C. Heredia 2017. El olvido necesario. Los historiadores antiguos ante el Bellum Sociale (91-87 a.C.)

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Descripción

Borja Antela / Jordi Vidal / César Sierra (editores)

Memoria del conflicto en la Antigüedad

Libros Pórtico

© 2017 Borja Antela / Jordi Vidal / César Sierra

Edita: Libros Pórtico Distribuye: Pórtico Librerías, S. L. Muñoz Seca, 6 · 50005 Zaragoza (España) [email protected] www.porticolibrerias.es Diseño de cubierta: Lola Martínez Sobreviela ISBN: 978-84-7956-163-5 D. L.: Z 274-2017 Imprime: Ulzama Digital Impreso en España / Printed in Spain

Índice Prólogo

IX

1. Warfare of History How Warfare Shapes Ancient Mesopotamian Societies Davide Nadali

1

2. El triunfo militar en el Antiguo Egipto como manifestación de poder y su función cultural Antonio Pérez Largacha

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3. Las guerras de la memoria colectiva Memoria social ateniense de las victorias y las derrotas Laura Sancho Rocher

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4. El paisaje urbano de Atenas Entre memoria de guerra e identidad colectiva Borja Antela-Bernárdez

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5. Guerra y civilización La historiografía reciente sobre la guerra griega antigua Fernando Echeverría Rey

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6. Mejor César que Alejandro La concepción del liderazgo militar en los textos clásicos de acuerdo con la interpretación de Napoleón Bonaparte Francisco Gracia Alonso 7. El olvido necesario Los historiadores antiguos ante el Bellum Sociale (91-87 a.C) Carlos Heredia Chimeno 8. Botín y Propaganda El tercer triunfo de Pompeyo como paradigma de su Imitatio Alexandri Luigi Pedroni 9. Uso y abuso de la guerra y el mercenariado en la protohistoria por los nacionalismos patrios Antonio Pedro Marín Martínez

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El olvido necesario Los historiadores antiguos ante el Bellum Sociale (91-87 a.C.)* Carlos Heredia Chimeno Universitat Autònoma de Barcelona

La sublevación de toda una serie de pueblos itálicos (socii) contra Roma en el año 91 a.C., capitaneados por samnitas y marsos, supone el inicio de un conflicto interno, el Bellum Sociale,1 que podemos considerar una guerra civil (Heredia 2012; Kendall 2013: 58), aunque nuestras fuentes no nos lo ponen fácil. En esta línea, partimos del concepto de guerra civil entendido a partir de dos ejes: el primero, como aquella confrontación bélica que afecta a colectivos e individuos pertenecientes a la misma sociedad en su conjunto, independientemente de las diferencias culturales; y el segundo apunta más a las formas, que suelen caracterizarse por un juego heterodoxo, por un modo de combate basado en la ruptura de las prácticas ordinarias de la guerra. Floro, que escribe a fines del siglo I d.C., ya lo deja patente (2.6): Sociale bellum vocetur licet, ut extenuemus invidiam, si verum tamen volumus, illud civile bellum fuit. La distancia cronológica con la que el autor otorga dicho juicio de valor ha de ser tenida en cuenta, pero el análisis de las actitudes bélicas o las dinámicas de integración posteriores corroboran dicha idea. Incluso Veleyo Patérculo (2.15) sostiene que tanto itálicos como romanos poseían la misma sangre, reflejando que el concepto de Bellum Sociale como guerra civil es tenido en cuenta en una época más temprana. No obstante, nuestras fuentes no son claras, tanto en la explicación de las causas del conflicto como en el detalle de la praxis bélica. En cualquier caso, existen dos causas fundamentales que explican el Bellum Sociale. Por un lado, la mejora en su condición jurídica, con la demanda de la ciudadanía romana como objetivo (Ap. Bell. Civ. 1.34; Cic. Phil. 12.27; Diod. 37.18; Liv. Per. 71; Vell. 2.15; Justin. 38.4.11-13; Flor. 2.18; Plut. Cat. Min. 1-2.,

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Trabajo realizado en el marco del Grup de Recerca Emergent SGR20141111 Història del conflicto a l’Antiguitat, financiado por la Generalitat de Catalunya. 1 Sobre este conflicto existe una ingente bibliografía, razón por la cual solo se recogen algunas de las más significativas. Vid.: Salmon 1962; Badian 1962; Gabba 1973; Gabba 1994; De Sanctis 1976; Wulff 2002; Amela 2007; Bispham 2007; Dart 2014.

