Arqueología Pública y Gestión del Patrimonio. Condenados a encontrarse.

September 21, 2017 | Autor: J. Almansa Sánchez | Categoría: Archaeology, Public Archaeology, Cultural Heritage Management, Archaeological Heritage Management
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Descripción

DEBATES DE ARQUEOLOGÍA MEDIEVAL N° 4 (2014)

DEBATES DE ARQUEOLOGÍA MEDIEVAL N° 4 (2014) I.S.S.N.: 2174-8934 La revista Debates de Arqueología Medieval nace con la pretensión de estructurar toda una serie de intereses que muchos de nosotros tenemos respecto a la Arqueología Medieval, tanto en lo que se refiere a cuestiones metodológicas como, sobre todo, en torno a los debates históricos que se generan a partir de la investigación. DIRECTOR:

Antonio MALPICA CUELLO (Universidad de Granada)

SECRETARIO:

Luca MATTEI (Universidad de Granada)

CONSEJO EDITORIAL: • Raffaela CARTA (Universidad de Granada) • Jorge A. EIROA RODRÍGUEZ (Universidad de Murcia) • Adela FÁBREGAS GARCÍA (Universidad de Granada) • Guillermo GARCÍA-CONTRERAS RUIZ (Universidad de Granada) • Alberto GARCÍA PORRAS (Universidad de Granada) • Raúl GONZÁLEZ ARÉVALO (Universidad de Granada) • Miguel JIMÉNEZ PUERTAS (Universidad de Granada) • Teresa KOFFLER URBANO (Universidad de Granada) • Luis MARTÍNEZ VÁZQUEZ (Universidad de Granada) • Ángel Luis MOLINA MOLINA (Universidad de Murcia) • Bilal SARR MARROCO (Universidad de Granada) • Sonia VILLAR MAÑAS (Universidad de Granada) CONSEJO CIENTÍFICO: • Andrzej BUKO (Instituto de Arqueología y Etnología, Academia de las Ciencias Polacas, Polonia) • Giovanna BIANCHI (Università degli Studi di Siena, Italia) • Susana GOMES (Campo Arqueológico de Mértola, Portugal) • Helena HAMEROW (Institute of Archaeology, University of Oxford, Gran Bretaña) • John MORELAND (Department of Archaeology, University of Sheffield, Gran Bretaña) • Philippe SÉNAC (Université París IV Sorbonne, Francia) • Marco VALENTI (Università degli Studi di Siena, Italia) • Rosa VARELA (Universidad Nova de Lisboa, Portugal) • Elisabeth ZADORA-RIO (Universitè de Tours, Francia)

Redacción, dirección e intercambios: Revista DAM. Alberto García Porras. C/ Del Olmo, 4. Urb. Los Cerezos IV 18150 Gójar (Granada)

— Las normas de edición de la revista se pueden consultar en la página web de la misma:

http://www.arqueologiamedievaldebates.com/normas-de-publicacion y al final de cada publicación — La revista Debates de Arqueología Medieval tendrá una periodicidad anual — Debates de Arqueología Medieval contendrá textos revisados a través del sistema de pares ciegos. La publicación de la revista se realiza a través de internet:

www.arqueologiamedievaldebates.com — La revista podrá ser adquirida total o parcialmente en la siguiente dirección:

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Autor (año): «Título», http://www.arqueologiamedievaldebates.com/articulonúmero/nombre

I.S.S.N.: 2174-8934

Producción: Atrio Web Dibujo de portada: Planta sintética de la basílica de El Tolmo de Minateda. Imagen modificada a partir de una planimetría de Gutiérrez Lloret, Sonia; Abad Casal, Lorenzo y Gamo Parras Blanca, utilizada en este número por Iñaki Martín Viso.

ÍNDICE DEBATES DE ARQUEOLOGÍA MEDIEVAL N° 4, 2014 I.S.S.N.: 2174-8934, 230 págs.

Editorial Consejo Editorial de la Revista DAM El nº 4 de DAM: La estabilización de un proyecto de futuro ............................... 9 Artículos Jaime ALMANSA SÁNCHEZ (JAS Arqueología S.L.U.) Arqueología pública y gestión del patrimonio. Condenados a encontrarse....... 11 Iñaki MARTÍN VISO (Profesor del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea. Universidad de Salamanca) ¿Datar tumbas o datar procesos? A vueltas con la cronología de las tumbas excavadas en roca ............................................................................................... 29 Guillermo GARCÍA-CONTRERAS RUIZ (Becario Postdoctoral. University of Reading (Gran Bretaña) / Universidad de Granada) «Destructa atque dessolata». Acerca del lugar de Sigüenza en época altomedieval (ss. V-XII) ..................................................................................... 67 Francisco MARMOLEJO CANTOS (Asociación Arqueológica de Coín [Málaga]) La alquería bajomedieval de los Padules. La evolución de un aldeire consagrado a santo bítar en la Algarbía malagueña ......................................... 111 Nieves OBREGÓN ZAMORANO (Universidad de Granada) La evolución del paisaje del BIC Medina Elvira .............................................. 131 Entrevistas Antonio MALPICA CUELLO, Alberto GARCÍA PORRAS, Guillermo GARCÍA-CONTRERAS RUIZ, María CULLEL MURO Entrevista a Marco Milanese. Arqueología profesional entre formación universitaria, mercado laboral y arqueología pública ...................................... 155

Proyectos Adela FÁBREGAS GARCÍA (Profesora del Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas. Universidad de Granada) Los agentes locales del poder en el reino nazarí: impacto en la red social y capacidad de liderazgo (HAR2011-24125) ..................................................... 175 Luca MATTEI (Doctor del Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas. Universidad de Granada) Poblado y necrópolis mozárabe del conjunto arqueológico de Tózar (Moclín, Granada). Un proyecto de investigación y puesta en valor ............. 181 Reseñas Juan Antonio QUIRÓS CASTILLO (Catedrático de Arqueología de la Universidad del País Vasco) Arqueología de la producción en época medieval. Por Alberto GARCÍA PORRAS (ed.) ..................................................................................................... 197 Bilal SARR MARROCO (Profesor Universidad de Paris 8) Villa 4. Histoire et archéologie de l’occident musulman (VIIe-XVe siècle): al-Andalus, Maghreb, Sicile. Por Philippe SÉNAC (ed.) .................................. 201 Jorge A. EIROA RODRÍGUEZ (Profesor de la Universidad de Murcia) Horrea, barns and silos. Storage ad incomes in early medieval Europe. Por Alfonso VIGIL-ESCALERA, Giovanna BIANCHI, Juan A. QUIRÓS CASTILLO (ed.) .... 211 Alberto GARCÍA PORRAS (Profesor del Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas. Universidad de Granada) Interpreting the english village; landscape and community at Shapwick, Somerset. Por Mick ASTON & Chris GERRARD .......................................................... 215 Carlos TEJERIZO GARCÍA (Doctor de la Universidad del País Vasco) Rural Settlements and society in Anglo-Saxon England. Por Helena HAMEROW ......................................................................................................... 219 Normas de edición ..................................................................................................... 227

TABLE OF CONTENTS DEBATES DE ARQUEOLOGÍA MEDIEVAL N° 4, 2014 I.S.S.N.: 2174-8934, 230 pages.

