Benvenuto dei Campesani y el regreso de Catulo a Verona

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Descripción

BENVENUTO DEI CAMPESANI Y EL REGRESO DE CATULO A VERONA* Dániel Kiss

Catulo tuvo muchos lectores desde la Antigüedad hasta Boecio, al inicio del s. VI1. Tras la muerte de éste, siguieron casi ocho siglos de oscuridad en que prácticamente se olvidó al poeta veronés. Hay sólo tres testimonios claros de que fue leído en este período2. En la segunda mitad del s. IX, su carmen 62 fue incluido en el Codex Thuaneus (hoy París, Bibliothèque nationale de France, lat. 8071), una antología copiada en el Norte de Francia. En el año 965 o 966 Raterio, obispo de Verona, confiesa que está leyendo a Catulo y a Plauto3. Y parece probable que una persona que revisó un códice hoy perdido de Prisciano, quizás en el s. X en la zona renana, hubiese leído también a Catulo4. Esta situación cambia bruscamente en el s. XIV, cuando una serie de autores de Italia septentrional cita al poeta veronés: Benzo d’Alessandria, Geremia da Montagnone, el autor de los Flores Moralium Auctoritatum, Guglielmo da Pastrengo, y Petrarca. Y es además en este siglo cuando se copian los primeros manuscritos completos que tenemos del poeta: el Oxoniensis u O (Oxford, Bodleian Library, Canonicianus Class. Lat. 30), verosímilmente en Verona; el Sangermanensis o G (París, Bibliothèque nationale de France, lat. 14137), en la misma ciudad en 1375; y el Romanus o R (Vaticán, Ottobonianus lat. 1829), en Florencia, con toda probabilidad entre 1375 y 1395.

                                                                                                                *

Quiero agradecer a Gemma Bernadó, Soledad Correa, Vicente Cristóbal, José Ignacio García

Armendáriz y Álvaro Sánchez-Ostiz su ayuda en mejorar mi castellano. 1

Sobre la historia del texto véase D.F.S. THOMSON, Catullus Edited with a Textual and Interpretative

Commentary, Toronto 1997, pp. 22-43, y J.L. BUTRICA, “History and Transmission of the Text”, en: M.B. Skinner (ed.), A Companion to Catullus, New Malden 2007, pp. 13-34. 2

Además, han sido detectados ecos de Catulo en los escritos de autores medievales, por ejemplo

Agius de Corvey en el s. IX y Lovato Lovati de Padua en el s. XIII; pero ninguno de estos casos parece inequívoco. Contra los presuntos ecos en Lovati véase W. LUDWIG, “Kannte Lovato Catull?”, RhM 129, 1986, pp. 329-357, y D. KISS, “Catulo y Lovato Lovati”, RELat 11, 2011, pp. 81-89. 3

Ratherius, Sermo de Maria et Martha 4, en: B.R. REECE (ed.), Sermones Ratherii Episcopi

Veronensis, Worcester 1969, p. 86, y P.P.L. REID (ed.), Ratherii Veronensis Opera Minora = Corpus Christianorum. Continuatio Medievalis 46, Turnhout 1976, p. 147s. Según G. FIESOLI (“Percorsi di classici nel medioevo: il Lucrezio Bobiense. Raterio lettore di Plauto e di Catullo”, MR n.s. 15, 2004, pp. 1-37, en pp. 8-27) Raterio no está leyendo a Catulo, sino que habla de leerlo como de una posibilidad abstracta. Voy a ofrecer argumentos contra esta interpretación en otro lugar. 4

B.L. ULLMAN, “The transmission of the text of Catullus”, en: A. Rostagni et al. (eds.), Studi in onore

di Luigi Castiglioni, Florencia 1960, pp. 1025-1057, en p. 1033, n. 13.

 

1  

Los códices G y R conservan un epigrama del notario de Vicenza Benvenuto dei Campesani (1250/551323)5, que arroja más luz sobre cómo se redescubrió a Catulo a comienzos del s. XIV. En los dos códices se lee el texto siguiente, pero falta el título en R: Versus domini Beneuenuti de Campexanis de Vicencia de resurectione Catulli poete Veronensis. Ad patriam uenio longis a finibus exul Causa mei reditus compatriota fuit. Scilicet a calamis tribuit cui francia nomen Quique notat turbe pretereuntis iter. Quo licet ingenio uestrum celebrate Catullum

5

Cuius sub modio clausa papirus erat.

