Arqueología de la colonialidad. La dinámica social y las relaciones interétnicas coloniales plasmadas en la arquitectura y el paisaje arqueológico del sitio Estancia jesuítica “La Saladilla”, en La Rioja, Argentina.

May 24, 2017 | Autor: Juan Carlos Giuliano | Categoría: Arqueología histórica, Colonialidad, Arqueología de La Rioja, Jesuítas
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Descripción

DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES LICENCIATURA EN HISTORA Directora de Trabajo Final: Dra. María Soledad GHEGGI

Arqueología de la colonialidad. La dinámica social y las relaciones interétnicas coloniales plasmadas en la arquitectura y el paisaje arqueológico del sitio Estancia jesuítica “La Saladilla”, en La Rioja, Argentina. (Trabajo Final de Grado de la Carrera de Licenciatura en Historia con orientación en Arqueología)

Año académico 2016

ALUMNO: GIULIANO, Juan Carlos DNI Nº 8.323.294 Matrícula HLH 17

«No quiero tu Dios, ni merezco tus mártires. Adentrate despacio en mis senderos. Maravillate con las cascadas que serán tu pila bautismal. Contemplá mis estrellas en silencio, y perdoná mis tormentas de verano...» Escritor chaqueño Juan Solá (Microalmas)

RESUMEN Este trabajo se ocupa de las relaciones inter étnicas entre europeos, “negros”, e “indios”, a partir del estudio del paisaje arqueológico de “La Saladilla”1, una de las estancias creadas en La Rioja por los jesuitas. Se argumenta que fue parte de los dispositivos de poder y dominación implementados por la sociedad colonial, y desde donde se pusieron en práctica políticas de corrección de la dinámica social, con el objetivo de exacción. Se expuso a partir de los datos recogidos, la visión de la colonialidad como constitutiva de la modernidad, con la aparición del concepto de “otredad”, y la inserción de la Orden Jesuítica en la implementación. Mediante la metodología de la arqueología del paisaje se analizaron los aspectos morfológicos, de tránsito, visibilización, uso y ocupación del suelo, para deconstruír el espacio y las estructuras superficiales existentes

y

contrastar el modelo con la hipótesis planteada de colonialidad. Para esta instancia se procedió a la prospección, el relevamiento y dibujo de las estructuras superficiales. Mediante metodología histórica, se contrastó la documentación bibliográfica existente con la interpretación del paisaje arqueológico, y la Historia Oral se utilizó para la aproximación al problema desde

el

reconocimiento

al

patrimonio

inmaterial.

No

se

realizaron

excavaciones, las que se propone encarar a partir de la definición de objetivos específicos que surgieron de este trabajo. La conclusión a la que se arribó, es respuesta a nuestro punto de partida teórico para inferir el contenido simbólico del complejo arquitectónico desde los elementos arqueológicos detectables, e interpretar a partir de ellos los En todo el trabajo se usa el denominador “La Saladilla” para referirse a la estancia jesuítica, tal como la menciona Lía Quarleri (1999), y “El Saladillo” para referirnos al sitio, o yacimiento actual, así como a la Quebrada en donde se encuentra, por ser esa la denominación con que se lo conoce actualmente. 1

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dispositivos de colonialidad que operaron como mecanismos de control social durante la ocupación jesuítica del lugar, identificando las relaciones interétnicas que se promovían/desalentaban. La respuesta edilicia que se encontró fue una tipología que complementaba dos claustros separados, uno para los esclavos y otro para los Padres. Pero la respuesta arquitectónica era muy diferente para cada estamento: Calidad constructiva, y uso individual y específico de los ambientes para los blancos, y precariedad, hacinamiento e indiferenciación para el sector de los negros. Los jesuitas contribuyeron así a conformar la imagen actual de la civilización occidental, cristianizada, basada en el capitalismo y la modernidad/colonialidad. No destruyeron sino que pusieron en producción con nueva lógica, donde la colonialidad no es percibida como algo que oprime, pues produce las condiciones materiales e inmateriales de existencia.

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INDICE

RESUMEN ...................................................................................................... 2 INDICE ...... ...................................................................................................... 4

CAPITULO 1 INTRODUCCIÓN ............................................................................................. 6 Por qué la arquitectura como construcción de símbolos .................................. 6 Objetivos e Hipótesis de la Investigación ......................................................... 8 Objetivos generales.......................................................................................... 8 Objetivos particulares ....................................................................................... 9

MARCO TEÓRICO-METODOLÓGICO ........................................................... 9 Prefacio ..... ...................................................................................................... 9 Posición teórico-epistemológica ....................................................................... 12 Abordaje teórico-metodológico ......................................................................... 14

CAPITULO 2 EL PAISAJE .................................................................................................... 15 Qué es el paisaje.............................................................................................. 15 Matriz medioambiental ..................................................................................... 16 Análisis fisiográfico ........................................................................................... 18 Análisis del entorno pensado o simbólico ........................................................ 23 Análisis formal o morfológico............................................................................ 25 Análisis de Tránsito .......................................................................................... 26 Análisis de las condiciones de visualización .................................................... 28 Análisis de terrenos .......................................................................................... 30 Análisis de los Indicadores arqueológicos en el paisaje................................... 31

