Book Review of Nivea Montenegro\'s \'Mi música en otra parte\'

August 10, 2017 | Autor: Dianna Niebylski | Categoría: Caribbean Literature, Caribbean poetry
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Descripción

Book Review. Mi música en otra parte. Nivea Montenegro. Madrid:
Editorial Verbum, 2001. Pp. 77.

Mi música en otra parte, la primera colección de poemas de Nivia Montenegro
tiene aire de fuga musical, y no sólo por tratarse de poemas cuya
estructura sugiere una contraposición o un desdoblamiento de voces. La
temática de los poemas gira consistentemente alrededor de la experiencia
del exilio como si esta fuera una larga e inacabable fuga del "yo" que
intenta hablar ahora (en esta parte), perseguido por el yo que aprendió a
hablar "en otra parte." Como en la composición musical, en estos poemas
hay momentos en que las voces se reconcilian. En dichos momentos, el ser
que uno fue allá y el ser que uno es aquí se convocan para llegar a un
acuerdo sobre un futuro menos esquizofrénico.
Como corresponde a toda composición musical o pseudo musical, la
colección tiene sus ritmos y sones locales. La primera parte del libro,
subtitulada "Plante" (término que significa "concierto entre varias
personas que hacen vida común"), está compuesta de poemas cuyo común
denominador es la búsqueda de la identidad de la voz poética en el exilio,
búsqueda que en los poemas se expresa como un contrapunteo entre recuerdos
del pasado y desajustes del presente. Dicho contrapunteo comunica una
permanente incertidumbre pero no se resuelve nunca en afirmación triunfal,
pero tampoco decae en fácil desesperación. En el poema "De ronda," poema
que comienza con la interrogante, "¿Quién soy yo?", el ser dividido del
exiliado presupone seguir replanteando la pregunta una y otra vez, entre
fotos y frases, idiomas y dialectos. A la pregunta planteado en el primer
verso el poema responde modestamente con un, "No lo sé/ Miro fotos, busco
grietas./ Y después vuelvo a callar." El silencio, imprescindible en toda
composición musical, se convierte en estos poemas en un importante tropo
estructural.

Los temas de la búsqueda identitaria y la fuga de uno y otro yo se
mantienen en "Repercusiones," la segunda parte del poemario. Lo que
distingue a los poems de esta sección de los anteriores, sin embargo, es su
elevado tono irónico. A veces la ironía es cómica, a veces resignada. En
los poemas "Prefiero el subdesarrollo," "En un tren a Philadelphia,"
"Desencuentros de la tercera fase," "Por el barrio de Coral," y "A retazos"
se retratan las tribulaciones típicas del exilio, pero con toques realmente
novedosos. Al condensar en imágines poéticas los choques provocados por
las costumbres extranjeras y por lo tanto extrañas, Montenegro se detiene
en los gestos de adaptación a los que se van acostumbrando tanto el cuerpo
como la voz de la poeta: "Por supuesto, ya no grito./ Hablo en un tono
calmado/ (apropiado, si no propio)/ y me ejercito en el arte/ de hablar sin
acalorarme: la diplomacia del hielo. / Ya me abstengo de tocar/ y hasta
converso de lejos/ cuando tengo resfriado." Hay, en varios de estos
poemas, una especie de fenomenología corporal del exilio poco vista en
otras sobre esta temática.
Hay además algo sorprendente y reconfortante en esta voz que, aunque
víctima de una historia con demasiadas idas y pocas venidas, no se erige ni
como modelo de victimización política ni como exemplum de una injusticia
cósmica. De aquí que el tono irónico y juguetón de muchos de los poemas
logren figurar un lado menos sombrío del exilio. A los desajustes siguen
los ajustes, aunque estos sean posibles sólo a través de un fino sentido
del humor, y de vías poco corrientes. Contra corriente va, por ejemplo, la
insistencia en no compartir los silencios, ya que el ambiente por demás
confesional y terapéutico de la cultura y el tiempo en que vive la obligan
a compartir demasiadas palabras. Esta insitencia en proteger los
silencios más íntimos, leitmotiv recurrente a través del libro, le da al
poemario un sentido de decoro poco visto en la poesía escrita por mujeres
en la actualidad. No se trata de un decoro corporal o erótico (ya que
estos poemas casi no tocan la tangente del erotismo), sino de un decoro a
nivel afectivo. En su muy lírico Etrangers a nous-memes, Julia Kristeva
nota acertadamente la esquizofrenia cultural y existencial que reduce a
casi todo exiliado o al exibicionismo o a la paranoa (muda). Montenegro
evita esta encrucijada al tantear un terreno intermedio, y una voz
intermediaria, un modus operandi que le permite abrirse a ciertas
revelaciones sin convertirse en un blanco totalmente vulnerable.
A diferencia de otros poemarios inspirados por la añoranza provocada
por el exilio como condición inevitable, la mayoría de los poemas buscan
expresar una nostalgia con sordina. Nostalgia hay, como lo admite el poema
"Mitigada" ("Padezco de un mal diagnosticable: /nostalgia del confín lo
llamaría"), pero evita el tono elegíaco para hablar del pasado, en parte
porque el pasado distó bastante de ser paradisíaco. En "A un paso del
paraíso," donde lo elegíaco pareciera anunciarse desde el título, la poeta
revela la presencia de un exilio anterior al exilio, un pasado "del lado de
allá" que tampoco le correspondió del todo: "Desde luego, no puedo
precisarlo/ pero casi diría deesde siempre/ me he sentido ajena a mi
persona." Provocada por circunstancias socioeconómicas, personales,
históricas o políticas, también la alienación se plantea en tono menor.
Así lo señala "Poemar," poema correspondiente a la última parte de la
colección: "No puedo escribir poemas/de reflexiones abstractas/ Carezco de
territorio./ Me lo impide la distancia." Tanto la alienación como la
nostalgia reaparecen en poemas más serios y más líricos, pero también aquí
se evita lo elegíaco. En el poema "Sui Generis," un collage de
sibilancias sonoras que surgen de tanto imaginar los ecos de los silencios
que la poeta insiste en proteger, propone que la añoranza del exiliado es
sólo una forma más condensada de la añoranza de ser más, o de más ser.
Haciendo eco de los primeros poemas de Octavio Paz, el poema retrata la
levedad siempre corpórea del ser como una condición que surge no de la
añoranza de un pasado perdido sino de la convicción de que todo ser, en el
momento de pensarse como ser, se siente mero fragmento. Sin los avatares
del estar, el ser al que el sujeto aspira se sabe vulnerable y, por eso
mismo, frágil y precioso a la vez:

