Bajo la sombra de las botas. Vigilancia, control y disciplina de los inmigrantes.

May 23, 2017 | Autor: R. Rodríguez Camejo | Categoría: Inmigracion, Migraciones Internacionales, Integracion Social de inmigrantes
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Descripción

Máster Investigación UPV/ EHU - Globalización y Desarrollo

Transformaciones socioculturales en la Globalización Prof. Xabier Aierdi

Raquel Rodríguez Camejo 2012 - 2013

Transformaciones Socioculturales en la Globalización

Raquel Rodríguez Camejo

Bajo la sombra de las botas Vigilancia, control y disciplina de los inmigrantes

“El aparato disciplinario perfecto permitiría a una sola mirada verlo todo permanentemente. Un punto central sería a la vez fuente de luz que iluminara todo, y lugar de convergencia para todo lo que debe ser sabido: ojo perfecto al cual nada se sustrae y centro hacia el cual están vueltas todas las miradas.” (Michel Foucault -“Vigilar y castigar”- pp.179)

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na manera de obtener el control en la sociedad es instaurar una eficaz forma de disciplina en los controlados. La disciplina se enseña y se aprende si el mecanismo ejercido es valorado beneficiosamente a través de los resultados. El castigo corporal ejercido como método de educación a

lo largo de la historia para modificar la conducta de los alumnos, y que sirvió de inspiración a Goya, para pintar el cuadro “La letra con sangre entra” (1785), en señal de protesta y crítica al sistema educativo de la época, fue considerado hasta el siglo pasado el camino inequívoco para mejorar el rendimiento educativo. Otra cosa es la huella negativa frente al dolor, que dejaba en los estudiantes que eran castigados, o en aquellos otros que por miedo no infringían las reglas aún estando en desacuerdo con ellas. La obediencia es la respuesta al estímulo, aun cuando éste esté implícito. Se ejerce el control desde la cúspide sabiendo que los subordinados obedecerán - mostrando apenas resistencia - a quiénes son denominados por el sistema sujetos superiores. M. Foucault en su libro “Vigilar y castigar” (1975), plantea las técnicas de la disciplina en base al control y al castigo; haciendo referencia a la necesidad de personal especializado que pueda ejercer el control de los trabajadores en las grandes fábricas, para obtener un mayor beneficio a medida que el aparato de producción va aumentando y con ella el número de obreros.1 La vigilancia bajo este punto de vista, debía ser específica y funcional para que de ella se obtuvieran los esperados frutos económicos. La escala, el objeto y la modalidad del control, le imponen al cuerpo – a las personas - una relación de docilidad – utilidad, lo que se traduce en la disciplina. La vigilancia pasa entonces a ser “…un operador económico decisivo, en la medida en que es a la vez una pieza interna en el aparato de producción y un engranaje especificado del poder disciplinario”2 . La disciplina obtenida es un resultado de dominación, diferente al de la esclavitud, pues no se apropia del cuerpo para lograr utilidad, sino que busca en él la 1 2

Michel Foucault, Disciplina [pp.180] en “Vigilar y castigar” Idem. [pp. 141]

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obediencia. Foucault la define como mecánica del poder o anatomía política que se hace presa del cuerpo de los demás logrando que no solo hagan lo que se espera que hagan, sino que maniobren como se quiere “[..] la coerción disciplinaria establece en el cuerpo el vínculo de coacción entre una aptitud aumentada y una dominación acrecentada”3. Pero ¿qué sucede cuando el control y la invisible pero no ausente vigilancia, no se ejerce desde una unidad de producción, sino desde un sistema democrático de gobierno, hacia una determinada situación social no prevista, que es a la vez beneficio y perjuicio del territorio, en la que los acusados y/o controlados son habitantes pero no ciudadanos del mismo? ¿Quiénes son en este caso los que ejecutan el mando? ¿Y cuál es la respuesta esperada frente al control impuesto en base a leyes imprecisas y carentes de racionalidad, aplicadas a ciudadanos extranjeros considerados según la ocasión beneficio o pérdida para el país?

