Art. Imagen Corporal Autopercibida e Ideal en Jóvenes Ucevistas Según Evaluación de Siluetas

July 25, 2017 | Autor: Pedro Brito | Categoría: Body Image
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Descripción

IMAGEN CORPORAL AUTOPERCIBIDA E IDEAL EN JÓVENES UCEVISTAS SEGÚN EVALUACIÓN
DE SILUETAS

Pedro-Brito-2,3, Pedro-García-1,2,3, Armando-Rodríguez-2,3; Rubén-Peña-2,3
y Zhandra-Flores-2,3

Universidad Iberoamericana del Deporte1; Unidad de Investigación en
Rendimiento Humano, Deporte y Salud – IIES – FaCES/UCV2; Doctorado en
Ciencias Sociales – FaCES/UCV3
[email protected], [email protected], [email protected],
[email protected], [email protected]

Introducción

En principio las definiciones de imagen corporal apuntaban a un constructo
unidimensional (Woodburn y col., 2001), tal como el concepto de Shilder en
1923, considerado clásico para el área, el cual indica que ella es "la
imagen que forma nuestra mente del propio cuerpo; es decir, el modo en que
nuestro cuerpo se nos manifiesta" (Shilder, 1923: 46 – Citado por Gussinyé,
2005: 33). Esta visión replanteada en tiempos más recientes en términos de
una construcción mental multidimensional, entendiéndola como el constructo
complejo que define la representación subjetiva de la apariencia física y
de la experiencia corporal, abordándose así tanto la propia imagen del
sujeto pensante, como la que tal individualidad tiene de sus congéneres, es
también concebido como el sustrato de expresión de la cultura y de la
ideología del grupo humano en el que se encuentra imbuido el sujeto que la
detenta (Kay, 2000; Raich, 2001; Aguado, 2004).

Es de señalar que la percepción es la base para el establecimiento de la
propia imagen corporal o la representación del "Yo" en los seres humanos,
se constituye desde un punto de vista físico, biológico, social,
psicológico y cultural. Tal imagen, aún siendo predominantemente visual, va
a depender para su construcción de la participación de los diferentes
sistemas perceptivos presentes y/o dominantes en cada individuo y del
contexto sociocultural en el que se desenvuelva (Raich, 2001; Aguado,
2004).

Específicamente en cuanto a los aspectos que están involucrados en la
construcción y constitución de la imagen corporal individual, García y col.
(2004) señalan componentes perceptivos (auto-perceptivos realmente),
componentes psicológico cognitivo-afectivo (lo que se piensa y siente
respecto al cuerpo), componente conductual (conducta específica hacía el
cuerpo) y componente morfológico (realidad morfológica y morfométrica). Es
evidente que se trata de una combinación de una realidad objetiva expresada
en las dimensiones del cuerpo y una realidad subjetiva que es percibida por
las personas, no siendo coincidentes en los casos de distorsión.

En lo referido a la imagen corporal por parte del colectivo social, en
donde la cultura se presenta como elemento modelador de los ideales
estéticos y de salud, se encuentra que los valores presentes en cada grupo
son los que construyen la percepción común del modelo a seguir para el
éxito social, Aguado (2004), brinda una aproximación de gran riqueza en sus
matices y plantea la elaboración sociocultural de prototipos de cada uno de
los géneros según el rol social y cultural que se espera sea satisfecho por
las individualidades. Dentro de esto, es claro que la materialización de un
ideal en una realidad concreta no es en la totalidad de los casos un
objetivo realizable. Por ello, la búsqueda obsesiva del logro de una imagen
irreal o la distorsión de la percepción de la propia imagen individual por
incoherencia o fallas en la imagen corporal socialmente aceptada, conduce a
diversos estados patológicos.

Según diversos autores, las distorsiones de la Imagen Corporal son una de
las bases para el desarrollo de los Trastornos de Conducta Alimentaria
(Perpiñá y Baños, 1990). Para Bernardette y col. (2006), los TCA son
aquellos desordenes que se caracterizan por presentar alteraciones graves
de conducta con respecto a la alimentación, produciendo variaciones en el
patrón y frecuencia de consumo, así como en la percepción y valoración de
los alimentos y nutrientes, siendo un factor común a los cambios planteados
el ser contraproducentes para la salud del organismo.

