una creciente atención por parte de investigadores y políticos. Hay estudios que sostienen que el capital social tiene efectos beneficiosos para el desarrollo del capital humano, para la reducción de los costes de transacción asociados al intercambio económico, para favorecer el crecimiento de las tasas de inversión, o para promover el incremento del Producto Interior Bruto. Todo un programa del Banco Mundial centrado en el capital social analiza cómo el desarrollo del capital social en las comunidades rurales de países en desarrollo, tales como Bolivia, Burkina Faso o Indonesia, puede ayudar a reducir los niveles de pobreza. En parte, los estudios acerca de la influencia de variables sociales en el desarrollo económico fueron anticipados por los análisis del papel de la confianza en la reducción de costes de transacción, por parte de la nueva economía institucional, al menos desde The Limits of Organization, de Arrow (1974), y los esfuerzos dentro de la llamada "sociología económica" por incorporar conceptos sociológicos (como por ejemplo un modelo distinto de actor) al análisis económico (Smelser y Swedberg 1994). Pero ha sido el surgimiento de los estudios sobre el capital social, a partir fundamentalmente del trabajo ya clásico de Robert Putnam (1993) Making Democracy Work, lo que ha situado a este tipo de variables, digamos "sociales", dentro del azsenal de variables explicativas del desarrollo económico. En este trabajo analizaré cuál es el papel del capital social en el desarrollo económico. En primer lugar, me ocuparé de la definición de capital 409

social, teniendo en cuenta que uno de los problemas más recurrentes dentro de la literatura de capital social ha sido la falta de precisión en la definición del concepto. A continuación revisaré la evidencia existente acerca del papel del capital social en el desarrollo económico. Por último, me referiré a los mecanismos explicativos que vinculan el capital social con variables como el crecimiento económico o la reducción de la pobreza.

2. ^QUÉ ES EL CAPITAL SOCIAL? Los estudios en torno al capital social han presentado una amplia variedad de definiciones de este concepto. Coleman (1990: ]03) ofrecía una definición funcional del capital social como "algunos aspectos de la estructura social que facilitan ciertas acciones de individuos situados en el seno de esa estructura". Bourdieu (1985: 248), por su parte, consideraba que el capital social es "el agregado de recursos reales o potenciales que están asociados a la posesión de una red duradera de relaciones de reconocimiento mutuo más o menos institucionalizadas". Existen otras definiciones de capital social centradas más bien en aspectos tales como valores y actitudes de los ciudadanos que determinan cómo se relacionan unos con otros. Por ejemplo, el capital social ha sido definido como una forma de "fraternidad", o de actitudes orientadas al bien de la comunidad (Funk, 1998; Booth y Richards 1998; Shah 1998: 470; Newton, 1997, 1999), o prácticas sociales, costumbres e instituciones que fortalecen la sociedad civil (Grew 1999: 407). En líneas generales, estas definiciones, digamos "culturalistas", del capital social han tenido una importancia crecientemente marginal dentro de esta línea de investigación. Lo cierto es que, a pesar de que las definiciones acerca del capital social son ciertamente muy variadas, a partir de los numerosos estudios empíricos realizados en las últimas dos décadas en torno a este concepto se puede deducir que, al menos, hay dos elementos que deberían estar presentes en toda definición de capital social: la pertenencia a algún tipo de relación social, y la presencia de relaciones de confianza. Podríamos considerar al capital social, siguiendo a Bo Rothstein (2005: 66), como la suma de los contactos sociales del individuo multiplicados por la calidad de las relaciones de confianza dentro de esas relaciones sociales. El capital social, por lo tanto, tendría desde el punto de vista del individuo un aspecto cuantitativo (el número de relaciones sociales) y un aspecto cualitativo (la intensidad de las relaciones de confianza). La pertenencia a las redes sociales, dependiendo de su cantidad y su calidad, proporcionaría 410

