Breves apuntes sobre una deconstrucción de la sociedad binaria

July 22, 2017 | Autor: Indira Broca | Categoría: Feminism, Beatriz Preciado, Queer Politics
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Descripción

Breves apuntes sobre una deconstrucción de la sociedad binaria
"La sexualidad es como los idiomas, todos podemos aprender varios"
Beatriz Preciado

Comienzo con una cita de Beatriz Preciado (filósofa y activista queer) porque es ahí donde radica la tesis de este artículo, debido a que el idioma nos es imprescindible para volvernos parte de la colectividad. Tal como en una sociedad, el extranjero que no aprende el idioma general se autorrelega a una posición de paria, de apestado, las sexualidades periféricas conllevan cierta segregación social al escapar al "idioma" regente. Sin embargo, en las urbes multiculturales, o en los grupos sociales donde se trasciende el sentido fascista de un idioma colectivo, se logra una pluralidad de códigos que enriquecen el proceso comunicativo.
La parábola de los idiomas para referirse a esta teoría que busca romper con el concepto binario de sexualidad que impera en la sociedad resulta un claro ejemplo de lo que la teoría queer expone como forma de subversión ante la norma heteropatriarcal que nos impone el discurso del poder.
Para desmenuzar este concepto, debemos partir de la esencia misma del lenguaje. En términos puramente ortodoxos, éste es todo código utilizado por miembros de una misma sociedad con el objetivo de comunicarse. Aunque une a los miembros de dicha comunidad, también delimita una frontera de comunicación hacia el exterior, de este modo, segrega a todo el que no utiliza el mismo código.
En el terreno de la sexualidad, el discurso reproducido por los aparatos de control es el representado por el binomio hombre-mujer, al que también podemos referirnos como heterosexualidad. Este discurso nos envuelve a tal grado que, como norma, no escapa a los contratos sociales que hombre y mujeres adquieren al ejercer una preferencia sexual hacia miembros de cualquier sexo.
La estructura discursiva en la que somos educados nos aplica con rigor una etiqueta desde que nacemos con base en nuestro género: hombre-mujer. De acuerdo con esta norma, nos son transmitidos signos que determinan apariencia, conducta y valores en función de nuestros órganos reproductivos. De esta forma, las niñas llevan falda y los niños pantalones, las niñas son delicadas y los hombres fuertes, y es así como nos asimilamos dentro de la sociedad, nos volvemos parte de este discurso y lo legitimamos con nuestra acciones.
Esta estructura binaria no es más que un medio de control en pro de mantener el orden reproductivo y de consumo, incluso, más allá de la heterosexualidad. Esta estructura está tan enraizada dentro de la colectividad que, a menudo, la homosexualidad no es vista como una relación entre dos personas del mismo sexo biológico y psicológico sino como una unión entre dos personas del mismo sexo biológico en la que una de ellas es psicológicamente (y hasta en apariencia) un macho y la otra una hembra.
Pero, ¿qué pasa, por ejemplo, con los transgénero, con los intersexuales? ¿Son ellos un híbrido de este género binario?
En este punto, es preciso determinar lo que entendemos por discurso heteropatriarcal. De acuerdo con la idea de discurso de Foucault, cada sociedad controla, selecciona y distribuye un cierto discurso mediante procesos de legitimación y segregación que dan como resultado lo que determinamos como "verdad".
Siguiendo con esta línea de pensamiento, el discurso heteropatriarcal se fundamenta en esta conceptualización y otorga ciertas características como femeninas o masculinas, y obliga a los individuos a colgarse una etiqueta que delimite su género y/o su preferencia sexual como Hetero, Marica, Marimacho, etc.
Ante este panorama, la teoría queer surge como un movimiento filosófico y sociológico con una clara manifestación política y que tiene como génesis la deconstrucción de una identidad sexual libre sobre las manifestaciones estigmatizadas por el género binario.
Toma su nombre del insulto (queer significa "marica) y lo empodera con la reafirmación del derecho humano a una libre elección de la sexualidad. Básicamente, lo que plantea es la emancipación de la estructura binaria hacia un devenir "ser".
Esta naturaleza transgresora conlleva la aceptación y empleo de códigos "masculinos" y "femeninos". Las prácticas queer reflejan la transgresión a la heterosexualidad institucionalizada que constriñe los deseos que intentan escapar de su norma (…) reformulando nuevos procesos de identificación y de diferenciación en torno a la sexualidad (Fonseca y Quintero, 2009).
Aunque este proceso es más reconocible en un trans, su base filosófica no radica únicamente en hombres que adopten una apariencia femenina o mujeres que opten por la masculinidad, sino en un libre transitar por todas las características que definimos como masculinas y femeninas para reformular lo que Judith Butler denomina nuestra "identidad performática".
Y es ahí donde acierta la parábola citada al inicio de este texto. Ya que dentro de esta reedificación, el acto revolucionario radica en asumir nuestra capacidad orgánica para incorporar elementos masculinos y femeninos en nuestro yo, pudiendo transitar de uno a otro, mezclarlos o exaltar uno de ellos dentro de nuestra performatividad y, con ello, desapegarnos de la necesidad de colgarnos una etiqueta sexual que nos defina y encasille.
Las categorías de identidad tienden a ser instrumentos de regímenes regularizadores, tanto si obran como categorías normalizadoras de estructuras opresoras, como si sirven de encuentro para una oposición liberadora. Es decir, la categoría "lesbiana" es tan reguladora como lo es la categoría "heterosexual". Para Butler, cualquier categoría de identidad controla el erotismo, describe, autoriza y, en mucho menor medida, libera. La teoría no debería entenderse en el simple sentido de contemplación desinteresada, sino que es totalmente política (Fonseca y Quintero, 2009).
Y es en este ardid político del género binario que se asume por femenino lo que es delicado, sutil, vulnerable, y contrasta con el poder, la virilidad y el dominio masculino. Así, esta fórmula propicia la estructura social de dominación en la que el poder se encuentra adscrito a los genitales con los que nacemos y, por tanto, nos es irrenunciable.
El planteamiento de una sexualidad políglota (por continuar con la metáfora) no es precisamente, o no solo, un discurso de empoderamiento de la mujer a través de la asimilación de construcciones masculinas, por el contrario. Éste busca transgredir el discurso de género independientemente de los genitales.
El devenir "ser", implica esta disociación fálica o vulvar de las características sociales de un individuo. Esto es, recomponer nuestra identidad performática y, sobre ella, construir una sexualidad libre y congruente con nosotros mismos. Tanto para los hombres, liberar su feminidad, como para las mujeres su virilidad.
Aprender a reconocer el potencial humano que representa una androginia no estética sino de códigos es una forma de revolución, un levantarse contra el sistema fascista que impulsa un orden al servicio de empoderar a unos cuantos y que somete tanto al género femenino (disminuida, siempre al servicio del hombre) como al masculino (dada la represión de su sensibilidad, de sus deseos homosexuales, siempre en lucha por preservar el poder) a una reproducción del sujeto-sujetado en beneficio del sistema capitalista y el mercado de consumo.
Para ahondar más en el tema, TestoYonqui, de Beatriz Preciado y Teoría King Kong, de Virginie Despentes, son dos documentos sobre el empoderamiento que significa romper con el género binario, apenas esbozado en este artículo.


Indira Broca (1988)
Poeta y editora.
Vive para crear y su adicción más grande es la información. Autodidacta y libre pensadora. Coincide con Foucault en que la base de todo en la sociedad es el discurso, y en estricto sentido, proviene del lenguaje. Sus reflexiones filosóficas, creativas y sociales parten de esta premisa.

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