Buscando el orden oriental. Agencias novohispanas y la invención discursiva de un mundo conectado

July 25, 2017 | Autor: Nino Vallen | Categoría: Self and Identity, Pacific History, Colonial Latin American History, Criollismo
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Descripción

Pasajes de la historia latinoamericana en una perspectiva global.

Intercambios, actores, enfoques. Pasajes de la historia latinoamericana en una perspectiva global

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Universidad de Sonora Directorio Heriberto Grijalva Monteverde Rector Enrique Velázquez Contreras Secretario General Académico María Magdalena González Agramón Secretaria General Administrativa Arminda Guadalupe García de León Peñúñuri Vicerrectora de la Unidad Regional Centro Luz Aydee Cruz Morales Vicerrector de la Unidad Regional Sur Luis Enrique Riojas Duarte Vicerrector de la Unidad Regional Norte María Rita Plancarte Martínez Directora de la División de Humanidades y Bellas Artes Dora Elvia Enríquez Licón Directora de la División de Ciencias Sociales Manuel Ignacio Guerra Robles Director de Vinculación y Difusión Raúl Acevedo Savín Departamento de Desarrollo y Producción Editorial

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Aarón Grageda Bustamante Coordinador

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F1410 .I58 Intercambios, actores, enfoques : pasajes de la historia latinoamericana en una perspectiva global / Aarón Grageda Bustamante [coordinador] -- Hermosillo, Sonora : Universidad de Sonora ; 2014 155p. ; 17x25 cm. ISBN 978-607-518-076-2 Incluye referencias bibliográficas. 1.América Latina - Historia. I.Grageda Bustamante, Aarón, coord. Área de Análisis Bibliográfico, Dirección de Servicios Universitarios, Universidad de Sonora

Intercambios, actores, enfoques. Pasajes de la historia latinoamericana en una perspectiva global Aarón Grageda Bustamante Coordinador Derechos reservados para esta edición D.R. © 2014 Universidad de Sonora Blvd. Luis Encinas y Rosales Hermosillo, Sonora C.P. 83000 Teléfono y Fax (662) 213 3587 www.uson.mx Departamento de Desarrollo y Producción Editorial Universidad de Sonora Edificio de Museo y Biblioteca [email protected] ISBN: 978-607-518-076-2 Diseño de portada: Leonel López Perza Impreso en México/Printed in Mexico

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Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Los viajes a Sudamérica de Gaston Bardet: otro urbanista francés en las pampas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ana María Rigotti

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Los cronistas oficiales de Indias y la integración del Nuevo Mundo en la historia general de España en el siglo XVI. Aportes para la discusión global contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aarón Grageda Bustamante

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Precursor de la Antropología: Matthäus Steffel y su Tarahumarisches Wörterbuch . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 Diana Brenscheidt gen. Jost “Este viaje ha fracasado por el aceite español”. Victor Klemperer, el mundo ibérico y la estrechez de la Modernidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bernd Hausberger

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La globalización del catalanismo de entreguerras: corporaciones americanas para la gestión internacional del activismo separatista . . . . . . . Marcela Lucci

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La redefinición del espacio transpacífico durante la era de los vapores: el caso de las compañías marítimas entre México y Asia (1884-1910) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 Ruth Mandujano López Las Filipinas, zona fronteriza. Algunas repercusiones de su función conectiva y separativa, (1600-1762) . . . . . . . . . . . . . . . . 133 Eberhard Crailsheim Sobre los colaboradores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153

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Universidad Libre de Berlín, Alemania

Introducción n la Suma de geografía, publicada hacia 1519, Martín Fernández de Enciso describe cómo los habitantes de Catay vivían sus vidas sin cambiar de un oficio a otro, en tanto que los hijos seguían igualmente los pasos seguidos por sus padres. Esta situación era yuxtapuesta por el autor, al desconcertante nivel de movilidad social que caracterizaba a la vida rápidamente cambiante del Reino de Castilla, deseando que “plúgiese a Dios que en nuestra España hubiese tan buena orden.”1 Un siglo después, don Rodrigo de Vivero se refirió a Japón de una forma similar para hablar de la organización del orden imperial y del lugar particular de la Nueva España dentro de éste. En su Tratado económico político de lo que concierne a los Gobiernos de España utiliza al país asiático como un espejo para subrayar sus ideas sobre cómo debería ser la relación entre los actores y las partes diferenciadas que conformaban a la Monarquía compuesta de Castilla. “Que pareze confusion nuestra,” escribe, “que gente sin Dios nos muestre a guardar semejantes preceptos”.2 La relación entre las naciones orientales y sus altos grados de civilización jugaron un papel importante en la expansión europea en ultramar. Descripciones clásicas y medievales de ciudades ricas y bien organizadas en el Lejano Oriente inspiraron a los portugueses y españoles para emprender nuevas rutas comerciales y establecer contactos con los altos dirigentes del Oriente. Sin embargo, se argumentará en este capítulo, no puede reducirse el significado de estas imágenes recurrentes a la simple idea de que los europeos persiguieron estas “maravillas

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1 Martín Fernández de Enciso, Suma de Geografía, ed. José Ibáñez Cerdá, Artes Gráficas, Madrid, 1948, pp. 199-200. 2 Rodrigo de Vivero, Du Japon et du bon gouvernement de l‘Espagne et des Indes, ed. Juliette Monbeig, SEVPEN, Paris, 1972, p. 80

