Automatización y procesos de cualificación-descualificación en los laboratorios de análisis clínicos

July 27, 2017 | Autor: Benxamin Porto | Categoría: Technological Innovation, Laboratorio clínico
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Descripción

Automatización y procesos de cualificación-descualificación en los laboratorios de análisis clínicos Benxamín Porto. Universidade de Vigo Septiembre, 2007 Contacto: porto.arroba.uvigo.es INTRODUCCIÓN El desarrollo del sector de la alta tecnología ha tenido importantes aplicaciones en el ámbito sanitario, como es el caso de las tecnologías para el diagnóstico a través de la imagen (Radiografías, TAC, Resonancia Magnética Nuclear, etc.), los robots y autoanalizadores de laboratorio; tecnologías para el tratamiento a través de robots quirúrgicos, aceleradores lineales, etc. Todas estas tecnologías evolucionan muy rápidamente y son muy flexibles por lo que tienen impactos sobre los puestos de trabajo y plantean la posibilidad de su externalización. Los laboratorios de análisis clínicos empezaron desarrollando procesos manuales y artesanales, pero desde hace unos años están inmersos en un proceso de acelerada innovación tecnológica con la implantación de autoanalizadores automáticos que han transformado la naturaleza y los procesos del trabajo del laboratorio. Estos dispositivos automatizados son el resultado de la integración de software y hardware especialmente diseñado para procesar, mediante técnicas de espectrofotometría, colorimetría, etc., muestras de líquidos orgánicos y producir resultados fiables. Los laboratorios clínicos son una unidad especializada de los Hospitales que genera productos intermedios de apoyo al proceso de diagnóstico y tratamiento médico. El diagnóstico clínico se ha desarrollado tanto que actualmente existe la posibilidad de diagnosticar problemas para los que no existe aún tratamiento. El objetivo de este trabajo es analizar la relación entre la automatización y los procesos de cualificación-descualificación en dos laboratorio de análisis clínicos de dos hospitales, uno público y el otro privado. Nuestra hipótesis es que la implantación de la tecnología automatizada en los laboratorios modifica la naturaleza del trabajo y obliga a los actores a redefinir sus puestos ya que afecta a la cualificación. ¿Qué significa el término cualificación? El término cualificación es muy controvertido en la Sociología, tanto que algunos auto1

res planteen sustituirlo por términos como profesionalidad o competencias profesionales (D´Iribarne, 19891; Alaluf y Stroobants, 19942). El Taylorismo y la Organización Científica del Trabajo (OCT) separaron la concepción intelectual y la ejecución del trabajo. Tuvo su continuidad en la cadena productiva fordista. Esta diferenciación produce un nuevo artesanado de técnicos profesionales cualificados o “nuevos mandarines”, como los llama Derber y Schwartz (1992)3, que controlan a los operarios descualificados ejecutores de tareas. Maurice et al (1982)4, analizando los casos de Alemania y Francia, encontraron que existía una autonomía relativa de la cualificación en cada espacio y establecieron el concepto de “espacio” socio-cultural productor de cualificaciones, en el que juega un papel destacado los sistemas de jerarquización dentro de las organizaciones. Para estos autores, las tecnologías no son directamente productoras de cualificación o descualificación, sino que depende de cómo está estructurado el espacio de cualificación. Friedmann (1961)5 considera el “progreso técnico” como variable independiente determinante de la evolución de la “habilidad profesional”/cualificación del trabajo. Considera que la máquina no destruye la habilidad del trabajador pero la transforma. La cualificación sería el saber-hacer derivado de un aprendizaje sistemático, generalmente universitario y revalorizado intelectual y socialmente, mientras que la descualificación afectaría al trabajo manual. Naville (1956)6 considera la cualificación como una “habilidad personal” y la diferencia de la especialización por estar relacionada con un instrumento, tarea o duración del aprendizaje para su desempeño. El sujeto de la cualificación es la operación que vincula hombre y técnica y no el hombre ni a la técnica aisladamente. Estamos ante la distinción marxista de trabajo complejo cualificado y trabajo simple descualificado. El criterio de cualificación serían los estudios o tiempo de aprendizaje para ejercer la ocupación. Para Touraine (1971)7, la cualificación es el juicio o reputación social atribuida a una formación u ocupación. Este autor analiza el trabajo moderno como un proceso de tres fases: A/B/C (oficio, trabajo en cadena y trabajo de innovación). La fase A o “sistema profesional de trabajo” es característica de los artesanos y profesionales, la cualificación viene definida por los conocimientos, experiencias y habilidades resultado de un largo proceso de aprendizaje del oficio. La fase B caracterizada por la racionalización de la cadena de producción con sus actividades repetitivas, monótonas y especializadas orientadas a la eficiencia. La cualificación se deriva de los rendimientos productivos. La fase C o “sistema técnico del trabajo”, se caracteriza por que el trabajo directo tiende a difu2

minarse a favor del indirecto y la cualificación se define en términos de responsabilidad. Los nuevos dispositivos automatizados reagrupan las tareas especializadas en un conjunto integrado dando como resultado una polarización de operarios altamente cualificados y otros descualificados. Para Braverman (1987)8, el taylorismo es un rasgo del proceso de trabajo capitalista. La cualificación significa el control sobre la concepción y ejecución del trabajo. La implantación de automatización en los procesos de trabajo supone un control ajeno y una descualificación por la pérdida de los saberes tradicionales de los trabajadores. Braverman no se opone a los cambios tecnológicos sino a que su uso sirva para dominar y profundizar las diferencias entre las clases sociales de la sociedad (Finkel, L, 1995: 254)9. Castillo et al (1999)10 proponen un modelo que relaciona la mayor o menor cualificación con una serie de variables que se muestran en el Cuadro 1. CUADRO 1. VARIABLES RELACIONADAS CON LA CUALIFICACIÓN CUALIFICACIÓN