El v. 5 está corrupto: licet no puede regir el imperativo celebrate, y no significa nunca ‘es posible’, sino sólo ‘está permitido’. Pleitner propuso quom licet, ingenue y Zaffagno y Olszaniec conjeturaron ambos celebrare, pero no han puesto remedio al segundo problema6. Yo había conjeturado libet, y después encontré mi conjetura y la de Zaffagno y Olszaniec en unos manuscritos del s. XV7. Quien está hablando en primera persona es Catulo mismo, representado por un códice que contiene sus poemas. Regresa a su ciudad natal desde el exilio en una tierra lejana (longis a finibus), gracias a un hombre veronés que se describe en los enigmáticos versos 3-4: él es un secretario (a calamis), ha recibido su nombre de Francia, y toma nota del viaje del gentío que pasa. Benvenuto pide asimismo a sus conciudadanos que, con cualquier talento que tengan (quo libet ingenio), agasajen al poeta, cuyo papel había sido escondido bajo un celemín (sub modio). El último verso alude a una conocida imagen

                                                                                                                5

No sabemos cómo el poeta escribió su nombre en lengua vernácula, pero sus familiares se llamaban

“dei” o “de’ Campesani”: véase C. WEISS, “Benvenuto Campesani”, Bollettino del Museo Civico di Padova 44, 1955, pp. 129-144, en p. 131. 6

K. PLEITNER, Studien zu Catullus, Dillingen 1876, p. 92; E. ZAFFAGNO, “L’epigramma di Benvenuto

de Campesani: de resurectione Catulli poetae Veronensis”, en: I classici nel Medioevo e nell’Umanesimo. Miscellanea filologica, Génova 1975, pp. 289-298, en p. 296; W. OLSZANIEC, “A conjecture in Benvenuto Campesani’s Versus de resurrectione Catulli”, CQ n.s. 56, 2006, p. 664s. 7

libet fue añadido por la primera mano en el códice Harley 2574 de la British Library, escrito en 1460,

que es Nº 49 en la lista de manuscritos catulianos de Thomson (op. cit., pp. 72-92). celebrate se lee en Venecia, Biblioteca Nazionale Marciana, Marcianus lat. 12.86 = Nº 117, escrito entorno al 1445, y en 18 códices más recientes (Nº 16, 26, 28, 38, 46, 47, 49, 54, 56, 64, 68, 69, 70, 82, 96, 102, 114 y 121), y fue añadido en Nº 104.

 

2  

bíblica, y contiene un juego de palabras: en latín medieval papyrus significaba no sólo ‘papel’, sino también ‘linterna’, como ha sido notado por Skutsch8. ¿Quién fue el hombre misterioso que devolvió el manuscrito de Catulo a Verona? Según la interpretación que ya se puede llamar tradicional9, este conciudadano o compatriota de Catulo sería un amanuense o notario (a calamis). Habría recibido su nombre de Francia (tribuit cui Francia nomen), es decir, se llamaría Francesco10. Y su trabajo consistiría en tomar nota de los viajeros que atraviesan una puerta de la ciudad (quique notat turbe pretereuntis iter). Frank propuso otra interpretación11, intentando identificar a este hombre con el ciudadano veronés más famoso de esta época, el dictador Cangrande Della Scala (1291-1329). En este caso las palabras a calamis tribuit cui Francia nomen ofrecerían una etimología del nombre Cangrande basada en la palabra francesa contemporánea cane. Las palabras quique notat turbae pretereuntis iter en el verso 4 se referirían, según Frank, al hecho de que se utilizaban cañas para indicar la vía de las caravanas entre Egipto y Palestina, como se lee en Plinio (Nat. VI 166). Con todo, no es verosímil que Campesani hubiera aludido a una cláusula escondida en la Historia Naturalis: sus lectores no habrían podido seguir la alusión. Por su parte, Levy12 aceptó la identificación del hombre desconocido con Cangrande, pero a su parecer quique notat turbe pretereuntis iter se refiere a cierta estatua ecuestre del soberano, aún conservada, que habría estado en una calle concurrida, y que al parecer habría mirado a la gente que pasaba. No obstante, Skutsch observó que la estatua muestra a Cangrande como hombre maduro, y el comandante tenía sólo 24 años cuando murió Campesani13. En efecto ella hizo parte del monumento funerario de Cangrande14, de modo que se puede excluir que Campesani aluda a ella.

