Azúcar y vida cotidiana en documentos canarios

September 11, 2017 | Autor: C. Rodríguez Morales | Categoría: History of Gastronomy, Documentación Notarial
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La ruta azucarera atlántica: Historia y documentación

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AZÚCAR Y VIDA COTIDIANA EN DOCUMENTOS CANARIOS Sugar and daily life in the Canarian Archives

Carlos Rodríguez Morales Instituto de Estudios Canarios

Resumen: La importancia del cultivo, de la transformación y de la comercialización del azúcar en la historia de Canarias queda reflejado en la cantidad y en la variedad de los documentos relativos a estas actividades que, además de informar sobre aspectos diversos de estos procesos, suponen un verdadero caudal léxico. En este trabajo nos detenemos en varios aspectos, oficios y personajes que subrayan la presencia del azúcar en la vida cotidiana entre los siglos xvi y xviii, vinculados a la elaboración de confituras, conservas y dulces en el ámbito doméstico y, sobre todo, en los conventos isleños. Palabras clave: Alimentación, azúcar, repostería, fiestas, conventos.

Abstract: The importance that the cultivation, processing and marketing of sugar has had in the Canarian history is confirmed by the large and diverse number of documents that are related to those activities. These documents not only provide a detailed guidance to the whole process, but they are also a good source of vocabulary. The aim of this presentation is to highlight the constant presence of sugar in Canarian daily life between the 16th and 18th centuries. In order to do that, this presentation will provide a vision of the different jobs, names and other aspects that are related to the production of homemade sweets, jams in the islands, and particularly in their convents. Keywords: Nourishment, pastrymaking, celebration, convent.

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1. Introducción La temprana implantación del cultivo de la caña de azúcar en Canarias favoreció el desarrollo de diversas actividades y el asentamiento de oficiales y vinculados a su explotación. Cuando las profesoras Corbella y Viña me invitaron a participar en esta investigación les planteé como título de mi contribución el que se ha mantenido, pues me propuse entonces rastrear en la documentación aspectos ligados al azúcar de forma colateral, o no al menos ceñidos al ingenio y a su estructura económica y social. Más adelante me decanté por indagar sobre la labor de los confiteros y, en general, sobre los dulces productos derivados y fabricados con azúcar en las islas, animado también por la deliciosa lectura de algunos trabajos sobre este tema de José Pérez Vidal. Ni pretendía ni, naturalmente, se ha conseguido, realizar una investigación exhaustiva sobre el tema, sino plantear el resultado de varias catas documentales con aquel objetivo en protocolos notariales, en libros de conventos y en cartas de naturaleza privada, entre los siglos xvi y xviii. Se trata en realidad de pequeñas historias, historias de la vida cotidiana; pero todas ellas están endulzadas por el azúcar, y en todas ellas hay palabras que sin el azúcar no hubieran existido, por lo que espero que este trabajo pueda ser útil en el marco del proyecto de investigación La terminología azucarera atlántica: Documentación e Historia.

2. Conservas, confituras y confiteros Los documentos recogen tempranamente la producción de conservas y confituras en Canarias y su comercialización, lo que implica la presencia y la actividad de oficiales y maestros dedicados a realizarlas y de mercaderes que les daban salida. Ya en 1511 el rey Fernando, por real cédula, ordenó a la Casa de Contratación que todos los navíos que fueran a la Española «e tocaren en las dichas islas Canarias, tomen e se provean en ella de ganados, e quesos, e azúcares, e conservas e todas las otras cosas que sean menester en la dicha isla Española» (Morales Padrón, 1955: 172). Esta actividad fue controlada y regulada en las islas de Gran Canaria y de Tenerife por sus concejos, cuyas respectivas ordenanzas incluyen sendos títulos sobre este particular. Las de Gran Canaria son particularmente ilustrativas, pues prescriben con detalle ciertos aspectos tanto del proceso de elaboración de las conservas y confituras como del control de su calidad y de sus fabricantes. En ambas se insiste en la necesaria calidad del azúcar empleado, «buen açúcar

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blanco de cañas, syn mestura de respunas ni escumas» para las conservas, y «buen açúcar e refinado, syn ninguna ley ni mestura de espumas» para los confites y confituras, según las de Gran Canaria (Camacho y Pérez Galdós, 1961: 40). Las de Tenerife no son tan explícitas, y se limitan a ordenar a los confiteros que fabricaran sus productos «en toda perfección, e que sea todo de vna masa, e no echen unas camisas de vna masa e otras de otra, ni mesclen el asúcar, e que las cosas con que lo hicieren sean muy buenas, e no anejas» (Peraza de Ayala, 1976: 105). Las de Gran Canaria recogen, incluso, que las conservas debían permanecer al menos veinticinco días en azúcar, «por que más perfectamente se hagan e conserben». Queda claro en los dos casos el interés institucional en velar por la calidad del azúcar y del producto final, para evitar «las malas conservas e confituras que en esta ysla [Gran Canaria] se hazen, por defecto e culpa de las personas que se entremeten en hazellas». Esto propició en aquella isla la regulación del propio oficio, pues transcurridos treinta días del pregón de esta ordenanza deberían acudir a examinarse ante diputados nombrados por el cabildo «las personas que en esta dicha ysla hazen las dichas conservas e confituras para vender, e tienen tiendas e boticas dellas» (Morales Padrón, 1974: 98-99). Para otras islas carecemos de noticias en este sentido, aunque cabe pensar que sucedería algo similar. Se controló también el precio de los productos. En Gran Canaria, ya en 1501 se estableció para la arroba de alfeñiques y confites cinco maravedís (Cullen del Castillo, 1947: 20); más adelante, las ordenanzas fijaron como tope treinta y seis maravedís para cada libra de conserva y confitura; y las de Tenerife, un real nuevo como máximo por «toda suerte de confitura e conserva» (Marrero et ál., 2000: 250). En esta isla el cabildo había tomado en 1527 el acuerdo de que «los que venden confites y frutas de açúcar, que no lo vendan sin que los diputado lo vean e les pongan los preçios» (Rosa Olivera y Marrero, 1986: 174). Además, al menos en Tenerife, los confiteros estaban obligados a vender en sus tiendas azúcar al por menor, y a informar «a los que vinieren a comprar si lo que venden es asúcar blanco, o de otro género, para que cada vno sepa lo que compra y lo que debe dar por ello, e tengan siempre asúcar para vender a los que quisieren comprarlo por libras o onças» (Peraza de Ayala, 1976: 105). A lo largo del siglo xvi los destinos principales de las conservas canarias fueron Europa y América, como demuestra el notable volumen de documentación hasta ahora investigado. Las referencias son abundantes respecto a Flandes y en menor medida señalan el envío de estos dulces productos a diversas ciudades y regiones europeas: Sevilla, Cádiz, Venecia, Roma, Saint Malo, o Normandía. En el caso americano, el destino genérico de las Indias suele esconder localizaciones más concretas: Cartagena de Indias, Cumaná o Tierra Firme, entre otras. El mercado local pero sobre todo las exportaciones mantuvieron, pues, la actividad de los confiteros canarios, que aprovecharon dos productos que tenían a mano: el azúcar obtenido en los ingenios y las frutas cultivadas en las huertas. Las noticias relativas a este primer siglo indican que se hacían conservas de anís y cilantro, de calabaza -también de costra de calabaza-, de cidra, de durazno, de limón, de naranjas abiertas, de naranjas cerradas y de pera. Con cierta frecuencia figuran en los documentos los términos diacitrón -cidra confitada- y perada -conserva de pera rallada-, además de calabazates, trozos de calabaza en conserva, secos y cubiertos de azúcar. Con membrillo se realizaban membrilladas -o membrilladas de azúcar-, carne de membrillo y membrillo de conserva cruda. En estos productos comenzados a fabricar en el siglo xvi se cimenta la dulce fama de Canarias, que se mantuvo incluso en los siglos posteriores. Como advirtió Pérez Vidal, diversas citas literarias demuestran este prestigio de la dulcería isleña. Lope de Vega en La Dragontea (1598),

