Articulación de género y profesión: ser mujer y psicóloga en Chile”.

September 16, 2017 | Autor: M. Reyes Espejo | Categoría: History Of Psychology, Woman Studies, Biographical Research
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Descripción

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UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE FACULTAD DE HUMANIDADES ESCUELA DE PSICOLOGÍA

ARTICULACIÓN DE GÉNERO Y PROFESIÓN: SER MUJER Y PSICÓLOGA EN CHILE

Tesis para optar al título profesional de Psicólogo Mención Psicología Clínica

Alumnos: María Isabel Reyes Espejo. Luis Eduardo Toledo Araya. Helia Andrea Vargas Valdés. Profesora Guía: María Inés Winkler Muller. Profesoras Correctoras: Ximena Wolff. Beatriz Aramburú. Irene Magaña. Santiago, Septiembre de 1999

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Dedicamos esta tesis a Angela, Bernarda, Cecilia y Esperanza, que al abrirnos la ventana de su mundo interno, hicieron posible esta investigación. Agradecemos a nuestras familias por el apoyo y comprensión, a los profesores, profesoras y a todos aquellos hombres y mujeres que colaboraron e incentivaron nuestra formación y educación.

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INTRODUCCIÓN En el desarrollo de la ciencia ha ido adquiriendo importancia el estudio de la historia de las distintas disciplinas. La Psicología no está ajena a este proceso, y su investigación histórica cobra relevancia en la medida en que se convierte en un aporte al conocimiento y avance de la disciplina. De acuerdo a lo postulado por Rubén Ardila 1

(1986) al tener un marco de referencia histórico será posible conocer de mejor manera la situación actual y futura de la Psicología. En Chile, las escasas publicaciones sobre la historia de la Psicología se centran fundamentalmente en sus orígenes, fundadores, figuras destacadas, formación profesional, principales corrientes teóricas y similares (Juan Pablo Toro & Julio Villegas, 1999; Mayra Miranda & Marcela Navarro, 1995; Eleonora Casaula, Jaime Coloma, & Juan Francisco Jordan, 1991). Estos estudios hacen referencia a un enfoque en el desarrollo de la historiografía que atiende fundamentalmente aquellos hitos y personajes que fueron captando el interés de los/as historiadores/as. De esta manera, se deja de lado la práctica más cotidiana, “la que no se desarrolla en los foros políticos y no se desprende de los datos registrados en fuentes oficiales” (Verena Radkau, 1986, p. 84). Al respecto, Jorge Aceves (1993) plantea que este acercamiento, al considerar casi exclusivamente la documentación escrita y relativa a los grupos hegemónicos, construye la historia del poder y la glorifica. Una mirada diferente es la que aportan otras corrientes dentro de la historiografía, agrupadas en lo que se ha denominado “la nueva historia”, que valoran la vida cotidiana y privada de los actores sociales en su significado histórico (Inés Vargas, 1996; Cecilia Salinas, 1993; Gabriela Cano & Verena Radkau, 1991; Verena Radkau, 1986). Es así como, Gabriela Cano y Verena Radkau (1991) plantean que este punto de vista tiende a borrar la separación sujeto-objeto y a incorporar la subjetividad

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Debido a que el uso de las iniciales en las referencias bibliográficas dificulta el reconocimiento de género, las citas incluirán los nombres de pila de los/as autores/as en los casos en que se logre acceder a la información.

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como elemento digno de análisis, haciendo visibles “a actores sociales escondidos en la sombra de toda historicidad” (p. 419). Se ha documentado que la mujer es una de las protagonistas que ha permanecido oculta, apareciendo sólo tangencialmente en los anales de la historia (Inés Vargas, 1996; Víctor Toledo, 1993; Nancy Russo & Agnes O`Connell, 1993; Marysa Navarro, 1993; Cecilia Salinas, 1993; Gabriela Cano & Verena Radkau, 1991; Janis Bohan, 1990; Elisabeth de Souza-Lobo, 1989; Michelle Perrot, 1988; Verena Radkau, 1986). La Psicología, en el registro de su historia, no está ajena a esta realidad; considera principalmente las contribuciones y desarrollos teóricos de personajes reconocidos como destacados, siendo en este contexto los aportes de las mujeres fundamentalmente omitidos o invisibles (Nancy Russo & Agnes O’Connell, 1993; Janis Bohan, 1990). La ausencia de la mujer de los registros históricos de la Psicología contrasta con la mayoritaria presencia de ésta en el ejercicio profesional (Nancy Russo & Agnes O`Conell, 1993), dejando en evidencia la escasa consideración de la práctica femenina de la profesión. En Chile, pese a la inexistencia de estudios acabados sobre la proporción de hombres y mujeres que ejercen como psicólogos/as, Juan Pablo Toro y Julio Villegas (1999) confirman una mayoritaria presencia femenina, que alcanza a un 70% en los registros del Colegio de Psicólogos de Chile; además, según los datos extraídos de 14 escuelas de Psicología de la Región Metropolitana, esta cifra fluctúa entre un 75% y un 80%. A partir de esto se confirma la relevancia de una aproximación histórica a la realidad de la práctica femenina de la profesión, dada a lo menos por su significativa participación en la experiencia profesional de la Psicología en el país. Con el propósito de acceder a una historia de la Psicología en nuestro país que vaya más allá de lo que hasta el momento está escrito y que incorpore la subjetividad y la vivencia de las propias actrices sociales en un contexto determinado, es que se pretende conocer los significados personales de psicólogas chilenas, respecto de su condición de mujeres y profesionales.

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Para el reconocimiento de esta nueva historia se hace necesario recurrir a fuentes de información alternativas que permitan “hacer hablar a los habituales silenciosos de la historia” (Michelle Perrot, 1988) y contribuir a un conocimiento, al cual las fuentes escritas e incluso gráficas no dan acceso. Tal fuente es la que proporciona la historia oral, metodología que permite revisar la relación entre el proceso social y la vida individual en un momento histórico determinado (Lutz Niethammer, 1993; Gabriela Cano & Verena Radkau, 1991; Sylvie Van de CasteeleSchweitzar & Daniele Voldman, 1988). La historia de vida, como técnica de la historia oral, posibilita un encuentro con contenidos claves que permiten la reconstrucción de una "historia" que va más allá de los contenidos personales que pueda entregar un individuo, incluyendo además aspectos relevantes del contexto social y cultural (Jorge Aceves, 1999; José Bengoa, 1999; Le Gall, 1988 en José Cornejo, 1995; Cristina Santamarina & José Marinas, 1994; Guillermo Magrassi & Manuel Roca, 1986). El análisis de los datos biográficos permite considerar y conectar estos distintos aspectos, centrando el estudio en la relación global que las mujeres tienen con diversas esferas (personal, profesional, familiar, social, cultural, entre otras). Por esta razón, la historia de vida o entrevista biográfica se constituye, para esta investigación, como el instrumento más adecuado para acceder a la información. A partir de las historias de vida de psicólogas chilenas se reconstruirá/n la/s forma/s en que se articulan sus vivencias y experiencias con respecto al género y a su profesión. Así, se intentará una aproximación comprensiva, permitiendo la inclusión de esta temática en el contexto sociocultural chileno. Esta investigación pretende ser una contribución al desarrollo de la psicohistoria, entendida como el estudio de los móviles de los procesos históricos así como de los motivos a través de la historia (Rudolph Binion, 1986, 1978); esta disciplina intenta aportar al conocimiento histórico a través de la revisión de las perspectivas individuales para la comprensión de la historia.

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La temática del género, en tanto que restablece la posición de la mujer en el análisis histórico de la humanidad (Elisabeth de Souza Lobo, 1989), permite ampliar la visión y reconstruir una nueva historia. La consideración de este análisis histórico abre puertas a la Psicología y a la psicohistoria, ya que permite acceder a la práctica cotidiana de la profesión reconociendo el papel protagónico de las mujeres en ella. Considerando lo anteriormente planteado, los objetivos propuestos para esta investigación son: Objetivos Generales: 1. Conocer los significados personales en torno al hecho de ser psicólogas, respecto de su condición de género y el ejercicio de la profesión en la Región Metropolitana. 2. Reconstruir la/s forma/s en que se articulan género y profesión a la luz de historias de vida de psicólogas chilenas. Objetivos específicos: 1. Reconstruir las historias de vida de psicólogas chilenas que ejerzan en la Región Metropolitana. 2. Reconocer algunas temáticas que puedan influir en los significados personales de psicólogas chilenas respecto a su condición de género. 3. Reconocer algunas temáticas que puedan influir en los significados personales de psicólogas chilenas respecto del ejercicio de la profesión en la Región Metropolitana. 4. Relevar, a través de las historias de vida, la/s forma/s en que se articula la temática de género en la experiencia de psicólogas chilenas. 5. Relevar, a través de las historias de vida, la/s forma/s en que se articula la temática de la profesión en la experiencia de psicólogas chilenas. 6. Relevar, a través de las historias de vida, la/s forma/s en que se articulan las temáticas de género y profesión en la experiencia de psicólogas chilenas.

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MARCO TEÓRICO La consideración de la mujer y de “lo femenino” como objeto de estudio impone desafíos importantes en cuanto a las formas de aproximación científica; en este sentido, se han desarrollado numerosos debates y reflexiones al interior de las ciencias sociales, respecto de la manera en que se debiera abordar estos temas. En la historiografía, puntualmente, cuestionamientos tales como “¿es posible una historia de mujeres?” (Michelle Perrot, 1988), han contribuido a ubicar la noción de género en el centro de la interrogante, aportando una nueva perspectiva para el estudio histórico. El concepto de género sitúa la relación de los sexos, ya no en un sentido exclusivamente biológico, sino desde una perspectiva social, definida por las prácticas sociales, representaciones simbólicas y roles, entre otras (Rosario Aguirre, 1990; Michelle Perrot, 1988). Por otra parte, para el estudio de la mujer en la historia, o como lo plantea Verena Radkau (1986) “para emprender una historiografía de mujeres”, además del concepto de género, es fundamental la noción de “vida cotidiana” o “cotidianeidad”, que enfatiza la subjetividad de los propios actores sociales (Gabriela Cano & Verena Radkau, 1991; Virginia Guzmán & Alicia Pinzás, 1991; Verena Radkau, 1986). La dimensión subjetiva, que permite rescatar las relaciones sociales entre los sexos (Rosario Aguirre, 1990), plantea la necesidad de considerar las relaciones de producción y reproducción establecidas en contextos socio-históricos definidos. Estas relaciones, asociadas a las diferencias de género, se transforman en elementos relevantes para la comprensión de los procesos de configuración de la identidad personal y de género. En este sentido, el trabajo o, en este caso, el ejercicio de la profesión de psicólogo/a se convierte en una categoría de análisis necesaria para acceder al conocimiento subjetivo de las actrices involucradas. De esta manera, a partir de los procesos individuales se pretende acceder a aspectos de mayor amplitud que posibiliten una comprensión más acabada del fenómeno estudiado, contextualizándolo en una perspectiva teórica que permita la

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articulación coherente del trabajo desarrollado. En consideración a lo anterior, se presentarán aspectos generales del constructivismo como marco conceptual, profundizando posteriormente en la metodología de la historia oral como vía de acceso a las temáticas de la investigación. Se abordarán también los conceptos de género e identidad de género, enfatizando además la inserción de la mujer en el ámbito del trabajo remunerado y, específicamente, su desempeño en la Psicología. 1. Constructivismo El constructivismo como paradigma alternativo dentro de las ciencias sociales surge en respuesta a los planteamientos positivistas que consideran la realidad como estable e independiente de sus observadores (Ana María Zlachevsky, 1997; Egon Guba & Yvonna Lincoln, 1994). Desde esta perspectiva, los fenómenos no son independientes del sujeto que los percibe o describe, sino más bien forman parte de él. Se descarta, entonces, la idea de “objetividad” y se da paso a una epistemología que intenta comprender a los propios observadores en su “subjetividad” (Rosario Correa, 1999; Fernando González, 1998; Ana María Zlachevsky, 1997; Mariane Krause, 1994). Para el constructivismo, las realidades son aprehendibles a través de las construcciones que realizan los individuos en torno a sus experiencias y a su contexto sociocultural (Egon Guba & Yvonna Lincoln, 1994; Mariane Krause, 1994). Estas construcciones sólo podrán ser evaluadas con relación a la cantidad de información que proporcionan con respecto a un determinado fenómeno y se reconocerán como perecederas o alterables en consonancia con la forma en que son estructuradas. Con lo anterior se intenta resaltar la importancia que le otorga el constructivismo a la idea de que el conocimiento sólo se acumula en forma relativa a través de la formación de construcciones más completas y en las que existe un consenso más o menos relativo entre los implicados (Egon Guba & Yvonna Lincoln, 1994).

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La aproximación a las distintas realidades, desde esta perspectiva, tiene como 2

objetivo la comprensión y reconstrucción de los constructos que las personas sostienen, más o menos, en forma consensual (Egon Guba & Yvonna Lincoln, 1994). El acceso a esta información sólo puede ser a través de la interacción entre los/as investigadores/as y sus informantes. Esta condición implica además que, desde el constructivismo, los/as investigadore/as constituyen también parte del proceso de conocimiento, llegando incluso a fusionarse como una entidad junto al informante (Mariane Krause, 1994). El/la constructivista elige la subjetividad, no solamente porque es inevitable, sino porque es justamente allí donde se pueden descubrir las construcciones de los individuos. Dado que la realidad es construida socialmente, al acceder a los procesos subjetivos también se alcanzan procesos de nivel social (Peter Berger & Thomas Luckmann, 1995). Para Peter Berger y Thomas Luckmann (1995) los diferentes fenómenos que se presentan a la conciencia aparecen conformando distintas instancias de la realidad. La consciencia es capaz de desplazarse de una esfera de la realidad a otra, y de concebir el mundo como un conjunto de realidades múltiples (Virginia Guzmán & Alicia Pinzás, 1991). Entre las numerosas realidades surge una realidad por excelencia, la de la vida cotidiana, que se presenta como una realidad interpretada por los seres humanos y que para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo coherente (Peter Berger & Thomas Luckmann, 1995). La vida cotidiana se construye y reproduce a través de las ideas, interacciones sociales y de las acciones de los sujetos (Virginia Guzmán & Alicia Pinzás, 1991). Desde la perspectiva constructivista el acceso a esta realidad se transforma en una posibilidad para comprender aquellos procesos que desde lo individual pueden ser atravesados por lo social. Asimismo, se hace posible el

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También entendidos como hipótesis de trabajo, “interpretaciones” o “predicciones” (Joseph Rychlak, 1988). Para George Kelly (1966) un constructo es la forma, estructura o estilo identificable y configurado de considerar la experiencia de vida.

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reconocimiento de la influencia de los constructos personales en lo que podría ser entendido como “socialmente construido” (Ana María Zlachevsky, 1997). Recogiendo lo planteado, la perspectiva constructivista aporta las bases o fundamentos para emprender el estudio del ser mujer, a través de la historia, desde la construcción subjetiva e intersubjetiva de las propias involucradas. 2. La historia oral Al tratar de comprender el significado histórico de la vida cotidiana y la perspectiva subjetiva de los actores sociales, emergen formas alternativas -a los métodos historiográficos tradicionales- para la aproximación histórica. La historia oral, entendida como una “metodología para la construcción sistemática de testimonios orales” (Gabriela Cano y Verena Radkau, 1991, p. 419), destaca como un método privilegiado para acceder a este conocimiento desatendido y menospreciado durante largo tiempo. Según Jorge Aceves (1993 y 1999), la historia oral se ha nutrido de diversas fuentes, entre las que destaca la historia social de la cual ha heredado la atención a “nuevos” sujetos sociales no considerados previamente por la historiografía tradicional. Los relatos individuales recogen su importancia y significatividad en términos de que son elementos representativos de un orden social más amplio; lo anterior no alude a una representatividad a la usanza positivista, sino más bien al carácter “ejemplar” de la narración subjetiva de un individuo que es, simultáneamente, productor y producto de la realidad entendida como una construcción social (Jorge Aceves, 1999 y 1993; Rosario Correa, 1999; José Bengoa, 1999; José Cornejo, 1995; Peter Berger & Thomas Luckmann, 1995; Gabriela Cano & Verena Radkau, 1991; Lutz Niethammer, 1991; Lucila Reis & María Teresa Bueno, 1987). El fundamento para la utilización de estas técnicas está dado, en las ciencias sociales, por la relación de mutua constitución entre individuo y sociedad, donde lo individual se plasma a partir de lo social y lo social a partir de lo individual (Pauline Young, 1966 en Ethel Kosminsky, 1986). De esta forma, la subjetividad debe ser

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considerada pues en el fondo del contenido narrativo oral se encuentra la construcción social y colectiva internalizada por el propio sujeto (Francisca Márquez & Dariela Sharim, 1999; Lucila Reis & María Teresa Bueno, 1987). Al concebir el conocimiento histórico desde la perspectiva constructivista, la historia oral valida la intención de “descubrir o constituir la subjetividad como objeto de investigación histórica” (Ortu, 1985 en Gabriela Cano & Verena Radkau, 1991, p. 422). En este sentido, se postula la historia oral como una metodología clave para acceder al punto donde se articulan los procesos de construcción social e individual en un período histórico concreto. Al interior de la metodología de la historia oral, y como una forma de acceder a la re-construcción del pasado, se encuentra la historia de vida3. Ésta, además de compartir los atributos generales de la historia oral, profundiza en el desarrollo vital de un individuo, permitiendo una mayor comprensión de los procesos de identidad individual, que necesariamente requieren de la consideración de los procesos de identidad social y colectiva (Carlos Piña, 1999 y 1986; Dan Mc Adams, 1995). En este sentido, la historia de vida entendida como un relato retrospectivo que enfatiza la vida individual y la historia de la personalidad (Philippe Lejeune, 1975 en Martine Burgos, 1993), permite el acceso a un espacio de articulación de lo social y lo psicológico (Dariela Sharim, 1999). La historia oral se presenta, metodológicamente, como una herramienta adecuada para la comprensión de los procesos subjetivos e intersubjetivos de construcción social. A partir de esto, la historia de vida, como técnica de la historia oral, permite acceder a nociones como la de género (entendida como un proceso de construcción social) e identidad de género.

3. Género 3 Para fines de esta investigación la historia de vida será considerada como una técnica de recolección de información, tal como se detalla en el apartado de metodología.

