Ataque a la Escuela Pública, una oportunidad

May 22, 2017 | Autor: H. Saltalamacchia | Categoría: Estado y políticas públicas, Estado, Docentes, Huelga, Escuelas Públicas, Educacion
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Descripción

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Ataque a la Escuela Pública, una oportunidad Homero R. Saltalamacchia UNTREF Elegir a los gremios docentes para ejemplificar el deseo de disciplinar a los trabajadores es una demostración clara de los rasgos del gobierno PRO-Radical de Cambiemos en la Argentina. En un mismo movimiento, violentando la ley, este gobierno trata de destruir derechos adquiridos de los docentes y destruir las fuentes de educación ciudadana, destruyendo las bases de toda conciencia ciudadana sobre sus derechos e incluso de la voluntad de luchas por ellos. Ya otros gobiernos liberales (de los golpes de estado cívico-militares de 1966 y de 1976 y de los gobiernos Menemistas), habían golpeado duramente al sistema educativo público argentino. Durante esos gobiernos, con la excusa de bajar el déficit del estado nacional, se produjo un traspaso de la educación primaria a los gobiernos provinciales sin las partidas presupuestarias correspondientes. De ese modo, la calidad educativa sufrió duros atentados, previos al de la arremetida de este gobierno. Con el gobierno de Cambiemos, profundizando esa tendencia, y junto a otras medidas, se trata es de someter a los maestros a salarios situados en los límites de la línea de pobreza; haciéndoles imposible perfeccionarse y cumplir las tareas que usualmente requieren trabajar en sus propias casas (como preparar clases y corregir tareas escolares). Pero no es principalmente ese ataque y sus consecuencias lo que someteré a la atención de los lectores, sino una reflexión sobre la necesaria participación de las fuerzas políticas anti-liberales en la constitución de redes locales de apoyo a la lucha docente lucha y de colaboración con una disputa que se irá desplegando a lo largo de los años porvenir, en el empeño de recuperar la calidad de una educación pública que indudablemente continuará siendo devaluada. Apoyo que debe organizarse mediante redes locales que, al constituirse, fortalecerán la participación ciudadana en la gestión educativa y su conexión con las necesidades y posibilidades de las poblaciones de cada lugar del país.

Nosotros, el estado “El estado soy yo”, dicen que afirmaba el “Rey sol”, representante supremo de las monarquías soberanas frente a las que se irguieron, de diferentes modos, los burgueses europeos y sus intelectuales, representantes del pensamiento ilustrado, del iusnaturalismo y de la economía política liberal. Conocido es ese surgimiento de nuevas formaciones estatales y sus respectivas normas y justificaciones. Pero en este caso quiero recordar dos de sus rasgos, usualmente menos concientes, dada su fuerte implantación e incorporación hegemónica. El primero y principal fue extirpar de la vida socio-económica todo vestigio de la dominación capitalista y de sus formas de ejercicio de la política en la vida social (creando el concepto de “sociedad civil”, como el lugar pre-político de individuos libres e iguales frente a la ley) y la segunda (complementaria de aquella) fue presentar al Estado, como un ente responsable de la dominación legítima (tal como Weber lo presentase), sin evocación alguna al dominio capitalista, que combinara de diversos modos las dominaciones étnicas, regionales y de clase. Oculta su dominación, los empresarios podían coaccionar a los gobiernos cada vez que se alejasen de las políticas que le fuesen desfavorables. Y podían hacerlo presentándose como defensores heroicos de la “libertad ciudadana” frente a los dominadores. Subterfugio que, junto a los recaudos anti mayoritarios que defendiese Alexander Hamilton con éxito, pudieron

