Arqueología histórica en América Latina, temas y discusiones recientes

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Descripción

1 FUNARI, P. P. A. (Org.) ; Fernando R. Brittez (Org.) . Arqueología HIstória en América Latina. Temas y discusiones recientes. Mar del Plata: Suárez/Unicamp, 2006. 285p . ISBN 9789871314140 9871314140 Preface, by Charles E. Orser, Jr. Latin America has been a central focus of colonial endeavor, nation building, ethnogenesis, and cultural development since the birth of the modern world, sometime during the late fifteenth century. The continent has a rich and multicultural history, and numerous gifted scholars have spent their intellectual lives examining it in myriad ways. Investigations into Latin American history, because of the continent’s often-turbulent history―often generated from the outside and perpetrated without wide-spread consent by its citizenry―has much to teach the world. Its object lessons about cultural resistance, tenacity, and accommodation constitute an important part of the world’s history. Investigations into the archaeological nature of Latin American history, however, have not kept pace with the historians’ various researches. Historical archaeology has been slower to develop as a conscientious field of inquiry in Latin America than in North America. Studies of slavery provide an illustration. Whereas historians of enforced bondage have long examined the particularities of the “peculiar institution” as it was practiced throughout the region, archaeological knowledge about plantation slavery in Latin America has been pursued only recently. Unfortunately, the few studies that have been conducted, often of great potential value to archaeologists elsewhere, are generally little known outside a small cadre of interested colleagues.

2 Happily, the situation is now changing. Many talented historical archaeologists, having received training in universities throughout Latin America, are beginning to explore and interpret their continent’s history. The interest of these students in the archaeology of the most recent centuries is an exciting development, and one that is sure to attract the attention of researchers outside Latin America. The inclusion of Latin American historical archaeology in the global history of the post-Columbian world adds a significant dimension to our current understanding of the world in which we live. This knowledge is, in fact, essential. This volume represents an important new contribution to archaeological knowledge. The scholars writing in this volume exemplify the best characteristics of today’s historical archaeology. They are unashamedly multidisciplinary in their approaches, they fully comprehend the connection between inanimate material culture and animate daily life, and they appreciate the inviolate link between past and present. The scholars in this book are not afraid to push historical archaeology to its intellectual limits, and to use it to investigate aspects of history that may not be always pleasant. Nowhere are the controversial elements of today’s archaeology more apparent that when considering gravesites and the cultural patrimony of people often ignored by the dominant ideology. At the same time, the careful analysis of specific pieces of excavated material culture, while perhaps not as initially exciting to the layman as finds from ancient history, nonetheless are the individual pieces of history that tell us about past everyday life. The centuries that immediately preceded us are what have formed our world, and we ignore them at our peril. Tiny fragments of bottles and rusted buttons, though seemingly insignificant, are the unwritten documents that help historical archaeologists to understand the inherent complexities of post-Columbian life. Such intricate historical processes as interethnic contact and conflict, ethnogensis, and

3 cultural survival have an on-going history that continues to unfold today. Historical archaeologists, such as those appearing in this book, are writing histories that have been ignored too long. They are filling in the cracks of our knowledge and making the histories of our immediate ancestors alive with contemporary meaning. Charles E. Orser, Jr.

Presentación

Lourdes Domínguez

Hablar de Arqueología Histórica en América Latina es hablar de lo acontecido en su propio espacio y en su propio tiempo, tan reducido, que no lleva más de 500 años, por tal razón nos complace poder referenciar este libro ARQUEOLOGIA HISTORICA EN AMERICA LATINA: TEMAS Y DISCUSIONES RECIENTES, coordinado por los profesores Pedro Pablo Funari y Fernando Brittez, que representa una cápsula de tiempo, objetiva y actual.

Nos alienta leer los múltiples temas que contempla, los cuales no hace mucho tiempo no eran considerados dentro del espacio arqueológico y menos dentro del ámbito de la Arqueología Histórica.

Concretamente estamos hablando de un texto de unas 200 páginas en donde se encierran diez temas diferentes, escogidos con mucha maestría y realizados de forma concreta y concisa, con un aporte claro en cada tema que se trata.

4 Para una recopilación de esta índole, el hecho de unir criterios sobre contacto interétnico y mestizaje, medios de transporte como la canoa monóxila, concebir espacios de resistencia, lograr ver el contacto entre los hombres y sus conflictos, directrices para emplazamientos, la concepción de la muerte y su espacio, así como tecnologías de punta para la inferencia en nuestro espacio de América Latina, concibiéndola como un todo desde el Rió Bravo hasta la Patagônia, como dijera José Martí en el siglo XIX, es un logro com lo que nos damos cuenta de los valores de este discurso y de su actualidad..

Lo que encontraremos en la lectura de los trabajos y que específicamente han atacado Vanesa N. Bagaloni cuando trata de un contacto interétnico en el siglo XIX en una zona de frontera pero que a la vez es un perfecto estudio del modo de vida, o el caso de Romina Braicovich que demuestra el empleo de un tipo de transporte en el medio acuoso como la canoa monóxila en el lago de Nahuel Huapi y su recurrencia actual; es también importante el trabajo Del caso de Tebenquiche Chico tratado por Carolina Lema que explica como y porqué se desarrolló una resistencia cultural evidente en este espacio andino, colonizado en el siglo XVI.

Un punto de este libro verdaderamente interesante es el trabajo de Fernando R. Brittez con la presentación de “Instrucciones para estancieros” cuyo abordamiento nos lleva a la estructuración del espacio pampeano de una forma real, de sus limitaciones sociales y de un modo de trabajo trazado a partir de estas instrucciones.

El trabajo de Martha Cecilia Cano en el caso especial de la ciudad de Pereira en Colombia, con el estudio de una identidad expedita, nos presenta una vitalidad que nos permite

5 recomendar el estudio a partir de esta directriz de otros lugares similares aunque no podríamos encontrar en ellos, algo tan especial como la Catedral de la Pobreza.

El tema de la muerte ha sido y es muy debatido y sobre todo el espacio que ocupa en nuestras vidas y en nuestra tierra, por esta razón los trabajos de Javier Rivera Sandoval con su reflexión ante lãs sepulturas abiertas en Nueva Granada y el de Rocío Salas Medellín ante las evidencias de una fosa común en Bogotá, presentan una expresión tal, que permite transportarnos hacia esos momentos en que fueron generadas esas situaciones tratadas.

Como ceramista, aplaudo la conclusión a que llega Maria del Carmen Langiano, con sus experiencias en el trabajo de la cocción de un tipo cerámico, lo que permite solucionar aspectos muy concretos de la interpretación, a partir de la ceramografía.

La arqueofauna, como sabemos es un punto vital en el estudio de cualquier grupo humano, por tal razón la experiencia mostrada por Julio Merlo en espacios fortificados, nos permite una visión más clara aunque casuística. También el tema que nos presenta Pablo Ormazabal al ampliarnos su visión del concepto de paisaje a partir de un elemento como lo es la alteración térmica, lo que nos permite un acercamiento más allá de un estudio de caso.

De esta forma solo nos resta felicitar al colectivo por el esfuerzo y el logro e invitar a los lectores y estudiosos a un acercamiento al mismo.

Campinas, Brasil, 18 de septiembre del 2006.

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Introducción

Pedro Paulo A. Funari y Fernando Brittez, compiladores.

La Arqueología Histórica es una disciplina a la vez antigua y joven, a depender de la perspectiva que adoptemos. Desde una mirada norteamericana, la disciplina aparece solo en la década de 1960, interesada por la civilización angloamericana, en especial por la grande narrativa de los Wasps, los protestantes anglosajones blancos. Esta definición, como estudio de nosotros mismos – claro, los americanos de la elite dominante – luego ha sido contrastada por los movimientos sociales y políticos americanos de aquellos entonces. Desde la década de 1950, y como resultado de los cambios resultantes de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los movimientos por los derechos civiles agitaban por la inclusión de los negros en la sociedad, lo mismo que hacían otras minorías discriminadas, como los católicos, los americanos de origen irlandés, italiano, japonés, así como los judíos. La Arqueología Histórica surgía ya, en cierto sentido, retrasada. Los movimientos sociales de las décadas de 1960 y 1970 profundizarían esas contradicciones. Las acciones contrarias a las guerras coloniales y la lucha por derechos para los géneros sexuales serían ambas determinantes para la renovación de la disciplina en los EEUU (Funari, 1999).

La revisión crítica de la disciplina ha enfatizado definiciones antes metodológicas o epistemológicas, para superar las aporías de la caracterización como disciplina vuelta al

7 estudio de los Wasps. En esta búsqueda, rol capital ha jugado el uso de modelos sociológicos y antropológicos que ponían en acento en el capitalismo como caracterizador del mundo estudiado por la Arqueología Histórica. Algunos han preferido considerar este capitalismo como característico de las revoluciones económica, cultural y política del siglo XVIII. Otros han vuelto mucho más en el tiempo, hasta los principios de la expansión marítima europea, con al conquista de Ceuta por los Portugueses en el 1415 (Funari, Jones, may 1999).

Mientras esto se desarrollaba en los EEUU, en Europa el término Arqueología Histórica surgía muy sutilmente, para designar la plétora de disciplinas arqueológicas que estudian los antepasados de los europeos mismos, como la Arqueología Clásica (Grecia y Roma), Egiptología y Asiriología (Mesopotamia antigua). En Europa, desde el siglo XIX y hasta nuestros días, la Arqueología, con este nombre, está involucrada en departamentos de Historia y estudia las sociedades con escrita o descritas por pueblos alfabetizados. Las grandes divisiones de la Arqueología europea están centradas en el estudio de diversas civilizaciones, en el tiempo y en el espacio, antecesoras de los europeos de nuestros días, casi como una sucesión del bastón de la civilización: Oriente antiguo, Grecia y Roma, Occidente cristiano, mundo moderno. Este último fue estudiado por la Arqueología solo muy tarde, a partir de las décadas de 1960 y 1970 y siempre mucho menos que los otros períodos y civilizaciones.

América Latina, en este contexto general, se ha quedado en el medio de dos tendencias diferentes y, por que no decirlo claramente, opuestas: el énfasis en el capitalismo de los norteamericanos, frente a la atención a los rasgos culturales de largo

8 plazo de los europeos. La disciplina arqueológica latinoamericana ha aceptado parte de las definiciones de los americanos, en particular, la separación entre prehistoria – el estudio del otro, de los antiguos habitantes, los indígenas americanos – y Arqueología Histórica – dedicada al estudio del periodo empezado por los europeos en finales del siglo XV. Con todo, la sencilla importación de los modelos norteamericanos pronto se mostraron una limitación. Aquí, no estaban Wasps, ni el capitalismo fue tan claro y definidor de modos de vida como allí. La segregación étnica programática de los anglos no se aplicaba en el ambiente iberoamericano y la cultura material no correspondía a la clara dominación burguesa del mundo (Funari 2005).

Este libro es el resultado de la discusión de tales cuestiones en un curso de doctorado en Arqueología, con la participación de investigadores de diferentes partes de Sudamérica, todos interesados en discutir las características de la cultura material latinoamericana en el cruce cultural de indígenas, españoles, africanos, portugueses y otros tantos grupos que aquí se encontraron y entraron en interacción. La dinámica del curso fue particularmente fructífera, pues todos leyeron las reflexiones actuales más discutidas en el ámbito internacional y buscaron relacionarlas con sus propios temas de investigación. Los resultados no dejan duda sobre la vitalidad de la disciplina y sobre su importancia, además, para las sociedades latinoamericanas de nuestros días.

Agradecimientos

Somos muy agradecidos a todos los compañeros autores de este volumen, así como a los colegas Lourdes Domínguez, Charles E. Orser, María Ximena Senatore y Andrés Zarankin.

9 Mencionamos todavía el apoyo institucional del Núcleo de Estudos Estratégicos (NEE) de la Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP), del CNPq y de la FAPESP, así como del Museo de la Vida Rural...., de la Sociedad Colombiana de Arqueología y de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires. La responsabilidad por las ideas permanece solo con los autores.

Referencias

Funari, P.P.A. Historical archaeology from a world perspective, in P.P.A Funari, M. Hall & S. Jones (eds), Historical Archaeology, Back from the edge, Londres, Routledge, 37-66, 1999. Funari, P.P.A.; S. Jones & M. Hall, Introduction: archaeology in history, in P.P.A Funari, M. Hall & S. Jones (eds), Historical Archaeology, Back from the edge, Londres, Routledge, 1-20, 1999. Funari, The Comparative Method in the Archaeological Study of Spanish and Portuguese South American Material Culture, Pedro Paulo A Funari, Andrés Zarankin, Emily Stovel (eds), Global Archaeological Theory, Contextual voices and contemporary thoughts, Nova Iorque, Springer, 2005, pp. 97-106.

“INSTRUCCIONES PARA ESTANCIEROS” MANUALES DE ESTANCIA Y CONSTRUCCION SOCIAL DEL ESPACIO PAMPEANO EN LOS ALBORES DEL CAPITALISMO INDUSTRIAL 9/7/06

10 Fernando Rafael Brittez

“El modo con que cumple un peón sin estar vigilado, es el verdadero criterio de lo que vale” (Daireaux 1900:74).

INTRODUCCION

El presente trabajo tiene como objetivo delinear el rol del espacio construido en la creación de subjetividades en el mundo rural pampeano, a partir de la información contenida en una serie de manuales agropecuarios publicados entre 1881 y 1908. Estos ofrecen instrucciones vinculadas al diseño y funcionamiento de la empresa rural moderna, incluyendo precisiones –a veces muy detalladas- acerca de las relaciones que existen entre la organización espacial, el control de la fuerza de trabajo y la creación/mantenimiento de límites sociales. En la segunda mitad del siglo XIX las estructuras sociales y económicas de la campaña pampeana experimentaron importantes modificaciones. En poco mas de medio siglo una “vanguardia ganadera” (Sesto 2005) logró profundizar, al menos en la Pampa Húmeda, un programa de modernización que colocaba la eficiencia y optimización productiva como valor cultural central. La estancia pampeana se considera como un engranaje fundamental en el proceso de transformación desde una sociedad tradicional de frontera hacia otra agraria moderna. Se propone que su organización espacial se adaptó simultáneamente a los nuevos sistemas de producción, y a la creación de subjetividades vinculadas al disciplinamiento de la mano de obra rural, condición de posibilidad para la implantación del capitalismo industrial en la región (Brittez 2004[1998]; Sesto 2005).

11 El problema es abordado a partir de fuentes escritas exclusivamente. A excepción de una breve referencia a un caso concreto con fines ilustrativos –la arquitectura del sitio Estancia Infierno-, este trabajo no discute información arqueológica stricto sensu. Se asume que el uso de registros escritos es integral a –y no complementario de- la práctica de la arqueología histórica (Brittez 2004:220[1998]). Los discursos verbales y artefactuales se intersectan el uno con el otro en diversas formas (Funari et al. 1999); ambos son generados por los mismos procesos subyacentes en contextos específicos (Johnson 1999:30); y ambos proveen perspectivas subjetivas del pasado, derivadas tanto de los procesos involucrados en su producción como de su interpretación contemporánea (Jones 1999:223). En las instrucciones pueden reconocerse fácilmente los lineamientos fundamentales del modelo de espacio moderno tal como fue definido por Foucault (1989[1975]), compartimentado y panóptico. Este enfoque ha sido utilizado localmente en estudios arqueológicos urbanos (Funari y Zarankin 2002; Zarankin 1999, 2002), pero no ha sido aplicado al mundo rural. Se trata de un modelo bien conocido en Arqueología Histórica, por lo tanto no será desarrollado en todos sus detalles. Se lo toma como punto de referencia útil para pensar la transformación de la estancia tardía, y para discutir acerca de la aplicación de modelos importados desde los centros hegemónicos, para la interpretación de las realidades sociales latinoamericanas.

LOS MANUALES COMO AGENTES DE TRANSFORMACION

Los registros escritos juegan un papel fundamental en los procesos de comunicación y representación, y son agentes de transformación social (Funari et al. 1999). En este sentido

12 los manuales de instrucciones para estancieros son una fuente única para acceder a la idea de estancia moderna y al programa elitista de orden social. Los textos especifican todo lo referente a la economía, infraestructura y funcionamiento del establecimiento rural, pero contienen además una serie de principios –transformadores- de diferente naturaleza. Lo que interesa aquí es justamente el carácter ideal de las reglas constitutivas de la estancia moderna. La estancia ideal moderna, denominada en adelante “estancia tipo”, es considerada como un modelo de cultura material. Aunque la adopción práctica de estos ideales necesita ser empíricamente contrastada -i.e: ver cómo el texto escrito se corresponde o no al ordenamiento material de los paisajes planeados (Johnson 1999:32)-, este trabajo no apunta primariamente a derivar expectativas arqueológicas, sino a construir un marco de referencia que permita pensar la estancia –la institución económica mas importante del mundo rural pampeano- sin reducirla a sus aspectos meramente utilitarios. Antes que un simple conjunto de hipótesis, la estancia tipo es en si mísma un contexto interpretativo. Deetz (1977:10) entiende por cultura material “that segment of man´s physical environment which is purposely shaped by him according to culturally dictated plans.” Conforme a esta definición, la domesticación del paisaje pampeano puede ser considerada como un proceso de producción de cultura material (Brittez 2004[1998]:212); el ambiente construido de la estancia como una forma particular de la misma; y las instrucciones para la construcción del espacio contenidas en los manuales, como reglas para su producción. La cultura material es, entre otras cosas, un medio de comunicación y expresión que puede condicionar y controlar la acción social (Beaudry el al. 1991:153). El ambiente construido tiene la capacidad de comunicar mensajes a los individuos y puede guiar su conducta mas efectivamente que las palabras (Leone 1977:44), contribuyendo a articular relaciones de

13 poder y dominación, y a presentarlas como materia de sentido común (Epperson 1990). Las creencias de sentido común no son meras descripciones del mundo social, sino verdaderas bases de la constitución del mismo (Giddens 1989:71[1977]).

EL ESPACIO DE LA MODERNIDAD

Foucault (1989[1975]) destacó el rol central de la disciplina -como tipo de poder- en la consolidación de la sociedad capitalista. La disciplina es una modalidad para ejercer el poder que implica un conjunto de instrumentos, técnicas y niveles de aplicación, que incluyen entre otros la organización espacial. Analiza esta relación a partir del concepto de arquitectura panóptica de Bentham, e interpreta que la producción de un espacio doméstico compartimentado contribuye a forjar un nuevo tipo de individuo. El modelo panóptico se resume en la figura de un anillo periférico vigilado por una torre central, que induce “un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder [y hace] que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontínua en su acción.” (1989:204). Con el desarrollo de las disciplinas a partir del siglo XVIII surgen mecanismos de poder integrados a los aparatos de producción, como un componente que les es inherente, buscando aumentar la docilidad y utilidad de los elementos del sistema. La disciplina codifica el espacio e incide asi sobre las comunicaciones humanas, controla la actitud del cuerpo, establece ritmos y rangos, maximiza rendimientos, neutraliza inconvenientes y protege los materiales. Foucault reconoce que las relaciones de poder descriptas penetran toda la sociedad pero no

14 son unívocas, ya que definen innumerables puntos de inestabilidad y enfrentamiento entre micropoderes.

DE LA FRONTERA A LA SOCIEDAD AGRARIA MODERNA

A mediados del siglo XVIII el gobierno de Buenos Aires decidió militarizar la frontera, creando una línea de fortines para su defensa de los indígenas. Esta amenaza real legitimó el aparato policial fronterizo sobre el cual descansaba el viejo orden social de la campaña. Se trataba a la vez de proteger y controlar a una población rural fronteriza que ofreció una marcada y multiforme resistencia (Mayo y Latrubesse 1993:30). Mayo y Latrubesse (1993:52) sostienen que el rechazo de la disciplina estaba sólidamente anclado en la mentalidad rural, y que la población no estaba dispuesta a aceptar un código de conducta y un ritual cotidiano basado en el acatamiento a un orden jerárquico, formal y rigurosamente pautado, extraño a su propia experiencia. Este tipo de orden –afirman- no se correspondía con la realidad de una sociedad móvil y poco disciplinada, muy difícil de controlar debido a la existencia de una frontera abierta, circuitos clandestinos de comercialización, abundancia de tierras y acceso directo a los medios de subsistencia básicos. La campaña bonaerense fue poblada por un enjambre de intrusos sin títulos de propiedad, que pusieron en producción la frontera (Mayo y Latrubesse 1993). A principios del siglo XIX un reducido grupo, estancieros en su mayoría, comenzó a efectuar denuncias de tierras y a acceder así a la propiedad, sometiendo o desalojando al resto (1993:131). Entre 1820 y 1850 el espacio ocupado duplicó su extensión, se consolidó el régimen de la gran propiedad

15 y la ganadería extensiva, y la demanda del mercado internacional pasó a dirigir la expansión y explotación del territorio pampeno (Gaignard 1989:95). El acceso diferencial a la tierra pública consolidó una clase arrendataria y otra terrateniente. El sistema de producción, poco diversificado, no exigía mayor especialización ni división del trabajo. La producción de cueros y carne salada para exportación demandaba mínima inversión de capital y bajo nivel tecnológico. Este modelo parasitario comenzó a cambiar a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando una “vanguardia ganadera” (Sesto 2005) se diferenció del seno de la misma elite. Esta rompió con los sistemas de producción tradicionales mediante la ejecución de fuertes inversiones, la implantación de tecnología y formas de organización de tipo británico, con el objetivo de diversificar y mejorar la competitividad en el mercado internacional. Las innovaciones involucraron una completa renovación de la estancia. La inmigración europea tuvo un papel importante en este sentido. El censo de 1854 registra un 6% de extranjeros al norte del río Salado, mientras que en el de 1881 la cifra asciende a 23% (Sábato 1989:85). Entre 1871 y 1895 arribaron 1,9 millones de inmigrantes al Río de la Plata, alrededor del 10% de los emigrantes de Europa hacia América (Zeberio 1999:321). Los inmigrantes, observa un testigo de la época, “Van propagando alrededor suyo mil ejemplos saludables, que poco á poco adoptan los habitantes del campo” (Daireaux 1900:10).

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INSTRUCCIONES PARA ESTANCIEROS

La propaganda jugó un rol fundamental en la creación y reproducción de los cambios. La nueva elite desplegó una maquinaria informativa instrumentada a través de diarios y revistas (Sesto 2005:49) y, entre otras cosas, de una serie de manuales dirigidos a instruir a los propietarios en el manejo y administración del establecimiento rural moderno (Brittez 2004:213). No escribimos para esos pocos productores experimentados, dice la introducción a “La cría del ganado en la República Argentina. Manual del Estanciero”:

“sino para el gran número de los que, teniendo estancia, sin ser estancieros, necesitan siquiera saber algo, teóricamente del oficio [...] los principiantes que quieren formar estancia [...] los extranjeros” (Daireaux 1900:5).

Un establecimiento de campo:

“de una extensión dada [...] con una «población» ó casa principal, residencia del propietario ó director, y varias poblaciones secundarias llamadas «puestos» -es á lo que se dá el nombre de Estancia, según nuestros hábitos y costumbres campestres” (Alais, 1904:7)

La “Instrucción del Estanciero” (Hernández 1953[1881]) -del mismo autor de la obra cumbre de la literatura gauchesca argentina “Martín Fierro”-, comienza señalando la necesidad de imitar localmente los cambios económicos internacionales, siguiendo el ejemplo de las naciones “civilizadas”. El cambio es justificado a partir de conceptos

17 cargados de autoridad, desde una perspectiva moral entretejida con verdades universales. El siglo es positivo –sostiene- “pero es un positivismo subordinado a la inteligencia y a las leyes morales” (1953:33), nuevos principios organizadores de la conducta del hombre. El discurso sublima la diferencia, el conflicto social y toda realidad o modo de vida alternativo:

“Los pueblos modernos no tienen barreras que los separen, ni de origen, ni de idioma, ni de religión, ni de costumbres [...]. El progreso ha vencido todas las preocupaciones, y ha establecido una íntima reciprocidad, una relación estrecha y solidaria entre entre todos los grupos sociales” (1953:32).

La primitiva estancia de frontera debía ser transformada en una empresa capitalista moderna. Por eso los manuales reclaman la supresión de las prácticas de trabajo tradicionales asociadas a la ganadería extensiva, en las cuales el valor del hombre juega un papel central. El “Manual de ganadería y agricultura” (Ramos Montero 1909) sostiene que aquellas contribuyen a formar una población desordenada y turbulenta, que aprecia el coraje personal como casi la única cualidad. Por el contrario la agricultura y la ganadería intensiva -con trabajo a corral, donde animales y hombres están en contacto estrecho y permanente- inciden positivamente sobre sus respectivos temperamentos (1909:765). La explotación del ovino, en particular:

“ha venido a dar nuevas bases [...]; a hacer más sociable la vida de las campañas, a morigerar el carácter de sus habitantes por la introducción de nuevos elementos, de nuevas costumbres y necesidades; ella en fin, ha producido una verdadera revolución industrial,

18 económica y social” (Hernández 1953:311).

Las vestimentas típicas del gaucho, poncho y chiripá, denotan, como la bebida del mate, “la costumbre de vivir sin trabajar, y han de desaparecer juntos” (Daireaux 1900:81). Se trata de vestimentas cómodas para montar pero inapropiadas para el trabajo manual y de a pié. Corresponde al estanciero “cambiar poco á poco estas condiciones anormales de vida y mejorarlas” (1900:81), obligar a los peones a comer sentados en la mesa “con tenedor y no con los dedos”, acostumbralos a “cierto bienestar y á crearse necesidades” (1900:72-73). En definitiva, el estanciero debe asumir “el papel civilizador que al rico incumbe cumplir entre la población atrasada del campo” (1900:71).

PAISAJE DIVIDIDO

El alambrado fue introducido en la llanura pampeana en 1845 (Sbarra 1973) y su uso se generalizó pocos años mas tarde. Entre 1876 y 1907 se importaron al país mil ochocientos cinco millones de kilos de alambre, cantidad suficiente, según Sbarra (1973:102), para rodear 140 veces al perímetro de la República. El impacto de la compartimentalización de la pampa sobre el hombre y la mujer rural es imposible de sopesar desde el presente, asumiendo que eran portadores de un tipo de racionalidad espacio-temporal diferente, estructuralmente compatible con una pampa, una estancia y un espacio doméstico indivisos.

19 PANOPTISMO

En la primitiva estancia de frontera la población principal se situaba en un costado del campo, nunca en el centro ni en las esquinas (Hernández 1953). Ahora los manuales sugieren ubicar el casco preferentemente en el centro, a fin de achicar el campo y ejercer una vigilancia constante y con menor pérdida de tiempo sobre los puestos, situados todos a igual distancia del mismo (figura 1). Un casco centralizado permite:

“conservar una vigilancia inmediata y constante sobre todos sus ganados [y] estar viendo cuanto le es necesario para cuidar con buen resultado. La situación de los puestos a igual distancia del establecimiento principal tiene innegables ventajas; puede el mayordomo mantener sobre ellos una vigilancia mas constante y con menor pérdida de tiempo; se facilitan las relaciones con los encargados de los puestos, y ofrece mayor comodidad y facilidad para traer las majadas para la esquila, para recoger los frutos, y evitar sobre todo el mal muy grave y muy peligroso de tener puestos muy distantes, aislados, donde facilmente se vicia y se relaja todo sistema ” (Hernández 1953:126-127).

El patrón es dentro de su campo “un verdadero señor feudal” (Alais 1904:9). En su presencia no hay mal peón dice Daireaux (1900:70), y éste debe saber que su patrón puede aparecer repentinamente en cualquier momento del día o de la noche. El patrón debe inspirarle la idea de que el trabajo debe ser mejor atendido en su ausencia que en su presencia: “El modo con que cumple un peón sin estar vigilado, es el verdadero criterio de lo que vale” (1900:74). El mayordomo debe recorrer los puestos de noche, “porque su vigilancia continua hace más ciudadoso al puestero” (Hernández 1953:360), debe

20 “conducirse siempre como si su patrón se encontrase presente; y cuando esto suceda, debe cumplir son sus obligaciones como si no estuviera” (1953:364).

[Una torre de observación o] “mangrullo es sumamente útil en una estancia, pues desde él se vigila a cada momento todo el campo y se cuidan las haciendas, observando todos sus movimientos” (Hernández 1953:364).

Para el caso de las chacras –establecimientos agrícolas- el “Manual del agricultor argentino” de 1908 sugiere una disposición que denomina “diseminación” (figura 2). En Europa la organización de los edificios de las chacras corresponde a dos tipos:

“Uno tiende a juntarlos todos alrededor de un patio grande, dominados por la casa habitación, de donde el dueño los puede vigilar. No nos extenderemos sobre este tipo de disposición, completamente inadecuado al país por varios motivos, inútilmente antihigiénico por la aglomeración en un espacio reducido [...]. El otro tipo de disposición de las construcciones es el de diseminación; el único que puede ser puesto aquí en práctica. Se presta á la extensión sin límite de cualquiera de los servicios de explotación, en particular, y de todos en general.” (Daireaux 1908:267-268)

ARQUITECTURA DE LA CASA PRINCIPAL: EL CASO DE ESTANCIA INFIERNO

21 Carlos Mayo (1995:193) sostiene que en la pampa colonial los hacendados ricos “no lograron construir una sólida hegemonía social ni definido un estilo de vida que pudieran exhibir ante los demás como algo exclusivo de su condición social”. Hacia 1848, el viajero W. Mac Cann (1985:117) dividía a los propietarios de campos en dos categorías: los que adoptaban hábitos europeos y los que conservaban “las costumbres del país” viviendo de idéntica manera que los peones. La vivienda del estanciero o mayordomo era modesta, por lo general un rancho rudimentario con paredes de adobe y techo de paja. Estas mismas características constructivas se presentan en muchas estancias pampeanas hasta avanzado el siglo XIX. El casco de la Estancia Infierno, ubicada en el sudeste pampeano [38°10'8'' S y 57°48'24'' O], demuestra que los cambios en la vivienda fueron radicales y tuvieron lugar en un corto plazo. La fotografía N° 1 data de ca.1868 y muestra a la familia propietaria posando al frente de la casa principal, un gran rancho de adobe. La fotografía N° 2 data de ca. 1873, y muestra las nuevas instalaciones de material. No obstante el casco sigue siendo sencillo, al menos en comparación con los grandes palacios de estilo europeo. Estos se se construyeron mayoritariamente entre mediados de los siglos XIX y XX, y en particular entre 1880 y 1910, lapso de publicación de los manuales analizados. Las investigaciones arqueológicas en Estancia Infierno evidenciaron la utilización de materiales constructivos de calidad, tales como ladrillos cocidos, pisos de pinotea, azulejos franceses Pas-de-Calais y baldosas Leon Duplessy de Havre, entre otros (Brittez 2000). Sin embargo, la casa aún no cuenta con cocina diferenciada, ni baño interno. Estos últimos, y probablemente algunos o todos los tabiques internos del edificio, fueron agregados con posterioridad (figura 3). El caso ilustra la idea de que la arquitectura de la vivienda principal, refleja más el rápido ascenso económico de los estancieros y la moda de la época,

22 que un verdadero cambio cultural. Eran los mismos hombres y mujeres en diferentes casas.

EL NUEVO CASCO DE ESTANCIA Y LOS LIMITES SOCIALES

A partir de ahora el casco de estancia deberá reunir una serie de condiciones ideales, a fin de ejercer la vigilancia y generar distancia entre los diferentes estamentos sociales de la estancia. El respeto al patrón o mayordomo comienza por el respeto a su espacio privado. Su vivienda debe ubicarse:

“dentro de un cuadro destinado a este exclusivo objeto, donde estén las habitaciones para él y su familia, cocina, pozo y todas aquellas piezas necesarias para su uso y comodidad. Conviene dotar este edificio de un patio espacioso y limpio, y conservarle despejado el frente. El cuadro que le corresponde será cercado de alambre, y los peones del establecimiento no deben tener jamás el derecho de penetrar en él sin que se les llame [...]. Por ahí empieza el respeto al mayordomo, respeto que luego se manifiesta en todos los trabajos diarios del establecimiento, y en el puntual cumplimiento de las órdenes que de él emanan.” (Hernández 1953:130).

Los mecanismos de inclusión-exclusión no sólo se dirigían hacia adentro. Daireaux sugiere que es conveniente que la estancia cuente con dos cocinas, una para el patrón y su familia y otra para los peones. Es en la cocina donde “se reciben las visitas de orden inferior que no se quieren introducir en la casa-habitación” (1900:32). Esta última debe quedar algo

23 retirada de la primera “para que el patrón y su familia estén perfectamente en su casa, sin tener que ser molestados por las visitas que no quieran recibir.” (1900:32). Un conveniente trazado de los senderos internos del casco dirigen el tránsito del visitante, que “siguiendo el camino desde la tranquera, tiene que dar con la cocina, donde lo harán entrar y sentar, hasta que el patrón sea avisado” (1900:40). (figura 3)

El capataz debe conducirse con los peones como un oficial con sus soldados, ya que todos conocen el precepto “subordinación y respeto hasta en los actos más familiares [pues] todos han sido soldados alguna vez” (Hernández 1953:372). Su departamento y el de estos últimos:

“debe estar situado fuera del cuadro destinado al mayordomo; y consta de habitaciones para el capataz -cocina para peones- cuarto para herramientas, útiles y guascas -ramada y pozo de balde con pileta”. [Estas] deben estar algo inmediatas a las del mayordomo, y en un punto en dónde pueda vigilar todo el establecimiento” (Hernández 1953:130).

El espacio propio de los peones es la cocina. Esta debe ser grande y espaciosa, orientada de sur a norte para lograr frescura en verano y abrigo en invierno, ya que:

“está destinada a prestar los múltiples servicios de cocina, comedor, dormitorio y punto de reunión de los peones del establecimiento. [...]. El fogón en el suelo permite el uso de asientos bajos [por lo general cráneos de vaca] que tienen comodidad y ventajas para el descanso. [...]. La reunión en la cocina tiene para el hombre de campo un atractivo irresistible; tiene encantos que sólo él comprende. Allí [...] se comunican alegremente las

24 novedades del día, se refieren con mutua cordialidad todas sus observaciones. [...]. El fuego disipa la tristeza. Ver la llama, distrae infinitamente.” (Hernández 1953:131-133).

Por fin en el “Manual del agricultor argentino” de 1908 (Daireaux 1908), aparecen claramente las ideas de individualidad, aislamiento y compartimentación del espacio íntimo, así como el término “obrero” de manera explícita:

“Cuesta poco tener un galpón dividido en cuartitos por tabiques livianos, cada cuartito con un catre y su colchón y almohada, una mesita, una silla; y sin embargo, á pesar del gasto ínfimo que reresentan estas pequeñas comodidades en un establecimiento grande, ¿cuántos son los que las tienen?. [...]. El hombre que trabaja necesita descansar, y necesita también recogerse en sí mismo, estar sólo, de cuando en cuando. [Estas comodidades satisfacen las] modestas exigencias de la vida del obrero” (Daireaux 1908:329).

