Arrabalde y los ‘castros arriscados’ de la Sierra de la Culebra: analogías o diferencias con los de las Sierras del Teleno y la Cabrera

June 28, 2017 | Autor: J. Vidal Encinas | Categoría: Iron Age Iberian Peninsula (Archaeology), Iron Age, Hillforts and Enclosures, Roman Archaeology
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Descripción

FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

Fortificaciones en la Edad del Hierro: Control de los recursos y el territorio. Coordinadores: Óscar Rodríguez Monterrubio, Raquel Portilla Casado, José Carlos Sastre Blanco y Patricia Fuentes Melgar. Organización: Asociación Científico-Cultural Zamora Protohistórica. © de los textos: los autores. © de las ilustraciones: los autores. © Glyphos Publicaciones. Edita: Arbotante Patrimonio e Innovación, S.L. Glyphos Publicaciones. www.glyphos.net 1ª edición, julio de 2015 ISBN: 978-84-944018-6-2 Depósito legal: VA-600-2015 Impreso en España / Printed in Spain Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción, reimpresión, ni utilización por cualquier forma o medio, bien sea electrónico, mecánico, químico o de otro tipo, tanto conocido como los que puedan inventarse, incluyendo el fotocopiado o grabación, ni se permite su almacenamiento en un sistema de información y recuperación, sin el permiso anticipado y por escrito del editor.

Óscar Rodríguez Monterrubio, Raquel Portilla Casado, José Carlos Sastre Blanco y Patricia Fuentes Melgar. (Coordinadores).

Fortificaciones en la Edad del Hierro Control de los recursos y el territorio

Índice Fortificaciones en la Edad del Hierro: Control de los recursos y el territorio. ISBN: 978-84-944018-6-2 Coordinadores: Óscar Rodríguez Monterrubio, Raquel Portilla Casado, José Carlos Sastre Blanco y Patricia Fuentes Melgar.

Introducción del Congreso Internacional de Fortificaciones de la Edad del Hierro: recursos y control del territorio....................................... 11 Capítulo 1. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en el Norte de la Península Ibérica................................................................ 13 Sonia San Jose, Antxoka Martinez Velasco, Juncal Calvo Eguren

Estudio preliminar del sistema defensivo del poblado protohistórico de Munoaundi (Azpeitia - Azkoitia, Gipuzkoa, Euskal Herria): entrada principal con sus estructuras defensivas......................................................................................................................................... 15 Xurxo M. Ayán Vila

Territorios en fuga: estudios críticos sobre las fortificaciones de la Edad del Hierro del Noroeste..................................................................................................................................... 31 Julio Manuel Vidal Encinas

Abierto por inventario: novedades castreñas en las comarcas de La Cabrera y Valdería (León)............................................................................................................................. 51 Fernando Muñoz Villarejo, Victor Bejega García, Eduardo González Gómez de Agüero, Emilio Campomanes Alvaredo

Avance de resultados de la primera intervención arqueológica en La Peña del Castro (La Ercina, León)............................................................................................................................. 81 Rubén Rubio Díez, Javier Quintana López

El paisaje protohistórico en el alto Valle del Sil (León).............................................................. 91 Dr. Jesús F. Torres-Martínez (Kechu), Antxoka Martínez Velasco, David Vacas-Madrid

El Oppidum de Monte Bernorio, estructura defensiva y proyección territorial.................. 109

Capítulo 2. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la zona central de la Península Ibérica.............................................................................. 129 F. Javier Abarquero Moras, F. Javier Pérez Rodríguez

La aplicación de métodos geofísicos en la detección de sistemas defensivos vacceos. El caso de Paredes de Nava........................................................................................................... 131

Pablo Paniego Díaz, Carlota Lapuente Martín

El Castillejo de Chilla (Candeleda, Ávila): Estudio del Territorio........................................... 152 David Sánchez Nicolás, Cristina Mª Mateos Leal

Redescubriendo el Picón de la Mora: un poblado y santuario vettón en la ribera del Huebra............................................................................................................................ 158 José María Barco Belmonte

Piedras hincadas en el Alto Tajo................................................................................................... 164 Mª del Rosario García Huerta, F. Javier Morales Hervás, David Rodríguez González

Sistemas defensivos y control del territorio en la Oretania septentrional.............................. 175 Alberto Moraleda Olivares, Sergio de la Llave Muñoz

El hábitat fortificado del cerro de la Cabeza del Oso (El Real de San Vicente, Toledo). Un modelo de control territorial durante la Prehistoria Reciente........................................... 194

Capítulo 3. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la zona Occidental de la Península Ibérica................................................................................. 207 Mónica Salgado

Da memória à paisagem, da paisagem à memória – o castro S. João das Arribas................ 209 António Pereira Dinis, Emanuel C. Gonçalves

O sistema defensivo do Castelo dos Mouros de Vilarinho dos Galegos (Mogadouro, Nordeste de Portugal), tipologia, faseamento e cronologia............................. 225 Filipe J. C. Santos

Arquiteturas da II Idade do Ferro. A evolução do sistema defensivo do sítio fortificado do Castelinho(Cilhades, Felgar, Portugal)............................................................... 242 Sergio Pereira, José Carlos Sastre, Rita Gaspar, Israel Espí, José Antonio Pereira, Rosa Mateos, Javier Larrazabal

O Povoado da Quinta de Crestelos (Meirinhos, Portugal): Fortificação e o controlo de um territorio............................................................................................................................... 277 Susana Afonso Santos, José Castro

Território e Domínio, a proto-história como narrativa para fruição da Paisagem................ 290 Paulo Lemos

As muralhas do Castro de Cidadelhe (Mesão Frio, Portugal).................................................. 299 Marcos Osório, Raquel Vilaça, Telmo Salgado

Muralhas proto-históricas no Alto Côa (Portugal): análise com ferramentas SIG e 3D....... 307 Javier Larrazabal Galarza

Las murallas protohistóricas de la villa romana del Alto da Fonte do Milho (Peso da Régua, Portugal).............................................................................................................. 324

Capítulo 4. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la zona Oriental de la Península Ibérica...................................................................................... 339 Francisco Romeo Marugán, José Ignacio Royo Guillén

Los Sistemas defensivos de las ciudades ibéricas del valle medio del Ebro del siglo III al I a. C. Exito y olvido de un modelo tardío................................................................ 341 José Ignacio Royo Guillén, Francisco Romeo Marugán

Poblados fortificados de la Iª Edad del Hierro en el valle medio del Ebro: origen, tipología e implicaciones................................................................................................................ 361 Diego Franganillo Rodríguez

Los sistemas defensivos de una ciudad celtibérica a finales de la II Edad del Hierro. El caso de Segeda II (Belmonte de Gracián, Zaragoza)............................................................. 385 Natalia Salazar Ortiz, Nuria Rafel Fontanals

La fortaleza ibérica de Sigarra: génesis y diacronía entre la Primera Edad del Hierro y la Antigüedad Tardía (siglos VI a.C. – VI d.C.)....................................................................... 399

Capítulo 5. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en el Sur de la Península Ibérica.......................................................................................................... 409 Luis María Gutiérrez Soler, María Alejo Armijo, Antonio Jesús Ortiz Villarejo, Elena Gallego Bermúdez, José Antonio Alejo Sáez

La ciudad fortificada de Giribaile: estudio e interpretación de la muralla de doble paramento con compartimentos................................................................................................... 411 Belén Ortiz Núñez, Cintia Moreno García, Juan Antonio Rojas Cáceres, Daniel Moreno Rodríguez, Justo Fco Sol Plaza , Andrés Roldán Díaz, Andrés Mª Adroher Auroux, Carmen Luzón González

Fortificaciones y articulación del territorio en el valle medio del Genil................................. 424 José Carlos Coria Noguera, Juan Alejandro González Martín, Judit Martín Avilés, Enrique Peregrín Pitto, Andrés María Adroher Auroux

La poliorcética ibérica en el Sureste peninsular: el área central de la bastetania................... 432 Fernando Quesada Sanz, Mercedes Lanz Domínguez, Antonio Moreno Rosa, Eduardo Kavanagh de Prado, Diego Gaspar Guardado, Mónica Camacho Calderón, Luisa María Saldaña Puentes, Tamara Carvajal Rada

Excavaciones en el recinto fortificado ibérico del ’Cerro de la Merced’ (Cabra, Córdoba). Resultados preliminares................................................................................ 441

Capítulo 6. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la Provincia de Zamora.............................................................................................................. 449 Julio Manuel Vidal Encinas

Arrabalde y los ‘castros arriscados’ de la Sierra de la Culebra: analogías o diferencias con los de las Sierras del Teleno y la Cabrera......................................................... 451

Jesús Carlos Misiego Tejeda, Francisco Javier Sanz García, Miguel Ángel Martín Carbajo, Gregorio J. Marcos Contreras, Manuel Doval Martínez

El Castro de Las Labradas (Arrabalde, Zamora): un ejemplo excepcional de la defensa de un territorio ante la amenaza de Roma.................................................................... 479 Desireé Aguado Minero, Estefanía Muñoz Galera

Las fortificaciones de los castros del norte de las comarcas de Zamora en la Edad del Hierro......................................................................................................................................... 499 Óscar Rodríguez Monterrubio, José Carlos Sastre Blanco

El Castro de Peñas de la Cerca (Rionegrito de Sanabria): Sistemas defensivos del Noroeste de Zamora y control de los recursos........................................................................... 506 Damián Romero Perona, Alejandro Beltrán Ortega, F. Javier Sánchez-Palencia, Luis Hernández Hernández, Luis Francisco López González, Yolanda Álvarez González

Estrategias de poblamiento entre la Edad del Hierro y el inicio del dominio romano a través de dos casos del occidente zamorano............................................................. 520 Raquel Portilla Casado

“Cuesta el Pico” (Castrillo de la Guareña, Zamora). Un asentamiento atípico de la Primera Edad del Hierro al Sur del Duero........................................................................ 534 Fernando Romero Carnicero, Jesús Carlos Misiego Tejeda, Gregorio J. Marcos Contreras

La presencia de defensas en los poblados de la cultura del Soto: una evidencia cada vez menos excepcional.......................................................................................................... 547

Capítulo 7. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en Europa y el Norte de África................................................................................................................. 565 Laura Garau, Claudia Sanna

El recinto amurallado de Saurecci (Guspini, Cerdeña, Italia): conexión entre minas y mar..................................................................................................................................... 567 Aziz Tarik Sahed

Monumentos funerarios Protohistóricos presaharianos en la región de Wadi M’Zi - Mont Ammour (Laghouat)...................................................................................... 575

Conclusiones del Congreso Internacional de Fortificaciones de la Edad del Hierro: recursos y control del territorio....................................... 589

ARRABALDE Y LOS ‘CASTROS ARRISCADOS’ DE LA SIERRA DE LA CULEBRA: ANALOGÍAS O DIFERENCIAS CON LOS DE LAS SIERRAS DEL TELENO Y LA CABRERA Julio Manuel Vidal Encinas Servicio Territorial de Cultura de León [email protected] “Si los trabajos de inventario y el estudio cronotipológico de los castros están todavía poco adelantados, no es de extrañar que no se haya avanzado mucho en los métodos de análisis espacial, que deben basarse en un catálogo razonablemente completo y en una cierta seguridad en cuanto a la datación de los yacimientos” Á. Esparza Arroyo, “Los castros del oeste de la Meseta”, Complutum, 2011, Vol. 22 (2): 11-47 (p.27). RESUMEN Tomando Arrabalde como referente el autor repasa la configuración y características de varios sitios castreños de la Sierra de la Culebra que presentan claras concomitancias con varios descubiertos en los últimos años en las sierras leonesas del Teleno y Cabrera, todo lo cual parece formar parte de un tipo singular, por el momento poco conocido, especialmente desde el punto de vista arqueológico, a causa de la falta de investigación y, sobre todo, excavaciones arqueológicas en ellos. PALABRAS CLAVE Arrabalde, Sierra de la Culebra, Teleno, Cabrera, castros, Edad del Hierro. ABSTRACT Taking the archaeological site of Arrabalde as a reference the author reviews the settings and features of various hillforts in the Sierra de la Culebra because they have clear concomitance with several discovered in recent years in Teleno and Cabrera Sierras (León). All of these sites seems to be part of a unique kind for the most part poorly known, mainly from an archaeological point of view, because lack of research and, above all, archaeological excavations in them. KEYWORDS Arrabalde, Sierra de la Culebra, Teleno, Cabrera, hillforts, Iron Age.

