Bergson, fundamentación y crítica del conocimiento racional y de la ciencia moderna (1 de 3)

May 22, 2017 | Autor: José Ezcurdia Corona | Categoría: Henri Bergson, Inteligencia, Evolucion, Historia de la ciencia moderna, Instinto
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Descripción

fo

isto ri F ilo s o fía N°

Contenido D irectorio y editorial

[pág- 2]

Estudios •El u so d e la m e tá fo ra co rp o ra l en e l d iscu rso p o lítico d e N ico lás M a q u ia v e lo Por A riela Battán Horenstein [pág. 3] •Bergson, fu n d a m e n ta d ó n y crítica d el c o n o c im ie n to racional y de la cien cia m o d e rn a Por José Ezcurdia [pág. 10]

Discusión

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V e r a n o

2003

•¿Es co n v in cen te el criterio d in á m ico que N e w to n e sta b lece a partir de su e x p e rim e n to del cu bo p a ra d eterm in a r la ex isten cia d e m o v im ie n to s ab so lu tos? Por Beatriz Loria Lagarde [pág. 28] • B rev es a n o ta c io n e s sobre e l alm a d el m u n d o Por H éctor J. Ay ala [pág. 32]

Homenaje • P alín d ro m os y v a ria in ven ción Por Víctor Sánchez V alenciat [pág. 37]

Bibliografía

•De cóm o la lóg ica se v o lv ió to lera n te

• P ara la in v estig ació n sobre e p iste m o lo g ía ep icú rea

Por M aruxa A rm ijo [pág. 20]

Por Leonel Toledo M arín [pág. 39]

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Bergson, fundamentación y crítica del conocimiento racional y de la ciencia moderna Por J o sé E zcu rd ia

Hom bre prepara ataque a cobra con su piedra "m atavíboras".

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ergson, en La evolución creadora, I lleva a cabo un análisis sobre las condiciones genético-evolutivas del conocimiento racional, a partir del cual realiza un proceso de fundamentación y crítica de la ciencia moderna: para Berg­ son la razón es un producto tardío del pro­ ceso evolutivo, y como cualquier otra fun­ ción adaptativa posee una estructura que

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determina su intencionalidad y los lími­ tes en los que ha de desarrollar su ejercicio. En este sentido, la ciencia moderna, al ser hija del conocimiento racional, presenta un carácter formal y utilitario a partir del cual el hombre puede asegurar el dominio so­ bre su medio, que no tiene por qué exten­ derse hacia la aprehensión de lo real. La ciencia, al articular sus análisis en la pro­ yección de sus objetos en la categoría del espacio, sólo puede asir formas extensas, jamás intensidades. La lógica, la geome­ tría y la matemática en ningún caso pue­ den abocarse a determinar la entraña de una realidad que aparece inmediatamen­ te al conocimiento intuitivo como inten­ sidad creativa o duración. Para Bergson el proceso evolutivo está impulsado por la vida misma o duración que se caracteriza como una intensidad preñada de memoria: la memoria hace posible una acumulación de experiencia y a la vez una variación de las especies que facilita su adaptación a un medio deter­ minado. Es porque las especies acumulan experiencia que éstas presentan cierto grado de indeterminación que se expresa tanto en una com plejización corporal, como en la creación de las funciones adaptativas peculiares por las que pueden en-

