Biopolítica. Neoliberalismo y subjetividad.

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Paralaje nº 5 (2010)/ Dossier Mariela Ávila ___________________________________________________________________________________

BIOPOLÍTICA: NEOLIBERALISMO Y SUBJETIVIDAD

Mariela Avila∗

RESUMEN Desde una perspectiva biopolítica se busca llevar a cabo un análisis del modelo económico dominante actual, poniéndolo en relación con la subjetividad. Para tal fin se hace uso de los trabajos de Michel Foucault sobre esta temática. En esta línea, se indaga la incidencia que el neoliberalismo tiene en la existencia de los individuos y sus modos de subjetivación. Se analiza la relación entre la seguridad como tecnología biopolítica y la libertad en este modelo llamado “empresarial” que se presenta a sí mismo como la mejor posibilidad de existencia. Descriptores: biopolítica- liberalismo- neoliberalismo- libertad- subjetividad

∗ Profesora y Licenciada en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, Argentina. Becaria CONICYT 2008 de Doctorado para Extranjeros Latinoamericanos. Doctoranda en Filosofía por la PUCV, Chile, en Cotutela con l’Universite París 8 Saint-Denis, Francia. E-mail: [email protected]

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INTRODUCCIÓN En su curso el Nacimiento de la biopolítica del año 1979, Michel Foucault abre un dominio de análisis donde ensaya establecer las relaciones posibles entre el modelo económico y las subjetividades desde una perspectiva biopolítica. A partir de estos análisis, nos permitimos preguntar si es posible delinear algunas reflexiones entre las doctrinas económicas actuales y los sujetos que de ellas participan. Nuestro texto se suma, entonces, a la genealogía de la gubernamentalidad que elabora el autor para explorar el lugar de la subjetividad al interior de esta trama: se busca dimensionar el impacto que pueden tener los modelos económicos en la vida de los individuos, así como vislumbrar los efectos y modos de subjetivación que implican y propician. Un dato interesante, que debe tenerse en cuenta sobre el Nacimiento de la biopolítica, es que este es el único curso en que Foucault se hace cargo de sucesos contemporáneos. Al contrario del grueso de sus investigaciones que analizan, en general, la constitución histórica de discursos y prácticas sociales desde los siglos XVI al XIX, el curso del año 1979 gira en torno a procesos actuales, tal como es el caso del neoliberalismo. Si bien la línea de trabajo que anuncia en la primera clase es una continuación del seminario dictado en el periodo anterior Seguridad, territorio, población en el que trabaja la noción de biopoder y gubernamentalidad el curso gira más bien en torno a categorías contemporáneas de índole económica.

1. GUBERNAMENTALIDAD. DISCIPLINA Y BIOPOLÍTICA A fin de introducirse en el ámbito conceptual de estos cursos, es necesario clarificar la noción de gubernamentalidad que oficiará de hilo conductor de la presente investigación. Con este término el autor hace referencia a las técnicas, estrategias y tecnologías móviles, que desarrolla un gobierno sobre su población a fin de dirigirla en un determinado periodo histórico. En palabras de Foucault: “Por gubernamentalidad entiendo el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma tan específica, tan compleja de poder que tiene como meta principal la población, como forma primordial de saber la economía política, como instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad”1.

Al analizar con detenimiento esta definición, se vislumbra que el factor clave que posibilita la gubernamentalización del Estado es la población. En efecto, se produce a partir del siglo XVIII un desplazamiento del control sobre el territorio al control de la población, lo que significa que las políticas de soberanía cuyo criterio prioritario era el control de un espacio 1

Foucault, Michel, Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006, p. 136.

