Cálculos de visibilidad en Arqueología. La visibilidad del territorio desglosada en ángulos verticales y su aplicación al período ibérico tardío en Andalucía central

July 27, 2017 | Autor: Mar Zamora | Categoría: Landscape Archaeology, Archaeological GIS, Viewshed GIS
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Descripción

CÁLCULOS DE VISIBILIDAD EN ARQUEOLOGÍA. LA VISIBILIDAD DEL TERRITORIO DESGLOSADA EN ÁNGULOS VERTICALES Y SU APLICACIÓN AL PERÍODO IBÉRICO TARDÍO DE ANDALUCÍA CENTRAL POR

MAR ZAMORA MERCHÁN* Universidad Autónoma de Madrid

RESUMEN Este trabajo profundiza en el uso de la herramienta informática del cálculo de visibilidad en arqueología. Primeramente se hace una breve introducción sobre el estudio de la visibilidad del paisaje en arqueología: qué se entiende por visibilidad, cómo y desde cuando se estudia o en qué contextos se aplica. Especial importancia se le da a uno de los parámetros que pueden ser establecidos para realizar el cálculo, y que es el del ángulo vertical. Este parámetro es útil para cualificar el resultado del cálculo en relación con la distancia de observación y el modo en el que se ve la superficie vista. Cuando se realizan un cálculo de visibilidad normalmente se delimita el área visible definiendo un radio de alcance visual determinado. Si se pretende analizar la visibilidad desde varios asentamientos de una zona de estudio normalmente se utiliza la misma longitud de radio de visión para todos ellos. Sin embargo, este procedimiento no siempre es el más adecuado, ya que algunos yacimientos por sus especiales condiciones topográficas pueden requerir un tratamiento diferente. Finalmente la teoría se traslada al contexto del ibérico final en Andalucía, donde se comparan las características de la visibilidad desde yacimientos de dos zonas geográficas contiguas: el valle medio del Genil (provincias de Córdoba y Sevilla) y la depresión de Priego-Alcaudete (provincias de Córdoba y Jaén). Todos los análisis informáticos están realizados con el programa ArcGIS. SUMMARY This paper explores the viewshed tool in relation to the vertical angle of vision. The study of landscape visibility is not new in archaeology. Before GIS, visibility was studied using analogical cartography and fieldwork. Calculating viewshed with non-informatic means is a time-consuming task. Computers make visibility studies easier. GIS have lead visibility studies making it an every day more common topic in archaeology. However, uncritical approaches to viewshed can distort results. These matters are assessed in the first part of the paper. Questions like what is visibility, how it is approached, which are the contexts of application, are briefly discussed. Then, viewshed around settlements related to the control of territory is approached. One of the viewshed parameters, * Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Campus de Cantoblanco, s/n, 28049 Madrid. E-mail: [email protected]

the vertical angle, is explored in deep. Usually, viewshed calculation is done using a particular radius length. However, since every viewpoint (every archaeological site) has its particular geographical characteristics, to choose a standard radius for all sites is not always a good choice. Calculating the viewshed within an unlimited radius length can increase uncertainty too (in particular with regard to unreal sight distance). In both cases (limited and unlimited radius length), one of the most important sources of uncertainty refers to the way we perceive through sight: the visible area located near the horizon looks as a narrow line when we see it from a particular viewpoint on the field, a line that give little useful information; however, when that visible line is represented on a map (seen from above), it seems to be an area more extensive. Limiting vertical angle in viewshed calculation gives a better representation of landscape visibility. Finally, the theoretical assessments are applied to the calculation of visibility from a group of 2nd Iron Age sites located in central Andalusia (Spain), in the present-day provinces of Cordoba and Seville. All computer tasks have been done with ArcGIS. PALABRAS CLAVE: Protohistoria, río Genil, SIG, MDT, cuenca visual, cálculo de visibilidad. KEYWORDS: Protohistory, Genil river, GIS, DTM, viewshed, viewshed calculation.

1.

1.1.

EL ESTUDIO DE LA VISIBILIDAD EN ARQUEOLOGÍA DEFINICIÓN

DE VISIBILIDAD

La visibilidad es uno de los aspectos perceptivos más básicos de la relación del ser humano con el medio, el impacto más significativo que un lugar tiene en nuestros sentidos (Gillings, Wheatley 2001: 26). Según el diccionario de la Real Academia Española, el término visibilidad tiene dos acepciones que son: 1. «Cualidad de visible». 2. «Mayor o menor distancia a que, según las condiciones atmosféricas, pueden reconocerse o verse los objetos».