al individuo recursos que pueden ser empleados para realizar acciones no alcanzables en ausencia de ese capital social. Esos recursos pueden ser, por ejemplo, información y obligaciones de reciprocidad derivados de relaciones de confianza (Herreros 2004), y la capacidad de movilizarlos y el grado en el cual pueden ser movilizados dependería de la fortaleza de los vínculos dentro de las redes sociales (Lin 2001). Es decir, cuando un iñdividuo tiene una relación fuerte de confianza con otro dentro de una red social, el primero podrá tener acceso a recursos proporcionados por el segundo (por ejemplo, información sobre una oferta de trabajo, o poder solicitarle un préstamo): cuanto más fuerte es la relación entre los miembros de una red social, más probable es que se compartan e intercambien recursos. Un elemento clave de toda definición de capital social es, por tanto, la confianza. Este, a su vez, es un concepto que ha sido objeto de distintas definiciones. Algunas de las más influyentes son las realizadas desde el punto de vista de la teoría de la elección racional. Un primer ejemplo de esta perspectiva lo encontramos en la definición de confianza de Coleman ( 1990), pero probablemente la más extendida definición de confianza como expectativa racional es la de Hardin (2002), que considera la confianza como un "interés encapsulado": la expectativa de que el depositario de la confianza encapsula en su propio interés los intereses del que ha depositado confianza en él. Desde una perspectiva algo más alejada de los supuestos de la elección racional, la confianza ha sido definida por Sztompka ( 1999: 21) como "una apuesta sobre las futuras acciones contingentes de los otros". Podríamos entender, en general, que la confianza es una creencia acerca de las preferencias y las acciones de los otros. Para ser racional, esa creencia debería basarse en la información disponible acerca de lo dignos de confianza que son los demás. Dado que en muchas ocasiones esa información es muy limitada, la confianza normalmente será una creencia sujeta a una fuerte incertidumbre. En suma, el capital social comprendería, al menos, tres elementos: redes sociales, confianza y recursos, y podría definirse como los recursos derivados de la pertenencia a redes sociales, recursos cuya importancia e accesibilidad dependen de la calidad de los vínculos de confianza dentro de las redes sociales. A1 tratarse de una forma de capital, al igual que el capital físico y el capital humano, el capital social puede ser objeto de inversión. El individuo puede invertir en relaciones sociales para aumentar sus reservas de capital social, y a un nivel más elevado, comunidades locales y Estados podrían igualmente invertir recursos en la creación de capital social. 411

^Cuáles serían los efectos derivados de esa inversión para el desarrollo económico? En el siguiente apartado analizaremos cuáles han sido algunos de los resultados más relevantes de las investigaciones empíricas realizadas acerca de los efectos del capital social sobre ciertas variables económicas. ^

3. LA EVIDENCIA: ESTUDIOS EMPÍRICOS SOBRE CAPITAL SOCIAL Y DESARROLLO ECONÓMICO. Los análisis empíricos de los efectos del capital social sobre el desarrollo económico son a estas alturas relativamente numerosos. Podemos encontrar entre ellos evidencia empírica de los efectos beneficiosos del capital social sobre el crecimiento económico, el aumento de las tasas de inversión, la reducción de la pobreza, de las desigualdades, el desarrollo rural en países pobres, la creación de capital humano y efectos indirectos sobre variables económicas a través de una mejora de la eficacia de las instituciones públicas en regiones y países ricos .en capital social. Los indicadores de capital social empleados en los distintos estudios han estado generalmente relacionados con la pertenencia a asociaciones y la confianza. En Making Democracy Work, Putnam (1993: 92-95) empleaba un indicador compuesto de capital social que incluía pertenencia a asociaciones, lectura de periódicos, voto en referenda e incidencia del voto a candidatos individuales en elecciones generales. Salvo el indicador de pertenencia a asociaciones, el resto ha sido obviado en posteriores estudios empíricos de capital social, o bien porque eran indicadores demasiado referidos al caso estudiado por Putnam (Italia), o bien porque de hecho estaban demasiado alejados de lo que se pretende medir con el concepto de capital social. Junto con la pertenencia a asociaciones, los estudios empíricos realizados en la última década, incluidos los de Putnam (2000) sobre los Estados Unidos, han considerado que la confianza generalizada (confianza en extraños) debe incluirse en toda medición del capital social. Normalmente, la confianza generalizada se mide de acuerdo con la pregunta de encuesta: "En general, ^piensa usted que se puede confiar en la mayoría de la gente?", aunque en ocasiones se emplean preguntas generales ligeramente diferentes o preguntas específicas referidas a confianza en grupos sociales concretos. La mayor parte de los análisis empíricos sobre los efectos del capital social sobre la economía son estudios de un solo caso, o bien en un momento determinado, o bien, como en el caso del estudio de Putnam 412