PRINCIPAL CONCENTRACIÓN DE ESTRUCTURAS ................................... 35 Análisis del espacio doméstico jesuítico .......................................................... 35 Análisis morfológico y reconstrucción virtual .................................................... 37 Análisis del espacio y su materialización ......................................................... 38 Síntesis y conclusiones .................................................................................... 40 4

CAPITULO 3 LOS JESUITAS EN EL SALADILLO .............................................................. 43

LOS JESUITAS Y SU ROL COMO COLONIZADORES ................................. 44 Colonización y colonialidad .............................................................................. 44 El proceso de ocupación del territorio conquistado por España ....................... 44 La conquista con voluntad redentora y civilizatoria .......................................... 45 Proceso de colonización de la categoría social “indios” ................................... 47 Proceso de colonización de la categoría social “negros” ................................. 51 Proceso de colonización de saberes, cosmovisión, y religiosidad ................... 52 Proceso de colonización del idioma ................................................................. 56 Proceso de colonización de la estructura social reproductiva .......................... 58 Proceso de colonización de la categoría analítica de género .......................... 61

CAPITULO 4 APÉNDICE DOCUMENTAL ............................................................................ 64

CAPITULO 5 DISCUSIONES Y CONCLUSIONES ............................................................... 69

BIBLIOGRAFIA ............................................................................................... 75

AGRADECIMIENTOS ...................................................................................... 81

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CAPÍTULO 1 INTRODUCCIÓN Por qué la arquitectura como construcción de símbolos, y su importancia social La arquitectura es un fenómeno mayor que la construcción de refugios, que consiste en paisajes, asentamientos, edificios y articulaciones caracterizadoras, y por ello una creación cultural que no es neutra, sino que siempre ha ayudado a expresar significados. La arquitectura, de esta forma, trasciende las necesidades prácticas y la economía, y expresa significados existenciales que se traducen en formas espaciales que es necesario descubrir e interpretar para comprender la sociedad que la produce (Norberg-Schulz, 1979 y 1980). Partiendo de esa base, es posible amalgamar la arqueología interpretativa con conceptos provenientes de la Antropología Social y la Sociología, y colocar al espacio y la arquitectura en el centro de una nueva mirada interpretativa del paisaje, superando la perspectiva tradicional con un enfoque que considera a la arquitectura como actividad humana, es decir social, en el sentido que lo plantea Vaquer (2007). Si bien mucho se ha escrito sobre el accionar de la Compañía de Jesús en América colonial, nada se ha investigado dentro de la territorialidad actual de la provincia de La Rioja que se refiera a su producción arquitectónica -que no fue poca-, y menos aún ligándola a procesos de las relaciones inter étnicas, y las negociaciones por la supervivencia y la identidad, en vinculación con los padres jesuitas. Esto es de vital importancia para la historia y los procesos de construcción de identidades a nivel local, y por supuesto para encontrar respuestas a las interacciones sociales, o definiciones del tipo de relaciones dadas entre dominadores y subalternos, en una época de fuertes divisiones estamentarias, en un contexto rural de producción agrícola-ganadero-minero, y de aislamiento físico respecto al resto de la sociedad colonial (Quarleri, 2014). En relación con este tema, esta investigación consistió en buscar huellas e indicios de esas interacciones en el sitio hoy llamado Saladillo, en La Rioja, y que correspondieran a la estancia jesuítica “La Saladilla”, para intentar responder a algunos de los siguientes interrogantes: ¿A qué se debió la estrategia de acumulación de tierras implementada por los jesuitas europeos 6

llegados a La Rioja, y su relación con el sistema colonial civil? (Quarleri, 1999 y 2001a) ¿Cómo fue la organización social interna de la Orden en sus establecimientos, para hacer complementarias la explotación económica y la evangelización? ¿Qué respuesta edilicia se plasmó para dar acogida a las diferentes tareas propias de la producción pecuaria y minera, sumada a las otras funciones propias de la Orden? ¿Se puede identificar en las estructuras del edificio principal, cómo se manifestaron el estatus dominador de los jesuitas europeos, y la forma de interrelación con las poblaciones nativas conquistadas, y africana implantada? ¿Existen regularidades o semejanzas con otros establecimientos jesuíticos de similar destino en otros lugares del país? Para ello se parte de la necesidad de plantear nuevas formas de ver y pensar la arquitectura desarrollada por las sociedades coloniales. Abandonar, en la investigación arqueológica del registro arquitectónico y de los espacios construidos, la perspectiva propia del funcionalismo, que hizo escaso hincapié en lo que implicaba social y simbólicamente la construcción del espacio, considerando a las construcciones como algo estático, valorando simplemente sus elementos físicos (muros, vanos, etc.), y por lo tanto, descriptibles y tipologizables. Implica también reconocer un antecedente en la Arqueología del Paisaje, o también la Arqueología de la Arquitectura, que lleve a repensar arqueológicamente el concepto de arquitectura, y al espacio arquitectónico como objeto de estudio, y centrarse en el estudio de la construcción histórica con una metodología arqueológica, que aporte modelos analíticos y herramientas metodológicas, y contribuya significativamente al estudio de las diferentes dimensiones del espacio construido (Mañana Borrazás 2002). Si bien el presente trabajo es una primera aproximación a la investigación del yacimiento “El Saladillo” que no utilizó excavaciones ni estratigrafía vertical de paramentos, consideramos necesario encararlos en otra etapa, por entender que el edificio se ha formado por la adición histórica de partes distintas que se someten a las leyes de la estratigrafía y que por ello permiten su lectura según el método arqueológico, con su terminología, sus instrumentos y su proceso de trabajo, volcado al lenguaje científico de la arqueología, según el paradigma actual (Mañana Borrazás et al., 2002). También explorar la importancia de la narración dentro de la interpretación arqueológica. Para ello, descubrir cómo y porqué, se puede a través del estudio 7