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frentarse al medio que se les opone. Ins­ tinto e inteligencia son expresiones diver­ gentes de la vida que en tanto memoria acumula experiencia y crea el fondo para dar lugar a herramientas cognoscitivas cada vez más eficaces para enfrentar el propio proceso de la adaptación. En una primera instancia, Bergson se­ ñala que el instinto se despliega en la me­ dida que se vale de un instrumento que se identifica con el propio cuerpo del or­ ganismo. Gracias al instinto, el cuerpo con­ duce inmediatamente su impulso vital sobre ciertos objetos para garantizar su lugar en el proceso adaptativo. La inteligencia, por el contrario, cons­ truye instrumentos a partir de una mate­ ria diferente al cuerpo del organismo, pues sólo así lleva a cabo los trabajos que ase­ guran la adaptación de este medio. La in­ teligencia no recae directamente sobre los objetos que benefician la forma del cuer­ po, sino que construye las herramientas que hacen posible asegurar su dominio. El instinto enfoca siempre un mismo objeto, es decir, presenta una especialización y un carácter fijo que no se ve modi­ ficado más que por una variación en la especie. La inteligencia, por el contrario, hace de la versatilidad y la movilidad su forma en tanto tiene como función instrumentalizar cualquier área de la materia para ponerla a su servicio y garantizar así la supervivencia del organismo. El instinto generalmente es infalible, no se equivoca, pues reconoce sin mediación alguna aquello que asegura la forma del cuerpo como centro de actividad. La inte­ ligencia es falible, pues al no recaer inme­ diatamente sobre sus objetos, puede con­ fundir unos con otros. La inmovilidad del instinto está com­ pensada con su eficacia, mientras que la falibilidad de la inteligencia se compensa con una movilidad y un carácter construc­ tivo capaz de dar respuestas a situaciones inéditas frente a las cuales el propio ins­ tinto se encuentra indefenso. Frente al carácter orgánico, inmediato,

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infalible y especializado del instinto, apa­ rece una inteligencia constructora, media­ ta, falible y móvil. Instinto e inteligencia son expresiones divergentes de un mismo impulso vital que busca someter al medio en aras de la adaptación, y toman cada una forma peculiar, constituyendo sendas es­ pecíficas en la que se articula el proceso evolutivo. Las ventajas y los inconvenientes de estos dos modos de actividad saltan a la vista. El primero encuentra a su al­ cance el instrumento apropiado: este instrumento, fabricado y reparado por sí mismo, que presenta, como todas las obras de la naturaleza, una compli­ cación de detalle infinita y una sim­ plicidad de funcionamiento maravi­ llosa, hace en seguida, en el momento deseado, sin dificultad, con una per­ fección frecuentemente admirable, todo lo que debe hacer. En cambio, conserva una estructura poco menos que invariable, ya que su modificación no se produce sino por una modifica­ ción de la especie. El instinto está, pues, necesariamente especializado, no siendo más que la utilización, para un objeto determinado, de un instru­ mento determinado. Por el contrario, el instrumento fabricado inteligen­ temente es un instrumento imperfecto. No se obtiene sino al precio de un es-

Para Bergson el proceso evolutivo está impulsado por la vida misma o duración que se caracteriza como una intensidad preñada de memoria... N° 7 V E R A N O 2 0 0 3

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fuerzo, casi siempre de manera pe­ nosa. Pero como está hecho de una materia no organizada, puede tomar una forma cualquiera, servir a cual­ quier uso, sacar al ser vivo de una di­ ficultad nueva que aparece y conferirle

tuar de inmediato, tiene perfectamente de­ terminado el ámbito del medio sobre el que recae su actividad. En este sentido sus objetos aparecen como cosas inmóviles que no guardan ningún vínculo con su entorno. La inteligencia, por el contrario,

un número ilimitado de poderes. (EC, 614,141.)*

no sólo constituye cosas u objetos, sino precisamente las relaciones que pueden establecerse entre los mismos.

Bergson establece una comparación en­ tre instinto e inteligencia, a partir de la cual da cuenta de la forma de la vida que se escinde al satisfacer su forma como po­ der creativo. Una razón que presenta un carácter mediato, constructivo, móvil y falible es expresión de la vida misma que deja a un lado su propia forma como un instinto que se caracteriza por su carác­ ter inmediato, orgánico, especializado e infalible. In stin to e in telig en cia constitu y en expresiones divergentes de la vida que remonta la inercia de la materia, actuali­ zando las formas impredecibles a las que da lugar en tanto duración o proceso creativo. En este contexto Bergson pone énfasis en que el instinto destaca ciegamente las cualidades notables del continuo del medio y las determina como cosas u objetos. La inteligencia, a su vez, determina las rela­ ciones entre los objetos que delimita en el dominio de la materia. El instinto, al ac­

