Arquitectura y artes decorativas del siglo XII: el alcázar de Santa Clara, Murcia (Dar as -Sugra)

June 14, 2017 | Autor: A. Robles FernÁndez | Categoría: Arqueologia Medieval, Arte Islámico
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Descripción

9 788496 760158

Sabios mursíes en las cortes mediterráneas

Museo de la Ciencia y el Agua del 21 de junio de 2007 al 6 de enero de 2008

Projet Aristhot. Interreg III B Medocc. MEDITERRANEA Legado científico intercultural

Créditos

Ayuntamiento de Murcia Alcalde-Presidente Miguel Ángel Cámara Botía

Exposición Organiza y produce:

Ayuntamiento de Murcia Concejalía de Cultura y Festejos Concejalía de Hacienda, Programas Europeos e Información al Ciudadano

Colabora:

Fundación Séneca

Dirección:

Maribel Parra Lledó

Comisario:

Alfonso Robles Fernández

Colaboradores:

Rosa Martínez Gómez Rafael García Mira

Secretaría:

Samia Boussebaine Elvira Navarro Santa-Cruz

Traducciones:

Samia Boussebaine Carmen Sánchez Flores

Diseño y montaje:

Cartelería:

Biovisual S.L. PYP-Antonio Fernández Salazar

Agradecimientos:

Museo Arqueológico de Murcia Museo Arqueológico Municipal de Lorca Museo Arqueológico de La Encomienda (Calasparra) Museo Siyasa (Cieza) Archivo Municipal de Murcia Planetario de Pamplona Museo de la Ciencia y el Cosmos (La Laguna) Tenerife Servicio de Patrimonio Histórico

Andrés Martínez Rodríguez, Antonio González Valverde, Fina García Cano, Francisco Casinello, Indalecio Pozo Martínez, Inés Rodríguez, Javier Armentia, Joaquín Salmerón Juan, José Antonio Sánchez Pravia, Juana Ponce García, Luis Alberto García Blánquez, Luis Enrique Miquel Santed, Mª Ángeles Jover Carrión, Mª Carmen Melgarejo Abril, Nieves Gordón, Biblioteca Nacional de Francia, Deniz Muzesi de Estambul, Museo Arqueológico y Etnográfico Municipal de San Pedro del Pinatar, Museo de Santa Clara de Murcia, Museo Naval de Madrid, Museo Topkapi de Estambul, Observatorio de Astrofísica de Canarias, Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, Real Biblioteca del Escorial

Textos:

Planimetrías:

Interactivos: Glucógeno

Filmografía: Biovisual S.L.

Transporte:

Expomed S.L.

Seguros:

AXA Winterthur

Colecciones:

Biovisual S.L.

Catálogo Edita:

Ayuntamiento de Murcia Museo de la Ciencia y el Agua Servicio de Programas Europeos

Colabora:

Fundación Séneca

Dirección editorial:

Servicio de Comunicación

Dirección Técnica: Maribel Parra Lledó

Coordinación:

Alfonso Robles Fernández

Traducciones:

Samia Boussebaine Carmen Sánchez Flores

Djamil Aissani Anna Ayse Akasoy María Mercé Comes Maymó Monserrat Díaz Fajardo Francisco García Albaladejo Luis Alberto García Blánquez José Antonio Manzano Martínez Manuela Marín Andrés Martínez Rodríguez Elvira Navarro Santa-Cruz Maribel Parra Lledó Juana Ponce García Alfredo Porrúa Martínez Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Julio Samsó José Sánchez Pravia Dolores Serrano-Niza Fernando Nicolás Velásquez Basanta

Fotografías:

3

Elvira Navarro Santa-Cruz Fernando Tomás García Jesús Gómez Carrasco (fotomontajes de S. Juan y convento de las Huertas)

Elvira Navarro Santa-Cruz

Fichas del catálogo:

AM Andrés Martínez Rodríguez APM Alfredo Porrúa Martínez ARF Alfonso Robles Fernández IPM Indalecio Pozo Martínez JASP José Antonio Sánchez Pravia JP Juana Ponce García LAGB Luis Alberto García Blánquez MPLL María Isabel Parra Lledó

Diseño:

PYP-Antonio Fernández Salazar

Maquetación:

PYP-María del Carmen Martínez

Impresión:

A. G. Novograf ISBN: 978-84-96760-15-8 Depósito legal: MU-1261-2007

Índice 141

Ciencias teológicas

143

Ibn al-CArabı- al-Mursı-. La imaginación creadora en el personalismo musulmán Tajeddine Bennani

153

Las Cuestiones Sicilianas de Ibn SabC-ın. Filosofía y mística en la época almohade Anna Ayşe Akasoy

165

Ciencias esotéricas y religiosidad popular. Amuletos y talismanes mágicos en al-Andalus Alfredo Porrúa Martínez

187

Los palacios de Tudmı-r

189

El palacio islámico hallado en el convento de Nuestra Señora la Real de las Huertas (Lorca, Murcia)

Andrés Martínez Rodríguez y Juana Ponce García

203

Arquitectura y artes decorativas del siglo XII. : el alcázar de Santa Clara, Murcia (Da-r as.-S.ugra-) Indalecio Pozo Martínez, Alfonso Robles Fernández y Elvira Navarro Santa-Cruz

235

Fulgor en el Álcazar musulmán Murcia. El conjunto religioso-funerario de San Juan de Dios José A. Sánchez Pravia y Luis A. García Blánquez

253

Palacios fortificados islámicos en la huerta de Murcia: el real de Monteagudo José Antonio Manzano Martínez

279

Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r) Indalecio Pozo Martínez, Alfonso Robles Fernández y Elvira Navarro Santa-Cruz.

304

Cronología

307

Catálogo de piezas

Arquitectura artes decorativas siglo XII: alcázar menor Santa Clara, Murcia . (Dar as.-S.ugra-)

y del el de INDALECIO POZO MARTÍNEZ ALFONSO ROBLES FERNÁNDEZ ELVIR A NAVARRO SANTA CRUZ

1. Contexto histórico

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Dos son las aportaciones más destacadas de los almorávides a la historia de la arquitectura hispano-magrebí: la reinterpretación y difusión del patio de crucero compuesto por andenes que se cortan en cruz y el uso de la cúpula de mocárabes (muqarnas) en las cubiertas de la arquitectura religiosa y palatina. Precisamente esos elementos arquitectónicos estuvieron presentes en el primer palacio construido bajo el espacio que hoy ocupa el Real Monasterio de Santa Clara de Murcia. Debido a las razones anteriormente expuestas, tampoco son muy cuantiosos los estudios sobre revestimientos murales y decoración tallada de los espacios áulicos de este período. Aportamos en este trabajo alguna documentación inédita que puede contribuir a paliar ese desalentador panorama. Queda mucho por estudiar en referencia a los materiales del alcázar murciano del siglo XII; los más representativos se exponen en el Museo de Santa Clara y tienen varias procedencias: en el año 1960 fue derruida por completo el ala sur del monasterio para construir un garaje; de entre los escombros, el entonces director del Museo Arqueológico Provincial, Manuel Jorge Aragoneses, logró recuperar (además de las yeserías del palacio del siglo

El arte islámico, siempre mantuvo un estrecho vínculo con las dinastías gobernantes. Cada soberano, a medida que consolidaba su poder político, procuraba también transformar o desarrollar las tendencias precedentes y favorecer una renovación parcial o total de las formas artísticas de su época, lo que posibilitó una diversidad propicia a la aparición de diferencias estilísticas. En el ámbito de la historia del arte islámico occidental, la arquitectura almorávide (1036-1147) es una de las menos conocidas debido en parte al carácter efímero que tuvo su imperio, pero también porque muchas de sus obras fueron reemplazadas o desfiguradas por los almohades, la dinastía que les sucedió a mediados del siglo XII. Eso es así hasta el punto de que el elenco de monumentos conservados en alzado es muy reducido.

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Si bien es cierto que la procedencia, el rigorismo religioso y el ideario político de la dinastía norteafricana en principio no la hacían especialmente proclive a la promoción de una arquitectura monumental y a una profusión decorativa, a medida que su imperio se extendió y consolidó, tomando contacto con otras regiones, como las taifas andalusíes, los planteamientos iniciales pronto quedaron superados1. A pesar del carácter “militarizado” de su gobierno y de que nunca dejaron de ser considerados como “invasores” en el territorio de al-Andalus, en este período los intercambios culturales entre las dos orillas del Mediterráneo se incrementaron notablemente. La intervención de los almorávides en la península Ibérica les permitió conocer una nueva civilización y quedar cautivados por el refinamiento del arte califal andalusí con sus arcos superpuestos bicolores y sus atauriques. Los artesanos andalusíes favorecieron la renovación artística norteafricana y la influencia de la arquitectura de Córdoba o Sevilla se dejó sentir en todos los monumentos almorávides desde Tremecén hasta Fez.

Arquitectura y artes decorativas del siglo XII: el alcázar (Da-r as.-S.ug.ra-) de Santa Clara de Murcia

Ubicación del complejo palatino almorávide en el arrabal de la Arrixaca

XIII) algunas maderas talladas (arrocabe, canecillo) que deben atribuirse al conjunto almorávide o a la edilicia de Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīš. Las actuaciones de rehabilitación y las intervenciones arqueológicas desarrolladas desde 1980 hasta 2004 en diferentes sectores del monasterio han permitido recuperar otro canecillo y un considerable número de yeserías talladas, fragmentos de yeso y zócalos correspondientes a estos periodos, además de los restos arquitectónicos que aquí se describen.

mea…) ya se han localizado varios tramos de una primitiva muralla elaborada con tapial calicastrado, que aparece completamente derruida como consecuencia de las mencionadas avenidas fluviales. 3

Kitāb al-Ibar, trad. M. de Slane, Histoire des Berbères et des dynasties musulmans de l´Afrique Septentrionale, Argel, 1854-1856, vol. II, p. 63. 4 Si nos atenemos a las palabras de Levi Provençal, en realidad el palacio se inscribe en una ciudadela dotada también de mezquita, esquema clásico que encontramos en las construcciones abasíes y omeyas, que retoman los almorávides en sus construcciones palatinas. Refiere este autor: « Il éleva en même temps à son prope usage une nouvelle citadelle avec une palais et une mosquée». Cf. «Reflexions sur l´empire almoravide au début du XIIe siècle», Cinquantenaire de la Faculté des Lettres d´Alger 1932, Argel, pp. 311-332.

2

Es una técnica que agiliza y abarata considerablemente las construcciones defensivas. Precisamente el uso del tapial por parte de alarifes foráneos, desconocedores de las características físicas del territorio, con el tiempo resultó poco efectiva en el caso murciano. Las defensas de tierra de una ciudad situada en un valle con frecuentes episodios aluviales de los ríos Guadalentín y Segura, no pudieron soportar la humedad por capilaridad. En las excavaciones urbanas (Verónicas, Merced, plaza Ro-

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5 Las últimas investigaciones se deben a M. A. Tabales Rodríguez, “Investigacio-

nes arqueológicas en el Alcázar de Sevilla. Apuntes sobre evolución constructiva y espacios”, Apuntes del Alcázar de Sevilla, 1, 2000, pp. 12-45. 6

El autor anónimo del ®ikr afirma que Murcia tiene “una mezquita mayor grande, espaciosa, construida maravillosamente. La mandó construir el califa Ali b. Yūsuf b. Tašfīn”. Cf. L. Molina, Una descripción anónima de al-Andalus (®ikr bilād al-Andalus), CSIC, Madrid, 1983, t. II, pp. 81-82. En las excavaciones realizadas en el subsuelo de la catedral de Murcia se han encontrado y conservado restos arquitectónicos pertenecientes a la mezquita mayor. El muro de la qibla (límite sur) construido en un potente tapial de hormigón se documentó bajo la capilla renacentista de Junterón. En otros sectores de la catedral se han encontrado pilares que sostenían los arcos de la sala de oración. Los límites norte y este parece que se localizaron hace unos años bajo la plaza de la Cruz.

