Arqueología industrial de un Enclave Minero Salteño en Bolivia, Mediados del siglo XIX

June 19, 2017 | Autor: M. Gastaldi | Categoría: Paisajes Industriales, Minería Siglo XIX, Arqueología Puna Atacama Siglo XIX
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Descripción

"Arqueología industrial de un Enclave Minero Salteño en Bolivia, Mediados del siglo XIX" Haber, Alejandro F., Quesada, Marcos N. y Gastaldi, Marcos Román.

Año 2002

Actas XVIII Jornadas de Historia Económica. Sin Referato. Formato digital.

Arqueología industrial de un enclave minero salteño en Bolivia, mediados del s. XIX Alejandro F. Haber 12, Marcos R. Gastaldi 2 y Marcos N. Quesada2 Resumen La reciente historiografía regional del s. XIX ha resaltado la importancia de empresarios salteños en la explotación argentífera en territorio boliviano. Pocas veces, sin embargo, se cuenta con la posibilidad de observar las evidencias materiales de las inversiones en infraestructura y de las aplicaciones tecnológicas directamente vinculadas con los procesos de producción minera. El potencial de la arqueología histórica reside precisamente en el aporte de información concreta acerca de la inversión material y la organización de los procesos de trabajo. En este caso, se ofrecen los resultados de una investigación desarrollada en el área de Antofalla (Antofagasta de la Sierra, Catamarca), que revela los restos de una empresa minera propiedad de Indalecio Gómez y Ríos, comerciante de Molinos (Salta), en territorio que, a mediados del s. XIX, cuando aquella estaba en operación, pertenecía a la República Boliviana. Se describen las evidencias que permiten reconstruir las etapas de extracción, transporte y procesamiento, y se propone una interpretación de la tecnología aplicada para el procesamiento del mineral. Se discute el funcionamiento del enclave minero, atendiendo a aspectos tecnológicos, así como a su articulación en la econom ía regional. 1 2

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca

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Introducción Desde la independencia de la Repú blica de Bolivia hasta el avance de las tropas chilenas sobre el sector meridional de su territorio, la Puna de Atacama perteneció al departamento del Litoral. Este árido territorio, insertándose como una cuña entre la Confederación y la República de Chile, fue escenario de frecuentes acciones que, lejos de ofrecer un panorama estrictamente delimitado por las nuevas fronteras internacionales, configuraron a través de estas una nutrida articulación económica en el espacio surandino. La participación de las provincias del norte argentino en esa articulación, y particularmente de los salteños, ya ha sido puesta de manifiesto (Conti 1989, 1995, 2000). El auge de la minería de la plata en Bolivia es un aspecto conocido para la historiografía económica surandina. Asimismo, la actuación de empresarios salteños en ese proceso ha sido ejemplificado para casos puntuales (Platt 1995-1996). A este respecto, cuestiones tecnológicas, de inversión de capital y de acceso a la fuerza de trabajo han sido investigadas a partir de documentación de archivo (Platt 1987, 1995-1996). En esta ponencia, ofrecemos una mirada distinta sobre una empresa minera salteña en la Puna de Atacama boliviana, enfocada sobre los restos materiales del enclave minero de Antofalla. Ello nos permitirá, a partir de la descripción y análisis de las evidencias arqueológicas, reconstruir la lógica productiva de la empresa minera, los procesos de trabajo involucrados, y la inserción del emprendimiento minero en la organización empresarial en su conjunto. Esta mirada arqueológica sobre esta empresa minera no pretende ser una alternativa a la investigación sobre documentación escrita sino, por el contrario, un complemento de información y de perspectivas, útil, sobre todo, a la hora de preguntarse cómo era conc retamente la producción de plata en el sur de Bolivia, cuál era la dimensión material de los procesos de producción y, en fin, cómo se veía una mina en la Puna de Atacama del siglo XIX y cómo se articulaba en el espacio económico más amplio. La Puna de Atacama y el paisaje de enclave La región conocida como Puna de Atacama formó parte de la República de Bolivia y, como consecuencia de la Guerra del Pacífico, fue anexada a la República de Chile. Finalmente, fue sometida a un laudo entre Chile y la República Argentina, arbitrio cuyo resultado fue que la mayor parte de ese territorio se incorporara a esta última en 1900. En el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX, numerosos viajeros recorrieron la Puna de Atacama, la mayor parte de ellos enviados por los gobiernos argentino y chileno en misión de reconocimiento de su geografía y potencial económico. Los informes, conferencias y textos diversos que los viajeros a la Puna generaron fueron la base del conocimiento geográfico del territorio y, a la vez, constituyeron a la Puna de Atacama como categoría geográfica. Como creación literaria producto de ese género, la Puna de Atacama fue descripta y conocida como un espacio naturalmente marginal, prácticamente despoblado, yermo y hostil hasta el extremo de asemejarse más a la Luna que a un paisaje terrenal y, las más de las veces, desprovisto de cualquier promesa de incorporación al proyecto de nación moderna y progresista que por ese momento impregnaba las mentes de las elites del cono sur. La experiencia del viaje, de los difíciles días a lomo de mula por

