Barrio alto. Barrio bajo. Exclusión e identidad en la ciudad moderna.

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5/2/2017

Barrio alto. Barrio bajo. Exclusión e identidad en la ciudad moderna. – Lecturas del mundo urbano

Lecturas del mundo urbano Nuevas tendencias de investigación sobre historia de la ciudad HACE 6 DÍAS 30 ENERO, 20173 FEBRERO, 2017CRISTINADPALVAREZ

Barrio alto. Barrio bajo. Exclusión e identidad en la ciudad moderna. EWEN, Shane: “Cities, Spaces and Identities”, en What is urban history?, Cambridge, Polity Press, 2016, pp. 33-54.  Sesión del Seminario del día: 18 de enero de 2017 Relatoría a cargo de: Rubén Pallol Barracas en la Avenida de Roma, frente a la cárcel Modelo. 1926. Josep Maria Sagarra i Plana.  (http://orgullosademiciudad.blogspot.com.es/2014/04/el-barraquismo-barcelones.html) En este capítulo  de su libro What is urban history?, como en el resto que lo componen, Shane Ewen presenta un completo e informado estado de la cuestión sobre un tema esencial en la historia urbana desde su conformación como disciplina o campo temático. Es el estudio de las relaciones que se establecen entre la progresiva diferenciación en espacios con funciones residenciales distintas en la ciudad contemporánea y el surgimiento de nuevas identidades sociales. En fin, o de cómo se produjo  la apertura de esa brecha que parecía cada vez más evidente entre barrios bajos y barrios altos, entre barrio rico y barrio pobre, que antes de mediados del siglo XIX no existía, o al menos no estaba tan marcada en las conciencias de los habitantes de las ciudades. La propuesta de Ewen, no nos engañemos, es bien clásica y se articula en torno al análisis de dos topónimos que se han constituido en categorías fundamentales dentro de la tradición historiográfica anglosajona (aun diríamos más, en el imaginario sociocultural de Inglaterra, fundamentalmente): suburbs vs. slums como los dos polos hacia los que tendía la definición de los espacios que integraban la ciudad contemporánea y que se diferenciaban tanto en sus características arquitectónicas, su adecuación en servicios y equipamientos, como en la renta y condición económica de sus habitantes, la forma de ganarse de la vida que tenía unos y otros, así como en la manera de ocupar y de disfrutar el espacio público. Barrio rico, barrio pobre, en fin. Si bien cabe advertir al lector español del matiz que estos topónimos implican en lengua inglesa. Suburbio en España, por razones que cabría analizar en un artículo extenso, ha tenido siempre una connotación negativa, que no se corresponde con el significado que adquiere en lengua inglesa. Pues el suburbio es en el caso anglosajón el barrio creado por las clases medias, que se aparta de los centros deteriorados de las ciudades industriales y en el que impera una nueva comodidad y bienestar sólo al alcance de las clases sociales emergentes más prósperas. El slum por su parte, es el término genérico que cubre desde la infravivienda de los https://lecturasdelmundourbano.wordpress.com/2017/01/30/barrio-alto-barrio-bajo-exclusion-e-identidad-en-la-ciudad-moderna/