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En el contexto de la arqueología la palabra ‘visibilidad’ también tiene dos acepciones: una es visibilidad entendida como la facilidad para detectar visualmente los restos arqueológicos sobre la superficie del terreno; otra es la visibilidad del territorio o de alguno de los elementos contenidos en él observados desde un lugar determinado. Por ejemplo, el trabajo de G. Ayala y M. Fitzjohn (2002), «Seeing is believing: questions of archaeological visibility in the Mediterranean», se refiere a la visibilidad del registro arqueológico superficial, y el trabajo de M. Gillings y D. Wheatley (2001), «Seeing is not believing. Unresolved issues in archaeological visibility analysis», se refiere a la visibilidad paisajística. Ésta última, la visibilidad del paisaje, es la que tratamos en este trabajo, y se define como el estudio de las relaciones que se producen gracias al ejercicio de la visión entre el ser humano y el resto de componentes (naturales y antrópicos) de un paisaje. Estas relaciones que el ser humano establece con el medio a través del sentido de la vista primeramente son perceptivas, pero rápidamente se transforman en cognición, haciendo derivar el estudio hacia otros campos de la arqueología. Por ejemplo, la amplia visibilidad en torno a un asentamiento puede facilitar la defensa del mismo, pero el estudio de ésta última no sería, obviamente, un estudio de visibilidad. El análisis de la visibilidad es pues, en la mayoría de los casos, el estudio de un aspecto enteramente coyuntural. La naturalidad implícita en la acción de ver hace que no tenga entidad cultural propia. Por ello, el estudio de la visibilidad en el paisaje sólo sirve al conocimiento arqueológico si es posible encontrarle una derivación hacia otros campos de la realidad histórica bajo estudio.

1.2.

MÉTODO

DE ESTUDIO

En la actualidad el estudio de la visibilidad del paisaje en arqueología está protagonizado por el cálculo informático de visibilidad. Este cálculo es un procedimiento informático de entorno SIG que permite conocer el área potencialmente visible desde un determinado punto de observación. En inglés recibe el nombre de viewshed. El algoritmo de cálculo del programa traza líneas imaginarias sobre un Modelo Digital del Terreno (MDT) desde el punto de observación hasta todos aquellos puntos del MDT que constituyen el primer obstáculo topográfico encontrado en cada dirección, tanto en la vertical como en la horizontal, dando como resultado un área que teóricamente se corresponde con la superficie terrestre

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vista desde el lugar elegido como punto de observación. Previamente a la realización del cálculo el usuario puede elegir el valor de los parámetros implicados (por ejemplo, el radio de alcance de la vista o la altura del observador). Gracias a su proliferación dentro de los estudios espaciales en arqueología, el cálculo informático de visibilidad tiende a ser considerado como el modo en el que más han contribuido los Sistemas de Información Geográfica al estudio del paisaje (idea recogida en Wheatley, Gillings 2000: 1). Dicho cálculo informático permite analizar: — la extensión superficial del área visible en torno a un determinado punto de observación (Baena et al. 1995: 114; García Sanjuán 1999, entre otros muchos) — las características de dicho área (por ejemplo, su nivel de fragmentación Berrocal, M.C. 2004); — la intervisibilidad de los enclaves (Pérez Verbena 2000; Topouzi et al. 2002; Swanson 2003, entre otros). Estos análisis se utilizan en arqueología para el estudio de unidades territoriales (Montilla et al., 1989; Lock, Harris, 1996), para conocer redes de comunicación visual (Grau, 1998; Swanson 2003; Ruestes 2006), para el estudio de la defensa del asentamiento (Berrocal Rangel 2004) o la reconstrucción de antiguos suelos de ocupación en la actualidad erosionados (Bell, 1999), entre otras aplicaciones. Pero la visibilidad en el paisaje ya se estudiaba en arqueología antes de la aparición de los programas SIG. El modo de estudio consistía también, básicamente, en la cuantificación de la cuenca visual y en la identificación de la intervisibilidad de los asentamientos, y se hacía mediante la observación sobre el terreno con la ayuda de cartografía analógica (Renfrew, 1979; Fraser, 1983). Por tanto, en lo referente a la visibilidad en el paisaje en arqueología, los SIG no han caído en un vacío teórico (Wheatley, Gillings 2000: 2; Gillings, Wheatley 2001), tampoco han innovado en la teoría, pero sí han permitido la popularización del análisis de la visibilidad y diversificado las aplicaciones. Ello es debido, básicamente, a: 1. la mayor rapidez y precisión en el cálculo del área visible que ofrecen los programas SIG frente a la laboriosa tarea de calcularla mediante la observación directa en el campo con la ayuda de la cartografía analógica; 2. la rapidez en el cálculo permite, a su vez, realizar análisis de grandes extensiones de terre-