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eternos senderos, entre abruptos precipicios, y a la merced de los más riesgosos peligros, constituyó la marca del género de los relatos de viaje a la Puna de Atacama y, como efecto del uso de ese género en la posterior literatura científica, marcó transitivamente la concepción que de ese territorio nos resulta común hasta nuestros días (Haber 2000). Tanto la vida de las poblaciones puneñas como los enclaves extractivos instalados en la Puna fueron minimiz ados o ignorados por esa literatura, opción en la que, en cambio, no incurrió la anterior literatura geográfica boliviana, más proclive a describir la región en términos análogos a los del resto de su espacio territorial (Dalence 1851). Si bien es posible comprender la actitud respecto a las poblaciones puneñas dentro del generalizado desdén y desconfianza de las elites hacia los indígenas y campesinos de las geografías peri-nacionales, más sorprendente es la forma en la que la visión marginal de la Puna de Atacama pasó por alto la larga historia de la articulación económica de ese espacio en el más amplio mundo surandino. Las últimas etapas de esa larga historia eran parte de la memoria vigente, tal como lo demuestra Eduardo Holmberg (1988) al mencionar algunos datos acerca de la explotación minera de Antofalla que, como nos lo dice el distinguido viajero, había pertenecido al padre del por todos conocido Indalecio Gómez, una de las figuras políticas más importantes de las primeras décadas del siglo XX. Indalecio Gómez y Ríos era uno de los comerciantes de mulas que participaban del tráfico trasandino a mediados del siglo XIX (Caro Figueroa sf). A partir de la ampliación del puerto de Coquimbo y del crecimiento de la minería en Copiapó, se había desarrollado la demanda de mulas y reses que eran provistas por comerciantes de las provincias del norte (Conti 2000; González Pizarro 2000). Las rutas que, desde Molinos, lo llevaban al norte de Chile y sur de Bolivia atravesaban la Puna de Atacama. Tanto en direcció n a Copiapó como en la ruta de Cobija y el Perú (que pasaba por San Pedro de Atacama y Calama), la presencia de vegas y aguadas intermedias en las alturas puneñas era de particular relevancia. Las vegas de Antofagasta de la Sierra y de Antofalla, y particularmente esta última en las rutas originadas en Molinos, pudieron ser puntos claves en estas largas travesías. Los potreros de Antofalla, entre otros, eran utilizados por los comerciantes para el engorde de invernada de las mulas (Dalence 1851). Gómez y Rí os también incursionó en la minería, tanto en Chile como en Bolivia. En esta última, era propietario de la mina y el trapiche de Antofalla (1988 [1900]), en donde, además de contar con pastos para invernada, tenía una instalación dedicada a la extracción y procesamiento de mineral de plata, hasta que fuera asesinado en 1862 en su casa de Molinos (de Santillán 1957). En lo que sigue describimos los hallazgos realizados en el área de Antofalla1 (hoy en el departamento Antofagasta de la Sierra, Catamarca) vinculados a la empresa de Indalecio Gómez y Ríos. Nuestra interpretación de esos restos se orienta a mostrar hasta qué punto la Puna de Atacama estaba articulada al más amplio espacio económico decimonónico no sólo como es pacio 1

Las investigaciones arqueológicas cuyos resultados se incorporan a este trabajo fueron realizadas en el marco de un proyecto de investigación que desde 1989 desarrollamos en el área, con el auspicio de la Universidad Nacional de Catamarca. La quebrada de Las Minas fue recorrida en 1996 y en 1997 se realizó allí una prospección intensiva de cobertura total como parte de un estudio de impacto realizado para la Compañía Minera Antofalla S. A. (Haber 1999). El edificio del Trapiche de Antofalla fue excavado, en sus dos plantas, en 1993. La prospección intensiva de cobertura total de los sectores inferiores de las quebradas de Playa Negra y Antofalla se realizó en los años 2001 y 2002, contando desde este último año con un subsidio de la Fundación Antorchas.

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a ser atravesado por los circuitos mercantiles trasandinos sino en la movilización de capital y fuerza de trabajo con objetivos productivos. Este importante rol económico de los enclaves fue, posteriormente, silenciado por la literatura de viajeros en la que se originó la imagen geográfica de la Puna de Atacama. La mina del volcán y el trapiche de Antofalla Breve caracterización del área de Antofalla El salar de Antofalla, ubicado en el ángulo noroccidental de la Provincia de Catamarca, es una cuenca tectónica cuyo nivel de base supera escasamente los 3300 m snm. Al este está delimitado por la sierra de Calalaste, con alturas mayores a los 5500 m snm, que lo separa de la hoyada de Antofagasta de la Sierra. El límite occidental está conformado por la sierra de Antofalla, constituida por una serie de grandes estratovolcanes dispuestos a lo largo de una línea tectónica (Turner y Méndez 1979), entre los cuales destacan el Volcán Antofalla (6409 m snm) y el cerro Tebenquiche (5837 m snm). El deshielo de la capa gélida en sus cumbres alimenta los arroyos permanentes que discurren por las quebradas existentes en sus estribaciones. Nos interesa aquí referir a las quebradas de Las Minas, Las Cuevas, Onas y Antofalla puesto que en ellas hay restos de las estructuras que corresponden al establecimiento minero de Indalecio Gómez y Ríos (Figura 1). Las condiciones de producción minera se relacionan estrechamente con la historia geológica de la región y por ello bien vale la pena hacer una breve descripción de ella. El origen de los depósitos metalíferos es relativamente reciente. La formación de los estratovolcanes puede ubicarse, de acuerdo a Turner y Méndez (op. cit), en el período cuartárico, en particular en un evento eruptivo andesítico (laciandesitas cuarcíferas). Seguidamente, algunos sectores sufrieron alteraciones hidrotermales dando lugar a la formación de depósitos metalíferos. Uno de ellos se ubica en el Volcán Antofalla (Kraemer et al. sf). Finalmente, agentes geomorfológicos recientes, aún actuantes, dieron forma al paisaje actual en un período de baja actividad sísmica y volcánica. Los minerales de interés económico se presentan en la actualidad en dos manifestaciones. Por un lado, un área de mineralización vetiforme alojada en sedimentos terciarios, caracterizada por asociaciones auríferas y polimetálicas; y un área de mineralización diseminada representada por zonas de blanqueo hidrotermal con contenido de plata y oro. Además de estas dos manifestaciones actuales, es probable que existiera un tercer depósito, hoy agotado, de minerales argentíferos de elevada ley (sulfuros y sulfosales de plata). De este depósito sólo quedan como vestigios algunos remanentes sobre los cuales se han practicado análisis que informan acerca de un contenido mayor al 10% de plata (Dr. Eduardo H. Peralta com. pers., junio 2002). Aparentemente, este depósito ha sido superficial, y su explotación a cielo abierto, ha sido realizada históricamente. Los socavones que hoy se observan corresponderían, no a la explotación del siglo XIX, sino a exploraciones posteriores, posiblemente a la realizada por SEGEMAR en la década de 1970, o algo anteriores. Es posible, entonces, y a pesar de que las evidencias materiales de la extracción de mineral se encuentren en gran medida obliteradas por acciones posteriores de exploración de los depósitos subyacentes (vetiformes y diseminados), suponer que la actividad minera del XIX

