CABALLO. Origen etimológico fijado por Enrique Cabrejas

Share Embed


Descripción

CABALLO Origen etimológico fijado por Enrique Cabrejas RPI: B-3851-14 Enrique Cabrejas © 2012 e-nstitut Ideal Nol © 2012

Apreciados Srs.: Me es grato poner en su conocimiento y a través de este comunicado, que el nombre singular de género masculino en lengua española CABALLO, es un sintagma verbal que significa: VELOZ. Su origen etimológico se encuentra en un ACRÓNIMO. Una locución dada por nuestros antepasados y que ha permanecido desde hace miles de años preexistente en el léxico español. Es el resultado de aglutinar dos participaciones en una frase con sujeto y predicado: La partícula C, (CA) que es una expresión muy común para los ibéricos, y permitan añada que para nosotros incluso, aquí la vemos en una de sus múltiples acepciones y esta apunta al “carácter” y en el caso que nos ocupa, de un animal que, literalmente, se “lanza al galope”. Se conjuga con el verbo buo, (BALLO) “Lanzar”. En términos lingüísticos, para más detalle, se trata de un verbo transitivo, es decir que requiere de uno o más elementos en su composición. Lo especifico también en griego para una mejor comprobación: Κα+βάλλω. Quienes sostengan que “caballo” viene del latín no están bien informados. No están al corriente de mis prolíficas investigaciones sobre la lengua ibérica. Me hago cargo de que esta afirmación pudiera dejarles perplejos, no puede ser de otro modo; pues voy a transmitirles una epistemología que ha estado inédita durante miles de años. Y por raro que parezca, lo que les acabo de desvelar no es una conjetura sino a mi entender, plena certeza. Esta novedosa teoría del conocimiento tiene un razonamiento que puedo sustentar empíricamente. Verán, muchos de quienes siguen mis investigaciones y, que aprovecho la ocasión desde estas páginas para saludarles muy afectuosamente, se preguntan por qué razón no hago mención a otros especialistas, ni siquiera para rechazar sus hipótesis o argumentar en contra. Pero ¿por qué debería hacerlo? En primer lugar, no soy quien para ponderar aquello que no propongo. Y en segundo lugar, desarrollé una fecunda metodología científica para la investigación a la cual denominé: La Teoría de los Acrónimos Ibéricos. Es clave para entender nuestro idioma, y su aplicación me permite explicar todo aquello que nadie hizo jamás; como se debiera, entiéndase. Porque si comprendes cómo se aplicaba el antiguo idioma de nuestros antepasados, conocerás el funcional y actual que usamos nosotros. Una gran parte de las denominaciones en nuestro país y preexistentes en nuestro léxico se dieron en la edad de bronce sino con anterioridad; ya que nuestra lengua es milenaria, sin parecerlo. Dispongo de la mejor herramienta y lo he explicado, y claro, lo seguiré haciendo, tanto como sea necesario; porque percibo que se sigue sin entender cómo se denominaron las palabras, los lugares y las cosas en nuestro país. Únicamente es método para hallar su verdadero origen y así demostrarlo.

