“Bocchus y la antroponimia fenicio-púnica”, en Lucius Cornelius Bocchus, escritor lusitano da Idade de Prata da Literatura Latina, Lisboa, Academia Portuguesa de la Historia, 2011, pp. 113-122.

June 29, 2017 | Autor: J. López Castro | Categoría: Phoenicians, Iron Age Iberian Peninsula (Archaeology), Phoenician Punic Archaeology
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Descripción

LUCIUS CORNELIUS BOCCHUS Escritor Lusitano da idadE dE Prata da LitEratura Latina

ACADEMIA PORTUGUESA DA HISTORIA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

João Luís Cardoso & MARTÍN ALMAGRO-GORBEA (EDs.)

LUCIUS CORNELIUS BOCCHUS Escritor Lusitano da Idade de Prata da Literatura Latina Colóquio Internacional de Tróia 6-8 de Outubro de 2010 Com o Alto Patrocínio de Sua Excelência o Presidente da República

Prof. Doutor Aníbal Cavaco Silva

ACADEMIA PORTUGUESA DA HISTORIA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA LISBOA - MADRID 2011

Ficha técnica Título

Lucius Cornelius Bocchus Escritor Lusitano da Idade de Prata da Literatura Latina Editores João Luís Cardoso & Martín Almagro-Gorbea Execução gráfica Graficamares, Lda. R. Parque Industrial Monte Rabadas, 10 4720-608 Prozelo - Amares Tiragem 350 Exemplares © Da edição : Academia Portuguesa da História Real Academia de la Historia © Dos artigos e fotografias : os respectivos autores Depósito legal 336667/11 ISBN 978-841-5069-31-7

9 788415 069317

Bocchus y la Antroponimia Fenicio-Púnica Bocchus and the Phoenician and Carthaginian personal names José Luis López Castro

Universidad de Almería [email protected]

Abstract The presence of Phoenicians in lands nowadays belonging to Portugal during the first millennium B.C. can be considered an important qualitative change in our perception of colonization by Phoenicians and the History of the Iberian Peninsula in Antiquity, allowing new hypotheses to be put forward to understand and explain some historic sources and facts. Different possibilities for interpreting the cognomen Bocchus are analyzed, from Phoenician and Carthaginian anthroponymy based on other similar cases in North Africa and the Iberian Peninsula. At the same time, our hypothesis is supported by the information on ancient Salacia, in order to known its historical context, as well as on the Cornelii Balbi of Phoenician origin from Gades, who can be considered a parallel case to that of the Cornelii Bocchi. Resumen La presencia fenicia en tierras del actual Portugal durante el I milenio a.C. puede considerarse un importante cambio cualitativo en nuestra percepción de la colonización fenicia y de la Historia de la Península Ibérica en la Antigüedad, lo que permite plantear nuevas hipótesis para comprender y explicar algunas fuentes y hechos históricos. Se analizan diferentes posibilidades de interpretar el cognomen Bocchus, desde la antroponimia fenicio-púnica a partir de otros casos similares del Norte de África y de la Península Ibérica. Al mismo tiempo, se apoya nuestra hipótesis en la información sobre la antigua Salacia, para conocer su contexto histórico, así como en los Cornelii Balbi gaditanos de origen fenicio, que puede considerarse un caso paralelo al de los Cornelii Bocchi.

La constatación de la presencia fenicia en tierras del actual Portugal durante el I milenio a.C. puede considerarse un cambio cualitativo muy importante en nuestra percepción de la Historia de la colonización fenicia y de la propia Historia de la Península Ibérica antigua. Ello hace posible el planteamiento de nuevas hipótesis en la comprensión y en la explicación de algunas fuentes y hechos históricos. En nuestra contribución planteamos una lectura del cognomen Bocchus desde la perspectiva de la antroponimia fenicio-púnica, a partir de otros casos similares del Norte de África y la Península Ibérica, analizando las diferentes posibilidades de interpretación. Nos serviremos también del conjunto de la información sobre la antigua Salacia para conocer el contexto histórico que haría viable nuestra hipótesis, así como de un caso paralelo al de Bocchus, como es el de los Cornelii Balbi gaditanos de origen fenicio.

