Baudelaire y los bocetos del alma humana

August 14, 2017 | Autor: R. Bermudez Dini | Categoría: Design, Poetics, Soul (Humanities), Baudelaire, Sketching, Poesía, Dibujo, Poesía, Dibujo
Share Embed


Descripción

Baudelaire y los bocetos del alma humana por Renato Bermúdez Dini

En ciertos estados del alma casi sobrenaturales, la profundidad de la vida se revela, entera, en el espectáculo que tenemos bajo nuestros ojos, por más ordinario que sea. Se convierte en su símbolo. Charles Baudelaire

Conocido principalmente por su lengua feroz, por su palabra enardecida, Charles Baudelaire (1821-1867) es considerado el epítome de la poesía decadentista, llena de un simbolismo avocado por completo a las oscuras dimensiones del alma humana, una vida conturbada por el ajetreo del naciente mundo moderno. Múltiples son las ocasiones en las que puede leerse en su literatura la condena de su mundo contemporáneo: Perdido en este mundo atroz, arrollado por la multitud, soy como un hombre cansado que no puede ver atrás, en la profundidad de los años, más que desilusión y amargura, y frente a él sólo una tormenta en la que no hay nada nuevo, ni conocimientos ni dolor.1

Sin embargo, esta sofocante realidad no cercenó en absoluto los ánimos de Baudelaire quien, haciendo gala de todo su genio, supo extender su arte más allá de la palabra escrito. Hoy por hoy, gracias a la ardua labor de historiadores, críticos y coleccionistas de arte, podemos reconocer que Baudelaire también legó a la humanidad importantes aportes en la práctica de las artes visuales. No se trata únicamente de su reconocida trayectoria como crítico y escritor versado en técnicas y expresiones artísticas, sino de su rol como creador. Para ser exactos, su trabajo plástico se destaca en el área del dibujo. Y si pensamos detenidamente en las características de este género artístico, saltará a la vista que esta cuestión no pareciera tan azarosa y que, en el fondo, la labor dibujística se asemeja a la inmediatez emocional y furor de sus poemas. Etimológicamente, la palabra dibujo deriva del antiguo francés déboissier (representar gráficamente),2 e implica extender los rasgos característicos de una cosa más allá de su 

Originalmente publicado en inglés, bajo el título Baudelaire and the Sketches of the Human Soul, en la revista italiana online de arte contemporáneo y crítica SenzaCornice: http://www.senzacornice.org/articolo.php?id=86. 1 Charles Baudelaire, citado en: Ernesto Kavi (ed.), Charles Baudelaire. Dibujos y fragmentos póstumos (Barcelona: Editorial Sexto Piso, 2012) 26.

1

existencia y plasmarlos en una composición gráfica.3 Se trata de una captura veloz de la realidad, arrastrada desde su origen y llevada al papel. En ese sentido, de todas las artes visuales, el dibujo es aquella que cumple con mayor efectividad la demanda de tiempos veloces que corren actualmente. A través del dibujo se puede apresar la realidad de manera instantánea, en su condición trémula, cambiante, escurridiza. Baudelaire –como artista interesado desde la poesía en estas transmutaciones del día a día– concibe el dibujo como una forma de sintetizar momentos particulares de la vida. Respecto a este género, el mismo poeta ha dicho: Hay en la vida trivial, en la diaria metamorfosis de las cosas exteriores, un movimiento rápido que le impone al artista una igual velocidad de ejecución. (…) el pastel, el aguafuerte, la aguatinta han ido aportando sus contingentes a ese inmenso diccionario de la vida moderna.4

