Bondades y riesgos de la lectura crítica

June 30, 2017 | Autor: C. Sanchez Lozano | Categoría: Pensamiento Crítico, Teun A. Van Dijk, Lectura Crítica, Lectura en el aula
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Descripción

 

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Bondades y riesgos de la lectura crítica Por Carlos Sánchez Lozano



Quiero señalar, primero que todo, que lo relacionado con la lectura crítica no es nuevo. La preocupación por su enseñanza y su evaluación a través de las Pruebas Saber desde 2014 así lo han presentado, pero esto ha logrado que no se observe el contexto y el valor histórico de este tipo de lectura, reduciéndose su enseñanza a ejercicios aplicados del Análisis Crítico del Discurso, cuya orientación se basa en los trabajos del linguista holandés Teun van Dijk. No está mal, quiero aclarar, pero sí me parece importante destacar que la lectura crítica no es un problema de hoy, sino que tiene una genealogía: en cierto periodo de la historia, situado, se fundaron las actitudes de lo que hoy consideramos un lector crítico. Sobre este contexto en que surgió la lectura crítica quiero hablar brevemente. Luego señalaré dos aspectos relevantes que caracterizan a los lectores críticos. Por último, si nos alcanzan los 25 minutos, expondré algunas propuestas de intervención didáctica en el aula que podrían propiciar la formación de niños y jóvenes lectores críticos. Podemos decir que históricamente el momento en que la lectura crítica adquirió una importancia social relevante fue a partir de lo                                                                                                                 Docente de la Universidad Santo Tomás. Correo electrónico: [email protected]. Twitter: @cslozano1. ∗

 

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Modernidad, que en términos sencillos -y tomados del filósofo alemán Inmanuel Kant- denominamos “capacidad de pensar por sí mismo sin la dirección de otro”, como muy bien traduce el querido profesor Rubén Jaramillo Vélez esta parte del texto kantiano Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?1 Es gracias, sin duda alguna, entre otros, a espíritus como Montaigne y Descartes –fijense que son franceses, no españoles- que el derecho a opinar sin temor a ser castigado (con el silencio o con la muerte) ganó su lugar en la historia de la humanidad. Pero fue la Revolución Francesa de 1789 la que dio carta de identidad a la lectura crítica. No fueron solo los philosophes –según los llama Robert Darntoncomo Voltaire, Rousseau, Diderot quienes se enfrentaron al canon sagrado de textos medivales del antiguo régimen, que se suponían inviolables2. Se olvida a menudo que fueron mujeres como Madame de Staël, por citar la más reconocida, las que en sus aristocráticos salones alimentaron la lectura crítica, el debate y es gracias a ellas, que estos hombres se sintieron estimulados a escribir, a publicar, a debatir ideas que en su momento fueron consideradas subversivas3. Una obra como la Enciclopedia –probablemente el primer gran libro de conocimiento cuyas intenciones eran democráticas -nació de un deseo que caracteriza a los lectores críticos: divulgar el saber, luchar                                                                                                                 1 Tomado de http://bit.ly/1JqNOLy. 2 Robert Darnton, “La revolución literaria de 1789”. En: El coloquio de los lectores, FCE, México, 2003, p. 187 3 Benedetta Craveri. La cultura de la conversación. FCE, Buenos Aires, p. 438.

 

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contra el dogma y la ignorancia, distribuir el conocimiento entre los menos letrados. Y de nuevo, leyendo a Kant4, es que entendemos las razones por las cuales la lectura crítica tuvo que –perdón la expresión coloquialganarse a “codazos” su espacio en la sociedad a través de periódicos y libros. Nuestra época es la época propiamente de la crítica, a la que todo debe someterse. De ordinario, a ella quieren sustraerse la religión por su santidad y la legislación por su majestad. Pero pronto despiertan justa sospecha contra sí mismas y no pueden exigir que se les preste el respeto sincero que la razón sólo concede a lo que ha podido soportar su libre y público examen5. La crítica, en general, para cerrar esta parte de la exposición, no es bien aceptada sobre todo por los defensores de cierto orden restaurativo basado en la desigualdad o en los intereses creados, pues los lectores críticos son los primeros en ver los lunares y alzar la voz para hacer reclamos. Quisiera, ahora, señalar dos valores que tienen los lectores críticos.                                                                                                                 4 Kant llevó al límite el valor de la lectura crítica al poner en el título de varias de sus obras este concepto: Crítica de la razón pura (1781), Crítica de la razón práctica (1788), Crítica del juicio (1790). 5 Citado por Rafael Gutiérrez Girardot. En: Provocaciones, Fundación InvestigarFundación Nuestra América Mestiza, Bogotá, 1997, p. 25

 