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

Tudmīr, convirtiéndose en refugio de algunos huidos andalusíes que habían escapado de la acuciante presión cristiana en la marca superior. El recinto amurallado que fija definitivamente el perímetro de la madīna murciana, atribuido por algunos al emirato de Mu¬ammad b. Sa cd b. Mardanīš, puede remontarse hasta el período almorávide; no en vano fueron ellos quienes aportaron la técnica del tapial de tierra (tabīya) en las construcciones defensivas de al-Andalus2. Si se tienen en consideración los factores geopolíticos enunciados hasta ahora, esto es, el carácter militar del gobierno almorávide, el establecimiento de miembros de la realeza almorávide en Madīnat Mursiya, además de la creciente importancia adquirida por los contingentes enviados desde Murcia a las campañas militares desarrolladas en la marca superior y en Cataluña, es lógico plantear que durante este período pudo surgir una relevante arquitectura áulica, de proporciones desconocidas hasta ese momento en dicha ciudad y que tiene como puntos de referencia lugares como Sevilla o Marrakech, los centros de poder almorávide. No es aleatorio en consecuencia que desde fines del siglo XI y durante la primera mitad del XII, la arquitectura militar, religiosa y palatina almorávide se desarrolle extraordinariamente en los centros urbanos estratégicos no sólo como enclaves para controlar el territorio, sino como núcleos donde se organizaban los ejércitos del Estado. Según relato transmitido por Ibn Jaldūn 3, hacia el año 1131-1132, el emir Ali b. Yūsuf b. Tāšf īn levantó el recinto amurallado de Marrakech que aún persiste en pie, edificó una mezquita aljama (que más tarde sería derruida por los almohades) y finalmente promovió la construcción de un palacio real4. En Sevilla, los estudios arqueológicos en el complejo palatino de los Reales Alcázares mantienen un vacío documental entre las construcciones taifas y almohades que futuras investigaciones habrán de completar. Bajo el patio de la Montería se ha documentado un palacio con patio de crucero datado a mediados del siglo XII de proporciones más modestas que el de Santa Clara5. En Murcia, las fuentes documentales y arqueológicas parecen atestiguar una intensa actividad constructiva en la ciudad bajo el mandato de Ali ibn Yūsuf (1106-1143) 6. El peso específico de la ciudad se consolida definitivamente a partir de 1130, cuando fue nombrado gobernador del sureste peninsular Abū Mu¬ammad Ibn Badr b. Warqā´, conocido caudillo militar que ya había vencido a Alfonso I en Fraga. El período comprendido entre 1130 y 1143 se

Los palacios de Tudmı-r

205

La experiencia de fundar una ciudad como Marrakech (1062) por parte del primer emir almorávide, Yūsuf ibn Tāšfīn (1062-1106), concebida como capital administrativa del nuevo imperio, sin duda ha de ser considerada como un hito de gran influencia en la mentalidad de la familia real almorávide que más adelante, tras hacer desaparecer las taifas andalusíes, dominó alAndalus. Una vez asentados y afianzados en la península Ibérica, pronto consiguieron detener la presión cristiana y controlar la región occidental, donde Sevilla se convirtió de facto en la capital administrativa. No ocurrió lo mismo en el área levantina, donde fueron frecuentes las incursiones cristianas; entre otros, la autoridad de Alfonso I el Batallador y la resistencia del Cid en Valencia resultaron difíciles de erradicar. Ante esa situación, la ciudad de Murcia (situada en la retaguardia respecto a Valencia) se erige desde fines del siglo XI y de forma plenamente consciente en uno de los centros más notables de Šarq al-Andalus, circunstancia que más adelante sería ratificada por el propio emir de la taifa murciana Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīš, al elegirla como capital de un vasto reino durante el tercer cuarto del siglo XII. En cualquier caso, la importancia estratégica y militar de la ciudad en el esquema de dominio almorávide queda evidenciada por la alta dignidad de los sujetos elegidos para detentar su gobierno; nos referimos, claro está, a príncipes como Ibn Āyša (hijo del primer emir Yūsuf y hermano de su sucesor en el trono, Ali ibn Yūsuf) e Ibrahīm b. Yūsuf b. Tāšfīn (hermano de Ali), quien permaneció en Murcia hasta su traslado a la ciudad de Sevilla en el año 1116. Un hecho bélico también hubo de alcanzar cierta repercusión en el oriente de al-Andalus; nos referimos a una sorprendente expedición de 1125 por tierras del Levante, Murcia y Andalucía que realizó Alfonso el Batallador, con la que, además de poner en evidencia la debilidad estructural del poder almorávide, trasladó momentáneamente el escenario bélico de la marca superior al sureste peninsular. Como había sucedido años atrás con el episodio de Aledo, cuya toma por parte de los cristianos amedrentó a algunos reyezuelos andalusíes y precipitó la conquista definitiva de al-Andalus por los africanos, la nueva expedición del monarca aragonés dejó en evidencia a los gobernantes almorávides, mostrando su gran debilidad política y militar, impotencia que ya se había puesto de manifiesto con la toma de Zaragoza (1118) y el desastre de Cutanda (1120), donde perecieron algunos murcianos. Es previsible que a partir de ese momento se afrontaran importantes obras de fortificación en la ciudad de Murcia y en otros lugares de

Arquitectura y artes decorativas del siglo XII: el alcázar (Da-r as.-S.ug.ra-) de Santa Clara de Murcia

Figura 1. Ubicación del complejo palatino almorávide en el arrabal de la Arrixaca

obstáculo alguno y cuando más despreocupado se hallaba Abentáhir, y, dirigiéndose al alcázar mayor, hízose dueño del mando en 29 de octubre de 1145, proclamando la soberanía de Abenhud. En cuanto a Abentáhir, se trasladó al llamado alcázar pequeño y poco después a su casa particular”. No parecía muy descaminado el ilustre arabista aragonés, pues, al poco de la conquista cristiana, al lugar de Santa Clara se le conoce bajo la denominación de Alcaçer Seguir, esto es, “alcázar menor”. Cf. Historia de Murcia Musulmana, Zaragoza, 1905, p. 175; J. Torres Fontes, La reconquista de Murcia en 1266 por Jaime I de Aragón, Murcia, 1967, p. 202. 9 La preeminencia de Lorca se prolonga hasta época taifa. En el año 1050, el linaje de los Banū Lubbūn llegó a instaurar una taifa independiente en Lorca que perduró más de veinte años. Precisamente los hallazgos arqueológicos refrendan este planteamiento, tal como se ha puesto de manifiesto en el palacio taifa conservado en el convento de la Virgen de las Huertas, tratado en este mismo volumen. 10 Cf. Abū abd Allāh Mo¬amed al-Idrīsī, Nuzhat al-Mustaq fī ikhtirāq l-āfāq, Placer que calma el ansia, Descripción de España. Ed. de Dozy y De Goeje, Leyden, 1886. El geógrafo se asentó en la corte de Palermo en el año 1139 y dedicó su tiempo a recopilar información sobre el mundo conocido, que vio la luz en 1157. Se basó en dos fuentes principales: los datos recogidos por él mismo en los viajes realizados antes de abandonar al-Andalus y las informaciones aportadas por otros viajeros en los dieciocho años en que compiló su obra.

7 Cf. E. Molina «Aproximación al estudio de la Cartagena islámica», Historia de Cartagena, V, Barcelona, 1986, p. 270. 8 Según refiere Ibn al-Abbār, Al-©ulla al-siyarà, ed. H. Mu’nis, El Cairo, 19631964, vol. II, p. 231: “El 10 de Yumādà I del año 540 (29 de octubre de 1145) entró Ibn `Iyad en el Alcázar Mayor (al-Qa½r al-Kabīr) que nadie había defendido. Ibn Tāhir se trasladó entonces al Palacio Menor (Dār a½-¼uġrà). Después, temiendo por su vida, abandonó esa residencia para retirarse a su casa”. Por su parte, Mariano Gaspar y Remiro, recogiendo la misma cita del polígrafo valenciano, tradujo Dār a½-¼uġrā por alcázar pequeño: “Logró Abenyad entrar en Murcia, sin encontrar

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11 No incluimos planimetría de estas construcciones por falta de espacio. No obstante, la restitución de la planta de los citados inmuebles es, de momento, muy complicada, dado el estado fragmentario de los restos, pero sin duda forman parte de edificios de cierta entidad.

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

caracteriza por una estabilidad política que, unida a la capacidad expropiatoria, habría permitido emprender destacadas obras de fortificación, así como la ampliación de la mezquita mayor y la fundación de un nuevo palacio7. En lo referente a la arquitectura palatina de la ciudad, las fuentes árabes corroboran la existencia en el año 1145, ya en plena decadencia del poder almorávide, de la Dār a½-¼uġrà, el “palacio menor” o “alcázar pequeño” según las traducciones, cronología anterior a la instauración del emirato mardanisí (1147) 8. Ello evidencia que el palacio o, como veremos más adelante, el conjunto palatino necesariamente hubo de ser construido por los descendientes de Yūsuf ibn Tāšf īn durante la primera mitad del siglo XII. En definitiva, todos esos datos dispersos, unidos a otros indicios extraídos del registro arqueológico en las excavaciones urbanas, nos inducen a plantear que durante el período almorávide se llevaron a cabo importantes obras arquitectónicas en la ciudad, precisando sus límites y transformando profundamente su fisonomía para asentar las bases del urbanismo de la ciudad medieval.

Los palacios de Tudmı-r

2. Un alcázar al norte de la ciudad

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La importancia de cualquier ciudad, además de por su desarrollo urbano, queda evidenciada por el elenco de sabios que es capaz de engendrar y por las menciones documentales en el contexto político del Estado donde se inscribe. Después de la fundación de Madīnat Mursiya por parte de cAbd al-Ra¬mān II en el año 825 transcurrieron varias generaciones sin que cobrara una importancia de consideración. Sin negar cierto peso específico en el territorio circundante (no en vano era sede del aparato administrativo del Estado emiral y califal), la ciudad más relevante de Tudmīr fue en realidad Lorca9. A comienzos del siglo XI, tras la fitna que puso fin al esplendoroso califato cordobés, el territorio de la antigua Cora de Tudmīr quedó dividido entre dos taifas rivales: la de Denia y la de Almería. A pesar de las incursiones de la taifa sevillana y de los asedios que sufrió la ciudad, este fue un período de florecimiento cultural y económico, surgiendo grupos de sabios y doctores de la ley islámica que fueron reconocidos por los autores árabes. Con frecuencia, en la periferia de las ciudades, en lugares privilegiados y bien dotados de agua, el emir o los propios gobernadores musulmanes elegían y acotaban unos terrenos que habrían de permanecer como patrimonio del Estado, regentado por los propios gober-

nantes, con la finalidad de levantar edificaciones básicamente de recreo. Ese pudo ser el caso tanto del “real” del alcázar (área rústica situada entre el alcázar mayor y el río Segura) como de una zona algo elevada desde el punto de vista topográfico, al norte de la madīna, esto es, la Arrixaca (figura 1). Gracias al geógrafo ceutí al-Idrīsī sabemos que el arrabal de la Arrixaca ya estaba plenamente configurado y amurallado a mediados del siglo XII, circunstancia que probablemente pueda remontarse a la primera mitad de esa centuria, es decir, a época almorávide: “De (Murcia) depende un arrabal floreciente y muy poblado que, a igual que la ciudad, está rodeado de murallas y fortificaciones muy sólidas. Este arrabal está atravesado por dos corrientes de agua”10. Pese a todo determinar cuándo se llevó a cabo la urbanización del sector norte de la Arrixaca no resulta tarea fácil por las notables carencias del registro arqueológico en extensión. Las intervenciones realizadas en el ala sur del monasterio nos han permitido excavar en profundidad y alcanzar unas cotas cercanas a -5,50 m, pero no podemos aseverar que los datos cronológicos sean extrapolables al resto del arrabal. En varios sectores de Santa Clara hemos identificado una serie de estructuras arquitectónicas construidas en fábrica de ladrillo trabado con pavimentos asociados que fueron amortizadas cuando se construyó un amplio palacio con patio de crucero. Bajo el arriate suroriental del palacio también se delimitaron restos de pavimentos de cal (a -4,65 m de profundidad) que nada tienen que ver con los paramentos del palacio. La ausencia de algunas técnicas constructivas en la arquitectura islámica de Santa Clara constituye un indicio cronológico a tener en cuenta. En este primer nivel arqueológico encontramos paramentos de ladrillo trabado o de tapial de hormigón, pero no hemos localizado fábricas de sillares de arenisca o de mampostería, técnicas que caracterizan la arquitectura de época califal y taifa en la ciudad11. Entre los materiales cerámicos, tampoco se han detectado técnicas decorativas como el verde y morado o los característicos candiles califales. Todo ello parece indicar que la urbanización de este sector de Santa Clara –el más alejado del núcleo original de la ciudad a orillas del río Segura– es relativamente tardía y no acontece hasta los últimos años del siglo XI o inicios del XII, esto es, ya bajo dominio almorávide. En los niveles arqueológicos más profundos de Santa Clara se ha documentado el trazado de una acequia (sāqiya) de unas dimensiones significativas, obra de ingeniería hidráulica que