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no, tarea que por el método tradicional resultaba inabarcable; 3. la posibilidad de integrar en el SIG el resultado del cálculo informático de visibilidad junto con otra serie de datos y realizar después nuevos análisis espaciales. Realizar un cálculo de visibilidad con programas informáticos es una tarea fácil y asequible a casi cualquier software (Wheatley 1995; Fisher 1996: 1297; Börner 2002: 17). Pero aunque el cálculo de visibilidad se realiza con un algoritmo simple y con equipos informáticos potentes, existen límites en las capacidades de ambos (Felleman 1986b: 57). Así, la investigación reciente ha demostrado que, con unos mismos datos de partida, el resultado puede ser diferente según el programa informático utilizado, según el tipo de Modelo Digital del Terreno, o según los valores de los parámetros o la cantidad de parámetros elegidos para realizar el cálculo. Todo esto introduce un alto grado de incertidumbre en el resultado final. En consecuencia, en los trabajos sobre visibilidad que utilizan herramientas SIG, viene siendo frecuente encontrar comentarios al respecto de la existencia de estos desajustes, tanto los internos de la propia técnica como los existentes entre técnica y realidad, que lejos de ahuyentar al investigador han promocionado un viejo campo de estudio no demasiado popular en Arqueología hasta la fecha de aparición de los SIG. En concreto, las cuestiones sobre las que se ha venido llamando repetidamente la atención en el estudio de la visibilidad en Arqueología desde que comenzó a usarse la herramienta informática del cálculo de visibilidad (principios de los noventa) son, entre otras: — la escasa información que posee el usuario sobre el funcionamiento interno del cálculo; — la insuficiencia de datos en la cartografía de entrada con la que se genera el Modelo Digital del Terreno y las diferencias entre los algoritmos que lo generan; — el tipo de modelo digital del terreno y de algoritmo de cálculo utilizados; - el tamaño superficial elegido para actuar como lugar de observación; — la ubicación exacta de dicho lugar de observación sobre el modelo digital del terreno; — la altura sobre el terreno a la que situar los ‘ojos’ del observador; — la altura considerada para el objetivo visual; — el radio de alcance de la vista;

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— el hecho de asumir que existe reciprocidad en la visión (si desde A se ve B, desde B se ve A) cuando ello no siempre se cumple; — el ‘efecto de borde’ que pueden sufrir los enclaves situados en los extremos del MDT; — la distribución de la vegetación potencial, que se desconoce y que podría haber bloqueado la visibilidad del paisaje en algunas zonas; — las alteraciones en la visibilidad producidas por las condiciones atmosféricas; — las diferencias de agudeza visual entre distintos observadores; — la capacidad del observador para desplazarse por el paisaje y cambiar rápidamente su posición para la observación, variando así su campo visual; — las múltiples variantes en las propiedades físicas del objetivo a divisar1. Las cuestiones que acabamos de enumerar que no son consecuencia directa de la informática (es decir, todas excepto las relacionadas con el MDT y con el algoritmo del cálculo) ya habían sido puestas de manifiesto en los trabajos sobre visión y visibilidad que se habían realizado tanto fuera de la Arqueología (Felleman 1986a y b; Higuchi 1989) como dentro (Renfrew 1979: 13-15; Fraser 1983, 1988; intervención de A. Ruiz en Burillo,1985: 134; Ruiz 1987; Burillo et al. 1993) en momentos en los que la tecnología SIG aunque ya existía aún no se había extendido. El uso de los SIG ha provocado el redescubrimiento de algunos de esos aspectos y el surgimiento de otros nuevos a medida que el ensayo informático iba avivando la investigación. Para paliar algunas de esas carencias de la técnica se ha sugerido realizar trabajo de campo (Wheatley, Gillings 2000; Fry et al. 2004, entre otros). Pero dada la complejidad del análisis visual sobre el terreno son muy pocos los estudios que combinan ambos enfoques. En la mayoría de análisis de visibilidad que utilizan SIG y además trabajo de campo éste último está orientado, básicamente, a la comprobación de la validez de la cartografía digital y de los algoritmos utilizados para el cálculo, comprobando si el área visible obtenida mediante técnicas informáticas se corresponde con el área visible sobre el terreno (Wheatley 1995: 182; Keay et al. 2001; Swanson 2003, entre otros), que ya es mucho. Algunos otros trabajos amplían miras, sobre todo en relación con la percepción del medio a escala humana (en el 1 Una bibliografía detallada sobre trabajos que ha abordado alguno o varios de estos quince puntos en Zamora 2006b: 12-13.

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decaimiento de la calidad de visión con la distancia) y en la percepción de aspectos simbólicos del paisaje (Berrocal, M.C. 2004; Fry et al. 2004).

2.

LA CUENCA VISUAL: ¿TERRITORIO DE DOMINIO DE UN ASENTAMIENTO?