DISCUSION:

MODELOS

UNIVERSALES

PARA

SOCIEDADES

(LATINOAMERICANAS) PARTICULARES

La Arqueología Histórica se desarrolló primero en aquellos países latinoamericanos cuyas identidades nacionales están fuertemente ligadas a Europa, como el caso de Argentina, Uruguay y Brasil (Domínguez y Funari 2002:?). En contraposición a las arqueologías de aquellos países que tienen fuerte raigambre indígena, estos han sido especialmente permeables a los enfoques centrados en “lo europeo” (Domínguez y Funari 2002:?), y consecuentemente a la importación de modelos anglosajones, que tienden a

25 oscurecer y distorsionar las interpretaciones de sociedades diferentes, tales como las latinoamericanas (Funari y Zarankin 2004:5). La incorporación de temas, objetivos y metodologías producidos básicamente en Estados Unidos, es característica de la arqueología hispano-americana en general (Politis 1995). Pedro Funari (2006:20) destaca que es propio de la ciencia periférica la introducción de discursos de los centros hegemónicos, y cuestiona la extrapolación de modelos que exaltan el individualismo burgués o la tradición aristocrática, a sociedades patriarcales y tan poco burguesas o aristocráticas stricto sensu, como las de Brasil. Esto mismo vale para el caso de Argentina, ¿con la posible excepción de la vanguardia pampeana, que no parece encajar claramente en ningún modelo?. Los manuales fueron escritos por inmigrantes europeos o por criollos educados en Europa, y reflejan por lo tanto la ideología hegemónica de esa sociedad y lugar. Se asume que el sistema de reglas constitutivas de la estancia tipo es incompatible con la “actitud preindustrial” (Mayo 1995) característica de amplios sectores de la sociedad rural pampeana, aún en momentos tan tardíos como el que nos ocupa. Esta actitud no se limitaba únicamente al mundo del trabajo, sino que abarcaba la totalidad de la existencia de los hombres y mujeres de la frontera. Una actitud inscripta en un ethos fronterizo, en el tono o carácter propio de esta sociedad preindustrial y marginal (Brittez 2000:199). La aplicación de modelos universalizantes -incluyendo a Foucault- no se ve limitada unicamente por diferencias culturales y por las condiciones de producción de los mismos en tanto discursos, sino por la increible heterogeneidad de esta sociedad rural pampeana, que al igual que otras latinoamericanas fue multiétnica, multicultural, arcaica y moderna a la vez. En todo caso conviene pensar en un sincretismo, pero entendido éste en términos de la noción de transculturación propuesta por Fernando Ortiz (1968): “Todo cambio de cultura,

26 como diremos desde ahora en adelante, toda transculturación, es un proceso en el cual siempre se da algo en cambio de lo que se recibe [...]. Un proceso en el cual emerge una nueva realidad, compuesta y compleja; una realidad que no es una aglomeración mecánica de caracteres, ni siquiera un mosaico, sino un fenómeno nuevo, original e independiente” (Ortiz 1968, citado en Domínguez 1995:31[1984]).

CONCLUSION

Los contenidos de los manuales de estancia exceden ampliamente los aspectos económicos. A la vez fueron expresión de un programa ideológico que tenía como modelo el modo de vida de la Europa industrializada. Se asume que los manuales fueron parte del aparato que contribuyó a crear y reproducir los cambios asociados a la implantación regional del sistema capitalista industrial. Las instrucciones adelantan en el tiempo los lineamientos fundamentales del modelo foucaultiano, pero dejan abierta una alternativa espacial que merece ser profundizada: el modelo de diseminación. La ampliación futura del presente análisis debe ir mas allá de una mera contrastación empírica, dando cuenta como mínimo de la manera exacta en que las reglas de producción de espacios sociales fueron -o no- aplicadas, tanto a la casa en particular, como al ambiente construido en general, y de la reacción de los distintos sectores de la sociedad rural -tanto dominantes como dominados- frente a la ideología capitalista industrial, y en especial de las manifestaciones de resistencia a adoptar cambios en el modo de vida tradicional. La realidad social del mundo rural pampeano de la segunda mitad del siglo XIX fue

27 compuesta y compleja, un fenómeno original difícilmente reducible a algún modelo universalizante o producido para otro tipo de contexto sociocultural. Parece poco probable poder subsumir el estudio de los sitios rurales pampeanos dentro de una Arqueología Histórica Global (Orser 1994). Siguiendo a Johnson (1999:35), la riqueza de la disciplina radica justamente en su particularidad.

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INVESTIGACIONES INTERPRETACIÓN

ACTUALISTICAS-EXPERIMENTALES DEL

REGISTRO

FORTIFICADOS DEL SIGLO XIX.

Merlo, Julio*

INTRODUCCIÓN

ARQUEOFAUNÍSTICO

PARA EN

LA SITIOS

32 En este trabajo se propone conocer cómo usaron los huesos los primeros pobladores del Área Interserrana bonaerense, previos a la conquista europea y aquellos que avanzaron, posteriormente, en sucesivas ocupaciones al sur del Río Salado y mostrar el aprovechamiento que hicieron de los recursos locales disponibles y como éstos fueron cambiando a medida que se efectivizó la ocupación hispano-criolla hasta la consolidación del Estado Nacional, período signado por diversos conflictos interétnicos que culminaron con la denominada “Conquista del Desierto”. Esta dominación, que surge desde el desarrollo del capitalismo marcó un punto de inflexión en la historia mundial generando diversos procesos (expansión mercantil, la colonización, el imperialismo y la aculturación) que negaron la identidad indígena (Schuyle 1970, Deetz 1991). Esta negación producida por un discurso hegemónico, ignoró la presencia indígena e idealizó la población introducida, cuya interacción con las comunidades originarias produjo una amalgama singular. La historia oficial, proveniente de fuentes militares o de la clase dominante dejó una información sesgada del pasado y en muchos casos con la intención de mostrar un ejercito o sociedad que lucha contra el indio “bárbaro” para generar una sociedad “civilizada”. La arqueología del capitalismo o del mundo moderno es uno de los marcos mas adecuados para investigar los procesos de contactos el asentamiento y avance de la sociedad colonial americana y la posterior independencia y consolidación del estado nacional (Funari 1998, 1999; Andrade Lima 1999; Senatore y Zarankin 1999; Funari y Zarankin 2004). Esta perspectiva requiere conocer los principales transformación ecológica que se produjo en la región como consecuencia de la introducción de flora y fauna exótica, así como la compleja interacción entre las poblaciones indígenas y los nuevos pobladores que se desarrollaron en ese contexto. Durante el mencionado período, ambas sociedades

33 establecieron relaciones interétnicas asimétricas y flexibles, que implicaron el intercambio de estrategias de subsistencia, la competencia por recursos y territorios, la disminución demográfica de los aborígenes, el sometimiento al sistema capitalista mediante la incorporación empresas evangelizadoras franciscanas y jesuíticas y una intensa interacción comercial producto de diversas expediciones de carácter exploratorias, militares, científicas, diplomáticas, entre otras. La conformación de espacios fronterizos por parte de colonos, terratenientes, hacendados y pulperos, incentivados por situaciones geopolíticas y económicas de los Siglos XVIII y XIX, genera un proceso ofensivo que expulsa distintos grupos aborígenes de su asentamiento e impone una nueva racionalidad y modificación del espacio. Los análisis se efectúan sobre los conjuntos arqueofaunísticos de los sitios arqueológicos Fuerte Blanca Grande (FBG), el Fortín El Perdido (FEP), Tapera 1 (T1), distante1,5 km del FEP, ubicados en el partido de Olavarría, el Fortín La Parva (FLP), en el Municipio de General Alvear y el Fuerte San Martín (FSM), en Coronel Suárez. Sitios descriptos en trabajos anteriores (ver Merlo 1999; Langiano et al. 2002a). En dichos sitios se evidencia diferenciación en la alteración térmica del material óseo. En el FBG, FLP, FEP se registra un alto grado de alteración térmica y fragmentación de la muestra, escasa presencia de unidades anatómicas completas determinables, en el FSM y T1 disminuye notablemente la alteración térmica sobre los huesos. Para comprender los procesos que afectaron al material óseo y las causas de fragmentación de la misma se desarrollaron estudios actualísticos-experimentales. Estos consistieron en la utilización de elementos óseos actuales junto con elementos de origen animal de poco rinde económico (sebo, guano) y vegetación autóctona como combustible en fogones intencionales (Fogones 1, 2 y 3) donde se realizó una cocción de vasijas de cerámica.

34

CONSIDERACIONES GENERALES

Los resultados de estudios arqueofaunísticos realizados en los Fuertes y Fortines anteriormente mencionados, concluyen que existe cierta recurrencia en la presencia de huesos alterados térmicamente. Antes de tratar este tipo de modificaciones óseas se debe aclarar que el análisis se realizó sobre el total de las muestras analizada (especimenes óseos determinados e indeterminados) obtenidas en los distintos sitios arqueológicos. En el caso del FBG, la muestra se compone de 3971 especímenes óseos, 33% de la muestra no presenta ningún tipo de alteración térmica, mientras que un 67% del material se encuentra quemado en distinta intensidad. En cuanto al material alterado térmicamente (2668 especímenes óseos) el 4% presenta quemaduras parciales, en algunos casos se registraron epífisis quemadas; este tipo de alteración puede producirse por la exposición al fuego de huesos con carne, en la que ésta protege la diáfisis del quemado. Un 25% se encuentra totalmente quemado, producto de una mayor exposición al fuego, y el 38% se encuentra totalmente calcinado. Este último rasgo en los huesos indica que han estado afectados por un fuego más intenso que en aquellos huesos parcial o totalmente quemados. Sin embargo, para la preparación de la carne no es necesario calcinar los huesos. La muestra alterada térmicamente presenta un alto grado de fragmentación limitando la determinación de fracturas por acción del fuego (no más de 10 mm). Se halló escasa presencia de carbón vegetal (48 fragmentos) en el área de evacuación denominada B1. FO. y en B2. FE. Estos trozos de carbón vegetal no alcanzan a superar los 5 mm (Merlo 1999). El FLP, la totalidad de la muestra arqueofaunística analizada está constituida por 355

35 fragmentos óseos, de los cuales 60 pudieron ser identificados a escala anatómica y taxonómica. Un 14% no posee alteración térmica, un 10% se encuentra parcialmente quemado, un 10% se encuentra totalmente quemado y un 66% presenta una alteración de calcinado. En el FEP, el total de los huesos analizados es de 1987 de los cuales 420 pudieron ser determinados a nivel anatómico y de especie. El 73% presentan alteración térmica un 44% totalmente calcinado, un 26% totalmente quemado, un 3% parcialmente quemado y sin evidencias de quemado un 27%. Hasta el momento no se han recuperado fragmentos de vegetales quemados. El sitio Tapera 1 (T1) que se ubica a 1,5 km del FEP, se recuperaron 158 elementos óseos de los cuales se determinaron 56 huesos. Del total de la muestra, un 57% no se encuentra modificado por el fuego mientras que un 43% si. Dentro de las modificaciones por alteración térmica un 27% se encuentra totalmente calcinado, totalmente quemado un 13% y parcialmente quemado un 3%. El grado de fragmentación de la muestra alterada térmicamente es menor a 2,5 cm, limitando la determinación de fracturas por alteración térmica. Los huesos que presentan partes quemadas se encuentran escasamente presentes. Teniendo en cuenta los porcentajes de huesos alterados por el fuego, en el FEP los huesos presentan mayor alteración térmica que los huesos recuperados en T1. Los análisis efectuados hasta el momento indicarían una alteración térmica diferente en el uso del material óseo realizado por los ocupantes del Fortín y los pobladores posteriores. Por último el FSM, posee una muestra de 273 elementos óseos, de los cuales pudieron ser determinados anatómicamente y taxonómicamente 46 huesos. Del total de la muestra el 55% no presenta alteración térmica mientras que un 23% está calcinado, un 4% totalmente quemado y 18% parcialmente quemado.

36 Por otra parte, también se registraron elementos óseos alterados térmicamente en otros sitios arqueológicos de momentos históricos localizados en el Área Interserrana bonaerense. Se hace referencia a lo sitios Fuerte Cantón Tapalqué Viejo, donde se recuperó una importante concentración de material faunístico alterado por el fuego (Mugueta et al. 2002) y el Fortín Recompensa situado en la localidad de Guaminí donde Roa y Saghessi (1997) evidencian alteración térmica en huesos de Ovis aries (Ovino). Además, existen fuentes etnográficas sobre el uso del material óseo junto con (sebo, estiércol y desperdicios utilizados como elementos de combustión: Zizur en 1781, quien debido a la ausencia de leña en todo el trayecto de Buenos Aires a las Sierras de Tandilia, utiliza osamentas de animales que abundan en el camino. "Por la mañana se hallaba alguna leña de unas baritas llamadas durasnillo. pero por la tarde ninguna por lo que hicimos fuego con huesos y sebo..." (Zizur 1973:70 [1781]). Otro gran inconveniente que debían afrontar los habitantes de la pampa era la escasez de leña, debido a la carencia arbórea en el área, agravado por las dificultades para transportar la madera que en algunos casos, se utilizaba para la confección de techos o estructuras habitacionales (Merlo 1999). Mac Cann en su viaje por la campaña bonaerense describió el paisaje y las costumbre de los habitantes rurales para suplir esta falencia: “Si no fuera porque el clima es muy benigno, se haría casi imposible pasar una temporada en el interior de esta provincia, debido a las dificultades con que sé tropieza para hacer fuego; no hay leña para quemar y el acarreo de cualquier especie de combustible resulta excesivamente caro.” (Mac Cann 1969:121 [1853]). Una de las consecuencias de la falta de leña es su reemplazo por otros elementos de combustión, por lo tanto se registra en diversas fuentes escritas la utilización de huesos frescos, huesos secos, sebo, guano ("leña de oveja"), paja, etc. “Sacamos las maletas al

37 carguero y nos dimos a recoger huesos, cardos y ramas para encender fuego; arrojamos al fuego el sebo de la vaca y no tardó en formarse una hoguera como para asar todo un buey.” (Mac Cann 1969:107 [1853]). Armaignac, en 1872, viaja como médico de frontera hacia el Fuerte Lavalle, y comenta que debían utilizar huesos, sebo, guano, paja, etc., para el procesamiento de los alimentos: "En medio de la pieza ardía un fuego bastante fuerte que despedía mucho humo y un olor desagradable. Me acerqué y vi que el fogón estaba alimentado por una mezcla de osamentas de animales y de sebo. Ardían también unos como ladrillo de leña de oveja [...]. Echaron otros huesos al fuego, lo regaron luego con un poco de sebo y pronto una hermosa llama amarilla y ardiente empezó a brillar en el fogón..." (Armaignac 1977:62 [1872])

OBSERVACIONES E HIPÓTESIS

Los materiales arqueofaunísticos poseen información valiosa sobre los aspectos culturales y biológicos. A partir de su análisis se puede, entre otras cosas, estudiar la relación que ha existido entre el hombre, la fauna y el medio ambiente a través del tiempo, medir el impacto del uso y control de las especies animales, estudiar procesos de extinción y domesticación, contar con información acerca de las modificaciones en la distribución espacial, temporal, grado de preservación de las unidades anatómicas recuperadas, evaluar las estrategias de subsistencia implementada por los seres humanos del pasado, etc. (Mengoni Goñalons 1988). La utilización de los huesos como elemento de combustión en el pasado, para cocinar alimentos, generar calor o para la cocción de cerámica o rocas han sido fuertemente identificado por los arqueólogos (Shipman et al. 1984, Buikstra y Swegle 1989, David

38 1990, y Théry-Parisot et al. 2002). La frecuencia de los huesos quemados es uno de los indicadores de la intensidad del fuego, y de la utilización que se le ha dado a las piezas óseas; éstas pudieron haber sido sometidas a la acción del fuego para la preparación de alimentos, arrojados a los fogones por descarte, o incluso empleados intencionalmente como material de combustión (Mengoni Goñalons 1988); o la implementación de estrategias de reducción del volumen de basura, minimizar la generación de microorganismos peligrosos para la población humana. También los incendios naturales pueden producir modificaciones en la estructura interna y externa de los huesos (David 1990). En el caso de que el material óseo haya sido utilizado para combustión, la distribución espacial de los especímenes óseos pueden sugerir los mecanismos y los patrones de acumulación y de descarte practicados por el hombre (Mengoñi Goñalons 1988). El fuego puede destruir el material óseo y alterar significativamente la estructura anatómica y cuantitativa de los conjuntos (Lanata 1988). Los sitios anteriormente mencionados se encuentran ubicados en el Área Interserrana Bonaerense de la subregión Pampa Húmeda (Politis1984). La vegetación dominante en la región es la estepa o sudoestepa de gramíneas. Zoogeográficamente corresponde al Dominio Pampásico que se extiende por casi toda la Pampa Húmeda (Ringuelet 1955), es decir que el ambiente se caracterizaba por la falta de árboles, recurso de gran importancia para la generación de combustible. Durante el Siglo XVIII y XIX se produce un incremento de la aridez provocado por rigurosos períodos de bajas temperaturas (Politis 1984; Rabassa et al. 1989). Estas condiciones extremas de clima incrementarían la necesidad de combustible (leña), escaso en la zona. A estas situaciones se sumaban los aspectos tecnológicos, en muchos casos

39 inadecuados para el traslado de insumos o el retraso en la información proveniente del poder político central.Esto, generó la necesidad de utilizar restos óseos, conjuntamente con otros elementos de origen animal de bajo o nulo rinde alimenticio: sebo y guano, como elemento de combustión. Por lo expuesto, en el registro arqueofaunístico se encontrarían huesos con una significativa alteración térmica, como por ejemplo, calcinamiento (Merlo 1999). En este artículo se concretan trabajos de experimentación cuyo objetivo es investigar las causas del alto grado de fragmentación y alteración térmica que presentan los huesos en el registro arqueológico de fuertes y fortines.

LA EXPERIMENTACIÓN

Las investigaciones actualísticas (la etnoarqueología, la tafonomía y la arqueología experimental) son las disciplinas cuyos objetivos es aportar esquemas conceptuales y marcos de referencia para interpretar el registro arqueológico (Nami y Borella 1999). Las investigaciones experimentales tienen una larga historia desde los comienzos de la arqueología, con el objetivo de afrontar y resolver problemas diversos (Nami 1991). A pesar del desarrollo de esta disciplina es notable la ausencia de información básica derivada de las investigaciones actualísticas-experimentales que sirven como referencia para entender la utilización del material faunístico como elemento de combustión. Para reconocer la alteración térmica necesitamos disponer de atributos formales que nos permitan distinguir aquellos huesos que fueron quemados de los que no, y además determinar las condiciones a los que fueron sometidos. Los trabajos de Baby (en Binford 1963) y Thurman y Willmore (1980) propusieron diferentes criterios, basados en los resultados obtenidos de sus experimentaciones personales donde distinguieron

tres

40 categorías de alteración térmica. La diferencia entre estas tres categorías no debe hacerse sobre la base de presencia y ausencia de atributos, sino en función de la frecuencia relativa de los mismos (Thurman y Willmore 1980). Los huesos alterados térmicamente sufren cambios en su morfología microscópica y macroscópica; en el caso de las primeras se producen modificaciones en su estructura cristalina, produciendo la reducción del tamaño de los especímenes óseos. En la segunda se producen variaciones en su coloración. Esto varía en función de las temperaturas a que han sido expuestos. Se tuvieron en cuenta los cambios de coloración macroscópicos caracterizados con esta escala que fue elaborada, primeramente por Merlo (1999) y ampliada en este trabajo, con el objeto de generar criterios para evaluar el grado de exposición al fuego que presentan los huesos. Sin quemar: la superficie del hueso no muestra signos de cambio de coloración o agrietamientos por acción térmica. El hueso puede encontrarse grasoso y su cambio de coloración puede ser producto de procesos post- depostiacionales como la meteorización. Parcialmente quemado: la superficie total del hueso presenta de forma parcial evidencias de cambio de coloración (tiznado, negro, azulado, blanco) por exposición al fuego. También pueden registrarse agrietamientos, longitudinales, transversales, combamientos, fracturas y perdida de parte de la unidad anatómica. Totalmente quemado: la superficie total del hueso (externa e interna) presenta una coloración azulada o negra. También, se registra de forma parcial agrietamientos, longitudinales, transversales, combamientos, fracturas y perdida de parte de la unidad anatómica. Calcinado-quemado: la superficie externa del hueso presenta una coloración blanquesina

41 mientras que la superficie interna presenta una coloración negra o azulada. Se pueden registrar agrietamientos longitudinales, transversales, combamientos, fracturas en su cara externa. En raras ocasiones se encuentra la unidad anatómica completa. Totalmente calcinado: la superficie del hueso es cristalina, de coloración blanca. El hueso se deshace en si tu, es frágil y se rompe fácilmente al moverlo. También, se registran agrietamientos, longitudinales, transversales, combamientos, fracturas. Normalmente la unidades anatómicas generalmente no se encuentran completas.

CONFECCIÓN DE LOS FOGONES EXPERIMENTALES

Los fogones experimentales fueron elaborados conjuntamente con la Maria del Carmel Langiano: se propusieron dos objetivos, por un lado evaluar la factibilidad de cocción de elementos cerámicos con huesos, frescos y secos, sebo, guano seco y cardos presentados en este libro. El segundo objetivo fue ver en qué condiciones quedan los elementos óseos al ser utilizado en fogones como elemento de combustión, presentado en este trabajo. En la confección de los fogones experimentales se utilizaron elementos óseos de Bos taurus (Bovino) frescos y secos. Los primeros se encontraban articulados, con el tejido blando (carne, sebo, cuero) y los segundos con un estado de meteorización según la escala de Behrensmeyer (1978) entre los estadio 2 y 3. En el fogón 1, se colocaron huesos largos e irregulares secos (i.e.cráneo, fémur, húmero, escápulas, radio-cúbito, hemimandíbula y pelvis) hasta completar los 10 kg. En el fogón 2, se colocaron huesos irregulares y largos, secos (5 kg) frescos (5 Kg): i.e. fémur, hemimandíbulas, coxal, astrálago, tibias y fragmento de diáfisis, escápulas, radiocúbito, húmero, etc.

42 El fogón 3, se colocaron 10 kg de huesos irregulares y largos frescos: fémur, tibias, húmero, escápulas, radio cúbito, cortes de vértebras entre otros (Ver tabla 1). Con respecto al material herbáceo, se implementó Erygium (carda) única especie autóctona que persiste en la actualidad y se complementó con Cynara cardunculus (cardo castilla), Cestrum parquii (duraznillo) y Prunus pérsica (durazno), en estado seco. En campos cercanos al lugar de la experiencia, se obtuvo guano deshidratado de Bos taurus. Se desmalezó la zona donde se colocaron las tres estructuras de fogón a cielo abierto. Primer se colocaron las ramas de Erygium (carda) y Cynara cardunculus (cardo castilla), en forma piramidal, sobre la misma se depositaron las piezas cerámicas para su coccíón, fueron nuevamente cubiertas por el siguiente material de combustión, Bos taurus (vaca), estiércol de Bos taurus, Cestrum parquii (duraznillo) y Prunus pérsica (durazno), respetando la estructura de pirámide (ver Langiano 2006 en este libro). A los efectos de controlar el proceso de alteración térmica del material óseo, se tuvieron en cuenta las siguientes variables: Porcentaje de la muestra faunística alterada térmicamente. Grado de fragmentación del total de la muestra faunística. Porcentaje de la muestra determinable anatómicamente. Ausencia /presencia de agrietamientos (longitudinales, curvas y transversales). Presencia de agrietamientos, fracturas longitudinales y transversales debido a los diferentes grados de exposición al fuego (Binford 1963). Presencia de exfoliaciones de la superficie externa del hueso por exposición al fuego. Color y grado de alteración térmica de los huesos: sin quemar, parcialmente quemado, totalmente quemado, quemado-calcinado y calcinado.

43

REGISTRO DE LA EXPERIENCIA

La experiencia se llevó a cabo en un campo de la localidad de Hinojo (Olavarría). Se registraron todas las observaciones en la libreta de campo y se fotografió. Se tomó la temperatura de cada fogón, con un sensor térmico (SKF CMSS 2000 Temperature Probe, San Diego. Ca. USA. Model CMSS 2000 Serial # 2810760101). Se confeccionaron los fogones, con su escalas correspondientes y se encendió el fuego desde la parte inferior de la estructura de fogón. El proceso de combustión fue rápido, al minuto, los tres fogones alcanzaron una temperatura promedio de 80º C y el máximo alcanzado fue de 1000º C a un tiempo promedio de 28 minutos de encendido el fuego. Se determinó el tiempo de residencia como el de rescoldo (David 1990), en el centro del fogón y en la periferia. Se trazaron las curvas de temperatura de a cada fogón, sin agregar material de combustión adicional.

ANÁLISIS DEL MATERIAL RECUPERADO EN LOS FOGONES

Fogón 1 (huesos secos)

El conjunto óseo que se utilizó estaba constituido por un cráneo, un fémur izquierdo y uno derecho, dos húmeros izquierdos, dos escápulas derechas y una izquierda, un radio-cúbito derecho, una hemimandíbula derecha, un coxal derecho y una pelvis entera de Bos taurus. La alteración térmica produjo un total de 746 huesos, mayores de 1 cm recuperados, de los cuales pudieron ser identificados 83 especímenes óseos anatómica, debido al grado de

44 fragmentación de los huesos que éstos presentan por la exposición al fuego. La relación entre número total de restos (NTR)= 746 sobre el (NISP)= 83, es de un índice de 90%. El conjunto óseo presenta un alto grado de fragmentación disminuyendo el NISP porcentual al 10%. Un 1% no presenta alteración térmica, sólo se puedo observar un ahumado parcial, un 27 % se encuentra parcialmente quemado, un 10% totalmente quemado un 21% se encuentra totalmente quemado en la superficie (color negro) interna de los fragmentos óseos y calcinado en la superficie externa (blanco), un 41% se encuentra totalmente calcinado. El análisis de modificaciones óseas efectuado por la exposición a las diferentes temperaturas alcanzadas, de acuerdo a la posición que se encontraban los huesos secos en el fogón son grietas longitudinales, que predominan en aquellos huesos que se encuentran parcialmente quemados, quemados calcinados, en menor proporción se registran en los huesos calcinados. La exposición del material óseo al fuego produce un engrosamiento de las grietas en las diáfisis, características de los huesos encuentran en los estadios 1 y 2 de meteorización propuestos por Behrensmeyer (1978) quedando éstos muy frágiles. Hay astillas grandes y pequeñas que pueden estar lo suficientemente flojas como para desprenderse del hueso si se lo mueve. En el caso de las epífisis, se deshacen in situ, en pequeñas astillas rodeando a lo que queda de del hueso. Éste es frágil y se desgrana fácilmente al moverlo. Los especímenes óseos que se encuentran en el grado de calcinamiento en su mayoría son fragmentos indeterminados menores de 5 cm, presentan la características de ser huesos muy frágiles y se desintegran , con sólo tocarlos. En las epífisis de huesos largos y huesos irregulares se registran grietas en damero. En cuanto a las fracturas, se detectaron fracturas transversales próximas a las epífisis, con

45 bordes angulosos. Estas se dan sobre todo en la zona del hueso donde alcanza el grado de calcinamiento. También se registraron descascaramientos de la superficie del hueso, tanto en las epífisis como en la diáfisis.

Fogón 2 (huesos secos y frescos)

En este fogón se utilizaron huesos secos y frescos de Bos taurus: un fémur juvenil derecho y dos izquierdos, dos fragmentos de fémur juvenil (derecho e izquierdo), un maxilar inferior no fusionado, un coxal izquierdo, un astrágalo, una tibia derecha, dos fragmentos de tibias y un fragmento de diáfisis. En cuanto a los huesos frescos: dos fémures izquierdos y un derecho, un húmero derecho, una escápula derecha y una izquierda, un radio-cúbito derecho, una tibia derecha, cinco fragmentos de pelvis, dos pies completos, desde el autopódio hasta las falanges con sus pezuñas incluidas. El total del conjunto faunístico analizado se compone de 623 elementos óseos, mayores de 1 cm, de los cuales pudieron ser identificados anatómicamente 62 especímenes, como se puede observar existe un alto grado de fragmentación del material óseo debido al grado de temperatura (1000º C.) y tiempo de duración del fuego (dos horas). La relación entre NTR= 623 sobre el NISP= 62, es de: 91%. El grado de fragmentación del conjunto presenta similares características al Fogón 1 (NISP) porcentual= 9%. En el fogón 2 no se registraron huesos sin alteración térmica, un 5% se encuentra parcialmente quemado, un 13% totalmente quemado un 61% se encuentra quemadocalcinado, un 21 % se encuentra totalmente calcinado. Algunos de los huesos que se encontraban parcialmente quemados, quemados y en menor proporción quemadoscalcinados presentaban un estado grasoso (11%).

46 Se registraron grietas longitudinales, que predominan en aquellos huesos que se encuentran parcialmente quemado, quemados calcinados, en menor proporción se registran en huesos calcinados. Los huesos largos en su mayoría presentan una fragmentación total de la diáfisis, las pocas que se recuperaron presentan grietas longitudinales, sobre todo en los huesos frescos, quedando éstos muy frágiles. Predominan las astillas pequeñas que se desprenden muy fácil del hueso. En el caso de las epífisis y huesos irregulares presentan agrietamientos en forma de mosaico. Los especimenes óseos que se encuentran en el grado de calcinamiento en su mayoría son fragmentos indeterminados menores de 10 cm, presentan la características de ser huesos muy frágiles que se desintegran, con sólo tocarlos y otros que su superficie presentan una estructura vidriada, sobre todo los fragmentos de diáfisis. La superficie del hueso presenta parches de huesos compactos y lisos al contrario de los huesos totalmente quemados que tienen una superficie menos compacta y áspera. También se registraron descascaramientos tanto en la superficie de las diáfisis como en epífisis. En una gran proporción de las extremidades proximales y dístales queda expuesto el tejido esponjoso, siendo éste muy frágil, que se desgrana con facilidad. En cuanto a las fracturas se detectaron fracturas transversales próximas a las epífisis, con bordes menos angulosos, sobre todo en los huesos frescos (Figura 1). También se recuperaron fragmentos de carbón vegetal (pequeñas ramillas) y restos de guano compacto en forma de ceniza, muy frágil.

Fogón 3 (huesos frescos)

En este caso se colocaron huesos frescos de Bos taurus, compuestos por: tres fémures

47 derechos y uno izquierdo, dos tibias izquierda y derecha, un húmero derecho, cuatro escápulas derechas, un radio-cúbito izquierdo dos derechos, seis cuerpos incompletos de vértebras y dos pies, izquierdo, derecho y dos manos, izquierda y derecha. El conjunto óseo recuperado es de 1710 elementos óseos mayores de 1 cm. Pudieron ser identificados anatómicamente 109 elementos, de estos, un 6% se encuentra parcialmente quemado, un 13% totalmente quemado, un 30% se encuentra en el estado quemadocalcinado, un 51 % se encuentra totalmente calcinado. Ciertos huesos que se encontraban parcialmente quemados y quemados presentaban un estado grasoso (40%). La relación entre número total de restos (NTR)= 1710 sobre el (NISP)= 109, el índice obtenido es de 94%. El conjunto óseo presenta un alto grado de fragmentación producto de la alteración térmica. Se registraron grietas longitudinales, que predominan en aquellos huesos que se encuentran parcialmente quemados, quemados calcinados, en menor proporción se registran en huesos calcinados. Los huesos largos en su mayoría tienen una fragmentación total de la diáfisis, preservándose las epífisis, a pesar de que estas se encuentran en el estadio quemadocalcinado. Presentan grietas generalmente paralelas a la estructura de la fibra. Predominan las astillas pequeñas calcinadas, éstas no son tan frágiles como en los huesos secos o las epífisis, la estructura del fragmento óseo se caracteriza por poseer un aspecto vidriado y resistente al manipuleo. En el caso de las epífisis y huesos irregulares totalmente calcinados, presentan agrietamientos en forma de damero y se evidencia en mayor proporción la exfoliación de la superficie del hueso. Las epífisis que se preservaron del fuego aún conservan parte del tejido blando que se observa muy graso. Normalmente estas epífisis, poseen el extremo que conecta a la diáfisis quemada y fracturada de forma helicoidal, con bordes angulosos.

48 La superficie del hueso presenta parches compactos y lisos contrario a los ejemplares que están totalmente quemados con una superficie menos compacta y áspera. En las epífisis de huesos largos y huesos irregulares se registran grietas en forma de mosaico. También se visualizaron descascaramientos tanto en la superficie de las diáfisis como en epífisis. En las extremidades de las unidades anatómicas queda expuesto el tejido esponjoso, que se desgrana con sólo palparlos.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN

La serie de experimentaciones realizadas con fogones de huesos secos (Fogón 1) huesos secos y frescos (Fogón 2) y con huesos frescos (Fogón 3) arrojaron resultados satisfactorios sobre el problema de la escasa presencia del material arqueofaunístico en los registros arqueológicos de fuertes y fortines del siglo XIX en estudio. Si bien, no se registraron importantes diferencias entre los resultados de los tres fogones realizados, se puede concluir que el sometimiento del material faunístico a altas temperaturas producen un cierta fragilidad en los huesos que se acrecientan si éstos se encuentran en estado seco y disminuye en los huesos frescos o recubiertos de tejido blando. Aquellos huesos que presentan mayor densidad ósea, como falanges, huesos del carpo o del tarso, cóndilos, cabeza de fémur o húmero, vértebras entre otros, frente a exposiciones más intensas de calor (1000 C.) alcanzada en los fogones, presentan mayor resistencia a su destrucción. Estos huesos frecuentemente se encuentran calcinados, agrietados y muy compacto, sobre todo en los huesos quemados en estado fresco. En el registro arqueológico de los sitios fortificados que se están trabajando (FBG, FLP, FSM T1 y FEP) es frecuente encontrar huesos de las extremidades o las epífisis de huesos

49 largos alterados térmicamente, una alta proporción de fragmentos óseos indeterminados, alterados por el fuego en los distintos grados. En menor frecuencia se encuentran huesos de animales pequeños alterados térmicamente, lo que más predomina son las placas de armadillos quemadas o calcinadas. Esto último puede responder a procesamientos de consumo de estas especies (Parchappe 1977 [1828]). En base a las investigaciones experimentales, el análisis del registro arquefaunístico, a las fuentes escritas dejadas por los cronistas que transitaron por la Región Pampeana en los siglos XVIII Y XIX, se puede concluir que el material faunístico, especialmente los taxones de gran porte como es Equus caballus y Bos taurus fueron utilizados como elementos de combustión frente a la escasez de leña para la cocción de los alimentos, generar calor o para otros usos. En cuanto al uso del material óseo como combustible, recuperado en las excavaciones, se analizó el total de la muestra arqueofaunística extraída hasta el momento. Se comprueba que los sitios como el FBG, FLP, FEP presentan un alto grado de alteración térmica. Predominan los huesos con grados de calcinamiento, quemados y calcinados, totalmente quemados, y parcialmente quemado. En el FSM y en T1 se registra una mayor presencia de huesos sin alteración térmica y una mayor presencia de carbón vegetal. Entre los huesos quemados predominan los quemados o parcialmente quemados. Se aclara que el FSM está ubicado sobre las márgenes del Arroyo Sauce Corto cubierto de árboles Salix humboltiana (Sauce Ciollo). Si bien del sitio T1 no tenemos precisiones de la fecha de su creación, los restos recuperados (vidrios, metales, loza, ladrillos, etc.) dan indicios de una ocupación posterior el FEP (1865).La disminución de alteración térmica en los huesos puede deberse a que sus ocupantes plantaron Tamarix gallica (tamarisco) para la generación de combustible. Estos arbustos se encuentran en la actualidad, ubicados en circulo, en siete sectores del

50 cañadón el Perdido, denominados taperas (T1, T2, T3, T4, T5, T6 y T7). En esta primera etapa, se analizan los resultados de las experimentaciones para ver cómo quedan los huesos luego de los diferentes fuegos practicados, compararlos con los elementos óseos recuperados en las tareas de campo, e inferir qué tipo de fuego pudo haber afectado las muestras arqueológicas. Una de las preguntas que surgió al plantearse el uso de los huesos para combustible, es si en realidad pudieron haber sido quemados para reducir la cantidad de basura y así evitar o disminuir la presencia de roedores y posibles enfermedades, ya que los basureros o áreas de descarte registrados hasta al momento se encuentran próximos al área de ocupación de los sitios. Sin embargo, el análisis de los materiales recuperados (vidrios, lozas, gres y metales) en las áreas de evacuación demostraron que no presentan alteración térmica, sucediendo lo contrario con gran parte del material óseo. La alta fragmentación de los huesos de los sitios FBG; FLP; FEP se debería en parte, a la intensa exposición al fuego. A esto se sumaría la acción de ciertos agentes postdepositacionales tales como el pisoteo que pudieron contribuir a una mayor fragmentación. Este estudio se encuentra en una etapa preliminar, que se complementará con nuevos análisis sobre el material faunístico utilizado en la experimentación. En cuanto al registro arqueofaunístico de los fuertes y fortines bajo estudio se prevé ampliar las muestras, para arribar a evidencias más ajustadas sobre el uso de los elementos óseos para combustión.

