Capital social: concepto y método

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CAPITAL SOCIAL: CONCEPTO Y METODO Social capital: concept and method

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Homero R. Saltalamacchia Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) [email protected] Bartolomé Mitre 2227; 8vo. 37 54 11 3970-2804

Áreas de trabajo: Políticas sociales, sociología política

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Palabras claves: capital social, Bourdieu, Coleman, Putnam, integración social, conflicto social, clases sociales, habitus, estructura, coyuntura, evaluación, pobreza, redes sociales. Keywords: social capital, Bourdieu, Coleman, Putnam, social integration, social conflict, habitus, structure, assessment, poverty, social networks.

Resumen: El capital social: concepto y método El propósito de este capítulo es proponer un marco para entender el concepto de "capital social" y reflexionar sobre algunas de las estrategias de investigación que se han utilizado en el contexto de las políticas sociales. ¿A qué nos referimos a cuando usamos el término capital social? Esta no es una pregunta retórica, ya que la gran cantidad de trabajos en los que se utiliza el significante aludido, ha tendido a mezclar tradiciones teóricas que deberían haber permanecido separadas o, al menos, integradas respetando los aportes respectivos. Uno de esas tradiciones, la tradición americana, ha acentuado sobre los contenidos de “interacción” e “integración social” a costa de ignorar los principales determinantes estructurales que conforman a los miembros de una sociedad, creando barreras que no pueden ser superadas simplemente ignorando el modo en que afectan las respectivas subjetividades. La otra tradición, encarnada en Bourdieu ─pero que reúne otras raíces europeas─ ha investigado sobre los determinantes estructurales (que, dada su naturaleza, no pueden modificarse en el corto plazo) y el conflicto (que nos permite detectar las relaciones de poder latentes en nuestras sociedades). En la primera parte, que se dedica a discutir el concepto, procederé a examinar ambas corrientes en sus diferencias y posibles conjunciones. A continuación, me centraré en la distinción entre dos formas de capital social — el que se basa en redes horizontales (que incentivan la formación de grupos o clases) y el que organiza relaciones vertical (que incentivan la integración inter-clases o entre grupos). El supuesto es que ambas perspectivas son importantes y que cualquier opinión sobre los beneficios o perjuicios de una cierta forma de capital social sólo es teóricamente legítima luego de haber el establecido el tipo de configuración social que se considera deseable. Por último, en la segunda parte, propondré un método de investigación y evaluación, asentado en los los parámetros establecidos en la primera parte, con respecto a las formas de entender el capital social.

ABSTRACT: Social capital: concept and method The purpose of this chapter is to propose a framework for understanding the concept of “social capital” and to reflect over some of the research strategies that have been used in the context of social policies. What are we referring to when we use the term social capital? This is not a rhetorical question since the vast amount of work written on this concept has tended to mix theoretical traditions that should have remained separate. One of these, the American tradition, has accentuated social interaction and integration at the cost of ignoring the principal structural determinants that affect the members of a society in different ways. The other, beginning with Bourdieu but that also brings together other European roots, has emphasized historical and structural determinants (that, given their nature, cannot be changed in the short term) and conflict (that allows us to detect the power relations latent in our societies). In the first part, which is dedicated to discussing the concept, I will proceed to examine both currents. Next, I will focus on the distinction between the forms of social capital—horizontal networks

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(which incentivize the formation of groups or classes) and vertical networks (which incentivize inter-class or inter-groups integration). Both perspectives are important: the first one pays attention to conflict and consensus building while the second makes possible that, in the analysis, those dimensions do not disappear. Taking both perspectives into account, the chapter will argue, moreover, that any distinction between good or bad social capital can only be determined by establishing what kind of social configuration is deemed desirable. This is so because just as it is not possible to have societies without relations, neither is it possible to have social capital that is good or bad per se. In the second part I will propose a method of evaluation, under the parameters we discussed before, with respect to the forms of understanding social capital.

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Introducción El propósito de este capítulo es proponer un modo de entender el “capital social” (CS) y reflexionar sobre algunas de las estrategias tendientes a su investigación, en el contexto de políticas sociales. ¿A qué hacemos referencia cada vez que utilizamos el término /capital social/? La pregunta no es retórica, pues el mar de escritos sobre dicho concepto ha tendido a mezclar tradiciones teóricas que deberían permanecer separadas o, al menos, integradas respetando los aportes respectivos. Una de ellas, la tradición norte-americana sobre el tema, ha puesto el acento en la interacción e integración social, a costa de ignorar los principales determinantes estructurales que afectan de modo diferenciado las subjetividades y posibilidades de los miembros de una sociedad. La otra, originada en Bourdieu ─pero que recoge raigambres europeas─ ha puesto el acento en las determinaciones histórico-estructurales y en el conflicto (permitiendo detectar las relaciones de dominio/subordinación1). En la primera parte, dedicada a la discusión sobre el concepto, procederé a examinar las dos corrientes2. Apoyado en esa revisión, situaré el eje principal de la distinción sobre las formas de CS, entre las redes horizontales (tendiente a la conformación de grupos3 o clases4) y las redes verticales (tendientes a la integración inter-clases o grupos5). Ambos razonamien-

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Obviamente, la distinción es esquemática y solo posee función orientadora. Reflexión útil pues, como diría Kosselleck (1993), los conceptos son campos de batalla semánticos, en los que se encierran síntomas de las luchas políticas y sociales. También Bourdieu los historiza, al tiempo que proclama que sus definiciones solo cobran sentido en una teoría practicada durante una la investigación (Bourdieu, Chamboredon, and Passeron 2002). 3 Definiré grupo como cierto conjunto de personas interrelacionadas que han producido cierto grado de consolidación institucional formal o informal. 4 Definiré clase como el conjunto de personas que, por compartir ciertos rasgos, puede convertirse en grupo. Sobre este concepto en Bourdieu (Álvarez Sousa, 1996; Bechelloni, 1977; Bourdieu, 1979, 1990, 1999a), 5 El juego que se produzca entre la configuración de las relaciones horizontales y verticales es otro modo de pensar los procesos de conflicto y reproducción de las relaciones sociales. 2

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tos son importantes; pues, si el primero se instala en las controversias sobre conflicto y consenso, el segundo hace posible que, en las mediciones, esas dimensiones no desaparezcan. Teniendo en cuenta ambas perspectivas, el capítulo afirmará, además, que toda distinción entre lo bondadoso o pernicioso de uno u otro tipo de CS, solo puede establecer aclarando qué tipo de configuración social se considera deseable; pues así como no hay sociedades sin relaciones tampoco hay CS bueno o malo en sí mismo. En las reseñas, no procuraré ni la interpretación “verdadera” de los autores ─de cuya posibilidad dudo─, ni una axiomatización teórica ─de cuya eficacia, para la acción, descreo (Saltalamacchia 2012). Por el contrario, inspirado en los autores comentados y en mi experiencia, el propósito es reflexionar sobre algunos modos de utilizar al CS entre las herramientas de la investigación y de eventuales políticas sociales que en ella se inspiren. En la segunda parte, apuntando al análisis de involucrados, propondré un método de evaluación ─útil para sus tres momentos canónicos─ según los parámetros discutidos con anterioridad, respecto a las formas de entender CS.

Coleman, Putnam y sus continuadores Fiel a lo que es la más frecuente de las ópticas de las ciencias sociales norteamericanas, en James Samuel Coleman, el “CS” es parte de una teoría del consenso; mientras que su interés por la “elección racional”, lo conduce a una modalidad peculiar del interaccionismo, según el cual, la sociedad y sus instituciones son efecto de interacciones sociales, en las que participan individuos iguales y solo diferenciados por sus desempeños relativos en esas interacciones. Putnam, por su parte, retoma esa óptica, aplicando el concepto a las sociedades y no a las interacciones entre individuos; introduciendo, además, una dependencia necesaria 2

entre CS y democracia. Los continuadores de ambos pioneros no hicieron más que completar estos razonamientos.