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Mateo Alemán en el Guzmán del Alfarache (1604), o Luis de Góngora en Las firmezas de Isabela (1610) se refieren a estas conservas a veces por su recipiente: los pipotes o pipotillos. Sin embargo, en los documentos canarios no solemos encontrar estas palabras, sino barriletes -ya fueran mayores o pequeños- del que deriva el término embarrilar. También Cairasco, en la tercera parte de su Templo Militante, alude a los «platos de conserva» de Madeira y de Canarias. Los documentación ya divulgada y la que hemos consultado no es tan generosa respecto a la naturaleza de quienes se dedicaban a este oficio que, al menos durante las primeras décadas del siglo xvi, serían nuevos colonos, de procedencias diversas. Los nombres de los que hemos podido reunir parecen indicar su origen ibérico -España y Portugal-, aunque no debe descartarse que algunos castellanizasen su identidad. Hay noticia, por ejemplo, de un judeoconverso procedente de Sevilla, Benito Martín, acusado por la Inquisición en 1530 de proposiciones y herejía (Anaya Hernández, 1996: 291, 298, 345, 410). El primero del que hay constancia es Francisco López, documentado en 1517 y 1522 en la capital de Gran Canaria y, en 1523, en La Laguna (Camacho Pérez-Galdós, 1961: 41-42; Padrón Mesa, 1993: i, 414). No obstante, ya desde la primera década del siglo se habían establecido en Tenerife el confitero Mateo Sánchez y su esposa Mari Pérez, si atendemos a una declaración suya en 1528, en la que afirmaron que desde hacía veinte años vivían en la isla y que, a pesar de eso, el Concejo, Justicia y Regimiento no les habían querido dar tierras para labrar, como a los demás avecindados (Fuentes Rebollo, inédito). No resulta fácil reconstruir, siquiera parcialmente, la trayectoria vital de alguien dedicado a una labor como la de fabricar conservas y confituras. Por eso, nos parece que tiene algún interés presentar las noticias que hemos podido reunir sobre el confitero Juan Mexía, documentado en el puerto tinerfeño de Garachico durante los últimos años del Quinientos. Lo suponemos emparentado -quizá hijo- del confitero Alonso Mexía, vecino de Santa Cruz de La Palma a mediados de siglo, yerno a su vez de otro confitero: Gaspar Hernández (Hernández Martín, 2000: 223; y 2005: 423). Abundan en esta posibilidad, además del apellido, infrecuente, la circunstancia de que en 1567 situemos a Alonso Mexía vendiendo un esclavo morisco en Los Realejos, en Tenerife1. En esta isla, concretamente en Garachico, encontramos a partir de 1588 a Juan Mexía2, hermano de Luis Rodríguez, ambos confiteros, lo que insistiría además en la transmisión y la pervivencia del oficio dentro del núcleo familiar. Varios documentos respaldan la labor de Juan Mexía como fabricante de conservas, pero también su actividad como comerciante, lo que nos proporciona un perfil de hombre emprendedor. En enero de 1588 el sastre Francisco Rodríguez, «próximo de biaxe a las Yndias de su magestad», otorgó ante escribano público una obligación de pago a favor de Mexía por lo que le restaba debiendo por «las conservas y cosas» que este le había entregado. La escritura nos detalla las dulces mercancías embarcadas rumbo al Nuevo Mundo, elaboradas posiblemente en su tienda: siete arrobas de conserva de pera y calabaza «fecha de açúcar», diecisiete cajetas de jalea de azúcar, sesenta cajetas de carne de membrillo y de miel de abejas, otras setenta y tres de carne de membrillo «de açúcar» y veintidós libras y media de cidrada, es decir, conserva de cidra. Junto a esto se enviaron otras dos partidas, veinticinco «abanadores de pintura» y ocho bonetes de grana forrados de tafetán carmesí3. Contamos con otras dos referencias que indican su actividad como confitero. En 1589 com-

1

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 3.385 [escribanía de Juan Vizcaíno], escritura 208, 12-iv-1567.

2

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.241 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 331r-334v.

3

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.241 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 419r-420v, 13-i-1588.

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pró, junto a su hermano, cincuenta arrobas a azúcar blanco a Agustín Interián4. Y al año siguiente recurrió al carpintero portugués Matías Ferrera para que este hiciera mil cajetas -«caxetos», en el documento- para membrillada. Mexía quedó obligado a proporcionarle toda la madera de borne y las tachuelas necesarias para armar estos recipientes, y también un «hombre que sepa açerrar que vos ayude»; y Ferrera se comprometió a concluirlas en el plazo de tres meses5. La elevada cantidad invita a pensar en la exportación de estos dulces. De hecho, otras noticias lo retratan como mercader además de como confitero, actividades que pudo complementar. En los años noventa del siglo xvi estableció compañía con Pedro Jaymes del Monte6. Juntos compraron en Lisboa un navío, nombrado Nuestra Señora del Rosario, que Mexía trajo de la capital portuguesa, a donde estaba próximo a partir en abril de 15927, y del que se hizo único propietario a comienzos de 1593 al comprar a Jaymes su parte8. Esta operación estuvo vinculada, probablemente, a la travesía que poco después emprendió el confitero, quien en abril de ese año se declaraba «próximo de viaje a las Indias de su majestad»9. Es probable que en ese navío, junto a otras cosas, embarcase sus propias conservas. A partir de entonces perdemos la pista del confitero que, si llegó al Nuevo Continente, quizá no regresase. A finales de 1597 nos consta que ya había fallecido, por lo que su hermano Luis otorgó en Garachico escritura de dote para que Águeda, hija de Juan Mexía y de su esposa, Andresa Luis, pudiera casar con Salvador González10. Avanzamos apenas dos décadas y nos situamos en la capital de Tenerife, donde llama nuestra atención la presencia de varios franceses dedicados a la confitería, de quienes hemos localizado algunos documentos interesantes. A finales de 1625 el confitero Pedro Perel, francés, presentó ante el gobernador un documento firmado por su compatriota Pedro Yajan, también confitero, ya fallecido, en el que le dejaba por heredero de los instrumentos propios de su oficio. Lo había redactado ante un viaje del que nunca regresaría. Por la solicitud de Pedro Perel venimos a saber que había estado «en seruizio y soldada» de Yajan, «el qual hiso biaxe desta ysla para Anburgo con un nauío cargado de vinos, y como es público y notorio el dicho nauío se perdió y se ajogó el dicho Pedro Yajan». Merece la pena que leamos el contenido de su declaración: Digo yo Pedro Jahan ques verdad que por el buen seruicio que tengo recibido de Pedro Perel, de dos años y más que me siruió, qual le doy todo lo que apartenese en el oficio y arte de confitero, como todas las calderas y chaha[s] que están en la tienda, y otras menudencerias que están en la dicha cassa, y balans[a]s, y pesas, y todo lo que se pertenese en el arte, reseruando ou salue que Dios no permite que me sucediera desgracias algunas, lo qual boluiendo a my casa el dicho Pedro Perel me aiga de boluer los dichos instrumentos del oficio, dándole quatrosientos reales11.

No volvemos a tener noticias de Perel. Pero cinco años después un documento nos informa sobre otros franceses dedicados a las mismas labores, también en La Laguna. En enero de 1631 4

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.242 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 499r-501v, 10-v-1589.

5

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.243 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 209r-210v, 25-iv-1590.

6

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.243 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fol. 452.

7

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.246 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 878r-878v. Otorgó entonces poder a su hermano Luis Rodríguez y a Baltasar Delgadillo, procurador de causas.

8

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.247 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 77r-78v, 12-i-1593.

9

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.247 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 427r-427v, 27-iv-1593.

10

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.251 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 5r-6v, 29-xii-1597. El recibo de dote del novio, en los fols. 50r-51v, 22-i-1598.

11

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 1.192 [escribanía de Luis Álvarez Izquierdo], fols. 413r-414r, 6-iv-1625.

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Pierre Robert -castellanizado, Pedro Roberto-, natural de la ciudad de «Bordeacies», probablemente Burdeos, por escritura pública se obligó a trabajar para su compatriota el mercader Domingo de Boulineau durante dos años, tiempo en el que le tendría que servir de confitero, hasiendo confituría de todas las suertes que me mandare y yo supiere haser, por ser mi officio; y assymismo a haser el officio de sirrierro, hasiendo sirrios y candella, y asy labralas de amarilla, y blanca y verde, sigún me ordenare y mandare el dicho Domingo de Boulineau, sigún y cómo yo lo sé y entiendo, dándome todo lo necesario, assy assúcar, almendras y todos los ynstrumentos que para el dicho officio es necesario, asy en el de confituría como en el de sererro12.

Esta combinación de los oficios de cerería y confitería, que arraiga en la Edad Media, se manifestó en algunas ciudades españolas en un gremio común. Para Canarias no tenemos noticias en este sentido, pero sí algunas referencias concretas. Además de la citada, en 1521 un vecino de Tenerife compró al confitero Diego de Villena quince azumbres de miel de abeja y diez libras de cera (Padrón Mesa, 1993: ii, 725). Y en 1565 Mateo González, cerero de Santa Cruz de La Palma, vendió con destino a Venecia doce cajas y dos escudillas de carne de membrillo (Garrido Abolafia, 2004: 32). Volviendo al instrumento otorgado por Pierre Robert, presenta la particularidad de contener, además, un contrato de aprendizaje, pues en él quedaron estipuladas las condiciones por las que se comprometía también a enseñar ambos oficios a un sobrino de Domingo de Boulineau, Daniel, durante esos dos años, «de manera que -especifica el documento- le sepa acauadamente para que pueda ganar su vida». Tiene interés otra de las condiciones del contrato: Robert quedó obligado a acudir a todo lo que se le ofreciere a su patrón, «siendo cosas justas como sy se ofreciere yr a el lugar de Garachico, y Orotaua o otro qualquier lugar desta ysla, dándome cauallo, a comprar assúcar o sera».

3. Dulces fiestas El dulce, como algo excepcional y valorado, se asocia todavía hoy a las celebraciones festivas, a los días especiales. La documentación de carácter público no es muy ilustrativa en este capítulo de la vida cotidiana, para el que son más generosas -aunque también imprevisibles- la documentación privada y la literatura. Por ello, tienen particular interés algunas noticias, aunque fragmentarias, que hemos localizado en protocolos notariales y que nos informan sobre el menú de la celebración de una boda en Tenerife a principios del siglo xvii, la del capitán Luis Lorenzo, regidor de la isla, con doña Inés de Llarena Carrasco y Ayala, señora y mayorazga de su casa, oficiada en la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios de La Laguna el 18 de noviembre de 1611. Gracias a las cuentas «de débito y crédito» entre el contrayente y el mercader Hernando Álvarez de Ribera, correspondientes al periodo 1610-1612 y protocolizadas a finales de aquel último año, sabemos que con motivo del enlace fueron remitidos hasta La Laguna dos fanegas de almendra, dos botijas de miel, seis quesos de Flandes, dos jamoncillos, cinco barriles de vino «biejo» y un poco de tocino. También, ciertos elementos que decorarían las estancias donde tuvo lugar la fiesta: un cajón de cuadros, una 12

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 1.238 [escribanía de Francisco de Mirabal Rivero], fols. 103v-104v, 12-i-1631.

