Cambio de guardia en el Sahel para los “Centinelas” de Bel Mojtar

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Descripción

CAMBIO DE GUARDIA EN EL SAHEL PARA LOS “CENTINELAS” DE BEL-MOJTAR

F. Saverio Angiò Madrid, 20 de mayo de 2015

Al-Murabitun jura lealtad al “califa” El 15 de mayo de 2015 se consumó el final de un proceso que estaba en el aire. Un importante grupo del “condominio yihadista” saheliano, Al-Murabitun (en árabe, “Los Centinelas”), activo en el norte de Malí, juró lealtad al “califa” Abubaker al-Bagdadi y pidió a las demás organizaciones yihadistas que se unan al proyecto de Daesh/Estado islámico. (Reinares, 2012) El juramento lo hizo Amir Adnan Abu Walid al-Saharaui, proclamado emir tras el asesinato en Malí de Abubakr al-Muhajir. Al-Saharaui es miembro fundador del Movimiento para la Unidad y el Yihad en África Occidental (MUYAO) – uno de los dos pilares de “los Centinelas” – donde era una de las autoridades más influyentes, sentando en el Consejo de la Sura. (Alakhbar, 2015) Al-Murabitun, compuesta principalmente por ex miembros de la rama magrebí que abandonaron Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), es una de las organizaciones terroristas más peligrosas del Sahel.

Movimiento para la Unicidad y el Yihad en África Occidental El Movimiento para la Unicidad y el Yihad en África Occidental nació en el seno de AQMI y tenía el objetivo de diseminar el yihad fuera de los territorios donde actúa principalmente su matriz (más activa a lo largo de la frontera MalíArgelia), en los países de África Occidental. El grupo se independizó también como consecuencia de la voluntad de sus líderes (el mauritano Hamada Ould Mohamed Kheirou, el argelino Ahmed alTalmasi y el maliense Sultan Ould Badi, definido por las autoridades como un simple traficante) de restar poder a los argelinos de AQMI, y favorecer la vertiente más “negra” del islamismo radical saheliano, con base en Gao. AQMI y MUYAO, con todo, colaboraron tanto en las operaciones bélicas de 2012 como, y sobre todo, en negocios ilegales. MUYAO participó, junto a AQMI y a los independentistas radicales tuareg, en la revuelta en el Azawad, en el norte de Malí, declarado independiente en abril de 2012. (Declaración de Independencia del Azawad) La intervención francesa (Misión Serval) acabó con los planes de los varios grupos y tribus comprometidas con el proyecto separatista azawadí de gobernar un territorio según la sharía. (Gutiérrez, 2015) En agosto de 2013, se anunció la fusión entre MUYAO y otro grupo, liderado por el argelino Mojtar bel-Mojtar con la denominación de Al-Murabitun. (Echeverría, 2014, p. 14)

“Los Enmascarados” Bel-Mojtar abandonó (o fue excluido de) la agrupación Al qaedista a finales de 2012 para actuar autónomamente con su propia katîba (columna o batallón), conocida como Al-Muthalimin (en árabe, “los que firman con su sangre” o “los enmascarados”), que contaba en ese momento con alrededor de 300 combatientes, de varias nacionalidades.