2 contener los progresos de las mayorías populares sin llegar a los “estados de excepción”, salvo momentos de crisis de representatividad, esto es, de crisis de sus capacidades hegemónicas. Valga esa muy esquemática descripción para mostrar, hasta qué punto, hablar del Estado como una entidad separada de la sociedad (y de los sistemas de dominación en ella presentes ) consolida la hegemonía capitalista; apoyándose justamente en una forma de entender nuestras relaciones sociales que ha sido internalizado casi sin discusiones. En esa concepción, el denominado “Estado” hace alusión a los Poderes electivos y no electivos (como la burocracia del Poder Judicial y las otras burocracias); lo que, en democracia es un error, pues expulsa de la idea de estado a la ciudadanía y todas sus otras formas de organización. Error que, según propongo desde hace un tiempo, ha de solucionarse reservando la denominación estado al estado nación. Configuración gestada en períodos más o menos prolongados en el que se fueron gestando las instituciones en las que participan todos sus ciudadanos. Sea como actores de las instituciones públicas gubernamentales y como de las instituciones públicas no gubernamentales. Idea que nos permite realzar los aspectos políticos de todas nuestras acciones ciudadanas en ese conjunto de instituciones en que nos socializamos, colaboramos y entramos en conflicto, como miembros de una comunidad nacional (desde nuestras actuaciones en clubes sociales y deportivos, iglesias, cooperativas, comités partidarios y comedores comunitarios, por mostrar solo algunas de las formas de organización en las que estoy pensando). Visibilidad de los aspectos políticos de nuestras acciones que nos hace responsables de sus efectos, por acción u omisión, sobre la calidad de las democracias en las que vivimos o de la calidad de nuestras impugnaciones a las formas no democráticas del estado del que somos ciudadanos. Ese aspecto político de las acciones se distingue en las diferentes formas de sociabilidad que reúnen empresarios prestigiosos con jueces y burócratas políticos, por ejemplo. Pero también en la resistencia de los maestros, que se rehúsan a aceptar que la escuela pública se convierta un lugar en que, maestros mal pagos trabajando en escuelas mal equipadas, deban hacerse responsables de la formación de nuestros hijos (que hoy en los barrios populares requieren de esas escuelas incluso para complementar una alimentación que la caída de los salarios paternos no puede completar). Como también es política la ausencia paterna en la protección de la escuela pública, promovida desde los tanques de opinión liberal) o, en caso contrario, es también política la producción de redes territoriales de enseñanza/aprendizaje, en los que la escuela es un módulo indispensable, pero no aislado, sino fuertemente integrado a su entorno.

Escuela y estado en la Argentina En la Argentina, ese complejo de relaciones de dominación que es el estado-nación se estableció bajo la hegemonía de la alianza de las oligarquías del litoral con el estado y los empresarios que negociaban con ellos, preferentemente los de Gran Bretaña. La escuela pública cumplió, desde esos años, la función de crear la nacionalidad argentina en el interior de ese estado oligárquico: su relato fundante fue el de la historia de Bartolomé Mitre, uno de los principales artífices de ese estado oligárquico. Hecho que (estaría demás decirlo si no pululasen interpretaciones a-históricas, que creen combatir en el presente tomando partido en causas que ya sucedieron) no desmerece la importancia de los logros de esa escuela, en la que el guardapolvo blanco fue un intento de igualar aquellos que los sistemas de dominación diferenciaban, en la calle y en las casas. Pero con todas sus virtudes y deficiencias, la escuela del siglo XIX y mitad del siglo XX fue la escuela de un estado oligárquico, jerárquico, con sus Poderes colonizados por apellidos de lustre agro-ganadera y comercial. Desde 1946, los dos primeros gobiernos peronistas

3 intentaron cambiar esas relaciones de fuerzas, profundizando derechos de la clase obrera, como el radicalismo yrigoyenista lo hiciera antes para las clases medias. La integración de la escuela con el barrio (con las cooperadoras escolares) fue un paso en esa dirección. Pero incluso esos avances fueron barridos por la represión del peronismo y de los sectores populares post 1955; y desde entonces poco se recuperó y nada se avanzó en la integración de las escuelas en el vecindario. El sistema educativo, conducido por una organización burocrática extremadamente jerárquica, que entendía a la escuela insularizada de su entorno, siempre impidió que se ocasionasen sinergias con los vecinos. Lo que reforzaba la tendencia hacia una enseñanza débilmente poco conectadas con las realidades cotidianas de sus estudiantes. Ese aislamiento contribuyó a formas de enseñanza incapaces de comprender las peculiaridades de los estudiantes y formas de aprendizaje semi-automatizadas, incapaces de conectar lo aprendido con habilidades percibidamente útiles en el exterior de la escuela. Generalmente, el resultado fue el desinterés y el fracaso escolar, sobre todo en las escuelas de los barrios más pobres. Resultado que los gobiernos democráticos como los posteriores al 2003 (que lograron permanecer y transformar nuestra vida cotidiana en muchos aspectos) no supieron evitar. Entre otras cosas porque la mayor parte de nuestros políticos, burócratas e intelectuales ──entendidos como organizadores y dirigentes, en la tradición gramsciana── siguen creyendo en que el Estado es una entidad separada de la sociedad, tal como logró hacernos creer la hegemonía liberal sobre nuestros pensamientos.