(2000) sobre el declive del capital social en Estados Unidos, a lo largo de un período de varias décadas. Los estudios comparados son más raros. Un ejemplo notable de estos últimos es el análisis de 29 países de Knack y Keefer (1997). En este trabajo se analiza la influencia del capital social, medido mediante indicadores de confianza generalizada, cumplimiento de normas cívicas y pertenencia a asociaciones, sobre la renta per cápita y las tasas de inversión. Las conclusiones son en gran medida favorables a la relación entre capital social y desarrollo económico. Las vaziables de confianza generalizada y cumplimiento de normas cívicas mostraban una fuerte relación con crecimiento económico, con renta per cápita, y, en menor medida, con inversión. Además, la interacción entre confianza generalizada y renta per cápita mostraba que la confianza tiene un efecto mayor sobre el bienestar en países pobres. La pertenencia a asociaciones, sin embargo, no mostraba en este análisis ningún efecto, ni positivo ni negativo, sobre el crecimiento económico. Otro ejemplo de análisis comparado es el de Inglehart (1999), sobre datos de más de 60 países, donde se muestra una fuerte relación de la confianza interpersonal con el desarrollo económico. Los análisis comparados permiten controlaz por muchas más variables que los análisis de un solo país, y por ello resultan especialmente interesantes a la hora de aislar los efectos del capital social sobre el desazrollo económico. Especialmente interesante resultazía evaluaz cómo el capital social interactúa con diversos contextos institucionales a la hora de generar (o no) desarrollo económico, pero esto en general ha estado ausente de los análisis empíricos sobre el capital social. Un problema de los análisis comparados en un solo momento en el tiempo es la evaluación de la dirección de la causalidad. Es posible que sea en realidad el desarrollo económico lo que influya en los niveles de capital social, y no al revés. En este sentido, por ejemplo, algunos estudios a nivel individual acreditan que el capital social está de hecho concentrado en los grupos sociales de mayores ingresos y mayor nivel educativo (Wuthnow, 2002). Otros estudios detallados sobre el caso norteamericano corroboran esta conclusión en lo que se refiere a la participación en asociaciones (Verba, Schlozman y Brady, 1995). Similares resultados se encentran en estudios sobre el capital social en Gran Bretaña (Hall 2002: 38) y Francia (Worms 2002: 154). A nivel comparado entre países, también pazece que hay una relación entre crecimiento económico (y niveles de igualdad) y confianza interpersonal (Uslaner, 2002), y entre grado de libertad económica y confianza interpersonal (Berggren y Jordhal 2004). Quizá estudios detallados de casos en los que se expanda el período de tiempo considerado, 413

por una parte, y en donde se puedan especificar más detalladamente los mecanismos de la relación entre indicadores de capital social y de desarrollo económico, por otra, puedan ayudar a determinar mejor cuál es la dirección de la causalidad, o incluso plantear nuevas hipótesis acerca de esta relación (Rueschemeyer 2003). El estudio de caso sobre capital social más conocido es, por supuesto, Making Democracy Work, de Putnam. Como es sabido, en este trabajo, Putnam analiza el desempeño institucional de los gobiernos regionales en Italia desde la década de 1970. Putnam sugiere que es de hecho el capital social el que promueve el desarrollo económico, y no al revés. A comienzos del siglo XX, las diferencias en capital social entre las regiones italianas no se traducían en diferencias en desarrollo económico. Las regiones del centro y del norte de Italia, más ricas en capital social, no disfrutaban entonces de niveles de bienestar significativamente mayores que las del sur de Italia. Pero en el momento en que empezó a desarrollarse una economía industrial, el factor clave que llevó a la diferenciación en desarrollo económico entre el norte y el sur de Italia fueron las diferencias iniciales en capital social. Esta idea ha sido sostenida por Putnam igualmente en su estudio sobre el declive del capital social en Estados Unidos. Por ejemplo, señala cómo uno de los factores clave del éxito del Silicon Valley en California ha sido la presencia de redes horizontales de cooperación formal e informal entre los líderes de empresas establecidas en el área. La presencia de este capital social entre los líderes empresariales ayudó a que se estableciera un enfoque cooperativo en lugar de puramente competitivo (Putnam, 2000: 324). También se muestra en este estudio que el capital social está fuertemente relacionado con la creación de capital humano: dentro de Estados Unidos, los Estados con mayores reservas de capital social presentan mejores resultados educativos (Putnam, 2000: 299). Esto vendría a confirmar los resultados obtenidos por otros análisis de los efectos del capital social sobre la creación de capital humano. Por ejemplo, Coleman (1988) sostenía que la presencia de capital social en la familia juega un papel importante en la creación de capital social en la siguiente generación. Mediante un estudio de los logros educativos de diferentes comunidades en Estados Unidos, mostraba cómo las relaciones entre padres e hijos podían ayudar a la educación de estos últimos. Un resultado similar es alcanzado en el estudio de Teachman, Paasch y Carver (1997). Otro grupo de estudios empíricos sobre el capital social y el desarrollo económico son los referidos a cómo la forma y la intensidad de las redes sociales afectan al desarrollo económico en comunidades pequeñas, 414