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del este” al soñar con especias y oro.3 A continuación se explorará cómo los imaginarios desarrollados por Enciso, Vivero y demás autores, sobre el orden de las sociedades asiáticas, sirvieron como motivos discursivos que reflejan la organización social y espacial del Imperio. Con frecuencia, dichas nociones de orden se usaban en conjunto con topoi literarios relacionados, modelos de interpretación y estrategias retóricas para interpretar geografías imaginadas que presentaban una percepción ideológica de sus entornos. Al proyectar conscientemente dichos valores al espacio, no sólo contribuyeron a la invención del “Otro” en Europa, sino que también transmitieron un mensaje sobre lo que consideraban que debiera ser su papel dentro del orden imperial. La historiografía tradicional sobre la “creación” o “invención” europea de distintos mundos no-europeos, a menudo ha tratado estos procesos como si no estuvieran relacionados. En su estudio sobre la expansión simultánea de Europa hacia Asia y el Nuevo Mundo, Serge Gruzinski busca ir más allá de estas divisiones artificiales, al vincular las experiencias de los portugueses en el imperio chino con aquellas de los españoles en el México azteca.4 Sus esfuerzos corresponden a un interés creciente en el estudio del Pacífico, el cual ha derivado en un incremento en los esfuerzos que buscan arrojar nueva luz al papel poco estudiado de los españoles en la producción de imágenes sobre Asia durante el periodo de 1522-1657.5 Sin embargo, la historia que se cuenta sobre la transferencia de conocimiento desde el Lejano Oriente, vía el Nuevo Mundo, hacia Europa, muchas veces ignora que para que esta información llegara a su destino, primero tenía que cruzar el continente americano. Tomando a la Nueva España como un punto de encuentro entre personas, ideas y bienes, este capítulo explora a continuación, cómo algunos habitantes del Virreinato combinaban imaginarios tradicionales con otros recientemente adquiridos sobre el Oriente, en sus luchas contra la marginalización y con el fin de reforzar su propia empresa.6 3 Joan-Pau Rubiés sugiere que es en efecto insuficiente identificar únicamente tradiciones, en tanto que los agentes históricos en sí nunca las adoptaron por completo. Argumenta por lo tanto que se debería estudiar en contrapartida, los cambios y las distintas interpretaciones en sus contextos históricos, incluso a contra luz de las actitudes mentales (Travel and Ethnology in the Renaissance: South India Through European Eyes, 1250-1625. Cambridge University Press, Cambridge, 2000, pp. 35-40). 4 Serge Gruzinski, L’Aigle et le Dragon: Démesure européenne et mondialisation au XVIe siècle. Editions Fayard, Paris, 2012. 5 Christina H. J. Lee (ed.), Western Visions of the Far East in a Transpacific Age, 1522-1657. Farnham, Ashgate, 2012, pp. 1-16. Véanse también las contribuciones de Edward R. Slack Jr. (“Orientalizing New Spain: Perspectives on Asian Influence in Colonial Mexico”, Análisis, 15, 43 (2012), pp. 97–127; Ricardo Padrón (““A Sea of Denial”: The Early Modern Spanish Invention of the Pacific Rim”, Hispanic Review, 2009, 77, 1-27); y Alberto Baena Zapatero (“Nueva España a través de sus biombos”, en Orbis incognitus, ed. Fernando Navarro Antolín, Universidad de Huelva, Huelva, 2008, pp. 441-450). 6 Cfr. José A. Mazzotti, ed. Agencias criollas: la ambigüedad “colonial” en las letras hispanoamericanas, Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000.

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Este trabajo enfocará principalmente dos casos significativos. El primero se refiere a la Relación de la Jornada de Cíbola, escrito por Pedro de Castañeda de Nájera en los inicios de la década de 1560; el segundo, al Tratado de Vivero, que data de la primera mitad de la década de 1630. Al situar ambos textos en el entorno cultural específico de la praxis política del Imperio Español, revelaré cómo los imaginarios y los conocimientos del Oriente se usaron para moldear las representaciones espaciales del Nuevo Mundo, sirviendo, al mismo tiempo, como herramienta discursiva para reflejar sus propios ideales sobre la organización del orden imperial. En vez de empezar esta contribución con una descripción exhaustiva de la larga tradición de textos que confirman el hecho de que las sociedades asiáticas eran ordenadas y civilizadas, se comenzará con una breve discusión sobre cómo el significado de la noción de orden fue definido por una tradición cosmológica europea.7 Esta perspectiva mostrará distintos matices de los modelos retóricos, las estrategias sociales y los intereses políticos que determinaron qué elementos de la noción tradicional de orden eligieron ambos autores aquí empleados para reflexionar a través de su propia labor sobre un “otro constitutivo”. Pensando el orden en un universo en movimiento En la Península Ibérica, siglos de conflictos civiles y cambios desconcertantes ayudaron a desarrollar una práctica política que alentó a personas de orígenes y clases sociales distintas a diseñar sus propios esquemas interpretativos sobre el estrecho orden social en que vivían. En sus cartas, tratados legales, crónicas, novelas caballerescas, relatos de viajes y manuales prácticos, muchos autores discutieron con sus rivales políticos sobre las relaciones entre el Rey y sus vasallos, el lugar de las personas dentro del orden y las oportunidades de movilidad social. Más que meras construcciones ideológicas y reflexiones superfluas, estos textos mantenían una relación íntima y dialéctica con una realidad sociopolítica en constante movimiento, la misma que los autores buscaban cambiar al incitar a otros a la acción.8 A pesar de las diferencias entre estos trabajos, es posible discernir ciertas características de una tradición, dentro de la cual actuaban estos mismos actores, de las es7 En el contexto de Castilla encontramos referencias de este tipo en textos de la baja Edad Media como la General estoria de Alfonso X, El libro de Marco Polo (ca. 1298), La flor de las ystorias de Orient de Hayton (ca. 1307), el Libro de las maravillas del mundo de Mandevilla (posterior a 1357) y El libro del conoçimiento (ca. 1385). 8 Dicha relación dialéctica ha sido estudiada en períodos y lugares distintos, por ejemplo Julian Weiss, The ‘Mester de Clerecía’: Intellectuals and Ideologies in Thirteenth Century Castile. Woodbridge: Londres, 2006; Jesús D. Rodríguez Velasco, Ciudadanía, soberanía monárquica y caballería: Poética del orden de caballería. Ediciones Akal, Madrid, 2009 y Rolena Adorno, The Polemics of Possession in Spanish American Narrative. Yale University Press, New Haven/Londres, 2007.