Arquitectura y artes decorativas del siglo XII: el alcázar (Da-r as.-S.ug.ra-) de Santa Clara de Murcia

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El gusto musulmán por los amplios espacios ajardinados tiene su origen en varias descripciones coránicas del jardínparaíso: “A los que creen y hacen buenas obras, les haremos entrar en jardines, bajo los cuales corren ríos, donde morarán eternamente; tendrán en ellos esposas purificadas y les haremos disfrutar de una densa sombra” (Corán, 4, 57). Pueden consultarse también las aleyas 38-52, 4454, 52-72, 56-22 y 78-33.

completo a su testero meridional. En este período hubo de replantearse nuevamente su trazado para acomodarlo al perímetro del nuevo palacio. 16 Aquellas intervenciones resultaron muy fructíferas, ya que fue posible rescatar buena parte de los alzados del pórtico y salón septentrional de un desconocido palacio del siglo XIII, documentar los andenes y un pabellón o qubba de un patio de crucero de un palacio precedente, del siglo XII, igualmente inexplorado hasta entonces, y plantear unas primeras propuestas sobre el desarrollo total o parcial de ambas construcciones. Cf. J. Navarro, “Un palacio protonazarí en la Murcia del siglo XIII: Al-Qasr al Salir”, Casas y Palacios de al-Andalus. Siglos XII y XIII, Barcelona, 1995, pp. 177-205; Id., “La Dār a½-¼ugrā de Murcia. Un palacio andalusí del siglo XII”, Colloque International d`archéologie islamique, IFAO, Le Caire, 3-7 février 1998, pp. 97-139; también la contribución del entonces director de las obras, el arquitecto Pedro San Martín Moro, “Intervenciones en el claustro del Real Monasterio de Santa Clara de Murcia”, Memorias de Patrimonio 84-85, Intervenciones en el Patrimonio HistóricoArtístico de la Región de Murcia, Murcia, 1990, pp. 75-86. Lo descubierto hasta ese momento referente al palacio más antiguo comprendía parte de un patio de crucero con andenes transversales y un espacio central donde se cruzan, resaltado por un pabellón o qubba, elementos todos ellos que han quedado incorporados en la visita al Museo de Santa Clara.

13

Cf. E. Molina, “La cora de Tudmīr según al-cUdrī (siglo XI). Aportaciones al estudio geográfico-descriptivo del Sureste peninsular”, Cuadernos de Historia del Islam, 4, 1972, p. 44. 14

Nos referimos a una atarjea que desagua las aguas sucias de las letrinas, a otra atarjea paralela al flanco occidental de los baños y el albellón del andén occidental que desde el patio se prolonga en el sector sur. 15

La amortización de esta acequia probablemente deba ponerse en relación con la construcción de dos acequias o conducciones de agua tal como refiere el geógrafo y cartógrafo al-Idrīsī: “La ciudad de Murcia, capital del país de Tudmīr, está situada en una llanura a orillas del río Blanco. De ella dependen un arrabal floreciente y muy poblado que, al igual que la ciudad, está rodeado de murallas y fortificaciones muy sólidas. Este arrabal está atravesado por dos corrientes de agua”, Abū abd Ayah Mo¬amed al-Edrīsī, Nuzhat al-Mustaq fi htiraqí l-afaq. Placer que cambia el ansia. Descripción de España, Ed. Dozy y de Goeje, Leiden, 1886, p. 341. Otra modificación acontece posteriormente: el actual trazado de la acequia mayor de Aljufía, al menos en el sector inmediato a Santa Clara, fue diseñado y ejecutado al mismo tiempo que el mencionado alcázar Çeguir, ya en el siglo XIII, pues se ajusta por

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17 Los restos arquitectónicos se conservan parcialmente en una de las salas de exposiciones del Centro Cultural “Las Claras” dependiente de la Fundación Cajamurcia, instalada en el ala oeste del monasterio.

Para mayor información sobre estas viviendas consultar I. Pozo Martínez, “Arqueología y arquitectura islámicas en el Monasterio de Santa Clara la Real (Murcia)”, catálogo de la exposición Paraísos Perdidos. Patios y Claustros, Fundación Cajamurcia, Murcia, 1999, pp. 88-96. 18 19

Ibíd., pp. 78-82.

En un futuro habría que acometer la excavación del huerto, el ala oriental del monasterio, el espacio abierto de la Fundación Cajamurcia y otros ámbitos como la portería o el sector del antiguo cementerio que, año tras año, se han resistido a la actuación arqueológica. Qué duda cabe que la intervención en estos sectores ayudaría a completar definitivamente la planimetría del palacio del siglo XIII y, al menos, a progresar notablemente en el conocimiento del conjunto palatino del siglo XII. En todo caso, con los trabajos realizados hasta el presente creemos que es posible esbozar una propuesta de reconstrucción hipotética de los palacios del siglo XII, del palacio del siglo XIII, del alcázar cristiano y de las diferentes fases del monasterio hasta nuestros días. En definitiva, de conocer la evolución de este espacio noble de la ciudad.

3. Construcción del palacio almorávide Durante muchos años ha existido una visión demasiado fragmentaria de la evolución del monumento debido a que las excavaciones realizadas en los años ochenta y principios de los noventa del siglo XX quedaron restringidas al refectorio y a un tramo de la galería norte del convento (183 m 2), además de algunos

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

sondeos en otros espacios del monasterio16. En los años previos a la apertura del Museo de Santa Clara, inaugurado en el año 2005, a medida que se acometía la restauración de varias estancias del monasterio, tuvimos la oportunidad de intervenir en sectores que sabíamos podrían ser clave para avanzar en la restitución de los palacios islámicos. En las alas norte y oeste del monasterio (1.000 m 2) fue posible completar el desarrollo del andén occidental del patio de crucero, concretar la profundidad de sus arriates y localizar una interesante manzana de viviendas anexa al palacio del siglo XII, que constituían su límite oeste y que bien pudieron ser residencias para el servicio17. En el ala sur del monasterio (111 m 2) se documentaron algunas estructuras arquitectónicas anteriores, aunque lo más significativo fue el hallazgo del pórtico y salón meridional de un interesante palacio del siglo XII, estancias que han de ser vinculadas necesariamente con el crucero y andenes exhumados veinte años atrás, cuando J. Navarro excavó el refectorio en el ala norte del monasterio. Sin embargo, lo que nos parece realmente trascendente es el hallazgo de otras edificaciones anexas y claramente relacionadas con este palacio que hemos venido en llamar principal. Por primera vez, el testimonio aportado por esas desconocidas construcciones ayudaba a comprender la verdadera dimensión de Santa Clara como un conjunto de edificaciones de carácter áulico compuesto, al menos, por un palacio principal dotado de patio de crucero, un palacio secundario o gran mansión residencial, un baño (¬ammām), unas letrinas comunitarias, un área de servicio y el grupo de viviendas de servicio aludido anteriormente18. Con toda probabilidad existieron más edificaciones en el entorno del palacio principal, pero hasta ahora no ha sido posible documentarlas porque desgraciadamente han quedado al margen de la superficie objeto del registro arqueológico, excediendo, incluso, el actual perímetro de Santa Clara19. Entre las precitadas construcciones relacionadas y comunicadas con el palacio principal, cabe destacar un palacio secundario o mansión de tintes palaciegos, de planta rectangular y compuesta de cuatro crujías (tres documentadas) en torno a un patio cuadrado con arriate central. El frente norte está ocupado por un salón principal dotado de alhanías en los costados y precedido de un pórtico tripartito, el central mayor que los laterales, igualmente con alhanías en sus extremos. Tanto el salón como el pórtico fueron ornamentados con zócalos pintados que reproducen los característicos

Los palacios de Tudmı-r

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constituye el testimonio más antiguo del regadío en el alfoz murciano. Es una sólida construcción, atribuible a la edilicia estatal, que conducía el agua desde una toma subterránea (ubicada cerca del que hoy conocemos como azud de la Contraparada), abasteciendo las almunias y regando los huertos recreativos existentes en la periferia de la ciudad12. El canal, cuya solera se sitúa a -5,49 m de profundidad, ofrecía unas dimensiones considerables de 1,35 m de anchura y 1,00 de profundidad y fue construido con un potente tapial de hormigón. Recorría el patio del monasterio con una ligera pendiente de oeste a este y, aunque sólo se ha documentado un tramo de 9 m, su trazado denota que más arriba probablemente coincidiría con la acequia mayor de Aljufía. La cronología y la fábrica del canal parecen encajar perfectamente con el texto del geógrafo almeriense al-cU²rī, quien en el siglo XI sólo menciona una acequia que sin duda era la que abastecía las alquerías del sector septentrional de la huerta, las almunias y la propia ciudad: “El río de Tudmīr posee norias que riegan las huertas de este territorio. El comienzo de la acequia (sāqiya) que parte del río está en QanÐara Aškāba (Alcantarilla) y alcanza las propiedades de los habitantes de la ciudad de Mursiya hasta el límite territorial de la alquería de Ţaws, que es una de las alquerías de la ciudad (madīna) de Orihuela (Uryūla)” 13. El interior de la acequia apareció colmatado con el característico tarquín depositado tras uno de los habituales “aguaduchos” que sobrepasaban los quijeros e inundaban el entorno. Este tramo de la acequia mayor en este sector septentrional de la Arrixaca quedó inutilizado con la construcción del palacio almorávide que nos ocupa; probablemente fue desviado al sur, por donde discurre la acequia de Caravija. La existencia de algún canal o acequia de cierta envergadura al sur del conjunto palatino queda evidenciada por la pendiente de tres atarjeas que expulsan el agua del palacio y vierten en esa dirección14. Hacer notar, por último, que el trazado de la primitiva acequia amortizada quedó marcado en planta por un simple canal del andén que recorre el flanco sur del patio15.

Arquitectura y artes decorativas del siglo XII: el alcázar (Da-r as.-S.ug.ra-) de Santa Clara de Murcia

rávide de Santa Clara, tal como ocurre en los conjuntos palatinos de Samarra o de la propia Madīnat al-Zahrā’, se prescinde de un principio geométrico estricto y que los componentes esenciales del conjunto se implementan en perfecta armonía para configurar una ciudadela amplia dotada de todos los servicios propios de una ciudad. Su planta general se ha restituido aplicando simetrías de los restos conservados hacia los flancos este y norte, aunque tenemos presente que en el frente septentrional no tiene porqué reproducirse el mismo esquema (figura 2). Una vez realizado el desarrollo hipotético comprobamos que los frentes norte y sur exceden ampliamente la superficie del palacio hudí y del actual monasterio. No parece suceder lo mismo con el frente oriental, que supuestamente coincide con el testero del monasterio y tapia del huerto y más o menos con el frente occidental, donde la manzana de viviendas de servicio se emplaza bajo el muro de la crujía occidental del monasterio; las profundas zanjas practicadas en su día para cimentación de los paramentos de época barroca impiden documentar con exactitud los testeros islámicos. Sin embargo, creemos que el palacio carecía de crujías en los lados mayores: ello es seguro en el flanco occidental, ocupado por la manzana de viviendas (de las cuales se han excavado parcialmente siete) que constituyen el cierre del palacio, siendo también posible que ocurriera algo parecido en el lado oriental. Un hecho a destacar es que el testero norte del palacio –una vez aplicadas las simetrías– vendría a coincidir con el trazado de la muralla que ceñía el arrabal en este sector; ese hecho podría evidenciar que el cierre defensivo de la Arrixaca y el conjunto palatino formaron parte de un diseño unitario. El alcázar menor o Dār a½-¼uġrā de Santa Clara dispuso de un amplio patio con cuatro arriates deprimidos de 0,30/0,35 m de profundidad, sin ornamentación alguna en los paramentos, con planta trapezoidal y delimitados por andenes perimetrales de 4,10 m de anchura25. La existencia de un pabellón central y de los frentes sur y oeste del patio nos permite conocer los ejes del mismo. Desde el eje central del pabellón hasta el testero del pórtico sur se contabilizan unos 39 m y desde el axis del pabellón hasta el frente del muro occidental (contra el que se construyó una manzana de viviendas adosadas) se registran 28 m. Esas cifras permiten estimar una superficie total para el patio de unos 4.368 m 2. Poco sabemos del abastecimiento hidráulico del palacio; éste debió realizarse a través de dos acequias situadas en los frentes norte y sur: la

20 I. Pozo Martínez, “Arqueología y arquitectura islámicas en el Monasterio de Santa Clara la Real (Murcia)”, op. cit., pp. 240-241 y figura 6. 21 Uno de los patios de la Balkuwāra de Samarra cuenta con una planta de parecidas dimensiones a las documentadas en el principal palacio almorávide de Santa Clara. 22 J. Meunié, H. Terrasse y G. Deverdun, Recherches archéologiques à Marrakech, Institut des Hautes Etudes Marocaines, 54, Paris, 1952, p. 29. 23 L. Torres Balbás, “Patios de crucero”, Al-Andalus, XXIII, 1958, 1, p. 177. 24 Somos conscientes de las dificultades para completar la planta del alcázar del siglo XII, puesto que una parte considerable de las construcciones palaciegas permanecen bajo el monasterio de religiosas (al este), bajo la calle y teatro Romea (al sur) y en el huerto del monasterio y edificios de plaza Captesa (al norte). 25

El arriate mejor atestiguado es el suroeste, habiéndose documentado varios tramos de los frentes sur (que medía 20,89 m) y oeste (28,48 m). Como disponemos de la esquina noroeste y del tramo restituido del andén transversal, podemos dibujar una restitución que resulta lógica.