Una de las utilidades ya citadas del análisis de la visibilidad en arqueología es la de contribuir a la caracterización del territorio de los asentamientos. En este ámbito la visibilidad suele aparecer con frecuencia asociada al uso de polígonos de Thiessen, y en alguna ocasión se ha sugerido, con las debidas precauciones, que el análisis de las cuencas visuales pudiera ser un modo más eficaz de acercarse a las unidades territoriales que el método de los polígonos de Thiessen (Lock, Harris, 1996). El interés por dominar visualmente el medio circundante es inherente al desarrollo de la especie humana. Para explicar el inicio del bipedismo entre los homínidos se manejaba entre otras ideas la del interés en levantarse por encima de las hierbas de la sabana para tener así una mejor visión de los recursos del medio y de los posibles depredadores2. Desde la adopción del bipedismo hasta la consecución de la fotografía de satélite, la observación del territorio ha pasado por diferentes estadios de complejidad en consonancia con las necesidades organizativas, el desarrollo tecnológico y las particularidades del contexto geográfico de las diferentes sociedades humanas. El campo visual aporta información acerca de lo que ocurre en el entorno. Pero este campo visual no tiene por qué corresponder con el área de control territorial de un yacimiento. La expresión ‘control visual’ se refiere tan sólo a la obtención de información mediante el sentido de la vista acerca de lo que está ocurriendo en un territorio; no implica que además haya un control político o de cualquier otro tipo. Si ese control visual deriva en control efectivo es algo que no puede deducirse exclusivamente del registro de la visibilidad sino que ha de estar apoyado en otros datos, por ejemplo, además de en el registro material, en alguna otra variable espacial como el tamaño del asentamiento, la forma topográfica o la proximidad a tierras aptas para el cultivo (Slapšak ,1988; Ruiz, Molinos, 1993: 117; Novakoviæ 2001). 2 Esta es una teoría significativa para el tema de este trabajo, pero se trata tan sólo de una hipótesis, ya antigua y algo desechada, de las varias que existen sobre el origen del bipedismo recogidos junto a ésta en Carbonell 2005:132 y ss.

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2.1.

EL

ÁNGULO VERTICAL DE INCIDENCIA VISUAL

Es habitual que en el territorio de control visual de un asentamiento se localicen otros asentamientos. Esta relación visual con frecuencia se utiliza en arqueología como criterio auxiliar para el conocimiento de la jerarquía de los asentamientos (Rodríguez Traver, Pérez Ballester 2005: 217), otorgándose, normalmente, una mayor importancia a un asentamiento cuanto mayor es la extensión del espacio que ocupa su cuenca visual teórica. También la situación a una mayor altura de un yacimiento con respecto a otro vecino se interpreta con un significado de dominación del primero sobre el segundo (Keay et al. 2001). Ello está directamente relacionado con el ejercicio de la visibilidad desde una posición elevada, hecho que permite al enclave más alto, además de un status de superioridad simbólica, tener acceso a un mejor control visual sobre el asentamiento situado a menor altura (y también sobre el terreno circundante). Si la posición en altura, y por tanto visualmente dominante, era un grado, la línea del horizonte (o su zona próxima) era un umbral crítico entre ‘dominio’ e ‘igualdad’. Por tanto, para identificar este aspecto conviene cualificar el área visible desde el asentamiento diferenciándola por ángulos verticales: las zonas vistas por debajo de la horizontal estarían bajo dominio visual; aquéllas por encima, aunque visibles, lo serían a un mismo nivel desembocando en un tipo de relación visual diferente entre del observador con lo observado. Esta cuestión está estrechamente relacionada con la distancia a la que un objeto puede ser visto con cierta nitidez. Los bordes del objetivo visual proyectan un ángulo, tanto vertical como horizontal, hacia el observador. El objetivo deja de verse a largas distancias cuando dicho ángulo es de tamaño insuficiente para ser visto desde el punto de observación (Palmer, 1986: 70). Las zonas de relieve resaltado permiten la prolongación de la vista a distancias más largas que las zonas de terreno llano porque tienen una «mayor exposición a las vistas» (Ribas 1992: 212; también indicado por Burillo et al. 1993: 34-35, e introducido en el ámbito de los SIG con la expresión visual exposure por Llobera 2003). Es decir, en los enclaves de relieve resaltado entre la línea del horizonte y los pies del observador se extiende un área mayor de terreno que en los enclaves en zonas llanas. A ello se suma el hecho de que un menor ángulo de incidencia visual deja sentir mucho antes el efecto de la curvatura de la Tierra, siendo casi imposible distinguir a una persona, incluso con el uso de material

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óptico, a partir de los 6 km (Burillo et al., 1993: 34), justo la distancia a partir de la cual el resultado del cálculo de visibilidad realizado con el programa ArcGis muestra diferencias entre haber o no activado el parámetro de la curvatura terrestre3. La consecuencia más inmediata de lo explicado anteriormente es que la cuenca visual aumenta o disminuye su extensión en función de la altura del enclave del observador sobre el terreno circundante, y que dicha altura no tiene por qué ser igual en todas las direcciones de observación. Las visiones rasantes ofrecen además menor detalle en la percepción que la que ofrecen el resto de ángulos (Ribas, 1992: 207), produciéndose respuestas diferentes en el observador según la amplitud del ángulo de visión y la consecuente diferente posición del horizonte (Felleman, 1986b: 55). Cuando tenemos sensación de que desde un lugar se domina visualmente un amplio terreno es porque dicho terreno se ve con un ángulo por debajo de la horizontal; vemos el suelo. La representación cartográfica de la visibilidad normalmente enmascara estos aspectos. Las áreas vistas a nivel de la línea del horizonte pueden ocupar un gran espacio extendidas sobre un mapa. Sin embargo en la realidad todos esos kilómetros de terreno se agolpan en una estrecha franja a la altura de los ojos. Ello es importante de cara a la caracterización de la cuenca visual desde el punto de vista del observador sobre el terreno y no desde el punto de vista del observador sobrevolando el terreno y con perspectiva cartesiana (figs. 1 y 2).