Agradecimientos

Esta investigación ha sido efectuada gracias a subsidios otorgados a los proyectos

51 “Revalorización, manejo y planificación turística del Patrimonio cultural y natural en los partidos de Tandil, Olavarría y Azul” (Proyecto PICT-O 2002, 04-11503, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la UNCPBA) y e “Investigaciones Arqueológicas Post-Conquista” (AGENCIA: BID 1728/OC-AR- PICT 04-12776) y programa INCUAPA de la secretaría de ciencia y técnica de la UNICEN). A Rubén Gouveia por su colaboración en la experiencia. A los alumnos Lucrecia Sisti y Victor Silva quienes han colaborado en tareas de laboratorio. A la Dra. Florencia Borella por su asesoramiento para el análisis faunístico; a los Lic. María del Carmen Langiano y Pablo Ormazabal por la lectura crítica, interesantes aportes y útiles sugerencias efectuada sobre versiones previas de este trabajo.

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57

Bos taurus

FOGÓN 1. huesos secos

FOGÓN 2. huesos secos y frescos

FOGÓN

3. huesos frescos PARTES ESQUELETARIAS

Nº DE UNIDAD

SUB TOTAL

UNIDAD

Nº DE UNIDAD

SUB TOTAL

SUB TOTAL

UTILIZADAS

ANATÓMICA

ANATÓMICA Cráneo 1

ANATÓMICA

DEL NISP

*

*

*

*

Hemimandíbula

1

1

2

9

Axis

*

*

*

*

*

Cervicales

*

*

*

*

*

*

Torácicas

*

*

*

*

*

*

Lumbares

*

*

*

*

6

47

Caudales

*

*

*

*

*

*

Sacro *

*

*

*

*

*

Coxal 3

34

3

13

*

*

Coccígeas

*

*

*

*

*

*

Costillas

*

*

*

*

*

*

Esternebras

*

*

*

*

*

*

escápula

3

6

2

6

4

*

Húmeros

2

2

1

5

1

*

Radioulna

1

6

1

0

3

*

Carpianos

*

*

*

*

2

4

Metacarpo

*

*

*

*

2

4

*

29

DEL NISP

*

*



DE

DEL NISP

58 Fémur 2

5

9

16

4

29

Tibia *

*

2

6

4

4

Astrágalo

*

*

2

2

2

2

Calcáneo

*

*

2

1

2

*

Tarsianos

*

*

2

1

2

*

Metatarso

*

*

2

1

2

*

Falange 1

*

*

4

1

4

6

Falange 2

*

*

4

0

4

10

Falange 3

*

*

4

1

4

3

NISP Total

12

83

40

62

46

109

NTR *

663

*

561

*

1601

Total del conjunto

*

746

*

623

*

1710

Tabla 1. Unidades anatómicas utilizadas para la experimentación.

Figura 1. Fragmento de diálisis de Bos taurus calcinada con grietas y exfoliaciones por la exposición al fuego, Fogón 2.

ALTERACIÓN TERMICA Y EXPERIENCIAS DE COCCION DE CERAMICA CON MATERIAL ÓSEO

INTRODUCCIÓN

59 El propósito de este trabajo es discutir conceptos arqueológicos, en especial los estudios actualísticos y relacionarlos con la etnohistoria. Las respuestas a estos problemas no son sencillos y no pueden aplicarse de manera uniforme pues se tiene presente que la convergencia de diversas perspectivas teóricas y metodológicas no sólo enriquece sino que retroalimenta las propuestas alternativas de interpretación de nuestro pasado. Atendiendo a este objetivo, se reflexiona sobre el rol y la naturaleza de los documentos escritos y se analizan fuentes a la luz del “uso potencial de recursos naturales” (Nami 1992) para la producción y cocción de cerámica al sur del Río Salado bonaerense, durante los siglos XVIII y XIX. Finalmente se detallan conclusiones sobre los desafíos que debe enfrentar el arqueólogo, en su práctica cotidiana multidisciplinaria y se describe un estudio de caso. El mismo está relacionado con una experiencia de modelado y cocción de tiestos alfareros, donde se discuten además conceptos relacionados con el tipo de alteración térmica que sufre el material óseo al ser incorporado como combustible en diferentes fogones. Otro de los aspectos a desarrollar es el análisis de lo registrado en la experiencia realizada y cómo se puede utilizar esta información al interpretar el registro arqueológico.

ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLOGICOS

LA ETNOHISTORIA

La etnohistoria pretende constituirse en un puente entre la historia, la antropología y la arqueología, cuyos métodos se complementan para el análisis a profundidad de las fuentes documentales y de campo. Se tiene en cuenta que las fuentes escritas y las tradiciones orales son datos históricos (Alcina Franch 1988) y se consideran que los mismos fueron

60 elaborados por individuos que, bajo ciertos factores culturales y personales pueden haber alterado o limitado la información que se expresa en dicho material. Una herramienta metodológica esencial para el etnohistoriador es el trabajo de campo (Cohn 1968) que le aporta un tipo de datos diferente al de los documentos escritos y le permite tomar sus propias decisiones en cuanto a qué necesita registrar según sean sus objetivos de investigación. Las observaciones sistemáticas y las entrevistas a informantes en su campo manifiestan la influencia antropológica en la formación profesional del etnohistoriador. Vincular este tipo de trabajo etnográfico con las fuentes escritas aporta una amplia perspectiva de la sociedad que es su objeto de estudio. Por un lado percibe la visión que posee esta cultura de su propia historia (emic) y por otro distingue la mirada que sostuvo la otredad sobre esa sociedad nativa (etic). En este punto se considera indispensable recordar que autores como Little (1992), Johnson (1999), Funari (1998, 2003), Funari y Zarankin (2004 ), Jones (2005) y Orser Jr. (2005) entre otros, discutieron críticamente aspectos tales como la consideración de la arqueología histórica como ciencia objetiva y su relación con la historia. Estos autores a través de diversas perspectivas, han explicitado que “... las fuentes históricas no ofrecen afirmaciones objetivas y absolutas sobre la naturaleza de las sociedades del pasado” (Jones 2005: 31), que “los documentos escritos y los datos arqueológicos pueden ser considerados como interdependientes complementarios y contradictorios al mismo tiempo”(Little 1992:4) y que la “Historia y la Arqueología Histórica están apenas empezando a interactuar “... a partir de América del Sur, permite suponer que ambas disciplinas están condenadas a vivir juntas en el mismo campo de investigación ... los arqueólogos latinoamericanos tienen mucho que aprender de los historiadores y viceversa ...” (Funari 1998:19). En Argentina, investigadores como Mandrini (1985, 1992), Palermo (1986, 1999), Nacuzzi

61 (1990), Schaposchnick (1991), Williams y Schaposchnick (1999), Bechis (1998, 2005), entre otros, postulan que el análisis de las fuentes aportan datos difíciles de observar directamente en el registro arqueológico tales como toponimia, ubicaciones y densidad de asentamientos, rastrilladas, rutas y circuitos de aprovisionamiento, tipos de recursos disponibles, construcciones, actividades sociales, políticas, económicas, cosmovisiones diversas, etc. Los arqueólogos deben interpretar un registro estático, de la sociedad dinámica que lo produjo y la etnohistoria puede ser muy útil en este sentido. En la práctica arqueológica existen diferentes posturas con respecto al uso de los documentos escritos en la investigación. Gómez Romero y Pedrotta (1998) sostienen que éstos son datos, construcciones conceptuales que pueden ser generadoras de hipótesis y deben ser analizados críticamente al igual que el registro arqueológico recuperado; por otro lado, Borrero (1991), Goñi y Madrid (1998) afirman que más allá del posible uso de las fuentes escritas, el registro arqueológico es el juez último, los escritos no pueden jugar un rol en lo que respecta al proceso de validación de hipótesis. Se adhiere a la postura de Funari (2003) quien explica que tanto los documentos escritos como la cultura material son producto de una misma sociedad, pero no necesariamente son complementarias o convergentes. La evidencia recuperada es un testimonio involuntario de la historia, un producto del trabajo humano, mientras que la documentación escrita es una representación ideológica de la realidad, que “nos informa sobre las ideas de sus autores, generalmente pertenecientes a una minoría de los que saben leer y escribir. Un escrito es un instrumento de poder, de clase ...”. Recomienda utilizar las informaciones textuales y los datos arqueológicos como complementarios e indica que el investigador debe “explorar tanto las convergencias como las posibles diferencias. De esa forma se podrán esclarecer tanto el sentido de las evidencias materiales como los mecanismos ideológicos ocultos en

62 las informaciones escritas.” (Funari 2003:40). Creemos que la mejor forma de utilizar los documentos escritos y las tradiciones orales es otorgándoles un doble rol en la investigación: como generadoras de hipótesis y como parte del proceso de validación.

MATERIAL OSEO COMO COMBUSTIBLE

El uso de material óseo como combustible y sus consecuencias para interpretar los restos faunísticos, su presencia y conservación en el registro arqueológico ha sido poco estudiado en nuestro país. Sin embargo, trabajos realizados por Shipman (1984), Buikstra y Swegle (1989), David (1990), Costamagno et al. (2002) y Théry-Parisot et al. (2002) han contribuido con sus estudios experimentales, al conocimiento de los procesos tafonómicos involucrados. Su experimentación, generalmente llevada a cabo en laboratorios, involucra tanto a incendios naturales, como los intencionales y al mismo tiempo hacen referencia los fuegos utilitarios y rituales. Por lo expuesto, en el presente trabajo, se adhiere a la postura de los investigadores mencionados ut supra, que en la actualidad, han recalcado la importancia de las propiedades de combustión de los huesos, los estados de deshidratación, oxidación, reducción, inversión, descomposición y fusión que sufren por alteración térmica. Uno de los aspectos a destacar es que ante un análisis del color para juzgar la temperatura, consideran necesario contrastar esta variable con estudios de morfología ósea en microscopio y difracción de rayos X. También remarcan la importancia de analizar la tafonomía de los sitios, considerando otras variables que pueden estar afectando a los huesos en el registro arqueológico (i.e. reuso de los fogones, grado de fragmentación inicial de los huesos, impacto de la acidez del suelo, etc). No obstante lo expuesto, solamente se

63 concretará en esta etapa del trabajo, un análisis macroscópico. En la Región Pampeana para el proceso de manufactura cerámica, la obtención de materiales de combustión es crucial, complementado con los sistemas de producción del fuego por rotación o frotación, percusión o compresión. Se consideran materiales de combustión a aquellas sustancias que arden con el aire, con rapidez suficiente para producir calor o energía, capaz de ser utilizada económicamente. Estos permiten, entonces, mantener hogueras con elementos combustibles orgánicos, como leña, ramas, pastos secos, huesos, cáscaras, bosta seca de animales, etc. "El estiércol animal, por ejemplo, arde lenta y uniformemente elevando la temperatura gradualmente, ..., el pasto, los pajonales y las ramitas, arden rápidamente en hornos al aire libre ... que requieren una gran destreza y habilidad para obtener éxito" (Rye 1981:24-96). Con el objeto de comprobar el tipo de alteración térmica que sufren los huesos en diferentes fogones y si con elementos locales se puede obtener productos cerámicos, conjuntamente con Julio Merlo se decide llevar a cabo, una experiencia de modelado y cocción de tiestos alfareros, teniendo en cuenta la diferencia existente entre Experiencias y Experimentos (Borrero 1989, Nami 1991). Realizar experimentos, donde se establecen condiciones relevantes (variables) para ser controladas por el experimentador, donde se replican y/o alteran los fenómenos a través de sucesivos experimentos, implica considerar también la incidencia del factor tiempo. Es por esta razón que sólo se lleva a cabo una experiencia, conociendo las limitaciones del procedimiento. En esta primera etapa, se analizarán los resultados de la experiencia llevada a cabo en tres fogones, utilizando distintos tipos de huesos como combustible, donde se cocinará cerámica.

LA MIRADA DE LOS CRONISTAS, MISIONEROS, VIAJEROS Y MILITARES

64 SOBRE RECURSOS LOCALES Y MATERIALES DE COMBUSTIÓN

La Región Pampeana ha sido documentada desde los primeros momentos de contacto interétnico, por cronistas, viajeros de distintas nacionalidades, especialmente religiosos y hombres de ciencia, geógrafos, ingenieros, marinos, militares o visitantes que diversificaron sus miradas sobre la Región Pampeana. Mientras algunos describen exhaustivamente fauna y enumeran especies vegetales, otros solamente vieron una planicie rasa, uniforme, yerma, con pajonales hirsutos, sin sombra reparadora, con alimañas y malones. Muchos tomaron apuntes del natural, otros escribían rememorando sus impresiones, a la distancia, evocando las vicisitudes de la marcha y el aspecto del campo. Esto permite iniciar un trabajo interdisciplinario, donde la Arqueología, la Etnografía y la Etnohistoria se complementan y enriquecen mutuamente, para acrecentar el conocimiento de una realidad relacionada íntimamente con la actividad alfarera. Si bien son escasos los diarios o relatos de viajes, de ellos se pueden extraer datos como los siguientes: Al observar el recorrido que realiza por la zona serrana, atravesando la pampa ondulada y la pampa húmeda. Falkner, encuentra arbustos espinosos en los valles de la Sierra de la Ventana y Tandil, comenta que allí hay: “... bosques de árboles bajos y espinosos que sirven para el fuego ...” (Falkner 1969:694 [1744]). Años más tarde, el relato de Darwin es particularmente significativo ya que permite una reconstrucción de las especies vegetales en una zona poco habitada por el blanco: “... hay muy poca vegetación y aunque vemos matorrales de muchas clases, todos están provistos de temibles espinas ...” (Darwin 1968:29 [1833]). En sus observaciones al recorrer lo que hoy consideramos el área interserrana bonaerense, Armaignac describe a la paja brava y especialmente al kuru mamuel “Otra planta que veía por primera vez, cual un árbol o al menos un arbusto, hacía su aparición: se

65 trataba de una planta cuyas hojas están rematadas de una espina y cuyo tronco, de un volumen variable, ... en estos lugares conserva todavía el nombre indígena de Kuru-mamuel es, según creo, Collectia cruciata y sirve para calentarse y cocinar los alimentos. ... es muy resinoso y se enciende perfectamente hasta cuando está verde, pero entonces exhala un humo abundante y muy desagradable ... forma grupos de vegetación a veces muy cercanos unos de otros." (Armaignac 1974: 64-65 [1869-1874]). Los testimonios precedentes son bastante precisos, si bien hay una pequeña confusión por parte de Armaignac con respecto a la especie del kuru mamuel. En general concuerdan con estudios científicos que describen, en las serranías de Mar del Plata y Balcarce, una comunidad arbustiva característica: los currales, matorrales formados por una ramnácea, el curro (Colletia paradoxa), desprovisto de hojas y con ramas espiniformes y aplanadas, con ramificaciones decusadas, suele estar acompañado por Dodonea viscosa, una Sapindácea arbustiva pegajosa, por el “duraznillo negro" (Cestrum parquii) y elementos herbáceos de la estepa clímax. En las laderas y quebradas de las sierras de Curamalal y de la Ventana, son frecuentes los matorrales de brusquilla, formados por diversas especies arbustivas y en las laderas bajas de todas las serranías, crecen pajonales de paja colorada (Paspalum quadrifarium), biznagas y cardos. En cuanto a esta última especie, D' Orbigny describe: “... el Cardo Asnal (Silybum Marianun, Gaeto o Cardo Mariano), el Cardo de Castilla o Cardón (Cynara Cardunculus), que constituyen el combustible de campaña, la Carda (Erygium vecino del Bromelifolium) parecida a un ananá y el Cardón Pampa (Onapordon acenthium L.) ese cardo gigante, cardo silvestre que es "la leña de Buenos Aires", según Cardiel y "the giant thistle of the Pampas", para Darwin” (D Órbigny 1945:156 [1826]). Estos informantes explican que la carda (Erygium) era bastante común en la pampa bonaerense, y describen extensas zonas cubiertas por cardos; por ejemplo, Parish comenta que en los alrededores de

66 la ciudad de Buenos Aires: “... es conocido el rápido y extraordinario crecimiento del cardo gigantesco de las pampas, que en la estación de verano se eleva a una altura bastante para ocultar un hombre a caballo y que cubre cientos de millas de estas vastas llanuras" (Parish 1958:171 [1852]). A esto se puede agregar la anécdota de Darwin (1833) donde relata que en una pulpería le preguntó a la dueña si había muchos delincuentes en la zona, a lo que la mujer contestó que todavía no estaban crecidos los cardos. Si bien en principio la respuesta parece carecer de sentido, es necesario recordar que los altos cardos eran excelentes refugios para los delincuentes, aptos tanto para esconderse, escapar de la ley, o sorprender a las víctimas. Posteriormente Darwin describe cómo en las cercanías de Sierra de la Ventana, utilizaron carda para encender fuego. Es importante recalcar cómo compara a la especie autóctona con el áloe, conocido por los occidentales: “... y el único combustible de que disponían eran los tallos secos de una planta pequeña que en cierto modo se asemeja al áloe ...” (Darwin 1968:70 [1833]). En cercanías del Fuerte Cruz de Guerra, actual partido de 25 de Mayo, Parchappe al describir actividades cotidianas, informa sobre los materiales que utilizaban como combustible: “... mientras se faenaban los animales que debía suministrarnos nuestra comida, los soldados recogieron ... grandes brazadas de cardos para hacer fuego ... y me aseguraron que habían dormido perfectamente gracias a una espesa humareda que habían producido quemando huesos y pasto medio verde .“(Parchappe 1977:52-57 [1828]). Ya en el siglo XIX, De Angelis realiza un viaje hacia la Sierra de la Ventana y comenta: “... encontramos juncos, biznaga y duraznillo ... de los que nos surtimos leña ..., se ven en las sierras grandes tropas de guanaco.” (De Angelis 1910:546). Es evidente que estos cronistas, viajeros y militares había logrado conocer cómo la población nativa y los hispano-criollos utilizaban los recursos vegetales disponibles. Ahora

67 es imprescindible recurrir nuevamente a las fuentes escritas para determinar el uso de material óseo como elemento combustible alternativo, ante la ausencia de árboles y de otros recursos energéticos en la zona, debido a las dificultades de transporte de maderas desde otras áreas (Merlo 1999). Esta falta de leña podría haber conducido a la utilización de otros recursos accesibles alternativos para producir el calor necesario para diversas actividades, tanto para la cocción de alimentos y de cerámica, como para calefacción o trabajar metales (Lyman 1994, Merlo 1999). Una de las referencias más tempranas con especto a la ausencia de leña en la llanura bonaerense y su reemplazo por huesos como combustible es descripta por Yunque (1956) al transcribir parte del relato de Espinazo. Éste realiza una expedición en 1778, a Salinas Grandes en busca de sal y escribe en su diario: “... no hay leña, pero suple en su lugar, la mucha osamenta que se encuentra.” (Espinazo 1778 en Yunque,1956:71). Como parte de su misión de reconocimiento de la pampa, Azara realiza sus expediciones entre 1781 y 1801 y nota la insuficiencia de leña: “En algunos lugares, muy próximos a nuestra frontera, se encuentran biznagas y cardos, que se reúnen para encender fuego; pero como no hay bastantes, se queman también los huesos y el sebo de los animales y la grasa de las yeguas.”(Azara 1923:124 [1781]). El viajero inglés Miers observó en la posta de Rojas cómo carneaban a los animales y pudo apreciar que los huesos no siempre eran descartados: “... cuando matan a un buey ... los huesos se dejan juntamente con las entrañas, para que los devoren las aves de rapiña o se pudran en el suelo, o bien se los utiliza como combustible.“ (Miers 1968:44 [1819]). A mitad del siglo XIX Mac Cann recorre gran parte de la actual Provincia de Buenos Aires y describe modos de vida, flora y fauna de la región, haciendo alusión a la recurrencia del empleo de material óseo como elemento combustible por parte de los pobladores: “... en la mitad del piso había un espacio cuadrado, como de cuatro pies,

68 formado por huesos de patas de oveja hundidos en el suelo. Allí ardía un fuego que se alimentaba con leña, yuyos, hueso y grasa ... nos hicieron entrar a una cocina donde ardía un fuego alimentado con huesos y una cabeza de buey ... Dentro del rancho había un fogón, el combustible usado era -como de costumbre- huesos, ramas y sebo.” (Mac Cann 1969: 68-81 [1853]). Después de más de un siglo de viajes y exploraciones científicas, naturalistas y militares, las menciones sobre la escasez de leña y el uso de hueso y otros materiales como el sebo y la bosta, siguen estando presentes en las observaciones, Aguirre, en su trabajo de demarcación de fronteras, escribe entonces en su diario que: “... la falta de leña la remedian con huesos, sebo y bosta.” (Aguirre 1949:336 [1905]). En el paisaje pampeano estas descripciones sobre el uso de recursos vegetales disponibles y de elementos óseos como materiales de combustión, son recurrentes, pero poco o nada aluden a la manufactura cerámica. Si bien no todas las dimensiones pueden ser abordadas en todos los documentos, esto nos lleva a pensar que los que escribieron estas descripciones o narraciones no estaban interesados en el tema o no lo consideraron atractivo para los lectores de la época.

UNA EXPERIENCIA

CON RESPECTO A LA CERÁMICA

La cerámica es una tecnología compleja que puede ser abordada a través de múltiples indicadores y variables (López 2001). Los estudios actualísticos permiten responder a nuevas preguntas o inquietudes con respecto a las prácticas cotidianas del proceso de elaboración y cocción de tiestos alfareros. Por ejemplo, la arqueología conductual (Schiffer

69 y Skibo 1987, 1997; Ottalagano 2004) postulan que se podría relacionar la presencia de variabilidad de artefactos y su vida útil con las múltiples decisiones que toman los alfareros durante el proceso de la manufactura cerámica. Con el objeto de acercarnos al conocimiento de las prácticas cotidianas de la tecnología cerámica, de las interacciones humanas con el paisaje y los recursos naturales, se realiza una experiencia de cocción cerámica en el área interserrana bonaerense. Como nuestro proyecto de investigación está dedicado a fuertes y fortines de finales del siglo XIX, ubicados en las cercanías del denominado “Camino de los Indios a Salinas” (Langiano et al.1997, 2002ª, 2004), como primer paso de la experiencia, se recolectó arcilla en el partido de Olavarría, en las inmediaciones del Fortín El Perdido (1865) en el Cañadón El Perdido. Seguidamente, se afinó la arcilla recogida, procesándola con un molino y una malo de moler; luego de realizado este procedimiento se la colocó en agua para proceder al cribado y escurrido posterior. La arcilla obtenida era muy plástica y no fue necesario agregar inclusiones. Se inició la etapa del modelado utilizando la técnica de chorizo para levantar diferentes piezas. Se alisó la superficie con manos húmedas y con piedras, asimismo se hicieron círculos con incisiones e impresiones en pasta húmeda utilizados palillos, caracoles y rocas. Con el propósito de representar de manera integral la dinámica del proceso luego de modelados y oreados los tiestos alfareros, se tomaron las medidas de las seis piezas manufacturadas y de los tres círculos a los efectos de comprobar posteriores variaciones, producto de la cocción.

CON RESPECTO AL MATERIAL ÓSEO

El material óseo fresco de juvenil y adulto de Bos taurus (vacuno) fue donado por el

70 Matadero Municipal de Olavarría y una carnicería de Villa Alfredo Fortabat. Algunos de estos huesos se encontraban articulados, con sebo, con partes cárnicas, envueltos en su piel y procedían de faenas llevadas a cabo siete días antes de la experiencia. Los huesos secos de la misma especie fueron recogidos en un área de descarte del establecimiento de la localidad de Hinojo, donde se llevaría a cabo la práctica de cocción cerámica, desconociéndose el día de la muerte del animal. Cabe aclarar que el conjunto óseo en su totalidad no recibió agua de lluvia durante dos meses anteriores a la experiencia y no tenían un estado avanzado de meteorización (estadios 2 y 3). Los huesos fueron separados en diferentes bolsas y pesados en una balanza comercial hasta alcanzar los 10 kg, (43% del total del material de combustión), para que cada fogón tuviera la misma cantidad de este elemento.

OTROS ELEMENTOS DE COMBUSTIÓN

Con respecto al material herbáceo, la Erygium (carda) fue recogida en la zona cercana al Puente Querandíes y el Cynara cardunculus (cardo castilla) en la localidad de Hinojo. En campos cercanos al lugar de la experiencia, se obtuvo estiércol seco de Bos taurus y en cuanto a Cestrum parquii (duraznillo) y Prunus pérsica (durazno), fueron recogidos durante el período de poda, en el mes de julio del año 2005.

ARMADO DE LOS FOGONES

Se ubicaron los lugares para construir los tres fogones a cielo abierto. Se ahuecó la zona unos dos centímetros, formando en cada uno de los casos una plataforma baja, con ramas

71 de Erygium (carda) y Cynara cardunculus (cardo castilla), sobre la misma se dispusieron las piezas cerámicas que fueron nuevamente cubiertas por el siguiente material de combustión, Bos taurus (vacuno), estiércol de Bos taurus, Cestrum parquii (duraznillo) y Prunus pérsica (durazno), conformando una pirámide. Por lo expuesto, los fogones quedaron constituidos de la siguiente manera: FOGÓN 1: 10 kg de huesos secos de Bos taurus , 3 kg de estiércol seco de Bos taurus , 5 kg de Erygium y Cynara cardunculus y 5 kg de Cestrum parquii y Prunus pérsica. Conjunto óseo: cráneo (1), fémur (2), húmero (2), escápulas (3), radio-cúbito (1), hemimandíbula (1), coxal (1) y cadera entera (1). Total:12 huesos secos de Bos taurus. FOGÓN 2: 5 kg de huesos frescos y 5 kg de huesos secos de Bos taurus, 3 kg de estiércol seco de Bos taurus,5 kg de Erygium y Cynara cardunculus y 5 kg de Cestrum parquii y Prunus pérsica. Conjunto óseo: Secos: fémur juvenil (1), fragmentos de fémur juvenil (2), hemimandíbulas (2), coxal (1), astrálago (1), tibia (1), tibias fracturadas (2) y fragmento de diáfisis (1).Frescos: fémur (3), húmero (1), escápulas (2), radio-cúbito (1), tibia (1), coxal incompleto (5), autopodios, con carne y cuero, falanges con sus pezuñas (2). Total: 11 huesos secos y 15 huesos frescos. FOGÓN 3: 10 kg de huesos frescos de Bos taurus , 3 kg de estiércol seco de Bos taurus, 5 kg de Erygium y Cynara cardunculus y 5 kg de Cestrum parquii

y Prunus pérsica.

Conjunto óseo: fémur (4), tibias (2), húmero (1), escápulas (4), cúbito-radio (3), fragmentos de vértebras (6), autopodios con carne y cuero, falanges con sus pezuñas (4). Total de huesos frescos: 24

VARIABLES A CONTROLAR DURANTE LA EXPERIENCIA

72 Para este experimento y a los efectos de controlar el proceso de alteración térmica, se tuvieron en cuenta solamente las siguientes variables: Temperatura alcanzada durante la cocción. Tiempo de duración de cada fogón, de acuerdo con los materiales óseos utilizados. Factibilidad de cocción de la cerámica. Elementos que facilitan o dificultan el proceso. Color y granulometría del sedimento en donde se produjo el fogón comparada con el sedimento sin alterar térmicamente. Tonalidad de colores de los elementos óseos utilizados en los fogones (grado de alteración). Presencia de rastros de sebo en sedimento. Presencia de micro fragmentos óseos en el sedimento (tamaño, color, etc.) Ausencia /presencia de fracturas: curvas y aserradas, longitudinales y transversales, astillamientos, etc. (Binford 1963). Grado de alteración térmica de los huesos: sin quemar, parcialmente quemado, totalmente quemado y calcinado (Merlo 1997).

REGISTRO DE LA EXPERIENCIA

La experiencia se llevó a cabo en un campo de la localidad de Hinojo, en el partido de Olavarría, provincia de Buenos Aires, el día 13 de noviembre de 2005. la temperatura ambiente en el área era de 26º C., con una humedad del 26% y un viento de 20 km/h. Cada uno de los pasos de la experiencia fue registrado en la libreta de campo y fotografiado. En principio se procedió a colocar los diferentes elementos de combustión en

73 bolsas o lienzos para ser pesados antes de su ubicación en el fogón, alternado los materiales de acuerdo a lo indicado ut supra. Se tomó la temperatura ambiente y de cada fogón a una distancia de un metro, con el sensor térmico: SKF CMSS 2000 Temperature Probe, San Diego. Ca. USA. Model CMSS 2000 Serial # 2810760101, cuyas características permiten obtener la temperatura ambiente, la de conjunto y la puntual, a través de un láser. Se registró la siguiente temperatura ambiente: 38º C. para el Fogón 1; 25º C. para el Fogón 2 y 26º C. para el Fogón 3. Identificado y armado cada fogón, se colocaron las escalas correspondientes y se encendió el fuego comenzando por la parte correspondiente a la plataforma baja, donde estaban las herbáceas secas. El proceso de encendido fue rápido, al minuto, los tres fogones alcanzaron una temperatura promedio de 80° C. y el máximo alcanzado fue de 1000º C. a un tiempo promedio de 28 minutos de encendido el fuego. El proceso de medición se llevó a cabo cada cinco minutos tanto en el tiempo de residencia como el de rescoldo (ver definición en David 1990), en el centro del fogón y en los laterales. Se trazaron las curvas de temperatura pertinentes a cada fogón (Figura 1). Cabe aclarar que no se agregó material combustible adicional a los fogones durante la experiencia.

CON RESPECTO A LA CERÁMICA

El enfriamiento de los fogones duró varias horas y los tiestos tuvieron la protección de las cenizas y brasas. Retiradas las piezas cerámicas se observaron diferencias de color, producto de cada uno de los fogones. Con el objeto de comprobar los efectos del calor sobre la pasta, en especial su deshidratación, se tomaron las dimensiones de las piezas,

74 comprobándose un encogimiento promedio de 9 mm. Luego de la alteración térmica no se produjeron grietas ni rajaduras por lo que se puede deducir que las variables cantidad de calor, temperatura máxima y atmósfera que rodeaba a las piezas aseguraron la destrucción completa de los cristales de mineral arcilloso empleado. Posteriormente se rompieron las piezas expuestas al calor de los diferentes fogones, observándose presencia de núcleo negro en las mismas. El color del núcleo brinda información sobre algunos procedimientos y técnicas empleadas en tecnología cerámica. Su presencia o ausencia sería un indicador del nivel de control y consistencia de la cocción, especialmente cuando aparecen diferencias entre la superficie y el interior de la cerámica. Cabe aclarar que “... los trabajos actuales han podido comprobar experimentalmente que los núcleos se borran a altas temperaturas, aunque no siempre se eliminan por completo ... comienzan alrededor de los 300 a 450° C., pero con atmósfera oxidante y terminan de borrarse entre los 1000 a 1200° C. ” (López 2001:137).

CON RESPECTO AL CONJUNTO ÓSEO

En conjunto óseo de cada fogón estuvo sujeto a la duración total del tiempo de residencia y del tiempo de rescoldo, retirándoselos al final del proceso. Los huesos fueron embolsados y rotulados para su posterior trabajo en laboratorio. Los residuos fueron tamizados con una malla de 5 mm y se tomó una muestra de los sedimentos de cada fogón, que fueron recogidos, embolsados y rotulados para su análisis. Es importante mencionar que las llamas del Fogón 1, con huesos secos, alcanzaron una altura de 1,20 m. Cuando el centro del fogón tenía una temperatura de 880º C., los laterales registraban 180º C. En cuanto al Fogón 2 constituido con huesos frescos y secos fue el que

75 mejor ardió y mantuvo llamas de 1,80 m de altura. Cuando el centro del fogón tenía una temperatura de 880º C., los extremos registraban 220º C. En tanto, el Fogón 3 estuvo alrededor de veinte minutos ahumando hasta que surgieron las llamas, con una altura de 0,80 m. En este último caso, cuando el centro registraba 880º C., el lateral derecho tenía 254º C. y el izquierdo 120º C.

TRABAJO EN LABORATORIO

El material recuperado fue llevado al laboratorio, allí se procedió a pesar los huesos, reconociéndose una merma promedio de 1,7 kg Se observó macroscópicamente la totalidad del material óseo y fueron analizados utilizando el Code des Couleurs des Sols (Callieux 1990) y el Munsell Color Soil Chart (1994), registrándose el porcentaje de los colores predominantes en los ejemplares determinados. Con estos datos se obtiene el índice de combustión (ver Costagmano et al. 2002:53) que permite tener una idea de la fragmentación producida por la alteración térmica. El porcentaje de los fragmentos mayores de 2 cm puede también medir la intensidad de la fragmentación (Lyman 1994). Con todos los datos obtenidos se completan las siguientes tablas, registrándose tiempos de residencia y rescoldo (Tabla 1), fragmentación de los huesos por alteración térmica (Tabla 2); pérdida de peso sufrido luego de la alteración térmica (Tabla 3).