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Mar. 32-33; Val. Max. 3.1; Aur. Vic. Vir. Ill. 80.1);2 por el otro, la independencia frente a Roma (Ad. Heren. 4.13 y 16; Ovid. Am. 3.15.8-10, Tr. 4.10, Am. 2.16; Strab. 5.4.2; Cic. Phil. 12.27 y Eut. 5.3.1.).3 Al final, queda puesto de manifiesto la heterogeneidad propia de los aliados, pero también una clara parcialidad por parte de nuestras evidencias, auspiciada por la falta de la visión itálica e incluso por la ausencia de la estrictamente contemporánea a los hechos, conformándonos con evidencias tardías y contradictorias. En realidad, no es de extrañar, puesto que los cambios del statu quo como consecuencia de una rebelión, e incluso de una guerra civil, nunca son buenos ejemplos. De hecho, y en relación a la diversidad itálica, no todos los socii abren hostilidades abiertamente,4 puesto que no se revela quien quiere, sino quien puede, de acuerdo a toda una serie de circunstancias, como pueden ser sus posibilidades de victoria o su conexión con Roma. El elemento que unía al contingente de aliados era su particular categoría de “súbditos”, en cuanto quedan subordinados estatuariamente mediante la societas, y su esperanza era dejar de serlo y beneficiarse en todos los campos de la pertenencia a un colectivo, el de la plena ciudadanía romana, cada vez más privilegiado, aunque no con fines desculturalizadores. De este modo, la generalización de la ciudadanía, consecuencia del Bellum Sociale,5 afectaría a todos los territorios itálicos, incluidos los latinos, tanto a los sublevados como a las que no, un hecho que hace lógico pensar que el itálico, sea cual fuere su condición económica y social, era plenamente consciente de su situación de inferioridad (López Román 2009: 334). La intencionalidad de las informaciones transmitidas por los textos antiguos, que enfatizan el deseo de los itálicos de obtener la ciudadanía romana, obviando la naturaleza heterogénea del colectivo, y que, en su mayor parte, intentan evitar presentar una situación de guerra fratricida, ha generado una cierta resistencia en la historiografía a considerar el Bellum Sociale una guerra civil (Lintott 1994b: 92; Flower 2010a: 91; Dart 2014: 214). Esta perspectiva, en nuestra opinión, impide llegar a comprender el calado real de la transformación de la realidad histórica que acontece tras la sublevación itálica de los años 91-87 a.C. La misma dificultad en su definición, observable 2

Independientemente de su diversidad étnica, social o política, todo itálico debía preferir ventajas frente a dependencias. Cf. Van Dooren 2008. 3 Cf. Pobjoy 2000: 187-211; Arena 2012; Dart 2014: 35-40. 4 Entre los insurgentes se cuentan marsos, samnitas, frentanos, marrucinos, picentinos del sur, pelignos, vestinos, hirpinos, lucanos, apulios y venusinos. En el extremo sur, Bruttium y Calabria simpatizaron con la causa itálica, pero apenas intervinieron. Fieles a Roma fueron Etruria, Umbría - dos regiones que a mediados del conflicto enviaron un ultimátum a Roma para forzarla a darles la ciudadanía - Picenium del norte, Campania del norte y los sabinos. 5 La concesión de la ciudadanía supuso dificultades económicas crónicas que solo se aliviarían con las conquistas pompeyanas. Cf. Boren 1983: 460; Crawford 1985: 187.