Coleman El punto de partida de Coleman es atractivo. Al criticar al iusnaturalismo, destaca el papel que juegan las relaciones más o menos institucionalizadas en el modo en que se organizan las relaciones interindividuales. Su aporte a esa crítica es atribuir un valor positivo a esas instituciones que coadyuvan al bienestar de quienes participan de sociedades, comunidades o grupos. Desde ese enfoque, considera al CS como un activo que facilita las acciones de los individuos; razón por la cual agrega que, no obstante su intangibilidad6, al igual que otras formas de capital, el CS es productivo, pues: “facilita el logro de metas que no se podrían alcanzar en su ausencia o sólo podrían lograrse a un costo mayor” (Coleman, 1990). Ahora bien, para que las relaciones interindividuales se constituyan en CS se requiere un alto nivel de confianza. Rasgo que no está presente en todas las comunidades. Este rasgo fue retomado por quienes, desde la década del noventa, pensaron en que, un modo de compensar el empobrecimiento creciente de las poblaciones, era el de políticas focalizadas tendientes a crear o incrementar el CS de esas poblaciones.

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Pues mientras que el capital físico (encarnado en material observable) es totalmente tangible y el capital humano también lo es, aunque menos (pues está encarnado en las habilidades y conocimientos adquiridos por un individuo), el CS es intangible, pues lo son las relaciones en las que se encarna.

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Putnam La afirmación de Coleman sobre la necesidad de confianza en las relaciones interindividuales la retomó Robert Putnam, pero aplicándola a sociedades. Para él, el CS es un atributo de aquellas comunidades en las que sus instituciones aseguran esa confianza; lo que genera condiciones para una vida social provechosa y, sobre todo, para que se mantenga el funcionamiento de las instituciones democráticas, tal como él las concibe. En “Para que la democracia funcione” y luego en “Solo en la bolera” ─ lo mismo que en varios artículos─ Putnam expuso el modo en que esas instituciones son la bases de la democracia. Para su opinión, encuentra los antecedentes más lejanos en aquellos autores clásicos (comenzando en Alexis de Tocqueville) que vislumbraron la importancia de las redes de colaboración, y el sentido comunitario y de solidaridad, para el logro de una democracia liberal floreciente (Putnam, 2011). Razón por la cual manifestó su alarma al encontrar ─en su país pero también en Europa─ un declive en la importancia de aquellos valores e instituciones que componen su CS (Putnam, 2001, 2002, 2003). Sin embargo, sus pesquisas se apoyan en varios supuestos ambiguos o equivocados. Uno de ellos, el modo en que establece la relación entre redes sociales densas, CS y democracia, generalizando lo que ha encontrado en ciertas regiones de Italia. En verdad, en el sur de ese país, respecto al que el autor de “Para que la democracia funcione” postula la debilidad o ausencia de CS, existen redes densas y con gran capacidad de control social: sería de Perogrullo indicar que la Iglesia Católica y las mafias establecen redes densas y con inmensa capacidad de control social. Por ende, no es la densidad de las redes lo que le inhibe pensarlas como CS, sino las finalidades en relación a su paradigma de sociedad democrática. Lo que

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muestra que no se puede hablar de las bondades de cierto tipo de redes sino desde una perspectiva respecto a la sociabilidad deseada. Otro de los equívocos radica en la relación tautológica que establece al utilizar como indicador de CS la existencia de redes densas y como indicador de redes densas la existencia de CS, manifestado en confianza, etcétera (Portes, 1999). Además, haciendo referencia a las razones por las que Putnam postula el declive del CS en Estados Unidos y otros países de Europa, Barry Wellman entiende que: “El hecho de que las personas no estén interactuando en organizaciones formales o espacios públicos visibles no significa que estén en aislamiento. Un análisis del impacto de Internet debe tener en cuenta cómo Internet puede contribuir a nuevas formas de interacción y la comunidad no puede medirse utilizando indicadores estándar de CS. Las personas pueden estar en línea para chatear con amigos con mensajería instantánea, visitando las comunidades en línea por medio de juegos multi-usuario, como MUD o MOO, o el intercambio de mensajes cortos de texto a través de servidores de listas o grupos de noticias (Kraut et al, 1998.; Matei y de la bola-Rokeach, 2002; Smith, 1999). Su participación cívica puede estar tomando cada vez más la forma de e-ciudadanía, conectados en red en vez de grupos, en interiores ocultos más que en exteriores visibles” (Wellman et al., 2003). Párrafo en el que critica las afirmaciones del autor de “Solo en la bolera”, que resultan ser guiadas no solo por preferencias no aclaradas sobre un sistema social determinado sino, incluso, sobre una forma de relación institucionalizada que era la normal cuando él era joven. De hecho, el crecimiento de la población y la complejidad de la vida urbana hacen, de las telecomunicaciones, un sucedáneo sin el cual las relaciones interpersonales serían muy difíciles y escasas, dado el crecimiento de la población y de las distancias de interacción; por lo 5

que ellas, y en particular el INTERNET, son parte de las relaciones o redes sociales. Al hablar de estas nuevas formas de comunicación, Wellman utiliza el concepto e-ciudadanos, ante la evidencia de que INTERNET ha dejado de ser un instrumento de una elite y: “Se está convirtiendo en un excelente medio por el cual un gran número de personas en el mundo desarrollado obtienen información, transmisión de información, y discutir esta información con los demás, uno a uno o en grupos grandes y pequeños” (Wellman et al., 2003). Así se corrobora que en toda sociedad existen relaciones sociales y que el adjetivo “capital social” se aplica a aquellas sociabilidades que el analista considera positivamente. Lo que lleva a pensar que el concepto resultaría más claro, y por ende más útil, si esas opciones de valor fuesen explicitas. Para finalizar, conviene advertir un hecho sugestivo respecto a los caminos de la hermenéutica. Leyendo a Coleman, Putnam y sus sucesores, es sorprendente que hayan creído encontrar alguna continuidad con las ideas de Bourdieu. De hecho, aquellos poseen un enfoque interaccionista y una concepción individualista que es opuesta a la de Bourdieu. Si Coleman supera al egoísmo hobbesiano, es porque entiende que hay normas que reglan la interacción y porque no habla de un contrato original; pero en él como en Hobbes, las interacciones son el origen de lo social; y si hay diferencias interindividuales, ellas se deben a los desempeños relativos en esas interacciones. Mientras que en Bourdieu, por el contrario, las interacciones siempre están estructuralmente condicionadas y los individuos son estructuralmente distintos, debido a su posición en esas estructuras (Fernández, 2003). Tal como puede verse en “The Foundation of social theory” (1990) (principal aunque no exclusivamente, en el capítulo 12 de ese libro), Coleman confirma que la teoría social encuentra sus fundamentos en las interacciones individuales; y cuando habla de estructura se 6

refiere a la organización de esas relaciones. Enfoque respecto al cual Mascareño (2008) comenta con razón que: “Coleman […] no parece atribuir importancia al hecho que un cambio de estructuras complejas se sustenta no sólo en las acciones presentes sino también en las pasadas y en las expectativas del futuro de todos los individuos, organizaciones y estructuras normativas e institucionales a las que ese cambio afecta”. Por su parte, si Putnam completa la propuesta de Coleman incorporando el análisis institucional, lo hace desde el holismo, pero sin superar la interaccionismo. Por supuesto, no importa destacar esa incongruencia únicamente por razones de pura hermenéutica, sino por el efecto que esa asimilación tiene sobre el modo en que se ha encarado, en la literatura posterior, el tema del conflicto y de las capacidades de las personas para lograr un tipo de CS que les permita salir de sus condiciones de pobres.