TIEMPO

FOGON 1

Huesos secos FOGON 2 Huesos secos y frescos Huesos frescos

FOGON 3

76 Tiempo de residencia 1 hora 25 minutos

1 hora 40 minutos

1 hora 45 minutos

Tiempo de rescoldo 6 horas 20 minutos

8 horas 15 minutos

8 horas 20 minutos

Tabla 1 Tiempo de residencia y rescoldo en cada uno de los fogones

CANTIDAD FOGON 1

FOGON 2

FOGON 3

TOTAL

DE HUESOS Huesos secos Huesos frescos y secos Huesos frescos Al iniciar el fuego

12

Al finalizar el fuego 144

26

25

63

261

571

976

Tabla 2. Cuadro comparativo de fragmentación de los huesos por alteración térmica

KILOSFOGON 1

FOGON 2

FOGON 3

TOTAL

DE HUESOS Huesos secos Huesos frescos y secos Huesos frescos Al iniciar la cocción 10 kg 10 kg 10 kg 30 kg Al finalizar la cocción

8,9 kg 8,5 kg 8,2 kg 25,6 kg

Tabla 3 Cuadro comparativo de pérdida de peso de hueso por alteración térmica.

Se calcula sobre la totalidad de los fragmentos óseos recuperados, porcentaje de huesos determinados e indeterminados, signos de carbonización e incineración; los cambios observados en huesos secos, frescos y con carne y el porcentaje de huesos coloreados según Tablas Munsell (ver Merlo 2006, en este mismo libro).

CONCLUSIONES

77

-La combustión es muy activa en la primera fase, produciendo llamas medibles, cuando la llama decae la combustión se detiene, se consume el material orgánico, pero no la parte mineral, por lo que quedan generalmente partes proximales y distales de los huesos largos. -10 kg de material óseo fueron suficientes para mantener un fuego con un tiempo de residencia promedio de una hora y media, similares valores a los obtenidos por TheryParisot et al. (2002). -Los materiales de combustión y la arcilla disponible en la zona cercana al Fortín El Perdido (partido de Olavarría) pueden considerarse aptos para la manufactura alfarera. -Se pudieron observar núcleos negros o grises en las piezas luego de la cocción y de realizar cortes frescos, esto podría reflejar una atmósfera no suficientemente oxidante ante la presencia de materia orgánica en la arcilla extraída. Cabe aclarar que existe diversidad en cuanto a la presencia o ausencia de núcleos de cocción y que este hecho generalmente está ligado al espesor de las paredes de la pieza. (ver López 2001). -Tanto la cocción como el enfriamiento en los tres fogones no fueron rápidas, por lo tanto, la ausencia de grandes contracciones en la pasta o tensiones internas impidieron el agrietamiento o rotura de las piezas. -No hubo variación significativa en las temperaturas observadas en los Fogones 1 y 2, pero en el Fogón 3, al tener que eliminar más agua, se retardó la combustión del material orgánico. Con referencia al grado de fragmentación, fue mayor en el Fogón 3, esto indicaría una combustión más intensa por el nivel de humedad de los huesos y la presencia de médula fresca y grasa. -Entre 245º C. y 447º C. el hueso comienza a agrietarse y/o fracturarse, Shipman (1984) registra valores similares en su experiencia.

78 -Los huesos alterados térmicamente en estado seco (Fogón 1) se caracterizaron por presentar cuarteamientos superficiales en damero, con presencia de fracturas longitudinales y astillamientos. Hasta el momento, esto concuerda con lo propuesto por Binford (1963). Hay evidencias de exfoliación cortical y un grado avanzado de pérdida de la vaina externa del hueso, observándose solamente el tejido esponjoso quemado. -Con referencia a los que fueron sometidas a la experiencia y estaban en estado fresco y seco (Fogón 2) muestran fracturas transversales y curvas profundas, exfoliación cortical y un deterioro de la vaina externa del hueso como en el caso del Fogón 1. -Con respecto al Fogón 3, constituido exclusivamente por huesos frescos, con carne, tendones, etc. hay mayor evidencia de exfoliación cortical, astillamientos, las fracturas son generalmente más profundas, aparecen fracturas aserradas y un deterioro en la vaina externa del hueso como en los casos anteriores. Cabe aclarar que las diferencias observadas sobre la base de presencia y ausencia de atributos son estudiadas a posteriori con mayor profundidad (ver Merlo 2006, en este mismo libro). -El material óseo procedente de los tres fogones, que alcanzaron los 1000º C., evidencia un alto grado de fragilidad, en su mayoría está calcinado. Por el contrario, los huesos obtenidos en otras experiencias (ver Ormazabal 2006 en este mismo libro), llevadas a cabo con fuego de pastizales o incendio natural (404º C.) y con un fuego intencional de arbustivas y material leñoso (800º C.), tienen mayor firmeza y una alteración térmica superficial. -Para poder encender el material óseo se necesitan otros materiales de combustión. Los huesos empleados en cada fogón, sumado al material herbáceo y el estiércol seco resultaron apropiados para la cocción de los tiestos cerámicos y para evaluar grados de alteración térmica.

79 -Se registraron evidencias de cambio de color en el sedimento, luego del fogón, se torna color marrón oscuro (10 YR 4/4), se advierten microfragmentos óseos de 2 mm de promedio y no se ha observado macroscópicamente presencia de sebo. -Los conjuntos óseos procedentes de los Fogones 1, 2 y 3 evidencian un patrón similar de cambio de color. Cabe aclarar que para Shipman (1984) no es la única variable a considerar para juzgar temperatura, por eso se trabajó también con el índice de combustión. Con respecto a este valor, el Fogón 1 tiene un índice de combustión de 0,75, que puede considerarse de grado medio; el Fogón 2 tiene un índice más alto (0,95) y el Fogón 3 posee el índice más alto de combustión (1,39), lo cual se correlaciona con el grado de fragmentación ósea observado hasta el momento. En este punto del trabajo se resalta la importancia de aclarar que las conclusiones precedentes tienen un carácter preliminar. La discusión queda abierta: el abordaje total del material recuperado, futuros estudios y experiencias proyectadas sobre el comportamiento diferencial del hueso como combustible y de su alteración térmica, bajo condiciones controladas, permiten vislumbrar una visión más integradora y dinámica. Los resultados obtenidos en esta primera etapa podrían considerarse relevantes para formular propuestas alternativas de interpretación acerca de los procesos sociales, ideológicos, tafonómicos relacionados con la cerámica y los diferentes materiales de combustión. El desafío de los arqueólogos en la actualidad consistirá en realizar trabajos interdisciplinarios, integrales que posibiliten plantear discusiones reflexivas y críticas no sólo focalizadas en los aspectos de la cultura material, sino en lo simbólico, lo intangible, las creencias e ideologías de los diversos actores sociales que vivían en la frontera bonaerense en la época de la denominada “Conquista del desierto”.

80 Agradecimientos

Esta investigación ha sido efectuada gracias a subsidios otorgados a los proyectos “Revalorización, manejo y planificación turística del Patrimonio cultural y natural en los partidos de Tandil, Olavarría y Azul” (Proyecto PICT-O 2002, 04-11503, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la UNCPBA) y las “Investigaciones Arqueológicas Post-Conquista” (Agencia: BID 1728/OC-AR- PICT 0412776) y el Programa INCUAPA de la Secretaría de Ciencias y Técnica de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. A mis compañeros investigadores, Licenciados Julio Merlo y Pablo Ormazabal, con quienes integro un verdadero equipo de trabajo y al Sr. Héctor Attadío, por colaborar con material óseo fresco para poder concretar la experiencia.

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Figura 1: Comparación de curvas de temperaturas alcanzada en los tres fogones.

PAISAJE

ARQUEOLOGICO,

CONFLICTO

Y

DIVERSIDAD:

ALTERACIÓN

TÉRMICA DEL MATERIAL ÓSEO Ormazabal Pablo*

El ensayo propone un aporte a los estudios en Arqueología de momentos históricos en el paisaje del espacio rural bonaerense. Tiene como objeto articular información procedente de diversas disciplinas como la etnohistoria y la arqueología experimental para aproximarnos en la interpretación del registro de la cultura material producido en asentamientos de frontera en la segunda mitad del Siglo XIX. Se propone revisar el marco conceptual utilizado en los recientes estudios arqueológicos que relacionan aportes críticos desde el conflicto y la diversidad (Funari2003), con el registro de documentos escritos de la época y con estudios de arqueología experimental, en este caso sobre alteración térmica en el material óseo. La propuesta teórica se enmarca en el proceso mismo de una arqueología social adhiriendo como antecedentes, a los postulados de la Reunión en Teotihuuacan, (1975) (Lorenzo1976) donde se define el "fondo de la actividad arqueológica" y se propone superar la situación de

91 la misma por "estar recluida en una torre de marfil" y por no saber encontrar las vías por la cual la labor de los arqueólogos alcance a ser parte integrante del pensamiento de nuestros pueblos. Esta posición se plantean en la década del 70 en un panorama en el contexto de suramêrica con diverso nivel de conflictividad. Superando miradas arqueológicas 'ecofuncionalistas' o redifusionistas que justifican la inferioridad de nuestros pueblos (Lorenzo 1976). En la actualidad se retoma esta mirada teórica desde posturas críticas y superadoras del elitismo hacia el tratamiento de la pluralidad con el conflicto en la construcción de identidades sociales (Funari et.al. 2005, Domínguez 2005, La Rosa 2005). En este modelo teorico se explora el uso de la cultura material para estudiar el conflicto permanente y la confrontación social, otorgandole a los grupos una diversidad en el entendimiento de su cultura como sociedad heterogenea (Funari 2003) El presente trabajo se localiza en la porción centro del Área Interserrana de la Región Pampeana (Politis 1997) en torno a una vía de tránsito aborigen o "rastrillada" con las salinas de la Subregión pampa seca. Se propone, desde una perspectiva arqueológica regional, el estudio de la ocupación del espacio por la sociedad aborigen, contemporánea a la ocupación por la sociedad "blanca". En él interactúan diferentes maneras perceptivas. Se supone que el pasado fue construido con variada fricción, de dominación y de resistencias, de hegemonías y de exclusión, teniendo en cuenta la integración de ciertos aportes teóricos y metodológicos de la ‘arqueología del paisaje’ (Criado 1999, Curtoni 2000) con los de la etnohistoria (Trigger 1987). En los últimos años se incrementaron desde la arqueología histórica modelos interpretativos interesados en explorar cómo usar la cultura material para estudiar los conflictos y las luchas, teniendo en cuenta que el conflicto social fue tradicionalmente interpretado por los grupos dominantes de la sociedad, ocultando la interpretación de la evidencia material de

92 grupos subalternos (Funari 2003). Por lo tanto, se propone contribuir a la interpretación del marco de construcción del territorio en una denominada y conflictiva "frontera fortificada" conformada por una ocupación humana compleja y en lucha, superando modelos homogéneos que no apuntan a la diversidad de las diferencias internas de los grupos sociales (Funari 2004). La frontera se define como espacio de conflicto o escenario simbólico en pie de guerra (Funari 2004), con momentos de relaciones sociales de alta o baja asimetría y diferentes grados de fricción interétnica, entre una resistente percepción del paisaje de pueblos originarios y el hegemónico, "nuevo, homogéneo y blanco" paisaje de la práctica social de inclusión / exclusión (Tamagno 1988). Se enmarca en el periodo de formación del Estado Nacional considerando la cuestión de la percepción blanca sobre el paisaje

que se

encontraba de manera hegemónica en un marco social e ideológico que resultaba del proceso de independencia política fuertemente condicionado por una cada vez mayor dependencia económica en la denominada "frontera contra el indio para el progreso" y sus efectos "civilizadores" (Lorenzo1976). Este informe detalla los resultados de dos experimentos planteados desde una serie de preguntas arqueológicas relacionadas a la quema actual de huesos. Estas experiencias fueron llevadas a cabo para registrar si había o no diferencias en los efectos sobre el hueso en dos tipos de régimen de fuego producto de los conflictos de la êpoca; el ocasionado en un pastizal de baja carga de combustible (fuegos de hierbas o pastos secos) y los fuegos generados por ramas, arbustivas y de mayor carga forestal. Se plantea que es posible identificar y caracterizar las consecuencias y diferencias entre los fuegos de alta carga de combustible, como por ejemplo los ocasionados por los humanos (fuegos de campamento o en espacios domésticos), y los que resultan de incendios de áreas naturales o pobladas,

93 estos últimos originados en acciones antropogénicas o no (David 1990) con características diferenciales en situaciones de alta fricción y conflicto. Este trabajo fue realizado con el objeto de producir una serie de controles, sobre huesos que han sido quemados desde condiciones naturales (fuegos de pastizales o de incendios naturales (F1) y los huesos que han sido quemados por la gente fuegos de arbustivas y leñosos (F2) con intención artificial en los incendios de campamentos, o en situaciones relacionadas a diversos significados simbólicos. El caso que se presenta surge desde la lectura de una fuente etnohistórica y conlleva a sugerir un proceso de ocultamiento de mundos en conflicto, referido a un caso de luchas y diferencias dentro del grupo social en un espacio doméstico (Domínguez 2005). El mismo contribuirá a incrementar la discusión e interpretación de las alteraciones térmicas en el registro faunístico arqueológico en los sitios de momentos históricos, tal como se observan en el marco de conflictos de la frontera "fortificada" del estado nacional de la segunda mitad del siglo XIX

(Madrid 1991,

Ormazabal 1992, Langiano et al. 1997, 2002a). Las indagaciones experimentales arqueológicas son un aporte para conocer el papel que cumplieron en este caso, los fuegos naturales o producidos con la intervención humana sobre el paisaje regional, por lo tanto introducen consideraciones que hipotetizan sobre los orígenes, características y consecuencias de los efectos térmicos sobre los diversos huesos y los procesos de formación de sitios arqueológicos, suponiendo diferencias con fuegos culturales con intenciones culinarias u orientados a las actividades humanas de subsistencia alimentaria (denominados fogones o fuegos de campamentos) (David 1990, Brittez 1997), fuegos de incendios en áreas de alta concentración de material combustible, y fuegos de pastizales ocasionados por incendios naturales. El aporte desde el presente experimento contribuye a establecer modelos de interpretación

94 de espacios con alta fricción y de relaciones interétnicas asimétricas en la "fortificación de las rastrilladas", que expliquen el uso diferencial del paisaje con heterogeneidad /homogeneidad resultante de la percepción de distintos grupos y dentro del grupo, a través del tiempo.

PAISAJE EN ZONAS DE QUEMA, CONFLICTO Y DIVERSIDAD.

La propuesta se realiza desde una aproximación tafonómica a los procesos de formación del registro arqueológico como parte integrante de los estudios e investigaciones arqueológicas en la región pampeana del Área Interserrana (Politis 1997). Concretamente, el interés radica en analizar los procesos de transformación y control del espacio del centro de la pampa húmeda, los cambios en la percepción del paisaje con la construcción de paisajes sociales que interactúan a través del tiempo. En este sentido, se pretende analizar la ‘socialización en conflicto’ (Funari 2004) y apropiación del espacio a través de las diferentes dimensiones de los paisajes arqueológicos (Curtoni 2002). La dimensión ambiental hace referencia al espacio material construido y modificado por la acción humana, como en el caso de áreas de quema, y que puede ser estudiado desde una mirada amplia de la arqueología en colaboración con disciplinas afines de las ciencias sociales como la etnohistoria. Se entiende como etnohistoria el estudio de los cambios de los pueblos originarios en un contexto de inclusión de la producción del registro escrito, cuyo aporte facilita el recorrido hacia una mirada amplia del pasado de la sociedad (Trigger 1987), realizando nuevas pregunta a los documentos escritos a la luz de interrogantes arqueológicos que de manera indirecta se reflejan en la interpretación de los restos de la cultura material analizada.

95 Otro aspecto es el paisaje social o espacio simbólico, que según autores de la antropología como Tamango (1988), proponen que el mismo implica el soporte de significaciones construido y modificado por los grupos humanos y a través del cual se desarrolla la acción social y las relaciones entre los individuos, integrando aspectos que se conjugan en la practica social de inclusión / exclusión. El aporte desde la etnohistoria amplía las preguntas planteadas sobre las evidencias que resultan de un espacio de quema o con signos de efectos del fuego. Se analiza el caso registrado en los informes escritos de un cronista y misionero, el Padre Salvaire, en su excursión a Salinas Grandes en 1875. En su paso por los alrededores del fuerte Lavalle (correspondiente al área de estudio) en el arroyo San Quilcó "antes de haber andado muchas cuadras, encontramos una casilla en llamas. Mi asistente me dio la explicación del caso: Es asunto de una mujer atrapada por su marido en una falta de fidelidad. Habrá puesto tranca y, herido en su más hondo sentimiento, daría fuego a su propia vivienda diciendo: ¡que el fuego los lleve al diablo! ¡Ya tendré otro rancho y mujer! Y nadie pensará que no estuvo en su derecho" (Hux [1875] 1979:43). Este mensaje con una carga de diferentes significados, constituye un ejemplo de cómo se construye representaciones en una "frontera fortificada" de manera hegemónica, donde se interpreta una ocupación humana compleja y en lucha, superando modelos homogéneos que no apuntan a la diferencias internas de los grupos humanos (Funari 2004). Al mismo tiempo aparece el marco simbólico asimétrico que muestra diferencias internas al grupo social y que se construye desde la hegemonía y destrucción del propio espacio doméstico. Allí el mundo femenino se interpreta como lugar de "infidelidad", el cual es posible exterminar, ocultar y hacerlo desaparecer con el fuego. Con el aporte de la presente mirada de género (Domínguez 2005), se plantea una visión alternativa y crítica al concepto de alteraciones térmicas restringidas a lo tecnofuncional

96 sobre el registro óseo, evaluando las variaciones en las condiciones formadoras del registro arqueológico. El objeto de comprobar el tipo de alteración térmica que sufren los huesos en diferentes situaciones de fuego, se tiene en cuenta la diferencia existente entre Experiencias y Experimentos (Borrero 1989, Nami 1991). Los autores sostienen que realizar experimentos, es crear condiciones relevantes para ser controladas por el experimentador, donde se replican y/o alteran los fenómenos a través de sucesivos experimentos. Es por esta razón que sólo se lleva a cabo una experiencia, conociendo las limitaciones del procedimiento.

EXPERIENCIAS CON FUEGOS EN LOS PASTIZALES Y EN UN ÁREA CON ARBUSTIVAS.

Los experimentos se realizaron en un área actual sobre un pastizal natural, controlando diversas variables y de una manera relevante el peso del combustible en un metro cuadrado de quema, correspondiente a la superficie que se toma como referencia para realizar los fuegos. Se propone registrar las alteraciones térmicas ocurridas en el material óseo fresco y seco, juvenil y adulto de Ovis aries (Ovinos) y Bos taurus (Bovinos) en una zona con alta o baja disponibilidad de arbustos, ramas leñosas y recursos forestales, simuladas en la región pampeana. Se plantea como objetivo realizar una experimentación en dos zonas de quema, presumiendo que los diferentes signos sobre el material óseo que resulten de la acción térmica, dejarían evidencias de mayor intensidad a los resultantes de un fuego de pastizales "de superficie" (David 1990). El experimento se realizo sobre una superficie plana de tierra del pastizal donde se excava

97 un nivel de cinco centímetros y se zarandea dicha cubierta de 5 cm que es depositada en un área circular de aproximadamente 100 cm de diámetro en el centro del futuro fuego. Se toma como referencia el centro de los dos metros cuadrados de la prueba y se coloca en el mismo un microsector 50 cm por 50 cm, en el mismo se ubica los conjuntos óseos correspondientes a los enterrados en el nivel de 5 centímetros y a los de superficie. El número de huesos componentes de las muestras se eligió al azar, de una manera representativa y proporcional, teniendo en cuenta en el conjunto los de mayor densidad ósea (huesos largos) y los de menor densidad ósea (huesos planos) tanto de la especie ovina juvenil como adulta. La distribución en el espacio de los mismos también fue al azar y se colocaron los grupos óseos en cada microsector. Las ramas y pastos secos de diversos diámetros y tamaños fueron añadidos antes del proceso de quema. Durante la combustión no se utilizó combustible extra, hasta que el fuego terminara. Las actividades de quema se realizaron en el paisaje actual de la seudo-estepa pampeana, considerando las condiciones de cobertura vegetal en los períodos de media humedad que se caracterizan en los meses de octubre correspondientes a fines de invierno e inicio de primavera del año 2005. La temperatura ambiente del día del experimento fue de 26º C con 40% de humedad. Se registraron las características y el peso del combustible, considerando e identificando especies vegetales. Fuego 1- Pasto seco (heno de fardo) de corte de tres meses, producto de la mezcla del corte del pastizal de gramíneas finas y gruesa. En el área de un metro cuadrado se depositó el peso de 3 kg. del pasto seco. Fuego 2- Ramas de arbustos y de forestales con predominio de Acacia genistifolia, Acacia nigran (acacias), Cynara Cardunculus (cardo castilla) y Eryngium (carda). El diámetro de

98 las ramas no superaban los dos centímetros, las mismas fueron secas y cortadas tres meses antes a la fecha y con un peso de combustible para el fuego de aproximadamente 30 kg. por metro cuadrado de quema, que fue el peso total de las ramas que se utilizó en la experiencia.

ALTERACIONES TÉRMICAS SOBRE EL MATERIAL ÓSEO

Las muestras óseas, de los microsectores que corresponden a los enterrados a 5 cm en ambos fuegos, no tuvieron evidencias visible por lo menos macroscópicamente de alteración térmica y por lo tanto ningún cambio de coloración inicial. Tampoco se registran signos de compactación o alteración del sedimento por el calor de los fuegos. Las características generales de la alteración térmica se centraron en los conjuntos óseos correspondientes a la superficie en ambos fuegos: Fuego 1 - en superficie del pastizal (F1SP) producto de la quema del pastizal. Fuego 2 - en superficie de las arbustivas (F2SA) que resulta de la quema de las ramas y restos de arbustivas leñosas o de alto valor combustible. El material óseo fresco de juvenil y adulto de ovinos, se encontraba en algún caso con huesos articulados, envueltos en piel y procedían de una faena realizada dos días antes de la experiencia. El material esqueletario seco de bovino fue recogido en un área de descarte del mismo establecimiento desconociendo el día de la muerte del animal. El material seco juvenil y adulto de ovino fue logrado dos semanas previas a la experiencia y en su proceso de secado no recibieron lluvia, por lo tanto sus carcasas consistían solamente de huesos descarnados y hervidos secados a la sombra. Todos los huesos de las distintas muestras fueron sujetos a la duración total de los fuegos, retirando los huesos después que el fuego se

99 apagó. El procedimiento de recuperación del material se cumplió según las etapas de David (1990) y fue: a-

Fotografiado

b-

Limpiado de cenizas y carbón con pincel.

c-

Re fotografiado.

d-

Los huesos fueron identificados e individualizados y embolsados.

e-

Los residuos tamizados con malla de 5 mm y los fragmentos individuales de hueso

recogidos y embolsados colectivamente de cada conjunto. El registro de curvas de temperatura alcanzada durante la cocción en ambos fuegos se promedio ubicando el pirómetro o sensor térmico (SKF C M SS 2000, Temperature Probe USA) a una distancia de 1 metro aproximadamente de los mismos. Las curvas se confeccionaron en función al tiempo de duración de cada fuego. Se entiende como “temperaturas de fuego” las que integran la temperatura de las llamas, las temperaturas más frías de los gases pirolíticos, y la temperatura del ambiente alrededor de la incandescencia de la llama (David 1990). El mismo autor plantea que la salida del calor es una función del peso del combustible, duración del quemado, condiciones atmosféricas y la mezcla del contenido del combustible. La presencia de vapor de agua y dióxido de carbón inevitablemente reducen la cantidad de radiación emitida por el fuego. La temperatura promedio irradiada por las llamas, alcanzaron en el primer minuto: Fuego 1: 110º C Fuego 2: 85 º C A los cinco minutos: Fuego 1: 311º C

100 Fuego 2: 455 º C A los 10 minutos: Fuego 1 : 404º C Fuego 2: 800º C A los veinte minutos: Fuego 1 : 50º C Fuego 2: 550º C A los treinta minutos: Fuego 1 : 30º C Fuego 2: 150º C Se debe considerar que las variaciones internas en el fuego son usualmente muy altas, con temperaturas al nivel de la tierra a menudo mucho más baja, por ejemplo en las temperaturas del fuego de 404° C corresponden en superficie temperaturas de 303° C, por lo tanto 100° C más frío (David 1990). F1: El tiempo de quema en el fuego 1- ha permitido quemar de manera visible tres minutos de llama de una altura de un metro. El tiempo de rescoldo fue de ocho minutos. Los registros de temperatura fueron realizados durante el primer minuto después de lo cual se procedió cada cinco minutos. Es quizás importante remarcar que el pico de temperatura alcanzado en este fuego es similar a los picos de temperatura alcanzados en otros fuegos antropogénicos (David 1990). El fuego 2- el mismo registro una llama de duración de 11minutos con una altura de 1,4 m y un tiempo de rescoldo de 43 minutos. El peso del material combustible (herbáceo y ramas) fue controlado en una báscula y las ramas y pasto fueron colocadas en un tejido o lienzo para facilitar su pesaje.

101 Las características especificas de los efectos sobre el material óseo o de las alteraciones térmicas fueron interpretadas por la tonalidad de colores de los elementos óseos impactados por el fuego (grado de alteración térmica según Merlo 1997): sin quemar (SQ), parcialmente quemados (PQ), totalmente quemados (TQ), parcialmente calcinados (PC) y totalmente calcinados (TC ) ver Tabla 1

MODIFICACIÓN DE LA COLORACIÓN



En el análisis del material en el laboratorio se observó diversidad en la superficie

ósea ante la exposición a la acción térmica (Figura 1). El análisis macroscópico del área no modificada en su color original, se identificó como no coloreada. La distribución de evidencias de quemado en términos de coloración se agrupó en función a los centímetros cuadrados alterados después del experimento, por lo tanto se registró midiendo el área coloreada (desde el marrón, negro en los casos de parcialmente o totalmente quemados y llegando al gris en los parcialmente o totalmente calcinados) ver Tabla 2 y Figura 2. La presencia de ocho fragmentos óseos no identificados, se encontraron en el sedimento del fuego 2; la mitad está totalmente quemada y la otra mitad totalmente calcinada. No se consideran relevantes en el presente análisis (Tablas 3 y 4). Considerando el conjunto de las especies involucradas en el experimento se interpreta que: el 53,5 % de la superficie de los huesos ovinos se encuentran sin quemar o no alterados (SQ), frente al 79,3 % (SQ) de la superficie de los huesos de bovinos en el fuego de los pastizales. Se registra el 16,8 % de la superficie de los ovinos sin quemar(SQ) frente al 32,5% de los Bovinos en el fuego en la zona arbustiva. Por lo tanto los efectos térmicos se duplican en huesos de ovinos sobre los de bovinos en los fuegos arbustivos, originándose

102 una nueva pregunta con respecto a la acción térmica y su relación con el tamaño y peso del óseo (Tabla 5). A continuación se describe los tipos de fracturas observadas (fracturas aserradas (FA), fracturas longitudinales (FL) y transversales (FT), (Binford 1963), exfoliación cortical (EC) (Buikstra 1989) y astillamientos (AS) ver Tabla 6.

CONCLUSIONES

La diversidad en as alteraciones térmicas del material óseo contribuyen a incrementar modelos de interpretación de ocupación de espacios con alta fricción y de relaciones interétnicas asimétricas en la "fortificación de las rastrilladas", que expliquen el uso diferencial del paisaje con heterogeneidad /homogeneidad resultante de la percepción de distintos grupos e interna al grupo a través del tiempo (Funari 2003, 2004, Domínguez 2005). El aporte desde las fuentes escritas de la etnohistoria contribuye a interpretar de manera diversa, una "frontera fortificada" con nuevas preguntas que suponen una ocupación humana compleja y en lucha, superando modelos homogéneos que no apuntan a la diferencias internas de los grupos humanos (Funari 2004). El marco asimétrico con diferencias internas al grupo social, que en este caso resulta de la hegemonía y destrucción del propio espacio domestico del mundo femenino se puede interpretar como un lugar de "infidelidad", que fue posible exterminarlo, ocultarlo del mundo del hombre y hacerlo desaparecer con el fuego. Con el aporte de miradas de genero desde la etnohistoria se plantea una visión alternativa y critica al concepto de alteraciones térmicas sobre el registro óseo evaluando y desocultando las variaciones en las condiciones

103 formadoras del registro arqueológico (Domínguez 2005). Los resultados de estos dos experimentos nos introducen en un conjunto de rasgos identificatorios, con diversos grados de quemazón, dada la distribución del color y el tipo de fractura, los cuales son atribuidos a los tipos de fuegos a los cuales los huesos, individualmente o en conjunto,

fueron sometidos diferencialmente por los grupos

humanos. Se logra registrar las alteraciones ocurridas en el material óseo fresco y seco, juvenil y adulto de diversos animales (Ovinos y Bovinos) en una zona con diversidad en cuanto a disponibilidad de arbustos, ramas leñosas y recursos forestales, simuladas en la región pampeana del Área Interserrana. Se cumple con el objetivo de realizar una experimentación en dos zonas de quema, presumiendo que los diferentes signos sobre el material óseo que resultan de la acción térmica, dejarían evidencias de mayor intensidad en aquellos producidos por fuegos de pastizales, "de superficie". Los resultados y discusiones de este experimento son: 1)

Los huesos enterrados en un nivel de cinco centímetros de profundidad no muestran

signos macroscópicos de alteración térmica en ningún caso de los fuegos experimentados. Por lo expuesto, las muestras óseas enterradas además de no tener evidencias visibles macroscópicamente de alteración térmica, no poseen cambios

de coloración inicial.

Tampoco no se registra signos de compactación o alteración del sedimento por el calor de los fuegos. 2)

En el conjunto óseo sobre el pastizal se observa un alto porcentaje de óseos

parcialmente quemados con relación a los parcialmente calcinados y totalmente quemados característicos de la zona del fuego con arbustivas. Con relación a la fragmentación y aumento de material óseo indeterminado, no se pudo observar notables diferencias. 3)

Los colores obtenidos en los huesos del conjunto sobre el pastizal en este

104 experimento tienen una alta diversidad en sus marrones, por el contrario, se registra un alto porcentaje de negros y grises en el fuego de arbustivas. 4)

La mayor alteración térmica en el fuego del pastizal (80 %) expresada en sus colores

se da en los huesos de ovinos adultos secos. 5)

Considerando la alteración térmica en función de las especies, el 53,5 % de la

superficie de los huesos ovinos se encuentra sin quemar o no alterado, frente al 79,3 % de la superficie de los huesos de bovinos, en el fuego de los pastizales, considerando de manera distinta el 16,8 % de la superficie de los ovinos frente al 32,5 % de los bovinos en el fuego en la zona arbustiva. Por lo tanto los efectos térmicos se duplican en huesos de ovinos sobre los de bovinos en los fuegos arbustivos, originándose una nueva pregunta con respecto a la acción térmica y su relación con el tamaño y peso del óseo. La presunción de efectos muy diferentes sobre el material óseo entre las especies se discute y se propone con la construcción de un nuevo objetivo para realizar una experimentación en dos zonas de quema, presumiendo que los diferentes signos sobre el material óseo dejarían evidencias de mayor intensidad en fuegos culturales a los resultantes de un fuego de pastizales naturales "de superficie" (David 1990). Estos trabajos

se deberían completar con un mayor

incremento de situaciones y variables a experimentar, relacionados con el peso y tamaño de los elementos óseos, con respecto a los efectos de los fuegos.

Agradecimientos

Esta investigación ha sido efectuada gracias a subsidios otorgados a los proyectos “Revalorización, manejo y planificación turística del Patrimonio cultural y natural en los partidos de Tandil, Olavarría y Azul” (Proyecto PICT-O 2002, 04-11503, financiado por la

105 Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la UNCPBA) y las “Investigaciones Arqueológicas Post-Conquista” (Agencia: BID 1728/OC-AR- PICT 0412776) y el Programa INCUAPA de la Secretaría de Ciencias y Técnica de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Al Doctorado en Arqueología de la Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría, que me permitió una nueva visión arqueológica y fortalecer el vínculo de trabajo con mis compañeros, Lic. Julio Merlo y María del Carmen Langiano.

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Fotos anexas. Conjunto óseo en Fuego 1 -(F1SP)

110 Conjunto óseo en Fuego 2 - (F2SA)

SEPULTURAS ABIERTAS EN LA NUEVA GRANADA REFLEXIONES SOBRE UNA ARQUEOLOGIA HISTÓRICA DE LA MUERTE Javier Rivera Sandoval

INTRODUCCIÓN Discusiones en torno a las propuestas teórico metodológicas de la arqueología histórica en Latinoamérica han ido en aumento en las últimas décadas (Funari 1998, Funari y Zarankin 2004, Schavelzón 2000, Zarankin y Senatore 2002), aún así no están al margen de la producción hecha en Norteamérica y Europa. Es a partir de las particularidades con que se desarrollaron los procesos de colonización e introducción a Occidente en el llamado Nuevo Mundo, que se resalta la diversidad de una empresa imperialista que buscaba homogenizar a la población por medio de la imposición de un sistema social, político, económico y cultural, pero que produjo una serie de respuestas en los diferentes individuos y sectores sociales que se vieron involucrados en esta dinámica. La búsqueda de esos elementos, obliga al arqueólogo histórico a ampliar su mirada y a reevaluar la manera en que aborda sus objetos de estudio, que con sus particularidades específicas no está al margen del proceso expansionista de Occidente. Para observar estas dinámicas, muchos investigadores se han concentrado en la observación de la vida cotidiana, que muchas veces está en contraposición a los modelos que las administraciones gubernamentales pretendieron implantar (Funari y Zarankin 2003, Therrien 2006). Como parte de la cotidianidad de los pueblos, la muerte ha sido uno de los temas interés más estudiados por los arqueólogos; sin embargo, en la arqueología histórica

111 latinoamericana muchos de los trabajos son realizados por investigadores entrenados en líneas de arqueología prehispánica y como parte de proyectos de rescate, situaciones que tiende a sesgar la información que proporciona el contexto arqueológicos, no obstante algunos investigadores latinoamericanos han puesto un visión reflexiva en torno al tema (Cano et al. 2001, De La Penna 1998, López Cano 2002, Martín Rincón 2002, Martín Rincón y Díaz Pérez 2000, Rivera 2004, Rivera et al. 2004). Este es el marco en el que se pretende desarrollar éste escrito, que intenta dar razón de los discursos y prácticas que sobre la muerte construyó la población colonial en el antiguo virreinato de la Nueva Granada, tomando como caso de estudio las excavaciones arqueológicas efectuadas en la Iglesia de La Candelaria en Bogotá (Rivera et al. 2004), sitio que muestran las particularidades en torno a esas maneras de pensar y actuar frente a la muerte. En este caso se explora el cambio en el discurso y las prácticas asociadas a las costumbres funerarias, que hasta ese momento se habían efectuado en el espacio de las iglesias, conventos y capillas; y que gracias a la introducción de las políticas higienistas de la corona inicialmente y fortalecidas después con el surgimiento de los estados nacionales, se privilegió la salud pública, lo que en un marco más amplio produjo cambios en las relaciones que la población y las instituciones tuvieron en relación con la salud, la enfermedad y la muerte. Con ello se pretende hacer una reflexión sobre la manera en que el trabajo en arqueología histórica incide en la construcción de modelos interpretativos de los procesos que se originaron con la occidentalización del mundo.