habitualmente rurales y en mucho casos de países en vías de desarrollo. Christiaan Grootaert (2001) estudia el papel de las asociaciones locales en el éxito y la sostenibilidad de proyectos de desarrollo en varias comunidades rurales de Bolivia, Burkina Faso e Indonesia. Estas asociaciones locales incluyen grupos proveedores de servicios sociales, sindicatos agrarios y asociaciones directamente relacionadas con actividades agrarias. Para todas las comunidades rurales analizadas, se muestra que el capital social en el seno de los hogares reduce considerablemente la probabilidad de pobreza. En un estudio más detallado sobre Burkina Faso se muestra que los beneficios económicos de la pertenencia a asociaciones son más fuertes en el caso de asociaciones heterogéneas (Grootaert, Oh y Swamy 2000), algo que había sido igualmente defendido para el caso de los Estados Unidos por Putnam (2000). En el caso de Tanzania, Narayan y Prichett (1999) concluyen igualmente que la cantidad y la calidad de la vida asociativa es importante para explicar los ingresos de las familias, y, en general, el desarrollo económico de comunidades enteras. Estudios como los de Grootaert y Narayan y Prichett están relacionados con los análisis de cómo comunidades locales superan sus problemas de acción colectiva para la gestión de recursos comunes, como por ejemplo obras de irrigación o recursos pesqueros. El análisis pionero del problema probablemente se encuentre en Ostrom (1990). Parte de sus análisis apuntaban en cierta medida a que la presencia o no de capital social podía ser el factor principal para explicar el éxito o el fracaso de la gestión de un recurso común. Los factores que explican el fracaso de acuerdos para gestionar recursos comunes son, según Ostrom (1990: 21), la falta de comunicación y la incapacidad de desarrollar confianza entre los miembros de la comunidad. Por el contrario, el desarrollo de normas institucionales favorecedoras de la acción colectiva en el seno de comunidades puede verse favorecida por la presencia de capital social, en forma de redes sociales y relaciones de reciprocidad (Ostrom, Gardner y Walker 1994: 239). Los estudios de pesquerías en Turquía o de obras de imgación en el sur de California muestran que las posibilidades de una acción colectiva exitosa dependen en gran medida de la superación de mutuas desconfianzas y de la inversión en capital social. Una conclusión que se puede derivar de todos estos resultados es que una estrategia de desarrollo de regiones pobres requiere para ser exitosa de la existencia de capital social entre las comunidades locales. En general, las estrategias "desde arriba", sin la participación de las comunidades locales y sin promover que estas comunidades se autoorganicen y superen sus problemas de ausencia de capital social, probablemente se enfrentará a muchos obs415