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Fenicios en Portugal: Salacia Los descubrimientos arqueológicos de los años 80 y 90 del pasado siglo pusieron de manifiesto la importancia del fenómeno colonial en la fachada atlántica peninsular: desde la costa meridional del Algarve, y en los estuarios de los ríos Sado, Tajo y Mondego, los asentamientos de Abul (Mayet y Tavares, 2000), Quinta do Almaraz (Barros, Cardoso y Sabroso, 1993) y Santa Olaia (Rocha, 1908; Pereira, 1997) distribuidos en las desembocaduras de los ríos mencionados, intensificaron las relaciones con las poblaciones autóctonas, al igual que otras áreas de la Península Ibérica. Recientes aportaciones (Torres, 2005; Almagro y Torres, 2009, Almagro, 2010a) han defendido que estos testimonios deben conectarse más con una expansión colonial tartesia que con la colonización fenicia apoyándose en argumentos arqueológicos y lingüísticos, como la distribución de los topónimos en -ipo, siguiendo y desarrollando en parte las propuestas de Villar (1999, 2000), o interpretando la naturaleza de las inscripciones vasculares como tartesias. Argumentos que, a nuestro juicio, no son concluyentes y que merecerían una discusión más detenida que la que aquí podemos abordar, sin apartarnos del objetivo del presente trabajo. Nos conformamos ahora con señalar cómo los graffiti sobre cerámica de Abul han sido interpretados como fenicios (Sznycer, 2000, Mederos y Ruiz Cabrero, 2004-2005, pp. 370-372) y algunos de los graffiti de Santa Olaia (Rocha 1908, láms. XXVI-XXVII; Arruda, 2002, fig. 168) que han sido vinculados con escritura tartesia y aducidos como prueba de la atribución tartesia del asentamiento (Torres 2005, p. 201), son idénticos a otros que aparecen igualmente en contextos fenicios del Sur peninsular. Asimismo, signos identificados como inequívocamente tartesios pueden ser interpretados como letras fenicias, como veremos a continuación. Por ejemplo, signos como una V invertida con un apéndice en la parte inferior, que recuerdan una flecha, presentes en Santa Olaia y en otros asentamientos coloniales como Abdera (Suárez y otros, 1989, fig. 8, f ) o el Cerro del Villar (Aubet y otros 1999, 221, fig. 139, p) pueden interpretarse sin dificultad como el numeral 100 en fenicio (Naveh, 1991). Asimismo, el signo X presente en Santa Olaia (Rocha 1908, lám. XXVI, 174, 175, 177, XXVII, 197, 199, 206, 207), formado por dos líneas cruzadas, que aparece inciso sobre vasos cerámicos fenicios de varios asentamientos coloniales como Morro de Mezquitilla (Röllig, 1983, 143, fig. 1, m) o Toscanos (Docter 1994, p. 131) pueden ser identificadas como el signo fenicio tāw (Ruiz Cabrero y Mederos 2002, p. 103). El signo denominado “diabolo” por Torres e identificado con la sílaba ko de la escritura paleohispánica (Torres, 2005, p. 201) es un signo aparentemente formado por dos triángulos unidos por uno de sus vértices y una línea vertical que atraviesa dicha unión, que en realidad corresponde, muy probablemente, a la letra fenicia ф (qōf) (Ruiz Cabrero y Mederos 2002, p. 109) si tenemos en cuenta que presenta forzosamente los bordes rectos, ante la imposibilidad de hacerlos curvos, al producirse la incisión sobre una superficie dura, como es la cerámica. La presencia de la línea vertical entre ambos triángulos es decisiva, pues mientras que la ko no la lleva, la qōf sí, lo que permite distinguirlas. Otro ejemplo muy claro en este sentido lo tenemos en la letra qōf incisa en un pithos decorado a bandas de Santa Olaia (Pereira 1997, fig. 112, 2). Otros graffiti de Santa Olia han sido interpretados como las letras fenicias šīn y tēt (Mederos y Ruiz Cabrero, 2004-2005, pp. 375-376). Es muy posible que no todos los asentamientos que han sido interpretados como coloniales en el actual Portugal lo fuesen, pero debemos admitir que algunos enclaves fluviales, como los ya mencionados de Abul, Quinta do Almaraz y Santa Olaia, sin olvidar probablemente Tavira, en el Algarve, presentan por sus características topográficas, su morfología y los conjuntos materiales asociados, rasgos fenicios para considerarlos asentamientos coloniales. 114

