ARTE RUPESTRE EN EL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE (TÉRMINO MUNICIPAL DE TORREJÓN EL RUBIO). VOL. III

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Descripción

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VOL. III I.S.B.N: 978-84-9852-454-3

Testimonios de poblamiento pre y protohistórico en el Parque Nacional de Monfragüe HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JUAN CARLOS AGUILAR GÓMEZ, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

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Catálogo de Abrigos en el Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe H IPÓLITO C OLLADO G IRALDO , J OSÉ J ULIO G ARCÍA A RRANZ , L UIS F ILIPE N OBRE , I SABEL DOMÍNGUEZ GARCÍA, LÁZARO RODRÍGUEZ DORADO, JOSÉ MANUEL TORRADO CARDENO, MÓNICA VILLALBA DE ALVARADO, Mª MILAGROS FERNÁNDEZ ALGABA, MONTSERRAT GIRÓN ABUMALHAM, ESTHER RIVERA RUBIO, MAGDALENA NACARINO DE LOS SANTOS, JOSÉ ENRIQUE CAPILLA NICOLÁS, SAMUEL PÉREZ ROMERO.

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El Arte Rupestre Esquemático del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe: Características Generales HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

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Características de los pigmentos del Arte Rupestre esquemático en el Parque Nacional de Monfragüe HUGO GOMES, PIERLUIGI ROSINA, HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

PATROCINA:

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I.S.B.N: 978-84-9852-454-3

GOBIERNO DE EXTREMADURA Consejería de Educación y Cultura

COLABORA:

9 788498 524543

Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe (Término Municipal Torrejón el Rubio)

CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA

CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA

VOL. III

CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA

VOL. III

Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe (Término Municipal Torrejón el Rubio)

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CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA

VOL. III

Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central (Término Municipal Torrejón el Rubio)

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura es una serie de libros científicos cuyo primer número data del año 2005. La serie está editada por la Consejería de Educación y Cultura del Gobierno de Extremadura y tiene como finalidad difundir los trabajos de investigación, catalogación y documentación enmarcados en el Inventario General del Arte Rupestre Prehistórico de Extremadura, coordinado por la Dirección General de Patrimonio Cultural en colaboración con el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Extremadura.

CONSEJERA Trinidad Nogales Basarrate DIRECTORA GENERAL DE PATRIMONIO CULTURAL María del Pilar Merino Muñoz TEXTOS Hipólito Collado Giraldo, José Julio García Arranz, Juan Carlos Aguilar Gómez, Luis Filipe Nobre, Isabel Domínguez García, Lázaro Rodríguez Dorado, José Manuel Torrado Cardeno, Mónica Villalba de Alvarado, Mª Milagros Fernández Algaba, Montserrat Girón Abumalham, Hugo Gomes, Pierluigi Rosina, Esther Rivera Rubio, Magdalena Nacarino de los Santos. FOTOGRAFÍAS José Enrique Capilla Nicolás, Hipólito Collado Giraldo, José Julio García Arranz, Miguel José González Castellanos TOPOGRAFÍA Samuel Pérez Romero, Hipólito Collado Giraldo IMPRESIÓN Y MAQUETACIÓN Artes Gráficas Rejas REDACCIÓN E INTERCAMBIO: Consejería de Educación y Cultura Dirección General de Patrimonio Cultural Avda. Valhondo s/n (Edifico III Milenio) Módulo 4, planta 2 06800 Mérida Foto cubierta: José Enrique Capilla Nicolás Este libro puede descargarse en formato PDF a través de internet en: http://www.cuparq.org EDICIÓN A CARGO DE: Hipólito Collado Giraldo, José Julio García Arranz, Juan Carlos Aguilar Gómez © Los Autores © de esta edición: GOBIERNO DE EXTREMADURA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN Y CULTURA CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA. VOL III. ARTE RUPESTRE EN EL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE: EL SECTOR CENTRAL (TÉRMINO MUNICIPAL DE TORREJÓN EL RUBIO). Hipólito Collado Giraldo, José Julio García Arranz, Juan Carlos Aguilar Gómez …. pp. 210x297 mm. ISBN: 978-84-9852-454-3 Depósito Legal: BA-264-2015 Clasificación CDU: 703.14, 902, 903 1. Arte Rupestre Esquemático, 2. Prehistoria, 3. Monfragüe, 4. Extremadura

GOBIERNO DE EXTREMADURA Consejería de Educación y Cultura

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AGRADECIMIENTOS La publicación de este libro es la consecuencia final de la colaboración estrecha y desinteresada de muchas personas e instituciones, que se hace más necesaria aún cuando el trabajo científico se desarrolla en parajes extraordinarios cuyo exigente acceso requiere un notable desgaste físico. En estas circunstancias el apoyo logístico es fundamental y como siempre el equipo técnico y humano del Parque Nacional ha suplido con creces nuestras necesidades. Ángel Rodríguez y Casto Iglesias, muchas gracias por vuestra disponibilidad y eterna amabilidad, junto a la guardería del Parque, testigos mudos de todos nuestros trabajos que han sido posibles gracias a vuestro buen hacer y a vuestra paciencia infinita. Muchas gracias a todos, a los que seguís mimando el Parque con vuestra labor diaria y aquellos que nos dejaron por circunstancias de la vida y a quien desde la distancia le dedicamos este libro. Debemos reconocer también el inmenso esfuerzo realizado por el alcalde de Torrejón el Rubio D. Miguel José González Castellano y sus técnicos, enamorados de su pueblo y de su patrimonio cultural en el convencimiento de que mejorar su conocimiento es mejorar el futuro de su localidad. Han sido muchos los que de una forma u otra han aportado su tiempo, sus conocimientos y su esfuerzo para lograr que Monfragüe nos muestre parte de sus tesoros más ocultos. No ha sido tarea fácil y a buen seguro os tendremos que volver a pedir ayuda, pero hasta ese momento no nos queda más que agradeceros sinceramente lo mucho que nos habéis enseñado y apoyado. In memoriam, Damián González Díaz

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n enclave como el Parque Nacional de Monfragüe, donde la naturaleza domesticada por las comunidades humanas a lo largo de los siglos ha generado un espacio único y singular, constituye

un auténtico privilegio para los ciudadanos. Por ello es una responsabilidad conjunta de todas las administraciones implicadas en su gestión, locales, regionales y nacionales, conjugar esfuerzos para dar a conocer a la sociedad sus valores tanto naturales como culturales. En la Consejería de Educación y Cultura del Gobierno de Extremadura hemos asumido esta responsabilidad y con mucho esfuerzo se vienen realizando actuaciones coordinadas que tienen como finalidad ampliar el grado de conocimiento de los bienes culturales del Parque Nacional, contribuir a preservarlo y difundirlo de la manera más global posible. En esta línea, los trabajos que desde hace más de quince años se vienen realizando conjuntamente por técnicos de la Dirección General de Patrimonio y por profesores del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Extremadura con colaboraciones puntuales de otras instituciones científicas entre las que debemos destacar el Instituto Terra y Memoria de Portugal, han permitido que el arte rupestre conservado en el área del Parque Nacional de Monfragüe sea reconocido por la comunidad científica internacional como uno de los conjuntos más importantes del arte rupestre peninsular. Y en este marco de internacionalización vemos con orgullo como las magníficas representaciones de este espacio forman parte del Itinerario Cultural Europeo ‘Caminos del Arte Rupestre’, teniendo como referente el enclave de la Cueva del Castillo de Monfragüe y el recién inaugurado Centro de Interpretación del Arte Rupestre de Monfragüe en Torrejón el Rubio. Una internacionalización que se articula igualmente mediante la participación de nuestros equipos técnicos en proyectos de investigación europeos que, como en este caso a través del proyecto Gestart (Gestos del Arte), nos ha permitido dar continuidad a las acciones de investigación y la publicación de este nuevo volumen del Corpus de Arte Rupestre de Extremadura. Es el tercero de la serie y el segundo que se dedica por entero a las manifestaciones pintadas de Monfragüe, en concreto las del Sector Central del Parque y en el que debemos destacar el esfuerzo realizado por parte de sus autores para aplicar nuevas tecnologías en el proceso de documentación y reproducción del arte rupestre, rescatando figuras y matices que el paso del tiempo había condenado al olvido y que hoy salen de nuevo a la luz con esta publicación. Este libro es el resultado del esfuerzo constante, callado y sencillo de muchas personas: guardas y técnicos del Parque, aficionados locales, arqueólogos e historiadores, que han entendido que la colaboración desde una perspectiva multidisciplinar es el único camino para conseguir la excelencia en el resultado de los trabajos acometidos. Para todos ellos el agradecimiento sincero desde la Consejería de Educación y Cultura y todo el impulso para continuar la tarea de dar a conocer el rico patrimonio cultural que atesora este espacio natural irrepetible y seña de identidad de nuestra comunidad extremeña. Trinidad Nogales Basarrate Consejera de Educación y Culturad el Gobierno de Extremadura

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uando suena la palabra Monfragüe rápidamente se le agolpan varias ideas en la cabeza: naturaleza, aves, Salto del Gitano, Castillo, grandes vistas. Pero, tal y como demuestran los

autores de esta magnífica monografía, Monfragüe respira más allá del esplendor de su naturaleza, con un Patrimonio Cultural que nada tiene que envidiar a su riqueza medioambiental. Cada vez que hablamos de pintura rupestre me imagino a nuestros antepasados viviendo hace más de 5000 años en nuestras abruptas sierras. Si me enfrento a cada uno de sus abrigos mi mente me traslada a esa época y veo a cualquiera de nosotros compartiendo emociones con los autores de ese arte cuyo significado aún está por descifrar. Gracias al rigor, la sapiencia, la capacidad descriptiva y las fotografías de gran calidad, el equipo de investigación que ha hecho posible este nuevo libro nos abre una nueva ventana a este universo silencioso que convive en Monfragüe en perfecta armonía con la naturaleza e invito a todo el amante de la cultura a descubrirlo con osadía, pasión y respeto. Hace año y medio desconocía el valor cultural y patrimonial que escondían nuestra sierras. Desde entonces ha despertado en mi una pasión por este maravilloso mundo que me conduce a conocerlo mejor y saborearlo sorbo a sorbo. Hoy, con la lectura de esta monografía, el lector puede acercarse a este mundo, y creo sinceramente que pronto descubrirá, como yo lo hice, el mundo desconocido y estupendo que late en las pinturas y grabados prehistóricos atesorados en las sierras del Parque Nacional de Monfragüe. Gracias a este equipo de investigación por ayudarnos a conocerlo y a cuidarlo con pasión. Miguel José González Castellano Alcalde de Torrejón el Rubio

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ÍNDICE Testimonios de poblamiento pre y protohistórico en el Parque Nacional de Monfragüe HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JUAN CARLOS AGUILAR GÓMEZ, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

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1. LOS PRIMEROS TIEMPOS: DESDE EL PALEOLÍTICO HASTA LA EDAD DEL COBRE EN EL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE 2. LA EDAD DEL BRONCE EN EL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE

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3. LA EDAD DEL HIERRO: DESDE LAS INFLUENCIAS ORIENTALIZANTES A LOS POBLADOS FORTIFICADOS PRERROMANOS

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Catálogo de Abrigos en el Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ, LUIS FILIPE NOBRE, ISABEL DOMÍNGUEZ GARCÍA, L ÁZARO R ODRÍGUEZ D ORADO , J OSÉ M ANUEL T ORRADO C ARDENO , M ÓNICA V ILLALBA DE A LVARADO , M ª MILAGROS FERNÁNDEZ ALGABA, MONTSERRAT GIRÓN ABUMALHAM, ESTHER RIVERA RUBIO, MAGDALENA NACARINO DE LOS SANTOS, JOSÉ ENRIQUE CAPILLA NICOLÁS, SAMUEL PÉREZ ROMERO. 1. ABRIGO I “ABRIGO DEL QUEBRANTAHUESOS”

35

2. ABRIGO II “LA NINFA”

41

3. ABRIGO III “CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS”

45

4. ABRIGO IV “EL PEINE”

65

5. ABRIGO V “MARGINAL”

71

6. ABRIGO VI “CUEVA DEL CASTILLO”

75

7. ABRIGO VII “NOCHE DE MIEDO”

111

8. ABRIGO VIII “LAS GOLONDRINAS”

119

9. ABRIGO IX “LOS PUNTOS”

125

10. ABRIGO X “ROJO”

129

11. ABRIGO XI “HIPPY”

137

12. ABRIGO XII “DEL CIERVO”

141

13. ABRIGO XIII “CASA DE CANCHO”

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El Arte Rupestre Esquemático del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe: Características Generales HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

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1. LAS ESTACIONES

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2. LAS TÉCNICAS

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3. EL ESTILO Y LA FUNCIONALIDAD

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4. LAS TIPOLOGÍAS: RELACIONES Y CRONOLOGÍA

157

4.1. Antropomorfos

158

4.1.1. Ancoriformes

158

4.1.2. Naturalistas

162

4.2. Zoomorfos

169

4.2.1. Zoomorfos naturalistas

170

4.2.2. Zoomorfos esquemáticos

171

4.2.3. Pectiniformes

172

4.3. Otras tipologías

174

4.3.1. Ídolos

176

4.3.2. Círculos

178

4.3.3. Ramiformes

179

4.3.4. Ángulos y zig-zags

181

4.3.5. Tectiformes y retículas

183

4.3.6. Motivos indeterminados

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Características de los pigmentos del Arte Rupestre esquemático en el Parque Nacional de Monfragüe HUGO GOMES, PIERLUIGI ROSINA, HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

Bibliografía

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

TESTIMONIOS DE POBLAMIENTO PRE NACIONAL DE MONFRAGÜE

Y

PROTOHISTÓRICO

EN EL

PARQUE

Hipólito Collado Giraldo, Juan Carlos Aguilar Gómez, José Julio García Arranz La aproximación a los testimonios de poblamiento prehistórico en lo que hoy constituye el espacio del Parque Nacional de Monfragüe y su entorno inmediato cuenta con diversos problemas de partida. En primer lugar, no son abundantes los estudios disponibles sobre la presencia humana en este área durante las etapas de la prehistoria reciente y de la protohistoria en las que presumiblemente se realizaron las grafías que se conservan en sus cavidades y paredes rocosas; además, tales investigaciones se refieren a enclaves muy concretos, de manera que aún carecemos de visiones panorámicas de cierta amplitud sobre el mencionado territorio. En segundo lugar, la mayor parte de las piezas o materiales correspondientes a estas etapas proceden de hallazgos fortuitos y descontextualizados, que no responden a excavaciones o prospecciones sistemáticas, lo que relativiza su valor documental. En tercer lugar, conforme a la norma general del fenómeno esquemático en la Península Ibérica, resultan muy escasos, casi excepcionales, los abrigos y covachos decorados con depósitos arqueológicos datables en su interior –ya sean funerarios, de habitación o restos constructivos- que permitan una aproximación a los momentos en que estos enclaves fueron ocupados o utilizados. Y, por último, nos encontramos con la circunstancia de que, incluso contando con la presencia de testimonios de actividad antrópica tanto dentro de la cavidad con pinturas como en su entorno inmediato, seguimos careciendo de la certeza absoluta de que fueron precisamente aquellas gentes las que trazaron las grafías que hoy podemos contemplar allí. A pesar de tales dificultades, resulta necesario abordar el análisis de los materiales o contextos arqueológicos disponibles, pues la información que se obtiene de su estudio puede cruzarse con otros datos derivados directamente del análisis de las figuras –aspectos temáticos o estilísticos, superposiciones, análisis de pigmento, etc.- con el fin de aproximarnos en la medida de lo posible a su marco cronológico preciso y a la reconstrucción de los horizontes culturales de los grupos que realizaron aquellos signos pintados o incisos como único medio para deducir las posibles razones que les indujeron a dejar su huella en los roquedales de estas sierras.

1. L OS PRIMEROS TIEMPOS : D ESDE NACIONAL DE MONFRAGÜE.

EL PALEOLÍTICO HASTA LA EDAD DEL COBRE EN EL

PARQUE

Las evidencias más remotas de ocupación humana en el área del Parque las hallamos en las proximidades del cauce del río Tiétar, en especial en la margen izquierda del embalse de Torrejón-Tiétar, a la altura de la finca de Las Cansinas. Allí han sido localizados cantos tallados en cuarcita que, según Antonio González y Domingo Quijada (1991: 33 y lám. VIII), configuran útiles y herramientas de grupos de cazadores-recolectores del Paleolítico Superior y Medio –correspondientes, según estos autores, a una ocupación Achelense Final y, tal vez Musteriense, entre los 200.000 y los 50.000 años a. C.-, quienes encontraron en las márgenes de los ríos Tiétar o Tajo el entorno ideal para establecer asentamientos de carácter estacional: no olvidemos el modo de vida nómada de estas comunidades, siempre en busca de enclaves con abundancia de materia prima para la fabricación de utensilios, agua, frutos silvestres y las posibilidades cinegéticas que ofrecía la aproximación de grupos de animales salvajes a las orillas del río para abrevar. Si exceptuamos alguna figura pintada, como el gran cérvido infrapuesto a una agrupación de figuras humanas esquemáticas en uno de los paneles pictóricos de la Cueva del Castillo y el posible zoomorfo grabado de la Cueva de Pedro (Collado y García, 2005: 202-203), que han sido encuadrados a partir de paralelos formales y estilísticos en el ciclo preesquemático de cronología epipaleolítica (Collado y García, 2010), no volvemos a encontrar nuevas pruebas de actividad humana en el área de Monfragüe y su entorno inmediato hasta posiblemente las etapas centrales y finales del periodo Neolítico, hace aproximadamente unos 5.000 años, fundamentalmente en forma de monumentos megalíticos como dólmenes y menhires. Los primeros son construcciones realizadas con grandes bloques de piedra, formadas por una cámara y un corredor cubiertos mediante un túmulo de tierra y piedras, destinadas a

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

acoger depósitos funerarios colectivos. En las proximidades de la localidad de Serradilla, en la finca de Rodesnera del Poniente -Cerro de la Atalaya-, se localizan dos túmulos o montículos artificiales que aún podrían proteger en su interior sendos sepulcros megalíticos; otros dos dólmenes se conservan en el entorno de Malpartida de Plasencia, y un quinto, de ubicación más imprecisa, se ha descrito en el término de Torrejón el Rubio (Callejo, 1962; Beltrán, 1973; González y Quijada, 1991: 66-67; Galán y Martín, 1991/1992: 198). La presencia de estos grandes sepulcros colectivos nos confirma la existencia entre las comunidades que los erigieron de unas creencias funerarias de notable complejidad, cuya práctica exigiría el desarrollo de determinados ritos, en muchas ocasiones relacionados con el fuego a juzgar por el hallazgo de huesos incinerados en el interior de algunas cámaras; pero, al mismo tiempo, estos monumentos debieron servir como elemento de cohesión de estos grupos humanos, habida cuenta del considerable esfuerzo comunitario que requería su construcción y del limitado nivel tecnológico de que disponían estas comunidades. Las operaciones que era necesario desarrollar para su erección conllevaban un trabajo largo y costoso, en el que debía intervenir una mano de obra bien estructurada. Por tanto, el dolmen no fue sólo un lugar sagrado de reunión y veneración a los antepasados, sino todo un símbolo de identificación colectiva como resultado del trabajo planificado de un gran número de personas. Y, es posible, que este tipo de estructuras poseyese aún otras significaciones distintas para sus constructores, evidenciando la manifestación de algo más que su religión, magia, tecnología o poder social. El análisis general de los lugares donde se instalaron estos megalitos ha llevado a pensar a algunos investigadores (Oliveira, 1993; Enríquez, 1996: 9-10) a partir del análisis de los megalitos extremeños- que no se trata de sitios aleatorios, elegidos al azar, sino de puntos geográficos determinados intencionadamente dentro de una estructuración planificada del espacio. Aparte de los sepulcros dolménicos indicados, se ha localizado hace algunos años en las proximidades del Parque un conjunto de menhires, vocablo con el que se denomina a los grandes bloques de piedra de forma alargada y más o menos cilíndrica, en ocasiones con aspecto fálico –posible vinculación con un culto a la fertilidad-, hincados verticalmente en el suelo, que pueden aparecer aislados, o formando parte de ciertas alineaciones o agrupaciones, como es el caso que ahora nos ocupa. Se trata de una concentración de tres ejemplares localizados en la finca de La Cerca, a poco más de 1 km de la localidad de Malpartida de Plasencia, realizados con esquisto pizarroso del substrato local. Más que alineados, parecen presentar una disposición triangular, estando decorados los dos menhires que marcan los vértices de la “base” del triángulo con grabados incisos con forma de zig-zags (Jiménez, 2000: 384-385). Se ha señalado que la disposición de tal formación, que se desarrolla en paralelo al discurrir del arroyo Grande y del actual camino de Malpartida a Plasencia/Coria, parece “apuntar” hacia los relieves serranos del Parque de Monfragüe situados al sur, y en concreto hacia las dos rutas de tránsito que presiden el horizonte desde aquel punto: el paso de Monfragüe, que se abre en la Sierra del Mingazo y en el puerto de la Serrana, y el curso del río Tiétar. Ello nos sugiere que, desde un punto de vista funcional, estos hitos debieron actuar, por una parte, como elementos demarcadores de espacios en los que se desarrollaba la vida cotidiana y de territorios y/o de recursos explotables, en los que los canales de tránsito y de relación entre grupos diferentes a través de las serranías debieron desempeñar un importante papel; por otro, parece que nos encontramos ante elementos destinados a la simbolización espacial de un lugar determinado, con un carácter posiblemente funerario si tenemos en cuenta su aparente relación de proximidad con estructuras funerarias del tipo dolmen. El mundo megalítico no sólo dejó constancia de su presencia en el entorno del Parque por medio de sus construcciones de piedra, sino también a través de alguna pieza mueble procedente posiblemente del espacio funerario creado en el interior del

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Centro de Interpretación del Arte Rupestre del Parque Nacional de Monfragüe en Torrejón el Rubio

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

dolmen. Nos referimos aquí a la estela antropomorfa o estela-guijarro diademada de Torrejón el Rubio, que permaneció durante años en dependencias del Ayuntamiento y que hoy se conserva en el Museo de Cáceres, aunque una réplica exacta puede verse en el Centro de Interpretación del Arte Rupestre de Monfragüe de Torrejón el Rubio. La estela fue localizada en 1980, entre los escombros de una calleja situada en el Corral del Concejo de la localidad, tras haber sido empleada como aparejo para la construcción de un muro; tal circunstancia impide la posibilidad de conocer la procedencia original de la pieza. Se trata de un gran guijarro de río de forma alargada, con algunos desperfectos en los laterales superiores como consecuencia de su mencionada reutilización, cuyas dimensiones son 51 cm de altura, 37 cm de ancho y 16’5 cm de grosor. Se ha realizado un grabado ancho de sección en “U” para la representación del personaje, que pertenece a la tipología más sencilla, oval, en cuya parte superior se define la cabeza con unos rasgos faciales muy sumarios, con indicación de ojos y nariz, y ausencia de boca, enmarcados en su extremo superior, conforme a su iconografía habitual, mediante un tocado o diadema doble formado por dos trazos semicirculares concéntricos compartimentados radialmente; una simple línea transversal separa el rostro de los tres semicírculos concéntricos que, a modo de collares, completan la mitad inferior de la figura.

Estela-Guijarro diademada de Torrejón el Rubio

Pertenece a un grupo de estelas con una personalidad muy marcada, cuyo área de aparición se circunscribe fundamentalmente, hasta la fecha, a la Alta Extremadura y al suroeste salmantino, grupo principal al que se suman varios hallazgos portugueses próximos a la frontera española, otro par de ejemplos en la provincia de Badajoz –Toriñuelo y Bodonal de la Sierra- y uno más en la cuenca del Guadalquivir. Por regla general fueron realizadas sobre grandes guijarros o cantos rodados de río, de entre 60 y 90 cm. de longitud –de ahí su denominación-, que muestran en su superficie más lisa representaciones humanas esquemáticas grabadas. El hecho de haber aparecido en algún caso hincadas en el suelo por su parte inferior, junto a restos de sepulturas –conjunto de Hernán Pérez (Almagro, 1972), ha permitido proporcionar a estos objetos decorados una significación simbólica a medio camino entre lo religioso y lo funerario. Se considera habitualmente que sus figuraciones poseen un carácter femenino, aspecto que se ratifica gracias a los pechos claramente indicados en el ejemplar procedente de Salvatierra de Santiago (González y Alvarado, 1986). Una parte de la crítica -mencionemos los estudios de Primitiva Bueno (1990; 1991) o de esta autora y Antonio González (1995)-, basándose en la configuración icónica general de las figuras, en detalles como la aparente presencia de alabardas en alguna de las representaciones, o en la aparición del ejemplar de la Granja del Toriñuelo en el corredor de un tholos, equipara este tipo de estelas a otras manifestaciones de la estatuaria antropomorfa megalítica del III milenio en Europa occidental; ello permite asociar esta serie de piezas al ámbito cultural del megalitismo peninsular, y centrar su cronología en momentos de transición del IV al III milenio. La sepultura megalítica se configuraría de este modo como un lugar en

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

donde la imagen humana sirve posiblemente para establecer diferentes rangos y usos dentro del espacio funerario. Sin embargo otros investigadores –mencionemos entre los más recientes a Sebastián Celestino (2001:257-8)- las ubican cronológicamente, como el resto de las estelas del suroeste o de guerrero, en contextos cronológicos del Bronce Final, o inmediatamente anteriores, debido a la aparición de estelasguijarro diademadas junto a estelas de guerrero y posibles cistas. De hecho, ambas manifestaciones presentan áreas coincidentes de difusión geográfica en el suroeste peninsular –en el término de Torrejón el Rubio, por ejemplo, se han localizado ejemplares de ambas tipologías-; incide del mismo modo en la morfología de la diadema reticulada, elemento que se ha documentado arqueológicamente en la tumba de inhumación 101 de la necrópolis de La Colombine, en Champlay (Yonne, Francia), hoy en el Museo de Saint-Germain-en-Laye, fechable en torno al siglo XI; la similitud de su morfología con las diademas representadas en las estelas-guijarro le llevan a encuadrar estas últimas en contextos del Bronce Medio e inicios del Bronce Final. Mencionemos además que la figura antropomorfa de la estela de Torrejón el Rubio II muestra, junto a la representación de elementos ya característicos de las estelas de guerrero –una fíbula acodada y un peine, o instrumento musical de cuerda-, rasgos faciales y una diadema muy similares a las de las guijarro, lo que le sirve, como veremos más adelante, para argumentar que esta estela sería un elemento de transición entre las de guijarro diademadas y las plenas de guerrero (Celestino, 2001: 252-53) . 1

Los más tempranos testimonios de población estable en Monfragüe: entre el Neolítico Final y la Edad del Bronce. El Neolítico va a dejar paso a la Edad del Cobre que conlleva la primera gran ocupación humana del territorio extremeño en una etapa de gran vitalidad cultural y económica que va a dar lugar a la formación de sociedades complejas, proceso que culminará con el advenimiento de la Edad del Bronce en el tránsito del III al II milenio. Sin duda, la más espectacular manifestación cultural de este período conservada en el área del Parque Nacional de Monfragüe son los conjuntos de arte rupestre que prolongan la vigencia del ciclo esquemático iniciado en el Neolítico durante el Calcolítico y la Edad del Bronce. Por lo general aparecen en las mismas superficies rocosas del interior de los abrigos, covachas o cuevas que ya fueron utilizados en la fase precedente, aportando al entramado iconográfico inicial de barras, digitaciones, soles, figuras humanas y animales, y otros signos abstractos, motivos novedosos como los ídolos oculados, así como conceptos narrativos, escenográficos y jerárquicos en las composiciones. Perdura el aspecto rígido o estático de las figuras, pero cada vez es más frecuente la presencia de motivos anecdóticos como tocados, armas o elementos de adorno de carácter etnográfico y un mayor uso del trazo fino frente al grueso durante el proceso de ejecución de las figuras. Tales pinturas, que pueden fecharse durante el Neolítico Final-Calcolítico y la Edad del Bronce, parecen constituir, a juzgar por su situación y temática, obra de grupos de economía agro-pastoril, con una fuerte dependencia aún de la caza y la recolección, que emplearon estas covachas rocosas como refugio, centro de reunión, de ceremonias o de culto, registrando en las paredes sus mensajes, episodios de su vida cotidiana o sus ideas religiosas y encontrando en ellas un sistema de gestionar su territorio mediante la simbolización de sus recursos y enclaves estratégicos. Las últimas prospecciones realizadas en el Área del Parque han elevado hasta más de un centenar el número de yacimientos rupestres conocidos, observándose en su localización una estrecha relación con los puertos o pasos naturales que el río Tajo, o los diversos arroyos del Parque conforman al atravesar las alineaciones montañosas de la zona. En cuanto a los testimonios materiales de poblamiento del Neolítico Final y del Calcolítico en la provincia de Cáceres, han sido localizados más de un centenar de yacimientos que responden a cuatro tipologías básicas: - Covachos o abrigos utilizados como depósito funerario u ocupación estacional.

1

Hemos de señalar en relación con esta polémica que, en sus últimos trabajos, Primitiva Bueno acepta la posibilidad de que estas estelas perduren en el ámbito extremeño hasta el Bronce Final, compartiendo así su presencia con las estelas de guerrero.

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

- Poblados en llano circundados por terrenos de alta capacidad agrícola, aunque sin defensas naturales ni artificiales. - Poblados sobre lomas suaves, quizás los más numerosos, de extensión variable y dentro del área de influencia de algún valle fluvial. - Asentamientos en cerros destacados, enclavados en lugares dominantes con una clara función estratégica de cara al control de territorios o vías de comunicación. La mayor parte de las veces este tipo de poblado se encuentra amurallado. Resulta habitual la conjunción de diversos tipos de hábitats en una misma zona, lo que indica seguramente el control efectivo de dicho territorio al interrelacionarse entre ellos y complementar sus funciones, estratégicas en unos casos y económicas en otros. Las cabañas que conforman estos asentamientos eran de planta circular, con paredes de adobe sustentadas en un zócalo de piedra y cubiertas por una techumbre vegetal que descansaría sobre un poste central. El paisaje de estos asentamientos proporcionaría una imagen muy parecida a la que podemos observar hoy día, dentro del área del Parque de Monfragüe, en las agrupaciones de cabañas próximas a Villarreal de San Carlos o al puente del Cardenal. La economía de estas comunidades sería principalmente agrícola; sin embargo, en el área perteneciente al Parque y su entorno más inmediato, los condicionantes físicos impuestos por la pobreza de las tierras inclinarían a estas gentes hacia una explotación más intensiva de la capacidad ganadera del territorio, sin descartar actividades cinegéticas y recolectoras como complemento de la dieta habitual. Esta circunstancia podría explicar que, a pesar de la importante extensión de esta fase cultural por toda la provincia de Cáceres, su presencia en nuestro espacio natural se reduzca tan sólo y hasta el momento a algunos indicios cerámicos recogidos en diversos enclaves de las sierras que constituyen el eje vertebral del Parque: las cuevas de El Peine y Los Murciélagos, estudiadas por García Mogollón, (1974: 557-59) –donde, junto a otros útiles líticos, se hallaron láminas de pizarra pulida y un fragmento de hueso labrado-, o los materiales hallados en las laderas del Castillo de Monfragüe, donde se localiza un poblado prehistórico que la bibliografía tradicional -recordemos el trabajo de Lavado Paradinas (1985: 127-8 y 132) elaborado a partir de las excavaciones arqueológicas realizadas en 1983 y 1984- encuadra en la Edad del Bronce, aunque con alguna fase de ocupación más temprana que hay que retrotraer al periodo Calcolítico . De forma similar, debemos contar con la posibilidad de que las primeras fases de ocupación de los importantes y estratégicos enclaves de Peña Falcón y Puerto de la Serrana, en los que durante las prospecciones que se llevaron a cabo entre 1997 y 2000 fueron localizados en superficie algunos fragmentos de cerámicas a mano, cuyas características y tipologías –presencia de carenadas y superficies bruñidas y escobilladas- nos remiten preferentemente a momentos indeterminados de la Edad del Bronce, si bien algunos testimonios –mamelones, bordes engrosados, superficises con almagra y alguna pieza lítica pulimentada- puedan igualmente retrotraerse a las fases finales del Neolítico y a la Edad del Cobre. 2

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Los trabajos de excavación efectuados en el Castillo de Monfragüe se centraron, según testimonio de su director (Lavado, 1985: 132-33), en los principales bastiones conservados de la fortificación -la Torre Redonda y la Torre Pentagonal-, un posible basamento de torre del extremo occidental del recinto, el aljibe, el camino de ronda, el muro de la barbacana y el denominado Patio de Armas, situado a poniente (actual plaza de toros). La aparición de materiales de la Edad del Bronce –restos cerámicos de pasta gruesa y de grandes recipientes- en la Torre Redonda y en la Plaza de Armas nos sugiere la existencia de un primitivo recinto fortificado de aquella etapa, cuya función como reducto de vigilancia y control del tramo inmediato del río Tajo y del paso transversal que éste abre en la sierra a través del denominado Salto del Gitano, parece consolidarse en época romana y tener su continuidad en los siglos medievales. González Cordero (1999: 202-5) enumera los distintos hallazgos materiales operados en el entorno del Castillo de Monfragüe, y reproduce algunos de los fragmentos cerámicos fechados en la Edad del Bronce por Lavado, aunque también menciona otros elementos que parecen apuntar al Calcolítico como inicio de la secuencia poblacional de la zona. En este sentido, el mismo autor (1999: 205) señala que los trazos pintados conservados en la cueva de los Murciélagos –cavidad muy próxima a la cueva del Castillo, que también conserva pinturas rupestres- son similares a la especie de tatuaje facial que presentan diversos tipos de ídolos procedentes de sepulcros megalíticos de la Edad del Cobre.

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Pese al reciente trabajo de conjunto de Enrique Cerrillo Cuenca y Antonio González Cordero (2007), el asunto de la ocupación de ciertos abrigos y covachos rocosos de la zona con una finalidad funeraria o de habitación cuenta aún con escasa información en lo referido al área del Parque. De acuerdo con la información recopilada por ambos autores (Cerrillo y González, 2007: 48), ya en 1930 el estudioso local Agustín Sánchez Rodrigo en sus Apuntes para la historia de Serradilla, hacía referencia a la presencia de materiales arqueológicos en cavidades del mencionado término municipal, que podrían asociarse a su uso como enterramiento; entre ellas menciona las Cruces del Siglo, el Cancho, la cueva Amarilla, la cueva de los Facciosos en Peñafalcón, las de la portilla del Tajo, las de la garganta Barbaón y una de gran tamaño, a la que denomina el Lance de la Mora, y que, de acuerdo con su información, presenta formaciones de estalactitas en su interior. A estas informaciones debemos incorporar las aportadas por García Mogollón respecto a diversos restos arqueológicos significativos localizados en el pequeño depósito de la entrada de la Cueva del Castillo -entre ellos se cuentan un “…hacha tallada por una sola cara y una lasca en forma de cuchillo, entre otros microlitos en forma de raspadores”, hallados por el maestro Pablo Gonzálvez en el suelo removido de la oquedad poco después de su descubrimiento -, o los ya referidos en las cercanas cuevas de El Peine y Los Murciélagos (García, 1974: 557-9). Otro posible enterramiento en cueva es el localizado en un abrigo entre las Sierras de Mirabel y Serradilla, de cuyo ajuar, que constaba al menos de puntas de flecha, hojas de sílex, colgantes triangulares, cuentas de collar y puntas de cristales de cuarzo, se conserva una parte del ajuar en una colección particular de Plasencia (Cerrillo y González, 2007: 84-86). A este repertorio se incluyen los hallazgos operados recientemente por nuestro equipo en el abrigo del Sapo, en la garganta del arroyo Barbaón (término de Serradilla), que parecen corresponder a una ocupación esporádica de este pequeño covacho entre las últimas fases del Neolítico y las etapas iniciales de la Edad del Cobre (Collado y otros, 2014:30) 3

Detalle del perfil Este de la excavación en el interior de la Cueva del Sapo. Sector Arroyo Barbaón. Parque Nacional de Monfragüe

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También de este lugar procede, de acuerdo con la información proporcionada por Enrique Cerrillo y Antonio González (2007: 65), un hacha de bronce de apéndices laterales asociada habitualmente en la bibliografía a Villarreal de San Carlos (AlmagroGorbea 1977: 72).

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2. LA EDAD DEL BRONCE EN EL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE Al contrario de lo que sucedía con la etapa anterior, la Edad del Bronce, y principalmente su fase final, está bien representada en el ámbito del Parque Nacional. Poblados atribuibles a este período son el ya referido del Castillo de Monfragüe, citado por la bibliografía especializada desde antiguo , y los más recientemente descubiertos en las cimas del puerto de la Serrana y de Peña Falcón. 4

Vista de Peña Falcón donde se asienta uno de los poblados de la Edad del Bronce que controlaban el vado del Tajo.

Estos asentamientos responden a un modelo de poblamiento extendido por la Alta Extremadura durante el Bronce Final en el que destaca el carácter estratégico de los asentamientos. Ahora, la búsqueda de enclaves más abruptos y de mayor altitud, y el control de un mayor potencial en recursos minerometalúrgicos, dan pie a que los poblados se distribuyan prioritariamente copando las cimas de las formaciones montañosas, en terrenos muy desfavorables para la agricultura, aunque con buenos condicionantes para el aprovechamiento forestal y ganadero. Pero sin embargo es sobre todo el control de las rutas de comunicación, de las zonas de vado, de los collados, etc., lo que realmente va a primar a la hora de establecer los asentamientos (Pavón, 1998: 45-55). En este sentido, el propio Ignacio Pavón (1998: 85) incide en el hecho de que el destacado conjunto de estelas procedentes de Torrejón el Rubio (Fernández, 1950; Almagro, 1966: 83-91; Ongil, 1983) o el hacha supuestamente hallada en Villarreal de San Carlos (Almagro-Gorbea, 1977: 72) constituyen indicios evidentes de poblamiento durante esta etapa en un entorno –el área de Monfragüe- que se erige como indudable enclave geoestratégico asociado al vado y al tránsito desde la penillanura oriental hacia las tierras centrales de Extremadura. Del mismo modo, la distribución de los poblados conocidos en la zona de Monfragüe, así como la localización de numerosos abrigos con pintura rupestre esquemática en las áreas serranas del Parque, resultan altamente significativas. Las rutas que de norte a sur y viceversa atraviesan la parte central de la penillanura trujillano-cacereña se topan necesariamente a medio camino con las cuencas del Tajo, Almonte y Tiétar, y con las elevaciones que de Este a Oeste constituyen la columna vertebral del Parque Nacional (sierras de Miravete, La Parrilla, Las Corchuelas, Santa Catalina, etc.). Los portillos naturales, como el del Salto del Gitano, el Salto del Corzo, el puerto de La Serrana, el portillo de Calzones o la Garganta de Serradilla se configuran como magníficos accesos naturales que permiten cruzar estas sierras y vadear el encajonado cauce del Tajo. Posteriormente serán los cursos de los pequeños afluentes como los arroyos Malvecino, Barbaón, La Vid o Calzones los que canalizarán hacia las tierras del Norte o el Sur todo el tránsito que discurriría por estos pasos naturales. En todos los casos, tanto las portillas como los pequeños cauces aparecen dominados por poblados de altura como los ya indicados -Castillo de

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J. R. Mélida Alinari (Mélida, 1924: 256-57) apunta la existencia de una muralla ciclópea en la parte alta del cerro, como perteneciente a este poblado prehistórico, lienzo que posteriormente será reutilizado en la fortaleza medieval.