Página 1

EQUUS -VERSUS- CABALLUS Bien, para fijar el nombre común caballo, en esta ocasión, no es tan plausible emplear el manido recurso de derivarlo del latín. En el caso que nos ocupa, es Equu o Equus, así que como pueden imaginar no funcionaría ni forzándolo, como se ha hecho en tantas otras entradas, lamentablemente. Es más, para justificarlo preferiblemente lo derivan incluso de otro nombre al que se aduce de latín tardío: Caballus. Y ciertamente caballus y caballo tienen una apariencia muy similar, pero ¿saben por qué razón? Lo explicaré, y de modo que todos lo puedan entender, ambos idiomas se nutren de las mismas raíces pres helenas, y cada idioma tiene su particular modo de expresarlo, y el latín lo hace con su desinencia frecuente de “-us” y el castellano con “-llo”. En absoluto derivan una de la otra ni entre ellas, y si ya era difícil alegarlo desde un latín “vulgar”, imaginen de otro “tardío”, miles de años posteriores a la lengua ibérica. Les pormenorizare algo que parece que no se ha tenido en cuenta a la hora de determinar estas etimologías, digamos que sufrieron un incomprensible lapsus. Y es que parecen haberse olvidado de que la palabra Equu no es un término original del latín sino un término importado y traducido de una antigua raíz pre griega: ἔχω. Sí, Equu viene de Echu. ¿Saben que significa? Es la raíz que significa PORTAR. ¿Parece apropiada para un caballo, verdad? Efectivamente, sí, en latín se definió al caballo por su utilidad: EQUUS. Y en realidad podían haber destacado cualquier otra circunstancia del animal, pero para denominarlo escogieron la cualidad de ser portador. EQUUS es TRANSPORTE. Ahora llega lo más asombroso del asunto. La lengua castellana escogió otra raíz distinta para denominar al équido, de hecho tomo dos y las unió en una frase o sintagma verbal, porque era una locución que necesitaba expresarla con un sujeto y un predicado tal y como hacemos en lengua española para construir una oración. Esta es justo CABALLO y por ello no puede derivarse Caballo de Equ, del cual es paradójico se le defina como “caballo de carga” pues aunque bien traído desconocían la razón última: Si dices Equus no es necesario añadir “caballo” ni “carga”, es una cacofonía. Bien, entonces ¿quieren conocer la ignota razón del nombre Caballo? Verán, se encuentra en la misma fuente de la que bebe el idioma latín con la palabra caballus, y eso supondría aceptar que en latín la tomaron prestada del griego o lo hicieron “tardío” traduciéndola de nuestra lengua. La expresión caballo es producto de la partícula, Κα, /CA/ que en esta ocasión apunta al “carácter” y el verbo βάλλω /BALLO/ que significa “lanzar”. Veamos ahora como se estructura internamente, porque con el verbo βάλλω /BALLO/ que en singular podemos verlo prácticamente conjugado en todos los dialectos griegos o en los más importantes al menos; y que además derivado de este, tenemos como nombre un relevante βηλός /VELOS/ y que nuestros antepasados carpetanos (cario) y que eran ELAZ (Helenos, de Asia Menor) no lo vocalizaban igual como lo hacen los griegos /VELOS/, sino que en cambio lo pronunciaban /VELOZ/ y, por supuesto, nosotros lo decimos exactamente igual, ese peculiar deje “Z” lo heredamos de ellos, y la expresión VELOZ es el apelativo y/o adjetivo que verbalmente ha representado un acrónimo ibérico como es el de CABALLO. Esto que pudiera verse hoy como algo excepcional, por el contrario era la común sintaxis de nuestros antepasados y, esas frases, inadvertidamente, son hoy nuestras palabras españolas. Y para que comprendan la magnitud y hasta qué punto llega la desorientación en el campo de la etimología actual, les desvelaré que este verbo, y que lo usamos para nominar al “caballo”, es el mismo que a la vez dio las voces de BALÓN o BALA (asimismo veloces), y es que este verbo es clave en nuestra lengua española y está asociado con todo aquello que se mueva rápidamente.