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estrictamente definido, ceden lugar a la implementación de políticas que se dirigen, esta vez, a una población móvil cuya problemática no responde ya al territorio, sino más bien a su administración y productividad. Al respecto dice Judith Revel: “La población es el conjunto de seres vivos y coexistentes que exhiben rasgos biológicos y patológicos particulares, y cuya vida misma es susceptible de ser controlada a fin de asegurar una mejor gestión de la fuerza de trabajo”2. De esta manera, es posible ver en la población un cúmulo de características biológicas comunes —tales como el nacimiento, la muerte, enfermedades, entre otras— que son susceptibles de ser conducidas, controladas e, incluso, inducidas. Foucault llama a este ejercicio del poder vital biopoder, y lo caracteriza de la siguiente manera:“(...) el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especie humana, constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política, de una estrategia política, una estrategia general de poder; (...)”3 El término biopoder debe entenderse, entonces, como un poder que se ejerce sobre la vida, comprendida esta como el factor que une a todos los individuos, vale decir, la especie, que agrupa a los sujetos bajo un conjunto de rasgos biológicos compartidos. De esta manera, el ejercicio del biopoder permite la instauración de una tecnología biopolítica4, que se anclará en la población para administrar sus procesos vitales comunes, introduciéndolos en el campo de la gestión política. Entonces, por vez primera, la vida entra en escena como categoría política.5 Sin embargo, en trabajos anteriores Foucault ha dado cuenta de una forma de poder, la disciplina, que se aplica sobre el individuo, sobre su cuerpo particular. La disciplina es por ello una tecnología que se materializa en las instituciones y que se incorpora en los sujetos, a través de sus cuerpos, en relaciones microfísicas6. En este punto, el autor repara en la relación entre 2

REVEL, Judith, Diccionario Foucault. Nueva Visión, Buenos Aires, 2009, p, 36. FOUCAULT, op. cit., p. 15. 4 La utilización del término biopolítica introduce una ambigüedad en el pensamiento de Foucault, ya que si bien en principio lo utiliza para hacer referencia al conjunto aplicado de biopoderes, luego, en obras posteriores, con él alude a la posibilidad de resistencia al poder porque, como es sabido, donde hay poder hay también resistencia. Al respecto véase la obra de Foucault Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003. 5 Sin embargo, el momento de la incorporación de la vida a la política es fruto de un debate posterior. Giorgio Agamben en sus análisis biopolíticos repara en el hecho de que la Zoé, excluida de la polis, vuelve a introducirse en ella como un elemento que puede ser administrado. Así, el autor recoge de la tradición griega, y no de la modernidad, una distinción etimológica que existe al interior de la palabra vida, entre Bíos y Zoé. Bíos es la vida política que se ejerce con otros dentro de una comunidad, en tanto que Zoé es la vida biológica, casi reducida a su capacidad reproductiva, que es necesario expulsar de la ciudad, ya que se constituye como la fuerza viva irreductible políticamente. Es por ello posible observar cierta relación entre la vida analizada biopolíticamente, puesta en el centro de la atención política, y la Zoé, como nuda vida, antaño expulsada de la polis y que, sin embargo ahora se busca administrar mediante tecnologías biopolíticas (al respecto véase: Agamben, Giorgio, Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2007). 6 El desarrollo acabado de estas nociones se despliega en Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión (1975), cuyo análisis es teóricamente anterior a la perspectiva biopolítica que es objeto de nuestra investigación (al respecto véase Foucault, Michel, Vigilar y Castigar. Siglo XXI, Buenos Aires, 2005). 3

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estas formas de ejercicio de poder que recorren al individuo desde su cuerpo, mediante la disciplina, hasta la dimensión de la especie a través del biopoder, por lo que despliega un análisis histórico-genealógico de esta intersección en la última clase de su curso Defender la sociedad. Allí dice: “Desde el siglo XVIII (o, en todo caso, desde fines del siglo XVIII) tenemos entonces, dos tecnologías de poder que se introducen con cierto desfasaje cronológico y que están superpuestas. Una técnica que es disciplinaria: está centrada en el cuerpo (...). Y por otro lado, tenemos una tecnología que no se centra en el cuerpo, sino en la vida (...).7