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

A. INTRODUCCIÓN El acercamiento a Arrabalde y a los castros de la Sierra de la Culebra (Fig. 1) debemos explicarlo en el marco de la búsqueda de elementos de comparación para una serie de asentamientos fortificados que últimamente estamos dando a conocer en la provincia de León1, pues reúnen, todos ellos, muchas de las características que el Prof. Esparza2 señaló en su día para un grupo de los zamoranos que, precisamente, denominó, en una reciente publicación del año 2009, con el expresivo nombre de ‘castros arriscados’3. Además, apunta para ellos, por su elevada altitud absoluta – en torno a 1000 m, incluso más -, y relativa – más de 200 m sobre los valles inmediatos -, su parecer de que se trate de la clase de castros más recientes, frente a aquella que se sitúa a menores altitudes y que, por lo conocido, apunta a tiempos del primer Hierro, uno de cuyos mejores representantes sería el de La Mazada, en Gallegos del Campo, un sitio muy singular por deparar, además de materiales arqueológicos típicamente soteños, otros que apuntarían a tiempos más antiguos, formativos de tal ambiente cultural4. Uno de los elementos más señeros de tales ‘castros arriscados’ son los numerosos lienzos de piedra que los configuran, encerrando uno o, más habitualmente, varios recintos, obtenidos uniendo o apoyándose en los crestones cuarcíticos en los que habitualmente se emplazan. Incluso, el Prof. Esparza no duda en tomar a Arrabalde como referente, pues, de-

J. M. Vidal Encinas, “Los roquedos fortificados de las Sierras del Teleno y Cabrera”. Argutorio: revista de la Asociación Cultural “Monte Irago”, Año 16, Nº. 31, 2014, págs. 34-41. 2 Á. Esparza Arroyo, Los Castros de la Edad del Hierro del Noroeste de Zamora. Diputación Provincial. Zamora, 1987. 3 Á. Esparza Arroyo, “El significado de los castros del noroeste zamorano”. Actas del III y IV Congreso de Antropología de España y Portugal, Instituto de Estudios Zamoranos ‘Florián de Ocampo’, 2009, Zamora, págs.: 29–37. 4 Á. Esparza Arroyo y J. Larrazábal Galarza, “El castro de la Mazada (Zamora): elementos metálicos y contexto peninsular”. En: 3º Congresso de Arqueología Peninsular: UTAD, Vila Real, Portugal, setembro de 1999 (Coord. por V.O. Jorge), Vol. 5, 2000 (Proto-história da Península Ibérica), pp. 433-476. 1

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bido a que es uno de los mejores conocidos desde el punto de vista arqueológico, le lleva “… a proponer como hipótesis más plausible que este grupo de castros debe relacionarse con el proceso de la conquista romana, con las denominadas Guerras de Roma contra Cántabros y Astures”5. Serían, en suma, estos castros de la Sierra de la Culebra, nuevos asentamientos, en los que se vislumbraría el final de la Edad del Hierro6. Se trata, en su mayor parte, de sitios muy mal conocidos desde el punto de vista arqueológico, pues son parcos en hallazgos, por causa del baldío resultado que tiene la prospección superficial en un medio dominado por matorrales muy cerrados. Además, nunca han sido, si nuestra información es correcta, motivo de atracción para proyecto de investigación global alguno, si bien el mundo castreño en la provincia de Zamora ha sido objeto de diferentes trabajos realizados en los últimos años7, alguno de ellos también dedicado a la Sierra de la Culebra y la posible relación de sus castros, ya apuntada por Esparza y J. Larrázabal, con la explotación de

Á. Esparza Arroyo, “El significado…, p. 33. Á. Esparza Arroyo, “Los castros del oeste de la Meseta”, Complutum, 2011, Vol. 22 (2): 11-47 (p.26). 7 Ó. Rodríguez Monterrubio y J. C. Sastre Blanco, “Aproximación a los trabajos de investigación en los castros de Peñas de la Cerca y del Castillón (Zamora)”. Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica: Dialogando con la cultura material. Madrid, 3-5 de septiembre de 2008, (JIA 2008), Vol. 1, 2008. De los mismos autores: “El hábitat y la defensa en la Edad del Hierro. El castro de Peñas de la Cerca (Zamora)”. Arqueología en el valle del Duero:  del Neolítico a la Antigüedad Tardía: nuevas perspectivas: Actas de las primeras Jornadas de Jóvenes Investigadores del Valle del Duero, Zamora, 16, 17 y 18 de noviembre de 2011 / coord. por J. C. Sastre Blanco, R. Catalán Ramos y P. Fuentes Melgar, 2013, pp. 109-118; J. C. Sastre Blanco, P. Fuentes Melgar, R. Catalán Ramos y Ó. Rodríguez Monterrubio, “El poblado fortificado de El Castillón en el contexto del siglo V d.C.”. Fortificaciones en la Tardoantigüedad: élites y articulación del territorio (siglos V-VIII d.C.) / coord. por R. Catalán Ramos, P. Fuentes Melgar y J. C. Sastre Blanco, 2014, pp. 353-368. Ó. Rodríguez Monterrubio y J. C. Sastre Blanco, “Aproximación a los sistemas defensivos de El Castillón (Santa Eulalia de Tábara, Zamora)”. Brigecio: revista de estudios de Benavente y sus tierras, Nº 21-22, 2011-2012 , pp. 11-22. 5 6

ARRABALDE Y LOS ‘CASTROS ARRISCADOS’ DE LA SIERRA DE LA CULEBRA

minerales, en particular, hierro8. Sin embargo, no pueden ser más sugestivos los ingredientes que presentan, en particular sus sistemas defensivos, adaptados de una manera admirable a la propia naturaleza geomorfológica – imponentes crestones de cuarcitas tableadas -, del territorio en el que se enclavan. Pero, en cualquier caso, sierras agrestes, estériles para cualquier actividad agrícola, incluso ahora sesteaderos privilegiados, por inaccesibles, para la fauna salvaje. ¿Qué pudo justificar tales emplazamientos y la dotación de sistemas defensivos tan poderosos? Valga el ejemplo de los alrededores de las dos Ferreras en dónde los castros de Peñifle, el Corral de los Moros de Tábara, el de Ferreras de Abajo, el Piñeo del Castillán, Peña Valdemera, La Lleira y el Castillo de Cabañas de Aliste suman casi 6,5 km de murallas9. Y, otra pregunta, ¿cuándo se levantaron tales murallas? Es clara, en nuestra opinión, la analogía que existe entre todos ellos, al menos formal, pues su adaptación al terreno, la forma de construir, sus emplazamientos, la configuración de los recintos, siempre apoyados en los afloramientos rocosos, etc., son muy similares entre todos ellos, hasta el punto de que, por ejemplo, es hasta monótono fotografiarlos, pues cualquier imagen podría ser intercambiable. El propósito fundamental que perseguimos no es otro que el de intentar caracterizar este tipo de sitios en León, tan peculiares en el contex-

Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, pp. 233-234; J. Larrázabal Galarza, “Prospección minero-metalúrgica en la Sierra de la Culebra (Zamora): un caso de adaptación metodológica”. Acontia. Revista de Arqueología Nº 1, 1995, pp. 33 a 39; Á. Esparza Arroyo, “Economía de la Meseta prerromana”, Stvd. hist., Ha antig. 17,1999, pp. 87-123 (p. 101); Ó. Rodríguez Monterrubio y J. C. S. Blanco, “El poblamiento de la Edad del Hierro en la Sierra de la Culebra: fortificaciones y control de los recursos minerales”. En: Investigaciones Arqueológicas en el valle del Duero: Del Paleolítico a la Antigüedad Tardía. Actas de las III Jornadas de jóvenes investigadores del valle del Duero. 20, 21 y 22 de noviembre de 2013 (F. J. González de la Fuente, E. Paniagua Vara y P. de Inés Sutil (Coords.). Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca, pp. 205-221. 9 No contamos el recinto asociado a La Lleira, que describimos aquí (p. 466-467, Figs. 15 y 16), que alcanzaría probablemente 3,3 km de longitud. 8

to del mundo castreño, hasta el punto de que quizás deberían constituir un grupo singular. Todo ello en una dirección o perspectiva que no es otra que la de su adecuada documentación en la Carta Arqueológica, habida cuenta de que este instrumento es fundamental para la mejor conservación o tratamiento del Patrimonio Arqueológico, ya sea en el marco de actividades de protección, ya sea para intentar favorecer su investigación, de ahí la necesidad de la correcta identificación de las evidencias que estos sitios presentan. Por lo tanto, ésta es la razón que nos ha llevado a Arrabalde y a la Sierra de la Culebra, puesto que los de León, como tendremos ocasión de comprobar, muestran unas grandes similitudes con los descritos por el Prof. Esparza en tierras zamoranas hace ahora 30 años10. El primer catálogo castreño de la provincia de León fue fruto de los trabajos de T. Mañanes Pérez, quién registró la mayor parte de los castros hoy conocidos, primero en su Tesis Doctoral sobre el Bierzo y, más tarde, en diversas publicaciones que fueron completando otros territorios provinciales11. Mañanes, sin embargo, apenas acompaña sus trabajos de cartografía adecuada, ni la relativa a la propia situación geográfica de los sitios que registra, ni, mucho menos, la correspondiente a los elementos físicos que los definen, caso, por ejemplo, de los fosos o muralla, tan consustanciales a estos asentamientos. En la provincia de León las primeras y, por el momento, prácticamente únicas, tareas de representación cartográfica relativas al mundo castreño en su propio territorio son obra de los trabajos de F.J. Sánchez Palencia y de las personas ligadas a sus proyectos de inves-

Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, passim. Tomás Mañanes Pérez, “Contribución a la Carta Arqueológica de la provincia de León”, León y su Historia IV, Col. Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, vol. 18, 1977, León: 319- 364; El Bierzo prerromano y romano. Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, 27. Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro” (C.S.I.C.). 1981. León;), “Protohistoria y romanización en la provincia de León: hábitat y cronologías. Portugalia, IV-V, 19831984, pp. 151-173 y Arqueología de la Cuenca leonesa del Río Sil (Laceana, Bierzo, Cabrera), 1988. Universidad de Valladolid.

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tigación relacionados con la minería antigua en la provincia, especialmente en su zona más occidental –El Bierzo y La Cabrera–, llevados a cabo, primero, en el marco de su Tesis Doctoral y, después, en el proyecto de sus excavaciones –junto con M.D. Fernández Posse–, en el Castro y la Corona de Corporales, que tuvieron, también, una importante proyección en el registro y documentación del mundo castreño en el valle del río Cabrera, un territorio íntimamente relacionado con la red hidráulica de la Mina Romana de Las Médulas. A tales tareas seguiría, a partir de la segunda mitad de la década de los años 80 del pasado siglo, la investigación de la Zona Arqueológica de Las Médulas, en la que, como es sabido, se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en varios sitios castreños, en particular, en La Corona del Cerco, en Borrenes, y, sobre todo, en el Castrelín de San Juan de Paluezas. En este mismo proyecto de Las Médulas también se llevó a cabo una importante tarea de registro y documentación castreña merced a la Tesis Doctoral de Almudena Orejas, que abordó la parte más noroccidental de la Cuenca del Duero en la provincia. También, dentro del mismo proyecto, Y. Álvarez abordaría dos territorios dentro de la comarca del Bierzo, los valles del Noceda y Boeza, si bien únicamente creemos que se llevaron a cabo tareas de investigación sobre el primero de ellos. Paralelamente a ello y fundamentalmente desde el punto de vista de lo que él mismo denomina ‘Arqueología objetual’, J. Celis Sánchez ha realizado varias y valiosas síntesis sobre el mundo castreño provincial, intentando caracterizarlo desde el punto de vista diacrónico, partiendo para ello del análisis o estudio pormenorizado de las manifestaciones de su cultura material, desde la E. del Bronce hasta los tiempos de la Conquista Romana. Aunque el ámbito territorial de sus estudios se ha centrado de forma quizás más detenida en los terrenos sedimentarios de la Cuenca del Duero, la zona montañosa de la provincia, pródiga en hallazgos metálicos, por ejemplo, no la desdeñó en ningún momento y bien es sabido que alguna de sus excavaciones – caso de la 454

del Castro de Chano –, tuvieron lugar en una zona bien montana, al norte de la Comarca del Bierzo, en pleno valle de Fornela-Ancares12. El contexto geomorfológico de los terrenos en los que se encuentran las evidencias arqueológicas de las que voy a tratar aquí es prácticamente idéntico en todos los casos, puesto que las Sierras de la Cabrera, del Teleno, Carpurias y la Culebra, son una parte del Macizo Ibérico en el que constituyen relieves residuales, apalachenses, debido a la fuerte erosión sufrida por los antiguos plegamientos de origen hercínico. Sin embargo, contrastan las dos primeras con relación a las otras dos por la radical diferencia de altura, puesto que mientras que en las sierras zamoranas se pueden llegar a alcanzar 1200 m, en las leonesas se dobla casi la altitud, por causa de los resultados de la tectónica hercínica. Tales plegamientos están constituidos principalmente por bancos de cuarcitas, intercaladas con, sobre todo, pizarras. La erosión diferencial sobre éstas últimas, más blandas, ha expuesto los poderosos farallones cuarcíticos, en forma de bancos que se elevan de forma vertical en las crestas, proporcionando verdaderas murallas naturales en tales sierras. Esta disposición fue

J. Celis Sánchez, “Origen, desarrollo y cambio en la Edad del Hierro de las tierras leonesas”, Arqueoleón. Historia de León a través de la Arqueología. Junta de Castilla y León-Diputación de León, 1996, pp. 41-67; “La ocupación castreña en el Alto Valle del río Cúa: “El Castro” de Chano. León”, 2002, pp. 189210, en: Los poblados fortificados del noroeste de la Península Ibérica : formación y desarrollo de la cultura castreña : Coloquios de Arqueología en la cuenca del Navia : homenaje al Prof. Dr. José Manuel González y Fernández-Valles. M. Á. de Blas Cortina y Á. Villa Valdés (coords.). Ayuntamiento de Navia; “El Bronce Final y la primera Edad del Hierro en el noroeste de la Meseta”, 2002, pp. 97-126, ambos artículos en: Los poblados fortificados del noroeste de la Península Ibérica: formación y desarrollo de la cultura castreña: Coloquios de Arqueología en la cuenca del Navia: homenaje al Prof. Dr. José Manuel González y Fernández-Valles. M. Á. de Blas Cortina y Á. Villa Valdés (coords.). Ayuntamiento de Navia; “Notas sobre las etapas de la Cultura Castreña en El Bierzo”. Actas de las Jornadas sobre Castro Ventosa (Cacabelos-León, 4-6 Octubre de 2002), 2003, pp. 13-33; “Gordón y la Montaña Leonesa. De la Prehistoria reciente a los inicios de la Edad Antigua”. En: Cimadevilla Sánchez, P. (coord.), Gordoneses: suma historiográfica para el Concejo de Gordón. Ayuntamiento de La Pola de Gordón, 2007, pp. 75-110.