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Monfragüe, Peña Falcón o Puerto de la Serrana-, o señalizados mediante la distribución en paralelo a los cauces fluviales, o flanqueando las mismas portillas, de los abrigos decorados con pinturas rupestres esquemáticas, interconectados visualmente entre ellos, y con mayores concentraciones en las zonas de cabecera y salida de los valles, o en las entraderas intermedias hacia los mismos (Collado y otros, 2013).

Localización de las ”Entraderas” hacia el cauce del Arroyo Barbaón.

Ya hemos indicado que uno de los principales síntomas de la vitalidad de estas rutas de comunicación e intercambio es el que viene determinado por la aparición en el área de Torrejón el Rubio de una nutrida serie de estelas de guerrero. Son piezas consideradas por algunos autores –recordemos, por ejemplo, a Eduardo Galán (1993: 77-81)- como hitos para la demarcación o control de territorios o vías de comunicación, en contraste con las teorías tradicionales, defendidas por diversos autores desde las primeras sistematizaciones ya clásicas de J. Ramón Fernández Oxea (1950) o Martín Almagro Basch (1966: 199-201), hasta las conclusiones más recientes de Sebastián Celestino (2001: 303-320), que las valoran como elementos vinculados a ritos de carácter funerario. Las estelas decoradas del suroeste peninsular, también denominadas estelas de guerrero por la temática de sus representaciones, son grandes bloques o losas de piedra –en el caso de las de Torrejón de pizarra gris local-, en una de cuyas superficies aparecen grabados, mediante la técnica de la incisión por abrasión o el piqueteado, los elementos tipificados característicos de este tipo de piezas, y que parecen testimoniar el poder económico y prestigio social de la casta o élite militar dominante en estos momentos . Morfológicamente estas estelas suelen ser alargadas, con un extremo que se estrecha, 5

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Entre los temas que aparecen habitualmente grabados en estas losas encontramos reproducciones de diversas clases de armas: lanza y espada, con tipologías encuadrables en el Bronce Final, arco y flecha en el ejemplar conocido como “estela I”, y escudo, habitualmente plasmado con cierto detallismo representativo. Entre las armas podría considerarse también el carro incluido en la “estela I”, de característico perfil liriforme, tirado por dos animales muy esquemáticos que se encuentran unidos al eje por una barra transversal que haría las veces de yugo. Aparecen igualmente otros elementos de ajuar o de prestigio como la fíbula de tipo acodado, el espejo de forma redonda con mango, o el peine. Encontramos, en fin, la figura humana, presente en tres de las estelas encontradas en la zona, de rasgos muy sumarios y esquemáticos, aunque en algunos casos puede aparecer caracterizada con ciertos detalles complementarios, como los posibles brazaletes y cinturón de la figura de la “estela III”, o el tocado con forma de diadema o el cinturón del interesante antropomorfo de la “estela II”.

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probablemente para ir hincadas en el suelo, probablemente como cabecera del enterramiento, si bien la forma cuadrangular de alguna de estas piezas hace pensar que quizá fueran losas destinadas a una colocación horizontal, tal vez como tapaderas de los enterramientos en cista característicos de la Edad del Bronce. El conjunto de las cuatro losas recogidas en el municipio de Torrejón el Rubio son, junto con la hallada en Las Herencias (Toledo), las únicas aparecidas en las proximidades del río Tajo, y, concretamente, en el corazón del Parque Nacional de Monfragüe. Como ha indicado Sebastián Celestino (2001: 329), la finca de El Oreganal en la que aparecieron al menos dos de los ejemplares, se ubica en una elevación de 340 m., y presenta unas características físicas similares a los lugares de hallazgo de otras estelas de esta misma tipología: un lugar cerrado geográficamente al norte por las sierras de MonfragüeLas Corchuelas, a la vez que domina una importante vía de comunicación que hoy atraviesa la carretera nacional 524 Trujillo-Plasencia-Béjar, y que por lo tanto pone en contacto el centro de Extremadura con la Meseta. Además, domina visualmente el importante vado del Tajo, conocido como “vado del castillo de Monfragüe” (Galán y Martín, 1991/1992: 196; Hernández, 1967: 82)-, por donde actualmente se accede al norte de la provincia, así como el valle formado entre las sierras de Las Corchuelas y Monfragüe, constituyendo, por tanto, un paso único hacia el norte y un importantísimo corredor para la trashumancia. A continuación vamos a describir cada una de estas piezas, y las circunstancias de sus respectivos hallazgos. 1. La estela denominada “Torrejón el Rubio I” fue encontrada de forma casual en el año 1950 en la finca de El Oreganal, situada, como hemos indicado, en el término municipal de Torrejón el Rubio a tan sólo 5 km. al suroeste del vado del Tajo, en el punto donde terminan los escarpes rocosos más acusados y comienza la penillanura. Es una gran losa de pizarra gris oscura de 1’17 m. de altura por 0’75 m. de anchura aproximadamente y 15 cm. de grosor. Sus figuras han sido grabadas mediante la técnica de la incisión por abrasión, dibujando unas líneas profundas que permiten una fácil visión de los elementos representados en la losa. La parte superior de la superficie decorada la ocupa una lanza en disposición horizontal, muy detallada en su ejecución, con hoja ancha de nervio central, similar a las de las puntas de lanza de mango tubular del Bronce Final. Por debajo de la anterior se distribuyen otros tres elementos: una espada corta con ensanchamiento en la zona del filo y empuñadura claramente marcada, una fíbula acodada tipo “Huelva” y un pequeño espejo de forma redonda con mango. La zona central de la superficie decorada está ocupada por la figura más grande de todo el conjunto: un escudo con escotaduras en “V”, formado por dos

Estela de Torrejón I

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círculos concéntricos entre los cuales se disponen cuatro grupos equidistantes de remaches. El asa de la pieza se representa mediante un pequeño rectángulo. A su derecha aparece un arco de doble curva, con indicación de la flecha lista para ser disparada. Finalmente, en el extremo inferior de la estela hay una figura de carro tirado por dos animales, unidos por una barra transversal que haría las veces de yugo. Este último iría unido al timón del carro que arranca desde la caja del mismo. La forma de la caja es liriforme, y creemos, en contra de lo dicho por otros investigadores (Almagro, 1966: 83), que el carro tan sólo tiene dos ruedas y no cuatro, una a cada lado de la zona central de la caja, siendo los círculos posteriores, de menor tamaño, la posible representación de asideros. 2. La estela de “Torrejón el Rubio II” se localizó en la misma finca que el anterior ejemplar. Apareció fragmentada por ambos laterales y por el extremo inferior, lo que provocó que se perdieran las extremidades inferiores de la figura humana que ocupa la parte central de la representación. La estela mide 0’90 m de altura por 0’45 m de anchura máxima y 8 cm de grosor. Está realizada sobre una losa de pizarra grisácea. Como ya hemos indicado, el motivo principal de su iconografía es una figura humana tocada con una diadema o con un complejo peinado ejecutado mediante varios círculos concéntricos reticulados internamente. Esta estructura circunda la parte superior de la cabeza en la que ojos, nariz y boca han sido ejecutados de manera muy esquemática, al igual que el resto del cuerpo, resuelto mediante una figura ovoide que presenta en su centro una franja a modo de cinturón. Las extremidades superiores aparecen completas, e incluyen las representaciones de ambas manos. No puede afirmarse lo mismo de las inferiores, que han sido cortadas por la mencionada rotura de la piedra. A la izquierda de la figura pueden observarse dos motivos: el superior es una fíbula acodada con dos pequeñas antenas en su arco y con la indicación del resorte, por debajo se sitúa el otro elemento, identificado por algunos –Fernández Oxea– como un peine y por otros –Almagro Basch– como un broche de cinturón o –Celestino Pérez– un instrumento musical de cuerda.

Estela de Torrejón II

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En opinión de Sebastián Celestino (2001: 24849), si bien esta pieza, a la que encuadra en la categoría de estelas diademadas del suroeste, presenta elementos icónicos que la involucran plenamente en la serie de las masculinas o de guerrero –fíbula y peine o instrumento musical-, aún participa, sin embargo, de algunos caracteres típicos de las estelas-guijarro, a las que considera su inmediato precedente: es el caso, por ejemplo, del mayor “realismo” de la figura, con cierto volumen anatómico y detallismo en los rasgos faciales. También se da el hecho de que tanto la diadema, de estructura idéntica a la que presentan las estelas-guijarro, como el detalle del cinturón, ya integrado totalmente en el cuerpo, sugieren una cierta pervivencia estilística de la serie anterior. Pero este investigador establece otros indicios que la relacionan claramente con las clásicas estelas del suroeste y, más concretamente con la estela de guerrero hallada en la misma localidad, catalogada como Torrejón el Rubio III. Si establecemos una

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comparación visual entre ambos ejemplares, podría aventurarse que fue el mismo grabador quien realizó ambas piezas, aunque otorgando a cada una su correspondiente significado sociocultural. La singularidad de la estela de Torrejón el Rubio II radica precisamente en la presencia de los objetos de ajuar o de prestigio acompañando al personaje, detalles que no se incluyen en las estelas-guijarro, limitadas a la representación de la diadema y los collares; ello probablemente responda, en opinión de Celestino, a la circunstancia de que aún no habían hecho acto de presencia los elementos de adorno personal procedentes del ámbito mediterráneo, algo que sin embargo ya estaba sucediendo cuando se grabó la estela de Torrejón II, como demuestra la presencia de la fíbula acodada de antenas y el posible instrumento musical. Del mismo modo, este autor considera significativa la diferencia de dimensiones entre las estelas-guijarro diademadas y las de guerrero, las primeras siempre realizadas en piedras de menor tamaño, y propone como claro ejemplo estas dos estelas de Torrejón, donde la de guerrero casi duplica en longitud a la diademada. 3. La estela de “Torrejón el Rubio III” fue hallada en 1954 al derribar la cerca de la Huerta de la Cava. Está hecha sobre una losa de pizarra gris oscura de 1’5 m. de altura por 0’80 m. de ancho y 15 cm. de grosor. La figura principal es una representación humana, en este caso completa, cuyos rasgos sumarios recuerdan en gran medida, como hemos indicado, a los de la anterior estela. La superficie situada por encima de la cabeza aparece totalmente erosionada, por lo que no podemos saber si este personaje estuvo alguna vez adornado con algún tipo de tocado. En su defecto, los gruesos repiqueteados con forma circular que han sido dispuestos sobre ambas muñecas representarían seguramente gruesos brazaletes. De igual manera, el elemento circular esculpido a la altura de la cadera, en el arranque de ambas piernas, podría interpretarse como un cinturón. Entre los elementos del ajuar podemos distinguir, en la parte inferior derecha, un escudo circular sin escotaduras en “V”, con unas dimensiones más reducidas -18 cm de diámetro- que los habituales en otras estelas. Presenta umbo central resaltado con un clavo de cabeza redonda en el centro, y las nueve líneas transversales que lo cruzan parecen mostrar que está hecho de madera. Todo ello indica que se trata de la representación de una caetra, típico escudo que portarán los guerreros lusitanos durante la Segunda Edad del Hierro. A la izquierda aparece una lanza con la hoja de la punta ancha y aguzada en su extremo, conforme corresponde al tipo avanzado de punta de lanza dentro de la tipología de estas armas del Bronce Final. Por debajo de la anterior se localiza una espada cuya empuñadura presenta un pomo de apéndices laterales y gavilanes algo inclinados hacia la hoja, muy larga y pistiliforme, tipo también muy característico del Bronce Final hispano 4. La estela de “Torrejón el Rubio IV” fue descubierta casualmente a finales de los años ochenta en la finca El Majar de los Puercos a 7 km al norte de la localidad, muy cerca del río Tajo, y trasladada a las dependencias del Ayuntamiento de Torrejón el Rubio donde se conserva hasta que se realice su traslado al Museo de Cáceres. Constituye una losa cuadrangular de pizarra gris oscura que si bien ha perdido desde antiguo parte

Estela de Torrejón III

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de su superficie decorada, aún conserva, completos o fragmentados, la mayoría de sus motivos. Alrededor de un gran escudo circular -con las típicas escotaduras en “V” y con indicación de dos círculos concéntricos interiores, diversos remaches y asa rectangular central-, se distribuyen los restantes elementos iconográficos: la lanza (de la que sólo se conserva la mayor parte del mango), el contorno de una esquemática espada, una fíbula acodada representada mediante tres sencillos trazos secantes entre sí y un espejo redondo con mango. A la derecha de todo lo anterior se extienden las extremidades inferiores, representadas muy sumariamente, de una figura humana. A la serie de estelas arriba descritas, debe sumarse, como hallazgo igualmente significativo, el hacha de apéndices laterales Estela de Torrejón IV depositada en la Sección de Arqueología del Museo de Cáceres con el nº 937, y que, según la bibliografía tradicional, fue hallada en las proximidades de Villarreal de San Carlos (Almagro-Gorbea 1977: 72), si bien su verdadero lugar de aparición parece que fue la entrada a la ya mencionada Cueva del Castillo (Cerrillo y González, 2007: 65). Se trata de una pieza de bronce con el talón ligeramente redondeado y los apéndices de enmangue ligeramente más cortos de lo habitual. Se puede encuadrar en el tipo “Tajo” (20B de la serie de Monteagudo). Este tipo de hachas de apéndices laterales, también aparecidas en la cercana población de Villar de Plasencia, parecen proceder del sur o sureste peninsular, aunque la escasez de hallazgos no permite comprobar con exactitud, como ya señalara Almagro-Gorbea (1977), los canales de distribución.

3. LA EDAD DEL HIERRO: DESDE PRERROMANOS.

LAS INFLUENCIAS ORIENTALIZANTES A LOS POBLADOS

FORTIFICADOS

Durante la primera Edad del Hierro o Período Orientalizante el proceso de “colonización” de las tierras extremeñas por las poblaciones procedentes del Mediterráneo Oriental, provoca, tal y como ha señalado Martín Bravo (1998; 1999: 114ss.), la intensificación de los contactos y el uso de las principales rutas de comunicación que, a partir de estos momentos, parecen desplazarse hacia la zona centrooriental de la región, frente a la preponderancia durante la etapa anterior de las rutas occidentales a causa de una mayor importancia de los contactos con la fachada atlántica. Este comercio tartésico se difundió entre los diferentes pueblos establecidos a lo largo de la ruta natural de comunicación hacia la Meseta a través de la Alta Extremadura ya a finales del s. VIII a. C., y fue consolidándose a lo largo de los ss. VII, VI y V a. C. En este proceso la mujer parece que juega un importante papel, ya que en gran medida la fluidez de estas relaciones con los reyezuelos locales se debió de garantizar mediante matrimonios de conveniencia entre mujeres llegadas desde las zonas nucleares tartésicas y los jerarcas de estos poblado; pero ellas no llegan solas: su presencia se convierte en un auténtico canal de aculturación, al traer consigo sus costumbres, sus ritos, sus dioses, sus objetos de prestigio y su lengua (Ruiz, 1992). De toda esta dinámica nos quedan evidencias en Monfragüe y en sus zonas aledañas. Mencionemos el enterramiento femenino de tipo oriental aparecido en la ladera del Puerto de Santa Cruz de la Sierra, en cuya cima se enclava un poblado indígena, la inscripción tartésica del abrigo con pinturas rupestres de la Cueva del Castillo de Monfragüe, el tesoro de Serradilla, los hallazgos orientalizantes del entorno de Plasencia y el tesoro de Pajares, localizado este último en las proximidades de Villanueva de la Vera. Todos estos elementos se articulan como puntos intermedios en el engranaje de una ruta que desde la

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cuenca del Guadiana buscará los pasos del Puerto de Béjar, el pasillo del Jerte o el Puerto del Pico, para superar la importante barrera que constituye la sierra de Gredos y poder así abrirse camino hacia el interior de la Meseta, donde los hallazgos orientalizantes como los bronces de Sanchorreja -estudiados por GonzálezTablas (1991-92) entre otros-, los elementos de oro de Ulaca y El Raso -dados a conocer por Fernández Gómez (1996)- o los vidrios y las piezas metálicas de El Berrueco -analizadas por Conde (1996) y otros autores- cada vez se rarifican más en los contextos de raigambre claramente indígena. La inscripción grafitada con pigmento negro de la Cueva del Castillo de Monfragüe supone la última fase cronoiconográfica de las que han sido detectadas en este recinto, y que enmarcan su ocupación desde el Epipaleolítico (Collado Inscripción grafitada en negro del panel 3 de la Cueva del y García, 2005: 23; 2007: 344-6) hasta los Castillo de Monfragüe siglos V o IV a. C., fecha que propone Beltrán Lloris (1973) para el mencionado epígrafe y los elementos simbólicos que lo acompañan. La importancia de esta inscripción recae no sólo en el hecho de constituir uno de los pocos ejemplos de escritura tartésica conocidos en Extremadura, sino que supone además la constatación de que el arte rupestre se mantiene como forma de expresión cultural hasta prácticamente el cambio de era. Es un proceso cada vez mejor atestiguado en la Península Ibérica (Collado, 2006; Royo, 2004), y cuyo final viene impuesto por la consolidación de la conquista romana y la difusión de la escritura alfabética como sistema de comunicación de ideas y creencias. La aparición de la inscripción supone la generalización de un nuevo sistema de comunicación: la escritura, que deja sin sentido el uso principal que hasta el momento había tenido la pintura rupestre esquemática: servir como sistema de comunicación pictográfico mediante el cual se proporcionaría información a todo aquel que viera las pinturas sobre los ritos, costumbres y elementos de la vida cotidiana del grupo humano establecido en ese territorio, o del control o posesión del mismo pretendido por sus creadores. Todo este proceso puede documentarse bien en este singular abrigo, donde vemos cómo la importancia de los animales y de la caza, base económica de las sociedades depredadoras, queda bien reflejada en la figura del ciervo infrapuesto al conjunto principal de antropomorfos que inaugura la serie pintada del abrigo. Se trata de una representación técnicamente diferenciada del resto del conjunto figurativo por el uso del relleno corporal en tinta plana y un marcado estilo naturalista, cuyos mejores paralelos extremeños se encuentran en la fase 2 –epipaleolítica- del conjunto icónico del Molino Manzánez -cuenca del Guadiana en los términos pacenses de Cheles y Alconchel- (Collado 2006). La implantación de economías de producción conllevan la expansión de nuevas formas de expresión gráfica, que en el caso de la Cueva del Castillo se reflejan en la serie de motivos esquemáticos antropomorfos, zoomorfos y figuras simbólicas- de tonalidad anaranjada y confeccionadas con trazo grueso lineal. El paso del tiempo y la llegada de la Edad del Bronce intensifican un proceso de transformación social iniciado ya en el Calcolítico, que desemboca en el establecimiento de marcadas jerarquías sociales y élites guerreras en el contexto de los grupos humanos que se desarrollan en este período. El reflejo de esta estructura social jerarquizada se advierte de igual modo en la pintura rupestre de este abrigo a través de la serie de figuras realizada con un estilo más detallado al emplearse en su ejecución el trazo fino de tonalidad rojo-oscura, y organizada en interesantes agrupaciones humanas, desde criterios tanto espaciales como formales: de este modo, los antropomorfos principales marcan claramente su rango mediante su posicionamiento en las zonas de privilegio -los lugares centrales de la

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escena- y su caracterización por medio de elementos etnográficos distintivos, como tocados, armas o tatuaje corporal. Finalmente, las figuras grafitadas en negro -inscripción, retícula, etc.- marcan la etapa final de la apropiación gráfica del abrigo y suponen, como se ha advertido con anterioridad, la perduración de la pintura rupestre hasta la Edad del Hierro. Se trata en este caso de manifestaciones con un sentido funcional de probable carácter ritual que se sustenta, precisamente, en el aprovechamiento de estos espacios con un simbolismo previo como factor que confiere el aporte de sacralidad que las gentes de la Edad del Hierro posiblemente buscaran a la hora de su reutilización como lugar de culto. El tesoro de Serradilla es otro de los testimonios de la importancia de este espacio geográfico durante la Primera Edad del Hierro. Este conjunto de piezas áureas constituye, junto con el también cacereño tesoro de Aliseda, los más destacados exponentes de la orfebrería del momento en Extremadura. Fue encontrado en 1965 durante unas tareas de limpieza que se llevaban a cabo en el olivar de El Chorlito, en el término municipal de Serradilla, depositado dentro de un recipiente cerámico que había permanecido escondido entre los canchales de la finca. El conjunto está formado por 24 piezas de oro, con un peso total de 105 gramos. El hecho de que se encuentren todas fragmentadas y en deficiente estado de conservación desde la Antigüedad, ha hecho pensar que este depósito fuera un depósito destinado a su posterior fundición con el fin de reutilizar el metal precioso, si bien para otros investigadores (Celestino y Blanco, 2006: 147-8) parece más bien una ocultación llevada a cabo tras la amortización de un conjunto de indudable valor ritual, lo que explica el esmero puesto en conservar la iconografía de la placa principal a pesar del recorte a que fue sometida. Como han señalado recientemente Sebastián Celestino y José Luis Blanco (2006: 146-8), el conjunto presenta una clara filiación indígena a causa de la ausencia de motivos que puedan identificarse formal o estilísticamente con temas procedentes del Mediterráneo oriental, lo que impulsó a calificarlo como de origen celta o de influencia nórdica en los primeros estudios del conjunto. Su marcado carácter indígena,

Tesoro de Serradilla. Tomado de Celestino y Blanco 2006, p. 148

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de notable pureza y personalidad, se concreta en rasgos decorativos característicos del llamado “Estilo Suroccidental”, como son los hilos sogueados simples o contrapuestos para definir espacios en espiga, los hilos enrollados en solenoide, los triángulos de granulado, las grapas para afirmar las placas que hacen de soporte, los colgantes de doble jaulilla, o las pestañas de sujeción, entre otros. Entre las piezas principales podemos distinguir tres pares de arracadas o pendientes, trece placas y fragmentos de colgantes en forma de placa trapezoidal, dos cadenas, un pasador y dos pequeños fragmentos, también de oro. En cuanto a las arracadas, dos de los pares presentan apéndices triangulares, denominados habitualmente como “de racimo”, realizados por medio de elementos en forma de senos formados por un cono hueco con un gránulo a modo de mamelón en la punta. El tercer par muestra en una de sus caras, como elemento decorativo central, un cabujón circular hoy vacío – posiblemente relleno originalmente con una piedra o pasta vítrea-, al tiempo que ofrece en su otra cara la representación en repujado de un trisquel, símbolo considerado tradicionalmente como solar, sobre cuyos brazos irían probablemente adheridas piedras preciosas o pasta vítrea para realzar el dibujo. En cuanto a las placas, constituyen los elementos más interesantes de todo el conjunto, pudiéndose establecer entre ellas dos tipos fundamentales: Tipo a: está formado por una placa de tendencia rectangular, cuya forma original no se puede deducir a causa de las roturas laterales, decorada con un busto humano de perfil mirando hacia la derecha, flanqueada por dos cabezas de ave de concepción muy esquemática que se unen mediante una prolongación del cuello; en la parte inferior central aparece representado un disco. Este conjunto icónico se ha identificado como una deidad femenina -¿diosa Astarté?- en reposo sobre un trono o lecho, apoyado a su vez sobre dos patas y cuyos brazos presentan forma de prótomos de aves; probablemente la figura circular dispuesta entre las dos “patas” del trono sea un disco solar. Se considera que esta

Tesoro de Serradilla. Tomado de Celestino y Blanco 2006, p. 149

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iconografía, de notable fuerza expresiva, constituye un importante indicio de las concepciones religiosas indígenas de estos momentos. Las figuras están realizadas mediante la técnica del repujado, y se decoran mediante la aplicación de cordoncillos de filigrana en los bordes y granulado en la zona interna. Posiblemente esta placa debió servir como pieza central de un collar o pectoral. Tipo b: son placas de forma trapezoidal, con decoración de dos aves afrontadas -motivos que se repiten en tres de ellas-, entre las que se intercalan varios motivos circulares. El remate de la parte superior aparece cubierto por una ancha cenefa de cordoncillo. La decoración figurativa ha sido realizada mediante la técnica del repujado y resaltada posteriormente mediante granulado. Los campos rellenos de círculos y los frisos de triángulos incisos granulados unifican estilísticamente la serie. Completaba el conjunto una cadenilla destinada, sin duda, a soportar una de las arracadas, y dos cadenas engarzadas mediante una anilla rematadas a su vez por sendas anillas de mayor anchura y aplastadas. El interés de este tesoro, evidente de por sí, estriba además en la conjunción de elementos orientales, principalmente la técnica, en la que se produce una atractiva combinación de repujado, granulado y filigrana, o la posible representación de la diosa Astarté, con otros influjos de claro origen occidental, como la iconografía de las aves acuáticas de probable origen europeo, como ya señalara Sprockhof a mediados del pasado siglo. El encuadre cronológico de estas piezas es difícil de precisar, pues las dataciones propuestas por diversos investigadores no resultan coincidentes (Almagro-Gorbea (1977): primera mitad del s. V a. C.; Nicolini (1990): principios del s. V a. C.; Perea (1991): entre los ss. VI y IV a. C.). A comienzos del s. IV a. C., en un proceso cuya génesis no ha sido aún bien definida para la región, Extremadura se ve inmersa en una nueva realidad poblacional. La gran mayoría de los asentamientos de la etapa anterior, situados principalmente en enclaves elevados de difícil acceso, buscando una fácil defensa y al mismo tiempo un buen control del territorio circundante, son sustituidos por otros de nueva planta que mantienen la tradición de los poblados en alto, pero no sobre las cotas más destacadas del relieve. Ahora los nuevos núcleos de población, conocidos con el nombre de castros, tienden a replegarse sobre las márgenes más accidentadas de los ríos. Se disponen sobre elevaciones escarpadas y protegidas por elementos naturales -meandros y espigones fluviales-, y, además, se rodean de murallas que acentúan aún más su aislamiento y capacidad defensiva. Esto supone un relativo despoblamiento del entorno en el que nos venimos centrando, la penillanura trujillano-cacereña, ya que los nuevos poblados parecen concentrarse en torno al río Almonte y sus afluentes, en donde se establece una auténtica línea de ocupación de Oeste a Este que cuenta con los yacimientos de Aguijón de Pantoja (Cáceres), Santa Ana y Pie de Zarza (Monroy), La Burra (Torrejón el Rubio), La Villeta de los Azuquenes y El Pardal (Trujillo) y la Plaza de la Hoya (Aldeacentenera). Ya dentro del entorno inmediato del Parque Nacional de Monfragüe, en el término municipal de Torrejón el Rubio, nos encontramos con un magnífico ejemplo de este tipo de poblados: la Villeta de la Burra, asentamiento de gran extensión que se localiza sobre un espacio amesetado situado entre el río Almonte y el arroyo de La Fuente. Está protegido por una imponente muralla ataludada construida con aparejo de pizarra que se refuerza con torres de planta rectangular o poligonal –exentas o adosadas- y foso perimetral excavado en la roca. En la parte alta del poblado, y a modo de acrópolis, se conserva un gran torreón circular. Por debajo, en el recinto poblacional, se disponen, sin que se advierta ningún tipo de ordenación urbanística predeterminada, una serie de cabañas de planta circular cuya estructura vuelve a repetir la ya clásica zapata de aparejo de piedra de mediano tamaño, careada al exterior y trabajada a hueso, sobre la que descansa un sencillo muro de adobe. La techumbre de este recinto sería de troncos de madera dispuestos radialmente y apoyando sobre un poste vertical de madera calzado en la parte central de la cabaña. Toda esta estructura estaría a su vez cubierta por un entramado vegetal, formado principalmente por jaras y escobas, que al tiempo que aislaban de las inclemencias del tiempo, permitían con mayor o menor desahogo la evacuación de humos del interior de las viviendas. Estos interiores eran muy sencillos, una única estancia con suelo de tierra batida sobre encachado de piedra, ligeramente apisonado o fogueado para darle consistencia. Sobre éste se disponía directamente un pequeño hogar situado en un lateral de la cabaña, generalmente junto a la puerta de acceso, que servía al tiempo de

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iluminación de la estancia, cocina y recurso para combatir el frío exterior. Adosado a las paredes se construían bancos corridos aprovechados a modo de vasares o como simples asientos de descanso. Construcciones de tipo similar eran empleadas también como almacenes o como encerraderos de ganado. Esta nueva estructura poblacional implicó un alejamiento de las tierras con mayor capacidad agrícola, lo que acentuaría el carácter pastoril, con claro predominio de los ovicápridos en la economía de estos pueblos. No obstante las múltiples evidencias de utillaje agrícola encontradas durante las excavaciones llevadas a cabo en algunos de estos yacimientos son el testimonio evidente de que la agricultura,

Villeta de la Burra. Torrejón el Rubio

probablemente realizada mediante sistemas de bancales en terrenos no muy alejados del poblado, sería un suplemento importante en la base económica de estas poblaciones, sin dejar de lado tampoco el añadido que la caza, la pesca y la recolección de vegetales silvestres supondrían en su dieta. Entre la cultura material recuperada en estos castros cabe destacar en primer lugar el utillaje de hierro, tremendamente variado -armamento, objetos de uso cotidiano, herramientas, aperos agrícolas, etc.-, que denotan el altísimo conocimiento de las técnicas de fundición alcanzado por aquellos pueblos. Las cerámicas muestran aún porcentajes altos de piezas realizadas a mano que pueden aparecer lisas o decoradas. Entre estas últimas las técnicas más frecuentemente empleadas son las impresiones mediante estampillas y las incisiones. Para las piezas a torno se encuentra la decoración pintada, que describe motivos geométricos de claro sabor meridional. Como herencia de la etapa anterior, aún permanecen los recipientes de cerámica gris, principalmente platos y escudillas, a veces decorados con pequeños motivos estampillados. En cuanto a los fragmentos cerámicos localizados en el interior del poblado fortificado de La Villeta de la Burra, éstos pueden fecharse entre los siglos IV y III antes de nuestra era (Martín, 1999: 177-179).

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Vista del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe.

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C AT Á L O G O

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CATÁLOGO DE ABRIGOS EN EL SECTOR CENTRAL DEL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE Hipólito Collado Giraldo, José Julio García Arranz, Luis Filipe Nobre, Isabel Domínguez García, Lázaro Rodríguez Dorado, José Manuel Torrado Cardeno, Mónica Villalba de Alvarado, Mª Milagros Fernández Algaba, Montserrat Girón Abumalham, Esther Rivera Rubio, Magdalena Nacarino de los Santos, José Enrique Capilla Nicolás, Samuel Pérez Romero.

SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS. ABRIGO I: ABRIGO DEL QUEBRANTAHUESOS TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. HOJA DE S.G.E.: 651 DESIGNACIÓN: 751753.46/4412851.13 (ETRS 89)

ALTITUD: 237 VERTIENTE: SOLANA. BIBLIOGRAFÍA: INÉDITO.

Este primer abrigo de la zona Castillo-Corchuelas se encuentra en la cara oeste del gran peñón que sirve de base al mirador del Salto del Gitano. El acceso al mismo es complicado, debiendo descender por la pedriza que se localiza al lado izquierdo del farallón en dirección al río hasta prácticamente donde finaliza el canchal. Allí, unos cinco metros hacia la derecha, se encuentra una pequeña plataforma donde se sitúa el abrigo. Se trata de un pequeño entrante rocoso de 2,10 metros de altura por 2,40 metros de longitud y una profundidad de 2,95 m.. La línea de roca está orientada norte-sur y el abrigo queda abierto 280 º hacia el W. En él hemos localizado un sólo panel sobre la pared izquierda de la estación.

Fig 1: Planta y Sección del Abrigo Quebrantahuesos.

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Fig. 2: Vista general del Abrigo Quebrantahuesos. La flecha indica la posición del panel 1.

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Fig.3: Vista hacia el NW desde Abrigo. A la izquierda Peña Falcon y Abrigo del Alvarillo.

PANEL 1 Aprovecha un pequeño cuarteamiento interno prácticamente cuadrado, de 35 cm. de anchura por 33 cm. de altura, a 1,40 metros desde el suelo. La superficie del panel es de color grisáceo, y está orientado 120º E. Todos los grafemas han sido pintados con un pigmento rojo anaranjado que se encuentra muy desvaído a causa de la degradación atmosférica. El mal estado de conservación de las pinturas se ve incrementado por la acción de líquenes. I.1.1-17.- Grupo de 17 puntuaciones bastante uniformes, de entre 1 y 1,3 cm. de diámetro de media aproximadamente, dispuestas de forma irregular sin que se pueda percibir cualquier intento de estructuración iconográfica. I.1.18.- La agrupación de motivos se completa con una barra en posición inclinada hacia la izquierda situada en la zona baja del panel, que ha perdido su mitad inferior. El trazo conservado mide 3,2 cm de altura por 1,2 cm de anchura de trazo.

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Fig. 4: Calco Panel 1. Abrigo del Quebrantahuesos

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Fig. 5: Vista del Panel 1.

FIG. 6: Tratamiento Digital (Dstrech LDS-AC).

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO II: ABRIGO DE LA NINFA. TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. HOJA DE S.G.E.: 651. DESIGNACIÓN: 751765.60/4412859.32 (ETRS 89)

ALTITUD: 245 VERTIENTE: SOLANA. BIBLIOGRAFÍA: INÉDITO.

Este nuevo abrigo se encuentra a media ladera junto a la pedriza que marca el camino que desciende por el lateral norte del farallón bajo el mirador del Salto del Gitano hacia la estación anterior, de la que dista aproximadamente 50 metros antes de llegar a la misma. Se trata de un pequeño entrante longitudinal en la base del farallón rocoso, a modo de plano inclinado, lo que posibilita protección para el único panel que se localiza en él. Está orientado 120º SE, y se abre 20º N. Mide 3,20 metros de longitud por 2,1 metros de altura máxima, y tan sólo 60 cm. de profundidad en su zona más profunda. El único panel que ha sido documentado en esta estación se situa a 85 cm. desde el extremo oeste del abrigo y a 95 cm. de altura desde el nivel del suelo actual del abrigo.

Fig. 7: Planta y sección del Abrigo de La Ninfa.

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Fig 8: Vista general del Abrigo de la Ninfa con indicación de la localización del Panel 1.

Fig. 9. Vista hacia el W desde el abrigo. Al fondo Abrigo del Alvarillo.

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PANEL 1 Se trata de un pequeño plano de fractura de la roca protegido en su parte derecha por la pared lateral del abrigo. Mide 30 cm. de anchura por 27 cm. de alto, y se encuentra a 95 cm. desde el nivel del suelo de la estación. La orientación del mismo, 30º N, prácticamente coincide con la del abrigo. Sobre la superficie, de color marrón anaranjado, se dispone una única figura que ha sido interpretada como un antropomorfo, con la cabeza en forma de “T”, los brazos representados en la zona intermedia formando una especie de “V” quebrada hacia abajo en ambos extremos posiblemente como medio de indicar las manos y, por debajo, las piernas en posición igualmente flexionada, con el sexo marcado bajo la zona ventral. El grosor del trazo es 1,4 cm., y la figura mide 12 cm. de altura máxima entre paralelas por 7,8 cm. de ancho máximo. El color del pigmento utilizado es rojo oscuro muy pálido, y el estado de conservación regular.

Fig. 10: Calco del Panel 1. Abrigo de La Ninfa.

Fig. 11: Imagen de detalle del Panel 1. Abrigo de La Ninfa

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO III: CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. ALTITUD:405 M. HOJA S.G.E.: 651. VERTIENTE: SOLANA. DESIGNACIÓN: 751970/4412840 (WGS 84) BIBLIOGRAFÍA: GARCÍA MOGOLLÓN, F.J.(1974). “LAS PINTURAS ESQUEMÁTICAS DEL MONFRAGÜE, LA PROVINCIA DE CÁCERES.” REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS, VOL. XXX, Nº 3. PP. 551-580. 16 FIGS.

EN

Dada la peculiaridad de la documentación existente sobre este abrigo, y habiendo descubierto nuevos motivos y numerosas diferencias en la reproducción de los ya editados, nos vemos en la necesidad de incluir una descripción renovada de esta estación pictórica. Está situada a 30 mts. por encima y a la izquierda antes de llegar al Abrigo del “El Peine”, en un recorrido de unos 200 metros que arranca desde el aparcamiento del Salto del Gitano, desde donde se sube por la ladera dejando el farallón rocoso permanentemente a nuestra izquierda. Su acceso actual es extremadamente difícil, siendo preciso material auxiliar de escalada para llegar hasta la cueva. Esta circunstancia nos lleva a considerar que se hubiera producido algún tipo de circunstancia (posiblemente algún desprendimiento rocoso en el farallón que le da cabida), que permitiera un acceso más sencillo y menos peligroso que el actual para los grupos humanos prehistórico que lo utilizaron y dejaron su huella en las manifestaciones pintadas que aparecen sobre sus paredes. Se trata de un abrigo de notables dimensiones con dos bocas por las que se accede a dos espacios diferenciados (Fig. 12). El de la izquierda, que contiene la mayor parte de las representaciones pintadas (Fig. 13), se configura como un entrante rocoso a modo protegido en su parte más profunda por una gran visera. El de la derecha es una cavidad de unos 15 metros de profundidad en corredor ascendente, en cuya zona más profunda podemos encontrar una pequeña fuente de agua estacional (Fig. 15). Ambas están precedidas por una gran plataforma que se constituye en un excelente mirador sobre el Tajo y la desembocadura del Arroyo de la Vid (Fig. 14). Como ya hemos apuntado las pinturas se localizan en su práctica totalidad en el espacio de la izquierda (Fig. 13) cuyas dimensiones son 4,9 m. de anchura, por una altura de 2,95 m. y una profundidad de 17,40 mts. Todas las pinturas se encuentran en la pared izquierda del abrigo y se distribuyen en 8 paneles a lo largo de la misma. El conjunto ofrece un estado de conservación bastante deficiente, con los pigmentos de las figuras notablemente desvaídos e incluso desaparecidos en algunos casos por causas diversas, aunque debiendo destacar la degradación atmosférica y en menor medida el efecto de algunas escorrentías de agua. Hay que destacar que en este abrigo se ejerció por parte de los autores una clara selección de las zonas para pintar, pues en el gran espacio de la derecha, a pesar de sus mejores condiciones de protección y fácil accesibilidad, no fueron pintados motivos de forma generalizada, pues salvo algunos restos de pigmento muy perdidos que pueden intuirse bajo las escorrentías de agua en una gran superficie rocosa situada a la izquierda de la entrada, en el resto de toda la cavidad no se ha detectado ningún otro indicio de actividad gráfica.

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Fig. 12: Planta y secciones del Abrigo “Cueva de Los Murciélagos”.

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Fig. 13: Vista frontal de la Cueva de los Murciélagos desde la plataforma de entrada y con indicación de los paneles numerados.

Fig. 14: Vista desde el Abrigo hacia el Suroeste. Río Tajo y desembocadura del arroyo de la Vid.

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Fig. 15: Manantial en el fondo del espacio derecho de la Cueva de los Murciélagos.