2.2.

EL

ÁNGULO VERTICAL EN EL ENTORNO

SIG

Como se dijo párrafos atrás, los programas SIG dan al usuario la posibilidad de elegir el valor de una serie de parámetros para realizar el cálculo de visibilidad. Uno de esos parámetros es el ángulo a lo largo del cual se realizará el cálculo en sentido vertical. En el programa ArcGIS la amplitud de dicho ángulo se define con los siguientes términos: — VERT1: límite superior del ángulo vertical de realización del cálculo. El programa considera que la horizontal es 0º, los pies del observador -90º y su cenit 90º. Por defecto 90º. — VERT2: límite inferior del ángulo vertical de realización del cálculo. Por defecto -90º.

3 Comprobación realizada en la topografía de la campiña del Genil.

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Para individualizar las zonas visibles a la altura de los ojos es conveniente realizar el cálculo de visibilidad por ángulos verticales (fig. 3). Si suponemos, como hace ArcGis, la línea horizontal de visión como el grado 0, el grado -90 bajo el observador y el +90 en su cenit, las divisiones aquí elegidas son (Zamora 2006a 2006b): Ángulo 1: de -90º a -1º (por debajo de la horizontal). Ángulo 2: de -1º a 0º (a la altura de los ojos)4. Ángulo 3: de 0º a +90º (por encima del horizonte). Cualificar el área visible a través de los ángulos verticales de incidencia visual es válido en cualquier localidad de aplicación. No obstante, este particular división establecida para individualizar la línea del horizonte ha de ser entendida de modo flexible, y puede variar según el contexto del estudio5. Las figuras 5 y 6 contienen un ejemplo de lo anterior: El cálculo informático de visibilidad con radio ilimitado indiferenciado desde Aguilar de la Frontera muestra que desde el yacimiento es posible observar una gran parte del centro de la cuenca media del Genil, enclaves que además corresponden con asiento de otros yacimientos (fig. 5). La sensación de visibilidad desde Aguilar sobre el terreno es relativamente pobre y de circunferencia irregular, y sólo parece verter algo más hacia el norte y el oeste. La percepción que el observador tiene es la de que no hay pertenencia visual a la zona central del valle, sino sólo conexiones puntuales (por ejemplo con el poblado de Camorra de las Cabezuelas, a 15 km de distancia). Esta impresión que se recoge en el trabajo de campo se pierde cuando se realiza un cálculo informático de radio ilimitado e indiferenciado. Sin embargo, al realizar el cálculo por ángulos verticales de incidencia visual se observa un mejor ajuste del resultado a la realidad. Con ángulos verticales diferenciados se observa que prácticamente la totalidad del área central de la cuenca del Genil es vista desde 4 A larga distancia una amplitud de un grado de arco en el sector crítico de la horizontal puede proyectarse en el espacio considerablemente, pudiendo ser de las tres zonas la que ocupe mayor extensión de terreno superficial. 5 La elección de esta división en grados se realizó en base a la visibilidad de Écija desde Estepa en el contexto de la Protohistoira. La visibilidad de Écija desde Estepa, según observaciones de campo, era la distancia más lejana al observador que permitía identificar el suelo sobre el que se asentaba el objetivo visual. Las pruebas informáticas revelaron que, para que Écija fuera vista en el límite del área visible con un ángulo vertical de incidencia visual por debajo a la horizontal, ese ángulo debía ser igual a 1 grado (Zamora, 2006b).

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Aguilar en la franja crítica de la línea del horizonte (ángulo 2, de -1º a 0º), lo que produce un cambio considerable en la lectura de la imagen (fig. 6). La elección de un radio de visibilidad común para todos los yacimientos impide tener en cuenta las diferencias en visibilidad derivadas de la diferente altura de los enclaves. En zonas llanas el radio de visión se reduce con respecto a zonas elevadas (Aguiló et al. 2000: 494). Este hecho invalida el intercambio directo de parámetros de visibilidad entre áreas diferentes. La diferencia se observa bien cuando se trata de áreas topográficamente muy distintas (llano y montaña); pero en zonas que contengan elevaciones de alturas diversas, puede existir un problema a la hora de elegir un radio común para todos los enclaves, como en seguida veremos. 3.

BAJA ÉPOCA IBÉRICA EN ANDALUCÍA CENTRAL: CAMBIOS EN EL PATRÓN DE VISIBILIDAD DESDE LOS POBLADOS EN ALTURA

La importancia, real y simbólica, de tener una amplia visibilidad en torno al asentamiento parece haber aumentado durante la baja época ibérica con respecto al período anterior en el centro de Andalucía. Romo et al. observan dos asentamientos de nueva planta en altura durante el período republicano (El Campanario I y La Serrezuela) en el término municipal de Gilena, y lo justifican por la necesidad de controlar, se deduce que visualmente, a los poblados turdetanos del entorno dentro del inestable contexto de los inicios de la conquista de Hispania (Romo et al., 1988: 312-313). También Keay et al. plantean para el área de Carmona una estructuración del territorio durante la romanización que tiene en la visibilidad existente entre asentamientos ibéricos y romanos un modo de mostrar autoridad por parte de éstos últimos, para hacer manifiesta su presencia en el territorio, siendo el enclave de Carmona, con su excepcional visibilidad sobre el terreno circundante, uno de los más importantes (Keay et al. 2001), que indican intervisible por otro lado, aunque la distancia es grande, con el enclave de Estepa situado en el valle medio del río Genil. 3.1.