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alfombra y una antepuerta. Las cuentas recogen, además, otras partidas de interés para el tema que nos ocupa: la adquisición de cuatro «barriletes de conserua de Canaria» por ocho reales, y otros cuatro con las que se festejó el día de Corpus13. A veces, gestiones de diverso tipo era acompañadas de la entrega de dulces, como un gesto de cortesía. Es conocido que la marquesa de Lanzarote envió en 1611 a un emisario a la corte para ciertos trámites relativos a la vinculación del estado de la isla. En palabras de Viera, sus pretensiones iban «recomendadas de quince cajones de azúcar y varias confituras para el famoso duque de Lerma», que finalmente no recibió los presentes (Viera y Clavijo, 1982: i, 754). Cuando se iba a negociar la redención de cautivos era preceptiva la entrega de valiosos regalos, generalmente joyas, pero también tejidos preciosos o alimentos delicados: chocolate o dulces (Anaya Hernández, 2004: 435). En esta misma línea debe valorarse la voluntad de recibir, bien ligada a la costumbre de agasajar y de cortejar con dulces a las visitas ilustres o a quienes tomaban posesión de un nuevo cargo. Tanto fue así que entre las medidas decididas para reducir gastos a mediados del siglo xviii por el comandante general Juan de Urbina se suprimió «el regalo de doce fuentes de dulces al obispo» (Viera y Clavijo, 1982: ii, 360). Esta cortesía con el prelado se repetía cuando acudía a las parroquias, a los conventos e, incluso, a algunas casas de particulares. Con motivo de la visita en 1747 del obispo Guillén a la Iglesia de San Juan Bautista de La Orotava, su párroco anotó que como este obispo es tan amigo de muchos obsequios y de algunas ceremonias [...] se le recibió a la puerta principal con silla y su tapete, en donde se sentó muy ufano para descansar. Y después de todo esto vino a casa él y toda la comitiva, y refrescaron de buena manera con agua de nieve, dulces, chocolate y bizcochos, gastando en ellos buenos reales, y se fue fresco como una lechuga sin dar para la nueva fábrica del templo ni medio real, ni después ni nunca lo ha dado ni lo dará en toda su vida según parece (Rodríguez Mesa y Alloza Moreno, 1993: 78-79).

Aunque más adelante nos detendremos en los conventos como santuarios de la respostería, citemos ahora que el cirujano francés Le Maire, que visitó la ciudad de Las Palmas en 1682, dejó anotado que las buenas monjas me colmaban de atenciones y me abrumaban con galletas, frutas confitadas y mermeladas, limonada, malvasía y toda clase de fruta, que me hacían llegar sobre bandejas y platos de porcelana adornados con rosas, claveles, azahar, jazmines y nardos, sin contar los innumerables ramos de flores, yo también les hice llegar algunos, que recibieron con muchos cumplidos (Pico y Corbella, 2000: 54).

Y también merece recordar otra divertida anécdota recogida por el jesuita Matías Sánchez con motivo de la visita del obispo Dávila a La Palma en 1733: lo que más celebraba el obispo entre las curiosidades de su viage fue el averlo Dios librado 13

ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 472 [escribanía de Juan de Anchieta], fols. 374r-382v.

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a él y a su comitiva de una muerte desgraciada, a que estuvo para dar la ocasión un regalo. Estando en La Palma regalaron a su ilustrísima ciertas monjas de su filiación con una gran fuente de anís. Es de mucho regalo ese, el alfeñique y otros dulces de La Palma. Antes de entrarla al obispo se agolparon a ella, para probar el celebrado anís, nuestro Ruano y un page. Por poco les cuesta mui cara la golosina. Apenas les llegó al estómago, quando empezaron a conmovérseles las entrañas con bascas terribles. Al mismo momento llegó un recado de las monjas advirtiendo a quien hubiese recibido aquella fuente que no la diesen al señor obispo, ni nadie comiese del anís, porque al hacerlo habían mezclado por equivocación cantidad de rejalgar en lugar de otra droga inocente que acostumbraban mezclarle. Asombraronse todos, bebieron aceite los nauseantes y ninguno murió, porque vomitaron entero el anís. A nadie ocurrió una mínima sospecha contras las monjas, porque no avía por qué (Sánchez, 2008: 431-432).

Una tipología documental muy útil para la historia de la alimentación en Canarias durante la época Moderna y, particularmente, para la repostería, son los libros de libros de gastos conventuales. En ellos, quedaba asentado día a día el desembolso relativo sobre todo a la comida de la comunidad, tanto al almuerzo como a la cena. Quedan reseñados además, con cierta frecuencia, los gastos extraordinarios por partidas independientes. Así, dependiendo de cada caso, es común encontrar detallados a final de mes, o transcurrido un periodo algo más largo, los gastos correspondientes a calzado, trigo o herramientas. También, y estos son los que nos interesan ahora, los gastos de azúcar -a veces registrados junto a miel o a almendras- y de botica, pues las conservas eran empleadas con fines medicinales. Pero la información más rica para conocer qué tipos de dulces se cocinaban, cuándo y por quiénes, nos la ofrece la revisión de los asientos diarios. Esta fuente ha sido parcialmente trabajada en Canarias con este objetivo por Pérez Vidal, a partir de un libro del Convento dominico de San Miguel de las Victorias de Santa Cruz de La Palma que abarca de 1738 a 1783 (Pérez Vidal, 1947 y 1981), y por Quintana Andrés, que consultó otros dos, también del siglo xviii, de los conventos de Agüimes, en Gran Canaria, y de Betancuria, en Fuerteventura (Quintana Andrés, 2003). Ambos -especialmente Pérez Vidal, que era un verdadero gourmet de la investigación sobre estos temasestudiaron los postres que se consumían habitualmente y, sobre todo, con ocasión de determinadas fiestas. Además, extrajeron el vocabulario empleado para denominarlos, lo que basta al lector goloso para abrir apetito: rosquetes, rosquillas, mazapanes, empedrado, turrones, almendras confitadas, coronillas, cubiletes, arroz con leche y dulces de diversas frutas. En esta misma línea, hemos consultado quince libros de gasto -a veces, de gasto y recibo y unidos a los de sacristía- procedentes de cuatro conventos de Tenerife, conservados dentro del fondo de la Delegación Provincial de Hacienda en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife: uno de monjas de clausura, el de franciscanas de San José de La Orotava, y tres masculinos, los franciscanos de San Miguel de las Victorias de La Laguna y San Pedro de Alcántara, de Santa Cruz de Tenerife, y el dominico de Nuestra Señora de Consolación, de esta misma ciudad. Los periodos estudiados, aunque con lagunas, abarcan de 1638 a 175014. Hemos incluido este pequeño estudio dentro del epígrafe dedicado a las fiestas porque una de las previsibles conclusiones es que el consumo de dulces aumenta y se concentra coincidiendo con la celebración de festividades religiosas. Algunas son compartidas, pues corresponden a días o períodos señalados en el calendario litúrgico general: la Semana Santa -particularmente el Jueves y el Viernes Santo y el Domingo de 14

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 1.846, 1.847, 1.848, 1.849, 1.850, 1.851, 1.854, 2.936, 2.937, 2.938, 2.940, 2.941, 3.568, 3.574 y 3.622.

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Resurrección-, San José, la Ascensión y el ciclo de la Navidad, que incluye la Nochebuena, la Pascua de Navidad, el día de Año Nuevo y la víspera y el día de Reyes. También el Corpus Christi, con la salvedad de que al margen del jueves correspondiente a su solemnidad litúrgica, cuya celebración principal correspondía a las parroquias, en cada convento se celebraba una fiesta sacramental particular -a la que a veces se refieren como nuestro Corpus- otro día del año. En el caso de dos de los conventos que hemos estudiado eran el domingo de la infraoctava, en el franciscano de La Laguna, y el 15 de agosto en el dominico de Santa Cruz de Tenerife. Junto a estas grandes festividades, de ámbito general, en cada lugar se celebraban de forma especial otros días. La simple consulta de estos libros de gasto, incluso en el caso de que desconociéramos otros aspectos de la vida conventual, nos señalaría en rojo -desde el punto de vista culinarioestos días en su calendario. Para los franciscanos de La Laguna y de Santa Cruz de Tenerife, el 4 de octubre, día de San Francisco, celebrado también por las franciscanas de La Orotava, cuyas fiestas principales correspondían al 19 de marzo, por estar bajo la titularidad de San José, y el 12 de agosto, entonces solemnidad de Santa Clara. Los dominicos de Santa Cruz de Tenerife concentraban sus fiestas más importantes durante la primera quincena de agosto: el 8, Santo Domingo de Guzmán, y el 15, cuando celebraban conjuntamente a la Virgen de Consolación, su titular, y al Santísimo Sacramento en su particular Corpus Christi. De todos estos asientos, hemos ido espigando los términos empleados para referirse a los dulces y a los pasteles; algunos se repiten con frecuencia, otros no tanto. En Navidad -sobre todo en Reyes y en Año Nuevo, cuya noche citan los documentos como la «noche de enero»- era costumbre hacer buñuelos, de los que tenemos alguna relación detallada de sus ingredientes: trigo, aceite, huevos, miel de abejas, manteca, azúcar, azafrán y canela. En relación a este dulce, alguna referencia indica la compra de «asúcar panela» destinada a «melar los buñuelos». Esos días, además, se repartían anises a la comunidad. En Semana Santa, durante el Triduo Pascual, solían hacerse rosquetes, rosquillas con almendras, clavo, matalahúva y miel de abejas, alfajores, alfeñiques, mazapanes, bizcochos y nuégados. Para estos, realizados a partir de una masa hecha con harina, miel y nueces, y fritos en aceite, se utilizaban también rapaduras. A veces se especifica que la miel era miel de cañas y se indica la compra de botijas de «melado fino» o de «asúcar mascauado». Una receta muy habitual, quizá la que encontramos con más frecuencia y de forma especial en Semana Santa, es el postre de arroz, es decir, lo que ahora llamamos arroz con leche, para el que a veces figura la compra de ingredientes: azúcar, arroz, canela y leche, adquirida en botijas. Destacamos también las referencias al gofio amasado; en 1644, por ejemplo, las monjas claras de La Orotava compraron «una botija de melado en doze reales para amassar el gofio»15. Un aspecto interesante, sobre todo para un boceto de estudio como este encaminado al conocimiento de la vida cotidiana, es el de quién cocinaba estas dulces recetas. En el caso de los conventos femeninos parece claro; eran las propias monjas. Pero también trabajaban para sus hermanos de regla; las noticias recogidas en estos libros de gasto así lo indican, a veces de forma imprecisa; en 1695 las cuentas de los franciscanos de La Laguna señalan que con motivo de la fiesta del fundador «lleváronse a las monjas quatro almudes y medio de almendras para las tortadas»16; y seis años después se registra la compra de tres celemines de trigo que se llevaron a las monjas «para los buñuelos de Año Nuevo y Reyes»17. Sobre las tortadas un asiento de gastos nos aclara sus ingredientes principales: almendras, azúcar y huevos. 15

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 2.936, s.f., gastos del 26 de mayo de 1644.

