Biodeterioro del patrimonio cult ural: el sorprendente apetito de algunos organismos por el arte y la historia

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Descripción

Fuente: fotografía de Liliana Reyes

Biodeterioro del patrimonio cultural:

el sorprendente apetito de algunos organismos por el arte y la historia Liliana Reyes Valderrama

Biodeterioro del patrimonio cultural: el sorprendente apetito de algunos organismos por el arte y la historia El patrimonio cultural e histórico constituye la expresión de la memoria, las tradiciones, creencias y obras de las distintas naciones y comunidades, en estrecha relación con sus valores e identidad. Lo hemos recibido como legado de nuestros antepasados para conservarlo y, a su vez, heredarlo a las futuras generaciones. Comprende tanto el patrimonio material (tangible) como el inmaterial (intangible), el primero de los cuales abarca elementos como objetos, esculturas, documentos y pinturas, y el segundo, creaciones y expresiones como la música, el teatro, las celebraciones tradicionales, etc. [1]. Casa de Cartagena de Indias. Fotografía de Liliana Reyes.

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Liliana Reyes Valderrama M. Sc. Profesora de cátedra del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes [email protected]

Billete de dos pesos, 1977. Fotografía de Liliana Reyes

Entre las múltiples razones que se suelen mencionar para explicar la necesidad de su preservación se encuentran sus méritos artísticos, su valor económico y su connotación actual como fuente de desarrollo, por medio del turismo. Pero claramente, más allá de estos argumentos, es forzoso reconocer también que el patrimonio cultural e histórico es único e irremplazable, y que su menoscabo constituye no solo una pérdida para un país o comunidad, sino para la humanidad entera, puesto que simboliza la identidad de las sociedades, refleja su diversidad y sus puntos de encuentro, y se erige como testimonio histórico excepcional que nos permite entender, además, otras épocas y culturas [1]. Aun así, y a pesar de su relevancia y de su comprensible fragilidad, tendemos a desestimar la posibilidad de su deterioro, dado que ya ha perdurado por largo tiempo, y, en muchos casos, sin mayores precauciones ni cuidados. Sin embargo, el deterioro es un proceso normal e inevitable, aunque pueda ser prevenido, desacelerado y controlado con las medidas apropiadas, y si se brindan condiciones ambientales estables. Es bien sabido que los cambios drásticos en el clima, la contaminación atmosférica, el exceso de luz y humedad, e incluso los desastres naturales, se cuentan entre los enemigos habituales del patrimonio [1]. En la búsqueda de formas de mitigar su destrucción, en años recientes se ha profundizado en el estudio de uno de estos factores nocivos, que está estrechamente relacionado con los seres vivos y que se conoce como biodeterioro. Con este término se define la degradación indeseable, de origen biológico, que afecta a distintos materiales (modernos o antiguos), estimulada y agravada por factores ambientales, y que puede derivar en alteraciones

de tipo físico, bioquímico y estético, lo que causa considerables pérdidas económicas, representadas en costos de prevención y tratamiento [2, 3]. Aunque en general se hable de los microorganismos como frecuentes agentes biodeteriorantes, de manera más amplia hoy en día se incluyen otros organismos, tales como animales (insectos, roedores, aves), e incluso plantas [4]. Ahora bien, si hablamos de que el biodeterioro puede afectar los objetos que hacen parte del patrimonio cultural material, resultan aún más alarmantes sus repercusiones, ya que como se mencionó, se trata de piezas valiosas e insustituibles. Este “apetito por la cultura”, como lo ha llamado Andrea Rinaldi, investigador de la Universidad de Cagliari, puede tener consecuencias desastrosas. Multitud de piezas y obras antiguas de todo el mundo, entre las que se cuentan edificaciones, monumentos, buques, manuscritos, esculturas, pinturas, tejidos y otros elementos que hacen parte del acervo cultural de las naciones, han sido ya atacadas por este mal [4, 5]. El origen del problema se relaciona en principio con que muchas riquezas culturales tienen una composición química basada en constituyentes orgánicos que, en determinadas condiciones, pueden ser atacados por organismos vivos, lo que da lugar a daños considerables e incluso a la pérdida total de esos bienes. Tal es el caso de manuscritos, maderas, textiles, etc. No obstante, pese a que esos materiales parecerían ser los únicos susceptibles al ataque de los agentes que causan biodeterioro, microorganismos menos exigentes (fototrofos o quimiolitotrofos), aunados a escenarios ambientales adversos, pueden causar también un notable daño en sustratos inorgánicos, como

