Ayotzinapa está edificado sobre la base del olvido

August 31, 2017 | Autor: J. Mendoza García | Categoría: Psicología Social, Memoria Colectiva
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Descripción

AYOTZINAPA ESTA EDIFICADO SOBRE LA BASE DEL OLVIDO LAS DESAPARICIONES Los 43 desaparecidos de Ayotzinapa lo son en medio de un método desaparecedor que implementan los grupos de poder, sean éstos asocia­ ciones delictivas, como los narcotraficantes, o grupos establecidos formalmente, como los gobiernos locales. Sin el poder, sin sus dispositivos y discursos, no es posible entender el secuestro y desapari­ ción de los normalistas del estado de guerrero. Esta lógica del poder, la puesta en práctica de ciertas fórmulas “ejemplificadoras” (para que otros más aprendan de las “lecciones”) tiene largo arraigo. Por caso puede citarse la tortura, como ejercicio de violencia, la cual era pública para el escarmiento de ciertos grupos o sectores inconformes que cuestionaban, o bien se implementaba con fines de control. Hacia fines del siglo XVI, en tanto que los suplicios abiertos estaban ya resultando intolerables, era necesario practicar otras formas de castigo, menos abiertas, más cerradas, algo que no fuera visto por la gente: “castigar menos, para castigar mejor”, fue una de las respuestas, y la dio Bcccaria, el padre de la en­ tonces nueva penalidad. Lo aborrecedor a los ojos humanos, comenzó a ocultarse. Se oculta y se niega, se m antiene en el reducto del secreto y se guarda silencio. Y el silencio es el material con el que se va configurando el olvido social. La d esaparición, en el m arco del ejercicio de violencia de los g rupos de poder, n arco trafican tes o gobierno, com o o cu rre con la to rtu ra , se tra ta de m a n te n e r en secreto, en el silencio. H ab lar de los d esaparecidos es h ab lar del fracaso del p o d er que q uiere ocu ltar su estulticia. En la desaparición “las víctim as se b o rra n ”; se esconde lo hecho, en el secreto se oculta, se aleja de la palabra, que es con lo que se edifica la m em oria, más bien se g uarda silencio sobre el destino, sobre el parad ero de las personas. Olvido social versus m em o ­ ria colectiva. Por olvido social hay que e n te n d e r la im posibilidad de evocar o ex p resar aco n tecim ientos significativos que en algún m o m en to o cu paron un sitio en la vida del grupo, colectividad o sociedad, y

cuya com unicación se ve bloqueada o pro h ib id a por entidades com o el poder. Los grupos de p o d er p re ­ ten d en silenciar u ocu ltar eventos que co m p eten e im p o rtan a un a colectividad o sociedad p o r la sencilla razón que Ies resultan incóm odos para legitim arse. Y así van im poniendo discursos: qué sí aconteció y qué no. Niegan, en este caso, que haya desparecidos. En M éxico, en la seg u n d a m itad del siglo XX esta p rác tic a de d esv an ecer cu e rp o s tie n e sus inicios al co n clu ir la década de los sesenta: la p rim e ra d e sa p a ­ rición forzada en los tie m p o s de este p erio d o de ac­ tu ació n de la g u errilla, es la de E pifanio Avilés Rojas, vinculado a la ACNR de G enaro V ázquez, o c u rrid a el 19 de mayo de 1969. Fue en tre g a d o a dos m ilitares, uno de ellos M ario A costa C hap arro , a qu ien se le ha señalado com o in a u g u ra d o r de los vuelos de la m u e rte en el estado de G u errero, y a q u ien se acusa de h a b e r d esap arecid o a varias p e rso n as en ese tiem p o. Ese m ism o año, en to rn o a la g u errilla de Lucio C abañas ta m b ién hay un desap arecid o , Ju a n F ierro, p ro feso r c ercan o a Lucio. A p a rtir de en to n ce s se p ro p a g a a o tras en tid ad es del país. H oy día el trá m ite sigue siendo el m ism o: d e te n e r y/o se c u e stra r a la gente, e n tre g a r a la v íctim a a u na in stan cia o jefe superior, y d esp u és d esv an ecer a las personas. L egalm ente se considera el delito de desaparición, dice el Código Penal Federal (Título Décimo, Capítulo III Bis, A rtículo 215-A): “C om ete el delito de desaparición forzada de personas, el servidor público que, in dependien­ tem ente de que haya participado en la detención legal o ilegal de una o varias personas, propicie o m antenga dolosam ente su ocultam iento bajo cualquier form a de detención”. Este tipo de delito se configura a p a rtir del m om ento en que vence el plazo para la p resentación del detenido a la autoridad com petente. E n m uchos casos es sum am en te com plicado co m p ro ­ b ar que se desapareció, y se en tien d e, pues la lógica del p o der es borrar, esfum ar, y no te n d ría caso g u ardar