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El término género fue acuñado por la Psicología en la década del ‘60 para aludir a una construcción social y simbólica de diferencias sexuales, estableciendo una distinción entre sexo -como realidad biológica- y género -como realidad social- donde género es el sexo socialmente construido (Inés Vargas, 1996; Sonia Montecino & Loreto Rebolledo, 1995; Teresita de Barbieri, 1992). El género se define como una “red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, comportamientos y actividades que hacen diferentes a los hombres de las mujeres mediante un proceso de construcción social” (Gabriela Cano & Verena Radkau, 1991, p. 425). Esta definición permite distinguir que cada sociedad puede otorgar distintos sentidos a lo que es ser mujer y hombre, a lo que significa femenino y masculino y, por lo tanto, a cómo se entiende la diferenciación sexual; esto propicia, a su vez, el reconocimiento de distintas formas de interacción genérica en un determinado período histórico (Inés Vargas, 1996; Sonia Montecino & Loreto Rebolledo, 1995; Rosario Aguirre, 1990). En este sentido, Joan Scott (1996) plantea que el concepto de género ha sido empleado como una “forma de referirse a la organización social de los sexos” (p. 24) y, además, a una forma básica de representación de relaciones de poder, donde las dominantes se presentan como naturales e incuestionables. Es por ello que las distintas relaciones que se establezcan entre los hombres y mujeres estarán influidas por las diferentes disposiciones, normas y valores que cada sociedad determine como apropiadas (Virginia Guzmán & Patricia Portocarrero, 1992; Susana Bianchi, 1992), haciendo referencia además a un momento histórico determinado, con específicas condiciones económicas, sociales, políticas y culturales, entre otras (Rosario Aguirre, 1990; Verena Radkau, 1986). Si bien el género se concibe como una categoría social, se plasma y se construye a través de procesos individuales que se refieren a la identidad personal, dentro de la cual se encuentra también la identidad de género. 4. Identidad de género

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Identidad es una vivencia subjetiva de mismidad y de continuidad histórica (Erik Erikson, 1950 en Carmen Lora 1988), que se genera al intentar responder a la pregunta ¿Quién soy? (Marcela Lagarde, 1992a). La búsqueda de una respuesta a esta interrogante es lo que permite a cada individuo dar unidad, significado y propósito a su self y a su vida (Dan McAdams, 1990). La constitución de la identidad implica un proceso centrado tanto en el núcleo del individuo como en el medio social (Erik Erikson, 1950 en Carmen Lora 1988). En este sentido, Peter Berger y Thomas Luckmann (1995) se refieren a la identidad como producto del interjuego del organismo, la conciencia individual y la estructura social, siendo centrales los procesos y las relaciones sociales en su formación. La identidad de género, en tanto, se entiende como la respuesta a la interrogante “¿Quiénes somos las mujeres y los hombres -dependiendo del caso- en la sociedad?” (Pámela Yus, 1997, p. 3). Así, tanto hombres como mujeres se constituyen como individuos a través de un complejo proceso que “incluye la socialización en la familia y la escuela, la corporalidad, las identificaciones tempranas con personas de su mismo género o del otro, los mandatos y prescripciones sociales acerca de los roles que “deben” desempeñar, etc.” (Ana María Daskal, 1992, p. 163). La identidad femenina es entendida por Marcela Lagarde (1992a) como el “conjunto de características sociales, corporales y subjetivas que las caracterizan de manera real y simbólica de acuerdo con la vida vivida” (p. 13). A partir de esto, se distingue que los procesos subjetivos de cada mujer, dentro de una esfera macro y micro social, van estructurando una identidad femenina situada en una sociedad y en un momento histórico específico, donde va definiendo, a la vez que es definida por, las relaciones sociales. Al reconocer que desde una perspectiva de género cabe considerar una multiplicidad de roles en los distintos sistemas sociales, es posible identificar algunos elementos comunes en la adscripción de tareas para hombres y mujeres. Así, dentro de las características que se adscriben tradicionalmente a las mujeres se encuentran la detección y satisfacción de necesidades de quienes las rodean, la vinculación con otros

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y la empatía (Ana María Daskal, 1992). En este sentido, Marcela Lagarde (1990) incorpora el concepto de “ser-para-otros” como un aspecto central en la identidad femenina, que se define por la orientación ideal de la mujer a ser “dadora, nutricia, protectora y pródiga, dispuesta a la renuncia y volcada en los otros” (p. 766). La consideración de lo genérico como sistemas de estructuración y distribución de poder también se constituye como un aspecto importante de la identidad femenina. El poder, desde la perspectiva de Foucault, es entendido en función de las relaciones que se establecen entre los miembros de la sociedad (Olga Grau, 1992). En este sentido, considerando las relaciones entre los géneros, se evidencia la presencia de un contexto predominante en el cual las mujeres han estado situadas en una posición de subordinación con respecto a los hombres (Carmen Lora, 1996; Teresita de Barbieri, 1996). Esta posición de subordinación se relaciona, entre otros motivos, con el hecho de que la valoración social de las mujeres no ocurre a partir de ellas mismas ni de sus cualidades, sino respecto de un estereotipo social e ideológico preeminentemente masculino (Marcela Lagarde, 1990). El ejercicio cotidiano de los roles de género, en la actualidad, se muestra mucho más flexible que el predominante durante tanto tiempo en la sociedad; dicha flexibilidad no se refiere a un logro emancipatorio sino más bien a que los nuevos comportamientos son el resultado de la necesidad de adaptación a los requerimientos de la vida moderna. Así, a través de investigaciones que se aproximan a la biografía de las personas, se aprecia en dichos roles una diferencia entre en el nivel discursivo y el práctico (Dariela Sharim, 1999). En este sentido, la práctica de tareas tradicionalmente asumidas por las mujeres ha evolucionado a nuevas formas de desempeño en la sociedad en la que éstas han cobrado un mayor protagonismo sociohistórico. Sin embargo, pese a estos cambios en los roles adscritos usualmente a las mujeres, se aprecia que coexisten discursos donde predominan valores e ideas que se enmarcan en una visión tradicional de la mujer en la que ésta aún se siente exclusivamente responsable, por ejemplo, del cuidado y atención de los hijos y el hogar4. 4

Este tema será tratado con mayor profundidad en el apartado siguiente a través de una descripción general de la inserción de

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Así, se puede apreciar que la identidad femenina a lo largo de la historia se ha transformado en consonancia con los nuevos influjos de la vida moderna y que, a pesar de asumir cambios en la práctica respecto de los roles adscritos tradicionalmente, en la teoría todavía se identifica con las características que la definen como “puesta al servicio de los otros”. Temáticas como las de género e identidad de género, situadas en una perspectiva más amplia como el constructivismo, facilitan el acercamiento a una historia que tiene como centro las relaciones de los sexos (Michelle Perrot, 1988) y, por tanto, a una nueva historia, no polarizada en hombres o en mujeres, sino que articulada a través de la temática de género. 5. Mujer y trabajo El estudio del trabajo femenino implica una aproximación a aquellas temáticas que influyen en los procesos y cambios vividos a lo largo de la historia. En este sentido, se enfatiza la dimensión subjetiva con el fin de acceder precisamente a las relaciones de sexo en términos de identidad (Rosario Aguirre, 1990). De esta manera, el trabajo que realizan las mujeres constituye un elemento necesario para responder a la pregunta ¿Quién soy? A lo largo de la historia las mujeres se han desempeñado principalmente en labores relacionadas con la reproducción, el cuidado de los hijos y la familia, desenvolviéndose en el hogar y quedando recluidas principalmente en la esfera doméstica (María Fra, 1995; Kate Osborne, 1993). En el siglo XVIII, la Revolución Industrial posibilita un cambio social que marca el comienzo de la inserción de la mujer en las labores productivas remuneradas, situándola fuera del ámbito del hogar. A partir de ese momento, la relación de la mujer con el trabajo, tanto asalariado como no remunerado, ha experimentado un permanente desarrollo. En las últimas décadas, se ha identificado una serie de cambios socioculturales que inciden en la relación laboral de las mujeres, tales como la urbanización, la la mujer al ámbito del trabajo remunerado.

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industrialización, la expansión del sistema educativo y la disminución de la explosión demográfica (Myriam Krawezyk, 1995). Asimismo, Elda Guerra (1988) plantea que en el transcurso de los años setenta comienzan a marcarse algunas tendencias en la presencia cuantitativa de la mujer en el mercado de trabajo, como el aumento de las tasas de actividad y de la ocupación femenina (en sincronía con la expansión del sector terciario), el incremento de la oferta de trabajo a la mujer y el aumento de la participación femenina en todos los ámbitos educacionales. Sin embargo, la mayor participación de la mujer en la esfera del trabajo asalariado no necesariamente se traduce en una modificación de las tareas y deberes que le son adscritos tradicionalmente. Al respecto se ha postulado que tal incorporación sería un cambio de escenario, desde el ámbito familiar hacia un plano macrosocial, de la tradicional asistencia y subordinación de la mujer en el desarrollo social (Kate Osborne, 1993; Marcela Lagarde, 1990). La participación de la mujer en el área de la producción remunerada le impone un alto nivel de exigencias, en el sentido que, además de cumplir con estas “nuevas ocupaciones”, debe responder ante las tradicionales “obligaciones” del hogar, es decir, lo doméstico, lo reproductivo y lo asistencial. Así, diversas autoras plantean que la mujer se enfrenta en la actualidad a un doble rol, debiendo desempeñar diariamente al menos dos tipos de trabajo: dentro y fuera de su hogar (Magdalena Faillace, 1995; Marcela Lagarde, 1992a y 1990; Elda Guerra, 1988). Las labores que cada mujer realiza en su propia casa son invisibles y, por lo general, no reciben el reconocimiento de los miembros de su familia. Tal desconocimiento se debe a la dificultad que existe para separar y diferenciar la capacidad “natural” de reproducción de las tareas adscritas culturalmente a partir de la procreación, vale decir, las tareas domésticas son concebidas como parte de los deberes “naturales” de la mujer, dados por su capacidad reproductiva (Riet Delsing, 1997; Marcela Lagarde, 1990). A partir de esto, cabe señalar que tal “invisibilidad” y “naturalización” de las labores domésticas realizadas por las mujeres dentro de su hogar, añade una mayor responsabilidad que limita su acceso pleno al trabajo remunerado (Riet Delsing, 1997).

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Por otra parte, Marcela Lagarde (1992b) plantea que “en la distribución simbólica del espacio, los géneros ocupan teóricamente, espacios diferenciados” (p. 9). Una de las aproximaciones a la comprensión de la relación que se establece entre los sexos apunta a la distinción de dos espacios, uno público y uno privado. En términos generales, la esfera pública es identificada como “el lugar del trabajo que genera ingresos, la acción colectiva, el poder, es decir, donde se produce y transcurre la Historia” (Teresita de Barbieri, 1991, p. 2). El ámbito privado correspondería al mundo de lo doméstico, del trabajo no remunerado ni reconocido como tal, las relaciones familiares y parentales, los afectos y la vida cotidiana” (Teresita de Barbieri, 1991, p. 2). Esta distinción sitúa la reproducción en el mundo de lo privado y la producción en la esfera de lo público. Judith Astelarra (1994) destaca la importancia de considerar la interdependencia del ámbito de lo público y de lo privado, señalando que el funcionamiento de la esfera pública requiere de la previa resolución o satisfacción del mundo de las necesidades personales. En este sentido, lo doméstico se transforma en un sostén necesario para el desarrollo de las actividades ligadas a los ámbitos de poder y producción (Teresita de Barbieri, 1991). Desde otro punto de vista, se plantea que la mistificación de esta distinción ha obstaculizado la comprensión de la configuración de los procesos de opresión y producción derivados de las relaciones de poder entre los sexos. Esta posición intenta explicar que al considerar la dicotomía público-privado como una categoría de análisis, se establece una valoración distinta de estas dos esferas (Ángeles Sánchez, 1986), confundiendo la capacidad de conocer el funcionamiento de las sociedades y del quehacer de los individuos en ellas (Teresita de Barbieri, 1996). Tal diferencia no se constituye en un reconocimiento de mundos diferentes sino más bien en el establecimiento de “desigualdad” entre ambas (Marcela Lagarde, 1992a; Marta Lamas, 1986; Verena Radkau, 1986). Esta distinción entre las esferas pública y privada ha sido equiparada con el mundo masculino y femenino, respectivamente. En la inclusión de la mujer en lo público se han reeditado aquellas características del ámbito privado asociadas

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principalmente a la asistencia y el cuidado a otros (Kate Osborne, 1993; Rosario Aguirre, 1990), lo que se denota principalmente en el desempeño profesional de las mujeres, ligado generalmente a disciplinas orientadas a la promoción social, tales como enfermería, pedagogía, asistencia social y psicología, entre otras (Magdalena Faillace, 1995). Considerando la participación de la mujer en el ámbito del trabajo remunerado, especialmente en el área profesional, resulta importante rescatar el concepto de socialización profesional que destaca la formación teórica-práctica y la adquisición de la cultura de la disciplina como aspectos que influyen en el proceso de constitución tanto de la imagen personal como profesional (Gabriel Gyarmati, 1971 en Mayra Miranda y Marcela Navarro, 1995). En este contexto, emerge la necesidad de presentar algunos antecedentes que relacionan a la mujer de una manera particular con el ejercicio profesional de la Psicología. 6. La mujer en la Psicología Como se ha descrito anteriormente, la mayor parte de las actividades remuneradas que desempeñan las mujeres fuera del hogar implican la puesta en práctica de diversas capacidades desarrolladas a lo largo de sus vidas. Así, el cuidar, contener, acompañar, sostener, etc. se convierten en las herramientas que facilitan su inserción en el medio laboral. En este sentido, la Psicología, reconocida como una disciplina que captura un alto porcentaje de presencia femenina, también ha sido descrita en la literatura como una profesión que comparte estas características (Ana María Daskal, 1992). El ejercicio profesional de la Psicología, tanto en hombres como en mujeres, se caracteriza por una constante puesta en práctica de habilidades y competencias que requieren de un alto “compromiso personal”, ya que en las diferentes áreas de ejecución (clínica, laboral, educacional, entre otras) se aprecia un trabajo dirigido a establecer relaciones e intervenciones de ayuda con otras personas.

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Desde el ámbito clínico se han podido recoger algunos estudios que abordan características comunes de las familias de origen de psicólogos/as, que indican que “la madre normalmente se describe como una figura central de la casa, mientras que el padre es presentado como pasivo y sin una interacción intensa con el hijo” (Guillem Feixas & María Teresa Miró, 1993, p. 25). A partir de esto, se estima, además, que los/as psicoterapeutas provienen de familias en las que la reciprocidad emocional se ha visto alterada por diversas circunstancias, facilitando así un modo de relación con los demás en el que se tornan sensibles a las necesidades de otros y se aprende a silenciar la expresión de las propias necesidades (Guy, 1987 en Guillem Feixas & María Teresa Miró, 1993). Si bien estos hallazgos corresponden al ámbito de la psicoterapia, es posible considerarlos (dadas sus características) como un antecedente relevante en la comprensión de la elección profesional de los/as psicólogos/as en general. La Psicología aparece como una elección profesional coherente para las mujeres ya que requiere de la puesta en práctica de aptitudes y capacidades estimuladas desde temprana edad como características “femeninas” (Ana María Daskal, 1992). Así, esta profesión resulta cómoda y familiar para las mujeres que, históricamente, han sido instruidas para cuidar y atender a otros. El ejercicio profesional de la Psicología y el género emergen como temáticas que, desde la subjetividad, se relacionan con la identidad de las personas. A partir de esto, es posible emprender una investigación que tiene como protagonistas a la mujer, la historia y la Psicología, en un marco sociocultural determinado.

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METODOLOGÍA Esta investigación se realizó según un diseño cualitativo, que permite acceder a un objeto de estudio del cual se sabe poco y en torno al cual se pretende generar hipótesis y teorías; este diseño es especialmente adecuado cuando se busca comprender los fenómenos desde la propia perspectiva de los actores y actrices sociales, privilegiando los procesos subjetivos de significación de la realidad (Norman Denzin & Yvonna Lincoln, 1994; Mariane Krause, 1994; S. J. Taylor & R. Bodgan, 1986). De esta manera, la investigación cualitativa aborda el estudio de la construcción social de la realidad elaborada por los individuos en sus actos de habla (Francisco Noya, 1995) y, por ello, explícitamente, éstos se transforman en su vía de acceso al objeto de estudio. Entre las distintas alternativas cualitativas se optó por la Teoría Fundada Empíricamente (Grounded Theory), propuesta por Barney Glaser y Anselm Strauss (1967), que se presenta como un método inductivo para el desarrollo de modelos teóricos que permite generar un cuerpo conceptual integrado acerca de los fenómenos en estudio; en este caso, género y profesión. Este método establece pasos claramente definidos en torno a la selección de la muestra, la recolección de los datos, su análisis y la generación de resultados. Cada una de estas fases fue implementada en forma paralela e integrada5. La historia de vida ha sido considerada en esta investigación como fuente principal de recolección de datos. Ésta, también denominada entrevista biográfica, consiste en la narración detallada de la vida de una persona a partir de la solicitud de un/a investigador/a, abarcando desde el recuerdo más remoto hasta el presente (Jorge Aceves, 1999; Cristina Santamarina & José Marinas, 1995; Virginia Guzmán & Alicia Pinzás, 1991; Guillermo Magrassi & Manuel Roca, 1986; Carlos Piña, 1986). A través de ella se facilita la aproximación a la imagen que el sujeto tiene de sí mismo y, por 5

En esta investigación no se considera el criterio de “saturación teórica” propuesto por la metodología, debido a que se privilegió la valoración de la particularidad de cada relato como elemento representativo de un orden social más amplio. De esta forma, no se procuró la búsqueda de consenso a través de diferentes actores sociales, pues el trabajo se focalizó en la

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esta razón, ha sido considerada como una técnica especialmente adecuada para acceder a la identidad de los individuos (Dan McAdams, 1995; Víctor Córdova, 1990; Guillermo Magrassi & Manuel Roca, 1986; Carlos Piña, 1986). La reconstrucción de cada una de las historias comienza con la pregunta: “¿Cómo y cuándo nació usted?” descrita como la más adecuada para comenzar la narración de sus vidas (Cristina Santamarina & José Marinas, 1994). Este relato comprende las distintas etapas vitales y enfatiza las experiencias ligadas a las temáticas de profesión y género, de acuerdo a su aparición en el discurso. La selección de las entrevistadas fue guiada teóricamente a partir de las hipótesis e ideas emergentes de la información. Para ello se utilizó una estrategia sucesiva, en la que a partir del análisis de los datos obtenidos de la primera entrevistada se extrajeron los criterios para definir a las posteriores informantes calificadas, así como nuevos temas a tratar en las siguientes sesiones. Los criterios para la selección de la primera informante fueron: sexo femenino, profesional psicóloga, nacionalidad chilena y ejercicio de la profesión en el país. Se contactó telefónicamente, en forma sucesiva, a un total de seis profesionales y se les solicitó su participación en la investigación, acordando una reunión previa con cada una de ellas para revisar las condiciones y características de la entrevista. En dicha reunión, se informó acerca de las temáticas generales a abordar, y se presentó una carta de consentimiento (ver anexo nº1) que establece un compromiso que garantiza la confidencialidad y el anonimato de las entrevistadas. Del total de psicólogas contactadas sólo cuatro aceptaron participar en la investigación6. Las entrevistas fueron realizadas por un/a investigador/a en cada caso, en un lugar escogido por las profesionales (domicilio particular o lugar de trabajo). Se efectuó un total de 6 entrevistas (aproximadamente doce horas cronológicas de grabación), de una duración que fluctúa entre una hora y dos horas y media por sesión.

formulación de un modelo hipotético que representara precisamente dicha particularidad. 6 Entre las razones entregadas para el rechazo a la solicitud se encuentran algunas referidas a los investigadores (poca experticia y juventud), al enfoque metodológico y a motivos personales (difícil período para revisar la historia de vida). Esto será retomado posteriormente en el apartado Discusión de Resultados.

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Todas las entrevistas fueron registradas en cintas de audio y posteriormente transcritas textualmente. Las características de las psicólogas entrevistadas configuran una muestra transgeneracional, ya que las épocas de nacimiento van desde la década del treinta a la del sesenta. Asimismo, en la profesión, su desempeño abarca distintas áreas de la Psicología, dado que hay una psicóloga sin especialidad7, una psicóloga clínica, una psicóloga organizacional y una psicóloga clínica-educacional. Una segunda fuente de información es la proporcionada por los diarios de campo (ver anexo nº2) elaborados por cada uno de los investigadores al momento de realizar las entrevistas. En ellos se detallan las características del lugar donde se llevó a cabo la reconstrucción de la historia de vida, la interacción con las informantes claves y algunas impresiones personales del investigador, a fin de enriquecer la información recogida en la cinta de audio. Finalmente, también se recogió la información contenida en una entrevista realizada a una de las psicólogas y que fue publicada en un medio de prensa escrita, cuyas referencias no se consignan para mantener el anonimato. En términos generales, el análisis de los datos contempló tres momentos. El primero de éstos, la categorización simple, implicó la asignación de un significado conceptual a los contenidos de las entrevistas biográficas. Con el objeto de sistematizar el análisis de cada caso se construyó un “análisis intracaso”, que agrupa las principales categorías y propiedades que emergieron de los procesos de codificación. Posteriormente, se dio paso a una categorización axial, en la que se definieron las relaciones entre los conceptos agrupados previamente en la primera categorización. La elección de los conceptos centrales del relato de las informantes claves se deriva fundamentalmente de un “análisis intercaso” que muestra los contenidos comunes a todas las entrevistadas. En un tercer momento, denominado codificación selectiva, se extrajeron dos categorías centrales, en torno a las cuales se construyó un modelo hipotético-comprensivo que da cuenta de articulación de las temáticas de género y 7 Se refiere a que su desempeño profesional se enmarca en un contexto en el que la delimitación y el desarrollo de las distintas especialidades eran incipientes.

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profesión en la experiencia vital de psicólogas chilenas. En forma paralela a los procedimientos recién descritos, los datos codificados fueron sometidos a la estrategia de comparación permanente que contribuye al desarrollo paulatino de la comprensión del fenómeno estudiado. Finalmente, los resultados fueron presentados a las entrevistadas para que, por una parte, constataran la claridad y transparencia en el manejo de la información y, por otra, para contrastar el análisis elaborado a partir de sus historias de vida. Cada entrevistada realizó comentarios y aportes en torno a la formulación de los resultados, los que fueron considerados en la redacción final de éstos. Este procedimiento puede considerarse como un importante criterio de validez de los resultados obtenidos en esta investigación, así como también para avalar la pertinencia de la historia de vida y los abordajes cualitativos en este tipo de estudios.