Para analizar el nudo entre estas dos formas de materialización del poder, es necesario remontarse al año 1975, y más precisamente a Vigilar y Castigar, donde por primera vez, Foucault desarrolla una analítica sobre el poder de manera explícita. En esta obra examina el poder aplicado a los cuerpos, en relación al espacio y al tiempo, un poder que se integra en instituciones y en modos de trabajo. La tecnología de este ejercicio del poder se denomina anatomopolítica, y se despliega a través de la disciplina, cuya tarea es la de vigilar y controlar los cuerpos a fin de volverlos dóciles. Foucault dice: “La meta básica del poder disciplinario era producir un ser humano que pudiese ser tratado como un “cuerpo dócil”. Este cuerpo dócil también tenía que ser un cuerpo productivo.”8 Por definición, en la disciplina nada queda librado al azar, dicho foucaultianamente, ella atiende a cada detalle del sujeto y de su cuerpo. Esto puede verse en el período de la Revolución Industrial, donde se implementa un fino despliegue anatomopolítico a fin de someter al obrero, de tornarlo sumiso y así aumentar su productividad. Al hablar del proceso de producción del siglo XVIII, Foucault dice: “Cada variable de esta fuerza vigor, rapidez, habilidad, constancia puede ser observada, y por lo tanto caracterizada, apreciada, contabilizada, y referida a aquel que es su agente particular. Rotulando así de manera perfectamente legible toda la serie de los cuerpos singulares, la fuerza de trabajo puede analizarse en unidades individuales.” 9

En el curso del año 1977, Foucault trabaja en profundidad la noción de biopoder, que ya había sido anticipada en el Tomo I de la Historia de la Sexualidad. Si bien la disciplina y la biopolítica operan en niveles y campos diferentes, no existe entre ellas una oposición, por el contrario, puede decirse que la disciplina es en cierta manera asumida por el biopoder. De este modo, es posible ver cómo la disciplina actúa dentro de un espacio y de un tiempo delimitado, que es administrado e individualizado, mientras que el biopoder se dirige a la población, elemento abierto y en dispersión. Es por eso que su ejercicio busca establecer una norma,

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FOUCAULT, Michel, Defender la sociedad. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000, p, 225. DREYFUS, Hubert y Rabinow, Paul, Michel Foucault. Más allá del estructuralismo y la hermenéutica, Nueva Visión, Buenos Aires, 2004, p, 164. 9 Vigilar y Castigar, ed. cit., p. 149. 8

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administrando las diferencias que se presentan al interior de la población pero sin prescribir ni prohibir tajantemente, como sí lo hace la disciplina. El carácter inédito de la biopolítica consiste, entonces, en la puesta en marcha de dispositivos de regulación y de seguridad. Mediante estos, la instancia gubernamental reúne a la población bajo un rango que es posible de conducir e inducir. Con estos dispositivos, se busca, principalmente, establecer mecanismos para disminuir los virtuales efectos nocivos asociados al dinamismo, la movilidad y dispersión propios de una población altamente imprevisible. Foucault señala: “Y se trata, sobretodo, de establecer mecanismos reguladores que, en esa población global con su campo aleatorio, puedan fijar un equilibrio, mantener un promedio, establecer una especie de homeostasis, asegurar compensaciones; en síntesis, de instalar mecanismos de seguridad alrededor de ese carácter aleatorio que es inherente a una población de seres vivos.”10

Desde luego, los dispositivos de seguridad tienen aquí un sentido preciso. Ellos se presentan como herramientas que permiten enfrentar y regular todo aquello que para el individuo está fuera de control, es decir, que se instalan en el ámbito de lo probable, de lo que se desprende una evidente ambigüedad en su ejercicio: puesto que estos dispositivos ganan su fuerza en este terreno, no deben nunca eliminarlo del todo. En síntesis, la seguridad debe generar una cuota de inseguridad. Su estrategia es la de dejar hacer, y no ya la de negar o poner límites como en el caso de la disciplina. Además, los dispositivos de seguridad se apoyan en los detalles cotidianos como procesos inherentes y necesarios de la vida de la población. Se comprende, entonces, cómo, a partir de las tecnologías del biopoder y sus dispositivos de seguridad, se pueden establecer controles que si bien funcionan a un nivel global, se caracterizan también por actuar directamente sobre la cotidianeidad de los individuos, es decir, sobre un ámbito en el que se juega su voluntad, sus necesidades y su libertad. De esta manera, es posible decir que la biopolítica regula y administra a los individuos desde su lado biológico, pero llega también a la dimensión de la subjetividad en la que los sujetos se constituyen.

2. DOCTRINA LIBERAL Y ADMINISTRACIÓN DE LA LIBERTAD Al tratar de poner en diálogo estos análisis con nuestro acontecer político y económico, es posible observar diversas tecnologías biopolíticas que operan en nuestra normalidad. Estos dispositivos trabajan al nivel de la cotidianeidad de los sujetos, instalándose como administraciones normales, e incluso necesarias para la vida diaria. Se puede ver, de este modo, que situaciones tales como campañas médicas, sistemas de previsión, seguros de vida, el consumo y la administración de la ‘píldora del día después’ —entre otros— son fenómenos de raíz natural, que ponen de manifiesto un manejo biopolítico de la vida.