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PANEL 1 Localizado a 4 m. del extremo izquierdo de la boca y a 55 cm. del suelo, las medidas son de 25 cm. por 29 cm., con una orientación 90º. La superficie es de color marrón rojizo, y sobre ella se encuentran seis motivos pictóricos de color rojo oscuro que describiremos como un sólo conjunto. • III.1.1-6.- Conjunto de seis barras finas divididas en dos grupos según su inclinación. El grupo de la izquierda presenta tres trazos paralelos inclinados a la izquierda que convergen con el grupo de la derecha, formado por otras tres líneas paralelas que se inclinan en sentido contrario y configurando un motivo angular formado por tres ángulos sin vértices, que por su estructura y características nos remiten a los tatuajes faciales que muestran algunos ídolos oculares, los ídolos placa y las figuras antropomorfas del período Neolítico y Calcolítico del suroeste peninsular (Hurtado, 2009; Enríquez, 2000). Sus dimensiones oscilan entre 4,5 cm. y 3,5 cm. y un grosor de trazo de 0,3 a 0,4 cm.

Fig. 16: Calco Panel 1. Cueva de los Murciélagos.

Fig.17: Foto Detalle Panel 1. Cueva de los Murciélagos.

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PANEL 2 Localizado a 1,10 m. en diagonal superior hacia la derecha del anterior y a 1,26 m. del suelo, tiene unas medidas de 65 cm. de alto por 1,16 m. de ancho y su superficie es de color rojo oscuro. Se orienta 90º y contiene ocho motivos pictóricos de color rojo anaranjado. • III.2.1.- En la zona superior izquierda del panel se sitúa el primer motivo indeterminado de tendencia rectangular. Mide 2,20 cm. de largo por 1,25 cm. de altura máxima. • III.2.2.- Por encima y a la derecha del motivo 1, observamos los restos de un motivo de tipología indeterminada conformado por los restos de dos trazos horizontales paralelos unidos por un trazo vertical en la parte izquierda. Sus medidas son 3 cm de ancho por 2,9 cm de alto. • III.2.3.- Debajo del motivo 2, aparece un antropomorfo de tipología ancoriforme, cuyas extremidades superiores se encuentran curvadas hacia el interior por encima de un trazo vertical curvado que conforma la estructura corporal. Toda la figura ha sido realiza en trazo grueso de 1 cm. de ancho, y sus dimensiones son 6 cm. de alto por 4 cm. de ancho. • III.2.4.- Por debajo y a la izquierda del motivo 3, vemos una figura en forma de báculo cuya parte superior se curva hacia la derecha. No obstante también podría considerarse la posibilidad de que se tratara de una figura ancoriforme parcialmente conservada, repitiendo la tipología anterior. Ante la indefinición se opta finalmente por incluirla a efectos de análisis tipológico en categoría de indeterminados. Fue realizada con trazo de 0,7 cm. de grosor y tiene unas medidas totales de 7 cm. de alto y 3,5 cm. de ancho. • III.2.5.- A la derecha del anterior aparece un nuevo grupo de figuras cuya parte superior está ocupada por los restos de una barra vertical realizada en trazo grueso cuya anchura se reduce progresivamente hacia la zona inferior. Mide 0,7 cm. de grosor en su parte más estrecha y 7 cm. de alto por 2.5 cm. de grosor en la más ancha. • III.2.6.- Debajo del motivo 5, un conjunto de puntos alineados verticalmente conformando dos trazos curvados de color anaranjado intenso que son rematados por la parte superior mediante dos barras verticales. Las medidas de este conjunto son 5 cm. de ancho por 6,5 cm. de alto. • III.2.7.- A 7,5 cm. a la derecha de la figura anterior, se localiza un motivo antropomorfo incompleto de tipo naturalista. Presenta un cuerpo vertical del cual parten en el tercio superior dos trazos simétricos curvados hacia abajo para definir los brazos, de un grosor medio de 1,25 cm. aproximadamente. De estas extremidades superiores, la derecha presenta un apéndice oval en su extremo inferior que podría interpretarse como algún tipo de objeto que porta la figura en su mano. A ambos lados del eje vertical y bajo sus extremidades, aparecen sendas puntuaciones con un diámetro de escasos milímetros que deben representar el pecho de esta figura o en su defecto algún tipo de adorno pectoral que debieron formar parte del atuendo de los grupos humanos que poblaron este territorio y que después podremos observar también que aparecen en algunos de las representaciones antropomorfas documentadas en la Cueva del Castillo. En total, la figura tiene unas dimensiones de 7,8 cm. de alto por 11 cm. de ancho. • III.2.8.- Por debajo del anterior motivo, aparece una figura de antropomorfo cruciforme, cuya extremidad izquierda, de la que cuelga un apéndice hacia abajo, se encuentra muy perdida. Presenta unas medidas de 4,8 cm. de ancho por 6 cm. de alto.

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Fig.18: Calco Panel 2. Cueva de los Murciélagos.

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

PANEL 3 Situado a 30 cm. a la derecha del panel 2 y a 54 cm. del suelo, este panel se orienta a 100º. Mide 20 cm. de alto por 45 cm. de ancho y muestra una su superficie es de color castaño muy afectada por descamaciones, que alberga tres motivos realizados en color rojo oscuro conservados en bastante mal estado a causa del intenso desvaimiento atmosférico del pigmento y la pérdida de parte del motivo ocasionada por los desprendimientos del soporte. • III.3.1.- Motivo antropomorfo tipo ancoriforme, situado en la parte superior derecha del panel. Está en posición vertical ligeramente inclinada hacia la izquierda. El trazo central que configura el eje corporal es de un grosor notablemente mayor que el de ambos brazos en arco. Mide 4,2 cm. de ancho máximo por 4,5 cm. de altura máxima. • III.3.2.- En diagonal inferior izquierda desde el motivo anterior a 32 cm se sitúa una barra inclinada a la derecha, de 3 cm. de longitud y 0’5 cm. de grosor. • III.3.3.- A la derecha del anterior, aparece un nuevo motivo antropomorfo de tipo ancoriforme, con el brazo izquierdo notablemente más desarrollado que el derecho. En la parte superior, donde se unen todos los trazos que lo conforman, se prolonga hacia arriba un pequeño apéndice que podría ser considerado como un intento de representación de la cabeza. La figura está resuelta con un trazo de grosor irregular entre 1,5 y 1 cm., tiene una altura total de 11 cm. por una anchura máxima de 9’5 cm.

Fig.19: Calco Panel 3. Cueva de los Murciélagos.

Fig. 20: Foto de detalle Panel 3. Cueva de los Murciélagos.

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

PANEL 4 Situado a 15 cm. a la derecha del panel 3, mide 48 cm. de alto por 40 cm. de ancho, se localiza a 30 cm. del suelo y se orienta 150º. La superficie, de color violaceo, contiene dos figuras realizadas con un pigmento de tonalidad rojo vinoso oscuro. • III.4.1.- Motivo antropomorfo de grandes dimensiones y de tipo naturalista semiesquemático. Tiene cabeza circular de 2,5 cm. diámetro, y cuatro extremidades curvadas hacia abajo. El trazo vertical que forma el cuerpo sobresale por debajo de las extremidades inferiores para representar un largo falo. La altura total de la figura alcanza los 15,5 cm. por un ancho máximo de 8,7 cm. y trazo irregular en su ejecución de 1 cm. medio de grosor. • III.4.2.- A unos 20 cm. en diagonal hacia la derecha por debajo del motivo anterior, encontramos un antropomorfo tipo golondrina en posición inclinada hacia la derecha con un pequeño apéndice en la zona superior que podría ser considerado como indicativo de la cabeza de la figura. Los brazos son asimétricos, siendo el de la izquierda notablemente más largo que el de la derecha. Esta realizado en color rojo oscuro muy desvaído, con trazos de 1 cm. de grosor. Mide 6,3 cm. de altura por 7,2 cm. de anchura máxima entre paralelas.

Fig. 21: Calco Panel 4. Cueva de los Murciélagos.

Fig. 22: Imagen General del Panel 4. Cueva de los Murciélagos.

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

PANEL 5 Situado a 30 cm. del panel anterior y a una altura de 66 cm. desde el suelo, se localiza este panel de 8 cm. de alto por 15 cm. de ancho cuya orientación es de 110º. La superficie, cortada en la parte inferior por una grieta, es de color naranja y contiene un conjunto de pequeñas barras de color rojo anaranjado muy afectadas por la degradación atmosférica que casi ha llegado a borrar parte del conjunto figurativo. • III.5.1-9.- Conjunto de nueve digitaciones verticales dispuestas de forma paralela, adaptándose a la superficie creada por el corte inferior del panel. Cada barra presenta una altura de 3 cm. de máximo y 1 cm. de mínimo, por una anchura media entre 1,4 cm. y 0,5 cm. El conjunto completo presenta unas medidas de 14 cm. de ancho por 4 cm. de alto. Como únicas observaciones decir que la barra 2 se superpone al extremo superior de la barra 3. Por otro lado conviene destacar que algunos motivos, sobre todo los de la parte central, se conservan incompletos y muy desvaídos.

Fig. 23: Calco Panel 5. Cueva de los Murciélagos.

Fig. 24: Imagen de detalle del Panel 5. Cueva de los Murciélagos.

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PANEL 6 Situado a 30 cm. en diagonal a la derecha, por encima del panel 5 y a 30 cm. del suelo, tiene 40 cm. de alto por 25 cm. de ancho y se orienta 95ºSE. La superficie es de color castaño claro afectada en su zona central por una escorrentía de agua que ha llegado a borrar parcialmente algunos motivos del conjunto figurativo de este panel configurado por cuatro figuras de tonalidad rojo anaranjado y rojo oscura en la que se observan claras superposiciones a pesar del lamentable estado de conservación que ofrece la generalidad del conjunto gráfico. • III.6.1.- Motivo de tipo tectiforme con forma de rectángulo horizontal alargado compartimentado mediante nueve barras o celdillas interiores, localizado en la esquina superior izquierda del panel, se encuentra incompleto en la zona central al estar afectado por la escorrentía de agua que ha destruido parcialmente esta figura. Fue realizado con trazo irregular de 1 cm. de grosor de media. Sus medidas máximas son de 8 cm. de alto por 20,5 cm. de ancho y aparece infrapuesto a los motivos 2 y 3. • III.6.2.- Sobre los motivos 1 y 3 se localiza una barra diagonal en trazo grueso efectuada usando un pigmento de color rojo vino oscuro bastante diferente al empleado en el resto de las figuras de este panel. Creemos, al superponerse directamente sobre motivos precedentes, que pudiera tratarse de una posible adición gráfica cronológicamente posterior sobre el conjunto figurativo previo. Tiene unas dimensiones de 9 cm de alto y 3,5 cm de ancho. • III.6.3.- A la derecha del motivo 1, aparece un motivo antropomorfo de tipo naturalista incompleto, cuyo brazo superior derecho esta sólo sugerido en su arranque. El brazo opuesto sale recto y curva su extremo hacia abajo, encontrándose superpuesto al motivo 1 y por debajo del trazo 2. Las medidas totales son de 12 cm. de alto por 12 cm. de ancho, con trazo irregular de 1 cm. de grosor. • III.6.4.- A unos 15 cm. por debajo y a la derecha, se sitúa un motivo ramiforme formado por una barra vertical de cuyo lado izquierdo parten cinco barras horizontales y paralelas. A la derecha del eje vertical no ha sido representado ningún apéndice lateral. Tiene una longitud de 8 cm. por 3,5 cm de ancho y un trazo de grosor discontinuo entre 1 cm. y 1’5 cm. Este motivo se encuentra muy desvaído, afectado por líquenes y degradación atmosférica, por lo que es posible que parte de la figura (su zona derecha haya desaparecido). • III.6.5.- En la parte inferior del panel, a la izquierda del motivo anterior, encontramos una barra vertical y ligeramente diagonal en mal estado de conservación sobre la que se efectuó un repinte posterior en la parte inferior del motivo. Presenta unas medidas de 10 cm. de alto por 2 cm. de ancho. • III.6.6.- Debajo del motivo anterior se encuentran los restos de una digitación casi horizontal e inclinada hacia la derecha. Sus medidas son de 1 cm. de alto por 1,3 cm. de ancho.

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Fig. 25: Calco Panel 6. Cueva de los Murciélagos.

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Fig. 26: Imagen de detalle del Panel 6. Cueva de los Murciélagos

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

Fig. 27: Imagen del Panel 6 con tratamiento digital (DSTRECH/LDS-15)

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PANEL 7: Situado a 60 cm. en diagonal hacia abajo desde el panel 6 y a 30 cm. del suelo. Este panel de 70 cm. de alto por 40 cm. de ancho y orientación 120º SE., presenta una superficie bastante afectada por descamaciones, de color naranja con vetas de rojo oscuro, en la que aparecen una serie de digitaciones de color rojo y agrupadas en dos zonas (superior e inferior). La primera reúne un único conjunto de motivos, mientras que la segunda agrupa otros cinco conjutnos que iremos describiendo según su disposición y estructura en la superficie del panel. • III.7.1.- Conjunto 1 (zona superior). Situado en el extremo superior izquierdo del panel, consiste en un grupo de puntos y pequeñas barras dispersos y sin mostrar una forma aparente, cuyo grosor varía desde 0,5 cm. a 1,5 cm. Destaca la unión de cuatro digitaciones que llegan a conformar una especie de asterisco. El conjunto completo presenta unas dimensiones de 12.5 cm de ancho por 14 cm de alto. • III.7.2.- Conjunto 2 (zona inferior). Situado en la parte superior central de la zona inferior del panel. Está formado por dos digitaciones dispersas y aisladas con un grosor medio de 0,8 cm. Las medidas del conjunto completo son de 12 cm de ancho por 10 cm de alto. • III.7.3.- Conjunto 3 (zona inferior). Situado a la izquierda y debajo del anterior. Está formado por una aparente alineación curva de puntos y digitaciones que se van adaptando a la superficie. Las digitaciones presentan un diámetro medio de 1 cm y el conjunto completo presenta unas dimensiones de 12 cm de alto por 10 cm de ancho. • III.7.4.- Conjunto 4 (zona inferior). Localizado a la derecha del anterior, está formado por una agrupación informe de digitaciones que se adaptan a la superficie y que no presentan una forma concreta. Presenta unas medidas de 14 cm de ancho por 11 cm de alto. • III.7.5.- Conjunto 5 (zona inferior). Agrupación de cinco digitaciones, dos aisladas en la parte superior y tres paralelas alineadas horizontalmente. Se sitúan en un pequeño cuarteamiento de la roca, a la derecha del motivo anterior. La disposición de las digitaciones se corresponde con la propia adaptación de las mismas al soporte. Presenta unas medidas de 4 cm de ancho por 7,5 cm de alto. • III.7.6.- Conjunto 6 (zona inferior). Situado bajo el Conjunto 4, está compuesto por puntos de 0,6 cm. a 1,2 cm. de grosor medio, los cuales se disponen formando una circunferencia coronada en la parte superior por un arco o semicírculo concéntrico al anterior. En la parte inferior izquierda de la circunferencia, en el exterior de ésta, han sido documentadas cuatro digitaciones, una aislada y otras tres alineadas verticalmente. Todo el conjunto tiene unas medidas de 12 cm de ancho por 11,5 cm de alto.

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Fig. 28: Calco Panel 7 (Zona Superior). Cueva de los Murciélagos.

Fig. 29: Imagen de detalle del Panel 7 (Zona Superior). Cueva de los Murciélagos.

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Fig. 30: Calco Panel 7 (Zona Inf ). Cueva de los Murciélagos.

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

Fig. 31: Imagen de detalle del Panel 7 (Zona Inf ). Cueva de los Murciélagos.

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

PANEL 8 Situado 40 cm. a la derecha del panel 7 y a 60 cm. del suelo, tiene 40 cm. de altura por 50 cm. de ancho y se orienta 130º SE. La superficie es de color grisáceo con vetas negurzcas y acoge 11 motivos de color rojo anaranjado oscuro en un pésimo estado de conservación distribuidos en función de los diverso cuarteamientos rocosos que estructuran el panel. • III.8.1-2.- Localizados en el extremo superior izquierdo del panel. Se identifican como dos motivos, dispuestos de manera vertical. El motivo 1, situado en la parte superior está formado por una barra levemente inclinada hacia la izquierda. Debajo de ésta y a su izquierda, se encuentra una puntuación. Sus medidas son de 2 cm. de alto por 1 cm. de grosor para cada motivo, teniendo el conjunto completo unas dimensiones de 2,5 cm. de ancho y 6,5 cm. de alto. • III.8.3.- A 21 cm. por debajo del anterior, encontramos una barra de 5 cm. de alto por casi 1 cm. de grosor, con ligera inclinación a la izquierda. Está dispuesta de forma paralela con el motivo 4. • III.8.4.- A la derecha de la anterior, una barra ligeramente inclinada hacia la derecha. Tienen una dimensiones de 1,7 cm. de ancho por 6 cm .de altura. En su interior se aprecia una falta de color en forma de ojo de aguja, lo que le da un aspecto peculiar. También destaca el aguzamiento que presenta su mitad inferior. • III.8.5-6.- Siguiendo en diagonal superior hacia la derecha, unos 8 cm. más arriba, encontramos dos digitaciones diagonales inclinadas hacia la izquierda y dispuestas de forma paralela. Sus medidas son de 2 cm. de largo por 1 cm. de grosor para cada motivo, teniendo el conjunto completo unas dimensiones de 2,5 cm de ancho y 3 cm de alto. • III.8.7-9.- A la derecha, encontramos restos de tres barras verticales de diferente tamaño y grosor entre 5 cm. y 2 cm. de largo y de 1,5 cm. a 0,7 cm. de grosor, dispuestas en paralelo con una ligera inclinación a la izquierda y alineadas horizontalmente. El conjunto completo presenta unas medidas de 5,5 cm. de ancho y 4 cm. de alto. • III.8.10-11.- Finalmente, a la derecha del anterior encontramos dos barras verticales paralelas con cierta tendencia a converger en sus extremos inferiores. El conjunto completo tiene unas medidas de 4 cm. de ancho por 5 cm. de alto, teniendo cada barra un grosor máximo de 1,5 cm.

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Fig. 32: Calco Panel 8. Cueva de los Murciélagos.

Fig. 33: Imagen Panel 8. Cueva de los Murciélagos.

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO IV: EL PEINE TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. ALTITUD: 379 M.. HOJA S.G.E.: 651. VERTIENTE: SOLANA. DESIGNACIÓN: 29S 751987/4412831 (WGS 84) BIBLIOGRAFÍA: GARCÍA MOGOLLÓN, F.J., (1974). “LAS PINTURAS ESQUEMÁTICAS DEL MONFRAGÜE, LA PROVINDIA DE CÁCERES”. REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS, VOL.XXX, Nº 3. PP. 551-580. 16 FIGS..

EN

Situado por debajo y a la derecha del abrigo anterior, en la base del mismo farallón en el que se ubica la Cueva de los Murciélagos y donde los autores de las pinturas aprovecharon un gran diedro rocoso que queda cubierto por una imponente visera. El abrigo se abre hacia 235º SO y sus dimensiones son muy importantes. Tiene 13,40 m. de longitud por 4,80 m. de altura y una profundidad máxima de 3,15 m. Sus dos paneles con representaciones pintadas se sitúan sobre la pared del fondo del abrigo, a una altura notable desde el nivel del suelo y para acceder hasta ellos es necesario trepar por unos afloramientos rocosos escalonados que arrancan desde la gran plataforma en la que culmina la ladera que conduce al abrigo. Todas las figuras documentadas en esta estación son de color rojo vinoso oscuro y presentan un estado de conservación regular, bastante afectadas por la degradación provocada por la incidencia solar sobre ellas.

Fig. 34: Planta y Secciones del Abrigo del Peine

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Fig. 35: Vista General del Abrigo del Peine.

Fig. 36: Vista hacia el NW desde el Abrigo del Peine.

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

PANEL 1 Situado a 7,10 m. del extremo izquierdo del abrigo y a 2,10 m. del suelo de la plataforma de base, Se trata de una superficie de reducidas dimensiones, tan solo 7 cm. de alto por 20 cm. de ancho y se orientado hacia 215º SO. Este espacio gráfico, de color anaranjado e irregular, reúne cinco figuras de tipo simbólico todas ellas de colores rojos oscuros bastante desvaídos y afectadas por desconchones que han debido ser realizados en época relativamente reciente por la pátina blancuzca que ofrecen. • IV.1.1.- Punto. • IV.1.2.- Punto • IV.1.3.- Barra de 4 cm. de alto por 1 cm. de ancho, ligeramente inclinada a la derecha. • IV.1.4.- Inmediatamente a la derecha de la anterior y en paralelo con ella se sitúa un nuevo motivo tipo barra de 3 cm. de alto, aunque en este caso ejecutado con un trazo bastante más grueso de 2 cm. de anchura máxima. • IV.1.5.- Seguidamente a la derecha, ocupando la totalidad de la superficie gráfica disponible e incluso llegándose a adaptar en su trazado a la zona menor irregular del panel, se sitúa un motivo de tendencia circular conformado por un trazo curvado regular de 1 cm. de grosor. Su altura es de 4,13 cm. por 4 cm. de diámetro máximo aproximado.

Fig. 37: Calco Panel 1. Abrigo del Peine.

Fig. 38: Imagen de detalle Panel 1. Abrigo del Peine.

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PANEL 2 Localizado a 6,20m., a la derecha del panel 1. Mide 30 cm. de alto por 40 cm. de ancho y se orienta hacia 240º SO. La superficie sobre la que se disponen la figuras es en su mayor parte grisácea, posiblemente debido a la acción exfoliadora de los líquenes, quedando las zonas perimetrales en tonos más castaños mejor conservados que es donde aparecen los tres motivos documentados en este segundo panel. • IV.2.1-2.- Situadas en el extremo superior izquierdo encontramos dos barras verticales en paralelo de 6 cm. de alto por 1 cm. de ancho aproximadamente, la primera estructurada en dos partes por encima y por debajo de una grieta. • IV.2.3.- En diagonal derecha hacia abajo, fue representado un motivo zoomorfo de tipo pectiniforme, cuya parte superior es un trazo horizontal que sobresale y se incurva hacia arriba por el extremo derecho. Desde éste arrancan hacia la parte inferior tres trazos en perpendicular y paralelos entre sí de 1 cm. de grosor y una longitud entre 5 y 3 cm. La altura total de la figura es de 9 cm., con una anchura máxima de 7,5 cm.

Fig. 39: Calco Panel 2. Abrigo del Peine.

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Fig. 40: Imagen de Detalle del Panel 2. Abrigo del Peine.

Fig.41: Imagen de detalle figura 3 del Panel 2. Abrigo del Peine.

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO V: MARGINAL TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. HOJA S.G.E.: 651 DESIGNACIÓN: 29SQE52251305

ALTITUD: 380 M VERTIENTE: SOLANA. BIBLIOGRAFÍA: INÉDITO.

Esta nueva estación se localiza en las proximidades del abrigo anterior, desde donde debemos partir en dirección Este, avanzando unos 50 m. hacia arriba sin perder de vista el farallón rocoso que permanecerá a la izquierda de la marcha. Se trata de una oquedad formada por una gran roca desprendida que apoya sobre otras dos formando un pequeño recinto protegido que abre hacia el SE., y cuyas medidas son de 1,65 m. de alto por 1,40 m. de ancho y 2,75 m. de profundidad. Las pinturas se encuentran localizadas en dos paneles sobre el techo del abrigo, con superficies de color anaranjado, muy afectadas por afloramientos de líquenes, lo que ha provocado un pésimo estado de conservación y visibilidad de las manifestaciones rupestres.

Fig. 42: Planta y Sección del Abrigo el Marginal.

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

Fig. 43: Vista general del Abrigo del Marginal.

PANEL 1 Situado a 1,20 m. del suelo, tiene unas medidas de 60 cm. de alto por 65 cm. de ancho. Se encuentra orientado 195º S-SW. La superficie presenta una coloración que varía del rojo anaranjado al amarillo, sobre la que se disponen aisladamente 9 motivos pictóricos de color rojo en un estado de conservación bastante deteriorado. • V.1.1.- Situado en el extremo inferior izquierdo del panel, se trata de un motivo de interpretación controvertida, conformado por un óvalo en tinta plana del que parten hacia la zona inferior tres pequeños trazos en perpendicular y otro más de menor tamaño que arranca desde la zona izquierda de la figura. Con muchas precauciones se podría considerar esta representación con los restos de un motivo zoomorfo muy perdido. Estaría dotado de un cierto naturalismo lo que habría llevado a su autor a representar la pequeña cola que asoma por la zona izquierda del óvalo y un cierto dinamismo en las extremidades, mediante el recurso de inflexionar uno de los trazos perpendiculares (el trasero), del que incluso podría considerarse una representación del corvejón del animal. De la zona delantera no se conservaría nada, o habría quedado la figura incompleta en origen. Mide 3,6 cm. de longitud por 3,4 cm. de altura máxima entre paralelas. • V.1.2.- Continuando hacia la izquierda se encuentra un motivo de tipo barra situada en posición casi vertical y colocada en la zona central inferior del panel. Mide 2,3 cm. de alto por 1,1 cm. de grosor de trazo. • V.1.3.- A su derecha se localiza un nuevo motivo tipo barra en posición inclinada a la izquierda de 3,5 cm. de longitud por 1 cm. de anchura de trazo. • V.1.4-5.- Continuando hacia la derecha aparecen dos nuevos trazos que tienden a converger por su zona inferior formando una “V”. La de la izquierda mide 3,5 cm. de longitud y la de la derecha 2,9 cm. Ambas presentan un grosor máximo de trazo en torno a 1 cm. de ancho.

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

• V.1.6-7.- En la zona derecha del panel se localiza el conjunto más complejo de motivos, de muy difícil observación, no solo por la pésima conservación de los motivos, sino también por estar situados sobre una notable mancha natural de óxido de hierro. En la zona izquierda aparecen superpuestas dos trazos horizontales casi en paralelo, el superior ligeramente curvado hacia abajo. Miden respectivamente 5,2 y 4,6 cm. de longitud siendo su anchura de trazo en torno al centímetro. • V.1.8.- A la derecha de los motivos anteriores aparece un motivo ancoriforme muy mal conservado del que puede observarse el arco superior del que parte hacia abajo desde su zona central, un trazo a modo de eje corporal. Un pequeño trazo incompleto cuelga de la extremidad derecha de esta figura. Sus dimensiones son 4,6 cm. de anchura por 3,9 cm. de alto y 1,2 cm. de grosor de trazo • V.1.9-14.- Conjunto de trazos mayoritariamente horizontales que incluso llegan a formar series superpuestas en paralelo, aunque con presencia de alguno en posición perpendicular inclinada respecto a los anteriores. Sus longitudes rondan en todos los casos los 5 cm. mientras que los grosores de trazo varían entre 0,6 y 1,2 cm.

Fig. 44: Calco Panel 1. Abrigo el Marginal.

Fig. 45: Imagen de detalle del Panel 1 del Abrigo el Marginal.

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PANEL 2 Situado a unos 30 cm. a la derecha del panel 1, a una altura de 95 cm. del suelo y orientado 195º SSO, encontramos este panel de 20 por 20 cm. en el que hay cuatro motivos pictóricos muy deteriorados de color rojo anaranjado sobre una superficie castaña clara parcialmente afectada por líquenes. • V.2.1.- Trazo curvado a la derecha de grosor irregular (desde 1,5 cm. a 0,5 cm.), y 5 cm. de altura. • V.2.2-3.- Dos puntos alineados en vertical de aproximadamente 1,2 cm. de diámetro. • V.2.4.- Por último, a la derecha, se encuentra una pequeña barra vertical de 2’5 cm. de longitud por 1 cm.-.

Fig. 46: Calco Panel 2. Abrigo el Marginal.

Fig. 47: Imagen de detalle del Panel 2 del Abrigo el Marginal.

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO VI: CUEVA DEL CASTILLO TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. ALTITUD: 420 HOJA S.G.E.: 651. VERTIENTE: SOLANA. DESIGNACIÓN: 29 S 752412 / 4412898 BIBLIOGRAFÍA: GARCÍA MOGOLLÓN, F.J., (1974). “LAS PINTURAS ESQUEMÁTICAS DEL MONFRAGÜE, EN LA PROVINDIA DE CÁCERES”. REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS, VOL.XXX, Nº 3. PP. 551-580. 16 FIGS.; COLLADO GIRALDO, H. Y GARCÍA ARRANZ, J. J. (2006): LA CUEVA DEL CASTILLO DE MONFRAGÜE. GUÍAS ARQUEOLÓGICAS DE EXTREMADURA 5. CONSEJERÍA DE CULTURA DE LA JUNTA DE EXTREMADURA. BADAJOZ; COLLADO GIRALDO, H. Y GARCÍA ARRANZ, J.J. (2007): “ÚLTIMAS INTERVENCIONES EN LA CUEVA DEL C ASTILLO DE M ONFRAGÜE (C ÁCERES ): ACTUACIONES DE ADECUACIÓN PARA LA VISITA Y REVISIÓN DE SUS MANIFESTACIONES RUPESTRES”. CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE, VOL. 4, P. 313-351

La Cueva del Castillo es posiblemente, la estación de arte rupestre más destacada del conjunto de más de un centenar de abrigos documentado en el ámbito del Parque Nacional de Monfragüe. Se trata de una gran covacha en forma de embudo profundo de algo más de 8 m. de longitud, cuyo interior se va estrechando al tiempo que se eleva de forma escalonada. Fue configurada por la acción de la erosión diferencial que, al actuar sobre la red de diaclasas o fracturas abiertas en la roca, ha ido desgajando y desalojando ladera abajo diversos bloques de piedra hasta configurar la oquedad tal y como se puede contemplar en la actualidad. En las superficies rocosas más o menos amplias que se extienden a lo largo del lado izquierdo de la cavidad, se conservan la totalidad de las agrupaciones de pinturas y grabados que diacrónicamente a lo largo de las distintas etapas de la Prehistoria Reciente de Extremadura fueron incorporándose a su discurso gráfico. Este hecho fundamental, es lo que convierte a este abrigo un enclave de primer orden para establecer una panorámica amplia y argumentada de la evolución del arte rupestre esquemático en el Suroeste peninsular a partir del análisis técnico y tipológico de las figuras y superposiciones que se documentan en cada uno de sus paneles.

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Fig. 48: Levantamiento 3D de la Cueva del Castillo (cedido por Proyecto Aram. Jorge Angas y Manuel Bea), con posicionamiento de las Unidades Gráficas A, B y C.

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Fig. 49: Vista desde el exterior de la Cueva del Castillo.

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Fig. 50: Vista desde el interior de la Cueva del Castillo en su zona más alta y profunda.

Debido a la complejidad iconográfica del abrigo hemos agrupado los diferentes paneles figurados en tres unidades gráficas (denominadas A,B y C) que se distribuyen respectivamente desde la zona más exterior y baja del abrigo (Unidad Gráfica A) hasta la zona más profunda y superior (Unidad Gráfica C), quedando la Unidad Gráfica B a caballo entre las dos anteriores.

UNIDAD GRÁFICA A Se encuentra sobre la pared izquierda del abrigo muy próxima a la entrada de la covacha, y resulta visible desde la plataforma inferior, si bien las pátinas que se han ido formando sobre la superficie de la roca, muy lavada, y la decoloración de la mayor parte de sus figuras –probablemente a causa de la mayor exposición a la luz y agentes ambientales exteriores- dificultan actualmente su contemplación. En ella se han individualizado tres paneles estrechos y alargados, en disposición diagonal ascendente hacia su lado derecho, y superpuestos en altura (Figs. 51 y 52).

Fig. 51: Grupo A del Abrigo del Castillo de Monfragüe con indicación de los Paneles 1, 2 y 3.

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Fig. 52: Vista Grupo A con indicación Paneles 1, 2 y 3.

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PANEL 1 Situado en la parte superior de la unidad gráfica. Los primeros motivos, muy perdidos, se localizan en la parte izquierda del panel donde pueden identificarse algunos trazos gruesos de color rojo –dos de ellos se cruzan en perpendicular formando una cruz, quizás parte de una figura humana desaparecida en parte-, y conjuntos sin forma definida de líneas de más fina factura, también rojizos. Uno de ellos presenta aspecto arboriforme similar a la cornamenta de un ciervo1. Junto a estos restos se conservan algunas manchas y trazos de color negro2 (Fig. 53).

Fig. 53: Detalle de la composición figurativa en la zona izquierda del Panel 1 de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

Sin embargo, la figura más interesante del panel es una fina retícula en pigmento negro situada en el extremo superior derecho del mismo, realizada con la técnica del grafitado –consistente en rayar sobre la superficie pétrea con una porción de colorante sólido, dando lugar a unas líneas filiformes y algo irregulares-, que tradicionalmente han sido interpretadas como representaciones de una estructura, trampa o el plano de algún tipo de recinto. Aunque claramente incompleta, presenta hasta seis trazos verticales interrumpidos perpendicularmente por, al menos, otras tantas líneas en disposición horizontal (Fig. 54).

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La imprecisa figura situada a la derecha de éste, también elaborada con un trazo fino, fue identificada por Beltrán Lloris (1973: 77, fig. 11) con un esteliforme de tipo soliforme, lectura que dio pie a este investigador a una digresión sobre el posible carácter ritual de la asociación astro-ciervo. Lo cierto es que el estado actual de estas figuraciones nos impiden avalar aquellas hipótesis interpretativas. 2 Beltrán Lloris (1973: 76) reprodujo, a la izquierda de los motivos que acabamos de describir, otros trazos indefinidos, en rojo los más gruesos y en negro los más finos, entre los que se distinguía un posible pectiniforme, cuya existencia no hemos podido constatar en la actualidad.

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Fig 54: Detalle retícula grafitada en negro del Panel 1 de la Cueva del Castillo. Imagen tratada con Dstrech (LBK_AC).

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PANEL 2 Aparece en el extremo inferior izquierdo de la unidad gráfica A, aprovechando una superficie en diagonal bien delimitada por su zona superior e inferior. Sobre ella fue dispuesto un complejo aparato iconográfico que reúne diversas técnicas y tipos de pigmento que varían entre los más anaranjados (diacrónicamente más antiguos) y los más rojizos (más modernos) en unas serie donde son visibles varias superposiciones (Fig. 55).

Fig. 55: Calco del Panel 2 de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

Fig. 56: Detalle Panel 2 de la Cueva del Castillo. Imagen tratada con Dstrech (LDS-15).

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Comenzando por la izquierda es perfectamente reconocible un animal, seguramente un cérvido a juzgar por la ramificación ahorquillada del extremo de su cornamenta. Está orientado hacia la derecha, presenta hasta siete patas, quizás para expresar gráficamente el movimiento del animal, o indicar conceptualmente la idea de “rebaño” (Fig. 56.1). A su derecha, por encima de la cornamenta ,una gran mancha oblonga (56.2) de color rojo oscuro similar al que presenta la anterior figura, “flota” sobre la composición, y, entre el animal y otras dos representaciones humanas realizadas en trazo grueso que se localizan en el lado derecho, encontramos una confusa acumulación de figuras de trazo fino con una coloración anarajanda muy desvaída e infrapuestas a motivos posteriores. En la parte central, parcialmente infrapuesta al óvalo, a restos de pigmento en posición horizontal y al antropomorfo en posición invertida, pueden observarse diversas líneas grafitadas, verticales y paralelas, unidas por su extremo superior mediante un trazo horizontal, conformado de este modo una suerte de motivo pectiniforme (56.3). Por debajo, justo al lado de la pata delantera del ciervo y de su cabeza, son apreciables con mucha dificultad otra serie de figuras en trazo filiforme. A la izquierda, junto a la pata del animal, un posible antropomorfo ramiforme, cuyos brazos situados al lado izquierdo del eje corporal se infraponen a la pata delantera del ciervo (56.4). A su derecha aparece un extraño motivo ejecutado en trazo filiforme también anaranjado, con forma de “T”, de cuyo eje transversal superior parten una serie de pequeñas prolongaciones hacia arriba (56.5). Esta última figura queda infrapuesta a su vez bajo otro extraño grafema realizado en trazo filiforme pero con un pigmento de tonalidad claramente más oscuro, con forma de estructura o tectiforme oval compartimentado de cuya parte inferior parten varios trazos lineales convergentes (56.6) (Fig. 57). Este complejo grupo de motivos en trazo fino, deja paso más a la derecha a dos claros antropomorfos en trazo grueso y color rojo oscuro similar en tonalidad al empleado en el cérvido y el óvalo. El más singular (56.8), situado junto a restos de un trazo horizontal a su izquierda (56.7) y a otras manchas de color indeterminadas a la izquierda de su cabeza (56.9) fue representado cabeza abajo –con los brazos en cruz y piernas de escaso desarrollo-, posición que, si seguimos a la crítica tradicional, podría sugerir la idea de “accidente” o “muerte”; tal vez como consecuencia del ataque del ciervo durante la cacería. El otro (56.10), también con unos brazos en cruz cuyos extremos se incurvan ligeramente hacia la parte inferior, fue dotado por parte del autor de cierto movimiento al representarlo con un notable quiebro a la altura de su cadera.

Fig. 57: Detalle de los motivos en trazo fino de la Zona Central del Panel 2 de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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PANEL 3 Por debajo y a la derecha de panel anterior, se extiende una superficie de color castaño claro en diagonal ascendente sobre la que se distribuyeron los motivos que se integran en este tercer panel, donde aparecen indistintamente motivos realizados con pigmentos negros y rojos, así como diferentes técnicas de ejecución como el grafitado en seco o los motivos pintados a partir de pigmentos elaborados (Figs. 58 y 59).

Fig. 58: Detalle de la localización del Panel 3 en el marco general de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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Fig. 59: Calco de detalle del Panel 3 de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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En su extremo inferior izquierdo aparece la representación de un animal esquemático de tonalidad negra, cuya visibilidad ha mejorado a raíz de los últimos trabajos de limpieza efectuados en el abrigo. Está en posición inclinada orientada hacia la izquierda, adaptándose al espacio gráfico disponible. El cuerpo se define mediante un trazo ligeramente curvado en cuya parte trasera hacia el inferior son claramente visibles un par de patas. En el otro extremo, varios trazos negros de ejecución más fina se superponen al trazo corporal configurando una suerte de cabeza con cornamenta que nos permitiría interpretar esta figura como la posible representación de un ciervo (Fig. 60).

Fig. 60: Detalle del zoomorfo pintado en negro del Panel 3 de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe Imagen tratada con Dstrech (LBK-15).

A la derecha, en diagonal ascendente por la superficie del panel, nos encontramos con un confuso cúmulo indeterminado de manchas, trazos y líneas de grafitado, en los que se combinan el color rojo y el negro y que se superponen a un complejo entrado de trazos grabados filiformes entrecruzados, los únicos documentados en este abrigo y una de las escasas representaciones grabadas en localizada en el conjunto de arte rupestre del Parque Nacional de Monfragüe. Estos grabados, que aún no han podido ser documentados totalmente por dificultades técnicas, diacrónicamente son anteriores a las pinturas que se le superponen, aunque será necesario a finalizar por completo su registro y a partir del análisis tipológico determinar su posible cronología en relación al resto de las representaciones de la Cueva del Castillo (Figs. 61).

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Fig. 61: Detalle de la infraposición de los grabados filiformes bajo restos de pigmentos rojos y negros en el Panel 3 de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen Tratada con Dstrech (LBK-15).

El recorrido figurativo termina en el ángulo superior derecho del panel, donde resulta visible, en disposición diagonal adaptada al marco rocoso, una serie de grafías realizadas con trazo grafitado negro, que constituyen uno de los elemento más valiosos a la hora de ajustar la cronología de al menos una parte del presente conjunto rupestre que parece marcar el final de la utilización gráfica de la Cueva del Castillo. Se trata de una inscripción realizada con la denominada escritura del Suroeste, cuya trascripción, en opinión de Beltrán Lloris (1973: 78-79), equivale a los sonidos KO.N.KO.L.TI.R.U –tal vez indicación de un nombre o lugar geográfico-, y que podría fecharse hacia los siglos V o IV a. C (Fig. 62). El epígrafe se encuentra interrumpido en su extremo izquierdo por un desconchón natural; algo más abajo quedan restos desvaídos de más trazos negros, que tal vez constituyeran una prolongación del mismo texto, pero que actualmente se hallan muy perdidos y por tanto ilegibles3.

