ASOCIACIONISMO Y PRACTICAS CATOLICAS EN LOS AÑOS TREINTA: LA ACCION CATOLICA TUCUMANA Y LA CONFIGURACION DEL LAICADO

September 2, 2017 | Autor: Lucia Santos Lepera | Categoría: Iglesia Católica, Sociabilidad, Asociacionismo
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ASOCIACIONISMO Y PRACTICAS CATOLICAS EN LOS AÑOS TREINTA: LA ACCION
CATOLICA TUCUMANA Y LA CONFIGURACION DEL LAICADO

Lucía Santos Lepera*


En Vidal, Gardenia y Blanco, Jessica (Comp.), Estudios de la Historia
de Córdoba en el siglo XX, tomo II, Córdoba, Ferreyra Editor, 2010, pp. 19-
36.




La Acción Católica fue la culminación de los intentos de la jerarquía
eclesiástica por configurar un laicado católico centralizado y ordenado.[1]
En base a las disposiciones emanadas desde el Vaticano, la asociación debía
representar "la participación de los laicos en el apostolado
jerárquico".[2] Tal consigna revelaba las tentativas de establecer un
lugar destacado a los fieles en la estructura jerárquica de la institución
con el fin de integrarlos a la misión recristianizadora proyectada por la
Iglesia. En efecto, en los años treinta se fortaleció la idea de un
catolicismo en retaguardia cuya influencia social se había visto disminuida
frente al avance del liberalismo, concebido como la fuente de la
degeneración de las costumbres, del laicismo en la escuela y del repliegue
de la religión al ámbito de la vida privada. Desde este punto de vista,
imperaba la necesidad de catolizar una sociedad que se había vuelto presa
de los valores modernos. Frente a tal diagnóstico, la jerarquía ubicaba en
la Acción Católica el instrumento capaz de orientar los intentos de
instauración de una nueva cristiandad, un renovado orden social y político
que proponía basarse en los principios del catolicismo. Esta vertiente
católica integral, hegemónica durante el período, reclamaba "cambios en la
manera de vivir la religión y en las formas de acción social más acordes a
las transformaciones que se daban en el país".[3]
De esta forma, de acuerdo a la idea de apostolado laico que se
configuró en esos años, los militantes de Acción Católica debían colaborar
con el objetivo de catolizar todos los ámbitos de la sociedad a partir de
una actitud y una voluntad ofensivas. En otras palabras, debían "recuperar"
para la Iglesia la influencia social perdida durante los años de predominio
liberal. Sin embargo, cabe señalar que en el discurso de la jerarquía tal
imperativo de catolización de la sociedad no recibió una delimitación clara
respecto a su proyección en la práctica. La retórica de la autoridad
eclesiástica se refería fundamentalmente al comportamiento de los
militantes católicos y a la actitud ofensiva con que debían asumir su nuevo
lugar. Concebido de ese modo, para el conjunto de fieles el principio de
catolización comportaba signos difusos y ambiguos que lo convirtieron en
objeto de constantes reinterpretaciones a lo largo de la década. Ahora
bien, ¿Cómo se pensaba recuperar la sociedad para el catolicismo más allá
del discurso de reconquista de la jerarquía católica? ¿Qué aspectos se
consideraban significativos para la consolidación de la presencia católica
en la vida pública? ¿Cuáles fueron las estrategias desplegadas por la
Acción Católica para llevar a cabo sus objetivos? El presente trabajo se
desarrolla en el marco de tales preguntas y busca ensayar algunas
respuestas a partir del análisis del caso tucumano.
La primera parte del trabajo aborda el análisis de las matrices
formativas de la Acción Católica Tucumana (ACT) y de los actores que
participaron en el proceso de su conformación. De esta forma, se procura
identificar a los miembros que organizaron su primera Junta Diocesana y
señalar los obstáculos que encontraron para configurar una asociación que
tenía como base de su estructura el núcleo parroquial. En segundo lugar,
nos interesa introducir el análisis en el mundo de las prácticas. A partir
del abordaje de las actividades, la experiencia y las preocupaciones de los
militantes de ACT es posible dar cuenta de las dificultades y de las
marchas y contramarchas por las que atravesó la asociación durante sus
primeros años. En síntesis, nos interesa desentrañar las estrategias
desplegadas por la Iglesia con el objeto de proyectar en la sociedad la
construcción de una nueva cristiandad.


1.-Orígenes y conformación de la Acción Católica Tucumana: la "vanguardia
de católicos laicos"