Cuando se enfrenta al dibujo, este poeta –horrorizado por el mundo moderno, abismado por los cambios que vive su entorno– se repliega en la inmediatez de la intimidad, se encierra en la soledad de lo individual. Y es que el dibujo es, como bien ha dicho él, una técnica ideal para apresar el mundo en su fugaz paso. De ese modo, la temática predilecta para Baudelaire serán los retratos. Y éstos, de manera análoga a como lo hace en sus poemas, pueden ir de lo más oscuro y tortuoso a lo más ligero y burlón. Es así como podremos ver en su obra semblanzas realistas, plagadas de angustia y preocupación, que buscan captar hasta lo más mínimo el detalle del sujeto (como cuando, con palabras agudas, desnuda la verdad del mundo); o, por otra parte, rostros caricaturescos, deformes, juguetones, que miran con desfachatez la vida y discurren en el tiempo y el espacio sin mayor preocupación. Entre los dibujos más famosos de Baudelaire está un autorretrato (Fig. 1), una obra de intensidad visual inversamente proporcional a sus pequeñas dimensiones. Lo que vemos es un Baudelaire hecho en tinta, sumido en las tinieblas, cuyo rostro apenas despunta en la oscuridad por algunos rastros de luz. Las facciones se construyen entre grandes manchas de pigmento y

2

Joan Corominas, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (Madrid: Gredos, 1976), vol. II, 166-167, s.v. “dibujar”. 3 Evidentemente, el concepto dibujo tiene diversos orígenes etimológicos según los distintos idiomas. Sin embargo, en muchos de ellos comparte el mismo significado original. En inglés, la palabra drawing deriva del antiguo vocablo dragan, que significa arrastrar, en tanto sustraer la apariencia de algo y plasmarlo gráficamente (Cfr. “draw” on: th http://www.etymonline.com/index.php?term=draw&allowed_in_frame=0, accessed on January 5 , 2015). En italiano, la palabra disegno viene del latín de signum, que significa describir con signos gráficos (Cfr. “disegnàre” on th http://www.etimo.it/?term=disegnare, accessed on January 10 , 2015). 4 Charles Baudelaire, “El boceto de costumbres”, Arte y modernidad (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2009) 30.

2

trazos lineales entramados. Las líneas se superponen en su rostro y tejen una red de intrigas y angustias que cargan al dibujo de una densidad material abrumadora. Este autorretrato es, en esencia, la forma en que el propio Baudelaire ha querido ser recordado: como un ser nocturno, conturbado, enrevesado, un espíritu ávido y pulsante. Pues, bien lo ha dicho en alguna ocasión: “El arabesco es el más espiritual de los dibujos”5. Así, su rostro –conformado por líneas retorcidas que se agolpan en la oscuridad de su ser– luce como un espectro temible, que emerge de las profundas tinieblas. Acaso sea posible hallar en este pequeño dibujo algunos ecos de la poética Baudelaire. En sus trazos parecieran dormitar las palabras de un fragmento del poema titulado Un fantasma: La Enfermedad y la Muerte producen cenizas De todo el fuego que por nosotros arde. De aquellos grandes ojos tan fervientes y tan tiernos, De aquella boca en la que mi corazón se ahogó, De aquellos besos pujantes cual un dictamen, De aquellos transportes más vivos que los rayos, ¿Qué resta? ¡Es horrendo! ¡Oh, alma mía! Nada más que un diseño muy pálido, con tres trazos, Que, como yo, muere en la soledad, Y que el Tiempo, injurioso anciano, Cada día frota con su ala ruda...6

Por otra parte, entre otros de los dibujos más famosos de su obra está el Retrato de Jeanne Duval (Fig. 2), mujer quien fuese su compañera de vida por más de dos décadas, que inspiraría muchos de sus poemas y lo acompañaría en su paso tormentoso por el mundo. Cual Vénus Noire de Baudelaire, Duval es dibujada de manera similar a la de la obra anterior. Como un ser oscuro, casi monstruoso, su rostro se perfila entre tramas tupidas que crean un fondo oscuro y denso. Uno de sus ojos, grande y brillante (mientras el otro permanece ciego en la oscuridad), nos mira con agudeza. Sus facciones, rígidas y severas, son como latigazos feroces, similares a los trazos secos que las componen. Otro poema de Baudelaire pareciera ser propicio para enunciar este dibujo: Es hermosa y más que hermosa: es sorprendente. Lo negro en ella abunda; y es nocturno y profundo cuanto inspira. Sus ojos son de astros en que centellea vagamente el misterio, y su mirada ilumina como el relámpago: es una explosión en las tinieblas.