© RRC (Madrid, 2010)

El territorio español así como otros homólogos europeos, que en recientes décadas pasadas fueron emisores de emigrantes, pasaron debido a cambios socioeconómicos positivos a ser en pocos años receptores de inmigrantes. Una situación no prevista pero aceptada de forma positiva en términos económicos, por la carencia de mano de obra en algunos sectores de la economía. Se acepta la fuerza física pero se rechaza la legalidad, en un mundo globalizado que abre las puertas de su frontera a la entrada del capital, y coloca vallas y trabas cada vez más grandes a la entrada de personas. Los inmigrantes en la Unión Europea (UE) son tratados y controlados con el objeto de brindar seguridad y protección de la población oriunda. En el caso del territorio español por ser frontera exterior de la UE y puerta 3

Idem. [pp. 143]

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de entrada a Europa desde el vecino continente africano, existe un gran sistema de seguridad en la frontera de origen y llegada de las personas, para evitar la entrada clandestina al territorio. El control policial en el área marítima es, desde el punto de vista de la legislación de vigilancia, imposible, ya que no se puede devolver al mar a un inmigrante, pues pasaría éste a ser un náufrago. Además existen contradicciones en el protocolo de actuación, que generan planteamientos del tipo ¿una persona que se dirige a las costas españolas en una patera, es un inmigrante ilegal o un náufrago?4 Por lo tanto no solo se trata de impedir la entrada sino de impedir la salida. La llegada

al territorio español de embarcaciones precarias

- cayucos o pateras -

con inmigrantes

indocumentados y en difíciles condiciones humanitarias genera alarma social - en gran medida por la cobertura mediática que trata el tema en forma de “espectáculo” - y provoca un sentimiento de inseguridad y amenaza a los ciudadanos autóctonos. A la Guardia Civil le compete el control de inmigración irregular, vigilancia de las costas, fronteras, puertos, aeropuertos y mar territorial y al Cuerpo Nacional de Policía le corresponde el control –de entrada y salida- de los puestos legalmente habilitados y en general lo que pertenece a extranjería, refugio asilo e inmigración. La parte visible del control de fronteras es la actuación policial, pero detrás de ella hay una gran movilización diplomática y firma de acuerdos bilaterales con los países de origen y tránsito de los inmigrantes, para evitar la salida y la llegada de los mismos. Los inmigrantes del Estado español, los considerados ilegales o sin papeles, viven su día a día bajo la sombra vigilante de las “botas” del poder, que controla, vigila y castiga a quién no cumple con el requisito de la llamada documentación en regla, forjando en ellos la sujeción que luego se traducirá en beneficio. La inmigración ilegal, es vigilada por el sistema a través de las instituciones que controlan y a la vez son controlados por el poder del que forman parte. El control recae en última instancia sobre los individuos que son parte cómplice de un poder disciplinario discreto, que tiene asegurada la obediencia de quiénes no pueden cambiar las reglas del juego. La vigilancia se traspasa al colectivo de la sociedad que ve una amenaza a su seguridad e identidad en la inmigración, fundada en el discurso político que encuentra en los medios de comunicación su mejor aliado, para persuadir a la opinión pública de la competencia negativa de los inmigrantes, que pasan a ser vistos como rivales en el momento de encontrar un trabajo, acudir al médico o percibir una ayuda social. Un falso e influyente discurso que enfrenta en el ring a pobres contra pobres y provoca división entre los damnificados de igual manera por la sucesiva pérdida de derechos sociales y laborales. Los mal llamados sin papeles - ya que esto no es sinónimo en ningún diccionario de personas - intentan conseguir el permiso que les otorgue los derechos como trabajadores y les de visibilidad en el mundo fantasmal y exento de justicia en el que se mueven. En este camino no solo se enfrentan al control visible de

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MINISTERIO DE DEFENSA, Documentos de Seguridad y Defensa “El control de los flujos migratorios hacia España: situación actual y propuestas de actuación” (2006)