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los materiales usados en esculturas y arquitectura [6]. Una clara muestra del daño producido al patrimonio cultural por acción microbiana es el de las pinturas paleolíticas de Lascaux, en Francia, descubiertas en 1940 y declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1979. Las cuevas que albergan esas obras debieron ser restringidas al público en 1963, con el propósito de preservarlas del efecto devastador de factores como el dióxido de carbono generado por miles de visitantes, la iluminación artificial y el crecimiento exagerado de microorganismos que comenzaron a estropear las pinturas (inicialmente fototrofos y posteriormente hongos) [5, 6].

Catedral de Cartagena de Indias. Fotografía de Liliana Reyes

Dos mecanismos favorecen el biodeterioro. Uno es directo, y se da cuando los organismos toman el material como fuente de nutrientes que garantizan su crecimiento; el otro es indirecto, y ocurre cuando los organismos, mediante su metabolismo, causan algún cambio químico o físico que ocasiona finalmente la alteración del material. En el primer proceso se destacan los hongos, bacterias y otros organismos que asimilan directamente el sustrato, el cual usan, por ejemplo, como fuente de carbono. La segunda modalidad, es decir, la indirecta, se puede ilustrar mediante los cambios de coloración y la producción de ácidos originados por el crecimiento y metabolismo [4, 7]. En consecuencia, para establecer los procesos que ocasionan el daño y proponer medidas de control es esencial la identificación tanto de los agentes biodeteriorantes como de los mecanismos bioquímicos y biofísicos que operan la transformación. Para este propósito, en el caso de los microorganismos, la combinación de microbiología tradicional, técnicas moleculares y métodos fisicoquímicos ha resultado de gran ayuda y ha señalado una elevada diversidad de especies involucradas, al mismo tiempo que sus diferentes interacciones con los materiales [8, 9]. Más aún, el tema del biodeterioro patrimonial como novedosa área de estudio y reciente campo laboral no solo ha facilitado un mejor conocimiento de las causas y efectos del deterioro biológico, sino que ha permitido el aislamiento de géneros y especies de microorganismos desconocidos previamente, como es el caso de los que se han hallado en algunos ambientes pétreos (epilíticos) [6]. Para comprender mejor las propiedades, el estado y colonización microbiana de las obras, se cuenta actualmente con una amplia gama de herramientas microbiológicas y fisicoquímicas que son microinvasivas o no invasivas, y que se aplican antes de proceder a cualquier modificación ambiental o intervención. Esas herramientas dan lugar a metodologías específicas, entre las que se encuentran, por ejemplo, la microscopía electrónica de barrido (SEM y ESEM), la espectroscopía por dispersión de energía (EDS), la microscopía confocal, la espectroscopía infrarroja transformada de Fourier, la difracción de rayos X, la radiación UV y la fluorescencia de rayos X [6, 10, 11].

Mausoleo Unanue Cementerio La Recoleta, Buenos Aires. Fotografía de Liliana Reyes

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La información recabada mediante las distintas técnicas aporta mucho a la protección especializada del patrimonio cultural, sustentada en nuestros días en el concepto de la conservación

MEB biopelícula en muro de mampostería. Fotografías del Centro de Microscopía Uniandes