PERSPECTIVAS DEL QUEHACER DE LA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA Son muchas las discusiones que se han formado en torno a la construcción del término arqueología histórica y las implicaciones teórico-metodológicas que tiene en relación al

112 manejo de sus fuentes y los modelos interpretativos que emplea. El término pasó de ser una herramienta que pretendía vincular los documentos escritos en función de los restos materiales de la cultura de los pueblos del pasado a ser un campo disciplinar que aborda los procesos generados por la expansión europea (Orser 1996, Paynter 2000a:3). Pero en la construcción del término, no hay que desvincular el concepto de arqueología a la perspectiva histórica, ya que en últimas estamos re-contruyendo una historia a partir de los materiales que se encuentran en campo, pero no solo es una historia a partir de los objetos, sino también una historia de nuestra formación como arqueólogos, que juega un papel importante a la hora de producir conocimiento y de diseñar los marcos interpretativos en los cuales dinamizamos el performance de esos objetos. Al respecto, Johnson (1999) critica las explicaciones dadas en términos del sistema global y realza la idea de diversidad y con una posición poscolonial afirma que hay una necesidad de teorizar el contexto, teoría que no puede estar separada de la práctica, ya que los aspectos del pasado que se estamos estudiando tienen su proyección y su incidencia en el presente, por eso hay que mantener una posición crítica y reflexiva frente a los contenidos que como arqueólogos abordamos y las implicaciones socio políticas que se generan en la actualidad. No obstante, hay que tener en cuenta que nos enfrentamos a unos procesos que pretendieron ser universales y que se intentaron imponer con similares características, pero fueron desarrollados con una diversidad de dinámicas que produjo una serie de resultados amplísimos que lo vemos en la estructura de las sociedades actuales. Por esta razón, hay que saber observar esos procesos con un cuerpo teórico y metodológico que brinde las herramientas necesarias para dar razón de esas particularidades en el contexto en el que se generó la expansión del mundo globalizado (Orser 1996), poniendo atención a la construcción de los discursos producidos por los distintos sujetos que intervinieron en esos

113 procesos y la manera en que moldearon su forma de concebir, percibir y vivir el mundo (Foucault 1968). Esa perspectiva se ve impulsada gracias a la lucha por los derechos civiles de los movimientos sociales que surgieron después de la segunda guerra mundial, que tiene su incidencia en varias esferas de acción de la arqueología, por ejemplo en Norteamérica se inicia una revisión del estado de las reservas indígenas que habían sido afectadas por la expansión angloamericana, lo que dio paso a consolidar el campo de acción de áreas como la etnohistoria, en marco de una serie de investigaciones sistemáticas sobre la historia de estos pueblos, con el fin de reestablecer e indemnizar sus derechos (Trigger 1987, Axtell 1981). Con este marco socio político se empiezan a acuñar e incorporar conceptos que intentan explicar las dinámicas generadas a partir de la expansión europea. Es el caso del concepto de “aculturación”, que se acuña en los cuarenta para analizar los procesos que se generan por el contacto de dos o más grupos sociales, que desencadenan en cambios socioculturales, tomando en cuenta que esta relación no es simétrica y expone un proceso de dominación de un pueblo sobre otro, del cual surge como resultado de esa aculturación, otro grupo con sus particularidades definidas (Trigger 1987). El concepto es empleado por distintas disciplinas sociales, desde la antropología, la historia, la etnografía y la arqueología. Procesos como este, han abierto la posibilidad de investigación en diferentes áreas de interés para los investigadores sociales de la actualidad, estudios arqueológicos vinculados con nociones como el de agencia, género, clase o raza, han cobrado vigencia para entender el origen de muchas de las prácticas socio-culturales que hacen parte del llamado mundo moderno (Paynter 2000b). De igual forma, el concepto de aculturación abre la discusión en torno a otros problemas

114 relacionados con la definición de las identidades socio-culturales de los pueblos, en relación a las dinámicas de dominación, resistencia y los procesos de cambio generados en la población. En el caso de Latinoamérica, este aspecto ha sido de vital importancia al construir el marco de referencia interpretativo de las dinámicas socio-políticas e históricas que se dieron en los poblados fundados por los europeos, pero dinamizados por la multiplicidad de rasgos aportados por los pueblos indígenas y africanos (Therrien 2006, Orser 1998), generando más adelante una diversidad de grupos mestizos que terminaron siendo un crisol de saberes, prácticas y discursos que se vieron reflejados en la vida cotidiana de los sujetos involucrados en este proceso, que hoy hace parte de la riqueza cultural latinoamericana.

VIDA COTIDIANA, MUERTE Y ARQUEOLOGÍA La vida cotidiana como categoría de análisis se ha convertido en una herramienta útil para explorar la forma en que las políticas gubernamentales fueron aplicadas y la manera en que llegaron a la gente, además de los mecanismos de respuesta que se dieron (resistencia, asimilación, adaptación, transformación, etc.). Estas dinámicas dan origen a la construcción de identidades propias y alternas, en las que se da una definición de un “nosotros” y de los “otros”, siendo los primeros generalmente los europeos en quienes reside la hegemonía del poder, posición que se ve reforzada desde la academia por el peso que se le da al documento escrito (producidas principalmente por ellos) y a los materiales culturales que este sector empleo. Esto se puede ver en el enfoque que siguen algunos trabajos arqueológicos que siguen reproduciendo el modelo etnocentrico y univocal, que encierra en una explicación simplista a los demás sectores involucrados en los procesos de contacto y colonización.

115 Therrien (2006) aborda este problema y afirma que para reconstruir la cotidianidad hay que tener en cuenta los rasgos que produjeron las desigualdades sociales que fueron legitimadas por los discursos normativos y puestos en práctica a través de la rutina, elemento que modela las labores que realizan los individuos, la manera como las hacen y a que tipo de individuos se le asignan, de igual forma se modelan la tendencia en los gustos y las percepciones de los sujetos con su entorno físico, social y cultural. La muerte hace parte de ese corpus que envuelve la vida cotidiana de los sujetos, pero a la vez es un evento en el que se concentran representaciones y creencias simbólicas, sentimentales, religiosas, filosóficas, sociales y culturales (Carr 1995), donde obliga al hombre a crear unos mecanismos que son socialmente convenidos para afrontar la pérdida de alguien y que se traducen en lo que se conocen como rituales fúnebres, estos son considerados estructuras universales, pero particulares a cada contexto socio cultural, temporal y espacial (Thomas 1983). Para la arqueología, las tumbas se convierten en la principal fuente del contexto fúnebre, es un espacio físico, discursivo y mental donde confluyen los materiales que pueden ser empleados en las conductas socio-culturales de los pueblos (Rodríguez 2005). Pero han sido diferentes los enfoques interpretativos que la disciplina ha tomado para el análisis de estos contextos, desde la descripción de los ajuares de las tumbas para ubicar cronológicamente un grupo, hasta explicar las diferencias y semejanzas en el comportamiento cultural de los pueblos a partir de las prácticas funerarias como lo propuso en su momento la Nueva Arqueología, que acoge varios conceptos de la antropología cultural para ello (Carr 1995, Renfrew y Bhan 1998). Este enfoque considera que la muerte y las prácticas socio-culturales asociadas, delimitan de una u otra forma la manera en que se conciben los modelos de pensamiento y de comportamiento socio-cultural de los grupos

116 humanos (Rodríguez 2005). Desde esta perspectiva, la muerte y las prácticas culturales asociadas, están definiendo los perfiles ideológicos, sociales y culturales de los grupos humanos. Sin embargo, este tipo de orientaciones se han centrado en inferir la complejidad social de los pueblos, a partir de las dinámicas observadas en las pautas fúnebres, relacionadas con los conceptos de orden político no igualitario (Gnecco 1995). Por eso resulta útil el planteamiento hecho desde el postprocesualismo que considera las prácticas mortuorias como una representación del orden social expuesto a través de la naturaleza material de los materiales que hacían parte del contexto funerario y que actuaban en una red de significaciones, mediada por la relación que existía entre el conjunto de materiales en la tumba y el grupo social que los había dispuesto, cuestión que no siempre había sido contemplada por los arqueólogos y que evidentemente podía ampliar los marcos interpretativos en relación a la dinámica estructural de los cambios socio-culturales (Carr 1995). La arqueología latinoamericana ha priorizado el estudio de los contextos fúnebres indígenas, como herramienta metodológica en la búsqueda de rasgos de diferenciación y complejización social, trasladando estos mismos modelos interpretativos a los contextos post-hispánicos, sin tomar en cuenta otras dinámicas y particularidades propias de su contexto temporal, espacial y socio-cultural. A continuación se abordará varios puntos relevantes en relación a la investigación de la arqueología funeraria en contexto histórico, que resalta las particularidades a tener en cuenta al abordar este tipo de contextos interpretativamente complejos.

ESPACIOS FÚNEBRES Y ESPACIOS DISCURSIVOS

117 Varios investigadores que trabajan arqueología histórica, particularmente en el contexto suramericano, han puesto en evidencia las particularidades que tienen las dinámicas sociales de los grupos humanos, empleando conceptos que desarrollan el carácter diverso, multivocal, plural, amplio y flexible de las ideas y percepciones que el hombre construye del mundo, aspectos re-creados por grupos sociales de diversas estructuras socio culturales, que conformaron una sociedad moderna a través de prácticas individuales y colectivas que representan también una serie de cambios en la conformación y organización de esa sociedad, percibida hoy a través de la cultura material y de las ideas construidas por la identidad (Funari y Zarankin 2004; Zarankin y Senatore 2002). Ese tipo de relaciones, significaciones y co-producciones, se realizan en un espacio particular, que no es solamente entendido en términos físicos, sino también como una construcción de socio cultural, ya que en su carácter multidimensional, permite a los individuos ocupar unas posiciones particulares, en función de la red de valores y sentidos construidos a partir de una multiplicidad de variantes, que ponen en escena las representaciones

mentales

y

materiales

de

la

estructura

de

significaciones

convencionalmente aceptadas por el grupo (Torres de Souza 2002). Así mismo, la idea de un espacio social, se ha vinculado con estrategias de diferenciación social y jerarquías, lo que Torres de Souza (2002) llama “espacios de relaciones”, que al mismo tiempo condiciona la formación de unos límites y dominios de acción en los que se ubica el ejercicio de las prácticas. En el caso de los contextos fúnebres, ese espacio estaría representado en la tumba que si la abordamos de esta manera, es posible entender en un contexto más amplio esos márgenes de acción físico y mental de la muerte. Así, no solamente concebimos la tumba como el lugar en el que se deposita el cadáver de un individuo, sino en conjunto con los otros

118 elementos que se evidencian en el contexto arqueológico, nos da idea de las construcciones simbólicas hechas alrededor del cuerpo y del espacio en que interactúa el cuerpo (Riordan 1997), que permiten a su vez identificar los elementos del cambio social. Barrett (2001) explica la dinámica que se presenta en el contexto fúnebre, entendido en nociones que involucran el concepto de agencia, en donde hay un dinamismo en el movimiento que se da en los valores que manejan diferentes campos de prácticas en relación a los productos materiales y simbólicos que hace un grupo social. De este modo, las tumbas por un lado pueden facilitar la ejecución de los rituales mortuorios, pero al mismo tiempo intervienen en la veneración ancestral de los restos; donde el cuerpo es incorporado en los ritos de enterramiento, sustentando los recursos simbólicos empleados en el ritual y reafirmando su posición dentro de la tumba, que es ancestralmente delimitada (Barrett 2001: 153). Los contextos fúnebres en arqueología histórica, generalmente están representados por espacios sacralizados por la doctrina cristiana; por está razón iglesias, capillas y conventos conforman el grueso de este tipo de sitios arqueológicos, en el que evidentemente confluyen una serie de discursos y prácticas que involucran además de lo ritual, la confluencia de relaciones sociales, económicas, de género, etc., que van de lo privado a lo público, de lo cotidiano a lo eventual o de lo banal a lo sagrado. La ubicación física del cuerpo en el espacio, ha motivado a la arqueología para intentar hacer un cuadro interpretativo en beneficio de aclarar la dinámica de ese tipo de relaciones; sin embargo, no existe una relación dialéctica clara entre el cuerpo como individuo y el cuerpo como miembro activo de un grupo social. Casos presentados en la escena arqueológica colombiana como la búsqueda de los cuerpos del médico y sacerdote José Celestino Mutis, director de la expedición botánica que se realizó durante el siglo XVIII (Duque Gómez 1960), María Isaacs, protagonista de la famosa novela del escritor Jorge

119 Isaacs (López Cano 2002), San Pedro Claver (Therrien 2002) o el Señor Pereira, imagen construida en relación a los fundadores de la ciudad de Pereira en las montañas colombianas (Cano et al. 2001, López y Cano 2004); han impulsado el interés del público que se podría llamar “fetichista”, en relación a la importancia que tuvieron esos personajes en la conformación de la memoria colectiva y tras de quienes existe una historia más compleja, que se extiende más allá de las experiencias personales de estos sujetos y que involucran a otros individuos, con una serie de cargas simbólicas que pueden ser evidenciadas por la relación entre el cuerpo y el espacio. Pero no hay que considerar únicamente el espacio que ocupa el cuerpo, sino también observar el cuerpo como espacio, esto quiere decir que el cuerpo fue el lugar en el que se depositaron muchos objetos de lo que conforma el ajuar funerario, que una serie de cargas sociales, simbólicas, rituales y emocionales cumplieron una función en el contexto fúnebre en el que se insertan los restos humanos arqueológicos. Por ejemplo la mortaja, empleada básicamente para enterrar con decencia los cadáveres (Rivera 2004), nos da una idea del valor y significado que adquieren las prendas con que eran sepultados los cuerpos; desde una simple sábana, usada para aquellos que fallecían en circunstancias restringidas por la Iglesia o por quienes no podían costear un hábito religioso, hasta los que eran enterrados con los hábitos de varias ordenes monacales, muestran la manera de encarar la muerte y la forma en que la gente se ayudaba por medio del uso de artículos específicos para facilitar el paso del alma al más allá o en el caso de los dolientes, asimilar la perdida de un ser querido. Algunos pensarían que este podría ser un elemento útil en la definición de diferencias sociales al interior de un grupo, en el que el ajuar funerario y la estética de la muerte podrían ser vistos como un indicador de estatus; en este caso el hecho de encontrar una mortaja bien ataviada, podría ubicar al individuo que la usa en una posición social

120 privilegiada. Sin embargo, muchas personas con una capacidad económica elevada, en su lecho de muerte solicitaban ser enterrados de la manera más humilde, esto se explica por el deseo de mostrarse sumiso y despreocupado por los bienes materiales que en vida acumuló, además de ser una representación de la muerte humilde de Cristo (Martín Rincón y Díaz Pérez 2000). Esto demuestra que los objetos de prestigio que usualmente los arqueólogos emplean como indicadores de estatus, no siempre muestran de manera clara el contexto real en el que interactuaron con la población que los usó. También habría que señalar otro aspecto en el caso del Virreinato de la Nueva Granada (el actual territorio que comprende Colombia), ya que a diferencia de Nueva España y Perú, los neogranadinos en su gran mayoría vivieron de una forma bastante sencilla en la que escaseaba la ostentación y el lujo en todos los aspectos de la vida y aún más en la muerte (Therrien 2006). Sin embargo, no quiere decir que no hayan existido otros mecanismos que activaran las dinámicas de diferenciación social, de ahí que resulta importante observar esos espacios comunes en los que se escenificaba la vida cotidiana y las prácticas rutinarias de las personas.

EL LUGAR DE REPOSO DE LA MUERTE: CUERPOS Y SEPULTURAS EN LA IGLESIA DE LA CANDELARIA La muerte durante el periodo colonial en América, generó una serie de dinámicas y relaciones que fueron asimiladas por los actores sociales de ese entonces, como parte de la manera en que actuaban y pensaban frente a este evento. Es por esta razón, que los ritos religiosos y especialmente las ceremonias fúnebres, se llevaron a cabo en espacios sacros como las iglesias y conventos, que ofrecieron su espacio físico para albergar los cuerpos de aquellas personas que iban falleciendo. Esto le daba una posición de poder a la Iglesia no

121 solo con todos los eventos relacionados con la muerte, desde la agonía hasta la conmemoración del fallecimiento, sino en otros aspectos de la vida diaria de la población colonial (Zucchi 1997). A lo largo de la colonia el acceso a las sepulturas al interior de iglesias y conventos, dependía de las condiciones socio económicas del individuo, donde pesaba mucho el hecho de poder financiar los costos que representaba la adquisición de este espacio con el cuerpo de ceremonias y ritos que implicaba llevar a cabo el funeral y el entierro (De La Penna 1998, Martín Rincón y Díaz Pérez 2000; Rivera 2004). Una estratificación social del espacio, podría verse reflejada en la distribución de las sepulturas al interior de los templos; de esta manera, en las iglesias se estableció un patrón similar en el cual las personas más prestantes del pueblo eran enterradas cerca al altar mayor y en algunos casos bajo capillas anexas que los mismos individuos ordenaban construir con el fin de cumplir obras expiatorias. Por esta razón, a medida que disminuía el grado de importancia social de la persona, esta era enterrada hacia las afueras del templo (Rivera 2004). Sin embargo, en varios lugares, el lugar de entierro dependía de otros factores que no siempre estaban condicionados por el lugar que ocupaba el individuo en la jerarquía socio-económica de la sociedad (Costello y Walker 1987). Las iglesias entonces no solo fueron sitios destinados para la oración, sino que también ofrecieron su espacio físico para albergar los cuerpos de aquellas personas que iban falleciendo. La Iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria ubicada en el centro fundacional de la ciudad de Bogotá, hace parte del conjunto de edificios que reflejan este proceso socio cultural que se gestó a lo largo de la colonia y que se extendió hasta la república, momento en el que gracias a las políticas higienistas y sanitarias, se da un cambio en los discursos y prácticas mortuorias que produjo en la gente un fuerte choque mental, que llevó a

122 configurar una serie de respuestas a este cambio. En esta iglesia, como en otros conventos y capillas, el cuerpo generalmente era enterrado en el piso del edificio pero previamente había que cuidar y preparar el cadáver para la ceremonia de entierro, según lo dictaba la tradición cristiana, en donde se insertaban prácticas como: lavarlo, ungirlo con perfumes, embalsamarlo, amortajarlo y disponerlo en el ataúd. El amortajamiento variaba de un sector social a otro, según la capacidad económica de quien falleciera, de esta manera las mortajas iban desde el hábito religioso hasta una sábana común, pero todas eran usadas con el objetivo de “cubrir con decencia los cadáveres”. (Rivera, 2004: 69-70). El hecho de ser enterrado con hábito religioso o con prendas comunes, representa una gran diferencia en las maneras de pensar la muerte por estas personas, de igual forma el hecho de ser sepultado con calzado en cuero, elemento de prestigio para la época, implican que hubo una importancia por efectuar una serie de prácticas alrededor del cuerpo. En el caso de La Candelaria, se encontró una serie de evidencia que muestra el uso extensivo de calzado, por lo menos durante el siglo XVIII y XIX, con una variedad en la manufactura y en las formas del mismo, que no solo era destinado para los adultos sino también para los niños, esto muestra que la muerte para muchos no representa un escenario de humildad sino un evento para el cual había que estar bien presentado, situación que no se ve siempre reflejada en los documentos escritos donde se hace constantes alusiones a la pobreza, la humildad y la sumisión de los personajes que realizaban los testamentos. El cuerpo no solamente es ataviado con las prendas, sino también es preparado y muchas veces embalsamado, producto de ello existen casos de momificación que posteriormente sirven de evidencia en los procesos de beatificación de algún personaje, la “incorruptibilidad” del cuerpo era uno de los signos que apoyaba estás prácticas; sin

123 embargo, el hecho de encontrar un cuerpo momificado van más allá en la interpretación del pensamiento humano que evidentemente le asignan un espacio al culto del cuerpo. Este es el caso del Osario 8, que tenía tres cuerpos en su interior, uno de ellos momificados y evidentemente amortajado, junto a los cuerpos una nota redactada por el sacerdote Rosendo Pardo que señala: “[…] Estos restos son las cenizas de la Señora Doña Mercedes Pardo de Pardo, y de su hija Clotilde Pardo Que esperan la resurrección finale para salir de esta cripta, que se compro a perpetuidad mientras llegare aquel día. Bogotá noviembre 5 de 1916.” En ella se observa la importancia que tiene el bienestar del alma en relación al lugar de reposo donde moran los restos de una persona, situación que para el caso particular de la Iglesia de La Candelaria se repite dada la cantidad de entierros secundarios a manera de Osarios que se permiten en el piso del edificio, visto no solo a través de los datos del trabajo de campo arqueológico, sino también en los registros hechos en los libros de cuentas de la iglesia entre los años 1917 y 1936. Este documento escrito es importante desde el punto de vista metodológico e interpretativo, por un lado se lo puede considerar como un texto, pero a su vez es un artefacto culturalmente pensado, construido y empleado en función de unas estructuras de pensamiento y comportamiento socialmente convenido. Al respecto, podemos citar a Johnson (1999:31), quien propone abordar la cultura material como texto y el documento como cultura material, habría que hacer por ende una arqueología del documento escrito, lo que le da un carácter adicional al que los historiadores tradicionales están acostumbrados a trabajar. Si es visto así, hay considerar que como cualquier objeto, el documento fue producido en un contexto humano específico, que involucra una serie de valores simbólicos y más teniendo en cuenta que generalmente

124 en arqueología histórica, “tanto los documentos escritos como la cultura material son productos de una misma cultura” (Funari 2003: 40). Sin embargo, a pesar que gran parte de la producción documental estaba en manos de las autoridades gubernamentales que trataban de legitimar su política expansionista, es posible encontrar textos-artefacto que nos muestran la manera de pensar de la gente, pero evidentemente condicionadas por las estructuras hegemónicas de la época, en este caso particular la institución de la Iglesia y el pensamiento religioso. En otras palabras habría que evaluar el documento en base al carácter normativo del mismo y las reflexiones que la gente construye en función de su identidad y del reconocimiento que hace del otro (Jones 1999). Apoyados en la información documental, los arqueólogos muchas veces han validado afirmaciones que no siempre coinciden con el contexto real en el que los artefactos arqueológicos fueron empleados; por ejemplo, la presencia o no de ataúdes en sitios funerarios y las características estéticas de los mismos, tradicionalmente han sido vistos como evidencia para inferir la posición socio-económica de los individuos, sin embargo, estos contenedores han sido encontrados en sitios que se conoce la fuerte presencia de sujetos marginados por el sistema colonial occidental, como los que analiza Bell (1990) en Norteamérica asociados a cementerios de poblaciones negras. Este ejemplo no solo nos da razón de la serie de premisas que construye el arqueólogo alrededor de la organización socio-económica de los individuos de un grupo, sino que también empieza a vincular aspectos relacionados con los conceptos de etnicidad e identidad, que son identificables en los contextos cotidianos y más en el caso de los eventos de muerte, situación que implica una responsabilidad mayor con el manejo que se le da a la información con la que se apoya el investigador. Por otro lado, el hecho de encontrar una nota y una serie de cuerpos con características que

125 sugieren estar asociados a finales del siglo XIX y principios del XX, muestra una continuidad en las prácticas fúnebres y no una ruptura claramente marcada, ocasionada por la aplicación de las políticas higienistas impulsadas a finales del siglo XVIII y que se mantuvieron hasta la creación de los estados nacionales. Después de haber enterrado a sus muertos en los templos durante casi tres siglos, se hizo evidente una crisis sanitaria por la cantidad de cuerpos que yacían en el piso de las Iglesias, Capillas y Conventos, que ya no daban abasto a la apertura de más sepulturas. Esta situación fue expuesta por las autoridades civiles y eclesiásticas, preocupadas por la propagación de enfermedades y la “corrupción por los ayres corruptos” que se desprendían de la descomposición de los cadáveres, esto generó un miedo generalizado en la población por el temor a ser contagiado por enfermedades febriles, la viruela o la lepra (Rivera 2004). Se impulsó entonces un proyecto apoyado en las ideas de la ilustración y en las reformas borbónicas de la corona española, que buscaba introducirse en la ideología moderna, abanderando propuestas que avalaran los conceptos de desarrollo, civilización y progreso; puntos que se mantuvieron vigentes posteriormente en la conformación de los estados nacionales americanos. Esta situación indica que hubo un momento de cambio en el que se percibe una reestructuración de las prácticas de la sepultura eclesiástica en el piso de las iglesias, momento puede asociarse con el contexto descrito, que tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX; periodo en que la corona española, la iglesia y las juntas administrativas municipales asumen una posición frente a la práctica de las sepulturas eclesiásticas, apoyando la construcción de cementerios fuera de los poblados, tomando una actitud positiva frente a los conceptos de higiene y salud pública (Rivera, 2004). En este contexto, la relación y el trato con el cuerpo presentó cambios, gracias a las

126 disposiciones que organizaron las instituciones civiles y eclesiásticas de la época, buscando mantener el bienestar común de la población; por esta razón fue bastante frecuente la utilización de la cal en la práctica de las sepulturas eclesiásticas, buscando mejorar las condiciones de higiene y asepsia con las que se realizaban estos actos, situación que fue evidente en varios enterramientos efectuados en las iglesias, situación que fue percibida en gran parte de los enterramientos excavados en la Iglesia de La Candelaria.. Este fue uno de esos espacios alternos en que se observa la dinámica del cuerpo en relación a la configuración del concepto de higiene, que paso de ser un asunto relacionado con las normas de civilidad y ornato a ser punto de acción de las prácticas y conocimientos médicos, quienes cambiaron las concepciones que se tenían alrededor de la salud y las prácticas corporales (Pedraza 1996). Estas nuevas disposiciones, junto a la creación de los cementerios extramuros y la reestructuración en el manejo de los hospitales, se convirtieron en las preocupaciones primordiales de la corona y después del estado; que con la creación de una normativa higienista que velaba por el bienestar de los ciudadanos más que del individuo, organizó una serie de prácticas en relación al manejo de las basuras en las casas y en las calles con el objetivo de mantener el aseo y el orden de las ciudades. Este proyecto se mantuvo con una constante preocupación por el manejo de la ciencia, generando una democratización de la cultura donde la ciencia era relacionada directamente con los ideales de progreso construidos para entonces, instituyendo a su vez un nuevo orden moral que desplazaba la hegemonía discursiva que hasta el siglo XVIII mantuvo la Iglesia, pero que en el colectivo aún permanecían fuertes esos lazos que sustentaban gran parte de su corpus de prácticas y creencias.

127 CONSIDERACIONES FINALES Después de haber hecho un recorrido por varios aspectos que hoy son pertinentes en la arqueología histórica, es claro que debemos apoyar las investigaciones que estamos realizando en una base teórica que debe respetar las particularidades contextuales de los objetos de estudio, que al mismo tiempo hacen parte de un proceso global de formación del mundo. Se debe diferenciar los límites en las escalas locales y globales en la identificación de las dinámicas y en la aplicación de los modelos interpretativos, que deben ser adecuados a cada problemática específica. La arqueología histórica latinoamericana está en ese proceso de formación de una teoría propia, que no pretende estar al margen de las discusiones que se dan en otros espacios académicos, principalmente Europa y Norteamérica, que tradicionalmente han sido los abanderados en la producción arqueológica mundial, pero que actualmente están enfocando su mirada a otros contextos que brindan herramientas de análisis pertinentes y enriquecedoras en beneficio de hacer una arqueología responsable y comprometida con los problemas sociales que vive el mundo de hoy. Tomando como ejemplo la muerte en el periodo colonial, se puede ver los distintos procesos que intervienen en la creación de las estructuras de pensamiento que están articulándose en función de los modelos hegemónicos implantados por las autoridades y las reacciones que produce en la población, quienes plasman su percepción en la manera de ejecutar una serie de prácticas que le son propias, y con las cuales se autodefinen y se diferencian de otros (Jones 1999). A través del contexto fúnebre, se puede establecer una serie de relaciones entre el cuerpo y los elementos que le sirven de ajuar, con ello podemos detectar varios elementos en la práctica cotidiana de la muerte que son importantes para el investigador y que develan los procesos discursivos alrededor de este evento.

128 La reestructuración de las prácticas de la sepultura eclesiástica en el piso de las iglesias, donde la idea de concebir este espacio como última morada para los muertos se transforma, nos permite observar como se transforman, asimilan y mantienen ciertas relaciones con este espacio. De igual forma, la manera en que la gente empieza a crear unos mecanismos de respuesta que pueden ser vistos en términos de resistencia a los procesos de cambio que intentan aplicar las instituciones, pero que en la realidad social configura reacciones que son plasmadas en la cultura material que el arqueólogo aborda en campo. Realizar una arqueología histórica de la muerte en Latinoamérica puede producir una diversidad amplísima de información, que aún está por trabajar no solo en esta porción del mundo, sino también en otros lugares alrededor del mundo que vivieron y murieron en torno a la influencia de este tipo de prácticas.

AGRADECIMIENTOS Agradezco a la profesora Monika Therrien por acompañar, participar y aconsejar en las investigaciones arqueológicas que he venido realizando sobre los contextos fúnebres del periodo colonial, de igual forma a mi equipo de trabajo: Igor, Catherine, César, Diana, Claudia, Edwin, Marcela, Sandra y Sandrelli, quienes hicieron valiosísimos aportes para el análisis e interpretación del material excavado en la Iglesia de La Candelaria. Al Dr. José Vicente Rodríguez por las sugerencias hechas respecto al trabajo con el material óseo y finalmente a Pedro Paulo Funari, por abrir espacios de discusión en los que se permite ampliar y explorar las realidades académicas y disciplinares de la arqueología histórica en Latinoamérica.

REFERENCIAS CITADAS

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ARQUEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA EN EL CEMENTERIO CENTRAL DE BOGOTÁ EVIDENCIAS DE LA FOSA COMÚN DEL 9 DE ABRIL DE 1948

Rocio Salas Medellín INTRODUCCIÓN

La arqueología asume de forma creciente una orientación histórica (Trigger,1984:295 En: Funari, 1998:7), debido al potencial informativo que esta ofrece; pero la arqueología no solo confirma las fuentes escritas, sino que permite contrastar, contraponer y complementar las informaciones ofrecidas por estas (Funari y Vieira, 2005:27).

134

Ha habido una conscientización creciente por parte de historiadores y arqueólogos de que ambas disciplinas no pueden ser separadas de sus bases de realidades y conflictos sociales e intelectuales de su tiempo y que deben ser vistas de forma crítica en un contexto más amplio de la historia del mundo moderno (Iggers, 1984:204 en: Funari, P., 1998:12).

Con base en lo anterior y aunque este trabajo tuvo como objetivo principal localizar y registrar los vestigios y estructuras relativas a la fosa común del hecho acaecido el 9 de abril de 1948, se discuten algunos relatos y construcciones históricas que se han generado a partir de los sucesos históricos y donde la Arqueología Histórica Latinoamericana funciona aquí como mediadora entre los que se preocupan por resaltar el papel de los héroes y la exclusión de aquellos que se consideraron sin valor social; transgresores de una política hegemónica que representaron peligro para el poder y además no merecieron un espacio de reconocimiento en la historia.

Es evidente como los mecanismos de control inducen a la persistencia de grupos sociales, manteniendo siempre la diferencia entre élites y subordinados (Therrien, M. 2004:108), como fruto de la continuidad de procesos de exclusión aún presentes en nuestra realidad nacional.

Se presentan también datos etnográficos (entrevistas y observaciones en campo) que evidenciaron situaciones de tipo ritual y simbólico, no solamente presentes en la evidencia arqueológica, sino en la dinámica social generada alrededor de ella, relacionada con el culto a la muerte, en un ambiente eminentemente urbano.

135

El “Bogotazo”, uno de los episodios mas violentos de la historia contemporánea reflejó la crisis por la cual atravesaba el país, haciendo evidente estructuras políticas y sociales represivas, razón por la cual la población reaccionó drásticamente; sus protagonistas no fueron tenidos en cuenta como agentes transformadores de procesos, de luchas por sus derechos, a participar en las decisiones que aún siguen vigente en la historia de violencia que ha venido viviendo el país desde hace décadas.

“Esta situación ha llevado a dejar por fuera del estudio histórico y arqueológico a la gran población de individuos que una y otra vez, como estrategia de supervivencia o como situaciones impuestas, se han unido para configurar grupos disímiles, estables o temporales y confrontarse entre sí para intervenir, alterar o magnificar las prácticas e ideologías del otro” (Therrien, 2004:105).

Este escrito propende entonces por el reconocimiento de

quienes formaron parte

fundamental del hecho histórico y que hasta ahora han sido ignorados, al reconocimiento y protección de un patrimonio urbano que representa uno de los elementos constitutivos de la identidad de los bogotanos, producto de su dinámica social contemporánea.

Es así como el hallazgo mismo constituye un aporte epistemológico a la historia nacional, desde el papel desempeñado por la población civil, en uno de los hechos más trascendentales de violencia en el país.

Este proyecto fue financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo – FONADE - y por el

136 Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte – IDRD -, con miras a realizar las ampliaciones del Parque El Renacimiento en su segunda etapa; antes de la realización de las intervenciones, la ubicación de la fosa común fue importante como punto de referencia a tener en cuenta en la posterior construcción del parque.

Contexto Histórico

La situación económica y social de la población es fundamental para comprender los acontecimientos acaecidos. En la década de los cuarentas, el país estaba inmerso en diversos procesos de tipo económico social y político, los cuales se estructuraban en un desigual y violento manejo del poder. Desde el contexto internacional, la segunda guerra mundial implicó para el país, el cierre de mercados (como el café), que derivó en la caída de importaciones y exportaciones; la acumulación de dólares ahorrados fomentó una inflación cada vez mayor generando escasez y desempleo.

Las alianzas partidistas conservadoras, se enfrentaron a la llegada de una nueva ideología: el nacional – socialismo, situación que generó cambios fundamentales en la política del país. La renuncia del entonces presidente de la república Alfonso López Pumarejo en su segundo mandato (1942 – 1945), reforzó la crisis nacional, producto de la pugna con el conservatismo liderado por el jefe político Laureano Gómez. Se hace tangible en el ambiente político, la presencia de tres grupos: la oligarquía que controlaba las instituciones gubernamentales, el gabinete que era vacilante y apoyaba inciertamente al presidente y por ultimo las masas sin posibilidades de un futuro promisorio (Fluharty; 1981).

137 En este contexto, surge Jorge Eliécer Gaitán como portavoz de las masas; constituyéndose como un candidato liberal reformista, frente al liberalismo moderado. El conservatismo por su parte escoge a Mariano Ospina Pérez que triunfa en 1946; la izquierda no llega a las clases medias, a las universidades o a los intelectuales, por ello triunfa la derecha. Durante su gobierno, Ospina Pérez utiliza a la policía como instrumento represor contra los liberales y contra la población; se presenta entonces un fuerte desplazamiento de campesinos, huelgas, asesinatos políticos y la toma popular de armas, escenario donde se apoya Gaitán para reclamar el derecho de legítima autodefensa de las masas (Ibíd., 1981).

Bogotá se encuentra llena de desplazados por la violencia que vive el país; producto de estas situaciones, se realiza la Marcha del Silencio (7 de febrero de 1948), convocada por Gaitán con presencia de más de 100.000 personas manifestándose en contra de la violencia vivida en el país. El 9 de abril del mismo año, muere asesinado el caudillo liberal.