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Fig. 62: Inscripción grafitada en negro del Panel 3 de la Unidad Gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

Igual que sucedía en el panel 1, Beltrán (1973: 75-76, fig. 10) recoge tanto en el 2 como en el 3 diversos trazos imprecisos, manchas de pintura y unas digitaciones en el extremo izquierdo del panel 3 de las que hoy no encontramos rastro.

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UNIDAD GRÁFICA B Se ubica a unos cinco metros de la anterior unidad gráfica A, en diagonal ascendente hacia el fondo de la cueva. Aprovecha una gran superficie rocosa de coloración grisácea situada justo debajo de un gran saliente rocoso. Esta disposición ha facilitado en buena medida la aceptable conservación de la mayor parte de su repertorio iconográfico, resultando perfectamente visibles algunas de sus figuras en un primer vistazo. Técnicamente se alternan figuras realizadas con trazos de diversos grosores y motivos pintados con tonos diferentes que en algunos casos se superponen claramente, siendo en estos casos los pigmentos de tonalidad más anaranjada y desvaídos los que aparecen infrapuestos sistemáticamente a las figuras realizas con colores rojos más oscuros, que además, por regla general, presentan un tamaño mayor que las precedentes. Para facilitar la lectura de esta unidad gráfica B, hemos individualizado cuatro paneles figurativos (paneles 4, 5, 6 y 7) que se distribuyen sobre otros tantos planos rocosos yuxtapuestos en disposición escalonada, desde abajo a la izquierda hacia arriba a la derecha, por toda la superficie de la unidad gráfica B (Fig. 63).

Fig. 63: Composición general con tratamiento digital de los diferentes paneles que conforman la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen Tratada con Dstrech.

PANEL 4 El panel 4 es el que presenta mayores dimensiones, aprovechando una gran superficie grisácea de aproximadamente un metro cuadrado en el extremo izquierdo de la unidad gráfica B. Está integrado por un conjunto de representaciones de diversa tipología, la mayor parte en rojizas, aunque también son visibles algunos resto de pigmento negro sin forma definida que se superponen a algunas de las figuras rojas precedentes, todas ellas en muy mal estado de conservación, aunque hoy parcialmente visibles tras los trabajos de limpieza (Figs. 64 y 65).

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Fig. 64: Calco del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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Fig. 65: Vista general del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen tratada digitalmente con Dstrech (LRE-15).

Una primera agrupación de motivos se puede individualizar en el ángulo inferior izquierdo del panel 4 (Figs. 66 y 67). La figura situada más a la izquierda e inmediatamente por encima del límite inferior de la superficie (66.1) se puede identificar como una figura antropomorfa en posición vertical, con el cuerpo muy alargado y ligeramente curvado hacia la derecha. Las extremidades inferiores, fácilmente visibles, se disponen en ángulo muy desproporcionadas respecto al tamaño del cuerpo. Sin embargo tanto los brazos, también en ángulo hacia abajo, como la posible cabeza de la figura, solo se intuyen levemente a causa de su mala conservación. Inmediatamente a su derecha aparece situado un motivo en ángulo con el vértice hacia la zona superior (66.2) y continuando hacia la derecha se intuyen los restos de lo que podríamos considerar una nueva representación antropomorfa (66.3) de brazos y piernas en ángulo, estas últimas especialmente gruesas en relación al resto de la figura y en un lamentable estado de conservación. Por encima y a la derecha, también apoyando sobre el escalonamiento inferior de la superficie rocosa, al que se van adaptando todas estas figuras a modo de un hipotético suelo de apoyo, se situa otra gran figura antropomorfa (66.4) de tronco lineal, con las extremidades superiores en ángulo especialmente desarrolladas, por encima de las cuales se percibe una leve insinuación de la cabeza. Las piernas, también en ángulo, rematando el extremo inferior del trazo corporal prácticamente han desaparecido. Superpuesta claramente a esta última figura se sitúa otro grafema en ángulo con el vértice hacia la zona superior derecha (66.5), que está realizado con un pigmento de tonalidad rojo vino más oscuro que el empleado en el resto de las figuras descritas. En vertical por encima del último antropomorfo, se localiza una nueva representación humana de un tamaño ligeramente inferior (66.6). Aunque mal conservada, se pueden diferenciar los brazos y las piernas en ángulo, un largo falo y en la parte superior, la cabeza que se infrapone parcialmente a un trazo vertical que conserva trazas de pigmento negruzco (66.8). Por encima y ligeramente a la izquierda aparece otro antropomorfo de gran interés por sus características compositivas (66.7). Muestra la cabeza redondeada en tinta plana y coronada por al menos tres trazos radiales, por debajo, dos series de trazos en ángulo, uno por encima de otros, se disponen transversalmente al eje corporal, que se prolonga hacia abajo, donde la parte inferior de la figura prácticamente han desaparecido, al igual que una buena parte de su lado derecho (brazos y cabeza) ocultos por la superposición del trazo vertical (66.8).

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Fig. 66: Calco de detalle numerado de la agrupación de figuras del extremo inferior izquierdo del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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Fig. 67: Detalle de la Agrupación de figuras en la zona inferior izquierda del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen con tratamiento digital Dstrech (LDS-15).

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A la derecha de este conjunto de figuras, se le une en la parte central e inferior del panel 4 otra agrupación de motivos de muy difícil visibilidad a causa de gran degradación que ha provocado la práctica desaparición de los motivos, que únicamente han podido ser identificados gracias al tratamiento digital de las imágenes obtenidas (Figs. 68 y 69).

Fig. 68: Agrupación de figuras en la zona central inferior del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen tratada con Dstrech (YBG-15).

Fig. 69: Calco de detalle de la zona central inferior del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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En la parte izquierda se distingue claramente una digitación aislada (69.1) que deja paso a una nueva representación angular con el vértice hacia la zona superior izquierda (69.2) situada aisladamente en un pequeño cuarteamiento rocoso. A su derecha, y enmarcadas por las aristas de un antiguo desconchón de la superficie, aparecen las dos principales figuras de esta agrupación. Por debajo, en un tono anaranjado muy desvaído los restos de un motivo antropomorfo tipo ancoriforme simple (69.3) que aparece claramente infrapuesto por su lado derecho a una curiosa representación de un antropomorfo naturalista de tonalidad rojiza algo más oscura que la del ancoriforme, aunque también en unas lamentables condiciones de conservación (69.4). Aparece en perspectiva frontal, con los brazos en jarra, piernas curvadas con indicación del pie izquierdo, que es el único que se conserva claramente, y una cabeza redonda rellena de tinta plana tocada por lo que pudieran ser plumas o algún otro elemento decorativo. Por encima se dispone una alineación vertical de tres puntos (69.5) y a la derecha una pequeña barra inclinada hacia la izquierda y restos de trazos grafitados en color rojo. Por encima y ocupando la posición central superior del panel 4 se localiza el grupo de pictogramas más destacado del panel gracias a su excelente estado de conservación, lo que permite su fácil visualización.

Fig. 70: Calco de detalle del Sector Central superior del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de ca Cueva del Castillo de Monfragüe.

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Destaca en posición central una gran figura humana con tronco y cabeza bien definidos (70.3) –el inusual relleno de pigmento de su cuerpo le confiere una volumetría y naturalismo poco habituales en este tipo de motivos-, indicación del sexo masculino, brazos extendidos en cruz y piernas abiertas en ángulo. El personaje es conocido en parte de la bibliografía, a causa de su postura y de la presencia de un trazo diagonal próximo, como el “arquero”, aunque los vestigios que hoy quedan no permiten aseverar 4 esta interpretación . Algo más arriba y justo por encima de su cabeza, se representó otra figura antropomorfa en posición igualmente frontal, de brazos muy abiertos, piernas en ángulo y sexo claramente indicado como prolongación del eje corporal (70.1).Su tamaño es notablemente menor que la anterior, como también lo es la tonalidad del pigmento con el que fue efectuada, bastante más anaranjado que el rojizo más oscuro empleado en la gran figura humana central. Enmarcando a esta última representación por la izquierda y por abajo aparecen diversos trazos simples lineales de distinto grosor y en colocados en diferentes posiciones –horizontales, verticales e inclinados- sin aparente conexión ni relación entre los mismos salvo su mera proximidad (70.2,4,5,6). A la derecha fue representada un complejo e inusual motivo que muestra una pequeña y achaparrada figura antropomorfa con gruesas piernas y amplias caderas, en el interior de una estructura de techo apuntado 5 a modo de cabaña (70.7). El tono del pigmento con el que fue realizado es similar al que presenta la gran figura antropomorfa central, pudiendo considerar una posible sincronía para estos motivos. Por debajo vuelven a representarse otros dos trazos acodados o “anguliformes” bien conservados y definidos con el vértice hacía arriba (70.8,9) y algo más a la derecha, por encima de una mancha informe de pigmento anaranjado muy desvaído (70.10), aparecen los restos de un antropomorfo tipo ancoriforme (70.11) del que únicamente se conserva claramente el eje vertical que configura el tronco, cuya parte inferior remata en tres pequeños apéndices verticales y paralelos, mientras que por arriba el arco transversal prácticamente se ha perdido en su totalidad, conservándose tan solo el arranque del mismo 6 hacia la izquierda . (Fig. 71).

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La actitud de disponerse a disparar una flecha atribuida a esta figura, unida a la proximidad del zoomorfo que a continuación describiremos y de otros antropomorfos próximos ha inducido a la crítica tradicional a considerar que nos encontramos ante una escena cinegética (Rivero, 1972-73: 293-294; García, 1974: 560), aunque diversos detalles que ahora señalaremos no nos permiten aseverar este extremo. Coincidimos con Beltrán Lloris (1973: 67) en que el trazo fino en diagonal que podría constituir el extremo inferior del posible arco está excesivamente alejado del brazo del personaje que lo podría sustentar. 5 La interpretación de un recinto o cabaña, fue ya propuesta en el análisis efectuado por Beltrán Lloris (1973: 66-67). 6 Sobre la posible interpretación de estos últimos motivos resultan de gran interés las observaciones de Beltrán Lloris (1973: 66-67), así como los distintos paralelos e interpretaciones que establece.

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Fig. 71: Imagen con tratamiento digital de detalle del sector central superior del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen tratada digitalmente con Dstrech (LDS-15).

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La descripción de este panel termina con una nueva agrupación de figuras extraordinariamente interesante por la variedad tipológica y técnica que muestra y las superposiciones detectadas.

Fig. 72: Calco de detalle de la zona superior derecha del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

Se sitúa en diagonal superior a la derecha desde el conjunto figurativo anterior, y entre todas las figuras destaca sobre manera por su excelente estado de conservación un espléndido animal cuadrúpedo de considerable tamaño (72.1), identificado tradicionalmente con un cáprido o cérvido a causa de su llamativa cornamenta rematada en forma curvada (Rivero, 1972-73: 294-295; García, 1974: 561), si bien 7 la cola larga, bien definida tras las últimas limpiezas del panel , con su extremo abierto a modo de “borla”, parece indicar que nos enfrentamos posiblemente a un bóvido. A la izquierda por encima de su cabeza y claramente infrapuesta a la cornamenta del animal se conserva, algo desvaída, una figura humana en “doble cruz” realizado con un pigmento notablemente más anaranjado que el del animal (72.2) toda ella con trazo grueso. A la derecha e infrapuestas al lomo del bóvido aparece una abigarrada serie de cuatro antropomorfos en pigmento anaranjado muy desvaído en confusa superposición unos sobre otros y ejecutados en trazo muy fino. El primero de ellos (72.3) presenta un tamaño algo superior al resto y el eje corporar más grueso, piernas en arco, sexo marcado y multiplicación de las extremidades superiores. Se superpone a otro pequeño antropomorfo de trazo fino muy desvaído, con la cabeza redondeada en tinta plana y el cuerpo definido mediante un doble trazo lineal con los brazos a ambos lados y en paralelo (72.4). Junto a él y a la derecha se sitúa otro motivo antropomorfo de similares características técnicas y tipo de trazo, con una cabeza de forma circular que presenta una puntuación interior, dos pequeños puntos en la zona pectoral y otro más entre ambas piernas dispuestas en arco. Destacar que esta figura muestra ambos brazos rematados por manos donde son visibles pequeños apéndices a modo de dedos (72.5). A la derecha, cierra esta serie un nuevo antropomorfo semejante con

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Este apéndice aparece ya perfectamente representado en el calco que ofreció en su momento Manuel Rubio Andrada (1991: 41).

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la cabeza resuelta mediante un pequeño óvalo de trazo algo más grueso bajo la cual se desarrolla un pequeño eje corporal con la representación evidente de las extremidades superiores, las inferiores, muy cortas y el sexo (72.6). Infrapuesto a toda esta serie de motivos, a la serie de puntos alineados (72.10) y el ídolo oculado (72.8) aparece una figura antropomorfa de brazos en cruz y piernas en ángulo con indicación del sexo, de tamaño notablemente mayor que las anteriores y realizada en trazo grueso con un pigmento muy desvaído de color anaranjado (72.7). A tenor de su posición estratigráfica, este tipo de figuras, que volverán a aparecer en otros paneles de la Cueva del Castillo de Monfagüe, representen los momentos iniciales de la utilización gráfica de esta estación. Claramente superpuesto a la cabeza y al brazo derecho de este último motivo antropomorfo, fue pintada la representación de un motivo que hemos interpretado como un “ídolo oculado” (72.8), configurado por dos pequeños círculos festoneados por trazos radiales de minucioso trazado unidos entre sí tangencialmente, que nos remiten a los ídolos oculados tipo “Moncarapacho” (Gonçalves, 1980), cuya principal área de distribución se establece en el sur de Portugal (Hurtado, 2009: 154) durante el periodo Calcolítico. Un conjunto de barras alineadas en paralelo e inclinadas a la derecha (72.9) y la serie de alineaciones verticales de puntos superpuestos al resto de los motivos anteriormente descritos (72.10) y similares en disposición, tamaño y coloración a los que también se pueden contemplar en otros paneles de esta estación, cierran la serie figurativa documentada en el panel 4 (Fig.73).

Fig. 73: Detalle del Panel 4 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen tratada con Dstrech (LRE-15).

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PANEL 5 Este nuevo panel de la unidad gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe se ubica sobre un pequeño resalte rocoso que aparece a unos 35 cm. en diagonal inferior hacia la derecha desde el anterior. Conforma un ángulo de 90º y se aprecian algunos desconchones y perdidas del soporte que posiblemente hayan ocasionado la pérdida de parte del conjunto figurativo. El color de la superficie es grisáceo y sobre ellas se dispuso un conjunto de motivos en trazo grueso de coloración rojo-vino, en la actualidad bastante desvaída (Fig. 74).

Fig. 74: Calco del Panel 5 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfrague.

En el extremo inferior izquierdo resulta visible un zig-zag horizontal sobre restos de pigmento anaranjado muy desvaído. A su derecha, algo más arriba, ocupando la totalidad de la superficie gráfica disponibles, fue representada una densa concentración de puntuaciones –hemos contado cerca de un centenar- claramente estructuradas, como en el panel anterior, mediante una ordenación un tanto regular de alineaciones verticales paralelas. Algunos trazos, en disposición horizontal o diagonal, se superponen en la zona central a la agrupación, conectando entre sí algunas de estas puntuaciones. Por debajo, sobre la base del panel, se perciben vestigios de otras puntuaciones y trazos más decolorados e imprecisos (Figs. 74 y 75).

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Fig.75: Imagen tratada digitalmente del Panel 5 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen tratada con Dstrech (LDS-15).

Fig. 76: Calco del Panel 6 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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PANEL 6 Se sitúa en una pequeña superficie de color gris dispuesta justo bajo el panel 5, en un plano ligeramente retrasado respecto al anterior y protegido por una visera. Su forma horizontal y estrecha condiciona la disposición en friso de sus figuras, todas ellas en tonos rojos de distinta intensidad y tonalidad, como también variadas son las técnicas de ejecución empleadas, combinándose motivos en trazo fino de pequeño tamaño y pigmento más oscuro que aparecen superpuestos sobre otros de mayor tamaño realizados con trazos de mayor grosor en tonalidades más anaranjadas y desvaídas (Fig. 76). A la izquierda, superpuestos a restos de pigmento muy desvaído de tipología indeterminada, destaca la presencia una pareja de antropomorfos (76.1,2) en trazo fino de color rojo oscuro, asexuados, y de minuciosa factura. Se trata de dos figuras que habían permanecido inéditas hasta la fecha y que fueron reconocidas tras los trabajos de limpieza efectuados en los diversos paneles de esta estación. Técnica y estilísticamente repiten modelos que hemos apreciado anteriormente en el panel 4 y se repetirán también en los paneles 7 y 8. Destacar el tocado radial que porta la figura derecha muy similar a los modelos que adornan las cabezas de algunos antropomorfos de trazo fino del panel 8. Por encima se disponen una pareja de zoomorfos de tipo pectiniforme (76. 3, 4) ejecutados con similar tipo de trazo y pigmento, lo que permite plantear su sincronía cronológica respecto a las dos figuras precedentes. Inmediatamente a la derecha encontramos otras tres figuras humanas de distinta factura: la situada más a la izquierda (76.5), está representada en perspectiva frontal y su parte superior prácticamente ha desaparecido, siendo únicamente visibles el cuerpo con los brazos en jarra y las piernas en arco con los ambos pies claramente individualizados, pues incluso han sido “retocados” en su parte inferior con trazos finos más recientes para definir una suerte de dedos en el pié izquierdo. Por tipología, técnica y disposición esta figura nos remite al antropomorfo tocado (69.4) de la agrupación inferior central del panel 4. A su derecha una nueva figura antropomorfa fue representada con una serie de elementos que la hacen especialmente interesante (76.6). Su cabeza porta un tocado radial, elemento decorativo que, como hemos venido observando, se reitera en varios de los motivos antropomorfos de la Cueva del Castillo. Por debajo, de uno de los brazos curvados que coronan su trazo corporal y sostenido a la altura de la mano arranca un trazo en diagonal que cruza sobre su cuerpo y que remite claramente a los esquemas empleados en las iconografías humanas armadas con espadas, tan usuales en las estelas de guerrero del SW 8 . Más a la derecha el panel se completa con un nuevo motivo antropomorfo de características algo diferentes a los descritos en este panel (76.7). Muestra un mayor tamaño, realizado en trazo grueso con un pigmento de tonalidad más oscura que el usado en los motivos anteriores, y representado en perspectiva frontal, con la cabeza circular rellena en tinta plana, brazos y piernas en cerrada curva y sexo claramente indicado. Se trata de una tipología que si bien, como hemos dicho, no es coincidente con las del resto de antropomorfos del panel 6, sí lo es por técnica, estilo y composición, con la que presentan las series de antropomorfos en trazo grueso que aparecen representados en la escena principal del panel 8 con los que parece estar claramente relacionado (Figs. 81-82). El conjunto figurativo del panel 6 se cierra con dos nuevos grafemas en trazo grueso a la derecha del antropomorfo: una barra vertical incompleta (76.8) y a su derecha un motivo conformado por dos trazos en ángulo recto de tipología indeterminada (76.9) (Fig. 77)

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La presencia de espadas cruzadas a la cintura o sostenida por uno de los brazos, como la propia representación de la figura, especialmente la disposición angular hacia debajo de ambos brazos es perceptible en numerosas estelas del SW: Estela de El Corchito (Cabeza del Buey), Estela de la Dehesa de Benquerencia (Benquerencia de la Serena), Estela de los Llanos (Zarza Capilla), Estela de la Yuntilla Alta (Cabeza del Buey), Estela de la Solanilla (El Viso), Estela de la Moraleja (Capilla), Estela de las Vegas de San Miguel (Capilla), Estela del Cerro del Santo (Valdetorres), Estela de El Tejadillo (Capilla), Estela de La Pimienta (Capilla), Estela de la Atalaya (Orellana), Estela de Cogolludo (Navalvillar de Pela), (Domínguez, González y de Hoz, 2005; Díaz-Guardamino, 2010).

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Fig. 77: Imagen del Panel 6 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen tratada con Dstrech (LRD-15).

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PANEL 7 Situado en el extremo derecho de la unidad gráfica B es uno de los paneles más complejos de todos los descritos a causa de la confusa acumulación y superposición de figuras, todas ellas en tonos rojizos de distinta intensidad y con utilización de diversos tipos de trazo en su ejecución (Fig. 78).

Fig. 78: Calco del Panel 7 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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Los motivos más antiguos, infrapuestos al conjunto de puntuaciones, serían cinco figuras antropomorfas (78. 1, 2, 3, 4, 5), de las cuales sólo tres están completas, caracterizadas por su trazo de ejecución grueso, los brazos en disposición recta o quebrados en algunas de ellas hacia abajo en ángulo de 90º y piernas dispuestas indistintamente en “V” invertida (78.4), o en “U” invertida (78.1), con indicación o no del sexo o incluso sin indicación de las extremidades inferiores como sucede con el antropomorfo situado más a la derecha en la zona superior en el que solo fue representado el eje central corporal con una mayor extensión (78.5). El hecho de estar infrapuestos a la series de puntos y compartir espacio complementario a los antropomorfos anteriores sin superponerse a ellos, además de presentar un tipo de trazo semejante y similitud en el tono del pigmento, invita a considerar que a esta primera etapa gráfica del panel 7 también pertenecen una figura ramiforme en vertical (78.6) situada a la derecha del antropomorfo (78.4). En un segundo momento se añadirían al panel las series de puntos que de forma más o menos regular se distribuyen por toda la superficie del panel a ambos lados de una gran mancha central alargada (78.7), siendo interesante advertir que los puntos al lado izquierdo de esta mancha tienden a conformar agrupaciones de carácter circular, mientras que los situados a la derecha priorizan alineaciones horizontales y verticales rectas que se entrecruzan perpendicularmente con cierta intención de regularidad. La tercera etapa la constituyen los restos muy mal conservados de una pareja de magníficos antropomorfos de gran tamaño y en trazo grueso que ocupan el espacio central del panel, claramente superpuestos tanto a la mancha central (78.7), como a las series de puntuaciones. La figura situada a la izquierda (78.8) muestra los brazos y piernas curvados hacia abajo, presenta plasmación muy explícita del órgano sexual masculino y varios apéndices radiales sobre la cabeza siguiendo un esquema que vemos repetido en otras figuras de la estación. A su derecha se conservan los restos de otra figura antropomorfa (78.9) de similares características, que únicamente conserva uno de los brazos –el izquierdo-, pero que a diferencia de la anterior, su cabeza no muestra tocado radial ni presenta órgano sexual. La proximidad entre ellas, su disposición y similares características invita a considerar que ambas figuras formen parte de una escena dual con presencia del hombre y la mujer con atributos diferenciados en cada caso y protagonizando claramente este espacio gráfico. Finaliza el repertorio tipológico de este panel con un nuevo grupo de tres pequeñas figuras antropomorfas –hasta ahora inéditas- localizadas a la izquierda de las dos centrales (Fig. 79).

Fig. 79: Calco de detalle de motivos antropomorfos en trazo fino del Panel 7 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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Fueron realizadas con un trazo muy fino y cuidadoso de tonalidad algo más fuerte y oscura que las anteriores. Aparecen en perspectiva frontal y presentan gran similitud por tamaño, estilo y concepción con los pequeños motivos antropomorfos descritos en el panel 4 (Fig. 72. 4, 5, 6) y en el panel 6 (Fig. 76. 1, 2). La figura de la izquierda (78.10) muestra una cabeza oblonga -o máscara- con trazos rectilíneos en el interior sobre un pequeño eje corporal de donde arrancan las extremidades superiores e inferiores, estas últimas parcialmente conservadas, algo que también ha afectado a la zona sexual, impidiendo asegurar si se trata de una figura masculina o femenina. A su derecha se sitúa el antropomorfo masculino que ocupa la posición central (78.11) , de tamaño similar, con uno de sus brazos entrecuzado con el de la anterior figura y destacado por mostrar un vistoso tocado de seis apéndices que se doblan por la zona superior hacia la derecha y que aparece colocado transversalmente sobre su cabeza. La figura se completa con lo que parece ser la representación muy esquematizada de otro elemento etnográfico interesante, un pequeño trazo horizontal que se prolonga hacia la izquierda a la altura de su “cintura”, semejante al portan otras figuraciones documentadas en el panel 8. A la derecha aparece el último de los tres antropomorfos de esta agrupación (78.12). Su altura es ostensible menor y fue representado frontal con una cabeza de forma circular totalmente rellena de pigmento bastante desproporcionada con relación al resto del cuerpo y a sus extremidades inferiores y superiores, estas últimas con las manos individualizadas mediante pequeños trazos en arco que ya se observaron en algunos antropomorfos similares del panel 4. Finalmente señalar que por todo el panel se detectan también diversos restos de trazos muy finos pintados y grafitados, fragmentados e incompletos que se superponen a las series figurativas de las etapas precedentes (Fig. 80)

Fig. 80: Imagen general del Panel 7 de la Unidad Gráfica B de la Cueva del Castillo de Monfragüe. Imagen tratada con Dstrech (LDS-15).

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UNIDAD GRÁFICA C Se sitúa en la zona más profunda del abrigo, aproximadamente a un metro en diagonal superior derecha desde la unidad gráfica anterior e integra un único panel –el octavo- que conserva, uno de los conjuntos figurativos mejor conservados y más significativos del arte rupestre esquemático peninsular (Fig. 81).

Fig. 81: Imagen del Panel 8 de la Unidad Gráfica C de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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PANEL 8 Al igual que hemos venido observando en paneles anteriores, la ejecución gráfica del panel 8 de la Cueva del Castillo de Monfragüe no parece responder a un momento cronológico concreto, sino que obedece a un proceso de acumulación diacrónica en el que pueden reconocerse, en función de las características técnicas, estilísiticas y tipológicas de las figuras que lo integran, varias etapas o fases culturales.

Fig. 82: Calco del Panel 8 de la Unidad Gráfica C de la Cueva del Castillo de Monfragüe.

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La primera de ellas estaría representada por una magnífica figura de un cérvido que las últimas labores de limpieza y los programas especializados de tratamiento de imagen han permitido definir con claridad y que está claramente infrapuesta a algunas figuras antropomorfas en trazo grueso (82.1). Se caracteriza por estar ejecutado con una técnica diferenciada del resto del conjunto figurativo: uso del relleno corporal en tinta plana, perspectiva torcida y un marcado estilo seminaturalista9 Sus mejores paralelos en el ámbito territorial de Extremadura se encuentran en otros ejemplares pintados en la comarca de Las Villuercas –Paso de Pablo, en el término de Berzocana (González y De Alvarado, 1993: 19-23), o Cancho de la Burra, cerca de Cañamero (García, 1990: 136-137)-, o grabados en el conjunto rupestre del Molino Manzánez -cuenca del Guadiana entre los términos pacenses de Cheles y Alconchel (Collado, 2007: 285ss.)-, encuadrados todos ellos en el denominado “Horizonte Preesquemático” de cronología preneolítica (Collado y García, 2010). En un segundo momento gráfico se añadirían a este conjunto la serie de antropomorfos de en trazo grueso con sus extremidades superiores e inferiores curvadas hacia abajo, y clara indicación de la cabeza en tinta plana redondeada y del sexo masculino en todos los casos. Se contabilizan claramente cinco de estas figuras dispuestas en tres niveles: una figura aislada por encima (82.2), una alineación de otros tres por debajo de la anterior (82.3, 4, 5) y una última aislada algo más abajo con un tamaño ligeramente menor (82.6). A esta serie podría ser factible sumarle los restos de una figura antropomorfa más, muy perdida, que estaría situada en diagonal inferior izquierda desde la anterior (82.8) de la que solo sería visible parte del eje corporal y el trazo transversal de las extremidades superiores. La superficie gráfica del panel parece completarse en un momento posterior con una nueva serie de figuras antropomorfas en trazo fino de características muy peculiares que hemos visto reflejados en algunos motivos de paneles anteriores. Se distribuyen en dos agrupaciones. La primera situada a la izquierda sobre una pequeña superficie en ligero saliente, integra tres representaciones (82.9, 10, 11), siguiendo un esquema tripartito que ya describíamos en el panel 7, donde la figura que ocupa la posición central aparece resaltada con un tocado de finos trazos en abanico y portando un objeto a la cintura, siendo flanqueada por otros dos antropomorfos de características similares pero carentes de elementos de prestigio. A la derecha se sitúa otra alineación de cinco figuras estilizadas, muy similares a las anteriores, en trazo fino de tonalidad rojo-oscura. Nuevamente, como en el grupo previo, una de ellas aparece destacada mediante un tocado radial y portando un pequeño objeto horizontal a la cintura (82.14). También está flanqueada por ambos lados, y si bien los dos antropomorfos de su lado izquierdo (82.12, 13) no portan objetos de prestigio, el situado a su derecha se diferencia del resto por aparecer explicita la representación de sus pectorales. De igual modo, el último de los antropomorfos de este grupo, que cierra la alineación por el lado derecho, se diferencia de los demás por su tamaño notablemente inferior (82.16). Nos encontramos con una escena acumulativa donde algunos autores han querido ver el reflejo de una estructura social jerarquizada que se muestra en este conjunto rupestre con criterios tanto espaciales como formales. En este sentido Rivero de la Higuera (1972-73: 311), señalaba que los antropomorfos principales marcan claramente su rango mediante su posicionamiento en las zonas de privilegio -los lugares centrales de la escena-, y su caracterización por medio de una serie de pequeños detalles complementarios, muy probablemente elementos etnográficos distintivos: el tocado radial, posiblemente de plumas, que muestra la figura central, el apéndice lateral que esta misma ostenta en la cintura -¿un arma?-, otras prolongaciones laterales que surgen de las piernas -¿ropajes?-, o las puntuaciones que otro de los antropomorfos muestra bajo las axilas, tal vez pectorales o algún tipo de tatuaje corporal10.

Ya Rubio Andrada (1991: 48) intuyó la presencia del venado infrapuesto a la agrupación de antropomorfos, indicando su importancia a la hora de definir cronologías de estos pictogramas. Otros autores (Carrera et alli., 2007: 94) han reseñado la importancia de este elemento a la hora de confirmar la hipótesis de su carácter testimonial de poblaciones asentadas a lo largo de un prolongado desarrollo temporal que arranca del Paleolítico y Epipaleolítico. 10 La inequívoca indicación del falo en la figura anula la posibilidad de que esos puntiformes bajo los brazos puedan representar los pechos femeninos, tal y como la crítica tradicional viene defendiendo para casos similares. Vid al respecto Beltrán Lloris (1973: 73-74). 9

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También hemos conocido interpretaciones que conceden a esta escena el valor de una ceremonia de culto astral o advocación solar (Beltrán Lloris,1973: 74; Rivero de la Higuera, 1972-73: 311-312) dentro de una concepción jerárquica y escenográfica que toma como eje la presencia de lo que consideran un esteliforme de tipo soliforme, realizado con el trazo fino y de color más oscuro (82.17) situado justo a la derecha del antropomorfo en trazo grueso que corona la escena. Interpretación sobre la que discrepamos al considerar que esta figura solar no es más que los restos incompletos (posiblemente la cabeza y el tocado radial) de una nueva figura antropomorfa que nunca llegó a ser finalizada.

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO VII: NOCHE DE MIEDO TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. HOJA S.G.E.: 651 DESIGNACIÓN: 29SQE5221315

ALTITUD: 380 M VERTIENTE: UMBRÍA BIBLIOGRAFÍA: INÉDITO.

Este abrigo se encuentra situado en la parte de umbría de la sierra del Castillo. Se llega al mismo descendiendo por el farallón rocoso unos 250 m. en dirección noroeste desde la antigua plaza de toros localizada a los pies del Castillo de Monfragüe. Está abierto hacia el Norte y es un abrigo que tiene una amplia visibilidad sobre su entorno, pudiéndose controlar desde él la confluencia de los Arroyos Malvecino y Barbaón con el Río Tajo. Su acceso está precedido por una amplia plataforma que se inclina progresivamente hacia la ladera, donde han sido hallados un molino de mano y algunos fragmentos de cerámicas informes sin decoración, de factura a mano, pastas groseras y cocción irregular (Fig.83).

Fig. 83: Materiales arqueológicos en el entorno eel Abrigo “Noche de Miedo”.

Sus medidas son de 8,30 m. de longitud, 4,20 m. de altura y 3 m. profundidad, siendo la boca de la covacha de unos 4,5 m. aproximadamente. Algunas pequeñas fuentes de agua de carácter irregular y zonas de acumulación pueden advertirse en el interior de su espacio protegido. Contiene tres paneles cuyos motivos pictóricos se encuentran en un estado de conservación deficiente.

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Fig. 84: Planta y secciones del Abrigo “Noche de Miedo”. Parque Nacional de Monfragüe.

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Fig. 85: Vista del Abrigo “Noche de Miedo” y su entorno desde el noreste.

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PANEL 1 Situado a 2,65 m. del extremo izquierdo del abrigo y a una altura de 2,50 m. del suelo, en la zona más visible del abrigo, este panel es accesible gracias a una roca exenta que se encuentra justo debajo de él y que sirve de repisa. Tiene unas medidas de 35 cm. por 35 cm., y está orientado 330º NE. Las figuras se disponen sobre una superficie gris con vetas amarillentas con presencia de restos de afloramientos de líquenes. Todos los motivos fueron realizados en trazo grueso de color rojo y su estado de conservación es bastante deficiente (Fig. 86).

Fig. 86: Imagen de detalle del Panel 1. Abrigo Noche de Miedo.

Fig. 87: Calco Panel 1. Abrigo Noche de Miedo.

• VII.1.1-28.- Conjunto de barras verticales dispuestas en cinco alineaciones horizontales de modo irregular. De tamaño variable, presentan una longitud media entre 5 cm. y 0,9 cm. y un grosor que oscila entre 1 y 0,3 cm. Es importante remarcar la influencia de algunas irregularidades desconchones o grietas del soporte que en algún caso llegan a condicionar la disposición de alguna de las alineaciones de barras de este panel (Fig. 87).

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PANEL 2 Situado a 80 cm. a la derecha del panel 1 y a 1,40 m. de la repisa desde la cual se puede acceder a él, dista 2,70 m. del suelo. Con 20 cm. de alto por 8,5 cm. de ancho, se encuentra orientado 360º N. La superficie es de color gris, pero se encuentra muy ennegrecida por manchas de humo, lo cual dificulta la visibilidad de los motivos de color rojo vino que contiene (Fig. 88).

Fig.88: Imagen de detalle del Panel 2. Abrigo Noche de Miedo.

Fig. 89: Calco Panel 2. Abrigo Noche de Miedo.

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• VII.2.1-2.- En la parte superior, dos barras verticales y paralelas con trazo de grosor medio entre 0,8 cm. y 1,3 cm. y una altura entre 2,5 cm. y 4,5 cm. La barra de la izquierda está cortada en la parte superior por una mancha de humo. • VII.2.3-5.- Por debajo de las anteriores, se disponen tres gruesas barras de tamaño variable. Las más gruesas, a la izquierda, son verticales e inclinadas a la izquierda y miden 7,5 cm. y 8,2 cm. de alto respectivamente. La siguiente, a la derecha, es vertical y mide 5,5 cm. curvándose ligeramente hacia la izquierda en el extremo superior. El grosor medio de estos motivos es de 1 a 2 cm. Un desconchón de la roca corta la barra central en la parte inferior.

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PANEL 3 A 1,5 m. a la derecha del panel 2 y a 1,5 m. del suelo, se encuentra orientado 40º NE este pequeño panel de 6 cm. por 5 cm., en cuya superficie de color naranja se localizan dos únicas barras pareadas en color rojo oscuro (Fig. 90).

Fig. 90: Imagen de detalle del Panel 3. Abrigo Noche de Miedo.

Fig. 91: Calco Panel 3. Abrigo Noche de Miedo.

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• VII.3.1.- Barra vertical inclinada hacia la izquierda de pequeño tamaño, con 2,5 cm. de alto por 1 cm. de grosor. • VII.3.2.- A la derecha de la anterior y en paralelo con ella se localiza otra barra vertical de 4 cm. de alto por 1,4 cm. de grosor, configurando una estructura tipológica de trazos pareados conocida desde época paleolítica.

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO VIII: LAS GOLONDRINAS TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. ALTITUD: 449 M. HOJA S.G.E : 651. VERTIENTE: SOLANA. DESIGNACIÓN: 29S 752557/4412773 (WGS 84) BIBLIOGRAFÍA: GRANDE DEL BRIO, R. (1980): “NUEVOS ABRIGOS CON PINTURAS RUPESTRES (SIERRA DE LA CORCHUELA), CÁCERES”, ZEPHYRUS XXX-XXXI ,147-152.

EN

MONFRAGÜE

El abrigo se forma a partir de una fractura horizontal de un gran bloque cuarcítico en forma de terraza. Se abre hacia el Oeste 290º. Todos sus paneles se localizan en un espacio protegido por una visera de 1,60 cm. de profundidad, 2,80 cm. de longitud y 1,80 cm. de altura. Las pinturas se distribuyen en cuatro paneles, dispuestos irregularmente a diferentes alturas que oscilan entre 30 cm. y 1,30 m. desde el nivel actual del suelo. Son fácilmente perceptibles desde el exterior y en general presentan una superficie gráfica de coloración amarillo anaranjada, producida por la oxidación de la roca y la presencia de líquenes. Todas las figuras documentadas, en un estado de conservación bastante malo, muestran una tonalidad rojiza o anaranjada muy desvaída y en su elaboración fueron utilizados diferentes sistemas de aplicación que motivaron la existencia de trazos de ejecución con distinto grosor (Fig. 92 y 93).

Fig. 92: Planta y sección del Abrigo de “La Golondrina”.

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Fig. 93: Vista general del Abrigo “La Golondrina” con indicación de situación de los paneles.

PANEL 1 Situado a 75 cm. desde el suelo, es una superficie de proporciones casi cuadradas, de 14 cm. de ancho y 16 cm. de alto, lisa y de color rojo anaranjado por los efectos de la oxidación en la roca. • VIII.1.1-15.- Aparecen en él 15 digitaciones agrupadas de la siguiente manera: en la parte superior izquierda aparecen dos digitaciones completas y, por debajo, en alineación horizontal, otras cinco, de las cuales las dos de la derecha están parcialmente conservadas. A 2 cm. por debajo aparecen otras dos alineaciones de tres digitaciones cada una más espaciadas entre sí y finalmente en la zona inferior dos puntuaciones más o menos superpuestas. Las dimensiones de todas ellas son prácticamente similares, entre 1 cm. y 1,5 cm. de diámetro. Su coloración es roja anaranjada, y su conservación es relativamente mala debido a la exposición a la luz y a la lluvia que sufre el abrigo. • VIII.1.16-17.- Además de las digitaciones y puntos, en la zona pueden distinguirse dos pequeños restos de motivos de tipología indeterminada, un pequeño trazo quebrado en ángulo hacia la izquierda realizado en trazo fino de 0,3 cm. de grosor y a su izquierda, rodeado de puntuaciones, un extraño motivo de tipología triangular realizado en trazo fino y rellenado de tinta plana. Este último mide 2,1 cm. de altura por 1,3 cm. de anchura máxima.