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poblados de chabolas a los barrios decrépitos del centro, pasando por las barriadas construidas para trabajadores, todo ello levantado con menos cuidado que deseo de obtener un beneficio rápido y sencillo. Un enfoque clásico en su planteamiento, decíamos. Y no podía ser menos en este caso ya que la historia urbana anglosajona se fundó precisamente en el estudio del suburbio, con aquella investigación de Harold J. Dyos sobre el barrio londinense de Camberwell. Así que resulta inevitable que se le rinda tributo entre los que han trabajado en su estela. Sin embargo Ewen logra dar cuenta de los avances que se han producido en esta veta de estudio desde entonces, así como las exigencias de replanteamiento de la cuestión tanto al calor de nuevas propuestas teóricas como de los cambios de percepción que la propia urbanización en los últimos cincuenta años nos imponen. Para empezar, el título, incluyendo junto al concepto de espacio el de identidad social, ya nos apunta la sensibilidad que hay en el autor hacia el giro cultural que ha hecho tambalear la historiografía más reciente. Ya lo advierte Ewen, señalando que en el estudio de la conformación de suburbios y slums se hace preciso atender no sólo a su realidad material o la condición social de sus habitantes, sino entenderlos también como el resultado de una construcción discursiva. El barrio pobre, como el rico, lo es por la mirada del otro. Las diferencias sociales existen pero son operativas cuando son reconocidas por quien las observa y lo son en la manera en que son reconocidas y enunciadas (una cuestión que, por otro lado, ha planteado en diversos trabajos el francés Dominique Kalifa, cuya ausencia resulta estridente en la bibliografía tan rica de Shane Ewen). Giro cultural que se realiza sin perder el cimiento social sobre el que se ha construido la historia urbana inglesa -quizá no tanto la norteamericana- y por eso se nos recuerda que, con todo, el factor decisivo para la elección del barrio de residencia sigue siendo la renta, y que es esto lo que en realidad permitiría entender en su profundidad la diferencia esencial entre suburbio y slum: el suburbio es el espacio al que se desplazan, huyendo de la ciudad vieja y deteriorada, los que tienen recursos para ello; el slum es el hábitat al que queda condenado a vivir el que no tiene dinero para decidir, ya en los cascos viejos, ya en los terrenos depreciados en las afueras, ya en espacios intersticiales abandonados entre vías de tren, factorías, vertederos o cementerios. Otra vía por la que Ewen trata de escapar de la visión más clásica sobre el suburbio y el slum es señalando el carácter cambiante de la relación entre espacio construido y connotación social. No olvidemos que los primeros planteamientos sobre el asunto se realizaron precisamente cuando se estaban conformando esos suburbios. La obra de Dyos se remonta a la década de los años 50 y 60, cuando la socialización del automóvil en Europa y el modelo social fordista de ampliación de las clases medias se combinaban para intensificar una huida del centro de las ciudades que ya se había iniciado hacía décadas. Todos queríamos ser norteamericanos, vivir en una casa con jardín en las afueras, pagada en cómodos plazos gracias a nuestro estable trabajo de oficina, escapar de nuestra condición obrera y ver a nuestros hijos criarse felizmente, corriendo seguros por el vecindario sin que nada les amenazara. Ahora bien, dicho panorama ha cambiado profundamente en los últimos tiempos. Primero porque como bien indica Ewen muchos de los suburbios han acabado saturándose y perdiendo su original condición de espacio deseable, por puro deterioro. Así, las antiguas clases que los ocupaban los han abandonado dejando que llegaran nuevos inquilinos y cambiaran su fachada social. Por otro lado, nuevas dinámicas sociales y culturales han roto con lo que parecía una ley natural de la ciudad moderna, la del desplazamiento centrífugo de las clases altas: la gentrificación, tan en boca de todos en los últimos años, lo demuestra y de nuevo nos desvela las íntimas relaciones entre procesos de cambio socioeconómico (desindustrialización) y cultural (anhelo de recuperación de lo vintage y antiguo por nuevas figuras  sociales como son los profesionales liberales de última generación). Pero esto último es más una reflexión que puede florecer en un lector entusiasta que algo analizado por el propio Ewen.    

