Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qasr as -Sagır)

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Descripción

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Sabios mursíes en las cortes mediterráneas

Museo de la Ciencia y el Agua del 21 de junio de 2007 al 6 de enero de 2008

Projet Aristhot. Interreg III B Medocc. MEDITERRANEA Legado científico intercultural

Créditos

Ayuntamiento de Murcia Alcalde-Presidente Miguel Ángel Cámara Botía

Exposición Organiza y produce:

Ayuntamiento de Murcia Concejalía de Cultura y Festejos Concejalía de Hacienda, Programas Europeos e Información al Ciudadano

Colabora:

Fundación Séneca

Dirección:

Maribel Parra Lledó

Comisario:

Alfonso Robles Fernández

Colaboradores:

Rosa Martínez Gómez Rafael García Mira

Secretaría:

Samia Boussebaine Elvira Navarro Santa-Cruz

Traducciones:

Samia Boussebaine Carmen Sánchez Flores

Diseño y montaje:

Cartelería:

Biovisual S.L. PYP-Antonio Fernández Salazar

Agradecimientos:

Museo Arqueológico de Murcia Museo Arqueológico Municipal de Lorca Museo Arqueológico de La Encomienda (Calasparra) Museo Siyasa (Cieza) Archivo Municipal de Murcia Planetario de Pamplona Museo de la Ciencia y el Cosmos (La Laguna) Tenerife Servicio de Patrimonio Histórico

Andrés Martínez Rodríguez, Antonio González Valverde, Fina García Cano, Francisco Casinello, Indalecio Pozo Martínez, Inés Rodríguez, Javier Armentia, Joaquín Salmerón Juan, José Antonio Sánchez Pravia, Juana Ponce García, Luis Alberto García Blánquez, Luis Enrique Miquel Santed, Mª Ángeles Jover Carrión, Mª Carmen Melgarejo Abril, Nieves Gordón, Biblioteca Nacional de Francia, Deniz Muzesi de Estambul, Museo Arqueológico y Etnográfico Municipal de San Pedro del Pinatar, Museo de Santa Clara de Murcia, Museo Naval de Madrid, Museo Topkapi de Estambul, Observatorio de Astrofísica de Canarias, Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, Real Biblioteca del Escorial

Textos:

Planimetrías:

Interactivos: Glucógeno

Filmografía: Biovisual S.L.

Transporte:

Expomed S.L.

Seguros:

AXA Winterthur

Colecciones:

Biovisual S.L.

Catálogo Edita:

Ayuntamiento de Murcia Museo de la Ciencia y el Agua Servicio de Programas Europeos

Colabora:

Fundación Séneca

Dirección editorial:

Servicio de Comunicación

Dirección Técnica: Maribel Parra Lledó

Coordinación:

Alfonso Robles Fernández

Traducciones:

Samia Boussebaine Carmen Sánchez Flores

Djamil Aissani Anna Ayse Akasoy María Mercé Comes Maymó Monserrat Díaz Fajardo Francisco García Albaladejo Luis Alberto García Blánquez José Antonio Manzano Martínez Manuela Marín Andrés Martínez Rodríguez Elvira Navarro Santa-Cruz Maribel Parra Lledó Juana Ponce García Alfredo Porrúa Martínez Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Julio Samsó José Sánchez Pravia Dolores Serrano-Niza Fernando Nicolás Velásquez Basanta

Fotografías:

3

Elvira Navarro Santa-Cruz Fernando Tomás García Jesús Gómez Carrasco (fotomontajes de S. Juan y convento de las Huertas)

Elvira Navarro Santa-Cruz

Fichas del catálogo:

AM Andrés Martínez Rodríguez APM Alfredo Porrúa Martínez ARF Alfonso Robles Fernández IPM Indalecio Pozo Martínez JASP José Antonio Sánchez Pravia JP Juana Ponce García LAGB Luis Alberto García Blánquez MPLL María Isabel Parra Lledó

Diseño:

PYP-Antonio Fernández Salazar

Maquetación:

PYP-María del Carmen Martínez

Impresión:

A. G. Novograf ISBN: 978-84-96760-15-8 Depósito legal: MU-1261-2007

Índice 141

Ciencias teológicas

143

Ibn al-CArabı- al-Mursı-. La imaginación creadora en el personalismo musulmán Tajeddine Bennani

153

Las Cuestiones Sicilianas de Ibn SabC-ın. Filosofía y mística en la época almohade Anna Ayşe Akasoy

165

Ciencias esotéricas y religiosidad popular. Amuletos y talismanes mágicos en al-Andalus Alfredo Porrúa Martínez

187

Los palacios de Tudmı-r

189

El palacio islámico hallado en el convento de Nuestra Señora la Real de las Huertas (Lorca, Murcia)

Andrés Martínez Rodríguez y Juana Ponce García

203

Arquitectura y artes decorativas del siglo XII. : el alcázar de Santa Clara, Murcia (Da-r as.-S.ugra-) Indalecio Pozo Martínez, Alfonso Robles Fernández y Elvira Navarro Santa-Cruz

235

Fulgor en el Álcazar musulmán Murcia. El conjunto religioso-funerario de San Juan de Dios José A. Sánchez Pravia y Luis A. García Blánquez

253

Palacios fortificados islámicos en la huerta de Murcia: el real de Monteagudo José Antonio Manzano Martínez

279

Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r) Indalecio Pozo Martínez, Alfonso Robles Fernández y Elvira Navarro Santa-Cruz.

304

Cronología

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Catálogo de piezas

Arquitectura artes decorativas época tardoalmohade palacio islámico Santa Clara . (Qas. r as.-S.ag-ır)

y de el de INDALECIO POZO MARTÍNEZ ALFONSO ROBLES FERNÁNDEZ ELVIR A NAVARRO SANTA CRUZ

Situado en el municipio de Murcia, con categoría de “Monumento”. Cod. Identificación: R-I-51-0004527. Denominación: Real Monasterio de Santa Clara. B.O.E. nº 15, 18-1-1982. Declaración: R.D. 3307/81, de 30 de octubre. 1

1. El alcázar menor. Un conjunto áulico En mayo de 2005 fue inaugurado el Museo de Santa Clara, dependiente del Sistema Regional de Museos, de manera que tanto los ciudadanos en general como los especialistas en Arte y Arqueología del Islam tienen acceso a unos restos arquitectónicos prácticamente desconocidos al encontrarse en el interior de un convento de clausura (figura 1) 1. La revalorización del conjunto monumental que ahora se ha convertido en recurso cultural y patrimonial de primer orden para la Región de Murcia no es fruto de la improvisación; al contrario, es el resultado último de largos años de trabajo en las diferentes campañas de excavación y restauración realizadas en la década de los ochenta del pasado siglo y con mayor intensidad en los años inmediatos a la inauguración de la institución museística a la que hemos hecho referencia.

“Hay en esta Ciudad seis Monasterios de Monjas muy principales. El mas antiguo es el de Santa Clara la Real. Llamase la Real por tres causas: La primera, porque el sitio donde fue edificado era la Casa Real, y Palacio de Alcacér Seguir, Rey Moro de Murcia. La segunda, porque le fundaron el Rey Don Alonso el Sabio, y la Reyna Doña Violante su muger, y le señalaron tierras de heredamiento, como parece en el libro de la población de esta Ciudad (libro perdido), dadas á las Religiosas de este Convento, con titulo de Menoretas. La fundacion hecha por los dichos Reyes, consta de un Privilegio del Rey Don Sancho su hijo, en que hace memoria de ella. Y demás de eso, el dicho Rey D. Sancho V. de este nombre, dá facultad á Doña Magdalena, Abadesa, y á las Dueñas del dicho Convento, presentes, y futuras, para comprar tierras para pan, viñas, olivares, colmenas, y ganado, y para 2

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Las primeras referencias históricas que vinculan el monasterio franciscano con el alcázar islámico se deben a don Francisco Cascales en su obra titulada “Discursos históricos de Murcia y su Reyno”, que vio la luz por primera vez en 1621. El famoso autor murciano, aunque lejos del rigor y la disciplina necesarios, compiló y manejó abundante documentación medieval, en algunos casos perdida, y resulta bastante fiable respecto a las transcripciones y los datos aportados sobre las primeras fundaciones religiosas de la ciudad 2. Las investigaciones arqueológicas en Santa Clara también se iniciaron en fecha muy temprana, pues se remontan al último cuarto del siglo XIX. El primer especialista que mostró interés en los restos

Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r)

Figura 1. Estado actual del Monasterio de Santa Clara la Real

que lo que las Monjas del dicho Convento dexaren, y anexaren, lo puedan haber libremente, su fecha en Sevilla á 13. de Agosto era 1322. La tercera, porque el Rey Don Pedro hizo donacion á Doña Berenguela de Espin, Abadesa, y á sus Monjas de sus Casas, y Palacios Reales, que tenia en esta Ciudad, con todas sus entradas, y salidas, y pertenencias, edificios, aguas, y riegos, con que ensancharon el Convento, su fecha en esta Ciudad de Murcia á 30 de Junio era 1403. Era entonces Obispo de Cartagena Don Nicolás Aguilar, el qual entre otros fue confirmador de este Privilegio” (ed. de 1980, pp. 338-339).

fragmentos de epigrafía mural decorativa que se conservan dentro de clausura, situados dos de ellos en el muro donde se abre la pequeña puerta que comunica con el locutorio bajo, y otro en la galería meridional del claustro alto“. Cf. Catálogo Monumental de España. Provincia de Murcia 1905-1907, Colegio de Arquitectos de Murcia, Murcia, 1997, t. II, pp. 14-21, ent. Nº 469. De ello tratamos en otro apartado de este mismo Catálogo.

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Un testimonio literario del poeta cartagenero Abū-l-©asan al-QarÐaŷannī, que debió frecuentar y conocer de primera mano los espacios áulicos de Murcia antes de su exilio a Túnez, describe el entorno del palacio de esta manera: “...hacia el Camino Alto de la Huerta (Zuqāq al-¤anna al-A‘là), que bordea el río del Paraíso (acequia mayor de Aljufía) desde Bāb al-Munā (Puerta de los Huertos) hasta las blancas casas de la Arrixaca, cuya vista regocija al que las mira (versos 471-2)”. Cf. ©āzim al QarÐaŷannī Abū L-©asan, Minhāŷ al-Bulaðā wa sīrat al-‘Udabā. Ed. Mu¬ammad al-Habib Beljuya, 1986, Beirut, Dar al-garb al-Islami y E. García Gómez, Observaciones sobre la “Qasida Maqsura” de Abu-l-Hasan Hazim alQartayannī, Al-Andalus, I,1933, fasc. 1, p. 177. 7

R.A.H., CAMU/9/7963/22/1-10. Dos años después publicaría los resultados de aquella interesante visita en un artículo titulado “Descubrimientos arqueológicos en Murcia”, Revista de Obras Públicas, 1881, 29, tomo I (5), pp. 51-56, como también en el Semanario Murciano, 1881, nº 175-176, pp. 194-205.

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Cf. R. Amador de los Ríos, Memoria acerca de algunas inscripciones arábigas de España y Portugal, Madrid, 1883, pp. 211-212, y Murcia y Albacete, Barcelona, 1889, pp. 451-452. 4

“Restos sin duda de las yeserías artísticas que ornamentaban las casas o palacios reales de aquel Alcázar Saguir, sin duda restaurado en el siglo XIV, son unos

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conservados in situ fue el erudito madrileño don Javier Fuentes y Ponte, quien, con permiso del obispo de la diócesis y acompañado del capellán de Santa Clara, don Francisco López Costa, tuvo la oportunidad de entrar en el monasterio el 21 de enero de 1879 y realizar varios dibujos de planta, alzado del claustro y yeserías talladas, remitiendo la información obtenida a la Real Academia de la Historia los días 22 y 26 del mismo mes de enero3. En los siguientes años, Amador de los Ríos difunde el estudio y la documentación gráfica de las yeserías de Santa Clara en dos publicaciones4. Otro pionero de la Arqueología en España, don Manuel González Simancas, recoge algunas breves noticias sobre la historia del monumento tomadas del licenciado Cascales y también del propio Javier Fuentes, pues afirma que aún quedaban testimonios materiales de interés dentro de Santa Clara, cuando él no entró en el monasterio, pues de ser así habría realizado algún tipo de gráfico o esquema del edificio5. Tras ellos se suceden décadas de silencio y olvido. A la luz de las intervenciones arqueológicas, ahora sabemos que el alcázar menor (Qa½r a½-¼aġīr) del siglo XIII en realidad se construyó sobre los escombros de otros palacios derruidos que existían en este lugar desde la primera mitad del siglo XII6. Como aquéllos, probablemente formaba parte de un complejo áulico con amplios jardines recreativos en su entorno, localizado en el norte de la ciudad, entre el cinturón defensivo de la misma (en el flanco sur de la actual plaza Romea) y la muralla que cierra el arrabal de la Arrixaca. En el sector más oriental de la cerca defensiva del arrabal se sabe de la existencia de una puerta mencionada en las fuentes con el nombre de Bāb al-Muna o Puerta de las Almunias, creemos que en clara referencia a las construcciones aristocráticas y estatales que se extendían en sus proximidades tanto en época islámica como en la Baja Edad Media cristiana7. También sabemos que el palacio principal del Qa½r a½-¼aġīr limitaba al sur con la acequia mayor de Aljufía, cuyo trazado en este sector sin duda alguna fue modificado en el momento de construcción del citado palacio. Creemos, no obstante, que el alcázar menor no debió ser un edificio aislado ni único, sino que al igual que sucede en otros alcázares y almunias reales (Madīnat al-Zahra, la Rusafa, los Reales Alcázares de Sevilla o la propia Alhambra, entre otros) debería entenderse como un conjunto de construcciones donde habría que incluir, además, un oratorio, un posible cementerio o rauda real, algún palacio secundario o de menor entidad, baños, viviendas de servicio… Hasta ahora sólo se ha documen-

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

dieval, este sector del arrabal estuvo plagado de propiedades de la nobleza y realeza cristianas, tales como el infante don Fernando de la Cerda, el adelantado Alfonso García de Villamayor, el partidor mayor don Gil García de Villamayor, entre otros, que difícilmente habrían convivido con los emires musulmanes.