MAYOR

MENOR

PROCESO

COMPLEJIDAD INFORMACIÓN AUTONOMÍA FORMACIÓN

Diseño

Multivariable

Incierta

Resultados Largo Plazo

Superior

Control de Calidad

Multivariable

Numerosa y Compleja

Medio Plazo Programa control

Superior y Media

Mantenimiento

Amplias y Complejas

Numerosa y Compleja

Corto Plazo. Programa Trabajo

Media y Profesional + Experiencia

Fabricación

Repetitiva y Complejas

Poca y Simple

Norma de Procedimiento

Profesional y Básica

Servicios Generales

Únicas y Rutinario

Poca. Trabajo

Prescrito

Profesional y Básica

Fuente: Castillo et al (1999)

Marques, (2005) 11 establece en base a las aportaciones de otros autores tres dimensiones de la cualificación profesional: a) Cualificación formativa del trabajador definida por las credenciales educativas, b) Cualificación para un puesto relacionado con el uso de su tecnología y la organización del trabajo; c) Cualificación convencional relacionada con las categorías profesionales y sus funciones atribuidas en las negociaciones entre los actores laborales. Las tesis sobre la relación entre automatización y cualificación La automatización productiva ha acentuado la separación entre el puesto de trabajo y

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trabajador. La cualificación de los actores vinculados a las máquinas automatizadas pasa del hombre-operario al puesto de trabajo y es definida por la empresa (Touraine, 1971). Esta relación ha producido un intenso debate, en los años 60 y 70 del siglo pasado, marcado por un cierto determinismo tecnológico que relaciona la técnica, y más concretamente la automatización, con procesos de cualificación-descualificación del trabajo. Las principales tesis de este debate se exponen a continuación. La posición pesimista Los partidarios de esta posición plantean que las innovaciones tecnológicas y automatizadoras buscan incrementar la productividad, centralizar el control del proceso productivo y reducir el contenido y cualificaciones laborales para ahorrar costes. La automatización expropia los conocimientos operarios codificándolos en programas para que el capital pueda controlar mejor el proceso de trabajo. La automatización reduce el saber, la autonomía y la responsabilidad de los operarios al limitarlos a ejecutar tareas simples, rutinarias y auxiliares, como introducir datos, materia prima, vigilar las máquinas, etc. La consecuencia es una tendencia hacia una degradación, la descualificación del trabajo y el control por unos pocos operarios especializados. Pero en este proceso no sólo afectaría a los operarios con escaso poder, sino que afectaría también a los profesionales cualificados no manuales, considerados hasta ahora como privilegiados, cuyo trabajo se desvalorizaría con la programación informática de su conocimiento, su control, la división del trabajo y actividades cada vez más rutinarias, parciales y manuales. El autor central de esta posición es Harry Braverman y su obra: “Trabajo y capital monopolista” que cuestiona el optimismo de la recualificación y humanización del trabajo por la automatización. Braverman, se centra en el proceso de trabajo y concretamente en el control, la descualificación y degradación del trabajo bajo el capitalismo monopolista. La automatización supone un mayor control y un nuevo taylorismo descualificador que separa la concepción (intelectual) de la ejecución del trabajo manual. Dice Braverman: “Cuanta más ciencia es incorporada en el proceso de trabajo, menos entienden [y controlan] los trabajadores este proceso”. “La maquinaria ofrece a la patronal la oportunidad de hacer por medios enteramente mecánicos lo que previamente había intentado hacer por medios organizacionales y disciplinarios” (Braverman, op cit, 1974: 228). Del control simple y directo, ejercido por los capataces, se pasó al control técnico inserto en la máquina que regula la organización, ritmo y condiciones de trabajo. El capitalismo 4

