Arte al margen de Occidente. Pequeño atlas introductorio

August 9, 2017 | Autor: C. Nieto Yusta | Categoría: Postcolonial Studies, Posmodernidad
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Descripción

PEQUEÑO ATLAS INTRODUCTORIO ----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Constanza Nieto Yusta

1.Avant propos: por una superación de las tiranías de la historia del arte

En una asignatura como esta, dedicada a la producción artística contemporánea situada, ya sea geográfica como discursivamente, al margen de Occidente, hemos considerado oportuno comenzar por una introducción en la que se explique de dónde procede este posicionamiento-otro, y cómo y a partir de quién se han ido articulando los estudios que constituirán los pilares a partir de los cuales guiaremos nuestros pasos.

El estudio de la historia del arte se halla dirigido por dos grandes monstruos escondidos bajo sus aguas, dos tiranías que merece la pena desenmascarar y que denominaremos la tiranía del tiempo y la tiranía del espacio. Por tiranía del tiempo entenderemos la linealidad cronológica con la que se abordan las andanzas del arte de cara al logro de su autonomía o liberación. El estudio del arte se inserta en la lógica progresiva y de avance que explica su desarrollo como una serie de conquistas acumulativas que responden a la evolución histórica, social, filosófica y técnica de la humanidad: del origen “primitivo” o prehistórico, pasaríamos a ver como el arte evolucionaría a lo largo de la historia, conquistando miméticamente el espacio (perspectiva), el color, la composición, las temáticas…hasta llegar a lo que sería su liberación triunfal con la eclosión de las vanguardias históricas a principios del siglo XX. El principio rector de esta lógica es el que impone que el arte evoluciona necesariamente hacia su autonomía, hacia la pureza del arte por el arte, hacia 1

la abstracción. Una lógica que no es sino la del pensamiento moderno marcado por el gran ideal occidental impulsado con el siglo de las luces: el progreso. Y este pensamiento desarrollista que se impone como el único concebible y deseable por la humanidad se ejerce desde un espacio: Occidente. La tiranía temporal no es sino el modo de pensar occidental, el modus operandi concreto de un lugar desde donde se concibe el mundo y desde donde se impone como el único pensamiento posible: la tiranía temporal nace de la tiranía espacial. Ambos son las caras de una misma moneda. Así, la evolución del arte sólo se geolocalizará en los territorios occidentales y desde los lugares de pensamiento occidental: la historia del arte que conocemos parte de un origen “primitivo” prehistórico ubicado en Atapuerca, Altamira o Lascaux y progresa hasta su culminación tanto en los grandes focos europeos (la Italia renacentista, la Alemania reformista, la Francia ilustrada, la Inglaterra industrial…) como en aquellos que como Nueva York vinieron a ser su relevo en la modernidad. Occidente de cabo a rabo. Pero ¿dónde quedan en esta narrativa de la modernidad los grandes espacios mundiales: Latinoamérica, África, Asia? ¿No será, quizás, consecuencia de la tiranía temporal y espacial de Occidente por lo que estos espacios han quedado silenciados?

Y más aún, ¿es posible su

recuperación y reivindicación al margen de la hegemonía discursiva occidental? Si en la asignatura “Discursos de arte contemporáneo” la intención fue dinamitar la narrativa de la modernidad que, bajo la batuta de Clement Greenberg, trazó la historia del arte como la evolución hacia el formalismo, en la asignatura que aquí presentamos el objetivo será trasladar la mirada a los lugares-otros, a los espacios del colonialismo y la colonialidad para desvelar el papel que se les ha adjudicado en la narrativa occidental y cuáles han sido y están siendo las contestaciones y estrategias de subversión de dicha narrativa desde el ámbito de la producción artística. Y para ello tendremos que adentrarnos en lo que se ha agrupado bajo la denominación de estudios poscoloniales.

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2. Los estudios poscoloniales: problematizaciones problemáticas

Las denominaciones de poscolonialismo o estudios poscoloniales hacen referencia a una serie de teorías que, si bien beben de autores y reflexiones anteriores , se consolidan como movimiento intelectual en la década de 1980. Quizás el término poscolonial pueda llevar a pensar que su origen se encuentra en la segunda mitad del siglo XX cuando, tras la independencia de la India (1947), comenzó el proceso de emancipación de las colonias respecto a Europa. Pero el prefijo de poscolonialismo indica una posterioridad o una superación no histórico-temporal sino espacio-cultural: las teorías poscoloniales son respuestas a y desarticulaciones de todas las formas de dominación occidental (políticas, éticas y estéticas) que colonizaron física, cultural y epistémicamente el mundo-otro o hemisferio no occidental.