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estuvo vinculada con la extracción de un sedimento superficial de alta concentración de metal ubicado a 4150 m snm aproximadamente. Ello habría implicado bajos costos de extracción del mineral, el que pudo ser acarreado y acumulado en una instalación de acopio y procesamiento primario (Old Camp2) ubicado a aproximadamente 1 km de distancia horizontal y a unos 150 m de distancia vertical descendente. Un camino construido durante las recientes exploraciones del área probablemente haya destruido las huellas de las sendas utilizadas para bajar el mineral hacia Old Camp. Old Camp Es una instalación orientada a actividades de acopio de mineral, ensayos de ley, procesamiento primario y carga del mineral para su transporte. Se compone de un núcleo principal de estructuras construido al pie de la ladera sur de la quebrada, formando una U abierta al norte (Figuras 2 y 3) . Cinco recintos delimitan un patio, cuyo alto escalón hacia el curso de agua lo presenta como plataforma. El recinto occidental (7) tiene una abertura al este y es el único cuyas paredes son completamente independientes de los demás recintos. El espacio entre el recinto occidental y el siguiente recinto (5) está ocupado por un horno de barro (6) construido sobre una plataforma de paredes de piedra. La plataforma (estructura 1) está delimitada por un muro de contención construido con bloques de piedra sin cantear, desde la estructura 2 hasta más al oeste que la estructura 7. Al interior de la plataforma el piso es de tierra, nivelado a la altura de la misma. El recinto este (estructura 2) es de forma subcuadrangular con una abertura hacia el oeste, hacia la plataforma. Su construcción es de paredes de bloques de piedra unidos con argamasa de barro. Las paredes norte y este del recinto 2 llegan hasta el nivel del suelo, mientras que la pared oeste llega hasta la plataforma y la pared sur es compartida con el recinto 3. El recinto 3 se ubica directamente al sur del recinto 2, teniendo su vano abierto hacia el norte, junto al rincón formado entre los dos recintos mencionados. Los muros de este recinto 3 están construidos de bloques irregulares y aparejo irregular rematados por unas cinco hiladas superiores de bloques seleccionados dispuestos en aparejo relativamente más regular. Es de señalar en este caso que en la cara interna de la pared sur del recinto 3 se observaron tres nichos delimitados en la pared mediante la colocación de lajas en posició n vertical. El recinto 4 presenta muros con bloques comparativamente más pequeños, aunque igualmente irregulares y sin intención de aparejo regular. Algunas de las piedras de las hiladas basales son de grandes proporciones, al igual que las que marcan las jambas a uno y otro lado de la entrada. Tiene un vano rectangular abierto hacia el norte, contando con sendas lajas horizontalmente dispuestas, que marcan el umbral y el dintel. El muro este lo comparte con el recinto 3 y el muro oeste con el recinto 5. El recinto 5 comparte su muro este con el recinto 4 y tiene su abertura comunicada con el interior de aquel. La selección y disposición de los bloques de las paredes es completamente irregular, habiendo bloques grandes en los tramos superiores del muro, apoyando sobre otros de menor tamaño. Los recintos 2, 3 y 4 tienen los muros preparados para techos a un agua con suave declive hacia el norte. El horno (estructura 6) se encuentra apoyado sobre una pequeña plataforma 2

En esta y en anteriores oportunidades conservamos el nombre Old Camp con el que este sitio figura en la cartografía confeccionada por la Compañía Minera Antofalla S. A.

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construida sobre la plataforma 1, al pie de la ladera sur en el espacio delimitado por los recintos 5 y 7. La forma del horno de barro es troncocónica, con una abertura hacia el norte. Tiene forma subrectangular de lado mayor sur-norte, con una abertura hacia el este, e inclinación de agua de tec hado hacia el oeste. Los paramentos son relativamente regulares, coincidiendo en parte con la descripción del muro norte del recinto 2. La plataforma 1 continúa hacia el oeste del recinto 7 (donde la denominamos como plataforma 20). Al este del recinto 2, se encuentra la estructura 8, construida en pirca seca de bloques irregulares sin aparejo discernible, aparentemente una estructura de encierro de animales. Al este de la estructura 8 se encuentra un horno de forma tronco-cónica y abertura al norte. Unos 5 m más al este se encuentran los restos de la estructura 10, aparentemente de planta rectangular. Otros 5 m hacia el este se encuentra la estructura 11, un pequeño recinto cuadrangular de paredes de piedras relativamente seleccionadas y, en parte dispuestas en hiladas. Junto a su muro este se encuentran los restos bastante deteriorados de un horno en domo construido con piedras y arcilla rojiza. Al norte del curso de agua hay dos conjuntos estructurales. El conjunto oriental al norte del curso de agua es tá integrado por las ruinas de tres estructuras rectangulares, 12, 13 y 14, de las que quedan restos de muros de piedra y de pisos consolidados. El último conjunto estructural está integrado por los restos de cuatro hornos alineados al pié de la ladera norte del cerro, estructuras 15, 16, 17 y 18 (Figura 4). La construcción de los hornos es de distintos materiales y formas. Finalmente, hacia el oeste se encuentra una gran pileta, estructura 19, construida con piedras, aparentemente reconstruida por SEGEMAR en la década de 1970, ocasión en la que las paredes habrían sido revocadas con cemento. La descripción anterior nos brinda información suficiente para reconstruir el proceso de producción llevado en el lugar. El sedimento extraído se acarreaba desde la cantera hasta Old Camp probablemente a lomo de animal -si bien no se hallaron restos de sendas, muy probablemente hallan sido destruidas por la construcción de un camino durante exploraciones más recientes. La pileta rectangular de paredes de piedra (estructura 19) posiblemente haya servido para el acopio del mineral a la espera de la carga, o a la espera de ser tostado para su posterior transporte. Los 4 hornos de pequeño tamaño (estructuras 15,16,17,18) podrían haberse utilizado con dos fines. Por un lado pudieron servir para analizar muestras de mineral para conocer su concentración, identificando de esta manera los depósitos con mayor ley. Por otro lado, en ellos se habría tostado el mineral con el objeto de reducir su volumen. El tostado produce una reduc ción de hasta el 30% del volumen, eliminando el contenido de arsénico, azufre y antimonio (Ing. Erwin Petek com. pers. Junio 2002). La riqueza del mineral y la reducción del volumen del sedimento de desecho, habría permitido una fuerte disminución de los costos de transporte, "flete falso". La distancia desde la mina al trapiche de Antofalla, pudo ser compensada, en parte, transportando hacia allí un concentrado muy rico en plata. La presencia de un corral (estructura 8) contiguo a la estructura 2 y una plataforma (estructura 1 y 20) de carga, indicarían que la carga de los animales con el concentrado mineral, luego del tostado, era realizada en este campamento. El resto de las estructuras (estructuras 2,3,4,5,7) se habrían relacionado a la habitación de los operarios. En los alrededores