Agustín Barrere fue designado obispo de Tucumán el 16 de enero de
1930. Desde su primera carta pastoral explicitó su propósito de fortalecer
la institución y aludió a la nueva actitud que debían asumir los laicos con
el fin de proyectar los principios del catolicismo en la sociedad. Desde
esta perspectiva, Barrere proclamaba una cruzada por el restablecimiento
del "Reino de Dios" y llamaba a los fieles católicos a dar un "verdadero
grito de guerra, guerra obligada, de la que nadie que tenga uso de razón
puede eximirse, guerra a veces larga, penosa, a menudo violenta, pero de
éxito seguro para los valientes que, lejos de rehuir el combate, de
desertar las filas de nuestro Rey y Capitán, Jesucristo, lo siguen doquiera
los llame […] Luchar así es vencer".[4]
Esta "lucha" debía llevarse a cabo, según el Obispo, en el contexto de
una sociedad que se había alejado del cristianismo y cuya fe se encontraba
debilitada. La guerra debía librarse entonces frente a "la moda y el teatro
inmoral, las nuevas costumbres, la prensa no católica, el cinematógrafo
malsano y las diversiones reñidas con las exigencias de la virtud".[5] En
este sentido, la organización de la ACT -cuyo objetivo consistía en reunir
las actividades de los laicos en una entidad única y obediente a las
directivas de la jerarquía- fue la estrategia central del Obispo tucumano
para garantizar la "restauración en Cristo".
Ahora bien, ¿en qué sentido la Acción Católica (AC) vendría a
"renovar" el catolicismo? Las editoriales del Boletín Diocesano señalaban
que, como consecuencia de la difusión de los postulados del liberalismo,
reinaba en la sociedad una religiosidad débil en la que los católicos
reducían su fe a ciertas prácticas externas como la misa dominical, el
bautismo de los hijos o el casamiento canónico. De esta forma, los
católicos "ignoraban que el seglar como el sacerdote tiene el deber de
servir a la Iglesia en sus justos anhelos de expansión del reino de Dios".
La misión de la AC era abarcar en toda su amplitud la vida católica: "toda
la vida privada y toda la vida pública".[6] Se buscaba con esto que la
religión no se circunscribiese a un mundo individual e íntimo sino que se
vea plasmada en todos los ámbitos de la sociedad. En otras palabras, la AC
proponía una forma de vivir católica.
El punto de partida para la formación de la ACT fue la semana de
estudio organizada en mayo de 1931 donde los Pbros. Antonio Caggiano y
Silvino Martínez explicaron su funcionamiento y objetivos y a partir de la
cual se iniciaron una serie de reuniones entre el Obispo tucumano y los
futuros miembros dirigentes con el objeto de proyectar la nueva asociación.
La culminación de este proceso se vio representada en la ceremonia de
oficialización de los primeros miembros efectivos a fines de 1932. La
Iglesia reconocía así a la "vanguardia de católicos laicos" que bajo la
dirección de la jerarquía formarían la "avanzada de la selecta milicia de
la Acción Católica Tucumana".[7] De esta forma quedaron constituidos los
Consejos Diocesanos (CD) de las cuatro ramas y la Junta Diocesana (JD) de
la Acción Católica local.[8]
Un breve repaso por la lista de nombres de los primeros socios revela
que la elección del Obispo Barrere se circunscribió a una elite de
católicos ilustres cuyos apellidos se destacaban por su actividad política
y social. A lo largo de la década de 1930 aparecen repetidamente en cargos
dirigentes nombres como los de José Padilla, Tomás A. Chueca, Jorge
Nougués, Máximo Cossio Etchecopar, Juan B. Terán, Rufino Cossio, José María
Paz, Fernando de Prat Gay, Benjamín Cossio, Manuel Posse, entre otros.[9]
En líneas generales, entre estos primeros miembros dirigentes de ACT
encontramos industriales y profesionales vinculados a la actividad
azucarera, pertenecientes a familias tucumanas tradicionales y cuya
incursión en la política podía darse desde el radicalismo o el
conservadurismo.[10] Lo mismo ocurría entre las primeras socias
oficializadas de las ramas femeninas cuyos apellidos nos remiten
directamente a familias tradicionales y católicas y eran, a su vez, las
esposas de los socios arriba mencionados. En este sentido, cabe mencionar a
María Helguera de Frías, primera presidenta del consejo diocesano de Damas
católicas, Elvira Cossio Etchecopar de la Vega, María Angélica Chueca,
Josefina Nougués Romero de Cossio Etchecopar, Susana Paz Posse de Cossio y
Leonor de Wurschmidt. El resultado de este proceso fue la concentración de
un sector de la elite tucumana en los cargos directivos de la asociación
-consejos diocesanos y JD- quienes pertenecían a su vez a las parroquias
céntricas de la Capital.[11]
De esta forma, la ACT se vio favorecida por la intervención de un
sector de la elite vinculada a la industria azucarera local que participó
en su organización desde los primeros años. Algunos industriales
conformaron la JD y otros colaboraron directamente con la financiación de
sus actividades y su funcionamiento a partir de donaciones y de
suscripciones a las publicaciones de la asociación.[12] Eran los "católicos
pudientes" a los que se apelaba recurrentemente para contribuir a la
"causa" de la Iglesia. Probablemente la decisión del nuevo Obispo tucumano
de acudir a este sector de la elite local para organizar la ACT hundía sus
raíces en una larga tradición de estrecha y fluida vinculación entre los
industriales azucareros y la Iglesia católica local.[13]
Las actas de reunión de la JD revelan que, por lo menos hasta mediados
de los años treinta, la conformación de AC fue un proceso complejo, plagado
de marchas y contramarchas y, por lo tanto, lejano a la imagen del
crecimiento pujante y armónico que le atribuyen las memorias de la
Iglesia.[14] Una de las primeras preocupaciones de la JD fue promover la
formación de Juntas Parroquiales (JP) en todo el territorio provincial. A
través de la instauración del "régimen de visitas", los primeros dirigentes
se dividieron la tarea de frecuentar las parroquias de la diócesis para
garantizar la conformación y el buen funcionamiento de la asociación.
Naturalmente, debieron sortear en el proceso una serie de dificultades
entre las que se destacaba la escasa colaboración de los curas párrocos,
sobre todo aquellos que estaban a cargo de parroquias cuyas jurisdicciones
abarcaban un extenso territorio.[15] Tales dificultades fueron reconocidas
por Barrere, quien debió intervenir en numerosas oportunidades para exigir
al clero diocesano su participación en la conformación de la nueva
asociación. En un comunicado dirigido a los curas párrocos, Barrere admitía
"que no sea posible constituir [Juntas Parroquiales] de inmediato en todas
[las parroquias], máxime en las rurales, no lo ignoramos, pero sabemos que
en algunas de éstas y en las urbanas, no sólo es posible sino relativamente
fácil".[16]
Tal como lo revelaban las palabras del Obispo, las JP que se
conformaron más rápidamente -entre 1932 y 1933- y que reflejaron cierta
continuidad en su funcionamiento fueron las de las parroquias más
importantes de la capital. Con una población urbana concentrada a su
alrededor y un grupo que colaboraba previamente con las actividades
parroquiales, la conformación de centros y círculos de AC fue viable.
Por otro lado, las primeras actas de reunión de la JD denotan cierta
improvisación e informalidad en la organización inicial de la asociación.
En este caso, un aspecto que generó más de un problema fue la falta de una
"sede social". Durante mucho tiempo la JD y los Consejos no tuvieron un
local propio donde efectuar sus reuniones y programar sus actividades. Así,
las reuniones reglamentarias de la JD variaban entre la iglesia Catedral y
el local cedido por la Sociedad de Beneficencia de la provincia. Por su
parte los Consejos se reunían en lugares distintos, en el caso de las Damas
católicas lo hacían en casa de su presidenta, María Elvira Helguera de
Frías.[17] Recién a fines de 1936, a partir de la donación de Máximo
Etchecopar, la ACT logró tener una sede propia. Otro factor preocupante
para los dirigentes diocesanos fue la falta de una comunicación fluida con
las autoridades centrales. Para que la AC iniciara su funcionamiento era
indispensable que la Junta Central enviara folletos explicativos para
distribuirlos entre los socios. Sin embargo, en las actas constan quejas
recurrentes por la falta de información y la tardanza en las respuestas
desde Buenos Aires. De la misma forma, las JP que habían logrado
conformarse en los primeros años lamentaban la "falta de directivas" y la
desorientación que experimentaban. En una carta enviada a José Padilla,
presidente de la JD, la JP de Monteros pedía información planteando que
"carecemos de todo norte concreto sobre la actuación como entidad y por lo
tanto nada podemos obrar a conciencia y con conocimiento de causa".[18]
Desde la JD les respondieron que otras JP se encontraban en la misma
situación pero que lamentablemente no tenían "material para enviar" ya que
la Junta Central no se los proveía.
Estos breves ejemplos dan cuenta de un proceso complejo, donde los
miembros a quienes se encomendó la tarea de organizar la AC se enfrentaron,
en primer lugar, al desconocimiento de los objetivos y la naturaleza de la
nueva asociación. La falta de información, las resistencias ejercidas por
algunos curas párrocos, la indiferencia y "apatía" de sectores de la
población que no comprendían la "importancia de su misión" fueron algunos
de los problemas más importantes que la Iglesia debió enfrentar para
difundir la AC en la provincia.[19] De esta forma, los primeros años de la
ACT se desenvolvieron en un contexto incierto en el que el "nuevo rol de
los laicos" y las actividades que debían desarrollar no parecían estar del
todo delimitadas. No obstante, con el paso del tiempo la AC lograría
adquirir forma e iría cobrando un sentido más preciso para sus dirigentes.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, a continuación nos proponemos
analizar la dinámica de funcionamiento, los temas que preocupaban a la
dirigencia de AC y las estrategias desplegadas para difundir el catolicismo
en la sociedad, objetivo por excelencia de su apostolado.