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trategias sociales que estaban a su alcance para lograr ciertos intereses políticos y de los materiales e imágenes simbólicas que determinaron su experiencia y representaciones de la alteridad. Durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna, la noción de orden que desplegaban los europeos se obtuvo en primer lugar de la visión clásica del cosmos ordenado. Según Aristóteles, el cosmos constituye una creación uniforme y armónica, en donde cada parte refleja la estructura del conjunto.9 Argumentó además que cada cosa posee un principio generativo del cual se deriva la inclinación a moverse en dirección al lugar que le corresponde a su potencial inherente. A partir del siglo XII, el pensamiento aristotélico empezó a difundirse paulatinamente por Europa. Juristas, teólogos y escritores con intereses más prácticos se apropiaron estas ideas y las enlazaron con una tradición divergente, definida por el trabajo de los estóicos, los pensadores romanos y los Padres de la Iglesia. En la Suma Teológica de Santo Tomás, así como en las Siete Partidas de Alfonso X, la idea de que de la Naturaleza procede una moral inmutable fue la base de una construcción ideológica del orden social que, conscientemente, tomó el ejemplo de la naturaleza y la ley natural como su base principal.10 En correspondencia con la definición de San Agustín respecto al orden como “la clasificación de las cosas iguales y desiguales que asigna a cada cual su posición adecuada”, ambas obras presentan una visión de la sociedad con una jerarquía estricta, en donde todos los miembros cumplen con sus propias tareas para el bien común de la república.11 Con el objetivo de reforzar la unión de la entidad social y hacer hincapié en la relación entre el microcosmos y el macrocosmos, el cuerpo humano se convirtió en un modelo importante de la estructura del Reino. Dentro de este organismo social se preservó la posición central para el Rey, quien debía proveer la justicia con que se mantenía la paz y la estabilidad en la sociedad, así como la cabeza o el alma proveían el vigor que sustentaba al cuerpo. Este cuerpo estaba formado por el pueblo, y en su interior cada uno ocupaba el lugar que correspondía a sus cualidades naturales específicas. Es más, cada persona debía contribuir, a su propia manera, a honrar, proteger y engrandecer a Dios, a su señor 9 Para una discusión a profundidad sobre esta tradición cosmológica y sus aplicaciones políticas véase: Nicolás Wey Gómez, The Tropics of Empire: Why Columbus Sailed South to the Indies, MIT Press, Cambridge, Massachusetts/ Londres, 2008. Véanse también: Anthony Pagden, “The School of Salamanca and the ‘Ius Naturae’”, en Mediaeval and Renaissance Studies on Spain and Portugal in Honour of P.E. Russell, ed. F.W. Hodcroft et al. Society for the Study of Mediaeval Languages and Literature, Oxford, 1981, pp 157-160. 10 Véanse Alfonso X, Segunda Partida, Título IX, Ley 1; ó la Cuarta Partida, Título XXIV, Ley 1. 11 Agustín, La ciudad de Dios, lib. 19, cap. 13.

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natural y a su patria, con el fin de demostrar su lealtad a ellos. Aunque la tendencia hacia la centralización de la autoridad monárquica que inspiró este modelo fue objeto de fervientes debates, la importancia de la función del Rey permaneció incuestionable. Nobles y oligarquías municipales que se quejaron de los monarcas, que trataban de intervenir en sus jurisdicciones locales, eran perfectamente conscientes de que sin su ayuda, sería mucho más difícil reunir y proteger sus propias posesiones. De hecho, el pacto social que se estableció entre el Rey y su pueblo se basaba en la responsabilidad del primero, de mover a los actores individuales a la posición en la sociedad que se merecían.12 La creencia de que las cualidades de una persona deberían determinar su lugar dentro del orden social o del orden histórico mundial, tenía consecuencias ideológicas y prácticas importantes respecto a la institucionalización de la distribución de honores y propiedades. Iniciativas por parte de los monarcas de Castilla para crear mecanismos de promoción social provocaron discusiones sobre las cualidades que distinguían a un grupo social de otro.13 Aquellos debates no sólo se referían al conjunto específico de virtudes y los conocimientos correspondientes que una persona debería tener para poder cumplir con su cargo, sino también al hecho que factores externos, como sexo, linaje y alimentación determinaran la conducta de una persona y sus habilidades para vivir una vida virtuosa. Aún más contenciosas eran algunas cuestiones sobre las posibilidades individuales para escapar de dichas restricciones por medio de edificaciones y ejemplos adecuados. Los defensores de la movilidad social argumentaban que sí era posible mejorar las posiciones individuales a través de un aprendizaje activo, mientras que sus opositores argumentaban que eso iba en contra del orden natural y que la educación estaba únicamente destinada a llenar de la mejor forma posible las tareas asignadas por Dios. Tales ideas sobre la organización del orden y el lugar del individuo dentro de él tuvo también un efecto significativo sobre las nociones del Otro. Por un lado, ya durante la Edad Media la gente solía percibir las diferencias obvias entre las naciones y sus cualidades divergentes en 12 Bernard Lavallé, “El criollismo y los pactos fundamentales del imperio americano de los Habsburgos”, en J. A. Mazzotti, op. cit., pp. 37–53. 13 Estos conflictos fueron, hasta cierto punto, el resultado de la necesidad de la monarquía de poseer una caballería y una hidalguía civiles, para realizar deberes militares y administrativos. En el Nuevo Mundo, el sistema de encomienda y la costumbre de premiar a la gente con funciones provocó cuestionamientos similares, respecto a que que hacía de un súbdito un candidato apto para ascender en los diferentes estados del cuerpo social. Para el siglo XV vid: Jesús D. Rodríguez Velasco, El debate sobre la caballería en el siglo XV. La tratadística caballeresca castellana en su marco europeo. Junta de Castilla y León / Consejería de Educación y Cultura, Salamanca, 1996.