táculos. Esto no supone que las autoridades públicas no puedan participar activamente en estrategias de desarrollo local. De hecho, su participación es necesaria, pero normalmente para que sea exitosa se req ^iere una combinación dinámica de estrategias "desde arriba" y"desde abajo" (Woolcock 1998: 180). Esto supone que las autoridades públicas deben favorecer la autoorganización de las comunidades locales y aplicar las leyes de forma imparcial de manera que no se favorezcan a unos grupos locales sobre otros. En este sentido, unas autoridades públicas imparciales pueden ayudar a que las comunidadés locales superen sus problemas de ausencia de capital social. Tal como han demostrado en sus análisis acerca del cumplimiento de la ley en varias comunidades norteamericanas Tyler y Huo (2002), la clave para que las decisiones legales sean acatadas es la imparcialidad de las mismas. Si todos piensan que la ley es imparcial, y todos saben que todos lo piensan, lo normal es que cada individuo confíe en que su vecino cumplirá la ley, lo cual es una base para que se desarrollen relaciones normales de confianza entre los miembros de una comunidad. En este sentido, en su estudio del papel de las organizaciones locales en el desarrollo^rural, Esman y Uphoff (1984) concluían que para que las estrategias de desanollo local fueran efectivas, requerían tanto una red de agencias gubernamentales que proporcionen los servicios públicos asociados a una mayor productividad como organizaciones locales, tales como cooperativas o asociaciones agrarias. Por tanto, los estudios empíricos acerca de las estrategias de desarrollo local no excluyen el papel del Estado, pero señalan que para que ese papel tenga éxito es necesaria la presencia de capital social en la comunidad a la que van dirigidas esas estrategias. En el caso de las asociaciones de riego en Taiwan (Fung 1997), por ejemplo, la clave de su exitósa gestión de un recurso común parece residir en la presencia de un fuerte capital social entre los campesinos, fuertes relaciones de confianza y reciprocidad que permiten que la comunicación de información sea sencilla y se resuelvan conflictos con relativa facilidad, así como la existencia de normas sociales que enfatizan la relación de dependencia mutua entre los campesinos. Pero también las autoridades públicas han jugado un papel en este caso, favoreciendo la coordinación y reduciendo costes de transacción asociados con la negociación de los términos de la cooperación. En los estudios de caso de Putnam y Feldstein (2003) sobre varias comunidades locales en Estados Unidos, se otorga una mayor importancia a la construcción de capital social "desde abajo" que al papel de las autoridades públicas. Los ejemplos de Putnam y Feldstein, que incluyen asociaciones para la mejora educativa en Rio Grande (Texas), asociaciones de vecinos y sindicatos

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en Boston, y asociaciones de desarrollo urbano en Portland, destacan el papel de la ".autoorganización" de las comunidades locales, a menudo gracias a la intervención de empresarios políticos surgidos del seno de la propia comunidad. No obstante, en algunos casos, notablemente en el de las estrategias de renovación urbana en Portland, los autores reconocen que la aportación de estructuras que fomenten el activismo ciudadano por parte del Ayuntamiento también es un factor importante para el éxito de las estrategias de desarrollo (Putnam y Feldstein, 2003: 247). Por lo tanto, parece que existe una creciente evidencia empírica acerca de los efectos positivos del capital social sobre el desarrollo económico, tanto en análisis comparados entre países como en estudios más en profundidad de casos. En muchos de estos estudios, sin embargo, no queda del todo claro por qué el capital social tiene esos efectos beneficiosos sobre el desarrollo económico, ni, de hecho, si la dirección de la causalidad va realmente desde el capital social al desarrollo económico 0 más bien en la otra dirección. Para avanzar en ambas cuestiones es necesario especificar los mecanismos que pueden vincular el capital social, especialmente la confianza generalizada, con el desarrollo económico. De ello me ocuparé en la siguiente sección.

4. LOS MECANISMOS ^Cuáles son los mecanismos que vinculan el capital social con el desarrollo económico? Hasta ahora hemos visto que hay amplia evidencia de que esa relación de hecho existe. Ahora se trataría de establecer cuál es la forma de la relación. Si realmente la dirección de la causalidad va desde el capital social al desarrollo económico, ^cuáles son los factores que determinan que unos determinados niveles de capital social estén correlacionados con unas tasas correspondientes de desarrollo económico? Una de las formas más prometedoras para conectar el capital social con el desarrollo económico es recurriendo a la idea de las relaciones de confianza como forma de reducir costes de transacción. Se trata de una idea que está apuntada en Arrow (1974: 23), y que tiene cierto desarrollo en la nueva economía institucional, especialmente en Williamson ( 1985). Los costes de transacción en el intercambio económico incluyen los costes de redactar, negociar y salvaguardar el cumplimiento de un acuerdo. Esta literatura asume que los agentes económicos son limitadamente racionales: el comportamiento individual pretende ser racional, pero sólo 417

