CAMARETA. Micro subversión y esquirlas de lo local. Abril /2013.
Descripción
CAMARETA_ micro subversión y esquirlas de lo local Texto curatorial. Espacio Vacío, Guayaquil. 13.04.2013
http://www.riorevuelto.net/2013/04/camareta-‐espacio-‐vacio-‐guayaquil.html http://itae.academia.edu/rmu%C3%B1oz
Desde el atropellado surgimiento del ITAE se ha ido robusteciendo la escena artística guayaquileña, no solo por el número de estudiantes que se suman cada año a asumir tan complicada apuesta, sino también por la indiscutible influencia que esta institución ha tenido en la cimentación de una valoración “profesional” del artista y de todos los agentes vinculados a este campo en la conciencia colectiva. Así mismo hemos presenciado el surgimiento de múltiples propuestas estéticas relevantes que se han desplegado desde esta institución, las cuales se han asentado ya como referentes en la producción artística local. Desde obras que se inscriben en la critica institucional o la discusión de las agendas que rigen la cosa pública, al cuestionamiento de las construcciones históricas y de los procesos de fabricación de identidad; y también otras que – tomando distancia de las primeras sobre una lógica maniquea que las perfila supuestamente como panfletarias o faltas de poesía -‐ en los últimos años han rechazado cualquier intento de identificación con lo local, quizás como consecuencia lógica de un marcado asentamiento del lugar como punto de partida para la practica artística en nuestra ciudad. Siendo parte de esta institución como profesora de los dos primeros ciclos, he tenido la oportunidad de conocer a la mayoría de los estudiantes y he tratado de seguir de cerca sus procesos artísticos. A partir de estas observaciones he seleccionado un conjunto de obras que si bien es cierto obedecen a un proceso de investigación artística aún en ciernes, un tanto alejadas de las estéticas que mayor cauce parecían estar abriendo en las aulas en tiempos recientes, están cargadas de un espíritu de insubordinación que amplía las posibilidades para pensar en un devenir del arte producido desde Guayaquil. Que va haciendo evidente la incapacidad de poder hablar sobre una práctica artística homogenizada que haga referencia a un norte claro en la presente renovación de la identidad artística de la ciudad. Colmadas por una apuesta experimental que parte del juego, sin agendas puntuales que cumplir, las obras de este grupo de estudiantes delatan la importancia que tiene en ellos la necesidad de apertura de uno mismo. Es
a partir de este impulso vivencial que nos transmiten un deseo de fuga. En donde se intuye la incertidumbre propia de buscar una plataforma que otorgue asidero a sus inquietudes, un nicho propio donde poder ubicarse. Estas observaciones podrían enfocarse como parte de las actitudes que cada generación toma para posicionarse, se podría hasta interpretar – aunque no creo que en este caso sea lo que prima-‐ como un dejo de ruptura fruto de la genética modernista que aun portamos. Mas bien sería la natural resistencia inherente a la actividad artística frente a la domesticación de aquella experiencia desconocida, presente desde los primeros intentos de normarla. Quizá sea también una muestra clara de la negación que esta llamada “disciplina” muestra hacia la idea de ser encasillada, a pesar de que paradójicamente se entregue de manera plácida a las lógicas mercantilistas de producción y circulación que supone su institucionalización. Lo interesante de las propuestas aquí recogidas no radica en el grado de autosuficiencia que como espectadores le exigiríamos a una buena obra, ya que como lo he señalado, son procesos que en algunos casos ni siquiera muestran indicios claros de cómo van a “madurar”. Sino mas bien en el hecho de que varias de estas obras se han concebido en las fisuras de lo que hoy en día denominamos “Academia”, instituciones pedagógicas estructuradas para dotar de herramientas con las cuales conseguir un buen producto artístico. Mi interés es señalar lo que ocurre en estas zonas no mapeadas que desbordan la malla curricular. En tiempos pasados de la política ecuatoriana el empleo de la imagen apenas se articulaba al interior de la propaganda como una mera estrategia populista de convencimiento. Estos años de “revolución ciudadana”, sin embargo, se han caracterizado por un permanente estado de espectáculo mediático, se ha profesionalizado el empleo estratégico de la imagen para “desvirtuar las mentiras repetidas y orquestadas por ciertos medios de comunicación”1. El problema que esto presenta es que la lógica refundacional del nuevo estado ha permeado hasta la medula terrenos que se manejaban aún con cierta autonomía, y por ello ahora en el campo de las artes las cosas operan más por el discurso que las envuelve que por la efectividad de una gestión que en verdad las transforme. Creo que se peca de ingenuidad cuando la comunidad de estudiantes espera paciente un resultado feliz en este experimento, lo 1
Extraído de :http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/22/actualidad/1342980178_345776.html
cual a su vez señala el grado extremo con que se ha naturalizado la institucionalización del campo artístico, que no lleva a los jóvenes a preguntarse sobre lo que significa la “educación” en un entorno político como el actual, o como opera el “sistema arte”. Asombra la ausencia de prácticas que resistan a estas lógicas, de voces que procuren reinventar la actividad artística en momentos en que la naciente Universidad de las Artes va poco a poco prefigurándose como un ente único, regulador y totalizador de la creación simbólica. ¿Que implicaciones tiene esta nueva faceta de intervención gubernamental? Diversos cuestionamientos han atravesado el medio cultural local: desde la atropellada llegada de la tan publicitada Universidad de las Artes y los evidentes atropellos de la entidades responsables de la educación con los actuales artistas y docentes de instituciones ya establecidas como el ITAE, hasta las deficientes administraciones de las instituciones culturales públicas (que van desde una pésima coordinación de sus mismos empleados para garantizar el desenvolvimiento profesional de una exposición, a la ausencia de agendas comprometidas en su gestión, sin entrar a mencionar en detalle las patéticas políticas con las que justifican su existencia). En este entorno de confrontación, que ha durado años, artistas y gestores aún intentan asentarse como productores culturales y procuran legitimar la investigación artística dentro del marco de la economía del saber. Esto nos lleva a preguntarnos sobre el lugar del quehacer artístico no solo como plataforma de discusión de los grandes temas de sobremesa, sino sobre el impulso vital que lo posibilita. ¿Lo estaremos perdiendo? ¿Es que quizás nuestros afanes de visibilizarnos fuera y de acercarnos a los circuitos de legitimación nos han distraído del potencial de ruptura de la practica artística en su posibilidad de ser un “tiempo de celebración” que nos invita a sentirnos más humanos? Quizá esta salida sea un arma más eficaz para los que no creemos más en las grandes acciones al pie del cañón. Nueve jóvenes estudiantes de arte nos anuncian la presencia de una sensibilidad menos trajinada en el medio, pero más importante que ello de los atisbos de una actitud hacía la práctica que viene a refrescar, a increpar, a ampliar y a destrabar vías de oxigenación que van perfilando la escena local como verdaderamente plural. Una actitud que a su vez yo asumo desde el mar de contradicciones que implica tener un pie en la
docencia, imponiéndome una perspectiva critica sobre el mundo que me rodea, y tener el otro dentro de un sistema que no hay que dejar de problematizar como colaboradora en una galería privada que pretende dejar huella como un espacio cultural que supla algo de las funciones que las instituciones oficiales públicas no están cumpliendo. Guayaquil, 12 de abril de 2013 Romina Muñoz
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