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términos de una cosmología aristotélica e hipocrática.14 De esta tradición vino la idea acerca de la existencia de una conexión directa entre las circunstancias climatológicas de un lugar y las características fisiológicas de las personas que lo habitaban, las cuales, a su vez, influían en su desarrollo cultural y su capacidad para gobernar. En el curso del siglo XVI, los españoles desarrollaron esquemas de la jerarquía de las naciones cada vez más elaborados, tratando de resolver los desafíos intelectuales y legales que surgieron de la exploración y conquista del Nuevo Mundo. En ellas, indicadores divergentes del nivel de desarrollo cultural, tales como el derecho, las constituciones políticas y un sistema de educación y ciencia, se usaron para definir un nuevo orden que incluía tanto a los españoles mismos como a los indios u otros noeuropeos. Por otro lado, en la literatura medieval de viajes se utilizaba al ‘otro constitutivo’ como un espejo que el viajero y sus lectores podían usar para reflexionar sobre su propio mundo. Pedro Tafur, por ejemplo, subraya en la introducción de sus Andanças (ca. 1453) la importancia de visitar países extranjeros: É no ménos porque, si acaesçe fazer retorno despues del trabajo de sus caminos á la provinçia donde son naturales, puedan, por la diferencia de los governamientos é por las contrarias qualidades de una naçion a otra, venir en conosçimiento de lo más provechoso á la cosa pública é estableçimiento della, en que principalmente se deben trabajar los que de nobleza no se querrán llamar enemigos. (1-2)

En la Suma de geografía de Enciso ambas tradiciones se entremezclan, ya que el autor combina la cosmografía geométrica y descriptiva, basada en las obras recientemente recuperadas de Ptolomeo y Estrabón, para presentar una imagen del mundo y de sus habitantes. Su trabajo se basa primeramente en los “climas” o zonas latitudinales en donde ubica los lugares que describe. Al mismo tiempo, usa el periplo para llevar al lector en un recorrido por estos mismo lugares, dando descripciones de las personas que residen allí (como es el caso con sus historias sobre Alejandro Magno o sobre los chinos), para poner ante sus lectores ejemplos del buen orden y conducta personal.15 En el curso del siglo 14 Véanse por ejemplo las descripciones sobre el Tibet en el Libro de conosçimiento de todos los rregnos et tierras et señorios que son por el mundo, et de las señales et armas que han, eds. María Jesús Lacarra et al., Zaragoza, Institución “Fernando el Católico” / CSIC, 1999. pp. 82-83. También: Wey-Gómez, op. cit., pp. 293-334. 15 Sobre el mensaje político de Enciso vid: Andrés Prieto, “Alexander and the Geographer’s Eye: Allegories of Knowledge in Martín Fernández de Enciso’s Suma de Geographia (1519),” Hispanic Review, 2010, 78, pp. 169–188.

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XVI, las técnicas que Enciso utiliza en su cosmografía se difundían rápidamente por toda Europa. De hecho, la corona española promovió activamente su aplicación, en un intento de obtener más información sobre sus territorios inmensos, así como de partes del mundo todavía desconocidas.16 Los ejemplos ofrecidos en trabajos similares a los de Enciso, junto con la creciente valoración de las descripciones geográficas, influyeron en las estrategias elegidas por los actores aquí estudiados, quienes buscaban las mejores maneras de presentar sus consejos y preocupaciones ante las autoridades reales. Ordenando las naciones del norte En los inicios de la década de 1560, Pedro de Castañeda de Nájera registró su versión de los eventos ocurridos dos décadas antes, en su Relación de la Jornada de Cíbola. Originario de Baeza, Castañeda había llegado al Nuevo Mundo en busca de aventuras y de una vida mejor. Sin embargo, como subraya en la introducción de su reporte, no había logrado realizar ni lo uno ni lo otro. Afectado por una enfermedad desafortunada, su participación en la expedición de Coronado terminó en San Miguel de Culiacán, desde donde escribió su reporte. En lugar de la gloria y la riqueza con las que había soñado, su vida en aquel establecimiento aislado fue determinada por las dificultades que atravesó, la pobreza y los levantamientos indígenas. No obstante, las cosas hubieran podido ser completamente diferentes, si tan sólo sus viejos compañeros hubieran hecho las cosas a su manera. Al escribir sobre sí mismo y sobre los demás miembros de la expedición relata: “lloran sus coraçones por [h]aber perdido tal oportunidad de tiempo”.17 Los sentimientos de Castañeda reflejaban un nuevo espíritu conquistador que había remplazado la gran desilusión de la región del norte durante la primera década después del regreso a México de la expedición. Atraídos por la plata y las almas, conquistadores, colonos y misioneros franciscanos competían de nuevo unos con otros por sus derechos en la región.18 Dichos intereses fueron estimulados por la decisión de la Corona de encomen16 Respecto a la popularidad de las sumas, regimientos, artes y tratados de geografía, cosmografía y navegación, vid: Mariano Cuesta Domingo, “Pedro de Medina y su obra.” Revista de Historia Naval XVII, no. 67, 1999, 7–35. Los esfuerzos de la Corona española por elaborar la cartografía de sus territorios son estudiados, entre otros por María M. Portuondo, (Secret Science: Spanish Cosmography and the New World. University of Chicago Press, Chicago, 2009). 17 Pedro de Castañeda de Nájera, “Relación de la jornada de Cíbola” en Documents of the Coronado Expedition, 1539-1542, eds. Richard Flint y Shirley Cushing Flint, Southern Methodist University Press, Dallas, 2005, pp. 435–93, aquí 437. 18 Maria J. Sarabia Viejo, Don Luis de Velasco: virrey de Nueva España, 1550-1564. Escuela de Estudios HispanoAmericanos, Sevilla, 1978, pp. 453–460; Carlos Sempat Assadourian, Zacatecas, conquista y transformación de la frontera en el siglo XVI: minas de plata, guerra y evangelización. El Colegio de México / Centro de Estudios Históricos, México DF, 2008, p. 66.