Editorial Editorial Council of the Magazine DAM The nº 4 of DAM: The stabilization of a project of future .................................. 9 Papers Jaime ALMANSA SÁNCHEZ (JAS Arqueología S.L.U.) Public archaeology and heritage management: fated to convene ...................... 11 Iñaki MARTÍN VISO (Professor of Department of Medieval, Modern and Contemporary History. University of Salamanca) Dating graves or processes? A new turn on the chronology of the graves dug into the rock in the Iberian Peninsula .......................................................... 29 Guillermo GARCÍA-CONTRERAS RUIZ (Post PhD Fellowship. University of Reading (Great Britain / University of Granada) «Destructa atque dessolata». About the place of Sigüenza in the High Middle Ages (5th-12th centuries) ...................................................................... 67 Francisco MARMOLEJO CANTOS (Archeological Asociation of Coín. [Málaga]) The late medieval settlement of Los Padules. The evolution of an old christian monastery under patronage of San Peter in the West of Malaga ................. 111 Nieves OBREGÓN ZAMORANO (University of Granada) Medina Elvira landscape evolution .................................................................. 131 Interviews Antonio MALPICA CUELLO, Alberto GARCÍA PORRAS, Guillermo GARCÍA-CONTRERAS RUIZ, María CULLEL MURO Interview to Marco Milanese. Professional archaeology between university education, labour market and public archaeology ..................................... 155

Projects Adela FÁBREGAS GARCÍA (Professor of Department of Medieval History and Historiographical Sciences and Technics. University of Granada) Local power agents in the Nasri Kingdom: impact on social networking and leadership capacity (HAR2011-24125)...................................................... 175 Luca MATTEI (PhD of Department of Medieval History and Historiographical Sciences and Technics. University of Granada. University of Granada) Village and mozarab necropolis of the archaeological complex of Tózar (Moclín, Granada). A research project and enhancement plan ....................... 181 Reviews Juan Antonio QUIRÓS CASTILLO (Lecturer-Professor in Archaeology of University of Basque Country) Arqueología de la producción en época medieval. By Alberto GARCÍA PORRAS (ed.) ..................................................................................................... 197 Bilal SARR MARROCO (Professor of Université Paris 8) Villa 4. Histoire et archéologie de l’occident musulman (VIIe-XVe siècle): Al-Andalus, Maghreb, Sicile. By Philippe SÉNAC (ed.) .................................. 201 Jorge A. EIROA RODRÍGUEZ (Professor of University of Murcia) Horrea, barns and silos. Storage ad incomes in early medieval Europe. By Alfonso VIGIL-ESCALERA, Giovanna BIANCHI, Juan A. QUIRÓS CASTILLO (ed.) .... 211 Alberto GARCÍA PORRAS (Professor of Department of Medieval History and Historiographical Technics and Sciences. University of Granada) Interpreting the english village; landscape and community at Shapwick, Somerset. By Mick ASTON & Chris GERRARD ................................................. 215 Carlos TEJERIZO GARCÍA (PhD, University of Basque Country) Rural settlements and society in anglo-saxon England. By Helena HAMEROW ......................................................................................................... 219 Instructions for authors ............................................................................................ 227

 

Public archaeology and heritage management: fated to convene

JAIME ALMANSA SÁNCHEZ*

Resumen: ¿Alguna vez has sentido que los requerimientos burocráticos son excesivamente pesados? ¿Alguna vez te has visto coartado a la hora de comunicar tus resultados? ¿Alguna vez piensas que podrías hacer las cosas de otra manera? Uno de los objetivos fundamentales de la arqueología pública es la reconversión de la práctica arqueológica hacia un modelo verdaderamente integrado en su contexto social, sostenible y eficiente. A partir de este artículo se expondrán los objetivos y las líneas de trabajo principales de la arqueología pública, junto con un análisis de los modelos actuales de gestión y la necesidad de su integración con otros supuestos. Palabras clave: Arqueología Pública, Gestión del Patrimonio, Comunicación, Sostenibilidad, Sociedad Abstract: Did you ever have the impression that the bureaucratic requirements are too heavy? Have you ever been limited to communicate your results? Do you ever think that doing things differently would be better? One of the main goals of public archaeology is the change of archaeological practice towards a new model, really merged with its social context, sustainable and efficient. This article will discuss the main aims and framework of public archaeology, as well as an analysis of our current management models and the need to merge them with fresh perspectives. Key words: Public Archaeology, Archaeological Management, Communication, Sustainability, Society

Introducción. Comprendiendo los objetivos de la arqueología pública Todos los que nos dedicamos profesionalmente a la arqueología hemos sufrido de algún modo la burocracia que rodea a la gestión del patrimonio, así como esa mordaza que nos impide hacer y compartir, en muchos casos, nuestro trabajo. La arqueología pública abre la puerta a una forma diferente de orientar nuestros objetivos y este artículo tratará de acercarse a esos supuestos, con el ánimo de despertar inquietud más que de adoctrinar. Tras una pequeña introducción sobre el concepto de arqueología pública y su extensión, analizaré los actuales modelos de gestión que rigen el patrimonio de nuestro país desde el punto de vista de la burocracia y sus límites, para terminar ofreciendo una alternativa desde la participación, el

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JAS Arqueología S.L.U. – Plaza de Mondariz 6, 28029 (Madrid); [email protected]

Recibido: 3/03/2014; Revisado: 17/06/2014; Aceptado: 30/06/2014 Debates de Arqueología Medieval, 4 (2014), pp. 11‐28 Jaime Almansa Sánchez: «Arqueología pública y gestión del patrimonio: condenados a entenderse» ISSN: 2174–8934

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ARTÍCULOS

ARQUEOLOGÍA PÚBLICA Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO: CONDENADOS A ENCONTRARSE

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compromiso colectivo –arqueología pública en definitiva. Consciente de lo farragoso que resulta hablar de gestión, el artículo está aderezado con pequeños ejemplos e historias que sirven para ilustrar la realidad a la que nos enfrentamos. Cuando hablamos de arqueología pública, es complejo ofrecer una definición cerrada con detalles concretos. Desde sus primeras definiciones (MCGIMSEY: 1972, SCHADLA–HALL: 1999, ALMANSA: 2010) se ha dejado la puerta abierta a la interpretación, fomentando diferentes perspectivas y prácticas. La definición acordada habla de las múltiples relaciones entre arqueología y sociedad en todos sus contextos, lo cual es hablar de todo. Etiquetar, sin embargo, no nos ayuda a comprender mejor los objetivos y solemos hablar de un paraguas bajo el que caben múltiples cosas. ¿Cuáles son los objetivos? Por un lado, desentrañar ese cúmulo de relaciones, sus causas y consecuencias. Por otro, utilizar ese conocimiento para reconvertir la arqueología en una disciplina más cercana a la sociedad, comprometida, consciente de su impacto y eficiente. Por eso es fácil pasar de temas controvertidos y abstractos como la intervención alienígena en el pasado, o la manipulación política de la Historia, a otros más analíticos como los modelos de comunicación del patrimonio, o la aplicación de la legislación en casos concretos.