Los continuadores Sobre todo en la década del 90’, las investigaciones, ensayos y políticas sociales fueron impactados, en forma unánime e intensa, por las referencias al concepto que estoy comentando. Dicho uso fue la resultante de la necesidad de encontrar paliativos a los desastrosos efectos del neoliberalismo sobre amplísimos sectores de la población. Según los funcionarios del Banco Mundial Hicks y Wodon (2001), el diagnóstico era explícitamente claro: “Confrontados con perturbaciones macroeconómicas recurrentes, los gobiernos de América Latina y el Caribe se han preocupado cada vez más de establecer o fortalecer sistemas de protección social y programas de redes de seguridad”. Entre esas preocupaciones estaban las políticas focalizadas impulsadas principalmente por el Banco Inter-

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americano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial y la CEPAL. Ni en el diagnóstico reseñado, ni en los planes impulsados por esos organismos, había ninguna asunción de responsabilidad respecto a los efectos sobre el empobrecimiento de las políticas económicas impulsadas por los sectores más concentrados de la economía y las finanzas, de las que dichos organismos eran impulsores. Y en esos diagnósticos no estaban solos. Mediante la creación de realidades con base en los medios de comunicación y la prédica de las cofradías de economistas educados en los Estados Unidos, la hegemonía cultural del liberalismo convenció, a muchos, sea sobre las bondades de una actividad empresarial sin control estatal alguno sea sobre la imposibilidad de actuar en contrario de las leyes “de los mercados”. Aceptadas esas premisas, la pobreza era un efecto de los defectos de quienes se empobrecían; y los Ministerios encargados de esos pobres, asumían el deber cristiano ─políticas focalizadas mediante─ de echar sobre ellos un manto de protección y auxilio7. En ese contexto, la preocupación por el CS era al mismo tiempo un modo de ayuda y una explicación de la condición de los pobres: sometidos al círculo de hierro de sus pobres capacidades. Razón por la que protagonizar esas políticas sociales focalizadas parecía progresista8, incluso para quienes, como el que escribe, ya habían experimentado los siniestros efectos de esas perversas “soluciones” (Saltalamacchia, 2001).

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Para la mayoría, ese ocultamiento era favorecido por el derrame de mejores ingresos que implicaba la prosperidad a los funcionarios gubernamentales y de ONGs encargados de esas políticas; gracias a un endeudamiento del país que luego sería muy difícil pagar. 8 Es imposible citar la bibliografía sobre el tema que en todos los casos coincidía de hecho en la necesidad de “empoderar” a los pobres. Entre ellas, tomando algunos ejemplo de distinto tipo de poblaciones y preocupaciones pueden citar: (Adrián 2002; Banco Mundial 2001; Ardy 2003; Arriagada 2002; Jaramillo B y Szauer 2003; Baker 2000; Barba Solano 2004; Berry 2003; Durston 2001; Montaño 2003; CUNILL G. 1995; Díaz 2002; Estanislao, Carlos, y Shelton 2000; Gomà y Blanco 2002; Durston 2003; Hicks y Wodon 2001; Perry 2000; PNUD 1995; PNUD 2004; Atria et al. 2003; Raison 2003; Repetto 2003).

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Presos de una hegemonía sabiamente labrada, no advertíamos que esas políticas sociales no aportaban más que ocupación a los funcionarios que las aplicaban y que, contra sus objetivos explícitos, eran el fruto de una pregunta oculta pero indispensable: ¿Cómo solucionar los problemas de pobreza sin afectar el proceso de acumulación, tal como era entendido por los teóricos del neoliberalismo? Escamoteada la pregunta, esas políticas coadyuvaban con el ocultamiento de un proceso ─político-económico y cultural─ de inaudita destrucción de relaciones preexistentes de integración9 (Portes 2004). Fue después de dichas destrucciones que dirigentes y dirigidos vimos la necesidad de evitar esas tentaciones y de impugnar toda “evidencia” ─difundida por los medios de comunicación, las películas difundidas por YouTube y por los centros académicos mejor financiados─ sobre la autonomía de las leyes económicas, los defectos de lo público en la gestión de las sociedades y las bondades de sustituir industria por especulación y primarización de las exportaciones. Todo lo cual también colabora en explicar por qué no se reconocieron las especificidades del enfoque de Pierre Bourdieu. Pues mientras que el concepto “estructura” utilizado por Coleman refiere a una cierta organización de las interacciones, oculta la carga de: “resultado histórico de relaciones de dominación triunfantes”, que ese mismo significante tiene en Bourdieu; obligando a reconocer los efectos de la dominación en la producción de las políticas sociales. Advertencia importante, ya que el muy útil enfoque de redes está frecuentemente desplazándose entre esa concepción de Coleman sobre la estructura (Lazega 2004) y la del estructural funcionalismo (Pizarro 2004).

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Experiencia que hay debería ser utilizada para pensar, en México y Centroamérica, problemas como la relación entre pobreza estructural y narcotráfico.

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Incluso Michael Woolcock (2001), una de las más lúcidas teorizaciones anglosajonas sobre el tema, se sumó a las teorías sobre las redes sociales desde esa óptica, que ignora las constricciones y posibilidades diferenciales que tienen las personas al pertenecer a clases sociales diferentes. Lo que, por cierto, no les quita importancia a sus aportes si utilizados desde otra perspectiva. Razón por la que presentaré los cuatro tramos de su definición, para comentarlos por separado. “El CS se relaciona con normas y redes que facilitan la acción colectiva”. En la versión de los anglosajones, éste constituye un acuerdo generalizado que, sin embargo, esconde algunos problemas. Sin duda, la teoría de las redes es una teoría relacional, lo que es un mérito en relación al interaccionismo individualista. Pero con dos limitaciones. Una de ellas es la ya aludida ausencia de las determinaciones históricas que, como efecto de luchas y éxitos, se imprime sobre los actores en cada coyuntura. La otra es que sirve para crear una fotografía sincrónica de las relaciones, pero en sí misma no logra representar los campos en los que el conflicto social va resolviendo el modo en que evoluciona la estructura. Como segundo elemento de su propuesta, como lo había hecho Portes, el asesor del Banco Mundial distinguió lo que el CS es de lo que hace; así, proponiendo una distinción a tener en cuenta, suprimió a la “confianza” de la definición del CS porque, si bien es cierto que la confianza es de vital importancia, la entiende más como un resultado (de interacciones repetidas, de instituciones legales en las que se puede confiar, de reputaciones) que como parte. En tercer lugar, Woolcock rechazó, con buenos fundamento, al individualismo: “[…] para fines de claridad, el CS tiene más sentido cuando se entiende como una variable relacional (es decir, sociológica) más que sicológica (individual) o política (institucional/nacional) 10