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ARRABALDE Y LOS ‘CASTROS ARRISCADOS’ DE LA SIERRA DE LA CULEBRA

Fig. 1. Mapa de situación de los castros y otras evidencias tratadas en el texto (PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 2. El Castro de Arrabalde-Marrón. Propuesta de reconstrucción de su sistema defensivo. La letra T señala la situación del gran derrumbe tumular -posiblemente una torre-, existente en su zona oriental (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

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aprovechada por el hombre para trazar, en el interior de tales formaciones geológicas, ya sea de forma perpendicular a ellas, ya sea de manera longitudinal a tales bancos cuarcíticos, allí dónde se abrieron huecos en ellos, impresionantes cordones de muralla de hasta 4 m de anchura e, incluso, más, finamente aparejados en seco, que compartimentan los afloramientos, configurando recintos que van desde poco más de 2000 m2 de superficie, como, por ejemplo, ‘La Porcilla’, en Robledo (Puebla de Sanabria), a decenas de hectáreas, casi 50 en el caso de Arrabalde-Marrón, o 100 en el recinto que creemos se asocia al de ‘La Lleira’, entre Ferreras de Arriba y Sarracín de Aliste (Riofrío de Aliste), como trataremos de exponer aquí. Todos, por lo tanto, tienen en común impresionantes obras defensivas, de varios kilómetros de longitud en algunos casos, o de poco más del centenar de metros, en otros, así como el común emplazamiento para todos: cerros u oteros netamente destacados en el paisaje, de difícil acceso, debido al fuerte desnivel existente entre ellos y la penillanura circundante, que puede llegar a superar dos o tres centenares de metros de altitud relativa. Incluso la absoluta sorprende de forma verdaderamente notable: algunos de estos emplazamientos en la Sierra del Teleno, caso del Portillo de Xandequín, por ejemplo, alcanza los 1700 m y, para llegar al sitio desde el Arroyo de Xandella, que discurre al norte, hay que superar un desnivel de 185 m a lo largo de 860 m de distancia. Por su parte, el río Pequeño, que discurre al sur, a escasos 700 m, lo hace a un desnivel en línea recta de casi 300 m. Pero en la sierra de Carpurias, en Arrabalde, que se encuentra a mucha menos altura, las cosas no eran mejores, pues el río Ería, que discurre al norte, lo hace a más de 200 m de desnivel con relación al castro de Las Labradas. Y, al sur, el arroyo de Carpurias supera los 180 m de desnivel entre su cauce y la plataforma del castro. De la notable altitud y emplazamiento destacado en que se sitúan estos sitios se deriva un gran control visual de los terrenos circundantes, si bien tiene como contrapartida su 456

gran alejamiento de los valles y, con ello, de los mejores terrenos desde el punto de vista de su aprovechamiento agrícola. De hecho, la mayor parte de los sitios se encuentran en suelos clasificados como leptosoles, es decir, suelos muy someros sobre roca continua dentro de 10 cm de la superficie, pedregosos, cuyo aprovechamiento potencial no va más allá del pastoreo. En el mejor de los casos, por ejemplo en la Sierra de la Culebra, se trata de cambisoles, es decir, suelos con un incipiente horizonte subsuperficial, pero cuya utilización no ha ido tampoco más allá del pastoreo y del aprovechamiento de los recursos forestales que procuran13. En este sentido son muy indicativos los fotogramas del llamado Vuelo Americano (Series A y B), que corresponden seguramente a la máxima extensión del aprovechamiento agrícola del suelo, fruto de una densidad demográfica, también, muy alta: en ninguno de los sitios que aquí tratamos, ni tampoco en su inmediata proximidad, se vislumbra atisbo alguno de parcelario cultivado. Pero detengámonos unos momentos en el singular sitio de Arrabalde, quizás el mejor conocido entre los castros arriscados debido a los hallazgos que ha deparado y las excavaciones de que ha sido objeto. Nos interesa, en especial, espigar algunas observaciones sobre su sistema amurallado, su implantación, y la inclusión, o no, del colindante castro del Marrón en el sistema de defensa levantado en Las Labradas. 1. EL CASTRO DE LAS LABRADAS-MARRÓN (arrabalde-villaferrueña, zamora) (Fig. 2) Las últimas estribaciones de la Sierra del Teleno (2188 m) se hunden en la Cuenca del Duero, al sur de las localidades de Arrabalde y Villaferrueña, a una altitud próxima a

Base Referencial Mundial del Recurso Suelo. Un marco conceptual para clasificación, correlación y comunicación internacional. IUSS Grupo de Trabajo WRB. 2007. Base Referencial Mundial del Recurso Suelo. Primera actualización 2007. Informes sobre Recursos Mundiales de Suelos No. 103. FAO, Roma. 13

ARRABALDE Y LOS ‘CASTROS ARRISCADOS’ DE LA SIERRA DE LA CULEBRA

1000 m en la Sierra de Carpurias. A esta cota, 996 m, que es la más alta de todas ellas, es donde se encuentra el famoso castro, por causa, sobre todo, de la espectacularidad de los tesoros celtibéricos que ha deparado. El emplazamiento se produce en alineaciones de orientación noreste-sureste, ‘armoricanas’, debido a la orientación que, por causa de la orogenia hercínica, sufren materiales de edad muy antigua, paleozoica, constituidos por cuarcitas blancas en bancos con intercalaciones pizarrosas, la denominada cuarcita armoricana de la ‘Formación Culebra’, perteneciente al Ordovícico Inferior (Arenigiense)14. La morfología resultante, fruto de la prolongada erosión de los materiales más débiles de la antigua formación geológica, da lugar a relieves residuales, ‘apalachenses’, en los que se suceden, de forma paralela, por un lado, los crestones en los que han pervivido los materiales geológicos más duros, y, por otro, los valles que los flanquean, por los que discurren las corrientes fluviales, en nuestro caso, al norte, el Eria, y, al sur, entre otros, el efímero arroyo de Carpurias. Se trata, en suma, de un incipiente paisaje de penillanura, que tanto caracteriza a estas tierras del occidente de la Meseta Norte. De este yacimiento, si nuestra información es completa, realizó la primera representación de los tramos mejor conservados de su excepcional sistema defensivo Á. Esparza15, quien recoge, por un lado, los del paraje de ‘Las Labradas’ (996 m) - el castro de Arrabalde por antonomasia -, y, por otro, los reconocidos en el cerro llamado ‘El Marrón’, situado a oriente del anterior, ambas las mayores cotas existentes en la sierra. En el primero constata dos líneas de muralla que cerrarían el recinto por el oeste, así como otra a oriente, justo antes de llegar a una vaguada que los separa. En el segundo, por su parte, representa sendos  muros que flanquearían un cerro

ligeramente amesetado situado entre la curva de nivel de 970 m, pero cuya cota a mayor altura se produce nueve metros más arriba, en un gran montículo o derrumbe de forma tumular, artificial, por su origen indudablemente antiguo, sin duda asociable al propio recinto castreño. De hecho, un aficionado a la arqueología local, V. Sevillano, nombra al sitio ‘Castro de la Torre’16, pues considera que tal montículo “… es el resultado del derrumbamiento de una torre hueca”17. Con posterioridad a los trabajos de Esparza en los años ochenta del pasado siglo – que incluyeron excavaciones arqueológicas puntuales para tratar de obtener un contexto arqueológico para los hallazgos de los atesoramientos -, en el sitio se van a realizar actividades promovidas por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León con la finalidad de valorizarlo en su expresión más monumental, la de sus murallas, para ‘potenciar el turismo cultural en la zona’. Los trabajos, realizados a finales del año 1998, fueron llevados a cabo por la empresa Unoveinte, S.L. y se centraron en los dos lienzos más occidentales de Las Labradas, excavando en el exterior un tramo de 13 m de longitud (‘Zanja 3’), mientras que, en el más interior, las dos zanjas abiertas alcanzaron 12,30 m y 7,5 m. Aquí, los resultados vendrían a corroborar la existencia de una puerta dotada de sendas torres, las cuales flanqueaban un vano de unos 4 m de anchura. Un aspecto llamativo, además de la propia existencia de torres y vano en tal disposición, es su misma implantación, puesto que se desarrollaban hacia el interior del recinto, no destacando nada del lienzo en el paño que miraría hacia el supuesto atacante, lo que se subraya en el estudio publicado. Estos trabajos concluyen indicando que no pudieron determinar la época concreta de construcción de las líneas de muralla del castro, aunque se apunta su verosímil

HOJA 50.000 Nº 0269 ARRABALDE REGION GEODE: 1300.- Zona Centroibérica, dom. del Ollo de Sapo. Instituto Geológico y Minero de España. 15 Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p.38, Fig. 7.

16

14

Sevillano Carbajal, Virgilio, 1978: Testimonio arqueológico de la provincia de Zamora. Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”. Zamora. 17 Sevillano, o.c., p. 312.

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

contemporaneidad, que su uso está vigente en momentos tardíos de la Edad del Hierro y que, en las zonas intervenidas, no se han detectado ocupaciones protohistóricas anteriores. Por lo demás, desde el punto de vista histórico, como ya había sido apuntado al analizar la significación de los atesoramientos encontrados en el castro de Las labradas, el importante sistema defensivo presente en Las Labradas debe inscribirse en los momentos inmediatos a la llegada de Roma a estas tierras con motivo de las Guerras contra Cántabros y Astures18. A partir del año 2000 la empresa Strato tomará el relevo en Las Labradas completando los trabajos de excavación en los tramos de muralla occidentales, en el marco del control arqueológico de las tareas de restauración y, además, se abordará una excavación en el lienzo oriental, en el que se identificará otra puerta, que será también objeto de consolidación para su presentación al público. Fruto de todo ello fue la apertura de un Aula Arqueológica dedicada al yacimiento arqueológico. Los trabajos de esta empresa en el castro finalizarán en 2003 con la realización de un compendio de la documentación existente sobre el sitio19. Interesa subrayar que los trabajos que Strato realizaría en el lienzo occidental exterior, en el que Balado Pachón no había re-

A. Balado Pachón, “Intervención arqueológica en las murallas del Castro de las Labradas en Arrabalde (Zamora)”.  Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Vol. 16, 1999, págs. 17-42. 19 J. C. Misiego Tejeda, R. Redondo Martínez, M. Doval Martínez, G. J. Marcos Contreras, M. Á. Martín Carbajo, F. J. Sanz García, “Las murallas del Castro de las Labradas (Arrabalde, Zamora)”. Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Nº 19, 2002, págs. 13-38; M. Doval Martínez, J. C. Misiego Tejeda, F. J. Sanz García, M. Á. Martín Carbajo, G. J. Marcos Contreras y P. F. García Rivero, 2007, “Aportación a la secuencia crono-cultural del castro de Las Labradas (Arrabalde, Zamora)”. Segundo Congreso de Historia de Zamora, Tomo I, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, p. 217237. STRATO Gabinete Arqueológico, 2002, Trabajos de Documentación y prospección de la Zona arqueológica de “Las Labradas”, en Arrabalde (Zamora). Agosto – octubre 2002. Informe inédito. Junta de Castilla y León. Agradecemos mucho al Gabinete Strato su amabilidad al facilitarnos una copia de este manuscrito. 18