de la estratigrafía arqueológica, crear e imaginar una narrativa que dé cuenta de cómo se desarrolló la historia social, cultural y natural del sitio, teniendo como eje las prácticas sociales. Para ese momento se propone abandonar la estratigrafía arqueológica como forma de excavación del sitio con sólo una descripción e interpretación de la secuencia de depositación (procesos de formación),

porque

la

estratigrafía

arqueológica

puede

permitir

una

interpretación de las estructuras y prácticas de la vida social en los espacios de ocupación humana, y el registro estratigráfico es representativo de esas prácticas sociales. Intentar repensar a la estratigrafía arqueológica desde sus aspectos socio-históricos y romper con las suposiciones que ven a una secuencia estratigráfica como una mera técnica de excavación, y confirmar que detrás de toda secuencia de estratigrafía arqueológica hay una forma de interpretar el pasado diferente a otras prácticas (D´Amore 2006).

Objetivos e hipótesis de la investigación La arquitectura, en tanto creación cultural no es neutra, sino que siempre ha ayudado a expresar significados. En un contexto social de opresión como el que nos ocupa, el relato histórico materializado en símbolos construidos, expresa la ideología colonial del “progreso” y oculta su vocación económicopolítica. Pero si bien se construye para expresar el mensaje del dominador, no llega nunca a silenciar absolutamente a los oprimidos, que se deberán inferir en las grietas. Al tomar como objeto

de

estudio los

restos materiales

de

un

establecimiento de producción agro-ganadero y minero del período histórico de dominación colonial de nuestro territorio, pretendo reconocerle a la arquitectura la capacidad transmisora de mensajes sutiles, para poder oír al otro silenciado, y descubrir cómo se plasmaron las condiciones y relaciones interétnicas asimétricas del momento de su funcionamiento.

Objetivos generales -

Explicitar cómo se plasmaron las condiciones y relaciones interétnicas asimétricas en la estancia jesuita La Saladilla a partir del estudio de los restos materiales arquitectónicos

8

-

Contribuir a los estudios históricos y arqueológicos del periodo colonial en La Rioja y en la República Argentina, con especial interés en el periodo de instalación jesuita en la región.

-

Explorar caminos teórico-metodológicos para investigaciones críticas, interesadas por construir relatos del pasado desde una perspectiva descolonizadora de las Ciencias Sociales y Humanas.

Objetivos Particulares -

Investigar acerca del poder simbólico y la violencia simbólica expresados en el registro material del complejo de la Estancia Jesuítica “La Saladilla”.

-

Indagar acerca de la forma, función, e implantación en el terreno, de este complejo, buscando definir y caracterizar su ocupación durante el periodo colonial.

-

Situar la interpretación en los elementos a través de los cuales se hacen visibles y comprensibles los dispositivos de colonialidad que operaron como mecanismos de control social durante la ocupación jesuítica del lugar.

-

Identificar

e

interpretar

las

relaciones

interétnicas

que

se

promovían/desalentaban mediante la construcción de este paisaje cultural.

MARCO TEÓRICO-METODOLÓGICO Prefacio Con este trabajo pretendo dar cuenta del recorrido que, como estudiante, he realizado en la carrera de Licenciatura en Historia con Orientación en Arqueología, y posicionarme desde mi trayectoria de vida, en mi particular circunstancia de arquitecto y estudiante de Historia con orientación en Arqueología. Estudiar Historia, luego de mi primera titulación, sumada a la trayectoria laboral dentro del campo de la arquitectura, ha sido una elección que me aportó una visión más crítica, complementando la orientación técnica en que me había formado anteriormente.

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Al tomar como objeto de estudio los restos materiales de un establecimiento de producción agro ganadero y minero del período histórico de dominación colonial de nuestro territorio, pretendo complementar mis experiencias académicas, y reconocerle a la arquitectura la capacidad transmisora de mensajes sutiles, para poder oír al otro silenciado, y descubrir cómo se plasmaron las condiciones y relaciones interétnicas asimétricas del momento de su funcionamiento. Para ello debí reflexionar y repensar mi mirada como investigador, cargada de mi etos europeo, y mi anterior formación académica, que valoraba positivamente ese período histórico, visto con óptica romántica bucólica, en beneficio de la ideología que terminó imponiéndose sobre el vencido (Giuliano, 1993). Objetivar entonces la mirada sobre el objeto de investigación, con el convencimiento que la tarea a realizar como investigador debe contribuir desde la historia, a posibilitar una reflexión de la sociedad sobre el destino de los vencidos invisibilizados, y a una arqueología más comprometida con el presente histórico. Como define Adrián Scribano “porque sólo desde una abismal insensibilidad es posible comprender el tortuoso y traumático camino sacrificial emprendido (y todavía ‘aceptado’) por la Razón, en nombre del ‘orden y el progreso’; sólo así es posible concebir la violencia extrema del terror, instalada en nombre de la ‘Civilización’, como expresión y resultado de la conquista y producción ‘científica’ (colonial) del mundo” (Scribano, 2012:17).

