\"Arquitectura religiosa en la Carmona antigua. El santuario de la calle San Felipe, 1A\".

July 17, 2017 | Autor: María Belén Deamos | Categoría: Religion, Archaeology, Prehistoric Archaeology, Devotional Shrines, Prehistory
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Descripción

Urbanismo, Arquitectura y Patrimonio en Carmona

Urbanismo, Arquitectura y Patrimonio en Carmona

Urbanismo, Arquitectura y Patrimonio en Carmona ACTAS DEL IX CONGRESO DE HISTORIA DE CARMONA

Manuel González JiMénez antonio Caballos Rufino José antonio Ruiz De la Rosa Directores y editores científicos

Excmo. Ayuntamiento de Carmona Delegación de Cultura

Sevilla 2014

Serie: Historia y Geografía Núm.: 279 Comité editorial: Antonio Caballos Rufino (Director del Secretariado de Publicaciones) Eduardo Ferrer Albelda (Subdirector) Manuel Espejo y Lerdo de Tejada Juan José Iglesias Rodríguez Juan Jiménez-Castellanos Ballesteros Isabel López Calderón Juan Montero Delgado Lourdes Munduate Jaca Jaime Navarro Casas Mª del Pópulo Pablo-Romero Gil-Delgado Adoración Rueda Rueda Rosario Villegas Sánchez Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de la Universidad de Sevilla y del Excmo. Ayuntamiento de Carmona. Motivo de cubierta: Detalle de la fachada de la Ermita de Santa Lucía en Carmona (Foto: J. A. Ruiz de la Rosa) © Excmo. Ayuntamiento de Carmona Delegación de Cultura y de Patrimonio histórico y Turismo 2014 Plaza de las Descalzas s/n. – 41410 Carmona (Sevilla) © Universidad de Sevilla 2014 Secretariado de Publicaciones Porvenir 27 – 41013 Sevilla Web: http://www. publius.us.es © Manuel González Jiménez, Antonio Caballos Rufino y José Antonio Ruiz de la Rosa (Directores y Editores científicos) 2014 © Por los textos, los autores 2014 © Fotografía de cubierta, José Antonio Ruiz de la Rosa 2014 Impreso en papel ecológico Impreso en España-Printed in Spain ISBN del Excmo. Ayto. de Carmona: 978-84-89993-72-3 ISBN del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla: 978-84-472-1566-9 Depósito Legal: SE 1994-2014 Imprime: Kadmos

índice

Presentación.................................................................................................... 17 Manuel González JiMénez, antonio Caballos Rufino y José antonio Ruiz De la Rosa CONSTRUIR LA CIUDAD Carmona romana. Topografía, dinámica y espacios urbanos ........................ 23 RiCaRDo lineRos RoMeRo y José beltRán foRtes La Puerta de Sevilla. Implantación: territorio y ciudad en la Antigüedad .... 47 eDuaRDo MaRtínez Moya Carmona romana. Arquitectura civil en la Antigüedad .................................. 79 RiCaRDo lineRos RoMeRo y CaRlos MáRquez MoReno Arquitectura religiosa en la Carmona antigua: el santuario de la calle San Felipe, 1 A ....................................................................................................... 101 MaRía belén DeaMos, Juan Manuel RoMán y JaCobo vázquez paz Edificios de espectáculos en la Carmona romana .......................................... 135 aleJanDRo JiMénez HeRnánDez, RoCío anGlaDa CuRaDo y Mª tRiniDaD GóMez sauCeDo Las murallas de Carmona: secuencia histórica y repercusión en la evolución urbanística ...................................................................................... 165 RoCío anGlaDa CuRaDo y Mª tRiniDaD GóMez sauCeDo La muralla de Carmona en el contexto de las cercas urbanas del sur de Al-Andalus....................................................................................................... 187 MaGDalena valoR pieCHotta

La Orden de San Juan en Andalucía............................................................... 199 Manuel González JiMénez El urbanismo mudéjar..................................................................................... 213 RoCío anGlaDa CuRaDo La arquitectura religiosa mudéjar en Carmona ............................................. 227 salvaDoR HeRnánDez González La Iglesia de Santa María de Carmona en el contexto del gótico catedralicio sevillano .......................................................................................................... 249 Juan CleMente RoDRíGuez estévez El Alcázar Real de Carmona y su Sala de los Reyes ...................................... 279 antonio alMaGRo y JoRGe MaieR allenDe Vistas de Carmona del XVI al XIX .................................................................. 329 antonio GáMiz GoRDo Carmona: patrimonio y fotografía.................................................................. 353 luis MénDez RoDRíGuez INTERVENIR EN LA CIUDAD Paisajes antes de la batalla. Horas de vigilia y sueños: facilità di condotta . 379 félix De la iGlesia salGaDo y José enRique lópez-Canti Paisaje urbano interior y exterior de la Carmona histórica. Propuesta metodológica y de valoración.............................................................................. 397 floRenCio zoiDo naRanJo Proyecto arquitectónico y patrimonio urbano: marco normativo y problemática.............................................................................................................. 419 pablo Diañez Rubio Nuevo Plan General de Ordenación Urbanística de Carmona ...................... 437 ventuRa GaleRa navaRRo Plan especial de protección del patrimonio histórico de Carmona. Revisión crítica .............................................................................................................. 457 ana Gayoso RoDRíGuez La vivienda y sus usos en Carmona ................................................................ 475 teResa baRRie zafRa

La Puerta de Córdoba en el paisaje de Carmona. El monumento desvelado antonio teJeDoR CabReRa y MeRCeDes linaRes GóMez Del pulGaR

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Intervención sobre el patrimonio: la Iglesia de Santiago. Revisión crítica ... 509 valentín tRillo MaRtínez Conocer y usar el patrimonio ......................................................................... 525 RiCaRDo lineRos RoMeRo e isabel RoDRíGuez RoDRíGuez

Arquitectura religiosa en la Carmona antigua. El santuario de la calle San Felipe, 1A



María Belén Deamos, Juan Manuel Román y Jacobo Vázquez Paz Universidad de Sevilla, Museo de la Ciudad, Carmona1

Resumen: El estudio de un singular edificio excavado en el frente de roca que bordea Carmona por el sur, lleva a concluir que fue un santuario rupestre situado junto a una de las puertas de la ciudad. Se proyectó en dos fases y estuvo en uso desde el siglo I a. C. a época Flavia, clausurándose en tiempos de Vespasiano o poco después. Las prácticas rituales y la iconografía híbrida de una terracota masculina inspirada en modelos clásicos, sugieren que pudo estar consagrado a un Mercurio de ascendencia púnica asimilado con el dios romano del comercio. Palabras clave: Carmona, santuario rupestre, santuario de entrada, Mercurio. Abstract: The study of a singular building, excavated in the rock on the south side of Carmona, leads to the conclusion that it was once a cave shrine located next to one of the city gates. Its construction was planned in two phases and it was in use from the first century BC until Flavian times. It is supposed to have been closed down in the time of Vespasian or shortly after. The documented ritual practices and the hybrid iconography of a male terracotta figure, inspired by classical models, suggest that it may have been consecrated to a Punic god assimilated with Mercurius, the Roman god of commerce.  Keywords: Carmona, cave shrine, city gate shrine, Mercurius. 1.  Trabajo adscrito al Grupo de Investigación HUM-650 del Plan Andaluz de Investigación y al proyecto “Religio Phoenicia Occidentalis: cultos fenicio-púnicos en el Extremo Occidente” (HAR 2011-27257), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. Los autores agradecen la colaboración de J. Bustamante, E. Conlin, M. Fuentes, E. García, J. González, A. Jiménez, M. Limón y R. Lineros.

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Introducción El origen de la arquitectura sacra se vincula en Carmona, como en todo el mundo Mediterráneo, al desarrollo de formas de vida urbana como consecuencia de su incorporación a circuitos comerciales de ámbito transmediterráneo en fechas tempranas de I milenio a. C. El núcleo urbano originario, de apenas 5 ha, se sitúa al noroeste del casco histórico, bajo el barrio de San Blas, y desde principios del s. VIII a.C., al menos, adquiría fisonomía oriental, tanto en aspectos arquitectónicos como propiamente urbanísticos. En el centro de esa ciudad más antigua, en un solar colindante con la iglesia de San Blas y con la casa-palacio del marqués del Saltillo a la que pertenecía, se excavó a principios de los años noventa pasados un complejo sacro cuya vida, con sucesivas reconstrucciones, abarca al menos los siglos VII-V a.C. No obstante, algunos datos hacen pensar que el uso religioso del lugar se inició con anterioridad y se prolongó durante época romana y medieval hasta llegar a nuestros días2. El edificio que conocemos mejor –el más reciente– disponía de un espacioso patio solado con losas planas y de varias habitaciones de muros de adobes sobre cimientos y zócalos de piedra, algunas con suelos de tierra de color rojo intenso. Tenía un desarrollo longitudinal de 27 m en sentido este-oeste, con muros perpendiculares a la calle Cruz de San Blas, cuyas líneas de fachada coinciden exactamente con las del trazado prerromano. Salvo en las dimensiones, su arquitectura es poco diferente de la de las viviendas corrientes, pero en él se pudieron identificar los altares de adobes en los que preparaban alimentos o quemaban perfumes para los dioses, los vasos que rompían después de realizar libaciones y muchos otros elementos extraños a las actividades domésticas y a la composición del mobiliario y de la vajilla que se usaban en las casas. Este edificio, que funcionó hasta principios del siglo V a.C., se levantó en parte sobre los restos de otro más antiguo, con idéntica orientación, del que formaba parte una habitación estrecha (Ámbito 6), muy destruida por obras posteriores de distintas épocas, incluida una cisterna romana excavada sobre el vano que le daba acceso desde otra estancia contigua. El final forzado del edificio, que datamos en las primeras décadas del siglo VI a.C., obligó a abandonar los enseres que contenía, un conjunto compuesto por un juego de cucharas de marfil talladas en forma de pata de animal y un lote de cerámica en el que destacan tres tinajas, decoradas con motivos de tradición oriental. El análisis de las decoraciones como elementos de un lenguaje simbólico, nos llevaron a ver en ellas un significado religioso que trasciende a su más sensorial efecto estético. Nuestra interpretación, argumentada con mayor detalle en distintas publicaciones, 2.  M. Belén, R. ANGLADA, J. L. ESCACENA, A. Jiménez, R. Lineros e I. RODRÍGUEZ, Arqueología en Carmona (Sevilla). Excavaciones en la casa-palacio del Marqués de Saltillo, Sevilla 1997.