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gistrado la existencia de puerta alguna, ahora se apunta en el tramo intervenido (13 m) la posible existencia de una en esviaje, pues reparan que los lienzos a ambos lados del camino no están afrontados20. Las tres puertas que los trabajos de Balado y Strato recogen en Las Labradas se encuentran a lo largo del camino actual que conduce a Las Labradas desde la localidad de Arrabalde, asfaltado recientemente hasta la misma muralla ‘occidental exterior’. Este camino, sin duda por ser de orden inferior, no fue registrado en las ‘Minutas cartográficas’ que sirvieron de base para la elaboración del Mapa Topográfico Nacional 1:50000 (primera serie, Hoja 269 ‘Arrabalde’, de 1936)21. La cartografía correspondiente al castro comprende sendas hojas; la primera, adscrita a Arrabalde, y la otra, a Villaferrueña, cuyos datos de campo, en ambos casos, se tomaron en 1911. En ninguna de ellas se consigna camino alguno que lleve la traza del actual, pues solo se registra, para atravesar la Sierra de Carpurias, el denominado ‘Camino de las Vacas’, que comunicaba Arrabalde y el Valle de Vidriales. Otro dato de interés lo proporcionan los fotogramas de los llamados ‘Vuelos americanos’, tanto el de la Serie A, de 1945-1946, como el de la Serie B, de 1956-1957, en los que parece constatarse la existencia de un camino o sendero que accedía al castro siguiendo, más o menos, la traza del actual. Éste, en su actual configuración, fue expeditivamente trazado, con la anchura de un cortafuegos,

Misiego et alii, “Las murallas….”, p. 25. El propio IGN los describe así: “Archivos ráster correspondientes a la digitalización de los mapas manuscritos en papel conservados en el Archivo Técnico del IGN. Se trata de los trabajos previos a la realización del Mapa Topográfico Nacional, en algunos casos con varias décadas de diferencia a la publicación de la primera edición del MTN de la zona. Este tipo de documentos se realizaron principalmente entre 1870 y 1950 y se corresponde con la representación en papel del curvado altimétrico de cada municipio, que se realizaba posteriormente a la planimetría”. Están dibujados a escala 1:25.000 y sirvieron de base para su integración en las Hojas del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000. Estas planimetrías, como indica la propia hoja de metadatos del IGN, constituyen, en efecto, “… una herramienta indispensable para cualquier estudio de evolución del territorio”. 20 21

ARRABALDE Y LOS ‘CASTROS ARRISCADOS’ DE LA SIERRA DE LA CULEBRA

hacia los años 70-80 del pasado siglo por medio de maquinaria, seccionando, por un lado, las dos murallas occidentales, la más exterior en el mismo lugar en el que ahora se identifica la ‘puerta en esviaje’, y, la interior, a unos 170 m al noroeste del lugar en el que se encuentra la puerta torreada. Por su parte, la oriental exterior se cortó también donde ahora se sitúa la puerta que como tal se identificó por los trabajos de Strato de 200222. Pero, dejando a un lado los interrogantes que se pueden plantear sobre la puerta torreada en la muralla occidental interior y la virtualidad de las demás, nos interesa aquí especialmente la implantación, en su totalidad, del sistema defensivo levantado en la Sierra de Carpurias, al hilo de lo afirmado en su momento por Á. Esparza acerca de la posibilidad de que pudiera incluir también el castro del Marrón. En concreto, señalaba, “… la más que posible unión de ambos, mediante un presunto muro, que se sigue mal, ya que por su situación lo han ido ocultando los arrastres, pero que parece enlazar las rocas donde termina la gran muralla oriental de Labradas con este castro del Marrón, englobando toda la vaguada que los separa”23. En efecto, no existe duda alguna de la existencia de un muro que parte del roquedo en el que termina la extremidad más meridional de la muralla oriental de Labradas, pues se puede seguir sobre el terreno sin ninguna

22 En el castro de Arrabalde nunca se ha descrito la existencia de ‘murallas compartimentadas o de módulos’, como se las conoce al norte de la Cordillera Cantábrica en ambientes de la E. del Hierro, que se datan en Asturias a partir de los siglos IV-III a.C. No obstante, al parecer, existen en el castro de Chano (Peranzanes, León), según relata J. Camino, por indicación de su excavador, J. Celis Sánchez. Cf. J. Camino, “Las murallas compartimentadas en los castros de Asturias: bases para un debate”. Archivo Español de Arqueología, 73, 2000, pp. 27-42 (p. 41). 23 Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p. 135. El mismo autor, junto con G. Delibes y R. Martín Valls, ha vuelto en 1996 sobre este asunto, advirtiendo sobre la existencia de un muro soterrado que uniría ambas fortificaciones, Labradas y El Marrón, el cual se seguiría en los fotogramas aéreos y sobre el terreno. Vid.: G. Delibes de Castro, A. Esparza Arroyo y R. Martín Valls, 1996: Los tesoros prerromanos de Arrabalde (Zamora) y la joyería celtibérica. Fundación Rei Afonso Henriques.

dificultad a lo largo de casi 100 m, entre los dos roquedos que aprovecha y une (nº 1 en Fig. 2). Es cierto que no tiene la entidad del oriental, pues la anchura de su derrumbe apenas llega a los 2/3 m, pero no cabe, en nuestra opinión, ninguna duda de su virtualidad y sentido como cerca. Apreciable fácilmente en la mayor parte de los fotogramas aéreos disponibles, este tramo deja también su huella en los modelos digitales del terreno (MDT, de ahora en adelante), tanto en los obtenidos por estereocorrelación fotogramétrica, como en los LIDAR, lo que permite, sobre todo mediante este último, intentar reconstruir su trazado gracias al microrrelieve dejado, a través de la vaguada por la que circula el ‘Camino de las Vacas’ para alcanzar el roquedo que tiene en el escarpe contrario. Este muro tiene, en nuestra opinión, el sentido de cerrar por el sur y conectar los cerros amesetados en los que se sitúan Labradas y Marrón, como apuntó Esparza, lo que también daría significado de depósito o cisterna ‘interior’ a la laguna estacional hoy existente al norte, llamada ‘de Valdenegrillo’24. La zona oriental del Marrón ya fue objeto de un sucinto croquis por parte de V. Sevillano, que, como señalamos más arriba, denomina ‘Castro de la Torre’, a causa de un imponente derrumbe de forma circular, a modo de túmulo, que se eleva unos 4/5 m sobre el terreno circundante, proporcionando la cota más elevada de esta zona de la Sierra25. No es aquí el lugar para tratar este tipo de evidencias, posibles torres, en ambientes castreños, muy comunes, por cierto, en el Valle del Cabrera, en León, pero que también se han percibido en castros zamoranos, en concreto, en la zona oriental, la más elevada, del Castrico de Fradellos26. Únicamente queremos señalar

24 Á. Esparza apunta que posiblemente el denominado ‘Camino de las Vacas’ sea en realidad un canal que partiera de la mencionada laguna, acaso ligado a tareas mineras en los terrenos de coluvión situados al pie del Marrón, amatistas quizás asociadas a un filón de hierro. Cf. Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p. 135). 25 Vid. Nota 3. 26 Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p. 69.

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que, según el examen de los fotogramas aéreos y MDT, y, sobre todo, las observaciones directas sobre el terreno, uno de los muros ya registrados se vería doblado por otro más al este (nº 2 en Fig. 2), aprovechando los mismos afloramientos rocosos. Pero sí es más relevante, creemos, lo que sucede más al norte, ya que con los mismos documentos y método sobre el terreno, creemos que debe registrarse un muro (nº 3 en Fig. 2), del que aún quedan huellas visibles, que cerraría – por pura lógica poliorcética -, el castro del Marrón en el espacio que se abre al norte entre los afloramientos de cuarcita. Este muro se percibe en los fotogramas del vuelo americano correspondiente a la Serie B, de 1956-1957, pero se conserva a jirones, muy desmantelado por la erosión y, creemos, por la apertura de una pista que sirvió para levantar un repetidor de TV. Al sur, en contacto con el roquedo al que acometería, existe un tramo de pocos metros que conserva parte de su estructura, en nuestra opinión. Desde este cierre que proponemos al este del castro del Marrón el afloramiento de cuarcitas toma dirección noroeste y constituye, especialmente en su primera mitad, un farallón que se aprovechó como defensa natural, cierto, pero que presenta muros de cierre en todos aquellos huecos que la erosión dejó abiertos. Cuando aquel desaparece o baja en altura - lo que sucede en una parte considerable de lo que sería el cierre norte del recinto de Labradas -, se levantó un muro que se sigue prácticamente de continuo hasta llegar al punto en que conecta con la cresta cuarcítica, a la que también va a parar el extremo septentrional de la ‘muralla occidental exterior’. El castro de Arrabalde, que ya era tenido como un poblado mayor, un auténtico oppidum, debido a las considerables dimensiones del espacio que encerraban sus murallas en la zona de Las Labradas – 2500 m, de los que 1500 estarían amurallados, delimitando un espacio de 23 Ha. -, aumentaría considerablemente sus dimensiones con la suma del Marrón, lo que aquí tratamos de acreditar con las conclusiones del análisis de la información cartográfica y fotográfica actualmente dis460

ponible y de las correspondientes comprobaciones sobre el terreno. De acuerdo con ello, la suma de Las Labradas y El Marrón darían lugar a un recinto de unas 46 Ha., el cual conservaría restos de murallas en una longitud de 3,4 km. Por lo demás, principalmente como consecuencia del hallazgo de sus dos atesoramientos, para explicar el contexto histórico en el que se produjeron, la opinión más fundamentada es que Arrabalde pudo haber constituido una especie de ‘último reducto’, fruto de la presión romana ejercida sobre la población astur en los últimos compases de las Guerras de Conquista contra Cántabros y Astures, cuya mejor expresión sería la presencia de una legión en el Valle de Vidriales, la Legio X Gémina, que levantaría su campamento a escasos 8 km al este de Arrabalde27. Incluso, algún autor ha propuesto que este enorme castro hubiera podido uno de los escenarios más relevantes entre los relatados por las crónicas de las Guerras de Conquista, en concreto, el del asedio y toma de la ciudad de Lancia, que no se situaría en su tradicional ubicación en Villasabariego, León, sino que este sitio sería el más firme y propio candidato, entre otras razones, por su sistema defensivo tan poderoso28.

27 G. Delibes de Castro, Á. Esparza Arroyo y R. Martín Valls, o.c., p. 39; J. Álvarez.-Sanchís, “La Segunda Edad del Hierro en el oeste de la Meseta”. En: Castros y Verracos. Las gentes de la Edad del Hierro en el occidente de Iberia. G. Ruiz Zapatero y J. Álvarez-Sanchís (Eds.) (Reunión Internacional Castros y Verracos. Ávila 9-11 de noviembre de 2004, Palacio de los Serrano), 2011, Diputación de Ávila, pp. 101-129 (p. 118). No son muy numerosos los hallazgos relacionados con el equipamiento militar, romano o no, en Las Labradas. Se reducen a una punta de lanza, sin contexto arqueológico, que se fecha entre el s. VI a.C hasta la romanización (Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p. 251) y “… un fragmento de la coraza de un oficial del ejército romano”, además de “… restos de un casco y umbo de escudo”, según los autores citados en primer lugar (o.c., pp. 11-13) 28 N. Santos Yanguas, 2004: “Lancia de los astures: ubicación y significado histórico”. Hispania Antiqua, 28, p. 71-86. El Prof. Santos ya alude al escepticismo de su primer excavador moderno, F. Jordá Cerdá, sobre la ubicación tradicional, inducido por el pobre rédito de sus trabajos en lo que a hallazgos protohistóricos se refiere, y, especialmente, por la inexistencia de unas defensas en el cerro acordes con la importancia del episodio bélico. Más recientemente se ha referido in extenso a esto mismo y a la

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2. PEÑA CASTILLO (boya, mahide, zamora) (Fig. 3) Mirando al sur al Campo de Aliste, a 1185 m de altitud en plena Sierra de la Culebra, se encuentra este sitio castreño conocido de antiguo por la historiografía. Así, en el último cuarto del siglo pasado, un ingeniero y aficionado circunstancial a los estudios históricos, E. Gadea Vilardebó (1846-c.1815), destinado en la Jefatura de Obras Públicas de Zamora, estudió el tramo de la calzada entre Astorga (León) y Portillo de San Pedro de las Herrerías (Zamora), la vía romana que iba de la primera a Bracara Augusta (Braga) o vía XVII del Itinerario de Antonino, lo que le llevó a suponer la ubicación de la mansio de Veniatia en el cerro de Peña Castillo de Boya. En efecto, lo deducía por la marcada situación estratégica que presenta el sitio, el cerro más elevado en las inmediaciones del único paso fácil que existe a través de la Sierra, el Portillo de San Pedro, distante apenas dos kilómetros al oeste de su emplazamiento, cuyo dominio visual es muy amplio29. No hay seguramente, en el noroeste de la Península, vía más militar que aquella, no en vano varios campamentos romanos la jalonan: los de Astorga, Castrocalbón y Rosinos de Vidriales, en los que, además, conocemos la legión que estuvo en los más grandes, la Legio X Gémina. Á. Esparza describe en Peña Castillo sendos lienzos de muralla partiendo de los crestones de cuarcita, cerrándolos por el NW y SE, y, en el correspondiente a este último, apunta la existencia de una puerta, incluso con posible torres. Una parte de la que ocuparía la más septentrional ha sido afectada por la apertura, entre 1997 y 2000, de un ancho cortafuegos que atraviesa todo el castro. El acceso

historiografía de las Guerras J. L. Vicente González, 2008-2009: “Bellum asturicum: una hipótesis ajustada a la historiografía romana y al marco arqueológico y geográfico de la comarca de “Los valles de Benavente” y su entorno”. Brigecio, 18-19, p. 13-77. 29 E. Gadea Vilardebó, “Descripción de un trozo de la vía romana de Braga a Astorga por Chaves”. Revista de Obras Públicas, 30, tomo I (15), 1882, pp. 169-172 (184).