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en los textos antiguos, dejaría entrever que el Bellum Sociale fue un conflicto diferente, extremadamente complejo, que significó un auténtico punto de inflexión en el devenir del Estado romano (Amela 2007: 7; Heredia 2015: 206-210). En cualquier caso, en un primer momento trataremos la casuística del conflicto para, posteriormente, adentrarnos en la praxis bélica, dos elementos que nos deben permitir constatar o no la existencia de elementos de parcialidad o sesgo. En esta línea, observamos que la explicación del conflicto basada en la búsqueda de la ciudadanía romana es la corriente más habitual, aunque debemos tener en cuenta que no todos los itálicos la debían de concebir de igual forma. Entre las evidencias literarias más significativas, debemos subrayar, en primer lugar, el libro primero del Bellum Civilum de Apiano de Alejandría (95-165 d.C.), que es el único autor que proporciona una descripción continuada. Así, nos transmite el relato guía del conflicto, a pesar de ser únicamente un mero resumen de los acontecimientos (App. BC 1.40). No obstante, posee una sensibilidad diferenciada respecto a otros autores, con cierto acercamiento a las posiciones de los Graco o, en el caso que nos concierne, al bando itálico durante el Bellum Sociale (Gabba 1956: 27), definiendo a los itálicos como grupo social en sí mismo (Dart 2014: 33). Asimismo, conviene destacar que es la única evidencia literaria que crea un hilo de argumentación histórica alrededor del conflicto, valorando su significado desde una óptica amplia. El mismo Apiano destaca el objetivo de su escrito, consistente en comparar la virtus de Roma con el de resto de pueblos (Pref. 12/45-12/48). Ello lleva a, tal y como destacó Hinard (2011b: 263), que Apiano no tuviese intención de demostrar la situación política y social existente, sino más bien reflejar la aceleración de la idea de la στασις, del proceso de desarrollo de la crisis, en contraste con el Imperio. De ahí el interés por un conflicto como el Bellum Sociale y sus consecuencias, punto clave de dicha dinámica. En cualquier caso, Apiano escribe partiendo por la admiración que tiene en relación al sistema imperial que le ha permitido ascender socialmente, logrando la ciudadanía romana, gestando un modelo comparativo, destacando todo aquello que difiere de la estabilidad de su presente (Gabba 1956: 18). Sin embargo, la ideología itálica, que permite la sublevación contra el poder establecido, no es un buen ejemplo para su tiempo. Es por ello que el autor alejandrino justifica su inclusión en el relato (App. BC 1.34). Asimismo, es sintomático que Apiano analice el Bellum Sociale como una guerra civil más, a pesar de no ser explícito en su definición (Kendall 2013: 58), como sí lo es su contemporáneo Floro (Den Boer 1972: 11). El autor utiliza el Bellum Sociale como filón con el que empezar a tratar las guerras civiles, cuya indefinición quizás sea buscada, poniéndose de manifiesto un olvido necesario para su época. Asimismo, la ciudadanía romana es 183