signos, señales o docu m en to s que den cu e n ta de su existencia en los sótanos del poder, com o lo ocurrido dentro del C am po M ilitar N úm ero Uno (CMN1), co m ­ plejo carcelario que fue co n stru id o en 1961 y donde se vio por ú ltim a vez a varios secuestrados que d es­ pués serían desaparecidos. El abogado José E n riq u e G onzález Ruiz, al resp ecto señala: “los d etenidos-desaparecidos son p erso n as ap reh en d id as en sus d om ici­ lios, centros de trabajo o en la vía pública, p o r personal arm ado, en ocasiones uniform ado, en o perativos que por las condiciones en que se llevaron a cabo y p o r las características, h acen p resu m ir fu n d am en talm en te la participació n en los m ism os de las fuerzas públicas (gobierno, E jército, policía, cuerp o s de seguridad y otros organism os oficiales). Con p o sterio rid ad a estos hechos las p erso n as d eten id as ‘d esap areciero n ’, sin que se ten g a noticia alguna de su paradero. Se tra ta siem pre de un acto ilegal, p e rp e tra d o casi en todos los casos al am p aro de las som bras de la noche o en otras circun stan cias que aseguran la im punidad a sus autores. Es en realidad una form a de secu estro ”. En efecto, la desaparición in ten ta no dejar constancia, es un acto de poder y es diseñada en el ocultam iento: “una persona que a p artir de d eterm inado m om ento

Atracción, óleo s/tela, 45 . 7 x 60.9 cm, 2003.

a desaparición, en el marco del ijercicio de violencia de los grupos de poder, narcotraficantes o gobierno, como ocurre con la tortura, se trata de mantener en secreto, en el silencio.

desaparece, se esfum a, sin que quede constancia de su vida o de su m uerte. No hay cuerpo de la víctima ni del de­ lito. Puede h aber testigos del secuestro y presuposición del posterior asesinato pero no hay un cuerpo, m aterial que dé testim onio del hecho”, señala Pilar Calveiro, estudiosa del tem a. De ahí que la desaparición deba n arrarse “desde los fracasos del poder, desde el lado de sus víctim as, desde el recuerdo que hacen las m adres y los com pañeros de los p resu n tam en te olvidados”, com o advierte R oberto González, en un libro reciente sobre desapariciones. Asimismo, se p retende esfum ar a las personas que se cree peligrosas, desaparecer a los

La demanda de entrega de cuerpos, tiene razones de memoria: en un sentido amplio facilita la expresión pública del dolor social, al tiempo que posibilita una cierta “reintegración” de la comunidad, reconociendo en ese momento y de manera abierta una pérdii posibilitando de esta forma la generación de lazos de solidaridad.