Página 2

LA LENGUA IBÉRICA Verán, no basta saber latín para comprender la lengua castellana; es más y espero que tomen a bien mi franqueza, si les sugiero que mucho me temo desde ahí no es posible. Es imprescindible conocer como denominaban las cosas nuestros antepasados ibéricos. Les doy una clave sustancial y de las muchas que deberán aprender en el futuro quienes deseen entender estos asuntos casi como si pudieran pertenecer a ellos. Determinar correctamente en esta materia supone y es necesario saber que ambos: Latín e Ibérico ciertamente bebían de fuentes pres helenas, sí, pero eso no aclara mucho a la hora de definir a los animales, por ejemplo. El uno y el otro lo hacían por causas concretas y de modo distinto. Del latín ya versarán otros, y lo harán revelando su gran pragmatismo, pero de los ibéricos déjenme que les pormenorice que tenían la costumbre de hacerlo señalando partes llamativas de su semblante o describiendo aspectos concretos de su personalidad. Sí, entiendo que no se esté habituado a ese derroche de intelectualidad de parte de unas tribus toscas y celtas, solo que no eran toscas ni tampoco celtas. Y las palabras españolas no se fijaron en latín, por mucho que algunos se hayan empecinado en hacérnoslo creer durante años. Así que desde ahí no encontrarán nada que no sean brillantes conjeturas. Es a consecuencia de ello que teníamos con la etiqueta de origen incierto, hasta hoy: un perro, un lobo, un burro, un toro, un caballo, etc. Nuestros ibéricos aplicaban un patrón lingüístico muy coherente y eso facilita que mi tarea en la actualidad todavía sea más científica, si cabe. Si hubieran denominado a discreción y aleatoriamente sin orden alguno, me lo hubieran puesto más difícil. Pero no lo hacían al tuntún, y observaban con rigor unas determinadas reglas. Estar alfabetizado en la lengua ibérica es fundamental, y por fortuna supe instruirme en ella. Sí, requiere de una gran dedicación y mucho esfuerzo pero ¿qué en la vida, para todos, no lo exige? y por tanto, conozco que un perro lo es por su hocico, un toro lo es por sus cuernos, un lobo lo es por sus orejas, etc. En consecuencia, para mí no es extraño que un caballo lo sea por sus características. Verán, hay una cosa que es muy clara, si nuestros ibéricos hubieran querido expresar que el caballo tiraba de un arado o de una carreta, como así lo expresa el latín, no tendríamos un Caballo sino un Echos. Así pues, concluyendo, mientras los romanos definieron Equus a su animal y en latín, por ser porte, carga, conducción, corretaje; en cambio nuestros ibéricos le llamaron Caballo por otro motivo: Su carácter veloz. Y a lo largo de la historia los caballos han recibido y soportado nombres de todo tipo, pero los más celebrados, probablemente, hayan sido aquellos que han destacado por su celeridad, y en la carrera. Una inusitada coherencia que hoy se nos evidencia asombrosa y plenamente coincidente, al destacar un temperamento tan excitado y presto que sugiere nombres tan acordes como los de: “trueno”, “rayo”, “flecha”, etc., hoy se nos revelan como una predicción desde el inicio de los tiempos en los que a los caballos se les llamó “caballos”. Y aun sin olvidar que, incluso, lejos del glamur que despierta un animal de gran esbeltez como es este y en una evocadora mirada a su elegante avance, sepamos que también pueden mover sus patas hacia atrás, en lo que denominaríamos una patada. Y a eso, tanto nuestros antepasados como nosotros, como pueden imaginar, le llamamos ayer y hoy por un igual; una muy probablemente contundente coz. Todo hay que tenerlo en cuenta.

Página 3

ACRÓNIMOS IBÉRICOS ¿A que nos referimos con Acrónimos? En lingüística moderna un acrónimo, del griego ἄκρος, transliterado como akros “extremo” y ὄνομα trasliterado como “onoma” significa NOMBRE. Pueden ser siglas que se pronuncian como una palabra pero también son vocablos formados al unir parte de dos o varias palabras. Este tipo de acrónimos es el tipo común de uso de la sintaxis íbera y celtíbera. ΚΑ·ΒΑΛΛΟ ΚΑ

CA-

Es una “expresión” y aquí para significar el “carácter”

ΒΑΛΛΟ

BALLO

Es el verbo “lanzar” o “lanzar a golpe”