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existen algunos arbustales ralos de Adesmia erinacea y de Adesmia horrida, ambas especies proveedoras de buena leña, probables relictos de la recolección de leña practicada para el funcionamiento de los hornos. La provisión de leña, y de otros avíos, pudo complementarse mediante la carga en animales enviados a la mina a bajar el mineral a Antofalla. La red vial Desde Old Camp hasta el trapiche de Antofalla se transportaba el mineral por medio de animales (mulas y burros) utilizando una infraestructura vial que comunicaba a ambos lugares. La red estaba compuesta por una senda jalonada por refugios, puestos y paraderos ubicados a lo largo del camino en sectores de aguadas utilizados para el descanso y la pernoctación. En la quebrada de Las Minas se hallaron restos de la red vial y refugios, paraderos y puestos ubicados todos a lo largo de la quebrada (Figura 5). El transporte del mineral desde el Volcán a Antofalla probablemente demandara dos o tres días. Sendas (Figura 6). En la quebrada de las Minas fueron hallados 11 tramos de senda (CV1, LM2, LM3, LM5, LM7, LM8, LM9, LM10, LM13, LM16 y LM19). En general, los tramos fueron encontrados sobre las laderas de la quebrada, tanto en la ladera sur como en la norte, indicando que el camino cruzaba el río varias veces. El trazado del camino se habría realizado teniendo en cuenta la topografía del lugar, buscando los mejores pasos de tránsito. Junto a la corriente de agua se ubicaron los refugios, paradores y puestos a lo largo de la quebrada. Todos los tramos relevados de camino, exceptuando LM10, son huellas marcadas en las laderas de la quebrada aparentemente por el paso de animales y no por la limpieza intencional de la traza. El reiterado paso de los animales de carga, uno tras otro, habría formado la huella. LM10, a diferencia de los anteriores, es un camino de arreo abierto sobre la ladera sur de la quebrada, construido intencionalmente a lo largo de su traza. Tiene alrededor de 1 m de ancho de trocha, y es visible a lo largo de un trecho de unos 100 m aproximadamente. Este provendría de un parador (LM6), que se encuentra a unos 350 m aguas arriba y junto al curso de agua. Probablemente sea la continuación del tramo LM5, y se trata de una senda alternativa de LM9. Cada uno de los tramos de camino relevados pudo asociarse a una estructura particular (refugios, paradores, puestos, campamento). Desde la desembocadura de la quebrada de Las Minas hasta Playa Negra, una quebrada dispuesta inmediatamente junto a la de Antofalla, no se han relevado las sendas. El camino desde la mina del Volcán hasta el Trapiche de Antofalla, era suficientemente conoc ido como para ser incluido en la cartografía de la época, y la inmediatamente posterior (Lavenas 1900). En la cartografía se observa que desde el campamento minero sale una huella que se dirige por el faldeo de la sierra de Antofalla hasta una "vega corral" denominada "Guaritas", y desde este punto se dirige hacia Onas, también señalada como "vega corral". Desde Onas, y uniéndose con otra senda que proviene de Botijuelas, el camino conduce directamente a Antofalla. En prospecciones realizadas en la quebrada de Playa Negra se encontraron restos de un camino de herradura, calzado con lajas, que posiblemente sea continuación de la senda que proviene de Onas. Esta se ubica sobre el faldeo y corre bordeando el cono hasta la Quebrada de Antofalla.

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Refugios y Paraderos (Figura 6). En la quebrada de las Minas se hallaron cuatro refugios (LM4, LM15, LM17 y LM18). Todos los refugios se ubican en el fondo de la quebrada junto al río. Se pudo determinar, además, la vinculación con algunas de las sendas identificadas. Se componen en general de uno o dos espacios delimitados por muros generalmente construidos con bloques irregulares de piedra, con alturas que en la actualidad no superan 0,50 m de altura. Las formas que presentan son diferentes, algunos son estructuras de planta subrectangular abiertas por un lado (LM4 y LM15), otras son estructuras de planta subcircular, que se presentan de a una (LM17) o adosadas de a dos (LM18) también abiertas en alguna sección del muro. Las medidas que presentan son variables, des de 1 m (LM18) a 2 m (LM17) de diámetro en el caso de la semicirculares. Las subrectangulares, un poco más grandes, poseen muros de 2,7 m de largo (LM15) y algunos rectángulos de 5 m por 2,5 de largo (LM4). La poca altura de los muros y su descuidada arqui tectura permite interpretarlos como campamentos transitorios antes que como estructuras permanentes. También se halló un parador en el fondo de la Quebrada de Las Minas (LM6), a uno y otro lado del curso de agua, y al pie de ambas laderas. El curso de agua corre por el fondo de la quebrada cortando el sitio. Se trata de un conjunto de estructuras construidas con muros sin argamasa de piedras no seleccionadas sin cantear. Una primer estructura consiste de un muro de aproximadamente 15 m de largo y 0,5 m de ancho, y alrededor de 0,5 m de altura, que corriendo perpendicularmente al curso de agua, separa claramente dos sectores de la quebrada a un lado y a otro del mismo. A una distancia aproximada de 18 m al sur de la estructura descripta, se dispone una segunda estructura subcircular abierta al sudoeste, de aproximadamente 5 m de diámetro, con una pequeña estructura asociada en un extremo. Finalmente, a 6 m al oeste de la estructura subcircular se encuentra una tercera estructura consistente de un pequeño muro que se dispone en forma de media luna abierto al sudoeste, de 1 m de largo y 0,8 m de abertura. Al igual que LM4, este sitio parece ser un campamento provisorio, habiendo servido la estructuras subcirculares como refugio de los arrieros, y el muro transversal para la contención de los animales ante la necesidad de pasar la noche en el lugar. A diferencia de las estructuras definidas como refugios este presenta una mayor inversión en la infraestructura. Puestos (Figura 6d) . Dos puestos fueron hallados en Las Minas, LM11 y LM14, ambos en el fondo de la quebrada al igual que los paradores y los refugios. LM11 se trata de un conjunto de estructuras, formado por dos núcleos. Un primer núcleo ubicado al sur del curso de agua, se compone de dos recintos subcircul ares de aproximadamente 2 m de diámetro, dispuestos de manera alterna, en S, con sus aberturas hacia el norte y el sur, respectivamente. Frente a la abertura sur, se dispone un muro de aproximadamente 3 m de largo, que delimita el espacio del segundo recinto. Los muros son de bloques de piedra no seleccionados dispuestos irregularmente, sin argamasa. Alcanzan una altura máxima de 2 m. Hacia el lado norte del curso de agua, una estructura subcircular de 2 a 2,5 m de diámetro se dispone al pie de la ladera, con una abertura hacia el sudeste. Este puesto se encuentra vinculado a los tramos de camino, LM8 y probablemente LM9 y LM10. Su cercanía al sitio LM12, ubicado a corta distancia sobre un promontorio en la ladera sur, lo integraría al mismo sistema de arreo,