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polígonos estrellados20. La crujía meridional no se pudo excavar porque se prolongaba por bajo de la actual acequia mayor frontera con el monasterio y en la propia calle Santa Clara, testimonio inequívoco de que el conjunto áulico se extendía más allá de la actual propiedad del monasterio. Junto a esa gran mansión se documentó un pequeño baño compuesto de un recibidor, una posible letrina, una sala fría y una sala caliente con una pileta ubicada al fondo del mismo y unas letrinas anexas que parecen de carácter comunitario, pues contaban con varios retretes. Baño y letrinas se localizan entre el palacio principal y el secundario, comunicados entre sí mediante un tránsito y pasillo cubiertos, sin la presencia de calles, lo que demuestra una clara interrelación entre todas las edificaciones y avala nuestro planteamiento. Al oeste de este conjunto y sin comunicación directa con él, se delimitaron varias estancias de servicio, todas ellas configuradas por potentes muros de hormigón. En una de ellas se identificó un pequeño pozo ovalado (1,83 x 0,75 m) en fábrica de ladrillo, interpretado como pozo de aceña de rosario y que, dada su ubicación, debe vincularse con el abastecimiento de la pileta del baño. En relación con el artefacto hidráulico se hallaron numerosos cangilones de reducido tamaño, pasta beige, acanaladura central y base apuntada, tipología propia de los arcaduces empleados durante la primera mitad del siglo XIII, lo que evidencia un uso prolongado de la infraestructura, amortizada, como las demás, cuando se levantó el nuevo palacio hudí. El palacio principal del siglo XII, al cual nos referiremos básicamente en las siguientes páginas, se enmarca en una larga tradición de arquitectura palatina donde la estructura del patio se articula mediante andenes de crucero siguiendo modelos iraníes primitivos o iraquíes del período abbasí 21. Esa tipología ya se implantó durante el califato y aparece en la ciudad palatina de Madīnat al-Zahrā’. En el período que nos interesa hemos de fijar nuestra atención en el palacio de Ali b. Yūsuf en Marrakech, datado en la primera mitad del siglo XII por sus excavadores22, y en el Castillejo de Monteagudo, que L. Torres Balbás atribuyó a época tardo-almorávide23. Los restos documentados en las excavaciones de Santa Clara se limitan exclusivamente a la mitad meridional del palacio, desde el andén transversal hasta una serie de construcciones adosadas al cuerpo principal del palacio que ya hemos mencionado24. No obstante, los sectores documentados son suficientes para comprobar que en la planta del palacio almo-

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

septentrional habría abastecido las dependencias del palacio, mientras que la meridional recogía las aguas expulsadas del mismo. En el interior del patio, el agua brotaba en dos albercas situadas en los frentes menores (una documentada) y fluía a través de un canal de hormigón de 0,50 m de anchura y 0,24 m de profundidad. El canal se prolonga en el centro del andén longitudinal y transversal del crucero, aunque en este último su anchura se amplía hasta los 0,60 m. Los andenes perimetrales también dispusieron de conductos por donde circulaba el agua: en el andén sur documentamos un conducto de 0,44 m de anchura y en el flanco occidental, varios tramos mostraron un canal de mayor anchura (0,75 m) que se extendía más allá de los límites del patio; esa circunstancia y la ligera pendiente parecen indicar que se trata de la conducción que vertía el agua fuera del palacio. Hemos mencionado la posible existencia de dos albercas, pero en realidad sólo se ha documentado parcialmente una de ellas en el frente sur. Únicamente fue posible sacar a la luz la cara oriental de hormigón de mortero, la solera y el arranque de los paramentos norte y sur. El resto de la infraestructura hidráulica fue desmontada cuando en el siglo XIII se vació el subsuelo para alojar la gran alberca longitudinal del palacio hudí, esta última incorporada actualmente en la arquitectura del monasterio26. Pese a lo fragmentario de los restos que han llegado hasta nosotros podemos restituir la alberca del palacio almorávide con una forma cuadrangular de unos 3,15 m de lado aproximadamente.

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El pabellón y sus transformaciones

26 La conservación de la alberca de 27,5 x 7,5 m. y otras estructuras del palacio del siglo XIII ha impedido excavar por bajo de la misma. En cualquier caso, los resultados no hubieran sido muy aprovechables, puesto que en el siglo XIII cajearon el terreno para construir el vaso, eliminando toda estructura subyacente.

Figura 2. Complejo palatino del siglo XII. Fase almorávide

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27 En una reforma posterior fue suprimida y sus cuatro vértices quedaron cubiertos; de ellos sólo se ha documentado el SE, para lo que hubo que desmontar parte del relleno y la solera de la última fase de la solera del pabellón. Las excavaciones fueron realizadas por J. Navarro.

Uno de los elementos más representativos del patio es el pabellón o qubba central restituida con planta cuadrangular (de 5,61 x 5,54 m) y que ocupa una superficie de 31 m 2 (figuras 3 y 4). Creemos poco probable que se cubriera mediante muqarnas, puesto que los pilares de sustentación no parecen capaces de soportar las cargas de una cubierta de esas características. En cualquier caso, nos encontramos ante un pabellón de alzados más modestos que los de al-Bārūdiyyīn, donde la cubierta quedaba sustentada por cuatro pilares de ladrillo trabado dispuestos en las esquinas. Sus cuatro frentes abiertos (sólo se han documentado el oriental y el occidental) debieron alojar triples arquillos apeados sobre estilizadas columnas de mármol de 0,15 m de diámetro, cuyos soportes permanecen in situ hoy en día. Como es habitual en este tipo de construcciones de recreo, en el centro del pabellón se habilitó una pequeña alberca cuadrada de 1,78 m de la-

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do, que sólo se ha excavado parcialmente27. El análisis exhaustivo de los restos conservados permite deducir que la alberca, de 0,20 m de profundidad, estuvo pavimentada mediante losas talladas de piedra arenisca que en su mayor parte habrían sido desmontadas cuando se suprimió la citada infraestructura hidráulica y se habilitó un canal (eje N-S) cuya solera de ladrillos trabados fue rehundida respecto a la solera de la alberca, situándose a una cota inferior en 0,05 m 28.

central. Creemos haber resuelto esta problemática, puesto que en la solera de los andenes, a ambos lados del canal y retranqueada exactamente 32 cm, se aprecia una línea de rotura longitudinal, a simple vista irregular. Tras limpiar y desmontar parte de la argamasa de cal de otra textura y composición (aportada como relleno cuando se reformó la obra original y se habilitó el sardinel de ladrillo como remate del andén) hemos comprobado que la supuesta rotura irregular se transforma por

Figura 3. Alzado hipotético del pabellón central. Recreación ideal del pabellón central. Impronta en el frente del andén

En los andenes oriental y occidental, a ambos lados del pabellón, se aprecian varias reformas de la obra original que hasta ahora han dificultado su interpretación. Sabemos que en la fase almorávide-mardanisí los andenes estuvieron solados con hormigón, pero hasta ahora desconocíamos cómo remataban en el sector donde toman contacto con el canal

bajo en una línea recta, lo que denota que algún elemento constructivo (de mayor fondo y menor grosor que el ladrillo de sardinel) trabó originalmente con el hormigón de los andenes. Una vez identificada esa impronta, la siguiente tarea consistía en localizar en el entorno algún elemento constructivo que pudiera corroborar la hipótesis planteada. Afortunadamente,

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28 No obstante, quedan algunas piezas muy deterioradas de la solería original, que se conservan in situ en el tramo del andén desmontado en su día para documentar la esquina SE de la alberca.

El pórtico Una vez delimitado el salón meridional y la alberca, los esfuerzos durante la excavación se centraron en identificar vestigios del espacio porticado que previsiblemente habría de preceder al salón. Al sur del patio de crucero

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encontramos restos de un potente pilar rectangular de hormigón conservado a nivel de cimentación. Teniendo en cuenta sus dimensiones (0,90 x 0,48 m) y su ubicación, sólo puede interpretarse como uno de los pilares del pórtico que precedía al salón, en concreto el machón que apeaba el arco central y oriental. Tomando en consideración la disposición del vano de acceso al salón y de la alberca, y la presencia de restos de una jamba en el testero del salón, hemos restituido un pórtico tripartito con un hueco central que tendría 3,13 metros de luz y dos laterales ligeramente más pequeños de 2,89 m30. Según esa restitución, el pórtico quedaría configurado como un espacio rectangular de unos 11 m de longitud y 2,39 de anchura que dispondría de accesos laterales a otras estancias. En el sector más occidental se han delimitado tres paramentos de tapial de hormigón adosados que conformaban un sólido cimiento de 1,44 m de espesor31. Nuestra identificación como espacio porticado queda corroborada también por algunos restos de un pavimento de cal situados a una cota ligeramente inferior (0,21 m) respecto a la solera del salón. Por último, cabe señalar que tanto los paramentos de esta estancia como las jambas del vano de acceso al salón estuvieron cubiertos por zócalos pintados que en estos sectores se encontraron muy deteriorados.

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29 En otro tramo del andén por nosotros excavado bajo el granero del monasterio, poco antes de su entronque con el andén occidental, se documentaron las improntas en el hormigón de las placas pétreas que ribeteaban el canal central. También se verificaron los frentes de los dos arriates que tenían una altura de 0,52 m, incluyendo el cimiento de 0,15/0-20 m.

4. El salón meridional: tratamiento decorativo

30 Los materiales y la técnica constructiva empleada para levantar el cuerpo sur del palacio que nos ocupa son otro indicio cronológico que nos conducen al segundo cuarto del siglo XII, momento en el que se construye el palacio del emir Ali ibn Yūsuf en Marrakech. La descripción de sus excavadores sería hoy en día plenamente válida para las fábricas de Santa Clara: «les murs sont en béton (à base de mortier de terre et de chaux) très résistant, et ont été édifiés par coffrage. Les jambages et les seuils des portes sont en brique cuite. Les sols, en dess bien lissé, sont moins épais que celui de la mosquée. Le niveau du sol almoravide se trouve peu au-dessous du sol almohade (de 0 m 20 à 0 m 50); en quelques endroits, le dess almoravide supporte directement le dess almohade (celui-ci mesure environ 0 m 08 d’épaisseur)». Cf. J. Meunié, H. Terrasse y G. Deverdun, Recherches archéologiques a Marrakech, op. cit., p. 27.

La única estancia noble del palacio principal que ha sido verificada por el registro arqueológico es el salón meridional, al cual se accedía a través de un vano simple de 3,14 m de luz. La sala presenta 10,40 m de longitud por 2,75 m de anchura y contaba con dos alhanías en los laterales. De ellas, sólo se ha documentado por completo la occidental, estancia de forma trapezoidal (2,98 x 2,66 m). a la cual se ingresaba gracias a un escalón que salvaba 0,21 m de desnivel. De la alhanía oriental únicamente se ha localizado un atajo, siendo restituida con una forma rectangular de 3,40 x 2,98 m. Existen, además, serios indicios de un vano que comunicaba el palacio principal con el secundario, situado al sur del mismo, tal como indica el hallazgo de un quicio in situ. En una segunda fase, y en el contexto de reformas arquitectónicas de consideración, el citado vano habría sido tabicado, aislando estos dos espacios y cubriendo el paño con un zócalo decorativo. El uso, por tanto, del salón meridional, como del resto del palacio, fue muy prolongado, tal como revelan las numerosas reformas de sus paramentos y los dos pavimentos asociados a los mismos.

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La técnica constructiva, donde aparecen dos y tres muros de tapial adosados, documentada a nivel de cimentación en el pórtico de Santa Clara, es idéntica a la registrada en algunas construcciones del citado palacio de la corte almorávide: «Les murs son de largeurs différentes, mais peuvent être ramenés, presque partout, à une largeur type de 0 m 70 et 1 m 40 ; dans ce dernier cas, il s’agit, non d’un mur d’épaisseur double, mais de deux murs accolés», Ibíd., p. 28.