En este sentido, percibo la búsqueda del conocimiento muy lejos del concepto positivista de la ciencia despojada de intencionalidad política, y neutra en sus efectos de aplicación. Pretendo que la adjetivación del objeto de estudio, al valorarlo y considerarlo en cuanto a producción social, abandone su inmovilidad en el tiempo-espacio para recomponerse como continuidad y expresión del pensamiento actual con la misma carga de significados válidos para el ahora, tensionando las explicaciones estilísticas en las que lo encasillaron oportunamente las ideologías dominantes (Haber, 2013).

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Fig. 01 - Situación de la Quebrada de Saladillo en relación a la ciudad de La Rioja

En el actual sitio “El Saladillo” (Fig. 01) funcionó un establecimiento rural multiproductivo, dedicado fundamentalmente a la ganadería, pero incorporando agricultura, y producción de cal para construcción de obras de la ciudad, como actividades secundarias, y talleres artesanales para uso propio. Fue puesto en marcha por la Compañía de Jesús entre los siglos XVII y XVIII, como Estancia “La Saladilla”, y su producido volcado a las obras de la Compañía y fundamentalmente al sostenimiento del Colegio de La Rioja. Nunca se hicieron aproximaciones arqueológicas, pero ha sido permanentemente excavado, destruido y saqueado por “huaqueros”, personas de la ciudad que suponían encontrar allí “cosas de indios” para comercializar clandestinamente, o algún “tesoro” enterrado por los propietarios de esos ruinosos pero imponentes edificios. La agresión se completó con ejercicios militares durante la época de la dictadura, que aprovechando la soledad y el extenso y cerrado bosque, lo usaba como campo de entrenamiento militar antisubversivo, y según comentarios de vecinos como Centro Clandestino de Detención. Nuestras investigaciones previas en el lugar incluyeron una fase exploratoria del sitio, en varias visitas periódicas desde el año 1985, en las cuales documenté fotográficamente sectores de las estructuras que se encontraban en pie. Durante estos trabajos iniciales nunca se realizaron excavaciones ni 11

sondeos. Posteriormente, en 2013, como parte de actividades de la cátedra de arqueología de la UNLaR, un grupo alumnos de la carrera pudimos observar con apoyatura docente las distintas etapas de construcción superpuestas, las etapas de ampliación, diversidad de materiales constructivos, y huellas dejadas por tapiados de vanos de aberturas, que corresponden a la reutilización posterior de las estructuras para nuevos fines. Además comprobamos el estado general de deterioro por grietas y desplazamientos de algunos muros, y el hundimiento en sectores del piso y techos. En cuanto a las estructuras que no corresponden al casco jesuítico principal, como estructuras indígenas, andenes de cultivo, hornos de cal y tajamar, en general observamos gran ruina y deterioro, además de la invasión del monte natural. Finalmente durante el último año he participado en todas las actividades de prospección y relevamiento de estructuras del sitio, como parte del equipo de investigación del Proyecto “Cambios de largo plazo en las dinámicas sociales plasmadas en el paisaje arqueológico del paraje conocido como Saladillo y sus alrededores,

incluyendo

los

procesos

agro-alfareros

prehispánicos,

la

ocupación jesuítica colonial y el período republicano temprano” dirigido en principio por el Dr. Pedro Salminci y actualmente por la Dra. María Soledad Gheggi. Realicé también revisión de algunos testimonios orales de anteriores propietarios del inmueble, relevamiento documental de archivos, incluyendo uno particular no público, lectura de bibliografía relacionada y relectura de crónicas de la época. Cada uno de los elementos analizados se constituyó como dato, en relación a un contexto que por recurrencia construyó las significaciones.

Posición teórico-epistemológica En esta investigación pretendí como investigador, no relacionarme solamente con restos materiales como objeto de estudio en sí, sino con sujetos concretos, revividos a través de relatos, otras investigaciones de autores previos, y en “memorias” de habitantes actuales del sector y antiguos propietarios, utilizando herramientas científicas, incorporando diversas fuentes: materiales, escritas, y orales, haciendo propio un paradigma que cuestiona la validez universal del Método científico tradicional para las Humanidades (Jofré et al, 2010). Pretendí 12

generar un debate constructivo, sin negar que esta es una posición personal frente a los fenómenos que estudio, a través de interpretaciones provisionales, hermenéuticas, que me permitan avanzar en la investigación de objetos de estudio que se relacionen con asimetrías sociales, en síntesis, al rol asignado por las sociedades a los individuos de las minorías, lo sean estas por su número, por el manejo de los recursos, los sistemas de producción, o monopolio de la fuerza, teniendo en cuenta, al hablar de minorías, que no se trata de una definición numérica, sino de categorías minorizadas más allá del número. En este sentido, el orden colonial ha tenido ese correlato en el plano de las representaciones, y la colonización cultural de los pueblos indígenas e implantados como esclavos,