Si bien es cierto que se suelen relacionar las distorsiones de la Imagen
Corporal con los Trastornos de Conducta Alimentaria, igualmente es válido
señalar que es posible abordar únicamente el primero de estos fenómenos
como uno de los elementos causales del segundo. En este sentido, una
conducta puede plantearse como una respuesta adaptativa, los trastornos de
conducta serían aquellas afección que alteran la adaptabilidad, tales
trastornos tienden a ser multicausales por lo que se puede abordar una de
sus causas independientemente de la aparición y desarrollo de la patología.
Para el caso presente, considerando que los TCA tienen entre sus raíces las
distorsiones en la imagen corporal, se puede evaluar este elemento como un
indicador temprano de riesgo o como un elemento particular (Kay, 2000;
Raich, 2001; Bernardette y col., 2006)

En tal sentido, el objetivo del presente trabajo fue analizar la percepción
de la imagen corporal propia e ideal evaluada a través de siluetas, en un
grupo de jóvenes estudiantes ucevistas de uno y otro sexo, aplicando un
instrumento auto-administrado (Marrodán y col., 2009).

Justificación

Los factores sociales de las alteraciones de la percepción de la imagen
corporal (y el consecuente desarrollo de TCA) está ampliamente relacionada
con el ideal impuesto por la industria publicitaria y los medios de
comunicación de masas, puesto que estos han creado y recreado en el
imaginario colectivo un ideal de imagen corporal, "un cuerpo ideal" para
cada sexo, que progresivamente es aceptado como correcto o necesario por la
mayoría de las personas. Con este referente, se ejerce una gran presión y
se manifiesta que para triunfar en la sociedad es imprescindible responder
a un canon establecido de belleza, aún cuando su incompatibilidad con la
salud supone un problema y pone en riesgo la vida misma.

En este orden de ideas, Montero y col (1999) indican que la modificación de
los hábitos alimentarios para conseguir una imagen adecuada a la estética
dominante, constituye un problema de salud significativo en las sociedades
modernas. Para Calaf (2005), la gran presión social a la que se ven
sometidos determinados grupos de la población, en particular mujeres,
adolescentes y jóvenes, con la imposición de un modelo estético (creando
toda una sub-cultura) hace que la preocupación por la imagen corporal haya
transcendido al mundo de la salud, tanto física como mental. Según Quintero-
Parraga y col. (2003), este fenómeno tiene similar prevalencia en países
europeos (España, Italia y Francia), y en nuestro continente (países como
Argentina y Brasil). Por ello, el problema ha dejado de ser una enfermedad
de modelos o mujeres de clase alta, para convertirse en un problema de
salud pública que afecta a niños, adolescentes, hombres y mujeres de
diferentes edades y niveles socioeconómicos. En el caso específico de
Venezuela, se requiere el desarrollo de mayor cantidad de estudios que
permitan ahondar en esta compleja problemática, dado que aún cuando se han
realizado algunas iniciativas (Qintero-Parraga y col, 2003; García y Col.,
2004; López y col., 2008), los resultados obtenidos hasta el momento, no
permiten dimensionar adecuadamente su impacto en nuestra sociedad.

Estrategia metodológica


La recolección de los datos se realizó durante el levantamiento de una
muestra piloto del Proyecto de Investigación "Imagen corporal y trastornos
de la conducta alimentaría en jóvenes ucevistas, financiado por el CDCH-
UCV. El grupo estuvo compuesto por treinta y seis (36) jóvenes de uno y
otro sexo, ocho (8) masculinos y veintiocho (28) femeninos, con edades
comprendidas entre diecinueve (19) y veintinueve (29) años, con un promedio
de edad de 22,25± 2,32 años, siendo la participación en el estudio de
carácter voluntario.