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un leitmotiv explicativo constante: es la piedra angular de la lucha de los itálicos y, como tal, es tenida en cuenta por el autor. Al final, no interesa demostrar explícitamente que es una guerra civil, pero sí que la gestión que se realizó en relación a la ciudadanía fue negativa para los intereses de Roma. En segundo lugar, y dejando de lado el relato guía de Apiano, nos encontramos con numerosas referencias vinculadas a la búsqueda de la ciudadanía romana. El primer ejemplo a destacar es Cicerón, que escribe en la segunda mitad del siglo I a.C., que en sus Filípicas (Phil. 12.27) transmite un acercamiento entre los dos bandos en el marco del Bellum Sociale, tal y como más tarde veremos, admitiéndose la necesidad de generalizar la ciudadanía. El segundo ejemplo es Diodoro Sículo, autor también del siglo I a.C., en cuyo texto vemos una crítica de tipo moral a un sistema republicano que empezaba a impregnarse de elementos autocráticos y exclusivistas (Sacks 1990: 205). Esa búsqueda de objetos de estudio reflexivos, que no descriptivos, queda ilustrada en una famosa anécdota de un mercenario cretense al que se le ofrece como recompensa la ciudadanía romana, a lo que responde que mejor conceda la ciudadanía a aquellos hombres que están peleando por ella y a quienes están comprando con sangre la vana palabra por la que luchan (Diod. 37.18). Por último, conviene subrayar tres ejemplos más. El primer caso es el de Tito Livio, del que hemos perdido su explicación del Bellum Sociale, aunque conservamos sus Periochae. Livio marca una conexión entre las políticas de concesión de la ciudadanía y la sublevación de un modo claro, aunque su visión parte de un momento glorioso, al inicio del Principado, en el que formar parte de Roma era un objetivo buscado (Liv. Per. 71). El segundo ejemplo ilustrativo corresponde a Veleyo Patérculo, cuyo compendio histórico es escrito en la década de los 30 d.C., dando cuenta de la búsqueda de la ciudadanía romana, pero también de las transgresiones llevadas a cabo en el Bellum Sociale. Es sintomático que Veleyo sea consciente de la justicia que trae consigo la causa aliada durante el conflicto, ya que hace explícita la situación de inferioridad del itálico (Vell. 2.15), pero lo considera una ilegalidad, un ataque al mos maiorum, del mismo modo que castiga las prácticas de instrumentalización del itálico que llevan a cabo miembros de la élite. Sin embargo, la actuación de su antepasado, Minacio Magio, es la correcta, puesto que aun siendo itálico mantuvo su fidelidad, en una clara conexión con los ideales de romanidad propios de la época de Tiberio. De hecho, Veleyo no deja de ser parte del de los homines novi que Tiberio había propiciado, muchos de los cuales eran de origen itálico. Ello implicaba un origen diferenciado quizás, pero la oportunidad de formar parte de la vida política romana, cuyos elementos a valorar eran la fortuna, pero también el mérito, su carrera, su virtud y el respeto por el mos maiorum (D‘Aloja 2004: 218). 184

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Veleyo transfiere su experiencia personal al Bellum Sociale, de ahí su admiración por Minacio Magio, ya que su sentimiento de búsqueda de integración va acompañado, ante todo, de fidelidad. Por esa buena actuación su antepasado se mereció la ciudadanía, por demostrarlo mediante la virtus, y no simplemente a causa de una instrumentalización de la concesión, tal y como hicieron Druso, Sulpicio o Cinna. Veleyo Patérculo marca muy bien hasta qué punto hay o no respeto hacia el régimen instaurado y al mos maiorum, subrayando que el camino para conseguir la ciudadanía es el del respeto al statu quo. No obstante, la crítica implícita a la rebelión refleja la existencia de grupos itálicos que luchan por algo más que por su integración. En definitiva, y como tercer caso de estudio,6 un contemporáneo de Veleyo, Pompeyo Trogo, niega por completo la lucha por la libertad itálica, cuyo concepto de libertas a continuación tratamos (Justin. 38.4.13). El contexto imperial impide entrar abiertamente a unos móviles que van más allá de la estructura y de la integración al orden romano. Asimismo, y quizás con mayor dificultad, podemos encontrar explicaciones del Bellum Sociale diferentes, que evidencian la lucha por la independencia del sustrato itálico insurgente. Henrik Mouritsen (1998: 5-22) trabajó la cuestión en profundidad, argumentado la existencia de una segunda versión de los hechos, en un contexto proclive, puesto que no tenemos la visión itálica. En este sentido, por tanto, debemos destacar un segundo motivo para con la rebelión: el concepto de libertas, que Valeria Arena (2012: 48) definió con una dimensión política particular y con numerosos matices, pero que puede vincularse a la lucha en pro de la independencia respecto a Roma, siendo admitidos cambios profundos en el statu quo. De hecho, la confederación insurgente produjo una amonedación propia, cuya iconografía revela un medio con el que afirmar la soberanía de un nuevo Estado itálico. Su capital, Corfinum, pasó a denominarse Italica/Italia, en un ahínco por configurar un planteamiento ideal, diferenciado respecto al de Roma, en el que los diferentes miembros de la sociedad están unidos y no bajo redes de dominio y de subordinación. En cualquier caso, es en estos planteamos o conceptos donde se esconde el término de libertas, auténticas fórmulas alternativas al statu quo imperante. Entre los ejemplos literarios más ilustrativos en relación a la particular dimensión del concepto de libertas, debemos subrayar la obra Rhetorica ad Herennium, que recoge fragmentos retóricos inespecíficos y cuya autoría está puesta en duda. Es quizás una de las pocas evidencias de una posible visión de la insurgencia itálica (Mouritsen 1998: 134-137; Pobjoy 2000: 197; Dart 2014: 36), aunque debemos conformarnos con pequeños pasajes (4.13) 6

Para un análisis en profundidad de la mayor parte de las fuentes y de la problemática, cf. Dart. 2014: 23-41.