2.- La ACT frente a la "neoconversión de un mundo paganizado": prácticas y
estrategias del asociacionismo católico


En la primera semana de estudio organizada por la Acción Católica
Tucumana, el obispo diocesano Agustín Barrere proclamó los fines de la
nueva asociación: "la Acción Católica, auxiliar de la jerarquía, tiene la
noble ambición de cooperar a la neoconversión de un mundo paganizado. Con
este fin se organizan actos públicos como esta semana de cultura, en la que
se estudian cuestiones de vital importancia."[20] Ahora bien, ¿en qué
consistía esta "neoconversión" y cómo pensaba llevarse a cabo?
Como vimos, en sus primeros años la ACT se desarrolló principalmente
en la capital de la provincia contando con el apoyo de un sector de la
elite económica y social. En ese contexto, se consideraba a estos primeros
militantes lo suficientemente formados en la doctrina católica como para
comenzar la tarea de apostolado y de formación de militantes. En el intento
de cumplir con este cometido, la JD organizó semanas de estudio sobre
encíclicas papales[21] y sesiones de lectura de los estatutos de AC, creó
círculos de estudio y organizó conferencias privadas y públicas sobre temas
específicos. Tales actividades remitían a un proceso en el que la idea de
laico era racionalizada a partir del fomento de instancias de formación y
de normalización. En lo que respecta a las conferencias, éstas tenían el
doble fin de promover la instrucción de militantes y servir como medio de
difusión de la doctrina católica. De alguna manera, las iniciativas de los
dirigentes de AC se encontraban atravesadas por la tensión entre el
fortalecimiento doctrinal de un sector militante acotado y la necesidad de
acrecentar el número de socios en sus filas, aún cuando la formación
religiosa de los potenciales miembros no resultase satisfactoria. Esto
formaba parte de la tensión entre cantidad y calidad que recorrió la
historia de la asociación.[22]
Desde su origen, la AC adoptó de manera sistemática el uso de
conferencias como una estrategia para apelar a las conciencias de los
católicos e infundir las nuevas formas de apostolado, retomando una
práctica de fuerte arraigo entre los católicos desde fines del siglo
XIX.[23] Para su organización, la JD designaba una comisión responsable,
cuyos miembros hacían uso de sus vínculos personales para comprometer a los
conferencistas. Estos últimos podían ser miembros de la AC local,
autoridades nacionales o sacerdotes reconocidos. Así, fruto de la relación
con Ernesto Padilla (h), quien actuaba como una suerte de delegado de la JD
en Buenos Aires, se organizaron numerosas conferencias que tuvieron como
invitados a Mons. De Andrea, al Padre Laburu, Dr. Juan Cassiello, entre
otros. El mundo de las conferencias era un ámbito principalmente masculino:
fueron los dirigentes de la rama de hombres a los que se recurría para
disertar sobre los temas elegidos.[24]
Aspectos como la moral católica, el matrimonio y, posteriormente, la
enseñanza religiosa eran vistos como decisivos para la consolidación de la
presencia de la Iglesia en la vida pública. La prioridad de los temas que
componían la agenda de la ACT derivaba de las pautas emanadas desde la
Junta Central o del obispado tucumano. Tal situación no se vio exenta de
tensiones entre las autoridades nacionales y locales. En ciertas
oportunidades, el acatamiento de las directivas nacionales por parte de la
JD implicó el desplazamiento de inquietudes locales. En este sentido, cabe
traer a cuenta un problema que se presentó apenas constituida la ACT: en la
primera reunión de la JD sus miembros se mostraron interesados en el
problema social como un tema urgente a tratar y proyectaron invitar a Mons.
Franceschi a un ciclo de conferencias en Tucumán sobre la Doctrina Social
de la Iglesia y la encíclica de Pio XI "Quadragesimo Anno". Sin embargo, en
la reunión siguiente llegaron directivas de la Junta Central sobre "la
necesidad de protestar ante las cámaras por la posible ley de
divorcio".[25] Inmediatamente los miembros de la JD se concentraron en las
campañas en contra del divorcio a través de la recopilación de firmas, el
envío de cartas a la cámara de diputados y senadores, visitas a las JP
existentes para concientizar a sus miembros sobre la gravedad del problema
y la organización de una "Semana de Cultura" para tratar la encíclica
"Casti Connubii" de Pio XI sobre el divorcio. De este modo, frente a los
requerimientos de la Junta Central, el ciclo de conferencias debió dejarse
de lado. Resultan sugerentes las palabras de apertura que Barrere -en
ocasión de la Semana de Cultura- dedicó a los temas que debían orientar el
apostolado de la ACT: "Muchas son las cuestiones que solicitan en muy alto
grado nuestra atención ¿Cuáles de ellas elegir? No siempre será la más
importante en sí en el orden individual, social y religioso, sino la que
las circunstancias imponen […] La escogida ahora fue el matrimonio, de
palpitante actualidad".[26]
En los años siguientes, los temas que acapararon la atención del
laicado organizado en AC fueron la enseñanza religiosa y el problema de la
moralidad. La educación era considerada una de las áreas más importantes
para permear la sociedad,[27] lo que explica los esfuerzos que dedicó la AC
desde mediados de los años treinta para imponer la enseñanza religiosa en
las escuelas de la provincia. La degeneración en las costumbres y la
escuela laica -fenómenos que se habrían expandido producto del avance del
liberalismo en la sociedad argentina- fueron el blanco de las críticas en
las semanas de estudio. En ese esquema, se volvía necesario retomar la
supuesta "esencia católica" del pueblo tucumano: "la escuela laica es
contraria a los sentimientos religiosos de la inmensa mayoría del pueblo
argentino, católico por tradición y convicción. Con la implantación de
dicha escuela se han roto los moldes de nuestra historia renegando de la
religión de nuestros mayores, que tejiera la urdimbre espiritual de nuestra
nacionalidad".[28] Con estas palabras, Sisto Terán, presidente de la ACT,
inauguró la Semana Social de estudio de la encíclica "Divinis Illius
Magister" en julio de 1935. El objetivo de la ACT con estas jornadas era
"que se haga luz sobre el problema educacional" a través de la lectura de
conferencias por parte de miembros de la asociación que estudiaron
específicamente los contenidos de esa encíclica.[29]
Entre las estrategias desplegadas para instalar en la agenda pública
los temas de preocupación del catolicismo, los miembros de ACT manifestaron
la necesidad de una relación fluida con los poderes públicos. Si las
conferencias estaban dirigidas a fortalecer la formación doctrinal de los
socios y eran, a su vez, la forma de difundir la moral católica por vía de
la persuasión, la apelación al Estado tenía por objetivo imponer la moral
católica por otra vía: la de la censura. La JD logró que la comisión de
Moralidad de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán aceptara como
delegado con voz y voto a un representante de la ACT. Así, se recurrió en
numerosas ocasiones al gobierno municipal solicitando la prohibición de
funciones teatrales y cinematográficas consideradas "inmorales", o pidiendo
que se retire de circulación revistas y libros "perniciosos". De la misma
forma, organizaron una serie de reuniones con el jefe de policía por las
disposiciones dictadas por la municipalidad a fin de evitar los "escándalos
e inmoralidades en los balnearios públicos" y los "trajes indecorosos".[30]
El trabajo conjunto con la policía resultaba indispensable para garantizar
el respeto de la "moral católica" y emprender las acciones necesarias
contra el avance del comunismo. Con este último fin, se encomendó al
Consejo Diocesano de los jóvenes católicos reunir los datos precisos de los
centros comunistas existentes en la capital y en Tafí Viejo -con "expresión
de nombres y domicilios"- a fin de colaborar con el jefe de policía y su
compromiso de "hacer desaparecer todos los centros comunistas."[31] De a
poco, se fue configurando entre la Iglesia y el gobierno el acuerdo en
torno a una moralidad posible en la que los principios católicos parecían
permear los resortes del Estado.
Cabe mencionar que el problema de la política y su relación con la