Es a los lógicos a quienes corresponde decidir si se trata de relaciones irreduc­ tibles o si no se podría resolverlas tam­ bién en relaciones más generales, de las cuales el espíritu posee el conoci­ miento innato puesto que hace un empleo natural de ellos. Digamos, pues, que si se considera en el instinto y en la inteligencia lo que encierran de conocimiento innato, se encuentra que este conocimiento innato se refiere en el primer caso a "cosas" y en el segun­ do a "relaciones". (EC, 620,149.) Para Bergson, entre instinto e inteligencia no hay una diferencia de grado, sino de naturaleza, pues presentan cada uno una dirección peculiar del proceso evolutivo. El instinto apunta hacia una aprehensión inmediata y fija de diversas cualidades notables determinadas como cosas u obje­ tos. La inteligencia, en cambio, se resuelve justamente en una aprehensión mediata y

Instinto e inteligencia constituyen expresiones divergentes de la vida que re­ monta la inercia de la materia actualizando las formas impredecibles a las que da lugar * EC: Evolution Creatrice.

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en tanto duración o proceso creativo.

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móvil que implica el establecimiento de ilimitadas relaciones entre los objetos que diseña en el registro de una materia de­ terminada como extensión. La inteligencia, a diferencia del instinto, lleva a cabo la representación de los obje­ tos y la determinación de una serie de rela­ ciones entre éstos. Ahora bien, como recién apuntamos, la inteligencia, de reciente aparición en la historia de la vida, posee para Bergson una ventaja sobre el instinto en función del pro­ ceso adaptativo. Frente a las desventajas que presenta su carácter mediato y falible, muestra justamente un carácter móvil y constructivo que le permite fabricar úti­ les que promueven una cabal adaptación del cuerpo a su medio. La inteligencia es esencialmente cons­ tructiva y por eso puede enfrentar situa­ ciones novedosas ante las que un cuerpo dotado sólo de instinto se encuentra inde­ fenso. Aun a paso lento y penoso, lleno de fracasos en los que el instinto proclama su supremacía, la inteligencia ha logrado di­ ferenciarse y colocarse por encima de éste, pues ha inventado herramientas que son el instrumento para construir otras herra­ mientas de trabajos antes no imaginados. La invención se hace completa cuan­ do se materializa en un instrumento fabricado. A esto tiende la inteligencia de los animales, como a un ideal. Y si, de ordinario, no alcanza a fabricar objetos artificiales y a servirse de ellos, se prepara en este sentido por las va­ riaciones mismas que ejecuta sobre los instintos que le son suministrados por la naturaleza. En lo que se refiere a la inteligencia humana, no se ha hecho notar lo bastante que la invención me­ cánica ha sido su paso esencial y que todavía hoy nuestra vida social gravita en torno a la fabricación y utilización de instrumentos artificiales, que las invenciones que jalonan la ruta del progreso han trazado también su di­ rección. (EC, 612,139.) '

La Torre de Babel.

La inteligencia es capaz de fabricar útiles en la medida que fracciona el dominio continuo de la materia, para recompo­ nerlo conforme a una serie de relaciones que expresan la posibilidad de satisfacer la tendencia del cuerpo a preservarse como órgano adaptativo. La inteligencia es esencialmente constructora, pues la representación de los objetos tiene como función su manipulación con vistas a la adaptación. La inteligencia ve compensada su fali­ bilidad y su carácter mediato gracias a una movilidad y un carácter constructivo que permite conservar y afirmar la forma de la especie humana frente a las exigencias que plantea el proceso adaptativo. Para Bergson el hombre, en tanto animal racional, no se define como homo sapiens, sino como homo faber, pues la inteligencia misma se realiza en una instrumentalización de la materia que tiene como función promover la inserción del hombre mismo

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al entorno en el que se desenvuelve. La historia de la hu­ manidad, según este au­ tor, se ha caracterizado como un constante es­ fuerzo adaptativo que se ha visto satisfecho gracias a la invención de diversos útiles. Las eda­ des de piedra y de bron­ ce, la revolución indus­ trial, etc., son momentos que expresan el progre­ so y la determinación de la in te lig en cia com o función esencialmente constructiva.

Las pirám ides de Egipto.