tradicional a Peña Castillo, que es utilizado por una romería anual, llegaba al extremo más noroccidental. En cualquier caso, nos interesa destacar aquí que, en caso de existir tal puerta, lo sería en un ‘lienzo interior’ pues, al este, existe otro, inédito, que cierra el castro por este punto. Tal muralla, de unos 270 m de longitud, es denunciada por los MDT correspondientes a la zona y corroborada por las observaciones sobre el terreno, no sin dificultad, puesto que se encuentra muy oculta por, además de una antigua repoblación forestal de pinos, matorral y una espesa capa de acículas procedentes de ellos, todo lo cual hace bastante penosa su inspección. Las zonas en las que se observa mejor son aquellas en las que el encintado acomete al roquedo, en sus extremos septentrional y meridional, por lo tanto. Peña Castillo, en consecuencia, poseyó, al igual que sucede en Arrabalde y otros sitios que veremos, no dos, sino tres largas murallas mayores que configuran dos recintos, además de otros tramos menores que completan los huecos existentes en las crestas cuarcíticas. Ello hace que el recinto que se consideraba tradicionalmente, de unas 5 ha, se vea doblado en su superficie, pues alcanzaría en torno a las 10 ha, si bien no hemos podido atisbar, ni en la cartografía, ni sobre el terreno, el cierre que, por el norte, tendría este segundo recinto, pues un viejo matorral de brezo hace enormemente dificultosa la tarea y nuestros intentos, vanos30. Pero, en nuestra opinión, Peña Castillo sí posee, en el lado su-

30 Como quiera que en Peña Castillo se han recogido cerámicas medievales, algún autor, vid. J.A. Gutiérrez González, Fortificaciones y Feudalismo en el origen y formación del Reino Leonés (siglos IX-XIII), Universidad de Valladolid, p. 366, ha apuntado la dificultad de precisar si sus murallas son prerromanas o de aquella edad, aduciendo su similitud – ‘… murallas en seco de similares proporciones y trazado entre los crestones rocosos…’ - con, entre otros sitios, las de Llanos de Alba. En otro sitio hemos discutido que se trate de un castillo medieval lo que Gutiérrez González identifica como tal en Llanos, pues todo indica, más bien, que se trata de parapetos de la Guerra Civil o de construcciones de naturaleza ganadera, o ambas cosas (cf. M. L. González Fernández y J. M. Vidal Encinas, 2001: “El castillo de Alba no fue un castillo de naipes”.  Estudios humanísticos, nº 22, p. 139-156). Pero es que además, en Llanos, la supuesta ‘muralla medieval’ apenas llega al metro de anchura, cuando en Peña Castillo de Boya alcanza

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

Fig. 3. Peña Castillo, en Boya (Mahide, Zamora). El pequeño círculo señala la situación de una posible puerta de acceso (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

roccidental del primer recinto, un punto que podría calificarse plenamente como puerta, una de las pocas que se pueden identificar en estos sitios castreños (Fig. 4). Aquí, en una de las crestas de cuarcita blanca armoricana que son aprovechadas para configurar el recinto, existe una interrupción de la misma, de unos 10 m de anchura, en la que se levantaron hacia el interior sendos muros de piedra paralelos, que configuran una especie de callejón de unos 5 m de anchura, en origen seguramente adintelado por medio de vigas de madera. El cordón rectilíneo de piedra que corresponde al derrumbe de ambos muros tiene, el más septentrional, 10 m de longitud, y cinco más el meridional y en ninguna parte de su trazado se aprecia indicios que pudiera apuntar la existencia de torres. La presencia

varios metros - casi cuatro -, en algunos puntos, como bien recoge Esparza (Los Castros de la Edad del Hierro…, p.. 41).

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Fig. 4 Detalle de la posible puerta existente en el recinto más septentrional del castro de Peña Castillo, en Boya.

de un vano en esta parte del recinto es perfectamente justificable desde el punto de vista poliorcético. Por un lado, obliga al supuesto atacante a bordear hacia el sur la muralla más occidental, pues el ataque directo a la misma es poco menos que imposible, y, al hacerlo, se ve constreñido a tener que atravesar un callejón que forman sendos crestones paralelos que desembocan en la puerta, el más septentrional una prolongación de la propia muralla, exponiéndose así, también, para llegar a la puerta, a sus defensores. Esta disposición, probablemente, sea paradigmática en estos sitios castreños, a saber, fuera de los lienzos más exteriores y en lugares intrincados y estrechos, a los que intentar llegar suponga exponerse al acoso continuo y en superioridad del defensor. Peña Castillo, según recoge Esparza, ha deparado “…alguna teja, cerámica de aspecto medieval y un ‘clavo’ de hierro”31

31

Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p. 135.

ARRABALDE Y LOS ‘CASTROS ARRISCADOS’ DE LA SIERRA DE LA CULEBRA

3. EL PIORNAL-LA MESA (morla de la valdería, castrocontrigo, león) (Fig. 5) Justo dónde el Eria está a punto de abrirse a la Cuenca del Duero, en el último tramo montañoso y, por lo tanto, todavía en un valle encajado entre la Sierra del Pinar y la Sierra del Pueblo, en las últimas estribaciones de las del Teleno-Cabrera, se encuentra este castro fuertemente amurallado, entre los mayores en su género. Tiene a la localidad de Morla al este, a 1,5 km de distancia. Este sitio fue fotografiado en 2010 en el curso de una prospección aérea realizada por F. Didierjean, en el marco del proyecto de investigación “La guerre et ses traces”32. En el extremo más noroccidental y elevado del gran cordal cuarcítico en el que se emplaza, a 1443 m de altitud, existe una especie de acrópolis33 que totaliza 4,3 ha, dotada de tres líneas de muralla que generan dos recintos, probablemente tres34, el mayor de ellos de 1,7 ha, todo ello allí dónde el afloramiento montañoso tiene una forma aplanada, de ahí el nombre de ‘La Mesa’ con el que se conoce localmente. Los diferentes tramos amurallados completan en total una longitud de unos 525 m. En realidad, todo el crestón, a lo largo de casi 3 km de longitud presenta obras defensivas, que describimos en otro lugar35. Aquí, como en los sitios que

32 Compte-rendu des Vols du 5 Juin 2010, par François Didierjean, Institut Ausonius, Université de Bordeaux 3. Informe inédito. Junta de Castilla y León. Este proyecto de investigación, que ha tenido como investigadora principal a M. Navarro Caballero (Institut Ausonius, Université de Bordeaux 3), ha sido publicado recientemente: Cadiou, Fr. et M. Navarro Caballero, (éd.), 2014:  La guerre et ses traces. Conflits et sociétés en Hispanie à l’époque de la conquête romaine (IIIeIer av. J.-C.), Ausonius Éditions, Mémoires 37. Bordeaux. 33 Á. Esparza emplea este término al referirse al emplazamiento de ciertos castros. Cf. “Los castros de Zamora Occidental y Tras-os-Montes oriental: hábitat y cronología”. Portugalia, 4-5, 1983-84, pp. 131-147 (p. 134). 34 La disposición ‘lógica’ apuntaría a que el recinto intermedio se cerraría por el sur, en el vano existente entre el crestón, pero las dificultades que tiene el terreno en la zona han hecho estériles nuestros intentos por encontrarlo, si es que llegó a tenerlo, claro está. 35 Una descripción y plano de conjunto de este sitio excepcional de la Valdería en nuestra comunicación a este mismo Congreso,

preceden en esta exposición, en una posición culminante, se fortificaron por medio de diferentes líneas defensivas, varios espacios yuxtapuestos que aprovechan parcialmente los afloramientos rocosos como murallas naturales. Su derrumbe alcanza, en algunos sitios, más de 4 m y los paramentos son visibles en algunas zonas de estos cordones imponentes, levantados en un paraje muy escarpado e inhóspito, de muy difícil acceso, ahorrado para cualquier tipo de cultivo, en el que solo parecen atisbarse, desde el punto de vista de la subsistencia, actividades relacionadas con la caza o ganadería. De hecho, el desnivel existente con relación al valle próximo del Eria es de unos 450 m, lo que da idea del carácter sumamente empinado que tiene este lugar. A su vista, hacia el norte, tiene el campamento romano de Valdemeda, un detalle en el que ya reparó el descubridor del Piornal, F. Didierjean. ¿Existió una relación entre ambos? Ade-

“Abierto por inventario: novedades castreñas en las comarcas de La Cabrera y Valdería (León)

Fig. 5. El Piornal-La Mesa, en Morla de la Valdería (Castrocontrigo, León). El conjunto fortificado construido a 1443 m de altitud (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España). 463

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más, otros, de características similares – Yera de los Piornos, p.e. -, se encuentran próximos, así como construcciones lineales, por el momento enigmáticas – El Corral de la Tiña y El Filoso, que veremos más adelante -, sobre las que no debe descartarse su finalidad defensiva. La falta total de materiales arqueológicos en superficie en El Piornal-La Mesa, debido a la nula visibilidad por el denso brezal en el que se encuentra, impide, por el momento, ni tan siquiera plantear cualquier hipótesis, fuera de la evidente voluntad de defenderse que, para sus artífices, tuvo que tener tal encastillamiento. 4. EL PORTILLO DE XANDEQUÍN (pozos, truchas, león) (Fig. 6) En el año 2006 fue dado a conocer este castro por su descubridor, R. Matías Rodríguez, ingeniero de minas, quien, en los últimos años, ha realizado grandes aportaciones al conocimiento de la minería romana en general, pero, en particular, tanto en aquella que se produce para el beneficio de formaciones superficiales, como sino en que tiene lugar en interior, por medio de galerías abiertas en la roca primaria. Destacan, asimismo, sus estudios de la red hidraúlica de la Mina de Las Médulas, que han ayudada a perfilarla e identificarla adecuadamente. Si nuestra información es correcta, El Portillo fue el primer hallazgo en la provincia de León de un castro de estas peculiares características, aunque estuvieran recogidos en la Carta Arqueológica de la provincia otros de su misma tipología, pero no identificados dentro de este grupo singular. Es el caso, por ejemplo, de Peña Piñera en Vega de Espinareda, en El Bierzo, o el de Peña Morquera, éste último ya en el dominio de la Cordillera Cantábrica, en la zona oriental de la provincia. El Portillo se emplaza en plena Sierra del Teleno, a 1698 m de altitud, por lo que se trata del sitio castreño más elevado que, por el momento, se conoce en la parte occidental de la provincia. El castro se construyó en un imponente afloramiento de cuarcitas blancas en bancos con 464

intercalaciones pizarrosas (Cuarcita Armoricana) del Ordovícico inferior (Arenigiense) desde cuya máxima elevación, el Pico Valteleno, se tiene una total visibilidad sobre el valle del Eria, en concreto, sobre su puerta de acceso a la Meseta, en los alrededores de Morla y Torneros de la Valdería, que se encuentran a unos 10 km de distancia. Ello hace que esté visualmente conectado con otros sitios similares, caso, por ejemplo, del Piornal-La Mesa, que se encuentra a unos 7 km de distancia al sureste. El Portillo destaca por un muro de casi 400 m de longitud que protege una parte del flanco septentrional del roquedo, que se engrosa considerablemente en las dos ramas en que termina en su extremo más occidental. Toda esta parte es la que presenta el resto de los encintados, en general tramos cortos, perpendiculares a las cuarcitas tableadas, que persiguen la obtención de diferentes compartimentaciones. En total en torno a 800 m de

Fig. 6. El Portillo de Xandequín, en Pozos (Truchas, León). El enorme roquedo, a 1698 m de altitud, se dotó de murallas por el norte y oeste, pues sus otros lados son infranqueables. Al noroeste y suroeste se aprecian las labores romanas de ‘Teleno Este-Los Mayadones-Las Mayadicas’, en sedimentos de origen fluvioglaciar (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