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La existencia de estos enclaves coloniales y las relaciones que establecerían con las poblaciones autóctonas del área atlántica en el actual Portugal, que tendrían el mismo sustrato poblacional que las sociedades del Bajo Guadalquivir que denominamos tartesias, darían similares procesos de formación de aristocracias locales, las denominadas “orientalizantes”, con similares rasgos y prácticas sociales testimoniadas en el registro arqueológico, que nos remiten, finalmente, a los mismos procesos de formación de entidades urbanas como los observados en el Sur peninsular, más que una expansión o “colonización” tartesia, que en todo caso no sería alternativa, sino compatible con el fenómeno colonial. Si la presencia colonial fenicia está bien definida en la fachada atlántica entre los siglos VIII a VI a.C., por lo que a asentamientos se refiere, en los siglos posteriores hasta el cambio de era esta presencia queda un tanto desdibujada, aunque contamos con algunos testimonios, como las instalaciones industriales para la produción anfórica, posiblemente fenicias de los siglos IV-III a.C. situados a la orilla del río Tajo halladas en la Rua dos Correeiros de Lisboa (AA.VV., 1995; Bugalhão 2003, pp. 33-35). El conjunto material registrado en las distintas excavaciones así como las importaciones anfóricas de otras áreas de Lisboa hasta el cambio de era (Pimenta, Calado y Leitão 2005; Pimenta, 2007) parece apuntar a una facies idéntica a la de las mismas fechas en el área fenicia occidental de la actual Andalucía, con ánforas fenicias occidentales T. 12 e importaciones áticas, entre otros materiales. Asimismo los testimonios arqueológicos del comercio fenicio, en particular gaditano, en la fachada atlántica peninsular se documentan con profusión en el Algarve y desde el estuario del Tajo hasta las costas gallegas, donde se ha localizado un santuario fenicio costero en el contexto autóctono de Castro Grande de Neixón y un registro material que se extiende desde el siglo V a.C. al I a.C. consistente en ánforas gaditanas y centromediterráneas, cerámicas decoradas fenicio-púnicas, importaciones áticas de barniz negro y posteriormente importaciones itálicas, tanto ánforas itálicas de época republicana como cerámicas campanienses y monedas de las ciudades fenicias occidentales de Gadir, Sexs o Malaka (Coelho y Mendes, 2001; Domínguez, 2005; González Ruibal, 2004, 2006; Sousa y Arruda, 2010; González Ruibal, Rodríguez y Ayán, 2010). En definitiva, está constatado que hubo asentamientos fenicios en las costas del actual Portugal a lo largo de la mayor parte del I milenio a.C. y contactos comerciales frecuentes que garantizaron una fluidez de relaciones que se prolongaron hasta época romana Centrándonos en el área del estuario del Sado, la investigación arqueológica del pasado siglo ha exhumado el asentamiento colonial de Abul (Mayet y Tavares, 2000), así como áreas de otros dos asentamientos contemporáneos donde se documenta la influencia o la presencia fenicia, como son Setúbal y Alcacer do Sal, la antigua Salacia. Nos interesa resaltar ahora la continuidad de la presencia fenicia y de las relaciones con Gadir a lo largo del I milenio a.C., que pueden rastrearse casi de manera ininterrumpida hasta época romana en el curso bajo del Sado. En el caso de Abul, la denominada fase Abul B consiste en un santuario que estuvo en funcionamiento durante los siglos VI y V a.C., que presenta materiales cerámicos que acusan los mismos cambios tipológicos que en el registro cerámico fenicio occidental respecto al periodo colonial (Mayet y Tavares 2000, 2001, pp. 228-229). El conocido corte estratigráfico de la Travesa dos Apostoles en Setúbal muestra en su fase IV materiales cerámicos fenicios occidentales que alcanzan el siglo V a.C. en un contexto posiblemente autóctono (Soares y Tavares 1986, Arruda, 2002, p. 95), en los que está presente un graffiti sobre cerámica gris con una tāw (Mederos y Ruiz Cabrero, 2004-2005, p. 363). Pero el centro más importante es Alcácer do Sal, la antigua Salacia. Las primeras investigaciones en el castillo de Alcácer do Sal mostraron una continuidad a lo largo del I milenio a.C., en la que la fase IV presenta impor115