Escuela y territorio Uno de los actuales desafíos escolares es el de incorporar conocimientos ─novedosos y en permanente cambio─ en poblaciones de diferentes formaciones identitarias. Para conseguirlo, la educación ──víctima de estructuras burocráticas que homogeneizan saberes── debe convertirse en una experiencia localmente diseñada. El enfoque territorial es actualmente una opción que permite generalizar experiencias en las que redes barriales conecten al personal docente (maestros, supervisores y directivos) con las especificidades socio económicas del entorno escolar. Su principal misión es la de convertir a la escuela en parte de una gestión barrial de la enseñanza/aprendizaje, en que los vecinos y maestros asuman responsabilidades en su concepción y gestión). Permitir que ello ocurra integra a la escuela en las necesidades y posibilidades de su territorio, al tiempo en que fortalece a los maestros en su lucha por la dignidad de sus salarios y condiciones de trabajo. Por sus rasgos, el enfoque territorial constituye un paradigma de la intervención pedagógica que incorpora valores de horizontalidad, transversalidad y corresponsabilidad, capaces de abrir la escuela a su entorno y de aportar un capital social útil al municipio. Producido ese cambio, los alumnos podrán integrar saberes (cuya utilidad perciben) en relación activa con los maestros y éstos aprender, de estudiantes y padres, cuáles son los rasgos del entorno escolar; aprendizaje que habrá de permitir un lenguaje común y contenidos integrados en las experiencias y en las necesidades del territorio en el que trabajan. Si tal integración se consigue, será posible una gestión colectiva de las demandas hacia los gobiernos regionales y centrales, al mismo tiempo en que se generaran estudiantes que, en el futuro, puedan insertarse en tareas productivas en sus respectivas regiones; futuro que puede dar sentido al esfuerzo por aprender.

La lucha de los maestros Pese a su difusión, el enfoque territorial está lejos de haber sido incorporado por la sociedad. En este momento de ataques reiterados a la escuela pública discutir sobre esas articulaciones de los maestros con sus territorios debe ser una prioridad para la gestión de las instituciones

4 barriales y municipales, desde los clubes, las asociaciones vecinales, las unidades básicas y comités de todas las fuerzas populares en la argentina, los comedores, los sindicatos, etcétera. La construcción de esas redes debe ser algo buscado por los maestros, ya que la lucha ni puede limitarse al ejercicio de una huelga que, en el largo plazo aleja a los maestros de los intereses y posibilidades de los padres (que no tienen con quien dejar a sus hijos mientras trabajan). Esto no quiere decir que sea errada la estrategia hasta ahora elegida. Pero sí que no puede ser sostenida eternamente y debe integrase en otro tipo de acciones. También significa que la lucha de los maestros no es solo de ellos, sino también de los padres ─que necesitan saber que sus hijos tendrán una educación acorde a los requerimientos de la sociedad actual── y junto a los padres, es una aspiración de todos los que queremos que la sociedad comprenda cual es la dignidad de la política. Sobre todo, cuando ella nos pone erguidos ante desafíos como el de este gobierno, cuyo sello oligárquico pretende producir una argentina integrada en la gobernanza de las redes trasnacionales. Redes que insisten en bajar los costos laborales creando ingentes masas de desocupados o sub-ocupados, con la amoralidad propia de los CEOs que la gestionan. Paradojalmente, en un mundo en el que las posibilidades científico tecnológicas permitirían una integración humana inédita, pero que marcha en dirección a guerras, producidas por la desesperación de los aplastados por su dominio, y hacia la destrucción del medio ambiente, debido la producción indiscriminada de contaminantes de todo tipo. Frente a ese destino, convertir a la lucha en favor de la escuela pública en un ejercicio de organización de redes ciudadanas es una oportunidad que no debemos desaprovechar.

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