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RESULTADOS A partir de la reconstrucción de historias de vida de psicólogas que ejercen en la Región Metropolitana se realizó un análisis individual que da cuenta de hilos argumentales de sus vidas. La reconstrucción se realizó en torno a dos ejes centrales: género y profesión, intentando rescatar la particular forma en que estos dos elementos se articulan en cada una de las historias de vida; además, se construyó un esquema explicativo que grafica la forma cómo se articulan en la experiencia individual las categorías centrales de la investigación. Posteriormente, se presenta un análisis relacional entre las distintas categorías que emergieron del proceso de codificación simple y axial de la información recogida a través de las historias de vida. Por último, a partir de un análisis selectivo se propone un modelo hipotético acerca de la forma en que se articulan las temáticas de género y profesión en la experiencia de vida de las psicólogas entrevistadas. 1. ANÁLISIS INDIVIDUAL 1.1 Síntesis de historia de vida: Angela8 “Nací hace sus buenos años9, en Santiago. Mi padre es chileno y mi madre alemana. Él había estudiado en Alemania y se casó allá con mi madre. Después, mi padre se vino a Chile y ella se vino detrás con la guagua10, porque la mandó a cambiar su mamá (…) La historia de ella tiene que haber sido bien sufrida, porque llegar a un país hace 70 años atrás, a un país nuevo, latinoamericano, etc. Cómo sería en esa época venirse cruzando la cordillera con una guagüita de meses, sola. Bueno, después me tuvo a mí y con los años nacieron otros dos hermanos más, el último con harta diferencia de edad. Mi padre era profesional, ingeniero, inteligente, muy culto, cariñoso, no castigador, aceptador; la mamá más alemana, era la que nos hacía entrar en línea, dueña de casa, preocupada de atendernos, de hacernos las cosas, de aprender el español, que nunca lo aprendió muy bien (…) preocupada de uno sin que fuera muy cariñosa, porque los alemanes no suelen ser muy cariñosos, muy expresivos…es un poco lo que aprendió ella en su hogar, se nota 8

La transcripción original de la entrevista corresponde aproximadamente a 40 páginas. Aproximadamente en los años 30. 10 Su hermana mayor. 9

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porque el hecho de que haya tenido 20 años y que la mamá de ella la mandara a Chile en un barco... Yo nací en la casa, nací asfixiada, en esa época parece que se usaba nacer en la casa (…) y a raíz de eso después pensaba que alguna célula se me tiene que haber ido ‘a la chuña’ en algún momento, porque no tengo tanto recuerdo de chica, no sé si por mi timidez o era orgánica, no sé, pero mucho recuerdo no [tengo]. Mi hermana es bien distinta a mí, nos llevamos siempre bien, pero nunca fuimos muy íntimas (…) Mi segundo hermano, ése es muy cabeza, no soy muy amiga de él (…) [mientras que con mi otro hermano] que es diecisiete años menor [somos] íntimos amigos (…) es tan amigo mío y como hijo, los compañeros siempre creían que yo era la mamá, porque yo era diecisiete años mayor, y que mi mamá era la abuela. Estuve en una escuela pública un tiempo, después en un liceo; terminé humanidades, di mi prueba, el bachillerato y ahí, una compañera mía me dice: ‘oye Angela hay una carrera nueva en la universidad ¿por qué no entramos ahí?’. ‘Ya poh’, le dije yo. Ésa fue mi orientación profesional y esa carrera era Psicología. Una cosa que me llamó la atención de que existía la Psicología [fue] una película que vi en que había una psicóloga, que era la Ingrid Bergman, me acuerdo, con Gregory Peck, él era el paciente, ella era la psicóloga y eso me llamó la atención y allí supe que existía esto de ayudar así a la gente; a lo mejor me gustaba Gregory Peck y dije ‘mira que suerte la psicóloga’, no fue una cosa muy consciente pero fue la primera vez que supe que existía y me atrajo esta idea de la Psicología (...) Empecé a estudiar Psicología en el pedagógico que estaba acá en Cumming, era una alumna bastante regular, yo me miro para atrás y era bien inmadura, el tipo de elección de partida lo dice: cabra chica, bien inmadura además, regalona de mis papás, media tímida. Ya, pero ahí pasé mi universidad sin mayores contratiempos. Un día [en los últimos años de la carrera] fui a una fiesta y conocí a un psiquiatra… a todo esto yo había pololeado una sola vez pero con un señor que estaba lejos (…) o sea, que en el asunto pololeo yo era muy tímida, muy poco lanzada, en fin, toda complicá’ como una adolescente típica pero media pasadita de edad. Bueno, y este psiquiatra super entusiasmado conmigo, era 13 años mayor que yo, bien especial el caballero… y era tanto el amor que me demostraba y en mi inmadurez yo estaba tan fascinada con este papito que me había encontrado, loquito por mí, me llenaba de regalos, me encontraba preciosa, inteligente, de todo... y me casé con él. A todo esto, me había tratado de conseguir una beca, me dieron una beca al extranjero, pero el señor se dio cuenta que yo era muy inmadura y, en todo caso, como mi inglés no era muy bueno, me dijeron que al año siguiente me daban la beca. Pero no me fui porque me casé. Me recibí justo el año que me casé, en diciembre me recibí y me casé... fui sumamente desafortunada (…) Era el ser más extraño… era toda una historia, era loquísimo (…) Esa seguridad que yo estaba buscando de papito, me cayó de golpe que no, nada que ver. Pasaba por unos mutismos de un mes que de repente no me hablaba, de repente re simpático, ahí era donde yo me ponía a tener críos y además en esa época no había como controlar [el embarazo] (…) Duré 4 años casada y tuve 2 hijos

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(…) No sé si lo quería, yo lo he pensado después... pero en todo caso, cuando me separé era porque ya no le tenía ningún cariño y fue un alivio separarme sin ninguna tragedia. Empecé a trabajar en un hospital a raíz de que me casé con… (cómo se va dando el destino, no es que uno lo eligiera, es que se van dando las cosas) como me casé con este psiquiatra y como yo era de las primeras generaciones de psicólogas y nadie sabía pa’ qué servíamos y yo no sabía mucho tampoco pa’ qué servía, había que buscar pega digamos. Bueno, fuimos entrando en salud poco a poco, con mucha pelea con los psiquiatras, es decir, nos tenían los ojos puestos encima, de una forma bastante agresiva algunos porque, desde luego, estaba la competencia. [Nosotras] mucha competencia no les íbamos a hacer porque éramos inseguras, veníamos saliendo, lo que más hacíamos eran test (…) Y empezamos como te digo, teníamos cierta formación, además de la práctica y como no éramos tontos, teníamos que ir aprendiendo y había libros (…) Bueno pero ahí fuimos... al final llegué a ser jefe de servicio y a tener varios psicólogos [a cargo] así que [las cosas] empezaron a funcionar bien. [En el hospital] el ambiente era muy político, muy politizado y a mí nunca me interesó la política, yo pensaba en lo que estaba bueno y en lo que estaba malo según mi criterio y nada más. Mi hospital era muy comunista, hacía muchos años que el hospital era dirigido o manejado por comunistas y… todos amigos míos [pero] yo no era del grupo de ellos y había que decidirse entre que sí o que no en esa época, no había ninguna otra alternativa. A mí me seguía dando lo mismo (…) pero el asunto es que me vi metida en una cosa como que me eligieron jefa de una oposición (…) quedé a la cabeza de esta oposición. Del hospital [después de muchos años] me retiré porque pusieron ahí a un director tan loco, tan loco, que con algunas psicólogas dijimos: ‘ya saben, retirémonos, pongamos una oficina particular’; y pusimos una oficina particular super organizada (…) Nos iba relativamente bien, relativamente no más porque éramos varias psicólogas, además con caracteres muy distintos, entonces al final terminamos todas tensas y nos separamos. A todo esto yo me había separado, me había vuelto a casar como a los 10 o 15 años después (…) mi segundo marido ya no era psiquiatra, era un señor 17 años mayor que yo, anda cachando este modelito y loquito por mí, era amoroso, cariñoso, empezamos a tener relaciones más íntimas que fueron muy buenas. Puso un restaurant que fue un exitazo (…) porque era lo más elegante y bueno de Santiago y... al principio yo pajarona, no me metía, mi marido había sido hijo de ricos y no tenía idea de manejar plata, así que no ganaba nada (…) yo no le pedía nada tampoco, le decía de repente ‘debieras darme algo tú’. Afortunadamente no dependía en nada de él… y no me interesaba, era bien pajarona en ese tiempo (…) Yo me hice un tiempo cargo [del restaurant], me fue regio porque yo era más cuidadosa con las platas. Él se empezó a sentir acosado, me dijo ‘me siento acosado por ti’. Y yo qué hacía, o nos íbamos a la cárcel o me metía. Me tuve que empezar a meter (…) y él se empezó a distanciar, sonó el negocio y la sociedad conyugal sonó por culpa de la sociedad

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negocio, pero era natural. [Después él] se anduvo enamorando de una señora [en el extranjero], le fue mal y volvió muy mal a Chile, andaba muy agresivo y tuvo un accidente (…) y a los tres meses murió... y yo me quedé con este negocio (…) ganando dos chauchas, teniendo que pagar el hospital donde estuvo. Yo creo que elegí mal al casarme las dos veces, es que mi papá era muy bueno conmigo, entonces yo busqué estas imágenes de papito después, una imagen sumamente inmadura, yo buscaba papitos que me dieran seguridad afectiva porque de eso me preocupaba, de que me quisieran harto (…) muy claramente yo buscaba papitos que me quisieran harto. Yo estaba segura que así me iba a ir bien, ni pensaba si yo estaba muy enamorada. A todo esto yo estaba haciendo una crisis (…) mis amigas captaban que yo estaba bastante malita, me dijeron que me atendiera. Fui donde el psiquiatra, él no cachó mucho que yo estaba en un período de crisis y crecimiento (…) no podía ser la vida así como yo la llevaba y el psiquiatra me apoyó (…) Venía un cambio de mi vida que no entendía mucho, ‘¿por qué me estará yendo tan mal?’ (…) Ahí empecé a tomar la onda de irme de Santiago. Me vine para acá [fuera de Santiago],… tenía que irme a un lugar porque todavía estaba pendiente el ‘¿qué voy a hacer?’ a dónde me voy, aunque sea como voluntaria. Averigüé dónde había aldeas S.O.S. (…) Me vine a vivir a un departamentito que encontré y fui a las aldeas [por un tiempo]. Mis padres tienen aquí unas tierras con una casa, ellos recién habían muerto y entonces yo le dije [a mi hermano] ‘oye, dame lo que me corresponde de la herencia’ y me dio una parcela de diez hectáreas. Ahí empecé a hacerme yo una casucha. A mi casa le tengo un tremendo cariño, además fue como mi casita de perro, de perro herido; me fui a echar y no tenía un cinco pero corté el bosque, con los palos hice un armazón con dos maestros, con un palo aquí y acá, pero quedó armadita (…) Yo ahí me pegué la gran crecida, ahí perdí los miedos. Tomé consciencia de mí misma, yo creo que por primera vez me metí bien en mí y fui yo, dejé de vivir pa’ fuera, ya había hecho harto, además encontraba que ya había trabajado (…) ahí viví conmigo, en mí, feliz de la vida. Todo lo malo que me pasó, encuentro que fue fantástico, cuando lo viví, lo viví fuerte, pero nunca caí en una depresión como pensaban mis amigas que podía caer, pero si no me hubiera sucedido eso, no estaría donde estoy ahora viviendo tan contenta. Estoy contenta y además en una época de mi vida donde ya no planeas, no haces nada pero haces todo (…) no planeo nada y tengo tiempo para hacer las cosas, pa’ leer, qué sé yo, en realidad para lo que me pidan yo estoy aquí, si alguien llega a pedirme algo, también lo hago (…) Vivo así, sin complicarme, no me pasa na’, yo digo que ando con un angelito de la guarda (…) yo siento que hay una cosa que te maneja, el destino que encuentro que se ha dado mucho en mi vida y creo que en la vida de todos, que todo va pasando por algo, entonces ahora estoy un poco en esa actitud así en la vida de que estoy como a un ladito y que alguien me va dirigiendo”.

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Angela. Pionera en tierra desconocida: la Psicología. Angela debe abrir sus propias rutas en una profesión “nueva” y desconocida para la época como la Psicología. En el esfuerzo que demanda ser pionera, busca figuras de apoyo que, como su padre, le brinden seguridad. Contrae matrimonio con un psiquiatra, un hombre mayor, quien además actúa como intermediario y aval para conseguir su primer trabajo como psicóloga. Sin embargo, en la relación de pareja no encuentra dicho apoyo y se separa, iniciando una vida independiente, a cargo de sus hijos. En el ámbito profesional, en tanto, se enfrenta a dificultades con psiquiatras que ponen en duda la competencia de los psicólogos; esta disputa va quedando de lado en la medida en que logra validarse como profesional competente y la Psicología se va perfilando cada vez más como una profesión independiente y con estatus propio. En este sentido, su principal desafío como pionera en esta área es buscar la validación e independencia de la profesión. Por otra parte, en su segundo matrimonio, se repite la búsqueda de seguridad y apoyo, representado por la imagen de un hombre “exitoso”. Sin embargo, ella que inicialmente se mantiene al margen de los negocios, debe involucrarse paulatinamente en la medida que va reconociendo las debilidades de su pareja. Esta participación implica que, poco a poco, ella deja de estar a la sombra de su marido. Éste no puede sostener su propia imagen, mientras que ella se va redefiniendo a partir del reconocimiento de sus propias capacidades. Con el tiempo, deja de estar detrás de otras figuras, va quedando de lado la autopercepción de “inmadurez” que la acompaña gran parte de su vida, en la medida en que logra autonomía e independencia en la toma de decisiones. La posibilidad de dirigir la propia vida y obedecer a “mandatos” personales le van otorgando seguridad y confianza; deja de buscarla en “otros”, va derribando miedos y se encuentra a sí misma. Luego de una vida de servicio ahora se sirve a sí misma. La decisión de vivir sola, lejos de la ciudad, marca una nueva etapa, caracterizada también por la búsqueda y apertura de nuevos caminos, el sino ineludible de una pionera. De esta forma, desafía el modelo imperante de debilidad y dependencia femenina,

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introduciendo la imagen de fortaleza y autonomía, que coexiste con el modelo tradicional de mujer. De igual forma, se aprecia en ella una visión de mundo determinista, con fuerte presencia del destino que marca las rutas a seguir. Ella asume estas demarcaciones, explicando su actuar por influencia de la providencia, que la ubicó en un momento determinado y en una posición específica frente a la vida. Su permanente quehacer y postura activa, inserta en esta visión de mundo determinista, plantea la relación dialéctica actividad-pasividad, que de alguna manera le permitiría abrir caminos, señalar nuevas rutas, sin desafiar el paso por las carreteras ya construidas, vale decir, puede innovar y hacer cosas fuera de lo tradicional, sin por ello ir en contra, explícitamente, de lo establecido. A partir de esto, se aprecia en Angela la coexistencia de modelos y visiones de mundo que la enfrentan a lo tradicional, en contraposición con la posibilidad de ser pionera y desafiar dichos modelos. La Psicología aparece, en este contexto, como una posibilidad de integrar dichas diferencias, a través del desempeño del rol asistencial adquirido en la familia por un lado y, por otro, la apertura de nuevos caminos. Su condición de pionera, en primera instancia similar a la de su madre, se va diferenciando de ésta en la posibilidad concreta que le brinda su profesión de formar parte de las “primeras generaciones”, al identificarse a la cabeza de una disciplina profesional independiente, que no va detrás de ninguna otra. Su desempeño apunta siempre al reconocimiento, valoración y autonomía del propio rol. Su madre construyó un mundo a partir del de su esposo, ella en cambio, logra independizarse afectiva y profesionalmente. A través del siguiente esquema se presenta una síntesis de los contenidos descritos en este apartado resaltando aspectos de su vida que se articulan en torno a las temáticas de género y profesión.

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CONTEXTO Antecedentes familia de origen - Madre responde a modelo tradicional de mujer. - Valoración de la inteligencia y el trabajo. - Rol asistencial y materno con hermano menor.

Ejercicio profesional Elección profesional PSICOLOGÍA Carrera nueva

- Apertura del Campo ocupacional - Validación del rol profesional

Mujer psicóloga: Autonomía y rol asistencial. - Independencia económica - Autonomía en la toma de decisiones - Apertura de caminos en la profesión

- Estar siempre para otros - Cuidado y asistencia.

Esquema N° 1: Angela.

En este cuadro se aprecian algunas características de la familia de origen que influyen en la elección profesional de la Psicología. El ejercicio profesional, dadas las características de una disciplina emergente, se centra en la validación del rol profesional de psicólogo/a y en la apertura del campo ocupacional. A través del ejercicio de la Psicología, Angela logra independencia económica y autonomía en la toma de decisiones, al mismo tiempo que focaliza su trabajo y su vida personal en el cuidado y asistencia a otros.

1.2 Síntesis de historia de vida: Bernarda11 11

La transcripción original de la entrevista corresponde aproximadamente a 50 páginas.

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“Yo nací en Santiago12. Mi familia la constituye mi padre, mi madre, casados legalmente (…) Tengo una hermana mayor un año y medio, después vengo yo y después viene un hermano un año menor que yo; después pasaron once años y nació otra hermanita… Mi padre era un empleado y mi madre era dueña de casa y siempre tenía negocios, comerciante, o sea, siempre busquilla, busca vida, tratando de salir adelante, ayudando a mi padre, porque mi padre no era muy eficiente. La relación con mis padres (…) era conflictiva, años atrás la consideraba terrible; hoy día la considero simplemente conflictiva y parte del proceso que vive la naturaleza humana; para mí era dolorosa, conflictiva, triste. Yo no me sentía parte, nunca me sentía parte, yo no pertenecía a ese cuento [familiar], yo estaba fuera de ese cuento y era muy calladita, silenciosa, ¡tímida! Así como una arañita de rincón, siempre en los rinconcitos, siempre sonriendo, mirando mucho, cachándolo todo. Bueno, por supuesto que detrás de toda corderito hay una fiera (…) entonces yo era rebelde pero calladita, mi bronca la sacaba despacito. La pasaba mal, la pasaba re mal. Y entonces peleaba mucho, peleaba mucho con mi mamá, yo era su oveja negra, su factor problema, su niña terrible, porque yo me enojaba. Con el tiempo nos fuimos agarrando más, me sacaba la ¡re mierda! Me pegaba mucho porque yo era muy rebelde y ése ha sido un factor bien importante porque yo conocí lo que era que te pegaran y la bronca que se genera cuando te pegan. Entonces conozco mucho lo que es pasarlo mal y conozco harto lo que es que te peguen, que te duelen, que te hieran. Entonces yo trabajo mucho con el dolor, por eso mismo, trabajo muchísimo, trabajo casi puras crisis, dolor, incesto, violación, trabajo con pacientes terminales, con VIH, con SIDA, con muchas mujeres abusadas, porque conocí mucho eso, aunque no me sacaron nunca la cresta, nunca llegué a un hospital, pero tenía mucha sensibilidad como niñita, entonces percibí mucho la experiencia del dolor y la reconozco fácilmente y me meto y soy como pez en el agua en una experiencia de dolor con otra persona, pero yo ando, yo floto y por eso yo trabajo mucho a la gente. Yo fui bien trancada en los estudios. Creo que tengo una buena capacidad intelectual, pero mi rendimiento cuando chiquitita, yo creo que por esta cosa emocional (…) no rendía bien; yo creo que habría podido tener un excelente rendimiento. Yo lo pasaba mal y tenía la sensación [de] que me tenía que esforzar mucho. Además, tenía las profecías autocumplidas de mamá: ‘Ay, como a la Bernarda le cuesta tanto, como a la Bernarda le cuesta tanto’. Y la pobre Bernarda se tragó la píldora. Entonces, realmente me costó estudiar. Estudié en el mismo lugar siempre, en un liceo de niñas. Yo tenía la sensación que me era difícil, que tenía que hacer un gran esfuerzo, ésa era mi experiencia personal y yo era súper esforzada, super responsable y me gastaba mucho tiempo, mucha energía, mucha disposición en [los estudios]. Cuando yo tenía once años nació una hermanita que, a los tres años de vida de ella, supimos que era enferma. Yo en esa época, por supuesto, cabra chica y sin los recursos como para hacer la conexión y pa’ que me ayudaran, me confundía, me 12

Durante la primera mitad de la década del cuarenta.