Los dirigentes Abu Zeid y Abdelmalek Droukdel de AQMI, que pretendía presentarse como una verdadera entidad yihadista centrada en la guerra santa, solían criticar Bel-Mojtar, debido a sus vínculos demasiado estrechos con las comunidades locales de los territorios en el que se asentaba, lo que implicaba tomar cada vez más parte en sus tráficos ilegales, que acabaron convirtiéndose en el “eje estructural” de las operaciones del argelino. (Sallon, 2013) Cuando operaba en el sur de Argelia, Bel-Mojtar no solía llevar a cabo ataques contra intereses extranjeros, sino contra el gobierno central, según la doctrina del yihad cercano. Con la nueva formación, decidió cambiar tácticas. Para no recurrir a los fondos generados por el tráfico de drogas, armas, coches o cigarrillos (es llamado Mr. Marlboro) – algo que algunos servicios de inteligencia descartan – junto a la guerra santa ha ido incluyendo en su repertorio también otros métodos, más mediáticos: el secuestro y el intercambio de rehenes y la trata de seres humanos. Este comercio prosperó en el transcurso de la última década y se convirtió en un negocio muy rentable, que proporcionaba empleo e ingresos en las zonas más pobres donde opera Al-Muthalimin. Con todo, el contrabando de cigarrillos en la región parecía tener un valor de “centenares de millones de euros”, de los que Bel-Mojtar se quedaba con una cuantiosa porción. (Asamblea Nacional, Informe sobre la situación de seguridad en los países de la zona del Sahal del 6 de marzo de 2012). Como represalia a la intervención francesa en enero de 2013, Bel-Mojtar llevó a cabo su operación con más repercusión mediática y la que más puso en peligro los intereses occidentales en el Magreb/Sahel, al atacar y ocupar su columna la refinería de gas de In Amenas, en el este de Argelia, donde murieron 37 trabajadores.

La geoeconomía del yihadismo A pesar de la derrota táctica, con esta acción Bel-Mojtar logró posicionarse dentro del universo yihadista norteafricano como un actor poderoso, independiente de AQMI, que podía llevar a cabo operaciones de gran envergadura (Sallon, 2013). Si hubieran tenido éxito, y al actuar con más perspectiva estratégica, “los enmascarados” habrían podido mantener en funcionamiento la planta (aunque probablemente su objetivo principal fuera simplemente el secuestro de los trabajadores con fines propagandísticos y de extorsión) y, asegurando el control de las rutas de acceso del desierto desde el Azawad, habrían podido contrabandear los hidrocarburos extraídos y almacenados para financiarse. De esa manera, la comunidad internacional asistiría, con un año de antelación, a la misma política económico-comercial puesta en marcha por Daesh en los territorios de su “Califato”, donde su preocupación principal ha sido dirigirse y ocupar depósitos de armas, cuarteles y plantas de extracción petrolífera y gasífera, para garantizarse abastecimiento de armas y recursos geoeconómicos.

La integración con la comunidad tribal Tanto AQMI como Al-Murabitun, se han presentado como protectores de las comunidades del Sahel, marginadas y/o abandonadas por los gobiernos centrales, y se han esforzado para estrechar sus vínculos con el territorio tanto a través de casamientos entre miembros de la organización y de las tribus, como incluyendo a las comunidades locales en los beneficios del tráfico de rehenes y de otros tipos de negocios ilícitos o vinculados al terrorismo. Bel-Mojtar ha podido gozar del apoyo de los tuaregs de Malí, ya que tres de sus mujeres provienen de tribus tuareg de ese país. Con el tiempo, la población descubrió que el movimiento de insurgentes yihadistas le aportaba más que las propias autoridades estatales, le ayudaba a vivir