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persiste una sola pieza in situ localizada en la cara norte, en el tramo donde arranca el canal occidental. La pieza en cuestión es una placa de piedra arenisca (de similares características a las encontradas en el fondo de la alberca) que mide 0,32 x 0,26 m y 0,05 de grosor, dimensiones que encajan exactamente con la impronta anteriormente referida. La identificación de la impronta regular a lo largo del andén y de una pieza pétrea que permanece en su emplazamiento original permiten demostrar que el andén central del crucero, a ambos lados del pabellón, remataba con una hilera de losas cuidadosamente talladas en piedra arenisca que fueron colocadas antes de que fraguara completamente la argamasa que configura la solera del andén y, por tanto, en la fase fundacional del palacio (figura 4, fase I)29. Al menos, la base de la alberca y, probablemente, el ribete de los andenes pudieron ser reparados en una fase más avanzada por medio de losetas cuadradas cerámicas cuyo módulo (0,31 m de lado) se adapta a las dimensiones de las piezas pétreas preexistentes. No obstante, la reforma fundamental en el pabellón aconteció en época almohade (figura 4, fase II), cuando toda la superficie interior fue pavimentada con una solera de ladrillos en espiga y ribetes de sardinel. Igualmente, y como ya hemos comentado, en esta fase se suprime la alberca, macizando sus vértices con el fin de marcar el cruce de los canales. En el reborde de los mismos se retiraron las lajas pétreas y se sustituyeron por un sardinel de ladrillo de idénticas características y módulo que el existente en la solera del pabellón (24 x 12 x 4 cm). En la base de los canales, la superficie de hormigón está cubierta por varias piezas cerámicas que no guardan una homogeneidad; en el canal de eje norte-sur aparecen ladrillos vidriados (presentes también en el sardinel del andén); en el canal occidental existen ladrillos de mayor módulo (27 x 13,5 cm), mientras que en el oriental se aprecia la existencia de algunas losetas cerámicas cuadradas (desmontadas posiblemente de la base de la alberca) y ladrillos con digitaciones impresas. Todas estas reformas denotan un reaprovechamiento continuo de materiales e indican un uso prolongado del patio de crucero, circunstancia corroborada también en el salón sur del palacio.

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Figura 4. Análisis de la planta del pabellón y reformas del patio de crucero

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4.1. Pintura mural y fases de ocupación del palacio principal

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Figura 5. Revestimientos murales del salón sur

Ibíd., figura 7.

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Uno de los hallazgos más espectaculares aportados por la arqueología en Santa Clara son las pinturas murales localizadas in situ en los paños de este salón (figura 5). Son unos zócalos de unos 0,85/ 0,90 m de altura que engalanaban el tramo inferior de los paramentos, cuya decoración trazada a pincel con almagra res-

1) Fase almorávide.- La primera de ellas, lógicamente, se refiere a la fundación de la estancia que hemos atribuido al período almorávide (primera mitad del siglo XII). El paramento que sirve de soporte al paño decorado se asocia con un pavimento formado por una consistente capa de mortero de cal de 0,05 m de espesor. El tramo pintado conservado mide sólo 1,36 m de longitud y 0,70 de altura, pero la presencia del desarrollo vertical y de

ponde a los característicos entrelazados que generan motivos geométricos divididos en cartelas o paneles cuadrangulares conocidos en al-Andalus desde el siglo XI. De extraordinaria importancia para establecer la secuencia cronológica relativa del salón y de todo el conjunto áulico ha sido la verificación de que el paño pintado en cuestión trasdosaba a otro zócalo de similar ornamentación geométrica, pero carente de estructura vegetal; al primer panel pintado se adosó un tabique de ladrillo y un segundo zócalo pintado, lo que posibilitó la conservación parcial de ambos. Resulta igualmente fundamental la constatación material de que la totalidad de los zócalos pintados de la estancia fueron destruidos cuando se recreció el nivel de circulación del salón en más de 0,30 m. La superposición de los zócalos, la doble pavimentación y su relación con las estructuras arquitectónicas permiten establecer al menos tres fases constructivas:

parte del lazo superior que enmarca el zócalo permite aplicar simetrías y seguir la evolución lógica del lazo (figura 6a); no obstante, no descartamos que el lazo se prolongara en la parte superior formando algún motivo curvo, tal como ocurre en algún ejemplar de Marrakech, y, por tanto, la altura sería mayor de la restituida32. En el esquema compositivo se aprecian tres cartelas alternantes enmarcadas por los característicos encintados: la central, casi completa, es de forma rectangular alargada y presenta un desarrollo con predominio de las formas curvas, mientras que las laterales, de las que sólo se conserva un pequeño tramo, presenta, una ornamentación de ataurique en reserva donde se adivinan los extremos de algún motivo vegetal con hojas dobles y algún nudo. En el caso de la cartela central observamos que está dividida, a su vez, en dos paneles cuadrangulares de 0,55 m de lado separados por un lazo vertical que genera una

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había ejecutado el mismo trabajo en muchas ocasiones. La geometría del zócalo es, en realidad, muy sencilla: el artesano no utilizó plantillas; a partir de unos trazos incisos creó una retícula de líneas verticales y horizontales configurando tres cuadrados iguales. En cada uno de ellos marcó el centro mediante un eje horizontal y otro vertical. Las diagonales originan los centros de compás de los motivos circulares de los extremos. Para trazar la flor octopétala, primero con un compás se dibujó un círculo inscrito en el cuadrado y dos triángulos isósceles en cuya intersección se generan los centros de compás para trazar las hojas del motivo floral (figura 6c). Desde el punto de vista estilístico, la referencia más cercana de este zócalo debe buscarse en Marrakech, en unos paneles atribuidos a la primera mitad del siglo XII. En la decoración de los revestimientos murales marroquíes predomina también la línea curva frente a los polígonos estrellados; el empleo del círculo y sus derivados tienen mayor protagonismo respecto a las formas angulosas, de manera que mediante un diseño estrictamente geométrico se logra evocar una decoración vegetal. Los investigadores franceses que estudiaron los citados zócalos se plantearon es su día si esta “geometría no poligonal” podía ser anterior a la poligonal y si el predominio de las curvas podía considerarse como un carácter “arcaico”. En la nota nº 7, los precitados autores señalan su cercanía a los ejemplares del Castillejo de Monteagudo: “Manuel Gó-

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Figura 6. Zócalo del salón sur. Fase de fundación

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flor de cuatro pétalos. En el centro de ambos paneles se perfila una doble flor octopétala que evoluciona a arquillos que terminan por generar un octograma, aunque éste no constituye el primer plano de la composición. Ambos paneles son prácticamente iguales; sólo varían los cuatro motivos situados en los vértices del cuadrado girado, justo en el tramo que marca la transición entre el marco y el motivo decorativo: en el izquierdo encontramos arquillos de medio punto y en el derecho, triángulos con vértices apuntados. En cuanto a las cartelas laterales de ataurique es posible que igualmente estuviesen divididas en paneles más pequeños, con el dibujo de algún florón principal del que sólo conservaríamos restos de sus extremos. El buen estado de conservación ha permitido el análisis minucioso del procedimiento pictórico seguido por el artesano andalusí que trabajó en esta estancia palacial (figura 6b). Tras preparar el muro de soporte, se aplicó un estrato de revoco que cubría todo el paramento. Sobre esta superficie se marcaron las líneas principales del esquema compositivo; mediante incisiones se marcaron los dos cuadrados inscritos y con un compás se trazaron los segmentos de arco que conforman el contorno del motivo floral. En los trazos no encontramos errores, se observa una gran pericia técnica, conocimientos geométricos y gran capacidad de abstracción, puesto que el artesano no desarrolla la totalidad de los trazos que habían de servir como referencia en el trazo del pincel. Resulta evidente que

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Figura 7. Zócalo del salón sur. Fase mardanisí

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mez Moreno, présente quelques décors du Castillejo de Monteagudo de Murcie (fig. 334 et 336); peints en rouge est comprenant de nombreux jeux de courbes où n’apparaissent pas d’adjonctions f lorales, leurs entrelacs semblent très proches des nôtres, M. Gomez Moreno attribue le Castillejo à l’époque almoravide, ce qui confirmerait notre datation. La parenté évidente des décors de Murcie et de Marrakech mérite en tout cas d’être soulignée: son intérêt est certain pour l’histoire artistique du Maroc comme de l’Espagne”33. Nos quedamos con los primeros razonamientos. Creemos que el carácter poligonal predominante en la ornamentación del Castillejo tiene poco que ver con los diseños de Marrakech y con la fase fundacional de Santa Clara, aunque sí con la siguiente etapa que trataremos a continuación. Por tanto, a las preguntas anteriores acerca de si nos encontramos en un estadio anterior al triunfo de los motivos poligonales, la respuesta sería afirmativa a raíz de los hallazgos en Santa Clara. 2) Fase mardanisí.- Cubriendo el panel anterior, se encontró un segundo zócalo con una decoración más abigarrada y exuberante, en consonancia con las pinturas al temple que cubrieron las adarajas de muqarnas de otras estancias del palacio. Sin duda son fruto de una remodelación ornamental más que estructural (al menos en este sector del palacio), aunque se aprecia una ligera variación en la disposición del paramento que cierra el salón. Esta fase de máximo esplendor ornamental del palacio creemos que debe atribuirse al gobierno de Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīš (1147-1172). Aunque sólo se conserva una tercera parte del revestimiento original (0,32 m de alzado en el tramo mejor conservado), nuevamente la simetría de los motivos nos permite repetir los elementos conservados hasta reconstruir los motivos geométricos y vegetales que configuran los encintados, sin poder precisar en algunos casos el motivo central de las composiciones (figura7). En el testero sur se han identificado 10 paneles rectangulares que miden 0,90 m (contando el lazo exterior) y 0,15 de separación. En ellos se distinguen cinco diseños que se reiteran desde el centro hacia los extremos. En las cartelas centrales (5ª y 6ª) se reproduce un motivo octogonal cuyos vértices se entrelazan con motivos de tres pétalos o con triángulos. A ambos lados encontramos otras dos cartelas (4ª y 7ª) de esquema compositivo similar consistente en motivos cuadripétalos encadenados. En las cartelas 2ª, 3ª, 8ª y 9ª se aprecian lazos encadenados que probable-

Ibíd., p. 24.

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L. Torres Balbás, “Monteagudo y el Castillejo, en la vega de Murcia”, Al-Andalus, II, 1934, p. 370; M. Gómez Moreno, El arte árabe español hasta los almohades. Arte mozárabe, III, Ars Hispaniae, Madrid, 1951, p. 282.

mente evolucionen hacia el centro formando un polígono. En los extremos (cartelas 1ª y 10ª), los escasos motivos conservados parecen configurar círculos entrelazados. Pero la verdadera peculiaridad y espectacularidad de estos zócalos que atribuimos a la fase mardanisí estriba en que los espacios residuales que dejan los trazados geométricos, habitualmente vacíos, también se encuentran profusamente decorados con motivos vegetales, especialmente piñas, palmas y granadas, en colores negro, azul y naranja o rojo degradado (figura 8). Aunque más degradada, las reservas entre cartelas y encintados presentan también una decoración vegetal compuesta de un eje central del que surgen tallos secundarios de estructura circular con palmas digitadas y piñas; en ellos se aprecia una gran similitud con el ataurique que cubre algunas adarajas de muqarnas, dato que refuerza aún más su contemporaneidad. La alhanía oriental, una vez cegado el vano preexistente de la fase almorávide y elevado de nuevo el paramento, fue revestida también con un zócalo de similares características a los descritos, pero en este caso los espacios residuales en reserva quedaron sin ornamentar. La ausencia de la abigarrada decoración puede explicarse por la propia funcionalidad de la estancia, aunque también podría entenderse como una primera fase de época mardanisí. De los restos conservados se deduce la presencia de un panel rectangular enmarcado por una banda de encintado que se entrecruza con el motivo decorativo generado a partir de líneas rectas que se cortan formando sendas estrellas de ocho puntas. Sin ser iguales, a simple vista se aprecian ciertas similitudes con los zócalos que revestían las salas de aparato del Castillejo de Monteagudo, documentados por Sobejano y Cayetano de Mergelina y publicados por Torres Balbás y Gómez Moreno34; el predominio de la línea recta y la presencia de polígonos estrellados son rasgos comunes. 3) Fase almohade-hudí.- En una tercera fase del palacio que nos ocupa, los niveles de circulación fueron recrecidos unos 30 cm destruyéndose por completo los zócalos anteriores, pavimentando la estancia con una solería de ladrillo en espiga dispuesta en ángulo de 45 grados, reedificando los muros y abandonando la decoración en el tramo inferior de los paramentos en busca de la austeridad, pureza de las formas y elementos arquitectónicos. El proceso de sistemática eliminación de los revestimientos murales decorados también fue atestiguado en las adarajas de muqarnas

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Figura 8. Motivos decorativos en la reserva del encintado

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Figura 9. Zócalo de alcoba oriental del salón sur. Fase mardanisí

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Figura 10. Restitución geométrica del friso tallado

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documentadas en 1985; las piezas (algunas de ellas con dos capas pictóricas superpuestas) fueron encaladas deliberadamente para ocultar las pinturas. Por tanto, estamos en disposición de afirmar que este proceso rigorista o “iconoclasta” fue generalizado en todo el conjunto áulico. Es lógico que esas actuaciones se llevaran a cabo tras la entrada de los almohades en la ciudad y en los meses que siguieron a su establecimiento definitivo. Creemos que el uso de la estancia se prolongó durante todo el gobierno de los unitarios (1172-1228), aunque no se debe descartar su pervivencia hasta poco antes del protectorado castellano iniciado en 1243. En todo caso, procesos constructivos como el recrecido y la nueva pavimentación del salón o la elevación de una estancia en uno de los arriates orientales, ponen de manifiesto transformaciones evidentes sobre el diseño inicial y una continuidad en el uso del espacio áulico.