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Fig. 94: Calco Panel 1. Abrigo de “La Golondrina”.

Fig. 95: Imagen detalle Panel 1. Abrigo “La Golondrina”.

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PANEL 2 Este panel se sitúa a 35 cm. en diagonal a la derecha del panel 1, y a 35 cm. desde el suelo. Sus dimensiones -48 por 53 cm-, son sensiblemente mayores que las del panel anterior, aunque su superficie responde a las mismas características de coloración y rugosidad. Las pinturas se distribuyen sobre la superficie del panel en dos conjuntos claramente separados. La coloración general de los motivos es rojo anaranjada, y su conservación no es muy buena. • VIII.2.1.- En la parte superior derecha del panel hay una barra diagonal de trazo grueso y 2 8 cm de longitud. • VIII.2.2-4.- Situados 30 cm. por debajo en diagonal a la izquierda del motivo 1, vemos un grupo de grafemas muy perdidos conformado por una serie de restos indeterminados junto a una puntuación (2), otra puntuación a su derecha (3) y un barra en vertical de trazo irregular que se ensancha progresivamente hacia la zona superior y conserva 10 cm de longitud (4).

Fig. 96: Calco Panel 2. Abrigo “Las Golondrinas”.

Fig. 97: Imagen del Panel 2. Abrigo “Las Golondrinas”.

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PANEL 3: Este panel de 30 por 32 cm., se localiza a 60 cm. en diagonal desde el panel 2 y a 1,30 m. desde el suelo. Su superficie, blanquecina y lisa, contiene dos figuras realizadas con trazo fino. La conservación general de este panel es regular apareciendo sus figuras bastante deterioradas a causa de la decoloración natural del pigmento con el que fueron realizadas. • VIII.3.1.- Figura de tipo pectiniforme que identificamos como un posible zoomorfo y que Ramón Grande del Brío califica como cáprido (Grande, 1980: 148). Se compone a partir de una línea horizontal de la que salen seis apéndices a modo de patas. Sobre la línea horizontal aparecen dos trazos semicirculares que nacen y mueren en la misma línea. La figura ha sido pintada en color rojo anaranjado, y con trazo muy fino con un grosor máximo de 0,5 cm. para el que parece clara la utilización de algún tipo de instrumento. Las dimensiones de zoomorfo son muy reducidas pues no supera en vertical los 2 cm. y en horizontal los 2,5 cm. • VIII.3.2.- A escasos centímetros a la derecha de la figura anterior aparece un tectiforme de forma de trapezoidal, que mide en la parte superior 3 cm., y 2 cm. en la inferior. El grosor medio del trazo es de 0,3 cm., y presenta una coloración rojo anaranjada.

Fig. 98: Calco Panel 3. Abrigo “La Golondrina”.

Fig. 99: Imagen Panel 3. Abrigo “La Golondrina”.

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PANEL 4: Es un nuevo panel de 17,5 cm. de anchura por 8,3 cm. de alto, localizado a 42 cm. en diagonal hacia la derecha desde el panel 3 y a 1,36 m. desde el nivel del suelo. Su superficie, de color blanquecino con manchas rojas de pigmento exudado por la roca es lisa y ligeramente agrietada. • VIII. 4.1.- El panel aparece sobre el techo del abrigo en posición totalmente extraplomada y únicamente conserva los restos de un trazo lineal de 2,9 cm. de longitud realizado con trazo fino no superior a 0,4 cm. de grosor de color rojo. La conservación general de este panel es regular por el desvaído del pigmento, especialmente en su extremo superior.

Fig. 100: Calco Panel 4. Abrigo de La Golondrina.

Fig. 101: Imagen de detalle Panel 4 del Abrigo de La Golondrina.

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO IX: LOS PUNTOS TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. ALTITUD: 462 M HOJA DE S.G.E.: 651 VERTIENTE: SOLANA. DESIGNACIÓN:29 S 752556/4412764 (WGS 84) BIBLIOGRAFÍA: GRANDE DEL BRÍO, R. (1980): “NUEVOS ABRIGOS CON PINTURAS RUPESTRES EN “MONFRAGÜE” (SIERRA DE LA CORCHUELA, CÁCERES), ZEPHYRUS XXX-XXXI,147-152. El abrigo se encuentra situado en el mismo bloque cuarcítico que el abrigo anterior, y separado de él por una distancia de 6 5 m. hacia el Este. Aprovecha una pequeña superficie rocosa ligeramente rehundida protegida por una estrecha visera de apenas medio metro, que proporciona un espacio gráfico de forma triangular con una altura de 2 10 m. y una anchura máxima de 2 20 m. pegado al suelo y orientado hacia el Sur. Su superficie es toda de color castaño anaranjado que destaca sobre el intenso color verdoso de las afloraciones de líquenes que rodean este espacio.

Fig. 102: Planta y sección del Abrigo de Los Puntos.

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Fig. 103: Vista general del Abrigo de Los Puntos.

PANEL 1: En este abrigo encontramos un único panel en forma triangular, orientado hacia el Suroeste, con unas dimensiones de 95 cm de anchura por 72 cm de altura y situado a 1 20 m desde el suelo. Los motivos que fueron representados sobre él se distribuyen por la práctica totalidad de la superficie gráfica disponible con una tendencia al horror vacui especialmente en la zona superior. Se trata de una acumulación de puntos y digitaciones que superan aproximadamente los 400 y que se distribuyen, groso modo, en alineaciones verticales y horizontales por toda la superficie. En estas series de puntos se aprecian tres momentos de ejecución. La primera etapa corresponde a puntos que aparecen infrapuestos cuya tonalidad es rojo anaranjado muy desvaído. Sobre estos se superponen alineaciones de puntos y digitaciones de color rojo vino que constituyen la segunda fase de la composición. Por último, se localizan una serie de digitaciones y trazos en color negro, concentradas en la parte derecha del panel, que se superponen a su vez a los grafemas en color rojo vinoso de la segunda fase. La conservación general de las pinturas es bastante mala, ya que el panel sufre directamente las incidencias de los fenómenos atmosféricos a lo que se añade en la zona central una escorrentía de agua que prácticamente ha eliminado las figuras de la franja central del panel. Analizando la estructura compositiva de los diferentes motivos podemos observar dos tipos de alineaciones: • Alineaciones verticales: Son más numerosas. En estas alineaciones se aprecia la utilización de los colores rojo y negro, y son más frecuentes las superposiciones. Desde el punto de vista de su factura, los puntos pasan de digitaciones horizontales de trazo grueso, que oscilan entre los 2 y 1 5 cm de diámetro, a puntos de forma más circular con un diámetro entre los 0 5 y 1 cm. La longitud media aproximada de estas alineaciones es de 32cm.

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• Alineaciones horizontales: en ellas el color dominante es el rojo; arrancan desde las alineaciones verticales, sobre todo de las más próximas al lado izquierdo del panel, y tienen unas longitudes comprendidas entre 10 y 18 cm. Las dimensiones de los puntos son menores (5-7 mm de diámetro) (Figs. 104-106). Ramón Grande del Brío (Grande, 1980: 149-150), afirma que en este conjunto aparece una escena de domesticación, con un antropomorfo y un cuadrúpedo deducidos a partir de algunas de las alineaciones de puntuaciones de la zona superior, una interpretación que desde nuestro punto de vista, con el reciente estudio que hemos realizado y el tratamiento digital de las imágenes obtenidas, no podemos seguir manteniendo.

Fig. 104: Calco Panel 1. Abrigo de Los Puntos

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Fig. 105: Composición de imágenes. Panel único del Abrigo de Los Puntos.

Fig. 106: Panel Principal Del Abrigo De Los Puntos. Imagen Con Tratamiento Digital Dstrech (LDS-15).

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO X: ROJO TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. ALTITUD: 414 M. HOJA S.G.E.: 651. VERTIENTE: SOLANA. DESIGNACIÓN: 752645/4412716 (WGS 84). BIBLIOGRAFÍA: GRANDE DEL BRIO, R. (1987): “NUEVOS DESCUBRIMIENTOS DE PINTURAS RUPESTRES ESQUEMÁTICAS EN EXTREMADURA: LAS CORCHUELAS, LOS OJEROS Y ALPOTREQUE“, STUDIA ZAMORENSIA Nº 8, P. 223-231. Encontramos el abrigo a media ladera, justo en el punto en el que termina el bosque de encina y alcornoque y arrancan los primeros afloramientos cuarcíticos. Se sitúa a unos 100-120 m. desde el abrigo anterior hacia el Este, aprovechando una gran masa rocosa con más de 3 m. de altura desde el nivel del suelo de la ladera y orientada hacia 160º Sur. La estación aprovecha una grieta horizontal abierta en el centro de la roca de 2,65 m. de altura por 5 m. de longitud, y 2,40 m. de profundidad que presenta una superficie de tonalidad castaño anaranjada y que ha sido identificada como el abrigo “Rojo” descubierto inicialmente por Ramón Grande del Brío en 1985 (Grande, 1987: 228). Su complejidad figurativa es notablemente mayor que la descrita por este investigador en el artículo citado pues han sido documentados cinco paneles distribuidos en la parte izquierda del abrigo, relativamente próximos entre sí -tan sólo entre 10 y 20 cm. entre uno y otro-, y con unas dimensiones que oscilan entre 20 cm. y 40 cm. de anchura. Los motivos pictóricos son en su mayoría acumulaciones de puntos que responden a una coloración rojiza anaranjada y con un estado de conservación que en general es bastante malo debido a la intensa degradación y decoloración atmosférica de las representaciones.

Fig. 107: Planta y secciones. Abrigo Rojo.

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Fig. 108: Vista general del Abrigo Rojo.

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PANEL 1: Se sitúa a 20 cm. del extremo izquierdo del abrigo. Se trata de un panel cuadrangular -43 por 45 cm.de superficie anaranjada y lisa con una agrupación de grafemas pintados en trazo grueso de tonalidad rojo anaranjada muy desvaída. • X.1.1.- Contiene una barra de 2,5 cm. de longitud en la parte inferior central del panel y aproximadamente un centímetro de ancho de trazo, colocada en vertical ligeramente inclinada hacia la izquierda. • X.1.2-33.- Por encima se dispusieron 31 puntos y 1 digitación, agrupados sin ninguna tendencia definida. Sus dimensiones son variables, y oscilan entre escasos milímetros y 1 cm. de anchura o diámetro. Todas las figuras se confeccionaron con un pigmento de color rojo que actualmente se conserva muy desvaído.

Fig. 109: Calco Panel 1. Abrigo Rojo.

Fig. 110: Panel 1 del Abrigo Rojo. Imagen con tratamiento digital Dstretch (LDS).

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PANEL 2: Este panel se encuentra a 30 cm. a la derecha del panel 1. Tiene una anchura de 38 cm. y una altura de 54 cm. Podemos determinar dos grupos de figuras, trazos de pintura en forma de “V” que se alinean en vertical formando dos agrupaciones (Fig. 111). • X.2.1-3.- En la primera agrupación, situada en la zona central del panel, vemos tres de estos trazos superpuestos en una alineación de tendencia vertical, Las dimensiones de cada uno de estos trazos con forma de “V” no superan el centímetro de altura y están realizados con un trazo fino de color rojo que tiene una media de 0,4 cm. de grosor. • X.2.4-8.- A su derecha aparecen muy próximos cinco puntos de pequeño tamaño, organizados conforme a una disposición de tendencia cuadrangular en dos alineaciones con tres puntos en la superior y dos en la inferior. El diámetro medio de estas puntuaciones es de un cm. y su color rojo es semejante al del pigmento utilizado en las figuras anteriores con forma de “V”. • X.2.9-12.- Situada a 4 cm. a la derecha de la primera agrupación, se localiza otra alineación vertical compuesta por la sucesión de otros cuatro trazos en “V”, unidos por su apéndice derecho los dos inferiores. El grosor, color y dimesiones de las figuras son semejantes al de las descritas en la anterior agrupación de figuras en “V”.

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Fig. 111: Calco del Panel 2. Abrigo Rojo.

Fig. 112: Imagen de detalle del Panel 2 del Abrigo Rojo. Imagen con tratamiento digital Dstretch (Lds).

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PANEL 3: Se encuentra situado 0 50 cm. a la derecha desde el panel 2. Presenta una superficie blanquecina de 35 cm. de anchura por 45 cm. de altura. Los pictogramas, igual que en el panel anterior se presentan dispersos a lo largo de la superficie y sin forma compositiva definida (Fig. 113). • X.3.1-4: En la parte izquierda superior observamos una serie de cuatro restos de puntuaciones, tres de ellas alineadas verticalmente. Su tamaño medio oscila en torno al centímetro de diámetro. El color del pigmento utilizado es de color rojo. • X.3.5-16.-: Unos centímetros más a la derecha se sitúa otro grupo de puntuaciones con las mismas características en cuanto al tamaño y coloración. Se disponen de manera irregular aunque con una tendencia a distribuirse en tres alineaciones horizontales, la superior con cuatro puntos y una serie de restos de color en el extremo derecho, la intermedia con otras cuatro puntuaciones y la inferior con tres y lo que podría considerarse una digitación de un par de centímetros de altura por uno de grosor, que se sitúa en el extremo izquierdo y algo separada de la alineación inferior de tres puntos.

Fig. 113: Calco Panel 3. Abrigo Rojo.

Fig. 114: Imagen de detalle del Panel 3 del Abrigo Rojo.

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PANEL 4: Este panel se localiza a 10 cm, sobre el panel 2, aprovechando un cuarteamiento alargado en extraplomo sobre el que se fueron distribuyendo los diferentes esquemas que integran la composición, todos ellos pintados en color rojo (Fig. 115). • X.4.1: Sucesión de digitaciones, puntuaciones, manchas de pintura y trazos informes de pequeño tamaño, dispersas a lo largo de la superficie alargada del panel, en el que los autores aprovecharon pequeños cuarteamientos para colocar los motivos tendiendo a alinearlos horizontalmente. Las dimensiones de los motivos son reducidas, con diámetros en torno al centímetro para los puntos y similar grosor de trazo para las digitaciones. Todos los grafemas responden a la misma coloración, rojo vivo, y su conservación es, conforme a la tónica general del abrigo, entre regular y mala.

Fig. 115: Calco Panel 4. Abrigo Rojo

Fig. 116: Imagen de detalle del Panel 4 del Abrigo Rojo.

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PANEL 5: Se encuentra a escasos centímetros sobre en panel anterior, y en él vemos cómo los puntos se distribuyen aleatoriamente a lo largo de una superficie castaña anaranjada de tendencia cuadrangular sin un esquema compositivo aparentemente claro. No existen superposiciones, todos los motivos fueron realizados en trazo grueso, con un pigmento de tonalidad anaranjada y presentan un estado de conservación deficiente (Fig. 117). • X.5,1-3: Situada en el extremo inferior izquierdo de panel se ubica esta alineación horizontal de tres puntos muy próximos entre sí, y con unas dimensiones que oscilan entre 1 y 2 cm. de diámetro. • X.5.4-15: Grupo de grafemas situado a 12 cm. a la derecha del grupo anterior. Está integrado por 12 puntos colocados, groso modo, en cuatro líneas horizontales superpuestas. En la primera línea encontramos tres, debajo de ésta otros cuatro, seguidos en su parte inferior de otras dos series de dos y tres puntos respectivamente. Sus dimensiones abarcan desde los 0,7 cm. de diámetro del menor, hasta los 2 cm. del más grande. Están realizados en color rojo anaranjado muy desvaído a causa de una defectuosa conservación.

Fig. 117: Calco del Panel 5. Abrigo Rojo.

Fig. 118: Imagen de detalle del Panel 5 del Abrigo Rojo.

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO XI: HIPPY TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. HOJA S.G.E.: 651. DESIGNACIÓN: 752821/4412690 (WGS 84).

ALTITUD: 387 M. VERTIENTE: SOLANA. BIBLIOGRAFÍA: INÉDITO

Avanzando hacia el SE unos 400 metros desde el afloramiento cuarcítico donde se localizan los abrigos de la Golondrina y los Puntos, manteniéndonos aproximadamente a la misma cota y sin perder de vista la base del farallón rocoso que se prolonga en esta dirección conformando la cresta rocosa de la Sierra de las Corchuelas, llegaremos a esta nueva estación que ha permanecido inédita hasta el momento, tras atravesar una ladera salpicada de grandes rocas y piedra sueltas producto de la meteorización de las cresterías cuarciticas y cubierta por un monte bajo en el que se alternan, con más o menos porte jarales y escobas, entre las que, de cuando en cuando, surgen aisladamente algunas encinas y alcornoques de escaso porte. El único panel documentado se sitúa bajo una pequeña visera en el lateral oriental de una gran roca cubica desprendida e inclinada, que apoya su parte trasera sobre el farallón rocoso y que se asienta sobre otra de menor tamaño que descansa directamente en el suelo. Por encima y a la derecha del panel, una gran grieta cóncava genera una marmita natural donde se acumula agua constituyendo un excelente abrevadero (Fig. 121). La roca mide 3,70 m. de longitud por 3,20 m. de altura. El panel con pinturas documentado se localiza en su extremo suroriental a 1,70 desde el nivel actual del suelo (Fig. 120).

Fig. 119: Planta y sección del Abrigo del Hippy.

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Fig. 120: Imagen del Abrigo del Hippy con indicación del Panel 1.

Fig.121: Marmita con agua junto a Panel del Abrigo del Hippy.

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PANEL 1: Se trata de una superficie de 37 cm. del altura por 42 cm. de ancho, orientada hacia 165º SE y situada a una altura aproximada de 1,70 m. desde el nivel del suelo actual. Todas las figuras son de color rojo y de una única tipología. Su estado de conservación es pésimo lo que dificulta en gran medida su visión. El resto de la superficie se encuentra totalmente afectada por líquenes cuya acción ha provocado la eliminación de la superficie original y por tanto de otros posibles motivos pintados, pues donde únicamente se han conservado es en el resto de la pequeña superficie que no ha sido afectada. • XI.1.1-8.- Alineación horizontal de siete pequeños trazos en posición vertical y ligeramente ascendente hacia el extremo derecho. Por debajo de una grieta que actúa a modo de elemento de separación aparece un nuevo trazo aislado (8) de un grosor ligeramente superior a los anteriores. La longitud media oscila entre 2 y 3,5 cm. por entre 1 y 1,4 cm. de anchura de trazo.

Fig. 122: Calco Panel 1. Abrigo del Hippy.

Fig. 123: Imagen de detalle Panel 1 del Abrigo del Hippy don tratamiento digital Dstretch (LDS-15).

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO XII: ABRIGO DEL CIERVO TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. ALTITUD: 414 M HOJA S.G.E.: 651 VERTIENTE: SOLANA. DESIGNACIÓN: 753529/4412489 BIBLIOGRAFÍA: GRANDE DEL BRIO, R. (1987): “NUEVOS DESCUBRIMIENTOS DE PINTURAS RUPESTRES ESQUEMÁTICAS EN EXTREMADURA: LAS CORCHUELAS, LOS OJEROS Y ALPOTREQUE”. STUDIA ZAMORENSIA Nº 8, P.223-231 El abrigo, dado a conocer por Ramón Grande del Brío (Grande, 1987: 228-229), se localiza a continuación del anterior abrigo del Hippy siguiendo en paralelo al farallón rocoso hacia el Este por su base unos 200 metros más. Aprovecha una oquedad semicuadrangular próxima al nivel del suelo abierta en un gran bloque cuarcítico. Tiene una longitud de 6,60 m, una anchura de 2,95 m, y una profundidad de 1,55 m. En él encontramos dos paneles con motivos pictóricos; uno de ellos se sitúa en el techo, bajo la visera del abrigo, y el otro sobre la pared del fondo. No es muy buena la conservación de los grafemas, a pesar de que debido a su posición se encuentran bien protegidos de las inclemencias atmosféricas.

Fig. 124: Planta y sección del Abrigo del Ciervo.

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Fig. 125: Vista general del Abrigo del Ciervo.

PANEL 1: Situado a 3 m. desde el extremo izquierdo del abrigo, tienen 61 cm de anchura y 55 cm de alto y se sitúa a 1 70 m. desde el suelo. Se trata de una superficie muy cuarteada de color castaño claro, con presencia de líquenes y escorrentías de agua que han afectado parcialmente a las figuras de la composición. Todas ellas fueron realizadas en trazo grueso de color rojo y su estado de conservación es bastante deficiente (Fig. 126). • XII.1.1.- Situado en la parte superior izquierda del panel, se localiza un motivo incompleto tipo barra con una prolongación en ángulo hacia la derecha por su extremo superior. Mide aproximadamente 7 cm. de longitud por un centímetro de anchura máxima de trazo. Su color es rojo y su estado de conservación es bastante malo por hallarse su pigmento totalmente desvaído. Ramón Grande del Brío en su estudio califica esta figura como antropomorfo ápodo (Grande, 1987: 229), aunque nosotros no compartimos esta consideración inclinándonos más a interpretarlo como una figura simbólica. Tampoco ha podido ser comprobada la existencia de un motivo de tipología circular que documenta en este trabajo y que interpreta como una figura antropomorfa de brazos en asa (Grande, 1987: 229). • XII.1.2-3.- A 16 cm. en diagonal inferior a la derecha de la figura 2, aparecen dos estructuras cuadrangulares, realizadas con un trazo grueso (1 cm. aproximadamente) de 7 cm. por 3 cm. la primera y la segunda, ligeramente menor aunque más ancha, de 6 cm. por 3 5 cm. Su color es rojo vino y su estado de conservación aceptable. • XII.1.4.- Por debajo de rectángulo de la izquierda aparecen restos de una barra en posición horizontal de 2,7 cm. de longitud con una anchura de trazo de aproximadamente un centímetro.

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• XII.1.5-8.- Grupo de cuatro barra pareadas de dos a dos en posición vertical e inclinadas ligeramente a la izquierda. Las dos de la izquierda tienen un tamaño similar (5-6 cm.). Las dos de la derecha son algo mayores (8 cm.) y se sitúan encima de lo que pudieran ser los restos de otro trazo horizontal casi totalmente perdido. Todas las figuras han sido realizadas con trazo grueso, posiblemente con el dedo (en torno a 1 cm.). La coloración general de los motivos es rojo oscuro.

Fig. 126: Calco Panel 1. Abrigo del Ciervo.

Fig. 127: Imagen de detalle del Panel 1 del Abrigo del Ciervo.

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PANEL 2: Se sitúa sobre la pared del fondo del abrigo, a unos 90 cm. a la derecha del panel 1. Se trata de un panel de grandes dimensiones, sobre el que se disponen de manera dispersa los grafemas que lo integran. • XII.2. 1-3.- En la zona inferior izquierda se sitúan tres trazos tipo barra en posición horizontal superpuestas con tendencia a confluir por sus extremos derechos a modo de abanico. Sus dimensiones no superan los 3 5 cm. de longitud por 1 cm. de anchura máxima. • XII.2.4.- A 32 cm en diagonal a la derecha del primer grupo de barras aparece otra completamente aislada colocada en posición inclinada hacia la izquierda casi horizontal y de dimensiones similares a las anteriores. La coloración general de los motivos es rojo vinoso.

Fig. 128: Calco Panel 2. Abrigo del Ciervo.

Fig. 129: Vista general del Panel 2 del Abrigo del Ciervo.

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SIERRA: MONFRAGÜE-CORCHUELAS ABRIGO XIII: CASA DE CANCHO TÉRMINO MUNICIPAL: TORREJÓN EL RUBIO. HOJA S.G.E.: 651 DESIGNACIÓN: 29S 752842 / 4412781 (WGS 84)

ALTITUD: 449 VERTIENTE: UMBRÍA BIBLIOGRAFÍA: INÉDITO

El abrigo se localiza en la vertiente de umbría de la sierra de las Corchuelas. Para llegar hasta él hay que partir desde un pequeño sendero que podemos tomar a la derecha del farallón rocoso que contiene los abrigos de la Golondrina y los Puntos. Desde aquí, continuaremos en dirección NE unos 300 m., atravesando la cuerda de la sierra y pasando a la zona de umbría desde donde seguiremos por la parte alta de la ladera, en la zona de contacto entre esta y la cresta rocosa y en paralelo con ella hasta llegar al abrigo. Se trata de una gran oquedad con tres accesos de diferente tamaño, uno orientado al Este (110º), el más reducido y casi obturado por un gran bloque desprendido y los otros dos orientados hacia el Norte (20º) que es la que directamente se encuentra la persona que se acerca hasta este enclave siguiendo la ruta que hemos descrito (Fig. 132). Todos estos accesos se encuentran intercomunicados desde el interior del covacho, un espacio muy amplio de 19,60 m. de longitud por más de 11 m. en su zona más profunda y con alturas que llegan a superar los 3 m. en algunas zonas de la cavidad. Su techo se encuentra totalmente ahumado y ennegrecido, posiblemente debido a los fuegos de pastores que tradicionalmente han usado este abrigo como refugio. A pesar de sus buenas condiciones de habitabilidad no hemos localizado restos de cronología prehistórica que pudieran estar en relación con las pinturas que se han localizado en su interior. El hecho de estar en la umbría ha favorecido igualmente la proliferación de los líquenes. Ambos factores de degradación (el antrópico y el natural) conjuntamente han debido ser la causa, posiblemente, de la desaparición de una parte de la iconografía que debió ser representada en un abrigo de estas características y de la que únicamente ha llegado hasta nosotros una reducida serie de figuras, todas ellas realizadas en pigmentos de color rojo y localizados sobre cuatro pequeños paneles.

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Fig. 130: Planta General de la Cueva de Cancho.

Fig. 131: Plantas y secciones de detalle con localización de Paneles. Cueva de Cancho.

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Fig. 132: Vista general de los accesos a la Cueva de Cancho.

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PANEL 1 Se localiza sobre el acceso nororiental, aprovechando una pequeña superficie a 158 cm. desde el nivel del suelo actual del abrigo, de color blanquecina y bastante afectada por los líquenes, de 20 cm. de anchura por 27 cm. de altura, orientada hacia 60º NE y situada aproximadamente a un metro desde el extremo derecho (NW) de esta entrada. Todos los motivos conservados aparecen en color rojo anaranjado muy desvaído y realizados en un trazo de escaso grosor que no suele superar los 0,5 cm. en ninguno de los motivos conservados (Fig. 133). • XIII.1.1-2.- Agrupaciones de pequeños trazos lineales ligeramente curvados en algún caso, restos de color y un pequeño motivo en “V” (2). Aparecen en la zona superior izquierda del panel y su conservación es realmente mala. • XIII.1.3.- Conjunto de motivos situados en la zona central del panel y entre los que destaca un grafema en “V” en posición inclinada con el trazo inferior curvado y notablemente más alargado que el superior. Mide 6,3 cm. de longitud por 2,4 cm. de altura máxima y está realizado con un grosor de trazo de 0,5 cm. de media. Bajo este motivo aparecen los restos de dos nuevos trazos de similar grosor y tonalidad colocados en posición horizontal. • XIII.1.4.- Por debajo de los motivos anteriores aparece una agrupación de 6 pequeños trazos de en torno a los 2 cm. de longitud y 0,4 cm. de anchura conformando una suerte de semicírculo radiado. • XIII.1.5.- Restos de color de tipología indeterminada aunque con características de tipo de pigmento y grosor de trazo similares a los descritos para los motivos precedentes

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Fig. 133: Calco Panel 1. Cueva de Cancho.

Fig. 134: Panel 1 de la Cueva de Cancho. Imagen con tratamiento digital Dstretch (Lds).

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PANEL 2 Localizado a 7 m. hacia el interior de la cavidad desde el panel 1, aprovechando una pequeña superficie cuarteada de color beige rodeada de manchas ennegrecidas de humo, de 5 cm. de ancho por otros 5 cm. de alto, situada a 1,93 m. desde el suelo actual del abrigo y orientada hacia 20º (Fig. 135). • XIII.2.1.- Único motivo de este panel, figura circular de 3,8 cm. de diámetro realizada en trazo grueso de color rojo.

Fig. 135: Calco Panel 2. Cueva de Cancho.

Fig. 136: Imagen Panel 2 de la Cueva de Cancho.

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PANEL 3 A 2,30 metros en perpendicular hacia el fondo de la cavidad se localiza este nuevo panel que aprovecha un pequeño cuarteamiento en la cara frontal de un bloque de aristas redondeadas que cuelga del techo del abrigo. Está situado a 1,45 m. de altura desde el nivel actual del suelo de la cueva, mide 28 cm. del ancho por 38 cm. de alto y está orientado hacia 330º. Contiene una única figura muy desvaída en color rojo y trazo grueso (Fig. 137). • XIII.3.1.- Barra en posición vertical de 3,2 cm. de altura y 1,3 cm. de anchura máxima de trazo cuyo grosor va progresivamente reduciéndose hacia la zona inferior.

Fig. 137: Calco Panel 3. Cueva de Cancho.

Fig. 138: Imagen del Panel 3 de la Cueva de Cancho.

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EL ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO DEL SECTOR CENTRAL DEL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE: CARACTERÍSTICAS GENERALES Hipólito Collado Giraldo, José Julio García Arranz

1.- LAS ESTACIONES El Sector Central del complejo de arte rupestre del Parque Nacional de Monfragüe agrupa un total de 13 estaciones de diversa tipología formal y tamaño. En primer lugar contamos con abrigos de grandes dimensiones con un notable desarrollo en profundidad, muy conocidos tradicionalmente por los habitantes de la zona, que los designan con el nombre de “cuevas” (Cueva del Castillo, Cueva de los Murciélagos, Casa de Cancho), denominación que se mantiene en la toponimia de la zona; tales covachos han sido utilizados como refugio humano de manera esporádica, lo que ha provocado no pocos casos de degradación de sus superficies rocosas, fundamentalmente pon ennegrecimiento a causa de la acción del humo. Un segundo formato incluye abrigos de tamaño medio originados por acumulación de bloques de cuarcita, que configuran un espacio cubierto, o bien por colapso y posterior vaciado de materiales pétreos conformando unas oquedades situadas preferentemente en la zona de contacto entre los grandes farallones rocosos y la ladera que los antecede. Se generan de este modo en los afloramientos rocosos cavidades o recintos cubiertos por viseras o techos salientes, que alcanzan entre uno y tres m. de profundidad, y que suelen presentar en planta un desarrollo de tendencia semicircular, elipsoidal o rectangular, precedidos de aterrazamientos horizontales de cuarcitas o zonas de ladera con leve inclinación (abrigo del Quebrantahuesos, abrigo del Peine, abrigo del Marginal, abrigo Noche de Miedo y abrigo del Ciervo). El tercer tipo de estaciones lo constituyen enclaves de pequeño tamaño que aprovechan como espacio gráfico superficies generadas en el interior de grietas, o bien las grandes paredes verticales del frente de los farallones, protegidas por pequeñas viseras o cuarteamientos, y que no llegan a superar los 50 cm. de profundidad (abrigo de la Ninfa, abrigo de la Golondrina, abrigo de los Puntos, Abrigo Rojo y abrigo del Hippy). De las 13 estaciones rupestres estudiadas en esta zona, 10 de ellas se localizan en la ladera de solana con sus zonas de acceso orientadas preferentemente hacia el Sur y el Suroeste, y tan solo tres –La Ninfa, el abrigo Noche de Miedo y la Casa de Cancho– se ubican en la vertiente de umbría con accesos orientados hacia el Norte. Es posible que las condiciones ambientales que favorecen la proliferación de líquenes en las superficies ubicadas en la zona de umbría hayan provocado una destrucción más intensa de las manifestaciones de arte rupestre, lo que condicionaría en cierto sentido la preferencia por ubicar las estaciones de arte rupestre en las posiciones más expuestas a la luz solar. Desde criterios estrictamente funcionales, y tomando como base la clasificación establecida por nosotros en trabajos anteriores (Collado, 2009: 94-96), la Cueva del Castillo, destaca por su carácter de lugar de referencia como “abrigo de concentración”. Su ubicación destacada en el paisaje y su gran desarrollo en altura y profundidad la hacen fácilmente perceptible en su entorno circundante, al tiempo que su situación privilegiada permite un amplio rango de control visual sobre la cuenca del Tajo y el portillo del Salto del Gitano que enmarca el curso de este río. Obviamente este carácter de hito o referente visual propició su uso gráfico reiterado a lo largo del tiempo, dando lugar a la mayor concentración de arte rupestre que se conserva en el Sector Central de este espacio natural. La presencia de fuentes o depósitos de agua aparece claramente vinculada al arte rupestre en las estaciones Cueva de los Murciélagos, Casa de Cancho, Noche de Miedo y Abrigo del Hippy; tal rasgo permite enmarcar a estas estaciones dentro de la tipología de “abrigos de indicación” en relación con la gestión de los recursos para la subsistencia, funcionalidad también perceptible en los abrigos de El Peine, Marginal, La Golondrina, Los Puntos, Rojo o El Ciervo, claramente ligados al control de rutas y pasos de animales, o a posiciones identificables como apostaderos de caza. Finalmente, bajo la categoría de “abrigos de tránsito” se podrían incluir las estaciones del Quebrantahuesos y la Ninfa en correlación al

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estratégico punto de paso que supone la portilla del Salto del Gitano, en cuyas cercanías resultaba vadeable tradicionalmente el curso del río Tajo. Hay que destacar también las apropiadas condiciones de habitabilidad de estaciones como la Casa Cancho o la Cueva de los Murciélagos, aunque únicamente en la segunda tenemos noticia del hallazgo de material arqueológico en su interior (García Mogollón, 1974: 558-559). Hemos de señalar de igual modo que, en las proximidades del abrigo Noche de Miedo, han sido localizados restos de materiales prehistóricos cuya naturaleza y carácter resultan difíciles de determinar, aunque consideramos que no deben desvincularse de las ocupaciones prehistóricas de la Edad del Bronce que algunos autores pusieron de manifiesto bajo los vestigios constructivos del Castillo de Monfragüe (Lavado, 1985: 128).

2.- LAS TÉCNICAS El arte rupestre esquemático del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe fue realizado utilizando esencialmente técnicas pictóricas. No obstante el grabado tiene cabida, aunque de forma muy minoritaria, restringido de manera exclusiva a la Cueva del Castillo de Monfragüe, donde han sido localizadas algunas representaciones indeterminadas en trazo inciso filiforme. En relación con las figuras pintadas, en primer lugar y con independencia de la caracterización de pigmentos a la que dedicamos un apartado específico en la presente monografía, hemos de indicar que el color rojo es empleado mayoritariamente en la elaboración de los motivos, abarcando un amplio abanico de tonalidades, desde las anaranjadas más claras hasta los rojos más oscuros. Por su parte el color negro aparece de forma esporádica (abrigo de Los Puntos y Cueva del Castillo), y en cuanto al blanco, que ha sido documentado en otras zonas del Parque (Arroyo Barbaón), no se registra en ninguno de los abrigos del Sector Central. De forma habitual, los autores de estas figuras debieron emplear mezclas relativamente espesas y dúctiles de colorante, que permitirían una notable seguridad en la ejecución de los trazos, evitando además corrimientos indeseados al aplicar la pintura –de hecho, nunca hasta la fecha hemos detectado este tipo de “accidentes” en los conjuntos esquemáticos–. Su empleo conllevaría la elaboración de trazos de diversa tipología que exigirían a su vez el uso de un instrumental específico para su aplicación. Los más habituales son los trazos gruesos, cuya anchura media oscila entre los 0,7 y los 1,3 cm. de grosor, y que muy posiblemente eran generados con las yemas de los dedos mojadas con pintura y aplicadas directamente sobre la pared. Grosores superiores son posiblemente consecuencia de trazados reiterados, ya que descartamos el uso de instrumentos con puntas tan groseras que, sin duda, habrían dejado algún tipo de marca clara durante el proceso de ejecución. La regularidad de tamaño y forma que ofrecen algunas series de puntos invita a considerar también el uso ocasional de pequeños tampones o muñequillas a la hora de aplicar el pigmento. Los motivos ejecutados en trazo fino, de entre 0,2 cm. y 0,6 cm. de grosor máximo, exigen obviamente una herramienta específica para la ejecución de la figura. Análisis técnicos, sobre todo aplicados al arte levantino (Alonso y Grimal, 1996: 45), han determinado el uso de plumas de ave en la ejecución figurativa de este estilo artístico. Sin embargo, su uso es negado por estos mismos autores en cuanto a los procesos de trazado del arte esquemático (Alonso y Grimal, 1996: 117-119). Para este tipo de pictografías señalan el empleo de pequeñas brochas vegetales configuradas mediante la acción de machacar y escobar los extremos de finas ramas o raíces, cuya capacidad de absor- Fig. 141: Detalle de motivos degradados que conservan parte del pigmento en la ción generaría un trazo cubriente consi- zona de su contorno. Panel 2 de la unidad gráfica A de la Cueva del Castillo de Monfragüe. derable y bien delimitado. La rigidez de

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la parte activa de estos instrumentos es la que provoca que en ocasiones, cuando parte del pigmento original aplicado desaparece de la zona interna del trazo por procesos naturales de absorción o degradación, el motivo quede literalmente perfilado en todo su contorno (Fig. 141). El relleno en tinta plana se documenta también en la Cueva del Castillo para configurar la estructura corporal del ciervo del panel 8 de la unidad gráfica C, así como el relleno de algunos grafemas indeterminados, como la figura oval del panel 2 de la unidad gráfica A, o el motivo alargado e irregular infrapuesto al gran antropomorfo central del panel 7 de la unidad gráfica B. Por último, añadir a la serie de técnicas de ejecución utilizadas en este sector la presencia de trazos grafitados –ya sean rojos o negros– obtenidos mediante la fricción de fragmentos de colorante en bruto directamente sobre la superficie rocosa. Todos ellos limitan su presencia a diversos paneles de la Cueva del Castillo, donde por regla general, además, ocupan los estadios finales de la secuencia gráfica allí documentada. En el caso de las series grafitadas en rojo, se trata de trazos inconexos, más o menos alargados, sin ningún tipo aparente de ordenación o criterio de distribución; sin embargo, el trazo grafitado en negro fue utilizado para componer la retícula del panel 1 de la unidad gráfica A, y la inscripción tartésica documentada en el panel 3 de la unidad gráfica A.