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es que podría ser un santuario consagrado a la diosa Astarté3 por una comunidad fenicia arraigada en Carmona desde el siglo VIII a.C., cuya presencia ha dejado otros testimonios arqueológicos4. En este marco de relaciones sociales de carácter urbano, y en estrecha relación con la arquitectura sagrada –el santuario o templo como casa de la divinidad–, se usaron las primeras imágenes de culto antropomorfas. A una de ellas pertenece un fragmento hallado de modo fortuito en la zona del Albollón, al pie del escarpe. Pese a que no conocemos su contexto arqueológico y a que está incompleta, la pieza posee un gran valor histórico y cultural, pues es la única escultura en piedra que conocemos hasta hoy en una ciudad tartesia y la evidencia más antigua en Occidente del uso de estatuas de culto. El fragmento recuperado corresponde a la parte inferior de una pequeña imagen femenina tallada en piedra caliza, sin pies, cuyo tamaño estimamos en torno a los 70-75 cm. La indumentaria y el estilo artístico de los adornos de la banda central, en el que se mezclan tradiciones mediterráneas de distinto origen, nos permite datar la imagen en el s. VI a.C.5 No conserva restos de color, aunque probablemente estuvo policromada, como era normal en la estatuaria arcaica6. El final del periodo orientalizante, que coincide a grandes rasgos con el abandono del complejo más reciente de Saltillo, da paso a una etapa turdetana para la cual carecemos por completo de información, no sólo sobre arquitectura sacra, sino sobre cualquier otro aspecto de la ideología y de las prácticas religiosas. La invisibilidad del registro arqueológico dura hasta tiempos romanos tardo republicanos, transcurrido ya un siglo largo de la victoria sobre los cartagineses en la batalla final de la II Guerra Púnica. Es ahora, ya bajo poder romano, cuando documentamos de nuevo prácticas cultuales, asociadas o no a arquitectura religiosa. En la etapa entre eras 3.  Un estudio de C. Esteban y J. L. Escacena: “Arqueología del cielo. Orientaciones astronómicas en edificios protohistóricos del sur de la Península Ibérica”, TP 70 (1), 2013, pp. 114139, principalmente 121-123, 133 y tabla 1, ha permitido precisar que el Ámbito 6 tenía una orientación próxima al azimut de 55º, similar a la de los santuarios fenicios de Coria del Río y El Carambolo. Los autores (Idem, p. 135) sugieren que este patrón de orientación podría estar relacionado con el culto a la diosa Astarté. 4.  La existencia de un barrio fenicio en Carmona se acepta de forma casi unánime y con esta población semita se viene relacionando la necrópolis de la Cruz del Negro desde su descubrimiento a fines del siglo XIX: vid. Mª E. AUBET, “El sistema colonial fenicio y sus pautas de organización”, Mainake XXVIII, 2006, p. 43; J. MAIER, “Las necrópolis protohistóricas de Los Alcores: relectura de la tradición arqueológica”, M. Bendala y M. Belén (dirs.), El nacimiento de la ciudad: La Carmona protohistórica, Carmona 2007, pp. 350-351 y 354. 5.  M. Belén y Mª. C. GARCÍA MORILLO, “Das Tartessische Carmona. Eine Stadt mit Statuen. Zum Neufund einer Statuette”, MM 47, 2006, pp. 43-58. M. ALMAGRO-GORBEA y M. TORRES, La escultura fenicia en Hispania, Madrid 2010, pp. 110-137. 6.  V. BRINKMANN y M. Bendala (eds.), El color de los dioses. El colorido de la estatuaria antigua, Alcalá de Henares-Madrid 2010.

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fechamos un depósito votivo amortizado en el interior de un pozo excavado en la calle Pozo Nuevo7, algunos restos arquitectónicos de templos monumentales de modelo clásico8 y el singular edificio de culto que estudiamos a continuación, hasta ahora sólo presentado de forma preliminar antes de que hubiera finalizado su excavación9. 1. El complejo rupestre de c/ San Felipe, 1A El edificio objeto de este estudio se localizó en una intervención arqueológica preventiva realizada por J. M. Román entre los años 1999 y 2000 en el solar nº 1A de la calle San Felipe, frente al lateral sur de la iglesia del mismo nombre. El lugar, situado al exterior de área urbana de su tiempo, era una ladera con pendiente hacia dos vaguadas, una que la separaba del Picacho e iba a desaguar en la Ronda del Cenicero, al sur de la Puerta de Sevilla, y otra que hoy conocemos como cuesta de San Mateo, con pendiente hacia el este, que es la entrada natural a la ciudad histórica desde el sur10 (fig. 1). Como pasa a menudo, los resultados de la excavación superaron todas las previsiones y el trabajo que empezó en una cuadrícula de 4 x 5 m proyectada en el centro del solar, acabó con el descubrimiento de un complejo rupestre poco corriente, en gran parte excavado en el alcor, quizá aprovechando un frente de cantera preexistente (fig. 3: 1). La obra se inició con la explanación de la ladera natural a distinta cota topográfica y la preparación en el escarpe del alcor de un frente vertical rectilíneo orientado a 60º. En ese frente rocoso, de 4,5 m de altura y una longitud mínima de 11,5 m, se excavaron tres estancias subterráneas (A, C y D), con desarrollo longitudinal paralelo a la línea de fachada y bóveda de medio cañón. Para facilitar la excavación y la extracción de piedra se abrieron dos pequeñas galerías (B y E) que las conectaban entre sí y que se cerraron –total o parcialmente– al acabar las obras. Las tres salas tenían entradas independientes, dos de ellas desde una terraza inferior (A y D)11 y la tercera (C) desde la superior, a través de una escalera tallada asimismo en la roca. Un vano permitía el paso entre las dos de mayores dimensiones. Las tres tenían huecos excavados en las paredes, junto a las zonas de acceso, y a cierta altura, para alojar las lámparas de aceite que las iluminaban. 7.  M. BELÉN, E. CONLIN y R. ANGLADA, “Cultos betílicos en Carmona Romana”, Actas del Congreso Internacional XXV GIREA-ARYS VII: Divinas Dependencias. Individuos, santuarios y comunidades. Arys. Antigüedad, Religiones y Sociedad, volumen IV, Huelva 2001, pp. 141-164. 8.  Vid. R. Lineros y C. Márquez en este mismo volumen. 9.  M. BELÉN y R. Lineros, “15 años de arqueología en Carmona”, A. Caballos (ed.), Actas del II Congreso de Historia de Carmona. Carmona Romana, Carmona 2001, pp. 109-133. 10.  R. Lineros, “Urbanismo romano de Carmona I”, Carel 3, 2005, pp. 994 y 996. 11.  Estas dos puertas sólo pudieron documentarse por el interior, ya que su entrada desde el exterior quedaba fuera del área intervenida. Por esta razón no sabemos si daban a un espacio abierto o cerrado, o si, además de las descubiertas, hubo otras dependencias excavadas en la roca.

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Figura 1. Situación del santuario rupestre de c/ San Felipe 1A en la topografía antigua de Carmona (1) y en la ciudad actual (2). Las manchas oscuras marcan la visibilidad desde la terraza superior del complejo sacro, según elaboración de A. Jiménez.

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De acuerdo con los datos arqueológicos, pensamos que la construcción del complejo se acometió en al menos dos fases diferentes, correspondientes a otras tantas etapas de utilización (fig. 2). 1.1. El edificio más antiguo En la primera fase constructiva (fig. 2: Fase I) se excavó la sala D, la más occidental, a la que se accedía por el frente del alcor, desde el sur, a través de un pasillo de 0,90 m de largo por 0,80 m de ancho y 2,5 m de altura, abierto probablemente a un patio o explanada. La cámara propiamente dicha tiene planta rectangular con el eje mayor orientado 60º y unas dimensiones de 5,90 x 2,40 y 2,65 m de altura. En la pared occidental de este corredor, junto a la entrada a la estancia, se abrió un nicho u hornacina de 1,40 x 0,70 m, aunque no podemos asegurar que se tallara ahora y no más tarde, como nos parece más probable12. Dentro de la sala, en el centro de la pared occidental, se labró otra hornacina, de 1 x 0,80 y 1 m de altura máxima, y a sus pies un banco rectangular de 1,55 x 0,80 y 0,20 m de altura que no llegaba a ocupar todo el frente de la pared, porque junto a su extremo meridional, en la esquina situada junto a la entrada, se excavó una fosa cuadrada, de 0,65 m de lado por 0,70 de profundidad, en la que se construyó una estructura orientada de modo que no obstaculizara el paso entre corredor y sala (fig. 3: 2). Ésta reproduce en pequeño la forma de un horno dotado de corredor de acceso con escalón en la entrada13 y cámara de combustión con parrilla hecha de adobes plano-convexos dispuestos de forma radial y sostenida por un machón central del mismo material. En la mitad oriental de la sala se excavó en el suelo otra estructura de planta similar a un horno de pilar central circular, un tipo muy difundido en toda la región en época prerromana y que todavía se usaban en Carmona por las fechas en que estaba funcionando este local14. El corredor de acceso era de planta subrectangular, con 1,30 m de longitud por 0,75 de anchura media, y la cámara medía 1,90 x 1,80 m y tenía unos 20 cm de profundidad. Tanto en la cámara como en el corredor, las paredes fueron revestidas con una capa de barro de entre 15-20 cm de grosor (fig. 3: 5). Las cenizas y carbones que contenía y la coloración roja de las paredes por acción del fuego, evidencian que se trata de una estructura de combustión, pero no pudo usarse como horno. Sus paredes no sobrepasaron los bordes de la fosa excavada en el suelo y nunca estuvo cerrada. Un hueco rectangular abierto sobre ella en el

12.  No tenemos datos estratigráficos que permitan precisar esta cuestión, pero su tamaño y situación en la entrada más antigua, nos llevan a pensar que pudo excavarse con posterioridad. 13.  El escalón tenía 0,16 m de ancho por otro tanto de altura. 14.  I. RODRÍGUEZ, “Las áreas artesanales: los alfares”, A. Caballos (ed.), Carmona Romana. Actas del II Congreso de Historia de Carmona, Carmona 2001, pp. 311-320.

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Figura 2. Planta del edificio rupestre de la c/. San Felipe 1A en sus dos fases de uso.