militancia del laicado católico fue objeto de reflexión a lo largo de los
primeros años. Según el obispo Barrere la AC estaba "fuera y sobre los
partidos políticos […] pero entra de lleno en la política cuando los
partidos tocan los derechos de Dios o de la Iglesia o cuando su programa de
acción contiene ideas reprobadas por la Iglesia." Asimismo "interviene ante
los poderes públicos oficialmente como representante de los católicos de la
nación, haciendo oír su voz o protesta por motivos religiosos y no
políticos."[32] Evidentemente las fronteras entre los motivos considerados
"religiosos" y "políticos" eran muy lábiles y, por momentos, confusas.
Como ha sido señalado, miembros importantes de ACT ocuparon cargos
públicos a nivel local, provincial y nacional, circunstancia aprovechada
para tramitar subsidios y ayudas económicas del Estado y para difundir las
campañas y proyectos del laicado católico. En este sentido, la existencia
de una serie de vínculos personales y familiares era central a la hora de
ejercer influencia en la dinámica política local. En circunstancias
concretas como la necesidad de gestionar subsidios y favores políticos, de
estas redes dependía la materialización de proyectos y las respuestas a sus
pedidos.[33]
En este punto conviene detenernos brevemente en la campaña organizada
en 1936 por la ACT para imponer la enseñanza religiosa en las escuelas
públicas de la provincia. A través de este ejemplo podremos exponer de
forma más detallada la manera en que los miembros de la JD movilizaban sus
vínculos y organizaban concretamente las "campañas de difusión" tan
características de la AC.
El problema educacional no era ajeno a las preocupaciones de la ACT,
que venía instando a discutir sobre el tema desde 1935. La consigna que
debía difundirse desde el púlpito y en las calles -y que se había
convertido en el leitmotiv de la Iglesia a nivel nacional- era el "regreso"
de la enseñanza religiosa a las escuelas públicas. Una de las críticas más
generalizadas al liberalismo era justamente el proceso de secularización
que había conllevado y que tuvo como corolario la ley 1420 que establecía
la enseñanza primaria gratuita, obligatoria y laica.[34] En los años
treinta el tema de la enseñanza religiosa se debatió en provincias como
Buenos Aires, Salta, Corrientes, Catamarca, Santa Fe y Córdoba.[35]
Si bien la jerarquía católica junto con la JD de la AC habían
insistido, a través de artículos publicados en el boletín y en la prensa
local, en instalar el tema en la agenda política llamando la atención sobre
la necesidad de un debate al respecto, fue recién en 1936 cuando se desató
la polémica a partir del proyecto de ley de enseñanza religiosa en las
escuelas públicas y represión del comunismo presentado en la Cámara de
Senadores de la Provincia.[36] Los diarios locales dieron amplia difusión
al debate suscitado y reprodujeron durante más de dos meses las opiniones
de personajes destacados de la política y la cultura.[37] Al igual que las
conferencias, el debate y las réplicas de los católicos se desenvolvieron
en un marco exclusivamente masculino.
En esas circunstancias, Barrere dio a conocer la postura de la Iglesia
provincial insertándose en la polémica. Mediante comunicados oficiales
aplaudió y apoyó la iniciativa que "está por encima de los intereses
partidarios y consulta únicamente el bienestar moral de la niñez y la
juventud y por consiguiente los intereses superiores de la provincia".[38]
Frente a las incipientes elecciones legislativas, no dudó en invitar a los
párrocos de la provincia a llamar la atención de "los ciudadanos con
derecho de voto, significándole que es deber grave de conciencia negar su
sufragio a los candidatos que, en las próximas elecciones, no se
comprometieran a votar el proyecto de ley sobre enseñanza religiosa
obligatoria".[39] En Tucumán, Barrere no dejó pasar la oportunidad de
ejercer presión sobre gobernantes y legisladores a quienes convocaba a
"ilustrar vuestro criterio en una cuestión tan importante y puntualizando
las normas de conducta a que debéis ceñiros unos y otros […] contribuyendo
a que conozcan o recuerden las obligaciones que se derivan de la doctrina
católica".[40]
La ACT llevó a cabo una campaña en distintos frentes con el objeto de
difundir el nuevo proyecto de ley y promover su sanción. En primer lugar,
era necesario conseguir los fondos suficientes para solventar las
iniciativas. Hasta el momento, la AC no había conseguido resolver el
problema de su financiamiento ya que las cuotas de los socios no alcanzaban
a cubrir todos los gastos. En esta oportunidad la solución inmediata fue
organizar una comisión compuesta por Susana Paz Posse de Cossio, Sofía
Nougués de Terán y Emilia Frías Silva de Posse para visitar los ingenios
cuyos directivos se mostraban afines a la causa católica y obtener
donaciones en efectivo.[41] Seguidamente, el presidente de la JD, Sisto
Terán, se reunió con el Obispo para discutir "la conveniencia de hablar con
el Gobernador sobre la implantación de la enseñanza religiosa en las
escuelas provinciales como asignatura".[42] Asimismo, convinieron en
realizar las gestiones que fueran necesarias ante los funcionarios públicos
para alcanzar la sanción de dicha ley.
En lo que respecta a la campaña de movilización emprendida por la AC,
esta consistió en la recolección de firmas a favor de la enseñanza
religiosa, concentraciones públicas en la plaza principal y frente al poder
legislativo e impresión de panfletos que identificaran a los militantes de
la causa con el texto: "en nuestro carácter de católicos nos adherimos a la
enseñanza religiosa en las escuelas de la provincia".[43] En esta
oportunidad, la consigna de la enseñanza religiosa volvió a movilizar a un
sector importante de la sociedad tucumana. Cada acto era organizado
minuciosamente por la JD: circulaban invitaciones a las JP del interior, se
buscaba solventar los gastos de traslado de sus miembros y se organizaban
procesiones que culminaban usualmente en la plaza principal donde
militantes especialmente seleccionados por la JD o el Obispo disertaban
sobre el tema y cuyos discursos se transmitían por altoparlantes.
Finalmente cabe mencionar las sesiones cinematográficas que se organizaban
en algunas parroquias para atraer la atención del público y transmitir la
necesidad de crear conciencia sobre la importancia de votar por candidatos
a legisladores verdaderamente comprometidos con el proyecto católico.
En síntesis, la AC desplegó un amplio abanico de estrategias e hizo
uso de métodos modernos para instalar el debate sobre la enseñanza
religiosa en la escena pública. El cinematógrafo, instrumento tan
vilipendiado hasta el momento por ser identificado como el origen de la
degeneración de las costumbres en la sociedad moderna, se convirtió en una
vía eficaz para difundir la doctrina católica. En efecto, desde principios
de 1931 se venían publicando artículos en el Boletín Diocesano llamando a
los católicos a hacer uso de nuevas técnicas: "sería en efecto ridículo
para los católicos el que en las relaciones ordinarias de la vida moderna
no quisieran usar sino métodos antiguos".[44] El autor del texto se refería
en este caso a la "importancia del cine como instrumento de difusión de las
ideas religiosas".
Resulta interesante profundizar la mirada sobre esta campaña
organizada por la AC, dado que se trató de una coyuntura en la que asomaron
distintos aspectos que invitan a repensar algunos de los nudos
problemáticos que rondan al asociacionismo católico. Nos referimos, por
ejemplo, a la forma en que se motorizaban los vínculos en el ámbito de la
sociedad civil y en la política. No es un dato menor que, en estas
circunstancias, Rufino Cossio -médico católico, presidente del Consejo de
Hombres de AC y afiliado al partido radical- propusiera que la asociación
se provea de los padrones electorales para que sirvan de base a la campaña
personalizada que pretendían llevar a cabo antes de las elecciones y
aseguren una determinada cantidad de votos a los legisladores católicos. En
una dirección similar, solicitaron a la Inspección general de parroquias de
la provincia los datos estadísticos de las personas bautizadas para dar
contenido empírico a las argumentaciones que intentaban demostrar que el
pueblo tucumano era en esencia católico.[45]