adversarios y en ese devenir negarles estatuto político. En este m ecanism o, de lo que se tra ta no es de d erro tar al adversario, al enem igo, se p reten d e elim inarlos, n e­ garles existencia, literalm ente desaparecerlos. Tales secuestros, chupados les llam an en otras latitu­ des del continente, y desapariciones, se han realizado sistem áticam ente desde la segunda m itad del siglo XX en México, pues dicha práctica se extendió a lo largo y ancho del país hacia 1973, cuando el auge de la guerrilla urbana, por caso, la Liga C om unista 23 de Septiem bre. En la sierra de G uerrero, por donde operaban los grupos de G enaro Vázquez y, sobre todo el de Lucio Cabañas, al am paro de la invisibilidad, se secuestró y desapareció a cientos de personas. Al Ejército, una y otra vez se le h a señalado com o responsable de ello. En las grandes ciudades, otra instancia g u bernam ental, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), se encargó de dicha labor. Dos instancias del Estado m exicano p erp etraro n los actos de desaparición. La desaparició n en M éxico, com o acto de poder, com o form a de ab atir a la oposición, de aniquilarla literalm e n ­ te, se negó, se silenció, se le sum ió en el olvido social. No o bstante, rastro s q uedaron, huellas se m ostraron, indicios han estado, y los discursos de los fam iliares se están m anifestando. La n arració n em pezó a em erger, la m em o ria colectiva com enzó a co n fro n ta r a diversos sectores de la sociedad m exicana, to p án d ose incluso con las esferas g u b ern am en tales. En consecuencia, un p rim e r in te n to de reco n stru cció n de la p ráctica de las d esapariciones la realizó la C om isión Nacional de los D erechos H u m an o s (CN D H ), después de siete déca­ das en el p o d er p o r p a rte del P artido R evolucionario In stitu cio n al (PRI), con la llegada al gobierno del opo sito r p artid o de d erecha, Partido Acción Nacional (PAN) en el 2000, se creyó que se pod ría investigar lo

El punto sobre la i

ocurrido en el pasado, al m enos en cu an to a procesos de represión se refería. La CN D H realizó u n a inves­ tigación y entregó un p rim e r in fo rm e en 2001: tenía registrados 532 casos, d o cum entó 232 en que se tenía inform ación del desaparecido h asta el m o m en to en que se le detiene, incluso con actas de deten ció n , pero se desconocía su paradero final. Por su p arte, h asta 1978, el C om ité Eureka (de fam iliares de desaparecidos, prin cip alm en te m adres) te n ía registrados 480 casos, la Asociación de Fam iliares de D etenidos, D esaparecidos y V íctim as de Violación a los D erechos H um anos en M éxico (Afadem) registró 1,200, y años después la oficial Fiscalía Especial para M ovim ientos Sociales y Políticos del Pasado (Fem ospp) da c u e n ta de 797 casos. M ás de mil desaparecidos en n u estro país, fenóm eno que se creía en otras naciones, en o tras tierras, p rá c ­ tica digna de dictaduras m ilitares sudam ericanas, en suelo m exicano se ponía en el discurso público. Las cifras van y vienen, los núm eros entre distintas instan­ cias no encajan. No obstante los nom bres perm anecen, las narraciones de los familiares de las víctimas van em ergien­ do, reconstruyendo lo ocurrido en ese periodo denom ina­ do guerra sucia en nuestro país. La m em oria de las personas a contrapelo del olvido del poder. Cuerpos arrojados, gente ausente, acusados de ser guerrilleros que no regresaron de la prisión clandestina, los gobiernos en turno lo han negado y la historia oficial no los reconoce. A los familiares de los desaparecidos les han dicho malas narraciones, malas por ser tergiversadas, incompletas, contradictorias y sin sentido: que no tienen a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos, a sus primos..., no obstante que muchos de ellos fueron vistos por última vez en alguna prisión militar del estado de Guerrero o de la ciudad de México. Aunque vivos los quieren de regreso, algunos intuyen que a tres décadas de haber desaparecido el familiar estará muerto. En tales casos lo que dem andan es que se les presente el cuerpo. Lo siempre negado, pero luego en los hechos reconocido: hace unos años, en el 2007, la Procuraduría General de la República (PGR) entregó restos de cuerpos identificados como víctimas de la guerra sucia, de esta m anera se reco­ nocía, por una instancia oficial, que hubo desaparecidos y ejecuciones extrajudiciales. Los cuerpos se devolvieron no sin antes am enazar con que de haber prensa presente no se realizaría tal entrega. La dem anda de e n tre g a de cuerpos, tien e razones de m em oria: en un sentido am plio facilita la expresión pública del dolor social, al tiem po que posibilita una cierta “rein te g ra ció n ” de la com unidad, reconociendo en ese m om ento y de m anera ab ierta u na pérdida, posibilitando de esta form a la generación de lazos de solidaridad. En la fam ilia los ritos alred ed o r del cuerpo, por ejem plo el funeral, p erm iten la expresión del dolor y el reconocim iento ab ierto de la m o rtandad, m itigando así la separación y p érd id a del familiar, el dolor y la pérdida son reconocidos p o r los dem ás. Para ello se requiere el cuerpo: te n e r el cu erp o de un ser querido es te n e r aquello que se h a de reco rd ar y depositarlo en un sitio: pan teó n , lápida, urna. T en er un