Los palacios de Tudmı-r

4.2. Frisos con lazos geométricos El gran número de fragmentos hallados tanto en el potente estrato de relleno sobre el andén central y qubba como en el salón meridional permiten plantear la hipótesis de que los paramentos interiores de los salones estuvieran decorados con frisos longitudinales de 0,70 m de anchura tallados formando entrelazos que dibujan octogramas enmarcados por lazos geométricos (figura 10). La acanaladura central y los nudos presentaban pigmentos de vivos colores en rojo y azul con el fin de acentuar su hondura, dada su ubicación elevada. Posiblemente recorrían todo el perímetro de las salas y, a juzgar por otros paralelos existentes en el norte de África como la mezquita de al-Qarawiyyīn de Fez, debían emplazarse en el tramo superior de las paredes, bajo el arrocabe de madera.

35 Los dos fragmentos conservados se muestran en el Museo: el mayor mide 3,65 m de longitud y el menor 0,27 m mientras que la altura de ambos es de 0,25 m.

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La mayor parte de los fragmentos recuperados tenían el fondo liso, pero también se han encontrado fragmentos de otros frisos cuyo interior aparece tallado con frondoso ataurique, aunque estos últimos también podrían pertenecer a enmarques de tableros o albanegas vinculadas a portadas labradas. En cualquier caso, la sencillez y perpetuación de las formas que presentan dichos frisos obligan a extremar la prudencia y a no descartar la posibilidad de que fuesen elementos incorporados a los espacios áulicos durante la reforma almohade, puesto que su uso también fue común en este período.

4.3. El arrocabe con inscripción coránica y decoración vegetal Entre los materiales rescatados cuando fue derruido el cuerpo sur del monasterio en el año 1960, cabe destacar los dos fragmentos de un arrocabe que de alguna manera debió ser reutilizado en el palacio del siglo XIII35. Los rasgos estilísticos de la epigrafía ponen de manifiesto que este elemento arquitectónico fue tallado en la fase fundacional del palacio en época almorávide (figura 11). Si aceptamos que el antiguo alcázar fue derruido por completo para levantar el palacio del siglo XIII, la única explicación de su presencia en los alzados destruidos en 1960 es que en su día fuera desmontado de su emplazamiento original para ser aprovechado como remate de los muros del nuevo palacio o como dintel de algún vano del mismo. En todo caso, desconocemos cuál era su localización cuando se suprimió el ala sur del monasterio y si estaba vinculado con las fábricas islámicas o amortizado en la obra de los siglos XVI-XVII. El friso del arrocabe está enmarcado por dos molduras donde se conservan restos de pigmento que dibujan una banda de perlas. En el interior, la epigrafía cúfica y un ataurique

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Figura 11. Arrocabe y canecillos del palacio

(en grafía cúfica)

(18) “Dios atestigua, y con Él los ángeles y los hombres dotados de ciencia, que no hay más dios que Él, Que vela por la justicia. No hay más dios que Él, el Poderoso el Sabio”. (19) “Ciertamente, la Religión, para Dios, es el Islam. Aquellos a quienes se dio la Escritura no se opusieron unos a otros, por envidia mutua, sino después de haber recibido la Ciencia…” Corán, III (Sura de la Familia de Imrán), versículos, 18-19.

4.4. Los canecillos Entre los materiales constructivos localizados en algunos paramentos del monasterio son destacables varios fragmentos de canecillos de madera que posiblemente proceden del palacio más antiguo en cualquiera de sus fases de ocupación. Como es habitual en la arquitectura islámica, los aleros de los pórticos fueron sostenidos por canecillos dispuestos a tramos y ricamente decorados. Se conservan restos de dos ejemplares, pero nos centraremos en el único que conserva perfil completo, localizado cuando se restauró la planta primera del ala oriental del monasterio (figura 11). Concretamente, estaba envuelto en una soga de esparto, amortizado como dintel de una puerta que comunica el ala barroca con el sector de la portería36. Presenta una longitud de 1,22 m cuenta con una sección rectangular de 0,10 x 0,07 y el extremo exterior aparece cortado a bisel. El ejemplar murciano guarda grandes similitudes con un canecillo datado en época almorávide, procedente de Granada 37.

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El tratamiento decorativo que recibe la pieza hallada en Santa Clara manifiesta su disposición espacial; la cara superior queda libre de todo ornamento, pues estaba oculta bajo la techumbre. En la pieza se observan dos tramos claramente diferenciados y separados por dos acanaladuras laterales. El tramo interior (de 0,51 m) carece también de decoración, puesto que quedaba embutido en el interior del paramento. El tramo exterior mide 0,68 m y presenta una profusa decoración tallada y pintada. Junto a la acanaladura encontramos tres rectángulos ligeramente rebajados cuyo campo conserva restos de pigmento rojo que servía de fondo a cinco flores decapétalas, dos en cada una de las caras laterales y una en la inferior. A continuación se desarrollan tres frisos donde se despliega una delicada labor de ataurique. En el frontal se observa una hoja que remata un tallo desarrollado en la cara inferior, donde se aprecian medias palmas digitadas. En las caras laterales es visible un tallo de trazo curvo que cubre toda la superficie y se ramifica generando tres piñas verticales de tres escamas, rodeadas de palmas digitadas.

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5. Tratamiento decorativo de un posible salón del trono El ideario político de los gobernadores almorávides les empujó a promover una febril actividad constructora de edificios religiosos, defensivos y palaciegos, todos ellos de impresionantes proporciones, pero el tratamiento decorativo no podía apartarse de la sobriedad de sus planteamientos religiosos. Todo ello va a cambiar visiblemente bajo el emirato de Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīš, “El Rey Lobo” de las crónicas cristianas (1147-1172). Bajo su gobierno se incrementa la importancia de la ciudad, que ahora se convierte en la capital indiscutible de Šharq al-Andalus y domina un extenso territorio. La actividad diplomática en este período fue muy intensa: se suceden los contactos con Enrique II de Inglaterra, los acuerdos comerciales con los comerciantes de Pisa o con el Condado de Barcelona. El incremento de la diplomacia y de las empresas militares hacían necesario un escenario cortesano capaz de impresionar a los gobernadores del emirato y a los embajadores de otros reinos. Los alcázares de la ciudad ya había sido diseñados, tanto el alcázar mayor (desde época emiral y califal) como el menor (en el período precedente), por lo que Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīš centrará sus esfuerzos constructivos en promover una extensa almunia real al pie del Castillo de Monteagudo.

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Las manchas de yeso y el aspecto blanquecino que presentan los otros fragmentos de canecillos, también nos inducen a pensar que estuvieron embutidos en tabiques como dinteles de los huecos. Es decir, debieron ser reaprovechados en más de una ocasión.

37 Cf. M. Gómez Moreno, El arte árabe español hasta los almohades. Arte mozárabe, op. cit., pp. 263, figura 316.

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frondoso y abigarrado se entrelazan sin dejar espacios vacíos. A lo largo del friso se desarrollan tallos de trazo curvo que zigzaguean y se ramifican en otros con palmetas que se adaptan al espacio disponible; en el centro predominan las palmas digitadas y en los extremos, las medias palmas igualmente digitadas, mientras que en el tramo inferior, bajo la epigrafía, las palmas suelen ser de menor tamaño. Aunque los dos fragmentos conservados no unen físicamente, la lectura de la leyenda realizada por el profesor Emilio Molina evidencia que pertenecían al mismo arrocabe. La transcripción es la siguiente:

Yeserías talladas.- Las portadas y los arcos de los grandes salones, pórticos y huecos en general solían estar ornamentados con yesos tallados en fresco y policromados que permitían ocultar unas fábricas de tierra y ladrillo a menudo endebles. En Santa Clara se han encontrado y conservado abundantes muestras representativas del arte islámico del Occidente musulmán de los siglos XII-XIII, destacando la delicadeza y exhuberancia del ataurique de época almorávide-mardanisí, compuesto por complicados diseños que contienen abundantes palmas digitadas, piñas y registros epigráficos (figura 12).

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Se conservan varios fragmentos de dovelas trapezoidales decoradas con ataurique tallado sobre fondo pintado en negro, formando una composición organizada por una trama de roleos secantes con palmas dobles digitadas con aretes, piñas escamadas, botones y pequeños nudos; todo ello estaba enmarcado por una moldura de epigrafía cursiva sobre fondo rojo. Estas piezas debieron pertenecer a un arco donde se alternaban dovelas lisas y otras ricamente talladas. Las enjutas de los arcos estuvieron cubiertas por placas talladas con un exuberante ataurique de grandes similitudes con algunos fragmentos procedentes del Castillejo. Sobre los arcos debieron emplazarse ventanas con arco de medio punto y celosías caladas cuyo trasdós quedaba cubierto por una banda de epigrafía cursiva sobre fondo azul; entre los numerosos fragmentos recuperados sólo se identifican expresiones de carácter propiciatorio (similares a las documentadas en las dovelas) como “al-mulk al-yumn” (el imperio la felicidad), “al-šac āra al- c izza (la felicidad la gloria), “al-iqbal” (la prosperidad)38. En cualquier caso, la ornamentación de los tableros, dovelas y enjutas de esta hipotética fachada monumental contrasta con la sencillez, austeridad y repetición de los entramados romboidales (¹ebka) y la talla plana que caracteriza el tratamiento decorativo del palacio del siglo XIII.

Figura 12. Dovelas y enjutas de un arco

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En el alcázar menor de la Arrixaca se realizan también algunas reformas de consideración, las estancias se decoran profusamente (segunda fase de los zócalos del salón sur) y cabe la posibilidad de que se construyese un salón del trono ricamente decorado. Una parte de las yeserías talladas, las ventanas caladas y algunas adarajas de una cúpula de muqarnas de grandes proporciones aportadas como relleno para la construcción del palacio del siglo XIII, podrían proceder de esta estancia regia, no localizada físicamente, donde debió concentrarse el mayor esfuerzo decorativo. Un sistemático trabajo de documentación de los materiales anteriormente referidos, sin duda aportará datos sobre el tratamiento decorativo de este hipotético espacio.