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amurallamientos presenta este sitio. El Arroyo de Xandella - la denominación que tiene en estos parajes el río Llamas -, que discurre al norte, dista algo menos de 1 km en línea recta y tiene un desnivel de 190 m con el sitio, con una pendiente de más del 21 %. Por su parte, el río Pequeño, un afluente del Eria, que pasa al sur, dista unos 2,5 km, y tiene un desnivel de más de 600 m con relación al Portillo, con una pendiente de casi el 25 %. 5. EL ALTO DE SAN VICENTE-LOS CONVENTOS (morla de la valdería, castrocontrigo, león) (Fig. 7) Por el medio del corredor en el que se encuentra, formado por sendas crestas de cuarcita paralelas, pasa el límite con el municipio de Luyego, por lo que es compartido por ambos. Este sitio - recogido en la Carta Arqueológica de la provincia de León, realizada en los años 80 del pasado siglo, como sitio de cronología medieval -, está situado a 1.280 m de altitud, en un emplazamiento que tiene una gran visibilidad sobre el borde de la Cuenca, modelada aquí por los valles de los tributarios del Órbigo, a saber, Jamuz, Valtabuyo y Duerna. En efecto, en el paraje se recogen materiales arqueológicos de tal cronología, no en vano sabemos por la documentación del Monasterio de San Esteban de Nogales, que aquí hubo, ya desde el siglo XII, una granja o priorato con evidentes cualidades eremíticas. Incluso existen restos de una construcción aparejada con mampostería de argamasa que debe sin duda estar asociada con tal fundación religiosa medieval. Pero lo que destaca, creemos, por encima de todo, es un conjunto fortificado cuyos lienzos suman en total casi 375 m de longitud en el que, a lo largo de casi 700 m del crestón, se cerraron mediante muros de piedra en seco, diferentes interrupciones en el mismo, especialmente en su lado sur. Destaca un enorme muro de piedra en seco que cierra el sitio por el noroeste y que da paso al espacio protegido, conectando los dos crestones de cuarcita que afloran paralelos. Tiene casi 75 m de longitud

y su derrumbe alcanza en algún lugar unos 10 m de anchura. Un cortafuegos, que va por el límite de los términos municipales de Castrocontrigo y Luyego, tronzó el muro, cuyas características son las habituales en todos los sitios que aquí describimos y, en concreto, son idénticas, también en su misma concepción topográfica, a las de los demás enclaves a los que aquí aludimos. Por lo demás, existen otras compartimentaciones menores en el crestón, todas también en piedra en seco. El muro de cierre se levantó a unos 700 m hacia el este. El espacio total englobado es de más de 4 ha. Por el sur, discurre un regato próximo, a unos 200 m, el arroyo de san Vicente, mientras que por el noreste lo hacen otros varios que forman la cabecera del río Jamuz. Uno de ellos, el río Riego, se encuentra, apenas a un kilómetro. En el primer caso, el desnivel existente entre el castro y el vallejo es de 12,12º (21.47%), mientras que, en el segundo, es de 13.83 º (24.62%).

Fig. 7. El Alto de San Vicente-Los Conventos, en Morla de la Valdería (Castrocontrigo, León) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

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6. YERA DE LOS PIORNOS (torneros de la valdería, castrocontrigo, león) (Fig. 8)

ha, cercado todo él por un muro de piedra en seco. (Fig. 9)

Al oeste y sobre la localidad de Torneros de la Valdería se encuentra este sitio, también llamado en Torneros ‘El Castillo’, en un crestón rocoso de orientación Noroeste-Sureste, en dónde, en su parte más elevada, a 1.344 m, destaca una especie de acrópolis de casi 0.5 ha, precedida de otro recinto de dimensiones similares. Los lienzos totalizan en torno a 375 m de longitud, todos de piedra en seco, de una anchura intuida, pues únicamente hemos podido apreciar puntualmente un tramo de paramento externo, a base de sillares de piedra muy bien aparejada, de una anchura comprendida entre los 2 y los 3 m, quizás más en algunos lugares. Todos los amurallamientos aprovechan los afloramientos tabulares. Una parte del recinto más meridional fue afectado, allá por los años setenta del pasado siglo, por los abancalamientos que precedieron a la plantación de un pinar de repoblación, destruyendo en parte su muro de cierre. La Yera de los Piornos, además del Eria, al este, tiene otro curso de agua a relativa proximidad, el arroyo Serranos, que discurre al sur. En el primer caso, existe una diferencia de altitud de más de 338 m, a lo largo de unos 2,2 km de distancia, lo que hace que el desnivel a franquear sea de 15,7 % (8,9 º). En el segundo, la diferencia de altitud es de 300 m a lo largo de 2,7 km, con una pendiente de 10,7 % (6,1 º). Finalmente, vamos a finalizar nuestra exposición refiriéndonos a un conjunto de sitios castreños, buena parte de ellos dados a conocer por Esparza, situados entre Tábara y Villardeciervos, pero desconocidos en lo que a las características de su implantación se refiere, que destacan en especial, además de por su densidad - aspecto que ya señaló dicho autor -, por las características de su organización, la proximidad a la que se encuentran y el notable desarrollo que tienen sus sistemas defensivos, asociado, en uno de ellos, La Lleira, como novedad, a un curioso recinto de incierto significado que despunta por sus grandes dimensiones, ya que alcanza más de 110

7. PEÑIFLE-EL CORRAL-CORRALERA DE LOS MOROS (litos, ferreras de abajo, zamora) (Fig. 10)

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En Tierra de Tábara, a escasos tres kilómetros al sur de Litos, se encuentra este sitio dado a conocer por Á. Esparza, acompañando su descripción de un plano36. No se encuentra en la alineación principal de la Sierra de la Culebra, sino en una paralela por el norte, aunque también en un idéntico contexto litológico, cuarcitas blancas en bancos con intercalaciones pizarrosas (Cuarcita Armoricana, del Ordovícico inferior, Arenigiense). El cerro en que se enclava tiene al sur un arroyo estacional, el de La Braña, y, por el norte, discurre una moderna vereda de ganados. Peñifle tiene, a más de 10 km al norte, el valle del río Tera, mientras que el Esla lo hace al este a una distancia que dobla la anterior. Por ello creemos que se le debe asociar a un curso de agua más próximo, el río Castrón, un afluente por la margen derecha del primero, el cual, con los arroyos que lo nutren aguas arriba, desde prácticamente la Portilla de San Pedro de las Herrerías, está jalonado, en su margen derecha, por otros importantes recintos castreños a los que también nos vamos a referir más adelante. La cota más elevada de Peñifle son 999 m en la denominada ‘Peña de los Jesuitas’ y con el citado río Castrón, que corre al norte, tiene una distancia de casi 2.5 km. El desnivel existente es de 215 m, con una pendiente de 5º (8.8%). El recinto de este castro tiene una forma subrectangular, alargada en sentido noroeste-sureste, en función de la del mismo afloramiento en que se enclava. Su eje mayor alcanza casi 650 m de longitud y la anchura es cercana a 150 m. En realidad, como muestra la realidad de su abrupto terreno, no solo está cerrado por el costado occidental y meridional, sino también a todo lo largo de

36 Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, pp. 86-89, Fig. 57.

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Fig. 8. Yera de los Piornos o ‘El Castillo’, en Torneros de la Valdería (Castrocontrigo, León) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 9. Sitios castreños en la Sierra de la Culebra, entre Litos y Boya, entre los que destaca el excepcional conjunto castreño de Ferreras de Arriba (Zamora): Piñeo del Castellán, Peña Valdemera y La Lleira, con su recinto asociado (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España). 467

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los opuestos, mediante muros más cortos que cierran los espacios entre los afloramientos tableados. Nosotros hemos contabilizado en torno a 1.5 km de murallas a lo largo de su perímetro, entre las que destaca, como señaló Esparza, el encintado que lo cierra al sur y al oeste, largo de más de 800 m, dividido en dos tramos, uno de alrededor de 630 m - que alberga el espacio más grande del recinto, en torno a 2,5 ha -, que corre al sur, y otro, al norte, de casi 200 m de longitud, al que Esparza denominó el ‘satélite’, que encierra un exiguo espacio, todo él ocupado casi totalmente por el roquedo. Entre ambos se produce una interrupción, sustituida por un farallón, al que van a parar ambos lienzos, lo que produce una especie de estrangulamiento o embudo: es muy probable, hipótesis que ya apuntó Esparza, que una puerta estuviera aquí, pues, además de obligar al supuesto atacante a tener que recorrer un tramo muy largo de muralla, acceder a la posible entrada le obligaría a tener que exponerse a las evidentes facilidades que, para el defensor, producía el estrechamiento en tal angosto callejón. Este sitio no ha deparado materiales arqueológicos, según la última revisión del Inventario Arqueológico de la provincia de Zamora (1999). 8. EL CORRAL DE LOS MOROS (tábara, zamora) (Fig. 11) También publicado por primera vez por Á. Esparza, este castro se encuentra a escasos 2 km al sureste del anterior, separados por la vaguada por la que discurre el arroyo de La Braña. El sitio no se fortificó en la parte más elevada (989 m) del promontorio que domina el valle de Tábara, sino que lo hizo desde la cota de 940 m, remontando hacia los 980 m, en un peñasco de cuarcita en que termina hacia el sureste con forma de espigón. Tiene una gran visibilidad hacia dicho valle, una cubeta rellena de conglomerados miocenos, antesala del Esla, que es donde se encuentran los terrenos cultivables, y está visualmente conectado con el de Peñifle. Este ‘corral de moros’ tiene casi 700 m de lienzos de piedra en seco, buena 468

parte de ellos para cerrar el roquedo por su lado occidental, entre los que destaca la doble fortificación que se produce en su mitad meridional. Otro muro, de unos 125 m de longitud lo cierra por el oriental. Al sur presenta, en la parte baja del promontorio, a su pie, sendos muros, uno de ellos de forma semicircular. En total encierran un exiguo espacio, irregular y escabroso, de aproximadamente 1,7 ha. Este castro se encuentra a 4,5 km del río Castrón, con el que tiene una diferencia de altitud de 209 m y una pendiente de 2,6º o 4,6 %, pero con relación al fondo de valle inmediato aumenta considerablemente (6,5 º y 11,4 %). No se conocen materiales arqueológicos en el sitio, según la última revisión del Inventario Arqueológico de Zamora (1999). 9. EL CASTILLO (ferreras de abajo, zamora) (Fig. 12) A pocos más de 5 km al oeste de Peñifle, en una alineación montañosa más próxima a la principal de la Sierra de la Culebra, se encuentra este castro que también dio a conocer por vez primera Á. Esparza. Se encuentra a unos 2 km al suroeste de Ferreras, sobre un cerro cuya máxima altitud se yergue a 1006 m, dominando el fondo de valle. Al norte, a 1,7 km, corre el río Castrón con el que tiene una diferencia de altitud relativa de 185 m, lo que produce una pendiente de 6,1º (10,6 %). Los crestones de cuarcita fueron aprovechados para trazar un sistema de amurallamientos que se desarrolla, en especial, por el costado septentrional y oriental, cerrándolos a lo largo de una distancia de unos 350 m. Destaca, sobre todo un encintado que abarca todo el roquedo por el este, largo de más de 400 m. Por detrás de ellas existen diferentes compartimentaciones utilizando los afloramientos naturales, que ya percibió Esparza, para los que apuntó posible funciones económicas o sociales37. En total se computan alrededor de 800 m de cordones de piedra en seco, que

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Cf., “Los castros de Zamora Occidental y Tras-os-Montes…, p. 136.

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Fig. 10. Peñifle o Corral de Moros, en Litos (Ferreras de Abajo, Zamora) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 12. El Castillo en Ferreras de Abajo (Zamora) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 11. El Corral de los Moros, en Tábara (Zamora) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 13. Recinto amurallado de Piñeo del Castellán, en Ferreras de Arriba (Zamora) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

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cercan, como es habitual en estos sitios, espacios irregulares y abruptos, hoy difícilmente transitables a causa de la densa vegetación que los inunda. Tampoco se conocen materiales arqueológicos en el sitio, según la última revisión del Inventario Arqueológico de Zamora (1999). 10. PIÑEO DEL CASTILLÁN (ferreras de arriba, zamora) (Fig. 13) El Piñeo del Castillán descuella en una cumbre de la Culebra a 1093 m de altitud en su parte más elevada, que se encuentra al este. Desde aquí se desarrolla un recinto de forma trapecial de unas 3,7 ha, que ya Esparza calificara como uno de los más grandes de la Sierra, pues, en efecto, la longitud total de sus muros alcanza un kilómetro y encierran una superficie de unas 3,7 ha. Se trata de uno de los recintos, si cabe, más regulares de todos los que aquí tratamos, con un circuito amurallado prácticamente en su totalidad enteramente perimetral, pues el promontorio en el que se encuentra no tiene grandes afloramientos de cuarcita susceptibles de ser aprovechados para ahorrar la construcción de murallas. La diferencia de altitud relativa en relación con el río Castrón, que corre al norte, a 1,4 km, es de 192 m, lo que produce una pendiente de 8º (14 %). Este sitio está visualmente conectado con El Castillo de Ferreras de Abajo, que se encuentra a 1,5 km al este, así como los dos que seguirán, Peña Valdemera y La Lleira. 11. PEÑA VALDEMERA (ferreras de arriba, zamora) (Fig. 14) A poco más de 700 m del anterior se levantó este castro, situado a algo más de 3 km al sureste de la localidad de Ferreras de Arriba. En un cerro a 1112 m, en el límite con el municipio de Riofrío de Aliste, es donde se fortificó un cerro aprovechando los afloramientos de cuarcitas blancas, tableadas, hasta completar 1.1 km de murallas, como siempre, de piedra en seco. Estas se organizan de tal manera que acaban completando un circuito de for470

ma someramente ovalar, utilizando siempre los crestones – presentes, sobre todo, en su mitad meridional -, como referente. El perímetro de Peña Valdemera crea un espacio de unas 4 ha, pero su mitad meridional contiene abundantes afloramientos de cuarcita. Como en los casos anteriores tomamos el vallejo del río Castrón, que corre a casi 2 km al norte, como referente para reflejar su altitud relativa, que es de 228 m, lo que apunta a una pendiente de 6,8º (12 %). La notable altura a la que se enclava le permite controlar visualmente otros castros próximos, como los de Piñeo del Castillán o La Lleira, pero también otros más alejados, caso del Castillo de Ferreras de Abajo (5,5 km al este), el Castro de Ferreras de Arriba (6 km al noroeste) o el de Cimayo-El Castillo (8 km al oeste). Esparza, en la descripción que hace del sitio, apunta la recogida, como todo material arqueológico, de un fragmento cerámico muy desgastado38 y en la revisión del Inventario arqueológico de Zamora de 1999 no se produce novedad alguna en este aspecto. 12. LA LLEIRA (ferreras de arriba, zamora) (Figs. 15 y 16) Este castro se encuentra a 1,3 km al sur de Ferreras, en un cerro que se eleva a 1174 m de altura, lo que le convierte, junto con ‘Peña Castillo’, en Boya, en uno de los más altos de la Sierra de la Culebra, que tiene su mayor elevación en Peña Mira, a 1241 m. La palabra ‘lleira’ proviene del latín glarea y, en efecto, en la ladera norte del collado en que se encuentra se pueden observar enormes acumulaciones de cantos de cuarcita procedentes de la denudación del macizo, debido a fenómenos climáticos seguramente de naturaleza periglaciar, muy antiguos. En la cota que se sitúa a mayor altura es donde se reconocen las evidencias más importantes que presenta este sitio, ya descritas por Esparza, consistentes en sendas cortinas que aprovechan el crestón

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Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p. 67.

