Bicentenario, educación y patriotismo

August 31, 2017 | Autor: M. Figueroa | Categoría: Educación, Patriotism
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Descripción

Opinión

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Lunes 14 de julio de 2008 / La Nación

8 DESDE FUERA DEL PODER

8 OBSERVATORIO ACADÉMICO

Bicentenario, educación y patriotismo

¿Qué hacen los parlamentarios? HACE UNOS DÍAS, Eugenio Tironi lo advirtió: “La gente no sabe qué hacen los diputados”. Obviamente, nunca lo sabrán si ellos no hacen desde dentro una campaña de información para que la gente entienda que ellos son legisladores, hacedores de leyes y no padrinos de distritos. Esto es en gran medida culpa de los parlamentarios, porque ellos van como tía rica entre la gente dando aspirinas y diciendo siempre sí a todo. Lo penoso es que esos compromisos se transforman en esperanzas para varios y cuando no se pueden concretar o cuando olvidan las promesas, la recriminación empieza a multiplicarse. El oficio del legislador es una buena parte realizado por personas que entregan su tiempo velando para que se cumplan las leyes que votan en el Congreso, digo en gran parte porque siempre hay algunos que no van a las sesiones, se ausentan por un par de meses o, simplemente, entran a la sala a marcar presente y al momento de ejercer el voto sobre un proyecto -el principal objetivo del ser

C En el Congreso se debe discutir con seriedad. Los ciudadanos esperan leyes bien estructuradas, no una tarea hecha a la rápida que luego tiene que ser modificada en cada período legislativo. parlamentario- no están. Encontramos montones de leyes que fracasan por falta de quórum. Triste espectáculo, del que muchos medios se aprovechan para desacreditar a la clase política. ¿Pero qué está mal o no se ha hecho bien? Cuando alguien representa el voto popular debe hacerlo de la mejor forma posible y tener claro que su decisión es una acción legislativa que no puede contaminar el bloque al que pertenece, menos sus convicciones metafísicas o sus intereses personales o partidarios. Al contrario, debe estar en sintonía con su universo elector, un ejercicio que muchas veces no se da y terminan votando muy lejos del sentir ciudadano. A esto se suma una deficiente oficina de relaciones públicas, dedicada por años a convertirse en sitio de aduladores que sólo buscan estar bien con el cuerpo parlamentario, pero no a decir lo que la opinión pública piensa o cómo se puede salir a interactuar con ésta para dejar clara la labor por la cual los legisladores han sido electos. Me podrán decir que se hacen seminarios, visitas guiadas, entrega de cartillas y hasta en la web del Congreso existe esta función, pero de qué sirve si la ciudadanía cada día ve más lejos a sus representantes, lo cual se debe a que el grueso de