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Levittown brought assembly-line construction concepts to the American suburb. Photo credit: Levittown Public Library. (http://interactive.wttw.com/ten/towns/levittown) También es evidente en el recuento bibliográfico y en la exposición de Ewen el impacto de otras historiografías, diferentes a la Europea. La tan sana descentralización de la interpretación histórica, el fin del reduccionista eurocentrismo, nos conduce a considerar estas dinámicas de transformación urbana y cambio social más en términos de diversidad y fragmentación que de unidad y homogeneización. No hay una sola dinámica de organización de la ciudad, una forma a la que tienda de manera natural como quizá se pudo presumir cuando la hegemonía norteamericana empujaba a la extensión del american way of life por todo el mundo. Resultan particularmente interesantes las distinciones que se observan en el proceso de suburbanización en Europa y Estados Unidos, así como en otros lugares urbanizados a la occidental como es el caso de Australia. Y sobre todo la apelación a un factor cultural como determinante, el miedo o el rechazo a la ciudad como definitorio del ethos norteamericano, mientras que la vida urbana habría mantenido un mayor prestigio y valor en el viejo continente. Esto explicaría la radical suburbanización en USA y el abandono de las ciudades por las elites hasta el punto de que el concepto de centro urbano desapareciera, como es en el caso de Los Ángeles; mientras,  en muchos lugares de Europa se habría producido una dinámica social inversa, expulsando a los pobres del centro que quedaría   habitado por las elites, siendo París el caso más característico. También hacia esa creciente diversificación de la morfología urbana contribuye la inclusión de no pocas referencias a procesos en África, Asia y Latinoamerica, particularmente en el caso del estudio de los slums. Lógico por otra parte, pues siendo una conformación urbano-social que no deja rastro (el slum está condenado a desaparecer, a ser derribado y olvidado cuando el espacio que ocupa se revaloriza y puede ser urbanizado con mayor beneficio) los ejemplos históricos han desaparecido y son difíciles de estudiar (¿es un espacio urbano subalterno? ¿Podemos preguntarnos con Spivak si pueden realmente hablarnos los slums?). El estudio de las favelas y similares barriadas, de su problemática en la ciudad actual, no sólo representa un tema central porque ahí desarrolla su vida una parte sustancial de la población mundial, tal y como nos ha advertido Mike Davis en Planeta de ciudades miseria, sino porque nos puede descubrir algunos conflictos que pudieron ya entablarse en el pasado y que han quedado en el olvido. Particularmente sugerentes son todos los ejemplos suministrados por Ewen  sobre la ambivalencia de las políticas sociales de provisión de vivienda barata o de realojo de habitantes de infravivienda. Red Medellin Slums (http://beyondblighty.com/capture-the-colour-colombia/) Finalmente se debe subrayar que dentro de todos los giros que han renovado la historia en el postestructuralismo es sin duda el enfoque de género el que más atención recibe por parte de Ewen en su valoración de este tema concreto. Muy fecunda parece la cuestión de en qué medida el surgimiento de los suburbios contribuyó a la remodelación de los roles de género y hasta qué punto reforzó el discurso sobre el distinto papel que hombres y mujeres habían de desempeñar en sociedad. El suburbio como baluarte de la clase media se convierte en la solución perfecta para que el ángel del hogar, esa mujer que debe recluirse en lo doméstico, pueda no obstante franquear el umbral de su casa. El suburbio, en su carácter homogéneo, segregado de la ciudad y su peligrosa mezcolanza social, es en realidad un espacio ordenado de acuerdo con los valores burgueses que santifican este modelo de género. Al hombre en cambio se le ofrece toda la ciudad para su experiencia y por tanto, como commuter  (viajante habitual hacia su lugar de trabajo), se le permite el acceso a otras experiencias. Es de agradecer sin embargo los ejemplos aportados por Ewen que muestran que entre el deseo de los discursos y la realidad cotidiana media una distancia importante. Y sobre todo en su reflejo de la capacidad de los actores sociales, en este caso las mujeres, para adaptar o subvertir el significado que se le quiere dar por el planificador a los espacios construidos. Así en las viviendas sociales de ciertos suburbios las mujeres cambiaban el uso de las habitaciones de las viviendas que les habían otorgado, organizaban su espacio de acuerdo con su realidad cotidiana y no con discursos sociales impuestos desde fuera. https://lecturasdelmundourbano.wordpress.com/2017/01/30/barrio-alto-barrio-bajo-exclusion-e-identidad-en-la-ciudad-moderna/