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en el marco de la puesta en marcha, en paralelo a la rebelión, de la lex Varia. Dicha legislación, llevada a cabo por Q. Vario Hybrida (trib. pl. 90 a.C.), buscaba condenar a todo romano acusado de incitar a los insurgentes a la rebelión, aprovechando la coyuntura para dar rienda suelta a las rivalidades políticas. Los pasajes que poseemos permiten admitir la existencia de una búsqueda no solo de la ciudadanía romana, sino de un auténtico cambio en el statu quo (Dart 2014: 36-37). Asimismo, y quizás como caso literario capaz de diferenciar de un modo claro la búsqueda de la libertas y la pugna por la ciudadanía, tenemos a Estrabón (5.4.2), que escribe en tiempos imperiales, que argumenta que los itálicos fueron primero enemigos, para después ser aliados y, al final, demandar la libertad (ἐλευθερία) y los derechos cívicos (πολιτεία). Es decir, con Estrabón podemos observar la mezcla de ambos móviles durante el conflicto, reflejando la heterogeneidad propia del contingente itálico, así como las diferentes coyunturas en relación al momento bélico. Es curioso que sea contradictorio respecto a lo que opinaba Pompeyo Trogo (Justin. 38.4.13), evidenciándose uno de los hándicaps constantes en el análisis del Bellum Sociale. Asimismo, y en relación a planteamientos alternativos al statu quo, un escritor como Eutropio, aunque del siglo IV d.C., pone énfasis en la búsqueda de una equidad entre romanos e itálicos (5.3.1), del mismo modo que Ovidio, más cercano al contexto, puesto que escribe unos setenta años después del Bellum Sociale, exalta el amor por la libertas en su Amatoria (3.15.8). Por tanto, las evidencias que se nos han conservado analizan la situación en base a dos grandes causas: la libertas y la ciudadanía romana, aunque posibilitando la mezcla de ambas. En ocasiones, como hemos podido observar, tratamos con menciones escuetas y pocas veces vemos un análisis del proceso histórico como el de Apiano. Así, presenciamos una dualidad difícil, pero con elementos que permiten mostrar cierta parcialidad o sesgo del discurso, que subrayan la existencia de una guerra civil, aunque sea de un modo implícito. En cualquier caso, es necesario acercarnos a todo aquello que nos dicen nuestras fuentes antiguas sobre el Bellum Sociale, independientemente de la casuística del mismo, para poder afirmar con mayor rotundidad la presencia de una guerra civil y, por ende, comprender los obstáculos constantes con los que topamos. Al respecto, cabe destacar que, en el marco del Bellum Sociale, los ejércitos itálicos sublevados serían equiparables a los romanos, tanto en equipamiento, logística y técnicas de combate (Gabba 1990: 704). En estas circunstancias, quizás como medio para superar al rival, se observa cómo la guerra “regular” iría dejando paso a una de tipo “irregular”. En efecto, las prácticas bélicas heterodoxas parecen volverse habituales. Así, los textos antiguos informan sobre la proliferación de las traiciones en ambos bandos. Mediante 186