Si pudiésemos prescin­ dir de nuestro orgullo, si para definir nuestra espe­ cie nos atuviésemos es­ trictamente a lo que la historia y la prehistoria nos presentan como característica constante del hom­ bre y de la inteligencia, no hablaríamos del hombre como homo sapiens, sino como homofaber. En definitiva la inte­ ligencia, considerada en lo que parece ser su marcha original, es la facultad de fabricar objetos artificiales, en par­ ticular útiles para hacer útiles, y variar indefinidamente su fabricación. (EC, 613,140.) La capacidad de establecer relaciones y su intencionalidad adaptativa hacen de la inteligencia una función constructiva que consolida la forma del cuerpo humano como órgano de adaptación, pues gracias a ella éste puede atender y replicar exito­ samente a situaciones diversas. La función de la inteligencia es eminentemente cons­ tructiva en tanto que tiene como meta la fabricación de instrumentos que aseguran la conservación de la especie humana. Según Bergson el hombre, en quien la inteligencia se ha desplegado de manera

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más acabada, resulta ante todo un ser constructor, y la historia de la humanidad y su progreso tecnológico son la mejor prueba de ello. Bergson subraya que cuando la inteligen­ cia se actualiza necesariamente se vale de la categoría del espacio, pues es sólo al pro­ yectar en ella el continuo de la materia que constituye aquellos objetos y las relaciones entre los mismos que le permiten cumplir su vocación constructiva. La espacialidad en la que se articula la inteligencia es condición de posibilidad de su orientación utilitaria, pues es en ésta donde se concretan las rela­ ciones y los objetos mediante los cuales instrumentaliza y domina a la materia. Así, la categoría del espacio determi­ na el carácter esencialmente formal de la inteligencia. La inteligencia presenta un carácter esencialmente formal en la me­ dida que articula su función en la deter­ minación de las relaciones entre los obje­ tos que representa. Este carácter formal, como hemos visto, se articula en una movilidad que posibilita ampliar el po­ der constructivo de la inteligencia y, sin embargo, hace de la inteligencia misma una función que paradójicamente puede no apuntar de modo necesario a la con­ secución de algún fin estrictamente prác­ tico: el cuadro de la representación es ca­ paz de desplazarse a diferentes ámbitos, aun cuando no se cumpla la intenciona­ lidad utilitaria de la cual es instrumento, a diferencia del estatismo del instinto que siempre está vuelto a la satisfacción de una exigencia adaptativa. La inteligencia presenta un carácter formal que aunque tiene como orienta­ ción fundamental atender su vocación constructiva, m uestra una movilidad que la sustrae de dicha vocación. La movilidad de la inteligencia afirma su capacidad constructiva y a la vez le per­ mite desentenderse del proceso de la adaptación. Allí donde la actividad está orientada hacia la fabricación, el conocimiento

BERGSON,

atiende pues, necesariamente, a rela­ ciones. Pero este conocimiento comple­ tamente formal de la inteligencia tie­ ne sobre el conocimiento del instinto una incalculable ventaja. Una forma, justamente porque está vacía, puede ser llenada alternativamente, a volun­ tad, por un número indefinido de co­ sas, incluso por las que no sirven para nada. De suerte que un conocimiento formal no se limita a lo que es prácti­ camente útil, aunque se realice en vis­ ta de la utilidad práctica. (EC, 623,151.) La inteligencia es capaz de mover sus mar­ cos indefinidamente para determinar un tejido de relaciones entre los objetos que delimita y crear así ilimitadas herramien­ tas que afirman la forma del cuerpo. Sin embargo la inteligencia, debido a su movi­ lidad, representa no sólo cualquier domi­ nio de la materia, sino que incluso puede moverse sin ningún interés utilitario. La inteligencia está esencialmente volcada a sostener el proceso de la adaptación, y no obstante ello, por su movilidad caracterís­ tica, puede dejar a un lado este proceso. En este sentido, agrega Bergson, la in­ teligencia, precisamente por su movilidad, puede representarse a sí misma para ob­ jetivar su propia estructura. La inteligen­ cia puede dar la espalda al proceso adaptativo para proyectar su propia forma en la categoría del espacio y obtener una re­ presentación de sí. La inteligencia es ca­ paz de recaer sobre su propio rostro para

