Bolivia: eterna reivindicación

BOLIVIA: ETERNA REIVINDICACIÓN

Max Weber en su libro Economía y Sociedad (1922) define dos tipos de
racionalidad, una con arreglo a fines, de corte instrumental, y otra con
arreglo a valores, cuyo objetivo final es un ideal. Este ideal puede estar
basado en creencias religiosas, sociales, políticas, incluso emocionales.
Ambos tipos de racionalidad están asociados a tipos ideales (abstractos),
tal como lo define Weber, pero que no necesariamente ocurren en la
realidad. A pesar de ello, el sujeto se siente obligado a conseguir el
ideal, fijándose para ello objetivos coherentes que permitan su
consecución.

Siguiendo este modelo teórico y aplicándolo al contexto boliviano, es
posible plantear que la reivindicación, como tipo-ideal, se asienta en la
propia historia de Bolivia basada en un profundo anhelo de descolonización,
refundación del Estado, y la consecución de una identidad nacional. De esta
forma, la reivindicación se expresa como elemento unificador de las luchas
sociales. Ejemplo de ello se observa en la lucha social por la
reivindicación de la hoja de coca como patrimonio histórico ante el avance
de la política antidroga norteamericana a fines de los años ´80; la
reivindicación del pueblo boliviano contra el dominio extranjero por el
derecho a gestionar sus territorios y recursos naturales en la guerra del
agua en el año 2000; y contra el neoliberalismo y el sistema de gobierno en
la guerra del gas en el 2003.

Como resultado, la reivindicación como constructo se convirtió no solo en
un recurso discursivo útil adaptado por los actores partícipes de los
movimientos sociales, sino que también en un factor facilitador de la
cohesión social y un promotor de la identidad boliviana; sin embargo, para
lograr este ideal, faltaba el respaldo del aparato político.

Cuando Evo Morales asume como presidente el año 2006, la reivindicación
como símbolo de la lucha social toma nuevos ribetes, ya que no solo engloba
la aspiración de un nuevo país: plural, inclusivo, igualitario e
independiente de cualquier fuerza colonizadora extranjera, sino que además
es provista de la estructura necesaria para lograr el ansiado ideal.

Es en este contexto dónde se enmarca la demanda de Bolivia a Chile por una
salida libre, útil y soberana al mar. Siguiendo la lógica de Weber, lo
complejo en este caso es la impronta emocional que subyace a la demanda,
disminuyendo cualquier posibilidad de acuerdo.

Cabe pensar entonces que la búsqueda de la reivindicación marítima
boliviana no acabará junto con la determinación que tome la Corte
Internacional de Justicia (CIJ), ya que el fin último representado por el
ideal reivindicacionista no solo contempla el acceso al mar, sino que
recuperar aquello perdido o usurpado. Es, para ellos, hacer justicia a fin
de cuentas.

Visto desde esta perspectiva, la demanda marítima no es tan solo un recurso
jurídico, si no que para Bolivia significa la búsqueda de la igualdad y del
reconocimiento de su actual identidad país (ambos conceptos amparados en el
paradigma de la justicia social), y del posicionamiento político y
económico en la región.

Por ello, independiente de la competencia y jurisdicción de la Corte, o de
un posible fallo a favor o en contra de Chile, lo que importa es comprender
la racionalidad detrás del actuar boliviano en la búsqueda de su ideal
reivindicacionista, para así poder anticipar posibles acciones no solo en
el ámbito político, sino que también en lo que respecta al sector Defensa.
De lo contrario, seguiremos siendo espectadores y no actores de la política
exterior regional.