Autour la mise en œuvre de la ruine et les décors: labelliser, préserver, mettre en valeur le patrimoine urbain et industriel / En torno a la puesta en obra de la ruina y los decorados: etiquetar, preservar y poner en valor el patrimonio urbano e industrial

July 7, 2017 | Autor: Víctor Pérez Eguíluz | Categoría: Urban History, Cultural Heritage Conservation, Urban Heritage
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Descripción

Colloque “Les ruines de la patrimonialisation” Table ronde « Les décors comme des ruines », 14 mars 2015

Présentation de la table ronde :

« Autour la mise en œuvre de la ruine et les décors : labelliser, préserver, mettre en valeur le patrimoine urbain et industriel » María CASTRILLO ROMÓN (architecte urbaniste, IUU-UVA) Víctor PÉREZ EGUÍLUZ (architecte, IUU-UVA)

El objeto central de esta mesa redonda son las grandes áreas edificadas a las que se les ha reconocido valores patrimoniales, en particular - pero no sólo – los llamados cascos históricos. Hace más de veinte años, en un libro fundamental (L'allégorie du patrimoine, 1992), Françoise Choay alertaba de los graves riesgos que entrañaba la metamorfosis – ya en curso - del valor de uso del patrimonio histórico en valor de cambio gracias a la “ingeniería cultural” y ponía el acento en la inquietante ambigüedad de término 1 “recuperación” (mise en valeur ) que, además de remitir “a los valores del patrimonio que se desea que se reconozcan”, “contiene también la noción de plusvalía”, con lo que designaba “un hecho inédito en la historia de las prácticas patrimoniales: el del antagonismo entre dos sistemas de valores y dos estilos de conservación” entre los cuales “la tendencia dominante”, “apoyada por la industria cultural y la evolución de la economía urbana”, se sitúa “bajo el signo de la rentabilidad y de un vano prestigio”, a la vez que inventa “nuevas modalidades de valorización, demasiado a menudo con el apoyo del Estado y 2 de las colectividades públicas” . Los “efectos perversos” de esta tendencia dominante se sitúan del lado del “condicionamiento que tiene que sufrir el patrimonio urbano histórico para satisfacer los objetivos de su consumo cultural, así como su toma de posesión por parte del mercado inmobiliario de prestigio”, tendentes ambos a “excluir a los habitantes locales o a los no privilegiados y, con ellos, a sus actividades 3 tradicionales y modestamente cotidianas” . A juzgar por cómo Bruce Bégout se atreve a calificar genéricamente hoy el centro histórico de la ciudad contemporánea: “monumental, patrimonial, 4 museística, una necrópolis inmaculada” , diríase que la amenaza prevenida por Choay parece estar, veinte años después, largamente cumplida. En España, como en otros países, es posible comprobar la importancia y efectividad de los procesos no sólo de resignificación sino también de transformación física que ha sufrido el patrimonio histórico urbano. Sin embargo, en nuestro país, quizá ligado al enorme peso de los sectores inmobiliario y turístico en la economía nacional desde hace más de medio siglo, esos procesos revisten una evidencia (o, si se prefiere, un descarnamiento) singular. En nuestros centros históricos, como en otros, no es difícil encontrar intervenciones que, bajo el signo de la recuperación de lo que está reconocido como patrimonio edificado, cambian no sólo el uso y el significado de las construcciones afectadas sino también, a menudo, a tenor de lo anterior, lo transforman profundamente en términos materiales al tiempo que, necesariamente, trastornan las diversas relaciones urbanas en juego. Lo que es quizá distintivo español es el grado exagerado –por no decir grotesco- que este proceso puede alcanzar. España podría ser una suerte de lente de aumento con la que observar ciertos procesos generales. El caso de Valladolid, contexto de la vida cotidiana de los miembros de esta mesa, ilustra bien lo anterior. Se trata de una ciudad que tuvo su momento de mayor esplendor histórico y urbanístico en el siglo XVI. Tras un cierto repunte económico en el siglo XIX, sería en las décadas de 1950 y 1970 cuando la ciudad asistiría a su mayor crecimiento demográfico y urbanístico, en parte traducido en una masiva sustitución parcela a parcela de los edificios del casco histórico. Así, en 1977, Valladolid fue valorada por 1

“Valorización” en la edición española (p. 194 y ss)

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CHOAY, Françoise (2007). La alegoría del patrimonio. Barcelona: GG, pp. 194 y ss) (edición original francesa: L’allégorie du patrimoine, Éditions du Seuil, 1992). 3 Ibíbem, p. 206. 4

BÉGOUT, Bruce (2013), Suburbia. Autour des villes, Paris: Inculte. La traducción es mía. Agradezco la referencia a Jean-Pierre Garnier.