Quizás deberíamos remontarnos a 1974 para trazar la genealogía de los estudios poscoloniales: fue entonces cuando el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein publicaba el primero de los tres volúmenes que constituirían su principal obra, El moderno sistema-mundo. Con ella, Wallerstein introdujo un nuevo modelo de análisis de la historia y del capitalismo, remontando sus orígenes a la expansión comercial, territorial y económica que supuso la conquista del Atlántico. De este modo, el “Nuevo mundo” vino a ocupar un papel fundamental en la interpretación de la lógica imperialista y económica, destituyendo el protagonismo geocultural que hasta entonces habían jugado en ella episodios como la Revolución francesa y la Revolución industrial. Aunque el concepto de “sistema-mundo” jugaría un papel imprescindible en el posterior desarrollo de los estudios poscoloniales –y prueba de ello es el papel fundamental de sus análisis tanto en los estudios de Enrique Dussel, Anibal Quijano y Walter Mignolo como en la creación a finales de los 90 en Binghamton del Coloniaty Working Group -, Wallerstein no puede considerarse un pensador poscolonial sino más bien un punto de partida, eso sí, muy relevante, de las líneas de pensamiento que vendrían poco después a denominarse poscoloniales. 3

Sería en 1978 cuando apareció, estrictamente hablando, el primer estudio de teoría poscolonial: el ya clásico Orientalismo del palestino Edward W. Said. Con este ensayo, Said inauguraba la crítica al eurocentrismo característica de los estudios poscoloniales, centrando sus análisis en el desmantelamiento de los mecanismos discursivos mediante los cuales había explicado e incorporado Oriente a su lógica imperialista occidentalizada. Y tras Said, muchas fueron las voces que se fueron incorporando a este cuestionamiento de la hegemonía discursivo-imperialista occidental. La década de los 80 estaría marcada por dos intelectuales indios que pronto se erigirían en las voces protagonistas del pensamiento poscolonial: Homi Bhabha y Gayatri Chakravorty Spivak. Las aportaciones de ambos pensadores, muy deudores de la deconstrucción derridiana, permitieron la introducción de nuevas categorías en los estudios poscoloniales. Así, a Bhabha se deben conceptos como hibridación y ambivalencia,

fundamentales

en

el

estudio

de

las

construcciones

y

localizaciones de la cultura; y a Spivak, la crítica de la razón poscolonial y su papel en la configuración del sujeto subalterno. Sería en 1998 cuando la voz de Latinoamérica se consolidaría en el panorama de los estudios poscoloniales, una voz que se hacía más que necesaria en un campo de estudios donde la conquista del “Nuevo Mundo” jugaba un papel imprescindible. La consolidación vino de la mano de la creación del Grupo modernidad/ colonialidad , integrado por figuras que desde tiempo atrás venían trabajando en la crítica poscolonial pero que a partir de entonces aunaban sus esfuerzos en un proyecto conjunto: Enrique Dussel, Aníbal Quijano, Walter Mignolo y Santiago Castro-Gómez, entre otros. Sus lecturas críticas de Wallerstein, Said o Spivak, además de introducir la autocrítica, han redirigido los estudios poscoloniales desde el cuestionamiento de la modernidad (Dussel) hasta la construcción de “paradigmas-otros” (Mignolo), pasando por la revelación de las diferencias entre colonialismo y colonialidad (Quijano).

Los estudios poscoloniales, por tanto, se enfrentan a una serie de problemas que, en líneas generales, habían permanecido ocultos/ocultados a lo largo de la historia por parte de todos los ámbitos de estudio. Su labor titánica, aún en construcción, pretende hacer visibles las estrategias inherentes 4

