Camino del misticismo a través del cuerpo

July 25, 2017 | Autor: Diana Galbara | Categoría: MISTICISMO
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Descripción

Camino del misticismo a través del cuerpo


Diana Galindo Barajas


Siempre me han sonado interesantes algunos conceptos relacionados con el misticismo. Muchas veces he confundido, por ejemplo, los términos en que la magia (como poder para transformar la realidad) funciona. Debido a una cierta nostalgia o vocación a lo místico confundía la magia con trucos para olvidar el tedio, la soledad o la náusea de la vida cotidiana. Pero considerándolo bien la magia es más que sólo efectos luminosos, juegos con luces y colores, poderes para volar o teletransportarse: es el poder de actuar a voluntad.
Creo que la magia es conocimiento, pero hay cosas que sólo las podremos saber por la experiencia.
Es como si a alguien que no ha visto el color rojo le quieres contar cómo es este color; algunos filósofos de la mente postulan que cuando tenemos una experiencia adquirimos una habilidad; sostienen que lo que sucede en la experiencia es un tipo de actividad que no es asimilación de hechos o información, sino la adquisición de nuevos tipos de habilidades. La habilidad de colocarse en un nuevo tipo de estado representativo de esa experiencia.
Es por esto que hay cosas que podemos experimentar mediante nuestro cuerpo y que nos dan poder para hacer cosas, que sólo por la experiencia de vivirlo en carne propia nos brindan habilidades.
Y qué poder más interesante el de la sexualidad humana, al que se le ha rendido culto desde la antigüedad, y que ha sido controlado y racionalizado por los mecanismos de poder como la iglesia y el estado.
Mediante prejuicios y dogmas se ha establecido las normas de comportamiento que se supone deberían tener las personas "normales" y se ha satanizado a quienes no entran en los cánones de lo establecido. Creo que contra esto el cuerpo se vuelve un arma con la cual es posible luchar para volverse contra aquello que es oprimente y deprimente; ver que el cuerpo es más que eso, es un microcosmos, como lo describe Cortázar en Rayuela: Oliveira se enderezaba lentamente y acercaba la oreja a la piel desnuda, se apoyaba contra el curvo tambor tenso y tibio, escuchaba. Rumores, descensos y caídas, ludiones y murmullos, andar de cangrejos y babosas, un mundo negro y apagado deslizándose sobre felpa, estallando aquí y allá y disimulándose otra vez.



Atreverse a hacer cosas que tienen un sentido profundo para nosotros, aunque transgredan el orden de lo que se debería o no se debería hacer, es un derecho por el cual luchamos, pues realmente es una lucha todavía para poder manifestarnos como seres únicos, poderosos, profundos, seres humanos maravillosos, más allá de las etiquetas que nos pegan encima que pretenden quitarnos poder, aplastarnos bajo sus formas directas o indirectas de violencia.


Considero a las prácticas de performance, de elección de la forma de vestir, de vivir nuestra sexualidad como poderosas, como la magia aplicada en nuestra vida cotidiana, que por cierto no tiene que ser tan cotidiana, tan tranquila pues existen muchas cosas otras cosas además de lo superfluo, lo aparente, el nombre de una etiqueta: puta, negro, lesbiana, joto. Más allá de las nomenclaturas que se nos peguen encima, podemos sacudirnos y ser seres auténticos, aunque nuestros planes y acciones sean una afrenta política, magia versus estado, para recuperar lo que nos debería pertenecer: la libertad de ser y actuar, de disfrutar de nuestros cuerpos.



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