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Muqarnas.- Una de las aportaciones de mayor originalidad de la arquitectura islámica fue la ornamentación de mocárabes (muqarnas), estructuras de yeso o madera formadas por la yuxtaposición y superposición de prismas, arquillos y elementos horizontales que asemejan a las estalactitas. Se utilizaron para cubrir todo tipo de superficies, destacando las cúpulas, pechinas, capiteles, cornisas y hasta los alfarjes. Los muqarnas son una síntesis perfecta entre geometría y ritmo no sólo en el ámbito lineal, sino también en el espacial. Se configuran como auténticas unidades tridimensionales a modo de pequeños nichos o celdas, repetidos y encadenados unos tras otros, que permiten el paso del cuadrado del pabellón al círculo de la cúpula. En cuanto a su interpretación, se entienden como la recreación de una esfera o bóveda celeste, siendo estas unidades estructurales astros giratorios cristalizados en su movimiento, el cual se puede recrear mediante juegos de luces y sombras que ofrecen las diferentes superficies de los muqarnas. Los fragmentos de Santa Clara pudieron decorar algunas pechinas o, más bien, una bóveda enyesada, aunque persisten serias dudas para su adscripción a un espacio concreto. Como se ha afirmado en alguna ocasión pudieron pertenecer a la qubba levantada en el centro del patio de crucero (aunque ya hemos mostrado

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Figura 13. Adarajas de muqarnas y restitución hipotética

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Para mayor información sobre estos elementos decorativos ver I. Pozo Martínez, Arqueología y arquitectura islámicas… op. cit, pp. 222-243.

nuestras reservas al respecto en relación con el sobrepeso de la estructura), pero también pueden formar parte de otra cúpula del palacio que cubriera una estancia principal destinada a las audiencias o recepciones. Entre las piezas conservadas se han identificado adarajas de varios tramos del muqarnas (figuras 13 y 14). El desarrollo geométrico del muqarnas de Santa Clara es muy similar al existente en la Cuba de Palermo, que nos ha servido de referencia para realizar el despiece. Los fragmentos conservados permiten ensayar una simetría y plantear que nos encontramos ante el tramo inferior o arranque del muqarnas, compuesto por una serie de piezas con el mismo tratamiento decorativo, esto es, arcos ribeteados con banda de perlas en blanco sobre fondo negro, superficies planas verticales cubiertas con frondosa decoración vegetal en negro sobre fondo rojo, donde se entrelazan tallos con palmas, palmetas y granadas, y, por último, las superficies horizontales cubiertas con motivos cuadripétalos y entrelazo en negro que termina por dibujar un motivo romboidal, todo ello sobre fondo verde. Algunos fragmentos planos pertenecen al tramo inferior que se adosa al paño de la estancia; uno de ellos dibuja un arco de medio punto y sin duda se situaba en la esquina inferior, tal como demuestra el yeso no decorado del dorso

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que avanza sobre la superficie decorada y, sobre todo, por la decoración pintada, que evidencia el arranque de una enjuta y del tallo que se desarrolla en los prismas superiores. A mayor altura, pero al mismo nivel, identificamos otra pieza que dispone de dos tramos curvos (segmentos de arco) separados por tramo en ángulo recto que presenta la particularidad de tener adosadas tres placas de yeso de sección triangular (sólo una conservada), placas que lógicamente marcan el arranque de un segundo cuerpo prismático que avanza sobre el nivel anterior. Existen, además, otras dos adarajas prismáticas de sección romboidal que avanzan sobre las anteriores, aunque el tratamiento decorativo, idéntico al de las piezas planas, indica que forman parte del tramo inferior. Sobre éste y no necesariamente unidos a los anteriores –tal como se aprecia en la qubba normanda– se situarían las adarajas de mayor tamaño cuyos arquillos sirvieron de soporte para desplegar los motivos figurativos que representan el ciclo cortesanos, significado por la presencia de músicos (tocadora de mizmar), danzarinas (se conservan las piernas de una figurada en esa actitud), además de otros personajes que bien pueden representar escenas de banquete. En un tercer nivel y como remate del conjunto, se han identificado varios fragmentos pintados en color gris que podrían pertenecer a un hipotético cupulín gallonado que remataría el conjunto. Finalmente, parece que algunos fragmentos de una banda epigráfica en nacela podrían pertenecer igualmente al conjunto descrito. El carácter fragmentario de los restos impide la restitución geométrica completa del muqarnas murciano, pero sin duda se conservan elementos suficientes que permiten observar ciertas similitudes con los muqarnas desornamentados que cubren la mezquita almorávide de al-Qarawiyyīn en Fez (ca. 1137) o la almohade de Tinmāl (ca. 1153). No obstante, la profusa decoración vegetal y la presencia de abundantes motivos figurados (entre los que sobresale el músico que toca el mizmār) deben vincularse con la cubierta de madera que cubre la Capilla Palatina de Palermo (ca. 1143). Las piezas murcianas destacan por un programa iconográfico con una exuberante ataurique y escenas figuradas que recubren la superficie de las adarajas, que parece propio del emirato de Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīš (1147-1172). En el caso de Murcia, como en la Capilla Palatina de Palermo, decorada según parece por artesanos fatimíes bajo el mandato del rey normando Guillermo II, se detecta un fuerte influjo fatimí39. Nos preguntamos si la

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39 Cf. S. Giordanos, La Chapelle palatine dans le palais des normands. Palermo. Edizioni Poligraf, 1991; Bellafiore, G. (1978): La zisa di Palermo. Palermo. Flaccovio; G. Caronia, La Zisa di Palermo: Storia e restauro. 2ª ed. Barii. Editori Laterza, 1987; G. Caronia y V. Noto, La cuba di Palermo: (arabi e norman nel XII secolo). Palermo. Edizioni Giada; V. Staacke, La zisa: Un palazzo normanno a Palermo; La cultura musulmana negli edifici dei Re Palermo. Città di Palermo, 1991.

presencia de esos tratamientos decorativos en dos espacios áulicos construidos en el mismo período no responde a un fenómeno local que no tiene parangón en el resto del Occidente musulmán. Quizás habría que plantearse si entre las construcciones áulicas y el tratamiento decorativo de las cortes de Palermo y Murcia hay una estrecho vínculo, no en vano el emirato mardanisí y el reino normando constituyen los principales centros de poder en el Mediterráneo occidental durante la segunda mitad del siglo XII. Si damos crédito al geógrafo al-©imyarī habría existido un contacto directo entre los dos reinos a través de una ruta marítima establecida entre Cartagena (el puerto de Murcia) y Palermo, algo que, por otra parte, entra dentro de la lógica. Existe, asimismo, otro rasgo común a las dos cortes y es la fuerte presencia (y dependencia) de los contingentes militares cristianos. En el caso normando, nos encontramos en realidad, ante un reino cristiano con fuerte inf lujo árabe, mientras que en el emirato murciano parece ocurrir un fenómeno inverso, pero que lleva al mismo resultado. Los mercenarios cristianos se convirtieron, sobre todo a partir de 1159, en el fundamento que sostenía en el poder a Ibn Mardanīš. La presencia de importantes contingentes cristianos justificaría el que más adelante la propaganda almohade describiese al emir como un tirano y un impío; en definitiva, como un enemigo de la ortodoxia musulmana. Es en ese contexto histórico donde puede encontrar acomodo la construcción de un salón del trono cuyo tratamiento decorativo, además de impresionar a las embajadas de otros reinos, trataba de adaptarse a la peculiar configuración multicultural de la corte murciana.

6. Transformaciones de época almohade y hudí Ya hemos señalado que el palacio que nos ocupa tuvo sin duda un uso muy prolongado. La excavación en extensión del monasterio y la revisión de los restos exhumados en el centro del patio, nos permiten avanzar una sucesión cronológica que ya hemos esbozado al hablar de los revestimientos murales del salón sur. En la fase fundacional y en época mardanisí, todas las estancias del palacio excavadas hasta ahora estuvieron soladas con una sólida pavimentación de mortero de cal de gran espesor, tal como se ha documentado en el salón meridional y en los andenes y pabellón central del patio. La elevación de los niveles de circulación y la aparición de las solerías de ladrillos dispuestos en espiga habrían acontecido ya en la fase

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Figura 14. Adarajas con decoración figurada

ladrillos en sardinel. El fondo de los canales fue también solado con esta fábrica, aunque ahora se emplean ladrillos vidriados40. Otras transformaciones de consideración en el palacio se llevan a cabo en el interior del pabellón, donde se suprime la fuente cuadrangular de similares características simbólicas y funcionales a las de otros pabellones como los de alBārūdiyyīn o la Zisa. Para ello, se macizaron las esquinas insertando ladrillos en sardinel y acomodando, de forma un tanto burda, cuatro sillares pétreos en dichas esquinas, marcando una simple intersección de los canales. El palacio y su patio de crucero permanecieron en uso hasta los inicios del siglo XIII. Fue probablemente durante el período tardoalmohade o ya en época hudí cuando se lleva a cabo una transformación definitiva en el diseño original del palacio principal. Probablemente, se toma la decisión de suprimir el patio de crucero que había perdurado hasta ese momento, lo que quedaría evidenciado por varias circunstancias:

40 Su cronología, por tanto, no sería tan antigua como la planteada hasta ahora. Cf. J. Navarro Palazón y A. García Avilés, “Aproximación a la cultura material de Madīnat Mursiya”, Murcia musulmana, Ayuntamiento de Murcia, Murcia, 1989, p. 309.

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de ocupación almohade. Se detectan varias transformaciones en las diferentes estancias palatinas: los niveles de circulación son recrecidos mediante rellenos en donde están ausentes los fragmentos de yeserías, revestimientos murales y otros elementos que pudieran indicar que hubo una destrucción sistemática de otras estancias áulicas, al contrario que ocurre con los materiales de colmatación aportados para elevar el terreno sobre el que habría de construirse el palacio de mediados del siglo XIII. Es, efectivamente, una reforma que no afecta a la estructura general del palacio. Ya hemos comentado que el nivel del salón sur fue elevado 0,30 m y pavimentado con ladrillos en espiga, de los cuales se han encontrado restos e improntas en todo el perímetro del paramento. Similar actuación se llevó a cabo en los andenes del patio y en el pabellón central, que fueron solados mediante ladrillos en espiga que apoyan sobre el pavimento de mortero de la fase fundacional; todo ello quedaba enmarcado a ambos lados por

7. Conclusiones

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Los hallazgos arqueológicos en Santa Clara permiten plantear la fundación de un complejo áulico en un lugar situado en las afueras de la ciudad de Mursiya que se convertirá en patrimonio del emir o del Estado y que sería habitado por sucesivos gobernantes musulmanes, quienes transformarán y levantarán nuevas construcciones hasta poco antes de la conquista castellana41. Desde su fundación, este lugar siempre fue una propiedad ligada al poder político y así continuó después con los propios cristianos, pues hacia 1272 pasó a manos de la corona de Castilla, que lo mantuvo como casa real o palacio cristiano hasta 1365, en que el rey Pedro I lo dio a la Orden de Santa Clara para fundar el actual monasterio. Las dimensiones del palacio principal, las técnicas constructivas empleadas en sus paramentos (donde sólo aparecen muros de ladrillo trabado y varios tapiales de hormigón adosados) y el primer zócalo de geometría no exclusivamente poligonal documentado en el salón sur, son algunos datos objetivos que, desde el punto de vista material, permiten plantear una cronología inicial del conjunto palatino durante la época almorávide, algo más antigua de la barajada hasta el momento. La sintonía entre este primer conjunto áulico almorávide y la mención en las fuentes árabes en el año 1145 sobre la existencia de un Dār a½-¼uġrā (palacio pequeño o alcázar menor) despeja cualquier duda sobre la asociación e identificación entre ambos42. Bajo el gobierno “militarizado” de época almorávide la ciudad de Murcia se convierte en la capital del Levante andalusí en su ceca se acuña abundante moneda y algunos príncipes venidos de la capital del imperio tuvieron su sede en la ciudad. Un texto árabe señala importantes ampliaciones en la mezquita aljama y el biógrafo Ibn Al-Abbār refiere la existencia de la Dār a½-¼uġrā. Se constata, por tanto, una intensa actividad constructiva en obras públicas y estatales, uno de los rasgos definidores de todos los estados militarizados (no olvidemos que en el sureste las tropas cristianas habían campado a sus anchas e incluso mantuvieron durante algún tiempo el control de Aledo) y esa situación se mantuvo e incluso se incrementó bajo el gobierno de Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīš (1147-1172), a quien se vienen atribuyendo buena parte de las fortificaciones de la región. El diseño y tratamiento ornamental de los paramentos del salón sur del palacio principal tienen su referencia más cercana en el palacio de Ali ibn Yūsuf ibn Tašf īn, construido de nueva

Figura 15. Vista del crucero y de las estructuras tardoalmohades o hudíes

41 No debemos descartar la posibilidad de que el lugar de Santa Clara, en vez de pertenecer al Estado fuese una propiedad englobada en el patrimonio particular de los emires (mustajlas), bien desde los orígenes o durante alguna de sus fases históricas, tal y como se ha sugerido muy recientemente. Cf. E. Molina López, “Economía, propiedad, impuestos y sectores productivos”, Historia de España Menéndez Pidal, Tomo VIII-II, Madrid, 2007, p. 244. 42 El calificativo de alcázar menor perduraría en el tiempo, dando nombre al palacio que levantarán los hudíes en el siglo XIII y llegando hasta la documentación cristiano-aragonesa de 1266 (alcaçer Seguir).