3.- Consideraciones finales

A lo largo de los años treinta, a partir del establecimiento de
Acción Católica se fue configurando un nuevo concepto de laico cuyo rol
debía desempeñarse en el marco de la estructura jerárquica de la
institución y bajo las directivas de la autoridad eclesiástica. La idea de
un laicado-militante, en principio construida desde la retórica de la
jerarquía, tenía como horizonte inmediato renovar un catolicismo que
parecía debilitado en su influencia social. En ese contexto, si bien se
definía la actitud ofensiva que los fieles debían adoptar para ocupar su
nuevo lugar, el rol que les correspondía asumir y su proyección en la
práctica no estaban del todo delimitados.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, intentamos analizar a partir
del caso tucumano las fluctuaciones y desplazamientos de sentido a los que
estuvo sujeto el imperativo de catolización de la sociedad en función de
las estrategias que desplegó la AC para consolidar la presencia de la
Iglesia en la vida pública. Con este fin, en la primera parte del trabajo
situamos los orígenes de la ACT, el perfil de los actores que participaron
en su conformación y la forma en que se propusieron proyectar la asociación
en el territorio provincial. Como ha sido señalado, se trató de un proceso
complejo que tuvo por momentos ribetes confusos e inciertos, en el que
debieron sortearse una serie de dificultades propias del desconocimiento de
la naturaleza de esta nueva asociación.
En segundo lugar, la exploración del espectro de actividades que la JD
llevó a cabo en sus primeros años y los temas que concitaron su atención
nos ofreció algunos indicios sobre las prácticas católicas de los años
treinta y las estrategias desplegadas para proyectar la catolización de la
sociedad. En ese contexto, la difusión de consignas como la indisolubilidad
del matrimonio y la enseñanza religiosa obligatoria concentraron las
energías del laicado católico en los primeros años. Su articulación con el
poder político, la ocupación del espacio público con movilizaciones
callejeras, la organización de eventos sociales y culturales como las
semanas de estudio y la práctica de las conferencias, fueron las
estrategias a las que apelaron los militantes de AC para plasmar la
reconquista católica de la sociedad con las que llenaron una consigna cuyos
alcances resultaban difusos e indefinidos.
Sin embargo, el mismo imperativo que había delineado aquellas
preocupaciones y se había proyectado mediante las estrategias mencionadas
se iría reformulando con el correr de los años. A partir de la creación del
secretariado Económico-Social en 1937 se introdujeron nuevas preocupaciones
en el laicado católico. Poco a poco, la ACT iría articulando su militancia
alrededor de la denominada "cuestión social" que a nivel provincial se
vinculaba directamente con la cuestión obrera y los problemas que aquejaban
al mundo del trabajo en la industria azucarera. Desde principios de los
años ´40, los esfuerzos dirigidos a catolizar la sociedad se concentrarían
cada vez más en la formulación de proyectos legislativos para modificar las
condiciones de vida de los trabajadores y llevar los principios del
catolicismo a ese sector social. Para ese entonces, la ACT encontraría en
otros ámbitos los aspectos decisivos para la consolidación de la presencia
católica en la vida pública.