Los palacios de Tudmı-r

El plano está reproducido también en el catálogo de la exposición Paraísos Perdidos. Patios y Claustros, Fundación Cajamurcia, Murcia, 1999, p. 27, y actualmente se expone en el Museo. 8

Figura 2. Plano del Monasterio de la segunda mitad del siglo XVIII

huerto real çercado de tapias plantado de arboles e con vna torre de ladrillo e palomar que esta dentro en el dicho real, con vna açequia de agua regadera que entra dentro en el dicho real que toma el agua de la açequia mayor que llaman de Aljuffia, que pasa cabo el dicho real, que es en el Arrixaca de la dicha çibdat açerca de Santa Clara, que nosotros tenemos, que ha por linderos de la vna parte la dicha açequia de Aljufia e el callejon publico que esta a la puerta del dicho real e con el real de herederos de Diego Oller, e de la otra parte con el real de Iohan de Cartagena, clerigo de missa, franco libre e quito…”. Cf. Documentos del Monasterio de Santa Clara, CODOM XVII, ed. de I. García Díaz, Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1997, pp. 110-116 y 65-68, doc. nº 64 y 45, respectivamente.

Por desgracia, en el plano no se dibuja la planta de la torre, sólo el alzado del último cuerpo y el remate. Si estuviera reflejada en planta, por su exacta orientación podríamos deducir con mayor seguridad aún su relación con una mezquita.

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Durante la Baja Edad Media fueron frecuentes los palomares en la huerta de Murcia. Precisamente tenemos noticia de uno en las proximidades del antiguo alcázar menor que engrosó las propiedades de las monjas de Santa Clara tras recibir un legado testamentario del regidor Juan Sánchez de Ayala en 1429. Quince años atrás, Diego Fuster y Francisca Fernández, su mujer, lo habían vendido al hidalgo murciano y a su mujer: “vendemos a vos, el onrrado Johan Sanchez de Ayala, vasallo del rey, et a uos donna Ynes Garçia de Laza su muger…vn 10

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tado –y parcialmente– el palacio principal, conservado, restaurado y acondicionado para la visita del público. Existe, no obstante, un testimonio gráfico que consideramos fiable y que podría indicar la existencia de otra construcción correspondiente al conjunto áulico. Nos referimos a cierto plano del monasterio y edificios colindantes levantado en la segunda mitad del siglo XVIII con motivo de un “pleito de vistas” interpuesto por las religiosas de Santa Clara contra el canónigo Juan José Mateos (figura 2). En dicho plano, conservado actualmente en el archivo del monasterio, aparece representada una pequeña, pero esbelta torre cuadrangular que se eleva sobre todos los edificios colindantes. En ella se observa una tipología arquitectónica anómala para la época y totalmente diferente al resto de estructuras dibujadas; presenta una cubierta aterrazada en contraposición al resto de las cubiertas, que son por vertientes. La torre se localiza en el interior de la casa o propiedad del expresado canónigo, pero muy cerca del monasterio, a unos 20-30 metros del testero oriental de la iglesia (en la actual avenida Alfonso X el Sabio) aproximadamente entre la capilla mayor y el segundo tramo del templo. En ella se observan unos remates almenados de extraordinario parecido a los que coronan muchos alminares de las mezquitas andalusíes y magrebíes8. Quizás podría interpretarse como una obra islámica la mezquita del alcázar del siglo XIII, todavía en pie en fase tan avanzada como la segunda mitad del siglo XVIII9. Esta construcción, tal vez pudo formar parte del primer asentamiento de los franciscanos, ocupada después por las clarisas y desagregada de la propiedad conventual en fecha incierta, para pasar finalmente a manos particulares, quedando como simple torre de alguna vivienda o como un palomar10. Sea como fuere, las construcciones del Qa½r a½¼aġīr que no formaban parte del palacio principal debieron quedar desagregadas del conjunto tras su desalojo como consecuencia de la definitiva conquista cristiana de la ciudad protagonizada por Jaime I en 1266. No creemos factible que el linaje hudí, y su aparato administrativo, permanecieran en el palacio a partir de esa fecha, en un sector conocido ya como la “Arrixaca nueva de los cristianos” o “villa nueva”, que disponía de centros de culto consolidados como la ermita de la Arrixaca, donde se veneraba una imagen aportada por los conquistadores y documentada en las Cantigas alfonsíes, la iglesia de Santiago y la de San Miguel, antigua mezquita consagrada al culto cristiano. A tenor de la documentación bajome-

2. Fundación del nuevo palacio hudí Quizás en un futuro se localicen nuevas referencias en las fuentes árabes que permitan conocer con exactitud el momento en que los reyes musulmanes de Murcia decidieron derribar las construcciones fundadas por los almorávides y levantar un nuevo alcázar menor, parcialmente conservado en la actualidad. En el estado actual de la investigación, no resulta posible precisar cuándo tuvo lugar ese hecho, aunque de forma reiterada se viene datando en el segundo cuarto del siglo XIII y atribuyendo

Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r)

a la tercera taifa murciana. Creemos, sin embargo, que se debe mantener una gran cautela a la hora de asignar una datación tan concreta; desde luego, la aparición de varios fragmentos de yeserías de traza almohade, sellados entre los escombros de relleno bajo las solerías del palacio, indica claramente que nos hallamos en un horizonte cronológico post-almohade. La construcción del nuevo palacio no pudo, por tanto, llevarse a cabo con anterioridad a la taifa de Abū ‘Abd Allāh Mu¬ammad ibn Yūsuf ibn Hūd al-Mutawakkil, emir que abrazó la causa abasí y se alzó en 1228 contra los unitarios en Murcia, donde gobernó hasta su asesinato, acontecido en Almería en 1238. Por ahora, sólo estamos en condiciones de afirmar que nos hallamos ante un palacio islámico cuya cronología se inserta en un tipo de arquitectura que aún no ha cuajado, en una fase de experimentación y de transición entre dos estilos claramente diferenciados como son el almohade y el nazarí. No obstante, creemos que algunos rasgos estilísticos de las yeserías que exornan los alzados, los registros epigráficos, los materiales cerámicos y, sobre todo, la traza del patio con una amplia alberca central parecen indicar que podríamos encontrarnos en una fase avanzada del siglo XIII, quizás más próxima a lo nazarí (también en fase de gestación durante toda la segunda mitad del siglo XIII) que a lo almohade. Las intervenciones arqueológicas nos han permitido conocer que el uso del conjunto áulico del siglo XII fue prolongado y sufrió continuos procesos de transformación que se intensificaron notablemente en el periodo almohade. Durante la última fase de ocupación del patio de crucero del siglo XII, su superficie quedó reducida con la construcción de nuevas edificaciones. Si se superponen las plantas de los dos palacios es obvio que la construcción del nuevo ocasionó una completa reestructuración de la superficie del alcázar menor, circunstancia que puede responder a motivaciones de índole ideológica, pero también funcional (figura 3). Un hecho objetivo, que no ha sido suficientemente valorado, es que se produce una reducción considerable de la superficie ocupada por el palacio principal, decisión que no parece en consonancia con una fase expansiva donde el poder político está consolidado. A modo de reflexión nos preguntamos si la construcción del nuevo palacio, más que una consecuencia del poder del emirato murciano bajo el gobierno de Ibn Hūd al-Mutawakkil, entretenido en mantener y acrecentar el poder político en el resto del territorio andalusí, no responde en realidad a una adecuación del espacio como sede permanente de la corte

Cf. M. Rodríguez Llopis e I. García Díaz, Iglesia y sociedad feudal. El Cabildo de la Catedral de Murcia en la Baja Edad Media, Universidad de Murcia, Murcia, 1994, p. 118.

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12 La muerte del emir Ibn Hūd en 1238 aceleró la desaparición del reino musulmán de Tudmīr, aunque algunos años atrás ya se observan síntomas de decadencia. La presión cristiana en el noroeste del reino impulsó finalmente a algunos notables a solicitar vasallaje del rey Fernando III, pactando la entrega de todas las fortalezas y la mitad de las rentas del reino a cambio del protectorado castellano, la salvaguarda de las propiedades y garantizando el respeto de sus costumbres y religión. Durante la fase de protectorado castellano (12431266) es previsible un mantenimiento de las actividades artesanales y agrícolas de gran parte de los núcleos habitados. La población se mantuvo y, por tanto, también sus usos y costumbres; de ahí que en la región de Murcia los testimonios materiales de la cultura islámica lleguen, al menos, hasta 1266. Viviendas y palacios, zocos y baños, mezquitas y alhóndigas continuarán plenamente en uso hasta la sublevación mudéjar. Tras ella, muchos artesanos y artistas emigrarán al reino de Granada, donde aportarán sus conocimientos y saberes, impulsando el nacimiento del arte granadino. 13 Uno de esos períodos acontece inmediatamente después de la muerte de al-Mutawakkil entre 1238 y 1241; gobierna su hijo Abý Bakr Mu¬ammad b Mu¬ammad al-Wā£iq bajo la regencia de su tío ‘Ali ibn Yūsuf Adud al-Daula en 1238, a quien suceden miembros del linaje de los Banū Jattab, Azīz ibn ‘Abd al-Malik ibn Mu¬ammad ibn JaÐÐāb ¾iya’ al-Daula (1238-1239) y de los Banū Mardanīs, Zayyān ibn Mardanīs (1239-1241). Tras la muerte de Mu¬ammad Ibn Hūd Bahāÿ al-Daula en el período 1260-1266 se suceden breves reinados: Abý Ya‘far b Mu¬ammad b Mu¬ammad ibn Hūd (12601263), Mu¬ammad b Abu Ya‘far ibn Hūd (1263-1264) y Abý Bakr Mu¬ammad b Mu¬ammad al-Wā£iq, por segunda vez (1263-1266), emir que lideró la revuelta mudéjar y abandonó definitivamente el alcázar menor.

Cf. E. Molina López, “Aziz b. Jattab, destacada personalidad política, científica y literaria murciana del siglo XIII”, Miscelánea Medieval Murciana, IV, 1978, pp. 63-86.

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Además del testimonio gráfico contamos con otro indicio que parece apuntar en la misma dirección de un extenso complejo áulico islámicomudéjar. Nos referimos a la existencia, a levante del palacio cristiano y hasta la muralla que cerraba el arrabal, de varios “reales” ligados a la monarquía. Es factible que el Real de la Reina (en referencia a doña Violante) y el Real del Infante (Fernando de la Cerca) hubieran formado parte de un supuesto lote tomado a los reyes musulmanes tras la fallida revuelta mudéjar. En este sector de la Arrixaca, quizás como un reflejo de la propiedad y paisaje de época islámica, tras la conquista cristiana se extienden numerosos reales o huertos cercados plantados de árboles frutales, de marcado carácter recreativo. Como ya hemos mencionado, la mayor parte de ellos estuvieron en manos de la aristocracia local, aunque uno permaneció como propiedad real hasta su concesión al Cabildo catedralicio durante la segunda mitad del siglo XIII e inicios del XIV: el real de la Reina fue cedido por Fernando IV en el año 1311 y otro real contiguo al anterior, el de Santa Clara, también fue concedido al Cabildo en fecha imprecisa11. Algunos de estos reales debían contar con casas de carácter palaciego, tomando como lindero la acequia mayor de Aljufía y abriéndose hacia la plaza del Mercado, amplio espacio abierto existente en lo que hoy conocemos como plaza Santo Domingo. Futuras excavaciones en este sector septentrional de la Arrixaca confirmarán el esquema planteado para esta zona de la Arrixaca, que, por otra parte, parece el más lógico, puesto que es difícil imaginar la existencia de un palacio aislado y carente de las precitadas construcciones auxiliares. De momento, sólo disponemos de los restos exhumados en las intervenciones arqueológicas desarrolladas en el monasterio de Santa Clara, que han permitido restituir el perímetro del citado palacio y, en cierta medida, conocer la configuración de algunas estancias.