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techo rocoso facilitaba la evacuación de humos y gases15. A través de esta chimenea se depositaron posteriormente, desde el exterior, potentes capas de escombros que con el tiempo colmataron la estancia. Más que hornos, estas dos estructuras son hogares en los que de acuerdo con los resultados del estudio de los pólenes detectados en las cenizas, se quemó cereal y gualda (Reseda luteola)16, una planta de propiedades tintóreas conocidas desde antiguo que reúne también otras cualidades que justifican el nombre de “hierba de los ensalmos”, como se la conoce popularmente en algunas regiones de la península, o el más erudito de “cetro de Ceres”17. Además de quemar plantas –silvestres o cultivadas– se practicaban actividades en las que se usaban sobre todo cuencos de cerámica de distinto tamaño, que completos o fragmentados quedaron dentro de los hogares. En el interior del más pequeño de éstos, sobre las cenizas (UE-72N), se hallaron cuatro cuencos de borde entrante completos18, uno de ellos con pintura roja oscura en interior y exterior, fragmentos de bordes y fondos de otros cuencos semiesféricos, el pie de una copa de cerámica de tipo Kuass (forma IXB) con motivo ramiforme estampillado, así como fragmentos de vasos cerrados con decoración pintada (fig. 4, 1-7). Los cuencos de borde entrante, descritos habitualmente como cuencos-lucerna, tienen una cronología amplia y ayudan poco a precisar la datación del conjunto19. En Carmona se conocen desde el siglo V a. C.20, pero se documentan todavía en depósitos del I a.C.21 Otro tanto ocurre con el fragmento de copa de tipo Kuass que Niveau de Villedary data en el siglo II a. C., sin excluir 15.  Tiene forma de embudo invertido, de tamaño poco regular, por lo que las medidas varían según la altura a la que se tomen. En la parte inferior, su longitud es de 1,50 m (este-oeste) y su anchura (norte-sur) de 0,95 m, aproximadamente. 16.  Y. Llergo, J. L. UBERA y J. M. Román, “Estudio palinológico del complejo hipogeo de la Calle San Felipe 1A, Carmona (Sevilla)”, Polen 13, 2003, pp. 109-128, sobre todo pp. 118-120 y 124. Se destacan los altos porcentajes de cereal en las muestras extraídas de los dos “hornos” y se cita la presencia de Reseda luteola en las UUEE-72N y, principalmente, 79. Estas especies no se mencionan en las muestras procedentes de la capa de nivelación UE-72, ni en las que se depositaron tras el abandono del edificio (UUEE-71A y B y 74). 17.  E. Valdés, , pp. 447-449, acceso 16/02/2014. 18.  Estas cuatro piezas se encontraron apiladas y ocultas tras el machón que sostenía la parrilla. Por las huellas de combustión que presentan sobre el borde, pensamos que las piezas podrían haber servido para iluminar la cámara, alojadas en sendos huecos de las paredes, antes de quedar definitivamente amortizadas dentro del hogar. 19.  E. FERRER y F. J. GARCÍA FERNÁNDEZ, “Cerámica turdetana”, D. Bernal y A. Ribera (eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, Cádiz 2008, p. 208. 20.  M. Pellicer y F. de Amores, “Protohistoria de Carmona“, NAH 22, 1985, fig. 31, 5-198 y 5-199. 21.  M. Belén, E. Conlin y R. Anglada, “Cultos betílicos”, cit., fig. 4, 1-3.

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Figura 3. Excavación del solar de San Felipe 1A (1), cámara (2) y detalles de la construcción de la puerta de la sala D (3 y 4); reconstrucciones en 3D de la sala D en las dos fases constructivas (5 y 6), según elaboración de J. González.

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fechas posteriores para esta y otras producciones de taller local en el Bajo Guadalquivir22, como de hecho se va comprobando en distintos yacimientos de Sevilla y su entorno en los que esta clase cerámica podría llegar hasta mediados del I a.C.23 En la capa de ceniza (UE-86) depositada en el fondo del hogar 2 volvemos a encontrar fragmentos de cuencos, platos y vasos de tradición turdetana y fecha imprecisa, junto a una base de cuenco común simple, dos bordes de jarra común, un borde de plato, quizás asimilable a una forma Lamboglia 5 en Campaniense de los siglos II-I a. C.24, un disco recortado sobre un fragmento cerámico, así como un borde de ánfora de la forma Pellicer D con escalón marcado al exterior (fig. 4, 19-28). Este tipo de ánforas se fabrica entre fines del siglo IV a.C., o poco después, y finales del I a.C.25, fechas en las que está atestiguada su producción en alfares carmonenses26. A esa capa se superponía en el interior de esta misma estructura de combustión otra con carbones (UE-79) que contenía abundantes cuencos hemisféricos de borde simple y base anular, algunos completos, cuencos de borde entrante de distinto tamaño, un fragmento de pared y un fondo de vasijas pintadas a bandas de tradición turdetana, un fragmento de borde de un cubilete de cerámica de Paredes Finas, forma Mayet III, con 6,8 cm de diámetro de boca, y un borde y arranque de asa de sección circular perteneciente a un ánfora de la forma T.9.1.1 de Ramon, más conocida como tipo Campamentos Numantinos, con 17,2 cm de diámetro exterior de boca (fig. 4, 8-18). Las fechas del conjunto vienen dadas por el fragmento de paredes finas, con una datación genérica en el s. I a. C., y el borde de ánfora T.9.1.1.1, cuya cronología abarca todo el s. II a.C. y la primera mitad del I a.C.27 22.  A. Mª Niveau de Villedary, Las cerámicas gaditanas “tipo Kuass”. Bases para el análisis de la bahía de Cádiz en época púnica, Madrid 2003, p. 248. 23.  Agradecemos la información a Violeta Moreno, autora de una revisión reciente de los hallazgos de esta clase cerámica en Sevilla y otros yacimientos de su entorno. En cualquier caso, en el caso del fragmento de Carmona, no excluimos que sea material residual. 24.  J. PRINCIPAL, “Las cerámicas del círculo de la Campaniense B”, M. Roca y Mª I. Fernández García, Introducción al estudio de la cerámica romana. Una breve guía de referencia, Málaga 2005, p. 55, piensa que la aparición de esta forma en los talleres campanos podría situarse entre el tercer y último cuarto del siglo II y fines del I a.C. 25.  E. García Vargas y J. F. García Fernández, “Romanización y consumo: cambios y continuidades en los contextos cerámicos de Hispalis en épocas turdetana y romano-republicana”, Spal 18, 2009, p. 148. 26.  A. Ortiz y E. Conlin, “Actividad arqueológica preventiva en c/. Dr. Fleming 13-15 de Carmona (Sevilla)”, AAA, en prensa. 27.  P. A. CARRETERO, “Las producciones cerámicas de ánforas tipo “Campamentos Numantinos” y su origen en San Fernando (Cádiz): los hornos de Pery Junquera”, D. Bernal & L. Lagóstena (eds.), Figlinae Baeticae. Talleres alfareros y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C.-VII de C.). Actas del Congreso Internacional (Cádiz, 12-14 de noviembre de 2003), BAR Internacional Series 1266, Oxford 2004, pp. 433-434.

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Figura 4. Cerámica hallada en el interior de las estructuras de combustión de la sala D (UUEE-72N, 86 y 79).

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Los materiales recuperados del interior de los hogares (UUEE-72N, 79 y 86), pueden fecharse en conjunto en el siglo I a.C., quizá más probablemente hacia mediados por la presencia de cerámica romana, todavía escasa, en un contexto en el que predomina la de tradición local28. Representan el final de la primera fase de uso del local hipogeo, que se selló también con la deposición de un suido de corta edad sobre el suelo de la cámara, junto al hogar central. 1.2. Reforma y ampliación del edificio En una segunda fase (fig. 2: Fase II), se llevaron a cabo obras de reforma y ampliación del edificio unicelular de la fase más antigua (cf. fig. 3: 5 y 6). Se procedió a la remodelación de la sala D, elevando la cota de suelo con una gruesa capa de tierra (UE-72) que cubrió los hogares y el banco situado bajo la hornacina, que ahora se recreció unos 15 cm con piedras y tierra compactada para adaptarlo al nuevo proyecto. Sobre él se hizo volar una estructura, a modo de mesa, de la que quedan las huellas de los anclajes tallados en la roca y los restos de argamasa que la fijaban a la pared. En la UE-72 se recuperaron discos cerámicos recortados, una fusayola y otros materiales cerámicos pertenecientes a formas pintadas, comunes, de Paredes Finas, Campanienses y ánforas de tradición turdetana (fig. 5). La cerámica común está representada por cuencos simples, un borde de jarra, un mortero con pico vertedor, un fragmento de olla y un borde de plato común con el exterior ahumado. Las producciones pintadas de tradición prerromana se limitan a dos bordes y un fragmento de pared de vasos cerrados. Los vasos de Paredes Finas también son escasos pero significativos, al haberse identificado las formas de cubilete Mayet II, de mediados del II a fines del I a. C., Mayet III (siglo I a.C.) (fig. 5: 6) y un galbo con decoración de bastoncillos al exterior que se data entre mediados del s. I a. C. y época de Augusto. Mejor representadas están las importaciones itálicas de mesa con las formas Lamboglia 1, 3, 5 y 6 de Campaniense B (fig. 5: 3-16), que aunque pueden arrancar del siglo II a.C., deberían datarse aquí en el I a.C. y más concretamente en su segunda mitad29. Finalmente, la única forma anfórica registrada en la unidad con tres fragmentos de bordes es el tipo Pellicer D, que como veíamos más arriba se fabricó hasta fines del I a.C.

28.  Esto explica que antes de estudiar con detalle la cerámica hallada en los “hornos” se barajaran fechas más antiguas para esta primera fase del complejo (Y. Llergo, J.L. Ubera y J.M. Román, “Estudio palinológico”, cit.). 29.  En esas fechas se están produciendo las cuatro formas. Para la cronología más precisa de cada una de ellas, vid. J. PRINCIPAL,”Las cerámicas del círculo de la Campaniense B”, cit., pp. 53-56.

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Figura 5. Cerámica local (1- 5) e importada (6- 16) de la UE-72.