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dar al Virrey de la Nueva España, don Luis de Velasco, que empezara a organizar las expediciones hacia Florida y las Molucas. Junto con Alonso de Zorita, Oidor de la Real Audiencia, el Virrey comenzó a investigar las expediciones previas realizadas en el norte, para poder así reunir testimonios visuales y recomendaciones que permitieran preparar nuevos viajes de exploración. Según Dennis Flint, es probable que el antiguo conquistador haya compilado su Relación por orden de uno de estos hombres.19 De los distintos lugares que Castañeda describe en su reporte, el lugar con el grado más bajo de “poliçia” lo encuentra en Culiacán. Localizado en el extremo exterior, tanto de la esfera de influencia española como de las culturas mesoamericanas, describe la zona como una “tierra de guerra”, en la que los pueblos nómadas que allí vivían carecían de cualquier forma de civilización, tenían una naturaleza violenta, comían carne humana, practicaban idolatrías y eran polígamos u homosexuales flagrantes. Castañeda compara esta situación con las grandes llanuras del norte, donde la gente vivía en más orden. El texto explica que esta diferencia fue el resultado de la existencia de dos fronteras naturales, creadas por formaciones montañosas y ríos que impedían el fácil acceso a las llanuras. En tiempos históricos, estas fronteras y los espacios inhabitados que se encontraban entre ellas, impedían a la gente a viajar de norte a sur y viceversa. Castañeda argumenta que es por ello que, hasta ese día, existían diferencias notables entre la gente de Culiacán y la gente del norte, quienes llegaron desde Asia al Nuevo Mundo por medio de un puente terrestre y preservaron algunas de sus características culturales. Desde que los primeros europeos encontraron las costas de las Américas, existía la creencia que el continente estaba de cierta forma ligado al Viejo Mundo o, más precisamente, a la gran área geográfica que los contemporáneos conocían como la Gran India o la India Mayor. Durante la década de 1530, este tipo de creencias se fortaleció a causa de los rumores sobre los viajes realizados en las regiones del norte por Álvar Núñez Cabeza de Vaca y por fray Marcos de Niza. En los recuentos de su viaje, el primero sugiere que las costas del oeste eran más abundantes en riquezas que las costas del este, y que la gente que vivía en las vecindades del Mar del Sur era más civilizada.20 Según el obispo de México, fray Juan de Zumárraga, fray Marcos confirmó esta imagen, mientras le contó también que había oído una “historia de camellos y dromedarios y de otras ciudades más grandes que ésta de México”.21 19 P. de Castañeda, op. cit., p. 380. 20 Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y comentarios. Calpe, Madrid, 1922, p. 140. 21 Citado en Henry R. Wagner, “Fray Marcos de Niza”, New Mexico Historical Review 9, 2 (1934), p. 223.

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En su propio recuento, Castañeda se reapropia de ciertas ideas e imágenes comunes entre sus contemporáneos para crear su propia geografía cultural imaginaria de las Grandes Llanuras. Al igual que fray Marcos, él creía en la existencia de un puente terrestre sobre el cuál escribió “como esta tierra de la Nueva España es Tierra Firme con el Perú ansi lo es con la India Mayor o de la China, sino que por esta parte [h]aya extrecho que la divida”.22 Posteriormente, reformula la escala de variación de la civilización que podía encontrarse en los reportes de Cabeza de Vaca y de fray Marcos para argumentar que el nivel de civilización incrementaba al viajar en dirección noroeste hacia el pueblo de Cíbola. Este era el primero de un conglomerado de sesenta y seis pueblos que yacían dispersos junto al pueblo de Tiguex en las dos orillas del río del mismo nombre, que atravesaba las llanuras. Según Castañeda, toda la gente en estos pueblos comparten las mismas características. Son muy inteligentes, usan largas mantas para cubrir su sexo y los hombres se casan con una sola mujer. Además, el consejo que los gobernaba y les mostraba cómo vivir, constituido por viejos y sacerdotes, parecía ser muy productivo, ya que no había ebriedad, homosexualidad o sacrificios, y la gente no robaba ni comía carne humana. Finalmente, escribió que podían encontrarse ciertas trazas de conciencia cristiana, ya que la gente formaba cruces como señal de paz. Esto lo lleva a concluir que: Segun son poca gente y tan diferençiados en trato[,] govierno y poliçia de todas las naçiones que se [h]an visto y descubierto en estas partes de poniente son venediços de aquella parte de la India Mayor que cae su costa debaxo del poniente de esta tierra que por aquella parte pueden [h]aber baxado atravesando aquellas cordilleras baxando por aquel rrio abajo poblando en lo mejor que les pareçia.23

Pero la gente de Tiguex no fue la única en cruzar este puente terrestre. Castañeda hace un reporte sobre los Teyas, quienes comían la carne cruda del bisonte que cazaban y parecían “alarabes [Arabes] con sus tiendas y [h]arrias de perros aparejados con lomillos”.24 Esta nación errante se convirtió, literalmente, en un intérlope entre el orden y el desorden de Catayo o Barbaria, descritos por ejemplo por Marco Polo en su Il milione. Al mismo tiempo, los utiliza para introducir al pueblo de Quivira, quienes se parecían a los Teyas en vestimenta y costumbres. 22 P. de Castañeda, op. cit., 470. 23 Ibid., p. 478. 24 Ibid., p. 479.