monopolizó primero los mercados y más tarde el trabajo mediante la automatización. El capitalismo necesita un incesante incremento de la productividad y de las ganancias y una reducción de costes, utilizando para ello la automatización y la división del trabajo. Las tecnologías automatizadas serían el medio para fortalecer esa tendencia al incorporar las funciones de control, toma de decisiones y homogenización de la fuerza laboral. Para Braverman el modelo de trabajo cualificado es el artesano ya que controla la concepción y ejecución. En esta línea, Coriat (1982)12 considera que el capitalismo es una historia de apropiación del conocimiento obrero, cuyo objetivo siempre ha sido acabar con el saber del oficio para poder controlarlo. A partir de sus investigaciones Bright (1958)13 establece la tesis de que a mayor automatización se incrementa la alienación e insatisfacción en el trabajo como consecuencia de la reducción de las habilidades manuales y mentales de los operarios. Para Freyssenet (1977) 14 la cualificación es “el grado y frecuencia de actividad intelectual que exige el trabajo para ser ejecutado”, por lo que a mayor concepción, preparación, organización y decisión más cualificación y la disminución de la actividad intelectual sería la descualificación. Freyssenet (1984)15 plantea la paradoja de que la automatización puede producir cierta polarización en las cualificaciones en situaciones concretas de trabajo, caracterizadas por la progresiva pérdida de autonomía y cualificación de muchos trabajadores, junto con algunas formas puntuales de recualificación. La automatización crea puestos de trabajo simples, mientras que los puestos de responsabilidad son sólo para unos pocos privilegiados por la dirección en su distribución del poder en la organización. Para algunos autores, la automatización busca debilitar el poder de los operarios, mediante procedimientos altamente formalizados y codificados en los programas de software que regulan los ritmos de las actividades y terminan por descualificar el trabajo y “dominar” al hombre (Daniel, 1987)16. En esta misma línea, Lewis (1996)17,18 muestra que lo que antes eran habilidades personales ahora son programas del software. El resultado es una reducción de las cualificaciones y de las destrezas manuales, porque ya no son necesarias; mientras que se incrementan las tareas de programación, es decir, se produce una transferencia del operador al programador. La teoría de Braverman y sus partidarios ha sido matizada por abundantes críticas como la carencia de una definición formal del concepto cualificación, la de que se asumiese el taylorismo sin resistencia y de adoptar un determinismo tecnológico.

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La tesis optimista de la recualificación La perspectiva optimista plantea que la tecnología automatizada fomenta formas más flexibles y autónomas de la organización del trabajo, enriqueciéndolo con cualificaciones tácitas (Coller, 199719, Lope y Martín, 1993)20 y liberándolo de las tareas más ingratas y duras (Hirschhorn, 1984)21. La automatización requiere una mayor formación del operario para asumir nuevas y mayores responsabilidades. Para varios autores de esta tesis la automatización sólo trae consecuencias positivas. Así para Blauner (1964)22 la supuesta descualificación que produce sería más aparente que real, ya que se generarían nuevas tareas de monitorización, control y responsabilidades que disminuirían la insatisfacción en el trabajo. Otra idea reiterada en los autores optimistas es la creación de una nueva clase trabajadora de obreros técnicos polivalentes con nuevas formas de remuneración, cualificaciones específicas por sectores y mayor seguridad en el empleo (Mallet, 1973)23. Para Daniel Bell (197324 se incrementaría el nivel de vida y se reducirían las desigualdades sociales al crear una nueva clase de ingenieros y técnicos planificadores en vez de meros ejecutores. La automatización produciría una necesaria recualificación formativa. Para Toffler (1984)25 se requieren operarios más cualificados formativamente para utilizar las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Para Gupta et al (1997)26, existe una relación entre la automatización y especialización del trabajo que demanda mayores cualificaciones formativas para operar y mantener equipos complejos. Autores como Cavestro (1989) señalan la necesidad de una mayor cualificación para el manejo de lenguajes y códigos informáticos del software, especialmente en mantenimiento y control de calidad. La utilización de la programación del software demanda personal cualificado, especialmente ingenieros y técnicos superiores de las áreas de ingeniería electrónica, mecánica e informática (Lope Peña, 1996)27. Para Jones y Wood (1984)28 y Cavestro (1989)29 la automatización revaloriza la “cualificación tácita” (tacit skill), definida como un conjunto de saberes implícitos que individualizan el acto de trabajo y que pueden ser revalorizado con equipamientos informáticos. Piore y Sabel (1984) 30, en su tesis de la especialización flexible y la automatización productiva de pequeñas series programables por ordenador reconocen a las habilidades artesanas, la educación y la experiencia como antitesis del taylorismo y el fordismo. Para Kern y Schumann (1988)31, los sistemas productivos automatizados recualifican al suponer una menor división del trabajo y la aplicación de la inteligencia productiva. 6

Para varios autores, como Senker y Beesley (1986)32; Berta y Michelsons (1989)33; Penn y Scattergood (1985)34; Freyssenet (1992)35; Butera (1988)36 y Okuda (1991)37, los mayores impactos recualificatorios afectarán a los trabajadores de mantenimiento que necesitan actualizar sus conocimientos de electrónica, mecánica, electricidad e informática para diagnosticar y solucionar los problemas de funcionamiento. En fin que la automatización invertiría la tendencia a la fragmentación, la descualificación y la subordinación del trabajador al ritmo marcado por la línea de montaje fordista. La tesis mixta sobre las cualificaciones Una tercera perspectiva no determinista, llamada mixta o contingente, plantea que los efectos de la automatización sobre las cualificaciones no son simples, directos ni constantes, sino que dependen de varios factores y estrategias particulares y contingentes de las organizaciones y su entorno. Al no considerar la tecnología como una variable independiente, Spenner (1983)38 plantea que una misma innovación en dos organizaciones distintas puede afectar a las cualificaciones de manera diferente, es decir, con recualificación o descualificación, o con efectos mixtos. (Spenner, 198539; Elliot y Elliot, 198040; Castells, 1997)41. En los últimos años se viene analizando la variable tecnológica conjuntamente con otras para comprender sus consecuencias, por ello cuando el hardware es relativamente similar las diferencias habrá que buscarlas en el software, es decir en el “efecto societal” formado por aspectos organizativos, institucionales o políticos, lo que rechaza la idea del determinismo tecnológico y amplia las variables en juego (Maurice at al, 1982). Para Form, (1987)42 y Spenner (1985), el impacto sobre las cualificaciones depende del contexto y la flexibilidad funcional de empresas y no tanto de las tecnologías. Para otros autores los impactos dependen de los condicionantes económicos y sociales del entorno social y del lugar de trabajo (Child, 198443; Child et al 198544; y Child, 199145), de las estrategias corporativas y el nivel de sindicalización y relaciones jerárquicas (Zetka, 199146; Senker y Senker, 199447; Edwards, 197948; Burawoy, 197949). Un concepto relacionado es la “polarización de las cualificaciones” (Milkman & Pullman, 199150; Penn y Scattergood, 198551; Lope Peña, 1996), que plantea que la introducción de la tecnología produce descualificación y recualificación, es decir, sólo unos pocos operarios entre los ya cualificados, incrementan la cualificación mientras que la mayoría se descualifica. Los trabajadores operativos de base desempeñan cada vez me7