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Además de transformar la sala D, en esta segunda fase se amplió el complejo con la apertura de la sala A que durante su excavación se comunicó con aquella a través de un túnel (galería E), de 1,30 x 0,50 y 1,47 m de altura, que se cerró posteriormente (fig. 2: Fase II). La parte inferior del hueco, se rellenó con una capa de albero y piedras de alcor de pequeño tamaño (UE-69), que también regularizó el suelo de la nueva cámara, eliminando una rampa con pendiente descendente hacia la entrada del túnel que se abría en su pared oeste. La parte superior se acabó de cerrar con una capa de tierra de color gris (UE-68) de características muy similares a la UE-72 que niveló la sala D, amortizando las estructuras de combustión de la primera fase de uso, y a la UE-64, que en el suelo de la cámara A se superponía a la capa de nivelación UE-69. En la UE-68 se recuperaron un as de la ceca local, del 140-130 a.C. o poco antes30, cuencos hemisféricos completos, similares a los hallados en la UE-79, de ascendencia prerromana pero con continuidad hasta el I de J.C., y cerámica con decoración pintada de tradición turdetana. En este último grupo destacamos parte de un plato de la forma Escacena II-G pintado en rojo al interior. Este tipo se data principalmente entre el s. V y el I a.C., estando presente en Itálica entre el s. III y el I a.C.31. A un cuenco o plato de las formas Escacena I-II pertenece una base anular con decoración conservada de tres círculos concéntricos pintados en rojo. En la UE-64 hallamos abundantes discos cerámicos que habían sido recortados a partir de paredes y fondos de piezas de distinta clase y morfología, con diámetros que oscilan entre 3,5 y 5,8 cm. Igualmente bien representada está la cerámica de tradición turdetana, con bordes de vasos globulares del tipo Escacena XII decorados con bandas pintadas en rojo32. Al mismo mundo de la cerámica de ascendencia prerromana, y a la misma forma, corresponde otro ejemplar sin decoración en el fragmento conservado. Entre la cerámica común, además de cuencos semiesféricos con borde simple o biselado al interior, que poco aportan a la datación precisa de la unidad, registramos bordes de ollas, orzas y lebrillos, una tapadera, un mortero casi completo y cuatro bordes de ánforas. La forma del mortero33, de borde de 30.  F. Chaves, “La ceca de Carmo”, A. Caballos (ed.), Actas del II Congreso de Historia de Carmona. Carmona Romana, Carmona 2001, pp. 339-362, principalmente p. 341 (Serie I, Grupo 1) y Lám. I, 2. 31.  J. L. Escacena, Cerámicas a torno pintadas andaluzas de la II Edad del Hierro (Tesis Doctoral microfilmada), Cádiz 1987, p. 154. 32.  El tipo Escacena XII presenta una amplia cronología al igual que una gran diversidad en lo que se refiere a las secciones de bordes y cuellos, así como a la distribución de la decoración, datándose hasta al menos el s. I d. C. (J. L. Escacena, Cerámicas a torno pintadas andaluzas, cit., p. 458). 33.  Dimensiones: 17,7 cm de diámetro de borde; 11,1 cm de diámetro de base y 6 cm de altura.

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labio moldurado acabado en un listel inferior y superficie interior cubierta de estrías concéntricas, tiene su antecedente en modelos de importación itálica (Forma 1 de Aguarod = Emporiae 36, 2) que se comercializan por el Mediterráneo en los siglos II y I a. C.34. Sin embargo, la pieza encuentra sus paralelos directos en los morteros de la forma 2 de Santarém de producción bética35, con borde vertical, documentándose un ejemplar en este yacimiento portugués en un estrato datado a finales de la República, asociado a ánforas Dressel 1, Haltern 70 y Maña C236. En Castro Marim, sobre la orilla portuguesa del Guadiana, próximo a la desembocadura, la forma se documenta a mediados del I a. C.37. El inicio de la producción bética de este tipo de morteros que emulan formas itálicas habría que situarlo de manera genérica de mediados a fines del siglo I a. C., continuando durante todo el s. I d. C. Por último, el material anfórico correspondiente a esta UE-64 está formado por dos bordes de la forma Pellicer D, con 7,8 y 12 cm de diámetro de boca y un borde de la forma Dressel 7-11 con 15,2 cm de diámetro de boca. La presencia de esta última permitiría afinar la datación de la UE-64 a partir de inicios de la segunda mitad del s. I a. C. En resumen, los materiales arqueológicos recuperados en los rellenos de nivelación del suelo de las salas D y A (UUEE-72 y 64), así como en la que cierra finalmente el túnel que las comunicó durante los trabajos de extracción de piedra para la ampliación del complejo subterráneo (UE-68), sitúan el final de estas obras en la segunda mitad del siglo I a. C. Aunque no podemos asegurarlo, pudo ser también en esta segunda fase cuando se abrió la sala C y cuando el complejo adquirió rasgos monumentales con la construcción de un potente muro de fachada (UUEE-59/82) que cubría el frente rocoso original (figs. 2: Fase II y 3: 1). El hecho de que la zanja de cimentación de este muro externo rompa la capa de nivelación UE-64 que subyace al nivel de uso de la sala A, podría indicar que su construcción fue posterior, pero no hay ningún otro dato que contradiga que el muro de fachada y la puerta de sillares construida como nuevo acceso a la sala D sean coetáneos y, de acuerdo con la secuencia estratigráfica, la edificación de esta puerta monumental está fechada por la capa de nivelación (UE-72) que recreció el suelo de la estancia D y el del pasillo que le daba acceso hasta alcanzar cotas similares a las del resto del complejo. 34.  C. Aguarod, Cerámica romana importada de cocina en la Tarraconense, Zaragoza 1991, p. 124. 35.  Las pastas de los morteros de la Forma 2 documentados en Santarém se han asignado a producciones gaditanas y del Valle del Guadalquivir por A. M. Arruda y C. Viegas, “Les mortiers de l’Alcáçova de Santarém (Portugal)”, L. Rivet (coord.), Société Française d´Étude de la Céramique Antique en Gaule, Actes du Congrès de Vallauris, 20-23 mai 2004, Marseille 2004, p. 344, Tab. 2. 36.  A. M. Arruda y C. Viegas, “Les mortiers de l’Alcáçova de Santarém (Portugal)”, cit., pp. 344 y 345. 37.  Idem, p. 345.

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El muro discurría paralelo al frente del alcor, y con su misma orientación de 60º, en una longitud mínima de 11,20 m, pero sólo se excavó el paramento interno del tramo que cerraba la sala A (fig. 6: 4). Su base descansaba directamente sobre la roca madre, que había sido rebajada varios centímetros. Por el extremo oriental terminaba en esquina con un machón de sillares de calcarenita local cuyo lado norte encajaba en un resalte tallado en el frente del alcor. Los sillares se superponían a tizón y en seco, uno por fila, y sólo quedaban los cuatro inferiores de los seis que, según nuestros cálculos, pudo tener en origen. Su altura oscilaba entre 0,45 y 0,55 m y tenían 0,55 m de ancho en todos los casos38. El frente del muro, paralelo a la anterior fachada de roca natural, fue construido con mampostería de piedra local, parcialmente careada, desde su cimentación39 hasta una altura de 1,80 m. A partir de ahí se recreció con adobes, dispuestos a soga40, hasta una altura mínima de 4 m, teniendo en cuenta que sobre él apoyaban las vigas del forjado que cubría por el sur la sala A, al exterior de su parte subterránea. Las cabezas de las vigas de madera apoyaban por su extremo norte en 6 huecos o mechinales de 20 cm de longitud por otro tanto de altura, alineados a una distancia regular de unos 40 cm sobre la zona superior del frente rocoso, a 0,80 m de profundidad respecto al borde del frente de alcor (fig. 3: 1). El muro ampliaba la sala A hacia el exterior, resultando así una estancia semi hipogea de planta rectangular, de 3,20 x 2,20 m, con el eje de los lados mayores orientados a 60º (fig. 2: Fase II). Se accedía a ella por un vano de 0,70 m de ancho situado en la esquina oeste del muro de fachada, algo desplazado respecto al eje de ingreso directo. En la construcción de los laterales de la puerta se usaron sillares y piedras de mayor tamaño y talla más regular que en el resto de la estructura muraria. En las piedras inferiores, a ambos lados, se conservaban los huecos tallados para el anclaje del marco o umbral y las piedras del lado oriental tenían un pequeño resalte y algún hueco posiblemente relacionados con el sistema de cierre. El dintel debió ser de madera, lo que explicaría que al pudrirse hubiera ocasionado el derrumbe del alzado de adobes sobre el hueco del vano, impidiéndonos saber con exactitud la altura de la puerta, que calculamos en al menos 1,50 m a partir de la que alcanzan los bloques de piedra con los que se clausuró finalmente (fig. 6: 4). El techo de la estancia, con una altura máxima de 2,30 m con respecto al nivel de uso, se talló en forma de bóveda de cañón en la parte subterránea, orientada en sentido norte-sur, y se completó en la zona exterior con un techado, posiblemente plano, sostenido por el forjado mencionado más arriba. 38.  Es probable que la longitud de estos bloques estuviera en torno a 1,10 m, teniendo en cuenta los módulos registrados en otros contextos de la misma época. 39.  Construida con piedra algo más menuda, la base era un poco más ancha que el resto de su alzado y tenía 0,60 m de altura, aproximadamente. 40.  El ladrillo más completo mide 55x30x8 cm.

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Figura 6. Reconstrucción en 3D de la sala C, según elaboración de J. González (1) y detalle de la escalera de la misma (2); boca de la galería B desde la cámara A (3) y cierre del acceso a las salas A (4) y C/D (5).

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En el interior de la cámara, en la esquina noreste, se abría en la pared la entrada a un segundo túnel (B) de 2,45 m de longitud por 0,45 a 0,65 m de ancho y en torno a 1,65 de altura, que comunicaba esta sala A con la C. Orientada a 120º, era la única de las estructuras que no seguía el eje de 60º marcado por el frente exterior de la roca. Esta galería, de talla muy irregular, se dejó parcialmente abierta y sólo su acceso desde la sala A se cerró con un murete de adobes de 55 x 30 x 8 cm, colocados a soga, que conservaba un alzado de 0,90 m, quedando en la parte superior un hueco abierto de 0,75 m de altura (fig. 6: 3). La construcción del murete se realizó sobre la capa de nivelación UE-64. Los ladrillos de adobe eran de color verdosoamarillento, con escaso desgrasante y medidas irregulares, siendo en algunos casos cortados para adaptarlos al hueco. Se trabaron con arcilla de color marrón, dejando una llaga de entre 1 y 2 cm. La misma arcilla fue empleada para rellenar las irregularidades de la piedra y para revocar la base del muro, hasta una altura de unos 30 cm. Es posible que este hueco buscara la ventilación de la sala C, la más interior, pero tampoco descartamos que tuviera que ver con la función de estas dos cámaras. Como ocurre en el resto de las dependencias, no se encontraron indicios de que las paredes hubieran estado revestidas con morteros o enlucidos, sin embargo sobre la pared norte se habían conservado varias hiladas de clavos de hierro que podrían sugerir que al menos este frente, tuvo un revestimiento de tablas de madera o similar. Por otra parte, sobre la capa de nivelación UE-64 se depositó una de tierra rojiza y textura arenosa, de escasa potencia (de 4 a 6 cm), documentada en toda la superficie de la cámara salvo en la zona oriental41, con el fin de pavimentar la galería, o quizá de nivelar el suelo con vistas a la colocación de una tarima o piso de madera, que tras descomponerse podría haber generado la capa UE-63, de 2-4 cm de grosor y alto contenido en materia orgánica. Esta deducción se apoya también en el hallazgo de clavos de hierro en las capas de abandono y en la existencia de huecos poco profundos en las esquinas de la cámara, de unos 15 cm de diámetro, que pudieron servir para anclar una estructura de madera. En el extremo occidental del muro de fachada se abrió una nueva puerta de acceso a la sala D, que alargaba el pequeño corredor de la entrada original con un nuevo tramo construido –en paredes y techo– con sillares de cantera local (fig. 2: Fase II). La estructura se adosó al frente vertical de la roca, con una orientación de 150º. Se conservaba en muy buen estado, pero solo pudo ser documentada desde el interior por encontrarse fuera, a unos 5 m al oeste, de la cuadrícula en la que se planteó la intervención arqueológica y bajo el edificio colindante. Para su construcción se utilizaron sillares de piedra alcoriza de gran consistencia, tallados de forma que encajasen unos con otros unidos en seco. El vano de la puerta, de planta 41.  Donde desapareció por la acción erosiva de escorrentías que entraron desde el exterior tras el abandono del local.