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proyectarlo sobre el fondo del espacio, a la manera de una actriz que antes de salir a escena se retoca frente al espejo. De este modo, la geometría aparece no sólo como la rejilla para llevar a cabo la ob­ jetivación e instrumentalizadón de la ma­ teria, sino como representación de la es­ tructura de la propia inteligencia. El carácter formal de la inteligencia se hace expreso en una geometría que muestra una inteligen­ cia que se vuelca sobre sí misma, como si fuera la propia materia que se proyecta so­ bre el espacio homogéneo. La geometría es expresión privilegiada del despliegue de una conciencia que se actualiza como inteli­ gencia, por lo que toda lógica, es decir, todo análisis de la estructura de la inteligencia, resulta una geometría de los conceptos. Lógica y geometría aparecen como ex­ presiones simétricas y complementarias de una misma razón que se funda en la categoría del espacio y se aplica a objetos diferentes. Éstas se engarzan en una rela­ ción circular de mutua determinación y explicitación, pues la primera, la lógica, profundiza en el despliegue de la inteli­ gencia, y la segunda, la geometría, en la forma de la materia que cae en sus cua­ dros para ser dividida y manipulada, y cada una de ellas brinda a la otra los ras­ gos y la representación de su forma y su proceder. Nuestra lógica es el conjunto de las re­ glas que es preciso seguir en la mani­ pulación de los símbolos. Como estos

La inteligencia es capaz de mover sus marcos indefinidamente para determinar un tejido de relaciones entre los objetos que delimita y crear así ilimitadas herramientas que afirman la forma del cuerpo. N° 7 V E R A N O 2 0 0 3

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símbolos derivan de la consideración de los sólidos, como las reglas de com­ posición de estos símbolos entre sí no hacen otra cosa que traducir las rela­ ciones más generales entre los sólidos, nuestra lógica triunfa en la ciencia que se ocupa de los sólidos, es decir, en la geometría. Lógica y geometría se en­ gendran recíprocamente una a otra [...] (EC 631,161.)

N oé ofrece un sacrificio a Dios después del Diluvio.

La inteligencia se reconoce en la geome­ tría pues ésta le devuelve su mirada como estructura puramente formal. La geome­ tría muestra la forma de una lógica en la que la inteligencia se coloca a sí misma como una materia que se proyecta sobre el espacio, para hacer expresa la capaci­ dad de establecer relaciones en las que fin­ ca su función constructiva. La aplicación de la inteligencia sobre sí misma, es decir, la lógica o la determinación de la estruc­ tura de la inteligencia a través de su re­ presentación, es resultado de una proyec­ ción suya sobre el fondo del espacio, que en la geometría encuentra su más acaba­ da expresión. No sólo los objetos en tanto mera ex­ tensión geométrica encuentran su hori­ zonte constitutivo en la función de la in­ teligencia y la estructura formal que ésta

presenta, sino que la inteligencia misma ve reflejada y objetivada su propia forma en la determinación geométrica de sus objetos. Geometría y lógica aparecen como hermanas siamesas que muestran una re­ lación en la que una no puede respirar sin la otra, pues comparten un mismo cuer­ po, la categoría del espacio y, por ello, cuando una se despliega, devuelve a la otra el calco de sus propios movimientos y de su propia estructura formal. Bergson lleva a cabo ima explicación de la inteligencia que da cuenta de su génesis, su estructura y su función. La inteligencia es un resultado del proceso evolutivo y pre­ senta una estructura geométrico-formal que tiene como cometido someter a la materia para crear útiles y herramientas que ase­ guran su forma como centro de actividad. La inteligencia se despliega como una función esencialmente constructiva y ve justamente en la lógica, como geometría de los conceptos, la expresión más nítida de su estructura. El hombre aparece como un ser constructor, en tanto posee una inteli­ gencia que al presentar un carácter móvil y formal, lo capacita para llevar a cabo una instrumentalización del medio por la cual asegura su lugar en el proceso de la adap­ tación. La historia de la evolución de la vida, por incompleta que todavía sea, nos deja entrever cómo se ha constituido la inteligencia por un progreso ininte­ rrumpido, a lo largo de una línea que asciende, a través de la serie de los vertebrados, hasta el hombre. Ella nos muestra, en la facultad de comprender, un anexo de la facultad de actuar, una adaptación cada vez más precisa, cada vez más compleja y flexible, de la con­ ciencia de los seres vivos a las condi­ ciones que les son dadas. (EC, 489, V.) La inteligencia es fruto de un proceso evo­ lutivo que se ha desplegado en la serie de los vertebrados y que en el hombre ha en­ contrado su mejor manifestación. La inte-