Para valorar la percepción de la imagen corporal se usó una adaptación a
partir de Marrodán y col (2009) del método propuesto por Stunkard y
Stellard (1990) y modificado por Collins (1991). El mismo muestra nueve (9)
figuras masculinas y otras tantas femeninas, ordenadas en una escala de
corpulencia progresiva. Cada silueta tiene asignado su IMC desde 17 kg/m2 a
33kg/m2, con una razón de 2 puntos de IMC entre las siluetas. La evaluación
de las diferencias entre la silueta ideal y la percibida permite
identificar alteraciones en la percepción de la imagen corporal (Figura 1).

Figura 1. Siluetas de Referencia de imagen corporal para autopercepción e
ideal


Fuente: Adaptado a partir de Marrodan, 2009

Los resultados con valores negativos son indicativos de que el individuo
desea ser menos corpulento de lo que es. Por el contrario, los valores
positivos pertenecen a individuos que desearían mayor corpulencia de la que
presentan. También se presentan sujetos cuya diferencia de valores IMC es
de cero (0) al percibirse en la silueta que consideran ideal, es decir,
aquella que desean, coincide con la que reconocen en sí, con lo que se
deduce que son los más satisfechos con su propia imagen.

Tabla 1. Puntaje IMC de las siluetas de referencia
"Siluet"IMC "
"a " "
"A "17 "
"B "19 "
"C "21 "
"D "23 "
"E "25 "
"F "27 "
"G "29 "
"H "31 "
"I "33 "


Fuente: Adaptado a partir de Marrodan, 2009

Una particularidad a resaltar de la metodología empleada consiste en que la
elaboración de las siluetas se realiza a partir de valores de IMC
preestablecidos, permitiendo la evaluación de percepciones sin recabar las
dimensiones antropométricas o calcular el IMC actual de los sujetos, es
decir, abordando las percepciones sólo por las elecciones de las siluetas,
tal es la forma que se emplea en este trabajo. Esto no limita la
metodología en sí, ya que la propuesta de los autores apunta a otras formas
de abordaje, en tanto que se pueden evaluar las dimensiones corporales
generales y calcular el IMC actual a fines de comparar con el autopercibido
y con el ideal, al igual que se puede explorar la percepción de la silueta
de la contraparte biológica, tales enfoque trascienden el objetivo de la
investigación y se plantea su aplicación en futuras publicaciones.

Resultados

Al considerar a los evaluados sin discriminar por sexo, los resultados
obtenidos evidenciaron que la mayor parte de ellos (44,4%) se percibieron
más corpulentos que su silueta ideal, mientras que 33,3% se percibió igual
que su ideal y, el resto, 22,2% consideró estar más delgado que la silueta
que estima como ideal (Figura 2).

Figura 2. Percepciones de adecuación de imagen corporal percibida e ideal
en la totalidad de la muestra

Fuente: Datos propios de la Investigación.

Al realizar el análisis separadamente para uno y otro sexo, se observó que
dos terceras partes del grupo que conformó esta muestra piloto presentaron
discordancia en cuanto a su imagen corporal percibida e ideal y se
apreciaron valores muy similares en uno y otro caso (62,5% para los hombres
y 67,9% en el caso de las mujeres). La mayoría de las evaluadas (53,6%) se
percibió más corpulentas que la silueta que consideraron como
representación ideal, mientras que entre los hombres, este porcentaje se
redujo a 12,5%. La mitad de éstos se percibe con menor corpulencia que la
silueta que seleccionaron como ideal, mientras que sólo 14,5% de las
féminas se agrupó dentro de esta categoría. Asimismo, cerca de un tercio de
los evaluados (37,5% en el caso de los hombres y 32,1% de las mujeres) se
percibió igual que la silueta escogida como ideal (Figuras 3 y 4).

Figura 3. Percepciones de adecuación de imagen corporal percibida e ideal
en el grupo masculino

Fuente: Datos propios de la investigación

Figura 4. Percepciones de adecuación de imagen corporal percibida e ideal
en el grupo femenino

Fuente: Datos Propios de la investigación

Discusión y Conclusiones

Los resultados preliminares obtenidos a partir de los datos de esta muestra
piloto, contrastan con lo expuesto por autores como Kay (2000), Raich
(2001), Aguado (2004), Cash (2004) y Smolak (2004), quienes señalan que
existen notables diferencias en la percepción e interpretación de la imagen
corporal según el género de los sujetos consultados, ya que en nuestro
caso, se encontraron frecuencias similares en cuanto a la prevalencia de
distorsiones en la imagen corporal, según el género.