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Se construye un edificio que ocupa parcialmente el arriate nororiental. De dicha edificación sólo se ha documentado una estancia (de 3,90 x 1,16 m) que pertenece a la esquina suroeste del inmueble y que precisamente está inutilizando el andén situado a levante del pabellón. La presencia de dos vanos en el flanco oriental y septentrional de la estancia no parece indicar que nos encontremos ante una simple arquitectura doméstica. El muro de cierre occidental es de ladrillo trabado, mientras que el resto es de tapial de tierra. Sólo las jambas y los atajos son de ladrillo. La observación minuciosa de los paramentos que configuran el edificio permite detectar dos fases de ocupación, puesto que los enlucidos se introducen por bajo del suelo de cal superior (figura 4, fases 3 y 4). El primer pavimento vinculado con el edificio es, en realidad, la propia solera del andén, lo que parece indicar que de alguna manera pudo existir una vinculación funcional. La anchura del canal del andén fue reducida al construirse en su caja otra atarjea de ladrillo. Detectamos en esta fase la presencia de una infraestructura ovalada que se sitúa en el centro del canal y de la estancia; se nos escapa su funcionalidad, pero dada su ubicación y vinculación con el agua, no debería descartarse un posible uso como pila de abluciones. En una segunda y última fase, el nivel de suelo fue recrecido unos 20 cm, habilitándose un pavimento de cal, cuya textura recuerda a los más tardíos encontrados en las viviendas andalusíes de la ciudad; bajo el pavimento se habilita una simple atarjea de ladrillo trabado que sigue el eje del canal de la fase precedente y amortiza la infraestructura hidráulica ovalada a la que hemos hecho referencia. Creemos que el nivel de circulación se mantuvo intacto en la parte no edificada del patio: dada la dificultad de recrecer una superficie tan amplia, pero posiblemente en este período pudo desmontarse el pabellón del patio, los alzados de esta estructura habrían sido desmontados hasta alcanzar los niveles de circulación, esto es, hasta la pavimentación de ladrillo, y los materiales probablemente fueron empleados como material de construcción para levantar otras estancias palaciales. Es evidente que los materiales que configuraban el pabellón y los andenes del patio fueron retirados antes de construir el palacio del siglo XIII, pero es imposible discernir si ese proceso deriva de un prolongado uso residual del palacio, como se ha planteado hasta ahora, o, en realidad, se trata de una retirada de materiales para su aprovechamiento en el momento inmediatamente anterior a la construcción del nuevo palacio.

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planta en la corte de Marrakech. Aunque no podemos descartar la presencia de patios de crucero en Murcia, que en un momento dado pudieran servir de inspiración al construido en el alcázar menor, creemos más verosímil que los gobernadores almorávides intentaran emular las construcciones de la capital del imperio y, por tanto, el palacio murciano habría de fecharse durante la primera mitad del siglo XII, siendo más previsible el segundo cuarto de este siglo, esto es, al mismo tiempo o poco después de la construcción del palacio norteafricano. La concepción del espacio como un alcázar dotado de todos los servicios necesarios responde al mismo planteamiento que la ciudadela palatina desarrollada en Marrakech; como en esta última, el conjunto áulico debió contar con un oratorio o mezquita que aún no ha sido localizado. Como es bien sabido, el patio de crucero también aparece en una vivienda secundaria de la corte imperial, así como la conocida qubba al-Bārūdiyyīn. El resto de las estancias documentadas en Santa Clara nos hablan de una ciudadela dentro de una ciudad, de un cierto aislamiento frente a la población. Durante el emirato de Mu¬ammad b. Sa cd b. Mardanīš (1247-1272), en Santa Clara hubo probablemente obras de consideración en el palacio; las pinturas al temple de las adarajas y la segunda fase de los zócalos del salón sur se adscriben a este período. Las estancias nobles son engalanadas con decoraciones profusas y recargadas y en los zócalos los huecos dejados por los entrelazos son cubiertos por completo con ataurique de vivos colores. Sin embargo, los pavimentos y los niveles de circulación no parecen sufrir variación alguna. La entrada almohade en la ciudad tras la muerte del emir en 1172 no debió ser fácil. Los africanos tomaban una ciudad que había sido el símbolo de la resistencia andalusí durante muchos años. Sin embargo, todo parece indicar que no hubo una represión político-religiosa, sino una continuidad del aparato estatal mardanisí. Los descendientes del Rey Lobo supieron ganarse la confianza de los almohades: poco después de su muerte, su primogénito, Hilāl, se presentó en Sevilla al frente de una delegación de notables murcianos para prestar sumisión al califa almohade y reconocer solemnemente la adhesión de los levantinos al tawhid43. Los acontecimientos posteriores demuestran que la estructura estatal murciana no fue rechazada, sino integrada en el sistema almohade. Ante ese panorama político es difícil imaginar grandes cambios en el alcázar menor que no fueran más allá del encalado de las pinturas decorativas de las estancias no-

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43 Tras llegar a Sevilla, Hilāl b. Mardanīš y sus compañeros fueron hospedados “en el magnífico palacio de Mu¬ammad Ibn c Abād (al-Muctamid), emir de Sevilla; sus compañeros se hospedaron en las casas contiguas, y se les proporcionaron camas, tapices y comidas y regalos y bebidas y todo lo necesario, y comprendieron que eran los más allegados y los más amigos, y que los acogía cordialmente el reino califal y el poder”. Cf. Ibn ¼ā¬ib al-Salā, al-Mann bil-Imāma, trad. A. Huici Miranda, Textos medievales nº 24, Valencia, 1969, p. 194.

bles o el recrecido de los pavimentos. El gusto demostrado por los almohades hacia los patios de crucero, palpable en el Patio del Yeso de los Reales Alcázares de Sevilla, parece claramente contradictorio con el esquema de uso residual y supresión del patio de crucero del palacio murciano. Es difícil imaginar dichas actuaciones en el contexto de “continuidad” política que muestran las fuentes documentales. Al contrario, creemos que la repavimentación de los andenes y de la qubba del palacio podría haber acontecido en este largo período comprendido entre 1172 y 1228, donde vuelve a reinar una cierta paz social, sólo inquietada por el avance de los cristianos. Para finalizar, y en relación con el esquema anteriormente planteado, cabe preguntase si las construcciones que transforman el diseño original del patio de crucero (nos referimos a las que se construyen sobre el andén y arriate nororiental), en realidad no forman parte de una reestructuración del alcázar menor que habría acontecido al final del período almohade o bajo el gobierno del Ibn Hūd al-Mutawakkil (1228-1238), el emir que a tenor de las fuentes documentales sí parece que desarrolló una intensa actividad para borrar todo vestigio de los unitarios. En cualquier caso, el estado fragmentado de las estructuras exhumadas (figura 15) no puede influir en una interpretación sobre el uso residual o no del edificio. La entidad de los paramentos y de los pavimentos de cal o la propia atarjea de la citada construcción no parecen corresponder con un uso residual de las instalaciones palaciegas, algo difícil de creer si hablamos de nuevas construcciones, sino a un uso intensivo de su superficie o quizás a una división de la propiedad. A este respecto, sólo podemos verificar que en la última fase de ocupación del palacio fundado en época almorávide, bien entrado el siglo XIII, los espacios a cielo abierto quedan reducidos al ser ocupados por inmuebles cuya funcionalidad es difícil precisar.

RESUMEN Arquitectura y artes decorativas del siglo XII: el alcázar de Santa. Clara, Murcia (Da-r as.-S.ugra-) Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Elvira Navarro Santa Cruz

En un lugar privilegiado al norte de Madīnat Mursiya, el Estado o los gobernadores musulmanes durante el dominio almorávide edificaron un primer conjunto palatino o alcázar fuera de la ciudad. Bajo el patio del primer palacio de Santa Clara se ha documentado una acequia que debía abastecer a las almunias de este sector aristocrático de la Arrixaca. Entre la infraestructura hidráulica y el palacio del siglo XIII (conservado parcialmente en alzado) se suceden varias fases de ocupación de un conjunto áulico que llega a su máxima expresión con el emirato de Muhammad b. Sacd b. Mardanīš. A pesar de la dispersión y fraccionamiento de los restos, planteamos una restitución hipotética de la planta acudiendo a supuestas simetrías de sus estancias. El palacio principal dispuso de un impresionante patio de crucero con un posible pabellón cubierto en el centro y albercas en los extremos. En el frente sur, un pórtico tripartito precedía a un salón ricamente decorado con pinturas murales; esta zona noble estuvo comunicada con otra gran mansión de amplio patio porticado inmediata a unas letrinas comunitarias y a un pequeño baño privado. Las características que presentan algunos de los materiales ornamentales hallados permiten aventurar la existencia de un salón del trono de época mardanisí (1147-1172), ricamente decorado y cubierto posiblemente con una cúpula de muqarna½. Este tipo de construcción aparece en dos edificaciones más o menos coetáneas: la qubba al-B×rūdiyyīn en Marrakech (1120) y la qubba de la capilla palatina de Palermo (ca. 1143), cuyo tratamiento decorativo es referente cronológico para las pinturas al temple de las adarajas murcianas.

RESUMÉ

ABSTRACT

Architecture et arts décoratifs du XIIe siècle: l’Alcazar de Santa .Clara, Murcie (Da-r as.-S.ugra-)

XII Century architecture and decorative arts: Santa Clara citadel. in Murcia (Da-r as.-S.ugra-)

Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Elvira Navarro Santa Cruz

Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Elvira Navarro Santa Cruz

Dans un lieu privilégié au nord de Madīnat Mursiya, l’État ou les gouverneurs musulmans de l’époque almoravide édifièrent un premier ensemble palatin ou alcazar en dehors de la ville. Il existe une documentation se référant à un canal d’irrigation qui se trouverait en dessous du patio du premier palais de Santa Clara et qui devait approvisionner les maisons rurales de ce secteur aristocratique de la Arrixaca. Entre l’infrastructure hydrolique et le palais du XIIIe siècle (conservé partiellement sur le tracé) se succèdent plusieurs phases d’occupation d’un ensemble aulique qui atteind son expression maximale lors de l’émirat de Mu¬ammad b. Sacd b. Mardanīsh. Malgré la dispersion et le fractionnement des ruines, on a envisagé une reconstruction hypothétique de la dalle tout en faisant recours à des symétries prétendues de ses pièces. Le palais principal disposait d’un patio de croisée impressionnant avec un possible pavillon couvert au centre et des bassins d’eau aux extrémités. Sur le côté sud, un portique triparti devançait un salon richement décoré à l’aide de peintures murales ; cette zone noble communiquait avec une autre grande demeure dont un vaste patio avec portique adjacent à des latrines communautaires et un petit bain privé. Les caractéristiques que présentent quelques matériaux décoratifs découverts, permettent de s’aventurer sur l’existence d’un salon du trône appartenant à l’époque de Ibn Mardanī¹ (1147-1172), richemente décoré et, probablement, couvert à l’aide d’une coupole de type muqarna½. Ce genre de construction apparaît en deux édifications plus ou moins comtemporaines : il s’agit de qubbat al-Bārūdiyyīn à Marrakech (1120) et la qubba de la chapelle palatine de Palarme (ca. 1143), dont le traitement décoratif est la référence chronologique pour les peintures à la détrempe des « adarajas » ou denticules murciens.

It was during the Almoravide control that the Estate or the Muslim governors built a first palace complex or citadel in a privileged place to the north of Madīnat Mursiya, in the outskirts of the city. The records show an irrigation channel running under the courtyard of the first Santa Clara palace which must have supplied water to the farming areas of the aristocratic sector of La Arrixaca. Between the hydraulic infrastructure and the XIII century palace (partially preserved in the plan), there were several phases of occupation of a palace complex that achieved its maximum expression during the Emirate of Muhammad b. Sacd b. Mardanīsh. Despite the remains being widespread and divided, we propose a hypothetical reconstruction of the floor with assumed symmetries of its quarters in mind. The main palace had an impressive transept courtyard with what appears to be a centrally covered pavilion in the centre and the albercas (longitudinal hand built pools), on both sides. In the southern wing a tripartite portico led into a hall richly decorated with murals. This noble area was connected to a large mansion with a wide archaded courtyard adjacent to some common latrines and a small private bathroom. The characteristics of some of the ornamental materials found venture which is the existence of a throne room from the Mardanisi time (1147-1172), richly decorated and possibly covered with a dome of muqarnas . This type of construction appears in two contemporary buildings:the qubba al- B×rūdiyyīn in Marrakesh (1120), and the qubba of the palace chapel of Palermo (ca. 1143), whose decoration technique turns into a chronological reference for the distemper paintings of the toothing stones in Murcia.

9 788496 760158

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