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deprimía; venía la adolescencia, fue enrollado para mí y doloroso también, porque yo fui mucho como la mamá de esa niñita, yo la cuidé mucho. [Además], las cosas estaban muy difíciles económicamente, mi papá super pasivo y super complicado y mi mamá cada día se tenía que hacer más cargo de las cosas. Entonces, cuando yo llegaba del colegio me tenía que hacer a veces cargo de mi hermanita en el sentido de ‘preocúpate tú de darle esto y lo otro’ y con el tiempo fui sintiendo que me hacía cargo de mi hermanita y creé un vínculo con ella maternal… En primero medio, entonces, yo no podía rendir y me puse rebelde, yo creo que ahora entiendo, me puse muy rebelde e insolente con las profesoras: ‘¿estudio? no, para qué’, cosas así. Por supuesto que repetí, pero repetí con unos (…) repetí pero rematá… fue super violento para mi repetir, violento. O sea, no era algo esperable (…) tenía la imagen de que mi hermana era super inteligente, mi papá super inteligente también, sabía de todo. Y yo la tontona fracasando; entonces mi mamá me dijo: ‘Bueno, si tú no pudiste estudiar, tendrás que salirte del colegio’ y ¡oooh! eso fue un mazazo de mi mamá, fue una porquería porque esa cosa es terrible que se la digan a uno, pero fue fantástico porque de ahí en adelante esas vacaciones me las estudié todas. Después terminé el bachillerato con el mejor puntaje de mi colegio (…) y ya había decidido estudiar Psicología. Decidí estudiar Psicología, más o menos, en lo que sería ahora tercero medio. Me encantaban las clases de filosofía, yo paraba mis antenas porque se estudiaba Psicología (…) me estudiaba todo, me fascinaba, me leía a los filósofos (…) me leía todo (…) [Un día] llegó a mis manos una revista con un artículo que me fascinó, hablaba de la experiencia con pacientes tuberculosos; se leía ahí que cuando los pacientes eran tratados con afecto y apoyo su mejoría era notablemente marcada en relación con los otros. Para mí fue una [experiencia] que me produjo un shock, sí, era eso lo que yo quería hacer, o sea, tenía que ver con eso… Y después fui sabiendo qué era la Psicología , como leía, se me gestó solita esta cosa. Y salí del colegio, saqué el mejor puntaje y mi mamá me dijo: ‘Medicina’. ‘No’, le dije yo, ‘Psicología’. Y entré a Psicología, se me abrió el mundo: yo me inicié en un grupo de teatro, después me fui a campañas de alfabetización, después le iba a leer a los ciegos, ese tipo de trabajos, porque se me abrió el mundo… social, el mundo de servicios, ese tipo de cosas. [Luego] repetí a mitad de la carrera porque ahí falleció mi hermanita, o sea, fue toda una crisis, yo entré en depresión. Mi casa estaba demasiado complicada (…) Me empecé a complicar ese año, no aguanté más, o sea, yo no resistía, iba a clases y todo, pero llegó un momento en que yo no podía, estaba muy asustada, aterrada de la vida, angustiada, confundida, lo único que quería era morir, morir y lo planifiqué, hice un intento de suicidio… pero ahí mi hermanita me encontró; yo lo planifiqué para que no hubiera nadie, pero al día siguiente igual mi hermanita fue la que me encontró (…) entonces ahí tiré la esponja, yo no podía, no podía con mi alma y me tuve que ir de mi casa porque no aguantaba mi casa. Después, me dicen que ella está enferma y me dan la noticia que se va a morir. Fue bien potente ese período, ahí yo me lo tuve que vivir (…) me la lloré toda, días

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enteros los lloré, los lloré, los lloré y decía la típica pregunta: ‘¿por qué ahora?’ ‘¿por qué a mí?’, la típica, y de repente se me despejó todo y me viene una claridad que dije: ‘esto es perfecto, es perfecta, ocurre en un momento perfecto, ella tuvo una vida perfecta, ella se creó su mundo personal (…) se creó el mundo en el que ella podía vivir y cuando ya la cosa iba a ser muy dura porque iba a empezar la adolescencia, ella partió’. [Al poco tiempo] encontré un papito, un hombre que me apoyaba. Me impulsó a estudiar, pagó la universidad, me ayudó a hacer la memoria. Me compró una casita en un cité que era nuestro nido (…) Yo comencé siendo una geisha con él. Lo atendía, le llevaba la comida a la cama. Pero tenía una vida doble. Me había recibido y trabajaba en una clínica donde había eminencias pululando, entonces yo estaba ahí con las antenitas bien paradas, aprendiéndolo todo, participando en grupos de terapia. Él se comenzó a poner cachudo. No podía aceptar que yo hiciera cosas fuera de su ámbito. Me decía: ‘me encanta tenerte como un pajarito encerrado en mi jaula’. Yo vivía como pajarito desde las 7 de la noche hasta que él se iba. Pero de ahí en adelante era super audaz. Empecé a hacerme terapias y a desear otra cosa para mí (…) Entré en otra crisis, después de tanto paseo te vas revisando y entras en otros planteamientos frente a la vida. Me salí de mi trabajo, me salí de todo y me puse a mirar qué es lo que quiero hacer conmigo (…) Perdí de vista los parámetros, los puntos de vista, los puntos de referencia formales que me entregaba la sociedad, de lo que eso era y me retiré de todo y me retiré a mi casa a revisarme, la claridad debía venir de mí, desde fuera no me la iban a dar (…) Y me hice una terapia de verdad (…) [Me di cuenta que] yo me tuve que ganar el hueco en este mundo. Yo le peleé a la muerte. [Así] fui adquiriendo fuerzas y claridad para separarme [de mi pareja]; me costaba tanto porque yo sentía que era como mi balón de oxígeno pa’ la vida, porque no me daba nada, pero [era] la sensación de un yo auxiliar, de que hay un ser ahí que te protege ante este susto a la vida. Separarme de él para mí fue como entrar a la universidad, fue clases, se abrió otro mundo. Y ahí empezó una época de mucha ebullición mía, estaba con mucha energía, muy bullente, hasta que en ese año me llegó una invitación [de mi hermana]: ‘acompáñame en las vacaciones’ [al extranjero]. Pero como yo no era lesa y era psicóloga, sabía que eso no era tan así… lo que pasaba, [era que] mi sobrina hizo un intento de suicidio, calcado a mi experiencia. [Fui, y allí] mi función fue hacer de catalizador, yo me quedaba neutra, era como un factor que no alimentaba el cuento [de las peleas familiares]. Me quedaba ahí [en la casa de mi hermana], hasta que un día, yo llego a mi habitación y está mi sobrina y está el papá y la mamá diciéndole que era tan preciosa, ‘mi guagua’… y veo eso, me retiro un ratito y entiendo: misión cumplida, no tengo idea de cómo, pero misión cumplida. [En el extranjero] yo lo único que tenía era mi cartoncito de psicólogo que allá no sirve pa’ na’ (…) Entonces, fui a algunas partes, golpeé puertas y nada, pero me empecé a ofrecer de voluntaria (…) En lo personal mi quehacer empezó a ocupar la mayor parte de mi tiempo, desde ahí para adelante, o sea, mi quehacer es mi leimotiv,

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yo vivo para el quehacer, no es que sea una trabajólica, no es un taparme con la tarea, sino que vivo para cumplir mi tarea. [Después de un tiempo] conocí a un gringo, vivimos juntos como dos años, nos casamos y después vinimos a Chile; él podía estar como dos semanas no más, yo me quedé más y cuando me volví él estuvo una semana allá y me dijo: ‘sabes qué, estoy puro tonteando acá’ porque en el momento que se iba, le ofrecieron trabajo pa’ venir a Chile a trabajar. Entonces, se vino, yo me quedé allá y le dije: ‘si te entusiasmai con una chilena allá, me lo decís al tiro, porque no vamos a andar como cabros chicos, escondiéndonos detrás de las puertas’; pero, por supuesto que le pasó a la semana, o sea, la intuición no me falló, se entusiasmó con una chilena. Mientras él estaba en Chile, para mí era muy importante un entrenamiento que yo estaba haciendo y sentí que mi matrimonio dijo ‘bye’, lo que me sirvió mucho para trabajar en estos trainings, el dolor de la separación, que sabía que iba a ocurrir. [Con el entrenamiento] había aprendido a reconocer mi fuerza, mi poder, mis recursos. Me sentía con una fuerza increíble, con una capacidad para acompañar a otros, para estar en el dolor con otros. Y tenía ganas de hacerlo, deseaba cumplir una parte en aliviar el sufrimiento innecesario. Lo sentí muy claro. Y ¡ya! me vine a Chile (…) con un montón de papeles y manuales y cuestiones, creyendo que uno va a trasladar la payasá pa’ acá, pero no, no pasa nada, no es lo mismo, es otra circunstancia. [Y] curiosamente, yo estaba con tal fuerza, era tal la claridad, el propósito, que había una paciente que me estaba esperando, una persona que estaba llamando porque a todo esto me había comprado una consulta. Actualmente, yo vivo para servir, lo he ido instrumentalizando, pero yo vivo para servir, en lo que me toque y donde me toque y como me gusta la Psicología y sé que puedo, porque yo pude conmigo, entonces puedo con otros, entonces ésa es la vida que tengo que seguir”. Bernarda: Doctorada de la vida, experiencia al servicio de los otros. Bernarda trabaja, durante toda su vida, por ganarse un espacio en el mundo. Desde su infancia comienza a desarrollarse, en torno a una autoimagen devaluada que, en general, carecía de protagonismo, pero que destacaba cuando intentaba demostrar su rebeldía. De esta manera, el espacio se lo ganaba siendo la “niña terrible de mamá” que cada día se familiarizaba más con la agresión y las experiencias de dolor. Al bordear la pubertad surge una posibilidad de situarse frente al mundo. El nacimiento de su hermana menor llena su vida de sentido, ya que ésta representa un ser aún más desvalido que ella y que necesitaba de su existencia. Bernarda comienza a crear un vínculo maternal con su hermana, en el cual el cuidado y el afecto se convierten en vehículos que van concretando el desarrollo de su propia identidad en torno a la asistencia.

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Precisamente, durante esta época Bernarda descubre que algunos enfermos podían aliviarse con apoyo y afecto. Intenta hacerlo con su hermana y lo logra durante un tiempo, pero por las características de su enfermedad, esto se torna imposible en años posteriores. Su hermana de trece años se encuentra frente a la muerte y Bernarda, que ya anticipaba este acontecimiento, se aleja de la familia intentando previamente terminar con su propia vida. A lo largo de toda esta etapa se realzan características personales que apuntan hacia la búsqueda de respuestas frente a diversas situaciones y una constante reflexión en torno a sí misma y a quienes la rodean. Posteriormente, la Psicología aparece en su historia otorgándole la posibilidad de formalizar a futuro sus intentos por darle orden al mundo y concibe a esta especialidad como una forma de apoyo y cuidado desde lo psicológico. La experiencia universitaria, representa un nuevo intento por ocupar una posición, ya de una manera más elaborada, que le permita “ser” en el contacto con un otro. En esta relación, en el ámbito imaginario, ella se convierte en una dadora de orden y sentido para la vida de los otros y, de esta forma, se sostiene desde esta función. Bernarda existe desde entonces como psicóloga. Para llegar a cumplir esta función, ella cuenta con una figura protectora que le proporciona la energía para existir y la sostiene económicamente por un tiempo. Remplazando a un padre ausente, un hombre intelectual y 14 años mayor se convierte en su pareja. Mantiene esta relación durante largos años y, por mucho tiempo, no puede separarse. Él era su “balón de oxígeno”, el que la ayudaba a enfrentarse a la vida, pero también era el hombre que quería tenerla “encerrada como un pajarito”. Esta relación se comienza a tornar muy difícil para Bernarda, decide alejarse de su pareja y se vuelca hacia sí misma, encerrándose en su hogar. Paralelamente, cuando realiza un proceso de psicoterapia, encuentra la fortaleza que necesitaba para concretar esa separación. Para ella, esa relación fue la experiencia necesaria para ganarse su identidad. Desde ese momento, construye su mundo y su autoimagen, sale de “su jaula” y enfrenta la vida con más energía y pasión. Así, Bernarda comienza a trabajar para afianzar su autonomía como mujer y como psicóloga. Se vuelca

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casi totalmente a su trabajo, viaja al extranjero y allí consolida su posición profesional, dejando de lado su sufrimiento y entregándose, voluntariamente, a “consolar los peores dolores ajenos”. Por esos años se vuelve a enamorar y se casa. Sin embargo, este matrimonio se mantiene solamente por dos años. Esta ruptura la sume, nuevamente, en un profundo sufrimiento, motivo por el cual decide empeñarse aún más en su radical liberación. Mediante un programa entrenamiento en el extranjero y a través de un procesamiento profundo de la rabia y el dolor, que la habían acompañado por tantos años, Bernarda consigue reconocerse y consolidarse como psicoterapeuta. Ya no desde una actitud subalterna y dependiente, en la que necesitaba de un otro para poder “existir”, sino más bien desde una posición diferente en la que ella se convierte en un ejemplo real de superación de una profunda experiencia de dolor. Como psicóloga, ella continúa intentando dar cura por medio del apoyo, cuidado y afecto, pone al servicio de esta tarea su propia experiencia y la formación que ha recibido. Su herramienta más potente la hereda de su experiencia como mujer resiliente, ya que Bernarda constituye un ejemplo de sobrevivencia a muchas experiencias dolorosas y traumáticas. Como mujer y psicóloga intenta restablecer el equilibrio en la vida de los otros, para ello se sirve de la asistencia, que es la característica principal en torno a la cual otorga valor a su vida. Enmarcada en una búsqueda de sentido y trascendencia, su misión ahora es reconocer las limitaciones y recursos de sus pacientes. Su existencia está dada por ser una psicóloga que se compromete profundamente con su trabajo ya que para ella su vida personal es también su vida profesional. El esquema siguiente muestra como se articulan las temáticas de género y profesión en la biografía de Bernarda:

CONTEXTO Antecedentes familia de origen - Relación “conflictiva” con la madre - Relación “maternal” con hermana menor

Antecedentes personales

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Elección profesional

Formación profesional

Ejercicio profesional

Mujer y psicóloga - Valoración de la experiencia personal propia y de los otros - Autonomía - Asistencia - Transformación de la identidad - Búsqueda de sentido y trascendencia

Esquema N° 2: Bernarda.

Este cuadro resume la existencia de algunos antecedentes personales y de la familia de origen que influyen en la elección, formación y ejercicio profesional de la Psicología. A partir de su experiencia como psicóloga, Bernarda logra una transformación de su identidad, asociada a la valoración de la experiencia personal, la autonomía y la asistencialidad. Al mismo tiempo, se aprecia una constante búsqueda de sentido y trascendencia a nivel personal. 1.3 Síntesis de historia de vida: Cecilia13 “Nací en Santiago de Chile a fines de los años ’50 en una clínica privada (…) Tengo dos hermanos, uno mayor y otro menor que yo; desde luego soy la única mujer entre los dos varones (…) [Mi familia] era como bien convencional y bien de clase media y con eso me refiero a todos los valores de la época (…) Mi padre [ingeniero de ejecución] era un hombre que venía de un nivel socioeconómico bajo (…) es un hombre que tiene mucho sentido de sus capacidades personales y de que puede salir adelante, entonces venía de toda la cultura del empeño personal (…) Era un hombre muy machista también, muy jefe de hogar, entonces, él claramente mandaba, él ponía las reglas y él decidía (…) Mi mamá [profesora y orientadora] provenía del sur, de una familia de profesores [donde] el trabajo doméstico se subestimaba, o sea, el que una mujer tuviera que trabajar en la casa era lo peor que le podía pasar, era como la desgracia misma, entonces había que salir al mundo, ocupar un lugar en la sociedad… pero mujer al fin y al cabo, o sea, igual bajo la protección del marido; eso era bien 13

La transcripción original de la entrevista corresponde aproximadamente a 70 páginas.

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especial porque ella venía de un mundo más intelectual, claramente más intelectual. Entonces, si bien mi viejo por su experiencia personal había llegado a esta cosa de… que el esfuerzo y la autodedicación te permitían cambiar tu condición, mi madre venía con una historia personal y familiar en que en realidad el cambio de tu condición pasaba por las ideas que habían en el mundo, concretamente, la incorporación de la mujer al trabajo, etc. (…) Ella se formó en este cuento del derecho a voto, por ese espacio que había que ganar. Entonces [mis padres] venían con enfoques de la vida, de las cosas, muy distintos y eso yo diría que fue importante en términos del ambiente familiar (…) [ya que] esta lucha digamos entre estos dos mundos… estaba muy, muy presente, demasiado. Y en el fondo se traducía en: ¿con quién te identificas tú? Te identificas con el ‘establishment’ o te identificas con las ideas nuevas. Y las ideas nuevas no tenían poder porque ésas estaban representadas por mi madre y mi familia era una familia claramente dirigida por el padre; entonces, era una cosa muy especial y yo creo que además marcado por la época, o sea, mi infancia fue en los sesenta, con hartos cambios en Chile y mi adolescencia fue con el período de Allende y Pinochet, entonces, yo diría que al interior de la familia de alguna manera se traducía toda esta irrupción de ideas contrarias y polarizadas… yo creo que en realidad ellos tenían abismos importantes que se resolvían con la voz de mando o con cariño (…) Yo creo que la imagen de autoridad del papá estaba muy reforzada por la relación que mi mamá tenía con él. En este campo, en este espacio, mi relación con mis hermanos, con una mamá fuera de la casa, era de protección, claramente era como… yo diría de alimento, de nutrientes, yo era el que... la que organizaba, que hicieran las tareas, que comieran, que se lavaran las manos antes de comer, esas cosas como bien básicas. Con mi hermano mayor tenía una relación de protección, de él hacia mí, o sea, él claramente tenía la responsabilidad de cuidarme, era una familia machista (…) las exigencias eran hacia mi hermano mayor, yo era mujer, no tenía exigencias, o sea, no tenía… exigencias de conducta sí, de conducta femenina, o sea, no podía agarrarme a combos con nadie, no podía decir garabatos, ese tipo de cosas, pero exigencias en términos de rendimiento, nunca tuve (…) [En este contexto] yo creo que me veía como la salvadora, o sea, el elemento digamos… que preveía lo que pasaba y, por lo tanto, la que se anticipaba para que no quedara la embarrá, digamos. Además, yo creo… con este rol como bien nutriente, o sea, de alguna manera era como mamá de mi hermano menor. Yo diría que lo más significativo [de mi infancia] fue el liceo donde estudié (…) que había una fuerte formación en todos los aspectos psicopedagógicos, entonces, había muchos ensayos de educación, de formas alternativas de educación que incorporaban la Psicología, entonces yo diría que eso fue bien relevante pa’ mi opción futura (…) Me sentía muy importante en ese tiempo, muy participante de las cosas que pasaban. Y después el liceo… en realidad, cuando yo tenía 14 años se formó un vespertino (…) [que] se abrió para los trabajadores del sector que no habían terminado su enseñanza básica y yo fui profesora, a los 14 años, de adultos (…) ahí en

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realidad yo caché que la cosa del trabajo me importaba y yo también diría que históricamente tuvo una importancia tremenda hacia quienes yo [me] iba a dirigir posteriormente, o sea, el mundo del trabajo pa’ mí pasó a ser un mundo, no sé, que había que humanizar (…) Yo en ese tiempo creía que se podía conquistar otra sociedad a través de la educación, ése era como el cuento y de alguna manera creo que lo sigo creyendo, o sea, la experiencia educacional como camino pa’l cambio, qué sé yo, creo que sigue siendo una opción pa’ mí. [Cuando mi] mamá estudió orientación, y eso fue en la edad de la pubertad mía, ahí hubo un vínculo con la Psicología bastante temprano, o sea, en realidad tiene importancia desde el punto de vista vocacional, junto además con el hecho de que tengo una tía que era docente de Psicología en una universidad. Y ella, entonces, cuando yo era niña, se fue al extranjero a realizar estudios de post-grado en Psicología, ella era educadora, y eso yo creo que marcó fuertemente mi elección profesional, porque era una mujer soltera que viajaba (…) entonces era fantástico, ella se movía por el mundo independiente y yo tenía nueve años en ese tiempo, entonces, ahí yo decía: ‘yo voy a ser psicóloga’. Mi proyección era ingresar a la Chile, a la Escuela de Psicología de la Universidad de Chile, pero llegó el 11 y la Escuela de Psicología de la Universidad de Chile se desarmó, entonces yo decidí estudiar Biología (…) y además decidí irme de mi casa [a provincia] porque a esas alturas yo quería un cambio (…) En realidad fue especial [irme a estudiar a provincia], fue super rico, me hizo bien y ahí decidí entonces que iba a estudiar Psicología (…) y al año siguiente volví y estudié acá. Volví (…) y, bueno, ya ahí quedó la escoba porque mi hermano mayor cayó preso por política (…) además fue fuerte porque yo estaba dando los exámenes de ingreso y él estaba desaparecido (…) a mí me dieron los resultados simultáneamente cuando supimos dónde estaba (…) después de eso él se fue al exilio. Yo diría que la universidad se empezó a componer pa’ mí de cuarto [año] pa’ arriba, o sea, terminé el ciclo básico y decidí que iba a seguir en el área laboral, ahí en realidad empezaron a subir mis notas en forma significativa (…) [Comencé a formarme en el trabajo con grupos y fue] todo un encuentro con valores que para mí habían sido importantes, toda esta cosa más democrática, de gestar el cambio desde adentro, toda esta cosa del valor de la educación, producir cambios sociales (…) empecé a ver que eran herramientas de cambio organizacional en el trabajo y eso me pareció poderoso y creo que de ahí ya no me salí más, fue como: ‘esto es lo que yo quiero’ (…) Fue todo un encuentro con la posibilidad de acción comunitaria [a través de organizaciones ligadas al trabajo con jóvenes y trabajadores, lo que significó] un encuentro con lo que era el mundo del trabajo y me encantó ese mundo (…) fue encontrar por fin un espacio propio, (…) porque yo sentía que no tenía un espacio [desde el Golpe de Estado], entonces fue un reencontrarme con lo que me había movido antes, fue como bien especial y con espacios concretos (…) pa’ mí fue como llegar a un territorio propio, a una cosa que tenía que ver con mi identidad, [fue una] de las cosas tal vez más relevantes de mi formación; fue liberador, fue super liberador.