Qué ocurre con nuestro rasgo distintivo en nuestro idioma de la fonología de la consonante “k” y que es propia y genuina de los íberos y los celtíberos. Para ellos no era una consonante cualquiera porque la vocalizaban como si de una sílaba se tratase al contar con cinco sílabas para ese sonido, una para cada vocal: C, w, Ï, X, ù. “ka, ke, ki, ko, ku”. Pues ocurre que no importa que nos hayan obligado a escribir formalmente “casa” con “c” o queso con “q”, que nosotros tozudos las continuamos articulando del mismo modo que nuestros antepasados ibéricos haciéndolo en “oclusiva velar” y con el fonema de nuestra lengua vernácula “k”. Llevamos tan sumamente interiorizado en nuestro inconsciente nuestra sonoridad /k/ que hasta incluso cuando nuestros jóvenes han de representar ese sonido aleatoriamente, de un modo instintivo prefieren utilizar en sus mensajes de texto corto la “k” que cualquiera de las otras opciones posibles, la de una “c” o la de una “q” que por otro lado no son propiamente nuestras. Por otro lado, βάλλω y que significa lanzar se vocaliza con “v” y los iberos y los celtíberos tenían el carácter “V” cuando escribían, pero este tenía el valor de nuestra actual “N”, entonces no distinguían entre las que hoy son nuestras letras “B” y “V”, porque el segundo era representación de otro fonema completamente distinto, así que cuando pronunciaban la B, la articulaban oclusiva bilabial y no labiodental como es la V, no tenían esa fonética. ¿Y saben qué? Aquí está lo bueno del asunto: Nosotros tampoco. Siquiera miles de años después. Si escribimos “B” o escribimos “V”, los españoles deberíamos distinguir los sonidos de una y de otra letra ¿no es así? La primera deberíamos hacerla oclusiva bilabial y la segunda hacerla labiodental. Sin embargo, en español no lo hacemos ni por una equivocación ¿por qué no lo hacemos? Es algo extraordinario que no tiene explicación ¿De verdad, piensan que no la tiene? ¡Sí! Y tanto que la tiene, y es que no lo hacemos porque, aun los romanos cambiaran la B por la V, y digamos, que nos latinizasen el idioma, nosotros continuamos vocalizando, tenaces, como hicieron nuestros antepasados. Ahí tienen la mejor prueba para demostrarles, que nuestra fonología la heredamos directamente de los iberos y los celtíberos, y no del latín como se afirma. Y finalmente, el motivo de vocalizar [kaˈβa.ʝo] lógicamente se comprende que es porque nunca hacemos doppia “L” como el italiano o el griego. Nuestra lengua es autónoma y se caracteriza por un evidente yeísmo que nada tiene que ver con el latín.

Página 4

PUEBLOS IBÉRICOS Verán, después de tiempos de los íberos y de los celtíberos nadie conocía ni supo hablar su idioma, no obstante en Abril de 2012 ocurrió un hecho sin precedentes. Descubrí que El Bronce de Luzaga escrito en íbero septentrional tenía su origen en una lengua proto griega, concretamente en la frigia en sus modos fundamentalmente lidio-dorio. Una antigua lengua proto indoeuropea de Asia Menor. Los celtíberos grabaron el texto usando un alfabeto epichorikos, quiere decirse en este caso concreto, uno ibérico propio pero los vocablos guardaban perfecto significado con el griego frigio contenido en raíces primordiales del griego Koine. El Koiné recogió distintas maneras dialectales antiguas griegas. Son ellos mismos, nuestros celtíberos, quienes nos confirman a Heródoto y asombrado doy testimonio de ello. Me resulta sumamente emocionante, como es natural. Son ellos y no otros quienes nos dicen ser: ΕΛΑΣ... ΚΑΡΥΟ : ΤΕΚΕΣ. Es decir “Helenos, Cario de Anatolia”, ¡Sorprendente! Y lo hacen de este modo, miren: ëlaF… Cquo : &wF. Pero éramos analfabetos de la escritura ibérica y no lo pudimos siquiera sospechar. Era un debate abierto durante siglos y que los historiadores no pudieron resolver. Lo denominaron el problema insoluble de LAS DOS IBERIAS pero la cuestión quedó resuelta en el instante que pude leer una lámina ibérica: “El bronce de Luzaga”. Entonces pude constatar que sencillamente era cierto, que las dos Iberia estaban relacionadas entre sí y entre esas dos Iberia finalmente se fundó Europa. El mundo quedó preparado y listo para recibir la llegada de los nuevos conquistadores. ¿Y qué son los alfabetos epichorikos? Bien, será necesario esclarecer también de que se trata cuando hablamos de los alfabetos epichorikos: Verán, son los distintos alfabetos y formas anteriores helenas a la adoptada finalmente en común y denominada Milesia o de Mileto para el idioma griego. En el caso de los caracteres ibéricos, estos tienen sus orígenes en los alfabetos arcaicos locales procedentes de las islas griegas y de la península de Asia Menor. Epichorikos vendría a significar “De las otras regiones”. A partir de comprender como habían sucedido las cosas en realidad pude argumentar la teoría de los acrónimos ibéricos. La elaboré a la vez que realizaba numerosos hallazgos y múltiples descubrimientos. La teoría de los Acrónimos Ibéricos o teoría de las frases ibéricas es la que explica la escritura y el idioma de los iberos y los celtiberos miles de años después de que se dejase de usar por nuestros antepasados, y hoy para que nosotros podamos comprenderla, conocerla y estudiarla. Todas las ventajas de su interesante estudio y conocimiento pienso son más que evidentes y no será necesario que aquí las enumere. Trato de comprender su mundo a través de su escritura y comprender su vida captando su filosofía del lenguaje en su pensamiento.