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taciones áticas del siglo V a.C. (Tavares y otros 1980-81; Arruda, 2002, pp. 70-71) y materiales cerámicos, tanto ánforas como cerámicas comunes, que denotan una evolución similar a la que observamos en el Sur peninsular fenicio-púnico, aunque con rasgos propios, mientras que la fase III correspondería a los siglos II-I a. C. También aquí se conocen graffiti sobre cerámica con la letra tāw (Mederos y Ruiz Cabrero, 2004-2005, p. 372). Posteriormente, las excavaciones en extensión efectuadas en los años 90 del pasado siglo exhumaron áreas urbanas de entidad de la antigua Salacia y por las escasas referencias publicadas sabemos que la sucesión estratigráfica alcanzó a los siglos II y I a.C., con una fase de los siglos IV-III a.C. con diversas construcciones urbanas y materiales fenicios como ánforas, cerámicas decoradas, platos de barniz rojo gaditano e importaciones áticas (Cavaleiro, 2001, p. 165; Pires, 2008, pp. 11-12). Destaca el hallazgo de los restos de un santuario de planta cuadrangular que presentaba un patio central y almacenes; a la construcción se asocian dos bases de columna y en su interior se localizó un posible altar de arcilla del tipo “lingote chipriota” y un depósito de agua. Los materiales cerámicos del conjunto proporcionan una datación de los siglos V-IV a.C., que fecha los hallazgos de exvotos de bronce antropomorfos y zoomorfos, así como un amuleto de estilo egipcio. Otros elementos muebles del santuario son un thymiaterion de bronce quizá del siglo VII a.C. y ponderales cúbicos de bronce (Pires, 2008, pp. 20-21, 32-34, 50-51). El santuario, de carácter fenicio y posiblemente dedicado a Astarté, debió estar en funcionamiento desde el siglo VII a.C. hasta época romana, cuando se le superpusieron los muros de un templo romano (Pires, 2008, pp. 89 ss.). Por su parte, las necrópolis de Alcácer, la más conocida de Senhor dos Mártires (Arruda, 2002, 72 ss.) y la casi inédita de San Francisco que parece enlazar con la fase final de la anterior y prolongarse hasta época romana (Pires, 2008, pp. 9-10) plantean una compleja problemática, ya analizada en profundidad por Arruda, en la que destaca la dualidad de elementos fenicios y autóctonos en la composición de los ajuares a lo largo de los siglos VII-IV a.C. Los hallazgos de Alcácer do Sal, con características propias en el contexto portugués de la Edad del Hierro, han suscitado propuestas muy interesantes como la de Mayet y Tavares (2000, 235) sobre la existencia de población fenicia en Salacia, que explicaría el traslado de la población del asentamiento colonial fenicio de Abul hacia un lugar más al interior del estuario y seguramente más protegido y cercano a las poblaciones autóctonas. Ello podría ser bastante probable si lo atribuimos a un proceso de urbanización que guarda bastante similitud con el proceso de formación de ciudades que experimentaron algunos asentamientos coloniales fenicios occidentales a finales del siglo VII a.C. y comienzos del VI a.C. (López Castro, 2003). La presencia de rasgos fenicios y autóctonos tanto en la arqueología de Alcácer do Sal como en las leyendas de sus acuñaciones monetales podrían remitirmos a una población con doble origen, que constituyó una ciudad también con un doble nombre: Salacia, según sabemos por las fuentes clásicas (Mela III, 8; Ptol. II, 5, 2; Plin. Nat. His. IV, 116, 117) y la leyenda latina de sus acuñaciones monetales y Bevipo, de acuerdo con la lectura propuesta para las leyendas monetales escritas en alfabeto sudlusitano (Faria, 1992). Cuando la ciudad de Salacia/Bevipo emitió sus acuñaciones en los siglos II y I a.C. empleó con profusión la misma iconografía monetal que ciudades fenicias occidentales como Gadir o Sexs, por mencionar los paralelos más cercanos. Ello no se debería, a mi juicio, a la simple imitación de un modelo prestigioso o económicamente dominante en la región, si tenemos en cuenta que las acuñaciones ciudadanas suponen una expresión voluntaria de la identidad que pretenden mostrar. Así pues, en la formación de la ciudad de Salacia se integraría de manera destacada el sustrato poblacional fenicio presente a lo largo del I milenio a.C. en el área de la desembocadura del Sado, junto a la población autóctona que queda representada en otro elemento monetal de gran relevancia 116