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rectangular, tenía 1,40 m de longitud por 0,80 de anchura y 1,90 m de altura. Las paredes laterales fueron construidas con cuatro sillares superpuestos a soga a cada lado, de dimensiones desiguales, que sólo pudieron documentarse por la cara interna42. Todos estaban tallados horizontalmente en forma de L, con la parte más gruesa en contacto con la fachada de roca original, estrechando el corredor respecto a la zona inmediata a la entrada desde el exterior. Sobre la superficie de esta parte más gruesa del sillar, a ambos lados del pasillo, quedan irregularidades que nos parecen motivos esculpidos en relieve, aunque no acertamos a identificarlos (fig. 3: 4). El techo de la puerta fue construido con tres losas planas de la misma piedra local, bien talladas para encajar transversalmente sobre las paredes laterales43 (fig. 3: 3). Según los huecos para el gozne y los anclajes registrados sobre los sillares, el vano debió cerrarse en su extremo sur con una puerta de una sola hoja que se abatiría sobre la pared oriental, a la derecha según se entraba. En el exterior, la puerta debió unirse al extremo occidental del muro de fachada ya descrito. La mayor parte del vano de la puerta quedó cegado por la capa (UE-73) generada por el derrumbe del alzado de adobes de dicha estructura. Finalmente, pensamos que también debió abrirse ahora la sala C en la parte posterior –al norte– de las otras dos y con la misma orientación de 60º (figs. 2: Fase II y 6: 1). Tiene planta rectangular, con 5,20 m de longitud por 2,10 de ancho y 2 m de altura máxima, y techo en forma de bóveda de cañón. Se podía acceder a ella desde la cota superior, por una empinada escalera de 14 peldaños tallados en la roca que terminaba en un rellano cuadrado44 (fig. 6: 1 y 2), y desde la inferior a través de un vano que la comunicaba con la cámara D. La escalera, de aproximadamente un metro de ancho, se talló de forma perpendicular a la galería, siguiendo una orientación de 150º, complementaria al eje de 60º que ordena el complejo. Arrancaba del borde del escarpe, por encima de la línea de mechinales (fig. 3: 1), por lo que deducimos que se accedía a ella por un corredor que discurría sobre el forjado del techo de la parte externa de la sala A. El tránsito interior entre las cámaras C y D se hacía a través de un vano de 0,60 m de largo por 0,83 m de ancho y 1,80 m de alto, abierto en la esquina suroeste de la habitación. Hacia la mitad del vano, y en la parte superior de las paredes, se registraron dos huecos enfrentados que podrían estar relacionados con el anclaje de una puerta de madera. En el extremo opuesto de la misma pared meridional de la cámara C, se abría el túnel B que la comunicaba con la sala A, ya descrito más arriba. El acceso al mismo desde la sala C quedaba a unos 30 cm de altura sobre la cota del suelo de la estancia (fig. 6: 1 y 2). 42.  Los sillares de la pared oeste medían (longitud y altura) de inferior a superior, 1,40 x 0,50 m, 1,30 x 0,65 m, 1,20 x 0,60 m y 1,20 x 0,20 m. Los de la pared oriental, en el mismo orden, 1,20 x 0,55 m, 1,15 x 0,55 m, 1,15 x 0,50 m y 1,15 x 0,30 m. 43.  El ancho de las losas era desde la entrada al interior de 0,60, 0,43 y 0,34 m. 44.  Salvaba una altura de unos 4 m.

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1.3. Abandono y clausura definitiva del complejo subterráneo La cerámica recuperada en los contextos de abandono de las salas A y D permiten situar el final de la etapa de utilización del nuevo complejo en tiempos de la dinastía Flavia, probablemente bajo Vespasiano o algo después. Sobre la superficie de uso de la sala A se hallaron diversos materiales (UE-60A) que se abandonaron in situ o se depositaron de forma intencional antes de clausurar el local: cuatro monedas acuñadas durante los mandatos de Tiberio y Claudio; dos vasos pequeños, uno de los cuales permanecía de pie sobre el suelo, cubierto con una tapadera improvisada, hecha con un fondo recortado; y una caja de la que se han conservado las bisagras de hueso y los apliques metálicos45, que contuvo útiles óseos relacionados con actividades femeninas46 y un entalle de cornalina con representación de un genio alado con antorcha, quizá Eros (fig.7: 1-13). Si nuestra interpretación es correcta, otras piezas de cerámica halladas en las capas de vertidos que colmataron la sala tras su abandono, pudieron estar relacionadas también con el uso de esta dependencia en su fase final. Son en concreto dos servicios de mesa registrados junto a la pared oriental de la cámara en las capas UUEE-60 y 55, que podrían haber caído de repisas o estantes en los que estuvieran colocados, dado que las piezas estaban completas, aunque fragmentadas en trozos grandes. La primera de las capas (UE-60) se vertió desde el exterior directamente sobre la superficie de uso de la habitación. En ella se hallaron varios ejemplares de Terra Sigillata Gálica: dos copas Drag. 27 del taller de La Graufesenque, una de ellas con marca de alfarero en cartela completa de forma rectangular en la que podría leerse la marca AMAN (con nexo A-M-A-N) (fig. 7: 24), tal vez abreviatura de Amandus, un alfarero que trabajó en los talleres de La Graufesenque y Montans durante los principados de Tiberio y Vespasiano. En el otro ejemplar se conserva sólo un pequeño fragmento de una marca que resulta ilegible (fig.7: 25). También se recuperó una copa Drag. 24/25 con decoración a ruedecilla en el exterior (fig. 7: 26) y un plato Drag. 18 que conserva en el fondo, por el interior, parte de una marca, en cartela rectangular inscrita dentro de un círculo, en la que se lee […]MOFIC con letras de trazo cuidado (fig.7: 20). El plato 18 se fabricó durante prácticamente todo el s. I d. C. El Servicio A de La Graufesenque, característico de época Flavia, se encuentra representado por una copa de la forma Drag. 35, con decoración de gotas de agua a la barbotina en el borde, y un plato Drag. 36 con idéntica decoración (fig.7: 22 y 23). Este conjunto cerámico podría datarse en época del emperador Vespasiano, entre el 65-75 a.C., con base en la ausencia de formas en Terra Sigillata Hispánica típicas de fines del siglo I y primera mitad del II y de cerámica africana de cocina y de mesa. 45.  Un disco metálico y pequeños remaches de hierro dispuestos en dos dobles hileras. 46.  Un fragmento de espátula, tres alfileres de cabeza poligonal o circular y una aguja con ojal.

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Figura 7. Materiales hallados sobre el suelo de la sala A (1-13) y en la capa de vertidos UE-60 (14-26).

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Como decíamos, en la capa de vertidos UE-55 podría repetirse el mismo hecho señalado en la UE-60, es decir, la conjunción de objetos en uso que se abandonaron en la sala A cuando se procedió a su clausura y de abundantes materiales cerámicos de desecho, mezclados con restos constructivos, aprovechados como escombros para rellenar la cavidad subterránea. Entre los primeros habría que incluir dos copas Drag. 27 de Terra Sigillata Sudgálica, una de las cuales presenta en el fondo interno marca de alfarero con lectura retrógrada en cartela rectangular oblonga, inscrita dentro de un círculo, en la que se lee OFPAS, con fallo de impresión en la F. Passienvs desarrolló su actividad alfarera en los talleres de La Graufesenque durante el periodo Nerón-Vespasiano47. La forma de copa Drag. 27 se data preferentemente en el siglo I d. C., siendo común en niveles del segundo al último cuarto de la centuria. Suele encontrarse en los contextos del s. I d. C. con el plato Drag. 18 y Drag. 18/31, tipo también representado aquí por un ejemplar completo con marca de alfarero en cartela rectangular oblonga de difícil lectura (¿OF(IVOLA?). El servicio de mesa típico de época Flavia está representado por una copa Drag. 35 y dos platos Drag. 36, aunque su cronología está centrada entre el 60 y el 120 d. C. De acuerdo con los materiales señalados, la datación de este otro lote no difiere sustancialmente de la que asignamos al conjunto recuperado en la UE-60. Coincidiendo con el abandono del complejo, la puerta de acceso en el muro de fachada se cegó con sillares de piedra local (fig. 6: 4) y la cámara, desprovista del techo que cubría su ampliación exterior, se colmató pronto con capas de vertidos en fechas de entre la segunda mitad del I d.C. y principios del II a.C. La mayor parte de la abundante cerámica de desecho que contenían las UUEE-60 y 55 tiene fechas coincidentes o poco posteriores a las de las piezas de Terra Sigillata descritas más arriba. En la primera de ellas encontramos, entre otra mucha cerámica, una terracota femenina (fig. 7: 14), vasitos de Paredes Finas (fig. 7: 17 y 18), una lucerna de disco casi completa de la forma Deneauve VIIA (Dressel 17) y datada entre la segunda mitad del s. I d. C. y el s. II, aunque puede llegar hasta el s. III d. C. Presenta asa horadada, margo caído, tres acanaladuras que delimitan un disco liso con orificio de alimentación central y marca de alfarero COPPI[RES] en la base48 (fig. 7: 15). Otras nueve piezas han sido identificadas como lucernas de volutas de la forma Deneauve VA (Dressel 11). La más completa (fig. 7: 16) tiene rostrum redondeado, dobles volutas y margo levemente caído con tres acanaladuras que 47.  F. Oswald, Index of Potters Stamps on Terra Sigillata “Samian Ware”, Avignon Revue Archeologique Sites, Margidunum 1931 (reed 1983), pp. 227-229. 48.  Las producciones de este alfarero reciben distintas dataciones, coincidiendo la mayoría de los autores entre el último cuarto del siglo I y la primera mitad del II d. C. (F. G. Rodríguez Martín, Lucernas romanas del Museo Nacional de Arte Romano (Mérida), Monografías emeritenses 7, Madrid 2002, pp. 154-155.