[…]”. Y completó su propuesta diciendo que: “En cuarto lugar, para ajustar los diversos resultados asociados al CS, es necesario reconocer la naturaleza multidimensional de sus orígenes”, haciendo referencia que existen diferentes formas de organización de las redes sociales, ejemplificando del siguiente modo: La distinción más común y popular se hace entre CS afectivo y compacto construido por lazos de unión entre miembros de la familia, amigos cercanos y vecinos (en inglés denominado “bonding social capital) y otro más difuso y extensivo que más que unir “tiende puentes” entre amigos distantes, socios y colegas (denominado “bridging social capital”). Sin embargo, el CS que tiene puentes es esencialmente una metáfora horizontal que supone vínculos entre personas que comparten características demográficas similares en general. […] el CS también tiene una dimensión vertical; en efecto, la pobreza es en gran medida una función de la falta de poder y la exclusión. En tal sentido, una tarea clave de los expertos en desarrollo y las autoridades responsables es asegurar que las actividades de los pobres no sólo trasciendan más allá de los límites de su exclusión sino que también aumenten. Recomendación con la que no se puede estar en desacuerdo. Pero que obliga a recordar que puede quedar en discursos si no se prevé el carácter estructural del fenómeno de la pobreza. Condicionamientos que fueron advertidos por el mismo Portes y Landolt cuando afirman que: […] no se debería albergar mucho optimismo respecto de lo que pueden lograr a nivel colectivo la confianza exigible y la solidaridad vinculada, en especial cuando hacen falta recursos materiales. El CS puede ser una fuerza poderosa que promueva los proyectos grupales pero, como se señaló, consiste en la habilidad de ordenar recursos a través de redes sociales, no en los recursos mismos. Cuando estos últimos son escasos, la capacidad de una colectividad para alcanzar metas es restringida, sin importar cuán fuertes sean sus vínculos internos. Esta es otra forma de decir que, al contrario de las expectativas de algunos políticos, el CS no sustituye la provisión de crédito, la infraestructura material ni la educación. Lo que el CS puede hacer es incrementar el “rendimiento” de tales recursos, al reforzar lo con las contribuciones voluntarias de los participantes y con su capacidad para monitorear y evitar las conductas tramposas (Portes & Landolt, 2000).

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Ahora bien, entre el fin del siglo pasado y el comienzo de éste, más allá de éste y otros razonamientos semejantes y de un conjunto de técnicas que pueden ser muy útiles, dentro de la avalancha de escritos sobre CS no hay grandes diferencias.

Bourdieu Tal como tradujeron los teóricos de la antes aludida tradición, Bourdieu (1980) dice: “El CS es el conjunto de recursos reales o potenciales que están ligados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento mutuo y de inter-reconocimiento”. Leída de ese modo, la definición parece igual a la de Coleman y sus continuadores. Pero a esa frase le falta el párrafo anterior y los subsiguientes. En el comienzo de ese mismo artículo de “Actes de la recherche…”, su autor había afirmado: “La noción de capital se impone como el único medio para designar el principio de ‘efectos sociales’ que, si bien se captan claramente en el nivel individual de los agentes singulares –donde inevitablemente se sitúa la encuesta estadística10─ no se reducen a la suma de las propiedades individuales poseídas por un determinado agente”. Por el contrario, es el agente el que debe ser entendido a partir de las determinaciones estructurales que le proporcionan un habitus (es decir, un sentido del juego11) y con él, ciertos recursos que hacen posible: “[…] la labor de establecimiento y de mantenimiento que son necesarios para producir y reproducir vínculos duraderos y útiles”.

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Determinación de una técnica que suele tener efectos teóricos indeseables, si no se los percibe. La metáfora del juego es usualmente utilizada por el teórico francés para hacer alusión a la trama y conflicto de las relaciones sociales en un cierto campo. 11

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Ahora bien, para comprender y expandir la propuesta de Bourdieu sobre esta relación entre estructuras12 y sujetos, es importante saber que la “estructura”: 1) es el resultado de éxitos anteriormente consolidados; 2) no sólo está en las instituciones sino en sus conformaciones corporales (el inconciente es el cuerpo, dirá el escritor de “La dominación masculina”13); 3) en sus textos, los rastros del dominio aparecen transubstanciados: como distribución de dones, merecimientos y relaciones funcionales. 4) en cada coyuntura, no son todo el pasado (eso que desde otro lugar nos condiciona) sino lo que del pasado está presente en los actores y sus campos14. Son esos caracteres de las estructuras, los que convierten a las cosas intercambiadas en signos de reconocimiento: de semejanza y de distinción (Bourdieu 1979b). De tal modo que, en forma aparentemente espontánea, dirigida por el placer y el gusto que provee el habitus (Bourdieu 1979a), cada miembro es custodio de los límites y modales apropiados a su clase; aquellos que permiten determinar si se ha producido una amistad o alianza legítima y no un bodorrio15: consideración se suma importancia al pensar en el CS como “puente” o

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En dichas frases representadas en el habitus. 13 Idea que hoy se fortalece gracias a las investigaciones neurofisiológicas (Edelman y Tononi 2002, entre otros)y de psicología cognitiva (Lakoff y Johnson 1999, entre otros). 14 Solo en el momento en que actuamos como historiadores vemos parte del pasado en su diversidad. En cambio, en la vida cotidiana el pasado vivido es lo que condiciona nuestra acción: cuerpos e instituciones (en sentido amplio) que nos condicionan y nos proveen de posibilidades. 15 Pocos son quienes pueden establecer relaciones que les permitan una movilidad ascendente. Ciertos deportes, el sacerdocio, la carrera militar, son vías que hasta cierto punto funcionan para algunos, menos son aun los que lo consiguen vía educación formal. Estadísticas sobre movilidad social en (ESRU, 2013).

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“escalera”. Así, para Bourdieu, los individuos no son entidades auto-determinadas e iguales, sino actores producidos socialmente16, y solo desde esas determinaciones: productores de sus acciones17. Es en el interior de esas condiciones que: “Los beneficios que proporcionan las pertenencias a un grupo son el fundamento de la solidaridad que los hace posibles”. Aunque, como se apresura a aclarar: “Esto no quiere decir que sean conscientemente perseguidos como tales, incluso en el caso de grupos en que, como los clubes exclusivos, se construyen específicamente para concentrar el CS”. Pues para la conciencia de los actores, los clubes, las tertulias y muchas otras formas de reunión en las que se cultiva la amistad, se producen por el placer compartir lo que gusta. Es en ese contexto que debe interpretarse su opinión respecto a que: “El volumen de CS que posee un agente depende de la extensión de la red de conexiones que puede movilizar con eficacia y en el volumen de capital (económico, cultural o simbólico) que posee en su propio por cada uno de aquellos a los que se relaciona”. Pues se trata de una red que no se crea por la sola voluntad de los individuos sino que requiere de condiciones histórico sociales que la faciliten.

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Las relaciones de fuerzas pasadas fueron organizadas estructuralmente (en instituciones, reglas, leyes, costumbres, habitus), determinando las condiciones de posibilidad de los actores en cada coyuntura. 17 En su lucha contra la filosofía del sujeto, Bourdieu no da importancia a ese rasgo de todo ser vivo, el intento de persistir que es el aliento de toda acción y desde el cual se pueden comprender las illusio, esa forma específica de interés que genera y se genera en el campo (Bourdieu and Wacquant 2005a).