Fig. 1. Hipotética partida de cartas con «el Pocero» y Cayetano «de Alba» (Montaje del autor)

¿A qué viene esta amalgama de temas? Puede parecer que hablar de las locuras de Giorgos Tsoukalos en el Canal Historia no tiene nada que ver con la legislación del patrimonio histórico, o que estudiar las imágenes del patrimonio en anuncios publicitarios no guarda relación con el impacto económico de nuestro trabajo, sus consecuencias políticas, la situación del sector, o una excesiva preocupación por la promiscuidad teórica. Sin embargo, el principal valor que aporta la arqueología pública es precisamente la comprensión de esa extraña red de relaciones múltiples que terminan afectándonos a nosotros como profesionales y al patrimonio como elemento principal de nuestro trabajo.

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Hace años que utilizo un ejemplo un tanto absurdo, pero que pone de manifiesto esta situación (ALMANSA: 2008). Todo nos afecta, por muy rocambolesco que pueda parecer, y esta «historia» nos narra cómo: Tarde de domingo, un grupo de adinerados terratenientes y constructores se sientan a la mesa para una partida de cartas. Las apuestas suben y uno de los terratenientes pone sobre la mesa una vasta propiedad. Pierde la mano a favor de un constructor sin escrúpulos que pronto planteará una solución a la crisis desde el ladrillo. Tras mediar comisiones en la corporación municipal cuyo término contenía el terreno, consigue su licencia de obra y no espera más. Los vecinos, con un pobre acceso a internet y mala cober-tura de la TDT, apenas alcanzan a entender qué es la arqueología más allá de las pirámides de Egipto y no reparan en el atentado que se va a cometer contra su patrimonio. ¿Por qué? Los terrenos en los que el constructor edificará contienen un par de interesantes yacimientos arqueológicos, eso sí, poco monumentales. Por suerte, cuando las noticias de tamaña obra llegan a la administración, se ordena una evaluación de impacto ambiental en la que debe constar informe arqueológico. La empresa encargada contrata a un recién licenciado con ansia de ganar dinero tras muchos años pagando por trabajar en su vocación. Con un salario vergonzoso acomete su labor, pero la inexperiencia le lleva a pasar de largo sobre uno de los yacimientos. En todo caso, la administración ordena un seguimiento del movimiento de tierras. Cuando el equipo de arqueólogos llega al campo, el constructor ya ha pasado por encima de una buena parte del yacimiento que tenían que excavar. Las quejas son inútiles y la denuncia se archiva. Por supuesto, el segundo yacimiento ya ha desaparecido. Meses después, la nueva urbanización está terminada. Las zonas verdes no se modificaron pese a la propuesta del informe arqueológico, porque parte de la infraestructura ya estaba construida. Ese informe jamás salió a la luz. A escasos 50 metros del lugar donde se trabajó, se sitúa la nueva escuela del pueblo. La maestra explica la historia de la región sin saber que a sus pies se encontraba uno de los yacimientos claves para su interpretación. Por supuesto, el libro de texto no recoge esos avances. La mitad de los niños de esa escuela quieren ser como Tadeo Jones. Aunque parezca un ejercicio distópico, situaciones de este tipo se han venido dando en nuestro país desde siempre, especialmente en los últimos 25 años. El resultado, un avance sin igual en el número de intervenciones arqueológicas y pequeños pasos en el contexto social y académico que las rodeó. Puede parecer que mis palabras narran la tónica dominante de la arqueología española en los últimos años, sin embargo, no es más que la dramatización de supuestos que parcialmente se han dado en algunos lugares, pero que, sobre todo, tratan de ilustrar uno de los principales problemas de nuestro trabajo; la falta de conexión entre público / realidad y arqueología. Si algo caracteriza a la arqueología, es la heterogeneidad de contextos, e incluso realidades, que la envuelven. Los pequeños ensayos de «El futuro de la arqueología en España» (ALMANSA: 2011), ponen de manifiesto cómo estas realidades guardan algunos nexos comunes que nos convierten en una de las profesiones con una autocrítica más feroz. Entre sus conclusiones más críticas podemos extraer algunas ideas radicales; en el mundo de la academia, la formación recibida siempre nos parece insuficiente y se culpa a la endogamia y la comodidad de todo mal. En el mundo de la administración, la burocracia y la ineficiencia parecen haberse hecho con el control de la gestión. Los museos, en mi opinión, son almacenes de piezas sin vocación, y la difusión de calidad brilla por su ausencia, incluso en tiempos de reconversión. La investigación sobrevive precaria y sin oportunidades. La empresa se ha ahogado en el capita-

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lismo, precarizando y deshumanizando el trabajo arqueológico, pero sobre todo faltando a los principios esenciales de nuestro trabajo. A raíz de esa situación, los profesionales de la arqueología nos encontramos inmersos en un trabajo sin futuro y casi sin presente… ¿Es todo tan negro como se pinta? Cuando nos ponemos a reflexionar, la autocrítica suele ser una de los principales resultados, seguramente ante el descontento generalizado que hay sobre una situación de crisis como la actual. Siempre me pregunto qué habría dicho el mismo libro editado a principios de los años 2000, en pleno apogeo de la economía española y con unas perspectivas muy positivas en casi todos los ámbitos. ¿Es nuestro enfado consecuencia de la crisis? Más bien diría que la asunción de los problemas lo es. La situación apenas ha variado desde el año, por ejemplo 2005, hasta el año 2014, más allá de lo concerniente a la economía y sus consecuencias devastadoras. Pero los problemas de fondo estaban ya presentes. La diferencia, la facilidad para trabajar con mayor o menor comodidad. Mi principal preocupación, como objeto prioritario de la arqueología pública –esas múltiples relaciones entre arqueología y sociedad–, alcanzaba sus momentos más graves en los años de bonanza económica. Simplemente no necesitábamos pensar en ello. Pero siempre hay alguna voz de alarma, incluso en nuestro país. A finales de los años ’80, Juan M. Vicent alertaba del rumbo que tomaba la arqueología en su orientación cada vez más liberal y positivista (VICENT: 1991), mientras que algunos de sus temores ya se ponían de manifiesto sólo unos años después sobre la política (DÍAZ ANDREU y MORA: 1995), sobre la profesión (DÍAZ DEL RÍO: 2000) y sobre la sociedad (ALMANSA: 2006). Aunque puede aparentar que son cuestiones sin conexión entre sí, lo cierto es que no. Nuestro colectivo no ha sido más que otro resultado fallido en la política contemporánea, otra burbuja que estalló con la crisis. El interés altruista y científico que existía por el pasado en los orígenes de la arqueología, se fue convirtiendo en una preocupación política y después social. La arqueología no surgió del interés del pueblo, sino de un pasatiempo burgués. Puede que ahí esté uno de nuestros principales escollos; conseguir que el pueblo se apropie de ese interés. Aquí surge un debate ético/filosófico sobre la pertinencia de forzar a quien no quiere conocer ni proteger su pasado. Hoy nos ampara la ley, pero nos desampara la realidad. En un proceso de creciente democratización de las decisiones1, la gran mayoría del patrimonio arqueológico se encuentra desamparado. Es difícil arriesgar una votación entre la conservación de unos restos y el progreso/dinero, o al menos ese es nuestro miedo. Parece que entre las prioridades de la sociedad nunca encontramos la cultura y ahí reside el principal desafío que nos aguarda. Mirando al norte, podemos encontrar un proceso muy interesante en el desarrollo del Southport Report (SOUTHPORT GROUP: 2011) en el Reino Unido. Un documento que surge del colectivo profesional ante la incertidumbre que genera una modificación legislativa que otorgará mayor capacidad de decisión a las instituciones locales y las comunidades. Viniendo de la cuna de la arqueología comunitaria resulta, cuanto menos, paradójico, pero es que no es lo mismo abrir la mano para investigar y proteger, que perder nuestra pequeña cuota de poder –o más bien opinión– en el proceso de planificación urbana. Si un arqueólogo británico no tiene clara la posición de un ciudadano ante la diatriba de proteger/destruir un bien