preventiva. Esta se define como el conjunto de acciones encaminadas a controlar el medio que circunda las obras, para disminuir la necesidad de intervenirlas. Entre sus objetivos específicos se cuentan reducir al máximo el deterioro y garantizar óptimas condiciones de exhibición, transporte, manipulación, limpieza y almacenamiento. De esta manera se minimizan los riesgos e incluso se posibilita que algunas piezas continúen en uso por muchos años, como es el caso de ciertas construcciones y objetos antiguos [1, 4, 11]. No obstante, infortunadamente no siempre basta con la prevención. En ocasiones, si un cuidadoso examen del bien patrimonial muestra una colonización activa por organismos que generan un riesgo elevado, es necesario recurrir a medidas de control para contrarrestarlos, lo que puede lograrse por procedimientos mecánicos, como la remoción de biopelículas; físicos, como la aplicación de calor, congelación o radiación, o químicos, como la aplicación de algicidas, bactericidas, fungicidas o insecticidas, conocidos en general como biocidas [12]. En todos los casos, su efectividad, así como la inocuidad para el material, para los restauradores y para potenciales usuarios de los bienes, deben ser evaluadas rigurosamente antes de ser aplicados. En el pasado, debido a la falta de metodologías que suministraran información precisa sobre composición, intervenciones previas y posibles efectos perjudiciales de un determinado tratamiento, muchos procedimientos bien intencionados y encaminados a la preservación de las obras de arte y los monumentos tuvieron resultados negativos. Tal es el caso de algunos biocidas que han resultado tóxicos para el personal encargado de aplicarlos, o para los usuarios, lesivos para el material, o totalmente ineficientes debido al desarrollo de resistencia por los organismos. De nuevo, se pueden citar las cuevas de Lascaux como ejemplo del desafortunado uso de un biocida (cloruro de benzalconio), cuyos efectos potenciales no fueron previstos y que derivó en un excesivo crecimiento de ciertos grupos de microorganismos resistentes al compuesto [6].

Más recientemente, como soluciones alternativas a las sustancias químicas, se han desarrollado tratamientos biotecnológicos, como la utilización de microorganismos sulfato-reductores para biorremoción (biolimpieza) de manchas oscuras que se observan con frecuencia en esculturas y arquitectura de ciudades con altos niveles de contaminación, y que son causadas por el depósito de sulfatos. Algunas bacterias pueden asimismo ser empleadas para biomineralizar y bioconsolidar materiales pétreos que muestran desgaste por efecto ambiental, dada su capacidad para precipitar carbonato de calcio sobre la superficie de la piedra (carbonatogénesis) [5]. Ahora bien, hacer uso de los distintos recursos para el estudio, cuidado y restauración del patrimonio requiere contar con personal especializado y competente. Por ende, un punto que debe considerarse en el desarrollo futuro de la conservación patrimonial, y específicamente en el área del deterioro biológico, es la formación integral de profesionales capacitados, responsables y comprometidos. Además de formar especialistas, es fundamental tener en cuenta que la educación en todos los niveles constituye un instrumento primordial para lograr la adecuada valoración y protección del legado cultural, ya que este no solo concierne a los científicos de la conservación, sino que nos atañe a todos. Su diversidad, fragilidad y el constante riesgo al que se halla expuesto debería comprometernos con un modelo de sostenibilidad en el que tengan cabida y se incentiven el sentido de respeto, pertenencia y apropiación por los ciudadanos, para lo cual hay que educar a las generaciones venideras y promover la investigación en el tema patrimonial. Este abordaje educativo e investigativo para la custodia del patrimonio debe ser transversal, por lo que disciplinas como la biología, la microbiología, la física y la química pueden hacer considerables aportes al conocimiento y a las metodologías aplicables a la preservación y a la restauración [5, 13].

Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias 73

La creciente necesidad de formar una ciudadanía que valore su herencia cultural se evidencia, lastimosamente, cuando debemos admitir que los seres humanos nos contamos entre las especies capaces de devastar el patrimonio. Los conflictos armados, el turismo masivo y destructivo, el desarrollo urbano incontrolado, el saqueo, el vandalismo, la desidia y la falta o incumplimiento de la legislación son pruebas de ello [1, 4, 14]. La sensibilización y concientización son pasos esenciales para salvaguardar el patrimonio cultural e histórico, y en ello la educación tiene un papel crucial [1]. En este contexto, el Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes viene ofreciendo periódicamente, desde el año 2000, un curso electivo sobre biodeterioro de patrimonio cultural e histórico, dirigido a estudiantes del programa de pregrado de Microbiología. En esta asignatura se estudian el biodeterioro, el deterioro ambiental y algunas medidas de conservación preventiva para documentos, pintura, escultura, edificaciones, textiles, fotografía, momias, etc., así como algunos agentes biodeteriorantes (bacterias, hongos, algas, algunas plantas y animales). Como derivación del curso, con la activa colaboración de estudiantes y el apoyo de centros de investigación como el Laboratorio de Ecología Microbiana de Alimentos, se han desarrollado algunos pequeños trabajos de investigación, que han sido presentados en los últimos años a manera de posters o ponencias breves, en eventos internacionales como el Simposio Latinoamericano de Biodegradación y Biodeterioro (versiones VI y VII), el XX Congreso Latinoamericano de Microbiología, y el III Simposio Latinoamericano de Métodos de Física y Química para la Conservación en Arqueología, Arte y Patrimonio Cultural.