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Al primero lo llamaría “romper el cascarón del yo”: yo pienso, yo creo, yo digo, el “opinadero” imparable. Los lectores críticos son dialogales, esto es, piensan que los textos son una construcción colectiva, no un ámbito para exponer su yo prepotente. La lectura crítica es intertextual, es decir, dialoga con otros autores, otros textos, no se resigna al monólogo. Pero este diálogo no es devoto, ni postrado. El lector crítico no funciona como clon de otro, ni presta su propia voz para reproducir la de otro (cuesta tanto enseñarles esto a los jóvenes, que primero pasan por el nadaísmo, luego por el Andrés Caicedo, después por la posmodernidad o el “gurú” de turno). Al lector crítico no le gustan los partidismos arrodillados, ni las ideas “inamovibles”. Es tolerante, abierto, atento al nuevo conocimiento sin dejarse descrestar por las modas intelectuales o la voz del que más grita. La lectura crítica es pues intertextual y propone que el texto siguiendo las definiciones de Genette y Barthes-6 es polifónico, esto es, un encuentro de voces. Por eso el lector crítico referencia, indica la procedencia de una fuente, la contrasta con otra, la valida o la enfrenta polémicamente, no oculta la cita. El segundo valor que le acreditamos al lector crítico es que es riguroso frente al texto, pero no se deja someter por lo que este dice.                                                                                                                 6 Citados por Patrick Charaudeau y Dominique Maingueneau. Diccionario de análisis del discurso. Buenos Aires: Amorrortu, 2005, p. 337.

 

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El lector crítico lee inferencialmente, ausculta lo que el texto no dice (quizás quiera decirlo), y va más allá. ¿Pero hasta dónde? Aquí estamos en la mitad de un lío que tiene que ver con la relación lector-texto: ¿cuánto aporta en la construcción de significado el lector?, ¿cuánto aporta el texto?, ¿cómo es esa transacción? ¿Cómo validar que la interpretación del lector esté dentro de los límites semánticos del texto, pero a su vez, aquel los desborde en busca de recontextualizar lo que le dice a él el texto? Al respecto pienso lo siguiente: Los niños y jóvenes requieren el apoyo de los mediadores de lectura (docentes, bibliotecarios escolares, sobre todo) para enfrentarse críticamente a los textos literarios que leen en el colegio. Algunos estudiantes -estimulados por la forma como les enseñan a leer sus maestros- se mueven en dos líneas identificadas por Umberto Eco: la del respeto absoluto a los textos y su comprensión reproductiva (hipointerpretación) o la de la exaltada rebeldía crítica forzosamente subjetiva- que impone los saberes del lector sobre los del texto (hiperinterpretación)7. ¿Es posible un punto medio? ¿Cómo hacerlo?

                                                                                                                7 Umberto Eco. Los límites de la interpretación, Barcelona, Debolsillo, 2012, p. 53.

 

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En tal orientación creo que como maestros de primaria y secundaria deberíamos considerar acciones de intervención didáctica tales como: 1. Organizar planes de lectura que observen los intereses de los lectores. De nada vale leer clásicos y libros que no transforman el yo, que no invitan a pensar, y que leídos a destiempo desestimulan el hábito lector. 2. Apoyar la conformación de una comunidad de interpretación, para que se entienda que los textos –sobre todo literarios- no tienen una interpretación cerrada. Un club de lectura con niños y jóvenes sería una buena opción para estimular esa alternativa de lectura crítica. 3. Aprovechar los sitios en internet que facilitan el diálogo sobre los libros: las reseñas, los fanfic, los booktubers. 4. Los encuentros cara a cara con los autores para que los niños y jóvenes compartan puntos de vista argumentados sobre las obras y no les dé temor exponerlos. Para finalizar quisiera hacer una reflexión y precisar el título de mi texto. La lectura crítica tiene sus riesgos. Alberto Manguel con su habitual ironía ha señalado que al poder –sobre todo al poder político- no le gustan los lectores críticos, porque acaban cuestionando todo, invitando a otros a alzarse, a descreer. También otro espíritu irónico

 

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–Augusto Monterroso- aclaró que en una época, en su país, Guatemala, ser crítico significaba o el exilio o un tiro en la cabeza. La intolerancia, el ataque al que piensa distinto, la estigmatización del pensamiento alternativo ha caracterizado a un país como Colombia, sobre todo desde los años 50 durante la presidencia del hipercatólico Laureano Gómez, sin duda alguna un momento fundacional en el origen de todas las violencias que en adelante ha sufrido nuestro país. Herencia que incluso hoy vivimos cuando tenemos que soportar a un funcionario público de alto nivel al que no le gustan los gais, el aborto, la eutanasia, la legalización de las drogas, el libre pensamiento y busca por todos los medios neutralizar a quienes defienden esas ideas. Colombia ha tenido muy buenos lectores críticos, algunos inclusos hipercríticos con todos los problemas que ello conlleva. Quiero destacar los nombres de críticos literarios y críticos de arte, y de un gran periodista, que nos ofrecen una lección sobre el significado de ser lector crítico. Quiero mencionar primero que todo a la argentinocolombiana Marta Traba –hoy injustamente olvidada- que dio identidad al arte moderno del país; al maestro antioqueño Baldomero Sanín Cano; al filósofo cesareño Rafael Carrillo; al profesor boyacense Rafael Gutiérrez Girardot que vivió tantos años en Alemania, mientras su corazón no se despegaba de Colombia.

 

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Jaime Garzón, compañero de universidad, inolvidable, maestro de la burla, forma selecta si la hay de la lectura crítica. Gracias por su atención.  

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