lo es de manera limitada. Ello es debido a una combinación entre la complejidad de las decisiones, que en muchas ocasiones implican asimetrías informativas entre las partes, y la limitada capacidad cognitiva del individuo. Esta racionalidad limitada supone, por ejemplo, que los agentes económicos, a la hora de realizar un intercambio, pueden no estar completamente seguros acerca de las preferencias de los demás. Su interlocutor puede pretender ser honesto pero de hecho actuar de forma oportunista. Una forma de solucionar este problema, defendida, por ejemplo, por Williamson (1985), es recurrir a jerarquías, tales como las empresas, en la toma de decisiones económicas. Otra forma enfatiza el papel de las relaciones de confianza (Torsvik 2000). La existencia de relaciones de confianza entre las partes reduciría los costes de transacción, dado que ambas partes confiarían en que el otro va a cumplir lo pactado. En este sentido, podemos considerar que las relaciones de confianza reducen los costes de transacción al menos de dos formas: reduciendo los costes ex ante (redacción, negociación) y ex post (supervisión del cumplimiento) de un contrato entre los miembros de una relación de confianza y ayudando al cumplimiento de un contrato de agencia en el caso de comunidades cerradas en las que impera la confianza y que sistemáticamente contratan a los mismos agentes. A continuación me referiré a ambos casos. Un ejemplo del primer caso es mencionado por Coleman (1990: 9293): el gestor del departamento noruego del banco Hambros, en Londres, decide prestar una cantidad importante de dinero a un armador noruego. El trato se formaliza por medio de una simple llamada de teléfono, sin ningún otro tipo de formalidad ni contrato escrito. En este ejemplo, hay una relación de confianza entre los dos individuos. El gestor del banco de Londres conoce al armador noruego, sabe que es digno de confianza, y por ello le presta el dinero directamente. Esto reduce considerablemente los costes de transacción inherentes a la redacción del contrato y la negociación de sus términos, y probablemente reduzca también los costes de supervisión de su cumplimiento. El gestor del banco de Londres puede tener una ulterior garantía de que el armador noruego cumplirá su parte del acuerdo en el caso de que se trate de una relación duradera. En una relación de ese tipo, el armador tendrá interés en hacer honor a la confianza que se ha depositado en él, porque de lo contrario perderá los beneficios futuros derivados de futuras transacciones con el banco londinense. En suma, el armador tiene un interés en mantener su reputación de que es digno de confianza. Si esto es así, lo más racional será realizar esfuerzos para ganarse una reputación de honestidad (Dasgupta 1988: 62). La otra forma en la cual la confianza puede reducir costes de transac-

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ción es disminuyendo los costes de supervisión inherentes en un contrato de agencia. En un contrato de agencia, el principal encarga al agente la realización de una determinada tarea que él no puede realizar directamente. Los problemas de este tipo de contratos son normalmente la presencia de asimetrías informativas entre agente y principal, por un lado, y la presencia de intereses conflictivos entre ellos, por otro. El principal carece de información acerca de cuáles son las preferencias del agente, no sabe si va a cumplir diligentemente con su cometido o si va más bien a dedicar el mínimo esfuerzo. Dado que en muchas ocasiones no puede observar directamente el comportamiento del agente, tiene que establecer algún tipo de incentivo para que el agente cumpla con su parte del contrato. Una forma de solucionar este problema se da en comunidades pequeñas donde los principales tienen relaciones de confianza mutua entre sí y contratan sistemáticamente a los mismos agentes. Este era el caso de la comunidad de comerciantes judíos "maghribi" durante en el siglo XI en el Mediterráneo estudiada por Avner Greif (1989, 1992). Se trataba de una comunidad de comerciantes judíos que vivieron en el califato abbasí hasta la primera mitad del siglo X, momento en el que emigraron a Egipto y el Norte de África. Estos comerciantes se enfrentaban a la complejidad y la incertidumbre del comercio a lo largo del Mediterráneo a través de asociados y agentes. A esa complejidad y esa incertidumbre se añadían las limitaciones de la tecnología comunicativa del siglo XI, lo que hacía en la práctica enormemente costoso negociar sobre la base de contratos comprehensivos. Uno de los principales problemas concretos a los que se enfrentaban estos comerciantes es el de que sus agentes en puntos lejanos del Mediterráneo ofrecieran informes verdaderos sobre el negocio encomendado. Para superar estos problemas de agencia, los comerciantes maghribi se basaron en sus relaciones de confianza, relaciones que reflejaban la necesidad de cada uno de ellos de mantener una reputación de ser dignos de confianza para no perder beneficios futuros. Estas relaciones de confianza permitían que en el caso de que uno de los agentes incumpliera su contrato, la información de transmitiese rápidamente a toda la comunidad de comerciantes, que automáticamente renunciaban a emplear en el futuro a ese agente. Esto era un poderoso incentivo para que los agentes se mantuvieran honestos. En este argumento, por lo tanto, juega un papel muy importante la capacidad de transmisión de información a través de la red social. En términos generales, en una relación entre vendedor y cliente, si miembros de la red social del comprador han tenido experiencias pasadas con ese vendedor en particular, pueden proporcionar información valiosa al comprador acerca de 419