sitio donde el cu erp o es d epositado es te n e r un lugar para la m em oria. Lo cual no puede o c u rrir n ecesaria­ m ente de esa m an era con los desaparecidos, porq u e sus cuerpos no están, no h an “ap arecid o ”. No te n e r el cuerpo y un sitio donde confiarlo es no te n e r un lugar para el recu erd o de esa p ersona, p o r tanto, la en treg a de cuerpos se hace a p rem ian te y necesaria, porque sin ellos los fam iliares de los d esaparecidos no p o d rán co n m em orar y en to n ces sus vidas estarán ocupadas por el olvido, y un tro zo de su identidad estará vacía. D esaparecer p ersonas y luego n eg ar la en treg a de sus restos es, en parte, a lo que se le deno m in ó guerra sucia en M éxico, y sucio etim oló g icam en te significa “h ú m e ­ do”, y la hum edad incom oda, de ahí la necesidad de ir arrojando luz, ir secando el am biente, ir esclareciendo lo ocurrido en esos años de terror, de g u erra sucia. No se ha esclarecido lo ocurrido en esas décadas de terror, y por tanto la h istoria se repite. La desaparición continúa en el siglo XXI, y con la m ism a lógica negacionista. Siguen, desde el poder, apostando al olvido. Eso en nada ha cam biado. Siguen dejando huecos, vacíos, pues eso produce el olvido.

A yotzinapa está lle n a n d o de m e m o ria el h u e co que ha dejad o so b re los d e sa p a re cid o s el p o d e r y su si­ len cio de olvido. Lo que c o rre sp o n d e a h o ra , e n tre o tra s a ctiv id ad es, es a b rir los ojos, los oídos, v e r y escu ch ar, p a ra que se p re s e n te el acto de c o m u n ic a ­ ción, pu es el acto de c o m u n ic a r im p lica a su vez acto de recibir, y re c ib ir re fie re a “h a c e r v o lv er” y “re c o n ­ q u is ta r”, “v o lv er a to m a r” que no es o tra cosa que actu alizar, re sta b le c e r eso que h a esta d o flo tan d o en el a m b ien te , lo m u rm u ra d o en d istin to s lares, los actos de m em o ria. Los d e sa p a re cid o s de ayer son los d e sp a re c id o s de hoy. Nos h an faltad o los m ás de m il de los años de la g u e rra sucia, los n o rm a lista s nos h a ce n falta a to d o s en la so cied ad p re se n te , pu es hay un h u e co en la sociedad. Y eso h ay que e x p re sa rlo en to d o s los foros, esp acio s, sitios, te x to s, clases, calles, p o rq u e com o lo señ aló allá p o r 1987 un psicólogo social m exicano, Pablo F e rn á n d e z C h ristlie b : “lo que im p o rta , y lo que nos co n g reg a , no es e x a c ta m e n te la acad em ia, sino, p a ra se r exactos, u na socied ad c o n ju n ta que am am o s y q ue nos duele, y un fu tu ro c o n ju n to q ue ta m b ié n am am o s y que no e stam o s d isp u e sto s a que ta m b ié n nos d u e la ”.

Amazona l, óleo s/tela, 30 x 40 cm, 2002.

Enero - Febrero 2015 27

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