LOS

ASENTAMIENTOS IBÉRICOS DEL VALLE MEDIO

DEL RÍO

GENIL

La cuenca media del río Genil ocupa una extensión aproximada de 2000 km2 desde el embalse de Iznájar (Granada) hasta la localidad sevillana de

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Écija, por donde el río discurre en sentido SE-NO. La cuenca está compartida por las provincias de Córdoba y Sevilla, a las que el cauce del Genil sirve de línea divisoria en algunos tramos de su recorrido. El relieve de la cuenca es de tipo campiña, con suaves ondulaciones de la topografía y con un ligero buzamiento del terreno hacia el oeste-noroeste a medida que nos acercamos al río Guadalquivir, donde el Genil desemboca. Los cauces del Genil y de sus afluentes se han abierto paso en esta zona sobre los materiales terciarios de cuenca sedimentaria, dando origen a abundantes cerros rodeados de tierras fértiles aptas para el cultivo, entre las que se cuentan grandes extensiones de suelos altamente productivos (vertisoles). Algunos de estos cerros fueron asiento de poblados durante el Bronce final y la Edad del Hierro. La altitud oscila entre los 100 m en el entorno de Écija y los más de 800 de la sierra de Estepa, que cierra el valle por el sur. La profundidad y calidad de los suelos va aumentando a medida que el terreno se acerca al valle del Guadalquivir y se aleja de las elevaciones rocosas de las sierras Subbéticas, que limitan la zona por el este y el sureste (fig. 4). En el valle medio del Genil se localizan numerosos asentamientos de período ibérico (López Palomo 1979, 1999). Estos poblados presentan patrón de asentamiento en altura, con una dispersión que respeta, en la mayoría de los casos, un territorio de captación adecuado para cada uno de ellos. Uno de estos yacimientos se ubica en la localidad de Estepa. Los datos conocidos hasta el momento indican un abandono de la ocupación de Estepa desde el siglo V a. C. (Juárez 1994: 132; Juárez et al. 1998: 23), también en su territorio más cercano (Hernández et al. 1955; Juárez 1988; López Palomo 1999: 195-196), y una posible reocupación en el ibérico final documentada por la noticia de hallazgos cerámicos en el cerro (López Palomo 1999: 195) entre los que se cuenta una urna cineraria que ha sido fechada entre finales del III y principios del II a. C. (Escacena 1986, 1987: 295, 1989: 466), así como por la aparición de restos de escultura de baja época en lugares cercanos (León Alonso 1981: 193-195; Almagro Gorbea 1983: 238; Chapa 1985: 192; López Palomo 1999: 510 y 517) y la ocupación de enclaves próximos antes deshabitados (Juárez Martín 1989: 486). El enclave de Estepa se localiza en un cerro en la vertiente norte de la sierra que lleva su nombre, a una altitud mucho mayor (606 m) que la del resto de enclaves del valle (media aproximada de 250 m). Su situación hace que desde este lugar sea posible disfrutar de una visibilidad excepcional que en días claros alcanza hasta Sierra Morena (Juárez et al. 1997: 595,

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1998: 21). Si para realizar el cálculo informático de visibilidad se utilizase el mismo radio que desde el resto de yacimientos de la cuenca (un radio común, por ejemplo de 10 km) se obtendría un resultado sesgado, ya que la diferente altura entre unos y otros permite la prolongación de la vista de diferentes formas, y se estaría limitando artificialmente la ventajosa posición de Estepa (Zamora 2006a 2006b) (fig. 7). De hecho, Estepa es el único asentamiento del Genil medio visible desde Écija, y es también visible desde la práctica totalidad de enclaves de la cuenca, mostrándose omnipresente. La ciudad de Ostippo y la de Astigi Vetus son citadas por Plinio como Oppida Libera de la Bética (Plin., NH, III, 12), lo que demuestra que se trataba de asentamientos importantes. Ostippo llegará a ser municipio flavio, y Astigi capital del convento jurídico. De ser exacta la identificación de Ostippo con Estepa se podría pensar en que durante el proceso de la conquista romana en esta zona, bien por motivos de control efectivo del territorio, bien por erigirse en referente visual en la zona, la prominencia topográfica de los enclaves desempeñó un papel de cierta importancia. La posible reocupación de Estepa desde el siglo II a. C. llegaría cuando la organización ibérica del territorio presenta la novedad de la existencia de hábitats que controlan un territorio más amplio que el inmediato (Santos Velasco 1997), territorio en el que se incluyen también otros oppida.