El Cementerio

El Cementerio Central fue pensado y construido en el siglo XIX como parte de una política de salubridad pública (Calvo, O. 1998: XV y XVI), pues debido al crecimiento poblacional y urbano, era importante la construcción de un espacio exclusivo para la muerte y que rompiera con el esquema venido de la colonia, de inhumar a personas en iglesias y conventos, práctica relacionada con la élite de la época.

El proceso de segregación inició con su construcción. La forma elíptica que incluía una capilla, delimitaba los que estaban dentro, simbólicamente protegidos por Dios, mientras

138 que los excluidos de este espacio, no lo estaban. Este era el cementerio de los pobres, denominado cementerio católico (foto 1); aledaño a este, colindaba el cementerio protestante, construido para los miembros de la Legión Británica y posteriormente para los ciudadanos ingleses radicados en Colombia (Ibíd., 1998:11).

La imagen del cementerio representa la memoria histórica del lugar, en la que los próceres de la patria hacen parte importante de su construcción, con especial referencia a presidentes o personalidades de la política nacional y/o local. A su vez se suman los lugares dedicados a las familias prestantes de la ciudad y con ellos los diferentes monumentos y construcciones que manifiestan la segregación social en la que los espacios determinaron las clases sociales y los lugares de poder; esta desigualdad es evidente en las formas y estilos de construcciones de monumentos elaborados con materiales importados y de larga duración.

La reciente demolición del globo C del cementerio central para la construcción del Parque El Renacimiento y el actual cierre del globo B, muestra cómo estas áreas que fueron siempre destinadas a los pobres, no merecieron reconocimiento como parte importante de la identidad local, como actores de procesos de construcción de la historia de la ciudad, quedando en el olvido. Esto significa que el concepto de desigualdad social ha perdurado desde la misma construcción del cementerio y ha seguido vigente hasta hoy, en donde solo el área que corresponde a los héroes y a la élite es lo que incluye el concepto de patrimonio, pero no lo que está fuera de ella; es así como la misma historia continúa invisibilizando a aquellos que aunque han sido desprovistos hasta de su propia historia, forman parte de ella.

139 Todo esto refleja una continua reproducción del sistema capitalista, ya que es una condición básica la aceptación de la idea de “desigualdad” por parte de los individuos, como una categoría de origen natural y por lo tanto incuestionable – (Zarankin, 1999:267), que termina avalando los procesos de anular al otro, por que la significación de representación de la historia humana presente en sus vestigios materiales, no es tenida en cuenta como referente de alto contenido sociocultural que merezca importancia y reconocimiento y que conlleve a evitar su destrucción.

El cementerio desde entonces ha estado en permanente transformación hasta nuestros días; por su persistencia en la memoria histórica de Bogotá, fue declarado patrimonio de la Nación (Monumento Nacional en 1984) (Ibíd., 1998).

Aspectos Metodológicos

La metodología de prospección arqueológica planteada para el desarrollo del proyecto, se basó en el Muestreo Sistemático (Renfrew & Bahn, 1998:71); con pozos de sondeo (p.s.) de 70 x 70 cm. e intervalos entre 3 y 5 metros; este tipo de espaciación regular nos permitió ubicar los yacimientos y sus patrones de distribución.

El sitio prospectado correspondió al denominado Globo B (parte oeste) del Cementerio Central de Bogotá, con un área de 18.020 m². El lote fue dividido en tres zonas que se denominaron CMA, CMB y CMC (CM corresponde al apócope de cementerio y la letra a la división establecida por lotes). Se llevó a cabo el levantamiento topográfico, tanto de la zona verde, como del área construida; para ello se utilizó como base, cartografía digital a

140 escala 1:500 de cada lote, fracciones del mismo escala 1:250 en las 3 áreas de trabajo mencionadas (Plano 1) y fotointerpretación de fotografías aéreas escalas 1:4.000 y 1:5.000 de 1948 y 1953 respectivamente.

Cada p.s. fue excavado por niveles arbitrarios de 30 cm. correspondiente al superficial y el resto en niveles arbitrarios de 20 cm.

relleno

La profundidad de cada pozo

correspondió a las evidencias tanto culturales como naturales; culturales: relativos a la intervención humana (enterramientos e infraestructuras); y naturales (los horizontes de suelo que no fueron intervenidos). Para evidenciar la secuencia de horizontes no perturbados se hicieron pruebas de barreno.

Para el manejo de la información en campo, se elaboró una ficha de registro arqueológico; en ella se contemplaron datos como: caracterización de flora y fauna, variaciones en el terreno y características generales del paisaje. La descripción de perfiles y materiales evidenciados, fueron dibujados, fotografiados y filmados durante el proceso de excavación. El material fue embalado y etiquetado; posteriormente lavado, marcado, clasificado y analizado en el laboratorio de la Asociación Colombiana de Antropología Forense (ACAF).

Los métodos de identificación de yacimientos concretos, incluyeron la consulta de fuentes documentales (primarias y secundarias) y el análisis parcial y/o total de las evidencias que proporcionó el material hallado en el subsuelo y su posible relación con los hechos históricos del 9 de abril de 1948.

141

Resultados

1. Análisis del Paisaje Desde el punto de vista de la geomorfología general del sector centro oriental de la ciudad de Bogotá, el cementerio está ubicado en la zona de piedemonte dentro de un abanico aluvial que llegó hasta una zona lacustre en una de las vías de drenaje natural del río San Francisco que desciende de los Cerros Orientales por la garganta que lleva el mismo nombre. Las corrientes de agua arrastran materiales finos y medios compuestos por cantos rodados y gravilla con arena, sobre arcillas pantanolacustres de tipo expansivo. Un aspecto importante de mencionar, es la evidencia de un relicto de suelo amarillo rojizo con alto contenido de arena, que separa la zona más alta cercana a la plazoleta del globo B, de la zona media próxima a la depresión (centro del lote CMC), formando una división natural que en el pasado, separó el lago de la corriente de agua proveniente del cerro; esto significaría que estos suelos estuvieron en superficie cuando partes de la sabana estaban cubiertas por agua (lagos); esto hace pensar que ésta zona del cementerio correspondería al borde del antiguo lago.

Para el desarrollo de la investigación, se tuvo en cuenta el contexto histórico de los tipos de usos que conllevaron a modificaciones a través del tiempo, en el Globo B.

Foto 1. Cementerio Central de Bogotá. Globos A y B y Parque el Renacimiento

142

Fuente: Fotografía Aérea 8560 – 000242 IGAC - 1990 – esc.1:4000. Plan de regularización y manejo del Cementerio Central de Bogotá. Universidad Nacional de Colombia Corporación La Candelaria – Alcaldía Mayor de Bogotá. 2003

2. Área Prospectada

En el lote CMA se llevaron a cabo 224 p.s, en los cuales se evidenció enterramientos primarios de niños (neonatos y prematuros), bases y muros de la galería San Jacinto. Los análisis de los transectos de suelos que fueron levantados mediante perfiles gráficos, permitieron entender los procesos de modificación del sitio, como también hacer una reconstrucción preliminar de la transformación del paisaje natural.

La arcilla sobre la cual fueron depositados la mayoría de los cuerpos, fue identificada a lo largo del lote CMA, a diferente profundidad; esta característica se produce debido a una dinámica fluvioerosional variable. Dicha variabilidad se confirma por la presencia de otros

143 materiales como sedimentos gruesos de arenas, gravillas y cantos rodados. Se identificó niveles freáticos a diferentes profundidades, debido a las variaciones en las texturas de los suelos. Hay una inclinación general del terreno en sentido oriente – occidente y ondulaciones sentido norte sur; estas características del microrelieve tienen su explicación en la dinámica del paisaje, debido a la formación de conos y abanicos aluviales por los ríos que bajan de los cerros orientales y su confluencia final con sedimentos pantanolacustres de la sabana. En la secuencia estratigráfica superficial se encuentran también cenizas volcánicas. Las gravillas que se han encontrado en los sondeos, generalmente corresponden a paleocauces y se encuentran dispersas en varios cordones en sentido oriente - occidente, ubicados principalmente en el sector sur del lote CMA.

El patrón de enterramiento, presenta una característica homogénea en la mayoría de los casos; la utilización del estrato arcilloso (B) fue intencional; la arcilla naturalmente es “estable” y sirvió de base para los enterramientos. Esta característica corresponde a tumbas de niños sepultados en cajón. Los cortes realizados en el suelo para este tipo de enterramientos son bastante regulares: de 1 m de largo por 50 cm de ancho aprox. y 50 cm. de largo por 30 de ancho.

Restos de otros niños sin féretro, fueron hallados en el horizonte A correspondiente a materiales fluviales y fluviovolcánicos; algunos enterrados de manera desordenada: unos encima de otros, cubiertos con material de deshecho pesado (ladrillos, fragmentos de mármol, concreto y rocas, entre otros), lo que imposibilitó – en algunos casos, la recolección total de los restos, debido al mal estado de conservación. Lo anterior hace suponer enterramientos posiblemente clandestinos de fetos y/o neonatos.

144

Sobre la antigüedad de el cementerio de infantes, se cree corresponde a las décadas de los sesentas y setentas por evidencias escritas halladas en algunas tumbas, pero no fue posible corroborar estos datos con el archivo histórico del Cementerio Central. De acuerdo con análisis preliminares de los restos óseos, el promedio de los niños enterrados está entre neonatos hasta 3 o 4 años de edad (Foto 2). Foto 2 Infante de 3 años de edad aprox. Lote CMA

2. En el Lote CMB, en la parte sur, se evidenciaron algunos enterramientos primarios de infantes, enterramientos primarios y secundarios de adultos, una fosa secundaria (ubicada en la parte nororiental del lote) (foto 3), bases de estructuras correspondientes a galerías ya inexistentes, ubicadas en la zona sur del lote; al norte de las estructuras evidenciadas, la

145 presencia de una placa de cemento sobre la cual se hallaban las galerías correspondientes a los N.N. y el área de basurero (Calvo, 1998:63 y 114); antiguas vías carreteables, senderos, alcantarillados y andenes.

Foto 3 Fosa secundaria – Lote CMB

Es importante mencionar que junto a los hallazgos correspondientes a los restos óseos, la presencia de elementos relacionados con rituales de brujería y santería ; además fragmentos cerámicos, de vidrio y monedas evidenciaron la presencia de probables áreas de habitación en la zona, antes de que ésta hubiese sido utilizada para fines sepulcrales.

Al igual que el lote CMA, el potrero fue convertido en un botadero de basuras y desechos de construcción, con materiales del cementerio como de otros lugares.

3. En el lote CMC se halló una de las fosas comunes que se relaciona con el hecho histórico

146 del 9 de abril de 1948 (fotografía 4); se hallaron también en el área, enterramientos primarios y secundarios de adultos, fosas secundarias (Tabla 1) y elementos relacionados con el tema de brujería y santería, fragmentos cerámicos y monedas.

En el análisis de los perfiles de los suelos se evidenciaron además de 3 momentos de relleno, la posible antigüedad de los enterramientos allí encontrados y su correlación con datos históricos.

A. Las tumbas halladas con profundidad entre 1.50 y 2 m, que eventualmente serían las más antiguas de acuerdo con las características presentes en el desarrollo de los suelos del relleno de las mismas, correspondientes en su gran mayoría a individuos adultos, guarda relación con lo que Calvo (1998:8) menciona sobre el tema de higiene pública e inhumación en cementerios; es así como para mediados del siglo XIX se inician labores de construcción del cementerio circular sobre la vía que conducía a la población de Engativá. Al occidente de esta, zona, en el cementerio de los pobres, los cadáveres eran inhumados en el suelo; entonces la utilización de estas zonas verdes como lugares de enterramiento, es probable que se diera después de la segunda mitad del siglo XIX hasta bien entrada la década de los setentas. Esta última fecha se corrobora por una manilla encontrada en los restos óseos de un neonato, en la cual figura la fecha de defunción: 1976.

B. Enterramientos secundarios de adultos que se encuentran entre 1 y 1.50 m de profundidad ubicados sobre los enterramientos mencionados anteriormente. No se sabe con certeza la antigüedad de esta práctica, pues por la superficialidad de los enterramientos y la perturbación de los mismos, implicó la destrucción de la evidencia que pudieran dar los

147 suelos que formaron parte del relleno de las tumbas. De otra parte, sobre la antigüedad de esta práctica no se encontró información de archivo en el archivo del cementerio.

C. El relleno superficial que corresponde a explanación de material de desecho: ladrillo rojo, asfalto, concreto, basura (plásticos, envases, vidrios, ropa, zapatos, icopor –entre otros-). Al parecer, al igual que en los otros lotes (CMA y CMB), en algún momento la zona verde fue convertida en un botadero de basuras y desechos de construcción. Esto nos habla de momentos más recientes; la aparición del plástico en los primeros 40 y 50 cm de profundidad, indica que el relleno es relativamente reciente, pero de acuerdo al análisis preliminar de los plásticos y otros desechos como el icopor, al parecer las basuras fueron depositadas allí hacia la década de los años 80´s.

Foto 4 Detalle de algunos de los individuos hallados en la fosa común; obsérvese la superposición de dos individuos en cada enterramiento.

148

El perfil modal identificado en el Lote CMC corresponde a: relleno (00 – 50 cm), horizonte A (Ab1 y Ab2 – 50 – 100 cm), AB y B. Con relación al estado de conservación de los individuos adultos varía; los enterramientos fueron realizados en los horizontes B y BC, de acuerdo con los análisis físicos de los perfiles de suelo.

Tabla 1. Total de Individuos según tipo de enterramiento Lote CMC

Tipo de Enterramiento

Total individuos

Fosa Secundaria

14 aprox.

Tumba Secundaria

19 (incluyendo 1 infante)

Tumba Primaria

22 (incluyendo 2 infantes)

Fosa Primaria 5 Fosa Primaria asociada los hechos históricos del 9 de abril 20 4. A continuación se exponen algunos aspectos que aportaron elementos importantes para el proceso de investigación:

4.1 Los documentos históricos (periódicos, revistas, libros, archivos fotográficos, de radio, televisión y cine) generados antes y después de la fecha del “Bogotazo” fueron útiles tanto para el contexto de la investigación, como un complemento vital para la interpretación arqueológica (Little, 1998:264; Little y Shackel, 1992:4 En: Funari, 1998:8). Es claro que los arqueólogos debemos combinar el uso de la cultura material como un estudio de la

149 documentación escrita (Roser, 1987:131; Ibíd., 1998:8).

Por ejemplo, el periódico El Tiempo hace mención en los fragmentos abajo citados sobre el número de cadáveres y la disposición que hicieron de ellos las autoridades de la época en el Cementerio Central; también hace énfasis sobre los cadáveres de muerte natural.

El Tiempo, viernes 16 de abril de 1948. Pagina 2. La identificación de los numerosos cadáveres es totalmente imposible Los hacinamientos hechos en los tres cementerios constituyen un espectáculo macabro ---Las boletas de defunción se expiden en blanco.

Donde mejor puede evidenciarse el significado de la gran tragedia que sufre la capital de la republica es en sus cementerios. Una visita a las necrópolis del centro, del norte y del sur da la idea mas o menos precisa del crecido número de victimas caídas bajo el plomo de los fusiles, por la acción tremenda de los mas variados armamentos.

En el Central En el Cementerio central uno de nuestros cronistas pudo observar el miércoles (14 de abril) no menos de 300 cadáveres amontonados y muchos de ellos en estado de putrefacción. Parte de estos cadáveres se encontraba tirada sobre los pavimentos cercanos a la portada, otros sobre los sitios del sector sur del cementerio y la mayor parte en el horripilante hacinamiento que fue hecho en el panteón de la Policía y otros en los sitios destinados a la morada póstuma de algunas entidades de carácter colectivo. ____________________

150 El Tiempo, martes 11 de mayo de 1948. Pagina 10.

549 PERSONAS FUERON ENTERRADAS EN BOGOTA, DURANTE LOS DIAS TRAGICOS 164 cadáveres eran de mujeres ---- En la lista figuran mas de 30 personas muertas de muerte natural ---- El informe solo se refiere a los cementerios Central y de Chapinero.

La administración de cementerios suministro ayer (10 de mayo) para la publicidad la lista de las personas enterradas durante los días trágicos en el cementerio Central y de Chapinero.

En ella figura algo mas de 30 que murieron de muerte natural… De los cadáveres, 164 correspondían a mujeres y el resto a hombres. De los sepultados 44 no fueron identificados entre ellos el de 20 mujeres y un niñito…En esta forma puede deducirse que los muertos en los cementerios de Bogota suben a 419.

Los no identificados De los 65 cadáveres no identificados que fueron sepultados en Bogotá, 44 corresponden a hombres, 20 a mujeres y 1 a un niñito.

Lo anterior guarda relación con los análisis forenses llevados a cabo en el laboratorio, en los cuales se concluye que ninguno de los cuerpos presentó evidencias de muerte violenta ocurrida con algún tipo de arma (de fuego, con objeto contundente o corto punzante), que dejó huella en los restos óseos u otros elementos indicadores de la muerte de los individuos.

151

4.2 Etnografía: Diversos testigos

que fueron testigos – directos e indirectos - del hecho

acaecido el 9 de abril de 1948, mencionaron diferentes versiones acerca de la ubicación de la fosa común: en la parte centro sur del Lote CMA, en la zona sur occidental del Lote CMB, parte norte de la actual carrera 22 con calle 26 (actual Parque El Renacimiento); dichos testimonios fueron contrastantes y algunos definitivos con relación a la posible ubicación de una de las fosas en el Parque del Renacimiento, pero ninguna relacionada con el área actual del hallazgo. Con relación al área de la fosa común, se habló de un gran hueco, pero ninguno nombró dimensiones; los datos mencionados no fueron definidos.

Foto 5 Recipientes de vidrio relacionados con prácticas de religiosidad popular hallados en el lote CMA

De otra parte, en el contexto se destaca la presencia de elementos relativos al tema de la santería y brujería como se mencionó anteriormente; esto fue el inicio de lo que sería parte de la convivencia con el espacio, sus actores y sus costumbres. Objetos compuestos por

152 frascos de vidrio o plástico, con diversos contenidos relacionados con este tipo de prácticas (fotografía 5). Algunos como fotografías, con alfileres y escritos al reverso de la misma, muñecos elaborados en cera negra, con alfileres y cinta de color negro puesta de manera envolvente sobre el área de los ojos, el corazón, la pelvis y las rodillas (fotografía 6). A la par de estos hallazgos, se pudo observar la presencia de personas que visitaron el cementerio especialmente los días lunes para llevar a cabo rituales “especiales” como golpear las lápidas para hacer peticiones a las ánimas, dejando flores en cada tumba visitada, en acción de gracias.

Foto 6 - Muñecos elaborados en cera negra

Otros visitantes llegaron a las bóvedas ya vacías y en ellas prendieron velas de cebo sobre una petición escrita a mano en un papel. El objetivo final del ritual, que las almas realizaran los favores pedidos.

4.3 Análisis de fotointerpretación: Este análisis se realizó con las fotografías aéreas

153 correspondientes a la fecha 15 de Mayo de 1948, Esc. 1:4.000, IGAC. Para el Lote CMC – Globo B-, se observó la una remoción del suelo (probablemente para realizar enterramiento) que está ubicada a mas o menos 80 mt sentido norte sur de la calle 26, al lado occidental del antiguo sendero, con medidas entre 10 y 20 m de largo y entre 5 y 10 m de ancho aprox.; es lineal en sentido oriente – occidente; hacia el sur, se evidencia un montículo de tierra aledaño al anterior (Posible fosa del 9 de Abril excavada).

Siguiendo hacia el sur - oriente, se observó una depresión en el terreno de forma semicircular con aproximadamente 25 m de diámetro, cubierta de vegetación, en donde se ubicó la quinta y última galería (San Jorge), hacia el sector nor-oriental del Globo B. Se observó otra remoción de tierra a 20 m sentido norte - sur del anden de la avenida calle 26 con carrera 22 (actual zona de la plazoleta Globo B), no tenía vegetación y se evidenció un montículo en el terreno; su forma rectangular de aproximadamente 8 x 4 m. En la zona del Parque El Renacimiento se identificó la última remoción, entre 80 y 90 m sentido norte - sur de la avenida calle 26; podría corresponder a otra fosa más pequeña de forma circular de 5 m de diámetro. Estaría casi alineada con lo observado en la actual plazoleta del Globo B.

Se evidenciaron áreas con por la ausencia de cruces, pues en estos lugares se llevaron a cabo enterramientos primarios; la zona verde era utilizada como cementerio campestre, característica general de toda el área adyacente a las galerías de este sector (foto 7). Otro aspecto importante a resaltar, es que tuvieron cuidado de volver a poner los pedazos de cespedones, por que se evidenciaron con claridad en la fotografía.

154 Las cuatro áreas removidas identificadas, no estaban acondicionadas para enterrar más de 300 personas; en la fotografía aérea se aprecia claramente que no fueron removidos grandes volúmenes de suelo, por lo menos para hacer grandes fosas. La conclusión es que no hubo fosas grandes y que a muchos de los cadáveres los enterraron en otros sitios, diferentes al Cementerio Central (Cementerio del Sur y Chapinero), como lo menciona el periódico El Tiempo, martes 11 de mayo de 1948. Pagina 10, citado en este trabajo. .Foto 7 Cementerio campestre Globo B

Fuente: Revista Cromos 1941

4.4 Cartografía y Planos: Una vez identificadas las posibles áreas de enterramiento mediante fotointerpretación, la fotografía es ampliada a la escala de manejo utilizada para los planos del proyecto arqueológico (Esc. 1:150); superponiendo la fotografía con el plano actualizado para corroborar el área identificada de la posible fosa común

relacionada con los hechos

acaecidos el 9 de abril de 1948, las imágenes coincidieron con las áreas identificadas en la fotointerpretación.

155 4.5 Suelos, materiales y estructura (alcantarilla)

a. El área de la fosa común presenta 5 momentos de relleno: -

El primero va de 1.40 m a 90 cm de profundidad con materiales pequeños como

fragmentos de ladrillo , cascajo, carbón, fragmentos cerámicos tipo vidriado y restos óseos en matriz de suelo pardo oscuro, mezclado con suelo arcilloso pardo amarillento oscuro; este relleno corresponde al material que cubre los cuerpos de la fosa. -

El segundo va de 92 cm a 50 cm de profundidad con materiales en mayor densidad

que el descrito anteriormente; de tamaño pequeño y mediano como ladrillo, cascajo, carbón y fragmentos óseos en matriz de suelo pardo oscuro. Se presentan perturbaciones que se relacionan con enterramientos secundarios realizados posteriormente. -

El tercero está entre 55 y 30 cm de profundidad con materiales abundantes de

tamaño mediano; lo componen ladrillos, roca, cascajo, vidrios, arena, fragmentos de huesos, en matriz de suelo pardo oscuro. -

El cuarto y quinto relleno está entre 30 y 00 cm.; corresponden a materiales gruesos

compuestos por roca, ladrillo, baldosín, mármol, fragmentos de lápidas, vidrios, plástico, textil y la capa orgánica compuesta por pasto kikuyo.

En general la matriz de suelo de los rellenos presentes en la fosa común, corresponden a suelos arcillosos de origen pantano lacustre; esto indica que los cuerpos fueron cubiertos con el mismo suelo del perfil subyacente y no con suelo superficial. Esto desde el punto de vista pedogenético implica cierta homogeneidad en el relleno y permite establecer cronológicamente un tiempo probable del enterramiento.

156 El primer relleno tiene cierto grado de evolución pedogenética: el agua penetra entre los poros del suelo que lava, dejando una película sobre la superficie del mismo. Esa película – que tiene apariencia de cera derretida -, implica que es un suelo relativamente viejo (cutanes

de limo); se asume una edad promedio de desarrollo de suelo después del

momento de relleno, no menor a 50 años. Otra apreciación importante es que en el suelo se evidencian cortes hechos no con máquina sino con herramientas de mano. Las características del relleno que cubren todos los cuerpos de los individuos hallados en la fosa común, presenta correspondencia por las características expuestas con anterioridad, lo que indicaría que todos los cuerpos allí presentes, fueron enterrados en un mismo momento.

De otra parte, la cantidad de rellenos (5 en total) evidencian mayor actividad antrópica en este sitio (área de la fosa común), cuyo objetivo probable era tratar de nivelar a terreno plano el área por la depresión natural que se evidencia en este sector del lote; a diferencia de las demás áreas adyacentes a la fosa en las cuales se identificaron solamente tres momentos de relleno.

La reconstrucción de la fosa se dio mediante la evidencia observada en los pozos de sondeo: tanto de ubicación y postura de los cuerpos, como de los rellenos y cortes en el suelo; se llevó a cabo la apertura de trincheras uniendo pozos entre sí, lo que hizo posible la identificación del área total de la fosa. El área triangular correspondió a 9 x 9 x 9 m, de 1.40 a 1.50 m de profundidad.

b. Estructura (alcantarilla) relacionada con la fosa común:

157 En la parte central del lote CMC – Globo B -, se halló en sentido oriente-occidente, una estructura correspondiente a una alcantarilla de drenaje a 1.40 m de profundidad; dicha estructura atraviesa diagonalmente la fosa común y sobre la cual se hallaron los cuerpos. La antigüedad de la construcción dió luces sobre la antigüedad de la fosa. Para ello se contó con la visita en campo del arquitecto restaurador, Ernesto Moure quien afirmó “que los materiales empleados para la construcción de la estructura corresponden a ladrillos burdos, cocidos y vitrificados a altas temperaturas en horno; no corresponden a ladrillo tipo español del siglo XVII y XVIII, ya que este tiene características diferentes en cuanto a forma y densidad; se presume que el ladrillo utilizado para hacer este drenaje fue horneado al sur de Bogotá, y utilizado para construcción a finales del siglo XIX e inicios del XX. Este tipo de ladrillo no se empleaba para acabados ni para fachadas; la argamasa o cemento utilizado para pegarlo esta aglutinada con cal y arena, la usanza de este material es muy antigua. Estas estructuras se realizaron en cercanías a vías o viviendas para canalizar aguas lluvias (de drenaje). Este tipo de ladrillo fue muy utilizado hasta los años 30 y es claramente anterior a 1948”.

La alcantarilla presente en la fosa, fue construida en la mayor depresión natural del lote del Globo B, aprovechando las características del terreno, como sistema de drenaje. Es posible que por esta característica, fue escogido el lugar –entre otros-, para ser “rellenada” con los cuerpos que formarían parte de la fosa común. Esto explicaría por que allí la fosa no es más profunda, debido a que en el momento de su apertura para deposito de los cuerpos, se encontraron con la alcantarilla de la cual no tenían conocimiento, lo que limitaría posiblemente la profundidad del enterramiento de los cuerpos y su número.

158 Finalmente la evidencia indica que la Fosa común hallada en el sector centro oriente del lote denominado CMC es triangular, con una profundidad entre 1.40 y 1.50 m, con cerca de 30 individuos, evidenciados físicamente 21, exhumados 20, dentro de los cuales se encontró 1 niño, 2 jóvenes y 17 adultos; la ubicación de los cuerpos: cabeza al occidente, en su mayoría puestos de cubito dorsal, otros de cubito ventral y en menor proporción, de cubito lateral. Esta podría corresponder a una de las fosas comunes del suceso violento del 9 de abril de 1948 de acuerdo a las evidencias expuestas.

Comentarios finales La arqueología en contextos contemporáneos permite comprender situaciones y momentos relacionados con eventos de los cuales el registro histórico forma parte importante de la evidencia. Otro aspecto fundamental corresponde a actores que aún guardan en su memoria el momento vivido y además las dinámicas que se generaron en torno al espacio de la muerte; lo anterior más los hallazgos arqueológicos permitieron aportes que la historia no tenía en sus archivos y que hoy a la luz de la arqueología histórica, dan la posibilidad de reconocer espacios, eventos y actores que ni la arqueología ni la historia tradicional habían dado cuenta de ellos.

Diversa literatura histórica cuenta en sus relatos la historia de los héroes, aspecto que las ciencias sociales han venido apoyando a través del tiempo, la exaltación de la elite, de los que han tenido el poder y de quien supuestamente se heredó la base de la sociedad actual; todo esto refleja el compromiso que ahora tienen las ciencias humanas y sociales por rescatar y resaltar los aspectos relativos a las comunidades y a su participación

159 trascendental en los eventos históricos.

Es así como la población caída el 9 de abril de 1948 merece ese reconocimiento; la población que realizó la asonada frente al aniquilamiento de sus esperanzas mediante el asesinato de su representante político y social. La historia habla de los destrozos, de muchos muertos, de las pérdidas económicas, todo esto en términos descriptivos; son pocos los textos que contienen análisis críticos de la realidad que el país vivió en ese momento; pero ninguno reconoce la importancia que el pueblo tuvo en la guerra que se dio tras la muerte del caudillo; todos ellos tenían en Jorge Eliécer Gaitán, la esperanza eventual de un futuro mejor.

Fueron los caídos los que quedaron sin nombre, sin historia, de aquellos que se construyeron así mismos mediante su propia lucha y que no se recalca aquí para mantener vigente la identificación de clases, sino reivindicar su identidad. Valga la pena este trabajo para hacer un reconocimiento a todos ellos quienes forman parte fundamental de la historia de un país que ante la desesperanza de una guerra continua, tiene la capacidad de sonreír y de esperar un futuro mas promisorio.

Agradecimientos Al, director de la Asociación Colombiana de Antropología Forense ACAF y del proyecto arqueológico Cesar Sanabria, a Gustavo González con quien se escribió una versión anterior a este artículo y que fue presentado en el Simposio de Arqueología Histórica del III Congreso de Arqueología en Colombia, y quien además realizó aportes y comentarios al texto final; al equipo de investigadores y colaboradores del proyecto arqueológico del 9 de

160 abril de 1948.

En el marco del Doctorado de Arqueología de la UNCPBA a Gustavo Polítis y María Luz Endere por el apoyo a la publicación conjunta de los estudiantes y al profesor de Arqueología Histórica Pedro Paulo Funari, gestor principal de esta idea que se hizo tangible tras la publicación de estos artículos, que revelan la importancia de una producción investigativa, teórica y metodológica de las diferentes temáticas arqueológicas de lo particular y lo local en un contexto eminentemente latinoamericano; este ejercicio permite presentar las investigaciones relacionadas con nuestra historia y construcción de identidad.

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LAS CANOAS MONÓXILAS DEL LAGO NAHUEL HUAPI

INTRODUCCIÓN El presente trabajo expone brevemente parte de la investigación llevada a cabo a partir del relevamiento de un grupo de canoas monóxilas -embarcaciones excavadas a partir de un solo tronco- halladas en el Parque Nacional Nahuel Huapi, Provincias del Neuquén y

166 Río Negro, Argentina (Braicovich 2004). El estudio de las mismas partió desde la idea de entender que la vida de los habitantes de estas latitudes se encuentra, desde tiempos muy remotos, estrechamente vinculada al paisaje acuático que lo rodea. Estas embarcaciones fueron en su mayoría hallazgos de particulares, lo que provocó inevitablemente la pérdida de información contextual. Sin embargo, las fuentes documentales provenientes tanto de los primeros exploradores que incursionaron en la zona del Nahuel Huapi, como de aquellos pertenecientes a los padres jesuitas y franciscanos que se asentaron o recorrieron la región, ofrecían gran cantidad de información acerca de los accesos y rutas de navegación –tanto terrestres como acuáticos- que vinculaban la zona del Nahuel Huapi con el Pacífico, así como también sobre los pueblos que habitaron ambos lados de la cordillera, las relaciones establecidas entre estos, sus organizaciones y sus prácticas cotidianas. Es cierto también que las fuentes utilizadas fueron producidas por europeos y que por lo tanto, se podría observar la ‘peligrosidad’ de contar solo con el testimonio del ‘conquistador’, sin embargo, creemos que existe la capacidad de ‘leer entre líneas’, y que podemos ser capaces de internarnos en esas ‘ausencias discursivas’ que nos refieren a la vida de las demás personas, en esas historias subalternas (Funari 2004), en donde lo que nos es solapado, esta siempre latente esperando a ser descubierto. Entendemos que la imparcialidad en la construcción de los documentos no existe (Alberione Dos Reis 2005), los hombres, envueltos en subjetividades, crean los documentos dentro de una historia y una realidad particular, la cual debe ser tenida en cuenta al leer el documento (Johnson 1999). De esta manera también será posible internarse en la realidad social de aquél que escribió, y a la vez interpretar por qué lo hizo de esa manera. La arqueología histórica –entendida como “el estudio de las huellas dejadas por el hombre en el curso de su existencia y que deviene en la cultura material de los pueblos”

167 (Domínguez 2005: 26)- permite abordar la historia de los pueblos estudiados no solo a partir de la cultura material sino también a partir de los documentos (Orser 1999, Alberione Dos Reis 2005), pudiendo estos ser considerados, tanto complementarios, interdependientes como contradictorios (Little en Funari 2004), “en el proceso dialéctico del conocimiento” (Sian Jones 1999: 119) . Este tipo de abordaje se ve enriquecido al trabajar con fuentes etnográficas, mapas antiguos, referencias geográficas, fotografías, registros orales de antiguos pobladores de la zona, asi como también con mitos y leyendas de poblaciones originarias (Allen 1998; Dominguez y Funari 2002; Funari 2005, Johnson 1999; Vieira de Oliveira 2004). En nuestro caso, esta documentación amplió de manera significativa la comprensión sobre las embarcaciones y los pueblos que las navegaban, la continuidad de esta práctica de navegación y la movilidad temporal de las relaciones dadas entre grupos, permitiéndonos abarcar diferentes contextos históricos y geográficos. Observar las “conecciones y los conectores entre la gente y los grupos del pasado” Funari et al (2005: 4) permitió recrear un espacio social de articulación, que logró trascender lo local y lo regional. Entendemos las rutas de navegación como conectores de estructuras sociohistóricas y sociambientales pertenecientes a una red, en las que se ven implicadas relaciones dinámicas entre hombre y hombre y entre el hombre y el espacio (Orser 1999). El contacto con el español generó reestructuración y establecimiento de nuevas redes (Vieira de Oliveira 2004) basadas en la adopción de nuevas prácticas relacionales por parte de ambos grupos. Las rutas existentes permitieron vincular a los españoles con las poblaciones que habitaban estas tierras; para adentrarse tuvieron necesariamente que comenzar a reconocer el espacio que se les presentaba; solo a través de las relaciones y conflictos mantenidos con los pueblos, esto fue posible.

