Autoficción: volcamiento y distanciamiento en la obra de Juan Diego Mejía

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Descripción

En 1922, Walter Lippmann propuso una distinción entre el entorno y el pseudo-entorno (las percepciones que se hacen de este). Esta distinción es inoperante en la novelística de Juan Diego Mejía en la que el lector acepta como ciertos los eventos presentados por el narrador-personaje a pesar de que este no solo prescinde de la pretensión de objetividad sino que deja ver las marcas de la ficcionalización: lo que ocurre está mediado por lo que percibe y lo que percibe se funde con lo que imagina que, adicionalmente, suple la información a la que no se puede acceder directamente. En la medida en que esta obra consiste en la reelaboración ficcional de la experiencia biográfica del escritor, la vida que se narra es el resultado, además de las selecciones y omisiones que implica lo autobiográfico, de la reivindicación de la vida imaginada sobre la vida vivida. La imaginación constituye además un esfuerzo por acceder al otro, a sus motivaciones desconocidas, apenas intuidas, sospechadas o, abiertamente, imaginadas, para dar forma estética a la comprensión (como perdón, es decir, donación de sentido). De este modo, de la memoria a la imaginación o de los hechos vividos a los imaginados, se debilita la noción de verdad al reconocerse la verosimilitud-veracidad de las ficciones que le son sucedáneas o que la complementan.
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