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Es sin embargo una pena que este análisis tan rico y profundo de la relación entre identidades sociales en torno al sexo no se traslade a otros grupos sociales de marcada identidad. Y es por aquí por donde puede empezar una crítica a lo aportado por Shane Ewen así como una reflexión sobre qué otros caminos puede abrirse en la relación entre espacio urbano e identidad social. La primera ya se apuntaba más arriba. Las deudas intelectuales con los fundadores de la historia urbana quizá le hayan hecho pecar en exceso de clasicismo, fundamentalmente al ordenar casi exclusivamente su texto en la oposición entre suburbio y slum, como si no se hubieran conformado otros espacios específicamente urbanos con los que se establecieran intensas relaciones de creación de identidad. Pensemos, para empezar en el ghetto, que por la composición de sus habitantes no podría ser considerado exclusivamente como una variante más del slum (pues hay ghettos de población con recursos económicos más o menos abundantes) y que además nos sirve de ejemplo de la existencia de espacios segregados dentro de la ciudad antes de los cambios introducidos por la Revolución Industrial en la trama urbana (y si no mírese el artículo que sobre el ghetto de Venecia publicó Richard Sennet).  Inmediatamente esto nos lleva a reivindicar el papel que ha desempeñado la etnia como criterio de distinción social, fenómeno al que se ha prestado poca atención en una España hasta ahora casi siempre de emigrantes, pero que no puede ser obviado ni en la actualidad y cosa más grave, en el abordaje de la historia urbana en otras latitudes. Algunos de los procesos más complejos y a la vez espectaculares de transformación urbana han implicado procesos de reordenación, clasificación, distribución… de las poblaciones en función de su origen étnico. La escuela de Chicago de sociología urbana  nace prácticamente para analizar esta cuestión. En el propio Londres se dieron fenómenos visibles de ghettización, en la integración de inmigrantes judíos europeos o de católicos irlandeses: estudiar la manera en que se recreaban identidades que tenían sus raíces más allá del espacio donde se habían trasplantado los vecinos o cómo se articulaba el mantenimiento de la cohesión social del grupo étnico con la integración el conjunto de la ciudad, parecen temas no sólo fundamentales por lo que supusieron en el pasado sino también como reflexión urgente en la actualidad, ahora que se reviven las ansiedades y miedos al otro que se produjeron a comienzos del siglo XX. Slumdogs: The sight of Italian immigrant families in New York on Jersey Street. (http://www.dailymail.co.uk/news/article-2089243/Slumdogs-New-York-The-remarkable-images-capturingimmigrant-families-unrecognisable-19th-century-New-York.html) Íntimamente relacionada con el ghetto, sería también necesaria una reflexión sobre la creación de las fronteras urbanas. Quizá demasiado a menudo los que nos hemos ocupado de la ciudad en el pasado hemos querido ver los procesos de segregación como producto exclusivamente de la distancia física entre barrios y de la diferenciación en precios de alquiler o compra de la vivienda. Cierto es que estas son dos formas fundamentales de establecer frontera o barrera para la llegada de según qué vecinos a según qué lugares  pero cabría quizá investigar otras. Desde las normativas de policía urbana que pueden imponer restricciones a la libre circulación de personas por la ciudad (los toques de queda, las normativas de horarios de apertura y cierre de establecimientos o del transporte público del que depende tanta gente), a cuestiones prácticas y materiales como esa ausencia de urinarios que impedía a la mujer victoriana circular por el centro de las ciudades (tal y como demostró magistralmente Erika D. Rappaport en su libro Shopping for Pleasure) o incluso a actitudes compartidas por amplias capas de la sociedad que coartan la posibilidad de transitar en algunas zonas a ciertos individuos (pensemos en esa nefasta manifestación de economía moral de la multitud que ha presionado para que las mujeres no caminen tranquilas por la calle, expresada en diversas formas de agresión sexual: de ello habla Judith Walkowitz en City of Dreadful Delights). Quizá falten estudios centrados en este fenómeno de la frontera o los que haya no se hayan reivindicado tanto en la historia urbana, pero sin duda es una de las vetas más apasionantes y casi necesitadas para un estudio de acuerdo con los desafíos de nuestros presente donde el uso y disfrute de la ciudad con carácter universal se encuentra tan amenazado.

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Estas fronteras más allá de las que relacionan espacio y precio de la vivienda,    a las que aludimos también, nos indican otra línea de crítica posible con el texto de Ewen. Porque las fronteras no son siempre físicas ni permanentes, convendría pasar de un estudio que como los reseñados se basan mucho en el vínculo de la identidad social  de un grupo con su lugar de    residencia a otros que tuvieran en cuenta más bien el uso que hacen de la ciudad. Así iríamos de verdad más allá de la clase en el análisis social, sin necesariamente renunciar a ella. Porque en la ciudad se disfrutan mismos espacios a diferentes horas por distintos colectivos o grupos de afinidad. O si no obsérvese el comportamiento de los jóvenes en la noche. O de los distintos tipos de transeúntes que circulan por el centro histórico de las ciudades  en días laborales o en    los de fiesta.  Y de tales experiencias compartidas pueden surgir identidades con relevancia social.  En última instancia podría señalarse del texto de Ewen que quizá debería esforzarse por ir todavía más allá de las viejas maneras de entender y de cartografiar la ciudad que se forjaron en la reflexión que acompañó al ciclo urbanizador posterior a la segunda guerra mundial. Pero esto no es quizá tanto un defecto propio del autor como de los textos de otros de los que depende para un texto de esta naturaleza, un estado de la cuestión. Son pues los desafíos que deberán afrontar aquellos dispuestos a renovar la historia urbana en el futuro.

cristinadpalvarez

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