16

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 1.850, s.f., gastos del 4 de octubre de 1694.

17

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 1.851, s.f., gastos extraordinarios de diciembre de 1701.

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En el libro que hemos consultado del convento dominico de Santa Cruz de Tenerife las informaciones son explícitas, e indican que al menos en determinadas ocasiones -con motivo de fiestas relevantes- los religiosos recurrían a las monjas catalinas de La Laguna. En agosto de 1746 y 1747 pagaron quince reales de plata a quienes «trajeron los dulses de las monjas de La Laguna» y a «dibersos mosos que llebaron lo necesario a la ciudad»18. Ese último año asistió a las fiestas de Santo Domingo y de la Consolación el obispo, a quien agasajaron con «fuentes» de dulces realizados por «los dos conventos de monjas», probablemente las claras y las catalinas de La Laguna. Las noticias son más detalladas para el año siguiente, cuando también asistió el prelado: se compraron ciento diez libras de azúcar «las quales se pusieron en las monjas de La Laguna, de que se hisieron seis fuentes de dulses con que se regaló, día de nuestro padre, dos al obispo, dos al general y dos al veedor». Aunque quizá fueran comprensivas con el presupuesto, las monjas cobraban por su trabajo y así lo refleja estas cuentas; cuarenta y cinco reales en 1746 y cincuenta en 174819. No obstante, algún año se registra el trabajo de otras mujeres, no religiosas20. El día del santo o la Virgen titular del convento o de los santos fundadores era costumbre ofrecer un regalo a cada religioso o religiosa, que incluía también dulces. Por ejemplo, el 4 de octubre de 1668, día de San Francisco, en el convento de su Orden de La Laguna «se dieron a cada religioso una tablilla de nuégado, tres rosquillas y un pastel de dulce»21. En los conventos femeninos se solía entregar también papel o alguna pieza textil; por ejemplo, el día de Santa Clara de 1668 cada religiosa franciscana de La Orotava recibió seis varas de coleta. Esos días, además, podía aumentar considerablemente el número de comensales. Los cuarenta o cuarenta y cinco habituales en el convento franciscano de La Laguna a finales del siglo xvii ascendieron a setenta el día del fundador de 1694, «con los seculares debottos». Además se obsequiaba a los benefactores y devotos, enviándoles tortadas, mazapanes, fuentes de piñas y alfeñiques, panal de rosa o pasteles de dulce; también a los párrocos y a comunidades de otras órdenes, seguramente en agradecimiento por haber asistido a la función principal. Así, los franciscanos de La Laguna ofrecieron «un plato de dulces» el 4 de octubre de 1664 al padre predicador dominico22, que probablemente tuvo a cargo el sermón de la misa principal; y en octubre de 1698 compraron «quatro caxas de conseruas para el día de nuestro padre San Francisco, que fueron para el cortexo de los religiosos dominicos y agustinos»23. Estos compromisos, diríamos hoy, figurarán en los documentos como los cumplimientos o las obligaciones del convento. Los gastos de cocina, como hemos indicado, son proporcionales a la importancia de la celebración. Por ejemplo, con motivo de la fiesta de Santa Clara de 1668 se cocinaron en el convento de franciscanas de La Orotava veintitrés gallinas, cuarenta y dos pollos, pasteles de carnero, bizcotelas, tortadas, melindres, rosquillas, capirotada y nuégados. En cuanto a los dulces, otros que no hemos citado aún y que también figuran en estos libros son el manjar, torrijas, postre de anises, almojábanas, hormigo, pestiños, roscas, rebanadas o truchas. Este espléndido almuerzo contrasta, por ejemplo, con los registros para varios días de 1692: «este día no hubo que comer más que pan»24. El azúcar no se empleaba solamente en repostería; por ejemplo, hemos encontrado menciones a lechugas «aderesadas con asúcar», a caldo de arbejas y de «garuanços con asúcar», a «asúcar para la sopa», para «lampreado» o «lampleado», para fideos y para «rellenos». Y otro aspecto interesante 18

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 3.568, s.f., gastos de agosto de 1747.

19

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 3.568, s.f., gastos de agosto de 1747 y 1748.

20

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 3.568, s.f., gastos de agosto de 1743.

21

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 1.849, s.f., gastos del 4 de octubre de 1688.

22

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 1.847, s.f., gastos del 4 de octubre de 1664.

23

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 1.851, s.f., gastos extraordinarios de octubre de 1698 .

24

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 2.941.

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es su uso medicinal, sobre todo empleado en la elaboración de conservas. Así, los libros de gasto del convento franciscano de La Laguna recogen en 1638 la adquisición de «dos panes de asúcar para conserua a los enfermos», y en 1644 de «veinte y quatro cajas de conserua de La Palma para la enfermería». A veces las menciones son más detalladas, como las referidas al mismo convento para noviembre de 1664: «dos cajas de conserua para los padres fray Manuel y fray Diego Henríques, enfermos. Más una libra de açúcar para las medicinas». Entre los gastos extraordinarios de botica del convento de monjas claras de La Orotava para el año 1670 figuran conservas purgantes, julepes, y lamedores. Dos años antes se emplearon doce libras de azúcar «que se hicieron en infusión de violeta» para las enfermas25. Estos libros conventuales son, como se ve, fuentes imprescindibles para el estudio de la alimentación y de la cocina durante la época moderna, y verdaderos yacimientos de un vocabulario que no suele aparecer en otras tipologías documentales. En ellos, además, queda clara la dimensión social de la cocina, su conexión con en este caso con la fiesta, la fiesta religiosa pero también la fiesta popular.

4. La Palma, isla golosa A pesar de que el inicio del cultivo de la caña de azúcar en La Palma es, prácticamente, contemporáneo a su implantación primero en Gran Canaria y luego en La Gomera y Tenerife, la isla mantuvo a lo largo de la época moderna -y mantiene todavía- fama de golosa. Superado ya el que se ha convenido en denominar primer ciclo del azúcar en el archipiélago, el obispo García Ximénez, en un memorial sobre las islas redactado en 1674, reseñó la práctica desaparición de los ingenios isleños a excepción de uno, en Tenerife -el de Adeje- y varios en La Palma, que producían cada año hasta veinte mil arrobas de tres géneros de azúcar: refinado, mascabado y respuma. Del primero, además, afirmó que no tenía «igual el mundo». Esta industria permitió que se consolidase la producción de dulces, tanto para el consumo interno como para su venta en otras islas y, en menor medida, para su envío «a España» (Sánchez Herrero, 1998: 2.469). La elaboración local de conservas y su comercialización están ampliamente documentadas desde el siglo xvi pero, como hemos visto, no supuso entonces un caso excepcional en el contexto del archipiélago. Fue más adelante y paulatinamente cuando los dulces y las confituras -en general, la repostería- adquirieron en La Palma una condición casi exclusiva. Esta singularidad se hace evidente en algunas descripciones de las islas. Así, el británico George Glas, que las visitó en 1764, al escribir sobre La Palma anotó que en ella se daban todas las frutas que crecen en Canaria o en Tenerife, en mayor abundancia, hasta el punto que los nativos no llegan a poder consumirlas; pero como tienen gran cantidad de azúcar, fabrican muchas confituras y conservas, las cuales exportan al resto de las islas, y a ciertas partes de las Indias» (Glas, 1999: 96).

Poco después, Viera y Clavijo destacó la abundancia de vinos, azúcar, almendras, miel, cera y seda, y calificó a la isla como «fértil en todo género de frutas exquisitas, de que se hacen 25

ahpt: Delegación Provincial de Hacienda, Conventos, 2.937, s.f., gastos extraordinarios del 3 de abril al 3 de agosto de 1668 y de los últimos nueve meses de 1770.