Manuel Martínez Opazo

Maximiliano Figueroa

http://cianuronews.wordpress.com

Profesor de la Universidad Alberto Hurtado

ellos no está cuando debe estar y no escucha cuando su debe escuchar para formarse una opinión y tener claro a qué aspira la gente. Hace unos días, expuse en un chat que existe más de un parlamentario al que se lo comió el ego, que su nivel de altanería impedía sentirse en confianza para exponerle nuestras inquietudes y que el despotismo invadía a más de uno, haciendo que entre el electorado y él hubiera una brecha kilométrica. Paradójicamente, cuando me encontré con el diputado en el que pensé al hacer estas afirmaciones, en vez de preguntarme por qué tenía esa opinión, se limitó a insultarme groseramente, cosa que me reafirmó que hay más de alguno al que se lo comió el ego. El poder no es para servirse de los demás, si no por el contrario, para poner al servicio de otros la sapiencia y la voluntad de buscar soluciones que conduzcan al bien común. Entiendo la democracia como un sistema perfectible, donde podamos expresarnos y buscar en el equilibrio de los actos individuales una mejor forma de hacer que nuestros iguales tengan una vida más digna, donde los derechos de cada persona sean respetados por igual. Por eso no entiendo que quienes en algún momento sintieron sus derechos atropellados por la dictadura se conviertan ahora, con una cuota de poder, en pequeños dictadores. No es justificable, mucho menos entendible. El poder, en definitiva, lo da el pueblo y también lo quita, a veces de forma violenta, con golpes de Estado, en otros instantes -que es lo más común- en las urnas, manifestando su reprobación a las gestiones mal hechas o su rechazo al despotismo que de representativo no tiene nada. En el Congreso se debe discutir con seriedad y claridad. Los ciudadanos esperan leyes bien estructuradas, con proyección en el tiempo, no una tarea hecha a la rápida que luego tiene que ser modificada en cada período legislativo. Pero aparte de esta función principal, es importante que los honorables sepan tomar la temperatura a la población y entender en qué momento los puntos de sintonía están totalmente lejos. El parlamentario no debe ser considerado un mal necesario, que se hace un sueldo con la plata de todos los chilenos y va por la vida haciendo las cosas a medias. Muy por el contrario, el legislador ha de ser visto con mucho respeto, como una autoridad que eleva el nivel de la sociedad, expresando mesura en su manera de relacionarse con las personas. No digo que deje de ser humano, pero sí que debe ser un líder de opinión muy bien informado y capaz de convertirse en el guía social que nos hace falta. Por ahora tendremos que conformarnos con un período legislativo muy por debajo de las expectativas de lo que debe ser.

DURANTE UN TIEMPO largo nuestra sociedad ha creído fomentar la cohesión social y el sentido patrio mediante una transmisión histórica que privilegia ciertos héroes en la construcción de la nación, en su mayoría héroes bélicos, soldados. La noción misma de patriotismo ha quedado demasiado ligada con esos personajes y con esos testimonios. Ha llegado el momento de intervenir esta transmisión, de ampliarla y enriquecerla. La educación ha de comunicar también otros heroísmos y otras formas de patriotismo. No sólo la gesta de la Independencia despertó la concurrencia de hombres valientes, generosos y altruistas. Chile ha continuado su construcción convocando la grandeza de más ciudadanos y de más hechos que los verificados en el campo de batalla hace casi 200 años. El compromiso social, la defensa de los derechos humanos, la contribución al progreso moral del país han motivado acciones de un patriotismo cívico que pueden suscitar el orgullo y la identificación en las nuevas generaciones. La belleza, la tolerancia, la justicia, la libertad, la dignidad humana, la paz, han ido ganando un espacio entre nosotros a través de múltiples procesos, obras y actores que debieran formar parte de lo que la educación transmite. Un país requiere para la construcción de su identidad de ciertos relatos compartidos sobre acciones y vidas que puedan llegar a convertirse en una fuente de inspiración cívica, en una incitación a la implicación emocional de los ciudadanos con el destino de su nación. Esta implicación con el propio país favorece la generación de debates imaginativos y productivos, la articulación social de proyectos vinculantes que impulsan a dinamizar el presente en función de un futuro mejor. Los sentimientos de vergüenza ante episodios que no debieran haber ocurrido nunca o de orgullo encendido ante las grandezas que muestra la historia, suelen promover esta implicación emocional y animar al compromiso cívico constructivo. Como hizo notar el filósofo Richard Rorty, también la competencia por el liderazgo político es parte, en una medida no

menor, de la competición entre distintas historias sobre la identidad propia de la nación y entre los distintos símbolos de su grandeza. Es a este respecto que juzgamos oportuno proponer la ampliación de nuestro sentido de patriotismo y enriquecer nuestra idea de lo que significa aportar a la construcción del país. La propuesta es simple: los niños y los jóvenes de Chile deberían ser también expuestos a la vida, testimonio y obra de chilenos y chilenas que de diversas maneras han contribuido al progreso moral de la nación. Camilo Henríquez, Alberto Hurtado, Clotario Blest, Raúl Silva Henríquez, Bernardo Leighton, Gabriela Mistral, Jorge Millas, José Aldunate, son sólo algunos de los muchos nombres dignos de considerar. Todos ellos tienen en común un patriotismo cívico y democrático que no le otorga jamás la precedencia a ideas, proyectos o símbolos por sobre las personas y su dignidad.