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Chueca Goitia con un 9 sobre 10, casi el máximo, en su índice de destrucciones del legado urbanístico 5 español . Y en 1978, se aprobaba un intrincado perímetro que sirvió para otorgar reconocimiento como patrimonio a un área urbana tremendamente selectiva. Esto frenó los derribos (no la destrucción por abandono) dentro de ése ámbito pero no fuera de él, sobre el resto de la ciudad histórica no declarada. En 1986, un nuevo perímetro, esta vez el del Plan Especial de Casco Histórico (PECH), no aprobado hasta 1997, abarcaba la práctica totalidad del área urbana de mediados del siglo XIX (con la excepción de ciertos arrabales, en general muy transformados ya) (Fig. 1) y establecía para su transformación futura una serie de “criterios fundamentales”, entre otros: “La ‘salvaguardia’ del conjunto edificado que posee valores históricos y arquitectónicos. La ‘rehabilitación’ de aquellas construcciones cuya conservación se propugna – en sus distintas graduaciones – y que se encuentran deterioradas, incongruentemente alteradas. En paralelo al objetivo de la rehabilitación material de las construcciones, el criterio ‘funcional’ de su adecuada utilización (cuando existieran distorsiones en su uso actual) o su reutilización (en los casos de los edificios abandonados o con usos residuales (…) La ‘recualificación’ del ambiente urbano, confiriendo ‘nuevas cualidades’, o recuperando ‘antiguas cualidades’, en los espacios libres públicos y las escenas urbanas (…) En fin, su ‘resignificación’, como foco histórico de la ciudad pero también como 6 esencial ‘lugar cualitativo’ del actual conjunto de la ciudad contemporánea” Los vallisoletanos ya podíamos dormir tranquilos. Nuestro patrimonio urbano por fin estaba completamente preservado. Y no sólo el casco histórico había quedado sometido a un plan de protección que regulaba su conservación y rehabilitación sino que también, en un plano directamente operativo, el Ayuntamiento pondría en marcha todo un programa de obras para la recuperación de espacios públicos, incluida por supuesto, antes que ningún otro, la plaza mayor.

Fig. 1. Valladolid: extensión del caso urbano en 1863 y ámbitos sujetos a protección patrimonial en 1978 y 1997.

En ese periodo, desde mediados de los años 1980, el ojo y la cámara de fotos pronto pudieron registrar no pocos cambios en el caserío (las edificaciones ordinarias, no monumentales) del centro histórico. Una comparación de imágenes de 1986 y 2015 revela las fachadas remozadas, la reutilización de edificios abandonados y una gran red de espacios públicos embellecidos y “ganados al coche”. Valladolid, la mayor ciudad de Castilla, recuperaba los vestigios de su esplendor pasado como corresponde a una capital próspera de finales del siglo XX y consolidaba su lugar en los circuitos turísticos de una región 7 que se publicita como “el museo más grande del mundo” . 5 6

CHUECA GOITIA, Fernando (1977). La destrucción del legado urbanístico español. Madrid: Espasa-Calpe. Plan especial del casco histórico. Valladolid. Cap. I “Criterios y objetivos”, p. 71.

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"El museo más grande del mundo está vivo. Castilla y León". http://www.turismocastillayleon.com/es/servicios/videoteca/museo-grande-mundo-vivo-castilla-leon (consultado el 27 febrero 2015).

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Obviamente, el ojo y la cámara también percibieron algunos otros “condicionamientos” (Choay) llevados a cambio en estos últimos 30 años de gestión patrimonial urbana: las cubiertas y troneras han crecido y albergan un mayor volumen edificado; lo que parecían viviendas pobres ahora parecen no ser viviendas o no ser pobres; y, en las plantas bajas, las actividades económicas vinculadas a la vida cotidiana y a la gama baja del sector productivo (comercio diario, talleres, almacenes…) han desparecido en beneficio del comercio ocasional de gama más alta, la hostelería y las oficinas. Los más atentos o advertidos observarán además las puertas que se han cerrado y los porteros automáticos que hacen ahora impenetrables los edificios de viviendas e invisibles los interiores de la trama urbana; y también la falsedad de algunas fachadas con un aire antiguo. Sin embargo, algunos de los cambios materiales más importantes (y largamente elocuentes a propósito de los cambios sociales en el centro histórico) resultan prácticamente invisibles: desde la calle no es posible apreciar el carácter masivo de las demoliciones (camuflado por un “fachadismo” progresivamente afinado) ni el ingente aumento del volumen edificado que ha seguido a esas demoliciones a fin de optimizar la extracción de plusvalías inmobiliarias (todo ello, por supuesto, realizado en general de manera conforme a la normativa patrimonial y urbanística vigentes).