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Estructura, campo y capital Posiblemente, una de las dificultades que han enfrentado muchos autores es haber seleccionado parcialmente el texto de su definición18 y haberlo leído en clave interaccionista. Pero entonces ¿cuál es, entonces, el cotexto necesario? Como el “habitus”, el contexto global en el que Bourdieu inscribe al “CS” es “el campo”; que cobra la intensidad y los alcances que le dan las fuerzas en lucha, estructuralmente condicionadas (Bourdieu, 2001a)19, vistas como: “[…] una trama o configuración de relaciones objetivas entre posiciones”. Posiciones definidas: “[…] por su situación (situs) actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital), cuya disposición comanda el acceso a los beneficios específicos que están en juego en el campo, y, al mismo tiempo, por sus relaciones objetivas con las otras posiciones (dominación, subordinación, homología, etcétera)” (Zona Erógena, 1993). Dada esa definición, el campo no es un continente fijo. Dentro de él, el CS es un recurso condicionado estructuralmente, que los actores utilizan para cambiar o sostener su posición en las relaciones de fuerzas. Pero no “un activo” siempre valorado del mismo modo y utilizable con el mismo éxito, tal como lo entiende casi toda la tradición norteamericana y que,

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Operación sobre la cual el autor advirtió su insuficiencia (Zona Erógena, 1993); pues los conceptos se definen en su uso dentro de una teoría. 19 Incluso en Bourdieu, “la estructura” usualmente se representa como algo unificado. Como si solo hubiese una historia que afecte a todos los seres humanos, de la misma manera. Como si todos tuviésemos una misma estructura psíquica, como si las grupos tuviesen todos la misma historia, como si ocurriese lo mismo con todas las regiones del mundo o con todos los estados, etcétera. Como si hubiese un solo tiempo. Como si parte de la complejidad de las colectividades humanas no radicase, justamente, en la necesidad de articular su diversidad. Como si la hegemonía no fuese el proceso mediante el cual se produce esa unificación en una historiografía legítima. Como si los estados nación fuesen comunidades imaginarias, como dijese Anderson (1993).

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por ejemplo, se expresa en las siguientes frases: “Todas las formas de capital se pueden entender como activos de varias clases que proporcionan beneficios y que hacen los procesos productivos más eficientes. En este sentido, el CS es una acumulación de varios tipos de recursos (psicológicos, culturales, cognoscitivos, institucionales, etcétera) que aumentan la cantidad (o la probabilidad) de un comportamiento cooperativo mutuamente beneficioso para las personas que lo poseen y para la sociedad en general” (Portela & Neira, 2002). Por el contrario, es un recurso que ha de valorarse desde la perspectiva de su uso dentro de un cierto sistema de relaciones; que es donde cobra existencia como tal, sea para integrar a un grupo social (integración horizontal) o para facilitar la gestión de las diferencias sociales (integración vertical). Así, no tiene sentido hablar de capital sin hacer referencia al campo específico en el que se esté actuando. Por ejemplo, el campo de quienes participan en la producción, venta y compra de casas en una región y época determinados (Bourdieu, 2001b) es diferente al académico (Bourdieu 1984) y son distintos sus respectivos CSs. Al mismo tiempo, no cualquiera puede constituir y movilizar relaciones de tal modo que pueda recurrir a ellas en un campo determinado. Por el contrario, quien está habilitado es quien posee el “sentido del juego”; conformación subjetiva, modos de percibir y conducirse, etcétera ─a las que Bourdieu alude con “habitus”─, ya que: “[…] las estrategias de un ‘jugador’ en lo que define su juego dependen […] no sólo del volumen y de la estructura de su capital en el momento considerado y de las chances en el juego […] que ellas le aseguran, sino también de la evolución en el tiempo del volumen y la estructura de su capital, es decir de su trayectoria social y de las disposiciones (habitus) que se constituyeron en la relación prolongada con una cierta estructura objetiva de chances”. Aun cuando fuese posible

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incentivar el cultivo de esas relaciones, sería imposible lograr que se sostengan sin incorporar los lugares, el sentido del juego y otros capitales; lo que es imposible sin cambiar el “modelo de acumulación”.

Capital social, capital simbólico e integración Como bien se sabe, muy escasas son las situaciones en las que los sistemas de dominación hagan explícito su dominio; y menos aún que lo hagan sin justificarlo por alguna razón divina o humana. Sea uno u otro el modo de organización político-social, la reproducción de las relaciones sociales se apoya en la transustanciación del dominio en jerarquías de dones o distribuciones funcionales20. Es en ese contexto que puede entenderse que: “Si el Estado está capacitado para ejercer una violencia simbólica es porque se encarna a la vez en la objetividad bajo la forma de estructuras y mecanismos específicos y también en la “subjetividad” o, si se quiere, en los cerebros, bajo la forma de estructuras mentales, de categorías de percepción y de pensamiento”. De modo tal que: “[…] la institución instituida hace olvidar que es la resultante de una larga serie de actos de institución y se presenta con todas las apariencias de lo natural” (Bourdieu, 1993). Esto es, la dominación se reproduce y oculta reproduciendo formas de clasificación que, por compartidas, permiten la comunicación y aseguran formas de percepción, y por ende de conductas, que son las adecuadas a tales clasificaciones. Sobre ellas descansa el meollo del poder de lo simbólico (Meichsner, 2007):

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Entre esas instituciones Bourdieu examino principalmente el sistema educativo, que incluye todo el espectro de situaciones sociales, pero en el cual, gracias al habitus, el éxito escolar y el valor de los títulos no solamente se debe a la creación de estratos en los que la educación ─usualmente centros privados─ es reservada para los hijos de las clases dominantes; incluso en las escuelas públicas las diferencias de habitus favorecen el éxito de los sectores con mejores dotaciones para dicho éxito, provenientes de la familia (Bourdieu & Passeron, 1977). Algo similar ocurre en el campo religioso (Bourdieu, 2006) y en el académico (Bourdieu, 1984).

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“[…] ese poder invisible que no puede ejercerse sino con la complicidad de los que no quieren saber que lo sufren o que lo ejercen”. Modelos de pensamiento que hacen difícil ─e incluso subjetivamente peligroso─ todo intento subversivo; incluso cuando esa subversión sea encarada con mayor intensidad, dejando más claramente expuestas, por eso mismo, las formas de dominación. El capital social de tipo vertical ocurre en el marco de instituciones que ponen en relación personas pertenecientes a clases distintas. Como afirmó Durston (1999, 2002, 2003) dicho CS tiene un asiento territorial o funcional. No depende de una persona sino de una vecindad estable o de una comunidad de intereses definida por un objetivo común que, con el tiempo, genera normas consuetudinarias y una mayor capacidad de control sobre quienes comparten dicha comunidad; pues se van creando esos conjuntos clasificatorios compartidos respecto al qué quién y cómo concibe, decide y dirige. De su éxito depende la integración social.

Campo, Redes y Relaciones: su estudio En el Marco Lógico propuesto por el Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit (GTZ) para la planificación de políticas sociales, “el análisis de situación” refiere al momento de la planificación/ejecución en la que es útil considerar el capital social; ya que a diferencia de otras propuestas (Ej. Banco Interamericano de Desarrollo), incluye abiertamente las relaciones de poder y el conflicto (GTZ and Technische 1998). Si bien es aplicable a la población de un país, generalmente refiere a regiones más o menos acotadas que, por alguna razón, han sido elegidas, sea por agentes no gubernamentales o gubernamentales, con el propósito de realizar una actividad, que puede ser la de ayudar en la organización

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y gestión de un proyecto de transformación. Su propósito es determinar cuáles son los actores, sus definiciones del problema y sus recursos relativos a la posible impugnación, saboteo, acompañamiento, apoyo y/o puesta en marcha del proyecto. Tomo esa referencia para concretar mejor el razonamiento sobre posibles modalidades de uso del concepto “CS” tal como lo he trabajado hasta ahora. Lo peculiar es que, a diferencia de aquellos que usualmente trabajó Bourdieu (unificados por cuestiones tales como la académica, la artística, la religiosa), el campo regional cruza muchas de esas cuestiones y se unifica por la problemática, el proyecto y las normativas vigentes; lo que dibuja un texto y un contexto que es necesario leer adecuadamente21. Usualmente, en el momento de la formulación/ejecución/evaluación de un proyecto, los campos que se encuentran suelen ser el económico (empresas, mercado de trabajo), el religioso (cultos presentes), el o los vecindarios, las instituciones gubernamentales22 (con sus específicas incumbencias: funcionales, local, regional) e incluso organizaciones ilegales (tratantes de blancas, narcotráfico, etcétera) que poseen poder y legitimidad fáctica. Dentro de cada uno de los campos se deben estudiar: a) La estructura de posiciones23 ─ocupadas por personas o instituciones─ y el modo en que esas estructuras de posiciones pueden afectar al proyecto; teniendo en cuenta que: “para construir el campo, uno debe identificar las formas de capital específico que operan dentro de él; y para construir las formas de capital específico uno debe conocer la lógica específica del campo” (Bourdieu and Wacquant