Tal es así, que se parte de la presunción de que la imagen ideal del género
masculino es tendiente al aumento de su masa corporal y a la definición del
tono muscular, mientras que entre las féminas se persigue con preferencia
la reducción de la corpulencia. Los resultados logrados con la aplicación
del instrumento permite observar que al menos la mitad de los hombres
señalaron deseo de aumentar su corpulencia y el grupo que manifestó desear
reducirla fue el mínimo opuesto, por parte de las mujeres, acorde a lo
esperado, se pudo evidenciar que la mayoría de las mismas señaló el deseo
de reducir su corpulencia mientras que las que apuntaron a su aumento fue
en grupo minoritario. En uno y otro caso el grupo que manifestó
coincidencia entre su imagen percibida y la ideal rondo valores de un
tercio del grupo en uno y otro género, esto coincide con lo señalado por
Aguado (2004).

Así mismo, es importante destacar que el comportamiento de los integrantes
de la muestra es acorde a lo reportado por otros autores, en tanto que los
sujetos masculinos tendieron a estar más satisfechos de su imagen corporal
percibida, aunque en su mayoría señalaron su deseo de aumentar su
corpulencia, mientras que las féminas tendieron a señalar una imagen
corporal con menor corpulencia que la imagen percibida, todo ello en
concordancia con el modelo estético dominante en las sociedades
occidentales actuales (Kay, 2000, Raich, 2004; García y col, 2004; Cash,
2004; Smolak, 2004; Calaf, 2005; Bernardette y col, 2006; Marrodán y col,
2009).

Por otro lado, una proporción tan alarmante de evaluados que presentaron
importantes diferencias entre su imagen corporal percibida e ideal y la
direccionalidad de dichas diferencias, sugieren que potencialmente se trate
de un grupo que se encuentra en situación de vulnerabilidad, dado que, en
el caso de los hombres, el deseo de aumentar su corpulencia puede
inducirles a adquirir y/o mantener hábitos alimentarios poco saludables,
que pudieran desencadenar posteriormente algún tipo de TCA. Esta
vulnerabilidad se presenta también en las mujeres, quienes en su afán de
lograr siluetas más delgadas, también pudieran ser víctimas de algún tipo
de conducta que resulte contraproducente para su salud.

Los resultados pueden ser una manifestación en los hechos del señalamiento
de Aguado (2004) de que la imagen corporal en sí no sólo es un constructo
de la experiencia personal del cuerpo elaborada por cada individualidad,
sino que responde en su elaboración, manifestación y mantenimiento en el
tiempo a factores sociales y culturales, de allí que la realidad biológica,
su percepción y la valoración de la misma por parte de los grupos humanos
(al diferir entre sí por los valores culturales de referencia) da lugar a
distintas especificaciones para este elemento. A pesar de esta diversidad
en las posibilidades de la imagen corporal, las relaciones entre los grupos
portadores de distintas culturas conlleva una lucha (abierta o solapada) en
la que se persigue la supremacía de uno de los modelos subyacentes, en el
caso actual del grupo estudiado, las referencias apuntan a la búsqueda de
la adscripción del mismo a la cultura occidental dominante en la actualidad
en diferentes ámbitos humanos.

Lo antes dicho evidencia la necesidad de estudiar esta problemática una
perspectiva más amplia, particularmente en lo que al caso venezolano se
refiere. En este sentido, el proyecto que se adelanta con los estudiantes
ucevistas, pretende aportar elementos que permitan proporcionar generar
estrategias de intervención efectivas, orientadas a prevenir la aparición
de distorsiones de la imagen corporal entre los jóvenes de uno y otro sexo.

Palabras Clave

Imagen Corporal, IMC, Jóvenes Universitarios, Evaluación por Silueta




Referencias


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