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confituras» (Viera y Clavijo, 1982: ii, 403). La isla surtía a las demás de variedad de dulces, como los que llevaba en 1740 un barco que en su tránsito a Gran Canaria fue seguido por un corsario inglés, lo que obligó a tener que refugiarlo en la playa del Azúcar, en La Gomera (Viera y Clavijo, 1982: ii, 78). Los documentos confirman este dulce protagonismo de La Palma, del que la rapadura es tal vez el mejor exponente (Pérez Vidal, 1983). En sus memorias relativas a la capital de Gran Canaria a comienzos del siglo xix, Domingo José Navarro recordaba varias accesorias oscuras en la calle de la Peregrina «con una mala caja de azúcar por mostrador, donde media docena de palmeros vendía azúcar, miel, rapaduras y pan de gofio», junto a diversas manufacturas textiles, «artefactos de la isla de La Palma que siempre se ha distinguido por su industria y laboriosidad» (Navarro, 1895: 17). Pocos años antes, en 1795, y en aquella misma ciudad, durante el inventario de las casas del canónigo Andrés Rafael Domínguez Vélez se registraron en su despensa, entre otras cosas, media tinaja de azúcar cubana, casi cien libras de chocolate con la piedra para elaborarlo y cuatro onzas de dulces de La Palma (Quintana Andrés, 2003: 233). Pero la isla no solo fabricaba y exportaba rapaduras. Diversas recetas adquirieron allí un sello de calidad que las hicieron estimadas dentro y fuera de Canarias, a veces por considerarse que tenían efectos curativos. Vamos a ilustrar someramente estos viajes de los dulces palmeros a través de dos repertorios de cartas, escuetos pero representativos y además ajustados al propósito de esta investigación de otorgar el protagonismo al azúcar en la vida cotidiana isleña. Un primer grupo lo conforman tres cartas correspondientes al fondo Lugo-Viña-Massieu, del Archivo General de La Palma, cuya referencia agradecemos al profesor Herrera García. La más antigua fue remitida en 1733 desde Sevilla por don Pedro Massieu a su hermano Juan. En ella le comunica que Unos compañeros me han pedido alfeñique porque padecen del pecho, y respecto de que nuestro hermano don Nicolás me a escrito que este año no cobró asucar me remitirá vuestra merced un cajón extribado el alfeñique con anís y nada de otra cosa que pueda umedecerlo, y principalmente tacha, si no es que sea de la muy dura que no se reviene tanto y es mejor que la que se saca entera26.

Otras dos informan sobre nuevos envíos de dulces palmeros hasta Sevilla por parte de miembros de la familia Massieu, que recurrieron con este fin al activo agente José Retortillo, establecido en Cádiz. En ambos casos, Retortillo confirma al remitente que las mercancías -cajones con alfeñiques y tarros con dulces- han llegado, y que se dispone a encaminarlos hasta Sevilla27. Además, una cuenta, fechada en septiembre de 1779, informa sobre el envío de seis cajoncillos de dulce desde La Palma por Felipe Massieu, para Jorge Madam, en el Puerto de la Cruz. Fueron, concretamente, treinta y seis orcitas con dulce de calabaza, de naranja, de manzana, de duraznos, de cereza, de pera, de limón, de cidra y de uvas28. Esta misma travesía y por estos mismos años es la que hicieron repetidamente dulces fabricados por las monjas catalinas de Santa Cruz de La Palma por encargo del comerciante Juan Cólogan, establecido en el Puerto de la Cruz. Entre la abrumadora cantidad de cartas conservadas en el Archivo Zárate Cólogan, depositado en el Archivo Histórico Provincial de Santa 26

agp: Fondo Lugo-Viña-Massieu, tomo x de cartas, carta de Pedro Massieu a Juan Massieu. 1733, mayo, 14, Sevilla.

27

agp: Fondo Lugo-Viña-Massieu, tomo x de cartas, cartas de José Retortillo a Felipe Massieu. 1769, junio, 17, Cádiz; y a Juan Massieu. 1776, febrero, 5. Cádiz.

28

agp: Fondo Lugo-Viña-Massieu, tomo x de cartas, cuenta de productos enviados desde La Palma el 28 de septiembre de 1779.

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Cruz de Tenerife, apenas separadas por años, hemos localizado una serie de misivas remitidas entre 1781 y 1788 por sor Francisca Josefa del Sacramento Vinatea a la compañía Juan Cólogan e Hijos, en las que su contenido principal es tratar sobre este pequeño comercio29. Las monjas recurrían a estos comerciantes de ascendencia irlandesa para obtener diversos productos que les eran necesarios y, a su vez, les enviaban los dulces que unas veces cobraban y otras aprovechaban para saldar deudas. Estos documentos informan sobre una pequeña historia; tienen interés, por lo tanto, en el contexto de una investigación como esta centrada en la vida cotidiana. Y también lo tienen para el estudio del lenguaje, directo y espontáneo pero también sujeto a las afectadas normas de la literatura epistolar. Son breves y su lectura resulta entretenida, de modo que ofrecemos su transcripción como anexo en este trabajo. Pero ahora procede extractar los datos más relevantes. El proceso era el siguiente: don Juan Cólogan comunicaba por carta a la religiosa qué dulce y cuánto le encargaba: «Se aserca ya la fruta, y quiero me avisen vuestras mercedes qué cantidad de libras de dulse nesesitarán para el año, poco más o menos, para mi gobierno y sus calidades». A veces, sor Francisca le urge a que lo haga: «Avisen vuestras mercedes qué dulse necesitan, para en tiempo buscar y prevenirlo según los géneros de frutas» o «Manden vuestras mercedes las orsas para yr llenando según salen los dulses, que ay días las pedí y no he tenido respuesta». Cólogan solía remitir hasta La Palma orzas vacías, que le serían devueltas llenas de dulce: «Reciví las orsitas, y se llenarán según fuere siendo tiempo de las frutas». En la veintena de cartas que hemos transcrito se menciona la fabricación en el convento y el envío hasta Tenerife de dulce procedente de las siguientes frutas: naranjas grandes de China, cidra, pepino de huerta, guinda, pera, mirollo, calabaza, limón, ciruela, azahar, uvas, cerezas, sandía. Y también de almendra confitada, alfeñiques, anís, y jalea de ciruela, de manzana y de albaricoque. Queda claro, por la entidad de los envíos y por el propio contenido de las cartas, que se destinaban al consumo del propio Juan Cólogan y de su casa. Es probable que las enviase también fuera de las islas, a familiares; así puede entenderse la mención en una de las cartas a Cádiz, donde vivían sus primos, los Gough. Y, aunque no contamos con las cartas que Cólogan enviaba al convento, suponemos que comunicaría a sor Francisca sus preferencias y la acogida y el éxito de los dulces en su casa. Se entiende así que la monja le explique ciertos detalles sobre su proceso de realización; por ejemplo, en marzo de 1786 le comenta que ha hecho diversas pruebas para jaleas con guindas y cerezas, pero no corta, si se queda como correa; sólo de siruela, mansana y membrillo es la que sale así como ha hido por más que he hecho muchas esperiensias con el deseo de que vuestras mercedes quedaran gustosos. este año bolberé a haser más a ver si ay más polienta.

Apenas unos meses después, al remitir cierta cantidad de jalea de manzana, explica que «de otro género no cortó por más pruebas que se han hecho no sé cómo le dan el punto en Francia, que diera lo más presioso por asertar, pues he sido curiosa en esas cosas». Para satisfacer esta curiosidad, se pregunta si sus corresponsales tendrían «algún libro de cosina en que se trata de dulses y comida les estimara mucho vno que no les hisiera falta, que yo copiara lo que pudiera y lo debolbiera». La cita tiene particular interés, porque sería de esta forma, copiando a partir de uno o varios libros, como se formarían los recetarios manuscritos que se conservan en algunos 29

La transcripción de estas cartas se incluye como anexo a este artículo, por lo que se prescinde de anotar aquí la referencia -por otra parte, provisional- de cada una de ellas.

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fondos privados. Esta confesada pasión de la religiosa por la repostería se evidencia en algunos pasajes de sus cartas. Por ejemplo, cuando comunica a Cólogan que el dulce de pepino de huerta «a salido a luz muy dulce y primoroso». La dedicación de las monjas a la repostería, de la que hemos puesto algunos ejemplos relativos a Tenerife, no era, pues, exclusiva de La Palma. A mediados del siglo xviii el marqués de Ensenada propuso, entre otras medidas encaminadas a corregir el penoso estado de las islas, que se permitiese la exportación de tafetanes, cajas de dulces, cordones y calcetas, manufacturas todas del país y fabricadas por monjas y mujeres pobres (Morales Padrón, 1955: 209). Unos años después Geoge Glas anotó que, cuando se incendió uno de los conventos de monjas de La Orotava, «varios individuos entraron en las celdas del convento y, a la vista de toda la multitud, se sentaron tranquilamente y atracaron con las conservas y los dulces que pertenecían a las monjas» (Glas, 1999: 167). Otras referencias en cartas remitidas a los Cólogan desde La Palma insisten en la golosa vocación de la isla y en la afición de los palmeros a obsequiar con dulces a sus «compromisos». Por ejemplo, en 1781 Felipe Massieu Vandala envió a Juan Cólogan y a sus hijos «un barrilito con seis pilonsitos de asúcar, para que vuestras mercedes se siruan gastarlos en mi nombre, perdonando la niñería»30.

5. Conclusiones Los archivos canarios, tanto los de naturaleza pública como los de origen privado -conventuales y familiares- reservan para los investigadores un notable potencial informativo sobre el uso del azúcar en la alimentación. Más allá de su presencia en la vida cotidiana, estaba y se mantiene asociado a las principales fiestas religiosas y populares. Por tal motivo, localizar, transcribir y analizar documentos relativos a estos temas contribuye al mejor conocimiento de una actividad económica fundamental en las islas, sobre todo en el siglo xvi, pero también informa sobre la significación social del azúcar y permite la revisión y el enriquecimiento de los estudios filológicos centrados en este dulce producto.

30

ahpt: azc, Cartas 1781-vi.