Página 5

LA LENGUA ESPAÑOLA Y el latín, es una lengua extraordinaria, es un éxito de tipografía, y no obstante, es nuestra lengua ibérica quien provee etimológicamente al latín, en cambio. Miren, el latín siquiera existía, cuando la lengua íbera y celtíbera llenaba de significado todas las estelas de esta península. En realidad es sencillo, muy sencillo, sin embargo como desde la actual base que se parte en la etimología española anda profundamente descaminada, lo que se derive de ella, lógico, también lo estará. Así tenemos otro término desubicado: CABALLO. Por supuesto, tengo confianza de que “todo” será enmendado y subsanado en el sentido que apunto pero, hoy por hoy, nos encontramos frente a una teoría que se dio por cierta sin la debida comprobación: “La lengua madre del español es el latín.” Miren, se trata de un Axioma. Tropezamos ante un dogma, y las definiciones se ven afectadas y, lo que es peor, se han propagado en un desacierto de dimensiones colosales. Pues, derivando del latín lo indeclinable de forma, es decir términos no variables que son genuinos ibéricos, no se acredita más el origen de la lengua española sino, bien al contrario, se justifica la conjetura de un latín superior que da como consecuencia un subordinado origen del idioma castellano. Cuando en realidad son a la par, ambos, un futuro latín y un futurible castellano por ende español, bebieron de las mismas fuentes “pres griegas”, incluso en numerosas ocasiones de raíces distintas y, mira por donde, justo este es uno de esos casos. ¡Inimaginable! Si el español fuera continuador del latín, su gramática seguiría el patrón fijado por esta lengua y en cambio sigue otra distinta: la lengua ibérica. Verán, la semejanza entre el latín y el español estriba en que usan un abecedario latino para escribir los textos de sus respectivas ortografías. Eso, por otro lado, es común a un gran número de idiomas europeos y no europeos que también usan el mismo o similar patrón, y que a la vez sus idiomas se conoce que no provienen del latín. Y el español y el latín coincidirán en muchas palabras, sí, en todas aquellas que el latín haya tomado de las raíces pres helenas y que es nuestro original idioma y escuela, no el latín. Lo pormenorizaré y mejor lo diré, pues les he de anunciar que nuestro idioma es anterior al griego y es heleno, se remonta a la época que llamativamente fue dicha oscura del griego frigio. Y el español, sorprendente, es el continuador de la lengua ibérica de los íberos y los celtíberos, porque no sólo nuestras palabras tienen el origen etimológico en éste, como se verá finalmente, sino que además se sirve de un igual modo tanto de pensar como de entender sus palabras. Y no es que las palabras tengan una similar morfología o las pronunciemos parecidas, es que salvo obvias excepciones ortográficas latinas, las decimos hoy igual que se dijeron ayer. Pero ¿qué ocurre, entonces, con las llamadas lenguas romances? Pues, incuestionables, son justo el eslabón necesario entre las lenguas vernáculas y los idiomas actuales. En nuestro caso, de las ibéricas pres helenas que derivaron indefectiblemente en la lengua romance o románica, para revertir después en las contemporáneas que todos conocemos. Lo cual refiero, tanto para que puedan estar informados como para que puedan hacerlo, debidamente, incluso en sus muy interesantes y valiosas páginas. Enrique Cabrejas Iñesta En Barcelona, a 3 de Julio de 2015.