lo digno de confianza que es el vendedor. Esto ha sido estudiado por Buskens y Weesie (2000) para el mercado de coches usados. El papel clave del capital social en la reducción de costes de transacción en los intercambios económicos ayudaría a explicar por qué, de acuerdo con Putnam (1993), las regiones del centro y el norte de Italia, ricas en capital social, mostraban unos indicadores económicos sólo ligeramente superiores a las del sur de Italia, pobres en capital social, a principios del siglo XX, mientras que a finales del siglo las diferencias en riqueza y bienestar se habían exacerbado. Los costés de transacción aumentan a medida que crece la complejidad de los intercambios comerciales. En sociedades predominantemente agrarias (como en buena medida Italia a finales del siglo XIX) los costes de transacción son pequeños, pero se multiplican en las sociedades industriales. Por ello las diferencias en capital social se dejaron sentir en el terreno económico con más fuerza a medida que Italia pasaba a ser un país industrial. Por lo tanto, si consideramos que la confianza es un concepto básico dentro de toda definición razonable de lo que es capital social, la reducción de costes de transacción por medio de la confianza sería la vía principal a través de la cual el capital social promueve el desarrollo económico. Este papel de la confianza, por entenderlo de otra manera, quedaría englobado dentro de su papel más amplio de promover la cooperación. Podemos entender esta idea recurriendo al conocido ejemplo del dilema del prisionero. Como es bien sabido, en el juego de dos jugadores y una sola ronda de dilema del prisionero, el único equilibrio posible es aquel en el que ambos no cooperan. Hay al menos dos formas de superar este dilema. Una de ellas supone repetir indefinidamente el juego (o bien, lo que es más realista, suponer que ninguno de los jugadores sabe cuál será la ronda final). En el caso de que ambos jugadores valoren suficientemente el futuro, un equilibrio posible del juego (pero sólo uno de los posibles) es que ambos jugadores adopten estrategias de cooperación condicional del tipo tit-for-tat (comenzar cooperando y luego realizar el movimiento adoptado por el otro jugador en la ronda anterior),'y, por tanto, que el resultado sea la mutua cooperación. Aunque a menudo se ha considerado que la confianza puede no tener ningún papel que jugar en este caso (Axelrod 1986: 172), lo cierto es que se puede introducir la confianza en la solución cooperativa del dilema del prisionero iterado considerando que hay incertidumbre acerca de si el otro jugador es lo suficientemente paciente para llevar a cabo una estrategia cooperadora (Kydd, 2000). En las soluciones cooperativas habituales al dilema del prisionero iterado, como la de Axelrod, se asume que los pagos de cada jugador son de cono420