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A pesar del oscurantismo aún presente en muchos procesos de planeamiento de nuestro país, ejemplos como las Planning Policy Guidelines del Reino Unido, abren la puerta a otra forma de entender el cambio en la comunidad. Ya no sólo elegimos a nuestros gobernantes, sino que reclamamos la posibilidad de participar en todas las decisiones más allá del actual proceso de consulta.

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arqueológico, debemos resguardarnos más que nunca en la ley. O bien, empezar a trabajar por cambiar la percepción pública del patrimonio.

Gestionando el patrimonio arqueológico. Burocracia y límites Gestionar es un concepto amplio que no se refiere sólo a las labores administrativas (QUEROL y MARTÍNEZ: 1996). La gestión afecta a todo el proceso arqueológico, desde la formación del profesional, a la divulgación de los resultados de su posterior investigación. En este artículo vamos a seguir el tópico y a centrarnos tan sólo en la faceta más burocrática, eso sí, con sus extensiones hacia el conjunto.

Deshumanizando los modelos de gestión Cuando estudiamos los modelos de gestión del patrimonio arqueológico, perdemos de vista dos aspectos fundamentales; las personas que hay detrás y el contexto que nos rodea. No es fruto de la casualidad que en el año 2013 se haya aprobado una nueva ley de patrimonio histórico en la Comunidad de Madrid2, ni las condiciones en las que se ha hecho (ALMANSA: 2013a, YAÑEZ: 2013, DÍAZ et alii: 2014). Del mismo modo, toda la evolución de la gestión de nuestro patrimonio, a nivel español e internacional, responde a modas, intereses y situaciones muy concretas. Sin embargo, lo que vemos es la ingente regulación que nos rodea, teñida de una falsa objetividad y que ha terminado desembocando en la burocratización de la práctica arqueológica. Esa burocratización genera situaciones problemáticas entre los diferentes agentes que intervienen en la gestión del patrimonio. Por ejemplo, el propietario de un terreno susceptible de contener restos arqueológicos vivirá una agonía prolongada hasta saber qué puede y qué no puede hacer en ese terreno, o cuánto le va a costar en tiempo y dinero. Pocos son los que se emocionan de antemano ante los posibles hallazgos, aunque cada vez más son conscientes de las posibilidades que ofrece el buen manejo de estas situaciones. ¿Puede una mejor gestión de nuestro patrimonio mejorar esta situación hasta un punto en el que todos los promotores se comprometan con la buena gestión de los restos arqueológicos? Debo volver sin demora a la nueva ley madrileña. En palabras del Director General responsable, «se rebaja considerablemente la carga administrativa que hasta ahora que hasta ahora venía soportando el ciudadano, al tiempo que se garantiza una mayor agilidad de la Administración» (MUÑOZ LLINAS: 2014, 24). Y en efecto, la nueva ley elimina multitud de trabas, o más bien multitud de situaciones en las que un ciudadano se vería envuelto en una intervención arqueológica. Pero, ¿qué ha cambiado si te ves envuelto?. No voy a profundizar en una de mis críticas más preocupantes a esta ley –la eliminación de los controles de movimiento de tierras y los sondeos como actividad arqueológica– y asumiré que tanto técnicos como Administración seguirán velando por la protección del patrimonio conocido y el no conocido. A lo que quiero referirme es a esa agilidad y esas trabas que no han cambiado en el punto del proceso donde deberían cambiar: nuestra intervención. Una vez está claro que debemos intervenir, la ley marca unos procedimientos estandarizados más o menos claros según la región. En líneas

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Ley 3/2013, de 18 de junio, de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid.

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generales, todo comienza con una Hoja Informativa, tras la que el promotor solicita presupuestos y elige equipo. Ese equipo presenta un proyecto, hace la intervención y presenta un informe inicial y/o una memoria final con los materiales. Siguiendo ese informe, la Administración decide el curso de los trabajos. En total, para una intervención de un par de días, pueden llegar a pasar entre tres y seis meses en el mejor de los casos. ¿Dónde queda la capacidad de decisión de los técnicos? ¿Cómo se puede exigir eficiencia en una Administración sin recursos materiales o humanos? Los profesionales de la arqueología solemos quejarnos de la Administración, del mismo modo que nuestros clientes/promotores se quejan de nosotros. Si recordamos la cadena de acontecimientos tras la Hoja Informativa, el primer elemento que salta a la vista es el propio proceso. ¿No sería más sencillo intervenir directamente desde la Administración? ¿Por qué se liberalizó de esta manera la gestión del patrimonio arqueológico?

Crónica de un seguimiento anunciado Llegados a este punto, me siento obligado a escribir algo sobre arqueología medieval, aunque apenas roce el periodo de pasada. Se trata de los (no) resultados en una intervención realizada en San Martín del Castañar (Salamanca), dentro de un castillo. Cuando hablamos de un castillo, a los profesionales del mundo de la empresa nos viene a la cabeza la palabra «BIC3» y nos tiemblan las piernas. Al público, le viene a la cabeza la palabra «Medieval4». En honor a la verdad, el castillo de San Martín del Castañar fue medieval, o al menos así lo atestiguan las pocas referencias que tenemos de él (cf. GARCÍA BOIZA: 1937, ENRIQUE: 1970, VARGAS y AGUIRRE: 1995). Sin embargo, su factura actual poco tiene que ver ya con ese periodo más allá de la estructura. Se encontraba en situación de abandono desde, al menos, el siglo XVII y el catastro del Marqués de la Ensenada ya lo da por arruinado. En 1834 comienza a ser utilizado como cementerio, hasta el día de hoy. El siglo XX fue el periodo de más actividad sobre el castillo, con litigios de propiedad, declaraciones y obras. Las más importantes, en 1986, 1998 y 2010, llevaron a reconstruir casi en su totalidad el castillo. Aquí termina mi escarceo con la arqueología medieval y vuelvo al periodo contemporáneo, a la burocracia y a esas situaciones que muchas veces nos desesperan. He de decir que la actuación de la técnico responsable fue impecable y muy eficiente, pero Castilla y León5 no es país para excepciones y su reglamento te obliga a actuar con todo, sin importar el tipo de intervención que se vaya a llevar a cabo. ¿A qué me refiero? A que el control del movimiento de tierras en cuatro metros cúbicos de un Bien de Interés Cultural claramente