Bibliografía

-. Acha Omar. "Notas sobre la evolución cuantitativa de la afiliación en
Acción Católica Argentina (1931-1960)" en biblioteca virtual del Programa
Buenos Aires de Historia Política del siglo XX,
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/acha.pdf
"Teoría y praxis de la militancia católica: las jóvenes de la
Acción Católica de la ciudad de Buenos Aires (1940-1945)", presentado en el
II simposio internacional sobre religiosidad, cultura y poder, Buenos
Aires, Argentina, 2008.


-. Bianchi Susana, "La conformación de la Iglesia católica como actor
político-social. Los laicos en la institución eclesiástica: las
organizaciones de elite 1930-1950", Anuario IEHS 5, Tandil (1990)

-. Blanco Jessica. Modernidad conservadora y cultura política: la Acción
Católica Argentina 1931-1941. Córdoba: Facultad de Filosofía y Humanidades,
UNC, 2008.
"La Acción Católica Argentina y su conformación como espacio
público (1931-1941)" en biblioteca virtual del Programa Buenos Aires de
Historia Política del siglo XX,
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/blanco.pdf

-. Bravo María Celia y Teitelbaum Vanesa, "Socialistas y católicos
disputando el mundo los trabajadores. Protesta, sociabilidad y cultura
obrera en Tucumán (1895-1910)" presentado en las V Jornadas Nacionales de
Espacio, Memoria e Identidad, Rosario, octubre de 2008.

-. Lida Miranda. "El renacimiento católico en la Argentina del siglo XX.
Usos y abusos de una consigna recurrente" presentados en las XI Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, Argentina 19 al 22 de
septiembre de 2007.


-. Luna Elba y Cecconi Elida coord. De las cofradías a las organizaciones
de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa en Argentina.
1776-1990, Buenos Aires: Gadis, 2002.

-. Mallimaci Fortunato. "Movimientos laicales y sociedad en el período de
entreguerras. La experiencia de la acción católica en la Argentina",
Cristianismo y Sociedad 108, México (1991).