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Posicionándonos en el paisaje El Parque Nacional Nahuel Huapi se ubica en el sudoeste de la provincia del Neuquén y en el noroeste de Río Negro, formando límite con Chile. Se sitúa entre los 41º de lat. S y los 71º de long. O (Figura Nº 1). Posee una superficie de 710.000 has, viéndose conformado por una muestra representativa de los ambientes naturales de la región andina del norte de la Patagonia: Zona Altoandina, Estepa Patagónica y Bosque Andino-Patagónico. Entre los numerosos lagos esparcidos entre estos bosques se encuentra el Nahuel Huapi. En él se encuentra un grupo de islas, entre las cuales se destaca Isla Victoria, ubicada en la zona central del lago. Las orillas de los lagos y ríos se encuentran pobladas de árboles imponentes, entre los que encontramos al coihue, alerce y ciprés, especies que fueron utilizadas en la construcción de las embarcaciones monóxilas de la zona. Tal vez nos cueste pensar que esta zona y sus alrededores fuese escenario, desde hace siglos, de activos intercambios entre habitantes de zonas muy alejadas. Esa inaccesibilidad no fue tal a decir verdad (Fernández 1978). En el año 1620 el capitán español Juan Fernández cruza desde Chile la Cordillera de los Andes y descubre, en uno de sus viajes, el lago Nahuel Huapi. Viajaba con el fin de apresar o maloquear indígenas para llevarlos a Chile y posteriormente utilizarlos como fuerza de trabajo en las minas de Chile y Perú. Las malocas hacia la cordillera pasaron a ser práctica común de los españoles, sobre todo con los puelches del Nahuel Huapi, quienes oponían menor resistencia, por ser estos, según los europeos, de índole pacífica. Otro motivo de esta expedición y de muchas otras por venir, sería la del descubrimiento de la Ciudad de los Césares; se creía que existía un lugar de tierras fértiles y ricas, pobladas por descendientes de españoles que habían naufragado y con el deseo de volver a su tierra habían remontado

169 desde el Estrecho de Magallanes hasta los 41º de lat. S. A partir de esta leyenda comienzan a suscitarse los primeros reconocimientos de estas tierras alejadas, como eran la costa occidental de la Patagonia y la Cordillera Andina. La conquista española se había extendido en territorio chileno hasta la Isla Grande de Chiloé; sede de los jesuitas que recorrerían las tierras del sur en su misión evangelizadora, entre las cuales se encontraba la región del Nahuel Huapi. En 1670 se funda la misión “Nuestra Señora de la Asunción de los Poyas y Puelches del Nahuel Huapi”, denominada de esta manera por el Padre Mascardi. La misma funcionó, de manera más o menos continua hasta 1717. El siglo XVIII se presentó entonces como el espacio de conflicto, confrontación y conocimiento entre indígenas y blancos. Alternando con períodos de relativa paz, se evidencia un incremento en el intercambio de bienes entre ambos grupos, se crean nuevas redes de intercambio, a corta y larga distancia que generaron nuevas realidades demográficas, sociales y políticas. El primer viajero que logrará llegar al lago desde el Atlántico será, el Perito Francisco Moreno en 1876. Pocos años después, comenzarían los ataques al ‘Desierto’, arribando el ejército argentino al Nahuel Huapi en 1881. Los resultados fueron “el sometimiento del norte de la Patagonia a las autoridades del Estado Nacional, la destrucción de la economía y la sociedad indígena y su progresivo reemplazo por una sociedad de inmigrantes criollos y europeos” (Curruhuinca-Roux 1993:83). El área del Nahuel Huapi se mostraba entonces como un lugar propicio para el asentamiento. A partir de 1900 comienza a gestarse entonces la Colonia Agrícola-Pastoril Nahuel Huapi. La cercanía a los pasos chilenos y la comunicación que se generaba entre los pobladores que vivían a orillas del lago a través de la vía lacustre, generó paulatinamente

170 un espacio de intercambio entre los mismos, que posteriormente se vería reforzado por nuevas empresas que se asentarían en la zona.

¿Desde dónde partir? Las actividades llevadas a cabo por los pueblos en su contacto con las aguas han dejado huellas, parte de las cuales, aún hoy en día, persisten. Las vías fluviales y lacustres han servido como rutas naturales de gran movimiento, aún cuando las mismas no fueran fácilmente navegables (Valentini 2001). Los arqueólogos terrestres se han enfrentado frecuentemente a materiales en tierra claramente relacionados a las actividades acuáticas, sin visualizar las relaciones que se establecían entre las mismas (Jasinski 2002). Se muestra necesaria, de esta manera, la realización de trabajos en conjunto entre la arqueología terrestre y la subacuática que puedan brindarnos mutuos impulsos para futuras investigaciones. Se debe recordar que las relaciones humanas con los ambientes acuáticos implican aspectos que van mucho más allá de la construcción de embarcaciones o la navegación misma. Además, no es sólo la evidencia material derivada de aspectos tecnoprácticos relacionados con la navegación y la utilización de recursos acuáticos, sino también los elementos no-materiales como nombres de lugares, tradiciones orales, mitos, ideología, lengua, organización social, etc., las que forman parte del paisaje cultural acuático (Jasinski 2002). El comportamiento del Hombre en relación a su espacialidad (Orser 1999, 2005) conlleva una percepción particular, que está intrínsecamente ligada a la percepción que se tenga de la vida y el mundo y de las relaciones que este mantenga con su grupo y con grupos que pertenezcan a otros lugares (Jasinski 2002).

171 En esta propuesta se intenta abarcar mucho más que el abordaje de embarcaciones como temática aislada. Si entendemos el estudio de las embarcaciones dentro de un contexto cultural global, tendremos en ellas a un elemento importante dentro del vínculo paisaje acuático-hombre. Tradicionalmente la arqueología subacuática ha concebido una idea de evolución progresiva en cuanto a las embarcaciones.

“Al observar cada diseño dentro de estos cambios evolutivos, los reveces tecnológicos, las formas experimentales y los diseños surgidos a partir de la necesidad son fáciles de ser ignorados y desechados o vistos como irrelevantes, o peor, ser malinterpretados en el conjunto” (Conlin 1998:4).

La cuestión sería plantearse, por qué se produjeron estos cambios. No se desecha sin embargo la idea de que exista una evolución en los cambios tecnológicos de una embarcación, lo que se cuestiona es la unilinealidad. (Conlin 1998). Se entiende que el estudio tecnológico de las canoas es parte de una trama de estudios mayor que abarca la temática del papel que jugaron estas embarcaciones en la vida cotidiana de las personas. Sin embargo, no por esto es un recorrido menor. El estudio de la tecnología nos acerca no sólo a la manera en que se produjeron los artefactos, sino también a la relación que se produjo con el ambiente en el cual se encuentra un grupo determinado. A su vez, se encuentra ligado a la dinámica cultural que se produce dentro de las acciones sociales y la visión del mundo de los grupos, en donde se entablan, niegan y reafirman las relaciones sociales que se dan dentro de los mismos y entre los demás. Se producen de esta manera cambios que, desde la actividad diaria, tendrán incidencia en

172 cambios sociales estructurales y en el modo de vida de estos grupos (Dobres y Hoffman 1994; Gastaldi 2001). Es interesante suponer que la construcción de una embarcación conlleva un propósito por parte del constructor, el que deja sus marcas al posicionarse en relación a estructuras y estrategias sociales. Estas estructuras que restringen o permiten la acción individual no la determinan mecánicamente. Son estos individuos quienes otorgan y dan significado a estos objetos en la vida cotidiana, es decir, son las personas que hacen y usan los objetos quienes codifican sus significados, teniendo en cuenta que dichos objetos pasan a formar parte de una estructura mayor relacionada en un ir y venir entre la producción material y lo simbólico reflejándose en un devenir histórico particular (Dobres y Hoffman 1994; Gastaldi 2001). Los estudios etnográficos acerca de las tecnologías implementadas en las embarcaciones pueden proveernos de información acerca de las continuidades temporales en el uso de ciertas embarcaciones de origen pre y posthispánicas. Además, pueden mostrarnos las diferencias constructivas y tecnológicas que se presentan y de qué manera influyen estos cambios en las prácticas culturales de los navegantes a lo largo del tiempo (Carabias 2000; Gould 2000).

¿Qué importancia tenía la navegación en el Nahuel Huapi? La interpretación de los registros arqueológico e histórico referidos a la zona del Nahuel Huapi plantean una significativa actividad náutica llevada a cabo por los grupos indígenas que habitaban las cercanías del lago desde épocas anteriores al contacto con el europeo. Dichos conocimientos fueron apropiados con el correr de los siglos no sólo por los jesuitas que exploraron la zona en los siglos XVII y XVIII, sino también, tiempo después,

173 por los colonos que establecieron relaciones con la región tanto comerciales como con fines colonizadores. Ya en el año 1978, el Lic. Jorge Fernández llamó la atención acerca de los restos de canoas monóxilas encontradas en el lago y cercanías, planteando la necesidad de comenzar trabajos arqueológicos subacuáticos que pudieran esclarecer de manera más completa la vida que habían llevado los pobladores de esta región lacustre. Esta sugerencia partió del hallazgo realizado por el mismo Fernández de una canoa monóxila que se hallaba en aguas del lago Nahuel Huapi (Fernández, 1978). Con el pasar de los años, la arqueología subacuática en el país fue perfeccionándose y comenzó a generarse, a partir de 1990, un interés por abordar ciertos sitios que se encontraban bajo agua directamente relacionados con sitios que habían sido trabajados en tierra. Pinturas rupestres relevadas en Isla Victoria, así como también un fechado radiocarbónico de 2000 A.P., en la misma isla, sugieren una temprana navegación practicada en el lago Nahuel Huapi. Según las crónicas de los padres jesuitas, esta zona se encontraba habitada por distintas parcialidades indígenas -los poyas, habitantes de la estepa y los puelches, grupo navegante que habitaba las costas del lago-. Fueron estos puelches quienes guiaron, junto con grupos navegantes de la isla de Chiloé, a los jesuitas, en su empresa evangelizadora, desde Chile hacia la región de los lagos (Hajduk 1991). El área de Arqueología Subacuática de la U.N.R lleva a cabo, en Diciembre de 1999, bajo pedido del Lic. Adán Hajduk, los primeros trabajos de arqueología subacuática en el lago. Estos sitios se relacionaron a la ruta de ingreso lacustre de los Jesuitas desde Chiloé durante el siglo XVII (Hajduk y Valentini 2002). En ese mismo año, en el lago Nahuel Huapi, en inmediaciones de la localidad de Villa la Angostura, provincia de Neuquén, se produce el hallazgo de una canoa monóxila que compartía características similares a las canoas registradas por Fernández (1978). A partir

174 de este descubrimiento, y teniendo en cuenta las propuestas anteriormente mencionadas surge el interés por reveer la información que se tenía hasta el momento acerca de este tipo de embarcaciones en la zona.

¿Y en qué navegaban? Tres de las embarcaciones que fueron ampliamente utilizadas por los grupos indígenas en las costas Patagónicas, tanto en el Pacífico como en aguas interiores de la cordillera andina fueron la dalca, la canoa de corteza y la canoa monóxila. Cuando los conquistadores recorren las costas de Carelmapu, Chiloé y los canales al sur de esta isla, se encuentran con un tipo de embarcación desconocida en el resto de América: la Dalca o canoa de tablas cosidas. El área de dispersión de la dalca corresponde al área de difusión del alerce, en Chile entre los 39º y medio y los 43º y medio de lat. S, y en Argentina, más limitadamente en el Brazo de Puerto Blest, en el lago Nahuel Huapi. Esta madera, permite obtener fácilmente, y solo con ayuda de cuñas, tablas regulares y flexibles de gran longitud (Emperaire 2002). Esta embarcación ha sido repetidamente descrita en las crónicas y largamente estudiada por arqueólogos e historiadores; sin embargo el registro arqueológico es deficiente en cuanto a las mismas. En la actualidad, la tradición constructiva de esta embarcación se ha perdido, solo se reconoce su nombre, pero no hay pobladores que las sepan construir fielmente (Emperaire 2002; Latcham 1930). Las primeras dalcas fueron avistadas en un viaje de exploración al estrecho de Magallanes por Ulloa, en 1553. Siglos después el padre Diego Rosales nos ofrecerá una de las descripciones más detalladas de estas embarcaciones:

175 “…Fabrican las piraguas de solas tres tablas cosidas: cortan los tablones del largo que quieren la piraguas, y con fuego entre unas estaquillas los van encorvando lo necesario para que hagan buque, popa y proa, (…) las otras dos tablas arqueadas con fuego, sirven de costados: con que forman un barco largo y angosto, juntando unas tablas con otras y cosiéndolas con la corteza de unas cañas brabas que llaman Culeu, machacadas, de que hazen unas soguillas torcidas que no se pudren en el agua. Y para coser las tablas abren con fuego unos agujeros en correspondencia, y después de cosidas las calafatean con las ojas de un arbol llamado Fiaca o Mepoa, que son muy viscosas, y les sobreponen corteza de maque, y de esta suerte hazen piraguas capaces para doscientos quintales de carga” (Rosales 1877:175).

La dalca, por su misma construcción permitía ser armada y desarmada al llegar a tramos de tierra y luego ser porteada hasta llegar al próximo espejo de agua. El contacto con el europeo produjo entonces grandes cambios en la construcción de la misma: se aumenta la cantidad de tablas de 3 a 5, pudiéndose construir dalcas de mayor tamaño y si se añadían las falcas se contaba entonces con 7 tablones. La dalca original, angosta y larga, no poseía quilla, roda ni codaste, era de fondo plano para varar en playa sin tumbarse; con el correr del tiempo se adaptan estas tres estructuras para aumentar el área de resistencia lateral; adaptándola entonces para la navegación a vela. Se introducen cuadernas interiores para lograr aumentar la resistencia estructural. Las dalcas primitivas no poseían remos ni timón. Los indígenas tampoco conocieron la vela antes de la conquista. Se comienzan a utilizar a cambio de las costuras para unir las tablas, clavos de fierro o tarugos de madera remachados (Cárdenas1993; Latcham 1930). Cuando nos aproximamos a los grupos navegantes del extremo sur del continente, nos

176 encontramos con los Yámana y Alacaluf, quienes utilizaban la canoa de corteza. Para ellos, las vías de comunicación principales fueron las del mar. En el año 1946, los etnólogos franceses Joseph Emperaire y Louis Robin, desembarcan en la isla Wellington, con el objetivo de convivir, durante 22 meses, entre los últimos fueguinos. Para aquella época la canoa de corteza solo sobrevivía bajo la forma de juguete para niños. Ahora era la canoa monóxila la embarcación adoptada -si bien se habría dado un período de convivencia entre ambas hasta probablemente 1925- (Emperaire 2002). Estudios arqueológicos realizados en Isla de los Estados, revelan que ya existía ocupación, en la misma, hace 2700 años. Lamentablemente no se han encontrado restos de embarcaciones atribuibles a los canoeros que ocupaban la zona, sin embargo, el uso de la canoa de cortezas es decididamente prehispánico (Borrero 2001). En la expedición de Santa María de la Cabeza, en 1788, encuentran, en la parte occidental del Estrecho, canoas de corteza. Emperaire reproduce esta descripción bastante minuciosa acerca de las mismas:

“La canoa de cortezas, (…), esta compuesta de 3 piezas, entre las cuales la del medio hace de quilla, de fondo, de roda y de estambor, mientras las otras dos forman los costados. Es curiosa la manera como los indígenas extraen la corteza de los árboles, pues no tienen otro instrumento que el de piedra con el cual hacen dos incisiones circulares y una vertical que se une a las otras dos.(…) En seguida se juntan, casi perpendicularmente a la base, las dos piezas laterales por costuras que envuelven a un calafateo de hierbas y de barro” (Emperaire 2002:215)

El acceso al metal significó el cambio en las técnicas constructivas. Como dijéramos

177 anteriormente, los alacalufes:

“pasaron naturalmente de un modo de construir embarcaciones a otro […] habían visto, por cierto, a cazadores chilotes improvisar en unos cuantos días, excavando con hacha un tronco de árbol; una embarcación rústica, pero suficiente para arreglárselas, en una situación difícil” (Emperaire 2002:219).

Las crónicas presentan mayor cantidad de información primeramente sobre las dalcas y las canoas de corteza, sin embargo, el registro arqueológico ha brindado casi nula información sobre las mismas. La falta de evidencias arqueológicas puede deberse, en gran parte, a los escasos trabajos realizados en la temática. Contrariamente, en el caso de las canoas monóxilas, contamos con gran cantidad de evidencias en la zona del Nahuel Huapi (Braicovich 2004; Fernández 1978) -en su mayoría obtenidas por hallazgos de particulares-, sin embargo las crónicas no dan más que unos pocos detalles acerca de las mismas. Es posible que esto se deba a que las canoas monóxilas podrían no haber sido ampliamente utilizadas en la época en la que escriben los cronistas o, tal vez, que la descripción de los medios de navegación en aquellos momentos no fue uno de las temáticas trascendentales dentro de sus informes. Las canoas construidas a partir de un solo tronco fueron utilizadas extensivamente a lo largo de América. Las crónicas registran la presencia de monóxilas a lo largo de la costa del Pacífico y en los ríos de América del Sur, desde Colombia hasta el Ecuador. En la zona del Nahuel Huapi han sido relevadas 12 canoas monóxilas, teniendo conocimiento de la existencia de otros ejemplares en zonas aledañas que no han podido ser estudiadas. En cuanto a los relatos de viajeros que navegaron región y las costas

178 patagónicas argentinas y chilenas, nos son abundantes en cuanto a las menciones de este tipo de embarcaciones, si bien el padre Rosales nos brinda una muy interesante:

“No son en Chile los árboles tan gruesos, ni tienen los indios instrumentos con que labrar los palos que no alcanzan, sino un toqui o azuelilla del tamaño de un formón que la encaban como martillo, y con su flema van cabando un árbol grueso (…) antes que tuviesen instrumentos de ierro y los que oy no los tienen en las provincias cercanas al Estrecho de Magallanes, hazen las canoas con gran trabaxo y caban un arbol muy gruesso con fuego, y con unas conchas del mar le van raiendo, aplicando el fuego moderadamente alrededor del árbol, atendiendo que no gaste sino aquella parte necesaria para derribarle, y con lentas llamas le trozan , sucediendo las conchas, que ni tienen mas achas ni azuelas para descortezarle, pulirle y darle la perfeccion. Y con el mismo trabaxo y faltas de herramientas abren el buque, quemando a pausas el corazon del arbol y raspando con las conchas lo que labra el fuego; y aunque tarde y espaciosamente, vienen a sacar su embarcación tan bien labrada como si tuvieran los instrumentos necesarios; y hazen mas que nuestros artífices, pues sin instrumentos obran a fuerza de industria y de paciencia lo que ellos con ayuda de azerados iunstrumentos” (Rosales 1877:173).

Para el reino de la Araucanía y áreas de influencia, el huampo era la canoa de tronco ahuecado. Erize (1992) describe, dentro de los grupos costeros, mapuches chilenos, la tradición de enterrar grandes personalidades en un ‘Ataúd Canoa’. El mismo se compone de dos piezas, se construye con un grueso tronco de árbol, partido a lo largo por la mitad. Ahuecadas cada una de esas mitades en forma de canoa (de ahí su nombre) se coloca el cadáver en la mitad más chica y la otra mitad sirve como tapa.

179 Se observa entonces que hay una utilización de este objeto que va más allá de prácticas cotidianas como podrían ser, la navegación y la pesca. Se entiende que esto tiene que ver en como las personas dimensionan su paisaje y lo que hay en él. Las aguas fueron importantes para estos pueblos, y lo eran de manera tal que, como vemos en el ejemplo anterior, se utilizan elementos de navegación para incorporarlas a las prácticas mortuorias. Para mediados del siglo XVIII, se registran estas embarcaciones en la entrada occidental del estrecho de Magallanes, conociéndose un siglo después entre los grupos fueguinos, quienes reemplazarán definitivamente, como hemos dicho, la canoa de corteza por la monóxila (Emperaire 2002; Latcham 1930). La gran transición que implicó para estos grupos que habían utilizado durante siglos un tipo de embarcación –la canoa de corteza- y que termina, en sus últimos días navegando en otra embarcación tan diferente, es interesante. Si este cambio se produjo en grupos como alacalufes y yámanas, es factible pensar que en otras regiones pueda haber sucedido lo mismo. Las materias primas (como las maderas de distintas especies de árboles) y las herramientas utilizadas para la construcción, así como las formas y tipos de canoas monóxilas variaron entre las distintas regiones, sin embargo las similitudes constructivas predominaron. Según Cárdenas (1993) en Chiloé el huampo fue utilizado hasta hace unas pocas décadas, para navegar en ríos, esteros y para ir de una isla a la otra. Si bien considera que no poseía cualidades como la de la dalca para navegar los canales, sí podía satisfacer necesidades mínimas de desplazamiento sobre el mar. En la región del Nahuel Huapi, fray Menéndez encontró una embarcación a la que llamó canoa antigua. Según Fonck, la misma perteneció a los misioneros jesuitas que habían navegado el lugar en épocas anteriores. Para él “esta embarcación no fue una piragua, sino una canoa, bien que de una construcción mista, puesto que tenia falcas lo mismo que

180 aquella, adición que aumentaba considerablemente su capacidad” (Fonck 1900: 286). Menéndez no puede haber hallado una dalca, ya que esta era la embarcación en la que regularmente navegaba y conocía por ende su construcción. En 1856, en su viaje de reconocimiento del Nahuel Huapi, Fonck y Hess, construyen también una canoa monóxila. Cox, en su viaje por el algo Lacar (Pcia. de Neuquén), llegó a un balseo adonde uno de sus acompañantes “pasó en una canoa todos los bagajes y las monturas, los caballos atravesaron nadando, nosotros los últimos en la canoa” (Cox,1999:148). En su libro dice que ‘los pobres’ construyen canoas de coihue, “simplemente ahuecado al fuego y con instrumentos muy imperfectos […] de las cuales algunas pueden cargar pesos considerables” (Cox 1999:64). En Agosto de 1910, Don Santiago de Larminat, decide radicarse en San Martín de Los Andes. Al llegar al lago Lácar contratan a una pareja de mapuches para que los llevasen a destino. Allí se embarcan en una canoa (a la que fotografía y pinta), la cual, según se describe era “un cómodo tronco de árbol tallado con hacha y flanqueado por dos balancines que impedían que se diera vuelta. No faltó lugar para el equipaje, pero avanzaron muy despacio, a pesar de la vela y un buen viento de popa.” (Larminat 2004:124). El testimonio que ofrece Larminat es importante en tanto muestra fotográficamente la existencia de este tipo de embarcaciones en la zona hacia principios de 1900. Según la descripción la canoa era propiedad de una familia mapuche. Es probable que otras familias de la zona fueran poseedoras de embarcaciones similares. Las canoas estudiadas en el Nahuel Huapi pertenecen probablemente a las familias que habitaban la zona entre fines de 1800 y primeras décadas de 1900 (Braicovich 2004). Recientemente hemos realizado el estudio de una de estas embarcaciones en Lago Verde, Parque Nacional Los Alerces. El registro oral relevado en esta zona muestra que para las

181 primeras décadas de 1900 estas embarcaciones eran utilizadas por sus pobladores. Es importante observar que hacia 1900, en la zona del Nahuel Huapi, las vías acuáticas eran preferidas a las terrestres, ya que los caminos entre los poblados en aquel entonces eran dificultosos, sobre todo en las épocas invernales en las que los mismos se cerraban, dándose la comunicación regular entre las poblaciones, únicamente, a través de embarcaciones que navegaban el lago. Si bien, con la creación de la Colonia pastoril agrícola-ganadera Nahuel Huapi comienza a generarse la creación de aserraderos que permitían, entre otras cosas, construir embarcaciones tales como vapores, cargueros, botes, etc, el registro oral, escrito y fotográfico nos habla de la existencia en la zona de canoas monóxilas hacia principios de 1900. Nuestro objetivo es continuar profundizando en un tema que, si bien se encuentra en una etapa inicial abre la posibilidad imaginar al hombre cordillerano desde una perspectiva, que realza su estrecha vinculación con el paisaje acuático.

CONCLUSIÓN El estudio de las canoas monóxilas del Parque Nacional Nahuel Huapi partió de un abordaje multidisciplinar, en el que la arqueología Histórica y la Arqueología Subacuática permitieron contextualizar las embarcaciones en una espacialidad que les dio sentido. Esta espacialidad es visualizada en su dinámica relacional entre los hombres y entre el hombre y su espacio. La misma no se limita únicamente a los espacios terrestres sino también a los acuáticos, a las relaciones que mantuvo el hombre a lo largo de la historia con los espejos de agua. La ventaja de utilizar un abordaje relacional permitió observar de qué manera, en distintos puntos de la Patagonia diferentes tipos de embarcaciones eran utilizadas. Si el registro documental es rico en referencias sobre las embarcaciones que navegaban estas

182 rutas, creemos que deben existir evidencias materiales que amplíen nuestro conocimiento acerca de las mismas. Nuestra intención es que este trabajo sirva como disparador para realizar trabajos arqueológicos que permitan generar nuevas interpretaciones sobre los antiguos habitantes de estas tierras.

Agradecimientos Me gustaría

agradecer a Mónica Valentini, Adam Hajduk y Marek Jasinski por su

acompañamiento y colaboración durante la realización de mi tesis de Licenciatura. A la delegación de Parques Nacionales, Seccional Nahuel Huapi, a Soledad Caracotche, Cecilia Girgentis y Eduardo Pérez. A Mercedes Palavecino del Museo Histórico Regional de Villa La Angostura. A Pedro Funari por alentarnos a mirar más allá.

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LAS CANOAS MONÓXILAS DEL LAGO NAHUEL HUAPI Romina Braicovich

INTRODUCCIÓN El presente trabajo expone brevemente parte de la investigación llevada a cabo a partir del relevamiento de un grupo de canoas monóxilas -embarcaciones excavadas a partir de un solo tronco- halladas en el Parque Nacional Nahuel Huapi, Provincias del Neuquén y Río Negro, Argentina (Braicovich 2004). El estudio de las mismas partió desde la idea de entender que la vida de los habitantes de estas latitudes se encuentra, desde tiempos muy remotos, estrechamente vinculada al paisaje acuático que lo rodea. Estas embarcaciones fueron en su mayoría hallazgos de particulares, lo que provocó inevitablemente la pérdida de información contextual. Sin embargo, las fuentes documentales provenientes tanto de los primeros exploradores que incursionaron en la zona del Nahuel Huapi, como de aquellos pertenecientes a los padres jesuitas y franciscanos que se asentaron o recorrieron la región, ofrecían gran cantidad de información acerca de los accesos y rutas de navegación –tanto terrestres como acuáticos- que vinculaban la zona del Nahuel Huapi con el Pacífico, así como también sobre los pueblos que habitaron ambos lados de la cordillera, las relaciones 

Área de Arqueología Subacuática, U.N.R. Museo Histórico Regional de Villa La Angostura, Prov. Neuquén e-mail: [email protected]

188 establecidas entre estos, sus organizaciones y sus prácticas cotidianas. Es cierto también que las fuentes utilizadas fueron producidas por europeos y que por lo tanto, se podría observar la ‘peligrosidad’ de contar solo con el testimonio del ‘conquistador’, sin embargo, creemos que existe la capacidad de ‘leer entre líneas’, y que podemos ser capaces de internarnos en esas ‘ausencias discursivas’ que nos refieren a la vida de las demás personas, en esas historias subalternas (Funari 2004), en donde lo que nos es solapado, esta siempre latente esperando a ser descubierto. Entendemos que la imparcialidad en la construcción de los documentos no existe (Alberione Dos Reis 2005), los hombres, envueltos en subjetividades, crean los documentos dentro de una historia y una realidad particular, la cual debe ser tenida en cuenta al leer el documento (Johnson 1999). De esta manera también será posible internarse en la realidad social de aquél que escribió, y a la vez interpretar por qué lo hizo de esa manera. La arqueología histórica –entendida como “el estudio de las huellas dejadas por el hombre en el curso de su existencia y que deviene en la cultura material de los pueblos” (Domínguez 2005: 26)- permite abordar la historia de los pueblos estudiados no solo a partir de la cultura material sino también a partir de los documentos (Orser 1999, Alberione Dos Reis

2005),

pudiendo estos ser considerados,

tanto

complementarios, interdependientes como contradictorios (Little en Funari 2004), “en el proceso dialéctico del conocimiento” (Sian Jones 1999: 119) . Este tipo de abordaje se ve enriquecido al trabajar con fuentes etnográficas, mapas antiguos, referencias geográficas, fotografías, registros orales de antiguos pobladores de la zona, asi como también con mitos y leyendas de poblaciones originarias (Allen 1998; Dominguez y Funari 2002; Funari 2005, Johnson 1999; Vieira de Oliveira 2004). En nuestro caso, esta documentación amplió de manera significativa la comprensión sobre las embarcaciones y los pueblos que las navegaban, la continuidad de esta práctica de navegación y la movilidad temporal de las relaciones dadas entre grupos, permitiéndonos abarcar diferentes contextos históricos y geográficos. Observar las “conecciones y los conectores entre la gente y los grupos del pasado” Funari et al (2005: 4) permitió recrear un espacio social de articulación, que logró trascender lo local y lo regional. Entendemos las rutas de navegación como conectores de

189 estructuras sociohistóricas y sociambientales pertenecientes a una red, en las que se ven implicadas relaciones dinámicas entre hombre y hombre y entre el hombre y el espacio (Orser 1999). El contacto con el español generó reestructuración y establecimiento de nuevas redes (Vieira de Oliveira 2004) basadas en la adopción de nuevas prácticas relacionales por parte de ambos grupos. Las rutas existentes permitieron vincular a los españoles con las poblaciones que habitaban estas tierras; para adentrarse tuvieron necesariamente que comenzar a reconocer el espacio que se les presentaba; solo a través de las relaciones y conflictos mantenidos con los pueblos, esto fue posible.

Posicionándonos en el paisaje El Parque Nacional Nahuel Huapi se ubica en el sudoeste de la provincia del Neuquén y en el noroeste de Río Negro, formando límite con Chile. Se sitúa entre los 41º de lat. S y los 71º de long. O (Figura Nº 1). Posee una superficie de 710.000 has, viéndose conformado por una muestra representativa de los ambientes naturales de la región andina del norte de la Patagonia: Zona Altoandina, Estepa Patagónica y Bosque Andino-Patagónico. Entre los numerosos lagos esparcidos entre estos bosques se encuentra el Nahuel Huapi. En él se encuentra un grupo de islas, entre las cuales se destaca Isla Victoria, ubicada en la zona central del lago. Las orillas de los lagos y ríos se encuentran pobladas de árboles imponentes, entre los que encontramos al coihue, alerce y ciprés, especies que fueron utilizadas en la construcción de las embarcaciones monóxilas de la zona. Tal vez nos cueste pensar que esta zona y sus alrededores fuese escenario, desde hace siglos, de activos intercambios entre habitantes de zonas muy alejadas. Esa inaccesibilidad no fue tal a decir verdad (Fernández 1978). En el año 1620 el capitán español Juan Fernández cruza desde Chile la Cordillera de los Andes y descubre, en uno de sus viajes, el lago Nahuel Huapi. Viajaba con el fin de apresar o maloquear indígenas para llevarlos a Chile y posteriormente utilizarlos como fuerza de trabajo en las minas de Chile y Perú. Las malocas hacia la cordillera pasaron a ser práctica común de los españoles, sobre todo con los puelches del Nahuel Huapi, quienes oponían menor resistencia, por ser estos, según los europeos, de índole pacífica.

190 Otro motivo de esta expedición y de muchas otras por venir, sería la del descubrimiento de la Ciudad de los Césares; se creía que existía un lugar de tierras fértiles y ricas, pobladas por descendientes de españoles que habían naufragado y con el deseo de volver a su tierra habían remontado desde el Estrecho de Magallanes hasta los 41º de lat. S. A partir de esta leyenda comienzan a suscitarse los primeros reconocimientos de estas tierras alejadas, como eran la costa occidental de la Patagonia y la Cordillera Andina. La conquista española se había extendido en territorio chileno hasta la Isla Grande de Chiloé; sede de los jesuitas que recorrerían las tierras del sur en su misión evangelizadora, entre las cuales se encontraba la región del Nahuel Huapi. En 1670 se funda la misión “Nuestra Señora de la Asunción de los Poyas y Puelches del Nahuel Huapi”, denominada de esta manera por el Padre Mascardi. La misma funcionó, de manera más o menos continua hasta 1717. El siglo XVIII se presentó entonces como el espacio de conflicto, confrontación y conocimiento entre indígenas y blancos. Alternando con períodos de relativa paz, se evidencia un incremento en el intercambio de bienes entre ambos grupos, se crean nuevas redes de intercambio, a corta y larga distancia que generaron nuevas realidades demográficas, sociales y políticas. El primer viajero que logrará llegar al lago desde el Atlántico será, el Perito Francisco Moreno en 1876. Pocos años después, comenzarían los ataques al ‘Desierto’, arribando el ejército argentino al Nahuel Huapi en 1881. Los resultados fueron “el sometimiento del norte de la Patagonia a las autoridades del Estado Nacional, la destrucción de la economía y la sociedad indígena y su progresivo reemplazo por una sociedad de inmigrantes criollos y europeos” (Curruhuinca-Roux 1993:83). El área del Nahuel Huapi se mostraba entonces como un lugar propicio para el asentamiento. A partir de 1900 comienza a gestarse entonces la Colonia AgrícolaPastoril Nahuel Huapi. La cercanía a los pasos chilenos y la comunicación que se generaba entre los pobladores que vivían a orillas del lago a través de la vía lacustre, generó paulatinamente un espacio de intercambio entre los mismos, que posteriormente se vería reforzado por nuevas empresas que se asentarían en la zona.

191 ¿Desde dónde partir? Las actividades llevadas a cabo por los pueblos en su contacto con las aguas han dejado huellas, parte de las cuales, aún hoy en día, persisten. Las vías fluviales y lacustres han servido como rutas naturales de gran movimiento, aún cuando las mismas no fueran fácilmente navegables (Valentini 2001). Los arqueólogos terrestres se han enfrentado frecuentemente a materiales en tierra claramente relacionados a las actividades acuáticas, sin visualizar las relaciones que se establecían entre las mismas (Jasinski 2002). Se muestra necesaria, de esta manera, la realización de trabajos en conjunto entre la arqueología terrestre y la subacuática que puedan brindarnos mutuos impulsos para futuras investigaciones. Se debe recordar que las relaciones humanas con los ambientes acuáticos implican aspectos que van mucho más allá de la construcción de embarcaciones o la navegación misma. Además, no es sólo la evidencia material derivada de aspectos tecnoprácticos relacionados con la navegación y la utilización de recursos acuáticos, sino también los elementos no-materiales como nombres de lugares, tradiciones orales, mitos, ideología, lengua, organización social, etc., las que forman parte del paisaje cultural acuático (Jasinski 2002). El comportamiento del Hombre en relación a su espacialidad (Orser 1999, 2005) conlleva una percepción particular, que está intrínsecamente ligada a la percepción que se tenga de la vida y el mundo y de las relaciones que este mantenga con su grupo y con grupos que pertenezcan a otros lugares (Jasinski 2002). En esta propuesta se intenta abarcar mucho más que el abordaje de embarcaciones como temática aislada. Si entendemos el estudio de las embarcaciones dentro de un contexto cultural global, tendremos en ellas a un elemento importante dentro del vínculo paisaje acuático-hombre. Tradicionalmente la arqueología subacuática ha concebido una idea de evolución progresiva en cuanto a las embarcaciones.

“Al observar cada diseño dentro de estos cambios evolutivos, los reveces tecnológicos, las formas experimentales y los diseños surgidos a partir de la necesidad son fáciles de ser

192 ignorados y desechados o vistos como irrelevantes, o peor, ser malinterpretados en el conjunto” (Conlin 1998:4).