                                                        3 La Disposición Adicional Segunda de la ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español, establecía que todos los castillos fueran declarados Bien de Interés Cultural según el Decreto de 22 de abril de 1949 sobre normas para la protección de los castillos. 4 En el episodio 356 (temporada 16) de Los Simpsons, el personaje de Nelson hace una analogía entre El señor de los anillos y el periodo medieval. Tanto la saga de Tolkien como la tan de moda Canción de hielo y fuego, evocan un periodo medieval cuyo máximo exponente arquitectónico es el castillo. 5 Castilla y León se rige por la Ley 12/2002, de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León, así como por el Decreto 37/2007, de 19 de abril, por el que se aprueba el reglamento para la protección del Patrimonio Cultural de Castilla y León. Su artículo 106.1.c considera el control de movimiento de tierras como actividad arqueológica y, por ello, requiere de toda la burocracia de cualquier intervención, unificada en unos criterios comunes.

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afectado por una intervención contemporánea, requiere el mismo proyecto y la misma burocracia que una excavación arqueológica de una hectárea en cualquiera de los yacimientos emblemáticos de la región.

Fig. 2. La Torre Nueva desde el cementerio en 2010 (Fotografía del autor)

El resultado, el esperado; hormigón en la torre norte y piedra en la torre sur. Dos intervenciones, un total de seis meses de burocracia para poco más de una semana de trabajo –contando campo y laboratorio–. ¿Era necesario hacer dos proyectos exhaustivos? ¿Era necesario pasar cuatro veces por una comisión? Puede que en otro tipo de intervenciones se pudiese haber ahorrado bastante burocracia, pero en un Bien de Interés Cultural, no. La culpa, posiblemente venga del propio colectivo y de la desconfianza que genera la pseudoprivatización del sector. Conociendo como conocía el castillo desde niño y tras ver los planos de la obra ejecutada en 1986, mi sensación a la hora de enfrentarme al proyecto fue decepcionante. La única incógnita que tenía, era si bajo los escombros del interior de las torres encontraría restos humanos. Al final, sólo aparecieron unos huesos revueltos entre chapas de cerveza, flores de plástico y trozos de ladrillo. Estudiando los planos y el proyecto de 1986 (LEÓN RUIZ: 1986), se podía ver cómo al reconstruir las torres se había ya rebajado el terreno para después rellenarlo de escombros y piedra, escombros y piedra que aumentarían con los años. La presencia del cementerio no ayudaba, como tampoco lo hicieron las obras del Centro de Interpretación de la Biosfera en el recinto oeste, que ya había dejado una intervención arqueológica infructífera (RUPIEDRA y JIMÉNEZ: 2008). A pesar de todo, la burocracia fue la misma que si me hubiera enfrentado a una intervención de gran calado en cualquier otro yacimiento. ¿No habría resuelto una visita del técnico todo el proceso?

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Fig. 3. La obra proyectada en 1986 (Fotografía del autor sobre los planos del proyecto original)

Los límites de la burocracia Cuando legislamos sobre patrimonio histórico, el objetivo suele ser obtener unas normas que protejan sobre todas las cosas. Sin embargo, la ley por sí sola no protege. Una Administración débil como suele ser la relacionada con el patrimonio arqueológico, apenas cuenta con herramientas para acometer todos los objetivos que marca la ley6. Por ello, es necesario recurrir a la burocracia como elemento de control. El primer paso es el reglamento, que uniformiza las acciones para todos los supuestos sin dejar demasiado lugar a las excepciones. Tras él, las comisiones, encargadas de velar por decisiones colegiadas que no lleven al menor trato de favor. Entre los dos se eternizan procesos que afectan tanto a profesionales como a ciudadanos. Pero de qué sirven si la capacidad de control que tienen sobre la realidad es mínima. No existe presupuesto para contratar personal técnico de apoyo, ni siquiera para asegurar un régimen de control por medio de visitas, o un soporte informático que aporte utilidad y eficiencia. Y es que la burocracia tiene un límite infranqueable; el presupuesto. ¿Dónde está el dinero? ¿Por qué el patrimonio histórico no se considera «rentable7»?

                                                        6 De ahí que se comente en algunos círculos que la Administración es la principal expoliadora de patrimonio, principalmente por omisión. Especialmente entre el colectivo de aficionados a la detección metálica, que mirando a las experiencias de otros países, no entienden su situación (para profundizar en este tema, RODRÍGUEZ TEMIÑO: 2012). 7 Cuando hablamos de rentabilidad, siempre se asocia a dinero. Muchas veces no somos conscientes de que la rentabilidad del patrimonio arqueológico va más allá de la economía. En cualquier caso, el baile de cifras en los últimos años ha sido obsceno y difícilmente cuantificable. En 2004, se compararon los datos brutos del sector, asegurando que por cada empleo directo en patrimonio cultural se creaban más de 26 indirectos (NYPAN: 2004). Un estudio en Italia arroja unas cifras de 10€ de retorno por cada euro invertido, siempre pensando en turismo (BURCHI y DEL SOLDATO: 2009, 152). En el VII Congreso Internacional de AR&PA, dos economistas calculaban, sólo desde el turismo, una relación de 20€ de retorno por cada euro invertido en Albarracín (ALONSO y MARTÍN: 2010). En 2011, el Director del IPCE Alfonso Muñoz, hablaba de hasta 40€ de retorno por cada euro invertido. ¿Son estas cifras reales? ¿A qué casos se pueden aplicar? No todo el turismo es patrimonial, del mismo modo, que no todas las

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Hacia una forma de entender la gestión del patrimonio arqueológico desde la arqueología pública Llegados a este punto debería hablar de nuevo de modelos de gestión y traer a colación el modelo francés, ya en crisis (SCHLANGER Y SALAS: 2010). Cualquier actividad que puede ser sostenible en el ámbito privado, lo podría ser también en el público y, por ello, debemos seguir trabajando contra corriente para que en algún momento la arqueología vuelva a ser una actividad desempeñada desde lo público. Tras más de treinta años de profesión liberal, es difícil cambiar de una forma tan radical el modelo, teniendo en cuenta que estos años no han demostrado un comportamiento corporativo entre los profesionales. Sin embargo, el proceso podría llevarse a cabo comenzando por un modelo mixto en el que se rompiera la relación –económica– más débil de todas: Arqueólogo-Promotor. Si el promotor tuviera que pagar una tasa a la Administración y fuera ésta –reforzada– la que subcontratara los trabajos, buena parte de los problemas actuales en el sector se suavizarían, pensando sobre todo en la precariedad laboral y el control de calidad de los resultados, pero también en el largo proceso burocrático. Seguramente surgirían otros problemas, pero a día de hoy es una apuesta que merece la pena intentar. Por alguna razón que aún nadie ha puesto por escrito, el trabajo que desempeñaron instituciones como el SIAP valenciano tras los nuevos requerimientos legales, no sirvió para reforzar una gestión cien por cien pública de los trabajos arqueológicos, desapareciendo muchos servicios de arqueología y quedando otros reducidos a intervenciones administrativas y de apoyo (BARRACHINA y SELMA: 2014). Esto nos puede llevar a pensar que existe una falta de voluntad política de cara a un cambio radical de modelo y, por ello, en este trabajo quiero pasar a un concepto más profundo e independiente de la carga burocrática. ¿Cómo podemos mejorar la gestión arqueológica sin tocar las bases del modelo actual?