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Al inicio de su reporte, Castañeda explica que buscaba hacer una distinción más entre las regiones de Tiguex y de Quivira. Explica al lector que al hacer esto se volvería claro “que meresca lo uno estar poblado de españoles y lo otro no, [h]abiendo de ser a el contrario quanto a cristianos porque en los unos [h]ay rraçon de hombres y en los otros barbaridad de animales y mas que de bestias”.25 Según este conquistador, Tiguex estaba localizado del lado oeste de las llanuras, en un área tan remotamente habitada que no es de interés para ningún conquistador. Sin embargo, para los misioneros, el alto nivel de civilización que muestra esta gente desde un inicio, ofrecía muchas posibilidades de enseñarles la verdadera fe. El pueblo también podría servir como punto de partida de exploraciones hacia las direcciones desde las cuales vinieron sus habitantes. Quivira, por otro lado, estaba ubicado en una región altamente poblada donde a la gente le desagradaban los misioneros, de los cuales asesinaron a uno. Esta era por lo tanto la dirección en la cual debían ir los conquistadores. Hemos descrito cómo, en la narración de Castañeda, la noción de orden ayudó a formar su descripción de una parte del continente americano que él y sus contemporáneos no conocían mas que parcialmente. Usando distintos indicadores de orden y policía, como viviendas, vestidos, formas de alimentación, leyes e inteligencia, creó una jerarquía de naciones medianamente civilizadas, cuyos emplazamientos en el área estaban determinados en gran medida por las circunstancias y los límites naturales. Así, divide claramente esta parte del mundo entre conquistadores (a los que él pertenecía) y franciscanos, con el objetivo de ofrecerle al Virrey o al Rey una solución para resolver los conflictos entre estos dos grupos y para inspirar una entrada militar en una región en la cual los españoles todavía esperaban encontrar una gran civilización. Sedas y orden La diferencia entre Pedro de Castañeda y Rodrigo de Vivero de Aberruza no podría haber sido mayor. Mientras que el primero pasó sus días pensando en la miseria que sus esfuerzos por migrar al Nuevo Mundo le habían traído, el segundo disfrutaba la gratificación de una vida emocionante y exitosa. Perteneciendo a una de las familias más afortunadas, y mejor relacionadas de la Nueva España, Vivero había entrado a la administración del Imperio a muy temprana edad. Durante 25 Loc. cit.

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casi cinco décadas, sirvió al monarca en Nueva España, Castilla, Portugal, Nueva Vizcaya, las Filipinas y Panamá.26 Después de naufragar en su regreso de Manila a la Nueva España en 1609, viajó a Japón y visitó la corte imperial, donde fue personalmente responsable del breve acercamiento entre el Tokugawa shogunate y el Virreinato.27 El gran prestigio que gozaba en ambos lados del Atlántico le ayudó a elevar su estatus al de un noble, primero como Vizconde de San Miguel y después como Conde del Valle de Orizaba. Como sugiere esta corta descripción de la carrera de Vivero, la relación de la Nueva España con la Costa del Pacífico experimentó varios cambios después de que Castañeda escribiera su reporte. Finalmente el sueño de los españoles de establecer una conexión con el oriente se había convertido en realidad y, desde inicios de la década de los setenta del siglo XVI, se mantuvieron contactos más o menos regulares entre puertos y regiones interiores en ambos lados del Océano Pacífico. La llegada de personas, objetos, arte y vestidos de origen asiático cambiaron la vida en el Nuevo Mundo y contribuyeron a un proceso continuo de hibridación racial y cultural. Estos acontecimientos también afectaron la manera en que los habitantes de la Nueva España percibían los cambios del orden global y del rol particular del Virreinato dentro de este orden. Por ejemplo, en el famoso poema sobre la Grandeza mexicana (1604), Bernardo de Balbuena describe las conexiones comerciales de la ciudad con distintas partes del mundo, así como la gran diversidad de productos que se importaban. Esto lo llevó a señalar que: “México al mundo por igual divide, / y como a un sol la tierra se inclina / y en toda ella parece que preside”.28 En su Tratado económico político de lo que concierne a los Gobiernos de España, Vivero trata de lidiar, a su manera, con los efectos de los flujos cambiantes de personas y mercancías.29 Mientras que Balbuena y muchos de sus contemporáneos se mostraban ansiosos de celebrar la posición privilegiada del Virreinato dentro de estos nuevos circuitos globales, el Conde tomó una posición más crítica. Como señaló Juliet26 Gonzalo Aguirre Beltrán, “Orizaba: nobles criollos, negros esclavos e indios de repartimiento,” La Palabra y el Hombre, 72, 1992, pp. 39-66. 27 Lothar Knauth, Confrontación transpacífica: el Japón y el Nuevo Mundo hispánico, 1542-1639, UNAM / Instituto de Investigaciones Históricas, México DF, 1972, pp. 174–216. 28 Bernardo de Balbuena, Grandeza mexicana del bachiller Bernardo de Balbuena. M. Ocharte, México DF, 1604, p. 79. 29 Fueron consultadas dos versiones distintas de estos textos. La primera es una copia realizada por Juan Bautista Muñoz, conservada en la Real Academia de la Historia, en Madrid (Colección Muñoz, V.10 (9-4789)). Una segunda versión, más elaborada, fue publicada por Juliette Monbeig, la cual contiene mayor número de referencias y una estructura completamente reordenada, vid: R. de Vivero, op.cit.).