Página 6

Referencias Cabrejas Iñesta, Enrique (Enero 2013) KARUO - EL SECRETO ÍBERO - ISBN 978-84-9030-665-9. Editorial Círculo Rojo. Almeria. DEPÓSITO LEGAL: A 1185-2012. Cabrejas Iñesta, Enrique (Marzo 2015) HIJOS DE TITANES - EL SECRETO ÍBERO - ISBN: 978-84-9095-585-7. Colección: Investigación. Editorial Círculo Rojo. Almería. DEPÓSITO LEGAL: AL 199-2015. Bibliografía: Herodotus, The Histories. Hesiod, Theogony. Homer, Iliad. Homeric Hymns. English translation in the Online Medieval and Classical Library. Pindar, Pythian Odes. Homer: Iliad, 2 vols., revised by William F. Wyatt, Loeb Classical Library, Harvard University Press (1999) Homer: Odyssey, 2 vols., revised by George E. Dimock, Loeb Classical Library, Harvard University Press (1995) The Iliad, Farrar, Straus and Giroux (2004) ISBN 0-374-52905-1 The Iliad, Penguin Classics (1998) ISBN 0-14-027536-3 The Odyssey, Penguin Classics (1999) ISBN 0-14-026886-3 The Odyssey, Red and Black Publishers (2008) ISBN 978-1-934941-05-8 Strabo. Geographica III. Diodorus Siculus. Bibliotheca historica. Φιλολογική Ομάδα Κάκτου, εκδόσεις Κάκτος, 1992. Σπ. Ιακωβίδης, Αι μυκηναϊκαί ακροπόλεις, Εκδόσεις Πανεπιστημίου Αθηνών: Αθήνα 1973. Κ. Δημακοπούλου (επιμ.), Ο Μυκηναϊκός Κόσμος. Πέντε αιώνες πρώιμου ελληνικού πολιτισμού. Εξωτερικοί σύνδεσμοι Απολλοδώρου, Επιτομή της Βιβλιοθήκης Ηροδότου, Ιστορίαι. Παυσανίου, Ελλάδος περιήγησις. Πρόκλου, Χρηστομάθεια. Στράβωνος, Γεωγραφικά Dictys Cretensis, Ephemeridos belli Trojani libri (μετάφραση Γιώργη Γιατρομανωλάκη ως Δίκτυς ο Κρητικός, Εφημερίδα του Τρωικού Πολέμου, Άγρα, 1996) Dares Phrygius, De excidio Trojae historia (μετάφραση Γιώργη Γιατρομανωλάκη ως Δάρης ο Φρύγας, Ιστορία για την άλωση της Τροίας, Άγρα, 1996) Greek Mythology. Encyclopædia Britannica. 2002. Greek Religion. Encyclopædia Britannica. 2002. Griffin, Jasper (1986). Greek Myth and Hesiod. The Oxford Illustrated History of Greece and the Hellenistic World edited by John Boardman, Jasper Griffin and Oswyn Murray. Oxford University Press. ISBN 0-19-285438-0. Grimal, Pierre (1986) Argonauts. The Dictionary of Classical Mythology. Blackwell Publishing. ISBN 0 -631-20102-5 Hard, Robin (2003). Sources of Greek Myth. The Routledge Handbook of Greek Mythology: based on H. J. Rose's A Handbook of Greek mythology. Routledge (UK). ISBN 0-415-18636-6. Heracles. Encyclopædia Britannica. 2002. Kelly, Douglas (2003). Sources of Greek Myth. An Outline of Greek and Roman Mythology. Douglas Kelly. ISBN 0-415-18636-6. Kelsey, Francis W. (1889). A Handbook of Greek Mythology. Allyn and Bacon. Kirk, Geoffrey Stephen (1973). The Thematic Simplicity of the Myths. Myth: Its Meaning and Functions in Ancient and Other Cultures. University of California Press. ISBN 0-520-02389-7. Kirk, Geoffrey Stephen (1974). The Nature of Greek Myths. Harmondsworth: Penguin. ISBN 0-14-021783-5. Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae. Artemis-Verlag. 1981–1999. Nagy, Gregory (1992). The Hellenization of the Indo-European Poetics. Greek Mythology and Poetics. Cornell University Press. ISBN 0-8014-8048-5. Nilsson, Martin P. (1940). The Religion of Eleusis. Greek Popular Religion. Columbia University Press. North John A., Beard Mary, Price Simon R.F. (1998). The Religions of Imperial Rome. Classical Mythology in English Literature: A Critical Anthology. Cambridge University Press. ISBN 0-521-31682-0. Papadopoulou, Thalia (2005). Introduction. Heracles and Euripidean Tragedy. Cambridge University Press. ISBN 0 -521-85126-2. Stoll, Heinrich Wilhelm (translated by R. B. Paul) (1852). Handbook of the religion and mythology of the Greeks. Francis and John Rivington. Trobe, Kala (2001). Dionysus. Invoke the Gods. Llewellyn Worldwide. ISBN 0-7387-0096-7. Trojan War. Encyclopaedia The Helios. 1952. Troy. Encyclopædia Britannica. 2002. Volume: Hellas, Article: Greek Mythology. Encyclopaedia The Helios. 1952. Dan Dana. Zalmoxis de la Herodot la Mircea Eliade. Istorii despre un zeu al pretextului, Polirom, Iași, 2008 Cabrejas Enric, 2014 Karuo – the Iberian Secret (Book review). ISSN 2311-8822. Scientific Journal. Kiev. Future Human Image 1(4) 19. International Society of Philosophy and Cosmology. Bazaluk O. A. (Ch. Editor), 2014 Matusevych T. V. (Ch. Editor), 2014. Cabrejas Iñesta, Enrique (Enero 2013) KARUO - EL SECRETO ÍBERO - ISBN 978-84-9030-665-9. Colección: Investigación. Editorial Círculo Rojo. Almería. DEPÓSITO LEGAL: A 1185-2012. Cabrejas Iñesta, Enrique (Noviembre 2012) Henares, 25,33. Libro de Actas. XIII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares. ISBN 978-84-92502-28-9. (c) 2012 Diputación Provincial de Guadalajara. Institución de Estudios Complutenses. Centro de Estudios Seguntinos. Depósito Legal GU 210 – 2012.

Página 7

CABALLO. Origen etimológico fijado por Enrique Cabrejas Theory the Iberian acronyms RPI: B-3851-14 ORCID: 0000-0002-5002-5850 © 2012 by Enrique Cabrejas Iñesta © 2012 Fuentes gráficas de Ibero Juan-José Marcos © Enrique Cabrejas Iñesta www.elonol.com/karuo www.enriquecabrejas.com https://twitter.com/EnriqueCabrejas https://enriquecabrejas.blogspot.com.es https://plus.google.com/+EnriqueCabrejas www.facebook.com/EnriqueCabrejasIniesta http://www.regenpalmer.com/estudios-linguisticos

Página 8

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.