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los cuerpos profesionales del poder, sino que están permanentemente vigilados por la sociedad de acogida. La disciplina está asegurada porque la mecánica del poder funciona a la perfección. Tiene cubierto todos los espacios. Cuando las autoridades o las instituciones no están presentes, la sociedad receptora es la encargada de ejercer el control sutil y efectivo en la conducta de los inmigrantes. Esto genera confusión, desazón y angustia en quién padece el status de ilegal en el nuevo colectivo social que ha pasado a integrar, y que no entiende que se le acuse directa o indirectamente de estar usurpando un lugar destinado a otros. Los inmigrantes serán siempre vistos como inmigrantes. Serán “los que han venido” en el país al que llegan y “los que se han ido” en el país que dejaron. Una pérdida de identidad no buscada pero adquirida en esa travesía lineal llamada vida que les ha tocado vivir, alentada por un sistema provisto de leyes discriminatorias que lesionan y ponen piedras en el camino a los inmigrados, dificultando su proceso de integración y adaptación en el nuevo país Amin Maalouf dice en su libro “Identidades asesinas” [..]el país de acogida no es ni una página en blanco ni una página acabada, sino una página que se está escribiendo[..]. Escribir en la página no es nada fácil. Hay una constante argumentación basada en el tiempo para cada crítica u opinión a dar en el nuevo terreno que se está pisando y en el que se ha dejado de pisar. El control y vigilancia de la sociedad es quizás el más duro de enfrentar y el que más se extiende en el tiempo. Un constante derecho de piso o derecho al suelo, que hay que pagar, que a diferencia del control de las instituciones o el policial, no termina con la obtención de un “título” que otorgue legalidad e igual acceso a los derechos, sino que pasa por una silenciosa acusación en cada paso que se da. A mayor cantidad de años de vivir en una tierra extranjera se tiene más derecho a criticar temas sobre la misma, siendo esto inversamente proporcional a la crítica que se puede ejercer sobre estos mismos temas de la tierra de la que se partió. El control y juicio social es doble para quién “rinde cuentas” a dos colectivos sociales diferentes. Lo que Schutz llama dudosa lealtad en la crítica5, hacia el nuevo grupo y la objetividad en cada una de ellas, teniendo en cuenta que se vivió un pasado diferente en otro colectivo social, es una constante en el pensar y opinar de cada día del extranjero, y que hacen de él como bien dice el autor, “… un hombre marginal... un híbrido cultural que vacila entre dos pautas diferentes de la vida grupal, sin saber a cuál de ellas pertenece”6 El forastero está excluido de las experiencias del pasado7, es cierto, pero el presente es el mismo para ambos, y la opinión o la acción deberían medirse con la misma escala de valor. Pero no es así. La realidad del mundo, el momento y la sociedad en la que vivimos tiene un pincel con diferentes colores, que marca cismáticamente a las personas según el país de origen y vincula éste a cada circunstancia vivida por las personas.

SCHUTZ, Alfred , “El forastero” – Ensayo de psicología social Idem 7 Idem 5 6

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La disciplina aprendida por los inmigrantes mediante las órdenes recibidas y el ejercicio de la obediencia, responde en principio a lo que se cree adecuado para el beneficio propio y se practica por voluntad u obligación, dependiendo de la exigencia encomendada. El sistema logra su objetivo primario de hacer cumplir la ley mediante las instituciones y la burocracia que las caracteriza. Luego será toda la sociedad en sus diferentes estratos la encargada de vigilar y enjuiciar mediante las palabras el proceder de los emigrados. El suelo en el que se vive es a quién se debe más lealtad. O tal vez no sea así. Quizás aquellos que andan un poco a la deriva por el mundo, que eligieron otro camino, encuentran la libertad negada cuando deciden vivir sin justificar sus opiniones o sus acciones en cada proceder, y caminan ajenos a la opinión de los diferentes colectivos sociales que los condenan y de la sombra acusadora de las botas que lleva puesta la sociedad al servicio del poder disciplinario.

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