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funcionando como campamento LM11 y como encierro de animales LM12. La vinculación entre ambos habría sido la senda que continúa en LM13. LM14 consiste de dos conjuntos estructurales y una dispersión de artefactos. El conjunto estructural mayor se compone de tres estructuras subcirculares de paredes de piedra alineadas en el sentido del curso de agua, de 2 m de diámetro y una ovalada de 2 m de diámetro menor y 3 m de diámetro mayor. Tienen sus muros conservados a una altura de entre 0,8 m y 1 m. A unos 20 m hacia el oeste se encuentra el segundo conjunto estructural integrado por dos recintos circulares de 2 m de diámetro, con paredes de piedra conservadas a una altura de 0,2 m y 0,4 m respectivamente. En los alrededores de los conjuntos estructurales se encuentran artefactos de piedra, metal y caucho, y considerable cantidad de huesos de animales. Este, al igual que el puesto anterior, está totalmente integrado a la red vial de la quebrada. Corrales (Figura 6). También fue hallada una estructura rectangular (LM12) ubicada sobre un promontorio en la ladera sur de la quebrada de Las Minas. Se trata de una gran estructura de encierro de animales, delimitada por una pared de bloques rojizos de considerable altura (1,2 m) y ancho, de 16 m en dirección este-oeste y 7 m en dirección norte -sur. Presenta una abertura al sur, hacia la terraza. A unos 17 m al noroeste se encuentra una estructura formada por la acumulación de piedras rojizas, de forma subcircular de 3 m de diámetro, sin entrada ni recinto interno (es decir “maciza”). Unos 2 m al sudeste del gran corral se encuentran dos pequeñas estructuras subcirculares de muros adosados, construidas con piedras rojizas, de unos 2 m de diámetro cada una. Todo el conjunto estructural se dispone al filo de la abrupta ladera, prácticamente coincidiendo la dorsal con el límite norte del sitio. Hacia el sur, en cambio, una pendiente moderada se convierte en la amplia terraza anteriormente descripta. La gran estructura central habría sido un corral apto para el encierro de mulas y burros, en un punto del camino de bajada del mineral que contaba en las inmediaciones con agua y vega. Las dos estructuras pequeñas asociadas pudieron ser refugios para los arrieros. Antofalla La instalación de procesamiento de Antofalla consta de un trapiche para la molienda del mineral, hornos, piletas y un conjunto de habitaciones vinculadas. Todas estas estructuras se ubican en la ladera oeste de la quebrada, a unos 150 m del arroyo. En la actualidad éste permanece seco, al menos durante los meses de verano, puesto que el agua es captada a unos 1000 m aguas arriba del trapiche y desde allí es canalizada para regadío. A poco más de 20 años de la muerte de Gómez y Ríos, el ingeniero de minas chileno Alejandro Bertrand describió el conjunto arquitectó nico de la siguiente manera: "Hai varios cuerpos de edificios, todos de piedras, embarrados i rebocados; unos eran habitaciones de empleados, otros laboratorios u oficinas, interiormente están blanqueados i muchos rodeados por poyos de piedra i barro; los dinteles son todos abovedados, i, por lo demás, techos, puertas i ventanas han desaparecido [...] Hai tambien un edificio para los hornos de

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fundición, que son pequeños i de manga, es decir, que el combustible se cargaba con el mineral; hubo un trapiche movido por el agua de la quebrada y dos estanques de piedra para los relaves; hubo además hornos de refoga i vimos en el suelo una campana o cucurucho de fierro de los que sirven para esa operación." (1885:39-40) El mismo Bertrand destaca la magnitud de los capitales que se debieron invertir para la construcción del establecimiento (op. cit.: 39) lo que, además, indica su importancia en el proceso productivo minero. Es lógico suponer que el establecimiento de Antofalla estaba destinado al procesamiento sec undario de los minerales extraídos del Volcán y transportados hasta allí a lomo de mula. Tal procesamiento incluía la molienda. El trapiche de Antofalla (Figura 7) puede ser caracterizado en términos generales como un "molino chileno". Pero las características del edificio donde está instalado merecen una descripción más detallada. Se trata de una edificación de dos plantas (Figura 8). En la superior se dispuso un durmiente circular de piedra en posición horizontal sobre una plataforma de piedras. Sobre el durmiente giraban una o dos muelas verticales. De estas ninguna permaneció in situ, sino que se las encuentra una frente a la vieja escuela de Antofalla, muy próxima al trapiche, y otra en la plaza de Antofagasta de la Sierra. El movimiento era transmitido a las muelas verticales por medio de un aparejo que constaba de un eje vertical que atravesaba una perforación en el centro de la muela horizontal y el piso de la planta superior, y se apoyaba y calzaba en un pequeño orificio en el piso de la planta inferior. Una cruceta en el extremo superior del eje unía la –o las -muela/s -entre sí y- al eje vertical. La habitación de la planta inferior está construida enteramente en piedra, incluyendo el piso. Su extensión es más restringida que la de la planta superior, con una gran entrada en arco hacia el noreste. Su techo en bóveda fue a la vez el sostén del piso del sector de la planta superior en donde apoyaba la plataforma y el durmiente. El eje vertical se ubica en el centro del recinto abovedado y posiblemente tenía allí una segunda cruceta horizontal sobre la cual se ejercía la fuerza que generaba el movimiento rotatorio. De qué manera se daba movimiento a la maquinaria es aún un aspecto confuso. Si bien Bertrand señala que el trapiche de Antofalla era un ingenio hidráulico, las evidencias materiales no sustentan suficientemente su interpretación. Probablemente Bertrand se haya guiado de la existencia de un antiguo canal que llegaba desde el norte hasta la planta superior del trapiche. Sin embargo, el caudal del arroyo y el desnivel alcanzado por el agua difícilmente fueron suficientes para dar movimiento a las pesadas muelas y, además, no hemos hallado una entrada de agua a la habitación de la planta inferior. Es más probable que el dispositivo fuera movido con fuerza humana puesto que el espacio en torno a las muelas o al eje vertical es restringido tanto en la planta superior como en la inferior y difícilmente hubieran permitido la circulación de animales. Debemos señalar que el máximo brazo de palanca posible en el interior de la bóveda es hasta tres veces superior a los 0,5 m de distancia entre el eje vertical y la/s muela/s, pudiéndose así lograr una reducción de la fuerza necesaria para poner en funcionamiento la maquinaria. El empleo de un "molino chileno" y la existencia del canal que llega hasta él podrían indicar el uso de la técnica de amalgama para separar el metal.