Conocer las comunidades Como ya comentaba en la introducción, todo nos afecta, pero nosotros también afectamos a ese todo. Así, la «historia» del principio podría tener su continuación: Han pasado los años y Jaimito ha conseguido su sueño de ser como Tadeo Jones. Sin embargo, la realidad no era como esperaba. Tras largos años de estudio y trabajo se encuentra en una situación precaria, pero se resiste a que su futuro siga así. Ha tenido la oportunidad de leer muchos trabajos de arqueología pública y arqueología comunitaria, pero ahora era el momento de pasar a la acción. Su pequeño pueblo ya no es tan pequeño y sigue creciendo. Pero él no estaba dispuesto a dejar que la historia se repitiera y poco a poco fue movilizando a sus vecinos a través de diversas actividades en las que les acercaba la realidad arqueológica, su realidad arqueológica. El alcalde actual es compañero del colegio de Jaimito y tras muchas horas charlando en el bar también se ha concienciado. Las cosas empiezan a hacerse de forma diferente en el pueblo y el patrimonio arqueológico juega un papel crucial en las políticas

                                                                                                                                                                     inversiones en patrimonio aportan estos números. Si seguimos dependiendo de la rentabilidad económica, condenaremos a una buena parte del patrimonio.

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municipales. Ya no es eso que hay que tapar, sino un recurso más que refuerza la cohesión de la comunidad e incluso les aporta un pequeño beneficio. Pasan los años y el alcalde acaba de ser elegido Presidente de la región tras una carrera política meteórica por su buen hacer. Tras las presiones de Jaimito, presenta una propuesta de legislación que dé cuerpo al buen hacer que consiguieron juntos en el pueblo, para todos. Aquellos niños que iban al colegio cuando Jaimito comenzó a hacer sus actividades son hoy profesionales de diversas ramas. Muchos de ellos se han vuelto a encontrar con la arqueología en sus vidas y la ven con otros ojos, con buenos ojos. Aquel arqueólogo que intervino en el pueblo hacía tantos años, está ya retirado. Una mañana observa desde una valla cuán diferente es todo ahora. Mi tocayo Jaimito es un modelo a seguir, porque los cambios que pretendemos en el sector no dependen en exclusiva de nosotros y requieren de mucho tiempo para afianzarse. Si todos fuéramos Jaimitos, en dos generaciones el patrimonio arqueológico sería un bien valorado política y socialmente. Pero no podemos ser tan ingenuos y menos en un contexto neoliberal como el que nos encontramos, donde incluso se cuestionan servicios básicos. Sin embargo, la ingenuidad nos abre una puerta de acción con posibilidades reales de éxito. El trabajo con las comunidades locales va más allá de la mera participación, o la divulgación. Representa una oportunidad educativa a todos los niveles, donde el arqueólogo debe reivindicar su figura de intelectual (TARLOW et alii: 2013). Tras décadas buscando la objetividad, hoy se mantienen los debates entre una arqueología objetiva y subjetiva (DOMÍNGUEZ RODRIGO: 2008). No podemos olvidar que la «neutralidad» que viene pareja con el concepto de «objetividad», es una forma de ideología (ZIZEK: 2007, 30) que coarta la libertad política. Conceptos que ya se manejaban hace tiempo en el ámbito intelectual (BOURDIEU: 1994; FOUCAULT: 2001), y que debemos seguir teniendo en cuenta como elemento vertebrador de una arqueología crítica (FERNÁNDEZ: 2006) y políticamente comprometida (FALQUINA et alii: 2008). No podemos asegurar que la arqueología tenga poder para cambiar el mundo (STOTTMAN: 2010), pero sí podemos cambiar el mundo de la arqueología y mejorar con ello las pequeñas cosas que nos rodean. Para poder llevar a cabo intervenciones satisfactorias en la comunidad, es necesario conocer dónde y con quién estamos trabajando. El concepto de público es demasiado abstracto como para practicar aproximaciones comunes (MATSUDA: 2004, EH-ACRE: 2011). Como si se tratara de la teoría de conjuntos (HRAVACEK y JECH: 1999), nos encontramos ante diferentes niveles de percepción, interés, cercanía, apropiación, conocimiento, etc. No hay dos comunidades iguales, del mismo modo que no hay dos personas iguales. Por ello, uno de los aspectos esenciales de la arqueología pública, es el estudio de la percepción e, incluso, el análisis sociológico de las comunidades. Aquí es donde han fallado muchos proyectos que, a la hora de diseñar actividades, se han dado de bruces con el desinterés. De hecho, esto es un fallo del «sistema», pues la moda por la arqueología pública ha estallado mucho antes de poder generar un verdadero marco de trabajo. El hecho de que podamos identificar como situaciones afines a multitud de actividades que se desarrollan desde hace décadas, no significa que las prácticas sean adecuadas, o satisfactorias (ALMANSA: 2013b). Llegados a este punto, he de recalcar la importancia de conocer a las comunidades. Para ello, la arqueología debe tener presente que trabajar en comunidad va mucho más allá de una charla, e implica un compromiso con la sociedad, que podemos definir como activo y partici-

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pativo. Al igual que en el proceso de planificación de una intervención nos documentamos sobre el contexto histórico del lugar y otros referentes, debemos también documentarnos sobre las comunidades del entorno si se va a planificar cualquier tipo de intervención con ellos. Por supuesto, todo esto visto desde el punto de vista de la multidisciplinariedad. Al igual que nos hemos acostumbrado a trabajar con especialistas en fauna, pólenes o datación, no está de más, al menos en grandes proyectos, contar con especialistas en comunicación y gestión –por cierto, no siempre arqueólogos. Pedir esto, dada la situación actual, puede resultar inocente. Sin embargo, el proceso de interacción con las comunidades puede plantearse como algo recíproco que se construya a lo largo del proyecto. No se puede esperar lo mismo de una intervención urbana corta, donde apenas tendremos más público in situ que obreros, clientes y, tal vez, algún curioso –lo cual no exime de la responsabilidad–, que de un proyecto rural de larga trayectoria, donde el equipo arqueológico va a terminar formando parte de la propia comunidad. Al final, nos encontramos ante unos objetivos claramente educativos, ya sea esa educación saber más sobre determinado periodo o, como prefiero orientarlo, sobre la propia arqueología.