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como es la leyenda con el nombre de la ciudad: Bevipo. La dualidad poblacional en Alcácer ha sido ya propuesta por Arruda a partir de la fundación colonial de Abul, considerando a Alcácer como un centro de poder autóctono con población permanente fenicia (Arruda, 2002, pp. 98-100) y en este sentido el santuario fenicio del área del Castelo de Alcácer líneas arriba mencionado parece confirmar esta hipótesis. Los anversos de Melqart con piel de león y clava, idénticos a los gaditanos y sexitanos van acompañados de otros elementos iconográficos asociados a esta divinidad, como son los delfines y los atunes de los reversos (Manfredi, 1987), así como el creciente con punto de resonancias lunares que se ha asociado a las actividades pesqueras (Marlasca, 2007). De este modo hay indicios que apuntan a la existencia en el área de Salacia y puede que en otras áreas del actual Portugal, de una continuidad en el poblamiento y la presencia fenicios que hiciera posible la pervivencia de elementos culturales, lingüísticos y antroponímicos similares a los que observamos en otras áreas del litoral peninsular con presencia histórica fenicia (López Castro, 1995, 2002). Podemos considerar además como hipótesis otros indicios en cuanto a su relación con la presencia o la influencia fenicia en Lusitania. Las fuentes literarias sobre la conquista romana, Apiano en concreto (App. Iber., 56), al relatar uno de los ataques de lusitanos y vettones a las ciudades de la provincia Ulterior acaecidos en 155-153 a.C., nos ha transmitido los nombres de dos jefes lusitanos que se sucedieron en el mando: Punicus y Kaisaro (Καίσαρος). El nombre personal Punicus, de morfología latina, no debe ser casual, y es posible que haga referencia a alguien cuyo nombre recordaba a los romanos los nombres en lengua fenicio-púnica, o quizás un sobrenombre por el origen del individuo. Por su parte, el nombre Kaisaro, podría, tentativamente, corresponder a la raíz fenicio-púnica kšr o su variante en púnico kyšr que se relaciona con el nombre de divinidad kšr (kūsor) o kyšr (kīsor), Kusor (Krahmalkov, 2000, p. 225), por lo que Kaisaro podría tal vez ser un derivado de un nombre teóforo formado con la raíz de la divinidad, como kšrytn, mtnkšr, ̔bdkšr (Benz 1972, p. 336). La raíz kyšr también tiene el significado de “elefante”: kyšr (kysar) (Fuentes, 1980, p. 139). Aunque no podemos ofrecer ahora una explicación histórica para este episodio concreto, podríamos sin embargo, considerar estos nombres personales como posibles indicios de la existencia en el Oeste peninsular de elementos culturales de origen fenicio que cobran sentido por la larga presencia fenicia en la fachada atlántica, algo que desconocíamos hace 25 o 30 años. El nombre Bocchus en la epigrafía latina hispana Las inscripciones que forman el conjunto epigráfico atribuible a los Cornelii Bocchi mencionan a varios individuos de esta familia, al menos tres, cuyas relaciones de parentesco todavía son objeto de discusión de los entre epigrafistas e historiadores (González Herrero, 2004; Stylow y Ventura 2009, p. 486, n. 25; Almagro, 2010, p. 410): C. Cornelius Bocchus y L. Cornelius C. f. Bocchus atestiguados en Salacia (CIL II,35, IRCP 207) y en Troia (CIL II,5184; ILS 2921; ILER 1561; IRCP 207) y L. Cornelius L. f. Bocchus con inscripciones en Olisipo (FE 1999, p. 275), Salacia (CIL II, 2479 = 5617; IRCP 189) y posiblemente Emerita Augusta (Stylow y Ventura, 2009, pp. 486-489). Las inscripciones que mejor conservan este cognomen presentan clara la grafía del nombre Bocchus, que habría de remontarse como mínimo al padre del primer Lucius, Caius Cornelius Bocchus, quien debió nacer a mediados o en la segunda mitad del siglo I a.C., si tenemos en cuenta las fechas propuestas para el desempeño de la carrera de su hijo Lucius en época muy próxima al emperador Claudio (González Herrero 2002, pp. 50-53; 2004, p. 370). 117