asumió

formas de

acciones represivas,

organizadas y concertadas por el Estado, la Iglesia y los particulares, orientadas a la conversión al cristianismo europeo, suprimiendo sus creencias y prácticas religiosas y culturales. La “extirpación de las idolatrías” fue una importante campaña de sometimiento ideológico (Funari, 2006) Valoro la importancia de la realidad simbólica. Por eso excluyo la interpretación de la materialidad de acuerdo al estructuralismo, pues se basa fundamentalmente en la aceptación de modelos genéricos de funcionamiento de la conducta humana, considerando que las estructuras de los sentidos y su procesamiento de la realidad son similares en todos los grupos humanos. Y también renuncio a la causalidad de las asimetrías propuestas por el marxismo, donde las formaciones sociales humanas tienen solamente un orden regido por las relaciones de producción. La pretensión fue investigar, al menos de manera preliminar, cómo se manifiestan en la materialidad los saberes/conocimientos en determinados enclaves coloniales y cómo se da la expropiación y desposesión, consagrados por la racialización de la relación entre colono y colonizado. Las relaciones interétnicas que me propuse desentrañar no son un tópico verificable unidireccionalmente por el trabajo de campo o la lectura de textos, como correspondería a un marco hipotéticodeductivo, sino que la hipótesis sirve como guía generadora-disparadora de preguntas a responder para construir un modelo sociopolítico, y orienta sus esfuerzos a hacer visible y comprensible cómo, y a través de qué mecanismos se manifiesta la colonialidad. A través de qué mecanismos y dispositivos se hace posible y aceptable el colonialismo (Scribano, 2012). 13

Creo que este enfoque metodológico me sirvió para encarar este caso de arqueología de la colonialidad, toda vez que permitió la mirada dialogada entre los restos materiales, las crónicas que acercan la visión del conquistador, los documentos que establecen las condiciones coloniales y testimonios actuales, que en algunos casos acercaron vivencias trasmitidas de generación en generación.

Abordaje teórico-metodológico Se desplegaron metodologías de prospección arqueológica y trabajos de relevamiento arquitectónico complementando conocimientos procedentes de la arquitectura y la arqueología como campos de conocimientos relacionados. Se realizaron reconstrucciones virtuales utilizando programas informáticos, a través de los cuales se volcó el trabajo arqueológico interpretativo realizado durante las visitas en el terreno y el trabajo de prospección. Los trabajos de prospección y relevamiento arqueológico arquitectónico fueron hechos a partir de una etapa previa de relevamiento sistemático de información procedente de archivos, bibliografía y entrevistas. Esta información permitió cotejar la información histórica con los restos de las materialidades visibles en el lugar, y orientaron las búsquedas en el terreno. No se realizaron excavaciones, por lo que este trabajo pretende abrir una primera etapa de trabajo exploratorio que tenga el suficiente potencial para abrir nuevos y más claros interrogantes que podrán orientar las búsquedas arqueológicas en futuras investigaciones. La propuesta fue analizar-interpretar los datos logrados-construidos en trabajo de campo, incluyendo como datos las vivencias de algunas personas actuales en relación con el lugar, realizar observaciones, revisar y clasificar documentos escritos. Fue importante indagar en diversas fuentes bibliográficas las relaciones interétnicas de los usuarios de complejos jesuíticos, a fin de poder relacionarlas con la respuesta física de nuestro objeto de estudio.

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CAPÍTULO 2 EL PAISAJE Qué es el paisaje El ser humano, a diferencia de otros seres vivos no sólo vive el entorno, sino que crea su propio entorno para vivir, es decir que construye su propio medio y le incorpora lo material que encuentra en la naturaleza, las sensaciones que le producen las condiciones externas, pero también sus creencias, mitos, ideas, e historia de sus antepasados y parientes (Godelier, 1989). Se describirá aquí el paisaje bajo la perspectiva que nos plantea Patricia Mañana Borrazás y colaboradores cuando dice: “se aboga por un nuevo concepto que supere la consideración formalista del espacio como algo que viene ya dado, como una realidad estática de orden físico y ambiental, una nueva noción que, a diferencia de la anterior, permita considerar la realidad espacial como una realidad eminentemente social que se construye culturalmente. El espacio es una construcción social, imaginaria, en movimiento continuo, y enraizada en la cultura, existiendo una estrecha relación estructural en las estrategias de apropiación

del

espacio

entre

pensamiento,

organización

social,

subsistencia y concepción-utilización del medio ambiente; a este respecto, la categoría abstracta de espacio se substituye por otra más contextual: el paisaje, concebido como la objetificación de prácticas sociales de carácter material e imaginario.” (Mañana Borrazás et al., 2002:18)