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sendas artimañas los sublevados lograron tomar Venafrum y Nola (App. BC 1.41-42; Liv. Per. 73), en el frente meridional del conflicto, así como derrotar al cónsul P. Rutilio Lupo (cos. 90 a.C.) y al pretor Q. Servilio Cepión (pr. 91 a.C.), en el frente septentrional, en el año 90 a.C. (App. BC 1.43-44; Liv. Per. 73). A su vez, los romanos también hicieron uso de la traición para intentar acabar con el líder marso Vetio Escatón (Macrob. Sat. 1.11.24), que, en el 89 a.C., iba a ser entregado por sus hombres, algo que la mediación de Q. Pompeyo Estrabón (cos. 89 a.C.) paradójicamente impidió, quizás en base al vínculo existente entre ambos líderes militares (Amela 2007: 141). Asimismo, se observa el establecimiento de cruentos asedios, como el sufrido por los romanos refugiados en Aesernia (Isernia), que cayeron por hambre ante los itálicos dirigidos por el ya aludido Vetio Escatón (App. BC 1.41; Diod. 37.19; Liv. Per. 73; Strab. 5.2; Oros 5.18.14), además de quemas indiscriminadas, como la operada, en este caso por Sila, en Aeclanum (Mirabella Eclano) (App. BC 1.51), y de masacres de importantes contingentes, como la sufrida por los samnitas tras ser derrotados por el pretor P. Cosconio (pr. 89 a.C.) (App. BC 1.52-53; Liv. Per. 76; Diod. 37.2), en el marco de la contraofensiva romana del 89 a.C. Este contexto de guerra heterodoxa explicaría la facilidad con la que los líderes marsos Q. Popedio Silón y Vetio Escatón pudieron engañar, respectivamente, a los comandantes romanos rivales, Servilio Cepión y Rutilio Lupo, que acabaron cayendo en sendas emboscadas y encontrando la muerte (App. BC 1.43-44; Liv. Per. 73; Vell. 2.16; Flor 2.6; D.C. 98; Obs. 55; Eutr. 5.3; Sisen. 50; Macrob. Sat. 6.4.15; Oros. 5.18.11-13). El caso de Popedio Silón, que fingió desertar, ofreciendo como garantía a Servilio Cepión dos niños esclavos que hizo pasar por sus propios hijos, sería ilustrativo de la figura del tránsfuga, que debió ser habitual (App. BC. 1.44; CIL 1.708; Liv. Per. 73; Flor. 2.6.12; Eutrop. 5.3.2; Oros. 5.18.14).7 Eso sí, en este sentido, es revelador que, mientras en relación al Bellum Sociale sólo se constatan dos casos de transfuguismo, en el marco de la ulterior guerra civil entre silanos y cinno-marianistas se documenten trece, lo que vislumbraría que el fenómeno fue a más. En relación al Bellum Sociale, cabe destacar la figura de un supuesto hijo de Jugurta, rey de Numidia (116-106 a.C.), que fue exhibido por C. Papio Mutilo ante las tropas númidas del cónsul L. Julio César (cos. 90 a.C.) para provocar la deserción de éstas (App. BC 1.42), así como, sobre todo, la existencia de tránsfugas del ejército romano hacia las filas samnitas (D.C. 30-35.102, 7; Gran. Lic. 35.29).8 7

Amela 2007: 95-96. Quizás se tratara, en parte, de soldados del ejército romano que se pasarían a las tropas de Papio Mutilo tras la toma de Nola en el 90 a.C., aunque también pudieran ser efectivos de otras guarniciones romanas o, incluso, que desertaran a las filas samnitas en otro momento. En cualquier caso, parecería tratarse, mayormente, de contingentes itálicos leales a Roma, 8