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

hudí, circunstancia que encajaría mejor ya bajo la fase de protectorado castellano, esto es, a partir del año 124312. A la hora de plantear una posible cronología para la fundación del nuevo palacio hemos de tener en cuenta que una construcción de esa envergadura posiblemente sólo pudo afrontarse durante un gobierno estable y prolongado.

Los palacios de Tudmı-r

Con esas premisas deberían quedar descartados dos períodos difíciles para la historia de la ciudad y del emirato, caracterizados por los disturbios e inestabilidad política: los comprendidos entre 1238 y 1241 y entre 1260 y 126613. Especialmente conflictivo y convulso fue el final del gobierno de ‘Aziz b. JaÐÐāb, antiguo gobernador de Murcia con al-Mutawakkil y rebelado el 17 de agosto de 1238 contra los Banū Hūd14. Tras el trienio de gobierno del nuevo miembro del linaje

Figura 3. Superposición de las plantas de los palacios almorávide y hudí Cf. F. Codera, “Monedas inéditas de los últimos años de los árabes en Murcia”, Revista de Arqueología Española, 1880, I, pp. 33-34.

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Cf. Primera Crónica General de España, ed. de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 197, vol. II, p. 742, e Ibn I²ārī, Bayān al-Mugrib, ed. de A. Huici Miranda, Tetuán, 1953, p. 287.

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mardanisí, por aclamación popular toma el poder Mu¬ammad ibn Mu¬ammad Ibn Hūd Bahāÿ al-Daula, que logró consolidarse en su cargo nada menos que durante dos décadas, desde 1241 hasta 1259/60, lo que constituye el período de gobierno más prolongado y estable en el emirato murciano durante todo el siglo XIII. Pese a la aparente debilidad de su gobierno, no en vano dos años después de su llegada al poder se vio obligado a pactar con el monarca castellano y convertirse en su vasallo, bajo su mandato mantuvo intacta su influencia sobre la población mudéjar, mayoritaria en la ciudad, en el alfoz urbano e incluso sobre algunos enclaves de Tudmīr. Las arcas reales estuvieron relativamente saneadas, durante su gobierno sabemos que se siguió acuñando moneda áurea al menos hasta el año 1257 y se redujeron drásticamente los gastos militares15. La trayectoria política de Mu¬ammad ibn Hūd al-Daula, que optó claramente por afianzar su posición mediante un pacto de vasallaje y el pago de tributos al reino castellano-leonés, es en realidad muy similar a la del fundador de la dinastía nazarí, Mu¬ammad ibn Na½r (1238-1273), quien tras consolidar su poder en Almería y Granada en 1246 firmó un pacto con Fernando III declarándose vasallo del rey castellano-leonés; la firma de ese pacto, el pago de tributos y una nada honrosa colaboración militar para la toma cristiana de Sevilla, le permitieron disfrutar de un prolongado periodo sin hostilidades, circunstancia que le fue propicia para consolidar su posición. En el caso de Murcia, la firma del Tratado de Alcaraz de 1243 trajo consigo un hecho de gran trascendencia simbólica que no debe pasar desapercibido en la historia del emirato murciano: tras ser ocupada la ciudad, se produjo el desalojo de la corte instalada secularmente en el alcázar mayor (al-Qa½r al-Kabīr) y su sustitución con carácter permanente por una milicia cristiana. Aunque carecemos de documentación que lo corrobore, en buena lógica el traslado de la corte hudí al alcázar menor debió realizarse en el mes de abril, tras la entrevista entre los herederos de los tronos y la capitulación del reino musulmán, en todo caso antes del 1 de mayo del mismo año, cuando el infante don Alfonso escenificó una entrada triunfal en la ciudad de Murcia y se hizo entrega del alcázar mayor a la hueste cristiana16. El alcázar menor se convierte de esa manera en sede permanente del gobierno de los últimos emires musulmanes de Murcia, circunstancia que se prolonga durante todo el protectorado castellano, intervalo comprendido entre 1243 y 1264.

Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r)

El desalojo del alcázar mayor y el traslado al menor fue protagonizado por la familia hudí representada por el emir Mu¬ammad Ibn Hūd Bahāÿ al-Daula y por su hijo y príncipe heredero firmante del tratado de paz, y allí permanecieron, al menos, por espacio de veinte años. Las condiciones en las que se llevó a cabo el traslado se nos escapan, pero es lógico proponer que sería a partir de ese momento, y en los años siguientes, cuando se habrían afrontado reformas de cierta envergadura en el alcázar menor con el fin de acomodarlo a la nueva funcionalidad: servir de sede permanente de la familia real, con las connotaciones simbólicas que ello había de tener para los propios súbditos musulmanes, para los nuevos pobladores cristianos que poco a poco configuran el Concejo de Murcia la Nueva y para las minoritarias milicias cristianas. Los emires bien pudieron permanecer en uno de los palacios aledaños del alcázar menor mientras se erigía un nuevo y principal edificio, cuya construcción contribuiría, por otra parte, a ocupar abundante mano de obra, frenando la sangría de la emigración mudéjar ante la nueva situación política. En definitiva, la construcción de un nuevo palacio principal de menor superficie puede interpretarse como resultado de una acomodación de los régulos musulmanes a una nueva situación de crisis poblacional y económica. También cabe preguntarse si la reestructuración del alcázar menor de Murcia pudo ser contemporánea de las primeras construcciones palatinas del alcázar de La Alhambra, cuando sin duda el arte nazarí (tal como acontece en el palacio murciano) aún no se había despojado de algunos rasgos estilísticos almohades o, lo que es lo mismo, no había terminado de combinar los elementos que le otorgarían una originalidad dentro del arte islámico. Desgraciadamente, a excepción del recinto amurallado, poco se sabe de los palacios atribuidos a Mu¬ammad I, puesto que fueron sustituidos por otras construcciones más tardías. Creemos que la corte granadina constituiría el principal referente del reino musulmán murciano y con el tiempo será la única esperanza de abandonar su condición de vasallo respecto a los castellano-leoneses. Los contactos comerciales y diplomáticos debieron ser intensos y quizás Mu¬ammad Ibn Hūd Bahāÿ al-Daula intentó imitar en lo posible, y salvando las distancias, las construcciones que sabemos se habían iniciado en La Alhambra a partir del año 1237. La intensa colaboración entre los emires murciano y granadino queda evidenciada en la revuelta de los mudéjares mursíes acontecida en el año 1264, rebelión realizada por al-Wā£iq ibn Hūd

De este interesante y turbio periodo se conservan tres cartas redactadas por Ibn JaÐÐāb al Mursī. Carecen de data, pero por el contexto en el que se inscriben debieron ser redactadas poco después de la revuelta mudéjar, siendo, por tanto, algunos de los últimos testimonios conservados de la diplomacia musulmana. En la primera de ellas se informa al emir granadino de la toma del alcázar de Murcia: “Y escribió para informar de la toma del alcázar de Murcia (que Dios la devuelva a los musulmanes)…Desde Murcia, y no es sino por la generosidad de Dios y por su baraka que hay bondades y facilidades sucesivas. Y a Dios gracias. Y en el momento de redactar este escrito pudo el vasallo conquistar el alcázar, y ahí levantó vuestra bandera que se hizo con las manos de los que nos apoyan…”. La segunda misiva es un escrito de felicitación por la toma de la alcazaba de Jerez, redactado desde el alcázar de Murcia, mientras que la tercera es una petición de socorro para conservar el alcázar de Murcia. Cf. Hassan el-Ghailani, Edición y estudio del “Fa½l al-jitāb” de Abū Bakr Ibn JaÐÐāb al Mursī. Tesis doctoral dirigida por María Jesús Viguera Molins, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filología, Departamento de Estudios Árabes e Islámicos, 1994 (inédita)

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Cf. Documento número XVIII. Archivo Municipal de Murcia, Privilegios originales, nº 4. Publicado en la Colección de Documentos para la Historia del Reino de Murcia, I, Documentos de Alfonso X el Sabio, edición de J. Torres Fontes, Murcia, 1963, p. 30.

18

Ibíd., p. 31. La cesión de las citadas casas de la Arrixaca podría entenderse bien como la cesión del alcázar menor (que en poco tiempo quedaría sin efecto) o bien como un indicio del desalojo del rey musulmán y su traslado al sector occidental del arrabal.

19

La calle Trapería fue ensanchada y en ella por orden del rey aragonés se elevó muro de separación entre la comunidad islámica y cristiana «...las tiendas que los christianos vendran los pannos de Francia e las tiendas de los cauios de las monedas e la pelligeria sean en aquella carrera que el rey deAragon fizo derribar las casas, de Santa Maria fasta al muro de la cibdat faza el Arrixaca... Otrosy, porque nos pidieron por merced que todas las tiendas de la Traperia e de los canuios e de la pellegeria...»). CODOM - I, doc. XXXI, p. 44. A.M.M., Libro de Privilegios, fols. 11r a 14r.

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21 AMM, Privilegios originales, nº 11, publicado por J. Torres Fontes, CODOM, I, Documentos de Alfonso X, 1963, doc. XXIII, p. 34.

en perfecta coordinación con el rey granadino y que supuso una momentánea recuperación del control de la ciudad y del alcázar mayor por parte de los musulmanes; tanto es así que la revuelta fue conocida como “rebelión del alcázar de Murcia”17. En febrero de 1266 se sucede el asedio de la ciudad de Murcia y la reconquista del alcázar mayor por parte de las huestes aragonesas de Jaime I. A partir de ese momento, la lógica de los acontecimientos nos llevaría a pensar que los emires musulmanes volvieron a ocupar el alcázar menor a la espera de nuevos acontecimientos. Su presencia en la ciudad justificaría el posterior encargo de Alfonso X, con fecha de 5 de junio de 1266, para que el “rey de Murcia” (última mención del monarca musulmán con ese rango) organizara el traslado de todos los mudéjares desde el interior de la ciudad hasta el sector occidental de la Arrixaca (morería): “Et sobreseo yo embio mi carta al honrrado, rey de Murcia, que faga a los moros que se muden al Arrixaca con todas sus cosas, del dia que mi carta uiere a quarenta dias, et que defienda a los moros que ninguno no faga danno en las casas que lexan en la uilla...”18. En el mismo documento, más adelante, se parten los heredamientos de la huerta entre los cristianos y los musulmanes, se divide la huerta en dos sectores, reservándose el oriental para los primeros y el occidental (comunicado con la Arrixaca) para los mudéjares. En el sector sur sirve como referencia de deslinde la mezquita de Alharilla, situada en el eje central de la ciudad, mientras que en el norte la división parte precisamente del extremo oriental de las casas concedidas al rey de Murcia: “Et de parte de la trasmontana que dizen Algeuff, assi como toma del canton oriental de las casas que yo di agora en el Arrixaca al rey de Murcia, por linea derecha assi como ua a cabo de las casas de Cudiataçebit,…”19. La interpretación de este deslinde es arriesgada, pero el hecho de que el flanco oriental del palacio coincida con el eje viario de la calle Trapería (que marcó una anterior separación realizada por el suegro del monarca castellano) induce a pensar que esas “casas” del rey de Murcia podrían referirse al alcázar menor20. La salida de los hudíes de la ciudad debió materializarse poco después. A partir de esa fecha se suceden las donaciones de casas y propiedades del rey musulmán; apenas había trascurrido un mes (el 4 de agosto) concede al Concejo 200 tahúllas de heredad en la Arrixaca sin que se señale su ubicación concreta, siendo muy significativo que en este documento aparezca ya mencionado como “rey de los moros de la Arrixaca”21. Ese tratamiento

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

se repetirá en lo sucesivo y es muy clarificador sobre la decadencia de esta institución que comandaría más bien nominalmente a la comunidad musulmana hasta finales del siglo XIII. Creemos, por tanto, que poco después de esa profunda reorganización de la ciudad, Abū Bakr al-Wā£iq ibn Hūd habría abandonado sus dependencias para asentarse en Yéchar, núcleo rural alejado de la capital y de toda influencia política22. El buen estado de conservación en que se encontraba el palacio islámico, gracias a lo reciente de su construcción y al mantenimiento al que fue sometido por ser la sede permanente de la corte musulmana a partir de 1243, son algunos de los factores que favorecieron que esas instalaciones fueran incorporadas a la propiedad real y se acondicionaran como “casas reales” de los borgoñones hasta que el rey Pedro I concede su propiedad a la Orden de Santa Clara para que “ampliaran” su monasterio. Otro factor que indirectamente favoreció la conservación de los restos arquitectónicos del palacio islámico fue el escaso poder adquisitivo de las religiosas y las dificultades económicas que atravesaron a lo largo del siglo XIV. En un principio, no parece que realizaran demasiadas obras. Habrá que esperar hasta los últimos años del siglo XV, momento en que profesaron algunas acaudaladas doncellas de la nobleza local y cuando se dejó sentir el decidido apoyo y protección de los Reyes Católicos tras acatar la observancia de la Regla, para que las monjas inicien obras de gran envergadura como la construcción del desconocido claustro cuadrangular, que contribuirán a transformar las fábricas y a desvirtuar las estancias del palacio principal.