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Defender la sociedad, ed. cit., p, 223.

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Los dispositivos de seguridad han ganado un territorio independiente de las políticas evidentes del Estado, restándole un marco legal, estableciéndose en un dominio que, si bien es cotidiano, no se constituye en un espacio de decisión ciudadana ni de política representativa. Hoy en día, la seguridad es un ámbito que se está naturalizando o se ha naturalizado y que, lejos de traducirse legalmente, llega, no obstante, a todos los rincones de la vida. Así, en 1977 Foucault dice: “¿Qué pasa entonces hoy? La relación del Estado con la población se hace esencialmente bajo la forma de lo que se podría llamar (…) Hoy el problema de fronteras apenas se toca. Lo que el Estado propone como pacto a la población es: . Garantías contra todo eso que pueda ser incertidumbre, accidente, daño, riesgo (…) El Estado que garantiza la seguridad es un Estado que está obligado a intervenir en todos los casos en los que la trama de la vida cotidiana es agujereada por un acontecimiento singular, excepcional.”11 .

Esto es, el efecto que busca la biopolítica es principalmente productivo y no coercitivo. Foucault muestra que en el siglo XIX el liberalismo y su laissez-faire(dejar-hacer) operan sobre una realidad que debe ser lo menos intervenida posible, pero donde la seguridad juega un rol crucial. ¿Cómo se ha incorporado el liberalismo económico a las políticas de gobierno actuales? Para responder a esto, Foucault pasa revista a la teoría económica moderna de los fisiócratas, para quienes la acción política debe actuar sobre la realidad física consumada, y no imponer reglas o normas que prescriban de manera anticipada12. Estos postulados son un antecedente ineludible para la comprensión de la doctrina liberal. A este respecto Foucault aclara: “El liberalismo, el juego: dejar que la gente haga y las cosas pasen, que las cosas transcurran, dejar hacer, pasar y transcurrir, significa esencialmente hacer de tal suerte que la realidad se desarrolle y marche, siga su curso de acuerdo con las leyes, los principios y los mecanismos que les son propios.”13

Puede verse así, el desprendimiento que lleva a cabo el liberalismo de la figura del Estado intervencionista que se había consolidado a partir del siglo XVI. Su meta es lograr la menor intervención posible, lo que desplaza la figura estatal del centro de la escena política. De allí que la intervención del poder no se instale como una razón de Estado, sino que adopte la forma de una microfísica, que se asienta en la noción de biopolítica, mostrando que, en vez de intervenir, su función es la de guiar y regular la vida en sí misma. El Estado se diversifica en una serie de instituciones y reglas que norman la existencia, pero que, en base a la seguridad, dejan libre un espacio para el desarrollo de las libertades individuales. Este es, desde luego, el 11

FOUCAULT, Michel, Dits et écrits II, 1976-1988, Éditions Gallimard, Paris, 2001, p, 383. (La traducción es nuestra). 12 La preocupación por las tesis sostenidas por los fisiócratas constituye, para Foucault, una problemática que se encuentra ya en Las palabras y las cosas a la hora de situar la emergencia de la economía política. Dicha preocupación es luego retomada en Seguridad, territorio, población y en el Nacimiento de la biopolítica en relación al liberalismo. Al respecto véase Foucault, Michel, Las palabras y las cosas. Siglo XXI, Madrid, 1995, p. 190 y siguientes. 13 Seguridad, territorio, población. ed. cit., p. 70.