nores tareas y contenidos (descualificación), mientras se incrementa la programación, restringida a operarios con niveles educativos altos, con conocimientos abstractos y habilidades en el manejo de ciertas tecnologías (Hirschhorn, 1984; Zuboff, 198852). El cambio afecta a la división tradicional del trabajo y favorece a unos grupos y castiga a otros. Maurice et al (1978)53 encontraron que factores no tecnológicos, como el tipo de organización social y empresarial, el uso y disponibilidad de mano de obra más o menos cualificada, las relaciones institucionales entre organizaciones y las relaciones salariales característica de cada país, son más determinantes sobre las cualificaciones que los factores propiamente tecnológicos. Castillo (1991)54 y Castells (1997) consideran determinantes a las políticas empresariales de la introducción tecnológica y de las consecuencias de la cualificación-descualificación, sin que se pueda definir una pauta clara de comportamiento. Castells (1997:269 y ss.), considera que la “tecnología necesita de trabajadores autónomos, preparados, capaces y listos para programar y decidir secuencias enteras de trabajo”. Considera que la automatización realza el trabajo que requiere análisis, decisión y capacidad de reprogramación en tiempo real, mientras que reemplaza el trabajo rutinario que se puede codificar y programarse en máquinas (Castell, 1997:272). Reconoce que la automatización produce descualificación y que los impactos mayores son sobre las mujeres y los puestos bajos, puestos que en algunos casos son reelaborados ideológicamente con rimbombantes nuevos títulos, como “técnico superior especialista” (Castells, 1997:275). La nueva tecnología redefine los procesos y los puestos laborales, de manera que unos se recualifican, mejoran los salarios y las condiciones laborales, otros muchos desaparecen, especialmente los bajos (Castells, 1997: 280- 293) y algunas actividades o procesos se asocian cada vez más a prácticas de subcontratación, outsourcing, consultoría, reducción de tamaño y personalización (Castells, 1997: 295). METODOLOGÍA El presente trabajo es un estudio de caso de los laboratorios de análisis clínicos de dos, hospitales uno público y otro privado, ambos de la ciudad de Vigo. Los datos se obtuvieron mediante observación participante y entrevistas en ambos laboratorios. Se realizaron entrevistas personales abiertas semidirectivas a los jefes de servicio, al supervisor, a ocho técnicos y a cinco analistas. Las entrevistas se grabaron y se transcribieron a tex8

to, salvo dos analistas que no aceptaron la grabación. La selección de los informantes ha sido por muestreo teórico en base a su conocimiento y experiencia en los laboratorios. Los laboratorios de los hospitales forman unidades especializadas como: análisis clínicos, que estudia los parámetros bioquímicos de los líquidos corporales como sangre y orina; microbiología, que estudia los microbios y bacterias; hematología, que estudia los parámetros de los hematíes sanguíneos; y anatomía patológica, que estudia los aspectos macroscópicos y microscópicos de los procesos mórbidos y patológicos. El estudio se ha centrado únicamente en el laboratorio de análisis clínicos por ser el que procesa un mayor volumen, descartándose las otras secciones del laboratorio por su menor volumen. La actividad principal de estos laboratorios es matutina, disminuyendo por la tarde y manteniendo activo un laboratorio para las urgencias durante las 24 h. Tabla 1. Características de los laboratorios Análisis Clínicos analizados. Lab. H.

Áreas

Equipos

Producción

Analistas

Técnicos

Público

Bioquímica 50 autoanalizado- 1.650 personas/día 17 13 ATS Hormonas res Parámetros/persona: 1027 TEL Varios robots 12 Total: 40 Tumorales Proteínas Inmunología Microbiología Citogenética* Hematología* Orinas Urgencias Privado Bioquímica 13 autoanalizado- 650 personas/día 3 9 TEL Hormonas res Parámetros/persona: 4,5 Tumorales Microbiología Inmunología Hematología Orina Urgencias * La unidad de citogenética comenzó a funcionar en febrero de 2007. El área de microbiología funciona como una unidad autónoma aunque interdependiente.