3.- EL ESTILO Y LA FUNCIONALIDAD El esquematismo y los contenidos simbólicos resultan predominantes dentro de los sistemas de representación del conjunto de arte rupestre del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe. Las concesiones al naturalismo son escasas, limitadas casi con exclusividad a los escasos animales que se documentan en la Cueva del Castillo de Monfragüe, cuyos detalles anatómicos y aplicación de perspectivas no frontales suponen realmente una excepción en un marco general en el que impera la frontalidad y el hieratismo formal en una corta serie de tipologías figurativas donde las agrupaciones o series de barras, puntos y digitaciones son las auténticos protagonistas. Para su representación se seleccionaron superficies y cuarteamientos dispuestos a diferentes alturas, normalmente de fácil visualización, tanto al fondo de los abrigos como en las paredes laterales o, en menor medida, cuando la altura de la cavidad lo permite, aprovechando los paneles disponibles en techos y viseras de las estaciones. En general no se advierten usos intensivos del espacio gráfico, excepto en casos puntuales como el del panel único del abrigo de Los Puntos que concentra más de 400 figuras sobre una superficie no mayor de un metro cuadrado. En otras ocasiones el autor adaptó las representaciones al marco físico del espacio gráfico disponible, como puede observarse en la figura circular que se inscribe por entero dentro pequeño cuarteamiento rocoso del panel 2 de la Casa de Cancho. Tampoco faltan ejemplos donde las propias irregularidades del soporte condicionan la forma de los motivos, como puede observarse en el antropomorfo pintado en el abrigo de la Ninfa, que modifica el trazado de su arco superior para adaptarse a la forma de la grieta que delimita el panel por la parte izquierda; en alguna ocasión tales condicionantes físicos del soporte fueron usados como complemento referencial o espacial de la composición, tal y como ya hemos comentado en unos de los grupos inferiores del panel 4 de la Cueva del Castillo, donde las figuras “apoyan” sobre una arista del panel. Sin embargo lo habitual son paneles con una presencia no abigarrada de figuras cuya distribución no suele guardar una ordenación o distribución aparentes, y donde tampoco se advierte una intencionalidad narrativa palpable. No obstante, hemos de matizar esta aparente simpleza compositiva de los palimpsestos, pues en ocasiones, más allá de la simple yuxtaposición o acumulación de figuras, se percibe una cierta ordenación intencionada de la escena, recurriendo para ello a convencionalismos como el tamaño de las figuras o su disposición en relación con el resto de los motivos del panel. Es el caso del panel 7 de la Cueva del Castillo, donde el autor jerarquizó la escena a base de incrementar el tamaño de las dos figuras antropomorfas principales que situó en el eje central de una composición que, hasta ese momento, era el resultado de una acumulación diacrónica de motivos relativamente caótica. La posición de las figuras también se emplea en el panel 8 de este mismo abrigo como sistema de ordenación de la escena, priorizando por disposición y tamaño a una de las figuras antropomorfas de trazo grueso que preside la composición por encima del resto. La dimensión narrativa resulta prácticamente inexistente en todo el complejo de arte rupestre analizado en la presente monografía, siendo únicamente posible advertir cierta interacción entre ciertas figuras del panel 2 de la Cueva del Castillo, siempre y cuando consideremos

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coetáneos los antropomorfos en trazo grueso y la representación del cérvido que aparece a la izquierda. Se ha interpretado tradicionalmente esta “escena” como la narración de un accidente de caza, donde la figura humana en posición invertida tal vez podía representar a una persona herida o muerta por el ataque del animal. Al margen de esta posible escenificación, poco más es lo que se puede aportar en esta línea, pues en los restantes abrigos del área analizada no se ha documentado representación alguna que, a primera vista, pueda ser interpretada en un sentido escénico. Otro aspecto reseñable es el de las asociaciones figurativas que pueden establecerse en el imaginario rupestre de la zona. Destacan sobre todo en este sentido las composiciones que agrupan figuras antropomorfas en estructuras de carácter dual (hombre-mujer en el panel 7 de la Cueva del Castillo) o tripartito (agrupaciones de antropomorfos de trazo fino en los paneles 4, 7 y 8 de la Cueva del Castillo, con una figura central destacada por su aparato ornamental –tocado– e instrumental –posibles objetos a la cintura–, flanqueada indistintamente por uno o dos antropomorfos a cada lado de características semejantes, aunque uno de ellos, siempre el situado más a la derecha, es de tamaño inferior), que pudieran ser el trasunto conceptual de estructuras tribales o familiares de carácter jerárquico. Además de las formadas exclusivamente por motivos antropomorfos, hay que señalar la existencia de otras asociaciones significativas, aunque con un carácter significativo claramente diferente. Se trata de la documentada en el panel 3 del abrigo de la Golondrina, y que vincula una pequeña figura zoomorfa a una estructura cuadrangular que aparece a su derecha. Es un esquema compositivo que no resulta único en el Parque, pues se reitera en el sector de la sierra de Santa Catalina (abrigo del Pectisol), salvo que en este caso la estructura cuadrangular ha sido sustituida por un motivo solar (Fig. 142).

Fig. 142: Imagen comparativa de las asociaciones figurativas en el Abrigo de la Golondrina (Sierra de Las Corchuelas) y en el Abrigo del Pectisol (Sierra de Santa Catalina).

En ambos ejemplos la composición e incluso la técnica de ejecución empleada resultan similares, como también lo es el tipo de estación que acoge estas representaciones (superficies rocosas de pequeño tamaño protegidas por viseras de escaso desarrollo); al mismo tiempo, estas pictografías se sitúan en las cercanías de caminos y en las proximidades de zonas protegidas, con presencia de pastizales y agua, muy favorables para su uso como descansaderos de ganado en el marco de sus desplazamientos temporales (trashumancia o trasterminancia). Teniendo en cuenta estos factores, creemos que esta asociación debe interpretarse como un mensaje en relación al contexto donde se ubica el abrigo: la señal o la referencia de una zona favorable al descanso y a la estabulación ocasional del ganado, donde la figura del zoomorfo hace alusión a las cabañas ganaderas, y el tectiforme o el motivo solar a los recintos o espacios de aguardo o descanso de los animales. Este mensaje se podría complementar con el que aporta el único

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panel del abrigo de los Puntos, situado a escasos metros del anterior, con centenares de puntiformes y digitaciones representados en diversos colores y composiciones que podrían relacionarse con sucesivos sistemas de contabilidad o control de los rebaños. En definitiva, un sistema de comunicación pictográfico que nos pone sobre la pista de una posible funcionalidad del arte rupestre esquemático: agrupaciones de signos que encierran un código de comunicación vinculado al territorio utilizado por los grupos humanos para gestionar, entre otras cosas, la posesión o el uso de recursos, el control de las rutas de comunicación y de los lugares estratégicos con ellas relacionados, o la delimitación de los territorios o áreas de influencia. Este afán por comunicar, el deseo de informar o de transmitir determinadas ideas o mensajes que se percibe al enfrentarnos a los esquemas de un abrigo es, en esencia, lo que diferencia al arte esquemático de otros ciclos artísticos precedentes. Las escenas de caza, las danzas, las luchas, el cazador tensando su arco, la recolección, en definitiva, esos instantes de la vida cotidiana de los grupos prehistóricos que en los paneles con arte levantino han quedado congelados como si se tratara casi de un fotograma no aparecen ya de forma manifiesta en el arte esquemático. La narratividad ha sido sustituida por la yuxtaposición o acumulación de esquemas que, con independencia de su estructura formal, son usados para proporcionar una información a aquellos que toman contacto visual con estas representaciones en sus desplazamientos. El arte esquemático no recrea historias reales o míticas, sino que comunica ideas o proporciona mensajes a través de un sistema de signos cuya morfología se repite sistemáticamente en contextos muy diversos con independencia de que, en el fondo, cada uno de esos pictogramas encierre un significado diferente en cada caso en función de su ubicación y asociaciones. Es por ello que el escaso y repetitivo –casi monótono– repertorio iconográfico de los abrigos del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe parece vincularse indistintamente a áreas especiales de recursos (caza, agua, pastos), vías de comunicación o lugares de hábitat, señalizando y gestionando simbólicamente un territorio que debió tener su eje articulador en el poblado que investigadores precedentes ubican bajo las estructuras del castillo medieval o en su entorno inmediato; tan solo un enclave tan destacado física y simbólicamente como es la Cueva del Castillo de Monfragüe parece suponer una excepción en esta dinámica de ordenación espacial, ejerciendo a lo largo de milenios el papel de elemento catalizador o espacio de identidad, en el que sucesivas generaciones utilizaron las mismas superficies para pintar unos motivos en los que obviamente no solo se percibe una evolución técnica y tipológica, sino también conceptual e ideológica.

4.- LAS TIPOLOGÍAS: RELACIONES Y CRONOLOGÍA En total se han contabilizado 1209 figuras individualizadas, aunque hay que considerar que 1084 de ellas son puntiformes, digitaciones o barras (fundamentalmente las dos primeras categorías), de acuerdo con una dinámica generalizada en el conjunto de arte rupestre del Parque Nacional de Monfragüe, donde la presencia de estos motivos es cuantitativamente muy superior al del resto de tipologías (Collado y García, 2005). En el Sector Central este tipo de símbolos se registra como temática exclusiva en los abrigos del Quebrantahuesos, Noche de Miedo, Los Puntos, Hippy, y su presencia resulta muy mayoritaria en Marginal, Cueva del Peine, Las Golondrinas, Abrigo Rojo, El Ciervo y Casa de Cancho. Tan sólo en el abrigo de la Ninfa (con una única figura de tipo antropomorfo), la Cueva de los Murciélagos y la Cueva del Castillo la temática se diversifica algo más, aunque también sigue siendo aquí muy notable la presencia de este tipo de motivos más simplificados, destacando especialmente las disposiciones de puntos estructurados en series lineales o circulares (panel 7 de la Cueva de los Murciélagos, o paneles 4, 5 y 7 de la Cueva del Castillo). El resto, 125 figuras, se corresponde con tres categorías básicas: antropomorfos, que, en sus diversos formatos, acogen un total de 60 motivos; zoomorfos, que suman 10 representaciones, y, finalmente, las figuras simbólicas o ideomorfos, que reúnen un total de 55 grafemas distribuidos de la siguiente forma: • • • • • •

Indeterminados o incompletos: 24 Oculados (ídolo): 1 Círculos: 2 Ángulos: 14 Ramiformes: 3 Inscripciones: 1

• Tatuajes faciales (ídolo): 1 • Tectiformes: 5 • Reticulados: 1 • Zig-zags: 1 • Manchas de pigmento: 2

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4.1.- Antropomorfos Al margen de la tipología puntos/digitaciones/barras, la categoría de antropomorfos es la que mayor número de motivos reúne en este Sector Central del Parque. En general, responden a los formatos básicos clásicos, pudiendo distinguirse entre motivos ancoriformes (Fig. 143. 1-9), y los formatos más naturalistas de brazos rectos (Fig. 143. 10-21; Fig. 147. 1), en ángulo (Fig. 143. 24, 26-31), curvados (Fig. 143. 22, 23, 25, 34-42; Fig. 147. 2-7) o en jarras (Fig. 143. 32-33).

4.1.1.- Ancoriformes Son únicamente 9 figuras del total de 60 con que contamos en esta categoría. Todas, salvo una con los brazos rectos (Fig. 143.9), responden a la tipología de brazos curvados de longitud variable. La cabeza aparece indicada en cuatro de ellas (Fig. 143: 3,4, 6, 9), y, en uno de los ejemplos representados en el panel 4 de la Cueva del Castillo (Fig. 143. 7), tres pequeños apéndices se prolongan desde la parte inferior del eje corporal. Destacar también que en el ancoriforme documentado en el panel 1 del abrigo Marginal (Fig. 143.5), a pesar de su mal estado de conservación, puede observarse un pequeño apéndice que cuelga hacia abajo desde la zona intermedia de su brazo derecho, detalle que podría asociarse con las debidas reservas a algún tipo de objeto o complemento del atuendo. Ninguna de estas figuras aparece representada de manera individualizada, y su presencia sobre los paneles está siempre vinculada a la existencia de otras figuras, ya sean otros ancoriformes (Cueva de los Murciélagos, paneles 2 y 3; Cueva del Castillo, panel 4), antropomorfos más naturalistas (Cueva de los Murciélagos, panel 4; Cueva del Castillo, panel 4), zoomorfos (Cueva del Castillo, panel 4), ramiformes (Cueva del Castillo, panel 1; abrigo Marginal, panel 1)), ángulos (Cueva del Castillo, panel 4) o con la categoría de puntos/digitaciones/barras (Cueva de los Murciélagos, panel 2; Cueva del Castillo, panel 4, abrigo Marginal, panel 1), si bien en ningún caso puede considerarse como una asociación figurativa clara, sino meras yuxtaposiciones de distintos motivos sobre un mismo panel. Obviamente se trata de una tipología figurativa con amplia presencia a nivel peninsular (Acosta, 1968: 201), y que en Extremadura aparece igualmente testimoniada en todos los grandes complejos de arte rupestre esquemático, tanto en la provincia de Badajoz –conjuntos de la Sierra de Arroyo de San Serván, Alange y la Zarza (Collado, 1997; León y García, 1983; León, 1985; 1988; Ortiz, 1990; 1997; 1998; Ortiz y Muñoz, 1989; 1990; 1995), Hornachos y Puebla de la Reina (Breuil, 1933; Collado, 2000), Alburquerque (Collado, 1997b), Benquerencia, Helechal, La Nava, Cabeza del Buey, Peñalsordo y Capilla (Breuil, 1933; Collado, 2009b; Martínez, 1989; 1993a; 1993b; 1995; 1999; 2000a; 2000b)– como en la de Cáceres –conjunto de Las Villuercas (García, 1990a; 1990b; 1990c; 1997; González y Alvarado, 1993), Jarilla (González y Cerrillo, 2006); Aldea del Cano, Garrovillas (González y Cerrillo, 2006), Los Barruecos (Sauceda, 2001) o el área del Tajo Internacional (Collado, 2009b)–. En el resto de los sectores con arte rupestre del Parque Nacional de Monfragüe (área Santa CatalinaPeña Falcón, sector Arroyo Calzones, sector Oriental, sector Puerto de la Serrana, sector Sierra del Mingazo y sector Arroyo Barbaón), los antropomorfos tipo ancoriforme suman un total de 42 figuras y, al igual que hemos comprobado en el Sector Central, se trata de una tipología figurativa que raramente aparece individualizada en un panel. De hecho, en los pocos casos donde hemos documentado esta circunstancia, se trata de paneles de pequeñas dimensiones en los que la figura ocupa todo el espacio gráfico disponible, adaptándose al marco impuesto por las grietas y fisuras que delimitan la superficie rocosa (panel 8 del abrigo de Linus) (Fig. 144). Pero, al margen de estos escasos ejemplos, lo habitual es, como sucede de igual modo en el Sector Central, que este tipo de grafemas se encuentre asociado a otras tipologías, casi siempre con formatos básicos (puntuaciones, barras o digitaciones), aunque no faltan ejemplos donde comparten el mismo espacio con soliformes y círculos (panel 1 del abrigo El Veranito) (Collado y García, 2005: 165), zig-zags y ángulos (panel 9 del abrigo del Espolón) u otros antropomorfos, bien de su misma tipología (panel 25 del abrigo del Espolón o panel 6 del abrigo de las Medusas), bien de morfologías diferentes, como sucede en el panel 2 del abrigo de el Paso (Collado y García, 2005: 173), donde fueron representados sobre la misma superficie un antropomorfo naturalista de brazos y piernas en arco, otro similar, aunque

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Fig. 143: Tipología Antropomorfos. 1: Murciélagos, P2-3; 2: Murciélagos, P3-1; 3: Murciélagos, P3-3; 4: Murciélagos, P4-2; 5: Marginal, P1-8; 6: Castillo, P1-1; 7: Castillo Centro, P4-11; 8: Castillo Inf. Central, P4-3; 9: Murciélagos, P2-8; 10: Murciélagos, P6-3; 11: Castillo, P2-8; 12: Castillo, P2-10; 13: Castillo Centro, P4-3; 14: Castillo Sup. P4-7; 15: Castillo Sup. P4-2; 16: Castillo, P7-1; 17: Castillo, P7-2; 18: Castillo, P7-3; 19: Castillo Centro, P4-3; 20: Castillo, P7-5; 21: Castillo, P8-8; 22: Murciélagos, P2-7; 23: Murciélagos, P4-1; 24: Castillo Centro, P4-1; 25: Castillo Centro, P4-7; 26: Ninfa, P1-1; 27: Castillo Inf. Izq., P4-7; 28: Castillo Inf. Izq., P4-6; 29: Castillo Inf. Izq., p4-4; 30: Castillo inf. izq, p4-3; 31: Castillo inf. izq., p4-1; 32: Castillo inf. central, p4-4; 33: Castillo, p6-5; 34: Castillo, p6-7; 35: Castillo, p6-6; 36: Castillo, p7-8; 37: Castillo, p7-9; 38: Castillo, p8-2; 39: Castillo, p8-3; 40: Castillo, p8-4; 41: Castillo, p8-5; 42: Castillo, p8-6.

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Fig. 144: Ancoriforme adaptado a la superficie del Panel. Panel 8 del Abrigo Linus (Sector Arroyo Barbaón. Parque Nacional de Monfragüe).

con los brazos dispuestos en cruz, y un motivo ancoriforme, todos ellos trazados con el mismo tipo de pigmento y una técnica similar, lo que invita a considerar que fueron ejecutados en un mismo momento (Fig. 145).

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Fig. 145: Panel 2 del Abrigo de El Paso. (Sector Oriental. Parque Nacional de Monfragüe).

En el área de Monfragüe son únicamente dos las superposiciones detectadas en las que intervienen figuras ancoriformes. En una de ellas uno de estos antropomorfos aparece claramente infrapuesto a un antropomorfo de brazos en jarras (Cueva del Castillo, panel 4), en tanto en el segundo caso (panel 9 del abrigo del Espolón), el ancoriforme se superpone a un zig-zag, en una superficie donde también se incluyen, al igual que sucede en el panel 4 de la Cueva del Castillo, motivos en ángulo y figuras antropomorfas con los brazos también acodados (Fig. 146). Diacrónicamente los motivos ancoriformes aparecen desde las fases más antiguas del arte esquemático (Collado y García, 2013), formando parte con posterioridad de decoraciones megalíticas, como sucede en el dolmen de la Vega del Guadancil I (Garrovillas de Alconétar, Cáceres), donde motivos ancoriformes conviven en el mismo ortostato con figuras de tipo pectiniforme (Bueno y Balbín, 2003), en una dinámica generalizada en la Península Ibérica donde, parafraseando a Julián Martínez, “… el mundo simbólico se introduce desde la naturaleza (abrigos) a las construcciones arquitectónicas de la cultura (megalitos)quedando así asociado a los espacios funerarios, al imaginario social de la muerte” (Martínez, 2013: 101).

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Fig. 146: Panel 9 del Abrigo del Espolón (Sector Arroyo Barbaón. Parque Nacional de Monfragüe) Imagen tratada con Dstrech (LBL-15).

4.1.2.- Naturalistas El resto de los antropomorfos documentados en el Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe pertenece íntegramente al tipo naturalista, construidos a partir de una estructura básica en la que aparecen representados la cabeza, las extremidades superiores e inferiores y, ocasionalmente, el sexo. La diferencia viene dada por la morfología que adoptan los brazos y las piernas (rectos, en ángulo, en curva), y las variantes o combinaciones que entre todos ellos pueden darse (Fig. 143).

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Es importante resaltar que de los 51 motivos que componen la muestra, 47 de ellos aparecen concentrados en un único abrigo –la Cueva del Castillo–, un dato que adquiere mayor relevancia teniendo en cuenta que en el resto del Parque hemos contabilizado únicamente otros 74 antropomorfos de esta tipología, lo que evidencia el extraordinario valor de la Cueva del Castillo como enclave de referencia para los grupos prehistóricos que poblaron este espacio natural. De todos estos antropomorfos del Sector Central, tan sólo contamos con un caso en el que una figura ha sido representada en solitario. Se trata del antropomorfo con los brazos y piernas en ángulo del abrigo de la Ninfa (Fig. 143.26), que, al igual que sucede con los ejemplos ya comentados de ancoriformes representados en solitario, también aprovecha de forma integral todo el espacio físico disponible, llegándose incluso a variar el trazado de su eje transversal superior para poder adaptarlo a la grieta que delimita el panel (Fig. 11). El resto de los antropomorfos representados en solitario en otros sectores del Parque también pertenecen a esta misma tipología, como el del abrigo de la Buitrera (Collado y García, 2005: 209), o el pequeño antropomorfo del abrigo de las Cazuelas que se ubica en una de las pocas estaciones donde ha sido constatada la presencia de grabados, tanto filiformes lineales, como con la configuración de cazoletas (Collado y García, 2005: 115-119). Sin embargo, lo habitual es que aparezcan asociados a otras figuras y, en este sentido, nos parece interesante destacar que esta tipología de antropomorfos de brazos y piernas en ángulo o acodadas se encuentra asociada de manera habitual, junto a otros antropomorfos de formato diverso (en “Y”, en “T”, ramiformes, con brazos y piernas rectos o curvos, etc.), a motivos en zig-zag y a figuras en ángulo, como podemos observar en el ya citado panel 9 del abrigo del Espolón (Fig. 146), o en el panel 4 de la Cueva del Castillo, en el que el único antropomorfo de esta tipología (Fig. 143.27), que muestra un interesante tocado de trazos radiales, y que aparece infrapuesto a un trazo lineal, convive con una variada muestra de motivos antropomorfos, además de con otras figuras en ángulo (Figs. 64 y 66); recordemos que, muy próximo a él, se dispone el motivo en zig-zag del panel 5 (Fig. 74). Esta misma tendencia puede observarse en otras interesantes estaciones rupestres, entre las que podemos destacar el abrigo de La Calderita en la localidad pacense de La Zarza (Viniegra, 1929; Breuil, 1933; Ortiz y Muñoz, 1990), o, fuera ya del ámbito extremeño, en el panel principal del abrigo del Barranco de Doña Dama (La Carolina, Jaén) (López, Soria, Zorrilla, 2009: 597-610, figs. 744 y 753), en el Morrón del Pino (Fuencaliente, Ciudad Real) (Caballero, 1983: 225-227, plano 91), en el conocido abrigo de Peña Escrita (Caballero, 1983: 201212, plano 79-82), en varios enclaves aragoneses (Utrilla, 2013: 236-237 ), o en un fragmento de cerámica cardial de la Cueva de La Sarsa (Bocairent, Valencia) (Martí, 2006: 127, fig. 3, motivo 9), lo que da pie a abordar su hipotético encuadre cronológico. De hecho, este tipo de motivos parece estar vinculado en la Península Ibérica a los momentos iniciales del ciclo artístico esquemático (Martínez, 2013: 101), encuadrables como marco general en contextos del Neolítico Antiguo, como puede desprenderse de los paralelos con las decoraciones impresas o pintadas en vasos localizados en la Cueva de l’Or (Beniarrés, Alicante) (Martí, 2006: 128, fig. 4, motivos 1, 2, 3 y 5; Hernández, 2013: 148), Cueva del Vidre (Roquetes, Tarragona) (Bosch, 1991), Cueva de Les Cendres (Moraira-Teulada, Alicante) (Bernabéu, Molina, 2011: 216, fig. 5) o Cueva de Niño (Ayna, Albacete) (Martí, 2006: 129), lo que nos permite considerar que parte del arte rupestre esquemático del Parque Nacional de Monfragüe también se remontaría a las etapas iniciales de este ciclo artístico en la Península Ibérica, en torno al VI-V milenio B.C. A estas primeras etapas del arte rupestre esquemático en Monfragüe también debemos vincular la serie de antropomorfos de brazos en posición horizontal o ligeramente inclinados hacia abajo y piernas en “V” invertida, documentados en el panel 6 de la Cueva de los Murciélagos –en asociación a un motivo tectiforme y compartiendo espacio gráfico con un ramiforme y una barra– (Fig. 25), y en los paneles 2, 4 y 7 de la Cueva del Castillo (Figs. 55, 64, 72 y 78). En el primero observamos, además de una pequeña figura en trazo fino con triple brazo recto transversal infrapuesta a la pata delantera del ciervo de este mismo panel (Figs. 55 y 147.1), otras dos, de las cuales una parece encontrarse en relación con la figura del ciervo citado. Se trata del antropomorfo situado cabeza abajo (Fig. 143.11) – con los brazos en cruz y piernas de escaso desarrollo–, posición que podría sugerir la idea de “accidente” o “muerte” en un intento por parte del autor del panel por representar de manera gráfica, como apuntábamos en apartados anteriores, el resultado del ataque del animal sobre el hombre durante una partida de caza. La otra figura situada a su derecha, también con unos brazos en cruz cuyos extremos se incurvan ligeramente hacia la parte inferior, fue representada con un ligero quiebro a la altura de su

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“cadera”, lo que imprime un cierto movimiento a la figura que no vuelve a reiterarse en ninguno de los restantes antropomorfos documentados en el Parque Nacional de Monfragüe. Sobre el panel 4 aparecen otros nueve antropomorfos de la tipología indicada, que conviven con motivos en ángulo, barras y otra figura humana con los brazos dispuestos en jarras, coronada por lo que parece ser un tocado de dos plumas sobre la cabeza (Fig. 64, 143.32). En la zona superior derecha del panel aparece uno de ellos claramente infrapuesto a la cornamenta de un bóvido, y otro a series alineadas de puntos, a un interesante motivo oculado y a otros tres pequeños antropomorfos, técnica y tipológicamente muy diferentes de los anteriores, sobre los que volveremos más adelante. Finalmente, en el panel 7, este tipo de antropomorfos, que parecen configurar la iconografía más antigua reflejada en el panel, aparecen de nuevo infrapuestos a series de puntos, motivos que también se superponen a un ramiforme y a otro motivo cruciforme de largo eje central; estos dos últimos pictogramas, tanto por la técnica de ejecución como por el tipo de pigmento, se pueden reconocer como sincrónicos a los antropomorfos de brazos en posición horizontal y piernas en “V” invertida (Fig. 78), y, por tanto, también encuadrables en las fases iniciales del conjunto rupestre, no sólo de la Cueva del Castillo, sino de todo el conjunto del Parque Nacional de Monfragüe. Como ya hemos señalado, destaca la infraposición de este formato iconográfico al motivo oculado, lo que delimita un horizonte cronológico post quem para este grupo de antropomorfos, ya que el oculado, cuya presencia en este abrigo está vinculada a la incorporación de temáticas más tardías, posee reminiscencias claramente calcolíticas (Hurtado, 2009). Nos encontramos por tanto, ante un ejemplo muy significativo de una dinámica habitual en los abrigos que denominamos de “concentración” (Collado, 2009: 94), estaciones que van recibiendo de manera sucesiva la incorporación de nuevos motivos con temáticas, en algunos casos, totalmente novedosas, en un marco general de adaptación a las nuevas estrategias de organización territorial, con interacciones a mucha mayor escala que conllevan la consolidación de comunidades más complejas y jerarquizadas desde finales del IV milenio B.C. en un proceso que se prolonga a lo largo del III y II milenios. De este modo, este tipo de abrigos ecorados, además de referentes visuales en el paisaje y actores principales en la organización y gestión simbólica del territorio, debieron actuar como espacios de memoria para el refuerzo de las identidades grupales de unos pobladores con estructuras sociales cada vez más evolucionadas y diversificadas. La distribución de esta serie de antropomorfos en el Parque de Monfragüe abarca la presencia en abrigos tanto en el Sector Oriental (panel 3 de La Yesca –Collado y García, 2005: 95–; panel 2 del abrigo de El Paso –Fig. 145–), como en el Sector del Arroyo Barbaón (panel 13 del abrigo del Paraíso, paneles 8 y 16 del Friso de las Barras, donde también aparecen antropomorfos de eje central largo, panel 3 del abrigo del Murgaño y en los paneles 8 y 24 del abrigo del Mirador) y en el Sector Santa Catalina-Peña Falcón (panel 9 de la Cueva de Cancho; o el antropomorfo de eje central largo del panel 2 del abrigo Virginia). Otros paralelos los podemos localizar, sin abandonar la provincia cacereña, en el entramado rupestre de Las Villuercas (Cueva Chiquita –García, 1990a: 139-156–), en el berrocal trujillano (Cueva del Pradillo y Canchalejos de Belén –Collado y García, 2009: 32–) o en el conjunto de Los Barruecos (Sauceda, 2001), mientras que, a escala peninsular, adquieren una amplísima distribución que abarca desde tierras aragonesas (Los Estrechos –Beltrán, 2005–, Remosillo –Utrilla y Bea, 2009–), pasando por tierras levantinas (Barranc Benialí y Barranc de l’ Infern –Hernández, Ferrer y Catalá, 2000–), almerienses (Tajos de Lillo I –Martínez, 2013–), giennenses (Barranco de Doña Dama –López, Soria y Zorrilla, 2009–; Cueva del Plato, Cueva de los Soles, Peñas de Castro, Cueva del Montañés –Soria, López y Zorrilla, 2013– ), malagueñas (Peñas de Cabrera – Barroso y Medina, 1982–), gaditanas (Cueva del Tajo de las Figuras – Mas, 2000–), pacenses (Sierra de San Serván – Breuil, 1933; Ortiz, 1997; León y García, 1983–; abrigos del término de Alburquerque –Collado, 1997b Breuil, 1933), ciudadrealeñas (Puerto de Vista Alegre, roca 7 de la Virgen del Castillo, roca 2 del Morro del Puente, La Golondrina, Covatilla de Rabanero – Caballero, 1983 Breuil, 1933), salmantinas (Risco de los Altares, Bonete del Cura, Cueva del Rayo – Grande, 2009–) o sorianas (Covachón del Puntal, Los Peñascales, Prado de Santa María, Barranco de Valdecaballos –Gómez-Barrera, 1982–); y, ya en sus versiones grabadas, aparecen de manera reiterada en los grandes conjuntos del valle del Guadiana (Molino Manzánez – Collado, 2006–) y del valle del Tajo (Varela, 1983; 1989; 2001; 2010).

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Más difícil encaje tipológico tendría una singular figura que aparece incluida en el grupo superior derecho del panel 4 (Figs. 72 y 73; Fig. 147.2). Se trata de un antropomorfo muy mal conservado, que presenta el eje corporal en trazo grueso, con cabeza saliente en su parte superior y remate en el extremo inferior mediante sendas piernas en arco –la izquierda apenas se conserva– con indicación del sexo masculino. A ambos lados del cuerpo se extienden sendas series de trazos en paralelo de notable desarrollo, curvados hacia abajo y ejecutados en grosor fino. Este tipo de figuras parece encontrar su paralelo formal en motivos vinculados con decoraciones cerámicas del Neolítico Antiguo (ramiforme inciso de la botella de Torrollones de La Gabarda, en Huesca (Martí, 2006: 131; Utrilla y Martínez, 2009: 127), con paralelos pintados más o menos matizables en el ramiforme del sector I del también oscense abrigo de El Remosillo (Baldellou y otros, 1996). Sin embargo, en el abrigo extremeño este motivo no ocupa la etapa más antigua de la secuencia diacrónica del panel, conformada, como hemos señalado anteriormente, por antropomorfos de piernas en “V” invertida y brazos más o menos rectos o acodados, ancoriformes, ramiformes, ángulos, barras, zig-zags y series de puntos; se trata, por el contrario, de una adición posterior, superpuesta a un conjunto de tres pequeñas figuras en trazo fino (Fig. 147.3), posiblemente relacionadas con el motivo oculado a juzgar por su posición, las características del trazo y el color del pigmento usado en su elaboración, e infrapuesta al bóvido de este mismo panel (Fig. 150.8). El otro gran grupo de antropomorfos está integrado por figuras realizadas indistintamente en trazo grueso o fino, que presentan cabeza de tendencia circular, por lo general elaborada mediante el relleno de tinta plana, y brazos y piernas en arco, con indicación en algunos casos de detalles anatómicos muy sumarios como las manos y los pies (Figs. 143. 23, 38-42 y 147.3-7). Todos ellos, excepto el ejemplar del panel 4 de la Cueva de los Murciélagos (Fig. 143. 23), aparecen distribuidos por diferentes paneles de la Cueva del Castillo. Se trata de un modelo iconográfico muy habitual en el arte rupestre esquemático peninsular, con múltiples paralelos en todos los grandes conjuntos pintados o grabados de España y Portugal. En el Parque de Monfragüe también aparecen representados en el Sector Oriental (panel 1 de la Cueva de Pedro –Collado y García, 2005: 194–), en el Sector Santa Catalina-Peña Falcón (panel 10 de la Cueva de Cancho; panel 2 del Amanecer; panel 6 de la Sirenita; panel 3 de Alvarillo) y Sector Arroyo Barbaón (paneles 13 y 28 del Paraíso, paneles 1, 16, 24 y 26 del Friso de las Barras; panel 3 de Murgaño; paneles 8 y 24 del Mirador; panel 6 del Espolón).

Fig. 147: Series de Antropomorfos en trazo fino. En diversos Paneles de la Cueva del Castillo. 1: Castillo, p2- 4; 2: Castillo sup., p4-3; 3: Castillo sup., p4-4 a 6; 4: Castillo, p6-1,2; 5: Castillo, p7-10 a 12; 6: Castillo, p8-9 a 11; 7: Castillo, p8-12 a 16.

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Una buena parte de estas figuras humanas seminaturalistas son nuevas incorporaciones que se agregan sobre paneles que habían sido objeto de un uso gráfico previo, en línea de lo ya apuntado para un abrigo de “concentración” como es la Cueva del Castillo de Monfragüe. Eso provoca que algunos de estos nuevos pictogramas aparezcan superpuestos a esquemas de la fase antigua, como sucede con las agrupaciones de pequeñas figuras de los paneles 4, 6 y 7 –Fig. 147, 3-5– y los antropomorfos en trazo grueso de los paneles 7 y 8. Desde un punto de vista técnico, el trazo fino se generaliza, aunque sin abandonar la línea más gruesa, al tiempo que la composición del pigmento también evoluciona, pudiendo encontrarse ahora figuras trazadas con una pintura roja más oscura y densa que la empleada en fases precedentes. Sin embargo, la novedad posiblemente más importante de esta nueva etapa iconográfica resida en que, a diferencia de la disposición aislada o ambigua que las tipologías iniciales desarrollaban sobre los paneles (Martínez, 2004: 107), ahora nos encontramos con claros ejemplos de disposiciones ordenadas a base de estructuraciones horizontales y verticales, una búsqueda intencionada de la centralidad en los paneles o el aumento de tamaño en algunas figuras destacadas, además de representaciones claramente agrupadas, ya sea en parejas o pequeños grupos de tres o cinco figuras, donde no faltan personificaciones portando objetos en su cintura o luciendo elementos de adorno y prestigio como pectorales o tocados. Nuevas técnicas, nuevas figuras y nuevos recursos compositivos que no son sino el reflejo de nuevos tiempos que traen consigo cambios en la organización social de los grupos humanos creadores de estas pinturas. Al hilo de esta circunstancia, ya hemos comentado en trabajos previos que esta tendencia a la miniaturización figurativa que se está observando en la Cueva del Castillo se detecta también en otros abrigos del Parque Nacional de Monfragüe (Collado y otros, 2013: 1466-1467), donde igualmente conviven estos motivos con otros de trazo grueso y de dimensiones más habituales para el arte rupestre esquemático (entre los 7 cm. y los 15 cm. de altura). En diversas ocasiones se constata que los autores respetan el espacio gráfico precedente, pero lo más habitual es encontrarse con la ocultación intencionada de figuras mediante la acción de superponer trazos encima de las pictografías precedentes, hasta el extremo de prácticamente cubrir éstas en su totalidad. Este fenómeno, que se ha detectado de manera muy ostensible en el sector del Arroyo Barbaón (Fig. 148)1, puede también observarse en algunos de los abrigos decorados que estamos analizando del Sector Central. Concretamente en el panel 6 de la Cueva de los Murciélagos (Fig. 25), el antropomorfo de brazos rectos que aparece en la zona superior del conjunto, junto a un tectiforme, fue literalmente “anulado” al superponerle un trazo recto de pigmento de aspecto más denso y notablemente más oscuro. De igual modo, en el grupo inferior central del panel 4 de la Cueva del Castillo de Monfragüe (Fig. 66), a la figura antropomorfa de brazos en ángulo le superpusieron un grosero trazo de color más oscuro que tapa parcialmente su cabeza y extremidades. Pensamos que estas acciones deben relacionarse con el incremento de la presión sobre los recursos y el control de un espacio estratégico que, como tal, debió de ser objeto de un constante interés e incluso de rivalidad entre los diversos grupos humanos establecidos o afines a este territorio a lo largo de las etapas del Cobre y del Bronce. En este contexto general de conflictividad, estos grupos humanos, similares en cuanto a sus bases socioeconómicas y culturales, y por tanto regidos por el mismo código iconográfico (el arte rupestre esquemático), necesitarían reafirmar su identidad grupal a la hora de ejercitar sus acciones de apropiación simbólica sobre el territorio, las vías de comunicación y los recursos. En estas circunstancias las únicas diferencias perceptibles entre ellos se articularían en función de la técnica de ejecución empleada que, a tenor de los constatado en algunos abrigos del Parque, mostraría las dos claras tendencias que venimos apuntando: una que recurre preferentemente al trazo fino en el proceso de representación, con una predilección por figuras de detalle preciso y con una notable inclinación hacia la miniaturización, y otra, claramente diferenciada de la anterior, que se encuadra más en las coordenadas habituales del arte esquemático, con figuras en trazo grueso y de dimensiones más normalizadas entre los 7 y los 15 cm. de altura.

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Posiblemente el mejor ejemplo de lo que estamos refiriendo lo hemos documentado en el panel 20 del abrigo del Paraíso (Fig. 148), donde algunos de los pequeños antropomorfos en trazo fino preexistentes en la estación fueron claramente enmascarados por la superposición intencionada de un conjunto de trazos gruesos en vertical que cubrieron la práctica totalidad de las figuras previas.

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Fig. 148: Acciones de ocultación de figuras precedentes. Panel 20 del Abrigo del Paraiso. Sector Arroyo Barbaón.

Por tanto, y a pesar de que no contamos en el conjunto de los paneles de la Cueva del Castillo con argumentos estratigráficos directos que permitan certificar la anterioridad o posterioridad de las figuras en trazo de escaso grosor y pequeño tamaño (Fig. 147, 3-5) en relación con los motivos de mayores dimensiones, independientemente de su ejecución en trazo fino (Fig. 147, 6-7) o grueso (Fig. 143, 34, 36-42), creemos que esta nueva serie iconográfica debe estar inicialmente asociada a grupos humanos más numerosos, socioeconómicamente más complejos y vinculados con el desarrollo de la explotación de los metales y la intensificación de las redes de intercambio comercial a lo largo del III y II milenio antes de nuestra Era. Se trata de comunidades que, aun manteniendo en uso las tipologías tradicionales, irán incorporando a su discurso gráfico nuevos formatos figurativos (ídolos oculados), nuevas tendencias en la aplicación de las técnicas de ejecución (gusto por la miniaturización, el trazo fino y uso de pigmentos más densos y maleables) y una creciente complejidad escenográfica a base de organizaciones compositivas más estructuradas, y la aparición de un cierto repertorio de aparentes elementos de prestigio en los atuendos que portan los personajes representados. Hasta cuándo se mantiene vigente este tipo de representaciones antropomorfas es una cuestión ciertamente compleja, aunque una de las figuras humanas del panel 6 de la Cueva del Castillo (Figs. 76 y 143.35) pueda proporcionar algunas claves al respecto. Su cabeza porta un tocado radial que hemos contemplado reiteradamente en varios de los motivos antropomorfos de esta nueva etapa iconográfica de la Cueva del Castillo. Pero, además del tocado, hay que destacar que en una de sus manos sostiene lo que hemos interpretado como la representación de una espada, cuya forma y disposición son similares a otras que aparecen en figuras de guerreros armados localizados en los abrigos de El Portillón (Linarejos, Zamora), Peñas del Gato (Cerceda de la Sierra, Salamanca) o Quebrada Oscura (Las Batuecas, Salamanca) (Grande, 2009: 163), y que igualmente recuerdan a los esquemas empleados en las iconografías humanas armadas con espadas en las estelas de guerrero del Suroeste: estela de El Corchito (Cabeza del Buey), estela de La Dehesa de Benquerencia (Benquerencia de la Serena), estela de Los Llanos (Zarza Capilla), estela de La Yuntilla Alta (Cabeza del Buey), estela de La Solanilla (El Viso), estela de La Moraleja (Capilla), estela de Las Vegas de San Miguel (Capilla), estela del Cerro del Santo (Valdetorres), estela de El Tejadillo (Capilla), estela de La Pimienta (Capilla), estela de La Atalaya

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(Orellana), estela de Cogolludo (Navalvillar de Pela), (Domínguez, González y De Hoz, 2005; DíazGuardamino, 2010). No es la primera vez que aludimos a la pervivencia del arte rupestre esquemático hasta las etapas finales de la Edad del Bronce (Collado, 2009: 104-106), basándonos para ello en la relación entre las estelas de guerrero y el arte rupestre esquemático pintado. Y ello no sólo porque comparten representaciones similares de elementos y objetos de prestigio, como cascos de cuernos, tocados radiales, carros, escudos o espadas, sino porque en la pintura rupestre esquemática se reconoce también la evolución de algunos conceptos estilísticos en las imágenes antropomorfas pintadas (cabeza circular y rellena de pigmento, el tronco y las extremidades superiores, donde los dedos de las manos se marcan de manera habitual, en perspectiva frontal, mientras que el resto de la figura se muestra en perspectiva torcida con los pies claramente señalados y colocados en la misma dirección), de acuerdo con unos rasgos y disposición que se utiliza de manera sistemática en las estelas de guerrero (Fig. 149). No será ésta, sin embargo, la última etapa gráfica detectada en la Cueva del Castillo, ya que el final del uso de este abrigo como enclave para realizar arte rupestre está marcado por la aparición de una serie de figuras sobre las que incidiremos más adelante, confeccionadas en color negro, técnica e iconográficamente muy diferentes a las empleadas en los repertorios figurativos de las etapas precedentes. Con los datos expuestos hasta ahora podemos plantear que el segundo grupo de figuras pintadas, que se superpuso a las representaciones de la primera etapa gráfica de cronología neolítica, pudo prolongar su vigencia hasta los momentos finales de la Edad del Bronce, momento en que se pone fin a un ciclo artístico, el arte rupestre esquemático, que ha permanecido vigente a lo largo de más de 4000 años; se deja ahora paso a una nueva forma de entender el arte, aportada por las primeras comunidades de las etapas iniciales de la Edad del Hierro, y que imperará a lo largo de la práctica totalidad del I milenio a.C. Es un sistema de representación rupestre en el que, de forma muy palpable, se perciben cambios en todos los órdenes de la creación: técnicos, estilísticos, temáticos, etc., novedades que se atisban en el grupo de figuras grafitadas y pintadas en negro de la Cueva del Castillo. Este nuevo ciclo artístico de la Edad del Hierro, aun escasamente definido, pero con una marcada personalidad

Fig. 149: Imagen comparativa entre el Antropomorfo pintado en el Abrigo de Crehuet (Ceclavín, Cáceres) y los grabados en la Estela de La Pimienta (Capilla, Badajoz).