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BERGSON,

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La inteligencia es un resultado del proceso evolutivo cuya estructura geométrico-formal somete a la materia para crear útiles y herramientas que aseguran su forma como centro de actividad. ligenda, gracias a su movilidad y su ca­ rácter formal, facilita al hombre crear úti­ les que le permiten asegurar que su forma frene el entorno en el que se desenvuelve. La inteligencia, en tanto vía del proceso de la evolución, es una función que posi­ bilita al cuerpo el dominio sobre su me­ dio. Es a través de la categoría del espado y su carácter formal que la inteligencia se representa una materia divisible y manipulable, que aparece como objeto de su actividad. Ahora bien, la inteligencia puede instrumentalizar la materia y aún represen­ tar su propia estructura, pero no puede aprehender la vida. Bergson no se cansa de repetir que la in­ teligencia es incapaz de dar cuenta de la vida o duración, pues por su forma que fracciona, divide y reconstruye arbitraria­ mente lo que encuentra a su paso, no pue­ de remontar su propio despliegue y apre­ hender el continuo de la vida misma de la cual paradójicamente depende y es mani­ festación. La inteligencia es efecto de la vida como ímpetu creativo, pero no se puede volver hada ella para asir directamente su forma, sino sólo puede representársela y negarla al dotarla de una estructura formal. La inteligenda ciertamente expresa la vida pero, por su forma y su función, sólo ve sus propios cuadros y olvida la causa que la sostiene. Pero de ahí debería resultar también que nuestro pensamiento, en su for­

ma puramente lógica, es incapaz de representarse la verdadera naturale­ za de la vida, la significación profun­ da del movimiento evolutivo creado por la vida en circunstancias determi­ nadas, para actuar sobre cosas deter­ minadas, ¿cómo abrazaría él la vida, si no es más que una emanación o as­ pecto suyo? Depositado, en el curso de su ruta, por el movimiento evolu­ tivo, ¿cómo podría aplicarse a lo lar­ go del movimiento evolutivo mismo? Otro tanto valdría pretender que la parte iguala al todo, que el efecto pue­ de reabsorber en él su causa o que el canto rodado abandonado en la pla­ ya dibuja la forma de la ola que le ha traído hasta ella. (EC, 489, VI.) La inteligencia no puede pensar la vida que es su prindpio, ya que la vida misma, debido a la movilidad y la continuidad en las que se constituye, no cae en los marcos que aquella utiliza para instrumentalizar la materia. La inteligencia no es capaz de asir la vida y aprehenderla inmediata­ mente, pues es un producto suyo que se realiza en la objetivadón de la materia y se encuentra atado a las cadenas de la ló­ gica y la geometría. La inteligencia piensa relaciones de una materia fracdonada para dominarla y crear objetos y útiles que afirman la for­ ma del cuerpo. La inteligencia es incapaz de dar cuenta de la vida que es su princi­ pio, pues se articula en un carácter for­

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Templo m exicano con indígenas adorando al Sol y a la Luna.

mal que no pue­ de aprehender el impulso indi­ visible en el que ésta se d e s­ pliega. La inteligen­ cia se queda atrapada en el juego inagotable de mediaciones que establece al interior de la re­ presentación, no es capaz de ins­ talarse de golpe en el corazón de la vida en tanto inten­ sidad creativa. Para Bergson la inteligencia no alcanza a pensar la vida pues es mediata y úni­ camente logra una representación de la materia que no da cuenta del continuo en el que se constituye, ni de la duración que la penetra. La inteligencia piensa lo ex­ tensivo como extenso y no aprehende lo intensivo. La inteligencia sólo piensa relaciones entre cosas inmóviles, no puede pensar jamás intensidades. Pues si la inteligencia tiende a fabri­ car, puede preverse que lo que hay de fluido en lo real se le escapará en par­ te, y que lo que hay de propiamente vital en el ser vivo se le escapará del todo. Nuestra inteligencia, tal como sale de las manos de la naturaleza, tie­ ne por objeto principal el sólido no or­ ganizado. (EC, 625,154.)