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delimitan el disco. La base es circular con un sello en doble planta pedis, en el que se lee [.](V)F/[.]VF. La Terra Sigillata Hispánica está también presente con parte de un ejemplar de la Forma 37a con decoración compuesta por dos frisos separados entre sí por baquetones, el superior con grandes ovas sin lengüeta y el inferior con un motivo de tres círculos concéntricos (fig. 7: 21). En cuanto a la UE-55, documentamos la producción de sigillata riojana, presente con un cuenco prácticamente completo de la Forma 37a, con decoración distribuida en dos frisos (fig. 7: 21). En el superior, dividido en metopas por medio de líneas onduladas, se repite como motivo único un medallón segmentado que aloja a un ave con la cabeza vuelta hacia la izquierda. El inferior presenta decoración metopada con tres líneas ondulantes, alternando en su interior un motivo fitomorfo, documentado en el taller de Arenzana de Arriba, con un motivo zoomorfo (águila estante mirando a la derecha), documentado sobre un molde del mismo taller. La forma 37a con decoración metopada se data en Arenzana entre el 60-70 d. C. y el primer tercio del siglo II d. C., llegando en Bezares al siglo III d. C. La presencia de un ánfora Dressel 20 con borde apuntado al exterior y dos ejemplares de la forma gala G5, ambas con fechas del último cuarto del siglo I a inicios del II d. C., podría llevar la cronología de este depósito hasta fines del I d. C. o poco después. Ninguna de las dos capas de sedimentación (UUEE-55 y 60) contiene materiales de importación africana. En cuanto a la sala D, antes de su clausura definitiva se llevó a cabo la deposición de 18 animales de distintas especies, completos o en partes, en el nicho excavado en la roca de la pared oeste del corredor de acceso, junto a la entrada a la cámara. El estudio faunístico realizado por J.A. Riquelme sobre un total de 586 fragmentos óseos49, ha permitido identificar restos de un ovicaprino, un suido, un mirlo o zorzal (Turdus sp.), una gallina, cinco conejos50 y nueve perros: cuatro infantiles, uno juvenil, dos subadultos y dos adultos, aunque sólo en el caso de los dos últimos grupos se han recuperado los esqueletos más o menos completos y en segura conexión anatómica51. La ausencia del hueso peneano en el material óseo de los animales adultos, podría indicar que eran hembras, quizá con sus crías. La talla media de los subadultos y adultos oscila entre 42 y 47 cm, con la excepción de un individuo que no llega a los 30 cm. La diferencia de tamaño podrían deberse a que eran de dos razas distintas. En ningún caso se apreciaron huellas de cortes ni de descarnadura en los huesos. 49.  J. A. Riquelme Cantal, “Informe faunístico de los restos óseos recuperados en la intervención arqueológica realizada en el solar nº 1A de la calle San Felipe, Carmona (Sevilla)”, inédito, 2013. 50.  La mayoría pertenecen a individuos de edad infantil y juvenil, lo que podría hacer pensar en crías muertas en la madriguera, pero a falta de evidencias claras en ese sentido, pensamos que su presencia en el nicho puede tener la misma explicación que la del resto de los animales. 51.  533 de los 586 restos determinados son de Canis familiaris, lo que supone algo más del 90% del total.

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Sobre el pavimento de la habitación quedaron abandonados algunos objetos que se habían utilizado hasta ese momento, como un pequeño tintinabulum y unas pinzas de bronce, un ánfora vinaria Dressel 2-4 completa, que puede fecharse desde la segunda mitad avanzada del s. I a. C. hasta mediados del siguiente52 y un ejemplar, asimismo completo, de una lucerna de la forma Deneauve VD (Dressel 15) con volutas simples, asa con orificio, margo caído y dos acanaladuras delimitando el disco, decorada con cornucopia y caduceo (fig. 8: 3), con una datación comprendida entre mediados del s. I y la segunda mitad del s. II d. C. En consecuencia, no hay nada que contradiga que el final del uso de esta sala D pudo ser coetáneo del de la cámara A. Como ya se ha dicho, antes de su abandono definitivo, se tapió el paso a la sala C y, finalmente, la puerta de sillares quedó cegada por derrumbes del muro de fachada y capas de escombros, vertidas desde el exterior, que llegaron a cubrir gran parte del pasillo de entrada a la cámara (fig. 3: 4). Posteriormente, potentes depósitos de sedimentos, materiales arqueológicos y restos faunísticos vertidos por el hueco abierto en el techo de la cámara, la colmataron casi por completo entre la segunda mitad del siglo I y mediados del II d.C.53 La sala C no ha ofrecido ninguna evidencia que nos permita saber cuándo se excavó, a qué se dedicó y cuándo se clausuró, aunque suponemos que el cierre con piedras de la entrada a la escalera fue coetáneo del de las otras dos cámaras y al del vano que la comunicaba con la sala D, tapiado desde esta última con un muro de piedras y fragmentos de tégulas (fig. 6: 5). En época almohade el subterráneo se reutilizó como fosa séptica a través del hueco de la escalera. La mayor parte de la sala, a excepción de la parte superior, quedó colmatada por sedimentos y capas de vertido medievales, que invadieron también gran parte de la galería B, sin llegar a entrar en la cámara A.

52.  D. BERNAL, “Costa de Baetica”, Amphorae ex Hispania, las fecha entre 25 a.C. y 125/150 de J. C., en http://amphorae.icac.cat/es/tipologias, acceso 22/02/2014. 53.  Sobre la superficie (UE-101) que separa las dos últimas capas de vertidos (UUEE-71B y 71A), se documentó una gran concentración de huesos de animales. Destaca la presencia de los esqueletos de al menos dos équidos, esqueletos completos y huesos sueltos de varios cánidos y restos de ovicápridos, suidos, bóvidos y otros mamíferos pequeños. Tal concentración de fauna, gran parte de la cual no procede del consumo humano, pudo caer accidentalmente por el hueco exterior de la chimenea, que pudo actuar como trampa natural durante el tiempo que tardó en colmatarse la cámara por completo. Sin embargo, nos inclinamos a pensar que los cuerpos de estos animales fueron arrojados aquí intencionalmente, quizás como basura, aunque no desechamos otras opciones, teniendo en cuenta la fauna depositada en el nicho de la entrada de esta misma sala D.

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2. Un santuario en la entrada a la ciudad Las características arquitectónicas del edificio, los rasgos monumentales que adquiere en la segunda fase, el mobiliario permanente de la sala D –hornacina, banco y mesa– que podría vincularse sin dificultad a prácticas litúrgicas54, la evidencia en esta misma estancia de posibles rituales de ofrendas vegetales y de libaciones en relación con los dos hogares-altares, los sacrificios de animales, el abandono en la sala A de objetos valiosos y de vajilla que estaban en buen uso, la colocación intencional sobre el suelo de la misma de un vasito tapado con un fondo recortado invertido, la contundente clausura de las tres salas, e, incluso, algunos de los materiales recuperados en las capas de colmatación, como un altar portátil que conservaba trazas de combustión55 y una terracota con representación masculina que describimos a continuación, nos hacen pensar que el local subterráneo de la calle San Felipe fue un lugar de culto consagrado a divinidades relacionadas con el inframundo –un espacio en el que confluyen la vida y la muerte–, dioses a los que los griegos llamaron ctonios. Propio de los cultos ctonios eran los hogares en el suelo –eschárai– en los que se vertían libaciones56. No sabemos con seguridad qué divinidad o divinidades recibían culto en el santuario, pero vemos un indicio significativo en una figura de barro modelada a mano que se recuperó en la UE-55, una de las capas de vertidos que colmataron el interior de la sala A57. El relativo buen estado de conservación de la pieza, pese a su fragilidad, ha hecho pensar al arqueólogo responsable de la excavación que pudiera haber sido depositado intencionalmente, pero esto no es seguro. Representa a un varón desnudo, sentado sobre una roca, que posa la mano izquierda sobre un objeto apoyado sobre el muslo y se acompaña de un pequeño carnero58 (fig. 8: 1 y 2). 54.  Vid. T. Moneo, Religio Iberica, cit., pp. 353-356. 55.  La pieza, tallada en piedra caliza, está incompleta en dos partes que no llegan a unir y procede de la capa UE-55. Tiene forma rectangular, con 25,3 x19 y 12,5 cm de altura y perfil interior escalonado en descenso hacia una cavidad central de forma asimismo rectangular, de 5,3 cm de ancho en el centro por 3,7 cm de altura. 56.  W. BURKERT, La religione greca di epoca arcaica e classica, Milano 2003, p. 380. M. Almagro-Gorbea y T. Moneo, Santuarios urbanos, cit., p. 150, anotan la presencia de un horno en el interior de una capilla excavada en la puerta sur de la ciudad próximo-oriental de Hazor. 57.  Es la misma capa que contenía uno de los lotes de piezas de Terra Sigillata descritas más arriba. Los sedimentos están muy inclinados y llegan a gran profundidad, por lo que no debe extrañar que junto con los escombros, pudieran contener objetos abandonados sobre sencillas estructuras perecederas –repisas o estantes– colocadas en las paredes. 58.  Altura total de la pieza: 24,4 cm; altura total de la figura masculina: 23,9 cm; ancho máximo de la cabeza: 5,2 cm; ancho en los hombros: 7,4 cm; ancho en la cintura: 5,6 cm. Rocaasiento: longitud: 9,8 cm; ancho: 8,5 cm, aprox.; altura: 1,93 cm en parte delantera y 6,5 cm en parte posterior. Carnero: longitud: 6,6 cm; altura en la cruz: 3,5 cm; altura hasta la cabeza: 5,5 cm.