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claramente diferenciada del arte rupestre esquemático que le precede, supone el final del arte rupestre de la Prehistoria reciente, concluyendo de este modo el proceso ancestral de apropiación simbólica del paisaje que fue llevado a cabo por las sucesivas comunidades humanas que se asentaron durante este largo periodo en el territorio que actualmente configura el Parque Nacional de Monfragüe.

4.2.- Zoomorfos Siguiendo la tónica general del arte rupestre conservado en la totalidad del espacio natural que nos ocupa, los animales constituyen una tipología escasamente representada en el corpus figurativo documentado en el Sector Central del Parque. De hecho, únicamente han sido localizadas diez figuras de zoomorfos que no llegan a alcanzar ni el 10% de los 125 motivos figurados (en el que no se incluye el grupo mayoritario de puntos, barras y digitaciones) (Fig. 150). Siete de ellos aparecen representados sobre diferentes paneles de la Cueva del Castillo (panel 2 –Fig. 150, 1, 6–; panel 3 –Fig. 150, 7–; panel 4 –Fig. 150, 8–; panel 6 –Fig. 150, 2 y 3–; y panel 8 –Fig. 150, 10–), y el resto se encuentran distribuidos individualmente entre los abrigos de la Cueva del Peine (panel 2, Fig. 150, 4), de La Golondrina (panel 3, Fig. 150, 5) y abrigo Marginal (panel 1, Fig. 150, 9). En todas las representaciones se ha utilizado el color rojo para su elaboración, excepto en el zoomorfo del panel 3 de la Cueva del Castillo, en el que se aplicó un pigmento negro muy diluido a la hora de confeccionar la figura, que fue además completada posteriormente con trazos grafitados, también negros, con los que se dibujó la cornamenta. La técnica del grafitado también se empleó para realizar el pectiniforme infrapuesto del panel 2 de la Cueva del Castillo (Fig. 150, 1).

Fig. 150: Tipología de Zoomorfos del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe. 1: Castillo, p2-3; 2: Castillo, p6-3; 3: Castillo, p6-4; 4: Cueva del Peine, p2-3; 5: Abrigo de la Golondrina, p3-1; 6: Castillo, p2-1; 7: Castillo, p3-1; 8: Castillo sup., p41; 9: Abrigo Marginal, p1-1; 10: Castillo, p8-1.

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Desde un punto de vista estilístico podemos clasificar este conjunto de zoomorfos del Sector Central en tres subgrupos (Fig. 150): 1.- Zoomorfos naturalistas (Fig. 150. 9-10) 2.- Zoomorfos esquemáticos (Fig. 150. 6-8) 3.- Pectiniformes (Fig. 150. 1-5)

4.2.1.- Zoomorfos naturalistas De las dos figuras englobadas en este subgrupo, hay que destacar por sus características una magnífica pictografía de un cérvido representada en el panel 8 de la Cueva del Castillo, motivo que las últimas labores de limpieza y los programas especializados de tratamiento de imagen han permitido definir con claridad. Su tamaño es mayor que la media de las representaciones esquemáticas convencionales, y se encuentra claramente infrapuesta a varias figuras antropomorfas de este mismo panel (Fig. 82.1). La otra figura aparece en el panel 1 del Abrigo Marginal, próximo a la Cueva del Castillo, aunque, a diferencia del anterior, su tamaño es notablemente más reducido y en este caso no nos resulta posible identificar con seguridad la especie que representa al encontrarse hoy incompleta; a pesar de ello, la pequeña cola que muestra en la parte trasera, similar a la que puede observarse en el gran ciervo del panel 8, y el despiece de una de sus patas traseras, con el corvejón claramente indicado, permiten considerar que pudiera tratarse igualmente de la representación de un cérvido. En ambas figuras se empleó el uso del relleno corporal en tinta plana, un recurso técnico prácticamente exclusivo en este tipo de representaciones naturalistas, que no suele utilizarse en el arte esquemático de manera habitual excepto para determinadas partes de algunos motivos. La perspectiva torcida y un cuidado detallismo en algunos detalles anatómicos, como la representación de la cornamenta del gran cérvido del panel 8 de la Cueva del Castillo o los despieces en las extremidades de la figura del panel 1 del Abrigo Marginal, terminan de configurar las características estilísticas de estos motivos cuyos paralelos son muy escasos en el ámbito del Parque Nacional de Monfragüe: únicamente podemos considerar un cierto grado de naturalismo en una representación zoomorfa muy perdida documentada en el panel 3 de la Cueva del Sapo, en el sector del Arroyo Barbaón (Fig. 151). Sin embargo, fuera del área del Parque,

Fig. 151: Zoomorfo del Panel 3 de la Cueva del Sapo. Sector Arroyo Barbaón. Parque Nacional de Monfragüe.

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aunque en el ámbito territorial de Extremadura, se pueden establecer paralelos con otros zoomorfos pintados en la comarca de Las Villuercas –el Paso de Pablo, en el término de Berzocana (González y De Alvarado, 1993: 19-23), o el Cancho de la Burra, cerca de Cañamero (García, 1990: 136-137)–, o grabados en el complejo rupestre del Molino Manzánez –cuenca del Guadiana, entre los términos pacenses de Cheles y Alconchel (Collado, 2006: 285 y ss.)–, encuadrados todos ellos en el denominado “Horizonte Preesquemático”, de cronología pre-neolítica (Collado y García, 2010).

4.2.2.- Zoomorfos esquemáticos Las tres únicas representaciones de animales incluidas en este subgrupo fueron representadas sobre los paneles 2, 3 y 4 de la Cueva del Castillo. Se trata de motivos reducidos a su esquema más básico: un trazo horizontal para representar el cuerpo, y varios en perpendicular proyectados hacia abajo, con los que se configuran las extremidades. A este convencionalismo formal se le añaden ciertos detalles anatómicos, especialmente las cornamentas, que permiten en ocasiones, y no sin cierta dificultad, discriminar la especie faunística representada. De este modo, contamos con un cérvido que aparece sobre el panel 2 de la Cueva del Castillo, otro posible cérvido en el panel 3, y, finalmente, la figura del panel 4, identificada tradicionalmente con un cáprido o cérvido a causa de su llamativa cornamenta rematada en forma curvada (Rivero, 1972-73: 294-295; García, 1974: 561), si bien la cola larga, claramente definida tras las últimas limpiezas del panel, con su extremo abierto en pequeños trazos radiales a modo de “borla”, parece indicar que nos enfrentamos a un posible bóvido. Excepto el cérvido del panel 2, que, como ya señalábamos anteriormente, parece conformar una escena en correlación con los antropomorfos de este mismo panel, el resto de las figuras aparecen representadas de manera aislada (ciervo negro del panel 3), o bien superpuestas a otros motivos de etapas previas (bóvido del panel 4). Zoomorfos esquemáticos aparecen representados en abrigos de diferentes sectores del Parque (Sector Oriental: abrigo de Hatoqueo, Cueva de Pedro y Cueva Bermeja; Sector Arroyo Barbaón: abrigo del Mirador y Cueva del Sapo; Sector Santa Catalina/Peña Falcón: Cueva del Fraile y abrigo de las Medusas), aunque ninguno de ellos ha podido ser identificado claramente con las especies registradas en el Sector Central (cérvido y bóvido). De hecho, en la Comunidad de Extremadura, para encontrar representaciones similares al cérvido del panel 2 de la Cueva del Castillo, tenemos que desplazarnos hasta la Sierra Grande de Hornachos, donde, en el panel 1 del abrigo V de esta serranía, se documenta una figura muy similar, dispuesta en perfil absoluto, con una excesiva multiplicación de extremidades y una amplia cornamenta con estructura muy próxima a la que presenta la del ciervo del panel 2 de la Cueva del Castillo (Fig. 152).

Fig. 152: Comparativo entre el Ciervo del Panel 2 de la Cueva del Castillo y el Ciervo del Panel 1 del Abrigo V de Sierra Grande de Hornachos (Badajoz).

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Lo mismo sucede con las representaciones de bóvidos, que resultan bastante singulares en el panorama del arte rupestre esquemático ibérico. De hecho, en el ámbito extremeño, únicamente contamos con una representación que claramente se puede identificar como un bóvido en el abrigo Tera localizado en la Sierra de Minerva, en el término municipal de Garlitos (Badajoz). Esta figura forma parte de un panel cuya cronología parece ser bastante avanzada, al compartir espacio con una pictografía humana que porta un escudo circular, y que se dispone en pie sobre un animal (Fig. 153); este detalle resultaría coincidente con el bóvido del panel 4 de la Cueva del Castillo, que se superpone a la serie figurativa documentada en la zona superior del panel donde se localiza este zoomorfo, en cuya diacronía ya señalábamos con anterioridad que se pueden establecer al menos otras dos fases precedentes: una inicial, que puede retrotraerse hasta el período neolítico, una intermedia más avanzada, cuya cronología está marcada por la presencia de ídolos oculados de raigambre calcolítica, y una etapa final, en la que se situaría el bóvido que nos atañe, que cronológicamente podríamos llevar hasta la Edad del Bronce en relación con los motivos antropomorfos de cronología avanzada que comentábamos en apartados precedentes.

Fig. 153: Bóvido del Panel 1 (Izqda.) y figura humana con escudo sobre un animal (Dcha). Abrigo de Tera, término municipal de Garlitos (Badajoz). Imágenes tratadas con Dstrech (LDS-15).

Finalmente, el zoomorfo pintado en negro del panel 3 debe encuadrarse, en nuestra opinión, en la última etapa iconográfica de la Cueva del Castillo en relación con el resto de las figuras grafitadas en negro que conserva esta estación (retículas, trazos sueltos, motivos indeterminados y la inscripción); con esta última técnica se resolvió igualmente la cornamenta de este animal, cuya cronología puede avanzarse hasta la Edad del Hierro.

4.2.3.- Pectiniformes Dentro de los formatos figurativos incluidos en el grupo de los zoomorfos, los pectiniformes constituyen la tipología más numerosa, ya que reúne a la mitad del total de representaciones de fauna documentadas en el Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe. Estos motivos aparecen en los paneles 2 y 6 de la Cueva del Castillo (Fig. 150, 1-3), en el panel 2 de la Cueva del Peine (Fig. 150, 4) y en el panel 3 del Abrigo de la Golondrina (Fig. 150, 5). Todos ellos fueron pintados en rojo, y técnicamente se ejecutaron con diferentes métodos: grafitado (Fig. 150.1), pintado en trazo fino (Fig. 150, 2, 3 y 5) y pintado en trazo grueso (Fig. 150, 4). Debe destacarse el hecho de que el pectiniforme grafitado ocupa la base de la secuencia iconográfica detectada en el panel 2 de la Cueva del Castillo, quedando infrapuesto a varias de las figuras de este panel (ciervo, manchas de color, antropomorfos y varios motivos simbólicos) (Figs. 55 y 57). En relación con las posibles asociaciones figurativas, el pectiniforme del abrigo de la Golondrina se vincula a un motivo tectiforme de forma cuadrangular, una combinación para la que ya hemos expuesto en apartados anteriores un propuesta interpretativa. Por su parte, en la Cueva del Peine, este motivo

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aparece aislado, si bien, en extremo contrario del mismo panel rocoso, pueden observarse tres pequeños trazos. Finalmente, los dos pectiniformes del panel 6 de la Cueva del Castillo aparecen representados por encima de otros dos motivos antropomorfos, muy similares en pigmento y tipo de trazo, y proporcionados en cuanto a su tamaño. No obstante, aunque podemos aceptar la sincronía de estas figuras, no se puede afirmar que entre ellas se establezca una clara asociación compositiva, como sí puede observarse en otros pectiniformes documentados en diversos abrigos del Parque, claramente asociados a motivos antropomorfos que parecen ejercer algún tipo de control o vigilancia sobre los mismos en posibles escenas de pastoreo (panel 7 del Abrigo de las Medusas en el Sector Santa Catalina/Peña Falcón) (Fig. 154).

Fig 154: Motivos pectiniformes asocidos a un Antropomorfo Esquemático. Detalle del Panel 7 del Abrigo de Las Medusas. Sector Santa Catalina/Peña Falcón. Parque Nacional de Monfragüe. Imagen con tratamiento digital Dstrech (LBK-15).

En el área del Parque de Monfragüe contamos con un total de 35 representaciones de pectiniformes repartidos por el Sector Oriental (Cueva del Pedro y Cueva de Rosa) (Collado y García, 2005: 108 y 194), Sector Arroyo Barbaón (Friso de las Barras, abrigos del Rodapié, Brinco, Mirador, Espolón y Cueva del Sapo) y, sobre todo, en el Sector Santa Catalina/Peña Falcón, que agrupa el porcentaje más amplio de esta categoría de motivos (abrigos del Pectisol, Chimenea, Medusas, Cueva del Fraile, La Antena, Teta, Virginia, Enigma y El Quemao).

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Las representaciones de pectiniformes están presentes en todos los grandes conjuntos del arte rupestre esquemático peninsular, por lo que nos parece ocioso establecer paralelos. Sin embargo, los pequeños apéndices semicirculares que presenta sobre el lomo el pequeño pectiniforme del abrigo de la Golondrina resultan bastante peculiares, pudiendo observarse soluciones similares, dentro del ámbito del propio Parque, en un motivo pectiniforme del panel 1 de la Cueva del Sapo (Sector del Arroyo Barbaón), y fuera de este espacio natural, aunque sin abandonar el territorio extremeño, en otro motivo en peine del panel 5 del abrigo Cuevas I de Sierrapino (término municipal de Hornachos, Badajoz) (Collado, 2000: 78) (Fig. 155).

Fig. 155: Pectiniformes con elementos semicirculares sobre el lomo. Cueva del Sapo, Sector Arroyo Barbaón (Izqda.); Cuevas I de Sierrapino (Dcha).

En relación con su cronología, consideramos que se trata de motivos con una larga vigencia a lo largo del ciclo esquemático. El único dato que podemos considerar en este sentido para el Sector Central es el hecho de que los dos pectiniformes del panel 6 de la Cueva del Castillo (Fig. 150, 2-3) comparten las mismas características técnicas y el mismo tipo del pigmento que la pequeña pareja de antropomorfos que aparece representada bajo ellos (Fig. 147, 4), para los cuales habíamos propuesto una etapa avanzada en la secuencia diacrónica que hemos venido trazando, fase en la que también podríamos encuadrar la pareja de pectiniformes citados.

4.3.- OTRAS TIPOLOGÍAS Bajo este epígrafe incluimos toda la serie de figuras simbólicas o ideomorfos que hemos identificado en el Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe, con un total de 55 motivos, de los que 24 son figuras de carácter indeterminado, bien por estar incompletas, bien por no encajar en ninguno de los formatos básicos establecidos en las series convencionales del arte rupestre esquemático (Acosta, 1968). El resto puede distribuirse entre las siguientes categorías: • Tatuajes faciales (ídolos): 1 • Oculados (ídolos): 1 • Tectiformes: 5 • Círculos: 2 • Reticulados: 1 • Ángulos: 14 • Zig-zags: 1 • Ramiformes: 3 • Manchas de pigmento: 2 • Inscripciones: 1 Para su confección se utilizó mayoritariamente el pigmento rojo, aplicado mediante la técnica de la pintura, tanto en trazo grueso como en trazo fino. El negro es minoritario y, cuando aparece – únicamente en el motivo reticulado de panel 1 de la Cueva del Castillo y la inscripción pre-latina del panel 3 de esta misma estación–, lo hace aplicado en seco mediante la técnica del grafitado (Fig. 156).

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Fig. 156: Motivos simbólicos del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe. 1: Castillo sup., p4-8; 2: Murciélagos, p1-1; 3: Peine, p1-5; 4: Casa de Cancho, p2-1; 5: Castillo, p2-5; 6: Castillo, p2-6; 7: Castillo, p1-2; 8: Castillo, p7-6; 9: Murciélagos, p6-; 10: Castillo, p1-4; 11: Castillo centro, p4-8; 12: Castillo centro, p4-9; 13: Rojo, p2-1/3 y 9/12; 14: Casa de Cancho, p1-2/3; 15: Castillo, p2-2; 16: Castillo, p7-7; 17: Castillo, p5-1; 18: Castillo centro, p4-7; 19: Murciélagos, p6-1; 20: Golondrina, p3.-2; 21: Ciervo, p1-2; 22: Ciervo, p1-3.

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4.3.1.- Ídolos En esta tipología hemos incluido dos motivos (Fig. 156, 1 y 2), el primero de ellos localizado en el panel 4 de la Cueva del Castillo, al que ya nos hemos referido anteriormente; en cuanto al segundo, documentado en el panel 1 de la Cueva de los Murciélagos, no podemos considerarlo propiamente como un ídolo oculado, pero lo relacionamos formalmente con esta tipología figurativa al considerar que los seis trazos con que aparece conformado el motivo, a juzgar por sus características y disposición, podrían ser considerados como una suerte de recreación del tatuaje facial tan identificativo de este tipo de motivos oculados tanto en la pintura rupestre como en determinados objetos e ídolos muebles (Acosta, 1967: 21-30; Soria, López y Zorrilla, 2013: 752-753;785-786; López, Soria y Zorrilla, 2009: 761; 820825; Hurtado, 2009). En el área del Parque Nacional de Monfragüe se han localizado otras cuatro representaciones de motivos oculados (Fig. 157), todas ellas documentadas en estaciones de las zonas más occidentales de este espacio natural: dos en el sector del Arroyo Barbaón, y los dos restantes en el Sector Santa Catalina/Peña Falcón. A pesar de su deficiente estado de conservación (dos de ellos –Fig. 157, 2 y 4– se encuentran incompletos), en todos los casos destaca la presencia de arcos superciliares que enmarcan los ojos, resueltos mediante simples puntuaciones (Fig. 157, 2, 3 y 4) o círculos radiados (Fig. 157, 1). El tatuaje facial, conformado mediante trazos lineales bajo los ojos, se observa claramente en la representación del abrigo del Oculado y, con mayor dificultad a causa de su deficiente conservación, en la figura del abrigo del Zig-Zag. En los otros dos ejemplos, al encontrarse incompletos, no podemos determinar si fueron representados o no con dichos tatuajes faciales. Sin embargo, ninguno de ellos se corresponde con la tipología del oculado documentado en el panel 4 de la Cueva del Castillo (Fig. 156, 1), configurado únicamente por medio de una pareja de círculos radiados.

Fig. 157: Motivos oculados en el área del Parque Nacional de Monfragüe. 1: Abrigo del Zig-Zag (Sector Arroyo Barbaón); 2: Abrigo de El Brinco (Sector Arroyo Barbaón); 3: Abrigo del Oculado (Sector Santa Catalina/Peña Falcón); 4: Abrigo de Paqui (Sector Santa Catalina/Peña Falcón).

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En cualquier caso, tanto una como otra tipología presentan claros paralelos pintados a nivel peninsular. Para las primera (con indicación de tatuajes faciales) contamos con un ejemplo aún inédito en la provincia de Badajoz (Cueva de en Medio, en el término municipal de Benquerencia de La Serena) (Fig. 158), y con otros en la comunidad Castilla la Mancha (abrigo del Reboco del Chorrillo –Caballero, 1983: plano 36–; Peñón del Collado del Águila –Caballero, 1983: plano 106–), en la provincia de Cádiz (Cueva de la Paja o del Tesoro –Acosta, 1967: 28, fig. 10–) y, fundamentalmente, en la zona suroriental de la Península (abrigo de los Ídolos –Acosta, 1967: 23, figs. 12 y 13–; Penya Escrita de Tárbena –Hernández, Ferrer y Catalá, 2000: 278-283–; Cueva de los Arcos, Vacas del Retamoso –Soria, López y Zorrilla, 2013: 786, figs. 12 y 13–; abrigo del Espíritu Santo, Arroyo del Hellín, Las Nogueras III, Las Enredaderas –López, Soria y Zorrilla, 2009: 821, figs. 1 a 4–); por su parte, la segunda tipología encuentra paralelos casi exclusivamente en la zona suroriental peninsular, en Las Covachicas (Alonso y Grimal, 1989), Abrigo II del Nacimiento del Río Frío (López, Soria y Zorrilla, 2009: 823, fig. 3) o en la Cueva del Barranco del Migdia (Bolufer y otros, 2013: 49) y, derivando de los “ojos-soles” hacia motivos más complejos, en el abrigo del Arroyo del Hellín, en el del Estrecho de Santonge o en El Gabar (López, Soria y Zorrilla, 2009: 823, figs. 4 a 6). A toda esta serie de paralelos formales pueden añadirse motivos oculados más complejos, como los representados en el Collado del Guijarral, en la Cueva de la Diosa Madre, en el Abrigo I del Nacimiento de Río Frío o en el Abrigo I de la Graja de Jimena, en la provincia de Jaén (Soria, Lopez y Zorrilla, 2013: 752-753), así como un amplísimo elenco de figuras con clara indicación de los ojos representadas sobre diversos soportes 2 , y distribuidas fundamentalmente por el área meridional de la Península Ibérica. Del análisis de las tipologías figurativas que aparecen decorando estos objetos muebles se deduce que, de manera individualizada, los soliformes, ramiformes, series de motivos en ángulo, zig-zags y algunos motivos antropomorfos y zoomorfos se encuentran ya representadas en las decoraciones impresas, cardiales y no cardiales del Neolítico Antiguo y Medio (Carrasco, Navarrete y Pachón, 2006; Martí, 2006), si bien los motivos oculados propiamente dichos no hacen acto de aparición en el repertorio figurativo de estos objetos hasta el Neolítico Medio (vasos de la Sima del Carburero, Cueva de los Murciélagos, Cueva del Muerto o Cueva de los Botijos –Carrasco, Navarrete y Pachón, 2006: 105-109; Gavilán y Vera 1993: figs. 5 y 8–, o la denominada Venus de Gavà –Bosch y Estrada 1994: 157–),

2

Fig 158: Ídolo oculado de la Cueva de El Medio (Benquerencia de la Serena, Badajoz). Imagen tratada con Dstrech (LDS-AC-15)

Así sobre cerámica (Hernández, Ferrer y Catalá, 2000: 44-49; Carrasco, Navarrete y Pachón, 2006), hueso (Hurtado, 2009; Pascual, 2009; Ayala, 1986) o piedra (Hurtado, 2009; Martínez, San Nicolás, García y Ponce, 2006).

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evidenciando que el repertorio figurativo del arte esquemático está ya configurado desde los primeros momentos de la consolidación del horizonte Neolítico en la Península Ibérica, y que se verá enriquecido ampliamente con las aportaciones simbólicas que conlleva el avance del Neolítico y, fundamentalmente, de la etapa calcolítica, con su amplio repertorio de ídolos entre los que destacan, por su reiteración, los oculados presentes sobre falanges, huesos largos o cilindros de material calizo (Pascual, 2009; Hurtado, 2009), sobre cerámicas rituales (Hernández, Ferrer y Catalá, 2000: 44-48 y 52), o sobre placas de piedra (Martínez, San Nicolás, García y Ponce, 2006), ya sea bajo el formato de ídolos-placa (Gonçalves, 2006) o, en menor proporción, con perfiles bitriangulares, cruciformes, planos o bilobulados (Hernández, Ferrer y Catalá, 2000: 54-58); tanto las formas como los diseños inscritos en estas piezas serán representados con cierta frecuencia en diversas estaciones con arte rupestre esquemático de la Península Ibérica, con especial reiteración en las de la zona centro-occidental de la misma. Es en esta fase avanzada cuando entendemos que debió realizarse el motivo oculado del panel 4 de la Cueva del Castillo y, posiblemente, la mayor parte del resto de los motivos de esta tipología registrados en el Parque. Sin embargo, para la figura del abrigo del Zig-Zag (Fig. 157, 1), no podemos descartar una cronología más temprana a tenor de la asociación con motivos característicos de la fase antigua, como los trazos en ángulo y los zig-zags, conformando esquemas asociativos muy similares a los documentados en otros abrigos de la zona levantina, como Penya Escrita (Hernández, Ferrer y Catalá, 2000: 278-283), que también se encuentran presentes en otras estaciones del Sector Central (panel 2 del Abrigo Rojo – Fig. 111–, y panel 1 de la Casa de Cancho –Fig. 133–).

4.3.2.- Círculos En el Sector Central han sido documentados únicamente dos motivos de esta tipología (Fig. 156, 3 y 4): uno de ellos se conserva en el panel 1 del abrigo del Peine (Fig. 37), y el otro en el panel 2 de la Casa de Cancho (Fig. 135); ambos son muy similares en cuanto a tamaño, formato y técnica de ejecución, si bien el primero aparece dispuesto junto a pequeñas barras verticales, en tanto el segundo fue pintado como pictograma aislado, aprovechando y adaptándose al marco que proporcionaba un pequeño cuarteamiento rocoso localizado en el techo del abrigo. En el Parque se han documentado otras 17 figuras de esta tipología, seis en abrigos del Sector Oriental –panel 2 del abrigo de Damián (2); paneles 3 y 6 de la Cueva Bermeja y panel 1 del abrigo del Veranito (2)– (Collado y García, 2005); cinco en estaciones del Sector Santa Catalina/Peña Falcón –panel 2 del abrigo de La Chimenea (1), panel 1 del abrigo de La Garganta II (1), paneles 1 y 2 del abrigo del Boquerón (1 en cada panel) y panel 2 del abrigo de Alvarillo (1) –; y, finalmente, otros seis localizados en enclaves del Sector Arroyo Barbaón –panel 1 del abrigo del Sol (1), paneles 10, 19 y 23 del abrigo del Mirador (1 en cada panel), panel 1 del abrigo del Zig-Zag (1) y panel 1 del abrigo del Espolón (1)–. No todos ellos presentan una morfología similar, pudiendo distinguirse entre círculos simples, tanto en trazo grueso (abrigos del Mirador, Espolón, Damián, Cueva Bermeja, Chimenea, Garganta II y Boquerón), como en fino (abrigos del Zig-Zag y del Veranito), con puntiformes en su interior (abrigos del Boquerón y del Sol), o estructurados internamente, ya sea compartimentados en cuatro partes mediante una cruz interna (abrigo del Mirador) o con un diseño radioconcéntrico más complejo (Cueva Bermeja) (Fig. 159). Las asociaciones figurativas son poco claras y, siempre que se producen, los motivos circulares se vinculan a motivos también simples, principalmente puntos, barras y digitaciones (Fig. 159.1). Se trata de un motivo ampliamente extendido en la iconografía del arte esquemático; sin embargo, donde adquiere un verdadero protagonismo es en su versión grabada al aire libre vinculada a las grandes cuencas fluviales del occidente peninsular (Duero, Tajo y Guadiana) (Varela, 2010; Collado, 2006): en estas áreas los círculos forman parte del elenco icónico más reiterado en sus conjuntos rupestres. La cronología de estas figuras se remontaría a los momentos iniciales del ciclo esquemático, si bien su uso gráfico parece generalizarse en etapas más avanzadas de este estilo artístico, fundamentalmente durante la Edad del Cobre y, posiblemente, hasta la Edad del Bronce en el caso de los formatos más complejos (Collado, 2006: 409-413).

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4.3.3.- Ramiformes Únicamente han sido documentadas tres figuras ramiformes en el Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe (Fig. 156, 7,8 y 9). Una de ellas se localiza en el panel 1 de la Cueva del Castillo (Fig. 156, 7), vinculada a un motivo ancoriforme, e interpretada como una posible cornamenta de cérvido aislada por las características morfológicas que presenta (Collado y García, 2007: 321). También en esta misma estación aparece otro de los ramiformes señalados (Fig. 156, 8), en concreto en el panel 7 (Fig. 78, 6), formando parte de la iconografía de la primera etapa figurativa de este panel, y estando relacionado con motivos antropomorfos de brazos rectos y piernas en ángulo y con agrupaciones de puntos. El tercer ejemplo de esta tipología se conserva incompleto, especialmente dañado en su mitad derecha a causa de una escorrentía de agua que lo ha borrado parcialmente. Se localiza en el panel 6 de la Cueva de los Murciélagos (Fig. 24, 4), integrado en un conjunto iconográfico donde nuevamente vemos aparecer, además de un motivo del tipo barra, un antropomorfo de brazos rectos y piernas en ángulo asociado a un tectiforme, lo que refuerza su posible vinculación con las fases iniciales de la pintura rupestre esquemática del Parque de Monfragüe. En el resto del Parque han sido contabilizadas otras 32 figuras de esta tipología, aunque varias de ellas deben ser consideradas como motivos antropomorfos. Por tanto, descartando los motivos de la categoría anterior, únicamente contabilizamos 15 representaciones, de las cuales 8 son en trazo fino y de pequeño tamaño (una en Fig. 159: Motivos circulares en el Parque Nacional de Monfragüe. 1: Abrigo del Espolón, panel 1; 2: Abrigo del Sol, panel 1; 3: Cueva el panel 1 de Antero, dos en el panel 2 del Bermeja, panel 19. abrigo Bomba Navarro, dos más en el panel 2 del abrigo del Límite y otras tres en el panel 6 de la Cueva del Fraile); de las 7 restantes, tres de ellas (las documentadas en los paneles 4 y 14 del abrigo de El Espolón y en el panel 17 del Friso de las Barras, todas ellas en el Sector del Arroyo Barbaón) muestran una tipología muy concreta, con tan sólo dos barras transversales paralelas a lo largo del eje central que las aleja morfológicamente de los tipos representados en el Sector Central. Ello nos conduce a que los mejores paralelos existentes dentro del Parque para los ramiformes en trazo grueso del Sector Central queden reducidos únicamente a 4 grafemas localizados en el panel 2 del abrigo Cuernitos (Sector Oriental) (Collado y García, 2005: 159), en los paneles 3 y 4 del abrigo de La Antena y en el panel 4 del Abrigo del Amanecer, estos últimos en el Sector Santa Catalina/Peña Falcón. Estas figuras pueden aparecer aisladas o compartiendo espacio gráfico con motivos como barras o digitaciones (Fig. 160) y, en nuestra opinión, no parecen responder3, desde un punto de vista interpretativo, ni a representaciones antropomorfas ni a motivos de carácter vegetal, en oposición a las dos identificaciones clásicas que tradicionalmente se habían propuesto para esta tipología (Acosta, 1968: 124-132).

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Nos referimos exclusivamente a esta última serie de motivos ramiformes en trazo grueso.

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Dejando al margen la controvertida interpretación de estos motivos, se trata de un modelo iconográfico que aparece de manera reiterada en todos los grandes conjuntos del arte rupestre peninsular (Hernández, Ferrer y Catalá, 2000; Martínez y Mellado, 2012; Alonso y Grimal, 1996; Barroso y Medina, 1982; Beltrán, 2005; Caballero, 1983; Collado y García, 2005; García, 1990a; Gómez, 1982; Grande, 2009; León, 1988; López, Soria y Zorrilla, 2009, Mas, 2000; Utrilla, 2013; Soria, López y Zorrilla, 2013; Sauceda, 2001; Ortiz, 1997; Mateo, 1999; 2003; 2005; Martínez, 2000b), respondiendo a un amplio margen cronológico que arranca en los momentos iniciales del Neolítico Antiguo y se mantiene durante las fases más avanzadas del ciclo esquemático, a lo largo del Neolítico Final y las Edades del Cobre y del Bronce (Mateo, 2003: 177-181); sin embargo, para el caso de los motivos ramiformes de trazo grueso estudiados en el Sector Central, ya concretamos con anterioridad, en función de su posición estratigráfica y su relación con antropomorfos de tipología antigua en la Cueva del

Fig. 160: Motivos ramiformes en el Parque Nacional ee Monfragüe. 1: Abrigo de la Antena, panel 3; 2: Abrigo del Amanecer, panel 4; 3: Abrigo de la Antena, panel 4.

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

Castillo, su enmarque en las etapas iniciales del arte rupestre del Parque de Monfragüe, datación que consideramos que puede hacerse igualmente extensible a las figuras ramiformes de formato similar que hemos relacionado formalmente con los ejemplares del Sector Central (Fig. 160).

4.3.4.-Ángulos y zig-zags Los motivos incluidos en esta categoría pueden clasificarse en dos grupos en función de su técnica de ejecución. Por una parte, nos encontramos con los motivos angulares y el zig-zag de trazo grueso (Fig. 56, 11, 12 y 17) documentados en la Cueva del Castillo –los ángulos se localizan en el panel 4 y el zigzag en el panel 5–; por otro, contamos con las series de motivos angulares en trazo fino que se conservan en el panel 2 del abrigo Rojo (Fig. 156, 13) o en el panel 1 de la Casa de Cancho (Fig. 156, 14). Las figuras en ángulo o trazos acodados, al igual que los zig-zags, aparecen con cierta frecuencia en todos los sectores del Parque Nacional de Monfragüe. En concreto, ángulos en trazo grueso han sido documentados en el Sector Arroyo Barbaón en los abrigos del Brinco –panel 12–, el Mirador –panel 3– y el Espolón –paneles 9, 21 y 27–; en cuanto al Sector Santa Catalina/Peña Falcón, los encontramos en los abrigos de las Medusas –panel 3–, de Pi –panel 3– y de La Chimenea –panel 1–; y, finalmente, en el Sector Oriental, hacen acto de presencia en los abrigos de la Buitrera –panel 1– (Collado y García, 2005: 209) y del Paso –panel 1– (Collado y García, 2005: 170). Por su parte, series de ángulos en trazo fino similares a las documentadas en el abrigo Rojo o en la Casa de Cancho se conservan en el panel 2 del abrigo del Límite, en el sector Santa Catalina/Peña Falcón. En cuanto a los motivos en zig-zag ejecutados en pigmento rojo con trazo grueso, los podemos observar en el panel 25 del Friso de las Barras, en los paneles 9 y 26 del abrigo del Espolón y en los paneles 1 y 2 del abrigo de Paqui (los dos primeros en el Sector del Arroyo Barbaón, y el tercero en el Sector Santa Catalina/Peña Falcón. Por último, motivos de esta misma tipología, pero ejecutados en trazo fino, se registran en el Sector del Arroyo Barbaón, sobre el panel 25 del Friso de las Barras, superpuesto a un trazo vertical, o acompañando al motivo oculado del único panel del abrigo del ZigZag; también en el sector Santa Catalina/Peña Falcón, en el conjunto del abrigo del Límite, lo encontramos configurando dos series superpuestas. Ya argumentábamos, en el apartado dedicado a las representaciones antropomorfas, que los motivos en ángulo y en zig-zag se integran en los repertorios iconográficos vinculados a las fases iniciales del arte rupestre esquemático, a los que igualmente pertenecen los motivos antropomorfos con brazos y piernas quebrados o en zig-zag (con ejemplos en el panel 4 de la Cueva del Castillo, en el 21 del Espolón o en el único panel del abrigo de la Buitrera), o los esquemas en “Y” simple (panel 1 del abrigo de la Chimenea). La propuesta de cronología temprana para estos grafemas también vendría avalada por el análisis de la estratigrafía figurativa, tanto el panel del abrigo del Espolón como en el del abrigo de las Medusas: en ambos casos podemos observar la infraposición de motivos en ángulo a esquemas humanos de tipo ancoriforme. Sin embargo, no es descartable su vigencia en etapas posteriores, lo que explicaría que en algunos paneles hayan sido detectadas superposiciones donde los ángulos aparecen sobre otros motivos, como puede comprobarse en la agrupación inferior de figuras del panel 4 de la Cueva del Castillo (Fig. 66), o en el panel 25 del Friso de las Barras, donde un pequeño zig-zag en trazo fino se superpone a una serie de barras verticales realizadas en trazo grueso (Fig. 161). La presencia de estas figuras es notable en las estaciones con arte rupestre esquemático de la comunidad extremeña, con ejemplos muy significativos en los conjuntos cacereños de Las Villuercas – abrigo del Citolar– (García, 1990a: 177), o Los Barruecos –abrigo P1– (Sauceda, 2001: 157), o en los pacenses de la Cornisa de la Calderita –abrigo 1– (Ortiz, 1997: 203-204), sierra de La Grajera –abrigo 27– (Ortiz, 1997: 175), Arroyo de San Serván –abrigos 12 y 24– (Ortiz, 1997: 118, 158), sierra del Bullicio –abrigo del Otero– (Collado y García, 2013: 294) y Hornachos –abrigo 1 de Sierra Grande

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(Breuil, 1933: plano XXIV) o abrigo 2 de la Sillá (Breuil, 1933: plano XXIX)–; por extensión, la tipología resulta igualmente frecuente en todos los grandes conjuntos del arte esquemático peninsular4.

Fig. 161: Zig-zag superpuesto a un trazo vertical. Panel 25 del Friso de Las Barras. Sector Arroyo Barbaón. Imagen forzada con Dstretch (LDS-15). 4

Citando ejemplos publicados recientemente: en Aragón, el abrigo V del Balcón de Forniellos, así como la Terraza de Forniellos (Bea, Royo y Gisbert, 2013); en Castellón, el Abric del Castell de Vilafames (Guillem y Martínez, 2013); en Granada, los Tajos de Lillo (Martínez, 2013); en Salamanca, la Majada del Tío Tasio (Grande, 2009: 40); o, en Jaén, la Cueva de la Cima del Vitar, el abrigo III del Poyo de la Mesa, el abrigo II del Castillo de Albanchez, el abrigo I de la Serrezuela de Pegalajar, el abrigo I de la Cueva del Plato, el abrigo II de la Cueva de la Higuera, la Peña Salada o el abrigo VII del Cerro de la LLana (Soria, López y Zorrilla, 2013).