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En este sentido, cabría destacar precisamente la capacidad que, en el marco del Bellum Sociale, parecen poseer los comandantes victoriosos para enrolar efectivos entre las tropas vencidas. Este hecho podría ser indicativo de los problemas que los generales tendrían para reclutar tropas y dotarlas de los suministros y del equipamiento adecuado, una situación que se haría endémica en el bando itálico y que lo llevaría a la aprehensión armamentística y al enrolamiento sistemático de los vencidos, algo que, a su vez, sería indicativo de los intensos lazos que unían a romanos e itálicos, así como de la existencia de efectivos aliados entre las tropas romanas (App. BC 1.42; Liv. Per. 72). La aprehensión de armamento, si bien fue una práctica iniciada por los itálicos, también fue adoptada por los romanos, en base a motivos prácticos y logísticos, y más en un momento en el que la guerra bloqueaba los circuitos de distribución (App. BC 1.46). En relación al enrolamiento de tropas vencidas, lo cierto es que fue una práctica principalmente utilizada por los itálicos. Así actuarían después de las victorias logradas en Nola, Canusium, Venusia, en el 90 a.C., o, de un modo más general, ante las comunidades de Apulia, también en ese mismo año (App. BC 1.42). No obstante, si bien, en Nola, los oficiales de las tropas derrotadas fueron ejecutados por su negativa a unirse al vencedor, en el caso ulterior de las comunidades apulias, éstos lo fueron por su simple condición de mandos. La misma suerte acabaron corriendo los miembros del estado mayor de las legiones de Sila que negaron a marchar sobre Roma en el 88 a.C. para expulsar a C. Mario (cos. 107, 104-100, 86 a.C.).9 Sin embargo, los textos no citan ningún caso de deserción en el marco del Bellum Sociale, al contrario de lo que sucedería en las guerras civiles posteriores, a las que, igualmente, algunos textos se refieren con el ambiguo término tumultus (Urso 2001; Golden 2013: 42-48; Wolff 2009: 188; Steel 2013: 80). De hecho, el concepto de Bellum Civile, en detrimento del de tumultus, sería utilizado por primera vez por M. Tulio Cicerón (cos. 63 a.C.) en el año 66 a.C., lo que reflejaría la incomprensión del carácter de esos conflictos civiles por parte de sus protagonistas (Cic. Man. 10.28).10 Asimismo, en el Bellum Sociale, se observan dinámicas de cercanía e, incluso, de camaradería entre romanos e itálicos, que, a pesar de la cruenta guerra que los enfrentaba, evidenciarían los intensos vínculos que los unían. No obstante, para hacer posible el desencadenamiento de una guerra fratricida como el Bellum Sociale, debió producirse un proceso de construcción del enemigo, por el cual ambos bandos, más allá de lo mucho que los unía, destacarían al máximo lo negativo de los estereotipos previos de su rival (Baca puesto que los samnitas pedirían la ciudadanía romana también para éstos. Cf. Wolff 2009: 202. 9 App. BC 1.57. 10 Urso 2001: 129

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2008: 244). Una subversión de principios de tal calibre vendría a reafirmar nuestra creencia de que el Bellum Sociale fue una auténtica guerra civil (Hinard 2011a: 117). En cualquier caso, C. Mario, un romano de origen itálico, natural de Arpinum (Arpino), y el líder rebelde Popedio Silón no podrían evitar protagonizar un episodio de confraternidad (Diod. 37.15.1-2), al igual que ocurriría entre Pompeyo Estrabón y Vetio Escatón, que mantendrían una distendida entrevista, indicio del estrecho vínculo entre ellos y que, a su vez, explicaría la intervención del primero por salvar al segundo de la traición de la que fue víctima por parte de sus mismos hombres en el 89 a.C. (Cic. Phil. 12.27). Al final, la faceta humana, en numerosas ocasiones olvidada, puede constituir la prueba más ilustrativa de la integración, por encima de diferencias culturales, estatutos o comportamientos (Patterson 2012; Roselaar 2012; Rosenstein 2012; Roth 2007; Pfeilschifter 2007). Sin embargo, no es tanto en el Bellum Sociale, sino más bien en su impacto, el momento histórico en el que percibimos la existencia de un punto de inflexión. La radicalización de la violencia política y social que caracterizaría las últimas décadas de la República romana, marcadas por las guerras civiles, debería remontarse al Bellum Sociale que constituiría la primera experiencia de guerra civil en el seno del Estado romano, estableciendo un punto de inflexión en el mos maiorum. En efecto, esa guerra fratricida generaría un cambio en usos y costumbres, al que contribuiría el global de la sociedad romano-itálica, no sólo las élites, protagonista del conflicto (Nippel 1995: 8-9; Morstein 2004: 118). Y es que el mos maiorum, fundamentado en la tradición, se construiría en base al conformismo y la transgresión, que se acentuaría en el marco de una guerra civil (David 1993: 227). La puesta en marcha de un nuevo horizonte ideológico a raíz del Bellum Sociale no sería baladí: las mentalidades forman y educan a las nuevas generaciones. Por tanto, el conflicto entre romanos e itálicos constituiría un acontecimiento fundamental para comprender el contexto posterior (Lintott 1994a: 1-15; Flower 2010a: 91). Los hábitos transgresores surgidos en el Bellum Sociale serían asumidos por la sociedad romana. Así, el asesinato del cónsul Cn. Octavio (cos. 87 a.C.), junto a otros eminentes personajes, tras la contraofensiva cinno-marianista del 87 a.C., cuyas cabezas fueron expuestas en los rostra, mientras que sus cuerpos fueron tirados a las calles de Roma (App. BC 1.71-74; Plu. Mar. 43-44, Sull. 5.6; Liv. Per. 80; Flor. 2.9.13-16; Sall. Hist. 1.67, 19; Vell. 2.22.2-4; Val. Max. 9.2.2, 9.12.4-5; Oros. 5.19.23),11 marcaría un preocupante precedente, que permitiría concebir de manera reiterada episodios similares en los años venideros (De Blois 2007: 146). Igualmente, cabe destacar el carácter humillante y ejemplarizante del triunfo celebrado sobre los itálicos por Pompeyo Estrabón en el 89 a.C., a 11