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La iconografía es tan conocida que no caben dudas de que la pieza de San Felipe, seguramente un exvoto, es una versión popular inspirada en modelos clásicos que representan al Hermes/Mercurio greco-romano en su condición de mensajero y guía de viajeros –con alas y haciendo un alto en el camino– y, a la vez, como protector de los rebaños, representados por el pequeño carnero que le acompaña, y como benefactor en negocios de carácter comercial, cuya prosperidad se refleja en la bolsa bien repleta que protege cubriéndola con la mano, símbolo de la economía monetaria y mercantil59. La bolsa –marsupium– se considera generalmente un atributo específico del Mercurio romano60. En la terracota de San Felipe, dos pequeñas protuberancias señalan los puntos de inserción de las alas directamente sobre la cabeza. Pero aunque indudablemente está inspirada en modelos clásicos, la figura presenta unos rasgos faciales que no son griegos ni romanos; tienen una estética diferente, emparentada con la coroplastia fenicio-púnica, que en el ámbito más occidental está bien representada en Ibiza61. Son imágenes que aun cuando acusan la influencia clásica, no renuncian a los valores estéticos y religiosos de su propia cultura62. La forma de tratar los orificios nasales y el extremo del tabique nasal, nos hacen sospechar que el personaje pudo llevar un arete en la nariz –un nezem–, como algunas imágenes púnicas conocidas63. Los exvotos, como signos de devoción personal, son muy expresivos de las distintas esferas en que se mueven la religión oficial y la piedad privada64. No resulta extraño encontrar testimonios del culto a Mercurio en Carmona, puesto que fue una divinidad importante en el panteón de la ciudad republicana, posiblemente uno de sus patronos. Su efigie figura como emblema religioso en emisiones monetales de las últimas décadas del s. II a. C. Se le representa con atributos vegetales, evocando tanto la faceta agrícola de la economía de la ciudad, como la 59.  G. SIEBERT, “Hermes”, LIMC V, 1, Zürich 1990, pp. 285-387, especialmente p. 369, nº 965, con imagen en LIMC V, 2, p. 281, Hermes 965. 60.  W. BURKERT, La religione greca, cit., p. 313. Sobre la faceta mercantil del Mercurio romano, B. COMBET-FARNOUX, Mercure romain. Le culte public de Mercure et la fonction mercantile à Rome de la république archaïque à l’époque augustéenne, Rome 1980. 61.  M. TARRADELL, Terracotas púnicas de Ibiza, Barcelona 1974, figs. 27, 29 y 69, entre otras. 62.  Similares fenómenos de hibridación plástica se han constatado en otros contextos culturales, como respuesta a cambios y adaptaciones impuestas por el mundo romano en la religiosidad de las sociedades locales. Para el caso de Mercurio en el ámbito galo, por ejemplo, vid. C. BÉMONT, “Couples mixtes gallo-romaines”, L. Kahil, Ch. Augé y P. Linant de Bellefonds (dircts), Iconographie Classique et Identités régionales (Paris, 26 et 27 mai 1983), BCH supplement XIV, Paris 1986, pp. 131-153, especialmente p. 131. 63.  Mª. J. ALMAGRO, Catálogo de las terracotas de Ibiza del Museo Arqueológico Nacional, Madrid 1980, Láms. XXVI, 40 y LXIII, 108. 64.  Vid. M. Le Glay, « Iconographie classique et sculptures africaines », L. Kahil, Ch. Augé y P. Linant de Bellefonds (dircts), Iconographie Classique et Identités régionales (Paris, 26 et 27 mai 1983), BCH supplement XIV, Paris 1986, pp. 219-234, sobre todo 226-227.

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protección de la divinidad sobre la misma65. Tal caracterización, totalmente ajena al Mercurio romano, ha hecho pensar en un fenómeno de asimilación de un culto local anterior. De hecho, algunos numísmatas identifican el dios de estas monedas con el Mercurio africano66, una figura divina con nombre romano y rasgos púnicos que recibió culto en el norte de África como dios psicopompo –conductor de las almas al más allá– y de la vegetación, sobre todo de los campos cultivados67. De identidad prácticamente desconocida hasta hace poco, este Mercurio africano se considera hoy una interpretatio romana del dios semita Baal Addir (“Señor poderoso”). Atestiguado en Oriente desde principios del siglo V a.C. y en el III a. C. en la Cerdeña púnica68, su culto tuvo una gran difusión en el Norte de África bajo dominio romano, principalmente en la región de Cirta, donde recibió culto junto con los dos grandes dioses del panteón cartaginés, Baal Hammon y Tinnit69. En muchas inscripciones latinas se le da el título de deus, con el que generalmente se designa a una divinidad no romana70. “Dado que el Mercurio greco-romano era igualmente popular en África, como en otros sitios del imperio, quizá hubo necesidad de diferenciar al Mercurio africano del otro”71. Al igual que el Hermes-Mercurio grecorromano, esta divinidad de ascendencia libio-púnica tenía el caduceo como atributo simbólico, emblema que figura en el anverso de las monedas de Carmo de época republicana junto a la efigie del dios o en el reverso. También lo encontramos en una lucerna, prácticamente completa, abandonada sobre la superficie de uso de la sala D, donde el caduceo se acompaña del cuerno de la abundancia lleno de frutos, símbolo de la fertilidad y riqueza de una tierra protegida por la divinidad72 65.  F. CHAVES, “La ceca de Carmo”, cit., Serie II, Grupo 3, p. 34, Lám. I, 7-9. 66.  I. Rodríguez Casanova, “Consideraciones sobre la iconografía monetal de la ceca de Carmo: el Mercurio Africano”, G. Mora, R. M. Sobral y Mª. P. García-Bellido (coord.), Rutas, ciudades y moneda en Hispania: actas del II Encuentro Peninsular de Numismática Antigua, Porto, marzo de 1997, Anejos AEspA XX, Madrid 1999, pp. 333-340. 67.  E. LIPINSKI, Dieux et déesses de l’Univers phénicien et punique, Studia Phoenicia XIV, Leuven 1995, pp. 393-396. 68.  S. RIBICHINI, «Mythes et rites des phéniciens et des carthaginois», G. Del Olmo (ed.), Mythologie et religion des sémites occidentaux. Volume II, Émar, Ougarit, Israël, Phénicie, Aram, Arabie, Leuven-Paris-Dudley 2008, p. 335. 69.  A. CADOTTE, La Romanisation des Dieux. L’interpretatio romana en Afrique du Nord sous le Haut-Empire, Leiden-Boston 2007, pp. 113-164. El nombre de Baal Addir es corriente en la antroponimia fenicia y cartaginesa. En la Hispania romana podría haber sido usado como cognomen en una inscripción de Baelo Claudia de fines del siglo I o principios del II (J. L. Lopez Castro y J. A. Belmonte, “Pervivencias de la antroponimia fenicia en época romana en la península ibérica”, B. Mora y C. Cruz (coord.), La etapa neopúnica en Hispania y el Mediterráneo centro occidental: identidades compartidas, Sevilla 2012, p. 150. 70.  A. CADOTTE, La Romanisation des Dieux, cit., pp. 139-140. 71.  Idem, p. 130. 72.  B. Combet-Farnoux, Mercure romain, cit., p. 428.

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(fig. 8: 3). Son, pues, expresivos y variados los datos que apuntan a un Mercurio de personalidad sincretizada como la divinidad ctonia que pudo recibir culto en el santuario rupestre de la calle San Felipe. El Mercurio africano tenía el escorpión como animal atributo, pero también el carnero y el perro si consideramos su relación con Silvano73. W. Déonna74 vio en el escorpión la herencia púnica del dios africano que protegería contra la picadura de este arácnido. Podría ser algo más que mera coincidencia el hecho de que en los dos hornos de la primera fase de uso de la sala D se quemase gualda (Reseda luteola), una planta que por las propiedades antiinflamatorias y calmantes que se le reconocen podría haberse considerado efectiva contra la dañina picadura del alacrán, el escorpión común75. En cuanto a los perros, su presencia reiterada en estructuras rituales de la necrópolis de Cádiz, ha revalorizado su papel en la religiosidad semita, ya atisbado, por otra parte, a través de la arqueología próximo-oriental76. Numerosos hallazgos, estudiados de forma exhaustiva77, confirman que estos animales fueron objeto de ofrendas sacrificiales en el marco de rituales que estaban normalizados en la necrópolis gaditana a fines del siglo III a. C. y que perduraron hasta el I a. C. En muchos casos, se depositaron en el interior de pozos sagrados varios animales superpuestos, a veces acompañados de suidos, otros mamíferos y aves, especies documentadas asimismo como ofrendas sacrificiales en el santuario carmonense. La falta de registros semejantes en otras necrópolis coetáneas, lleva a pensar que podría ser “un culto original gaditano, de raigambre fenicio-púnica, con posibles influencias helenísticas”78. 73.  A. CADOTTE, La Romanisation des dieux, cit., pp. 118, 124 y 148. 74.  Mercure et le scorpion, Collection Latomus XXXVII , Bruxelles 1959, pp. 38-41. 75.  Los herbolarios que hemos consultado no aluden de forma específica a esta propiedad terapeútica, que sí recoge en un libro de botánica para médicos Abū al-Hayr al-Išbīlī, que trabajó al servicio Al-Mu’tamid ibn ‘Abba’d en el jardín real de Sevilla. Debemos y agradecemos la información al Dr. J. Bustamante, profesor de Filología Árabe en la Universidad de Cádiz, que después participaría en la edición de dicho libro: J. BUSTAMANTE, F. Corriente y M. Tilmatine (edición, notas y traducción castellana), Kitābu umdati ttabīb fī marifati nnabāt likulli labīb = (Libro base del médico para el conocimiento de la botánica por todo experto), de Abū al-Hayr al-Išbīlī, Madrid 2004-2010. 76.  I. OGGIANO, Dal terreno al divino. Archeologia del culto nella Palestina del primo millennio, Roma 2005, pp. 201-202. Por otra parte, hay documentos iconográficos que llevan a considerar el perro como animal atributo de la diosa Astarté: A. Cadotte, La Romanisation des dieux, cit., p. 212 y nota 60. 77.  A. Mª Niveau de Villedary, Ofrendas, banquetes y libaciones. El ritual funerario en la necrópolis púnica de Cádiz, Sevilla 2009, pp. 198-210, con abundante bibliografía anterior de la autora. 78.  Eadem, p. 207. No obstante, se admite la posibilidad de que fuera una versión local de cultos orientales de larga tradición.

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Figura 8. Figura de Hermes/Mercurio en terracota (1 y 2) y lucerna con cornucopia y caduceo en el disco (3).

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Pero la excavación del San Felipe no sólo ha confirmado la devoción a Mercurio por parte de la población carmonense de época romana, sino que ha permitido recuperar y documentar el primer santuario dedicado a esta divinidad de que tenemos constancia arqueológica en la península ibérica79. El escarpe en el que se excavó el complejo está junto al acceso natural a la ciudad por el sureste, fuera del área urbana de su tiempo pero posiblemente intramuros80. Muy cerca, y más al exterior, se registró una sólida estructura de sillares que podría pertenecer a la cimentación de la puerta romana antecesora de la posterior Puerta de Morón81. Era un santuario de entrada que limitaba el espacio urbano del mundo exterior y garantizaba la seguridad de la población, controlando el paso por esta puerta meridional. Su sacralidad y su situación debieron hacer de este espacio periférico un punto de encuentro entre personas y de compra-venta de mercancías. Concebido como cueva, el santuario representaba una frontera simbólica entre lo sobrenatural y lo humano, entre el mundo de los dioses y el de los hombres. En definitiva, su ubicación y su carácter subterráneo encajan perfectamente con las funciones de Hermes/Mercurio como dios ctonio, a la vez que de los caminos, de los límites, de las puertas y del mercado. Son muchos los documentos que sitúan su culto en cuevas e, incluso, no faltan ejemplos de santuarios excavados en la roca, total o parcialmente82. 3. Recapitulación y conclusiones Con el final del santuario de Saltillo se inicia una larga etapa para la que carecemos de fuentes documentales de cualquier tipo sobre las creencias y prácticas religiosas en Carmona y, en general, en el valle bajo del Guadalquivir. La llamativa invisibilidad del registro arqueológico a ese respecto dura hasta tiempos romanos tardo republicanos, transcurrido ya un siglo largo de la victoria sobre los cartagineses en los últimos episodios de la II Guerra Púnica, ya a fines del siglo III a.C., en los que Carmona aparece como escenario bélico83. En perspectiva arqueológica, la religiosidad 79.  G. BARATTA, Il culto di Mercurio nella Penisola Iberica, Barcelona 2001, p. 129. 80.  R. Lineros, “Urbanismo romano”, cit., p. 996. Sobre la posibilidad de que en esta zona el escarpe funcionara como defensa natural, R. Lineros y J. M. Román, “Sobre el origen y formación del urbanismo romano en la ciudad de Carmona”, J. Beltrán y O. Rodríguez (coord.), Hispaniae Urbes. Investigaciones arqueológicas en ciudades históricas. Sevilla 2012, pp. 609-610. 81.  M. BELÉN et alii, Apuntes para un centro de interpretación de la ciudad en la casa-palacio Marqués de las Torres, Carmona 1996, p. 23. R. Lineros, “Urbanismo romano”, cit., p. 1013. 82.  H. LAVAGNE, Operosa Antra. Recherches sur la grotte à Rome de Sylla à Hadrien, Rome 1988, p. 73. 83.  J. VÁZQUEZ PAZ, “Carmona, plaza fuerte del Bajo Guadalquivir”, Congreso Internacional Fortificaciones en el entorno del Bajo Guadalquivir, Alcalá de Guadaíra 2001, Alcalá de Guadaíra 2002, pp. 179-185.