La inteligencia encuentra en la categoría del espacio homogéneo el ámbito en el cual ordena las relaciones entre los diver­ sos objetos que recorta de la materia para instrumentalizarlos y cumplir su vocación utilitaria. Es la extensión el objeto natural de la inteligencia y no la vida misma. La inteligencia no puede ir más allá de sus representaciones, por lo que no pue­ de asir directamente la forma de la vida como duración y poder creativo, ni la de la materia misma como una intensidad ex­ tensiva o negativa que se relaja y que sin la influencia de la propia vida, se resolve­ ría como pura repetición tendiente a la mera extensión homogénea. En este sentido, señala Bergson, la mate­ mática, y con ella la ciencia moderna, se re­ suelven en una proyección de lo real en la categoría del espacio que da lugar a una se­ rie de simultaneidades impenetrables, es de­ cir, a una serie de elementos o esquemas di­ visibles y exteriores entre sí, a partir de los cuales resulta imposible reconstruir la for­ ma continua y el abanico simple de cualida­ des que presenta lo real mismo en tanto duración. Para nuestro autor ninguna suma de formas esquemáticas puede reconstruir la movilidad característica de la vida ni las formas peculiares en las que se constituye. El conocimiento científico no puede asir la forma de lo real como intensidad creativa, como una duración impredecible e irrepeti­ ble, siempre singular, pues se conforma con la determinación de sus objetos debido a su reducción a diversas formas esquemáticas — repetibles y predecibles, sujetas a las le­ yes de la naturaleza— que tienen su asiento en el cuadro de la representación.

La matemática, y la ciencia moderna, se resuelven en una proyección de lo real en la categoría del espacio que da lugar a una serie de simultaneidades impenetrables [...] 18

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BERGSON,

Bergson hace expresos estos plantea­ mientos cuando señala que la ciencia no puede aprehender los intervalos que se for­ man entre las simultaneidades que desta­ ca del continuo de la materia, pues estos intervalos, al ser representados, genera­ rían nuevas simultaneidades que no ex­ presarían la forma misma de la duración en tanto progreso simple y creativo, que presenta una interioridad entre sus ele­ mentos constitutivos. Según nuestro autor, la ciencia sustitu­ ye el tiempo o duración, por una serie de esquemas fundados en la categoría del espacio que no recogen su forma cualita­ tiva ni su carácter creativo. Pero la matemática rebasa este papel cuando pretende reconstruir lo que tie­ ne lugar en el intervalo de dos simul­ taneidades; o al menos, es empujada fatalmente, incluso entonces, a con­ siderar todavía simultaneidades, si­ multaneidades nuevas, cuyo número indefinidamente creciente debería ad­ vertirle que no se produce movimien­ to con inmovilidades, ni tiempo con es­ pacio [...] Mas, precisamente por esta razón, la ciencia no opera sobre el tiem­ po y el movimiento sino a condición de eliminar primero de ellos el elemen­ to esencial y cualitativo —del tiempo, la duración, y del movimiento, la mo­ vilidad. (DI, 76, 83.)

CONOCIMIENTO RACIONAL Y CIENCIA MODERNA

Para Bergson la vida en tanto despliegue continuo resulta una forma móvil y de ca­ rácter cualitativo que no es reconstruible con base en una retahila de inmovilidades adosadas. Estas series de inmovilidades son producto de una espacialidad que no manifiesta el movimiento simple en la que la duración misma o lo real se articula, es decir, la penetración dinámica entre sus elementos o aquellos intervalos que cons­ tituyen su forma como un despliegue con­ tinuo y heterogéneo que se resuelve como ímpetu creativo. En la duración toda supuesta detención participa inmediatamente de los interva­ los de los que se destaca, de modo que la duración misma adquiere la forma de un progreso creativo y no de un esquema de­ terminado. El conocimiento racional y la ciencia sólo tocan lo inmóvil, no los intervalos por los cuales las simultaneidades mismas aparecen como momentos de un desplie­ gue sostenido de cualidad que es unidad dinámica y creación de formas inéditas. La ciencia, al articularse en la categoría del espacio, no puede aprehender la forma de lo real como multiplicidad móvil, simple y heterogénea. La ciencia posee un carác­ ter formal y una vocación constructivaadaptativa, ésta no tiene por qué consa­ grarse a llevar a cabo la determinación de una realidad que es despliegue cualitativo o duración. C/3

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