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mejor escenario para la implementación de las políticas liberales, que hacen de dicho espacio el motor de la producción y el dominio de las decisiones políticas. Al respecto Judith Revel aclara:“Esa investidura de la sociedad entera por las relaciones de poder, es decir, el desplazamiento y la difuminación de la división tradicional entre la política y la vida, caracterizará de hecho el auge del liberalismo a partir del siglo XIX.”14 De esta manera, inscrito en un contexto biopolítico, el liberalismo puede actuar permitiendo la libertad, vale decir, no interfiriendo en el desarrollo de los acontecimientos15. Para esta doctrina es necesario que haya libertades, múltiples libertades: de mercado, de consumo, de acción, de elección. El liberalismo necesita de la libertad para poder existir, se apoya en ella, la consume y, por lo mismo, la genera en excedente. En tal sentido, el liberalismo produce libertad, pero no para que el individuo haga lo que quiera. Al respecto dice Foucault: “El liberalismo plantea simplemente lo siguiente: voy a producir para ti lo que se requiere para que seas libre. Voy a procurar que tengas la libertad de ser libre”16. Es posible ver, entonces, que por una parte se hace necesaria la producción de libertad, pero que el mismo acto de creación lleva consigo límites, controles, regulaciones, normatividades. Este régimen da libertad a los sujetos, les da margen de opción y de acción, pero a su vez, les brinda las alternativas entre las que deben elegir. El liberalismo otorga espacios de una libertad que en ningún caso es absoluta, sino que se manifiesta en ámbitos decisionales y de elección. Así, entonces, el liberalismo también indica qué hacer con esa libertad y por esto toma su lugar en la virtual administración de una subjetividad que se percibe como libre. Entonces, para Foucault la libertad en el régimen liberal no es un dato previo, sino que se produce a cada instante y requiere administración. Justamente, la clave de la administración de la libertad es la seguridad. Luego, ¿qué papel juega la seguridad como tecnología biopolítica? Su función es reguladora, debe controlar los intereses y libertades particulares a fin de que no intervengan y amenacen el interés común. Sin embargo, se está en presencia de un complejo proceso bilateral, ya que el liberalismo ha de ocuparse de los intereses de la población, pero también debe proteger los intereses individuales frente a los colectivos. Antaño, en el sistema de soberanía, el súbdito podía pedir al rey una protección frente al enemigo, pero esa protección se daba en un límite exterior al individuo: se lo protegía de otro sujeto invasor. En el caso del liberalismo, se genera un estado de peligro constante que amenaza la libertad, se produce una sensación de desamparo en la que se ponen en juego la integridad, el futuro, los bienes, la salud, e incluso la vida de los individuos. De esta manera, 14

Diccionario Foucault, ed. cit., p. 93. No se trata, en ningún caso, de una libertad absoluta, pensada en los términos de una ontología filosófica. Por el contrario, recordemos que Foucault ha abierto un dominio de investigaciones que se caracteriza por la destitución de los privilegios del hombre, y de todas sus figuras trascendentales como el sujeto, el cogito y la libertad (Véase: Foucault, Michel, La arqueología del saber. Siglo XXI, Buenos Aires, 2003, p. 337 y siguientes). 16 FOUCAULT, Michel, El nacimiento de la biopolítica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, p. 84. 15

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bajo el régimen liberal se establece una cultura del miedo. En ella el objeto que origina temor e inseguridad no es unívoco, antes bien, la causa del miedo va mutando, y se encarna, según el caso, en enfermedades, guerras, terrorismo, crisis económica, etc. Justamente, uno de los postulados de este modelo económico es que los sujetos se vean constantemente envueltos por una sensación constante de un inminente peligro cotidiano, que es administrado por el sistema, ya que es éste el que puede ofrecer protección y, desde luego, seguridad. De esta manera, la vida codificada en términos de seguridad permite ser guiada, regulada, conducida. Si bien los ejemplos de Foucault se centran en el liberalismo del siglo XIX, creemos que es posible encontrar una continuidad de sus prácticas en la implementación del neoliberalismo del siglo XX. En efecto, actualmente se puede ver la instauración de mecanismos biopolíticos de seguridad que sugieren una invasión de peligros cotidianos, que implican un particular manejo del temor. No debe entonces sorprender el papel central que tiene la seguridad en todas las políticas de gobierno actuales. En efecto, la seguridad se ha vuelto un valor rentable para el escenario político electoral. En definitiva, hoy en día se puede apreciar cómo la mecánica de la seguridad sigue operando. Ejemplo de esto es el caso de la Gripe A (H1N1) que, en su momento de mayor desarrollo, instaló un temor desmedido en la población, cuyas consecuencias han sido, entre otras, el cierre de fronteras, la regulación del flujo de personas entre países, el aislamiento, la ruptura de contratos económicos, etc. Así, el dispositivo de la seguridad opera al interior de la población regulando su libertad a través de la amenaza cotidiana.