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Fig. 15. La Lleira y su recinto asociado, en Ferreras de Arriba. En la esquina noroccidental, la más elevada, una especie de ‘acrópolis’, se encuentra el castro con las defensas más notables (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 14. El castro de Peña Valdemera, en Ferreras de Arriba (Zamora) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 17. El Castro de Ferreras de Arriba (Zamora) tiene una poderosa muralla de forma semicircular que parte de un cortado rocoso situado en su borde septentrional (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 16. La Lleira. La ‘acrópolis’, a 1174 m de altitud, con sus defensas, un muro doble que se tiende en el costado meridional del roquedo (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España). 471

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de cuarcita para trazarse, de forma rudamente semicircular, hacia el sur. En realidad, creemos que se trata de una muralla ‘doblada’, para acentuar la defensa del enclave en las 3/4 partes de su recorrido, ya que existe un tramo de unos 50 m en el sector más oriental en que no se dobla. Realmente el espacio que generan estos amurallamientos no puede ser más exiguo – ya lo hemos subrayado en otros casos -, además de poco franco, puesto que, las más de las veces, se encuentra sembrado de pequeños afloramientos rocosos por todas partes. Así, aquí en La Lleira, el ámbito situado en la zona más interior apenas sobrepasa los 3000 m2 y se cuenta, junto con los de la Peña del Robledo-Los Caserones (0.4 ha) y la Peña del Castro de Villerdeciervos (0,4 ha), entre los más pequeños de este tramo de la Sierra de la Culebra. No sabemos si se debe tener en cuenta, para eventuales funciones de habitación, el estrechísimo corredor que queda entre ambos lienzos, pues, en algunos casos, no les separan más de 3 m, siendo la más generosa separación de poco más de 10. Entre las peñas, al este, existen varios muros de pequeñas longitudes que refuerzan el bastión por esta parte. Este castro, como otros de la Sierra de la Culebra, ha sufrido, además de los embates de las repoblaciones forestales, las consecuencias de obras para instalar el punto geodésico nº 30693 ‘Lleira’, del IGN, que abrió una pista seccionando ambas murallas, así como las de una estación de telefonía, esta última, de afecciones menos directas. Pero la singularidad de este sitio viene dada por presentar un enorme recinto murado asociado a la especie de acrópolis que acabamos de describir someramente, del que más de su mitad meridional se encontraría en el término municipal de Riofrío de Aliste. En efecto, a los extremos occidental y oriental del roquedo que presenta las obras de fortificación más contundentes va a parar un muro de menor entidad que los de la ‘acrópolis’, el cual describe un circuito del que hemos podido registrar en torno a 2.3 km conservados, pero que suponemos que contaría con un kilómetro más para completarlo, pues la 472

erosión y las repoblaciones le han afectado en diferentes puntos. Este muro, de incierto significado, no tiene la entidad de la muralla propiamente dicha del sitio, pues la anchura de su derrumbe es menor, lo que probablemente apunte a un grosor comprendido entre 1-2 m, quizás algo más en algunos trayectos y para su trazado, como es habitual en estos sitios, se aprovecharon los crestones tableados para ahorrar su construcción en varios tramos. Los fotogramas del Vuelo Americano de 1957 lo denuncian de forma contundente y nosotros hemos tenido ocasión se seguirlo sobre el terreno en buena parte de su recorrido, salvo en su hipotético cierre oriental, pues la existencia de una fuerte vaguada, por la que discurre el arroyo de la Mouta, cuyos escarpes – al norte, Peñas Altas (1138 m) y, al sur, Peña Quebrada (1080 m) -, eran recorridos por el muro, ha debido exponerlos a una fuerte erosión y, con ello, a su desaparición. Al igual que una repoblación forestal que debió tener lugar a finales de los años sesenta o comienzos de la década siguiente, pues el vuelo interministerial 1973-1986, lo pone en evidencia. Aún hoy, entre los bancales del pinar que se araron entonces, se pueden apreciar los amontonamientos de piedras procedentes del muro arrasado. Algo que también ha sucedido en el tramo que acomete al castro propiamente dicho por el noroeste, donde el cortafuegos de una repoblación forestal lo arruinó en unos 150 m, por lo que su testimonio hay que contarlo en el mencionado Vuelo Americano y, sobre el terreno, en los amontonamientos de piedra aun visibles a ambos lados del cortafuegos. Tampoco aquí se tiene noticia de hallazgo arqueológico alguno. Este recinto de La Lleira, en nuestra opinión, quizás podría relacionarse con otros similares que se han descrito en ambientes vetones, para los que se apunta su uso como encerraderos de ganado, hipótesis planteada ya por Cabré a principios del siglo pasado39.

E. Sánchez-Moreno, “Rebaños, armas, regalos. Expresión e identidad de las elites vetonas”. En: Castros y Verracos. Las 39

ARRABALDE Y LOS ‘CASTROS ARRISCADOS’ DE LA SIERRA DE LA CULEBRA

13. EL CASTRO (ferreras de arriba, zamora) (Fig. 17) Conocido desde el s. XIX, seguramente por ser de fácil acceso y distar apenas 2,5 km de la localidad, este pequeño castro se ubica en un cerro a 1083 m de altitud que domina al sur el vallejo por el que discurren, a poco más de un kilómetro, los arroyos del Puente de las Fraguas-Valdemanzanal, que son las fuentes de lo que, inmediatamente aguas abajo de Ferreras, ya se conoce como el río Castrón. La diferencia de altitud con relación a ellos es de 155 m, lo que produce un desnivel de 8.1 º (14.3 %). El sitio apenas llega a la hectárea de superficie (0.8 ha) y apunta a una planta tendente a rectangular, con dos esquinas redondeadas, la cual queda configurada por un recinto de unos 260 m de longitud que se abre, desde el tajo que deja el afloramiento rocoso, hacia la vertiente meridional del cerro, describiendo casi un semicírculo. Llama poderosamente la atención en este sitio el volumen que presenta el derrumbe de su muralla, lo que apunta a un verdadero fortín, seguramente con lienzos de más de 3 m de anchura. Un camino, abierto con un bulldozer, atraviesa el sitio, seccionando la muralla en sus lados oriental y occidental. Se ha apuntado la existencia de una entrada, y, quizás una puerta, en su esquina NW, si bien difíciles de describir de una manera precisa por su mal estado de conservación40. Este castro está visualmente conectado con La Lleira (4.2 km al sureste), Peña Valdemera (6.5 km) y Piñeo del Castillán (6.8 km). Por el noroeste, a lo largo de una línea prácticamente recta, lo está con la Peña del Robledo-Los Caserones (3 km) y con la Peña del Castro de Villardeciervos (6,8 km), por lo que se ve, prácticamente equidistantes en el intervalo de 3 km. Para Á. Esparza este

gentes de la Edad del Hierro en el occidente de Iberia. G. Ruiz Zapatero y J. Álvarez-Sanchís (Eds.) (Reunión Internacional Castros y Verracos. Ávila 9-11 de noviembre de 2004, Palacio de los Serrano), 2011, Diputación de Ávila, pp. 159-191. 40 Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p. 66; también, del mismo autor, “Los castros de Zamora Occidental y Tras-os-Montes…, p. 132.

castro de Ferreras de Arriba sería un ejemplo de la última andadura que en el occidente zamorano tienen estos poblados, que habrían sido fundados en los últimos compases de la Edad del Hierro41. 14. LA PEÑA DEL ROBLEDO-LOS CASERONES (villardeciervos, zamora) (Fig. 18) Siguiendo el mismo cordal en que se encuentra el anterior, a poco más de 3 km de distancia, se encuentra la Peña del Robledo-Los Caserones, un castro de tipología muy similar, tanto por su tamaño como por sus características constructivas. Sin embargo, según parecen indicar los fotogramas del Vuelo Americano (Serie B de 1956-57) su cierre meridional, a lo largo de unos 100 m, fue destruido por un cortafuegos, que hoy también se utiliza como camino. El sitio se encuentra a 2.7 km al sureste de Villardeciervos, en un cerro a 1026 m de altitud que tiene a sus pies, al sur, el arroyo del Puente de las Fraguas, y, al oeste, el Arroyo de las Ciervas, ambos en la cabecera de lo que más abajo será el río Castrón. Por el vallejo a través del que se hace paso el segundo discurre la vía romana Astúrica-Brácara (It. XVII), que, a unos 10 km más al oeste, atraviesa la principal alineación de la Sierra de la Culebra al pie del imponente castro de Peña Castillo en Boya (nº II, vid. supra). La diferencia de altitud que tiene con relación al valle es de 182 m, lo que da una pendiente de 6.4º (11.3 %). Algo más de 3000 m2 se encierran en un recinto entre los más pequeños del tramo de la Sierra de la Culebra que aquí tratamos, cuyo perímetro amurallado, que aprovecha una vez más los afloramientos rocosos, en este caso, de pizarras/filitas o esquistos con intercalaciones arenosas y cuarcíticas del Ordovícico inferior (Tremadociense), alcanza algo más de 140 m. A destacar en este sitio, la posible existencia de una torre en su esquina suroriental, pues así parece indicarlo el engrosamiento de planta ovalar o subcircular

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Esparza, “Los castros del oeste..., p. 26.

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

que toma aquí el gran derrumbe de su muralla. No obstante, no se encontraría, como suele ser norma habitual, en la parte más elevada del castro. Peña del Robledo está visulamente conectado con La Lleira (6.8 km), el Castro de Ferreras de Arriba (3 km), la Peña del Castro de Villardeciervos (3.8 km) y Peña Castillo, en Boya (8.2 km) 15. LA PEÑA DEL CASTRO (villardeciervos, zamora) (Fig. 19) Se encuentra este castrín a menos de un kilómetro de la localidad de Villardeciervos, ligeramente al suroeste, en un cerro que corona a 1033 m de altitud. Al norte corría, hasta la construcción del actual Embalse de Valparaíso, el río Valdalla, un afluente por la derecha del río Tera. El sitio, como ya ha señalado Esparza42, tiene planta tendente a rectangular, con unas dimensiones de unos 108 m en su lado mayor por 55, en la que destaca su potente muralla que, descubierta por los curiosos en algunos puntos, tiene en torno a 3 m de anchura. En total el circuito completa casi 300 m (288) y aprovecha más de 50 m del afloramiento de cuarcitas del Ordovícico inferior (Tremadociense), que afloran en el costado septentrional. No pasó desapercibido a Á. Esparza un gran derrumbe tumular en su cota más alta, la esquina suroccidental, que seguramente está denunciando la presencia de una torre en él, como las rebuscas han puesto de manifiesto, descubriendo, en algunos puntos, los paramentos exteriores de los muros del bastión. Éste se encuentra en el lado meridional, que es el de pendiente más suave, pero que se dotó de una poderosa muralla coronada por dicha torre, en la que ahora se ha colocado un punto geodésico. No puede ser más fácil, por la citada proximidad a la localidad, el acceso al sitio, si bien para ello hay que salvar una corta pero dura pendiente de casi 15º (26.5 %). Quizás esta circunstancia está en el origen de las citadas

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Esparza, Los Castros de la Edad del Hierro…, p.137.