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Anexo documental 1 1588, enero, 13. San Pedro de Daute. Francisco Rodríguez, sastre, se obliga a pagar 1.966 reales a Juan Mejía, confitero, por conservas y otras cosas que va a llevar a Indias. ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.241 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 419r-420v. Sepan quantos esta carta vieren cómo yo, Francisco Rodrigues, sastre, vezino desta ysla de Thenerife, en este lugar e puerto de Garachico, próximo de viaje a las Yndias de su magestad, conosco y otorgo por esta carta presente que debo dar e pagar, e daré e pagaré, a vos Juan Mexía, confitero, vezino deste lugar, que soys presente, y a quien por vos lo deba auer, es a saber mill e nobeçientos e sesenta y seis reales de plata, los quales vos debo y son por razón y de resto de dos mill y veinte y siete reales e medio, que lo balieron e montaron las conserbas y cosas que de bos e resçiuido, compradas a los precios y en la manera siguiente. Primeramente, dies y siete arrobas de conserba de pera y calabaça, fecha de açúcar, enbarrilada en sesenta e un barriletes pequeños y en treinta barriletes mayores, que son quatroçientas e veinte y çinco libras, a presçio cada libra de dos reales, en que se montan ochoçientos e çinquenta reales. Yten dies y siete caxetas de jalea de açúcar, que pesaron treinta y siete libras e media, a presçio de çinco reales la libra, en que se montan çiento y ochenta y siete reales e medio. Yten setenta caxetas de carne de menbrillo de miel de abexas, que pesaron çiento y sesenta e [//419v] çinco libras, a presçio de dos reales libra, que montan treçientos e treinta reales. Yten setenta y tres caxetas de carne de menbrillo de açúcar, que pesaron doçientas libras e media, a presçio de dos reales libra son quatroçientos e un reales. Yten veinte y dos libras e media de sidrada, a dos reales libra son quarenta y çinco reales. Yten veinte y çinco abanadores de pinturas, a quatro reales cada una. Yten ocho bonetes de grana grandes, aforrados la buelta de tafetán carmesí, a presçio de treze reales cada vno, son çiento e quatro reales. E le reçibo y entrego, de todo lo qual soy contento y entregado a mi boluntad, comprado a los dichos presçios sobre el entrego, de lo qual renunçio la pecunia e leyes de la prueba e paga como en ellas se contiene, en todo lo qual se montaron dichos dos mill e veinte y siete reales y medio. E por aberos pagado sesenta e un reales e medio vos resto debiendo estos dichos mill e nobeçientos sesenta y seis reales desde dicho vuestro deudo prometo e me obligo de vos los dar e pagar por fin del mes de agosto primero venidero en este presente año de quinientos y ochenta y ocho años, en qualquiera parte e lugar que pasado el dicho mes de agosto, donde yo estubiere, quisiere de vos el dicho Juan Mexía, e [//420r] vuestra causa obiere cobrar de mí esta deuda llanamente, sin pleito y sin contienda alguna, so pena del doblo e costas de la cobrança, para lo qual ansí cunplir obligo mi persona e bienes raises e muebles auidos e por auer, e doy todo poder cunplido a todas e qualesquier juezes e justiçias de su magestad real de qualquier parte que sean, a cuyo fuero e juridisçión me someto con mi persona e bienes31, renunçiando 31

Tachado: raices e muebles auidos e po.

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como renunçio mi propio fuero e juridisçión, domiçilio y vezindad, e la ley sit conbenerit de juridisçione oniun judicun para que por todo rigor de derecho e vida executiba como en otra manera qualquier me conpelan e apremien a que ansí lo tenga, guarde e cunpla, bien y tan cunplidamente como si todo lo que dicho es fuese sentençia definitiva de jues conpetente por mí consentida en juicio e no apelada, e pasada en cossa jusgada, e renunçio el apelasçión e súplicaçión e las demás leyes de mi defensa, e la que defiende la general renunçiaçión fecha de leyes non vala, e renuncio la ley del espera de los dos, tres y quatro e çinco años, en que dis que hasiendo espera el mayor acrehedor la deben hazer los demás; e quiero y por bien que deste contrato se an sacados por vos, el dicho Juan Me[x]ía, e por quien vuestra causa obiere vno, dos o más testi[m]onios, como hagan fee el uno cunplido los [de]más no valgan. En testimonio de lo qual otorgo la presente. Ques fecha la carta [//420v] en el lugar de San Pedro de Daute, ques en la ysla de Thenerife, en miércoles treze días del mes de henero, año del Señor de mill e quinientos y ochenta e ocho años. E porque el dicho otorgante, al qual yo el presente scriuano doy fee que conozco, dixo que no sabe escribir, a su ruego lo firmó un testigo. E yo, el dicho Francisco Rodrigues, declaro que si antes de ser cunplido el dicho mes de agosto en este presente año, plazo puesto en esta escritura, yo obiere venido de buelta de Yndias, deste presente viaje, quiero y es por bien que el dicho plazo desta escritura sea cumplido, entonces quando aya llegado en España. Siendo testigos a lo dicho, Açençio Afonso de la Guarda, y el bachiller Colombo, e Juan Peres de Emparán, vecinos y estantes en estas partes. Va testado: raízes e muebles avidos e po. Por testigo, Jhoan Pérez de Emparán (rúbrica). Passó ante mí, Álvaro de Quiñones, scriuano público (rúbrica). Derechos, dos reales (rúbrica del escribano).

2 1590, abril, 25. San Pedro de Daute. Matías Ferrera, carpintero, portugués, concierta con Juan Mexía, confitero, vecino de Garachico, la realización de mill cajetos para membrillada, en madera de borne. ahpt: Sección histórica de Protocolos notariales, 2.243 [escribanía de Álvaro de Quiñones], fols. 209r-210v. Sepan quantos esta carta de açiento e conçierto bieren cómo nos, de la vna parte Juan Mexía, confitero, vecino deste lugar e puerto de Garachico, en esta ysla de Thenerife, e de la otra parte Mathías Ferrera, carpintero, portugués, residente en este lugar de Garachico, cada vno de nos por la parte que le thoca e aquí se hará mynçión, desimos ques así que nos, anbos a dos, somos consertados para el haser yo, el dicho Mathías Ferrera, a vos e para vos, el dicho Juan Mexías, myll caxetos de madera de borne para membrillada en la forma e manera que aquí se conterná que es ésta: que para el haser de los dichos myll caxetos yo, el dicho Juan Mexía, me obligo de os dar a uos, el sobredicho, cassa en que las labréys e hagáys, ques dentro de mi cassa que tengo en este lugar, e asimysmo bos tengo de dar toda la madera de borne que para ellos fuere menester e toda la clavassón de tachuelas para ellos neçessaria, e asimysmo vos tengo de dar un hombre que sepa açerrar que vos ayude a açerrar los bornes para los dichos caxetos, todo esto a mi costa e minçión e mantenido el dicho hombre de comyda e bebida, e pagándole su jornal. E asimysmo me obligo de vos dar a vos, el dicho Mathías Ferrera, de comer e beber, almorzar e a mediodía, y de çenar, todo esto anthes de tres meses primero siguientes que an de començar a correr e se contar desde el primero día del mes de mayo primero benydero e de este presente año hasta que se cunplan estos dichos tres meses que es el tiempo que thomamos para el haser de estos dichos myll caxe-

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tos, los quales an de ser del tamaño y grandor e altor conforme salieren las tablas de los dichos bornes, grandes, e pequeñas e medianas. E yo, el dicho Mathías Ferrera, me obligo de poner mis manos e trabaxo estante para haser e acabar estos dichos myll caxetos, y la herramienta que para ello fuere menester tan bien y cunplidamente y en estos dichos tres meses me obligo de bos los dar y entregar estos [//209v] dichos myll caxetos e yroslos dando y entregando segund les fuere hasiendo cada día en vuestra cassa, thenyendo dello quenta e razón del entrega dellos, los quales me obligo de vos haser e dar bien fechos e acabados con sus tapas, de tal suerte que no les falte nynguna cossa por lo que toca al dicho mi ofiçio, por todo lo qual [que] yo, el dicho Mathías Ferrera soy obligado a haser, vos, el dicho Juan Mexía, soys obligado a me dar e pagar quinze ducados de a honze reales de plata castellanos cada un ducado, y la dicha comida e bebida, que se entiende bino, según bos, el dicho Juan Mexía, comiéredes en vuestra cassa, bien y cunplidamente, durante el tiempo de los dichos tres meses, así en días de trabaxo como en días de fiesta que obiere en estos dichos tres meses. Los quales quinze ducados yo, el dicho Juan Mexía, me obligo de bos los dar e pagar en fin de los dichos tres messes, o antes si antes si antes delos obiéredes fecho el entrego de estos dichos myll caxetos, pagados llanamente, sin pleyto alguno, so pena del doblo e costo de la cobrança. E si durante este dicho tiempo de tres meses vos, el dicho Mathías Ferrera, me pidiéredes algún dinero desta quenta, vos los daré como fuéredes trabaxando. Y es declaraçión que yo, el dicho Juan Mexía, me obligo de vos dar, bien y cunplidamente, todos los dichos bornes y tachuelas que fueren menester para esta hobra, y el honbre que vos a de ayudar a açerrar, de manera que por my culpa e cargo no holguéys vos, el susodicho, e si holgáredes por my culpa, que en tal casso me obligo de vos pagar el jornal del tal día como a un ofisçial de carpintería de los que trabajan en este lugar, e asymismo vos tengo de dar las dichas comida y bebida. Y es declarasión que si yo, el dicho Mathías Ferrera, antes de cunplir los dichos tres meses, obiere dado y entregado a vos, el dicho Juan Mexía, estos dichos myll caxetos tales e tan buenos como dicho es, que en tal casso sea visto aquel día ser cunplidos los dichos tres meses [//210r] deste conçierto, que me avéys de dar e pagar los dichos quinze ducados, y dende entonces avéys de quedar bos, el dicho Juan Mexía, libre de darme más comida y bebida, y sea bisto averse cunplido esta escritura. Yten es condiçión que si vos, el dicho Mathías Ferrera, no cunpliéredes en los dichos tres meses el darme y entregarme estos dichos myll caxetos, segund dicho es, que pasados los dichos tres meses yo, el dicho Juan Mexía, pueda comprar los caxetos que me faltaren por entregar en este lugar a qualquier otra persona por el presçio que hallare a costa de vos, el dicho Mathías de Ferrera, e por lo que en ello gastare, vos pueda executar luego que lo tal paresçiere e me lo paguéys con los costos e dagnos que por lo no así cunplir se me siguieren y recresçieren; y esto se entiende cuando yo, el dicho Juan Mexía, dados y entregados madera e tachuelas para esta hobra y el hombre que os a de ayudar a la dicha çerrería, y desta manera e segund dicho es. Y en esta manera hasemos este concierto, y para lo cumplir, cada vno por lo que le toca, obligamos nuestras personas y bienes, auidos y por auer, y damos poder a qualesquier jueses y justiçias de su magestad, como de otro qualquier género, partes y lugares que sean, para que con rigor de derecho y uia esecutiua, y en otra manera, nos conpelan y apremien a que así lo guardemos cum- [//210v] plamos e ayamos por firme, bien, e así como fuese pore sentencia diffinitiua de jues conpetente por nos pedida, consentida e no apelada, y pasada en cosa jusgada; y renunçiamos toda apelaçión y suplicaçión, y las leyes de nuestra defensa, y en espeçial la que dize que general renunciaçión fecha de leyes que non vala. En testimonio de lo qual otorgamos la presente carta ante el escribano público e testidos en ella contenidos. Fecha la carta en el lugar de San Pedro de Dauthe, ques en la ysla de Thenerife, en myércoles veynte e çinco días del mes de abril, año de Señor de myll e quinientos y nobenta años. Y los dichos otorgantes, a los quales yo, el presente escribano, doy fe que conosco, lo firmaron aquí de sus nonbres, siendo testigos a lo dicho Thomás Feo, e Gonçalo Afonço, e Diego Hernandez, vecinos e estantes en estas partes. Matías Ferrera (rúbrica). Juan Mexía (rúbrica).