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En este tipo de dispositivo, en el que "el uso del mercurio es casi generalizado, para combinar molienda y amalgamación" (Wotruba et al. 2000), era necesario el uso de agua. Así, la molienda pudo haber sido realizada con el mineral humedecido, y la separación del metal efectuada en una depresión que ocupa la mitad sudeste de la planta superior separada de la molienda por un escalón. Al parecer, en los terrenos adyacentes al edificio del molino, actualmente utilizados para el cultivo, se han hallado restos del mercurio empleado antiguamente en la amalgamación (Dr. Eduardo H. Peralta, com. pers., junio de 2002). El proceso de separación del metal o la concentración del mineral pudo haber seguido con la aplicación de otras técnicas, tal como la separación gravimétrica en mesas concentradoras o decantación. Los estudios de los aspectos técnicos de esta parte del procesamiento deben ser profundiz ados, aunque es probable que parte de los implementos involucrados en el procesamiento del mineral fueran de madera, y por ello con pocas posibilidades de conservación, o quizá elementos muebles que fueron retirados del lugar. Resta informar, para dar cuenta de las características arquitectónicas del trapiche y la magnitud de la inversión en su construcción, que la totalidad de la planta superior se encuentra cerrada por gruesos muros de piedra hasta los 0,4 m de elevación sobre el piso de la planta superi or y de adobes desde allí en alto, alcanzando actualmente hasta 1,5 m de altura3. Dos fotografías tomadas por Wladimir Weisser en 1923 (Figura 9) nos muestran que conformaban una habitación de al menos 2,5 m de altura, con pequeñas aberturas en la parte superior de las paredes y una puerta hacia el noroeste, es decir aguas arriba de la quebrada. A juzgar por la forma del hastial, los techos del trapiche y de las demás construcciones eran a dos aguas. Un prolongado y pesado muro de piedra se extiende desde el edificio del trapiche hacia el sudeste y adosados a él se construyeron al menos tres hornos (aunque probablemente fueran cuatro en total). El muro es el único vestigio de un edificio de adobes que albergaba los hornos cuyos tirajes de sección cuadrangular estaban construidos en el mismo nú cleo del muro y remataban por encima de él en altas chimeneas. Los hornos están confeccionados también con adobe y, tal como lo señalara Bertrand, son pequeños. La función de los hornos en el procesamiento del mineral pudo estar vinculada a la destilación de la amalgama, y también a la realización de análisis de muestras de las cargas llegadas desde el Volcán. Esto explicaría por un lado el tamaño reducido de los hornos y por otro la ausencia de escoria en las inmediaciones. No estaban destinados a la fundición de grandes cantidades de mineral. El personal involucrado en el funcionamiento de las instalaciones de procesamiento se alojaba en una serie habitaciones dispuestas linealmente al este del trapiche en sentido paralelo al edificio de los hornos. Las habitaciones, actualmente reutilizadas, no están construidas en piedra como lo señalara Bertrand, sino que son de adobe. Las puertas, o al menos algunas de ellas, se orientaban al sudoeste, es decir hacia el trapiche y los hornos. Todas las habitaciones poseen hacia el noreste una vereda sobreelevada a modo de 3

El aprovechamiento de los adobes de la instalación histórica para construcciones recientes ha destruido gran parte de los edificios, conservándose las bases de los muros, construidas en piedra.

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banqueta destinada a la carga y descarga de los elementos trajinados y los aperos empleados en ello. En el área definida entre los hornos y las habitaciones hay espacios aterrazados y ductos de transporte del agua cuidadosamente confeccionados con piedras. Como señaláramos, son usados hoy en labores agrícolas, pero es posible que estuvieran allí los estanques de piedra para los relaves que mencionara Bertrand, siendo los canales los medios de evacuación del agua desde los estanques y el trapiche. El reacondicionamiento reciente de este espacio para el cultivo alteró las estructuras originales. Por ejemplo, una habitación que se encontraba al noreste del trapiche, dispuesta en sentido transversal a este, ya no existe. En las fotografías tomadas por Weisser se observa que este espacio se encuentra encerrado por medio de un pircado que integra a los edificios descriptos. Pero ello puede ser un agregado posterior, de hecho Bertrand no lo menciona a pesar de s er un rasgo destacado. De Antofalla a M olinos El metal o concentrado de plata, luego de su procesamiento en el Trapiche de Antofalla, habría sido transportado a Molinos. El viaje hasta Molinos implicaba una larga travesía por el desierto, donde la ubicación de las aguadas o vegas y los pasos eran puntos claves que determinaban el recorrido del camino. En la cartografía de la figura 10 se puede observar el itinerario. Desde Antofalla parte una senda que se bifurca al final de la quebrada. Uno de los caminos se dirige hacia Antofagasta de la Sierra por la vega de Los Colorados, mientras que el otro tuerce al norte por la costa occidental del Salar de Antofalla para dirigirse a la quebrada de Antofallita. Desde Antofallita, se atraviesa el salar, que en este tramo no supera los 5 km de ancho, hasta la vega de Aguas Calientes en la costa oriental del mismo. Desde la Vega de Aguas Calientes, subiendo por la falda del Calalaste, el camino conduce hacia la vega de Acazoque, ya en la costa del Salar del Hombre Muerto. Desde aquí y bordeando el Salar, se pasa por Mina Incahuasi hasta llegar a la vega del Hombre Muerto. Remontando el río de los Patos al sur hasta alcanzar la vega homónima, la senda tuerce al noreste y atraviesa el abra de Cerro Gordo. Luego baja por uno de los afluentes del río Tacuil, y atravesando las localidades de Tacuil, Amaicha y Colomé, conduce finalmente a Molinos. Seguramente la travesía duraba varios días. Bertrand (1885) comenta, en su relato de viaje, que la distancia entre Antofalla y Antofallita se cubría en una jornada a mula. No tenemos información de cuánto era el tiempo que demandaba el viaje en mula desde la quebrada de Antofallita hasta la vega de Acazoque, pero no siendo muy grande la distancia que las separa, posiblemente en una jornada se lo podría haber realizado. Luego, nos comenta el viajero, el recorrido desde Incahuasi hasta el río de los Patos le demandó una jornada, y desde allí, en media jornada, se encontraron en lo que llamó la "divisoria de aguas", el abra del Cerro Gordo. Desde aquí hasta Amaicha demoró una jornada y media; y desde allí otra media jornada hasta llegar a la localidad de Molinos. Es decir, que desde Antofalla hasta Molinos los arrieros habrían tardado aproximadamente unas 5 jornadas. Este pudo ser el derrotero seguido por los arrieros y traficantes, y también por varios viajeros que en mayor o menor medida documentaron la travesía. Anteriormente (1867) Felipe Varela tomó el camino a los valles Calchaquíes desde Antofalla. El trayecto desde el abra de Cerro Gordo por las