La cuestión sería plantearse, por qué se produjeron estos cambios. No se desecha sin embargo la idea de que exista una evolución en los cambios tecnológicos de una embarcación, lo que se cuestiona es la unilinealidad. (Conlin 1998). Se entiende que el estudio tecnológico de las canoas es parte de una trama de estudios mayor que abarca la temática del papel que jugaron estas embarcaciones en la vida cotidiana de las personas. Sin embargo, no por esto es un recorrido menor. El estudio de la tecnología nos acerca no sólo a la manera en que se produjeron los artefactos, sino también a la relación que se produjo con el ambiente en el cual se encuentra un grupo determinado. A su vez, se encuentra ligado a la dinámica cultural que se produce dentro de las acciones sociales y la visión del mundo de los grupos, en donde se entablan, niegan y reafirman las relaciones sociales que se dan dentro de los mismos y entre los demás. Se producen de esta manera cambios que, desde la actividad diaria, tendrán incidencia en cambios sociales estructurales y en el modo de vida de estos grupos (Dobres y Hoffman 1994; Gastaldi 2001). Es interesante suponer que la construcción de una embarcación conlleva un propósito por parte del constructor, el que deja sus marcas al posicionarse en relación a estructuras y estrategias sociales. Estas estructuras que restringen o permiten la acción individual no la determinan mecánicamente. Son estos individuos quienes otorgan y dan significado a estos objetos en la vida cotidiana, es decir, son las personas que hacen y usan los objetos quienes codifican sus significados, teniendo en cuenta que dichos objetos pasan a formar parte de una estructura mayor relacionada en un ir y venir entre la producción material y lo simbólico reflejándose en un devenir histórico particular (Dobres y Hoffman 1994; Gastaldi 2001). Los estudios etnográficos acerca de las tecnologías implementadas en las embarcaciones pueden proveernos de información acerca de las continuidades temporales en el uso de ciertas embarcaciones de origen pre y posthispánicas. Además, pueden mostrarnos las diferencias constructivas y tecnológicas que se presentan y de qué manera

193 influyen estos cambios en las prácticas culturales de los navegantes a lo largo del tiempo (Carabias 2000; Gould 2000).

¿Qué importancia tenía la navegación en el Nahuel Huapi? La interpretación de los registros arqueológico e histórico referidos a la zona del Nahuel Huapi plantean una significativa actividad náutica llevada a cabo por los grupos indígenas que habitaban las cercanías del lago desde épocas anteriores al contacto con el europeo. Dichos conocimientos fueron apropiados con el correr de los siglos no sólo por los jesuitas que exploraron la zona en los siglos XVII y XVIII, sino también, tiempo después, por los colonos que establecieron relaciones con la región tanto comerciales como con fines colonizadores. Ya en el año 1978, el Lic. Jorge Fernández llamó la atención acerca de los restos de canoas monóxilas encontradas en el lago y cercanías, planteando la necesidad de comenzar trabajos arqueológicos subacuáticos que pudieran esclarecer de manera más completa la vida que habían llevado los pobladores de esta región lacustre. Esta sugerencia partió del hallazgo realizado por el mismo Fernández de una canoa monóxila que se hallaba en aguas del lago Nahuel Huapi (Fernández, 1978). Con el pasar de los años, la arqueología subacuática en el país fue perfeccionándose y comenzó a generarse, a partir de 1990, un interés por abordar ciertos sitios que se encontraban bajo agua directamente relacionados con sitios que habían sido trabajados en tierra. Pinturas rupestres relevadas en Isla Victoria, así como también un fechado radiocarbónico de 2000 A.P., en la misma isla, sugieren una temprana navegación practicada en el lago Nahuel Huapi. Según las crónicas de los padres jesuitas, esta zona se encontraba habitada por distintas parcialidades indígenas -los poyas, habitantes de la estepa y los puelches, grupo navegante que habitaba las costas del lago-. Fueron estos puelches quienes guiaron, junto con grupos navegantes de la isla de Chiloé, a los jesuitas, en su empresa evangelizadora, desde Chile hacia la región de los lagos (Hajduk 1991). El área de Arqueología Subacuática de la U.N.R lleva a cabo, en Diciembre de 1999, bajo pedido del Lic. Adán Hajduk, los primeros trabajos de arqueología subacuática en el lago. Estos sitios se relacionaron a la ruta de ingreso lacustre de los Jesuitas desde Chiloé durante el siglo XVII (Hajduk y Valentini 2002).

194 En ese mismo año, en el lago Nahuel Huapi, en inmediaciones de la localidad de Villa la Angostura, provincia de Neuquén, se produce el hallazgo de una canoa monóxila que compartía características similares a las canoas registradas por Fernández (1978). A partir de este descubrimiento, y teniendo en cuenta las propuestas anteriormente mencionadas surge el interés por reveer la información que se tenía hasta el momento acerca de este tipo de embarcaciones en la zona.

¿Y en qué navegaban? Tres de las embarcaciones que fueron ampliamente utilizadas por los grupos indígenas en las costas Patagónicas, tanto en el Pacífico como en aguas interiores de la cordillera andina fueron la dalca, la canoa de corteza y la canoa monóxila. Cuando los conquistadores recorren las costas de Carelmapu, Chiloé y los canales al sur de esta isla, se encuentran con un tipo de embarcación desconocida en el resto de América: la Dalca o canoa de tablas cosidas. El área de dispersión de la dalca corresponde al área de difusión del alerce, en Chile entre los 39º y medio y los 43º y medio de lat. S, y en Argentina, más limitadamente en el Brazo de Puerto Blest, en el lago Nahuel Huapi. Esta madera, permite obtener fácilmente, y solo con ayuda de cuñas, tablas regulares y flexibles de gran longitud (Emperaire 2002). Esta embarcación ha sido repetidamente descrita en las crónicas y largamente estudiada por arqueólogos e historiadores; sin embargo el registro arqueológico es deficiente en cuanto a las mismas. En la actualidad, la tradición constructiva de esta embarcación se ha perdido, solo se reconoce su nombre, pero no hay pobladores que las sepan construir fielmente (Emperaire 2002; Latcham 1930). Las primeras dalcas fueron avistadas en un viaje de exploración al estrecho de Magallanes por Ulloa, en 1553. Siglos después el padre Diego Rosales nos ofrecerá una de las descripciones más detalladas de estas embarcaciones:

“…Fabrican las piraguas de solas tres tablas cosidas: cortan los tablones del largo que quieren la piraguas, y con fuego entre unas estaquillas los van encorvando lo necesario para que hagan buque, popa y proa, (…) las

195 otras dos tablas arqueadas con fuego, sirven de costados: con que forman un barco largo y angosto, juntando unas tablas con otras y cosiéndolas con la corteza de unas cañas brabas que llaman Culeu, machacadas, de que hazen unas soguillas torcidas que no se pudren en el agua. Y para coser las tablas abren con fuego unos agujeros en correspondencia, y después de cosidas las calafatean con las ojas de un arbol llamado Fiaca o Mepoa, que son muy viscosas, y les sobreponen corteza de maque, y de esta suerte hazen piraguas capaces para doscientos quintales de carga” (Rosales 1877:175).

La dalca, por su misma construcción permitía ser armada y desarmada al llegar a tramos de tierra y luego ser porteada hasta llegar al próximo espejo de agua. El contacto con el europeo produjo entonces grandes cambios en la construcción de la misma: se aumenta la cantidad de tablas de 3 a 5, pudiéndose construir dalcas de mayor tamaño y si se añadían las falcas se contaba entonces con 7 tablones. La dalca original, angosta y larga, no poseía quilla, roda ni codaste, era de fondo plano para varar en playa sin tumbarse; con el correr del tiempo se adaptan estas tres estructuras para aumentar el área de resistencia lateral; adaptándola entonces para la navegación a vela. Se introducen cuadernas interiores para lograr aumentar la resistencia estructural. Las dalcas primitivas no poseían remos ni timón. Los indígenas tampoco conocieron la vela antes de la conquista. Se comienzan a utilizar a cambio de las costuras para unir las tablas, clavos de fierro o tarugos de madera remachados (Cárdenas1993; Latcham 1930). Cuando nos aproximamos a los grupos navegantes del extremo sur del continente, nos encontramos con los Yámana y Alacaluf, quienes utilizaban la canoa de corteza. Para ellos, las vías de comunicación principales fueron las del mar. En el año 1946, los etnólogos franceses Joseph Emperaire y Louis Robin, desembarcan en la isla Wellington, con el objetivo de convivir, durante 22 meses, entre los últimos fueguinos. Para aquella época la canoa de corteza solo sobrevivía bajo la forma de juguete para niños. Ahora era la canoa monóxila la embarcación adoptada -si bien se habría dado un período de convivencia entre ambas hasta probablemente 1925- (Emperaire 2002).

196 Estudios arqueológicos realizados en Isla de los Estados, revelan que ya existía ocupación, en la misma, hace 2700 años. Lamentablemente no se han encontrado restos de embarcaciones atribuibles a los canoeros que ocupaban la zona, sin embargo, el uso de la canoa de cortezas es decididamente prehispánico (Borrero 2001). En la expedición de Santa María de la Cabeza, en 1788, encuentran, en la parte occidental del Estrecho, canoas de corteza. Emperaire reproduce esta descripción bastante minuciosa acerca de las mismas:

“La canoa de cortezas, (…), esta compuesta de 3 piezas, entre las cuales la del medio hace de quilla, de fondo, de roda y de estambor, mientras las otras dos forman los costados. Es curiosa la manera como los indígenas extraen la corteza de los árboles, pues no tienen otro instrumento que el de piedra con el cual hacen dos incisiones circulares y una vertical que se une a las otras dos.(…) En seguida se juntan, casi perpendicularmente a la base, las dos piezas laterales por costuras que envuelven a un calafateo de hierbas y de barro” (Emperaire 2002:215)

El acceso al metal significó el cambio en las técnicas constructivas. Como dijéramos anteriormente, los alacalufes:

“pasaron naturalmente de un modo de construir embarcaciones a otro […] habían visto, por cierto, a cazadores chilotes improvisar en unos cuantos días, excavando con hacha un tronco de árbol; una embarcación rústica, pero suficiente para arreglárselas, en una situación difícil” (Emperaire 2002:219).

Las crónicas presentan mayor cantidad de información primeramente sobre las dalcas y las canoas de corteza, sin embargo, el registro arqueológico ha brindado casi

197 nula información sobre las mismas. La falta de evidencias arqueológicas puede deberse, en gran parte, a los escasos trabajos realizados en la temática. Contrariamente, en el caso de las canoas monóxilas, contamos con gran cantidad de evidencias en la zona del Nahuel Huapi (Braicovich 2004; Fernández 1978) -en su mayoría obtenidas por hallazgos de particulares-, sin embargo las crónicas no dan más que unos pocos detalles acerca de las mismas. Es posible que esto se deba a que las canoas monóxilas podrían no haber sido ampliamente utilizadas en la época en la que escriben los cronistas o, tal vez, que la descripción de los medios de navegación en aquellos momentos no fue uno de las temáticas trascendentales dentro de sus informes. Las canoas construidas a partir de un solo tronco fueron utilizadas extensivamente a lo largo de América. Las crónicas registran la presencia de monóxilas a lo largo de la costa del Pacífico y en los ríos de América del Sur, desde Colombia hasta el Ecuador. En la zona del Nahuel Huapi han sido relevadas 12 canoas monóxilas, teniendo conocimiento de la existencia de otros ejemplares en zonas aledañas que no han podido ser estudiadas. En cuanto a los relatos de viajeros que navegaron región y las costas patagónicas argentinas y chilenas, nos son abundantes en cuanto a las menciones de este tipo de embarcaciones, si bien el padre Rosales nos brinda una muy interesante:

“No son en Chile los árboles tan gruesos, ni tienen los indios instrumentos con que labrar los palos que no alcanzan, sino un toqui o azuelilla del tamaño de un formón que la encaban como martillo, y con su flema van cabando un árbol grueso (…) antes que tuviesen instrumentos de ierro y los que oy no los tienen en las provincias cercanas al Estrecho de Magallanes, hazen las canoas con gran trabaxo y caban un arbol muy gruesso con fuego, y con unas conchas del mar le van raiendo, aplicando el fuego moderadamente alrededor del árbol, atendiendo que no gaste sino aquella parte necesaria para derribarle, y con lentas llamas le trozan , sucediendo las conchas, que ni tienen mas achas ni azuelas para descortezarle, pulirle y darle la perfeccion. Y con

198 el mismo trabaxo y faltas de herramientas abren el buque, quemando a pausas el corazon del arbol y raspando con las conchas lo que labra el fuego; y aunque tarde y espaciosamente, vienen a sacar su embarcación tan bien labrada como si tuvieran los instrumentos necesarios; y hazen mas que nuestros artífices, pues sin instrumentos obran a fuerza de industria y de paciencia lo que ellos con ayuda de azerados iunstrumentos” (Rosales 1877:173).

Para el reino de la Araucanía y áreas de influencia, el huampo era la canoa de tronco ahuecado. Erize (1992) describe, dentro de los grupos costeros, mapuches chilenos, la tradición de enterrar grandes personalidades en un ‘Ataúd Canoa’. El mismo se compone de dos piezas, se construye con un grueso tronco de árbol, partido a lo largo por la mitad. Ahuecadas cada una de esas mitades en forma de canoa (de ahí su nombre) se coloca el cadáver en la mitad más chica y la otra mitad sirve como tapa. Se observa entonces que hay una utilización de este objeto que va más allá de prácticas cotidianas como podrían ser, la navegación y la pesca. Se entiende que esto tiene que ver en como las personas dimensionan su paisaje y lo que hay en él. Las aguas fueron importantes para estos pueblos, y lo eran de manera tal que, como vemos en el ejemplo anterior, se utilizan elementos de navegación para incorporarlas a las prácticas mortuorias. Para mediados del siglo XVIII, se registran estas embarcaciones en la entrada occidental del estrecho de Magallanes, conociéndose un siglo después entre los grupos fueguinos, quienes reemplazarán definitivamente, como hemos dicho, la canoa de corteza por la monóxila (Emperaire 2002; Latcham 1930). La gran transición que implicó para estos grupos que habían utilizado durante siglos un tipo de embarcación –la canoa de corteza- y que termina, en sus últimos días navegando en otra embarcación tan diferente, es interesante. Si este cambio se produjo en grupos como alacalufes y yámanas, es factible pensar que en otras regiones pueda haber sucedido lo mismo. Las materias primas (como las maderas de distintas especies de árboles) y las herramientas utilizadas para la construcción, así como las formas y tipos de canoas monóxilas variaron entre las distintas regiones, sin embargo las similitudes constructivas predominaron.

199 Según Cárdenas (1993) en Chiloé el huampo fue utilizado hasta hace unas pocas décadas, para navegar en ríos, esteros y para ir de una isla a la otra. Si bien considera que no poseía cualidades como la de la dalca para navegar los canales, sí podía satisfacer necesidades mínimas de desplazamiento sobre el mar. En la región del Nahuel Huapi, fray Menéndez encontró una embarcación a la que llamó canoa antigua. Según Fonck, la misma perteneció a los misioneros jesuitas que habían navegado el lugar en épocas anteriores. Para él “esta embarcación no fue una piragua, sino una canoa, bien que de una construcción mista, puesto que tenia falcas lo mismo que aquella, adición que aumentaba considerablemente su capacidad” (Fonck 1900: 286). Menéndez no puede haber hallado una dalca, ya que esta era la embarcación en la que regularmente navegaba y conocía por ende su construcción. En 1856, en su viaje de reconocimiento del Nahuel Huapi, Fonck y Hess, construyen también una canoa monóxila. Cox, en su viaje por el algo Lacar (Pcia. de Neuquén), llegó a un balseo adonde uno de sus acompañantes “pasó en una canoa todos los bagajes y las monturas, los caballos atravesaron nadando, nosotros los últimos en la canoa” (Cox,1999:148). En su libro dice que ‘los pobres’ construyen canoas de coihue, “simplemente ahuecado al fuego y con instrumentos muy imperfectos […] de las cuales algunas pueden cargar pesos considerables” (Cox 1999:64). En Agosto de 1910, Don Santiago de Larminat, decide radicarse en San Martín de Los Andes. Al llegar al lago Lácar contratan a una pareja de mapuches para que los llevasen a destino. Allí se embarcan en una canoa (a la que fotografía y pinta), la cual, según se describe era “un cómodo tronco de árbol tallado con hacha y flanqueado por dos balancines que impedían que se diera vuelta. No faltó lugar para el equipaje, pero avanzaron muy despacio, a pesar de la vela y un buen viento de popa.” (Larminat 2004:124). El testimonio que ofrece Larminat es importante en tanto muestra fotográficamente la existencia de este tipo de embarcaciones en la zona hacia principios de 1900. Según la descripción la canoa era propiedad de una familia mapuche. Es probable que otras familias de la zona fueran poseedoras de embarcaciones similares. Las canoas estudiadas en el Nahuel Huapi pertenecen probablemente a las familias que habitaban la zona entre fines de 1800 y primeras décadas de 1900 (Braicovich 2004). Recientemente hemos realizado el estudio de una de estas embarcaciones en Lago Verde, Parque Nacional Los Alerces. El registro oral relevado en esta zona muestra que para las primeras décadas de 1900 estas embarcaciones eran utilizadas por sus pobladores.

200 Es importante observar que hacia 1900, en la zona del Nahuel Huapi, las vías acuáticas eran preferidas a las terrestres, ya que los caminos entre los poblados en aquel entonces eran dificultosos, sobre todo en las épocas invernales en las que los mismos se cerraban, dándose la comunicación regular entre las poblaciones, únicamente, a través de embarcaciones que navegaban el lago. Si bien, con la creación de la Colonia pastoril agrícola-ganadera Nahuel Huapi comienza a generarse la creación de aserraderos que permitían, entre otras cosas, construir embarcaciones tales como vapores, cargueros, botes, etc, el registro oral, escrito y fotográfico nos habla de la existencia en la zona de canoas monóxilas hacia principios de 1900. Nuestro objetivo es continuar profundizando en un tema que, si bien se encuentra en una etapa inicial abre la posibilidad imaginar al hombre cordillerano desde una perspectiva, que realza su estrecha vinculación con el paisaje acuático.

CONCLUSIÓN El estudio de las canoas monóxilas del Parque Nacional Nahuel Huapi partió de un abordaje multidisciplinar, en el que la arqueología Histórica y la Arqueología Subacuática permitieron contextualizar las embarcaciones en una espacialidad que les dio sentido. Esta espacialidad es visualizada en su dinámica relacional entre los hombres y entre el hombre y su espacio. La misma no se limita únicamente a los espacios terrestres sino también a los acuáticos, a las relaciones que mantuvo el hombre a lo largo de la historia con los espejos de agua. La ventaja de utilizar un abordaje relacional permitió observar de qué manera, en distintos puntos de la Patagonia diferentes tipos de embarcaciones eran utilizadas. Si el registro documental es rico en referencias sobre las embarcaciones que navegaban estas rutas, creemos que deben existir evidencias materiales que amplíen nuestro conocimiento acerca de las mismas. Nuestra intención es que este trabajo sirva como disparador para realizar trabajos arqueológicos que permitan generar nuevas interpretaciones sobre los antiguos habitantes de estas tierras.

Agradecimientos Me gustaría

agradecer a Mónica Valentini, Adam Hajduk y Marek Jasinski por su

acompañamiento y colaboración durante la realización de mi tesis de Licenciatura. A la delegación de Parques Nacionales, Seccional Nahuel Huapi, a Soledad Caracotche, Cecilia Girgentis y Eduardo Pérez. A Mercedes Palavecino del Museo Histórico Regional de Villa La Angostura. A Pedro Funari por alentarnos a mirar más allá.

201

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205

ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN AMERICA LATINA: TEMAS Y DISCUSIONES RECIENTES

(HISTORICAL ARCHAEOLOGY IN LATIN AMERICA: TOPICS AND RECENT DISCUSSIONS)

206

INTERETHNIC FRONTIER CONTACT A CULTURAL MESTIZAJE CASE

(CONTACTO INTERÉTNICO FRONTERIZO: UN CASO DE MESTIZAJE CULTURAL)

Vanesa N. Bagaloni*

In this paper, a historiography view of interethnic contact and cultural change models is develop for understanding the economic, politic and social aboriginal reorganisation process that took place during the interaction between hispanic-criollo societies. The latter was produced changes on technology, subsistence and consuming patterns, among others

207 aspects. By the middle of 19th century, the southern Pampean frontier was a real mestizaje cultural (cultural mix) space. Commercial treats and exchanges developed from the beginning of the interethnic contacts were some of the manifestations of this mestizaje, which generated interdependency between hispanic-criollo and aboriginal societies. Arroyo Nieves 2 is an open air site located at the bank of a small stream in the Pampean region. Its stratigraphy and archaeological materials determined to assign it to an indigenous occupation that was dated on the third quarter of the 19th century. At that time, some indigenous groups were settled in strategic areas of the frontier by the government, on the basis of reciprocal rights and duties. Basically, food and other supplies were provided to the Indians in order to avoid cattle and women raids, keeping them peaceful. The finds at Arroyo Nieves 2 include bones -from both domestic and wild species-, lithic instruments and debris, fragments of stoneware bottles, refined earthenware sherds, buttons, small pieces of metal and numerous glass remains from wine, beer, bitter and gin bottles, flasks, glasses and food containers. From the results and interpretations obtain of the analysis of Arroyo Nieves 2 glass material, the critical study of diverse written documents and the comparison with other contemporary archaeological contexts, modifications produced on the daily life of aboriginal Pampean groups related with acquisition, use and disuse practices of this imported products (interethnic relationships and interaction networks that made possible to obtain them, etc) are here discussed, as the main objective of this paper.

* Departamento de Arqueología (Laboratorio 3), Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Becaria UNLP. E-mail:[email protected] ______________________________________________________________________

208

209

THE DUG-OUT CANOES FROM NAHUEL HUAPI LAKE

Romina Braicovich*

The present paper briefly exposes part of the investigation taken place from the survey of a group of dug-out canoes –ships made of a piece of wood- found in Nahuel Huapi National Park, Provinces of Neuquén and Río Negro, Argentina (Braicovich 2004). The study of these canoes started from the idea of understanding that the life of this latitude inhabitants is, since remote times, tightly bonded to the aquatic landscape that surrounds it. These ships were in its majority finds of particulars, what inevitably provoked the loss of contextual information. Nevertheless, the documentary fonts proceeding as much as from the first explorers that travelled down the Nahuel Huapi region, as from those belonging to the Jesuits and Franciscans fathers that inhabited or explored the region, offered great

210 quantity of information about the accesses and navigation roads –as much terrestrial as aquatic- that connected the Nahuel Huapi to the Pacific, as well as about the people that inhabited both sides of the ‘cordillera’, the relations established between them, its organizations and its daily practices. It is also true that the used fonts were produced by Europeans, therefore, it could be observed the ‘danger’ of counting only with the ‘conquerors’ testimony, nevertheless, we believe that it exists the capacity to ‘read between lines’, and that we can be capable to go deeply into those ‘discursive absences’ which refers us to the life of the other persons, in those subaltern histories (Funari 2004), where what is underhanded, is always latent, waiting to be discovered. We understand that the impartiality in the construction of the documents does not exist (Reis 2005), men, involved in their subjectivities, create the documents inside a history and a particular reality, which must have taken into account when reading the document (Johnson 1999). In this way, it will also be possible to enter in the social reality of that who wrote and interpret why he did it that way. Historical Archaeology –understood as “el estudio de las huellas dejadas por el hombre en el curso de su existencia y que deviene en la cultura material de los pueblos” (Domínguez 2005: 26)- allows as to approach to the history of the studied people not only by material culture but also by documents (Orser 1999, Reis 2005), allowing these to be considered , not only complementary, but also interdependent and contradictory (Little in Funari 2004), “in the dialectical process of knowledge” (Austin in Jones 1999: 119). This kind of approach sees itself enriched by working with ethnographic data, antique maps, geographical references, photography, oral registers from old inhabitants of the region, as well as with myths and legends of native people (Allen 1998; Domínguez y Funari 2002; Funari 2005, Johnson 1999; Vieira de Oliveira 2004). In our case, this

211 documentation widened in a significant manner the comprehension about the ships and the people that navigated them, the continuity of this navigational practice and the temporal mobility of the relations given between groups, allowing us to embrace different historical and geographical contexts. To observe the “connections and connectors between people and groups in the past” Funari et al (2005: 4) allowed recreating a social space of articulation that managed to transcend the local and the regional. We understand navigational roads as connectors of sociohistorical and socioenvironmental structures, belonging to a net, in which dynamic relations between men and men and between men and its space are implicated (Orser 1999). The contact with the Spaniard generated reorganization and the establishing of new nets (Vieira de Oliveira 2004) The existent roads permitted to relate the Spaniards with the inhabitants of these lands; to get into these lands they necessarily had to begin to recognize the space they were being shown; only by the relations and conflicts sustained with the native inhabitants, this was possible.

* Área de Arqueología Subacuática, U.N.R. Museo Histórico Regional de Villa La Angostura, Prov. Neuquén. e-mail: [email protected] ______________________________________________________________________

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“INSTRUCTIONS FOR ESTANCIEROS (ARGENTINEAN RANCHERS)”. ESTANCIA HANDBOOKS AND THE BUILDING OF PAMPEAN SPACE AT THE BEGINNING OF INDUSTRIAL CAPITALISM”

“INSTRUCCIONES PARA ESTANCIEROS” MANUALES DE ESTANCIA Y CONSTRUCCION DEL ESPACIO PAMPEANO EN LOS ALBORES DEL CAPITALISMO INDUSTRIAL

Fernando Rafael Brittez*

The aim of the present paper is to outline the role that built space had in creating subjectivities in the Pampean rural world, based on the information found in a series of ranch handbooks published between 1881 and 1908. These offer instructions linked to planning the modern estancia as well as plenty of details about the relationship that exists between spatial organisation, labour force control and the creation of social boundaries. The word ‘estancia’ has a different meaning depending on the period and region where it is used, but in the Pampas it generally refers to the rural productive settlement of a certain size, whose organisation varied from the primitive cattle ranch that produced leather to the modern ranch that produces cereals and refined cattle. It is proposed that the Pampean estancia was a fundamental gear in the transformation process that made the traditional frontier society become a modern agrarian one, and that contributed to create and reproduce

213 the changes associated to the regional introduction of the industrial capitalist system. Foucault´s notion of modern space is taken as a starting point to think about the transformation of the late estancia and the application of universalising models produced in hegemonic centres to interpret Latin-American social realities in general, and the Pampean one, in particular.

* Grupo Sociedad y Estado “Angela Fernández”, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata. Museo de la Vida Rural de General Alvarado. E-mail: [email protected]

HISTORICAL ARCHAEOLOGY CONTRIBUTIONS TO THE CONSTRUCTION OF LOCAL IDENTITIES. THE CASE OF PEREIRA, COLOMBIA

APORTES DE LA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA A LA CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES LOCALES. EL CASO DE PEREIRA, COLOMBIA.

Martha Cecilia Cano-Echeverri*

This article examines two case studies where Historical Archaeology approach has been key in understanding events occurred during the last 500 years in the locality of Pereira (Colombia). Cultural material remains, written documents and oral tradition have proved essential for a better understanding of socio-cultural processes through time. Stories of foundation, abandonment, re-establishment and industrial progress, acquire

214 meaning with excavated remains and documents in: 1) The Pereira’s Cathedral “Nuestra Señora de la Pobreza” (“Our Lady of Poverty”) supported the existence of a Spanish settlement from 1541 to 1691; 2) The “Salado de Consotá”, a forgotten source of saltwater, that in earlier times produced one of the most important products for trade, and was rediscovered in 2003. Nowadays, based on our studies and the commitment of a group of people sensible to cultural heritage, these two sites have given to people, new values for recognizing their own cultural processes of change and continuity. The information collected is used to promote local values in educational programs and tourist projects.

* Profesora, Universidad Tecnológica de Pereira. Grupo Gestión de Cultura y Educación Ambiental, ______________________________________________________________________

THERMIC ALTERATIONS AND EXPERIENCES OF POTTERY FIRING WITH BONE ELEMENTS

ALTERACIÓN TERMICA Y EXPERIENCIAS DE COCCION DE CERAMICA CON MATERIAL ÓSEO

215

Langiano M. del Carmen*

The New Archaeology has recognized the importance of carrying out studies of contemporary material in order to generate ideas to interpret the past. Our purpose is to reconstruct the technological behaviour that took place in the south of the River Salado’s context (Buenos Aires province), during the XVIII and XIX century. This paper details the results of three bone-firing experiments, linking archaeological, ethnohistorical and historical information afforded by written documents, experiments and pottery technology. These studies were carried out as a first step in the pursuit to test whether or not there were differences in the effects on bone and pottery in different types of hearth. Bos taurus’(vacuno) dry bones, fresh bones and dry/fresh bones, Erygium (carda), Cynara cardunculus (cardo castilla), Cestrum parquii (duraznillo), Prunus pérsica (durazno) and Bos taurus’ dung were used as fuel and the temperatures were controlled in order to identify degrees of bones burning or fracturing and pottery cooking. Despite the fact that these conclusions are preliminar they become the first steps in future studies of experimental evidence because “...there is still a large amount of experimentation needed under various burning conditions...” (David, 1990:66).

Departamento de Arqueología INCUAPA. Facultad de Ciencias Sociales (UNCPBA), Avda. del Valle 5737, Olavarría, Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected] ______________________________________________________________________

216

RESISTANCE SPACES: TEBENQHICHE CHICO CASE

ESPACIOS DE RESISTENCIA: EL CASO DE TEBENQUICHE CHICO

Carolina Lema

In this paper we present an interpretation, through the Tebenquiche Chico’s case, of the life of the settlers of the Atacama Plateau (Southern Andean Area) during the first centuries of the colony. The aim is to show the ongoing changes experienced by the local communities, but taking on a critical distance form the previous disciplinary narratives where, through different strategies, the ending of the indigenous population was narrated. We consider here that narrate the changing processes suffered by indigenous communities it is not necessarily to narrate their structure collapse, acculturation, elimination or decadence viewed from a romantic indigenism ideal. Narrate the changes is narrate the places from where the people involved in the historical process related with their social, political or economical context.

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217

ACTUALISTIC-EXPERIMENTAL RESEARCH FOR INTERPRETING THE ARCHAEOFAUNISTIC RECORD IN FORTIFIED SITES OF THE XIX CENTURY

INVESTIGACIONES INTERPRETACIÓN

ACTUALISTICAS-EXPERIMENTALES DEL

REGISTRO

ARQUEOFAUNÍSTICO

PARA EN

LA SITIOS

FORTIFICADOS DEL SIGLO XIX.

Julio Merlo*

In this paper we try to explain how the prehispanic human populations in the Area Interserrana (Buenos Aires province), used the bones, how they made use of the natural

218 resources and the changes they made during the hispano criolla occupation to the consolidation of the National State in the XIX century. The archaeofaunistic analysis is made from these archaeological sites: Fuerte Blanca Grande (FGB), Fortín El Perdido (FEP), Tapera 1 (T1) situated in Olavarría, Fortín La Parva (FLP) in General Alvear and Fuerte San Martín (FSM) in Coronel Suárez (Merlo 1999, Langiano et al.2002ª). In order to understand different processes that affect the bones used as fuel, such as fragmentation, burning and calcination, we carried out experimental studies. We used actual bones, fat, dung of Bos Taurus (Bovine) and aboriginal vegetation as fuel in intentional fires (Hearths 1, 2 y 3) where we could cook pottery.

* Departamento de Arqueología INCUAPA. Facultad de Ciencias Sociales (UNCPBA), Avda.

del

Valle

5737,

Olavarría,

Buenos

Aires,

Argentina.

E-mail:

[email protected] ______________________________________________________________________

ARCHAEOLOGICAL LANDSCAPE, CONFLICT AND DIVERSITY: BONE THERMIC ALTERATION

PAISAJE

ARQUEOLOGICO,

CONFLICTO

Y

DIVERSIDAD:

ALTERACIÓN

219 TÉRMICA DEL MATERIAL ÓSEO

Pablo Ormazábal*

This essay is a contribution to archaelogical studies of the bonaerense pampean rural landscape in historical times. It proposes to articulate information that proceeds from ethnohistory and experimental archaeology to interpret the material culture prduced in frontier populations during the second half of the XIX century. It pretends to review the conceptual framework of conflict and diversity used in recent studies, to establish a relation with written documents of those times together with knowledge produced by the case study of the effect of heat on bone material.

* Laboratorio de Arqueología. UNCPBA. Olavarría. E-mail: [email protected] ______________________________________________________________________

220

CONTEMPORARY ARCHAEOLOGY IN THE CENTRAL CEMENTERY OF BOGOTA EVIDENCE OF THE COMMON GRAVE OF APRIL 9TH , 1948

ARQUEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA EN EL CEMENTERIO CENTRAL DE BOGOTÁ EVIDENCIAS DE LA FOSA COMÚN DEL 9 DE ABRIL DE 1948

Rocío Salas Medellin*

This job allowed to find and register the vestiges and structures related to the common grave from the “Bogotazo” which happened on April 9th, 1948. Both the archaeological and historical evidence allowed to contrast and complement the information, and also, to generate an open space for discussions for those who had been worried about the outstanding job of the heroes back then, and as well as the exclusion of those that were considered without any social values; it has been outstanding the job of those who took fundamental action during the historical event; the job also emphasizes the importance of the protection for the urban patrimony that represents the Bogota's citizens as one of their constituents elements of their identity, product of its contemporary social dynamics.

221

* Antropóloga Universidad Nacional, Especialista en Educación y Gestión Ambiental, Estudiante de Doctorado en Arqueología de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA) Argentina. Investigadora asociada al Centro de Investigaciones Sociales Antonio Nariño (CISAN). E-mail: [email protected] ______________________________________________________________________

OPEN GRAVES IN NUEVA GRANADA REFLECTIONS ABOUT A HISTORICAL ARCHAEOLOGY OF THE DEATH

Javier Rivera Sandoval*

The colonization process in the called New World, generated particularitities in spite of interest of the imperialistic company to homogeneize to the population, by means of the imposition of social, political, economic and cultural a system, that as well produced a series of answers in the different individuals and involved social sectors in this dynamics. The investigators in historical archaeology must give reason of these dynamic individuals and for it he turns out useful to use like methodologic tool the concept of daily life. The

222 death is part of that set of the daily life of the towns, nevertheless in Latin American Historical Archaeology many of the works are made by trained investigators in lines of preHispanic Archaeology and as it leaves from rescue projects, situation that shows a partial information of the archaeological context. This writing emphasizes some conceptual and methodologic aspects to consider in the speech context and the practices that on the death the colonial population in the old Virreinato of Nueva Granada constructed, taking as case from study the carried out archaeological excavations in the Church of La Candelaria in Bogotá. Here some changes done in the speech and the practices associated to the funeral customs are explored, that until that moment took place in the space of the churches, convents and chapels; and thanks to the introduction of the hygienics policies of the Spanish crown, the public health was privileged, which in a ampler frame produced changes in the relations that the population and the institutions had in relation to the health, the disease and the death.



Antropólogo Universidad Nacional de Colombia. Doctorando en Arqueología

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA). E-mail: [email protected]

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