¿Participación? A la hora de diseñar actividades y proyectos de socialización, uno de los conceptos clave es el de «participación», Aquí jugamos con algunos límites, que impiden el desarrollo de una arqueología comunitaria tal y como se define en el ámbito anglosajón (SIMPSON y WILLIAMS: 2008, MOSHENSKA y DHANJAL: 2011). Pero más allá de la política/burocracia, nos encontramos ante un dilema ético dentro de la práctica profesional, donde hay que conjugar la socialización con la participación. ¿Estamos de acuerdo en permitir que amateurs excaven? ¿Cuál es la diferencia entre un amateur y un estudiante? ¿Qué pasa con los profesionales titulados pero sin experiencia? ¿Participar significa excavar? Con frecuencia, la literatura sobre arqueología en comunidad tiene como nota común la participación activa de la población en el proyecto, ya sea a través de la excavación o de otros procesos dentro de la intervención. El uso de mano de obra no especializada es corriente, incluso en el ámbito de la profesión liberal. En nuestro país, los contratos a desempleados del ámbito rural del INEM, se destinaron en buena medida al apoyo de proyectos arqueológicos en aquellos pueblos donde se estaba llevando a cabo una intervención. Pero esto no es nuevo, está documentada la participación ciudadana desde, al menos, el siglo XVIII8 y hoy se llevan a cabo proyectos de gran impacto como Torre dos Mouros y Castro Mallou, en Galicia (GAGO et alii: 2013). Las críticas desde parte de la profesión son continuas, representando el miedo a perder una cuota de poder que aún no hemos alcanzado. No podemos dejar de lado, sin embargo, la diferencia fundamental que existe entre intervenciones programadas, principalmente de investigación, y aquéllas que se desarrollan desde el mundo empresarial por mandato administrativo ante una obra. Incluso las visitas a un yacimiento se pueden ver coartadas en el segundo supuesto, debido a cuestiones de seguridad,

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En 1785 se busca reutilizar el teatro de Sagunto y la comunidad participa ya de la intervención de desescombro y acondicionamiento (ARASA i GIL: 2012).

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e incluso administrativas. Aún así, siempre hay lugar para alguna forma de participación, como decía antes, incluso con el propio personal de la obra. Porque participar no es excavar, sino ser partícipe del proyecto en cuestión y compartir el desarrollo y los resultados. No podemos, y creo que no debemos, buscar la participación completa en todos los proyectos. El simple hecho de contestar cuando un curioso se acerca y pregunta es ya una forma de hacerle partícipe de tu trabajo y una oportunidad para comunicar. En resumen, si tenemos claro cuál es el concepto de participación –hacer partícipe–, y somos capaces de marcar límites según el tipo de proyecto, será posible mejorar considerablemente el impacto social de nuestras intervenciones de forma positiva. Todos los que hemos trabajado en contextos conflictivos hemos tenido que escuchar multitud de acusaciones infundadas, motivadas por el desconocimiento de nuestra profesión y una barrera infranqueable entre equipo arqueológico y cliente/comunidad. Romper esa barrera y abrirse a alguna forma de participación, es seguramente la mejor solución a esos conflictos. ¿Pero esto qué tiene ver con la gestión?

La gestión entendida desde la arqueología pública Como apuntaba al principio de este apartado, gestión lo es todo, desde el momento en que se planifica una intervención hasta la divulgación de los resultados. El trabajo con comunidades es parte de esa gestión, en tanto en cuanto forma parte del proceso de divulgación, pero también de las herramientas de planificación, protección, financiación y regulación del patrimonio arqueológico. Una comunidad comprometida con su patrimonio es un avance incuestionable para la gestión. Las asociaciones más activas de los últimos años, entre las que pueden destacar algunas de nivel nacional como Hispania Nostra, u otras más locales como Madrid Ciudadanía y Patrimonio o Iuventa, por nombrar dos, han sido la punta de lanza de la denuncia. Ya fuera a través de listas, informes, denuncias mediáticas o administrativas, han sido capaces de poner una nota de atención sobre el patrimonio en peligro, pero también sobre el patrimonio en general, ayudando a su divulgación y conservación. En estos casos, es la ciudadanía la que, movida por su interés por el patrimonio, reacciona ante la impotencia de la administración. Además, es de destacar el compromiso de algunas asociaciones de aficionados a la detección metálica, que han optado por seguir también esa línea a pesar de la confrontación que existe a priori con el colectivo arqueológico. En este sentido, la falta de corporativismo dentro de la arqueología, el desinterés generalizado por el patrimonio más allá de lo propio y la falta de recursos, están dejando a técnicos y profesionales de los diferentes ámbitos rezagados en un aspecto esencial como este (ALMANSA: 2011). ¿Cómo vamos a conseguir una gestión eficiente y sostenible si el propio colectivo no colabora? España cuenta con decenas de miles de sitios catalogados como bien cultural. Por supuesto, no se ha intervenido en todos ellos, aunque muchos sí requieren de una gestión individualizada dada su importancia, su magnitud, o su uso. Los recursos para la gestión crecieron considerablemente durante años en la mayoría de las regiones, pero con la crisis, tanto recursos humanos, como materiales y económicos, han mermado hasta mínimos históricos. A pesar de ello, la inversión sigue siendo millonaria, especialmente en el patrimonio

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construido. En el caso del patrimonio arqueológico, la mayor parte del dinero llega de la construcción –muchas veces dinero público igualmente– y, por ello, la mayor parte de la gestión se desarrolla desde el ámbito comercial y en circunstancias especiales. El objetivo investigador queda de lado ante un objetivo económico y eso tiene dos consecuencias directas; por un lado, la precariedad ya mencionada, y por el otro, la pérdida de calidad en los resultados. ¿Puede la administración intervenir en el libre mercado? Las leyes Paraguas y Omnibus aparecen en 2009 para regular los servicios profesionales en respuesta a una directiva de la Unión Europea de 20069, pero los problemas ya estaban aquí antes y surgen de las distintas legislaciones relacionadas con la competencia en nuestro país. ¿Para qué colegiarse si ya no es obligatorio, ni aporta beneficios? Una vez más, la indefinición legal ha dejado algunas profesiones en el limbo con respecto a la colegiación, pero también con respecto a las tarifas, ya que aparentemente las actividades de interés público (donde se podría incluir la gestión del patrimonio) quedan como excepción sin regular en la normativa10. Se ha especulado con la oportunidad de controlar los presupuestos, al estar la actividad sujeta a un régimen de autorización, pero la línea es demasiado delgada. El libre mercado nos ha llevado a una competencia descontrolada y por eso, la utópica solución de trabajar desde lo público para lo público parece una de las pocas salidas. La mejor forma de controlar un presupuesto es contratar directamente. Si el cliente de las empresas fuera una administración responsable, se podrían exigir condiciones adecuadas y precios razonables sin faltar a la competencia: utopía. De nuevo nos topamos con la ley, cuando de gestión administrativa se trata. Por ello, volver al concepto de comunidad y a la historia de Jaimito, se nos muestra como la única acción que podemos promover en este momento es desde abajo. 1. Conocer: Como paso inicial y esencial para poder trabajar con una comunidad. Necesitamos saber qué es lo que nuestro público sabe y quiere para poder trabajar de forma más efectiva en nuestros objetivos educativos y divulgativos. Como si se tratara de una estrategia de marketing, comprender los lazos de la comunidad con su patrimonio y reforzarlos nos ayuda a desarrollar nuestro trabajo mejor. 2. Participar: Cuando intervengamos, nos vamos a encontrar con una gran variedad de ámbitos en los que poder actuar. Algunos nos permitirán abrir el proyecto a la participación activa de no profesionales interesados en la arqueología. Otros, nos obligarán a reducir la participación a una estrategia más pasiva, pero en todo caso útil. Podremos encontrarnos con casos en los que la comunidad no tenga el menor interés en participar, en cuyo caso nuestra labor será aún más importante. La socialización del patrimonio es esencial para lograr una mejor gestión.