C Es a este respecto que juzgamos oportuno proponer la ampliación de nuestro sentido de patriotismo y enriquecer nuestra idea de lo que significa aportar a la construcción del país. El desafío consiste en propiciar que quienes serán los ciudadanos del futuro reciban una educación que exponga al testimonio de los compatriotas que lograron encarnar una experiencia fundamental que a todos está abierta: la vida gana en sentido cuando se destina a contribuir al progreso humano de la comunidad de pertenencia, cuando se abre a la experiencia de lo que los antiguos concebían como una suerte de felicidad pública, esa que significa, nos recuerda Hannah Arendt, que cuando el individuo toma parte en la vida de su sociedad se abre para sí mismo una dimensión de experiencia humana que de otra forma permanece cerrada para él y que, de alguna manera, constituye una parte de la felicidad completa.

8 QUIOSCO DEL MUNDO

Correa y los medios LA DECISIÓN DEL Gobierno del Presidente Rafael Correa de incautar tres canales de televisión tomó por sorpresa a los ecuatorianos y tiene preocupados a sus medios de comunicación, que se preguntan por las ulteriores intenciones de una medida que ha sido justificada por razones legales. La incautación se lleva a cabo luego de un largo proceso jurídico contra los hermanos William y Roberto Isaías, dueños de Filanbanco -un banco que el Estado debió asumir en 1998- y quienes se encuentran en Miami, pedidos en extradición por Ecuador. Ambos serían los propietarios de 195 empresas -entre las cuales se encuentran los canales incautados- y tendrían con el Estado cuentas pendientes por más de 660 millones de dólares. El ministro de Gobierno, Fernando Bustamante, alegó que “no es para tener medios de comunicación, lo que quiere el Estado es tener patrimonio que le permita cumplir con obligaciones financieras”. La medida sobreviene al cabo de un largo proceso judicial, y el Gobierno de Rafael Correa toma las medidas del caso para recuperar unos

activos. Sin embargo, concurren otros elementos que llaman a estar alerta y han motivado la explicable preocupación de la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos (Aedep) y otros medios. Correa ha mostrado reiterada animosidad contra los principales medios de comunicación de su país, muchos de los cuales son críticos de su proyecto político, y ha tenido choques con varios de ellos. La presencia de publicidad estatal en el relanzamiento de uno de los decanos de la prensa ecuatoriana, El Telégrafo, luego de ser incautado a otro banquero, y la inversión en el canal nacional de televisión indican que el Presidente Correa no descuida la necesidad de contar con “sus” medios de comunicación. La coyuntura en la que se da esta incautación, ante un crucial referendo que en septiembre debe validar o negar las decisiones de la Asamblea Constituyente, y con la popularidad de Correa en declive desde hace unos meses, lleva a preguntarse si, tras la medida, no existe la intención de controlar algunos influyentes medios televisivos. También se clausuraron, por otras razones, varias

emisoras en el Guayas, entre ellas Radio Sucre, caracterizada como de oposición. El diario El Universo, calificó la intervención de “un atropello a la libertad de expresión disfrazado de reivindicación social”. En igual sentido se pronunció la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). La Aedep en un comunicado en el que rechazó toda posible acción contra la libertad de expresión que pueda derivarse de la incautación y llamó al Gobierno a no manipular el contenido informativo y editorial de los canales afectados, y a mantener su total independencia informativa. Preocupa que una de las primeras decisiones oficiales haya sido el nombramiento de un director periodístico para los canales. Habrá que esperar, pero ojalá no se esté ante decisiones que, bajo la cobertura de argumentos legales, reediten la funesta tradición que otros gobiernos de la región han empleado para coartar la libertad de expresión. El Tiempo Bogotá, Colombia

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