Caminando por la historia de la música

May 23, 2017 | Autor: J. Sastre González | Categoría: Música, Música sinfónica
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Descripción

Caminando por la historia de la música. En la Musicología actual se ha difundido cada vez más la idea de que el Clasicismo y el Romanticismo se trata de una misma etapa en la que se lleva a cabo una evolución paulatina tanto en el lenguaje musical como en la forma de concebir la música por parte del público, el cual cada vez logra un mayor protagonismo en el campo de los conciertos. Podríamos, entonces, trazar una línea histórica de compositores que nos permiten descubrir estos cambios estilísticos, comenzando por Mozart, el compositor más destacado del periodo Clásico, para desembocar en un compositor del siglo XIX de la talla de Gounod pasando por la figura de Beethoven. No sólo vemos una transición en el estilo, también en la localización de los compositores: partimos de Austria para llegar a Francia, tierra germanoparlante y tierra francófona, dos de los núcleos artísticos del momento. En la Praga de Mozart. Mientras que en el panorama artístico vienés aparecía la figura del compositor valenciano Vicente Martín i Soler en Praga descubríamos a un Mozart que abandonaba la capital del Imperio AustroHúngaro para buscar el éxito en una de sus ciudades favoritas: Praga. Tal era su gusto por la ciudad que se dice que llegó a afirmar que su aprecio se debía a que los habitantes del lugar eran los únicos que comprendían su obra (Meine Prager versetehen mich). La relación con la ciudad comenzó en diciembre 1786, cuando Mozart estrena Le nozze di Figaro con un éxito mayor que en su estreno en Viena. Muy cercana a esta fecha se encuentra su Sinfonía número 38, subtitulada "Praga". El nombre de esta obra para orquesta en tres movimientos provoca no pocas diferencias entre los investigadores mozartianos de la actualidad, ya que existen dos claras hipótesis sobre su origen: una primer establece que la obra se llama así por el viaje de Mozart a Praga con motivo del estreno de su ópera, mientras que la segunda defiende la idea de que el nombre se debe tan solo al lugar en el que se estrenó. Lejos de toda confabulación podemos afirmar sin duda alguna que la Sinfonía 38 se estrenó en un repleto Teatro de la Ópera de Praga el 19 de enero de 1787 con un gran éxito de crítica. Lo interesante de esta sinfonía lo encontramos en el abandono del estilo haydniano por parte de Mozart, alcanzando una grandiosidad más cercana a la música de Beethoven. Muchos llegan, incluso, a establecer lazos entre la obra y la obertura de Don Giovanni. Como se dijo anteriormente se trata de una obre en tres movimientos que prescinde del movimiento dedicado al tiempo de minueto, algo que se puede interpretar como un intento de retornar a los orígenes del sinfonismo o bien como un guiño a los gustos del público praguense por las sinfonías en tres movimientos. El interés de esta sinfonía reside, además, en los elementos que conforman la música de la misma: una introducción lenta llena de una pesadumbre que aporta cierto carácter reflexivo e íntimo a la música, un segundo movimiento cantable que emplea materiales aparecidos anteriormente en el primer movimiento, y un tercer movimiento que usa la síncopa como referencia al movimiento con el que se abría la obra para alcanzar un final con una exultante orquesta al completo. En la Viena de Beethoven. Por todos es sabido que Beethoven tan solo compuso una única opera y esta es Fidelio una ópera que a día de hoy no es una de las más consagradas del repertorio operístico tradicional. Pese a esto, el compositor alemán firma no pocas partituras que llevan la denominación de obertura. Es este el caso que nos ocupa con esta obra, la Obertura Coriolano, Opus 62, compuesta para la representación de una obra trágica homónima del poeta alemán Heinrich Joseph von Collin. El autor, secretario áulico del emperador de Austria, aparece en la dedicatoria de la partitura, algo que impide que nos equivoquemos a la hora de relacionar la obra con el texto homónimo del británico William Shakespeare. El único parecido que podemos establecer entre estas dos versiones es su

protagonista y la trama que se desarrolla en las mismas: la búsqueda de la excelencia por parte del general romano Cayo Marcio Coriolano. La obertura fue compuesta con motivo de una representación de la tragedia de Collin en abril de 1807 y su estreno tuvo lugar en el palacio del príncipe Lobkowitz en Viena bajo al dirección del propio Beethoven. Pese a la idea inicial de que se trataba de una obra programática al servicio de la acción, la pieza tan solo se trata de una obertura que resume lo que ocurrirá en los tres actos que conforman la obra, introduciendo todos los temas que aparecerán a lo largo de la misma y preparando al público para lo que va a ocurrir en escena a través de una serie de materiales motívicos que transmiten diferentes emociones al oyente: un Do menor para aludir al Coriolano invasor de Roma y un Mi bemol mayor como representación del ruego para que no cumpla con este objetivo. La composición nos se trata de un mero resumen del texto, sino de una visión personal de Beethoven sobre los personajes y el argumento del mismo. Es realmente interesante el uso de los silencios para crear tensión, cambiar de un tema a otro o, simplemente, para presentar una modulación a otra tonalidad y evitar así que el oyente se mantenga en la tonalidad de la que se parte. En la Francia de Gounod Sin duda alguna cuando referimos a un Ave María conocido puede llevarnos a dos claras opciones: Schubert y el compositor Charles Gounod, uno de los referentes de la música francesa del siglo XIX. La obra que nos atañe en esta ocasión es la Petite symphonie para 9 instrumentos de viento, dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos trompas y dos fagotes. Pese a no ser una de las obras más emblemáticas del compositor de la ópera Faust si podemos señalar que se trata de una obra de gran interés, ya que las secciones de viento de una orquesta es una de las más olvidadas por muchos compositores, los cuales dan mayor importancia a la cuerda. Esta pequeña sinfonía, en cuatro movimientos y estrenada el 30 de abril de 1885 en la Sala Pleyel de París con el conocido Paul Taffanel a la flauta, se trata de una obra compuesta para la agrupación de viento La trompeta perteneciente a la Sociedad Nacional de Música de Francia, entidad de la cual Gounod fue cofundador junto a otros compositores franceses de la década de 1870. Pese a que el título de la pieza nos indica que se trata de una sinfonía y que se estructura sobre las bases de los cuatro movimientos tradicionales, la idea principal de la obra es de llevarnos a un carácter mucho más íntimo con un lenguaje camerístico que permite un gran lucimiento a la los instrumentistas, siendo la flauta el instrumento principal de la partitura. Javier Sastre González

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