                                                                                                                8

O. SKUTSCH, “The Book under the Bushel”, BICS 17, 1970, p. 148; véanse Mateo 5.15 y Lucas

11.33. 9

Sobre esta y otras interpretaciones anteriores al siglo XX véase R. ELLIS, Catullus in the XIVth

Century, Londres 1905, 3-6. 10

C. CIPOLLA (“Attorno a Giovanni Mansionario e a Guglielmo da Pastrengo”, en: Miscellanea

Ceriani, Milán 1910, pp. 741-488, en p. 753, n. 2) pensó que este hombre pudiera llamarse de Plumaciis, pero notó que este nombre no se encuentra en fuentes contemporáneas veronesas. 11

T. FRANK, “Can Grande and Catullus”, AJPh 48, 1927, pp. 273-275.

12

H.L. LEVY, “Catullus and Cangrande della Scala”, TAPhA 99, 1968, pp. 249-253, apoyado por

Zaffagno, op. cit. 13

O. SKUTSCH, “Zur Überlieferung und zum Text Catulls”, Acta Philologica Aenipontana 3, 1976, p.

68s., en p. 68; id., “Notes on Catullus”, BICS 23, 1976, pp. 18-22, en p. 18. 14

Verosímilmente fue hecha durante el dominio de Mastino II della Scala (1336-1351): véase R.

B[OSCHI] en: G.M. Varaini (ed.), Gli Scaligeri 1277-1387, Verona 1988, en p. 108s.

 

3  

Berrigan sospechó que el descubridor de Catulo descrito en el epigrama era nada menos que Raterio15. A su parecer, Campesani había derivado el nombre del obispo de la palabra flamenca ‘rietje’, es decir, caña. Pero es muy inverosímil que Campesani hubiera hablado flamenco, y el renacimiento de Catulo que él celebra es claramente un acontecimiento reciente, y no algo que hubiera pasado cuatro siglos antes. Recientemente Bottari ha propuesto que el códice de Catulo pudiera haber sido descubierto por Guido da Castello di Reggio, que viene descrito por Dante en la Comedia como “Guido da Castel, che mei si noma, / francescamente, il semplice lombardo” (Purgatorio 16.125s.), cuyo valor era conocido incluso en Francia, y sobre lo cual Iacopo della Lana escribió que “sempre vedea ogni buona persona che passasse per quel paese”16. Hay un problema obvio con esta interpretación: que Guido no era ciudadano de Verona, sino de Reggio Emilia. Bottari pone en evidencia que en el Medioevo tanto la gente de Verona como la de Reggio se consideraban lombardos, de modo que Guido podía ser llamado compatriota de Catulo. Pero el título del epigrama hace hincapié en la ciudad de Verona: la patria a la cual el poeta regresa es ésta, y no la Lombardía. En este caso el hombre que redescubrió a Catulo tiene que ser no sólo lombardo, sino también veronés. Parece imposible identificar al descubridor de Catulo con certeza, sin saber más sobre las circunstancias del regreso del poeta a Verona. Resulta más plausible por exclusión la interpretación tradicional, según la cual estos versos se refieren a un amanuense llamado Francesco. Quien quiera trazar la trasmisión textual de Catulo afronta un problema aún más grande con este epigrama. Raterio leía a Catulo en Verona en el s. IX, y Catulo no se leía casi en ningún otro sitio en el Medioevo. ¿Cómo es posible entonces que a comienzos del s. XIV Campesani escribiera sobre el regreso de Catulo a Verona? La explicación más sencilla podría ser que el único manuscrito de Catulo fuera alejado de Verona17, y después devuelto por el amanuense Francesco, o quien fuere. Pero esto

                                                                                                                15

J.R. BERRIGAN, “Can Grande a Dog in the Manger?”, CB 46, 1970, pp. 85-88.

16

G. BOTTARI, “Tribuit cui Francia nomen. A proposito dell’epigramma De resurrectione Catulli”,

en: C. Albarello y G. Zivelonghi (eds.), Per Alberto Piazzi. Scritti offerti nel 50º di sacerdozio, Verona 1998, pp. 35-44; ID., “A Verona nel primo Trecento: Dante attorno a Catullo” en: G.P. Marchi y J. Pál (eds.), Dante Alighieri: Commedia. Biblioteca Universitaria di Budapest, Codex Italicus I. Studi e ricerche, Verona 2006, pp. 35-38. 17

Se solía creer que Raterio se llevó consigo el códice en el año 968, cuando fue destituido del

obispado de Verona y se marchó al monasterio de Lobbes (Bélgica), pero GIUSEPPE BILLANOVICH (“Dal Livio di Raterio (Laur. 63,19) al Livio del Petrarca (B.M., Harl. 2493)”, IMU 2, 1959, pp. 103178, en p. 165) notó que no fue así porque Catulo no se conocía en Bélgica y su nombre no aparece en ninguno de los catálogos de la biblioteca de Lobbes. Más tarde, el mismo BILLANOVICH (“Il Catullo