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En ese tiempo había que hacer una memoria después de salir y yo me demoré mucho, me demoré dos años (…) A todo esto, me casé y me fui a provincia, mi marido estaba estudiando allá (…) [Proveníamos de] mundos totalmente opuestos y, creo [que] por eso nos encantamos tanto también. Yo creo que fue un buen intento de unir mundos (…) él [venía] de una familia muy numerosa, con una mamá que estaba en el mundo pa’ tener hijos; mi mamá estaba en este mundo pa’ servir a la comunidad, pa’ cumplir un rol social, o sea, realmente eran cosas distintas (…) Trabajaba yo fundamentalmente y la idea era que yo iba a trabajar mientras mi marido terminaba de estudiar (…) Me pasaba grandes temporadas en Santiago [por la memoria] y entonces cayó preso mi marido… por política también (…) Entremedio yo di mi examen de título, entonces, mi ingreso a la universidad está marcado por la detención de mi hermano, y la salida de la universidad está marcada por la detención de mi marido. [Comencé a trabajar en Derechos Humanos, formando y dirigiendo un equipo de trabajo multidisciplinario]; trabajé con presos políticos, [especialmente con] mujeres porque los hombres, yo creo que por todo el cuento machista y que por todo el cuento de que es distinto que vaya una mujer a ver mujeres presas, a que vaya la compañera, de otro que está preso, a atender, tiene otra connotación (…) Ellas tenían confianza conmigo porque yo no era cualquier psicóloga, o sea, yo era la señora de una persona que había caído también con ellos. Cuando mi marido salió de la cárcel me embaracé; entonces dije: ‘yo quiero tener un hijo que viva otras condiciones’. Y entonces cambié, dejé el trabajo en Derechos humanos (…) me metí a un consultorio del adolescente, un centro del adolescente (…) Cuando tuve a mi hijo, para mí fue una experiencia absolutamente, no sé, deslumbrante, o sea, realmente fue tremendamente significativo tener un hijo, entonces yo quería darle tiempo a este hijo y estaba fascinada con este ser humano que estaba aprendiendo y que se abría al mundo… y yo quería estar ahí no quería dedicar tanto tiempo fuera de la casa. [Entretanto, mi esposo había] perdido su carrera, yo estaba trabajando y él tenía que buscar otra forma de insertarse en el mundo (…) o sea, él necesitaba validarse, [y] era muy complicado hacerlo con una mujer teóricamente exitosa porque en ese grupo de amigos yo era casi una autoridad, si iba a las cárceles a atender gente era como ‘la psicóloga’, tenía toda una connotación y él sin profesión, sin trabajo (…) [Él reingresa a la universidad y] estaba viviendo una realidad de estudiante, lindo, arrojado, inteligente. Y yo, en la realidad de una mujer que tenía una guagua que tenía que proveer. Entonces, no dio pa’ más, y en realidad yo tomé la decisión de separarme. [Después] me llamaron a mi trabajo y me dijeron que estaban buscando una psicóloga para trabajar en una empresa. Eso coincidió con que yo me estaba separando, entonces fue bien especial porque me separé y me cambié de trabajo al tiro, entonces fue un cambio total de vida, y empecé otro cuento. [Permanecí varios años en dicha organización y llegué a alcanzar cargos de jefatura. En esa época, mi vida estaba] muy centrada en la familia, o sea, en mi hijo en realidad, y con la nana,

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que era como mi yunta, o sea, la nana era clave (…) entonces, en realidad, éramos una familia de tres personas: la nana, mi hijo y yo. [Al cabo de algunos años decidí volver a Santiago. Después de trasladarme a la capital realicé estudios de post-grado y me he desempeñado como consultora en el área laboral-organizacional, prestando servicios a distintas empresas. Creo que soy] una buena alianza de cualquier persona que esté dirigiendo una empresa porque lo entiendo bien; o sea, yo también me emociono con eso, con esa historia de cómo las empresas tratan de crecer, tratan de posicionarse, me maravillo con las soluciones que encuentran para asegurar el crecimiento, me encanta, pero a mí me interesan las personas y allí estoy yo, o sea, yo estoy en ese nexo. Es como estar, al menos en el campo de las empresas, como ser un camino entre dos mundos, entre el mundo del mercado y el mundo interno (…) O sea, es como estar entre los mundos produciendo este encuentro, sea donde sea que esté (…) Para mí, ser psicóloga es buscar la conexión para el crecimiento de la gente, y mío por supuesto. Cecilia: Puente entre mundos La historia de Cecilia está marcada por profundas diferencias y cambios socioculturales. El origen y la historia de sus padres representan disímiles concepciones de mundo coexistentes; esto habla del cambio, de los procesos de cambio social que señalan la llegada de lo nuevo y su relación con lo que se pretende mudar. Un padre que defiende lo establecido y una madre progresista que intenta movilizar los cambios sociales, configuran una experiencia familiar “fisurada”. Mundos distintos que se plasman en una misma historia de vida. Crece en una familia convencional claramente dirigida por su padre-ingeniero, machista y “proveedor a ultranza”. En esta familia las exigencias de rendimiento eran para los hombres, mientras que de ella sólo se exigía una “conducta femenina”. Al mismo tiempo, se enfrenta a experiencias que señalan la existencia de ideas nuevas acerca de lo que es ser mujer. Con el antecedente de una madre artista-educadora que logró transmitir la presencia de los cambios que se asomaban y una tía materna que se va sola a estudiar al extranjero, Cecilia conoce y accede a una visión de mujer en la que la autonomía juega un papel central. Cecilia responde de alguna manera a los “requerimientos establecidos” para su condición de género, ya que “con una mamá fuera de la casa”, establece una relación de cuidado con sus hermanos, muy “nutriente”, y especialmente “maternal” con el menor de

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ellos. En este contexto, se visualiza a sí misma como un elemento estabilizador en su familia, asumiendo de alguna manera una posición asistencial y conciliadora. De esta forma, se podría señalar que Cecilia intenta una integración de las posturas distintas representadas por sus padres, que van a la par con los procesos de cambio que desdibujan y redibujan lo social y, fundamentalmente, el lugar que ocupan en él tanto hombres como mujeres. En esta tarea, Cecilia llega a la Psicología, espacio en el que conjugará estas dos posiciones. Su profesión le permite, por un lado, expresar el rol tradicionalmente adscrito a la mujer: cuidar, educar, nutrir y acompañar a otros en su crecimiento y desarrollo; por otro, acceder a puestos de poder, tener un ingreso económico significativo e iniciar un continuo camino de desarrollo personal, lo que le permitirá “abrirse al mundo” de manera independiente. Cecilia conjuga elementos y es la síntesis viva de sus padres, así como de los procesos de cambio social internalizados por ella y su familia. Transita por esta difícil ruta, y la psicología es el terreno amplio que le permite conciliar posiciones: producir y reproducir, ser madre y trabajadora remunerada y, en definitiva, tener poder a través de la participación en los procesos de cambio. El esquema número tres representa la síntesis de los contenidos descritos con anterioridad, mostrando específicamente los distintos elementos en torno a los cuales se articula la vivencia de Cecilia respecto de ser mujer y psicóloga.

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Antecedentes contextuales Período de cambios socioculturales y políticos.

Antecedentes familia de origen MADRE Lo nuevo

PADRE Lo establecido

Experiencia familiar “fisurada”

Ejercicio Profesional Integración de los mundos. Cumple rol tradicional (asistencia) y nuevo rol (autonomía, poder, desarrollo y crecimiento personal)

ROL MATERNO Hijo y hermano DOBLE ROL Productora y reproductora

Esquema N° 3: Cecilia.

En este cuadro se aprecia la influencia de los antecedentes contextuales en la configuración de una experiencia familiar, caracterizada por radicales diferencias de sus padres en la forma de concebir el mundo. De esta manera, el ejercicio profesional aparece como un aspecto adecuado para unir estas dos perspectivas. Cecilia cumple un rol tradicional como mujer asistente, conciliándolo con visiones progresistas, asociadas a la autonomía, poder y desarrollo personal. A la vez, el ejercicio profesional aparece relacionado con el rol materno y su doble condición de productora y reproductora en la sociedad. 1.4 Síntesis de historia de vida: Esperanza14 “Nací en Santiago a fines de los años sesenta en una clínica privada. Soy la mayor, la primera; mis papás se habían casado para la época un poco más tarde, mi mamá tenía 27 años y mi papá 33. Y yo, bueno, nací a los 10 meses, y según lo que yo entiendo y lo que he hablado con mi mamá, parece que ella no se sentía preparada para tenerme tan luego y le costó un poco asumir el tema de la maternidad, como que la complicó. Ella era profesional, abogada, entonces estaba [bien] metida en el mundo 14

La transcripción original de la entrevista corresponde aproximadamente a 40 páginas.

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laboral (…) Somos tres hermanos, tres hijos, el que me sigue tiene 29 (…) y mi hermana, la menor, tiene 24. A propósito del trabajo de mi papá, estuvimos viviendo no sólo en Santiago, sino que estuvimos un tiempo en el norte y otro tiempo en el sur. Cuando nos fuimos al sur debo haber tenido seis [años] porque estuve allá en primero básico y en [el norte] estuve en tercero, cuarto y quinto. Yo me acuerdo haber sido bien regalona de mis abuelos maternos, no sólo de ellos sino también de mis papás, como bien la niña modelo, buena alumna, siento que me daban harta bola, en las cosas que yo hacía bien me destacaban harto, pero también siento que me protegían mucho de repente, a pesar de que yo podía hacer cosas, podía participar, qué sé yo, en scout, en esas cosas, igual siento que había cosas que me costaban, de repente la parte más social. En mi casa o en mi mundo yo estaba bastante protegida, como que ahí estaba bien, ahí no necesitaba enfrentarme a cosas que me costaran un cambio afuera (…) quizás la sobreprotección era un poco más invisible y yo misma me sentía un poco más temerosa de hacer ciertas cosas, de lanzarme más a la vida sola. Cuando nosotros llegamos acá a Santiago (…) me pusieron en una escuela que estaba cerca de la casa, una escuela mixta y al año siguiente, que coincidía con el séptimo, empecé en un Liceo y de ahí hasta cuarto medio. Yo siento que ése fue un cambio importante pa’ mí, el meterme en un Liceo de puras mujeres, muchas alumnas, como que me restringí en la parte social. Eso me hizo difícil relacionarme con hombres, creo que me daba susto, no sabía bien qué hacer, me sentía como más chica en ese aspecto que otras compañeras que sabían qué hacer en ese caso, tenían amigos, eran más cancheras, yo me sentía totalmente más tímida en esa parte. Yo creo que me daba seguridad la parte de los estudios, o sea, igual me iba bien y era como super exigente también, tenía que sacarme buenas notas (…) yo creo que igual tenía harta ganancia por ese lado (…) siempre destacaba en eso, sentía que por ahí yo me validaba, me afirmaba de esa parte y la explotaba, o sea, sabía que ahí había una seguridad que yo lograba (…) Viéndolo ahora, siento que había una parte mía que estaba más sola, que ni yo misma lograba entender quizás (…) sentía que me separaba un abismo de repente, y me estaban pasando cosas que no lograba entender y menos decir (…) [Sin embargo] estaba atenta a las personas que estaban en mi casa, a los problemas quizás, o a ver que alguien estaba mal (…) Yo tengo la impresión de que por ser, no sólo por ser la mayor o por características mías quizás, siempre estaba ahí metida un poco en la salud mental de la casa. En la enseñanza media algo se empezó a pasar acerca de la Psicología, me acuerdo que leía revistas (…) me interesaban todos los temas que tenían que ver con la familia o la pareja; quizás eran temas que me importaban a mí misma, que tenían que ver conmigo. [Además], una alumna de Psicología fue a contarnos su experiencia [al liceo], me acuerdo que me llamó la atención ella, no sé, había algo que encontraba atractivo. [Así] yo creo que se me fue de a poco haciendo una idea de [estudiar Psicología] y una idea fija de que por ahí iba la cosa (…) Bueno, di la prueba [P.A.A.], la verdad es que yo entré al segundo intento, porque di la prueba por primera vez, me fue bien, pero en la prueba especial no quedé.

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En ese tiempo había empezado una terapia porque al salir de cuarto medio me vino una ‘depre’, yo creo que porque estaba medio sola (…) tuve la sensación de que había perdido un tiempo, como que no había hecho ciertas cosas y, al no quedar en Psicología, siento que fue una hecatombe, se me vino el mundo abajo y me sentí media perdida porque no había pensado mucho qué hacer si no [quedaba en Psicología]. Durante ese año estuve en otra carrera, como medio año, la verdad es que no me interesaba mucho la carrera, pero tomé una decisión también influida por mi mamá (…) Ese año para mí fue súper importante porque yo creo que ahí fue como abrirme un poco al mundo, conocer amigos, empecé a pololear, empecé a conocer un montón de gente, a pasarlo súper bien y al año siguiente di la prueba de nuevo y ahí quedé. [Mi formación, en la universidad] creo que fue en paralelo a un proceso mío de crecimiento, esto de empezar a salir al mundo (…) no fue fácil, de hecho como en segundo año dudé de si seguía o no (…) dudé si yo podía dedicarme a eso después, sentía que también estaba en un proceso de mucha revisión mía, de en qué estaba yo, para qué cosas servía (…) después empecé a afirmarme con las prácticas, a sentir que me gustaba, que también me iba relativamente bien. [En mi casa] me interesaba o estaba como metida en el tema de ver qué estaba pasando con los demás pero también porque yo sentía que me buscaban a mí también para hacer eso (…) sentía una cierta responsabilidad como de estar ahí y hacer algo (…)[Antes] quizás menos informada, como más intuitiva, desde la universidad en adelante yo diría que fui tomando más consciencia, viendo un poco mi familia de otra manera, aprendiendo, creciendo yo también, siento que ahí empecé a tener ese rol, o quizás de antes lo tenía pero sin darme tanto cuenta. Al finalizar la carrera yo tenía como hartos temores de encontrar trabajo, de cómo iba a ser eso, saber cómo iba a funcionar yo, [si] iba a saber o no qué hacer; la verdad es que fui encontrando cosas a través de personas conocidas, más que de avisos o cosas más formales, igual fue super bueno pa’ mí, fue aliviador también empezar a ganar mi plata, empezar a ahorrar, a comprar cosas, siento que me dio harta independencia. Después conocí a quien es mi actual marido, eso fue saliendo de la universidad (…) las cosas fueron avanzando de a poco. Yo, bueno, me titulé; él también después se tituló. Fue como un buen tiempo, yo creo que como dos años estábamos como bien así pololeando y todo, y después empezamos los dos a sentir que nos quedaba medio chico el pololeo y empezamos a poner el tema [del matrimonio]. Era un tema difícil de tocar, de repente yo tenía ganas de concretar, pero no quería que se sintiera presionado y, por otro lado, él también quería tomarse su tiempo. Finalmente nos decidimos. A pesar de que yo me fui de la casa hace dos años sigo siendo parte de la familia, siempre va a ser así, pero ya no tengo una función en esa casa de la misma manera que antes (…) Igual yo creo que hay un lazo fuerte y quizás estoy en proceso de lograr una relación con ellos más diferenciada, de relacionarme con ellos sin estar muy pendiente de lo que está pasando allá, de sentir que igual pueden contar conmigo, que yo estoy acá.

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Con mi marido nos repartimos harto las cosas, como naturalmente compartido, no es que yo le haya tenido que decir a él ‘oye, si tú llegas antes haz tal cosa’; no, o sea, en ese sentido los dos nos hacemos igualmente cargo. Ahora yo siento que estoy siempre preocupada de las compras menores, yo me encargo de la señora que va, de dejarle anotado todo lo que tiene que hacer, dejarle plata, ése es el gasto que hago, porque además en este momento estoy estudiando, estoy haciendo un postítulo, entonces también mis gastos se han reducido, ya no puedo, como el año pasado, pagar ciertas cuentas yo y otras mi marido. Igual siempre ha pagado más cuenta, porque él tiene más ingreso que yo, pero en este minuto lo que yo pago es una mínima parte. En el ejercicio profesional me he dedicado más a la clínica pero también me he metido en lo educacional de alguna manera (…) En mis trabajos siempre estoy bien preocupada del estado de las relaciones humanas al interior del equipo [profesional] (…) creo que hay una cosa mía como de tender a integrar, de integrar equipo, de integrar personas (…) Creo que igual tiene que ver con esto de ser cuidadora de la salud mental, quizás ya no tanto en mi familia, sino [que] con las personas que estoy en contacto, con el trabajo y estar atento a eso. La Psicología es mi trabajo. Yo creo que tiene que ver con abrir mundos, abrir perspectivas, buscar caminos, bueno, de ayudar a otros a encontrar sus propios caminos, de facilitar procesos, de acompañar en los procesos de otros, de trabajo personal (…) Siento que ser psicóloga implica un compromiso conmigo, de que no me puedo hacer la lesa en ese sentido, no puedo ser como una cáscara vacía, tienen que pasar cosas adentro para que al estar con otros hayan puntos en común. Yo creo que soy una persona bien sensible con mis propias cosas, o sea, mi relación con las otras personas en general, siempre... como que registro mis partes más frágiles o más vulnerables (…) y creo que ése es un recurso bien potente (…) que me podía tender mucho puente con las otras personas, entender esa parte vulnerable en ellos también… Ser psicóloga yo diría que me ha ido gustando cada vez más, o sea, he logrado hacer cosas entretenidas, yo creo que he podido descubrir un poco más mi sello personal. Y yo creo que he descubierto que no hay nada muy imposible de hacer…” Esperanza : Cuidadora de la salud mental Durante su infancia se recuerda como regalona de sus padres y de sus abuelos maternos; era buena alumna y la hija mayor, se sentía muy tomada en cuenta y reforzada por las cosas que hacía bien. De esta forma, Esperanza encuentra un lugar en su familia, en el cual logra desenvolverse y validarse, respondiendo a las expectativas de una “niña modelo”. Sin embargo, al referirse a la interacción con su familia manifiesta que la protegían mucho y que por esta razón le costaba relacionarse y ser más sociable. Frente a los problemas que tiene para “salir afuera”, se recoge en el

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ambiente “protegido” de su hogar, donde comienza a desarrollar una sensibilidad especial para detectar las distintas necesidades de los integrantes de su familia, lo que implica un cierto grado de postergación de sus propias dificultades e insatisfacciones. Durante la adolescencia, comienza a reconocer progresivamente sus temores respecto a las relaciones interpersonales y el distanciamiento social que esto provoca. Se siente sola y no cree contar con las habilidades para salvar el abismo que percibía entre su “mundo interno” y sus pares. Cuando termina la enseñanza media se enfrenta al desafío de tener que “salir” de su protegido núcleo familiar y, simultáneamente, se da cuenta que había perdido un tiempo valioso en el que no había hecho ciertas cosas correspondientes a su etapa vital. Paralelamente, opta por ingresar a estudiar Psicología, motivada por los temas y las posibilidades que ésta le brindaba en torno a la compresión de sus propias dificultades y los problemas que identificaba en su familia. Postula, rinde la prueba especial y no es aceptada. A raíz de esta crisis vital, e influida por su madre, decide estudiar otra carrera. Por primera vez comienza una relación de pareja que formará parte del inicio de un proceso de “apertura al mundo” en el cual logra compartir con personas pertenecientes a distintos grupos y participar en actividades de servicio social. Éste fue un paso necesario para que, al año siguiente, en una nueva postulación pudiese ingresar a estudiar Psicología. Durante el período de formación universitaria, Esperanza continúa con un proceso de crecimiento y desarrollo personal que le permite ampliar, cada vez más, su contacto con el mundo. Sin embargo, durante los primeros años afloran importantes dudas respecto de sus habilidades para poder desempeñarse como psicóloga; a medida que avanza el tiempo y en el contacto con el ejercicio profesional a través de las prácticas, va confirmando sus competencias. Paralelamente, en su familia, el rol que desempeñaba como cuidadora de la salud mental se va “formalizando” y surgen peticiones concretas para que se ocupe de acompañar a sus hermanos cuando atraviesan por períodos difíciles. La inseguridad de Esperanza reaparece cuando, luego de titularse, debe salir al mundo laboral; la inminencia de lo nuevo atrae dudas e incertidumbre frente a su capacidad para desempeñarse profesionalmente. Nuevamente acepta el desafío y,

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asiéndose de todos los recursos que lograba identificar en sí misma, empieza a validarse a través de una actitud comprometida y responsable con su trabajo. Al mismo tiempo, el trabajo remunerado le proporciona la posibilidad de comenzar a adquirir paulatinamente mayor independencia respecto de su familia de origen. Para Esperanza este proceso de independencia se hace más patente cuando, tras su matrimonio, sale de su casa y se da cuenta que su rol al interior de la familia debe cambiar y que ya no puede seguir cumpliendo su función de la misma manera. A través de su ejercicio como psicóloga, Esperanza empieza a visualizar que ser consciente de sus partes frágiles le permite contactarse con la vulnerabilidad de los otros, lo que señala una transformación de sus debilidades en fortalezas al servicio de los otros. De esta manera, aparece un proceso de integración de sus aspectos vulnerables al ejercicio profesional, ahora percibidos como recursos propios que facilitan su desempeño como psicóloga. Junto a la búsqueda de un espacio para sí fuera de su familia, su profesión le sirve de puente entre su experiencia interna y el ámbito social, al mismo tiempo, que le abre una posibilidad de visualizarse de manera distinta. La “niña modelo” que se desempeñaba bien en todas partes se convierte en una mujer vulnerable que reconoce como recurso su propia fragilidad. En la Psicología, puede recoger una parte significativa de lo que es ella misma y su historia, haciéndola parte de su permanente desafío de “abrirse al mundo”. A continuación se presenta un esquema que resume la articulación de las temáticas de género y profesión en la historia de vida de Esperanza:

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Antecedentes familia de origen - “Niña modelo” que se valida en el hogar. - Desarrollo de sensibilidad frente a necesidades de otros. - “Cuidadora de la salud mental” familiar. Antecedentes personales - Dificultad para interactuar con otros. - Dificultad para salir al mundo exterior. - Necesidad de salir al mundo exterior.