Así, de acuerdo con este marco teórico conceptual, se aborda la Arqueología del Paisaje, que define Criado Boado, (1995) como la inclusión de la práctica arqueológica dentro de coordenadas espaciales, y a través de ella tratar de pensar el registro, y la cultura material desde una matriz espacial, convirtiendo al espacio en el primer objeto de la investigación, ya que intenta elaborar modelos sobre las interrelaciones entre espacio imaginado, utilización del espacio, y organización social de los usuarios-habitantes. La arquitectura, en ese contexto, deriva de la necesidad humana de adquirir relaciones vitales en el ambiente que lo rodea, para aportar sentido y orden a un mundo de acontecimientos y acciones, entendiéndose por ello que los objetos están distribuidos según relaciones espaciales (interior-exterior, lejos15

cerca, separado-unido, etc.). El ser humano, para poder llevar a cabo sus acciones, debe comprender las relaciones espaciales y unificarlas en un concepto de paisaje domesticado. La respuesta humana trasciende las necesidades prácticas y la economía. Espacio significa lugar, pero también recorrido, área, y no puede describirse en términos de conceptos geométricos, sino de posibilidades existenciales. (Norberg-Schulz 1979). Justamente Norberg-Schulz (1980) es quien desentraña la concepción hasta entonces física del espacio, ya sea copernicano (lugar), einsteniano (relativo) o newtoniano (contenedor), que filósofos y físicos habían desarrollado hasta el siglo XX, para darle una interpretación vital humanizada, relacionada a la experiencia humana, en sus aspectos pragmáticos, perceptivos, cognoscitivo, abstracto, artístico y finalmente arquitectónico, a través de la materialización del espacio existencial del hombre y la sociedad. Metodológicamente, se trata de ver un paisaje integral, analizado con cierta isomorfía (valga el término) entre el espacio, los actores sociales involucrados, y las acciones o interacciones de las que participan. Para ello, como forma de aproximación a la comprensión, se recurrió a la Arqueología del Paisaje, que requiere ciertos pasos, que se exploraron (sensu Criado Boado 1993 y 1999). Siendo el paisaje un producto humano, se desarrolló una descripción que lo deconstruyó y que por la inteligibilidad de las formas y relaciones, se buscó la racionalidad y el sentido que lo construyó, porque las actividades que tienen lugar en un determinado espacio y tiempo están relacionadas con la representación ideal del mundo que tuvo el grupo.

Matriz medioambiental El centro de la Provincia de la Rioja está recorrido de Sur a Norte por un cordón montañoso –el Velasco- que en su ladera Este está surcado por varias quebradas transversales que drenan sus aguas desde las alturas hacia el llano. Las Quebradas no atraviesan el cordón montañoso, sino que desde la cima discurren casi rectas, suaves, y perpendiculares al cordón, desaguando en el llano formando conos aluviales de pendientes también suaves. La Quebrada de Saladillo es justamente una de estas (Fig. 02), destacándose por poseer cursos de agua permanente, que si bien no lo son en todo el recorrido, afloran por tramos. 16

Fig. 02 - Quebrada del Saladillo

El espacio ocupado por la otrora estancia “La Saladilla” presenta veranos largos, con altas temperaturas y abundantes precipitaciones seguidos por una estación seca y moderadamente fría. Tenía disponibilidad de agua de superficie, terrenos protegidos de los vientos fuertes, relieves suaves, sin pendientes demasiado pronunciadas, aptos para el uso agrícola y cría de ganado. Los jesuitas descubrieron además, en la zona, canteras de cal puzolánica, apta para morteros de gran durabilidad e ideal para coladas en zonas de alta temperatura ambiente. Rodeada por ese territorio con veranos tórridos y precipitaciones que llegan a sólo 300mm anuales, conforma un paisaje natural bastante singular, con nichos ecológicos heterogéneos dentro de su recorrido, que a nivel productivo se complementan, no sólo por la disponibilidad de agua, sino por la diferencia de altura, pues nace superando los 2.000 msnm y se pierde en el llanos a los 450 msnm. Geográficamente tiene centro en las coordenadas 29º20´S y 66º53´O. El discurrir de la Quebrada se adscribe ecológicamente, como un parche en forma de isla, al extremo sur la zona baja de las Yungas Sudamericanas (bosque subandino boliviano-tucumano) que posee un clima subtropical, más lluvioso y nuboso que el llano de La Rioja, con altitudes promedio entre los 3002000 msnm. Tiene gran biodiversidad. La vegetación es de bosque serranochaqueño, húmedo según la estación, cuyo dosel tiene una altura menor al de la selva. Los árboles poseen epífitas como clavel del aire, orquídeas, helechos 17

y musgos, y es hábitat de numerosas aves. La zona alta es una franja continua de pastizales que posee un clima de templado a frío, lluvioso estacional, parcialmente nuboso, con altitudes promedio entre los 2000-2500 msnm, la vegetación es de pajonales andinos, y bosque formado por árboles de porte menor, zona intermedia entre la pradera y matorral de montaña. El clima general es subtropical, de tipo valle mesotérmico, con una temperatura media de 22° C y presenta un rango de variación climática bastante diferenciado entre las estaciones de verano y la de invierno, con un marcado régimen estacional de distribución de las precipitaciones. En época de verano su temperatura puede superar los 40° C en tanto en el invierno se puede llegar a temperaturas cercanas a 0°C , e incluso menos, con heladas y nevadas esporádicas.