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excavaciones furtivas de que ha sido objeto, las cuales han descubierto, además, lo que a todas luces parece el portillo de entrada al castro, en su esquina noroccidental. Se trata de un estrecho callejón de 1.20 m de anchura y unos 4 m de longitud, flanqueado por muros de piedra en seco que se encuentra en una de las parte más bajas del castro y dónde la pendiente es más escabrosa, lo que facilitaba su defensa. La Peña del Castro está visualmente conectado con el Castro de Ferreras de Arriba (7 km), Peña del Robledo (3.8 km) y Peña Castillo, en Boya (5.6 km) 16. EL CASTILLO DE CABAÑAS DE ALISTE (riofrío de aliste, zamora) (Fig. 20) Este castro se encuentra a 2.6 km al noroeste de Cabañas, en plena Sierra de la Culebra, pero mirando a la llanada del Campo de Aliste, que se abre al sur. Su máxima cota de altitud la tiene a 1153 m en un roquedo constituido por cuarcitas blancas en bancos con intercalaciones pizarrosas (Cuarcita Armoricana, del Ordovícico inferior), que es englobado por un importante sistema amurallado que se desarrolla al norte y al sur del mismo. En total se cuentan 688 m de encintado, con las comunes características de estos castros de la Sierra de la Culebra: cordones de piedra en seco de anchura variable, nunca inferior a 2/3 m, adaptados a los afloramientos rocosos, que aprovechan para fortificarse en ellos. Denominador común también la gran visibilidad de los emplazamientos, no en vano, muchos de ellos se podrían denominar ‘castros geodésicos’, pues, mucho tiempo después, utilizando el mismo criterio de visibilidad de han instalado en ellos - o en su más inmediata proximidad -, tales vértices, como es el caso del de ‘Cimayo’, que se encuentra a menos de 200 m al sureste de este castro. El espacio que encierra la muralla es de unas 3 Ha, del que hay que descontar el roquedo aludido más arriba, que alcanza una tercera parte. Se dibujan al norte y al sur sendas plataformas, libres, por lo general, de afloramientos, y con una pendiente moderada. Desde este sitio

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Fig. 18. La Peña del Robledo-Los Caserones, en Villardeciervos (Zamora) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España)

Fig. 19. La Peña del Castro, en Villardeciervos (Zamora) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 20. El Castillo, en Cabañas de Aliste (Riofrío) (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España).

Fig. 21. Los muros del Filoso (XXXII) y del Corral de la Tiña (XXXIII), en Torneros de la Valdería (Castrocontrigo). Tanto en uno como en otro sitio son cortados por el canal de abastecimiento de agua a la mina romana de las Murias-Los Tallares.

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existe conexión visual con Peña Castillo, en Boya (8.3 km) y con una parte de La Lleira, en Ferreras de Arriba (6.3 km, al este). Hasta La Mazada, un importantísimo yacimiento arqueológico43, situado a 14 Km al otro lado del Campo de Aliste, existe visibilidad desde El Castillo de Cabañas. La ficha correspondiente a este sitio en la Carta Arqueológica de la provincia de Zamora44 pondera muy acertadamente su valor arqueológico, tildando de privilegiadas sus condiciones para el estudio de la Prehistoria reciente; no en vano, ha deparado un abanico de materiales arqueológicos que se escalonan desde el llamado ‘Neolítico interior’, hasta época romana, pasando por el Bronce antiguo, Cogotas I y la Edad del Hierro I. En la misma ficha se propone que el acceso que tendría el recinto se encuentra al norte, seguramente allí donde acomete la muralla al roquedo, en donde existe una interrupción que deja un pequeño portillo. B. EPÍLOGO: UNOS ENIGMÁTICOS MUROS EN LA VALDERÍA (LEÓN) (Figs. 21 y 22) 17. EL FILOSO (torneros de la valdería, castrocontrigo)45 La entrada natural a La Cabrera desde la Meseta se realiza remontando el curso del

Vid. Nota 4. En éste, como en otros sitios aquí tratados, quiero agradecer la ayuda prestada por Hortensia Larrén, Arqueóloga Territorial de Zamora, por su amabilidad al proporcionarme los datos de la Carta Arqueológica de la Provincia. 45 Las evidencias de este paraje que aquí anotamos las conocimos gracias a las imágenes aéreas de la zona y, en particular, al fotograma correspondiente del Vuelo Americano de 1957. Realizamos la primera visita al mismo a comienzos del mes de diciembre de 2014. Con posterioridad, en el mes de febrero de 2015, se presentó en León el libro de A. M. Justel Cadierno, J. Fernández Lozano y M. A. Fernández Morán, Ruta romana del oro en La Valdería, 2014, en el que reparan (pp. 106 y ss) en esta curiosa construcción lineal, conocida localmente, según señalan, como ‘Las Paredicas’. Además de constatar que es cortada por el canal romano (vid. Fotografía en p. 107), proponen, aunque con ciertos reparos, que podría tratarse de una ‘trampa de caza prehistórica’ (p. 109). 43 44

Eria, que, a unos 5 kilómetros aguas arriba de Castrocontrigo, a la altura de Torneros de la Valdería, se encuentra con la primera angostura, la formada por las últimas estribaciones de la Sierra del Pueblo, al oeste, y la Sierra del Pinar, al este. A la altura de Torneros, en la rama de esta última que cae sobre el Eria, en el monte llamado Sierra de la Puente, existe una ladera sobre el río con un roquedo que culmina a 1121 m de altura llamado El Filoso. Por ellas asciende desde la misma ribera, a 960 m de altitud, con una dirección ligeramente noreste, un muro en piedra en seco cuyo derrumbe alcanza en algunos sitios 3 m de anchura. El muro es visible, particularmente, en el fotograma correspondiente del Vuelo Americano de 1957, pues se tomó antes de que se completara la repoblación forestal de la zona. Ésta ha sido víctima de diversos incendios forestales, lo que facilita su percepción en diferentes fotogramas aéreos. El último tuvo lugar en el año 2008, uno de cuyos cortafuegos perimetrales, por desgracia, lo seccionó. El primer tramo, prácticamente rectilíneo, tiene una longitud de 250 m, y, a partir de aquí, su dirección gira más a noreste hasta alcanzar la base del roquedo en su parte más oriental, a 1070 m de altura (pendiente de 12º o 22 %). Este último tramo se sigue, penosamente, entre un pinar, a lo largo de unos 190 m más. Traemos aquí esta construcción por el paralelismo formal y técnico que presenta con las defensas asociadas a los diferentes roquedos fortificados o ‘castros arriscados’ que hemos relatado más arriba en La Valdería (nos XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX y XXX), si bien, a diferencia de aquellos, no define recintos más o menos claros, sino que consiste, como hemos tratado de describir, en levantar, a lo largo de una ladera que tiene en su extremo más bajo un curso de agua, y, en el más alto, una cumbre rocosa, una barrera. El interés que tiene este muro, en nuestra opinión, viene dado, no solo por el hecho de encontrarse en un contexto geográfico – la entrada natural a La Cabrera a través del Eria -, en el que menudean tales construcciones, sino por el hecho de que entre él y la minería

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romana de la zona existe una relación directa, como vamos a ver. En efecto, las márgenes del Eria, a lo largo de los casi 30 km que median entre Castrocontrigo y Truchas están sembradas de minería romana, entre la que destaca una gran explotación realizada en la margen izquierda, Las Murias-Los Tallares, entre Torneros y Castrocontrigo, que benefició sedimentos auríferos - arcillas y limos, areniscas, microconglomerados, areniscas y margas -, del Mioceno Medio-Superior. Pues bien, uno de los canales que abastecían de agua a la mina romana atraviesa el monte del Filoso por la cota de 995 m, y, con ello, el muro del que aquí hablamos, abriéndose paso en él interrumpiéndolo en un tramo de unos 3 m, lo que quiere decir que existe una relación de anterioridad-posterioridad entre ellos, sin que podamos por el momento precisar más46. A mayor abundamiento, todo parece indicar que el extremo más bajo del muro, que arrancaría de la misma ribera del río, se vio afectado por los trabajos mineros romanos – aquí bastante superficiales -, que afectan prácticamente a todo el valle del Eria, tanto en su margen derecha como izquierda, aguas arriba hasta la localidad de Truchas. Este canal pasa en la zona a una cota ligeramente superior a la de un camino de cierta raigambre, que comunicaban Morla con Torneros de la Valdería, pues ya aparece en las minutas cartográficas que sirvieron para la toma de datos, en 1924, que luego darían lugar a la primera edición de la Hoja 230 del

46 La presencia del canal romano en el monte del Filoso fue señalada por primera vez por C. Sáenz Ridruejo y J. Vélez González, 1974: Contribución al estudio de la minería primitiva del oro en el Noroeste de España. Ed. Atlas, Lám. 9 (plano), y Lám.9 (foto aérea), pp. 106-107. En esta última, tomada del ‘Vuelo americano’ de 1957, es perfectamente visible, además del canal – que se aprecia por encima del camino actualmente existente -, el muro del Filoso que tratamos aquí. Esta importante mina romana y su red de canales, en particular el que aquí nos interesa, también fue tratada por F. J. Sánchez Palencia en “Prospecciones en las explotaciones auríferas del NO. de España (Cuencas de los ríos Eria y Cabrera, y Sierra del Teleno)”. Noticiario Arqueológico Hispánico, Nº. 8, 1980, págs. 213-252 (p. 225 y Lám. V.10, que es el fotograma del Vuelo Americano 1956-1957, en cuya esquina superior izquierda se encuentra el monte del Filoso).

MTN, ‘Castrocontrigo’. La existencia de tal camino parece estar indicando que el antiguo canal de abastecimiento de agua nunca se usó como senda. 18. EL CORRAL DE LA TIÑA (torneros de la valdería, castrocontrigo) Pues bien, siguiendo 1,5 km aguas arriba del Eria, también por la margen izquierda, vamos a encontrar una evidencia similar a la anterior allí dónde el cauce comienza a encajonarse, una vez dejadas atrás las vegas de Torneros, donde su valle es más amplio. En un meandro, a partir de un promontorio que cae sobre él, se trazó monte arriba, aprovechando los afloramientos de cuarcitas, areniscas y pizarras del Cámbrico-Ordovícico, un muro similar al del Filoso, aunque más largo, pues alcanza 660 m de longitud al pie de un roquedo, contra el que muere a 1180 m de altitud. Se diferencia por su carácter sinuoso o, más bien, zigzagueante, ello por cuanto en unos tramos aprovecha la dirección sureste-noroeste de las crestas cuarcíticas en los afloramientos y en su continuación, al salir de ellos, acomete de forma perpendicular a ellos tomando dirección suroeste-noreste. Este muro parte de la cota de +1090 m pero, un poco por debajo de él, se reconoce otro de las mismas características, casi paralelo, que también en su ascensión va a parar a un pequeño roquedo, el cual arranca en la cota de 980 m y es afectado por el terraplén del canal que también corta al muro del Filoso, relacionado con la gran explotación minera de Las Murias-Los Tallares47. Este canal corre en la zona un poco por encima de la cota de 1000 m, e, inmediatamente por debajo, discu-

Actualmente hay un estudio por parte del ingeniero R. Matías Rodríguez sobre la red de canales de esta mina romana, a quien agradecemos mucho sus observaciones sobre la misma, la mayor parte de ellas realizadas sobre el terreno. Tenemos también una gran deuda de gratitud con la arqueóloga María Luz González Fernández, con quien visitamos por primera vez tanto El Corral de la Tiña, como El Filoso, así como otros sitios de La Cabrera y Valdería. 47

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

Fig. 22. Los muros del Filoso (XXXII) y del Corral de la Tiña (XXXIII), en Torneros de la Valdería (Castrocontrigo). Tanto en uno como en otro sitio son cortados por el canal de abastecimiento de agua a la mina romana de las Murias-Los Tallares (LiDAR-PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España). rre el mismo camino que comunicaba Morla con Torneros, al que hemos hecho referencia al tratar El Filoso. No tenemos una explicación clara acerca del significado que pueden tener ambos muros que, a modo de barreras, se trazaron desde la margen izquierda del Eria hasta las cotas más elevadas de los farallones que coronan 478

el escarpado valle del río, pues, a diferencia de La Lleira, que hemos visto anteriormente, no configuran un recinto ni están asociados, según lo que hemos podido observar sobre el terreno, a sitio castreño alguno, puesto que los más próximos –Yera de los Piornos y El Piornal-La Mesa–, se encuentran en la ladera opuesta del valle.

FE DE ERRATAS

El pie de la Fig. 21 debe decir lo siguiente:

Fig. 21. Conjunto de castros y otras evidencias en la entrada en La Cabrera desde la Meseta a través del Valle del Eria a la altura de Torneros de la Valdería: El Filoso (XXXII) y El Corral de la Tiña (XXXIII); Sierra del Pueblo (XXVIIIa y XXVIIIb); Yera de los Piornos (XXIX); El PiornalLa Mesa (XXVII); Alto de san Vicente-Los Conventos (XXX). El círculo tiene un radio de 7 km, cuyo centro está próximo al campamento romano de Valdemeda. (PNOA cedido por © Instituto Geográfico Nacional de España)

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