Elección profesional Formación profesional

Proceso de apertura al mundo

Ejercicio Profesional

- Integración del mundo interno y externo. - Incorporación de aspectos personales vulnerables como herramientas al servicio de otros. - “Cuidadora de la salud mental” en equipos de trabajo.

CONTEXTO Esquema N°4: Esperanza.

En este cuadro se aprecia la influencia de los antecedentes personales y de la familia de origen en la decisión de estudiar Psicología. Esto va acompañado de un significativo proceso de “apertura al mundo” que se extiende como un desafío de integrar la experiencia personal como herramienta al servicio de otros en su ejercicio profesional como psicóloga. La incorporación de aspectos personales vulnerables como un elemento puesto al servicio de otros, favorece la interacción en equipos profesionales, constituyéndose como “cuidadora de la salud mental” en una multiplicidad de áreas.

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2. ANÁLISIS RELACIONAL A partir del análisis individual de las historias de vida de estas psicólogas, emergen contenidos comunes que dan cuenta de significados asociados a las temáticas de género y profesión. En este apartado se presenta una reestructuración de las categorías preliminares de información desprendidas del proceso de codificación simple y axial. Se han reconstruido seis categorías con el objeto de establecer relaciones entre las distintas subcategorías de información. 2.1 El contexto sociohistórico El contexto histórico y sociocultural que enmarca las historias de vida muestra cómo el devenir de estas mujeres en el mundo no se desarrolla aisladamente. Cada una de las entrevistadas se sitúa en contextos históricos distintos, sin embargo, es posible acceder a un continuo cronológico que cruza prácticamente todo el siglo. En forma paralela a la narración de la vida personal, las entrevistadas hacen referencia al desarrollo histórico del país y del mundo. Es aquí donde se pueden reconocer hitos en torno a los cuales se articula su vivencia. Desde el punto de vista sociocultural, se produce un cambio en la visión de la mujer a lo largo de la historia, que destaca eventos tales como su ingreso al ámbito del trabajo remunerado, la adquisición del derecho a voto y la introducción de la píldora anticonceptiva como método de control de la natalidad. A través de la experiencia biográfica de estas mujeres se puede acceder a contenidos que hacen referencia a estos procesos de cambio en el nivel social, familiar y también individual. Por ejemplo, respecto al tema de los métodos de control de la natalidad: “Fíjate que uno tenía los hijos que tenía, bueno se usaba una cosa que se llamaba… un diafragma que uno se ponía, pero de repente tú no alcanzabas a ponerte el diafragma…” (Angela 1, 171). En referencia al ingreso de la mujer al mundo laboral remunerado y a la búsqueda de mayores espacios de expresión social, por ejemplo:

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“…mi madre venía de una historia personal y familiar en que en realidad el cambio de tu condición pasaba por las ideas que habían en el mundo, concretamente, la incorporación de la mujer al trabajo, etc. Mi madre nació en el treinta y cuatro y el derecho a voto de la mujer fue en el año cuarenta y siete creo, recién; entonces, ella se formó en este cuento del derecho a voto, por ese espacio que había que ganar…” (Cecilia 1, 19). Por otra parte, a lo largo de distintos períodos históricos, se puede apreciar la coexistencia de posturas diversas e incluso contradictorias respecto de las expectativas sociales acerca del quehacer de las mujeres en el mundo. Estas contradicciones expresan la internalización, en el nivel familiar, de los procesos sociales de cambio en torno a la visión del ser mujer: “…en mi casa ocurría que mi papá no le daba permiso a mi mamá para hacer una cosa (…) [yo] no podía entender cómo mi papá podía no darle permiso a ella, era como muy raro, si ella ganaba su sueldo, era una mujer adulta, y ella además le hacía caso, era algo insólito…” (Cecilia 1, 21). Así, las entrevistadas van configurando su propia identidad, interactuando en un contexto caracterizado por una permanente incongruencia ideológica que señala la presencia tanto de postulados progresistas que abogan por un rol más protagónico de la mujer en la sociedad, como de resistencias “esperables” frente a una mutación sociocultural tan significativa. El contexto sociohistórico constituye, de esta manera, una temática que influye en el desarrollo de la identidad de estas mujeres, ya que como marco de referencia tanto para ellas como para sus familias, muestra diversas construcciones o posibilidades respecto de cómo desempeñarse en el mundo. Situadas en un contexto en el que se producen importantes procesos de cambio en torno a la identidad social de la mujer, las entrevistadas se enfrentan a una expansión de los roles tradicionalmente adscritos a ella. Así, el creciente protagonismo de la mujer en el ámbito del trabajo remunerado fomenta la germinación de un interés por acceder a una mayor formación y especialización para enfrentar el mundo laboral. Asimismo, el surgimiento de métodos

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de anticoncepción más efectivos ha favorecido la concreción de una imagen de la mujer que tiene control de la natalidad y de su propia sexualidad Esto a su vez le permite planificar y complementar el rol reproductivo y productivo en la sociedad. 2.2 De la familia a la Psicología La familia de origen aparece como un elemento clave en la constitución de la identidad de género. A través del núcleo familiar como fuente de socialización primaria, las entrevistadas reciben diversas imágenes y concepciones que intentan responder a la pregunta de quiénes son las mujeres y los hombres en una realidad sociohistórica determinada: “Las exigencias eran hacia mi hermano mayor, yo era mujer, no tenía exigencias (…) exigencias de conducta sí, de conducta femenina, o sea, no podía agarrarme a combos con nadie, no podía decir garabatos, como ese tipo de cosas, pero exigencias en términos, ponte tú, de rendimiento, nunca tuve” (Cecilia 1, 19). La relación que las entrevistadas establecen con los distintos miembros de la familia, especialmente las figuras parentales, las sitúan en una posición configurada en torno a comportamientos esperados dada su condición genérica. Al producirse un interjuego entre las expectativas de los distintos miembros del grupo familiar, cada una de las entrevistadas debe optar por comportamientos que las validen al interior de su sistema. Como respuesta a dichas expectativas, estas mujeres se ubican en un lugar que, en diversos grados, se caracteriza por el cuidado, la protección y la asistencia a otros. Este apoyo y atención implican, al mismo tiempo, una capacidad para identificar las distintas necesidades de los miembros de sus familias: [Respecto a su hermana enferma] “…Yo le contaba cuentos, le llevaba cremas y cosas, le decía ‘éste salió, éste te va a funcionar’, yo le hacía fricciones y masajes y cosas, pero no había vuelta, no, no se le pasaban [los dolores], pero era una forma que un ratito uno la podía apaciguar” (Bernarda 1, 47).

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“Yo creo que estaba atenta a las personas que estaban en mi casa, a los problemas quizás, o al ver a alguien que estaba un poco mal” (Esperanza 2, 8). Por otra parte, la relación con figuras parentales aporta un nuevo antecedente en la elección y posterior ejercicio profesional. La valoración positiva de la inteligencia, del trabajo y la obtención de un título profesional, así como la posibilidad de alcanzar independencia económica y protagonismo social (a través de un ejercicio profesional), son algunos de los elementos transmitidos por la familia que, al ser gradualmente internalizados, ejercen influencia en la opción vocacional de las entrevistadas. Asimismo, el reconocimiento e identificación con modelos que encarnan tales valores, permite que las entrevistadas se proyecten en el futuro, reconociendo y visualizándose en la ejecución de determinados roles, a través de los cuales puedan alcanzar sus ideales. Tal es el caso de figuras femeninas ligadas a la Psicología (no solamente en el plano familiar), que representan un modelo de mujer profesional, por un lado ligada a la asistencia y, por otro, independiente y autónoma. “…Tengo una tía que era docente de Psicología en una universidad y ella entonces, cuando yo era niña se fue al extranjero a hacer un magíster en Psicología, ella era educadora y eso yo creo que me marcó fuertemente mi elección profesional, porque era una mujer soltera que viajaba a hacer un magíster, entonces era fantástico, ella se movía por el mundo independiente y yo tenía nueve años en ese tiempo, entonces, ahí yo decía ‘yo voy a ser psicóloga’ ” (Cecilia 1, 4). “Una cosa que me llamó la atención de que existía la Psicología: una película que vi (…) en que había una psicóloga, que era la Ingrid Bergman, me acuerdo, con Gregory Peck, él era el paciente, ella era la psicóloga y eso me llamó la atención, y allí supe que existía esto de ayudar así a la gente” (Angela 1, 67). La posibilidad de brindar ayuda se convierte en un elemento que influye en la elección de la Psicología como profesión. Esta actitud, caracterizada por la asistencia en el ámbito de la salud mental, la posibilidad de orientar y promover procesos de cambio tanto en el plano individual como social, muestra un claro traspaso del rol

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asistencial, adquirido en la interacción familiar, hacia el ejercicio profesional de la Psicología. “[La Psicología]…tiene que ver con esto del ser cuidadora de la salud mental, quizás ya no tanto en mi familia, sino con las personas con las que estoy en contacto, con el trabajo y estar atenta a eso” (Esperanza 2, 36). La elección de la Psicología como opción vocacional tiene, por lo tanto, una fuerte relación con la familia de origen, el tipo de interacción que allí se establece, y los valores e ideales que transmite. Esta disciplina, por su parte, a través de la formación profesional, entrega nuevos marcos teóricos y conceptuales que permiten a las entrevistadas interpretar y comprender su realidad de una manera distinta. De esta forma, se produce un reencuadre de la posición que ocupan al interior de sus respectivos sistemas y, por lo tanto, una resignificación de su rol. [A propósito de ser cuidadora de la salud mental en su familia] “…Yo creo que quizás antes no tenía mucha conciencia, yo creo que más desde, desde la universidad en adelante yo diría que fui tomando más conciencia de eso, sí porque yo siento que antes me daba cuenta de cosas quizás pero estaba, no sé, más dedicada a ser hija y quizás no dándome cuenta de todo lo que pasaba, pero una vez en la universidad, viendo un poco mi familia de otra manera, aprendiendo y creciendo yo también como que ahí empecé a tener ese rol, o quizás de antes yo lo tenía pero sin darme cuenta” (Esperanza 1, 6). 2.3 Reinterpretación de la propia historia y transformación de la identidad de género La resignificación de su rol y, consecuentemente, de sus funciones al interior de la familia afecta directamente el “mundo privado” de estas mujeres, ya que no sólo posibilita una reinterpretación de su entorno, sino que también permite reconocer necesidades y conflictos en sus propias historias de vida. La Psicología como disciplina, proporciona un espacio que permite acceder a diversas aproximaciones respecto de cómo comprender la realidad. En este sentido, se convierte en un instrumento que permite la conjugación de disímiles formas de concerbirse como mujeres en esta sociedad.

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Desde una perspectiva ontogénica, se puede apreciar un proceso de transformación en la identidad de género y, consecuentemente, en la identidad personal, que se relaciona directamente con el estudio y ejercicio de la Psicología. Así, se reconocen cambios en la manera de autopercibirse y en la forma de enfrentarse a situaciones nuevas que señalan el desarrollo de ciertos procesos de crecimiento personal: [Refiriéndose a la experiencia de estudiar Psicología] “…A ver, yo creo que fue, iba paralelo a un proceso mío como de crecimiento, de esto como de empezar a salir al mundo, de contactarme con gente, yo creo que igual no fue fácil, de hecho, como en segundo año yo dudé si seguía o no, porque tenía la impresión que… como que dudé si podía dedicarme a eso después; sentía que también estaba en un tiempo como de mucha revisión mía…” (Esperanza 1, 28). Las características de la profesión hacen que las entrevistadas, necesariamente, trabajen en el nivel personal aquellos conflictos que puedan apreciar en sí mismas desde la teoría. De esta forma, el autoconocimiento, la autoobservación y el procesamiento de sus vivencias internas conforman una parte importante de su quehacer profesional. El desarrollo personal se transforma en una herramienta que posibilita a las psicólogas contactarse con un otro que pueda estar sintiendo o percibiendo las cosas de una manera similar. “…Yo no creo aquí que soy la que tengo todo resuelto. No, a mí me exige también, el hecho de ser psicóloga me exige estarme revisando en forma permanente y… estar como muy alerta a aspectos míos, o sea, realmente en la línea del autoperfeccionamiento…” (Cecilia 2, 20). Así la necesidad de estar atentas a sus propios procesos y vivencias se hace imprescindible para un adecuado ejercicio profesional. Para todas las entrevistadas el desarrollo personal constituye un elemento básico que se asocia a la competencia. “Yo he aprendido que se sana desde la herida. Si yo estoy consciente de mi limitación puedo ver la limitación del otro. El peligro es cuando uno

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tiene problemas y no los quiere ver, entonces no va a ver la limitación del otro, ni tampoco los recursos que tiene para salir…” (Bernarda 2, 7). El acceso a técnicas de autoconocimiento y/o a psicoterapia se transforma, para estas mujeres, en una necesidad de primer orden respecto del ejercicio responsable y comprometido de la profesión. 2.4 La mujer como profesional psicóloga La imagen que cada una de las entrevistadas tiene respecto de la Psicología y su práctica, se aproxima a los significados personales en torno al hecho de ser psicóloga. El tema de la asistencialidad, desarrollado anteriormente, es un contenido necesario pero no suficiente en el intento de comprender la relación existente entre las temáticas de género y profesión. A través de la Psicología, las entrevistadas no sólo tienen la posibilidad de cumplir con las funciones adscritas tradicionalmente a las mujeres (cuidar, proteger, nutrir, comprender y servir a otros), sino que también pueden posicionarse de roles que se ligan a la independencia y al poder. “Allá [en uno de sus lugares de trabajo] un poco por iniciativa mía y por cosas que han ido pasando este año estamos logrando un trabajo más integrado entre nosotras (…) en el consultorio también, o sea, también por iniciativa mía surgió un espacio que, en que trabajamos juntos con los médicos…” (Esperanza 2, 26). “Conocí a una persona en la universidad en que no sé cómo salió conversando la idea de que yo podía hacer algún programa de extensión ya, me dijo ya poh’ créalo, entonces ya tenía fondos (…) [para concretarlo] y me dijo: ‘Ya hazte cargo’. Matá’ de susto pero igual ‘ya poh’ y, ‘ya poh’ organízate tu equipo y lo haces’…” (Bernarda 1, 79). Las características de la Psicología como profesión les otorga la posibilidad de independencia económica y un ejercicio profesional autónomo, ya que si bien ésta aparece en una permanente interacción con otras disciplinas profesionales, no es subsidiaria de ninguna otra; es decir, es una carrera independiente que permite un amplio margen de organización en torno a las propias necesidades y requerimientos. En

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este sentido, la libertad en la toma de decisiones, en la planificación y ejecución de actividades, así como la participación en procesos individuales y colectivos de cambio, las sitúa en una significativa posición de poder. Además del estatus natural derivado de la condición de “profesional”, las entrevistadas experimentan el prestigio de una disciplina que, en general, goza de una positiva valoración social. Así, el estatus profesional, asociado a una creciente validación del rol del psicólogo y a características personales de liderazgo, han permitido que algunas de las entrevistadas accedan a cargos de jefatura y puestos de dirección, a través de los cuales logran un mayor protagonismo social: “…En este afán de ordenar, entonces ahí al director le dicen que si los psicólogos podemos hacer este trabajo y como yo había quedado como presidenta (…) aceptaban todo lo que decía, entonces estuvimos trabajando un tiempo. Oye y teníamos ahí la atención al día y fue fantástico porque realmente éramos más psicólogos, más cumplidores y fue la atención muy buena, muy buena en esa época…” (Angela 1, 40). La asistencia se convierte en un vehículo que les permite transitar hacia posiciones ligadas tradicionalmente a “lo masculino” situándolas además en un protagonismo social, desde lo individual. Esta situación, a pesar de diferir de lo tradicionalmente adscrito a las mujeres, no las sitúa en una posición contrapuesta ya que la profesión, como fue mencionado anteriormente, les brinda al mismo tiempo la posibilidad de responder a los roles más tradicionales. 2.5 Maternidad: entre el género y la profesión La participación de las mujeres en el ámbito de lo “productivo” y de lo “reproductivo” impone ciertas dificultades concretas en la conciliación de las responsabilidades correspondientes a cada una de estos ámbitos. En el caso de las entrevistadas, pese a que no todas tienen hijos, es posible identificar algún tipo de “vínculo maternal” con otras personas, en especial, con hermanos pequeños con quienes mantienen una relación afectiva muy cercana, centrada principalmente en el cuidado y otras labores asistenciales.

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“…entonces cada día mi mamá se tenía que hacer más cargo de las cosas, lo que ocurre mucho en esta sociedad, entonces cuando yo llegaba del colegio me tenía que hacer a veces cargo de mi hermanita en el sentido de ‘preocúpate tú de darle esto y lo otro’, y fui con el tiempo sintiendo que me hacía cargo de mi hermanita y creé un vínculo con ella maternal te podría decir…” (Bernarda 1, 43). La experiencia de la maternidad, en las cuatro entrevistadas, comienza como un rol subsidiario de la propia madre, quien implícita o explícitamente, delega en ellas responsabilidades, tendientes al cuidado de sus hermanos-hijos. A través de esta tarea, desde la posición de hermanas-madres, la maternidad se va transformando en un elemento importante en el desarrollo de la identidad femenina. En el caso de las psicólogas que tienen hijos, maternidad y ejercicio profesional se entrelazan de tal manera que la primera contribuye a organizar las responsabilidades en el ámbito profesional, así como el ejercicio de la profesión incide en la planificación familiar y la organización al interior de la familia. “…yo trabajo acá [su casa], de aquí mando E-mails y de aquí me contacto. ¿Por qué? Porque tengo un hijo que está casi adolescente, porque quiero estar más tiempo en mi casa, o sea, mi hijo sigue siendo un elemento fundamental en este cuento...” (Cecilia 1, 80). Las exigencias particulares de una determinada labor profesional como la carga laboral y el tipo de trabajo desempeñado pueden ser consideradas como incompatibles con la maternidad, lo que las moviliza a concretar algunos cambios en el ejercicio profesional. Así, por ejemplo: [Aludiendo al período en que trabajaba en Derechos Humanos] “…yo me embaracé; entonces yo dije: ‘yo quiero tener un hijo que viva otras condiciones’ y entonces cambié (…) me metí a un consultorio del adolescente…” (Cecilia 1, 56). En la experiencia de las entrevistadas, se torna imprescindible contar con “alguien” que se haga cargo de las labores “domésticas o de mantención” del hogar y

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de los hijos, mientras ellas trabajan. De esta manera, la conciliación de “lo productivo” y “lo reproductivo” aparece como uno de los principales desafíos para la inserción de la mujer en el mundo del trabajo remunerado. En este sentido, la contratación de otra persona, generalmente mujer, que pueda cumplir con estas obligaciones y/o la distribución equitativa de las tareas en la pareja, se convierten en posibilidades concretas en torno a las cuales se puede resolver parcialmente este desafío. 2.6 Relación de pareja La relación de pareja también aparece como un ámbito relevante que permite acercarse a los significados personales respecto de ser mujer y psicóloga. En los relatos de vida de todas las entrevistadas se observa la presencia de una figura masculina significativa como fuente de apoyo y seguridad. En algunos casos se aprecia la búsqueda de una pareja que represente la imagen de un “buen padre”, similar a la del progenitor; en otros casos, por el contrario, se denota la búsqueda de una pareja que permita compensar las necesidades no cubiertas por la figura paterna: “…Y era como mi papito también (…) cumpliendo con esa función de figura protectora que yo no tenía (...) me costaba tanto [la separación] porque yo sentía que era mi balón de oxígeno pa’ la vida…” (Bernarda 1, 103). “Yo creo que elegí mal al casarme las dos veces, es que mi papá era muy bueno conmigo, entonces ahí yo busqué estas imágenes de papito después, una imagen sumamente inmadura, yo buscaba papitos que me dieran seguridad afectiva...” (Angela 1, 99). En algunos casos, la pareja aparece como una figura idealizada en torno a la cual la mujer se organiza y evalúa, sirviendo incluso como un referente de autodefinición: “…Pa’ mí en ese tiempo era el ser más valiente que yo hubiera conocido y que además era capaz de revertir una situación de total indefensión a una situación favorable para él (…) entonces, a mí me sirvió para situarme yo también en una posición muy distinta; había que estar a la altura de este ser, o sea, realmente había que estar a la altura de este ser…” (Cecilia 1, 56).