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Así pues, Caius Cornelius Bocchus, que ya portaba los tria nomina debió nacer ciudadano romano, con lo que la adopción del nombre Bocchus como cognomen habría que situarla en una generación inmediatamente anterior, antes en consecuencia de la obtención por parte de Salacia de un estatuto de municipio de derecho latino, según nos transmite Plinio en su lista y muestra su denominación como Urbs Salacia Imperatoria (Plin. Nat. His. IV,117). El adjetivo Imperatoria nos remite a la política municipal cesariana tras las guerras civiles, que comportó la concesión de estatutos municipales por Julio César a numerosas ciudades hispanas, como Gadir y Sexs (Firmum Iulium Sexs) (López Castro, 1995, pp. 240 ss., 250-251), y que fue completada posteriormente por Augusto. La pertenencia de los Cornelii Bocchi a la tribu Galeria no hace sino reforzar la obtención de la ciudadanía romana por un antepasado de la elite salacitana en época cesariana, al igual que los gaditanos y los sexitanos. A este conjunto de inscripciones hay que sumar el topónimo Bocchor o Bocchorus, correspondiente a una ciudad situada en Pollença, en la isla de Mallorca, que conocemos por dos tabulae patronatus que mencionan a la civitas Bocchoritana y al Senatus Populusque Bocchoritanus fechadas en los años 10 y 6 a.C. (Veny, 1965, nos 21 y 22). El topónimo es mencionado también en la lista de Plinio (Plin. Nat. His. III,5, 11) como foederatorum Bocchorum. Por el contexto sintáctico en el texto pliniano y su formulación en ambas inscripciones, el topónimo ha sido objeto de diferentes propuestas, además de las ya citadas de Bocchor y Bocchorus: Bocchorum, Bocchori, Bocchoris (García Riaza, 1997-1998), y en algún caso como el de Bocchorus se le ha atribuido un origen púnico al topónimo precisamente por su conexión con la antroponimia norteafricana (Mayer y Rodá, 1983, p. 30). El estatuto de ciudad federada de la civitas Bocchoritana, probablemente anterior a un posible estatuto municipal, habla también a favor de un origen fenicio-púnico para la ciudad, pues algunas de las ciudades fenicias occidentales lo obtuvieron tras la conquista romana en distintos contextos históricos como sucede con Gadir, Malaka e Iboshim (López Castro, 1991; 1995, pp. 250-251, García Riaza, 1999). Mencionaremos por último el hecho de que la posible vinculación de un nombre personal semita con la denominación de una ciudad, como podría suceder con Bochor o Bocchorus no es única, atendiendo por ejemplo a Mago, posterior municipium Flavium Magontanum (Sánchez León, 2003) y actual Mahón, que puede relacionarse con el nombre personal Mgn tan extendido en la antroponimia fenicio-púnica (Benz, 1972, pp. 133 ss.). Bocchus en la antroponimia fenicio-púnica El nombre Bocchus es suficientemente conocido por haberlo llevado los reyes de Numidia Bocchus I, que reinó entre 110 – c. 80 a.C. (Sal. Iug. 80,3; 83,4; Plut. Mario, 32,4) y su nieto Bocchus II, rey entre 49 y 33 a.C. (Dion Cas. 48, 45,1-3; 49, 43,7). Por ello, inicialmente Bocchus se interpretó como un nombre africano, númida o beréber, por parte de algunos lingüistas (Albertos, 1966, p. 56, Jongeling, 1984, p. 158; Dubuisson y Lipinski, 1992, p. 75). Sin embargo, como veremos, las acuñaciones monetales de Bocchus II en caracteres latinos y neopúnicos, en las cecas de Iol y Lixus, respectivamente, así como la aparición del nombre Bocchus con diversas variantes en inscripciones latinas norteafricanas del área cartaginesa, en las que las pervivencias antroponímicas fenicio-púnicas son abundantes, han hecho plantear a algunos estudiosos un carácter semita para el nombre Bocchus. Las monedas bilingües acuñadas por el rey Bocchus II en Iol presentan las leyendas latinas REX BOCCHUS SOSI F y REX BOCCHUS SOSI FI en los anversos y en los reversos la leyenda en caracteres neopúnicos bqš hmmlkt , o bqš hmt , con el significado de “Bocchus rey”, o “realeza de 118