3. NEOLIBERALISMO Y AUTOGESTIÓN Insistamos, Foucault establece una relación familiar entre el liberalismo y el neoliberalismo. Con todo, esta nueva doctrina, nutrida por la política liberal que promulga la menor intervención estatal, ha radicalizado este postulado al punto de hacer depender del mercado el equilibrio económico y político del Estado. Ahora bien, el neoliberalismo no se inscribe ya en el laissez-faire del liberalismo, sino que promulga una vigilancia y control permanente con el fin de poder sostener su objetivo prioritario: el mercado. Sin embargo, dicho control no recae sólo sobre fenómenos netamente económicos, sino que se aboca a otras instancias sociales para posibilitar la existencia del mercado. Sobre esta distinción Foucault aclara: “El problema del neoliberalismo, al contrario, pasa por saber cómo se puede ajustar el ejercicio global del poder político a los principios de una economía de mercado. En consecuencia, no se trata de liberar un lugar vacío, sino de remitir, referir,

Paralaje nº 5 (2010)/ Dossier Mariela Ávila ___________________________________________________________________________________ proyectar en un arte general de gobernar los principios formales de una economía de mercado”17.

La práctica neoliberal busca adecuar el ejercicio del poder político a los principios de la economía del mercado, incluso en el ámbito de la subjetividad. Su finalidad es la de introducir las variables del mercado en el arte de gobernar. De esta manera, los procesos sociales quedarán subsumidos a una razón de Estado que se mueve dentro de un paradigma empresarial, que implementa sus categorías y metas rentables en los ámbitos sociales y subjetivos. Este modelo necesita crear un entorno de competitividad permanente, es decir, busca obtener una sociedad-empresa que se desarrolle dentro de los parámetros costo-beneficio. Ahora bien, según Foucault, también en el ámbito de las individualidades, el neoliberalismo promulga un sujeto que debe instituirse como empresario de sí mismo. Como se ha visto, el neoliberalismo requiere de la libertad, y por esta razón, busca reducir al mayor grado la intervención estatal. Esto trae como consecuencia la implementación del modelo de la autogestión, en el que los sujetos deben decidir por sí mismos y hacerse cargo de sí. El neoliberalismo crea entonces un escenario de competitividades, en el que los individuos deben responder por sí mismos y ser los únicos responsables de su futuro. En virtud de lo anterior, los sujetos deben decidir sobre su seguro de salud, su renta jubilatoria, sus ahorros, la educación de los hijos, todo lo que, a su vez, les permite proyectar opciones a futuro. De esta manera, el individuo entra en un juego en que debe velar por su bienestar y su vida, a partir de la construcción de un destino respaldado por la seguridad. Puede verse así que la administración neoliberal opera sobre la población, obligando a los individuos a optar, a elegir la mejor alternativa posible. A su vez, el neoliberalismo presenta un escenario que se postula a sí mismo como la mejor opción, la única capaz de brindar garantías de seguridad y protección. Por el contrario, cualquier alternativa a dicho escenario se presenta, entonces, como un panorama incierto, inestable y eventualmente desolador. Las tecnologías biopolíticas, a partir de la regulación de variables comunes entre los individuos, perfilan ciertos patrones en el ámbito del comportamiento y de las necesidades. La función del Estado es la de generar las condiciones para que los individuos puedan autogestionar la calidad de su existencia. Al respecto dice Foucault: “No se trata en suma de asegurar a los individuos una cobertura social de los riesgos, sino de otorgar a cada uno una especie de espacio económico dentro del cual pueda afrontar y asumir dichos riesgos”18. De esta manera es posible observar que en el modelo neoliberal el Estado no opera de manera intervencionista, sino que su gestión se limita a la instalación de dispositivos reguladores del mercado, que buscan a su vez intervenir en la administración de la sociedad y que repercuten, o redundan, en la dimensión de la subjetividad.

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Ibíd., p. 157. Ibíd., p, 178.