 

4  

sería contrario a toda regla de probabilidad. Ya fue algo excepcional si los poemas de Catulo sobrevivieron en Verona hasta 966; habría sido un milagro que esta tradición se hubiese agotado, que después éste texto tan raro se hallara en otro sitio y que una copia fuese traída a la ciudad. Así pues, parece lo más probable que un manuscrito de Catulo permaneció en Verona desde 966 hasta el siglo XIV. Pero entonces ¿cómo podemos interpretar el epigrama de Campesani? Butrica ha sugerido que el regreso de Catulo a Verona descrito en el epigrama puede haber sido metafórico: no se trataría de un códice que llegó a Verona desde una tierra lejana, sino de uno que ya estaba en la ciudad, pero que no se podía leer, porque su escritura era arcaica e incomprensible18. El descubridor de Catulo no lo llevó consigo desde lejos, sino que simplemente lo trascribió, librando así el texto del destierro metafórico de la ilegibilidad. Butrica notó que no resulta asombroso hallar otra metáfora en un poema tan fuertemente metafórico. Pero aquí se confunden dos conceptos: la metáfora, que es una imagen delimitada dentro de un texto, y la alegoría, en la cual un texto entero tiene un significado que es distinto de su sentido literal. Si un texto es rico en metáforas, no se sigue en absoluto que tenga que ser alegórico. Y hay que notar el énfasis especial de este epigrama sobre el regreso físico de un manuscrito de Catulo a Verona: ad patriam uenio longis de finibus exul,/ causa mei reditus compatriota fuit. Si hay algo de inequívoco en este poema es que este versa sobre un manuscrito de Catulo que regresó físicamente a Verona. Así pues Campesani se refiere a un regreso de Catulo a Verona que nunca tuvo lugar. ¿Cómo es posible eso? ¿Tenemos que acusarle de mentiroso? Cierto es que Campesani no era persona muy escrupulosa: Weiss demostró que fue cómplice de dos inquisidores franciscanos, que condenaron a personas acomodadas como herejes y se aprovecharon de sus posesiones19. Pero por cuanto se sabe, Campesani pasó su vida en Vicenza, y no hay ninguna indicación de que hubiera vivido en Verona20. Cuando falleció, al poeta paduano Albertino Mussato se le asignó la comisión de componer un poema

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          della cattedrale di Verona”, en: S. Krämer, M. Bernhard [eds.], Scire litteras. Forschungen zum mittelalterlichen Geistesleben, Munich 1988, pp. 35-57, en pp. 48-50) propuso que un manuscrito antiguo de Catulo se conservó en la Biblioteca Capitular de Verona, una copia del cual se llevó a Padua, y cuando Cangrande derrotó esta ciudad en 1314, sus enemigos vencidos le ofrecieron una copia de esta copia, junto al epigrama de Campesani. Pero no hay indicaciones de que Catulo se hubiera conocido en Padua: véase Ludwig y Kiss, art. cit. 18

Butrica, op. cit., p. 27s.

19

Weiss, art. cit., pp. 132-134.

20

Weiss, art. cit.; G. GORNI, “Campesani, Benvenuto”, Dizionario Biografico degli Italiani 17, 1974,

493-496.

 

5  

sobre su muerte, y así lo hizo21. Estamos en una época en que se puede pedir a un poeta conocido en una ciudad lejana que escriba un poema sobre un evento importante. En mi opinión, en torno al año 1300 alguien, quizás un amanuense llamado Francesco, descubrió un manuscrito de Catulo en Verona. Cuando presentó su hallazgo al público, sostuvo falsamente que lo había encontrado en una tierra lejana, para aumentar su importancia o quizás para ocultar su origen verdadero. En esta época Verona era un centro de actividad intelectual y sobre todo de investigaciones históricas, y así el descubrimiento de un poeta romano proveniente de la ciudad causó sensación. Algunos ciudadanos sintieron que este acontecimiento tenía que ser conmemorado por un poeta de primera clase, que no pudieron encontrar en Verona, de modo que escribieron a Campesani en Vicenza y le pidieron un poema. Él escribió el epigrama que conocemos, que ofrece una versión falsa de los acontecimientos, no porque el autor haya mentido, sino tan sólo porque fue mal informado sobre los hechos.

                                                                                                                21

 

Weiss, art. cit., p. 138s.

6  

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