Los operarios de laboratorio son de dos tipos: analistas y técnicos. La formación académica de los analistas o facultativos, como les gusta llamarse, son médicos especializados en análisis clínicos, como es el caso de las jefas de servicio de los laboratorios estudiados, pero también hay farmacéuticos y químicos. El origen formativo establece culturas diferentes y hace que existan tres sociedades de análisis clínicos que responden a formaciones académicas diferentes. Los técnicos de laboratorio están formados por

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dos grupos: los Ayudantes Técnicos sanitarios (A.T.S) con una formación académica de enfermería de 3 años en las antiguas Escuelas de A.T.S, y una formación tácita en el puesto. Existen solamente en el laboratorio público y actualmente sus puestos están en fase de extinción. Los Técnicos Especialistas en Laboratorio (TEL) nacen en 1984 con una formación de dos años en el sistema de Formación Profesional y una función especializada. En 1995 un Real Decreto les denomina Técnicos Superiores Especialistas en Laboratorio de Diagnóstico Clínico. El proceso productivo del laboratorio se divide en las fases: pre-analítica, analítica y de resultados. La fase pre-analítica va desde que se demanda la petición hasta que se procesa, incluye la recogida de muestra, identificación y la manipulación para alícuotas, que es una parte proporcional de una muestra. Es una fase con frecuentes errores por deficiente identificación y manipulación humana. La fase analítica implica el procesamiento de las muestras por los autoanalizadores y la producción automática de resultados. Los procesos manuales con microscopio son actualmente mínimos. El procesamiento se articula en un sistema informático de gestión integrado por el centro de control que registra los individuos y codifica las peticiones de las muestras en una base de datos. La preparación de las muestras, la centrifugación y la alicuotación son tareas manuales que necesitan bastantes operarios, por eso se dan dos estrategias diferentes, el laboratorio privado recoge un mayor de muestras de cada individuo para evitar el trabajo de alícuotas y el laboratorio público utiliza un robot que alícuota, clasifica y etiqueta las muestras. Los espacios de los dos laboratorios son diferentes salas ocupadas por robots y los autoanalizadores en las que operan técnicos manipulando tubos de muestras. En una sala de los grandes autoanalizadores del laboratorio público existe un espacio acristalado, a modo de un panóptico, utilizado por los analistas para visionar las pantallas del sistema, las máquinas y técnicos operando. La especificidad de las determinaciones analíticas exige autoanalizadores específicos, destacando los de “rutinas” de bioquímica en sangre y orina, que procesan el 80 % de toda la actividad de los laboratorios.

RESULTADOS

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El laboratorio tradicional de análisis clínicos de un hospital funcionaba en base a analistas que procesaban de manera artesanal y manual muestras biológicas con limitados equipos técnicos (microscopios, pipetas, centrifugadoras, etc.) y escaso personal de apoyo. Los analistas desempeñaban las tareas integralmente, hacían las extracciones de sangre, elaboraban reactivos y colorantes para las tinciones, observaban al microscopio los especimenes y valoraban los resultados visualmente. Como consecuencia del incremento de la demanda se produce una división del trabajo en el que el analista conserva el diseño de los procesos y los casos complejos y los procedimientos más rutinarios y devaluados pasan al personal técnico: A.T.S. que asume técnicas como las extracciones sanguíneas, la preparación de las muestras, la contabilización de células y especimenes al microscópico, etc. Lo que comienzan siendo “técnicas especiales” terminan convirtiéndose en “rutinarias”. Los avances en los dispositivos automatizados, y las sinergias entre la electrónica e informática producen una innovación tecnológica muy rápida. En la segunda mitad de la década de los años 70, se inicia un proceso de automatización e informatización con la implantación de los primeros autoanalizadores que revolucionan el trabajo del laboratorio en el sentido de que los operarios de laboratorio: “No nos podíamos creer que un aparato que cogía sangre por un lado diera el resultado por el otro. Por eso repetíamos manualmente la pruebas constantemente”. Los nuevos equipos implantados como novedades quedan pronto obsoletos y son reemplazados por otros con mayor innovación y capacidad productiva. El resultado es la implantación total de autoanalizadores “que lo hacen todo” y la reducción drástica de los procesos manuales. Determinantes de la implantación de la tecnología automatizada Los factores que explican la acelerada implantación de la tecnología automatizada son: A) El fuerte y sostenido incremento de la demanda de pruebas analíticas consecuencia de una práctica médica cada vez más apoyada en pruebas y de la mayor disponibilidad de determinaciones. B) La oferta comercial de equipos tecnológicamente avanzados. Al inicio de la automatización se compraron algunos equipos condicionadas a actualizaciones futuras, como es el caso del laboratorio privado, pero actualmente la mayoría de los equipos autoanalizadores son arrendados por empresas comerciales por un precio por prueba emitida y los costes de amortización de la tecnología. El interés empresarial radica en vincular la tecnología al consumo de fungibles costosos de su marca. Esta práctica re-