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El análisis empírico que más se acerca a un estudio regional es (Bourdieu 2000). “el poder de mandar por medio de la legislación, regulaciones, medidas administrativas (subsidios, autorizaciones, restricciones, etc.), en suma, todo lo que normalmente ponemos bajo el rubro de las políticas de Estado” (Bourdieu and Wacquant 2005b). 23 Ver pag. 16. 22

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2005b). b) Los habitus de los actores ─en cada uno de los campos afectados por el proyecto─ y el modo en que esos habitus se integran y sobre-determinan, según el modo en que son afectados y a su vez afectan la articulación, unificación, de los campos, mediante estrategias específicas de hegemonía; analizando el modo en que se relacionan, cooperan, compiten o entran en conflicto los actores. c) Las relaciones que el equipo del proyecto (sea externo ─gobierno u organizaciones no gubernamentales─ o de la propia comunidad) mantiene con los involucrados; ya que también el proyecto tiene una estructura y participa de otras estructuras (su historia y el modo en que esa historia es sabida/valorada por los involucrados). Pero como esos campos no presentan límites impermeables y, al mismo tiempo, suelen ser regulados por autoridades gubernamentales, este debe ser otro foco de análisis. Aunque, vistas las cosas desde el proyecto, quizá sea posible distinguir la existencia de dos o más centros de articulación desde los que se unifican los campos, con mayor o menor coherencia: 1) las instituciones gubernamentales y sus funcionarios24 y 2) el proyecto y sus funcionarios. Mientras que los restantes involucrados actuaran tanto desde sus posiciones en cada uno de sus campos como en el campo que se vaya creando desde el momento en que se conoció el proyecto; recordando que dicha acción pueden emprenderla de modo directo (protagonizando, coadyuvando u oponiéndose mediante sus propios recursos) o indirecto (influenciando sea a las instituciones gubernamentales y/o sus funcionarios sea al proyecto o a sus funcionarios); aunque no es descartable que procuren desplazar a esos centros articuladores convirtiéndose en ejes de tal articulación. Contextos en los que, como diría Bourdieu,

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Que generalmente detentan el: “[…] monopolio, no sólo sobre la violencia física legítima, sino también sobre la violencia simbólica legítima” (Bourdieu and Wacquant 2005b).

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se podrán distinguir: “[…] redes más o menos estables —de alianza, cooperación, clientelismo, servicio mutuo, etc. —, manifiestas en interacciones fenoménicamente diversas que van desde el conflicto abierto a la connivencia más o menos encubierta”. Como se desprende de lo dicho hasta ahora, el campo es un espacio cambiante. Pero si es posible hablar de su configuración, o de la de sus actores, es porque podemos encontrar ─en él y en ellos─ cierto grado de mismidad, auto-organización y permanencia en el tiempo25; en el que sus estructuras son el efecto de un complicado y complejo entrecruzamiento de ordenamientos y experiencias, conservados en la memoria personal o social26, e imaginariamente unificados por la hegemonía producida en esos procesos. Como toda entidad compleja, a las estructuras no deben comprendérselas como suma de elementos sino como un emergente: no explicable por el modo en que se adicionaron las partes ni solo por las cualidades de estas últimas; ya que, para que su constitución fuese viable, algunos de sus rasgos debieron ser reprimidos o inhibidos en su expresión; aunque puedan activarse dadas nuevas circunstancias, contribuyendo a un reordenamiento del conjunto (Saltalamacchia, 2012).

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Rechazando, por ende, toda idea de que las entidades sean otra cosa que estados de lo que, por no conocer otro nombre más adecuado, denominaría “energía”. En ellas, la diferenciación implica la institución de lo que se es, pero también su opuesto: de lo que no se es y de lo que falta. Aspecto que reconduce al carácter ineludiblemente relacionalC:\Users\Homero.stefano-PC\Google Drive\Del proyecto al análisis_ Aportes\1 tomo 1\LIBRO COMPLETOVersion final_Digitalizable1.docx - _ftn1 de cada identidad pues, en tanto cada identidad es constitutivamente inacabada, incompleta, parcial, siempre habrá de requerir de las otras (reconocimiento, alimento, etcétera) para existir. Compuesto de reclamos que se organizan en el interior de representaciones sociales más o menos precisas; y, para nada, efecto exclusivo de las exigencias que natura impone. Sobre esa producción social de la “necesidad” ver, entre otros: (Alonso, 1993) y en particular toda la obra de Manfred Max-Neef. 26 Sobre esos tipos de memoria: (Barela de Balbi, La Greca, & Sánchez, 1992; Cereijido, 2010; Connerton, 1989; Meyer, 1998; Stoller, 1995)

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Dadas esas estructuras, en cada coyuntura, un actor tiene poder cuando existe otro que ─de alguna forma y por alguna razón─ requiere algunas de sus propiedades27. Por lo que, visto desde la identidad “propietaria”, el poder ─en su forma más simple─ es “poder dar algo”, “poder no dar algo” o “poder quitar algo”. Dicho de otro modo, lo que posee la primera de las identidades (individuo, país u organización) son ciertos rasgos que la conforman. Pero esos rasgos llegan a convertirse en recursos de poder cuando se produce una relación en la que la parte poseedora tiene la potencia de dar o no dar –en forma graciosa o mediante intercambio− y/o cuando la parte deseante tiene la capacidad de utilizar otro recurso que le permita quitar aquello que no se le quiso proveer. Por lo que, lo que denominamos poder, no es un “activo” sino el efecto, manifestación o ejercicio de una relación en la que se juegan rasgos propios convertidos o convertibles en recursos. Razón que impide predicar la existencia de “poder” si no existe alguna entidad que reconozca a ciertos rasgos como recursos: antes, durante o después de que se hayan efectivizado las consecuencias de la asimetría que le es intrínseca (Saltalamacchia, 2012). En tanto identidades actuantes, los sujetos (individuales o grupales) se insertan en el campo mediante estrategias y tácticas que consisten en aplicar sus recursos en pos del éxito (cuya apuesta es individualizada en los objetivos del proyecto) en el contexto de las relaciones de poder entre los involucrados. Lo que implica determinar: 1) qué es lo que está en juego, para cada uno de los involucrados; y 2) cómo se produce ese juego. Considerar “qué es lo que está en juego” y “como se lo representan los involucrados”, nos obliga a pensar en las relaciones de complementación y/o conflicto en pos del proyecto; tal

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En el doble sentido de rasgo y posesión legitimada.