3.2.

LOS

SUBBÉTICA PRIEGO-ALCAUDETE

ASENTAMIENTOS IBÉRICOS DE LA

CORDOBESA Y LA DEPRESIÓN

La depresión Priego-Alcaudete se localiza en el piedemonte oriental de las Sierras Subbéticas, en el sur de las provincias de Córdoba y Jaén. Las sierras Subbéticas se originaron por el levantamiento alpino, y están formadas por materiales del secundario, fundamentalmente calizos. En consecuencia se trata de un relieve cárstico, con abundantes cuevas y simas. La zona es contigua al valle medio del Genil, que se comunica naturalmente con la depresión Priego-Alcaudete a través del paso de Carcabuey. La depresión está organizada por las cuencas de los ríos Zagrilla-Salado y Almedinilla-San Juan, que desembocan en el río Guadajoz, valle hacia el que la depresión se termina abriendo. Entre estos valles se localizan varias sierras interiores como son la de los Leones, la sierra de los Judíos y la sierra de Albayate (fig. 8). La zona fue objeto de estudio arqueológico bajo el Proyecto de Investigación titulado «Protohistoria y

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Romanización en la Subbética Cordobesa. Las cuencas de los ríos Almedinilla, Zagrilla y Salado (Depresión Priego-Alcaudete)», desarrollado desde la universidad de Córdoba en colaboración con la universidad Autónoma de Madrid entre 1985 y 1994, y subvencionado por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de cultura de la Junta de Andalucía (Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001: 11-12). Para el período del ibérico pleno los asentamientos identificados son tan sólo seis: La Almanzora (Luque), Cerro del Castillo (Carcabuey), Cerro del Puerto (Priego de Córdoba), Camino del Tarajal (Priego de Córdoba), Cerro de las Cabezas (Fuente Tójar) y Cerro de la Cruz (Almedinilla) (Vaquerizo, Murillo, Quesada, 1991; Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001). Durante el ibérico tardío se asiste a una reorganización del territorio con cierta herencia de la ocupación anterior, donde coexisten asentamientos de extensión mediana o grande, algunos de ellos fortificados, junto con otros de pequeño tamaño (Vaquerizo, Murillo, Quesada 1991; Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001). Esta reorganización se ha interpretado desde varias perspectivas: bien como consecuencia de la presión generada desde las unidades políticas de las campiñas de Jaén (Ruiz Rodríguez, Molinos 1989) y Córdoba (Murillo et al. 1989), bien como una ruptura en la relación potencial demográfico/recursos de los propios oppida de la zona o como ambas (Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001). En relación con la primera hipótesis se había identificado para el ibérico pleno una línea de frontera entre los oppida de la alta campiña y los del subbético cordobés que correspondería con las estribaciones septentrionales de la sierra de Cabra y el alto Guadajoz, donde parece existir un vació poblacional en este período (Murillo et al. 1989; Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001). Posteriormente, en el ibérico tardío surgen en este vacío asentamientos como Los Castillejos de Luque y el Cerro de la Celada (Alcaudete) de los que se ha comentado la posibilidad de que sean avanzadillas de un movimiento poblacional desde la alta campiña hacia el sur impulsado por la necesidad de nuevas tierras, todo ello sin olvidar la complejidad que aportarían a las relaciones de los grupos iberos las actuaciones púnicas y romanas (Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001: 299). En el año 2006 se han reabierto los trabajos de excavación del poblado del Cerro de la Cruz dentro del Proyecto Investigaciones arqueológicas en el poblado ibérico del Cerro de la Cruz, Almedinilla (Córdoba), dirigido por F. Quesada de la universidad Autónoma de Madrid e I. Muñiz, director del Museo

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Histórico Municipal de Almedinilla. Este proyecto, que se contempla como un proyecto de larga duración, comprende tres líneas de actuación complementarias: — la excavación del poblado y el análisis de los materiales aparecidos; — la puesta en valor y musealización del yacimiento, que se ha acondicionado para que acoja la visita del público a la vez que se realizan los trabajos de excavación; — y el estudio del territorio en el que se enmarca el poblado del Cerro de la Cruz (depresión Priego-Alcaudete), y que contempla también el estudio y publicación de los materiales recogidos en las prospecciones superficiales llevadas a cabo en esta zona a finales de los años ochenta y principios de los noventa (Quesada, Vaquerizo, 1990; Vaquerizo, Murillo, Quesada, 1991) y que se encuentran depositados en los fondos del Museo histórico de Almedinilla. Como parte integrante de este estudio del territorio se están realizando, entre otros análisis, cálculos de visibilidad desde los asentamientos utilizando la diferenciación por ángulos verticales, y por tanto incidiendo en el conocimiento del área visible desde una posición dominante. Ello está arrojando resultados preliminares prometedores, que parecen apoyar algunas de las hipótesis de ocupación del territorio arriba señaladas, y que están siendo contrastados e integrados con otros tipos de análisis espaciales (Zamora e.p.).6 La importancia que parece cobrar el factor defensivo durante la baja época ibérica en esta zona ha sido sugerida también para explicar el abandono del poblado de Camino del Tarajal tras el ibérico pleno y la posterior ocupación del vecino cerro de Torre Alta durante el ibérico tardío (Vaquerizo, Murillo, Quesada, 1991; Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001), en un emplazamiento más inaccesible, y desde el que además se divisa una superficie por debajo de la horizontal mayor que la que es posible ver desde el emplazamiento del Camino del Tarajal.