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Asimismo, algunas de las entrevistadas reconocen que en cierto momento, a través de una relación de pareja, pudieron alcanzar una mayor “apertura” al mundo, contando con el “respaldo” de una figura masculina: “…este pololeo fue como importante, de partida que era el primero, a través de él conocí a otros amigos, como que también se me abrió otro, se me abrió otro mundo con él…” (Esperanza 1,41). A medida en que las entrevistadas avanzan en su proceso de crecimiento personal y profesional van ocupando nuevas posiciones en el mundo. Este desarrollo se da en forma paralela a la relación de pareja, en la que también se hace necesario redefinir los roles y posiciones que cada uno ocupa. En algunas ocasiones, sin embargo, asumir tal reposicionamiento conlleva dificultades en la relación de pareja cuando ésta no se adecúa a las nuevas posiciones y roles; en tales casos es posible incluso la ruptura de la relación: “Puso un restaurant que fue un exitazo (...) porque era lo más elegante y bueno de Santiago y al principio yo pajarona no me metía (...) [Después] yo me hice cargo un tiempo, me fue regio porque yo era más cuidadosa con las platas (…) Y él empezó a sentirse acosado, me dijo: ‘me siento acosado por ti’. Y yo qué hacía, o nos íbamos a la cárcel o me metía. Me tuve que empezar a meter y él se empezó a distanciar, sonó el negocio y la sociedad conyugal sonó por culpa de la sociedad negocio…” (Angela 1, 105). “…no fue fácil terminar porque llevábamos harto tiempo, igual no nos llevábamos mal pero yo creo que yo fui… los dos fuimos cambiando y creciendo y empecé a ver diferente porque éramos super distintos (…) como que yo estaba también metida en otro mundo, el mundo de él era distinto…” (Esperanza 1, 50). El mantenimiento de una relación de pareja coincide entonces con la posibilidad de integrar el propio desarrollo personal y profesional, asumiendo y compartiendo los cambios, lo que implica una redefinición de dicha relación. Las entrevistadas, como mujeres independientes, optan por la elección de una pareja con la que sientan complementadas y con la cual puedan planificarse a futuro. Esta persona ya no es una figura superior o idealizada si no alguien que pueda caminar junto a ellas, desde donde

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ambos se brinden compañía, apoyo y seguridad. Así, desde una perspectiva individual, la identidad de estas psicólogas como mujeres también pasa por la relación que se establece con un otro que interviene en su cotidianidad. A partir de las ideas anteriormente presentadas, se puede apreciar que la historia personal y profesional están entrelazadas de tal manera que ambas se van configurando. El contexto sociocultural, la interacción familiar y el contacto con la Psicología forman parte del proceso de constitución de la identidad de estas mujeres. Asimismo, la maternidad y las relaciones de pareja se ven influidas por una particular manera de enfrentar la vida, que se concretiza en opciones respecto de ser mujeres y psicólogas en esta sociedad.

3. ANÁLISIS SELECTIVO Basándose en los resultados expuestos en los apartados previos, se presenta un análisis selectivo que refiere, a partir de las categorías de “rol asistencial” y “autonomía”, un modelo hipotético comprensivo que da cuenta de la forma en que se articulan las temáticas de género y profesión en la experiencia de las psicólogas entrevistadas (ver esquema Nº 5).

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Esquema N° 5: Articulación de género y profesión

Contexto “Tradicional” - Mujer a cargo de las labores reproductivas. - Mujer relegada a la esfera doméstica. - Mujer subordinada al hombre.

Antecedentes biográficos - Rol asistencial en familia. - Capacidad para reconocer necesidades en otras personas. - Subsidiaria de madre. Rol materno con hermanos. - Capacidad de reflexión y autoobservación. - Valoración del trabajo personal y de carreras profesionales.

Profesión Elección profesional Formación profesional Ejercicio profesional

Ser mujer y psicóloga en Chile - Mantención del rol asistencial. - Desarrollo personal. - Logro de autonomía.

Contexto: cambios en visión de género - Inserción de la mujer al trabajo remunerado. - Derecho a voto de la mujer. - Métodos de control de la natalidad más efectivos.

En este esquema se observa la presencia de un contexto sociocultural amplio que incluye diversas concepciones acerca de lo que es ser mujer en la sociedad, que van desde una imagen tradicional asociada exclusivamente al rol reproductivo, hasta una visión más progresista que señala la incorporación femenina a la esfera de la producción y de la participación social. La coexistencia de estas disímiles concepciones acerca de la mujer evidencia un significativo proceso de cambio sociohistórico en el cual su figura va adquiriendo un mayor protagonismo. De esta

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manera, algunos hitos que reflejan tales cambios son la inserción de la mujer al mundo laboral remunerado, la ciudadanía reconocida a través del derecho a voto, y la vivencia de la sexualidad desligada de la reproducción gracias a la introducción de métodos de control de la natalidad más efectivos. Estos cambios socioculturales son internalizados de diversas formas en el nivel familiar. Así, a partir de las interacciones que se establecen en el núcleo familiar de origen, se van transmitiendo funciones y comportamientos específicos que responden a diferentes concepciones del rol social de la mujer. En este sentido, el papel que la mujer desempeña al interior de su familia está vinculado, por una parte, a la relación que establece particularmente con cada miembro y, por otra, con la internalización de modelos femeninos asociados, en primera instancia, a la madre. La asistencia surge, desde la familia, como un contenido fundamental que recae sobre las figuras femeninas. Heredera inmediata de las labores maternas, la mujer desde niña, se hace cargo del cuidado y atención de otros, transformándose en subsidiaria de la madre cuando ésta delega, directa o indirectamente, tareas y responsabilidades asociadas a las labores domésticas y de reproducción. El rol asistencial desempeñado en la familia de origen se convierte en un elemento que influye en la elección profesional de la Psicología, ya que se transforma en una característica deseable y compatible con la profesión de psicólogo/a. De esta manera, se puede apreciar un traspaso del rol asistencial desempeñado tradicionalmente por la mujer, al ámbito del quehacer profesional donde se formalizan y profesionalizan dichas tareas. La valoración de las carreras profesionales, del esfuerzo y del empeño personal, asociados a cambios sociales tales como el progresivo acceso de la mujer a niveles más altos de formación, son elementos que también influyen en la elección de carreras profesionales. La Psicología, como una profesión independiente y no subsidiaria de otras, permite a las mujeres alcanzar mayor solvencia económica, estatus social y un amplio margen de autonomía en el ejercicio profesional.

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Las psicólogas que, por lo general, organizan y ejecutan el trabajo de manera independiente traspasan esta relación autónoma con su trabajo a las interacciones de su cotidianeidad. Esta influencia del ejercicio profesional en la vida personal de las psicólogas constituye un eje fundamental por el cual pasa su autopercepción y, al mismo tiempo, en torno al cual organizan sus experiencias. En este sentido, se incorpora una visión de la mujer en la que se valora la independencia y el protagonismo social como características de la mujer moderna. Al mismo tiempo, el conocimiento emanado de la disciplina permite a las psicólogas acceder a una importante fuente de desarrollo conceptual y tecnológico que utilizan en su desempeño profesional para participar en procesos de cambio tanto en niveles individuales como sociales. Esto les otorga la posibilidad de situarse en el mundo un una posición de mayor prestigio y poder social, consolidando aún más la visión de una mujer autónoma que participa activamente en la sociedad. El reconocimiento de estas características se logra a través de la síntesis de distintas experiencias personales que involucran aspectos individuales, micro y macrosociales. Una vía de acceso a esta síntesis la proporciona el sistemático trabajo de reflexión personal y autoobservación que permite la identificación de características y procesos individuales asociados a la participación del individuo en la sociedad. La capacidad para sumergirse en el propio mundo interno, reconociendo las ideas y afectos implicados en la experiencia personal, se transforma en una significativa fuente de crecimiento. Tales características aparecen tempranamente en las mujeres que optan por el desempeño profesional de la Psicología, vía a través de la cual se reenmarcan y sistematizan dichas habilidades. La concepción de que la persona del/la psicólogo/a es la principal herramienta de trabajo, transforma la búsqueda de perfeccionamiento y crecimiento interior en requerimientos necesarios para un buen desempeño profesional. De esta manera, el trabajo personal, como característica individual, se pone al servicio de los otros desde la profesión, dado que facilita el contacto con los otros y la identificación de sus necesidades. Si bien, el crecimiento personal y la capacidad de autoobservación son

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elementos que adquieren un sentido “asistencial” en el ejercicio profesional, también están asociados al desarrollo de la autonomía, ya que favorecen la posibilidad de reconocerse como un ser individual que opera en forma independiente en el mundo. La Psicología como profesión otorga la posibilidad de conciliar la presencia de concepciones diversas acerca de lo que es ser mujer en un contexto socio-histórico determinado, ya que permite la adquisición de nuevos roles y posiciones, sin por ello abandonar o ir en contra de lo que tradicionalmente le ha sido adscrito. La articulación de las temáticas de género y profesión en torno a ser mujer y psicóloga en Chile se produce a través de la conjugación del rol asistencial, anclado en la experiencia familiar, y del logro de una mayor autonomía que se desprende principalmente de la condición de profesional y, puntualmente, de profesional psicóloga. La Psicología concebida como una disciplina orientada al servicio de otros, que establece puentes entre mundos y que permite la participación en procesos individuales y sociales, facilita el tránsito por diversas concepciones acerca del papel de la mujer en la sociedad, transformándose en un espacio que permite integrar posiciones tradicionales y progresistas acerca del rol social de la mujer.

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DISCUSIÓN En la vida cotidiana y a través de las diversas interacciones que los individuos establecen a lo largo de sus vidas -tanto en el ámbito familiar como en el contacto con otras instancias sociales- se van internalizando distintas concepciones acerca de lo que significa ser hombre y mujer en un contexto sociohistórico determinado. Estas visiones influyen en las percepciones respecto de los roles que cada uno debe desempeñar, de modo que el marco contextual contribuye o delimita la configuración de la identidad de género de cada individuo. Las diversas nociones existentes en la sociedad de roles asociados al género, plantean constantes exigencias a las personas, ante las cuales necesariamente deben responder. En el caso de la mujer, la presencia de mensajes variados alude a requerimientos que pueden llegar a ser contradictorios e, incluso, incompatibles en la práctica. En la experiencia de las psicólogas entrevistadas se denotan obligaciones asociadas a visiones tradicionales (como la asistencia, el cuidado a otros, etc.) que coexisten con nociones progresistas acerca del lugar que debe ocupar la mujer en la sociedad. Fenómenos sociales tales como la creciente participación femenina en el ámbito del trabajo remunerado, el acceso de la mujer a niveles superiores de educación y el desarrollo del movimiento feminista, promueven la imagen de una mujer más autónoma que se legitima socialmente. Frente a esta variedad y, en muchos casos, incompatibilidad de discursos, las mujeres van configurando su identidad respondiendo a nociones históricas acerca de los roles femeninos y, también, a las exigencias y posibilidades derivadas de la vida moderna. A través de los relatos de vida de las psicólogas entrevistadas, se denota no sólo la presencia de las diversas concepciones en el medio social, sino que además se evidencia la internalización de tales contradicciones a lo largo de todo el proceso de constitución de la identidad de género. Los comportamientos de las mujeres se enmarcan, en algunas ocasiones, en nociones progresistas acerca del género, mientras que el discurso revela una preponderancia de visiones tradicionales acerca de la mujer.

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En este sentido, los resultados de esta tesis coinciden con los referidos por Dariela Sharim (1999) quien plantea que, a través de investigaciones biográficas, se revela una diferencia entre el relato y el ejercicio de los roles de género, donde el discurso se aprecia más tradicional que la práctica. Estas diferencias se tornan problemáticas, especialmente, cuando dificultan el desarrollo y expresión de los individuos en el mundo. Así, frente a cambios comportamentales orientados hacia una visión progresista de la mujer que no concuerdan con los roles asumidos desde temprana edad, se producen tensiones y conflictos que amenazan la valoración y sentido de la propia identidad. Existen múltiples maneras de resolver estos conflictos y una de ellas la brinda la posibilidad de contar con referentes que imponen al individuo prescripciones comportamentales. Una visión de mundo determinista, que enmarca la creencia en un “destino”, permite explicar comportamientos “atípicos” o no tradicionales como imposiciones de una entidad superior y que, pese a ir en contra de lo socialmente aceptado, son asumidos como obligaciones “naturales” que pasan a formar parte de lo cotidiano. En el caso de las entrevistadas de mayor edad, esto resulta especialmente significativo ya que, por una parte, se aprecia en su contexto un mayor arraigo de las costumbres y tradiciones impuestas desde lo social y, por otra, no se percibe un debate manifiesto entre las ideas emergentes y las establecidas. A través de esta concepción de mundo se asume una postura que no es explícitamente emancipatoria o progresista, lo que permite integrar diferentes visiones sin que ello se traduzca abiertamente en una confrontación con los valores más tradicionales. El conflicto entre las diversas visiones acerca de los roles femeninos se hace evidente y se encarna en las mujeres que, cada vez en mayor número, se incorporan al área profesional. En este contexto, la elección de una carrera cobra importancia ya que es una posibilidad de compatibilizar roles a través de una disciplina que, sin abandonar las posiciones más tradicionales, promueve el desarrollo de la mujer de acuerdo a los requerimientos de la vida moderna. Profesiones asistenciales tales como enfermería, pedagogía, educación parvularia, servicio social y psicología, entre otras, permiten a

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las mujeres desempeñarse fuera del ámbito doméstico, insertarse como profesionales en el área social y ganar mayor independencia económica. La Psicología, específicamente, posibilita el intercambio de roles sin que ello signifique una disonancia a nivel personal. Si bien las psicólogas entrevistadas participan del ámbito laboral remunerado, su desempeño en esta área se relaciona directamente con las tareas adscritas tradicionalmente a ellas, vale decir, cuidar, proteger y asistir a otros en su crecimiento y desarrollo. Esto concuerda con lo planteado por Kate Osborne (1993) y Marcela Lagarde (1990) quienes aluden a que el trabajo remunerado de las mujeres corresponde a un cambio de escenario de las tareas que históricamente se les han atribuido. La participación de las entrevistadas en sus familias de origen muestra que las tareas asistenciales asumidas en el ejercicio práctico de la Psicología son consonantes con las posiciones y roles ensayados desde la infancia. La capacidad de identificar y atender los requerimientos de otros, junto con una tendencia a silenciar las propias necesidades, es un elemento que resalta del análisis de la experiencia vital de las psicólogas entrevistadas y que resulta coherente con los planteamientos de Ana María Daskal (1992) respecto del ejercicio profesional de la mujer en la Psicología. Por otra parte, el tránsito por la profesión -que considera tanto la formación como el ejercicio profesional- promueve el desarrollo de importantes transformaciones en la identidad de las psicólogas entrevistadas, en términos de que el acceso a una condición profesional de esta naturaleza les permite realizar una re-elaboración de las experiencias vitales al interior de sus núcleos familiares de origen y una redefinición de algunos elementos constitutivos de la identidad de género. Si bien la Psicología acoge una serie de características que han sido promovidas y reforzadas en la mujer desde el entorno, es importante señalar que esta disciplina permite el acceso a experiencias que facilitan el desarrollo de una mayor autonomía. Los resultados del presente estudio muestran la influencia de figuras femeninas profesionales e independientes, que despiertan en las entrevistadas el interés por desarrollar un proyecto de vida que consolide la autonomía a través del ejercicio

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profesional. La Psicología se presenta como un vehículo que permite alcanzar tales objetivos, lo que revela una relación entre la mujer y la profesión que va más allá de la asistencialidad, incorporando aspectos de su experiencia que no habían sido abordados previamente. De esta manera, la consideración del logro de la autonomía como una temática significativa, es un contenido que complementa el análisis de la asistencia como eje comprensivo de la participación de las mujeres en la Psicología. El encuentro entre la asistencia y la autonomía se ve posibilitado por el desarrollo personal. Esta característica se convierte en un elemento distintivo de la profesión, que permite el acceso a transformaciones de la identidad y facilita, además, el reconocimiento y la puesta en práctica de habilidades necesarias para el desempeño profesional. En este sentido, la Psicología plantea al desarrollo personal como una constante que influye y caracteriza el ejercicio de esta disciplina. Al concebir al/la psicólogo/a como la principal herramienta de trabajo, se pone de manifiesto la necesidad de abordar aquellas temáticas individuales que influyen en el desempeño de la Psicología. La capacidad de autoobservación, de reflexión personal, así como el procesamiento afectivo y cognitivo de las propias vivencias, permiten desarrollar competencias imprescindibles para un adecuada práctica laboral. Asimismo, esta disciplina como ciencia, otorga un marco conceptual y teórico que introduce una reflexión acerca del ser humano y hace inevitable la contrastación con el propio mundo interno. Desde esta perspectiva, se puede reinterpretar y resignificar la propia experiencia, haciendo posible la identificación de recursos y limitaciones que, en la práctica profesional, pueden estar al servicio de otros. Por otra parte, las relaciones que se establecen entre el género femenino y la Psicología como profesión evidencian una compleja red de espacios que no logran ser definidos a través de la delimitación dicotómica de lo público y lo privado. Esta conceptualización se presenta como una categoría de análisis insuficiente para la comprensión de la articulación de las temáticas de género y profesión que se desprende del análisis de las historias de vida de estas psicólogas chilenas. Los resultados muestran que, en el ejercicio profesional de la Psicología, la reducción de estos

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espacios no permite revelar el tránsito por una disciplina en la que lo adscrito históricamente a la mujer y, consecuentemente, relegado al “ámbito privado”, se funde en un complejo entramado con lo que ha sido definido como “público” (vale decir, el poder, la independencia, el protagonismo social, etc.). A partir de esto, surge la necesidad de generar una nueva reflexión respecto a los ámbitos de acción en la sociedad, no definidos como exclusivos de hombres o mujeres, sino como espacios de expresión y desarrollo para ambos géneros. Esto concuerda con lo planteado por diversas autoras (Teresita de Barbieri, 1996; Ángeles Sánchez, 1986, entre otras) en torno a que la dicotomía público-privado corresponde a una categoría estrecha que no logra dar cuenta de la complejidad de los procesos de estructuración de las relaciones entre los sexos. La posibilidad que otorga la Psicología de conciliar concepciones disímiles acerca de lo que es ser mujer en la sociedad, no libera a las profesionales de la asignación de las actividades “reproductivas” y de orden doméstico consideradas tradicionalmente “femeninas”. La adscripción de estas tareas como responsabilidades propias de la mujer contribuye a la producción del fenómeno denominado doble rol (Magdalena Faillace, 1995; Elda Guerra, 1988, entre otras), que alude al desempeño femenino en más de una jornada de trabajo; así, además de enfrentar las tareas y exigencias del medio laboral remunerado, la mujer debe hacerse cargo de los quehaceres domésticos. Sin ser una excepción, en la experiencia cotidiana de las psicólogas entrevistadas esto se refleja en la necesidad de conciliar el tiempo dedicado a las actividades profesionales, con el destinado a las labores de mantención del hogar. La Psicología, en comparación con otras disciplinas, permite un amplio margen de libertad para distribuir el tiempo y las actividades de acuerdo a las propias necesidades, facilitando que las profesionales se organicen en función del desempeño en ambas áreas. La constatación de la doble jornada laboral hace imprescindible el cuestionamiento explícito de la “naturalidad” de los roles, reflejando la necesidad de una distribución de las tareas que no restrinja a hombres y mujeres a un ámbito

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determinado. La distribución equitativa de roles en la sociedad, posibilita la construcción de modelos que no reduzcan la participación de las personas únicamente a los espacios tradicionales definidos cultural e históricamente. Además, se hace necesario el reconocimiento del carácter “vital” de las tareas de mantención para el funcionamiento de las actividades sociales, ya que sin este paso es imposible generar estrategias que permitan la resolución de los conflictos asociados al fenómeno del doble rol. Junto a las dificultades planteadas por la doble jornada de trabajo, cabe considerar que la relevancia de la asistencia en la definición del rol profesional del/a psicólogo/a, fundamentalmente en las áreas clínica y educacional, plantea la necesidad de atender a un fenómeno que ha sido descrito en los últimos años como estrés laboral asistencial (burn-out). Trabajar en contacto directo con las necesidades, dificultades y el dolor de otras personas en forma prolongada, genera consecuencias negativas (físicas, psicológicas y sociales) en los/as profesionales. De esta manera, el “burn-out” se transforma en un elemento que se suma a las tensiones asociadas al exigente desempeño del doble rol. En la experiencia de las psicólogas entrevistadas, se aprecia que el tipo de problemáticas abordadas, genera un desgaste permanente que, además, hace imprescindible una constante preocupación y alerta por su salud mental y física. Por otra parte, a través de las narraciones de las cuatro psicólogas entrevistadas se logró acceder a contenidos que permitieron la sistematización y posterior articulación de las temáticas de género y profesión. En esta tarea, la metodología de la historia oral, y más específicamente la historia de vida, utilizada en esta investigación como técnica de recolección de información, se presentó como una herramienta privilegiada para acceder a la perspectiva individual de los sujetos, a los procesos de configuración de la identidad y a su articulación con lo social e histórico. El encuentro con los contenidos biográficos, desde una perspectiva científica cualitativa, abre la posibilidad de explorar los significados personales y su permanente interacción con los procesos de construcción social, siendo adecuado para el abordaje de temáticas