5 6

Charles Baudelaire, citado en: Ernesto Kavi, Ob. cit., 107. Charles Baudelaire, “Un fantasma”, Las flores del mal (1857).

3

La compararía a un sol negro si se pudiese concebir un astro negro capaz de verter luz y felicidad. Pero hace pensar más a gusto en la luna, que indudablemente la señaló con su temible influjo; no en la luna blanca de los idilios, semejante a una novia fría, sino en la luna siniestra y embriagadora, colgada del fondo de una noche de tempestad y atropellada por las nubes que corren; no en la luna apacible y discreta, visitadora del sueño de los hombres puros, sino en la luna arrancada del cielo, vencida y rebelde, a quien los brujos tesalios obligan duramente a danzar sobre la hierba aterrorizada.7

Baudelaire dibuja los retratos de esta forma siniestra no con estupor ni aflicción, sino con deleite voluptuoso, pues bien es sabido que su ideal de belleza no es el tradicional. Para él, “la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa, el asombro, son una característica y una parte esencial de la belleza”8. Uno de sus más famosos poemas, Himno a la Belleza, nos muestra que Baudelaire no teme que el placer provenga de las tinieblas: Que procedas del cielo o del infierno, qué importa, ¡Oh, Belleza! ¡Monstruo enorme, horroroso, ingenuo! Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta De un infinito que amo y jamás he conocido? De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o Sirena, ¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de terciopelo, Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!— El universo menos horrible y los instantes menos pesados?9

En ese sentido, estos retratos de Baudelaire son un canto a la belleza de lo terrible, una apología de la oscuridad de la vida. En el rostro de la gente, Baudelaire ve la realidad del mundo sin pudor ni gracia, y por eso los escoge como tema, para exorcizar sus demonios, para sublimar la funesta verdad que lo sobrecoge: Atravesado por los impulsos individuales de comunicarse con los demás y escapar de su presencia, para huir de la tyrannie de la cara humaine, (...) el ser baudelaireano se enfrenta a las necesidades aparentemente contradictorias de no sólo fortalecer las líneas que lo separan del mundo, sino también de superarlas como se superan los obstáculos que tienen que ser cruzados.10

Sin embargo, como se dijo en un principio, los dibujos de Baudelaire, tal como su poesía, pueden dar de pronto un largo salto del grito de horror al canto jovial. No sólo se ocupó de dibujar la vida en sus dimensiones más atroces, sino de bosquejar sus placeres mundanos, las banalidades, la debilidad de la carne humana.

7

Charles Baudelaire, “El deseo de pintar”, El Spleen de Paris, o Pequeños poemas en prosa (1869). Charles Baudelaire, citado en: Ernesto Kavi, Ob. cit., 58. 9 Charles Baudelaire, “Himno a la belleza”, Las flores del mal (1857). 10 Del original en inglés: Nicolae Babuts, Baudelaire: At the Limits and Beyond (Estados Unidos: Associated University Presses, 1997) 36. 8

4

Así, podemos conseguir un dibujo como La Fanfarlo (Fig. 3), que probablemente sea un boceto para alguna ilustración de la novela homónima de Baudelaire. Lo que vemos es un dibujo muy simple de un personaje femenino en primer plano, con atavíos de bailarina, y en el fondo una segunda mujer con un tocado de plumas y largos pendientes de adorno. Pareciera tratarse de la semblanza de actrices de cabaret o, incluso, prostitutas (escenarios que eran cotidianos para un personaje tan visceral como Baudelaire). A diferencia de sus otras ilustraciones, esta se nos muestra mucho más limpia, ligera, amena. Las figuras no lucen tortuosas sino cínicas, impúdicas, coquetas. Los detalles se han perdido y lo que vemos es un boceto veloz, logrado por apenas un par de líneas trémulas y poco definidas. La pesadumbre y angustia de los retratos anteriores es sustituida aquí por soltura y gracia. Más que un dibujo, pareciera una caricatura, un bosquejo burlón de la vida, ideado no para afligir al espectador sino para causarle risa. Respecto a este sentimiento, el mismo Baudelaire ha dicho: La risa es satánica y por tanto profundamente humana. Es en el hombre la consecuencia de la idea de su propia superioridad; y en efecto, como la risa es esencialmente humana, es esencialmente contradictoria, es decir, signo a la vez de una grandeza infinita y de una infinita miseria.11