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cuerda la estrategia de Rockefeller de regalar candiles para que le compraran el gas. Es una estrategia de alianzas: “El hospital busca `partners´, las empresas son `partners´ nuestros”. Una responsable de laboratorio decía: vienen los representantes y dicen: “Te colocamos este aparato, te colocamos este otro…” El equipo es propiedad de la empresa que lo arrienda y los laboratorios pagan un precio por cada prueba obtenida por el equipo, precio que es superior al coste real porque incluye la amortización. C) Receptividad a la innovación tecnológica. Las nuevas tecnologías liberan a los analistas de la supervisión directa de los técnicos y les da acceso al control técnico de las máquinas, mientras que los técnicos quedan sometidos a los ritmos y rutinas establecidas. Decía un entrevistado respecto a la automatización: “han facilitado acceder a una tecnología antes inaccesible que ha permitido aumentar las técnicas a disposición del clínico”. “Ahora no haces el trabajo manualmente, tienes un personal técnico más cualificado, y puedes dedicar ese tiempo a la informática, a la gestión del proceso, a los conocimientos fisiológicos…”. El reconocimiento a la determinación de la industria queda patente en este comentario: “Nosotros no nos hubiésemos movido si no fuera por la industria”. D) La eficiencia económica y fiabilidad de los resultados. La automatización supuso incrementos fuertes de la productividad sin modificar la plantilla. En un laboratorio estudiado por Dadoun (1998)55 la automatización supuso duplicar la productividad y la reducción de la plantilla entre un 15 y un 35 % según las áreas. A este respecto decía la responsable del laboratorio público: “El número de personal está estable desde hace varios años”. “Los laboratorios de antes requerían mucho más personal técnico”. Los procedimientos son “estandarizados mediante técnicas validadas internacionalmente” por sociedades del sector y por los controles de calidad y los resultados son fiables. Los informantes indican que la automatización redujo los errores, aunque no fue posible cuantificarlos, y que los errores actuales son mínimos. Los analistas y la redefinición de sus actividades Los autoanalizadores desplazaron a los analistas del diseño de las técnicas y procesos analíticos, ahora insertas en los códigos del software de las máquinas. Las actividades del laboratorio, tanto de analistas como de técnicos, “está determinado por la singularidad de las máquinas, es un trabajo muy especializado”, tanto que limita la sustitución inmediata de analistas y técnicos habituales por otros, salvo que hayan tenido un cierto 12

entrenamiento. Su aprendizaje es tácito: “Necesitas un tiempo para conocer las máquinas”, “la experiencia es fundamental”. Un analista reconoce que su actividad es muy similar a la cadena de producción de la película “Tiempos Modernos”. La posición de poder de los analistas en el espacio del laboratorio, derivada de su cualificación especializada, lo cual hace que redefinan su aportación en: a) Poder y división del trabajo. b) Control de calidad. c) Supervisión de los resultados. Los autoanalizadores están diseñados con software configurado por el fabricante y compartido exclusivamente con los analistas para modificar ciertas configuraciones relativas a los parámetros y las funcionalidades del sistema. Los analistas disponen así de un poder de acceso al sistema para controlar los procesos y el trabajo de los técnicos. Los analistas o “facultativos” asumen el control jerárquico sobre los técnicos. La visibilización de su poder se explicita en esta aseveración de un analista del laboratorio público: “La normativa la da siempre el facultativo”. Sobre su control sobre los técnicos, dice: “Los técnicos se aseguran, a través del facultativo, de que pueden meter las técnicas porque el equipo está técnicamente resuelto”. “El control de las máquinas es responsabilidad de los técnicos…pero bajo la responsabilidad del facultativo”. Esta separación entre concepción y ejecución, típicamente taylorista, es asumida por los técnicos, cuando uno dice: “los analistas están un peldaño por encima de los técnicos y son los que deciden en cada momento lo que hay que hacer o modificar”. El sistema automatizado tiene preestablecidos una serie de programas de control de calidad, diarios y periódicos, para evaluar las desviaciones. Los programas de calidad son de dos tipos: internos gestionados por el propio laboratorio y que exigen que los resultados estén dentro de unos rangos determinados, y los externos gestionados por las sociedades científicas. El sistema tienen preestablecidos unos rangos de desviaciones estándar, que los analistas pueden modificar. El procesado de muestras está estandarizado de manera que cuando algún resultado se desvía de los rangos establecidos el propio autoanalizador repite el proceso y emite alertas y comentarios para que técnicos y analistas valoren la incidencia. Las repeticiones dependen de los rangos establecidos, siendo bastante habituales, por lo que generan el enfado del personal técnico. Los controles de calidad son asumidos por los analistas como una tarea muy relevante y una responsabilidad propia que garantiza la fiabilidad de los resultados. Otra actividad considerada muy relevante por los analistas es la validación, control o 13