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asociadas al género, en las que la relación entre individuo y contexto se hace especialmente significativa. Los relatos de vida de las psicólogas entrevistadas representan una historia de la sociedad chilena que trasciende lo que tradicionalmente se entiende por historia, ya que recoge la “cotidianeidad” y las implicancias subjetivas de los procesos sociales, culturales e históricos. A través de esta nueva historia se logra acceder a un continuo que, más allá de hitos y personajes destacados, se desarrolla a partir de la subjetividad de las involucradas y se enfoca en la reconstrucción de “significados personales asociados al hecho de ser mujer y psicóloga en Chile”. A través de estas narraciones también se pudo acceder a contenidos generales que muestran el desarrollo, a nivel social, de la visión de la mujer en la historia. Así, se identifican a lo largo del siglo XX, una serie de procesos sociales que han influido en el logro de mayor participación y protagonismo de la mujer en el mundo, lo que denota además, en el último tiempo, una mayor flexibilidad de los roles adscritos tradicionalmente a hombres y mujeres. En este sentido, en la medida que la temática de género ocupa un lugar central en esta investigación, se puede plantear que esta última constituye un aporte a la “Nueva Historia”, ya que restablece el lugar de la mujer desde lo cotidiano, internándose en una comprensión contemporánea de la posición que ésta ocupa en la sociedad. Desde una óptica constructivista se puede apreciar que esta investigación describe una serie de influjos sociales e individuales que aportan a una comprensión general de lo que significa vivir cotidianamente el ejercicio profesional de la Psicología. Los relatos orales transmitidos por las entrevistadas permiten el registro de un análisis psicohistórico que da cuenta parcialmente de los diversos contenidos que influyen en el desarrollo profesional de las psicólogas en tanto mujeres. Esta parcialidad deriva de la no consideración del criterio de saturación teórica de categorías, lo que limita la posibilidad de generalizar los hallazgos de esta investigación. Sin embargo, considerando que los objetivos propuestos para este estudio no pretendían el registro de antecedentes teóricos y empíricos generalizables,

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resulta importante destacar que se logra una aproximación a la experiencia cotidiana, que restituye el valor del carácter ejemplar de todos los individuos involucrados en el proceso de construcción social. Teniendo en cuenta que a través de la construcción de los significados personales se puede acceder también a los procesos de construcción social, cabe rescatar los resultados de esta investigación como un importante referente para futuros estudios que intenten una aproximación a la cotidianeidad del ejercicio profesional de la Psicología, así como también a la comprensión de la/s forma/s en que se articula con la temática de género. Sin desconocer el significativo valor de explorar la experiencia cotidiana de la mujer, surge la necesidad de contar con una investigación similar que se aproxime a la experiencia masculina en la Psicología, aportando un visión complementaria para este estudio de género. La ausencia del referente masculino se presenta, por una parte, como una de las limitaciones de este estudio y, por otra, como una tarea pendiente para la investigación en la temática del género. En la tarea de aproximarse al ejercicio cotidiano de la profesión a través de diseños metodológicos como el utilizado en este trabajo, se presentan dificultades asociadas principalmente al proceso de búsqueda de personas que estén dispuestas a “abrir su mundo interno” frente a los investigadores. En este sentido, el análisis de las negativas a tal solicitud permite generar diversas hipótesis; en primer lugar, la apertura de la vida personal implica reflejar tanto las fortalezas como las debilidades, lo que se traduce en evidenciar la propia vulnerabilidad frente a un interlocutor que puede hacer un mal uso del “poder” que otorga dicho conocimiento. De esta forma, la negativa ante la solicitud de reconstruir la historia de vida, se puede interpretar como una reacción de protección o resguardo del ámbito de la intimidad frente a una situación que puede ser percibida como amenazante. En segundo lugar, es posible señalar que la inexperiencia de los investigadores sea un factor que obstaculiza la decisión de profundizar en la historia de vida, ya que se desconfía de la competencia en el manejo de la información. Además, esto se puede relacionar con el desconocimiento de la validez y confiabilidad

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de los abordajes cualitativos en la generación de conocimiento, lo que quizás incrementa la sensación de desconfianza en torno al estudio y a sus realizadores. En conclusión, la coexistencia de la autonomía y la asistencialidad es una característica distintiva de la Psicología, que como profesión permite a las mujeres desarrollarse en forma particular, respondiendo en mayor o menor medida, a los requerimientos y expectativas de un medio social en el que los patrones colectivos de género se presentan en un permanente proceso de cambio. Las vivencias asociadas al hecho de ser mujer y psicóloga en Chile, permiten dar cuenta de una articulación que evidencia algunos aspectos de la identidad de una profesión que ha sido desarrollada, desde la práctica, mayoritariamente por mujeres. En la tarea de articular las temáticas de género y profesión se conjugan una multiplicidad de aspectos que pasan, necesariamente, por la restitución del papel de la mujer y de las relaciones de género en el registro de la historia. En este contexto, la revalorización de lo cotidiano, expresada en esta investigación en la reconstrucción de las historias de vida de psicólogas chilenas, conforma el punto de partida para un re-conocimiento de lo que es y ha sido el devenir de la profesión de psicólogo/a en el país.

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ANEXOS

Anexo 1: Consentimiento Informado. Anexo 2: Ejemplo de diarios de campo. Anexo 3: Pauta de entrevista.

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Anexo 1: Consentimiento Informado CARTA DE CONSENTIMIENTO.

La siguiente entrevista forma parte del proyecto de tesis para optar al título de Psicólogo de la Universidad de Santiago de Chile, realizado por los Licenciados María Isabel Reyes E., Luis Toledo A. y Helia Vargas V., quienes cuentan con la supervisión de la psicóloga María Inés Winkler M. Este proyecto pretende abordar la relación existente entre algunos factores psicosociales y el ejercicio de la profesional de la Psicología en Chile. El interés principal de este estudio es rescatar su experiencia y su visión frente al tema antes señalado. Es importante, para los objetivos de esta investigación, la aproximación a su historia de vida, entendiendo que la experiencia subjetiva es una forma valiosa de conocer.

Para los fines de recolección de datos y su posterior análisis se solicita su autorización para grabar las entrevistas en audiocassette. La información obtenida será manejada bajo estricta confidencialidad, mediante la utilización de códigos, resguardando todos aquellos datos que permitan identificarla a Ud. o a terceras personas. Su identidad será conocida sólo por los investigadores y la supervisora de este proyecto. El análisis de los datos y el procesamiento de la información se realizará de manera global y con base a los criterios relativos a las hipótesis y fines de la investigación, a partir de lo cual se construirán categorías de análisis.

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Es importante señalar que Ud. tiene derecho a desistir de su participación en cualquier momento previo a la presentación de esta tesis de título, sin tener que justificar su decisión. En tal caso, la información que Ud. proporcione no será considerada en el análisis de los resultados. Además, si lo desea, puede solicitar acceso a la transcripción de las entrevistas con el fin de revisar la información entregada, así como también a la redacción final del trabajo. Agradecemos desde ya el esfuerzo y el tiempo dedicado a esta investigación.

En

conocimiento

de

lo

anterior,

yo

............................................................................. ............................................................, acepto participar en esta investigación bajo las condiciones planteadas.

____________________

____________________

Entrevistador/a

Entrevistada.

Santiago, ____________ de 1999.

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Anexo 2: Ejemplos de diarios de campo.

Ejemplo 1:Contacto inicial con posible entrevistada 10/11/98.

Me levanté muy temprano, un cuarto para las siete aproximadamente, preocupada por la entrevista que tendríamos a las nueve. Alisté el material que debía llevar y como a las siete quince salí de mi casa rumbo al metro, que fue el lugar donde decidimos reunirnos. Estaba nerviosa, siempre pensando en la posibilidad de que la entrevistada se negara a participar en nuestro proyecto y fantaseando una serie situaciones imprevistas que me hicieran retrasarme. Llegue puntualmente y minutos más tarde llegó Helia y luego Luis. Estábamos los tres y teníamos que encaminarnos al lugar de destino. Caminamos hasta la dirección indicada y buscamos un lugar cercano para poder conversar los últimos detalles. Nos sentamos en un banco y preparamos a grandes rasgos lo que íbamos a decir: Luis introduciría el tema, Helia apoyaría en la presentación y yo dirigiría la entrevista en caso de que la entrevistada accediera. Llegamos al lugar de la entrevista cinco para las nueve, Helia tocó el citófono y nos hicieron pasar. El departamento quedaba en el sexto piso, subimos en ascensor y antes de tocar el timbre Luis saca de su bolso el consentimiento informado. Toco el timbre y nos abre la puerta una mujer que nos dice algo así como que esperaba a una sola persona; nos sonreímos y al mismo tiempo ella nos hace pasar, informándonos que la entrevistada no ha llegado aún y que por favor la esperemos un momento. Nos sentamos y hablamos de las posibilidades de horario que tendríamos al otro día para juntarnos. A las nueve diez minutos llega la entrevistada, nos saluda muy cordialmente y se disculpa por el atraso. Nos hace pasar al final del departamento y manifiesta

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mientras caminamos: “así que son ustedes los alumnos de la María Inés”... Llegamos a una sala que, al parecer, estaba destinada para reuniones. Había una mesa grande (semicircular) rodeada por seis u ocho sillas. Nos pide que nos sentemos y nos acomodamos de la siguiente manera: Luis Entrev. Helia María Sobre la mesa había una serie de libros y papeles que me hacían pensar cada vez más que era una sala destinada para trabajo en equipo. Me sentía muy nerviosa y al mismo tiempo contenta ya que estábamos por dar inicio a la parte práctica de nuestro proyecto. Esperamos que la entrevistada llegara a la sala y ocupara definitivamente su puesto, ya que andaba en la búsqueda de un block para hacer anotaciones. Luego de tomar asiento nos pregunta los nombres y los anota en el papel, escribe la fecha y posteriormente nos mira y pregunta quién de nosotros iniciará la presentación. Luis comienza a explicar el propósito de nuestra tesis y nuestro interés por entrevistarla: plantea a grandes rasgos que nuestro interés es hacer un aporte a la historia de la Psicología en términos de una aproximación no tradicional dentro de la historiografía; luego explica que nuestra tesis intenta reconstruir la historia de lo cotidiano y en este caso específico del ejercicio profesional de psicólogo/a; plantea que para acceder a esta información utilizaremos las historias de vida, con el propósito de acceder a la subjetividad de los actores sociales. Durante la explicación, la entrevistada se muestra muy atenta y a mi juicio bastante interesada en lo que se le estaba planteando. Al finalizar, interviene planteando que ella no conoce mucho de metodologías cualitativas y que últimamente se ha interesado en el tema dado que ha tenido que corregir algunos trabajos que utilizan este método para la investigación. Refiere que ha tenido que comprar algunos

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libros ya que a su juicio muchas personas no se toman en serio esta forma de acceder a la información y transforman los trabajos “en cualquier cosa”. Sale de la sala y llega con un par de libros que afortunadamente conocíamos (Strauss y Corbin y Denzin y Lincoln). Realiza una serie de comentarios indirectos que descalifican la utilización de metodologías cualitativas en áreas que a su juicio no corresponden. Nos relata una experiencia con otros profesionales (sociólogos y psicólogos) que también evalúa muy negativamente. Hasta este momento yo no sentía problemas, es más, nos pide concretamente que seamos explícitos con respecto a lo que necesitamos de ella. Aquí es cuando le planteamos más específicamente que requerimos que nos cuente su vida y ella plantea que no hay problema siempre y cuando no se trate el ámbito personal. Aparecen los problemas... al parecer la entrevistada aún no ha dimensionado lo que significa nuestra petición: queremos que nos cuente su vida. Para mi sorpresa nos pregunta cuántas entrevistas creemos que tendrán que ser; respondemos que tres en promedio. Al parecer ha aceptado, pero me siento muy extraña ya que no me calzan el comentario anterior y el que ahora nos diga que sería importante ocupar el tiempo inmediato para comenzar con la primera entrevista. Yo saco la grabadora y entrego la pauta de preguntas... Comienza a leer la pauta de preguntas guía para la entrevista y nos dice: “¿qué tienen que ver estas preguntas con la historia de la psicología?” (misma pregunta que nos había hecho nuestra supervisora la semana pasada). Yo, ilusa, confío en que la respuesta sería suficiente para convencerla y me sorprendo de sobremanera cuando comienza a hacer una serie de críticas y planteamientos en relación con la poca claridad de nuestra explicación. Me siento muy nerviosa, siento que cada argumento que damos rebota en una muralla que no da acceso a la comprensión; cada vez percibo más que hemos perdido la entrevista, no veo posibilidades de acceso frente a argumentos tan duros de su parte. Doy las razones últimas para realizar nuestra investigación en términos de nuestro intento de Articular género y profesión. Luego de mi explicación

siento una oleada de preguntas y críticas más duras y aún más

directas... Tratamos como equipo de seguir dando argumentos que le puedan servir

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para entender el sentido de utilizar historias de vida en la investigación; no hay caso, me separo de la conversación tratando anotar algunas frases textuales que ella dice. Plantea que es importante que nos cuestionemos si las historias de vida resultan adecuadas como metodología para nuestro estudio, refiere que no le parecen suficientes tres entrevistas para acceder a la historia de una persona, siente que hay un salto muy grande entre un tema y otro (género e historia de la psicología) y que además son sumamente amplios. Nos dice que es un proyecto muy ambicioso y que si ella tuviera la certeza de que significa un aporte verdadero al conocimiento, tal vez lo pensaría... agrega además: “esta bien que quieran hacer preguntas abiertas, pero entrevistando a psicólogos van a obtener preguntas absolutamente filtradas, sin ingenuidad, la verdad es que llevo muchos años de circo para exponerme de esta forma”. Nos plantea que se siente culpable, sale de la sala y nosotros nos miramos, sin decir mucho, sólo recuerdo que pensamos proponerle que lo pensará. Tarda unos minutos y llega con un té y nos dice que hablemos, que el propósito de salir era dejarnos un espacio de intimidad. A su regreso Luis le plantea que al parecer hay claridad con respecto a su decisión de no acceder a la entrevista. Afirma esto planteando que lo siente mucho, que se siente culpable pero que en estas condiciones ella no puede colaborar; no le parece el enfoque de las preguntas, plantea que es la interpretación que hace de personas y hechos significativos. Refiere: “no permito el acceso a otras personas al área chica ni menos cuando no entiendo qué van a hacer con ella y cuando no tengo claro el salto que se puedan pegar. Es complicado, la verdad es que no atribuyo a ustedes destrezas suficientes”. Con claridad al respecto le agradecemos su franqueza y sus críticas y, frente a su culpa, le planteamos que esta experiencia nos ha servido en términos de aprendizaje, para enfrentar a una nueva entrevistada. Nos despedimos cordialmente y le damos gracias por su tiempo. Salimos del establecimiento, son las 10:15, me siento cansada sin muchas ganas de hablar, vamos a tomar un café y comenzamos a redactar nuestras

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bitácoras. Luego comentamos nuestra experiencia, surge la rabia, hablamos de las críticas y de todo lo que hicimos para convencerla... Ejemplo 2: Bitácora de primera entrevista a Cecilia 08.06.99 El primer contacto con ella fue telefónico, me conseguí su teléfono y la llamé a su casa un día domingo. Yo la ubicaba pero nunca había tenido un mayor contacto con ella y llamarla así nada más me complicaba. Después de hacer caso omiso a mis nervios llamé, me presenté y le conté el motivo de mi llamada; su calidez al teléfono me calmó y alegró a la vez, ella simplemente aceptó. Sería necesaria una segunda llamada al día siguiente para poder acordar definitivamente la fecha y hora. Me preguntó por la pauta de entrevista y yo más o menos le conté en qué consistía (historia de vida, etc.) Al día siguiente la llamé pero lamentablemente no podía reunirse conmigo esa misma semana, ella se contactaría en los próximos días para así concretar la fecha. Ahí se derrumbaron mis esperanzas de apurar la tesis y la necesidad de aplazar la entrevista contribuyó a aumentar los nervios. A la semana siguiente (Lunes 07 de Junio), el día de la llamada se me hizo eterno; había decidido esperar hasta determinada hora si no yo llamaría. Alrededor de las nueve de la noche ella llama y reconozco su voz. Por fin acordamos la entrevista para el día siguiente, en su casa a las 10:30 horas. Ante la preocupación porque todo saliera bien, dejé todas las cosas listas y revisadas desde la noche (grabadora, cassette, pilas, consentimiento informado, pauta de preguntas, etc.). Ese día me levanté a las 08:30 y a las 09:20 salí de la casa, preocupada porque no sabía llegar exactamente, había perdido el mapa de Santiago y debería seguir las indicaciones telefónicas que ella y después Luis, me habían dado para poder llegar. La posibilidad de perderme o atrasarme me preocupaba.

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Finalmente todo eso salió bien, no me perdí y después de caminar bastante llegué a su casa con cerca de diez minutos de anticipación. Pensé hacer hora fuera de su casa pero la cara del conserje, que miraba con desconfianza, me disuadió y toqué el timbre de inmediato. No contestó y tras realizar el segundo intento escuché su voz por el citófono. Entre tanto, mis “predicciones fatalíticas” hicieron su primera y, por suerte, única y breve aparición. Me abrió el portón del condominio y vi que una puerta se abrió y me llamó “aquí”. Ahí la reconocí y cuando la vi me di cuenta que no la recordaba (la ubicaba de vista), una silueta joven me recibió y ya, a la segunda mirada, su rostro se me hizo familiar. Pasamos a su casa, me pidió que la esperara un segundo porque estaba enviando un e-mail, me ofreció asiento en el comedor, ése era el lugar escogido para la entrevista. Aprovechando su ausencia observé el lugar, saqué el consentimiento informado y me preparé anímicamente. Estaba en el comedor de la casa, sentada alrededor de una mesa redonda con cuatro sillas, yo me senté de espalda al living, frente a un ventanal que daba al patio, escuchando la música de fondo.

Patio

Cecilia Entrevistadora

Living

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Después de un par de minutos ella bajó, me ofreció un café, acepté, lo sirvió y comenzamos. Partí con el consentimiento informado, le expliqué nuevamente de qué se trataba y aclaré algunas dudas que ella tenía respecto a la metodología (no la conocía), le pareció bien el ofrecimiento de mostrarle la transcripción de la entrevista y empezamos. La conversación era fluida, clara, el relato entretenido; yo ya estaba más relajada. Llevábamos poco tiempo cuando sonó el teléfono (asuntos de trabajo), se demoró unos minutos y continuamos con la conversación. Me sorprendía la claridad de su relato, ella se entregó a la elaboración de su historia, estaban presente la razón y los sentimientos; no era un discurso exclusivamente racional o puramente emocional; ella, en su historia de vida lograba un equilibrio de ambos aspectos, así me llegó. En un momento bajó su hijo y me lo presentó, en ese instante ya me sentía relajada, todo fluía como a un ritmo natural. Ella fue siempre muy cálida y acogedora, en partes del relato se emocionó aunque creo que se contuvo. Sentí que ella estructuró el relato de su vida; mis intervenciones fueron relativamente pocas, en realidad tenía muchas preguntas pero sentía que al formularlas perdía parte de “su” orden, así es que algunas cosas las pregunté y otras las dejé para una próxima oportunidad. Si bien es cierto, yo estuve muy consciente del paso del tiempo, especialmente por la grabadora, su relato me cautivó y me entretuve; mientras ella hablaba tenía la sensación de que la grabadora estaba almacenando un verdadero tesoro y eso después se lo dije. Una vez transcurridas alrededor de dos horas y media, tal vez más, tras notar mi cansancio y el de ella, finalizamos la entrevista, no sin antes percatarme de mi sensación de que había faltado mucho por averiguar. Conversamos unos minutos acerca de la entrevista, me dijo que a ella le gustaría conocer y tener una copia de nuestra tesis, no entendía muy bien para qué o cómo nos podría servir su historia particular, no se podía generalizar y ahí recalqué lo de la metodología cualitativa, el valor de lo particular, lo cotidiano, etc. y creo que eso lo aclaró un poco más.

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Cuando yo estaba guardando las cosas, me dijo que ella estaba en constante proceso de revisión, mencionó que se había hecho terapia y que no concebía que un psicólogo, cualquiera fuera su especialidad, ejerciera sin hacerlo. Le dije que ese era un tema que no habíamos abordado (ésa es la verdad) y que quedaba pendiente para una próxima entrevista. Me despedí agradeciéndole su colaboración y tiempo dedicado, reiterando el compromiso de entregarle la entrevista transcrita y a contactarme nuevamente con ella en una semana más. Me fui tranquila y cansada, pero satisfecha. Creo que fue un gran encuentro con la vida de esta mujer.

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Anexo 3: Pauta de temáticas para entrevista.

PAUTA DE ENTREVISTA 1. ¿Dónde y cuándo nació? 2. Período de la infancia. 3. Período de la adolescencia. 4. Período de juventud. 5. Relación con familia de origen, posición que ocupa dentro de ella. 6. Elección profesional y posibles influencias. 7. Cómo ha sido su trayectoria profesional. 8. Ejercicio laboral actual. 9. Obstaculizadores y facilitadores del ejercicio profesional. 10. Relación profesional y vida personal. 11. Relaciones de pareja. 12. Maternidad.

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