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Bocchus” (Manfredi 1995, pp. 98-99, 319-320, nos 64-66; Jongeling, 2008, p. 294). De esta forma tenemos un indicio bastante seguro de la grafía semita del nombre. Las acuñaciones de Lixus del mismo rey presentan diversas leyendas también con el nombre bqš: bqš hmm (lkt) šmš (Manfredi, 1995, pp. 98-99, 316-319, nos 49-54, 62-63; Jongeling, 2008, pp. 294-295). Sin embargo, autoras como Manfredi piensan que la lectura no sería bqš con šīn final, sino con sāmek. De hecho pueden verse ambos caracteres en distintas monedas, pero el empleo de los mismos caracteres šīn en leyendas bqš/mqm šmš de Lixus (Manfredi, 1995, nº 63; cf. Cunchillos y Zamora, 1997, tabla epigráfica III, p. 170) nos inclinan a pensar que la grafía correcta del nombre en lengua semita fue bqš, como Jongeling ha señalado (Jongeling, 1984, p. 158) El empleo de dos letras distinta puede deberse a que hubiera dudas sobre qué letra final emplear, como sucede con la escritura neopúnica, ya tardía y muy en contacto con el latín. Sólo la observación de una amplia muestra de monedas de Bocchus de Lixus e Iol poco desgastadas podría sacarnos de dudas definitivamente. Además, dadas las diferentes vocalizaciones y variantes con las que aparece el nombre Bocchus en la epigrafía fenicio-púnica y latina norteafricana hay dos posibilidades para interpretar el origen del nombre, partiendo de las raíces verbales bqš (bēt qōf šīn) o bqy (bēt qōf yōd). Muchos de los nombres fenicios y cartagineses son teóforos que se forman a partir de formas conjugadas de raíces verbales, más el nombre de una divinidad, que en ocasiones se omite, o bien nombres que responden a características personales de los individuos formados a partir de un verbo (Benz 1970, pp. 199 ss.; Jongeling, 1984, pp. 17 ss.) que a veces puede omitirse también. La raíz bqš tiene el significado verbal de “buscar, investigar” (Hoftijzer y Jongeling, 1995, p. 188), “desear” (Fuentes, 1980, p. 89), así como los de “pedir, solicitar, suplicar” (Krahmalkov, 2000, p. 124), aunque hay investigadores que rechazan esta raíz para los antropónimos del tipo Bocchus y similares (Vattioni, 1979a, pp. 169 ss., nº 81). Los nombres personales documentados epigráficamente que están formados con esta raíz se localizan en Fenicia y en el Norte de África. Procedente de Fenicia tenemos el nombre femenino fenicio bqšt, Beqoset, (Benz, 1972, p. 100) que podría significar “pedida”, “solicitada”, “suplicada” [de Dios], o también “deseo”, según ha propuesto Fuentes (1980, p. 89). En el Norte de África, además del nombre Bocchus de la realeza mauritana se documenta con idéntica forma en la epigrafía latina de Cartago (IOILAf, nº 162, 49, II, 15) así como las formas Boccus (Vattioni, 1979b, p. 62) y Boccom en Thugga (CIL VIII, 27200; Jongeling, 1994, p. 26). La raíz verbal bqy tiene el significado de “detenerse”, “pararse”, “quedarse”, “sostener” (Krahmalkov, 2000, p. 124) y también los de “llorar”, “lamentarse”, “plañir” (Hoftijzer y Jongeling, 1995, pp. 163, 775). Los nombres personales derivados de esta raíz los encontramos en el Norte de África y en la Península Ibérica. En Leptis Magna tenemos el caso de bqy dd / r‘y: Boccius Didai (?) (Jongeling y Kerr, 2005, p. 23) aunque el mayor número de variantes lo encontramos en Cartago: M. Bucius Victor Silicianus (IOILT, nº 121), P. Bucius Celer (IOILAf, nº 430), dos casos de Bucco (IOILAf,, nº 162, IOILT, nº 962), así como Bucculus (IOILT, nº 827) y Valerius Bucus (IOILT, nº 472). En Hispania tenemos el caso de [Ant]onius Bucco (IRPC, nº 532) procedente de Ocurri, en el área gaditana. L. Cornelius Balbus y L. Cornelius Bocchus Al analizar la figura de Lucius Cornelius Bocchus (Almagro, 2010) hay dos factores que inmediatamente llaman la atención: en primer lugar su paralelismo histórico con Lucius Cornelius Balbus, el fenicio gaditano que tras obtener la ciudadanía romana en 72 a.C., alcanzó el consulado, al igual 119