Levantamiento del alzado del edificio sito en la Plaza Mayor, nº 18 y 19 antes de su derribo.

Sección del edificio proyectado en Plaza Plaza Mayor, nº 18 y 19. Abril 2007.

Foto del lugar después del derribo del edificio antiguo.

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Foto después de la reconstrucción.

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Parafraseando a Choay, los no privilegiados y, con ellos, sus actividades tradicionales y modestamente cotidianas parecen ya, en su mayoría, expulsados del casco histórico de Valladolid. A cambio, el deterioro ha desaparecido de la escena urbana y las actividades características del centro urbano tienden a expandirse por nuevas áreas del casco antiguo. Si la gentrificación, la hostelería y las franquicias comerciales fuesen indicadores de vitalidad urbana, podría decirse que el casco histórico de Valladolid estaría hoy más “vivo” que antes. Pero este no ha sido el único coste de la patrimonialización. Después de 30 años de reconocimiento, preservación y recuperación patrimonial efectivos, del caserío antiguo de la ciudad histórica sólo queda 8 un 16% (y, dentro de este porcentaje, no pocos edificios vacíos o “en barbecho inmobiliario”) si bien muchas fachadas de edificios derribados (“ruinas”, reales o impostadas), seleccionadas conforme a su participación en la escena urbana de forma adecuada a la obtención de plusvalías económicas (turísticas o inmobiliarias, por no hablar de los réditos políticos), conforman hoy el telón de fondo (en este caso, una escena de “fachadas antiguas”) de un escenario urbano renovado. Esta mesa redonda, reinterpretando la metáfora arqueológica del coloquio, pretende discutir este tipo de procesos urbanísticos que ilustra Valladolid pero que son observables, como veremos, en otras partes de España y de Europa pero también en América. La problemática que nos interesa gira en torno a las adaptaciones (el “condicionamiento”) al que son sometidos grandes conjuntos patrimoniales con el apoyo de las instituciones públicas y su relación con la integración en los circuitos dominantes de la economía cultural e inmobiliaria urbana.

Centro histórico de Valladolid (2012). Un tejido muy sustituido: parcelas ocupadas por edificaciones posteriores a 1960. Fuente: PÉREZ-EGUÍLUZ, Víctor (2015). ¿Patrimonio o Ciudad? Limitaciones de los instrumentos de intervención urbanística en los Conjuntos Históricos de Castilla y León

Centro histórico de Valladolid (2012). La recuperación del “escenario histórico”: parcelas ocupadas por edificaciones anteriores a 1960 o con fachadas historicistas. Fuente: PÉREZ-EGUÍLUZ, Víctor (2015). ¿Patrimonio o Ciudad? Limitaciones de los instrumentos de intervención urbanística en los Conjuntos Históricos de Castilla y León

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Según cálculo de elaboración propia a partir de los datos recogidos en PÉREZ-EGUÍLUZ, Víctor (2015). ¿Patrimonio o Ciudad? Limitaciones de los instrumentos de intervención urbanística en los Conjuntos Históricos de Castilla y León. Valladolid: Tesis doctoral inédita, Universidad de Valladolid.