Análisis fisiográfico El análisis fisiográfico, aquí se lo presenta, según lo propuesto por Criado Boado (1999) como un examen completo de un espacio dado (artificial, natural y sobre todo natural artificializado), no necesaria y excluyentemente como unidad física y natural, sino como construcción social, y que resulta de analizarlo con varias técnicas integradas entre sí. Cambiando la forma tradicional de verlo con perspectiva geográfica, el paisaje es así el resultado de la simbiosis que opera entre la sociedad y el espacio, por lo que a su vez engloba la dimensión física, etnográfica, cultural, estética y visual, que comporta un enfoque que trasciende el espacio geométrico y matemático, y permite analizarlo desde una perspectiva histórica que nos presenta el paisaje pretérito, y comprobar cómo los cambios que se operaron en él están presentes en el actual. Desde esta mirada el paisaje tiene un lado no visible, inmaterial, es el entorno imaginado y pensado, construido figurativamente más allá de su realidad física, como abstracción de diferentes significados que conforman lugares rituales y étnicos que se van construyendo, destruyendo y reconstruyendo con los cambios socioculturales (Sánchez Yustos, 2010). El paisaje, con esta perspectiva sincrónica y diacrónica, identificado e interpretado, nos permite comprender los procesos ocurridos, a través de sus componentes históricos-arqueológicos y considerar que el

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paisaje es el recurso que sirve para mantener viva la memoria y las tradiciones (Mañana Borrazás et al., 2002). La ocupación inicial de la zona está documentada principalmente a través de algunos hallazgos de material cerámico y algunos restos de estructuras, que tradicionalmente fueron tratados con sesgo histórico-cultural, y descriptos individualmente como objetos sin entorno por quienes los descubrieron a principios del siglo XX, lo que dificultaba bastante la comprensión del paisaje. Porque no se trata de restos de cultura material sin continuidad de uso, sino de estructuras vivas, dinámicas, que cambiaron y evolucionaron a lo largo del tiempo, conformándose como documento histórico y objeto arqueológico. Al no ser tipológicos o sensacionales los hallazgos, no interesaron demasiado y por eso dicen Raviña y Callegari “son escasos los trabajos sistemáticos de campo encarados con técnicas modernas que permitan detectar y explicitar las diversas modalidades culturales desarrolladas en la región” (Raviña y Callegari, 1988:22). Esto se pone en evidencia cuando consultamos el Mapa Arqueológico de la Provincia de La Rioja (Raviña y Callegari, 1988) para el faldeo oriental del Cordón Oriental del Velasco (área que interesa a este trabajo) que sólo cataloga diez sitios, y prácticamente todos sin datos cronológicos ni adscripción, o en caso de adscribir, es al impreciso “período hispano-indígena”. Todo esto contrasta fuertemente con la cantidad de material mobiliario recolectado permanentemente en la zona por particulares, coleccionistas, y recolectores de áridos destinados a la construcción, además de que la memoria popular adscribe innumerables sitios y enclaves, a la presencia humana hasta tiempos históricos. Prospecciones expeditivas de la Quebrada de Saladillo realizadas en varias oportunidades desde 2010, permitieron detectar estructuras prehispánicas al menos en tres sectores de la misma, y a través de entrevistas a lugareños se pudieron inferir varios rasgos más. Es posible proponer que la actividad humana en la Quebrada de Saladillo hunde su raíz en comunidades del formativo con signos de complejidad, que ocuparon la Quebrada con estructuras subcirculares construidas con grandes piedras (Fig. 03), ocupando el vértice superior del cono aluvial, a los 800 metros de altura sobre el nivel del

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mar2. Las pampas de altura, sectores a más de 2000 msnm y accesibles fácilmente por el lecho de la Quebrada, pudieron ser utilizadas como lugares de caza, dejando estructuras de piedra asociables a cazaderos o refugios temporarios, cercanos a las aguadas. Asimismo, es posible pensar que aprovecharon la abundancia de maderas, y la recolección de alimento aportado por los bosques de algarrobos (Prosopis en sus diversas variedades) que tapizaban los llanos donde desagua la Quebrada, desde los 400 msnm hacia abajo.

Fig. 03 - Estructuras subcirculares de adscripción prehispánica

La actitud de esta sociedad frente a la naturaleza habría sido participativa (sensu Criado Boado, 1993). Estas actividades se caracterizaban por generar un paisaje humanizado, pero mimetizado con la naturaleza, con una estrategia de invisibilidad, de uso comunitario, con mucha movilidad de personas, marcada por hallazgos aislados de restos cerámicos en toda el área, y el aprovechamiento de los diversos nichos ecológicos que generaba la diferencia altitudinal. Las condiciones de visibilidad de la acción social son el reflejo de la actitud ante el entorno. En este punto debemos comprender que las culturas distintas a la europea occidental, no siempre priorizaron el objetivo energérticoproductivo en su relación con el espacio, y tenían marcada conciencia de unidad de la naturaleza, que les incluía, y de fuerte interdependencia como condición de supervivencia. La conquista suspendió radicalmente este concepto de apropiación, mediante la expulsión-aniquilamiento de las poblaciones originarias. Los rastros de la desigualdad de fuerzas que produjo la conquista territorial hay que buscarlos en la memoria actual de los pobladores, 2

Por el momento no se cuenta con fechados absolutos de Saladillo, por lo que las adscripciones cronológicas son relativas.

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que identifican el sitio con un Fuerte español (Sancti Spiritu) del que no se han hallado rastros materiales. La llegada del invasor europeo cambió radicalmente usos y significaciones. El vértice del cono de deyección (800 m de altitud) pasó a ser ocupado por instalaciones permanentes del invasor, primero presumiblemente militares, y luego con producción agrícola, ganadera, y minera. En ese momento, grandes sectores de terreno fueron desmontados para ser dedicados a la producción.