responsabilidad de los resultados. La responsable del laboratorio público decía: “Los autoanalizadores no producen resultados, los resultados los produce el analista”. La defensa del puesto queda patente en esta frase de otro analista: “Detrás del número de un parámetro analítico, siempre debe haber un analista”. Coinciden los analistas de ambos laboratorios en que ofrecen un valor añadido a los resultados como “consultores de los médicos clínicos”. La validación clínica facultativa significa “la posibilidad de pedir otras pruebas” y seguidamente dice: “Cada vez más, se necesitan médicos mejor preparados en los laboratorios para indicar pruebas en cadena”. Sobre esta tarea dice una responsable: “exige un tiempo del facultativo enorme, debido a las revisiones de los parámetros”. El trabajo técnico En el laboratorio del hospital privado, todos son “técnicos de laboratorio” (T.E.L.), mientras que en el laboratorio público conviven dos tipos de técnicos (A.T.S y T.E.L.). Los A.T.S. fueron los primeros técnicos de los laboratorios antes de que aparecieran los “técnicos de laboratorio”. Ambos grupos conforman dos culturas distintas consecuencia de un origen formativo diferente y compiten por los mismos puestos del laboratorio. Desempeñan actividades similares con la especificad de cada área. Los A.T.S., más antiguos en el laboratorio, ocupan áreas del mismo donde desempeñan actividades menos rutinarias y mantienen algún contacto con los pacientes, como es el caso de la extracción de sangre que consideran de su exclusividad. Sobre ellos decía la responsable del laboratorio público: “Tienen una formación de muchísimos años y le presentan a los analistas los temas mascados”… “se han reorientado hacia áreas más especificas de laboratorio que requieren más formación y conocimiento del hospital y el paciente”. En cambio los “Técnicos de laboratorio” que tienen una formación académica específica desempeñan su actividad en las áreas más maquinizadas y automatizadas. El área del laboratorio más rechazada para trabajar es la de los “automáticos de rutina” donde el trabajo humano rutinario y dónde sólo hay “técnicos de laboratorio”. El trabajo del laboratorio al estar tan determinado por las máquinas automatizadas y ser tan especializado necesita que los técnicos tengan un aprendizaje tácito: “Qué conozcan los equipos, que tengan un rodaje en el laboratorio y específicamente en cada área”. La observación de las tareas cotidianas y diarias de los técnicos se pueden dividir en dos 14

tipos: a) Las relacionadas con la máquina, como limpieza; mantenimiento con sueros y reactivos; calibración y controles de calidad rutinarios y aleatorios. b) Las relacionadas con los procesos de análisis, como recepción, identificación y preparación de muestras biológicas; la distribución y la “alimentación” a los autoanalizadores y…, como dice un analista entrevistado: “deben estar alerta a las alarmas”… “y avisar al analista”. Un técnico que trabaja con los denominados “automáticos de rutinas”, dice: “Al principio no parece rutinario, pero después es una rutina, aquí siempre es lo mismo”. “El trabajo es siempre lo mismo”…“la tarea es manual, `meter tubos’, y visual, `ver las repes´, si pasan de determinados rangos hay que repetir la medición de los parámetros”. “Aquí haces trabajos rutinarios, todo es un trabajo rutinario, no tienes que saber muchas cosas para saber desarrollar tu trabajo, ni nosotros ni los analistas”. “Al principio, nosotros y los analistas, empezamos casi de cero”. Sobre el control dice un técnico: “Si un analista ve un parámetro desviado, también lo veo yo que está desviado, porque el sistema y la alarma lo indica”. Un técnico simplifica las tareas: “Los técnicos manipulan las muestras y las máquinas, los analistas se limitan a firmar (validar)”. La automatización introdujo en el laboratorio nuevos actores ajenos al laboratorio, como son los ingenieros que diseñan los equipos y los ingenieros técnicos que resuelven diariamente los problemas y averías del funcionamiento de las máquinas. Este último actor, es ya un miembro más de los laboratorios y con dedicaciones casi “full time” al mismo. Son actores clave para el funcionamiento del laboratorio, equivalentes a los operarios de mantenimiento de la industria estudiada por Crozier en Francia56. Sobre la cualificación Aunque existen discursos, tanto de analistas como de técnicos, que consideran que su actividad y sus puestos de trabajo requieren cualificación. La verdad es que la observación del funcionamiento genera muchas dudas de que esto sea así. Algunos consideran que sus puestos se han recualificado por el hecho de utilizar la informática. Otros discursos son menos optimistas preocupándose por la rutina y por propio el futuro de sus puestos. Un analista reconoce que los ingenieros y su sentido común han logrado que: “Los equipos no tienen dificultad ninguna. Están hechos para tontos”. También existen reconocimiento de que la automatización ha supuesto una “pérdida de cualificación” de los analistas y que sus actividades son rutinarias y repetitivas.

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El impacto técnico en la estructura de estos laboratorios aún no ha terminado, ya que existen proyectos para una mayor robotización que supondrá la puesta en marcha “cadenas de autoanalizadores, que unen todas las áreas en el Core del laboratorio (bioquímica general, hematología y orina) para la validación facultativa”. DISCUSIÓN/CONCLUSIONES La automatización de los laboratorios constituye un proceso de racionalización que previsiblemente se profundizará en el futuro y que posibilita establecer cadenas de producción en organizaciones externas a los propios hospitales. Las transformaciones de los laboratorios pasan por varias fases: primero los analistas-artesanos, segundo el incremento productivo y la división taylorista del trabajo, y tercero la automatización y la redefinición del puesto en el espacio de cualificación (Maurice et al, 1982). El criterio de Naville de la cualificación como tiempo de formación académica, dota a los analistas facultativos de poder para establecer la división del trabajo. La automatización de los laboratorios está determinada por actores externos de la industria que “colocan” estas tecnologías vinculadas al consumo de sus productos fungibles complementarios. Su aceptación ha sido posible porque su diseño no cuestiona el control del poder en el espacio del laboratorio. La nueva tecnología respondió al incremento de la demanda de pruebas con una fuerte productividad, sin incrementos de personal. Por tanto, la alianza de los laboratorios con las empresas tecnológicas es fructífera en términos económicos para ambas partes. La automatización del laboratorio público es mayor que el privado y se relaciona con mayores volúmenes de productividad. Pero cuando se compara el ratio de personal por productividad, los resultados del laboratorio privado son mejores que los del público. No se confirma la tesis pesimista que relaciona la introducción tecnológica como estrategia para ahorrar costes, sino que su introducción parece obedecer a lógicas particulares, en el privado las económicas y en el público posiblemente las lógicas políticas. Los equipos automatizados son “sistemas expertos” (Child et al. 1.985) diseñados por ingenieros que codifican y programan conocimiento humano para producir resultados fiables. El programa procesa automáticamente productos y auto-evalúa las desviaciones de los parámetros prediseñados. Por tanto, estas tecnologías poseen un alto potencial 16