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Passó ante mí, Álvaro de Quiñones, scriuano público. Derechos, dos reales.

3 Cartas de Sor Francisca Josefa del Sacramento Vinatea a Juan Cólogan e hijos. ahpt: Archivo Zárate Cólogan, Correspondencia, pendiente de catalogación.

I Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Con cuidado de cumplir el encargo que bino por mi mano de ropa para el theniente coronel le insinué me mandara el ymporte, y me dise no es de arriesgar el dinero, que me mandará vn libramiento para que lo remita para que vuestras mercedes lo tomen ay el que yrá junto en ésta. Remito vna orsa de naranjas grandes de China que pesa 17 libras y sinco más de atara, y vna chiquita de zidra, que pesa fuera de [atara] sinco libras. Abisen vuestras mercedes en qué estado estamos de quentas y si me pueden mandar veinte varas de crea que estoy faltísima de ropa. La fruta este año nos negó, y así para el año que biene, que espero en Dios aya bastante, haremos cajas, y más que vuestras mercedes dispusieren, y dulse de pepino de huerta, que a salido a luz muy dulce y primoroso. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Enero, 18, de 1781. Besa las manos a vuestras mercedes, su servidora Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

II Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Recibí la de vuestras mercedes, y se harán los dose cartuchos de almendra confitada y anís, según su orden, para otra ocasión, porque se a de negosiar el material y esto con lo más que a vuestras mercedes se les ofresca pueden mandar con satisfasión. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Palma, y mayo, 28, de 1781. Besa las manos a vuestras mercedes, su [servidora], Francisca Josepha del Sacramento Vinatea

III Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Con ympaciencia deseaba llegase barquito de ese puerto para mandar los dose cartuchos de almendra confitada con su poquito de anís que vuestras mercedes piden, los que ban ahora

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en vn cajonsito que entregará Pedro Silva, su costo 12 reales de plata, que deseo lleguen a tiempo, pues salieron oy martes, como me dise dicho Pedro, no dudo lo tengan vuestras mercedes en su mano para el juebes. Avisen vuestras mercedes qué dulse necesitan, para en tiempo buscar y prevenirlo según los géneros de frutas. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Besa las manos a vuestras mercedes su más afecta sevidora, Francisca Josepha del Sacramento Vinatea (rúbrica).

IV Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Reciví la de vuestras mercedes juntamente con la sarasa, y rasón de haber dado a doña Bárbara los 20 pesos que supliqué a vuestras mercedes, lo que agradesí mucho y doy las gracias por todo. Reciví las orsitas, y se llenarán según fuere siendo tiempo de las frutas. Manden vuestras mercedes a su mui afecta, que ruega a Dios guarde sus vidas muchos años. Palma, y julio, 23, de 1781. Besa las manos a vuestras mercedes, su servidora, Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

V Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Acavo de resivir la de vuestras mercedes, y no teniendo en sasón de pronto dulse otro que guinda, mando por brebe remedio vna orsita para que pesa fuera de tara 8 libras y 3 quartas. Este es a dos de plata, por ser hecho con asúcar no mui fino, que lo compré a 16 quartos, porque lo suple el color de la fruta, y aunque vuestras mercedes no me piden de esta espesie, biendo no tienen otro mando ese hasta otro barco, que irá pera y mirollo. Y mande vuestra merced a su afectísima, que ruega a Dios guarde su vida muchos años. Palma, y julio, 31, de 1781. Besa las manos a vuestras mercedes, su servidora, Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

VI Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Remito con el maestro Juan Real sinco orsas de dulse que componen 32 libras, 6 onzas, dos de pera y 3 de mirollo, que a dos y medio libra parese me descargo de 10 pesos y quartos, etcétera. Más un sestito de asa con siete cajas de jalea de siruela, al presio mismo cada vna, que son 17 y medio de plata, que es el que e podido avilitar por la falta que vuestras mercedes me dicen tienen. Solo siento no se arregierban32 por lo muy fresco, pues por no perder el barquito no pudo concervarse algún 32

Sic.

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día y salió de la caldera a las orsas. Y las cajas háganlas vuestras mercedes poner al sol, que por cumplir luego va todo acavado de haser dichos dose pesos y pico me sirve ya de consuelo tenerlos satisfechos a vuestras mercedes, y lo demás yrá conforme haga, que calavasa queda ya en caldo, y mandaré a vuestras mercedes a éste. Su afectísima, que desea obsequiarles en quanto sea de su agrado, vidas que ruego a Dios guarde su vida los muchos años que deseo. Palma, y agosto, 10, de 1781. Besa las manos a vuestras mercedes su servidora, Francisca del Sacramento Vinatea.

VII Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Remito en este barquito vn sesto con dos dosenas de cajas de jalea de mansana y membrillo, con sos rótulos en cada vna, a dos y medio de plata, con más dos orsas de naranjas grandes de china, que vna pesa de tara 3 libras 2 onsas, dulse, 9 libras menos quarta, y la otra 3 libras más 2 onsas tara, y dulse, 6 libras y media, a 2 y medio de plata. Deseo me avisen vuestras mercedes en qué estado estamos y quánto quedo a dever. Manden vuestras mercedes en qué servirles, y háganme favor de remitir este paquetito que va en el sesto al padre vicario fray Domingo de Santo Thomás Vega, que es de la religión agustina en la villa, que temo, por ser chico, no se pierda si ba suelto, y dispensen vuestras mercedes el chasco y satisfasión. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Besa la mano de vuestras mercedes su más atenta servidora, Francisca del Sacramento Vinatea.

VIII Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Remito en el barquito de Santhiago Real los sinco cajones que vuestras mercedes me encargaron con marca (signos), en cada vno dos orzas, en vno 2 de limón, en otro 2 de pera, en otro 2 de calabasa, en otro 2 de siruela, en otro dos de asahar en cada vno, la primera letra de la calidad de dulse y por dentro en cada vna de las orsas lo mismo ban certificados para que no les cuesten ni aquí ni allá derechos. Me alegraré queden vuestras mercedes gustosos. Su costo yrá a la buelta apuntado, y manden vuestras mercedes a su afecta, que ruega a Dios guarde sus vidas muchos años. Palma, y septiembre, 9, de 1782. Besa la mano de vuestras mecedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica). A la buelta. El cajón de limón, 19 libras las dos orsas, fuera de taras. El de siruela, 18 y media, fuera de taras. El de pera, 21 libras y media, fuera de taras. El de asahar, 18 y quarta, fuera de taras.

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El de calavasa 16 libras, fuera de taras. Parese son noventa libras y quarta, a dos y medio de plata libra. Los cajones costaron, entre tablas, clabos y oficial, trese y medio de plata. Las orsas costaron a real de plata y quatro quartos cada vna, en casa de Santhiago el de la plaza, que son dose y medio de plata.

IX 1783, agosto, 27. [Santa Cruz de La Palma] Carta de Sor Francisca del Sacramento Vinatea a Juan Cólogan en Hijos. ahpt: Archivo Zárate Cólogan, Correspondencia, pendiente de catalogación. Señor don Juan Cólogan e Hijos. Muy señores míos; aier tarde resiví la de vuestras mercedes con el encargo de las dose orsas de dulses, que no tenía todas avilitadas porque las vbas están aún berdes y los limones mui chicos, pero vna amiga me prestó el que tenía, y remito con el maestro dichas dose orsas, que son: 3 de vba, 3 de mirollo, dos de siruela, 3 de naranja y vna de limón, que componen de libras, 98 libras libre de tazas, a dos de plata libra. Tomé siete orzas a real de plata y 4 quartos, que me costaron 8 de plata y dose quartos de vellón casa de Santiago Rodrigues. No da lugar el barco a haser los cajones, porque dise el maestre Sevastián falta oy, y las mandó oy 27 de agosto de 83. La naranja va por cavalisar el número; puede que en Cadis gusten de ella, está mui buena. Dios guarde a vuestra merced muchos años. Besa las manos de vuestras mercedes, Sacramento Vinatea (rúbrica). Va sertificado todo.