a la dominación occidental. Una pretensión que, como vamos a ver, no deja de ser problemática. Una de las contradicciones inherentes a la teoría poscolonial – pronto advertida por algunos de sus portavoces1-, es que, paradójicamente, el origen de estos estudios se encuentra en Occidente, tanto en lo que concierne a sus antecedentes teóricos como al emplazamiento profesional de los protagonistas fundamentales del movimiento. Por un lado, la base teórica de los estudios poscoloniales se encuentra en Marx, Antonio Gramsci, y, muy especialmente, en el posestructuralismo francés. El desenmascaramiento de la lógica del poder y del deseo inherentes al capitalismo bebe de Michel Foucault y Gilles Deleuze; la crítica de la modernidad denominada posmodernidad procede de Jean François Lyotard, y la labor deconstructiva del pensamiento de Jacques Derrida. Y por otro, a estos fundamentos europeos se añade que los estudios poscoloniales tuvieron como madre patria a los Estados Unidos: no debe olvidarse que los principales protagonistas de los estudios poscoloniales, -esa “Trinidad” intelectual formada por Said, Bhabha y Spivak- desarrollaron sus teorías en y desde las universidades norteamericanas en las que, excepto Said,

aún

pensamiento

trabajan.

Asimismo,

poscolonial

el

representante

latinoamericano, Walter

más

destacado

Mignolo,

del

también

se

encuentra vinculado al mundo académico estadounidense. Incluso una de las figuras clave en el poscolonialismo, Frantz Fanon, es francés.

Las críticas al poscolonialismo han seguido varias líneas de ataque pero en general se han centrado en la relación preeminente que éste ha guardado con el postestructuralismo Buena parte de ellas vinieron formuladas desde el nuevo pensamiento marxista encarnado por Alexander Theodore Callinicos, Aijaz Ahmad y Arif Dirlick. Aunque desde distintos análisis, todos ellos coincidieron en observar cómo el predominio del postestructuralismo en los estudios poscoloniales fue en detrimento del marxismo y sus posibilidades históricas, esto es, cómo el desarrollo teórico en torno a la subversión invalidó cualquier materialización práctica subversiva en la realidad histórica. Los

1

Tal y como realizaría Gayatri Chakravorty Spivak en su artículo “¿Puede hablar el subalterno?”.

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estudios poscoloniales, embebidos por el pensamiento francés, se habrían convertido así en un nuevo relato abstracto y esencialista propio del Occidente denunciado: al pensar el mundo en términos postestructurales, tal y como lo hicieron Foucault, Deleuze, Lyotard o Derrida, el poscolonialismo habría reducido cualquier/toda realidad social a una mera construcción (del poder, del deseo, de la ciencia, del lenguaje…), olvidando todo referente histórico y eliminando, por tanto, cualquier posibilidad de acción política, subversión y/o cambio en lo que se denuncia. Llevando esta lectura hasta sus últimas consecuencias, algunos como Ahmad concluyeron que la teoría poscolonial no era sino una nueva ideología al servicio del capitalismo neoliberal: una cómoda postura de autoproclamación como “intelectuales poscoloniales” por parte de una élite nada representativa del Tercer Mundo, instalada en el academicismo occidental y protegida por éste en

tanto

representantes

del

“multiculturalismo”

propio

del

mundo

contemporáneo. Desde otro frente –Latinoamérica- nacieron más críticas en las que, junto al argumento marxista ya señalado, aparecerían nuevas interpretaciones como la de la chilena Nelly Richard para la que el poscolonialismo, al ser elaborado, difundido e impuesto desde las grandes potencias occidentales no es sino un nuevo modo de colonialismo: una violencia discursiva que, denunciando las consecuencias de la colonización, colonizaría con su nuevo relato hegemónico y occidental.

Con este brevísimo recorrido por las contradicciones inherentes a los estudios poscoloniales no hemos querido sino mostrar que nos encontramos ante una serie de problematizaciones teóricas no exentas de conflictos. Pero si bien todos los argumentos lanzados contra la teoría poscolonial están más que fundamentados, debemos también reconocer la importancia y el papel que este conjunto de estudios ha jugado y está jugando en la rearticulación y apertura discursiva de prácticamente todos los ámbitos de las ciencias humanas en la época contemporánea. Los estudios poscoloniales, con su cuestionamiento de categorías como la modernidad y su incorporación de nuevos conceptos con 6

los que pensar el dominio geocultural de Occidente, han permitido la reescritura de la historia, la antropología, la etnología, la sociología, la literatura y el arte así como el avance de los Estudios Culturales y de los feminismos contemporáneos desde el cuestionamiento de los imaginarios occidentales impuestos hasta la búsqueda y reivindicación de la identidad y la memoria expoliada. Dejando al margen sus problemáticas, nos adentraremos de forma general en los conceptos y argumentos poscoloniales a través de sus principales autores, de modo que obtengamos el corpus teórico básico para poder, más adelante, comprender el panorama de ese arte-otro que es el arte contemporáneo al margen de Occidente. En esta introducción será la lectura de Enrique Dussel la que ocupe nuestras reflexiones, dejando a Said, Bhabha, Mignolo y Spivak para más adelante.