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te Monbeig, sus críticas se basaban en gran medida en la discusión de Pedro Fernández de Navarrete sobre el estado del Imperio, titulado la Conservación de monarquías (Madrid, 1626).30 Vivero había seleccionado de este trabajo los temas más apropiados para reconsiderarlos desde una perspectiva predominantemente americana. Además, en este proceso de reapropiación introdujo sus propias experiencias sobre y dentro del Pacífico como una dimensión que está prácticamente ausente en el análisis de Navarrete. Se centra principalmente en Japón, el cual utiliza como espejo para reflejar los problemas que amenazaban la estabilidad de la monarquía compuesta de los Habsburgo, y particularmente al Virreinato. El Tratado empieza con una comparación entre las costumbres de administración de la justicia, tanto retributiva como distributiva, de España y Japón. Según Vivero, una de las tareas principales del Rey es “probeher el oficio y darle lo que menester sin tratar de acomodar la persona”.31 A aquellos individuos que no dispusieran de las calidades y partes necesarios para gobernar, no podrían concedérseles ningún cargo, menos aún cuando se encontraran en un reinado al cual no pertenecieran. Como lo había demostrado la experiencia, no sólo se consideraba que un mal gobernador explotaría a los habitantes de dichas tierras, sino que también representaba un ejemplo dañino de mala conducta ante el pueblo. Por lo tanto, un administrador “ha de ser prudente, christiano, justo, conforme a las leyes naturales y divinas, porque contra ellas no deve sujecion el subdito”.32 Para dar una idea de cómo encontrar a dichas personas, el texto describe el trabajo de dos secretarios que aconsejaban al emperador japonés sobre las cualidades y habilidades de sus oficiales. Ellos elegían candidatos adecuados y les preguntaban si estaban de acuerdo en cumplir con sus obligaciones y las reglas de la ley. Sólo después de aceptar estos cumplimientos se les instalaba y se les otorgaba un salario suficiente para disuadirlos de desarrollar alguna otra empresa privada. Cualquier tentación que estos administradores pudieran tener que contradijera los deseos del emperador se reprimían por un sistema legal riguroso e inclemente. En un intento por demostrar las ventajas que tendría un Rey que actuara firmemente, Vivero narró que presenció cómo un ladrón fue sentenciado a muerte tan sólo tres horas después de 30 Pedro Fernández Navarrete, Conservación de Monarquías y discursos políticos sobre la gran consulta que el consejo hizo al señor Rey Don Felipe Tercero, Imprenta Real, Madrid, 1626. 31 R. de Vivero, op cit., p. 78. 32 Loc. cit.

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que asaltara a uno de sus marineros. A pesar de que intentó convencer al alcalde de imponer una sanción diferente, él le explicó que ninguna persona en el Reinado se atrevería a actuar en contra de los deseos del Emperador, ni su “propio hermano”, pues esto era en si considerado un crimen capital. Las objeciones iniciales de Vivero ilustran cómo dicho rigor legal lo alarmaba y lo atraía simultáneamente. De hecho, en 1610 había descrito estas prácticas como ejemplos de la “tiranía” de los japoneses y de la opresión de sus súbditos; algo que se podría resolver con la introducción de la cultura cristiana.33 Sin embargo, dos décadas después, los roles se habían invertido. No fueron los españoles quienes proveyeron el ejemplo ideal, sino los japoneses y su sistema político quienes aseguraron que “en gran suma de años havia savido que ningun governador ni virrey hubiese tenido trato ni contrato, ni sacado mas que algo de su salario si les sobraba. Que pareze confusion nuestra que gente sin Dios nos muestre a guardar semejantes preceptos”.34 Adentrándonos un poco más en el texto de Vivero, éste nos refleja de nuevo la asociación entre su propia experiencia en Japón y una literatura clásica griega y romana para discutir el comportamiento de los habitantes de la nación española. En lo que parece ser una conversación más íntima, el Secretario Mayor del Emperador japonés confió al ex-Gobernador de las Filipinas que dos aspectos de la conducta española habían disuadido a su señor de hacer negocios con ellos.35 El primero fue la falta de humildad con la cual le habían pedido algunos favores. El segundo era el hecho de que usaran vestimentas distintas cada dos años. De este último temía que fuese un indicador de que sus gobernantes fueran tan caprichosos en sus políticas como sus súbditos eran en sus elecciones de vestimenta; el autor observa que, contrariamente, las vestimentas de los japoneses, así como sus leyes, habían sido las mismas desde hacía más de mil años. A través de este diálogo, Vivero saca a colación un tema que ya había sido discutido extensamente por Fernández de Navarrete: esto es, las consecuencias traídas por los costos excesivos relacionados con los nuevos trajes adquiridos, celebraciones de galas, el uso de carruajes y el número excesivo de criados que debían mantener.36 Con el fin de denunciar estas costumbres, aunó las observaciones japonesas a las referencias de Séneca, Tácito y Virgilio sobre el carácter moderado de la gente en el poder. Vivero 33 Discursos de d. Rodrigo de Vivero i Velasco primer conde del Valle de Orisaba. Carta a V. Magd. de Guadalajara de 27 de octubre de 1610. Real Academia de la Historia, Colección Muñoz, V.10 (9/4789), ff. 98v-100v. 34 Ibid., p. 80 35 Ibid., pp. 94-97. 36 F. de Navarrete, op. cit., pp. 287-356.