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Así, el modelo neoliberal busca organizar una sociedad que se rija por las leyes de la competitividad y del mercado. Por ello, su sujeto ideal es aquel que implementa las reglas de la competencia y la rentabilidad en su vida, es decir, una suerte de empresario de sí mismo, que vela por sus intereses y por su expansión. En palabras de Foucault: “El ‘homo æconómicus’ que se intenta reconstituir no es el hombre del intercambio, no es el hombre consumidor, es el hombre de la empresa y la producción”19. A diferencia del liberalismo, el neoliberalismo no pretende lograr una identidad única entre sus individuos, sino que abre una amplia gama de posibilidades entre las que el sujeto puede escoger. Desde luego, estas posibilidades se reflejan en las ofertas del mercado. Dice Foucault: “Se trata, (…) de alcanzar una sociedad ajustada no a la mercancía y a su uniformidad, sino a la multiplicidad y a la diferencia de las empresas”20. Estamos en presencia, entonces, de una tecnología gubernamental que mediante la regulación, da a los individuos una amplia gama de opciones para desarrollar y asegurar su existencia. Queda en evidencia, de esta manera, que la gestión neoliberal avala la diferencia, se apoya en el despliegue de las multiplicidades y la heterogeneidad, vale decir, fomenta diversos modos de vida. Ante este panorama, los individuos tienen ante sí una gran variedad de modos de ser, una generosa oferta de productos, de modelos de vida, de paradigmas bajo los cuales pueden construir e instituir su subjetividad.

CONCLUSIONES Como se ha anunciado, la pretensión de este trabajo es la de liberar un dominio de análisis, para poner en discusión la relación entre el modelo económico actual y la subjetividad. Se ha visto, entonces, de qué manera los análisis de Foucault sobre las problemáticas económicas constituyen en un determinante aporte para las investigaciones que se aboquen a realizar un diagnóstico de la actualidad, no sólo en el ámbito económico, sino también en el de los individuos y la construcción de sus subjetividades. A partir de las nociones de gubernamentalidad y biopolítica, se hace posible un mejor enfoque de acercamiento al análisis de los modelos económicos liberal y neoliberal, porque permite abordar la noción de libertad en ellos inscrita. Así, una de las distinciones entre estos dos modelos económicos, se centra en el grado de intervención que sostienen en la sociedad: es el neoliberalismo la doctrina que implementa una gubernamentalidad que busca lograr un despliegue del modelo empresarial en la población y en los individuos; esta intervención no se limita a un plano económico, sino que invade integralmente la subjetividad, puesto que, en este ámbito de la competitividad, el sujeto pone en juego sus opciones de vida, es decir, hipoteca su bienestar, su libertad y su seguridad.

19 20

Ibíd., p, 182. Ibíd., p, 187.

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En tales condiciones, empresarios de sí mismos, los individuos insertos en el sistema neoliberal velan por su existencia y por su seguridad. El neoliberalismo no trata de homogeneizar las singularidades, sino que alienta sus diferencias, pero reserva para cada una de ellas una gran variedad de posibilidades, entre las que el sujeto puede y debe optar. En otras palabras: este modelo no niega las diferencias, sino que se apoya en ellas y las produce. Se abre así un espacio en el que el individuo debe escoger cómo proteger y hacer rentable su vida dentro del ámbito de la seguridad. Dicho espacio es codificado por el sujeto como un distrito de libertad, pero esa libertad y su uso son una creación del modelo en el que está inserto. Una de las características principales del neoliberalismo es la de mostrarse como la mejor de las realidades existentes, sin embargo, éste despliega una invasión de miedos cotidianos que amenazan el presente y la libertad, presentando un futuro incierto y, en muchos casos, apocalíptico. De modo tal, se puede sostener que es el modelo mismo, mediante la tecnología biopolítica de la seguridad, el que se ofrece para conjurar cualquier alteración o amenaza, y así, mantener en vigencia la libertad creada y administrada por el sistema. A modo de cierre nos permitimos dejar esbozadas algunas preguntas: ¿qué sucede cuando el modelo debe restringir las libertades? ¿Qué pasa con los sujetos que no pueden entrar al juego de la competitividad?, ¿qué modelos de subjetivación adoptan aquellos individuos para los que el mundo de la mercancía y la competencia les está totalmente vedado? Estas interrogantes abren un campo que nos invita a seguir pensado las relaciones económicas actuales y las diversas formas de subjetividad, aún aquellas que parecen no ser contempladas por este sistema.

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