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sendas del río Tacuil es narrado por Holmberg (1988) quien lo recorrió en 1900. Por último, muchos de sus tramos son mencionados por los habitantes actuales de Antofagasta de la Sierra (García y Rolandi 2000) como la ruta tradicional a Molinos. En las cartografías del IGM (1960 y 1985), se señalan estas sendas total o parcialmente, coincidiendo en buena medida con la cartografía del Ing. Lavenas (1900). El enclave de Antofalla en el espacio surandino del siglo XIX La actividad de arriería hacia Chile, Bolivia y Perú fue intensa en el siglo XIX desde las provincias del norte argentino y, particularmente, desde los valles Calchaquíes. Desde la localidad de Molinos, las vegas y potreros de Antofalla pudieron significar un importante punto int ermedio de bifurcación de las rutas hacia Copiapó al sur y hacia Calama al norte. La altitud comparativamente menor de esta y otras vegas del Salar de Antofalla, así como de las de Antofagasta de la Sierra, pudieron facilitar el cultivo de forrajeras –tanto alfalfa como vegas bajo riego- para alimentar las recuas y, además, permitir la supervivencia de especies menos resistentes a las grandes alturas que, como las reses, eran objeto del intercambio trasandino. Así, estas vegas en general, y Antofalla en particular, eran utilizadas no sólo como aguadas de tránsito, sino también como campos de invernada para la recuperación de los animales en la larga travesía hacia su destino allende la cordillera. Es probable, entonces, que la utilización de Antofalla en el circuito de comercio ganadero conllevara algunas viviendas y laboreos forrajeros. Si ello ocurrió antes o durante la instalación minera en el lugar es un aspecto por el momento poco claro. Lo que, en cambio, parece más claramente indicar la instalación em presarial de Gómez y Ríos en Antofalla, es la complementación de las actividades mercantiles ganaderas y la producción minera. La descripción, que presentamos, de las instalaciones de extracción, procesamiento primario y secundario, viales, administrativas y de vivienda, en el área de Antofalla, permite realizar una serie de observaciones. Siendo un aspecto ya previamente señalado por Bertrand, es de notar la envergadura de la inversión en el trapiche de Antofalla, a lo que ahora debemos agregarle el conjunto de campamentos, instalaciones, paraderos, refugios y caminos que desde las minas del Volcán se disponen hasta el trapiche. Ello indica una notable inversión de capital y movilización de fuerza de trabajo en la instalación, incluyendo técnicos especializ ados en la minería y procesamiento de la plata, y en no menor medida hábiles constructores, tal como lo indican inequívocamente los detalles constructivos del edificio del trapiche de Antofalla. Semejante decisión empresarial debió contemplar, sin duda, los altos beneficios de la explotación, pero en igual manera los no menos elevados costos de la producción. Resulta evidente que el transporte de avíos hacia la zona, y del mineral hacia los valles, debió constituir uno de los aspectos críticos de la empresa. La presencia de dos etapas de reducción del mineral, una en la instalación de Old Camp, cercana a la mina, y otra en Antofalla, cobran sentido por su efecto de reducción de los costes del flete, aún cuando implicaran mayores costos de inversión fija –la construcción de las instalaciones - y de operación. Respecto de esto último, la provisión de combustible, en una zona de vegetación no arbórea, pudo significar un límite a la cadena operativa de producción metálica, derivando

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hacia otras áreas etapas de refinación más demandantes de combustibles. No contamos con información acerca de la procedencia de los trabajadores de las minas, arreos y trapiche, ni tampoco sobre las modalidades de contratación y remuneración de los mismos. La presencia de hornos junto a la mina y en el trapiche, igualmente, pudo implicar la realización de ensayos de ley para determinar la parte correspondiente a la paga de los trabajadores. Es de destacar que uno de los costos más incidentes en la empresa, el transporte del mineral, de los avíos, de la leña y de la fuerza de trabajo, pudo verse en parte compensado mediante la complementación con la arriería. Gómez y Ríos transportaba mulas y burros hacia Chile y Bolivia, probablemente utilizando Antofalla para la invernada y concentración de los animales. Habría contado allí con forrajes suficientes que probablemente hubieran implicado cierto esfuerzo productivo. En este sentido, la decisión empresarial de Gómez y Ríos no debe entenderse como la de una inversión a cinco o más días de travesía por un territorio extraño y hostil, sino como la ampliación de sus actividades en un lugar que era parte integrante de su propio paisaje empresarial. La reducción de los costos de flete mediante el tostado y la amalgama, en Volcán y Antofalla, respectivamente, debe entenderse en el marco de una empresa que contaba con recuas de mulas y burros en el lugar, y con los forrajes necesarios para su mantenimiento. La intensa actividad mercantil que, a mediados del siglo XIX, vinculaba a Salta con Chile y Bolivia, debió desarrollar la arriería para atravesar la Puna de Atacama. Ello no sólo implicaba la especialización técnica de la fuerza de trabajo involucrada, sino la ocupación al menos transitoria de vegas y aguadas, los por entonces l amados ‘potreros’ del Cantón boliviano de Antofagasta de la Sierra. La Puna de Atacama quedó vinculada de esta manera al más amplio espacio económico de los Andes del sur. Pero la Puna de Atacama no era un mero obstáculo a ser sorteado. La movilización de capital, fuerza de trabajo y conocimientos técnicos, que se desprende de las evidencias de la instalación minera de Volcán y Antofalla, muestran un panorama diferente. El paisaje de enclave que nos permite avizorar, lejos de revelar un espacio improductivo que se interponía entre los puntos de operación de los circuitos mercantiles, y mucho menos un espacio ausente de la actividad humana tal como lo describieron los viajeros en las décadas siguientes, sugiere la necesidad de reenfocar las representaciones de esta región en términos de un paisaje, históricamente construido, en el que emprendimientos mercantiles, tanto ganaderos como mineros, implicaron decisiones de riesgo empresario que insumieron notables inversiones fijas de capital y movilización de fuerza de trabajo y conocimientos técnicos con fines productivos. Es probable, entonces, que ni la lógica de los paisajes de enclave en la Puna pueda prescindir de la comprensión del mundo surandino en el cual se articularon, ni esta de los enclaves puneños. Agradecimientos Los trabajos de campo relevantes para este trabajo fueron financiados por la Universidad Nacional de Catamarca desde 1993, y recientemente por la Fundación Antorchas. La prospección en la quebrada de Las Minas fue realizada dentro de un contrato suscripto con la Compañía Minera Antofalla S. A. en 1997. En todos ellos participaron varios integrantes del equipo de investigación que