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nir entre posiciones (yacimientos) que puedan y deban recibir un tratamiento especial en cuanto a su radio de visibilidad potencial. Además el hecho de calcular con ángulo vertical diferenciado elimina el artificial límite circular del área vista, que es irreal puesto que normalmente el terreno en derredor tiene alturas diferentes y por tanto diferentes modos de ser visto (la distancia es tan sólo un modo). La consideración del área vista según el ángulo vertical de incidencia visual matiza drásticamente los valores obtenidos de los cálculos informáticos de visibilidad con radio único. Ello ocurre tanto en relación con diferentes direcciones en torno a un mismo lugar de observación, como cuando se utiliza un mismo radio de alcance visual para diferentes enclaves. La consideración del ángulo vertical de visión arroja un panorama de valores visuales para los yacimientos completamente distinto, lo que pone de manifiesto una vez más la gran sensibilidad de este tipo de procesos a las variaciones en los parámetros elegidos y a la introducción de observaciones de campo particulares (Zamora 2006b). Aplicados al contexto del ibérico tardío en Andalucía, este tipo de análisis puede arrojar luz sobre las relaciones entre los propios asentamientos ibéricos y entre éstos y los asentamientos surgidos como consecuencia del inicio de la conquista romana, que puede ser de gran ayuda para la comprensión de la complicada organización territorial de dicha época, y que por el momento, en función de lo observado por otros autores al oeste del valle medio del Genil (Romo et al., 1988: 312-313; Keay et al. 2001), los análisis de visibilidad realizados en dicho valle por quien subscribe (Zamora 2006b), y los que estamos realizando en la actualidad en el entorno de Almedinilla, nos llevan a sostener que en la zona central de Andalucía, parece que se asiste a una considerable revitalización de la importancia de la visibilidad del territorio y de la intervisibilidad de los asentamientos durante el período ibérico final, bien sea por cuestiones de control visual, bien por defensa del sitio propio, bien por la necesidad de hacer manifiesta la presencia en el territorio, cuestiones en las que seguimos trabajando.

CONCLUSIONES Incluir en los parámetros de cálculo una división del área vista en ángulos verticales ayuda a discer6

Análisis que permitirán comprobar si los patrones de visibilidad observados son intencionados o si por el contrario son fruto de la casualidad, especialmente teniendo en cuenta la relación directa existente entre topografía y visibilidad.

AGRADECIMIENTOS Gracias al Instituto de Arqueología de Mérida (CISC), en particular al comité organizador del V Simposio Internacional de Arqueología de Mérida por la celebración del mismo.

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Gracias también al Proyecto Investigaciones arqueológicas en el poblado ibérico del Cerro de la Cruz, Almedinilla (Córdoba), Ayuntamiento de Almedinilla- Fundación General de la Universidad Autónoma de Madrid, en particular a F. Quesada Sanz y a I. Muñiz, por los medios y apoyo facilitados para el desarrollo de este trabajo. Y al Instituto Geográfico Nacional nuestro agradecimiento por los medios facilitados para la participación en este simposio. Cualquier error u omisión en el texto y las figuras es enteramente responsabilidad mía.

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Fig. 1. Radios de distancia al observador de 1, 5 y 10 km. Obsérvese cómo la franja de 5 a 10 km ocupa un menor espacio en la imagen vista que las zonas cercanas al observador.

Fig. 2. Cálculo de visibilidad correspondiente al punto de observación de la figura 2 (en color el área visible). Al disponer la visibilidad sobre un mapa el anillo de 5 a 10 km tiene una extensión superficial mayor que el anillo de 1 a 5 km, hecho que no corresponde a la percepción que se tiene sobre el terreno.

Fig. 3. División en ángulos verticales de incidencia visual (Zamora 2006a, 2006b).

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Fig. 4. Mapa de situación de los yacimientos ibéricos del valle medio del Genil, provincias de Sevilla y Córdoba.

Fig. 5. Cálculo de visibilidad con radio ilimitado desde el cerro del Castillo de Aguilar de la Frontera.

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Fig. 6. Cálculo de visibilidad desde el cerro del Castillo de Aguilar de la Frontera por ángulos verticales.

Fig. 7. Cálculos de visibilidad desde Estepa. Imagen de la izquierda: cálculo realizado con un radio de alcance visual de 10 km. Imagen de la derecha: cálculo realizado limitando únicamente el ángulo vertical, estableciendo su límite superior en 1 grado por debajo de la horizontal.

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Fig. 8. Mapa de situación de la depresión Priego-Alcaudete, con indicación de los yacimientos del período ibérico pleno.

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