-. Zanatta Loris. Del Estado Liberal a la Nación Católica. Iglesia y
ejército en los orígenes del peronismo 1930-1943 Buenos Aires: Universidad
Nacional de Quilmes, 1996.
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* ISES-Becaria Conicet. Este trabajo pertenece a una investigación más
amplia que se lleva a cabo en el marco del proyecto "Actores, Política y
Problemática social, Tucumán (1880-1966) dirigido por la Dra. María Celia
Bravo y financiado por el Consejo de Investigaciones de la Universidad
Nacional de Tucumán. Agradezco las lecturas de Leandro Lichtmajer,
Florencia Gutierrez, Alejandra Landaburu y María Celia Bravo.
[1] En los últimos años la Acción Católica Argentina fue objeto de
renovados estudios, entre ellos cabe destacar los de Jessica Blanco, "La
Acción Católica Argentina y su conformación como espacio público (1931-
1941)", disponible en historiapolitica.com,
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/blanco.pdf (último acceso
8/02/2009) y Modernidad conservadora y cultura política: La Acción Católica
Argentina 1931-1941, (Córdoba: Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC,
2008). Asimismo, Omar Acha ha trabajado distintos aspectos de la
asociación, ver por ej. "Notas sobre la evolución cuantitativa de la
afiliación en Acción Católica Argentina (1931-1960)", disponible en
historiapolitica.com,
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/acha.pdf (último acceso
5/02/2009); "El laicado católico pasa a la acción, Argentina 1952-1955"
(presentado en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia,
Tucumán, Argentina, 19 al 22 de septiembre de 2007), "Teoría y praxis de la
militancia católica: las jóvenes de la Acción Católica de la ciudad de
Buenos Aires (1940-1945)", (presentado en el II simposio internacional
sobre religiosidad, cultura y poder, Buenos Aires, Argentina, 2008). Una
propuesta de debate sobre la Iglesia católica argentina en los años treinta
en Miranda Lida, "El renacimiento católico en la Argentina del siglo XX.
Usos y abusos de una consigna recurrente" y "El catolicismo de masas en la
década de 1930 en la Argentina. Una revisión historiográfica" (presentados
en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán,
Argentina 19 al 22 de septiembre de 2007). En general, estos trabajos
revisan algunos aspectos de los estudios realizados previamente por Loris
Zanatta, Del Estado Liberal a la Nación Católica. Iglesia y ejército en los
orígenes del peronismo 1930-1943 (Buenos Aires: Universidad Nacional de
Quilmes, 1996); Susana Bianchi, "La conformación de la Iglesia católica
como actor político-social. Los laicos en la institución eclesiástica: las
organizaciones de elite 1930-1950", Anuario IEHS 5, Tandil (1990);
Fortunato Mallimaci, "Movimientos laicales y sociedad en el período de
entreguerras. La experiencia de la acción católica en la Argentina",
Cristianismo y Sociedad 108, México (1991).
[2] Archivo del Arzobispado de Tucumán (AAT), "La Semana Nacional del
Clero" en Boletín Oficial de la Diócesis de Tucumán (BODT), 1/02/1931.
[3] Blanco Jessica, Modernidad conservadora y cultura política…, Cit., 36.
[4] AAT, "Carta Pastoral del Ilmo. Señor Obispo Diocesano", BODT, 3/08/1930
[5] AAT, "Comunicado por visita ad limina", BODT, 12/04/1931
[6] AAT, "Lo que es la Acción Católica", BODT, 21/08/1932
[7] AAT, "Ceremonia de oficialización de los primeros asociados efectivos a
la Acción Católica en la Diócesis", BODT, 21/08/1932.
[8] Las cuatro ramas se dividían bajo criterios de edad y sexo: la rama de
Hombres, de Damas y las de Jóvenes. En un principio, la JD de ACT se
compuso con los miembros dirigentes de los Consejos Diocesanos de las
cuatro ramas designados por Monseñor Barrere. Un análisis de la estructura
y organización de la ACA en Jessica Blanco, Modernidad conservadora y
cultura política… Cit.
[9] José Padilla fue el candidato conservador a gobernador en 1928 y 1934.
Fue administrador del Ingenio San Pablo y fue Ministro de Agricultura de la
Nación durante la presidencia de Ortiz. Tomás Chueca fue Ministro de
Hacienda durante la gestión del gobernador radical Miguel Campero (1935-
1939) y posteriormente ejerció funciones durante la gestión de Miguel
Critto (1939-1943). Máximo Cossio Etchecopar fue médico perteneciente a una
familia vinculada estrechamente a la actividad azucarera y lideró a
principios de los años ´40 el Partido Cívico Popular, un desprendimiento
del Partido Demócrata Nacional en la provincia de Tucumán. Juan B. Terán
(h) fue abogado e industrial azucarero del ingenio Santa Bárbara y director
de la revista Norte Argentino. Manuel D. Posse, industrial azucarero, fue
dueño del ingenio Esperanza. Rufino Cossio fue senador nacional por la UCR
y Ministro de Hacienda del gobierno de Miguel Critto. Fue presidente del
Directorio de la Compañía Azucarera Ingenio San Juan. José María Paz
Nougués fue dueño del ingenio Concepción y presidente del CAR. Fernando de
Prat Gay fue presidente de la Compañía Azucarera del Norte y del Ingenio
Leales. Fue senador provincial por el radicalismo concurrencista entre 1934
y 1936 y seguidamente asumió como diputado nacional, cargo que ejerció
hasta 1943.
[10] Sin embargo, se observaba también la presencia de algunos miembros
inmigrantes que no pertenecían a las citadas familias tradicionales como
por ejemplo José Wurschmidt, José Rubio Polo o Juan Eduardo Tenreyro. Lucía
Santos Lepera, "La Acción Católica tucumana: sociabilidad y cultura
religiosa en los años treinta. El caso del Centro de Hombres de San Pablo"
(presentado en la Jornada Académica Catolicismo y sociedad de masas en la
Argentina de la primera mitad del siglo XX, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, 6 noviembre de 2008).
[11] La variable que determinaba la pertenencia a un centro o círculo
parroquial de AC era el lugar de residencia. Se puede comprobar a través de
las memorias de las asambleas diocesanas que quienes resultaban electos
dirigentes de la JD pertenecían en mayor medida a parroquias céntricas
importantes. Jessica Blanco ha marcado esta tendencia en Córdoba donde la
elite se concentraba en puestos directivos mientras que los miembros de las
parroquias periféricas provenían de otro sector social. Jessica Blanco,
Modernidad conservadora y cultura política… Cit., 115.
[12] Las listas de católicos pudientes que colaboraban con la AC eran casi
siempre encabezadas por los industriales azucareros Alfredo Guzmán y Ramón
Paz Posse. Las publicaciones católicas como el BODT y La voz del Consejo
(prensa de la Asociación de Hombres de AC que duró sólo unos meses) eran
sostenidas con el aporte de los ingenios Santa Lucía (de la S.A. Santa
Lucía de la que formaban parte entre otros Evaristo Etchecopar, Manuel
Terán y José Frías Silva), Los Ralos (de la firma Avellaneda y Terán), San
José (de Justiniano Frías), Amalia (de la Sociedad Griet hnos. en cuyo
directorio participaba Juan B. Terán), Mercedes (de la flia. Padilla), San
Juan (de Ramón Paz Posse), San Pablo (de la firma Nougués hnos.), Bella
Vista (de Manuel García Fernández), Concepción (de Alfredo Guzmán),
Esperanza (de Wenceslao Posse), San Antonio (propiedad de Gallo y Peña).
[13] Si bien no se encuentran trabajos específicos que den cuenta de la
relación entre los industriales azucareros y la Iglesia católica local,
cabe señalar algunos aspectos que reflejan la naturaleza de esta relación
como el aporte de dinero y tierras a favor de la Iglesia por parte de
industriales. Por otro lado, muchas de las parroquias habían sido en su
origen capillas construidas por los dueños de los ingenios quienes a su vez
se hacían cargo de la manutención de los respectivos curas párrocos y de
los oficios religiosos.
[14] Como por ejemplo la memoria publicada en el BODT el 23/05/1942.
[15] Nos referimos principalmente a las parroquias de los departamentos de