Así, estos dibujos caricaturescos son una contraposición a los retratos vistos en un principio. Son bocetos ideados para la risa, para despertar esa sensación ilusoria de grandeza cuando, en realidad, lo que yace en el humano es un espíritu desventurado. Sin embargo, para sobrevivir a esa condición, los hombres disfrutan despreocupadamente de los placeres de la vida. ¿Y qué mejor poeta para describir la lujuria y la desvergüenza que el mismo Baudelaire? Esta pareciera ser su recomendación ante la vida: Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos. Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la tristona soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán: «¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis».12

11 12

Charles Baudelaire, De la esencia de la risa… (Caracas: Khaos, 2004) 33-34. Charles Baudelaire, “Embriagaos”, El Spleen de Paris, o Pequeños poemas en prosa (1869).

5

Así, con esta ligereza de espíritu, sin miramiento alguno, Baudelaire escoge la técnica del dibujo como una segunda vía de aproximación a la vida y sus escenarios. En este sentido, se asemeja a otros creadores de su época, que no sólo desarrollaron la literatura sino que experimentaron en otras áreas. Ejemplo de ello son Apollinaire –que usa sus caligramas para dar a la palabra escrita una connotación visual– y Mallarmé –que juega con la composición tipográfica en la edición de sus textos–. Pero Baudelaire va más allá de esto: él desenreda el grafismo de la escritura y lo convierte en líneas con las cuales dibuja realmente el mundo. Es como si pudiese transformar la palabra en imagen. Después de todo, recordemos que el término dibujo implica la noción de graphein, que significa escribir. Así que, en cierta forma, tanto como cuando dibuja como cuando compone poesía Baudelaire cumple un mismo oficio. En ese sentido, deberíamos considerar a este genio monstruoso y visceral como un gran artista que, desde lo más profunda de la poética, desentrañó los entuertos de la vida y capturó su ritmo vertiginoso. Baudelaire debería ser recordado, pues, ya no sólo como un gran poeta sino también como un magistral dibujante del alma humana.

6

ILUSTRACIONES

Fig. 1 Charles Baudelaire, Autorretrato, 1863-1864.

7

Fig. 2 Charles Baudelaire, Retrato de Jeanne Duval, s.f.

8

Fig. 3 Charles Baudelaire, La Fanfarlo, s.f.

9

REFERENCIAS

Bibliográficas ‐

Babuts, Nicolae. Baudelaire: At the Limits and Beyond. Estados Unidos: Associated University Presses, 1997.



Baudelaire, Charles. Arte y modernidad. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2009.



Baudelaire, Charles. De la esencia de la risa… Caracas: Khaos, 2004.



Baudelaire, Charles. El Spleen de Paris, o Pequeños poemas en prosa (1869).



Baudelaire, Charles. Las flores del mal (1857).



Corominas, Joan. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos, 1976.



Kavi, Ernesto (ed.). Charles Baudelaire. Dibujos y fragmentos póstumos. Barcelona: Editorial Sexto Piso, 2012.

Electrónicas ‐

“Disegnàre” on http://www.etimo.it/?term=disegnare, consultado el 5 de enero de 2015.



“Draw” en: http://www.etymonline.com/index.php?term=draw&allowed_in_frame=0, consultado el 5 de enero de 2015.

10

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.