Los palacios de Tudmı-r Figura 4. Planta restituida del palacio hudí

3. Restitución de la planta del palacio hudí

Al acabar el siglo XIII, el último de los emires murcianos será denominado como “rey de Yéchar”. El final de este proceso de degradación acontece en el año 1293, cuando las cortes de Valladolid adoptaron el acuerdo de prohibir a los musulmanes la compra de tierras a los cristianos y se les concede el plazo de un año para vender las que aún poseían. 22

23 En el alcázar almohade, los espacios de representación se encontraban solados con ladrillo en espiga. Ahora esos mismos despieces aparecen no sólo en los salones y pórticos, sino también en los andenes del patio.

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Han sido múltiples las publicaciones en las que se han avanzando planimetrías del palacio hudí de forma un tanto prematura. Las últimas intervenciones arqueológicas realizadas en extensión, y sobre todo el hallazgo de la alberca central, permiten hoy en día proponer una restitución muy ajustada de la planta del palacio principal del alcázar menor (figura 4). Aunque la nueva construcción en parte se pueda explicar por el mal estado de la anterior, los alarifes que elevaron el nuevo palacio tuvieron la oportunidad de contemplar los paramentos del precedente hasta tal punto que su diseño pudo inf luir de alguna manera en la traza de la nueva construcción, sobre todo en lo referente a los andenes transversales23.

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niveles de circulación; otra labor de consideración fue la excavación en el patio del palacio de una fosa profunda que habría de alojar la infraestructura de una alberca. El resultado final de tales obras es una planta ligeramente trapezoidal con un eje mayor norte-sur y el esquema habitual en este tipo de edificaciones áulicas: un amplio patio central dotado de cuatro arriates y alberca rectangular longitudinal, frentes menores provistos de salones con alhanías en los costados precedidos de pórticos tripartitos, igualmente dotados de alhanías, y torres cuadrangulares o rectangulares en las esquinas. En lo referente al acceso, nada sabemos. Es probable que al cuerpo principal del palacio se ingresara a través de dependencias secundarias situadas en el flanco suroriental, el más próximo a la ciudad y al camino alto que sigue el trazado de la acequia Aljufía. El patio restituido era cuadrangular, medía 39,88 m x 39,40 y ocupaba una superficie de 1571 m 2. El elemento más destacado del mismo es una alberca que tenía un doble carácter ornamental y funcional, duplicando en sus cristalinas aguas los testeros de los pórticos, refrescando el ambiente en los calurosos meses estivales y permitiendo el riego de los jardines. La alberca murciana es rectangular y se sitúa en el eje del patio, morfología y disposición que van a caracterizar los patios nazaríes y que en el caso murciano contribuye a corregir el aspecto cuadrangular creando un punto de fuga longitudinal (figuras 5 y 6). Sus dimensiones (26,32 m de largo, 7,60 de ancho y 1,30 de fondo) son algo menores que las registradas en el patio de Comares (34 x 7,10 m), pero mayores que otros palacios como el de Abencerrajes (21,1 x 3,67 m) y El Partal (23 x 13,4 m). Lógicamente, la alberca se halló colmatada completamente por tierras aportadas cuando se decidió su amortización, creando para ello un tercer jardín central que se suma a los laterales, donde también se habrían suprimido los andenes transversales (este-oeste). Creemos que esas obras debieron realizarse con posterioridad a la cesión del palacio a las religiosas clarisas, en una fase donde se potencia un aprovechamiento hortícola intenso del espacio que antes había sido meramente recreativo. La ausencia de cerámica del siglo XIII y la presencia de algunas cerámicas mudéjares de reflejo dorado y azul cobalto registradas en el relleno de la alberca confirman la cronología planteada. Tras el vaciado de la tierra de colmatación se documentaron los paños revocados de cal, sin restos de decoración. En las esquinas y adosadas a los paños se hallaron tres escaleras, y la impronta de una cuarta en el ángulo NE, que

Consultar nuestro artículo en este mismo volumen.

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Su construcción constituye una profunda renovación de la arquitectura áulica de este sector noble de la ciudad. El edificio, parcialmente conservado en alzado, fue trazado prácticamente sin tener en cuenta el perímetro de un complejo áulico anterior sobre el que se asienta; para su edificación se tuvieron que derruir por completo dependencias del conjunto palatino anterior más extenso, cuya existencia podemos remontar hasta época almorávide y que estuvo en uso en la almohade y posiblemente en la taifa hudí 24. El nuevo palacio dispuso de una superficie construida de unos 2.706 m 2, lo que viene a representar aproximadamente algo menos de la mitad de la extensión ocupada por el palacio principal anterior, que estimamos en torno a unos 4.937 m 2. El nuevo palacio limita en su flanco sur con la acequia mayor de Aljufía, cuyo trazado, a la luz de nuestra intervención, al menos en este tramo debe ponerse en relación con la propia del palacio, como parte de su diseño. El cierre septentrional de alguna manera se adapta al andén transversal del anterior palacio, quedando el exterior acondicionado como área hortícola del alcázar, aprovechando buena parte de los espacios a cielo abierto (arriates NE y NW) del anterior palacio; el flanco occidental parece ajustarse a los límites del palacio anterior, aunque ahora las viviendas que antes se adosaban han sido desmontadas, quedando posiblemente como un espacio abierto; finalmente, el cierre oriental es el único que no tiene como referencia ninguna edificación anterior. La nueva construcción se inicia con un potente encofrado de las cimentaciones para el cual no fue necesario excavar fosa de cimentación alguna. Todos los muros de carga del palacio fueron fabricados en tapial de argamasa, de 0´80 m de espesor, salvo los muros testeros perimetrales que arrojan unos 0,90 m de anchura. Los tapiales de hormigón fueron rematados por potentes pilares de ladrillo (con un módulo de 24 x 12 x 4,5 cm) que encontramos tanto en los tramos ocupados por los vanos como en las esquinas; con ellos se consigue atar los lienzos de tapial mediante machones angulares de ladrillo trabado de 0,90 x 0,80 m, tal como se constata, por ejemplo, en los ángulos inmediatos a ambos pórticos de los salones norte y sur. A tenor del registro estratigráfico, una vez elevadas las primeras tapias que marcan el perímetro de los salones, los pórticos y las estancias de las esquinas, se derribaron las construcciones del conjunto anterior y los escombros obtenidos fueron utilizados como material de relleno aportado en pórticos y salones con el fin de elevar los

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán Los palacios de Tudmı-r

permitían el descenso para realizar labores de mantenimiento. Desde el andén se desciende a una plataforma cuadrada a la que siguen dos escalones, todo ello realizado en fábrica de ladrillo trabado y cubierta de lajas pétreas. El sistema de vaciado de la alberca también pudo ser documentado; junto al suelo y muy cerca

de colector; fue interesante comprobar cómo en realidad aprovechaba la solera del canal del palacio anterior, pero, en consonancia con la elevación de los niveles de circulación anteriormente mencionados, tuvieron que levantarse muros de ladrillo rematados por cubierta abovedada.

de la esquina SW se identificó una boquera rectangular (0,34 m de luz) que comunicaba el interior de la alberca con un canal de 0,48 m de anchura, hecho en tapial de mortero. Del citado canal se puso al descubierto un tramo de 6,66 m que atravesaba todo el arriate SW y trasladaba el agua hasta un albellón subterráneo que recorre 18 m del flanco occidental del palacio (en dirección sur), atraviesa la torre SW y termina por desaguar en la acequia de Aljufía. Ese canal se situaba por debajo del nivel de circulación y desempeñaba la función

Una alberca de estas características carecería de sentido sin la presencia de fuentes de agua en los pórticos, como las que configuran los patios nazaríes construidos en la segunda mitad del siglo XIII. El agua que rebosaba de la fuente se deslizaba a través de un canalillo construido con sillares de arenisca, al igual que el vaso, y vertía directamente en la alberca. Por desgracia, la fuente del frente sur quedó destruida por reformas posteriores; en concreto, por la excavación de una acequia que recorría el centro del patio del monasterio,

Figura 5. Recreación ideal del patio hudí

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Figura 6. Estado actual del patio andalusí

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pero de su existencia tenemos constancia inequívoca gracias al tramo del canal y piquera vertedora realizados con sillares de arenisca conservados in situ. De la fuente existente en el pórtico norte sólo quedaba una masa de cal de contorno irregular en cuyo centro se apreciaba una impronta circular de 0,99 m de diámetro configurada por 6 sillares (de 0,24 m de anchura) en segmento de círculo formando un vaso que habría de acoger una pila incrustada cuya huella mide 0,50 m de diámetro. En el centro persistían restos de la tubería de plomo que impulsaba el agua. La verdadera originalidad del patio murciano es la presencia de cuatro arriates o jardines diferenciados por andenes o paseadores perimetrales solados con ladrillos. Sus dimensiones arrojan bastante regularidad, el NW medía 15, 23 x 12,16 m, el NE 15, 39 x 12,09 m, el SW 15,12 x 11,82 m y el SE 14, 96 x 12,55 m. Los andenes que rodeaban la alberca medían 1,56 m de anchura el occidental y 1,62 el oriental y estaban, al igual que el resto, solados con ladrillo en espiga y frentes en sardinel. De los andenes transversales, adosados a la alberca, no encontramos las soleras; sólo quedaba la base de tapial calicastrado de 1,55 m de anchura, puesto que, como ya hemos mencionado, el tramo más superficial fue desmontado con el fin de habilitar dos arriates de eje longitudinal. En el diseño original, el riego de los arriates debió realizarse mediante atanores cerámicos ensamblados, de los cuales se han hallado restos tanto en el frente norte como en el sur. En los frentes menores existían pórticos tripartitos, con un arco central mayor que los laterales y dos alcobillas en sus costados, atajadas por pequeños pilares de ladrillo de 0,25 m de lado, probablemente coronados por arcos, pues en las inmediaciones de la alcoba oriental del pórtico sur se ha encontrado el arranque de un arco con intradós de 0,12 m de anchura. El interior del pórtico presenta una anchura diferente en ambos frentes: en el lado norte mide 3,15 m, mientras que en la parte sur alcanza los 3,85 m. Los arcos laterales del pórtico norte se conservan en alzado, mientras que en los del frente meridional sólo se ha mantenido el arranque de un arco y los cimientos de los otros dos, puesto que en aquel emplazamiento las religiosas construyeron una triple arquería rebajada y actualmente cegada. Estos arcos son de menor altura que los primitivos y el central es de mayor anchura que los laterales, igual que los islámicos; su construcción originó la práctica destrucción de los tres arcos musulmanes, pues sus pilares están situados en el mismo lugar donde estuvieron los is-

lámicos. Sólo se conservó en el interior del pórtico sur una parte del marco vertical del arco lateral occidental debido al aprovechamiento del propio pilar antiguo para empotrar la rosca del nuevo. El resto original conservado presenta el característico estucado y unas estrechas fajillas pintadas que recorrían su alfiz, tal y como existen en su opuesto del frente septentrional. En cuanto a la arqueología de los alzados, la excavación parietal del interior del pórtico sur ha confirmado que, en sus extremos, se han mantenido alzados originales de más de 7 m y que los paramentos de tapial culminaban en una faja horizontal de ladrillo donde quedan restos salientes de madera embutida que podrían pertenecer al soporte de la primitiva cubierta. En los dos costados del pórtico norte se emplaza un gran arco de descarga con pilar central que genera sendas luces simétricas de 1,90 m debajo del mismo. Los huecos extremos dan acceso a los cuerpos torreados emplazados en los ángulos del palacio, mientras que los restantes estuvieron cerrados por tabiques de ladrillo para aislar las alcobas del pórtico. En el pórtico sur, estos huecos no resultan de la mera división de un arco en dos segmentos iguales, sino que cada vano tiene su propio arco. La explicación de esta diferencia parece relacionada con la anchura de los huecos: el análisis de las roscas revela que generaban luces distintas, al contrario del frente norte, y consecuentemente no podían estar originados a partir del trazado de un solo arco. En el frente sur se ha comprobado fielmente que las alcobas del pórtico no estaban comunicadas directamente con el patio del palacio, puesto que sus testeros se encontraban emplazados contra el tabique que cerraba el arco. Ahora bien, ¿para qué emplazar sendos arcos de descarga, con el consiguiente riesgo estructural en las fábricas, si uno de los huecos generados bajo los mismos iba a mantenerse permanentemente cerrado? No tenemos una respuesta plenamente convincente para este problema y sólo podemos conjeturar acerca de una modificación en el proyecto original que supuestamente contemplase una organización distinta en el interior del pórtico, con un menor desarrollo en la longitud del mismo y sin la presencia de alcoba en sus extremos. Según parece, en la fase inicial tanto salones como pórticos estaban pavimentados con capas de yeso. En el lado norte quedaban restos de dos suelos que presentaban espesor variable (1-2 cm) y se encontraban separados unos 7 cm por un nivel de tarquín oscuro y estéril. Poco después se procedió a solar el interior del pórtico con un ladrillo en espiga dispuesto en ángulo de