X Muy señores míos. Se aserca ya la fruta, y quiero me avisen vuestras mercedes qué cantidad de libras de dulse nesesitarán para el año, poco más o menos, para mi gobierno y sus calidades; y mereseré a vuestras mercedes me hagan la finesa de librarme aquí en sus recomendados 20 pesos que me presisavan para mi fiesta de Corpus, y tomar algo de asúcar en tiempo, a ver si logro, tomándola sin mucha vrgencia, no sea el presio tan alto como se han puesto otros años, y vuestras mercedes me dispensen la satisfasión, pues a nadie puedo ocupar con la plena confiansa que a vuestras mercedes, a cuya obediencia me repito. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Palma, y junio, 10, de 1783. Besa las manos a vuestras mercedes, su servidora, Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

XI Señor don Juan Cólogan e Hijos. Muy señores míos. Reciví un papel corto de vuestras mercedes pidiendo el dulse que vbiere hecho, y como solo siruela y guinda es la fruta que ahora ay, y la demás comiensa, que solo vna orsa he hecho de

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sera. Remito seis en esta ocasión vna de pera, que pesa 8 libras, libre de ataras; otra de limón chica, de sinco libras, más quarta libre de atara; otra de siruela, grande, que pesa catorse libras y quarta, libre de tara; otra parda de siruela, que pesa 9 libras más quarta, libre taras; otra de guinda, que pesó 8 libras más quarta, libre de tara; otra de siruela, chica, que pesa sinco libras, libre de tara. Que son todo 48 libras y media de dulse, a 2 de plata libra, su costo dose pesos y vn real. Estas orsas tenía yo avn de vuestras mercedes del año pasado, las que vuestras mercedes me avisaron bendrían no han llegado; vuestras mercedes las mandarán para el demás que he de remitir. La de guinda va por cavalisar seis, que para el gasto de la casa no se perderá, y ahora iré conforme sasone la fruta, hasiendo lo demás, y manden vuestras mercedes a satisfasión. Yo quiero tres cortes de naguas de camelote asul para mis compañeras y yo, vna piesa de coleta y algo de crea, que en otra ocasión avisaré las varas del camelote que han de venir, y de la crea. Quedo a la disposisión de vuestras mercedes, rogando a Dios guarde su vida muchos años. Palma, y julio, 19 de 1783. Besa la mano de vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica). Después de escrita ésta, llegaron vnas seresas, se hiso vna orsita de 9 libras, libre de taras, y así mandarán vuestras mercedes cobrar siete orsas del maestre.

XII Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Necesito para vna enferma mui de mi cariño el medicamento que lo más que dise ese apunte que hiso el médico, por no hallarse en toda la isla y vrge para remedio de dicha enferma, que hace sinco meses está padesiendo. Mereseré a vuestras mercedes me logren de las votivcas de ay \ lo/ dicho, y en primero barquillo me lo manden, avisando su costo y apuntándolo a mi quenta, de que quedaré mui reconosida a vuestras mercedes. Remito en esta ocasión seis orsas de dulse que componen, libre de taras, 70 libras 3 quartos. Son tres de limón, vna de sidra, otra de calavasa y otra de naranjas grandes de China. Me alegraré queden vuestras mercedes gustosos, y ruego a Dios guarde sus vidas muchos años. Palma, y noviembre, 24 de 1783. Besa las manos a vuestras mercedes su segura servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

XIII Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Acavo de resibir la de vuestras mercedes y abilitando los dulses que me piden me disen se va el barquito en la ora, y no se pueden serrar calientes porque se pierden; y así, en otro barquito irán, sintiendo la tardansa por esta prisa del barquito, pues mi mayor gusto es servir a vuestras mercedes con puntualidad, y tengo las seis orsas prontas. Ojalá se detenga a por la mañana, para serrarlas al amaneser. Con la profesión que a abido en esta celda y vna mano mala no e dado las gracias a vuestras mercedes de la puntualidad del oro que resiví, quedando agradesida al todo, y rogando a Dios guarde sus vidas muchos años.

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Palma, y febrero, 14, de 84. Besa las manos a vuestras mercedes, su servidora. Sacramento Vinatea (rúbrica).

XIV Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Remito los dos cajonsitos de alfeñique; cada vno lleva quinse libras bien escorado, con papel. Me costaron las 30 libras a real y medio de plata, sinco pesos y sinco de plata; y los cajonsitos, su costo vn peso, ques por todo seis pesos y sinco de plata. Me alegraré lleguen a salbo, que con bastante cuidado los e puesto a fin de que no se quebre, y de figuras fuertes33, por el peligro de haserse sisco en tanto golpe como llebarán de aquí hasta su destino. Quedo a la disposición de vuestras mercedes, rogando a Dios guarde sus vidas muchos años. Palma, y junio, 11, de 1784. Besa las manos a vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

XV Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Remito seis orsas de dulses que están ya selladas. Sus géneros ban apuntados en las tapas: siruela, pera, sidra y uba. Quedan acá quatro para limón, mirollo, calabasa y naranja de China. Las cajas de jaleas yrán juntas, que no han madurado las mansanas y membrillos. No abía mandado dichas orsas porque acabados de haser suelen regerber, pero como a vuestras mercedes les presisa, los remito en esta ocasión, y ban certificados la jalea de albrecoque que tengo ya para que baia con la demás dicha. Las libras que componen las orsas ban a la buelta apuntadas. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Palma, y agosto, 21, de 1784. Besa las manos de vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

XVI Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Reciví vn paquete con anascote, naguas de camelote duras, bretaña y papel, cuio cuidado y puntualidad doy a vuestras mercedes muchas gracias; no sé su costo porque no e recivido carta de vuestras mercedes, que me jusgo quedó allá. Remito sinco orsas de dulses, mirollo, pera, sandía, vba, siruela, que componen fuera de ataras ciento quatro libras, tres quartas. No sé si el barquito las alcansará, que disen se va aora. Limón, calavasa, cajas, etcétera, irá más adelante. 33

Al margen: Yrán certificados los cajonsitos.

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Quedo de vuestras mercedes reconocida, rogando a Dios guarde su vida muchos años. Palma, y septiembre, 20, de 85. Besa las manos de vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

XVII Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Remito en este barquito vn cajón con dos orsas de dulse, vna de limón de 31 libras y quarta y otra de calavasa de 14 libras y quarta, que componen 45 libras y media, su ymporte onse pesos y tres de plata. Más vn cajón con quatro dosenas y media de cajas, su ymporte dies y siete pesos menos vn real. Me alegraré queden a gusto de vuestras mercedes. En el cajón estimaré que vuestras mercedes me manden dos piesas de bretaña como la que vuestras mercedes me mandaron, la piesa de crea que les tengo pedida, otra de coleta de la buena, dos varas de olán y 25 varas de olandilla encarnada o asul, y no se enfaden vuestras mercedes de tanto chasco, que mi satisfasión siempre es vna. El cajón va bien atado porque no ay cadenado. Mucho estimaré me mandaran vuestras mercedes en primero varquito por tener mucha presisión. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Oy 9 de noviembre de 85. Besa las manos de vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

XVIII Palma, y marzo, 13, de 86. Muy señores míos. Recibo la de vuestra merced junto con el cajón, y en quanto a las jaleas he hecho diferentes pruebas con la guinda y seresa, y no corta, si se queda como correa; sólo de siruela, mansana y membrillo es la que sale así como ha hido por más que he hecho muchas esperiensias con el deseo de que vuestras mercedes quedaran gustosos. este año bolberé a haser más a ver si ay más polienta? Vuestras mercedes me hasen fabor mandarme media bara de tersiopelo encarnado en primera ocasión, ques para Juebes Santo vna vrna del Señor y abisenme su costo dispensando el chasco, que no tengo sugeto de más satisfasión, y manden a su afecta servidora que besa las manos de vuestras mercedes. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica). Señor don Juan Cólogan e hijos.

XIX Palma, y agosto, 14, de 86. Muy señores míos. Manden vuestras mercedes las orsas para yr llenando según salen los dulses, que ay días las pedí y no he tenido respuesta. Y si vuestras mercedes tienen bretaña, hagan fabor mandar dos piesas que sea buena, y nesesitaré presiso. Quedo para serbir a vuestras mercedes, rogando a Dios guarde su vida.

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Besa las manos de vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica). Señor don Juan Cólogan e hijos.

XX Palma, y octubre, 20, de 1786. Muy señores míos. Remito con Miguel Cubas un sesto con tres dosenas y dos cajas de jalea de mansana, que de otro género no cortó por más pruebas que se han hecho no sé cómo le dan el punto en Francia, que diera lo más presioso por asertar, pues he sido curiosa en esas cosas, y si vuestras mercedes tienen algún libro de cosina en que se trata de dulses y comida les estimara mucho vno que no les hisiera falta, que yo copiara lo que pudiera y lo debolbiera. Remito sinco orsas moradas, que componen fuera de taras ciento veinte y vna libra y media, que es su ymporte de treinta pesos y tres de plata. Las cajas son dose pesos y dos de plata, que con los treinta pesos y tres de plata de las orsas suma todo quarenta y dos pesos y tres de plata. Queda vna orsa para sidra que breve se hará, ques antes que llegue el ymbierno, quiero poner esta en salbo. Las orsitas blancas pequeñas que van también rotuladas a vuestra merced en el papel de ensima y van inclusas en la certificasión. Me harán vuestras mercedes fabor guardármelas en su casa hasta que la madre priora de La Laguna mande por ella a quien digo en esa que remito, y vuestras mercedes me harán fabor condusirle mande por ellas. Vuestra mercedes en qué serbirle. Dios guarde a vuestra merces muchos años. Besa las manos de vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica). Señor don Juan Cólogan e hijos.

XXI Señor don Juan Cólogan e hijos. Muy señores míos. Deseo que vuestras mercedes me abisen los dulses que nesesitan para el año, por estar ya en el tiempo de haserlos. Y revalidando mi afecto, ruego a Dios guarde su vida muchos años. Palma, y agosto, 15, de 1788. Besa las manos de vuestras mercedes, su servidora. Francisca del Sacramento Vinatea (rúbrica).

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