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que su sobrino de igual nombre, y en segundo lugar el cognomen Bocchus que nos remite como hipótesis al ámbito de la antroponimia fenicio-púnica, al igual que el cognomen Balbus. Por la época aproximada de su nacimiento L. Cornelius Bocchus debió ser bastante posterior al gaditano L. Cornelius Balbus el mayor (Rodríguez Neila, 1973, Boscs-Plateaux, 1994), con quien L. Cornelius Bocchus guarda algunas semejanzas en su trayectoria pública y en su actividad privada. Ambos eran ciudadanos romanos nacidos en una ciudad fenicia, Gadir, y en una ciudad con un notable componente fenicio como Salacia, que obtuvieron estatutos municipales gracias a la política de recompensas de Julio César en las guerras civiles. Los dos portan cognomina derivados de la antroponimia semita, el caso de Balbus con teóforos de raíz B̉ l, del nombre divino del Dios Ba ̉al, o bien de otro significado de la raíz, como es “señor” “rey”, “ciudadano” (Krahmalkov, 2000, p. 110). Ambos personajes pertenecieron al ordo equester, si bien Balbus alcanzó posteriormente el rango senatorial, y los dos desempeñaron idénticos puestos, cada uno en su respectivo cursus honorum, primero como praefectus fabrum y luego como magistrados municipales: Balbus fue quattuorvir y Bocchus aedil y duunvir. Culminaron sus carreras con puestos de gran relevancia, el primero con el consulado suffectus, y el segundo con un flaminado provincial. Fueron también hombres acaudalados que ejercieron el patronato de sus respectivas ciudades natales, la Urbs Iulia Gaditana y la Urbs Salacia Imperatoria, ante Roma y los dos fueron también hombres de letras, de quienes sabemos que escribieron obras en latín, desgraciadamente perdidas. Para concluir, hay que subrayar que aunque hay argumentos para sostener que el nombre Bocchus pudo ser de origen fenicio, ello no significa que Lucius Cornelius Bocchus no fuera un cives romanus optimo iure, como atestiguan sus tria nomina y su cursus. Bocchus es el ejemplo en Lusitania de una elite provincial perfectamente integrada en el Imperio, comparable a la que representaron los Cornelii Balbii gaditanos, que tendía puentes como patroni de sus comunidades de origen peregrinus con la estructura política, social y económica del Imperio romano, cuando experimentaban un proceso de disolución de su propia tradición cultural, en el que, sin embargo, se valoraban y reinterpretaban antecedentes remotos y prestigiosos como los relacionados con Melqart gaditano, ahora Hercules Gaditanus, y su famoso templo en los confines del mundo conocido. Referencias Bibliográficas AA.VV. (1995). Núcleo arqueológico da Rua dos Correeiros. Lisboa. Almagro-Gorbea, M. (2010a). La colonización tartésica: toponimia y arqueología. Palaeohispanica, 10, 187-199. Serta Palaeohispanica J. de Hoz Almagro-Gorbea, M. (2010b). Lucio Cornelio Boco: Turdetano de Salacia y autor de la Edad del Plata de la Literatura Latina. Estudos Arqueológicos de Oeiras, 18, 407-452. Almagro-Gorbea, M. y Torres Ortiz, M. (2009). La colonización de la costa atlántica de Portugal: ¿fenicios o tartesios? Palaeohispanica, 9, 113-142. Acta Palaeohispanica X Arruda, A. M. (2002). Los fenicios en Portugal. Fenicios e indígenas en el centro y sur de Portugal (siglos VIII-VI a.C.). Barcelona. Aubet, M. E., Carmona, P., Curià, E., Delgado, A. Fernández Cantos, A. y Párraga, M. (eds.) (1999). Cerro del Villar I. El asentamiento fenicio en la desembocadura del río Guadalhorce y su interacción con el hinterland. Sevilla. Arqueología Monografías 5 Barros, L., Cardoso, J. L. y Sabrosa, A. (1993). Fenicios na margem Sul do Tejo. Economia e integraçao cultural do povoado do Almaraz, Almada. Os Fenícios em Território Portugués, Estudos Orientais, IV, 143-181. Benz, F. L. (1972). Personal Names in Phoenician and Punic Inscriptions. Rome. Boscs-Plateaux, F. des (1994). L. Cornelius Balbus de Gadès: la carriére méconnue d’un espagnol à l’époque des guerres civiles (1er siècle av. J.-C.). Mélanges de la Casa de Velázquez, XXX, 7-35. 120

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ARCHAEOLOGIA HISPANICA 1

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(BIBLIOTHECA ARCHAEOLOGIA HISPANA 37)

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