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muros se hicieron con el recorte de pequeños triángulos de ladrillo. En el interior de la sala septentrional, a ambos lados del acceso, el paramento de tapial se encontraba interrumpido por sendos pilares rectangulares de ladrillo enlazados por un tabique, también de fábrica de ladrillo. Entre ambos pilares queda un hueco de un metro y medio de luz que interpretamos como alacenas a las que debía accederse desde el interior. En cuanto al salón sur queda constancia documental del arrabá que publicó Fuentes y Ponte coronando la puerta de un locutorio, en el tramo oriental, y que se ha ubicado en la sala de exposiciones del salón norte. La actuación en el salón sur ha puesto al descubierto este hueco de más de un metro de luz, situado en las proximidades de la alcoba oriental, con restos de un solado en sardinel y un quicial. Las transformaciones posteriores del palacio en lo referente a los lados mayores impiden conocer a ciencia cierta si dispuso de crujías, pero la excavación del interior del patio y la delimitación de los arriates, así como de los muros de cierre del palacio, permiten plantear la existencia de una sola sala en el flanco occidental. El cierre oriental fue documentado en su momento y no deja lugar a dudas, puesto que a él se adosó la iglesia gótica del convento; el cierre occidental debió quedar completamente arrasado por una sólida cimentación de la crujía barroca construida para ampliar el convento. No obstante, es evidente que debió seguir el trazado documentado en la torre NW. En ese flanco restituimos una estancia más estrecha que en los flancos mayores y compartimentada. En el extremo occidental de los frentes norte y sur del palacio –probablemente también en el oriental– existían cuerpos monumentales de planta rectangular, presumiblemente torreados, con estructura interior compuesta de cuatro pilares simétricos que originan un espacio central de planta rectangular y estancias o salas alargadas en torno, todo ello conservado exclusivamente a nivel de cimentación. La torre NW tenía 10,50 x 8,50 m de superficie interna y en su interior se disponen cuatro machones angulares que delimitan un espacio cuadrado central de 5,30 x 4,70 m, mientras que su opuesta, la torre SW, consta de un espacio central algo menor (4,25 x 3,90), restituido en gran medida a partir de simetrías, con la peculiaridad de presentar un pequeño pilar entre los machones angulares, de forma que genera huecos dobles25. A la luz de los restos conservados y la comparación con otras construcciones de planta similar es previsible que en torno a la estructura central

Los palacios de Tudmı-r

25 I. Pozo Martínez, “Arqueología y arquitectura islámicas en el Monasterio de Santa Clara la Real (Murcia)”, catálogo de la exposición Paraísos Perdidos. Patios y Claustros, Fundación Cajamurcia, Murcia, 1999, pp. 67-71.

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45º de módulo 24 x 12 x 4,5 cm con un ladrillo perimetral que enmarca la espiga y delimita muros y umbrales de huecos. En el frente norte, enlazando los pilares del arco central del pórtico, se halla un amplio muro de 36 cm de ancho que formaba cimentación de su umbral. Sobre el mismo encontramos una hilera de ladrillos puestos de plano de 24 cm de longitud que debía constituir el portal y límite de la espiga de ladrillo que solaba el interior. Curiosamente, el replanteo de la pavimentación de ladrillo es distinto en cada una de las alcobas de los pórticos: en el norte, en la alcoba occidental aparece un sardinel formando espiga, y la oriental presenta la misma espiga pero con el ladrillo dispuesto de plano. En el frente sur, la alcoba oriental está solada con sardinel en espiga en ángulo de 45º, elevado unos 10 cm en relación con el pavimento del pórtico. Bajo estos suelos hallamos una pequeña capa de tierra con restos de cal y un grueso nivel de barro oscuro, de idénticas características al documentado entre los suelos de yeso. Entre unos y otros se han encontrado escasos fragmentos cerámicos pertenecientes a jarritas esgrafiadas, ataifores con repié moldurado… materiales que no clarifican en absoluto la diferencia cronológica entre los diferentes pavimentos y que se engloba dentro de los que se denomina genéricamente como cerámica islámica del siglo XIII. En los frentes menores, el salón constituye el principal espacio de recepción. El del flanco norte mide 23,50 x 4,50 m, mientras que el del sur, ligeramente trapecial, tiene 23,30 x 4,70 m. Ambos presentan alhanías elevadas en los extremos, de 3,85 m de profundidad, delimitadas por arcos de medio punto peraltado apeados en semicolumnas de yeso adosadas a mochetas cuadradas de ladrillo enfoscado de 0,40 m de lado. El salón sur tenía como testero meridional un grueso muro de tapial medianero con la acequia mayor. La alhanía oriental estuvo pavimentada de ladrillo de módulo 0,24 x 0,12 m dispuesto en espiga trabada en ángulo de 90º, elevado unos 0,10 m en relación con la solería del resto del salón. El umbral de la alcoba está constituido por un sardinel de ladrillo que diferenciaba en planta el espacio entre alcoba y salón. De la alhanía occidental del salón no ha quedado resto alguno de sus atajos ni de la solería, auque es evidente que la estancia existió, puesto que en la demolición de 1960 se rescataron elementos pertenecientes a un arco festoneado que guarnecía su acceso. El interior del salón sur estaba solado por una espiga de ladrillo (0,24 x 0,12 m) dispuesta en ángulo de 45º (en inglete), de modo que los remates con los

de estas torres existiesen salas de habitación alargadas, con una organización similar a la de una vivienda, aunque no existen hipotéticas divisiones salvo los tabiques que hacen las funciones de zaguán. Si observamos otros ejemplos de la arquitectura islámica comprobamos que algunas de las compartimentaciones sólo se deducen tras analizar los alzados, puesto que se realizan por arcos atajos apeados sobre mensulillas empotradas en los paramentos. En cualquier caso, es bastante probable que los machones en ángulo apearan modillones y cargaderos de madera que soportaban un piso alto con alfarjes e igual disposición en planta baja. Sobre esta estructura central debió situarse una linterna algo más elevada que el perímetro de la torre, con ventanas caladas en sus lados para iluminar el interior y una armadura de madera para sustentar una cubierta a cuatro vertientes. En definitiva, una organización interior muy parecida a lo que vemos en la arquitectura nazarí, por ejemplo en el Cuarto Real de Santo Domingo, en la torre de Abý l-©aŷŷ×ŷ o en la madrasa de Ben Youssef, de fundación meriní, aunque muy renovada durante época saadí.

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sur sólo se ha mantenido en planta, aunque se ha podido restituir a partir de los fragmentos recuperados tras la demolición del ala meridional del monasterio. En ambos casos, se identificó una de las quicialeras de piedra junto a la puerta y el análisis comparativo pone de manifiesto que se trata de huecos simétricos. La portada de acceso al salón norte (figura 7) fue delimitada en los trabajos de restauración del monasterio en 1985 y ha sido objeto de un laborioso proceso de restauración. Consta de dos cuerpos: en el inferior destaca el arco polilobulado de medio punto peraltado con delicada labor de angrelado; en la rosca del arco se aprecia moldura lobulada con epigrafía en reserva sobre fondo rojo y cenefa de acanto espinoso tallado sobre fondo rojo y azul. Las albanegas o enjutas según parece fueron lisas. Todo ello queda enmarcado por doble alfiz en nacela con idénticos motivos que la rosca, aunque separados por cua-

Figura 7. Recreacíón ideal de la portada de acceso al salón norte

4. El tratamiento decorativo Los paños que han llegado hasta nosotros se encuentran muy remozados debido a reestructuraciones ulteriores. Desconocemos si el tramo inferior de los salones y pórticos tuvo revestimientos murales; creemos que hubo de tenerlos, pero no ha quedado resto alguno. No ocurre lo mismo con la decoración de yeso tallado y pintado, cuyos restos permanecen in situ en el frente norte y otros pertenecientes al frente sur han sido montados en el mismo salón, habilitado ahora como una de las salas de exposición del nuevo Museo de Santa Clara. Como es habitual en la arquitectura islámica, el tratamiento decorativo se concentra en los arcos de las estancias que marcan los accesos a los pórticos y crujías. Poco se conserva de las arquerías angreladas del patio, en los tres arcos del pórtico norte donde se aprecian leves vestigios de decoración tallada y pintada que parece reproducir el esquema mejor documentado en el vano de acceso al salón norte.

4.1. Las portadas monumentales

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El mayor repertorio ornamental del palacio aparece en las estancias de representación y aparato; en concreto, en las fachadas de los salones norte y sur. La comunicación entre salones y pórticos se realizaba a través de un amplio vano centralizado que ha conservado el alzado completo en el frente norte, mientras que su opuesto del lado

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Portada de acceso al salón norte

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Figura 9. Arco de la alhanía occidental del salón norte

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Figura 8. Arco de la alhanía occidental del salón sur

tro piñas. Entre los dos cuerpos y a la altura de los gorrones de la puerta se desarrolla un friso de arcos pentalobulados con ataurique digitado tallado sobre fondo negro y rojo. El tramo superior está formado por una galería dividida en cinco partes y enmarcada por banda epigráfica sobre fondo verde. Las dos ventanas dispusieron de celosía tallada, banda epigráfica en reserva sobre fondo azul y enjutas con ataurique dentado sobre fondo rojo. Los tres paneles tallados se encontraban también enmarcados por lazos. En el tablero central (el mejor conservado) se aprecian dos vocablos cúficos que reproducen el nombre de “All×h”, generando una trama de arquillos polilobulados. Cuatro palmetas dobles situadas en la parte inferior son el origen de otra trama de sebka formada por palmetas lisas que enlazan los elementos arquitectónicos. Palmetas y palmas dentadas terminan por cubrir el paño pintado sobre fondo rojo, verde y azul. En el Museo de Santa Clara se han restituido el arrabá y el alfiz epigráficos del arco de acceso al salón sur, colocando en su posición original los numerosos fragmentos rescatados en la demolición de 1960. Para su restitución sirvieron de referencia los calcos y dibujos realizados por Fuentes y Ponte y publicados en 1881 y los restos conservados in situ en la fachada opuesta. Del tramo superior quedan algunos restos del tablero central que presenta cenefa con inscripción cursiva sobre fondo azul y rosetón cuadripétalo en las esquinas; en el interior, el vocablo “All×h” genera dos molduras verticales que rematan en arquillos polilobulados. Sobre el fondo rojo y azul se despliega labor de sebka dentada y ataurique liso con florones y palmas. El cuerpo inferior dispuso de arco polilobulado de medio punto peraltado con alfiz epigráfico en reserva sobre fondo azul. Todo ello queda enmarcado por un arrabá cuyos registros epigráficos cúficos se configuran a partir de lazos geométricos que rematan en la parte superior por dos florones encasillados. En el interior se repite una inscripción de carácter propiciatorio: “prosperidad continuada”.

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del intradós y el festoneado o la banda epigráfica del arrabá que enmarca el arco. El arco y alfiz de la alhanía occidental del salón sur fueron derribados en el año 1960, recuperándose muchos fragmentos que han servido para reconstruir básicamente la portada (figura 8). El arco es polilobulado de medio punto peraltado con capiteles de hojas acanto. Conserva restos de una moldura en nacela con epigrafía en reserva sobre fondo rojo que recuadra el alfiz y contornea los angrelados. La banda epigráfica sobre fondo azul degradado que enmarca la portada está dividida en tres registros delimitados por entrelazos que surgen de cabeceras o medallones lobulados. Los epígrafes quedan ocupados por una inscripción cursiva de carácter monumental y por un delicado ataurique con tallos que se enredan y ramifican con palmas de tipo almohade. El texto monumental reproduce en grafía nasjí la basmala, la tasliya u oración por el Profeta y parte de la sura III: (Banda lateral derecha): “En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso. Dios bendiga y salve a nuestro señor Mahoma y a su familia. (16) Quienes dicen: (banda central superior) “¡Señor nuestro! ¡Nosotros creemos! ¡Perdónanos, pues, nuestros pecados y presérvanos del castigo del fuego”. (17) “Pacientes, sinceros, que son devotos, practican la caridad e imploran el perdón al rayar el alba”. (Banda lateral izquierda) (18) “Dios atestigua, y con Él los ángeles y los hombres dotados de ciencia, que no hay más dios que Él, Que vela por la justicia. No hay más dios que Él, el Poderoso, el Sabio” (Corán, III, Sura de la Familia de Imran, 16-18.