3. Enrique Dussel y la Modernidad como mito

Fue a mediados del siglo XX, con la salida a la luz del Terror con mayúsculas – Auschwitz-, cuando se tambalearon por primera vez los ideales con los que se había construido y explicado el avance de la historia y de la ciencia desde la Ilustración. A partir de entonces, los intocables valores de Razón y Progreso perdieron toda credibilidad y hegemonía2, viéndose sometidos a un juicio de cuestionamiento y responsabilidades. Fue en este contexto cuando nació la posmodernidad: la primera reacción crítica de la narrativa moderna, una serie de respuestas y cuestionamientos de los argumentos, valores, ideales y parámetros cronológicos con los que se había trazado la historia (europea), una Historia que se había querido verdadera,

Para una introducción a la posmodernidad me remito al capítulo X del libro de la asignatura Discursos de arte contemporáneo, “La posmodernidad, ¿quién es?” 2

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universal y abstracta pero tras la cual se encontraban perspectivas, intereses, hombres particulares de carne y hueso. Pero si bien la posmodernidad trajo consigo la crítica de la Razón y su violencia con las consecuentes aperturas discursivas e introducción de las historias en plural, tras ella se encontraban de nuevo los mismos problemas. Todos sus argumentos procedían de un mismo lugar: su negación de la Razón moderna estaba instalada en el mismo corazón occidental, en la vieja Europa, en el “Nuevo Mundo” desarrollado (Estados Unidos) y en una serie de portavoces que, si bien procedían de las colonias europeas y poseían un discurso crítico contra el colonialismo, habían caído en un nuevo discurso teórico y esencialista ajeno a la realidad material y concreta, histórica, política, social y epistémico que el colonialismo había implantado en el mundo. Su negación de la Razón moderna había dejado de lado la verdadera genealogía de la misma: la modernidad no había nacido en Europa con la Ilustración sino en la Edad Moderna con el descubrimiento de América. Y al obviar este origen, la crítica de la modernidad había dejado de lado el otro gran peligro de la Razón: la violencia, no sólo física sino ética y epistémica, del dominio sobre el Otro; lo que Aníbal Quijano, como veremos más adelante, denominó colonialidad.

Es a partir de este cambio de perspectiva como irrumpieron los estudios poscoloniales como un conjunto de teorías caracterizadas por este nuevo cuestionamiento de la modernidad, nuevo en tanto que amplió la mirada, trasladando la atención de Europa a América, de la Edad Contemporánea a la Edad Moderna, en un movimiento de ida y vuelta encaminado a la desterritorialización de las categorías hasta entonces (ocultamente) vigentes. Si bien los estudios poscoloniales constituyen, al igual que las teorías posmodernas, un discurso de contramodernidad, su desplazamiento espacial y temporal permite superar la contestación posmoderna a la hegemonía de la historia occidental y generar nuevas lecturas desde las historias y herencias coloniales, mostrando los mecanismos de poder y dominio que desde la colonización de América permitió a Occidente erigirse como el único lugar del mundo, el lugar del desarrollo, el avance y la civilización. Una autodesignación que sólo pudo realizarse mediante la negación y opresión de todo lo que contradijese o pudiese tambalear esa supremacía. 8

Remontémonos a esa fecha omnipotente, el 12 de octubre de 1492: el día en el que Europa constataba su expansión más allá del Mediterráneo al desembarcar Cristóbal Colón en la isla de Guanahaní,; o, por situarnos en la otra orilla, el día en el que desde la costa se vislumbró la llegada de unos desconocidos sobre unos grandes monstruos de madera, a los que se recibió, no obstante, con intriga e inocencia.

Salvador Dalí, La Conquista de América, 1956

Así se observa en la entrada del día 11 de octubre del diario del primer viaje de Cristóbal Colón, donde el genovés recoge cómo fue el encuentro con los nativos recién descubiertos:

“El Almirante […] tomó, posesión de dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haziendo las protestaciones que se requerían […] Esto que se sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegación y descubrimiento d’estas Indias. , dize él,
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