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que emerge en los tiempos que siguen a la imposición del poder romano tiene un claro sello púnico, lo cual no resulta extraño teniendo en cuenta el pasado de la ciudad y, sobre todo, su implicación junto al bando cartaginés en la coyuntura histórica precedente84. El santuario aquí tratado, muy poco corriente en la tipología de los edificios de culto de época romana, aporta nuevos e interesantes datos en ese sentido. La intervención arqueológica no ha podido precisar cuándo se hizo y se consagró el sencillo edificio de la primera fase, pero sí que se usó hasta mediados del siglo I a.C., aproximadamente. En un proyecto posterior cuya ejecución se llevó a cabo ya en la segunda mitad del I a.C., la cámara inicial (D) se reformó, anulando las dos estructuras de combustión –“hornos”– preexistentes y el local se amplió dotándolo de otras dos dependencias, a la vez que se construía un potente muro de fachada que ocultaba el frente de roca natural y una monumental puerta de acceso a la sala D. Carecemos de información sobre la actividad de esta poco común construcción subterránea hasta su abandono definitivo en fechas que estimamos bajo la dinastía Flavia, quizá durante el imperio de Vespasiano o algo después. Hacia mediados del siglo II el lugar había quedado sepultado bajo potentes depósitos de escombros que nivelaron la ladera y cambiaron la topografía del lugar. Los sacrificios animales, sobre todo perros, que precedieron a la clausura de la sala D remiten a cultos ctónicos de tradición púnica, bien documentados, como veíamos más arriba, en la necrópolis de Gadir desde fines del III a.C. Pero si en el ámbito gaditano estos rituales se asocian hipotéticamente a una diosa de amplios poderes sobre la vida y la muerte85, el exvoto en terracota de la UE-55 nos permite pensar en una divinidad masculina de ascendencia púnica y personalidad coincidente en algunos aspectos con el Mercurio romano, con el que podría haberse asimilado, como debió pasar con frecuencia86, aunque no excluimos que también recibieran culto otras divinidades. El Mercurio africano que se ha querido ver en las monedas de la ceca local es también una figura sincrética tras la que podría encontrarse el dios semita Baal Addir. En el África romana este último se asocia a Tinnit, la diosa oriental que algunos especialistas identifican en las cabezas femeninas cubiertas con casco militar de las monedas republicanas de Carmona, que representarían a la diosa púnica, probablemente en sincretismo con una divinidad local, en su condición de patrona de la ciudad87. 84.  Entre otros, M. Bendala, “La retaguardia hispana de Aníbal”, E. Ferrer (ed.), Los púnicos de Iberia: proyectos, revisiones, síntesis, Mainake XXXII (1), 2010, pp. 437-460; Mª P. GARCÍA-BELLIDO, “¿Estuvo Ákra Leuké en Carmona?, Paleohispanica 10 (Serta Paleohispanica in honorem Javier de Hoz), 2010, pp. 201-218. 85.  A. Mª NIVEAU DE VILLEDARY, Ofrendas, banquetes y libaciones, cit., pp. 209-210 86.  En relación a la península ibérica, vid. G. Baratta, Il culto di Mercurio, cit., p. 90. 87.  Mª P. GARCÍA-BELLIDO y C. Blázquez, Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol. II: Catálogo de cecas y pueblos, Madrid 2001, pp. 84-85.

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No hay datos que permitan fechar la construcción de la puerta romana en la vaguada llamada de San Felipe o de San Mateo, pero las analogías que presenta su infraestructura con la Puerta de Córdoba hacen pensar en proyectos coetáneos o próximos en el tiempo88. De ser así, la puerta del sureste podría haberse construido entre fines del siglo I a.C. y principios del siguiente, quizá también sobre una anterior89. La monumentalización de las puertas de la ciudad, se habría completado a lo largo de la etapa augustea como parte de un programa urbanístico que dio fisonomía romana a la vieja ciudad turdetana90. Sobre el bastión de la Puerta de Sevilla se construyó un templo de modelo clásico en fechas que podrían estar próximas a las de la ampliación del santuario hipogeo de la calle San Felipe91. Sin embargo, hay diferencias importantes entre ambos y no sólo en los más evidentes rasgos arquitectónicos92. Construido sobre una alta plataforma, el templo de la Puerta de Sevilla era un referente visual para quien se acercara a la ciudad desde el oeste y un indudable emblema propagandístico del poder romano93. La visibilidad del santuario de San Felipe era mucho más reducida y casi nula para el que se aproximara a Carmona por el sur, ya que sólo podría divisarse una vez traspasada la puerta de la ciudad (fig.1: 2). Por otra parte, los cultos de San Felipe, en sus dos fases, tienen un claro componente púnico, sin que falten signos de romanidad en su etapa más reciente. Es lo que cabe esperar del contacto entre culturas y personas de orígenes diferentes y de los cambios que el nuevo contexto histórico imponía, pero no deja de ser un ejemplo –uno más– de que la romanización religiosa en las ciudades turdetanas fue un proceso lento94. La matriz púnica de los cultos y rituales de los primeros siglos 88.  R. Lineros, “Urbanismo romano de Carmona”, cit., p. 997. 89.  R. OJEDA, “Nuevos datos sobre la “Puerta de Córdoba” en época romana”, A. Caballos (ed.), Actas del II Congreso de Historia de Carmona. Carmona Romana, Carmona 2001, pp. 183 y 186. Vid. J. Beltrán y R. Lineros, en este mismo volumen. 90.  R. Lineros y J. M. Román, “Sobre el origen y formación del urbanismo romano”, cit., pp. 610 y 640. Vid. también R. Lineros y C. Márquez en estas actas. 91.  De acuerdo con el registro cerámico de las UUEE-72 y 64 comentado más arriba, la ampliación del edificio puede fecharse en la segunda mitad del siglo I a.C., pero hay alguna cerámica en la UE-72, en concreto un galbo de Paredes Finas con decoración de bastoncillos, cuya datación puede llegar a época de Augusto. 92.  La sacralidad de las puertas en el mundo antiguo permite prever la existencia de edificios de culto en todos los accesos a la Carmona romana, pero hasta el momento no están documentados ni en la Puerta de Córdoba ni en la llamada de la Sedía, la entrada situada al noroeste del recinto histórico. 93.  Vid. discusión sobre la función y cronología del bastión de la Puerta de Sevilla en T. SCHATTNER, “La Puerta de Sevilla en Carmona y otras puertas romanas en la Península Ibérica”, Romula 4, 2005, pp. 87 y 92. Cf., R. Lineros y J. M. Román, “Sobre el origen y formación del urbanismo romano”, cit., pp. 637-638. 94.  Sobre el proceso de romanización en Carmona, vid. A. caballos, “La paulatina integración de Carmo en la Romanidad”, A. Caballos (ed.), Actas del II Congreso de Historia de Carmona. Carmona Romana, Carmona 2001, pp. 3-17.

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del dominio romano documentados en distintos yacimientos turdetanos del bajo y medio Guadalquivir parece clara95 y, en nuestra opinión, está más relacionada con la realidad poblacional y social de esa etapa histórica que con hábiles estrategias de invención de identidades étnicas y culturales con raíces en el pasado96.

95.  Cf. M. Oria, “Elementos fenicio-púnicos en la religión romana de Hispania: una cuestión a debate”, B. Mora y G. Cruz (coord.), La etapa neopúnica en Hispania y el Mediterráneo occidental: identidades compartidas, Sevilla 2012, pp. 165-190. 96.  M. Álvarez Martí-Aguilar, “Turdetania fenicia: pasado y prestigio en el occidente romano”, B. Mora y G. Cruz (coord.), La etapa neopúnica en Hispania y el Mediterráneo occidental: identidades compartidas, Sevilla 2012, pp. 35-58, especialmente pp. 51-55.

Urbanismo, Arquitectura y patrimonio en Carmona está dedicado a la exposición de trabajos, investigaciones y experiencias sobre la arquitectura y el urbanismo de Carmona, como espacio para la reflexión y el debate, marco de expresión de investigaciones recientes, concluidas o en desarrollo, sobre el conocimiento, la documentación y la intervención sobre el patrimonio arquitectónico, de gran riqueza en Carmona, como piezas y espacios, generadores de tramas urbanas y territoriales, de inestimable valor cultural, social y económico, entre otros. Todo ello abordado desde un punto de vista científico y desarrollado por expertos y estudiosos de las respectivas materias y campos de conocimientos. En la primera parte –Construir la ciudad– se agrupan los trabajos realizados sobre la arquitectura y el urbanismo del pasado, imprescindibles para el mejor conocimiento del presente. Cuestiones de topografía, espacios y dinámica urbana, implantación de la ciudad, arquitectura civil, militar, religiosa, y temas específicos con un papel relevante en la arquitectura, la documentación gráfica y fotográfica. En la segunda parte –Intervenir en la ciudad– se agrupan propuestas que atienden al momento actual. Desde el análisis sobre el territorio y el paisaje, a la intervención sobre el patrimonio, marco normativo, planes especiales, generales, y posibilidades de los factores de explotación y turísticos. Esta monografía analiza así una amplia y variada temática, recogiendo la situación actual de la investigación; tarea necesariamente interdisciplinar al abordar cuestiones complejas, con la intención fundamental de pulsar el momento presente y evaluar los avances conseguidos, así como dar a conocer, divulgar y plantear en el más amplio sentido vías de desarrollo y posibilidades de aplicación futura.

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