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Detalle del capitel restaurado

Banda lateral derecha:

Banda central superior:

4.2. Los arcos de las alhanías Banda lateral izquierda:

La presencia de los versículos de la sura III tanto en el arrocabe del palacio del siglo XII como en el arrabá del palacio del siglo XIII, se explica

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Los arcos que decoran las alhanías de los salones quedaron incorporados a la fábrica del monasterio cuando se construyeron los forjados que habilitaban una planta superior (figura 8). Esa actuación aseguró la pervivencia de la obra islámica, pero también significó un deterioro considerable de los yesos. Las palmas que avanzan y rematan los capiteles fueron desmochadas, así como el extremo de los lóbulos

4.3. Las alacenas Ya hemos mencionado que los salones norte y sur del palacio hudí dispusieron de alacenas abiertas en los muros medianeros. En los trabajos de excavación hemos delimitado los cuatro huecos simétricos de 1,57 m de luz y 0,67 m de fondo. Los únicos restos decorativos conservados en alzado fueron estudiados en su día por Javier Fuentes y Ponte en 1881 y posteriormente por J. Navarro. Del arco sólo se conservan unos leves trazos de labor tallada de la enjuta (figura 10). En el alfiz (18 x 152 cm) se desarrolla un motivo epigráfico cursivo dispuesto en tres registros configurados por labor de lazo que rematan en arquillos lobulados. El espacio que deja libre el texto religioso está ocupado por una labor de atau-

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rique formada por un tallo que se ramifica. La decoración dentada que aparece en el interior de las palmas es un rasgo característico que permite entroncar esta yesería entre el arte almohade y el nazarí. En cuanto a la epigrafía, sólo se conserva el registro central, que contiene la tasliya u “oración por el Profeta”: ¡Dios salve a nuestro Señor Mahoma y le dé su salvación!

5. El alcázar cristiano 5.1. El primer monasterio franciscano y las casas reales de la corona castellana Entre 1266 y 1272, como fecha más tardía, finaliza el periplo del alcázar menor como residencia real islámica. La morada del último emir murciano pasó a engrosar las propiedades de la corona castellana. Las diferentes construcciones palaciegas supuestamente fueron desagregadas para asentar a los franciscanos, siendo también mencionadas unas casas del infante don Fernando de la Cerda, así como los baños de doña Violante y más tarde de doña María de Molina. El cuerpo principal del palacio se mantuvo no obstante como “casas reales” hasta su concesión a la Orden de Santa Clara. Por tiempo de cien años fue palacio cristiano y eventual morada de los propios reyes castellanos cuando visitaban la ciudad; no obstante, en alguna de las instalaciones anexas al palacio se fundó un monasterio de franciscanos que sería el germen del actual convento. El establecimiento de órdenes religiosas en las ciudades musulmanas recién conquistadas fue un importante instrumento de las monarquías cristianas para promover la conversión de los musulmanes y atender las necesidades religiosas de los nuevos pobladores asentados. Las concesiones de propiedades de la corona fueron frecuentes y el caso de la ciudad de Murcia no fue diferente. La primera mención documental del palacio hudí debe entenderse en un contexto de confrontación bélica y teológica que sucede a la “reconquista” de la ciudad. Data del 17 de marzo de 1266, fecha en la que el monarca aragonés, desde Alicante, cede a la Orden de Predicadores y a Pedro de Lérida las casas “sitas in Murcia in parte christianorum, que vocatur Alcacer Seguir”26. Creemos que este documento, como afirma Torres Fontes, debe interpretarse no como la cesión de todo el al-

Donación de Jaime I a la Orden de Predicadores de las casas llamadas Alcázar Seguir en Murcia: “Noverint universi quod nos Iacobus, Dei gracia rex Aragonum, Maioricarum et Valencie, comes Barchinone et Urgelli et dominus Montispessulani, per nos et illustrem regem Castelle et successores eius, damus et oferimus Deo et beate virgini Marie et beato Dominico et vobis fratri Petro de Ilerda et ordini fratum predicatorum, vice et nomine ordinis vetri, etfratribusbvestri ordinis Murcie commorantibus domos illas sitas in Murcia in parte christianorum, que vocatur Alcacer Ceguir, in quo nunc habitatis, ad habitandum, tenendum et habendum et ad vestras voluntates inde penitus libere faciendas, sicut melius dici, intelligi et plenius potest ad vestrum et fratrum ordinis vestribonum et sincerum intellectum ; promittentes vobis quod faciemus fiericartam donacionis a prefato ilustri rege Castelle de domibus predictis, Datum apud Alacant, XVI, kalendas aprilis, millesimo CCLX quinto”. Cf. Colección diplomática de Jaime I el Conquistador, ed. A. Huici Miranda, Valencia, 1922, t. III, doc. nº 1253, pp. 258259; J. Torres Fontes, La reconquista de Murcia en 1266 por Jaime I de Aragón, op. cit., p. 202. 26

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por su importancia doctrinal para el Islam y su relación con el resto de las religiones reveladas. Se trata de una sura compuesta de doscientos versículos que contiene los fundamentos básicos del Islam, el papel desempeñado por el profeta Mu¬ammad, el último y verdadero Profeta, al mismo nivel que Moisés, así como la posición de los creyentes ante el resto de las religiones reveladas. Los versículos seleccionados representan una declaración dogmática de que el Islam es la verdadera religión y también se declara la Omnipotencia, Clemencia y Misericordia divinas, Él es el Justo, el Poderoso, el Sabio, atributos solemnes que encabezan todos los escritos religiosos y civiles del Islam. Los dos arcos de las alhanías del salón norte se conservan in situ, ambos fueron descubiertos en 1990. A lo largo de los siglos XV-XVI, los alzados del antiguo palacio real fueron subdivididos en dos cuerpos, quedando la planta superior del salón como enfermería del monasterio, mientras que en la planta baja se instaló el refectorio conventual. Durante los trabajos de restauración se suprimieron los forjados de estas dependencias y se reintegraron los lóbulos y molduras perdidas del arco occidental, lo que ha permitido una recuperación de su fisonomía original (figura 9). Del alfiz y arrabá que enmarcaban el arco sólo queda la impronta de yeso. El arco es polilobulado de medio punto peraltado y las enjutas son lisas y apenas conserva algunos restos de pintura de color negro en los angrelados. Sí quedan restos de las semicolumnas y, sobre todo, unos interesantes capiteles con cartelas epigráficas en cursiva nasjí sobre fondo verde, que pueden ser consideradas como precedentes de las nazaríes. En el capitel norte se lee “la eternidad y en el capitel sur, “la es de Dios” gloria es de Dios” .

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Figura 10. Recreación ideal de la alacena del salón sur y detalle del alfiz restaurado en el Museo de Santa Clara

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En relación con este asunto de la delimitación del convento de Santo Domingo de Murcia, resulta muy ilustrativo al respecto un comentario del licenciado Francisco Cascales, aunque no sabemos si es una simple opinión o si se trata de una aseveración extraída de documentos que consultó: “Llamase Convento Real, porque el asiento que tiene fue Casa Real del Rey Moro, que se llamaba Alcacer Seguir. De la mitad de esta Casa Real se les hizo merced á las Monjas de Santa Clara, y el jardin, que estava entre las dos acequias en el patio de esta Casa Real se dividió, y se dió la mitad a este Convento, y de la otra mitad se hizo calle publica. Recien fundada esta Casa hubo estudio general de Artes, y Theología, y de lenguas Arabiga, y Hebrea; porque comodamente los Religiosos pudiesen predicar á los Moros, y Judios, que de los unos, y de los otros habia aljama, y vivian entonces en su ley asi en este Lugar como en otros muchos de Castilla…”. Cf. Discursos Históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia, Murcia, 1621 (4ª ed., Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1980, p. 335).

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Figura 11. Galerías tardogóticas de Santa Clara

El deslinde de la propiedad coincide con la propiedad actual del monasterio, aunque recientes excavaciones en la iglesia inducen a pensar que la fábrica gótica se sitúa al norte de la obra barroca: “Que han por linderos, de la una parte la barbacana del muro que es entre la villa e la Arrixaca, e de la otra parte la plaça o mandamos fazer el mercado, que comienza en lapuerta de la carrera trauada e va fasta la rua de acequia mayor, e de la otra par(te) la carrera e la acequia que pasan cerca las casas de don Fernando (el infante) e va fasta las casas de Johan de Romay e las casas de Bernal Arens e las casas de donna Figuera e la callejuela que comienza tras las casas de donna Figuera e va fasta las casas de Sancho de Motal, e de sy atraviesa fasta la barbacana”. Cf. Colección de Documentos para la Historia del Reino de Murcia, I, Documentos de Alfonso X el Sabio, op. cit., p. 65, nº XLVIII. 28

expuesto a los devastadores efectos de las crecidas aluviales del río Segura, no en vano mucho después (en el siglo XVI) los mercedarios y los trinitarios también se trasladaron al interior de la ciudad. “Hospedado en las casas pertenecientes a su hija doña Violante, y comiendo en las de su nieto el infante don Fernando de la Cerda, pasó don Jaime varios días en Murcia. La mención de casas de la reina y del infante don Fernando, en donde se alojó el rey de Aragón, nos permite deducir con cierta seguridad que en donde estuvo hospedado fue en los aposentos del antiguo alcázar Seguir, propiedad entonces de doña Violante, ya que las casas del heredero de Castilla se hallaban situadas en las cercanías, en una gran plaza situada junto a los muros de la Arrixaca”. Cf. J. Torres Fontes, La reconquista de Murcia en 1266 por Jaime I de Aragón, op. cit., p. 188. 30

Antes de 1272, las menoretas (monjas de Santa Clara) ya se habían asentado al este de la ciudad de Murcia, en la puerta de Orihuela, donde reciben tierras y fundan un primer convento, junto a mercedarios y trinitarios. Hacia 1290, las monjas clarisas se trasladan al norte de la ciudad, al arrabal de la Arrixaca, actual emplazamiento, que había sido abandonado por los frailes menores (franciscanos) tras recibir un privilegio para fundar nuevo monasterio entre la puerta del Puente y la puerta de la Arrixaca (actual plano de San Francisco). El traslado de las clarisas supuso una mejora considerable de sus condiciones de vida; el anterior establecimiento estaba

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En una partición de aguas de la acequia mayor de Aljufía realizada en el año 1353 (catorce años antes de la concesión de las casas reales y sus huertos a las clarisas) se documenta una toma en la acequia mayor entre las de Casteliche y de Benitúcer (es decir, en el área que nos ocupa) que pro-

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porcionaba riego a una extensa heredad de propiedad real: “Item, los huertos del rey et de la reyna an de fazer rafa el domingo fasta misa dicha en Santa Maria la Mayor, et toman fila et non mas”. Cf. J. Torres Fontes, El regadío murciano en la primera mitad del siglo XIV, Murcia, Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia, 1975, p. 57. 32 Privilegio de Enrique II, de 19 de febrero de 1367, al convento de Santa Clara, confirmando la donación anterior realizada por su hermanastro Pedro I, además de los 2.000 maravedís de renta para su mantenimiento que había hecho su padre, Alfonso XI. 33 MBAM, Pergamino original nº 17. CODOM, XVII, doc. nº 19, pp. 24-26.

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pórticos conectadas con la alberca mediante canalillos. Más tarde, estas fuentes quedaron en desuso, sustituyéndose, además, el sistema de vaciado de la alberca con la construcción de dos rebosaderos en el frente norte y de un canal de piedra para regar el jardín. La construcción de los dos rebosaderos para regar “a manta” no tendría sentido sin la eliminación de los paseadores transversales hasta dejar un patio de dos arriates rectangulares en lugar de los cuatro cuadrados que tuvo el palacio islámico31.

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5.2. De casas reales a monasterio Desde un primer momento, las autoridades cristianas debieron asignar algunos recursos para contribuir al mantenimiento y reparos de las casas reales, aunque no se hicieron efectivos con garantía de continuidad hasta la época en que el palacio fue concedido a las religiosas, cuando Enrique II (o su padre) dieron una renta anual de 2.000 maravedíes para su mantenimiento, seguramente ante el mal estado de las construcciones32. Pese a todo, a mediados del siglo XIV, el palacio cristiano había caído en una fase de práctico abandono hasta convertirse en un lastre para la corona castellana, acuciada por los grandes males de la época, pues en el privilegio del rey Enrique II del año 1367, confirmante de la donación anterior que había hecho Pedro I a las religiosas (30 de junio de 1365), se detalla que las casas reales se encontraban derribadas. Las transformaciones arquitectónicas en el interior de los palacios reales no se inician al menos hasta el 5 de febrero de 1367, cuando la abadesa y monjas de Santa Clara obtienen licencia de don Nicolás, obispo de Cartagena, para construir un monasterio e iglesia en las casas que el monarca les concedió: “que podades fazer e labrar e hedificar vn monesterio e eglesia en las casas que fueron del rey, que uso tenedes por merced que dellas vos fue fecha por el rey”. La voluntad de transformar la arquitectura palacial para edificar monasterio e iglesia es evidente desde el mismo momento de su concesión. Para tal fin se les autoriza a recoger limosnas en la diócesis: “por quanto vos dicha abadesa e conuento sodes pobres e non avedes rentas nin propios para fazer la lauor que es mester para el dicho monesterio e eglesia sin las ayudas e limosnas de los fieles christianos”33. Las religiosas fueron conscientes de que el perímetro del palacio no era adecuado a las nuevas construcciones y la propiedad de las religiosas había de ampliarse hacia los flancos occidental –al objeto de construir una nueva crujía del claustro– y