Escultura Bolívar del Parque de los Periodistas. Fotografía de C. Pacheco

Algunos temas trabajados y presentados en estos eventos han sido la evaluación microbiológica y el posible biodeterioro de textiles arqueológicos, monumentos funerarios, pinturas al óleo, patrimonio arquitectónico y escultura urbana en Bogotá. Desde el enfoque educativo, se presentó además, en uno de los mencionados congresos, un resumen de los aprendizajes, experiencias y actividades cumplidas en los primeros años del curso, titulado “Microbiología y arte: reflexiones y experiencias en la enseñanza del biodeterioro patrimonial”. De este modo se busca hacer una contribución a la formación profesional de los microbiólogos, mostrándoles esta fascinante e innovadora perspectiva laboral e investigativa, que integra diversas disciplinas y saberes, y que sin duda desempeñará un rol muy significativo en la preservación y el rescate del patrimonio cultural e histórico de los colombianos. •

Escultura del Cementerio Central de Bogotá. Fotografía de Liliana Reyes

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Referencias

Libro de 1942. Fotografía de Liliana Reyes

[1] UNESCO-ICCROM. Introduciendo a los jóvenes en la protección del patrimonio cultural y los centros históricos: una guía práctica para maestros en Colombia. Bogotá; 2012. [2] Gu JD, Mitchel R. Biodeterioration. En Rosenberg E et al, eds. Applied bacteriology and biotechnology. Berlin: Springer; 2013. [3] Alsopp D, Seal KJ, Gaylarde CC. Introduction to biodeterioration. Cambridge: Cambridge University Press; 2004. [4] Montoya AM, Ramírez P, Álvarez MC, Natale C, Barón N, Carulla M. Manual básico de conservación preventiva. Bogota: Museo Nacional de Colombia. Conservación de Colecciones de Arte e Historia y Arqueología; 2002. [5] Rinaldi A. Saving a fragile legacy. EMBO Reports, 2006; 7(11): 1075-1079. [6] Gacto MJ, Gacto, M. Los microorganismos y el arte. Anales de Biología. Facultad de Biología 2011; 33: 107-115. [7] Nimis PL. Artistic and historical monuments: threatened ecosystems. En: Frontiers of Life, Part 2: Discovery and Spoliation of the Biosphere, sect. 2: Man and the Environment. San Diego: Academic Press; 2001. [8] González JM, Saiz-Jiménez C. Application of molecular nucleic acid-based techniques for the study of microbial communities in monuments and artworks. International Microbiology 2005; 8(3): 189-194. [9] Dakal TC, Cameotra SS. Microbially induced deterioration of architectural heritages: routes and mechanisms involved. Environmental Sciences Europe 2012; 24(nov.): 36. [10] Kabbani RM. Conservation: a collaboration between art and science. The Chemical Educator 1997; 2(1): 1-18. [11] Chiari G, Leona M. The state of conservation science. Conservation: The GCI Newsletter 2005; 20(2): 4-9. [12] Salvadori O. The control of biodeterioration. Coalition 2003; 6(1): 16-20. [13] Sterflinger K. Fungi: their role in deterioration of cultural heritage. Fungal Biology Reviews 2010; 24(1): 47-55. [14] Koestler RJ. When bad things happen to good art. International Biodeterioration and Biodegradation 2000; 46: 259-269.

Tumba con cruz, Cementerio Central de Bogotá. Fotografía de Liliana Reyes

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