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como se las representan el planificador/ejecutor del proyecto y los restantes involucrados. Mientras que pensar “cómo se produce el juego”, obliga a conocer: 1) los recursos utilizados (o utilizables) por cada una de las partes y 2) las consecuencias buscadas (el para qué) y, en la evaluación de proceso, las realmente obtenidas. Desde la perspectiva del CS, el análisis debe distinguir las relaciones horizontales y verticales; sabiendo que el carácter benigno o perverso de las mismas se juzga: a) desde las perspectivas del proyecto en general y/o, b) desde las perspectivas de cada uno de los involucrados en particular. En lo que sigue, procederé a operacionalizar las teorizaciones hasta ahora expuestas, entendiendo que en el análisis, puede distinguirse entre el método (organización estratégica del proceso de trabajo) y las técnicas (cada una de las operaciones). Relaciones horizontales Las relaciones horizontales son distinguibles pues relacionan entre sí a los miembros de un grupo o clase con un mismo proyecto y recursos de poder, dentro de un campo. Desde esta perspectiva, se puede hablar del CS de un individuo u organización (corporación o empresa de cualquier tipo) haciendo referencia a los “contactos” que pueden serles útiles para afianzar su posición en el campo. Cuando se lo analiza desde la perspectiva de una identidad, se suele hablar de una red egocéntrica; y en cada coyuntura la estructura de esa red cobra formas distintas, con diferentes relevancias inter-nodos, según las exigencias de las relaciones entabladas en el campo. Por su parte, las redes comunitarias pueden institucionalizarse formalmente (clubes, asociaciones empresariales o sindicales, étnicas, de migrantes, etcétera) o informalmente (redes

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de intercambio de favores28). Dichas relaciones tienen historias (ver pág. 13) que es preciso conocer. A partir de ellas y de la evaluación sobre las posiciones relativas de los participantes en los campos, se deben reconocer motivaciones dirigidas a potenciar el capital social horizontal sea para fortalecer la ejecución del proyecto o para desviarla de su objetivo inicial e incluso para hacerla fracasar. Según Portes, a las redes se las puede diferenciar: 1) por la motivación (altruistas y o instrumentales) (Portes, 2004) y 2) por sus funciones; según tres variantes: 1) como fuente de control social; 2) como fuente familiar de ayuda a sus miembros y 3) como fuente de beneficios en las redes extra-familiares. La primera de esas clases es la que permite que, en las comunidades o grupos, se respeten las normas compartidas. La segunda es el tipo de recursos que posee una persona como miembro de una familia que es considerada favorablemente en ciertos grupos o clases sociales (poseer ciertas habilidades, una educación de calidad una ocupación prestigiosa, por ejemplo). La tercera corresponde a recursos que los miembros poseen por ser reconocido como parte de un grupo, clase social o etnia. (Portes, 1988). Por su parte, Woolcock (1998) señala que la asociatividad y el carácter vertical u horizontal de las redes sociales permite distinguir entre distintos tipos, dos de los cuales se aplican a las relaciones intra clase o grupo: 1) De vínculo o unión afectiva y de propósitos, basado en características comunes heredadas o creadas por compromisos de por vida, con un intenso contacto personal. 2) De nexo o puente (entre grupos o comunidades similares), frecuente

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El patronazgo estudiado por Larissa Adler Lomnitz (2002) es un caso de ese tipo de capital social.

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en grupos con fuerte institucionalidad y semi cerrados, en los que priman compromisos y sentimientos de confianza mutua. Al mismo tiempo, en la planificación y ejecución no se debe dejar de investigar a las instituciones que regulan el campo; entre ella: el mercado y sus reglas29; las instituciones de gobierno u otras. En éste como en todos los casos, el análisis puede poner énfasis en las determinaciones estructurales o en las formas que adquieren las fluencias (confluencias, influencias y conflictos) en el campo; pero el foco no debe hacer olvidar al conjunto. Relaciones verticales Dada una diferenciación social y técnica del trabajo (Marx, 1946) estructuralmente garantizada, conocer a un funcionario, y saber utilizar dicho “vínculo”, permite a una persona o grupo obtener un rol de intermediación (entre dicho funcionario y los vecinos) que puede ser un capital para el grupo, pero que también lo es para el intermediario (Granovetter, 1973)30. Superando sus limitaciones interaccionistas, sugerencias como las de Granovetter, Portes o Woolcock pueden ser útiles en las caracterizaciones y mediciones sobre estas formas de CS, que incluyen no solo la capacidad de obtener beneficios en la estructura de poder sino aprovechar recursos, ideas e información de instituciones formales o informales que existen más allá de la comunidad, en pro o en contra del proyecto. A lo que Woolcock

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También se encontraran instituciones que agrupen a miembros de diferentes clases (como una fábrica o clubes deportivos) pero sobre ellas trataré luego. 30 Estas y otras instituciones similares, al incrementar las relaciones inter-clases y mejorar las posibilidades de los desposeídos, incrementan la integración social y, desde esa perspectiva, son parte de un tipo de sociabilidad que, en la lógica de las sociedades capitalistas emergentes ─después de la crisis del 30’ sobre todo─, con los diversas formas del estado benefactor, permitieron una mejora relativa de los sectores más pobres e, incluso, cierta movilidad social ascendente. El de estas instituciones, junto con las de ayuda mutua, formaron parte de lo que se denominó “estrategias de supervivencia” (Hintze, 2004).

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y Narayan (2000) agregan que: “Un enfoque multidimensional nos permite sostener que las diferentes combinaciones de CS que une, que crea puentes y que crea vínculos originan la variedad de resultados que observamos en la bibliografía e incorporan un componente dinámico en el cual las combinaciones óptimas cambian en el tiempo”. Visto el tema desde estas perspectivas, las formas de CS que regulan las relaciones verticales son de gran importancia ya que brindan relaciones de confianza (más o menos institucionalizadas) que facilitan las acciones cooperativas en uno u otro sentido. También se deben reconocer las determinaciones estructurales (ver pág. 13) y, desde ellas, el modo de insertarse de los individuos en estas relaciones. Teniendo en cuenta que las historias de los participantes pueden organizarse de modo diferente y que, en esas diferencias, pueden radicar modos distintos de generar y legitimar sus acciones en relación con el proyecto. En el mismo sentido, conocer dichas historias permitirá percibir cómo está distribuido el poder simbólico (ver pág. 17). Técnicas de análisis Para efectuar el análisis de problemas y potencialidades, se cuenta con diversos métodos, por ejemplo: el análisis de Fortalezas, Debilidades, Amenazas y Oportunidades (FODA), la matriz de problemas y objetivos, mapas conceptuales, el árbol de problemas, y el diagnóstico rápido participativo (DRP). Por su parte, para efectuar el análisis del entorno del proyecto se puede recurrir a: la determinación de escenarios (scenario writing); estudios sectoriales y/o análisis económico-político.

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El análisis de redes A medio camino entre el método y las técnicas se encuentra el enfoque de redes, que es frecuente en el estudio del CS. De acuerdo con Barry Wellman (2000), este enfoque parte de los siguientes supuestos: 1) El “individuo” es una institución social, regulada por la costumbre y/o por la ley civil, que se define en su singularidad por una serie de redes de pertenencia, en las cuales ocupa la intersección. 2) la sociedad es el conjunto de redes que producen intersecciones, creando lugares a ser ocupados. 3) Los individuos son estructuralmente equivalentes si ocupan un mismo lugar. 4) Las sociedades son estructuralmente equivalentes si, a su vez, han generado redes semejantes y semejantes intersecciones o lugares. 5) El comportamiento es interpretado en términos de restricciones estructurales sobre la actividad, antes que en términos de fuerzas existentes, dentro de las unidades (ej. “socialización en vez de normas”), que impulsen hacia una meta deseada. 6) El análisis se centra en la relación entre unidades y no en la clasificación de las unidades en categorías definidas por atributos internos (o esencias) de dichas unidades. 7) Una preocupación central es la manera cómo los patrones de relaciones entre múltiples “alter” afectan, en conjunto, el comportamiento de los miembros de la red; por tanto, se asume que los miembros de la red participan en múltiples relaciones diádicas, con alter diferentes. 8) La estructura31 es tratada como una red de redes que puede estar, o no, dividida en grupos discretos; por lo que no se asume, a priori, que los grupos fuertemente cerrados serán los bloques en que se afirma la construcción de la estructura. Por lo dicho, los métodos analíticos tratan directamente con la naturaleza relacional —modelada en términos de patrones— de la estructura social; para

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Se refiere a la organización de las interacciones.