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cázar, sino de unas casas (domus) vinculadas de alguna manera con el palacio, construcciones que se integran en la propiedad de conjunto áulico. Esta cesión debería, por tanto, entenderse como el núcleo inicial o germen del actual monasterio dominico emplazado al sur del palacio27. En cualquier caso, unos años después (1272), Alfonso X les concedió unas casas y huerta “que son en la partida de la Arrixaca, que los moros nos dieron”28. Los franciscanos también recibieron concesiones en este sector noble antes de 1272; sus casas son citadas en el deslinde del lugar donde habría de celebrarse la nueva feria y mercado por orden de don Alfonso. Los religiosos permanecieron en instalaciones anexas al palacio hasta el año 1290, cuando se trasladaron al sur de la ciudad, al plano de San Francisco, gracias a una merced de Sancho IV concediéndoles nuevo solar y emplazamiento. Los frailes menores abandonan sus instalaciones poco después de la precitada fecha y en buena lógica su lugar debió ser ocupado por las monjas clarisas29. El cuerpo principal del alcázar cuando pasó a manos de la corona castellana debía mantenerse en un magnífico estado de conservación; apenas habían transcurrido tres décadas desde su construcción. Un año trascendental en la historia del palacio cristiano pudo ser 1274, fecha en la que Jaime I permanece unas semanas en la ciudad de Murcia dedicándose a cazar y a inspeccionar el territorio. Según las crónicas cristianas, durante su estancia en la ciudad se hospedó en las casas reales de su hija doña Violante30. Creemos que la referencia a “casas reales” sólo puede identificarse con el alcázar de Santa Clara, ya que es esa la terminología que se emplea hasta su cesión a las monjas clarisas. Hasta ahora es esta la única estancia de monarcas castellanos en el palacio documentada en los textos y es lógico pensar que en este período debieron realizarse algunas de las reformas detectadas en el palacio islámico con el fin de reparar los desperfectos y adecuarlo a los nuevos usos como alcázar cristiano. Desde el punto de vista estructural, el conjunto arquitectónico no sufrió grandes transformaciones tras la salida de los musulmanes, limitándose sus nuevos dueños a mantener en uso gran parte de las estancias a la espera, quizás, de construir un alcázar plenamente cristiano. No obstante, al margen de las imprescindibles renovaciones de solerías y zócalos, son perceptibles algunas alteraciones en las estructuras, fundamentalmente en el patio, que conviene destacar. En un primer momento, se renovaron las dos fuentes circulares en los

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para documentar los pavimentos del palacio, tuvimos la oportunidad de comprobar que los pilares de la arcada tardogótica en realidad se asientan sobre otra obra anterior, de la cual se documentaron las zapatas de cimentación y el arranque de los pilares. Pero las reformas de mayor envergadura no acontecen hasta los últimos años del siglo XV, cuando la recuperación económica del Reino de Murcia y de su capital es ya un hecho palpable. Dos factores que confluyen en esa época facilitan las inversiones y transformación arquitectónica del monasterio. El primero de ellos es el apoyo económico y las mercedes concedidas por los Reyes Católicos tras su estancia en la ciudad en el año 1488, mercedes que reflejan la especial devoción de Isabel I por la orden clarisa36. El otro factor, de índole local, es el ingreso de novicias nobles que aportan importantes dotes, como evidencia el 14 de agosto de 1484 el compromiso de doña Francisca Pacheco de entregar 20.000 maravedís de juro como dote por su entrada en el monasterio, a condición de que éste se mantenga en la reforma observante37.

6. Conclusiones Por el momento, no existen datos documentales –y mucho menos arqueológicos o arquitectónicos– para determinar con exactitud en qué momento se fundó el palacio islámico actualmente conservado. Sólo podemos afirmar que fue en el periodo post-almohade. Para afinar en este asunto se debe tener en cuenta una serie de factores de índole histórica que ayudan a contextualizar la última gran obra de la edilicia musulmana en el urbanismo de la ciudad y en la historia del Reino de Murcia. A continuación sintetizamos algunos datos relevantes que, en nuestra opinión, pueden contribuir a clarificar la cronología: Abandono del conjunto áulico anterior.- Desconocemos el momento concreto en que se decidió derruir el palacio de tradición almorávide, aunque sí sabemos que hubo una prolongada fase de ocupación almohade (1172-1228) evidenciada, sobre todo, en las solerías del pabellón del jardín y en el salón sur del palacio. En este período se constatan transformaciones de cierta envergadura, como la elevación de suelos, el levantamiento de nuevas construcciones que modifican el diseño inicial y la renovación de la ornamentación en yeso. Sin embargo, a juzgar por el material cerámico recogido, no es posible dilucidar si esa fase de ocupación almohade se prolongó también durante el breve período de gobierno de Ibn Hūd al Mutawakkil (1228-1238). Dicho de otra manera: no existe indicio arqueológico alguno que indique que el

Se trata de “vn huerto çerrado de tapias (franco, libre) e quito que yo he en la Resaca de Murçia, en la colación de Sant Miguel, e affruenta (de la una parte con los) palaçios del rey nuestro señor que dio a la dicha orden, e con huerto de ( ) con carrera publica de dos partes”. 11 de septiembre 1367. MBAM, Pergamino original, nº 19. Publicado como doc. nº 22 por Isabel García, CODOM, XVII, Documentos del monasterio de Santa Clara…, op. cit., pp. 26-28.

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35 Ibíd. AMM, Acta Capitular 1394-95, fol. 207 rv. Doc. nº 32 por Isabel García, CODOM, XVII, Documentos del monasterio de Santa Clara…, op. cit., pp. 37-38. Pocos años después la situación es aún más difícil. En mayo de 1401 el convento fue “quebrantado ... e sacadas e levadas mongas por malas indiziones de algunas personas”. AMM, Acta Capitular, 1401. Publicado por J. Torres Fontes “El monasterio de Santa Clara la Real de Murcia (siglos XIII-XIV), Murgetana, 20, 1963, pp. 103-104 y en CODOM, XVII, doc. nº 37, Documentos del monasterio de Santa Clara…, op. cit., pp. 47-48.

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oriental, para habilitar otra crujía y la iglesia conventual. A esas premisas parecen responder algunas adquisiciones de propiedades aledañas con sus nuevas posesiones; por ejemplo, en un documento fechado el 1l de septiembre del mismo año, le compran a un particular unas propiedades lindantes con los “palaçios del rey” que acababan de recibir, pertenecientes a la colación de San Miguel, ubicadas, por tanto, en el flanco occidental del palacio34. No creemos, sin embargo, que pudieran afrontarse obras de consideración durante los últimos años del siglo XIV; el final de esa centuria fue difícil para la supervivencia de las religiosas, al igual que para el resto de los ciudadanos. En un documento de 27 de abril de 1395, las monjas de Santa Clara reclaman al concejo de Murcia el pago de los 2.000 maravedís de renta anual, denunciando una crítica situación: “sennores fallaredes que con las fortunas e tribulaçiones e gerras e males que son estados e avn estan acaesçidos en esta e en la comarca, este conuento non ha podido auer limosna con que se mantener, de guisa que, sennores, que lo pasamos muy estrechamente”35. Ese estado de precariedad va a cambiar durante la primera mitad del siglo XV: se iniciará la transformación del viejo alcázar en un monasterio con patio cuadrangular y todas las dependencias características. Tal como ha significado Isabel García, en el año 1476 se documentan en el convento treinta religiosas, número muy superior al registrado durante todo el siglo XIV. En este período se transforma la orientación del edificio, se inicia la construcción de un patio rectangular que mide 31,94 (eje norte-sur) por 39,46 metros (eje este-oeste). Se disponen cuatro galerías, tal como hemos constatado en las excavaciones del ala oeste conventual, donde se localizaron cuatro zapatas de cimentación de los pilares. De las arquerías, aunque suprimidos los arcos de los extremos, hoy en día quedan en pie las de los flancos norte y sur, que disponen de galería superior (figura 11). Las otras dos arquerías (E y W) fueron suprimidas cuando se construyeron las naves barrocas; la oriental quedó parcialmente embutida en el muro medianero que da a la iglesia, mientras que la occidental fue completamente desmontada prácticamente hasta nivel de cimentación cuando este espacio fue incorporado a la nave barroca de este frente. El diseño del claustro parece unitario, pero la construcción de las galerías debió acometerse con cierta lentitud, a medida que las religiosas disponían de recursos económicos. Incluso encontramos indicios de dos obras superpuestas, nos referimos al flanco norte, donde tras desmontar los niveles de circulación conventuales

36 El apoyo económico de los Reyes Católicos se inicia en la década de los años setenta y se incrementará sobre todo tras su estancia en la ciudad en 1488. El 5 de julio de 1485 Cédula de Isabel I agradeciendo la ayuda prestada por el Concejo al monasterio de Santa Clara: “porque yo tengo mucha devoçion a esa casa y buena voluntad para lo que les cunpliere” (AMM, C.R. 1478-1488, fol 153 r., CODOM XVII, doc. 79, op. cit., p. 132). El 19 de julio de 1488 Isabel I concede un juro de 100 fanegas de trigo cada año al monasterio: “ayan e tengan de mi en limosna por juro de heredad para syenpre jamas çient fanegas de pan triguero...para que tengan cargo de rogar a Dios por la vida e salud del rey mi señor e mia e del prinçipe don Juan, nuestro muy caro e muy amado fijo e de las ynfantas nuestras fijas” (AGS, M y P, legajo 211, CODOM, XVII, doc. 81, op. cit., p. 134135). El 23 de julio de 1488 los Reyes Católicos conceden licencia al monasterio para nombrar dos mayordomos: “acatando que...estan ençerradas e puestas en la observançia e an menester un mayordomo o dos que tengan cargo de las cosas fuera de su monesterio” (AMM, C.R., 1484-1495, 28v- 29r; CODOM XVII, doc. 82, op. cit, pp. 135-137). El 11 de marzo de 1489 Cédula de los Reyes Católicos al monasterio, concediéndoles la renta de la blanca del pescado de la Albufera (AMM, C.R. 1484-1495, fol. 29v; CODOM XVII, doc. 83, op. cit., pp. 137-138). El 2 de octubre de 1499. Privilegio de los Reyes Católicos a Catalina Fajardo y a las monjas de Santa Clara, concediendo 10.000 maravedís de juro situados sobre las alcabalas de la Trapería de Murcia (AGS, M y P, legajo 211, CODOM XVII, doc. 86, op.cit., pp. 145-151).

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37 CODOM XVII, Documentos del Monasterio de Santa Clara, op. cit., doc. 77, p. 131.

Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r)

Ibn al-Jatīb, A`māl al-A`lām, p. 275.

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alcázar menor, heredado de los almohades, no siguiera en uso durante la tercera taifa murciana. Durante ese período, al-Mutawakkil centró sus esfuerzos en reunificar al-Andalus bajo una misma bandera, pasando buena parte de su tiempo fuera de la ciudad y de su residencia principal (el alcázar mayor), intentando defender y expandir las fronteras. Es evidente que se emitió abundante moneda, pero también hubo que atender cuantiosos gastos militares. En definitiva, sin pretender negar la importancia objetiva que adquirió la taifa murciana en este decenio, no parece este un contexto histórico especialmente propicio para afrontar transformaciones del alcázar menor que suponen una reducción considerable de la superficie edificada, al menos a tenor de lo documentado hasta el día de hoy. El deterioro y abandono de este y otros palacios propiedad del emirato bien pudieron acontecer durante los disturbios y saqueos generalizados que acabaron con la vida de Ibn al-JaÐÐāb y favorecieron la entronización de Zayyān b. Mardanī¹. Según la narración de Ibn al-Jaţīb, “El 16 de ramadān del 636/22 abril de 1239, los habitantes de Murcia llamaron al emir Abū ¤amīl Zayyān b. Mardanī¹. Entró en la ciudad sin resistencia. El pueblo, con los ánimos excitados, entró en el palacio de Ibn al-JaÐÐāb y robaron todo lo que en él había: ropas, camas, mobiliario y dinero, y después lo arrasaron. Cogiendo prisionero a Ibn al-JaÐÐāb hasta que fue asesinado en algún rincón del palacio la noche del martes, día 20 del mes de ramadān del año 636/26 abril 1239”38. A la luz de este relato, cabe preguntarse si esos disturbios y el pillaje del palacio se limitaron estrictamente a las posesiones del emir depuesto `Aziz b. JaÐÐāb o si se extendieron a otras estancias palatinas como el alcázar menor. De ser así, cuando cuatro años más tarde (1243) la corte de Mu¬ammad Ibn Hūd Bahāÿ al-Daula hubo de trasladarse al alcázar menor, se habría encontrado con unas instalaciones muy deterioradas, circunstancia que reforzaría la necesidad de construir un nuevo palacio. Fundación y uso del nuevo palacio.- El palacio conservado en alzado, si se contrasta con el palacio principal anterior (donde al menos se aprecian tres fases de ocupación y numerosas reformas arquitectónicas) no parece haber sufrido transformaciones estructurales de consideración. Ello se evidencia no sólo en lo referente a los alzados y ornamentación de las estancias nobles, sino también en el nivel de circulación, utilizado también en su fase cristiana. Este dato parece indicar que el uso de este nuevo palacio construido en el siglo XIII por parte de los emires musulmanes aconteció