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Nuestra hipótesis es que la concepción de los procesos e instrumentos que operan esa adaptación se enmarcan, en el discurso de las instituciones y poderes públicos locales, nacionales e internacionales, en una ambigua o borrosa frontera entre los dos sistemas de valores a los que Choay se refiere mientras que, en su práctica efectiva, pueden facilitar - cuando no son resueltamente definitivos en - la “rentabilización” (Choay) de las áreas urbanas patrimonializadas, esto es, en su transformación conforme a las expectativas de su valor de cambio, mediada por la reducción de los edificios a restos (“ruinas”) susceptibles de conformar escenarios dotados del “vago prestigio” (Choay) del patrimonio. Como mencionaba al principio, el debate no se ceñirá al caso de los cascos históricos. Nuestro objeto son los conjuntos urbanos o con un claro potencial de integración en los procesos de urbanización hoy dominantes. Nos ocuparemos, por ello, tanto de las áreas urbanas antiguas cuya patrimonialización es ya un fenómeno clásico como de las unidades territoriales productivas que forman parte del patrimonio industrial (en nuestro caso, patrimonio ferroviario), cuya actual eclosión apenas era incipiente en el momento de la publicación de L’allégorie du patrimoine. Estas dos categorías de conjuntos patrimoniales nos darán la oportunidad de discutir la vigencia y el alcance sobre distintos tipos de áreas urbanas de los procesos contra los que alertaba Choay, al tiempo que matizar, desde una perspectiva urbanística actual, el peso de la “ingeniería cultural” y de las expectativas inmobiliarias en la evolución del patrimonio. En los procesos formales de regulación de la transformación física del “patrimonio urbano histórico” y del “patrimonio industrial” se pueden distinguir tres prácticas características. Cada una de ellas será objeto de una de las tres ponencias de esta mesa, con un enfoque común en el que los discursos institucionales que sostienen cada práctica se confronta con el alcance efectivo de los útiles a través de los que operan. Trataremos así de la declaración o reconocimiento patrimonial (labellisation), de la protección o preservación (sauvegarde), y de la recuperación (mise en valeur). ¿Qué sentido se otorga a cada una de dichas prácticas y qué efectos producen los instrumentos y métodos dispuestos ad hoc? En conjunto, la aproximación comparada a las tres prácticas aspira a aportar algunos elementos de interpretación global en relación con los procesos de transformación material de los que del patrimonio urbano está siendo objeto como consecuencia de su reconocimiento como tal. En particular, intenta contribuir a la comprensión de las reducciones observables de los bienes culturales heredados a fragmentos que conforman escenarios o decorados (cuando no decoraciones) “patrimonializantes” o con una coloratura patrimonial. Marina JIMÉNEZ JIMÉNEZ y Juan Luis DE LAS RIVAS SANZ, en la comunicación “La declaración patrimonial o el retorno del pintoresco. El ‘paisaje urbano histórico’, concepto guía para la gestión de la ciudades del Patrimonio Mundial UNESCO” analizan el concepto de paisaje que subyace en la evolución conceptual más reciente relacionada con la patrimonialización de la ciudad histórica, impulsada por esa institución de referencia internacional y discuten, apoyándose en los casos de tres ciudades españolas del Patrimonio mundial UNESCO (Salamanca, Segovia y Ávila), las condiciones de posibilidad de que la categoría de “paisaje urbano histórico” se sustraiga del riesgo de la prevalencia de lo visual, de lo “pintoresco en negativo” al que parecen empujarle la presión mercantilista del turismo y sus derivados. En “¿Proteger? Las prácticas de la conservación patrimonial como inductoras de la degradación, el abandono y la ruina”, Alfonso ALVAREZ MORA muestra cómo los catálogos, instrumentos por excelencia para la conservación del patrimonio urbano en España, no sólo no contribuyen a hacer posible la permanencia de aquél sino que, por el contrario, articulados con las estrategias de los promotores inmobiliarios que operan parcela a parcela, aceleran el deterioro de los bienes que seleccionan para su preservación parcial y legitiman y facilitan la eliminación de todo lo demás. Confrontando diversos casos de edificios protegidos (“catalogados”) y no protegidos en entornos antiguos, el autor discute la similitud de los efectos alcanzados y la lógica que sustenta el conjunto de estos procesos. Finalmente, Luis SANTOS GANGES y José Luis LALANA SOTO disertan en torno a “La ‘recuperación’ del patrimonio industrial en los grandes proyectos urbanos en espacios ferroviarios: entre la ignorancia y la coartada”. Poniendo el acento en el concepto internacionalmente difundido de friches o baldíos industriales y en el desarrollo del conocimiento en torno al patrimonio industrial, analizan su papel en

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los procesos de legitimación de grandes proyectos urbanos que traducen las tensiones creadas por las fuertes expectativas de obtención de rentas inmobiliarias bajo la forma de creación de nuevas áreas de centralidad urbana. Los casos de Arlés (Francia), Aguascalientes (México), Sacramento (EEUU), Valladolid (España) e Inchicore (Irlanda) permiten analizar los criterios que, en medio de una implícita voluntad de no conocer el patrimonio sobre el que se interviene y de la aquiescencia de los grandes propietarios del suelo y los poderes públicos responsables del urbanismo y el patrimonio, sirven para seleccionar los fragmentos que se “recuperan” y definir el modo en que se incorporarán al proyecto. En conjunto, esta mesa avanza sobre la idea de que las “ruinas de la patrimonialización” podrían relacionarse con la primacía otorgada a un cierto “orden visual” en las transformaciones que siguen a los procesos de patrimonialización; un “orden visual” que armoniza con bien con el “orden” de los intereses económicos dominantes, en particular los inmobiliarios, que se imponen claramente sobre las argumentaciones de índole cultural.

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