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En 2006 se aprueba la Directiva de Servicios (Directiva 2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 12 de diciembre de 2006, relativa a los servicios en el mercado interior) y ello lleva a la aprobación de la Ley 17/2009, de 23 de noviembre, sobre el libre acceso a las actividades de servicio y su ejercicio (Ley Paraguas) y la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicio y su ejercicio (Ley Omnibus). 10 Tras los problemas que se habían originado a finales del siglo XX al respecto, la Comisión Nacional de la Competencia, amparada por el Tribunal de Defensa de la Competencia –en un informe de 1992–, llevó a cabo diferentes recomendaciones sobre colegiación y tarifas que han desembocado en la situación actual (CNC: 2008; CNC: 2012).

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3. Reivindicar: El compromiso colectivo de nuestra profesión es vergonzoso. Puede que por intereses –o desintereses– particulares, o puede que por la configuración del propio mercado. En cualquier caso, la situación actual hace difícil llegar a acuerdos dentro del colectivo. Si somos capaces de solucionar este aspecto y trabajar en los dos anteriores, podremos reivindicar mejoras sustantivas en la forma de hacer arqueología. La educación y el compromiso son las dos armas con las que contamos. Gestionar desde la arqueología pública no significa cambiar el paradigma –ni teórico, ni metodológico–, sino cambiar la perspectiva desde la que se desarrollan los trabajos, poniendo el foco en la sociedad. La arqueología busca crear nuevo conocimiento, y la arqueología pública que ese conocimiento sea útil en el contexto social. Por ello, gestionar desde la arqueología pública significa reorientar los objetivos de la burocracia al público, porque el público será quien finalmente valore nuestro trabajo y exija las mejoras que hoy por hoy parecen imposibles. El límite de la burocracia es el presupuesto, pero el presupuesto nace de lo público, del público. En contraposición a la marea blanca –como uno de los ejemplos reivindicativos con resultados positivos del último año–, las protestas del colectivo arqueológico fueron irrisorias, tanto en convocatoria como en seguimiento. A pesar de conseguir más de 6.000 firmas contra la nueva ley madrileña, entre las que se incluían la mayoría de instituciones y asociaciones del sector, así como un nutrido grupo de profesionales y ciudadanos, la principal concentración llevada a cabo no convocó ni a un centenar de personas. Ni siquiera el impacto mediático de las reivindicaciones pudo hacer nada. Faltaba algo, una profesión comprometida y una ciudadanía educada. ¿Qué hubiera pasado si la presión social ante la ley hubiese sido como la de la marea blanca? Para poder obtener un verdadero respaldo social, necesitamos estar integrados en la sociedad como profesionales. Compartir y participar. El bagaje de países como el Reino Unido, desde principios del siglo XX (MOSHENSKA y SCHADLA-HALL: 2011), nos muestra como el interés social por el patrimonio puede desembocar en una gestión más eficiente. Aunque con unas bases legales totalmente distintas, el éxito de Time Team en televisión, la ya mencionada configuración del Southport Group, la implicación de las comunidades con su patrimonio, e incluso el cuestionado pero eficiente sistema del Portable Antiquities Scheme para lidiar con los aficionados a la detección metálica, son ejemplos a tener en cuenta. Por supuesto, los recortes, la precariedad y el expolio también afectan al Reino Unido, pero la problemática no tiene el mismo trasfondo que en España. En cualquier caso, nosotros debemos tomar nuestro propio camino. Apostar por la arqueología pública es apostar por una perspectiva diferente a la hora de hacer arqueología. El resultado se vería a medio plazo, pero más allá de la gestión, los beneficios de una arqueología orientada a la sociedad se pueden disfrutar desde el primer día. La rentabilidad económica del patrimonio seguirá en cuestión, aunque si los trabajos asociados al patrimonio se pueden desempeñar y se desempeñan desde la empresa privada, tiene que existir un beneficio. Lo que no podemos obviar es la rentabilidad, social en primer término y política después.

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Fig. 4. Concentración SOS Patrimonio (mayo de 2013) en la Puerta del Sol, Madrid (Fotografía del autor)

Conclusiones Llevamos muchos años haciendo arqueología. Ya más de treinta con el modelo actual. Muchos se defienden a la perfección en él, pero no podemos obviar que los grandes perjudicados de todos nuestros problemas son el propio patrimonio y la gente. En este artículo he dejado de lado otros aspectos importantes como la «otra» politización del patrimonio, desde procesos nacionalistas o legitimadores de políticas opresivas. Gestos tan aparentemente inocuos como la barbaridad de un diputado valenciano al asegurar que su lengua venía del ibero, no pasarían tan desapercibidos en una sociedad conocedora y comprometida con su pasado. El diputado, de haber estado en Madrid, habría votado con disciplina de partido a favor de una ley que va contra su tan «admirado» patrimonio. De haber estado en el Reino Unido, seguramente habría dimitido por la vergüenza. Es cuestión de tiempo que arqueología pública y gestión se encuentren de verdad. Cada día, más proyectos se suman a una corriente que aporta beneficios con un coste mínimo. Podría criticar la orientación de algunos de esos proyectos, pero considero que es el momento de sumar y la inexperiencia se pierde probando. Desde 2012, The Public Archaeology Group11 está desarrollando los canales para colaborar y poner en práctica con toda garantía estrategias de trabajo desde la arqueología pública. Es cuestión de tiempo que comiencen a surgir

                                                        11 El grupo surge como resultado de la indefinición que existe a la hora de hablar de arqueología pública. Los mensajes son contradictorios, sobre todo entre la tradición americana y la europea. La escasez de publicaciones y la falta de comunicación entre proyectos y profesionales, no ayudan a que la situación mejore. En la actualidad, el grupo ya cuenta con infraestructura en Europa, desde la EAA y pronto dará el salto a América. Más información en: http://centralpag.blogspot.com.es, y, http://e-a-a.org/Public%20Archaeology%20web.pdf

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protocolos y guías que ayuden a los profesionales a embarcarse en esta forma de hacer las cosas. Siendo optimistas, en pocos años estaremos en posición de forzar el encuentro, sobre el papel, de arqueología pública y gestión, incluyendo, como ya se hace en algunos ámbitos, requisitos de actuación en todo proyecto, también los comerciales. Porque ya no se trata sólo de difusión, sino de socialización y gestión. El próximo paso es la concienciación del colectivo, tratando de hacer ver a colegas de todos los ámbitos de la arqueología, como se pueden beneficiar de estas premisas. Mientras tanto, habrá que continuar reforzando las bases teóricas y metodológicas de la arqueología pública.

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