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suponía que el Rey debía dar a sus súbditos el ejemplo correcto y lo confronta al afirmar que “la grandeza de los reyes no se funda en recamaras y sedas.” Por el contrario, son los esfuerzos de los monarcas para salvaguardar el orden y mantener a la gente en su estado adecuado que deberían causar “tanto respecto y venerazion que todos tiemblan de ella”.37 Además de las acciones del monarca, las preocupaciones de Vivero se referían también a la situación de la Nueva España. Por la misma fecha en la que escribió su reporte, el dominico inglés, Thomas Gage, observó durante su viaje a través de la región que “tanto hombres como mujeres son excesivos en su vestimenta, usando más seda que paño o tela”.38 Ante la mirada del Conde, tal abundancia era la causa de la pereza entre los habitantes del Virreinato. Pero este fue tan sólo el primero de muchos problemas que señaló y que surgieron de la posición clave de la Nueva España en la ruta Madrid-México-Manila. El comercio entre Manila y Acapulco estimuló el fraude entre oficiales reales y comerciantes, que trabajaban juntos para socavar las regulaciones contra el escape de plata emitidas por la Corona. Además, los soldados que viajaban de España a las Filipinas, atraídos por las riquezas que se encontraban en el camino, desertaban con frecuencia de sus compañías para unirse al número creciente de vagabundos que erraban, sin respeto alguno a la ley y contaminaban la imagen de la población criolla. Factores similares al descrito estimularon también la llegada de extranjeros, a los cuales despreciaba aún más. Profiriendo su frustración ante el apoyo aparente que la Corona le propiciaba a dicho grupo, exclama: [...] y si el turco, el moro, el japon y el chino viven en quietud y la tienen con no admitir en sus tierras estranjeros ¿porque España no hara lo mesmo?, que traer de Francia, de Flandes, de la China sino trompas de azabache, pitos, espejuelos y muñecas conque nos engañan como a niños y llevan a ferias oro y plara que cuestan los ginoveses y sus tirnaos logros y tratos a la Corona real y a España digalo la esperiencia de tantos millones como se les han devido y pagado sin que cause escarmiento berlos enrriquezer con nuestra sangre.39

En esta lamentación sobre las costumbres del comercio español, Vivero invierte casi literalmente la visión de Balbuena sobre las conexio37 R. de Vivero, op. cit., p. 96. 38 Thomas Gage, The English-American: A New Survey of the West Indies, 1648, ed. Arthur P. Newton, Routledge, London, 2004, p. 85. 39 R. de Vivero, op. cit., p. 108.

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nes de México con las cuatro partes del mundo. Al final de su reporte se vuelve evidente que esta opinión no tuvo nada que ver con el aprecio de su tierra natal, ya que elogia abundantemente la grandeza de la tierra, de su naturaleza y de sus habitantes. Lo que argumenta entonces es una reconceptualización rigurosa del orden geopolítico y del lugar particular del Virreinato en éste. Es con este fin que intenta reorganizar los flujos de bienes y de personas que se mueven a través del Imperio y más allá de sus fronteras. Se suponía que la Nueva España estaba parcialmente cerrada a influencias externas que pudieran poner en riesgo su estabilidad y su orden interno. No era necesario importar productos, tales como vino, aceitunas, carne y seda, ya que el territorio americano era capaz de proveer alternativas adecuadas. Además, recurre al Rey para expulsar a los extranjeros, debido a que sus lealtades aún pertenecían a sus lugares de origen y no al territorio americano ni al Rey. Finalmente, propone aislar el Virreinato, como lo había hecho Japón ante Corea, cerrando el puerto de Acapulco para continuar con el apoyo y el comercio con Filipinas y China desde Cádiz o Lisboa, fuese por el Estrecho de Magallanes o el (aún por descubrir) Estrecho de Anián. Con su apelación para reorganizar el orden imperial, Vivero respalda conscientemente la posición central de España dentro del espacio imperial o, en los términos metafóricos del autor, en el corazón de una tela de araña tejida por fuera de las leyes y emitida por el monarca. Frustrado por el desorden de una sociedad situada en un cruce entre caminos, le parecía que una observación más estricta de los principios de la ley contribuiría al restablecimiento del orden. Para demostrar la validez de sus ideas, usa la tradición y sus experiencias, mostrando los grandes beneficios de una organización social jerárquica que se sustenta en un sistema legal riguroso. Por un lado, parece ser que este argumento se inspira en su deseo de asegurar los derechos de los descendientes de los conquistadores y encomenderos, en un territorio que había sido conquistado por sus ancestros. Por otro lado, el trabajo de Vivero expresa fuertes acusaciones contra el fenómeno de movilidad social en general. Mientras critica consecuentemente a los comerciantes, estudiantes y buscadores de fortuna, lamenta la disminución progresiva en el número de agricultores a través del tiempo. En otras épocas, comenta: […] el hijo del labrador lo hera como su padre y le aiudaba y nunca levantaba sus pensamientos a seguir otra bereda y assi heran los frutos grandes y todos tenian segura la comida contentandose con ber en su favor precmaticas y ordenanzas concedidas a los labra-

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dores que en su genero heran executoria de nobleza porque ni les prendian por deudas ni les bendian si bueies y aperos y assi gozaba de quietud sin nuebas ymposiciones que se la perturbasen.40

Conclusión En los dos textos discutidos en este trabajo, la imagen del orden social de la nación asiática se usa para reflejar la organización del espacio imperial y de la estructura política del Imperio. A pesar de que parten de dos puntos casi opuestos, tanto Pedro de Castañeda de Nájera como Rodrigo de Vivero y Aberruza encontraron la forma de desplegar un significado simbólico de estas imágenes y de relacionarlas con sus propios intereses y aspiraciones. En el caso de Castañeda, la geografía cultural que crea, basada en una escala de grados distintos de civilización, ofrece un argumento tentativo para posibles conquistas que podrían ayudar a mejorar su propia situación, así como la de un grupo substancial de aventureros que nunca lograron obtener posesiones. Al mismo tiempo, con el orden que creó, ofreció una resolución para distribuir el espacio de las Grandes Llanuras entre conquistadores y misioneros. Vivero, por su parte, buscaba principalmente formas de estabilizar a la sociedad y de frenar la movilidad social, modelo que encontró en el orden jerárquico del imperio japonés. En los imaginarios desarrollados por ambos autores para expresar sus reclamos respectivos sobre el territorio americano y sus lugares dentro de éste, entrelazaron connotaciones tradicionales e ideales políticos con supuestas “experiencias” con un orden constitutivo. Es entonces, a través de este proceso dialéctico, que se contribuyó al proceso de la invención, no sólo de una sino de dos partes del mundo, y sus relaciones mutuas con la esperanza de poder, en efecto, ayudar a consolidar un nuevo orden socio-político.

40 R. de Vivero, op. cit., 92.

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