descualificador del trabajo de analistas y técnicos al reducirlo a unas cuantas tareas rutinarias (Fernández Enguita M., 1986)57. Existe un paralelismo con el trabajo de las secretarias y los procesadores de texto informáticos, o con los impresores y las nuevas tecnologías de la impresión. La intensa automatización sugiere una descualificación o “proletarización técnica” (Derber, Ch. 1982)58 de los analistas facultativos que pierden el control sobre el proceso de trabajo, ahora inserto en la máquina y el software. Este hecho confirmaría la hipótesis pesimista y la idea de Castells (1997:272) del riesgo de descualificación de los analistas porque su saber está codificado. Pero los analistas redefinen sus puestos con nuevos contenidos centrados en tres aspectos: a) control sobre el trabajo de los técnicos; b) redefinición de sus tareas; y c) control del programa automatizado. Los analistas, aunque ya no controlen el diseño técnico, definen el espacio de control del laboratorio responsabilizándose del trabajo de los técnicos. Enriquecen los contenidos de sus actividades revalorizándolas como el control de calidad, aunque está preprogramado en el sistema; la validación de resultados, y otras nuevas como: la consultoría a los clínicos; la generación de demanda mediante: “pruebas en cadena”, y el estudio de procesos bioquímicos. Estos últimos aspectos denota la aspiración a controlar un espacio de autonomía generador de sus propios productos. Actualmente las pruebas analíticas son dependientes de la demanda externa de los clínicos. Todos estos aspectos sugieren espacios de recualificación apoyada en su formación superior (Castillo et al, 1999). La descualificación del trabajo de los técnicos y percibida por ellos mismo. Sus actividades centradas en la producción, la “alimentación” y vigilancia de la máquina y sus alarmas, tareas de naturaleza manual, repetitivas y rutinarias; manejo de poca información; seguimiento de normas de procedimientos establecidas por los programas de las máquinas o los analistas; y una formación básica y profesional, están alejadas de las tesis optimistas de recualificación (Castillo et al, 1999). La denominación académica y formal de “Técnico Superior” asumida por los “técnicos de laboratorio” encubre una situación de trabajo descualificado. El funcionamiento con los autoanalizadores y robots requieren una especialización que se puede adquirir mediante un aprendizaje tácito para el puesto y sin que requiera una especial cualificación (Castells, 1997). La racionalidad técnica de los equipos también tiene incertidumbres como averías y fallos que obligan a desarrollar habilidades y recualificaciones tácitas para resolver los problemas in situ y a demandar la asistencia técnica 17

de los ingenieros de las máquinas. De esta manera los proveedores disponen de información directa de la tecnología en activo, de sus fallos y necesidades que les permite una innovación y mejora continuada y la venta de esas innovaciones. Entre los técnicos del laboratorio público existen estrategias para controlar áreas de actividad más enriquecedoras y escapar de las potencialmente descualificadoras, como son las áreas con máquinas robotizadas y “automáticos de rutina”, cuyo trabajo ritualizado amenaza el puesto mismo (Dadoun, 1998). Los A.T.S., con mayor experiencia y antigüedad en el laboratorio, establecen alianzas con los analistas para controlar puestos menos rutinizados, mientras que los “técnicos especialistas”, con menos poder y faltos de alianzas ocupan los puestos vinculados a los equipos automatizados donde predomina la rutina. La tecnología automatizada de estos laboratorios influye en la naturaleza del trabajo, pero no se puede decir que los efectos sobre la cualificación dependan exclusivamente de la tecnología. Existen otros factores de influencia como es el poder relativo de los actores dentro de ese espacio de control, como son los casos de analistas y A.T.S. El resultado es la coexistencia de descualificación técnica, recualificación y un taylorismo informatizado. La recualificación de los analistas facultativos es definida mediante el control; la descualificación de los técnicos consecuencia de la ejecución técnica y rutinizacion de las tareas. El taylorismo informatizado se basa en la distinción entre los ingenieros que diseñan los equipos y en menor medida del acceso de los analistas a cierto control de la programación y la dimensión operativa de los técnicos. No se puede decir que se confirme la tesis optimista de que la automatización produce una recualificación, sino que ésta cuando existe viene derivada por otras variables como es el control del espacio de cualificación.

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