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así completar —y a veces sustituir— los principales métodos estadísticos que requieren de unidades independientes de análisis32. Ciertamente, las ventajas de este enfoque pueden ser anuladas si se olvida: 1) que existen determinaciones estructurales ─en el sentido de Bourdieu─ que trascienden el modo en que se presentan las redes y 2) que, mediante ellas, es más sencillo producir un corte sincrónico que diacrónico, indispensable en un análisis del campo. La complicación y complejidad33 del sistema están dadas por: 1) la diversidad de relaciones entre nudos y 2) el modo en que se piensen estas relaciones (Brand & Gómez, 2009). Si pensamos en relaciones binarias entre conjuntos finitos de objetos, encontramos al menos dos tipos de red: las simples, que son aquellas en las que un elemento tiene relación con otro elemento, por ejemplo, una relación entre patrón y empleados o los multígrafos, si los nodos mantienen más de una relación entre ellos. En los multígrafos podemos identificar distintas cualidades: 1) el grado de centralidad, acumulación de recursos pertinentes al tipo de interacción de cada nodo (Pizarro 1998). 2) la densidad: referida a la cantidad de vínculos entre los agentes de una red ─a más vínculos mayor densidad; se puede suponer que mientras más denso más encerrado en sí mismo es un grupo y, por ende, los recursos intercambiados son más similares entre sí; 3) la distancia: cantidad de nodos o personas que es intermedian la relación de un miembro de la red con otro miembro de la red; 4) la Cohesión: Cantidad de lazos que se establecen en el interior de un grupo o clase en relación a los que el grupo mantiene con otros grupos o clases. 5) el Tamaño: número de personas o grupos que participan de la red o de la red de redes; se puede suponer que mientras más

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Lo que no ha impedido que gran parte de los estudiosos interesados en este tipo de análisis hayan producido algebras específicas para su estudio. 33 Para la diferencia consultar Saltalamacchia, 2012, cap. 2.

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grande es la red es mayor la probabilidad de que los recursos sean diversos e incluso más abundantes; 6) la Diversidad: Puede referirse a la diversidad de recursos que circulan en la red o a la diversidad de clases que la red integra; una mayor homogeneidad de recursos puede empobrecer la eficacia de la red para ciertos objetivos; una mayor homogeneidad de clase puede fortalecer a los miembros de una red en un determinado campo34; 7) la Frecuencia de interacciones: el trabajo de Granovetter fue muy esclarecedor respecto su importancia; demostró que cuando existen lazos frecuentes es grande su fortaleza, su intensidad emocional y la capacidad producir de auxilio mutuo; 8) la intensidad emocional: Cuando los vínculos entre los miembros de la red son fuertes, es más probable que sus miembros estén dispuestos a compartir recursos; 9) la Estabilidad de las relaciones: medida y forma en que evolucionan las redes en el tiempo; 10) el tipo de recursos reales y potenciales; 11) los Condicionantes contextuales: normas usos, costumbres y accesos institucionales que dificulten o faciliten el acceso a recursos, y sus grados de simetría, igualdad, transitividad de las relaciones35; 12) la percepción sobre el alcance a los recursos: facilidad o dificultad de los nodos para evaluar la disponibilidad efectiva de recursos. Las técnicas usualmente utilizadas para estos análisis son: el generador de recursos; el generador de nombres y el generador de posiciones con sus respectivas adaptaciones.

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Y, por supuesto, sus inversos y sus graduaciones. Que, en la mayor parte de los casos, tienen un territorio como centro de organización (Di Tomaso, Farias, and Fidel 2010; Buciega Arévalo and Esparcia Pérez 2013; Gallicchio 2005; Cabezas 2012; Schneider, Peyré Tartaruga, y Manzanal 2006). 35

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Síntesis Individuo y sociedad, integración y conflicto, hegemonía y dominación, reproducción y cambio han sido distinciones teóricas que transitaron el campo de las teorías sociales, y lo siguen haciendo. La suerte del “CS”, como concepto, no ha sido ajena a esas diferenciaciones y tensiones. En la tradición norteamericana36 se repite la diferenciación entre individualismo y holismo que es posible reconocer, en su forma moderna, en los ensayos de individualistas del iusnaturalismo o de los holistas como Hegel (2012). En el polo individualista, Coleman, representante de la escuela de la “elección racional” entiende el CS como un activo con el que los individuos entablan sus relaciones, sus interacciones. En el extremo holista, Putnam entiende que el CS es un atributo de las sociedades ─“democráticas”─. Así, en el marco de la primera de las tradiciones el conflicto es entendido como algo que ocurre entre los individuos, en un mercado en el que los participantes entran con la fuerza que les confieren sus respectivos capitales, entre ellos el social. En el otro extremo, el CS es entendido como el conjunto de normas e instituciones que regulan la vida social, esto es, las interacciones individuales. Posición respecto a la cual Portes (1999) advirtió sobre su carácter tautológico, en tanto Putnam asume que hay CS cuando hay relaciones de intercambio y de confianza y hay relaciones de intercambio y de confianza cuando hay CS. Alternativa que no es posible resolver dentro de la dualidad individualismo/holismo. Ya que, de un modo aproximado y extremadamente simplificado se podría decir que mientras el individualismo

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Con esa denominación hago referencia solo a las propuestas de teóricos del área “anglosajona” de ese subcontinente.

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capta las relaciones coyunturales, el holismo capta las determinaciones estructurales. Pero que separados no logran percibir la compleja relación entre esos polos. Uno de los méritos de Bourdieu, fue proponerse superar dicha dualidad, al mismo tiempo que incluye al conflicto y las determinaciones estructurales en el análisis. Al retomarlo, me propuse sintetizar los principales rasgos de un método que hace posible la evaluación/planificación/ejecución de un proyecto; entendiendo que el CS es un concepto que solo se muestra útil cuando se lo piensa desde una perspectiva transformadora. Sobre todo desde los años noventa, los documentos de los organismos transnacionales ─sobre todo la CEPAL, el PNUD o el BID─ han basado las estrategias de “superación de la pobreza” en un diagnóstico común respecto al CS y un modo similar de caracterizar ese recurso. Muchos son los ámbitos ─social, educativo y económico─ a los que se aplicó esas perspectivas. En cada uno de ellos la atención era puesta sobre la pobreza y sus relaciones con el desarrollo. De un modo u otro, el diagnóstico aludía a deficiencias en CS y la propuesta es estimular su creación, sin poner en discusión los modelos o proyectos de desarrollo socio económico de los países afectados por los procesos de empobrecimiento y marginación. Sobre todo desde los años noventa, los documentos de los organismos transnacionales ─sobre todo la CEPAL, el PNUD o el BID─ han basado las estrategias de “superación de la pobreza” en un diagnóstico común respecto al CS y un modo similar de caracterizar ese recurso. Muchos son los ámbitos ─social, educativo y económico─ a los que se aplicó esas perspectivas. En cada uno de ellos la atención era puesta sobre la pobreza y sus relaciones con el desarrollo. De un modo u otro, el diagnóstico aludía a deficiencias en CS y la propuesta es estimular su creación, sin poner en discusión los modelos o proyectos de desarrollo socio económico de los países afectados por los procesos de empobrecimiento y 31

marginación. Lo que por déficit de conocimientos o por intereses se ha olvidado es que no hay posibilidad de cambiar dichas situaciones de pobreza sin un cambio en el modelo de acumulación que cree puestos de trabajo de modo sostenido.

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