cimiento común de ambos jugadores. Si hay incertidumbre sobre si el otro jugador va a cooperar o no, quizá la confianza pueda jugar un papel en alcanzar un resultado cooperativo: sólo si ambos jugadores confían en la voluntad cooperativa del otro se alcanzará una combinación de estrategias como tit for-tat. La segunda forma en la cual la confianza puede propiciar la cooperación es asumiendo que en un dilema social, como por ejemplo el dilema al que se enfrentan los usuarios de un recurso común, como un banco de pesca, las preferencias no son tanto de un dilema del prisionero, sino de lo que se denomina "juego de seguro". Es decir, suponer que los pescadores no pretenden pescar individualmente todo lo que puedan, hasta agotar el banco pesquero, sino que preferirían llegar a un acuerdo de imposición de cuotas de pesca para garantizar la supervivencia del banco, pero no estarían dispuestos a cumplir el acuerdo si piensan que los otros no lo van a respetar. En este caso, la confianza puede ser crucial. Si todos confían en que los demás jugadores respetarán los términos del acuerdo, el resultado puede ser la mutua cooperación (Dasgupta 2002). En general, la confianza probablemente tiene un papel más importante en solucionar dilemas de coordinación como el señalado que en resolver problemas de acción colectiva más similares al dilema del prisionero (Herreros 2003), y se puede pensar que muchas de las situaciones analizadas en los estudios empíricos sobre desarrollo local que mencionábamos en el apartado anterior se tratan precisamente de problemas de coordinación, y no de dilemas del prisionero. Hemos visto, en suma, que la confianza puede jugar un papel esencial en la reducción de costes de transacción, dentro de un papel más general en solucionar problemas de acción colectiva. Como ya hemos mencionado, el papel de la confianza en la reducción de costes de transacción es en cierta medida una alternativa a las jerarquías, defendidas, entre otros, por Williamson (1985). Pues bien, en ocasiones también se ha sostenido que el capital social puede colaborar al desarrollo económico haciendo más fluida la transmisión de información en las jerarquías. Esta tesis ha sido defendida quizá de manera más célebre por Fukuyama (1995, 1998), que señala cómo la presencia de fuertes reservas de capital social en forma de confianza interpersonal es un factor importante en el surgimiento de grandes corporaciones en países como Estados Unidos, Japón y Alemania. Esta idea, no obstante, ha sido puesta en duda de manera algo más rigurosa por Miller (1992, 2001). Es cierto que las jerarquías se enfrentan a fuertes problemas de asimetrías informativas que implican costes. En una empresa fuertemente jerárquica como Ford, analizada por 421

Miller (1992), los problemas de la dirección para supervisar los esfuerzos de los trabajadores y los de los trabajadores para determinar cuáles son las intenciones de la dirección son especialmente severos. Una solución es el establecimiento de relaciones de confianza entre trabajadores y empresarios. Como hemos visto, esto en gran medida reduce los problemas inherentes a las relaciones de agencia. Pero la solución no es tan sencilla. Un problema que tiene la dirección en una empresa jerárquica para ganarse la confianza de sus trabajadores es su falta de credibilidad. Miller (2001) asume que la confianza es necesaria dentro de las empresas, porque de esa manera se mejora la eficiencia: los trabajadores están más dispuestos a realizar inversiones personales en esfuerzo o en capital humano, si confían en que los gestores de la empresa no van a despedirles para obtener beneficios a corto plazo. La solución de Miller (2001: 320) para obtener la confianza de los trabajadores es la delegación de decisiones clave a un administrador con diferentes preferencias: por ejemplo, la maximización de la productividad, más que la maximización de beneficios a corto plazo. Un problema con esta solución es que el compromiso no es lo suficientemente creíble: el propietario puede despedir al administrador si considera que la prioridad debe ser de nuevo la maximización de beneficios a corto plazo (Herreros y Criado 2003: 58). Quizá una señal alternativa más prometedora para convencer a los trabajadores de que la dirección de la empresa es digna de confianza son los "salarios de eficiencia": un salario por encima del de mercado con la intención de vincular más al trabajador a la empresa. Este salario de eficiencia podría ser interpretado como una señal lanzada al empleado de que se confía en él (Wielers 1997).

5. CONCLUSIÓN En este trabajo hemos visto cómo el capital social puede ser una variable importante para explicar diversos aspectos del desarrollo económico, desde la creación de capital humano, a la reducción de la pobreza y la puesta en práctica de planes de desarrollo local. A estas alturas ya existe una red relativamente tupida de estudios empíricos que parecen haber demostrado al menos que existe una relación entre el capital social, entendido como relaciones de confianza derivadas de la pertenencia a redes sociales, y distintas variables económicas. Todos estos estudios contribuyen a una literatura ya existente que defendía el papel de variables, digamos, "sociales", como la confianza, en el desarrollo económi422

co, y cuyos autores más destacados se movían en el ámbito de la nueva economía institucional y la sociología económica. Un problema aúñ presente de estos estudios es la dirección de la causalidad entre variables económicas y capital social. Este problema de causalidad es difícil de solucionar exclusivamente a través de los estudios empíricos disponibles, por lo que es conveniente acudir a explicaciones basadas en mecanismos. En este trabajo he sostenido que el principal mecanismo que vincula el capital social con el desarrollo económico es la capacidad de la confianza para solucionar problemas de acción colectiva, y más específicamente, reducir costes de transacción en el intercambio económico.

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