en un breve periodo de tiempo y que debía estar prácticamente intacto cuando pasó a engrosar las propiedades reales castellanas. Por otra parte, la presencia de alhanías (dormitorios) no sólo en los salones, sino también en los pórticos (que posiblemente se deban a un cambio en la traza inicial del edificio), unida a los cuerpos torreados que también fueron empleados como espacios de habitación, sugieren una concentración de los miembros del linaje hudí en este palacio. Tanto la reducción superficial del nuevo palacio como la concentración de la familia real en el mismo son fenómenos regresivos que encajan mejor en un período de recesión económica y política, esto es, durante el protectorado castellano. Tratamiento decorativo cercano a lo nazarí.- En el alcázar menor de Murcia subsisten elementos estilísticos heredados de los almohades, como son el uso de pilares en los pórticos, la ausencia de revestimientos murales y alicatados en los paramentos y la inexistencia de tratamiento decorativo en las enjutas de los arcos, además del uso de palmas en el ataurique o los paños de sebka. Sin embargo, la mayor parte de los elementos decorativos vinculan el palacio murciano con un arte nazarí en fase de formación. Las yeserías conservadas en alzado y las restituidas en el Museo de Santa Clara constituyen una de las mejores muestras conservadas de decoración arquitectónica postalmohade, donde aparecen rasgos compositivos que van a caracterizar las construcciones nazaríes en Granada y las mudéjares en territorio castellano; no en vano, la referencia estilística más próxima al palacio murciano es el Cuarto Real de Santo Domingo, la obra palacial nazarí más antigua conservada, datada en el último cuarto del siglo XIII. El empleo de arcos de medio punto peraltado con angrelados decorados en vivos colores, el ataurique que decora los festones y el arrabá que enmarca cada arco, las cartelas de arcos polilobulados que enmarcan la epigrafía y, sobre todo, las cartelas frontales existentes en los capiteles de los arcos de las alhanías, entre otros, son elementos que acercan el tratamiento ornamental del palacio murciano a lo nazarí. Son estas razones suficientes que permitirían posponer la cronología del Qa½r a½-¼aġīr hasta la fase de protectorado castellano (1243-1266). Pervivencia del patio de crucero en la arquitectura tardoalmohade.- Todos conocemos el éxito del patio de crucero en la arquitectura palacial durante el período almorávide, donde aparece en una de las estancias palaciales construidas por ‘Ali ibn Yūsuf ibn Tašfīn en Marrakech. El patio de Marrakech constituye un testimonio

Las artes y las ciencias en el Occidente musulmán

La traza del patio del nuevo alcázar menor de Santa Clara se debate entre una secular tradición donde este tipo de patios es el más extendido en la arquitectura palatina de al-Andalus y especialmente arraigado en el ámbito local y el progresivo triunfo de la alberca central que acontece durante el período nazarí43. Esa dialéctica no se extingue con el fin de la Edad Media; se prolonga en la arquitectura islámica en fecha tan lejana como el siglo XVI y la encontramos en el patio de crucero del Palacio de al-Badí en Marrakech, construido entre 1578 y 1598. En su diseño se aprecian cuatro arriates hondos, pabellones de planta cuadrada en los frentes menores y una alberca estrecha y alargada de 90,4 x 21,7 m. En definitiva, para la historia de la arquitectura islámica, el patio del alcázar menor de Santa Clara correspondiente al siglo XIII se inscribe en una primera fase de transición entre la edilicia áulica almorávide-almohade, caracterizada por cruceros dotados de dos paseadores en cruz y cuatro arriates, y la de época nazarí, donde triunfa el denominado patio granadino, definido por una gran alberca central y dos estrechos arriates longitudinales en los costados. Hasta ahora no existían ejemplos hispanomagrebíes de un patio como el murciano, compuesto de una alberca longitudinal rodeada de andenes perimetrales y dotada de paseadores transversales que dividen el jardín en cuatro arriates. Es este un gran hallazgo que servirá como referencia para completar una fase de transición en la evolución de la arquitectura islámica en el Mediterráneo occidental .

Los palacios de Tudmı-r

39 En el occidente musulmán tenemos constancia de otros palacios dotados con un patio de crucero como el existente en el arrabal de Túnez en tiempos del monarca hafsí al-Mustansir (1249-1277). 40 L. Torres Balbás, “Patios de crucero”, Al-Andalus, XXIII, 1958, 1, pp. 171-172.

Cf. R. Manzano Martos “Casas y palacios en la Sevilla almohade. Sus antecedentes hispánicos”, Casas y palacios de Al-Andalus: siglos XII y XIII. Madrid: Lunwerg Editores S.A., 1995, pp. 315-352. 41

42 L´Architecture musulmane d’Occident. Tunisie, Algérie, Maroc, Espagne et Sicile. París, 1954. 43 Las vacilaciones entre el patio con albercas en los extremos y el patio con alberca central se mantienen en el siglo XIV, tal como ha planteado Miguel Ángel Tabales Rodríguez en el patio de las Doncellas promovido por Pedro I en los Reales Alcázares de Sevilla, donde parece ser que el diseño inicial (con albercas en los extremos) fue sustituido por una alberca, antes de que entrara en servicio. En el momento de redacción del texto se ha dado noticia del hallazgo en un palacio de la alcazaba de Guadalajara de un patio de crucero dotado de una amplia alberca rectangular en el centro; aunque los trabajos aún no se han dado por concluidos, al parecer dicho palacio ha sido datado por sus excavadores en época “mudéjar” (siglo XIV). De confirmarse dicha cronología, este palacio sería el paralelo más cercano del palacio de Santa Clara. Estamos seguros de que conforme avance la investigación arqueológica se delimitarán nuevos palacios de estas características en las alcazabas de las más importantes ciudades de al-Andalus.

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inequívoco del éxito de esta solución arquitectónica en ambientes cortesanos almorávides. Construido entre 1131 y 1132 sería derruido cuando los almohades elevaron una mezquita entre 1147 y 1162. El patio de Marrakech es de forma rectangular (10,5 x 9 m) y de su frente avanza una alberquilla con desagüe de fondo y aliviadero de superficie. Cortaban el patio dos andenes de 0,70 m de anchura, limitando cuatro cuadros cuyo riego aseguraban tuberías de barro colocadas bajo los andenes que arrancan de la alberca. Hacia el sur y oeste, los andenes terminan en tres peldaños que permitían alcanzar el nivel de circulación del contorno del patio39. En opinión de Torres Balbás, la génesis del modelo de patio de crucero en el que se combinan albercas en la cabecera, pilas de fuentes, surtidores y jardines tiene su origen en el palacio iraní de Balkuwara de Samarra, levantado por el califa Al Mutawakil (849); de los cuatro patios de que dispone, uno de ellos cuenta con dos albercas similares afrontadas40. El modelo de patio de planta rectangular dotado de pórticos enfrentados es una solución adoptada también en palacios de origen persa sasánida como los de Qa½r al Sirīn, y posteriormente en la arquitectura abbasí (Castillo de Ujaydir en el 628), de donde pasaría a Egipto y luego a Al Andalus, tal como demuestra el patio del Salón Occidental y el del Salón Rico de Medinat al Zahra, en el siglo X41. Según afirma Georges Marçais, en Occidente este tipo de soluciones se retoma y extiende a partir de la época almorávide a fines del XI, al mismo tiempo que las cubiertas de muqarnas o la letra cursiva42. El principal referente en ese modelo es el palacio almorávide de Santa Clara, donde el citado esquema aparece claramente definido. Es posible que Santa Clara fuese la referencia para la construcción del Castillejo, donde se adoptan idénticas soluciones arquitectónicas, aunque ahora se incorporan torres salientes, otro rasgo arquitectónico emparentado con las construcciones de Palermo y que pudo ser aportado por alarifes fatimíes que reelaboraron planteamientos arquitectónicos de origen bizantino.

RESUMEN

RESUMÉ

Arquitectura y artes decorativas de época tardoalmohade: el palacio islámico de Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r)

Architecture et arts décoratifs de la dernière phase de l’époque almohade: le palais islamique de Santa Clara, Murcie (Qas.r as.-S.agı-r)

Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Elvira Navarro Santa Cruz

A mediados del siglo XIII, miembros de la familia real de los Banū Hūd construyeron un nuevo palacio en el alcázar menor de Murcia sobre los restos de un conjunto áulico previo de fundación almorávide. El tratamiento decorativo conservado en los alzados inscribe el nuevo edificio en una fase de transición entre el arte almohade y el nazarí. La planta del palacio es ligeramente trapezoidal con un eje mayor orientado de norte a sur; en los frentes menores presenta pórticos de vano tripartito y arcos festoneados que preceden a salones con alcobas en los extremos. Lo más llamativo de su planta es el singular patio, recuperado durante las excavaciones arqueológicas, compuesto por una gran alberca longitudinal y cuatro arriates deprimidos reconstruidos parcialmente. Este diseño del espacio abierto representa igualmente la transición desde el patio de crucero característico del siglo XII documentado en Marrakech, en el Castillejo de Monteagudo o en el alcázar de Sevilla, hasta el patio nazarí con alberca central, bien conocido por los ejemplares granadinos de Comares, Abencerrajes o el propio Palacio de los Leones. Poco después de la sublevación mudéjar, el palacio islámico o Alcacer Seguir pasó a manos de la corona castellana, que lo mantuvo como palacio cristiano hasta que Pedro I lo concedió en 1365 a la abadesa y monjas de Santa Clara de Murcia. Las religiosas franciscanas transformaron el antiguo alcázar, demoliendo varias construcciones, dividiendo salas y levantando nuevas estancias como el claustro y la iglesia. Sin embargo, también aprovecharon otros espacios, lo que permitió la conservación de una parte de los alzados originales, que han sido restaurados y acondicionados para disfrute del público.

Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Elvira Navarro Santa Cruz

Vers la moitié du XIIIe siècle, des membres de la famille royale des Banū Hūd construisirent un nouveau palais au niveau du petit alcazar ou Alcázar Menor de Murcie au dessus des ruines d’un ensemble aulique antérieur de fondation almoravide. Le traitement décoratif conservé aux niveaux des élévations inscrit le nouvel édifice dans une phase de transition entre l’art almohade et le nasride. Le plan du palais est légèrement trapézoïdal avec un axe majeur orienté du nord vers le sud ; sur les fronts mineurs il y a des portiques en embrasure tripartie et des arcs en festons précédant des salons avec des alcôves aux extrémités. Ce qui attire l’attention le plus de son plan c’est bien son patio singulier, récupéré lors des fouilles archéologiques, composé d’un grand bassin d’eau longitudinal et de quatre parterres affaissés partiellement reconstruits. Cette conception de l’espace ouvert représente aussi la transition depuis le patio en transept caractérisant le XIIe siècle documenté à Marrakech, au Castillejo de Monteagudo ou à l’Alcazar de Séville, jusqu’au patio nasride avec bassin d’eau central, bien connu à travers les exemplaires de Comares, Abencérages ou le propre Palais des Lions.

Peu après le soulèvement mudéjar, le palais islamique ou Alcaçer Seguir, passa aux mains de la couronne castillane qui le maintint comme palais chrétien jusqu’à ce que Pierre I l’offrit en 1365 à l’abbesse et aux religieuses de Santa Clara de Murcie. Les religieuses franciscaines transformèrent l’ancien alcazar, tout en démolissant plusieurs constructions et en divisant des salles, et en érigeant de nouvelles dépendances tout comme le cloître et l’église. Cependant, elles profitèrent des autres espaces, ce qui leur permit de conserver une partie des tracés originaux, récemment restaurées, et aménagées, pour le plaisir du public.

ABSTRACT Late almohade architecture and decorative arts: the Islamic palace of Santa Clara, Murcia (Qas.r as.-S.agı-r) Indalecio Pozo Martínez Alfonso Robles Fernández Elvira Navarro Santa Cruz

In the mid XIII century members of the Banū Hūd built a new palace in the Alcazar Menor in Murcia on the remains of a previous palace complex of Almoravide foundation. The decorative treatment preserved on the structures suggests that the building is from a transitional period between the Almohade and Nasrid art. The palace ground floor is slightly trapezoidal with a northsouth axle orientation. The minor fronts show porticos of tripartite openings with festooned arches preceded by halls enlarged with alcoves on both sides. The most remarkable feature of the ground floor is its singular courtyard with an alberca (a longitudinal hand built pool), and four fragrant flowerbeds lowered for vegetation, which have been partially rebuilt and recovered during the archaeological excavations. This design of the open space also represents the transition from the cross-cut courtyard (characteristic of the XII century), that the records show in Marrakesh, the Castillejo of Monteagudo, or the Alcazar of Seville to the Nasrid courtyard with a central alberca. Well-known examples from Granada can also be seen in Comares, Abencerrages or the Palace of the Lions. Shortly after the Mudéjar uprising, the governing of the Muslim palace or Alcacer Seguir was taken over by the Castilian crown that maintained it as a Christian palace until Pedro I passed it onto the abbess and nuns of Santa Clara in Murcia. The Franciscan nuns restructured the old palace, demolishing buildings, dividing spaces and building new rooms such as the cloister and the church. However, they made the most of the other spaces, which makes the preservation of a part of the original structures possible. Structures recently restored and equipped for public enjoyment.

9 788496 760158

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