Trancas, Graneros, Leales y Burruyacu, caracterizados por una extensión
relativamente grande y una escasa densidad demográfica. Las quejas de los
párrocos en estas jurisdicciones eran recurrentes debido a que debían
recorrer todo el territorio y tenían el doble de trabajo que otros
párrocos. Lucía Santos Lepera, "La Acción Católica tucumana: sociabilidad y
cultura religiosa en los años treinta. El caso del Centro de Hombres de San
Pablo", Cit.
[16] AAT, "Carta Edicto a los Sres. Curas párrocos sobre la Acción
Católica", BODT, 7/02/1932.
[17] Archivo de la Acción Católica Tucumana (en adelante AACT), Actas de
reunión de la Junta Diocesana (JD), Tomo I, 27/10/1932.
[18] AACT, Carpeta con correspondencia de Juntas Parroquiales (1933-1980),
Parroquia de Monteros, 15/06/1932.
[19] Todos estos aspectos pueden analizarse en la correspondencia que
sostenía la JD con las Juntas Parroquiales y los curas párrocos. AACT,
Carpeta con correspondencia de Juntas Parroquiales (1933-1980).
[20] AAT, BODT, 4/06/1933.
[21] La ACT organizó en mayo de 1933 una Semana Social de estudio de la
encíclica "Casti Connubii" de Pio XI sobre el divorcio y en 1935 una Semana
Social de estudio de la encíclica "Divinis Illius Magister" de Pio XI donde
se desarrolla el tema de la educación cristiana en los jóvenes. AACT, Actas
de reunión JD, Tomo I.
[22] ACHA Omar, "Notas…", Cit. En la memoria presentada a principios de
1936 por la asociación de Hombres de la AC se justificaba "el no aumento
apreciable de socios" en la necesidad de "la selección que necesariamente
hubo de ir realizándose a medida que la Acción Católica tomaba cuerpo". De
esta forma, la rama de Hombres decía privilegiar la formación de los
miembros existentes frente a los esfuerzos por reclutar nuevos socios. AAT,
BODT, 24/06/1936.
[23] La modalidad de conferencias populares que se organizaban en las
plazas y las calles era practicada por los católicos desde principios de
siglo XX para competir con los socialistas y anarquistas, especialmente en
el mundo del trabajo (donde se intentaba difundir el mutualismo, la
moralización y el disciplinamiento de los obreros). María Celia Bravo y
Vanesa Teitelbaum, "Socialistas y católicos disputando el mundo los
trabajadores. Protesta, sociabilidad y cultura obrera en Tucumán (1895-
1910)" (presentado en las V Jornadas Nacionales de Espacio, Memoria e
Identidad, Rosario, octubre de 2008).
[24] La intervención femenina en las reuniones o asambleas diocesanas -en
el caso que se aceptara- se circunscribía a sus "temas de interés" esto era
"la mujer y el Evangelio", "la formación doctrinal de los niños", etc.
Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política… Cit. 65. En la
Semana de Estudio organizada por la ACT en mayo de 1933 con el objeto de
reflexionar sobre la encíclica "Casti Connubii" de Pio XI, se procuró
incluir una mujer en la lista de disertantes para que hablara en público
sobre "la mujer y la familia". Sin embargo, cuando se publicó el programa
definitivo esta opción fue descartada por la JD. AAT, BODT, 7/05/1933 y
28/05/1933.
[25] AACT, Actas de reunión de JD, Tomo I, 25/08/1932.
[26] AAT, "Semana Social de estudio de la Acción Católica", BODT,
4/06/1933.
[27] Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política… Cit., 166.
[28] Archivo Sisto Terán, "Continuó ayer tarde la semana de Cultura
Católica en la Alberdi", diario La Gaceta, 4/07/1935.
[29] Las jornadas estuvieron abiertas al público y se llevaron a cabo en el
salón de la Biblioteca Alberdi para fomentar una mayor convocatoria.
Disertaron Sisto Terán, Francisco Padilla y José Wurschmidt, miembros de la
JD local.
[30] AACT, Acta de reunión de JD, Tomo I, 17/10/1935. Se referían
específicamente al balneario público de la Aguadita.
[31] AACT, Acta de reunión de JD, Tomo I, 12/11/1936. En Tafí Viejo se
concentraba una importante cantidad de población obrera que trabajaba en
los talleres ferroviarios. Se trataba de los talleres de mayor envergadura
en ese rubro en toda América Latina y tuvieron su apogeo en la década del
'40. María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum, "Socialistas y católicos
disputando el mundo los trabajadores… Cit.
[32] "La AC y la política", AAT, BODT, 1/3/1931.
[33] En su estudio sobre el asociacionismo en el siglo XX, Luis Alberto
Romero explica que la política aparece en este ámbito a través de la
gestión ante las autoridades, así se agrupaban e intentaban incidir en un
ámbito en que lo administrativo llevaba a lo político. Luis Alberto Romero,
"El Estado y las corporaciones, 1920-1976", en De las cofradías a las
organizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa
en Argentina. 1776-1990, coord. Elba Luna y Elida Cecconi (Buenos Aires:
Gadis, 2002). El ejemplo más elocuente en el caso tucumano fue la solicitud
de ayuda económica al gobierno provincial gestionada por la ACT cuando
Rufino Cossio -ex dirigente de la asociación- asumió como Ministro de
Hacienda durante el gobierno radical de Miguel Critto. AACT, Actas de
reunión de JD, Tomo I, 25/05/1939.
[34] En los artículos publicados en el BODT el concepto de liberalismo
aparecía directamente asociado al proceso de secularización en que se
habría sumido el país a fines del siglo XIX. A principios de los años
treinta las críticas al liberalismo se concentraban mayormente en este
aspecto. Eran casi inexistentes los artículos de opinión anunciando la
decadencia de la democracia parlamentaria y de la política partidaria,
estas críticas irían ganando espacios hacia fines de los años treinta.
[35] Zanatta Loris, Del Estado liberal a la Nación católica. Iglesia y
Ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943… Cit, pág. 173. Respecto
a la provincia de Córdoba Zanatta señala que, si bien ya existía la
enseñanza religiosa, los sectores católicos lograron doblegar la
resistencia laica. Jessica Blanco también señala la situación diferente de
Córdoba debido a la "existencia ininterrumpida de la enseñanza catequística
como materia". Por esta razón considera que el debate educativo fue de
"resistencia" en el sentido de "mantenimiento de posiciones consolidadas".
Blanco Jessica, Modernidad conservadora y cultura política…Cit. pág. 173.
[36] El proyecto de ley fue presentado por un grupo de senadores que
pertenecían a distintos partidos políticos a fines del período legislativo:
Francisco Gordillo Villafañe, José Tula Molina, León Rouges, Luciano
Irrazabal y Tomás A. Chueca (radical). El PE de la provincia, por entonces
bajo signo radical, en nombre de la "libertad de cultos" y la "libertad de
pensamiento" no apoyó el proyecto. La ley no llegó a sancionarse ya que con
el recambio de la legislatura, en el año 1937, este proyecto no se volvió a
considerar. La Gaceta, 11 septiembre de 1936. La enseñanza religiosa en las
escuelas públicas se concretaría recién después del golpe de Estado de
1943.
[37] Ver diarios La Gaceta y El Orden durante los meses de noviembre y
diciembre de 1936.
[38] "Una declaración sobre el proyecto de la enseñanza de la religión
católica en las escuelas formuló el obispado" en La Gaceta, 17 noviembre
de 1936.
[39] "La voz de nuestros prelados. Comunicado oficial del señor obispo de
Tucumán acerca de la enseñanza religiosa", Boletín de la Acción Católica
Argentina, 15 de diciembre de 1936, pp. 752-753, citado en Loris Zanatta,
Del Estado Liberal…, Cit.
[40] AAT, "Carta pastoral sobre la enseñanza religiosa y la educación
cristiana", BODT, 14/02/1937.
[41] AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 13/08/1936.
[42] AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 22/10/1936.
[43] AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 26/11/1936.
[44] AAT, "El cine y las cuestiones sociales", BODT, 3/05/1931.
[45] AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 26/11/1936.
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