Ser de soledad y de silencio
Ser de sol, de salitre y de saliva
Ser cita y sintoma de células
Ser sabor a celajes de cenizas
Ser ciclo, sintagma y sinalefa
Ser saciedad de dispersión
Ser simulacro de sal en el desierto
Ser suma, cifra y circunstancia
Ser Sílaba, susurro, cicatriz
Y finalmente ser soledad de ser
un soplo de silencio

"Claves," la última sección del poemario, es una covocatoria sinfónica
en "clave(s) de mi." Aquí poemas titulados "Cariño cubano," "Mansión de la
memoria," o "Mitigada," apenas enmascaran su función de clave o llave para
llegar a conocer mejor al sujeto que dice haber dejado su música en otra
parte y sin embargo sigue adaptándose a los ritmos que se le imponen. En
estos poemas el tono es directo e intimista, sin llegar nunca al
exibicionismo fácil. Como en el resto del poemario, se aprecia una marcada
resistencia al narcisismo, al auto-análisis y a la abstracción. En lugar
de la terapia o el psicoanálisis, la poeta recurre a la imagen, la rima, el
"Sonsonete."
Quizás sea la fuerte conexión empírica presente a través del poemario
(en el sentido Deleuziano del término como método epistemológico en que el
conocimiento se adquiere a través de las "señas" que la experiencia marca
en el ser del sujeto) lo que salva a los poemas de caer en la banalidad de
lo puramente confesional, tendencia que sigue minando tanto la producción
poética como narrativa de muchas escritoras hispanoamericanas actuales. Si
la palabra justa, la imagen apta, la fuente certera del recuerdo, tienen a
sabor a actualidad y a autenticidad es en gran parte porque el lector
vislumbra la experiencia o la cosa (empírica) que las sustenta está
rescatada desde y con el cuerpo, pero un cuerpo bien plantado en las
circunstancias socio-históricas que lo limitan y posibilitan. Finalmente,
escritos en tono menor, los poemas de Mi música en otra parte comunican un
fino sentido de lo que significa reclamar la lengua materna (o al menos la
lengua natal) para captar no lo más indecible sino lo más cotidiano del
exilio. Es desde el presente del exilio de cada día (el de aquí y de allí)
que el poemario nos invita a compartir retos y resoluciones en espacios
reconocibles, con imágenes que nos reconcilian momentáneamente con nosotros
mismos, y también, momentáneamente, con los otros.


Dianna Niebylski
University of Kentucky
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