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desde 1989 trabaja en el área de Antofalla. Los autores deseamos manifestar nuestro agradecimiento a las instituciones y personas mencionadas, así como al Dr. Peralta y el Ing. Petek, de la Facultad de Tecnología y Ciencias Aplicadas, quienes amablemente compartieron sus conocimientos geológicos del área y de los procedimientos técnicos de la minería del siglo XIX. Jorge Fernández tuvo la gentileza de enviarnos copias de los textos citados de Dalence y Bertrand. Este trabajo esta dedicado a su memoria. El trapiche es considerado un monumento de interés local por los antofalleños, para quienes la minería y la arriería no son aspectos de un pasado olvidado, sino presentes en su memoria narrativa. Probablemente haya sido ese interés local el que nos haya movido inicialmente a reenfocar nuestro inicial interés en el pasado remoto sobre la larga historia de Antofalla. Nuestra es la responsabilidad por los errores incluidos en este texto. Bibliografía Bertrand, Alejandro 1885 Memoria sobre las cordilleras del Desierto de Atacama i rejiones limítrofes. Santiago de Chile, Imprenta Nacional. Caro Figueroa, Gregorio A. sf. Salta y el norte de Chile a través de la historia. Claves (edición digital). Http:/iruya.com/ent/claves/gori5.htm. Conti, Viviana E. 1989 Una periferia del espacio mercantil andino, el norte argentino en el siglo XIX. En Avances en Inv estigación. Antropología e historia, editado por G. Madrazo, pp. 37-62. Universidad Nacional de Salta, Salta. 1995 Articulación mercantil en los albores del siglo XX. En Jujuy en la historia. Avances de investigación II, editado por M. Lagos, pp. 97-115. Unidad de Investigación en Historia Regional, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy. 2000 Los comerciantes de Salta en los puertos del pacífico,1840-870. Revista de Estudio Trasandinos 4. Http://www.ucongreso.edu.ar/ publicaciones/trasandino/presenta.htm. Dalence, José María 1851 Bosquejo estadístico de Bolivia. Imprenta de Sucre. Chuquisaca. García, Silvia y Diana Rolandi 2000 Y quiñientos años es mucho. En Puna e Historia. Antofagasta de la Sierra, Catamarca, editado por S. Garcia, D. Rolandi y D. Olivera. Ayna y Ediciones del Tridente. Buenos Aires. González Pizarro, José Antonio 2000 Esquema de periodificación histórica de las relaciones entre el noroeste argentino y el norte de Chile. Revista de Estudio Trasandinos 4. Http://www.ucongreso.edu.ar/publicaciones/trasandino/presenta.htm.

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Haber, Alejandro 1999 Informe de Impacto Arqueológico de la fase de exploración (plan de perforación) del área de reserva minera Antofalla Este. Universidad Nacional de Catamarca, Catamarca. 2000 La mula y la imaginación en la arqueología de la Puna de Atacama: una mirada indiscreta al paisaje. Tapa (Traballos en Arqueoloxías da paisaxe) 19:7-34. Holmberg, Eduardo 1988 [1900] Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama) . Reimpresión. Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy. Instituto Geográfico Militar 1960 Carta Provisional de la República Argentina Hoja 2566 Salta. Esc: 1:500000. 1985 Carta Topográfica Hoja 2566-III Cachi. Esc: 1:250000. Kraemer, B., D. Adelmann, M. Alten, W. Schnurr, K. Erpenstein, E. Kiefer, P. van den Bogaard y K. Görler sf. Incorporation of the Paleogene Foreland into the Argentina Puna Plateau: The Salar de Antofalla Area. Journal of South American Earth Sciences 12/2. [http://userpage.fu-berlin.de/~sfb267d1]. Lavenas, Feliciano 1900 Mapa de la Prov. de Salta y Jujuy y Puna de Atacama. De Acuerdo con los Nuevos Límites con Chile y Bolivia. Grabado y editado por P. F. Van Damme. Buenos Aires. Platt, Tristan 1987 Calendarios triburarios [sic] e intervención mercantil. La articulación estacional de los ayllus de Lípez con el mercado minero potosino (siglo XIX). En La participación indígena en los mercados surandinos. Estrategias y reproducción social. Siglos XVI a XX, editado por O. Harris, B. Larson y E. Tandeter, pp. 471-557. CERES/SSRC, La Paz. 1995-1996 Historias unidas, memorias escindidas. Las empresas mineras de los hermanos Ortiz y la construcción de las elites nacionales. Salta y Potosí, 1800-1880. Andes. Antropología e historia 7:137-220. Santillan, Diego A. 1957 Gran enciclopedia argentina. Tomo III (Del-Gw), Ediar Soc. Anon 7 Editores. Turner, J. C. y V. Méndez 1979 Puna. Segundo Simposio de Geología Regional Argentina. Vol 1, pp. 13-56. Academia Nacional de Ciencias, Córdoba. Wotruba, Hermann, Felix Hruschka, Thomas Hentschel y Michael Priester 2000 Manejo ambiental en la pequeña minería. Edición online: GAMA COSUDE, Lima, Perú. http://www.gama-peru.org/libromedmin/

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Figura 1: Área del salar de Antofalla. Se indica la ubicación de las quebradas mencionadas en el texto.

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Figura 2: Planta de Old Camp. La numeración de las estructuras es la referida en el texto.

Figura 3: Old Camp visto desde el noreste. La fotografí a fue tomada en 1997.

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Figura 4: Dos hornos de Old Camp. Obsérvese el reducido tamaño de las cámaras.

Figura 5 : Red vial de la quebrada de Las Minas que comunicaba Old Camp con Antofalla. Se indican los sitios referidos en el texto.

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Figura 6: Estructuras que componen la red vial de la quebrada de Las Minas. Arriba, senda LM10. Al centro a la izquierda Refugio LM4 y a la derecha Puesto LM11. Abajo, corral LM14.

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Figura 7: Trapiche de Antofalla. En primer plano la planta superior vista desde el oeste. Puede observarse el durmiente sobre una plataforma de piedra. Las habitaciones que se ven detrás formaban parte de la instalación original. La fotografía fue tomada en 1993.

Figura 8: Trapiche de Antofalla. Reconstrucción hipotética del edificio y la maquinaria de molienda.

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Figura 9: Fotografías de la instalación de Antofalla tomadas durante la expedición de B. Muniz Barreto en 1923. La superior, tomada desde el oeste muestra el conjunto arquitectónico completo. El gran edificio del frente es el trapiche y adosado a él puede observarse el edificio de los hornos muy destruido en la actualidad. En la fotografía inferior el trapiche es el edificio de la derecha. A la izquierda las habitaciones del personal. Obsérvese en ambas imágenes el canal que se aproxima a la puerta del trapiche. Colección del Museo de La Plata.

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Figura 10: Itinerario del recorrido del metal desde la extracción del mineral en Old Camp hasta Molinos. Se indica además la senda a Antofagasta de la Sierra desde Antofalla.

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