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4.3.5.- Tectiformes y retículas Motivos con morfología de estructuras o tectiformes se conservan en cuatro abrigos del Sector Central (Fig. 156, 18 a 22). El primero de ellos es posiblemente el más llamativo de la serie (Fig. 156, 18), pues configura un motivo con una base plana y una especie de “cubierta” apuntada que acoge en su interior a una figura antropomorfa (Fig. 143, 25). Localizado en la zona central del panel 4 de la Cueva del Castillo, hemos interpretado este pictograma, en sintonía con lo ya apuntado por Beltrán Lloris (1973: 66-67), como la representación de una posible cabaña, identificación que también Pilar Acosta propuso para una notable serie de estructuras catalogadas en su recopilación sobre el arte esquemático peninsular (Acosta, 1968: 96). A estos ejemplos hemos querido sumar un paralelo realmente afín formalmente, recogido en el grupo 3 del conjunto V del abrigo giennense de Los Guindos (López, Soria y Zorrilla, 2009: 580-581), similar a la representación extremeña en cuanto a la forma de la estructura apuntada que enmarca la figura antropomorfa. Otro de los tectiformes estudiados (Fig. 156, 19), ha sido localizado en el panel 6 de la Cueva de los Murciélagos. Fue diseñado como una estructura rectangular alargada, compartimentada mediante trazos verticales en paralelo, configuración que nos remite a las cajas que presentan algunas representaciones de carros documentadas en abrigos y rocas al aire libre de la provincia de Badajoz (Breuil, 1933: plano XVIII; Collado, 2000; Collado, 2015), si bien la ausencia de ruedas en el motivo de Monfragüe, y su clara asociación con un antropomorfo de brazos rectos y piernas en ángulo de formato antiguo, nos lleva a descartar una cronología avanzada para esta figura. Son escasas las estructuras compartimentadas localizadas en los restantes sectores del Parque. De hecho, tan solo podemos señalar con claridad una figura localizable en el panel 23 del abrigo del Mirador, que también presenta una compartimentación interna a base del entrecruzamiento perpendicular de trazos, y que comparte espacio gráfico con ángulos, digitaciones, otro tectiforme cuadrangular, un antropomorfo acéfalo de brazos y piernas rectas, y algunas otras figuras de tipología indeterminada, además de restos indefinidos de pigmento (Fig. 162).

Fig. 162: Panel 3 del Abrigo del Mirador. Sector Arroyo Barbaón. Parque Nacional de Monfragüe. Imagen con tratamiento Dstretch (LRE-AC-15).

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Estructuras rectangulares o cuadradas (Fig. 156, 20 a 22) aparecen en otros dos abrigos del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe. La primera se localiza en el panel 3 del abrigo de la Golondrina, asociada a un pectiniforme e interpretada como un posible recinto para guardar el ganado (Fig. 98), esquema asociativo que también puede observarse en el conjunto D de la estación cacereña de la Cueva Chiquita, en la comarca de Las Villuercas (García, 1990a: 150). Los dos ejemplos restantes integran el discurso gráfico representado en el panel 1 del abrigo del Ciervo (Fig. 126), donde aparecen ambos rectángulos asociados a barras verticales, así como a una figura muy similar en su perfil rectangular, pero que no fue cerrada por su extremo corto inferior, conformando así un motivo en “Pi” griega, que también ha sido documentado en el panel 19 del Friso de las Barras del Sector del Arroyo Barbaón, vinculado claramente a series de barras paralelas en vertical. Este tipo de motivos rectangulares también aparece en contextos esquemáticos de la provincia de Badajoz, de manera individualizada en el abrigo 7 de Arroyo de San Serván, en el número 22 de la sierra de La Moneda (Ortiz, 1997: 76 y 153), en el abrigo principal de la Atalaya de Alange (Breuil, 1933: plano XXXV) y en el segundo abrigo de la Cornisa de la Calderita en La Zarza (Ortiz, 1997: 211); a estos ejemplos se deben unir los vinculados a motivos antropomorfos en el segundo abrigo del Puerto de la Oliva (Breuil, 1933: plano XXXIII), o en los abrigos 7 y 9 de Arroyo de San Serván (Ortiz, 1997: 76 y 112). Por último, para cerrar este apartado tipológico, señalaremos la figura reticulada grafitada en negro documentada en la parte superior derecha del panel 1 de la Cueva del Castillo (Fig. 156, 10). Esta estructura comparte color y técnica con la inscripción tartésica del panel 3 (Beltrán, 1973: 78-79), con la que parece existir una relación directa, formando parte ambas grafías del imaginario encuadrable en la última fase iconográfica de la Cueva del Castillo, enmarcada cronológicamente a lo largo de la primera Edad del Hierro (Collado y García, 2007: 325). Los paralelos figurativos del reticulado son muy numerosos, ya que este tipo de pictografía aparece de forma generalizada en un amplio territorio que se extiende desde Teruel (grabados del abrigo de la Coquinera de Obón) (Perales y Picazo, 1998) (Fig. 163), hasta tierras extremeñas, donde puede aparecer representado con diferentes técnicas: usando la pintura, como es el caso de nuestra figura de la Cueva del Castillo de Monfragüe (Beltrán, 1973), o el grabado, ya sea con trazo filiforme o con un surco más grueso, tanto en objetos muebles, como la estela de guerrero de Cabeza del Buey (Collado, 2006: 488), como en soportes fijos, principalmente losas subhorizontales de pizarra; dentro de este último grupo de representaciones grabadas al aire libre, contamos con abundantes ejemplos, una gran parte de ellos aún inéditos, que se distribuyen por la práctica totalidad del ámbito geográfico regional: el conjunto pacense del Molino Manzánez (Collado, 2006: 463) o los cacereños de La Rueda o del Puerto del Gamo, en las Hurdes (Sevillano, 1991: 58; 81-83); los Campos de Agua, en Alcántara (Montano e Iglesias, 1988); Vaciancha, en Cañamero; Valdehonduras, en Santa Marta de Magasca; o, finalmente, las diferentes estaciones localizadas recientemente en los términos municipales de La Morera, Campanario, Puebla de Alcocer, Higuera la Real o en la margen portuguesa del río Guadiana (Martínho, 2002: 163).

Fig. 163: Calco de los grabados del Abrigo de La Coquinera (Obón, Teruel). Según Royo y Gómez, 2002.

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Ampliando el ámbito geográfico de estaciones con presencia de reticulados de la Edad del Hierro, y sin abandonar la zona occidental de la Península Ibérica, debemos hacer hincapié en los conjuntos portugueses del valle del Côa (Martinho, 2001: 29), del valle de Vermelhosa (Simões y otros, 2000: 407), o las estaciones grabadas de Pedra Escrita de Ridevides, Pedra Escrita da Tapada, Pedra Escrita da Poço da Moura (Alfandega da Fe), Molelinhos (Tondela), Pedra Letreira (Góis), Lage da Fechadura (Serta), Pedra das Letras (Proença a Nova), Abrigo das Fragas do Diablo (Mogadouro) o Fraga dos Fusos (Bragança) (Batata, Coimbra y Gaspar, 2004: 27).

4.3.6.- Motivos indeterminados Se agrupan en este apartado dos pequeñas figuras en trazo fino del panel 2 de la Cueva del Castillo (Fig. 156, 5 y 6), y las manchas de pigmento rojo oscuro de este mismo panel (Fig. 156, 15), a las que debe sumarse la conservada en el panel 7 de la misma cavidad (Fig. 156, 16). Las dos figuras en trazo fino fueron interpretadas por Beltrán Lloris (1973: 75), respectivamente, como un ramiforme (Fig. 156, 5) y como la posible representación de un arma (Fig. 156, 6), lecturas que no compartimos en ningún caso. No obstante, queremos apuntar el hecho de que ambos pictogramas, aunque muestran un grosor de trazo similar, debieron realizarse en momentos diferentes, pues el motivo interpretado por Beltrán como un arma, además de haber sido realizado con un pigmento notablemente más denso y oscuro que la otra figura, se superpone claramente sobre ella (Fig. 57). Con relación a las manchas de pigmento, tan solo queremos señalar que la representada en el panel 7 (Fig. 156, 16) ocupa, desde un punto de vista estratigráfico, una posición intermedia, superponiéndose a puntos y a uno de los antropomorfos de brazos rectos de la fase antigua, y quedando al mismo tiempo infrapuesta a la pareja de grandes antropomorfos que ocupan el eje central en un momento avanzado de la composición del panel.

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CARACTERISTICAS DE LOS PIGMENTOS DEL ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO EN EL PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE. Hugo Gomes, Pierluigi Rosina, Hipolito Collado Giraldo, José Julio García Arranz

La inusual densidad de las rocas pintadas en el ámbito del Parque, y el buen estado de conservación de muchas de sus pinturas, factores unidos a la singularidad temática y, sobre todo, a las evidentes relaciones existentes entre los patrones de distribución espacial y las características del entorno natural y geomorfológico que contextualiza a estas manifestaciones plásticas, han permitido plantear interpretaciones para el arte rupestre de este espacio natural vinculadas a la arqueología del paisaje, considerando en este sentido el valor de las manifestaciones prehistóricas en el marco de los procesos de apropiación y control simbólicos de los territorios (Collado Giraldo y García Arranz, 2001; 2005: 11-50; 2007: 346-349). A estas aportaciones hay que añadir, en fechas más recientes, el desarrollo de nuevas vías de aproximación al conocimiento de los diversos aspectos que convergen en el fenómeno del arte rupestre postpaleolítico occidental, y con este fin se ha puesto en marcha un programa de caracterización de los pigmentos con los que fueron realizadas aquellas pictografías. Se trata de una labor sistemática a medio plazo, que excede el ámbito territorial del Parque Nacional, pero cuyos primeros ensayos tuvieron lugar precisamente en el contexto de Monfragüe, y más concretamente en la Cueva del Castillo (Torrejón el Rubio), con ocasión de los trabajos que se llevaron a cabo para la adecuación a la visita pública de esta notable estación (Collado Giraldo y García Arranz, 2007: 318-320). Ya en estas actuaciones se evidenció esencial la colaboración de un equipo multidisciplinar de especialistas, en cuya labor resultaron de especial interés, precisamente, los análisis de pigmentos llevados a cabo por los miembros del Grupo de Investigación “Quaternário e Pré-História”. La continuidad de esta colaboración es la que ha permitido que, en 2011, se desarrollaran diversos trabajos arqueológicos centrados en el conjunto de arte rupestre localizado en el sector del Arroyo Barbaón, también perteneciente al ámbito geográfico del Parque de Monfragüe. La pintura es, con diferencia, la técnica más utilizada en las estaciones rupestres del Parque Nacional a la hora de realizar las representaciones. El grabado, en sus variantes incisa y piqueteada, también se halla presente, aunque minoritariamente, en el conjunto figurativo del Parque. Centrándonos en la pintura debemos señalar que, dentro del carácter esencialmente lineal de los motivos propios del ciclo esquemático, el grosor de los trazos con que fueron ejecutados los pictogramas resulta muy variado, oscilando entre un máximo que puede alcanzar los dos centímetros de ancho, y las delgadas y precisas líneas “filiformes” de escasamente un milímetro, si bien el término medio habitual se sitúa en torno al centímetro de anchura, lo que parece responder al empleo del dedo impregnado en pigmento como instrumento pictórico más recurrente. Resulta frecuente apreciar la utilización de diferentes tipos de trazo sobre un mismo motivo, empleándose el fino para incidir en determinados detalles, habitualmente de carácter etnográfico o de prestigio (tocados, objetos, adornos, etc.), que complementan a la figura principal, por regla general dibujada en línea gruesa. Mucho menos frecuente, aunque no falta algún ejemplo, es la aplicación de tintas planas como relleno interior de parte de determinados motivos, especialmente los de tipo zoomorfo seminaturalista. Finalmente nos parece reseñable, por su singularidad en el conjunto de arte rupestre de Monfragüe, la aplicación del puntillado como sistema representacional a la hora de proporcionar “corporeidad” o “volumetría” a algunos grafemas. Esta técnica, consistente en elaborar ciertas figuras por medio de la acumulación premeditada de series o agrupaciones de puntos de tamaño similar. En lo relativo a los sistemas o instrumentos de aplicación de la pintura, el arte rupestre de Monfragüe no difiere de cualquier otro grupo esquemático peninsular. Ya hemos dicho que la aplicación del pigmento con el dedo sería lo más habitual y, de hecho, en el abrigo del Cajón (Sierra de Santa Catalina, Serradilla), se ha podido documentar en el arranque de un trazo horizontal la huella dactilar del autor.

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No obstante, no se debe obviar que en la ejecución de los trazos de menor grosor se debieron utilizar elementos auxiliares como plumas, palitos de punta aguzada o incluso pinceles de fibra vegetal o pelo animal. Cabe mencionar en este apartado lo que parece ser una especie de “prueba de pintura” sobre la roca en el abrigo de Paqui (Sierra de Santa Catalina, Serradilla), una mancha de contorno irregular en color rojo, en cuyo interior se han conservado, trazadas en diversas direcciones, evidentes improntas del paso de un pincel. En relación con los pigmentos utilizados, cuestión sobre la que volveremos a incidir con mayor detalle en el apartado dedicado a las analíticas, el rojo es claramente predominante, aunque también se constata, de forma muy limitada, el uso del blanco y el negro. De forma general estos tonos se aplican de manera independiente en cada motivo individualizado, generando figuras monocromáticas. Sin embargo, en el abrigo del Espolón (arroyo Barbaón, Serradilla) ha sido documentada una serie de combinaciones cromáticas que resulta extraordinariamente singular, no sólo en el conjunto del Parque, sino en el panorama general de la pintura rupestre esquemática extremeña. Además de abundantes digitaciones de color blanco superpuestas a otras rojizas, se observa una serie de largos y gruesos trazos, también blancos, verticales y paralelos entre sí, festoneados en todo su recorrido mediante abundantes motivos rojos de trazo fino, rectos o curvados; estos últimos fueron realizados con el propósito de producir la sensación óptica de que el fino trazo en rojo se superpone e infrapone consecutivamente al trazo vertical en blanco, y viceversa. En este mismo abrigo también hay que destacar por su bicromía una singular figura, a modo de doble ancoriforme, realizada en color rojo y ribeteada en todo su contorno por pequeños trazos negros radiales, así como algunas figuras rojas igualmente contorneadas por pequeñas puntuaciones en pigmento blanco. El Arroyo Barbaón, ya lo hemos indicado anteriormente, es uno de los afluentes tributarios del Tajo por su margen derecha durante su recorrido por el territorio de Monfragüe. Conforma de este modo un tramo singular desde un punto de vista orográfico, de notable atractivo paisajístico, donde ha sido descubierto uno de los conjuntos de arte rupestre más importantes y significativos de Monfragüe, constituido por 29 abrigos con pintura rupestre esquemática. Nel denominado Friso del Terror, que alberga las pinturas sobre las que se han aplicado los estudios analíticos que presentamos en el siguiente apartado. Se trata de una peculiar estación de unos 30 m de longitud que se articula como una sucesión longitudinal o “en friso” de más de medio centenar de paneles con manifestaciones rupestres, apenas protegidos por viseras pétreas poco salientes o totalmente expuestos al aire libre. Estas superficies decoradas se encuentran precedidas por una estrecha repisa, colgada a más de 10 m. de altura sobre el cauce del arroyo, en la zona media de un gran farallón rocoso prácticamente vertical, plataforma a la que actualmente resulta muy difícil acceder si no es con la ayuda de material de escalada. En estos conjuntos se disponen, de una manera casi monográfica, como sucede en el Friso del Terror, numerosas y prolongadas alineaciones de barras o puntiformes, en cuya confección se emplea exclusivamente el trazo grueso de color rojo [Fig. 1], y a las que se incorpora de manera muy ocasional un reducido número de antropomorfos, algún zig-zag, un par de zoomorfos de pequeño tamaño y un ídolo oculado. Dentro de las posibilidades que la Arqueometría nos ofrece en cuanto a sus aplicaciones al estudio del arte rupestre –entre las que pueden englobarse distintas técnicas de análisis (Raman, XRF, FTIR, etc.), con distintas aproximaciones metodológicas (destructivas vs. no destructivas, in situ vs. laboratorio)–, es sin duda la caracterización de los pigmentos con los que se elaboraron las pinturas la que viene suscitando mayor interés dentro de la investigación especializada. El objetivo fundamental de esta disciplina es, en síntesis, recrear el proceso de adquisición y preparación de los pigmentos, así como reconocer los procesos del deterioro biológico, todo ello en estrecha conexión con los problemas de conservación del arte rupestre. La composición mineral, los materiales de procedencia natural, los aglutinantes orgánicos y los procesos de manufactura de los colorantes constituyen el punto de interés prioritario de la caracterización de pigmentos. Entre todos estos componentes suelen ser los aglutinantes, preferentemente orgánicos, los más difíciles de detectar a causa de su gran diversidad y del comprensible proceso de degradación experimentado a lo largo de miles de años, por lo que, en caso de preservarse, se encuentran a niveles de simples trazas, lo que dificulta de manera considerable su apreciación (Cristini y otros, 2010; Hernanz y otros, 2007; Prisloo y otros, 2008; Smith y Clark, 2004).

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El estudio de los pigmentos es una de las áreas más activas de la investigación en el análisis del arte. Considerando que varios estudios han sido publicados en el análisis de pigmentos, la técnica se extendió a otros tipos de artefactos, como objetos y pinturas y paneles de petroglifos. Recientes investigaciones de pigmentos han sido hasta ahora llevado a cabo utilizando técnicas elementales (por ejemplo, SEM-EDX o mFRX) y la aplicación de la espectroscopia Raman en combinación con la difracción de rayos X, permite estudiar las transformaciones, las posibles relaciones entre las “recetas pigmentos “, las técnicas de aplicación en relación directa con los diferentes tonos. El uso de la espectroscopia Raman usando láseres diferentes, dependiendo de su área de aplicación, los resultados van más allá de la identificación de pigmentos y tratan de encontrar relaciones entre el uso específico de los pigmentos más de un período, la región o la cultura, la información acerca de la cronología producción, ingresos o aplicada puede ayudar a decidir sobre acciones futuras para preservar o restaurar. Estas técnicas de análisis se utilizan a menudo para examinar las complejas reacciones químicas que se producen en el tiempo y por lo tanto determinar los procesos de degradación y pueden seguir adelante con las medidas de mitigación y seguimiento del estado de conservación de este patrimonio. Tal investigación por lo general tiene que ser llevado a cabo con especial cuidado, ya que estos artículos son extremadamente vulnerables. Los recientes métodos tecnológicos de análisis arqueométrica posiblemente acontecimientos han despertado el mayor interés en su aplicación a los estudios de pigmentos en el arte rupestre. El propósito principal de la aplicación de estas técnicas es, en definitiva, para recrear el proceso de adquisición y preparación de pigmentos y también reconocer los procesos de deterioro de los materiales, todo ello en estrecha relación con los problemas de la conservación del arte rupestre. La composición mineral de los materiales de origen natural, aglutinantes orgánicos, y procesos de fabricación son las principales preocupaciones de la caracterización de pigmentos. Entre todos estos componentes son los aglutinantes de origen orgánico, el más difícil de detectar. La descripción y la comprensión de la producción de pinturas rupestres prehistóricas han tenido un importante desarrollo en las últimas décadas, debido principalmente a la promoción y mejora de equipos de análisis arqueométrica y su aplicación cada vez mayor (Clottes, Menú y Walter, 1990; Hernanz et al, 2006 ; 2008, 2010, 2012; Gomes te al 2013, entre otros). La elección del método de análisis apropiado para la caracterización de muestras de paneles de arte rupestre, que debe hacerse con prudencia teniendo en cuenta algunos de los siguientes factores: El tipo de información que se obtenga; la cantidad de muestra disponible; la exactitud y precisión del método analítico; interferencias analíticas y su control; dificultades con la posible contaminación; el tiempo necesario para analizar cada muestra; el costo de los análisis de las muestras, etc. Las preocupaciones de las razones de preservación y éticas se aplican siguiendo algunas pautas simples, tales como: intervención mínima, uso de materiales y métodos apropiados para reducir los posibles problemas en el futuro y la documentación completa de todo el trabajo realizado. El trabajo se guía por las normas éticas (AIC, 2012) siguiendo los procedimientos habituales. Las muestras se seleccionan y su ubicación en la pintura de la intención de ser lo más discreto posible. El muestreo se registró fotográficamente por completo. Para proteger la integridad de los pictogramas, la tinta se raspa de las grietas de la roca o capas más gruesas. El pigmento se recoge en orden de microgramos, por tanto, no causar ningún daño visible en las pinturas. Estudios analíticos sobre los pigmentos de ocre y el arte rupestre se han intensificado en las últimas dos décadas con la aplicación de diversas técnicas y cómo cada método tiene un campo más o menos específica de aplicación por lo que su uso es el más apropiado, es esencial para se crea el conocimiento de los fenómenos físicos de los presentes principios, ventajas, y, en particular, las limitaciones más significativas de cada uno de ellos, por lo que las condiciones necesarias para su aplicación. La aplicación de diferentes métodos de análisis arqueométrica en estudios relacionados con los pigmentos y materias primas en el arte rupestre prehistórico, se informó en varias publicaciones.

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Espectroscopia Raman es una técnica que puede proporcionar alta resolución, en segundos, información química y estructural de cualquier material, compuesto orgánico o inorgánico permitiendo así su rápida identificación y permite el estudio de áreas de 1 mm de diámetro. Esta técnica se aplica directamente a la muestra en cuestión, no hay necesidad de hacer una preparación especial en el material, incluso estas dimensiones muy pequeñas (micras) puede ser examinado. Se ha hablado mucho últimamente sobre las aplicaciones de la espectroscopia Raman en diversos campos del conocimiento, incluyendo lo que permite la diferenciación de los polimorfos, es decir, sustancias que tienen diferentes estructuras y por lo tanto diferentes propiedades, a pesar de que tienen la misma fórmula química pero diferente estructuras cristalinas. Cada especie química es vinculante un pigmento, tinte, sustrato, proporciona un espectro que es como su huella digital, lo que permite su identificación inequívoca, o, por ejemplo, la detección de los cambios químicos resultantes de su interacción con otras sustancias o ambiental. Entre las metodologías más frecuentemente utilizados para el análisis de la composición química de los materiales, no es la dispersión de energía de fluorescencia de rayos X (EDXRF) siendo una técnica no destructiva y multi-elemento, es ampliamente utilizado y reportado en algunos trabajo (Clark y Curri 1998; POMIES et al 1999; Mazzocchin et al 2003; y Boulc’h Hornebeq 2009). El hecho de contar con una placa de cuarcita localizada en el abrigo del Friso del Terror, desprendida de forma natural de su panel original, y que conservaba restos de pinturas rupestres (representación parcial de dos barras) [Fig.1], nos ha proporcionado la posibilidad de aplicar con comodidad diferentes técnicas de análisis arqueométrico, que se llevaron a cabo en colaboración con el Departamento de Física y Ciencias de la Tierra de la Universidad de Ferrara, en Italia, con el fin de obtener la caracterización de los paneles de arte rupestre de la mencionada estación (pigmentos, óxidos naturales, concreciones y sustratos), mediante análisis en los que metodológicamente se ha utilizado la espectroscopia Raman, la microfluorescencia-x y la micro-estratigrafía. En el panel de donde procede el fragmento decorado desprendido que ha sido analizado, las pictografías fueron realizadas con ocre rojo, como igualmente se constata en el resto del aparato gráfico documentado en el Friso del Terror. Aunque constituye el término común para designar la trituración del pigmento mineral para su uso en la creación artística desde los tiempos prehistóricos, el vocablo “ocre” (literalmente “amarillo” en griego) hace referencia, al mismo tiempo, a un compuesto de carácter genérico (mineral terroso consistente en hidra u óxido de hierro, que frecuentemente se presenta mezclado con arcilla, adquiriendo una tonalidad roja, amarilla o anaranjada en función de la proporción de las distintas fases minerales de óxidos de hierro que llegue a contener). El ocre de color más amarillo es rico básicamente en óxido de hierro hidratado; de entre las diferentes fases minerales de óxido de hierro hidratadas, la goethita suele ser la más abundante por ser la más estable desde un punto de vista termodinámico. Si presenta color rojizo, la fase mineral más abundante sería el hematite, el óxido de hierro deshidratado. De hecho, la composición del ocre resulta variable incluso si la combinación esencial está formada por arcilla y óxido, existiendo, en función de su proporción, la posibilidad de formar sustancias diferentes (Hradil y otros, 2003). Por otra parte, dada la presencia de abundantes contextos geológicos ricos en depósitos de materiales metalíferos en las proximidades de la estación rupestre analizada en el Arroyo Barbaón, la procedencia local de los pigmentos debería ser considerada como Fig. 164: Muestra recogida en el Panel con Arte Rupestre del Friso del Terror (Arroyo Barbaón, Parque Nacional de Monfragüe). la más probable.

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El estudio realizado está basado en el análisis de diversos elementos implicados en la elaboración, ejecución y conservación del arte rupestre. De este modo fueron recogidas para su caracterización muestras de diferente tipo: del pigmento con el que fueron realizadas las figuras, del sustrato rocoso sobre el que fueron pintadas, de las concreciones detectadas superpuestas a los motivos pintados y de óxidos naturales procedentes del entorno del abrigo. • Pigmento: se obtuvo de los motivos realizados sobre una placa desprendida de forma natural (≈ 11 cm de anchura máxima y 4,5 cm de longitud) en buen estado de conservación (muestra de pigmento analizada directamente sobre el soporte natural). • Sustrato: constituye el soporte rocoso sobre el que fueron efectuadas las pinturas y las muestras analizadas también se obtuvieron del fragmento desprendido objeto de estudio. • Concreciones: hacen referencia a las concreciones de materiales diversos que cubren en diversas zonas las pinturas en los paneles rocosos decorados, la mayor parte de las ocasiones asociados con nidos de aves. • Óxidos naturales: se recogieron diversas muestras del entorno con el propósito de determinar a través de su análisis la posible procedencia de las materias primas empleadas en la elaboración del pigmento. Metodológicamente, como ya se ha apuntado, los análisis realizados para el presente estudio incluyeron la espectroscopia Raman, la microfluorescencia-x y la micro-estratigrafía. • Espectroscopia Raman: las muestras fueron analizadas con un Jobin Yvon Raman Explorer Spectramax, HeNe láser, número de onda de 632.83 nm. Los espectros de las muestras se obtuvieron usando un Microscopio BXFM Olympus acoplado con un espectrómetro LabRAM HR800 (Horiba Jobin Yvon, Francia), provisto de un detector CCD refrigerado por aire (1024 x 256 píxeles), puesta a -70º C. El espectrómetro tenía una longitud focal de 80 mm, y estaba equipado con sendas rejillas de 600 y 1800 surcos / mm. Se registraron espectros Raman utilizando un He-Ne láser como fuente de excitación, con longitud de onda de 632,81 nm. El diámetro del láser era de aproximadamente 1 mm, y la resolución del espectrómetro de aproximadamente 4 cm -1 . La potencia del láser se mantuvo constante, entre 0,2 y 4 mW, y el tiempo de exposición varió entre 5 y 10 s con 10 acumulaciones. El espectrómetro se calibró con silicio a 520 cm- 1. La eliminación de picos de los rayos cósmicos y la corrección de la línea de base (para la sustracción del fondo de fluorescencia) se realizaron utilizando el software LabSpec 5, y la identificación de los picos desconocidos fueron obtenidas mediante comparación con bases de datos (www.Ruff.org; http://www.mindat.org/) y a través de la bibliografía disponible. • Microfluorescencia de rayos x ( FRX): se usó un espectrómetro EDXRF (Bruker - Artax - Element Analysis; método: Standard_15kV (Bayes); óptica: Colimador 200 m; intensidad de 40 Å, 25 kV, tiempo de adquisición de 50 segundos, calibrado con el Cu). El espectro fue leído usando un programa Amptek. Debe tenerse en cuenta que este dispositivo sólo permite la detección de elementos químicos con números atómicos > 20 (Ca). • Micro-estratigrafía: las muestras fueron preparadas y analizadas con un microscopio óptico PCE – microscopio digital MM 200 a 60x y 210x aumentos. El resultado obtenido en los diferentes procesos analíticos se expone a continuación: a.- Espectroscopia Raman El análisis mineralógico desarrollado en la muestra de pigmento (MON), reveló esencialmente óxidos de hierro (hematita - -Fe2O3) con bandas Raman a 220, 241, 289, 407, 491, 609, y 1315 cm-1 atribuible a la hematita [Fig.3].

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Muestra

Descripción

Resultado analítica

Mon.

Pigmento rojo

Hematita ( -Fe2O3)

Fig.165: Resultados del análisis del pigmento con Espectroscopia Raman.

Fig. 166: Espectro del pigmento obtenido mediante Espectrometría Raman.

De acuerdo con la espectroscopia micro-Raman, los pigmentos rojos se presentan como colorantes heterogéneos, comprendiendo una matriz con puntos rojos y negros dispersos. Teniendo en cuenta que el láser altera drásticamente la estructura de los probables óxidos de hierro de los pigmentos (Shebanova y Lazor, 2003; El Mendili y otros, 2011), su potencia fue reducida hasta un grado de 0.2mW, con 30s de tiempo de exposición. Las bandas Raman de los diversos tipos de óxidos de hierro son recogidas de forma bastante ambigua en la bibliografía especializada, de modo que diferentes bandas pueden aparecer relacionadas con una determinada variante de óxido férrico (Faria y otros, 1997; Clark y Curri, 1998; Cornell y Schwertmann, 2003; Shebanova y Lazor, 2003; Hanesch, 2009). Estas variaciones pueden responder al empleo de diferentes potencias de láser en la obtención de los espectros de dichos óxidos, pues la aplicación de potencias inadecuadas puede provocar las alteraciones de las fases minerales, si bien los picos o bandas características de cada fase mineral de óxido de hierro, ya sean férricas, ferrosas o mixtas, resultan independientes del tipo de láser que se use. Los espectros de los puntos rojos demostraron la presencia de hematita [Fig. 3]. Una banda identificada en torno a 665 cm-1 (Hanesch, 2009) podría ser atribuida a la magnetita (Faria y otros, 1997; Clark y Curri, 1998; Cornell y Schwertmann, 2003; Shebanova y Lazor, 2003; Hanesch, 2009). Las hematitas naturales pueden contener dicha banda o muy próxima a ella; esta misma banda puede también ser atribuida a la maghemita (381,486 y 710 cm-1), si bien este mineral no fue observado en la muestra (Cornell y Schwermann, 2003; Hanesch, 2009; Legodi y Waal, 2007: 161-168). La magnetita se transforma rápidamente en -Fe2O3 (hematita) debido al efecto del láser (Bell y otros, 1997). Otra banda Raman de la magnetita situada en torno a 540 cm-1 (Hanesch, 2009), que resulta habitual en la literatura especializada, no fue, sin embargo, detectada en este caso, probablemente debido a la baja potencia del

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láser. Otras bandas Raman a 220, 283, 400 y 615 cm-1 pueden ser atribuidas a la hematita (Faria y otros, 1997; Clark y Curri, 1998; Cornell y Schwertmann, 2003; Hanesch, 2009), y relacionadas con las variaciones de las diferentes aplicaciones del láser. Finalmente, las bandas 1303 y 1597 cm-1 (±1600 cm-1) detectadas en los puntos negros (también observables en el Raman y en la micro-estratigrafía) del pigmento rojo [Fig. 5], pueden ser atribuibles a la presencia de carbón (Hanesch, 2009). La técnica utilizada raramente permite la identificación de las arcillas, uno de los componentes frecuentemente utilizados para mejorar las cualidades de los pigmentos rojos, aunque, en nuestro caso, ni arcillas ni aglutinantes han sido identificados, debiendo aclarar que esta carencia puede ser debida a las limitaciones de los aparatos utilizados en el proceso de análisis; salvo que se haga uso de SERS (Surface-enhanced Raman Spectroscopy), si bien en esta ocasión la principal dificultad en cuanto a la determinación del aglutinante se debe a la más que probable degradación del mismo, o a su baja concentración. En cualquier caso, queda determinado que para la elaboración del pigmento rojo de este abrigo fue utilizada la hematita, como, por otra parte, resulta común en la elaboración de pigmentos prehistóricos que han sido analizados en la Península Ibérica, con presencia sistemática de óxidos e hidróxidos de hierro (Hernanz y otros, 2010; Pike y otros, 2012). Estos elementos cromófobos son asociados con otras sustancias minerales (siendo las arcillas las más comunes), dando lugar al ocre, con tendencias hacia tonalidades amarillas cuando contienen goethita, o al rojo cuando en su composición interviene mayoritariamente la hematita (Iriarte y otros, 2009). En esta línea son abundantes y variados los estudios publicados referentes al tratamiento de los ocres, especialmente en pinturas prehistóricas, relativos a su

Fig. 167: Espectro del pigmento obtenido mediante Microflourescencia de Rayos X.

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aplicación y a la mejoría de su coloración mediante tratamientos que implican su calentamiento, determinados mediante la aplicación de diversas técnicas, como los análisis termales, la espectroscopia FT-IR, los análisis magnéticos y voltamperemétricos, la difracción de los rayos- X (Mazzocchin y otros, 2003; Pomies y otros, 1999; Clarke y otros, 1998) o la propia espectroscopia Raman (Clarke y otros 1998; Edwards y otros, 2000; Ospitali y otros, 2006). b.- Microfluorescencia de rayos X El análisis de la muestra de pigmento reveló que el elemento químico predominante (con un número atómicamente superior a 20) es, como era de esperar, el hierro, con una significativa presencia de titanio y, en una menor proporción, manganeso, estroncio y elementos menores [Fig.4].

Fig. 168: Micro-Estratigrafía de la muestra de pigmento obtenida en las pinturas del Friso del Terror (Arroyo Barbaón, Parque Nacional de Monfragüe).

c.- Micro-estratigrafía La observación de la sección transversal de los estratos micro-estratigráficos de las muestras analizadas reveló el orden posicional de los tres elementos principales que la componen (roca, concreción, pintura) de grosor variable. Sobre la roca cuarcítica de base, se desarrolló un fino depósito de concreciones de un grosor aproximado de 0,19 mm sobre la que posteriormente se aplicó el pigmento rojo detectado con

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espesores variables de aproximadamente 0,045 mm. y un diferente grado de absorción o penetración sobre el estrato que le precede lo que provoca que en ocasiones las huellas de los elementos colorantes no sean visibles en absoluto. Finalmente esta capa de pigmento fue nuevamente cubierta por concreciones y acreciones [Fig. 5]. Algunos productos de alteración se encuentran también presentes, posiblemente oxalatos y fosfatos derivados de la acción biológica de los líquenes y de la mineralización del guano de las aves (Frost, 2004; Clarke y Williams, 1986). Intercaladas en la estratigrafía se observaron diminutas manchas oscuras y otros elementos en asociación con los componentes de la pintura. Su análisis posterior determinó que se trataba, por una parte, de residuos de carbón y por otra, óxidos de manganeso (Mn) [Fig.5]. Las partículas de carbón vegetal se caracterizan por su tamaño no estándar; la forma y su distribución y origen parecen ser independientes de la pintura, mientras que los óxidos aparecen más “organizados” y redondos; algunos de ellos, incluso, parecen estar incorporados en la concreción.

CONSIDERACIONES FINALES Las características que acabamos de describir sobre los pigmentos del Friso del Terror determinan el empleo de hematites en la elaboración de los pigmentos con los que se dibujaron las pinturas rupestres. Se trata de un mineral relativamente abundante en el área del Parque, por lo que es posible considerar que los autores que realizaron las figuras esquemáticas de este espacio, conocedores del territorio por el que desarrollaban su actividad, se aprovisionaran del material necesario para hacer las pinturas en las cercanías. Los productos de alteración biológica están presentes en toda la superficie de la muestra, y se encuentran representados por elementos diferentes relativos a diversos procesos naturales (por ejemplo, la actividad de los líquenes o la mineralización del guano) (Frost, 2004). Lamentablemente los aglutinantes, y especialmente los orgánicos, no han podido ser identificados en ningún caso. La única materia orgánica reconocida fue el carbón, si bien el análisis micro-estratigráfico reveló que no constituye un componente propio del pigmento, y su presencia debe entenderse como una consecuencia de las frecuentaciones posteriores de estos enclaves por grupos humanos, aunque sin descartar tampoco un origen natural como los incendios fortuitos, tan habituales en estas áreas de tupida vegetación, y que podrían haber provocado impregnaciones de partículas de carbón sobre los paneles decorados. El procedimiento de elaboración de los propios pigmentos con los que se realizaron los pictogramas, en el cual, como acabamos de ver, se emplearon materiales procedentes del entorno inmediato a los abrigos, y cuya disponibilidad debía sin duda ser bien conocida por las gentes que cotidianamente se desplazaban por estos parajes aprovechando y explotando sus recursos. Quedamos a la espera de futuros hallazgos en la misma zona que nos permitan corroborar con mayor solvencia la posible conexión entre aquellos habitantes prehistóricos y las abundantes grafías persistentes en sus roquedos, y que nos permitan afianzar y ajustar con mayor precisión la cronología de este notable complejo de manifestaciones artísticas.

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Corpus de Arte Rupestre en Extremadura

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Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe: El Sector Central

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PORTADA CONTRAPOR 2.qxp_Maquetación 1 02/06/15 11:59 Página 1

VOL. III I.S.B.N: 978-84-9852-454-3

Testimonios de poblamiento pre y protohistórico en el Parque Nacional de Monfragüe HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JUAN CARLOS AGUILAR GÓMEZ, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

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Catálogo de Abrigos en el Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe H IPÓLITO C OLLADO G IRALDO , J OSÉ J ULIO G ARCÍA A RRANZ , L UIS F ILIPE N OBRE , I SABEL DOMÍNGUEZ GARCÍA, LÁZARO RODRÍGUEZ DORADO, JOSÉ MANUEL TORRADO CARDENO, MÓNICA VILLALBA DE ALVARADO, Mª MILAGROS FERNÁNDEZ ALGABA, MONTSERRAT GIRÓN ABUMALHAM, ESTHER RIVERA RUBIO, MAGDALENA NACARINO DE LOS SANTOS, JOSÉ ENRIQUE CAPILLA NICOLÁS, SAMUEL PÉREZ ROMERO.

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El Arte Rupestre Esquemático del Sector Central del Parque Nacional de Monfragüe: Características Generales HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

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Características de los pigmentos del Arte Rupestre esquemático en el Parque Nacional de Monfragüe HUGO GOMES, PIERLUIGI ROSINA, HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, JOSÉ JULIO GARCÍA ARRANZ

PATROCINA:

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I.S.B.N: 978-84-9852-454-3

GOBIERNO DE EXTREMADURA Consejería de Educación y Cultura

COLABORA:

9 788498 524543

Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe (Término Municipal Torrejón el Rubio)

CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA

CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA

VOL. III

CORPUS DE ARTE RUPESTRE EN EXTREMADURA

VOL. III

Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe (Término Municipal Torrejón el Rubio)

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