con algunos servicios mediocres y no interfería con los intereses de las tribus, que a menudo coinciden con los de los yihadistas. Desde mediados de los ’70, la región se convirtió en la ruta principal de la trata de seres humanos, coches robados, cigarrillos, droga, armas, residuos tóxicos, fármacos ilegales, etc. desde el norte de África a Europa, gracias al desierto ayudaba a esconderse o cambiar de rumbo sin dejar rastro. En la década de 1990 las redes de contrabando tomaron el relevo y transformaron la zona del Sahel occidental en un mercado abierto en el que convivían los cárteles del crimen organizado, grupos insurgentes y tribus. Esta profunda transformación coincidió con el endurecimiento del enfrentamiento entre el Ejército argelino y los grupos islamistas armados en el sur de Argelia. Los éxitos de los militares argelinos en la presión ejercida contra los grupúsculos islamistas obligaron a estos últimos a buscar refugio en el norte de Malí. Acto seguido empezaron a construir allí bases de la retaguardia. Tribus enteras se incorporaron al circuito de la nueva economía que requiere los medios, el personal, el apoyo logístico e infraestructural (pistas, carreteras…) parecido al de una grande organización. Los traficantes y contrabandistas salían de las provincias de Gao, Ansongo, Kidal, Goundam, Leré, y viajaban hacia el norte, hasta las orillas atlánticas de Marruecos, pasando por Argelia, y de allí, hacia Europa. Los principales traficantes son árabes y tuaregs, pero no hay evidencias de que pertenezcan a grupos que participan en la financiación de actividades insurgentes/terroristas o a grupos que se inspiran a las acciones salafistas violentas sin pertenecer a la galaxia yihadista; (Novio, 2010, p. 7) Además, el bajo nivel de coordinación entre líderes yihadistas y batallones locales, y la gran autonomía de la que goza cada batallón para tomar decisiones sobre cómo actuar en su territorio de referencia, hizo que las poblaciones locales no les percibieran como actores ajenos a las dinámicas y a las necesidades del territorio. (Thornberry y Levy, 2011, p. 3)

Sin duda, es difícil establecer el grado de separación o integración entre yihadistas y tribus, ya que muchos miembros de éstas, sobre todo jóvenes, se han alistado en las filas de las varias organizaciones activas en sus entornos.

¿Yihadistas o bandidos? Las formaciones islamistas se sustentan gracias a los tráficos ilegales a través de las fronteras estatales porosas en el Sahara. De hecho, estas organizaciones han estado siendo toleradas durante la década pasada. En realidad, la frontera entre actividades de matriz yihadista con tácticas terroristas y simples tráficos ilegales va desapareciendo. Durante años las katîbas yihadistas han desarrollado y defendido sus tráficos ilícitos en el Magreb y en el África Occidental saheliana, aprovechando la porosidad de las fronteras estatales en la inmensidad del desierto. Muchas veces la diferencia entre un grupo islamista y una banda o una tribu o miembros de una tribu es muy difícil para averiguar. Además, algunos líderes tuaregs son también líderes islámicos y grupos islámicos radicales cuentan con miembros de tribus tuaregs o tienen con ellas vínculos de sangre, así que cuentan con el respaldo (o el temor) de la población en su territorio de referencia. “La relación simbiótica entre grupos yihadistas y crimen organizado parece consolidada desde hace tiempo y se basa en una relación de utilidad mutua e intereses comunes, […] al facilitar [las actividades ilegales] los medios logísticos y financieros que permiten a los grupos terroristas diseñar y ejecutar acciones de carácter local, pero cuya repercusión es internacional”. (Fuente, 2014, p. 1) El control del territorio a través del fomento de ideologías islámicas radicales y operaciones terroristas o para financiar modalidades de lucha terroristas sirve – también, si no únicamente – para poder seguir aprovechando las rutas de los intercambios ilegales, “incluso con frecuencia parece que es más relevante el

bandidismo y la delincuencia organizada que la actividad terrorista” (Echeverría, 2014, p. 15).

Conclusiones Probablemente la facilidad de la integración con las comunidades, la necesidad de llevar a cabo actividades económicas criminales para financiarse y el alto grado de independencia de las brigadas de la dirección central de los respectivos grupos, son algunos de los factores que impidieron consolidar un modelo de estado islámico en el norte de Malí en 2012/2013, al contrario de lo ocurrido en Mesopotamia Superior con la proclamación del califato islámico el 29 de junio de 2014. De momento, a pesar de la fuerte presión militar, el proyecto parece seguir adelante y pronto se cumplirá un año de vida de la entidad califal, pese a la falta de reconocimiento y a las dudas sobre la genuinidad y legitimidad de su naturaleza estatal. El éxito obtenido en Iraq y Siria por Daesh explica en parte el atractivo que ejerce la narrativa de la organización más allá del entorno mesopotámico, lo que ha causado el juramento del 15 de mayo de Al-Murabitun.

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