Broughton 1952: 40, 49-52; Lovano 2002: 47-49; Hinard 2006: 250.

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raíz de su victoria en el frente de Ausculum (Ascoli), sólo explicable a raíz del proceso de construcción del enemigo producida en el Bellum Sociale (Plin. NH 7.135; Val. Max. 6.9, 9; Diod. 43.15.5, 49.21.3; Gell. 15.4.3; Ascon. 14). Ciertamente, a pesar del estrecho vínculo entre romanos e itálicos, el triunfo no se celebraría de iure sobre compatriotas. No obstante, contribuiría a superar ese tabú del mos maiorum, que no consideraba legítimo celebrar ritualmente las victorias logradas sobre conciudadanos, marcando un precedente que llevaría a las sucesivas guerras civiles, cuando los imperatores victoriosos celebraron sendos triunfos sobre sus rivales y compatriotas derrotados (Sánchez Jiménez 1986: 255-268; Amela 2003: 23-24). En elementos como los descritos podemos comprender la necesidad del olvido o del maquillaje, puesto que no se trata de no recordar, sino de no hacer posible o visible la capacidad por oponerse al statu quo o por lograr cambiar el mos maiorum de un modo traumático. En resumidas cuentas, el análisis de los textos antiguos permite observar que el Bellum Sociale es la causa principal de la transgresión más impactante de las directrices del mos maiorum, permitiendo aceptar la cruenta realidad que supone una guerra civil, que es la de asesinar a iguales, a miembros de un mismo credo social e incluso a familiares. El resto de experiencias que vive Roma, incluidas las que se remontan al fatídico 133 a.C., pero también las numerosas campañas bélicas externas, condicionan, pero no pueden explicar la rapidez con la que el mos maiorum cambia de forma, arrastrando el sistema de gobierno (Flower 2010b: 81). Asimismo, traumatiza a una población, generando un mos maiorum mutable y laxo (Gruen 1965: 70), que permite concebir prácticas inauditas. Es por ello que creemos que la solución a los hándicaps que plantean nuestras fuentes se encuentra en el postconflicto. El impacto en los años siguientes permite comprender que estamos ante una guerra civil. Con todo, defendemos que la búsqueda de un olvido interesado o necesario en nuestras fuentes, ya sea porque no implica un modelo a seguir o porque supone un recuerdo traumático en el que la violencia se vuelve la norma, genera que el Bellum Sociale sea observado en la actualidad como un suceso profundamente controvertido. Los estudios actuales son víctimas del análisis de las fuentes antiguas, algo que lleva a no tratar el Bellum Sociale como lo que es, gestando análisis erróneos del pasado que todavía hoy entorpecen el camino a la comprensión de un contexto de violencia enloquecida. Tras el Bellum Sociale nada tiene el mismo sabor y, en cualquier caso, la prueba más clara de que estamos ante una guerra civil es precisamente la dificultad por discernir su auténtico carácter.

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