Fig. 04 - Estructuras del período colonial en su estado actual

La arquitectura pasó a tener relevante visibilización (Fig. 04), y el uso y la actividad fueron totalmente sedentarios y su acceso restringido. Es importante destacar que el desmonte aumentó la visibilidad de la arquitectura desde gran distancia (Fig. 09), y lo mismo que la vista desde ella, sobre todo el control sobre quien se acercara por el camino de acceso (Fig. 10). Es evidente una estrategia de visibilización que a su vez estaba en la intención de hacer más conspicuos esos elementos, como demostración de la superioridad cultural europea que los producía. La estrategia de visibilización presupone un deseo de exhibir la acción del grupo social. La actitud de los nuevos ocupantes frente a la naturaleza podríamos caracterizarla como activa, domesticadora o campesina (sensu Criado Boado, 1993). El concepto de propiedad individual del capitalismo europeo, se impuso sobre el paisaje geográfico con la materialización de los límites, producto del Derecho y no del aprovechamiento, situación que generó permanentes disputas con otros europeos por los recursos naturales, como el agua y las tierras “de pan llevar”. El inicio republicano supuso la exacerbación del capitalismo mercantilista, con la llegada del ferrocarril a La Rioja, la nueva ocupación del vértice del cono de deyección con una arquitectura para vivienda de fuerte impacto visual (Fig. 05), con una estrategia de visibilización que lo constituye como auténtico 21

monumento (que perdura incluso en la memoria de los pobladores actuales como casona con fantasmas).

Fig. 05 - Vivienda de mediados del siglo XIX

La explotación a gran escala de las canteras de cal de las cumbres, implicó el talado de los árboles de gran porte y buena madera, para los hornos de quemado de esa misma cal, y destruyó los algarrobales del llano con destino a comercializar carbón para el ferrocarril. La actitud del hombre frente a la naturaleza debe ser caracterizada sin dudas como destructiva, subordinada a sistemas dominados por racionalidades maximizadoras (sensu Criado Boado, 1993). Un largo período de abandono de toda actividad durante el siglo XX, permitió la recuperación de la flora, que reocupó todos los sectores antes desmontados para agricultura, convirtiendo nuevamente toda la Quebrada en la continuación de la yunga, invadiendo incluso las estructuras. Por esta razón, durante los años de la Dictadura, las características de cercanía a la ciudad, fácil acceso, aislamiento, gran extensión de monte tupido, y la existencia de arquitectura, permitieron e incentivaron el uso del sector del vértice del cono de deyección como campo de entrenamiento militar para la lucha contrarrevolucionaria. Algunos pobladores sostienen haber sabido entonces, que se usaba para ocultamiento clandestino de presos políticos, aunque sobre esto no se ha encontrado fuentes de primera mano. Lo importante fue su cerramiento inexpugnable para cualquier persona no perteneciente a las fuerzas de seguridad. Esto generó un halo de temeroso misterio que rodeó el lugar hasta el presente, generando desde el año 2.000 en adelante la búsqueda de “tapados” (tesoros escondidos), que pasó a ser importante en los últimos años, provocando daños a las estructuras más modernas y visibles, aunque

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últimamente, la actividad principal volvió a ser la producción ganadera en pequeña escala. En esta breve exploración histórica se han incorporado como dato los relatos orales, obviando la premisa académica tradicional que descalifica su objetividad, por el convencimiento de la supervivencia de los saberes populares, que amerita que deben ser tenidos en cuenta. En la actualidad, la mencionada actividad de producción ganadera, aunque a muy baja escala, está empezando a dejar su impronta sobre el paisaje, con la aparición de alambrados y corrales, aunque sólo en las proximidades de las estructuras arquitectónicas, o sea, nuevamente en el vértice del cono de deyección.

Análisis del entorno pensado, o simbólico Hablar de esta dimensión del Paisaje significa hacerlo bajo una perspectiva ecológica, funcionalista, con multitud de relaciones y toda una serie de factores que son capaces de comunicar una concepción de la realidad como un todo, distinto de la suma de las partes que lo componen, abarcando saberes, significados y contextos. El ecosistema se convierte así en el escenario de interacción entre la sociedad y el medio natural. Bajo este concepto, la “oikonomia” no es una ecuación económica-monetaria sino el proceso regulador de la subsistencia, y la tecnología el brazo que la posibilita. Para la cosmovisión de los pueblos originarios el paisaje sería el sustrato fundamental de la forma de ser, del conocer, y el hacer tecnológico. Una unión entre lo sagrado o divino, el hombre, y la naturaleza. Donde el ser humano era parte de esa conjunción donde cada uno es responsable de un aspecto y el todo armónico garantizaba el orden ecológico. Ello determinaba una apropiación comunitaria de los recursos y espacios, a partir de un acceso no igualitario, pero determinado por la pertenencia, según un patrón de distribución y reciprocidad que garantizaría la supervivencia del grupo. El paisaje era así concebido como un todo interdependiente (sensu Yampara 2005, Martínez Sarasola 2010, Sánchez Pirela 2009 y Quintero-Montilla 2009). Esta concepción cambió con la llegada del europeo y su cosmovisión judeocristiana, que concibe a dios como creador del mundo. Al ser creación divina, el mundo y lo que en él existe, no puede ser dios, y por ende no es sagrado. 23

Como el hombre fue creado a imagen y semejanza de dios adquiere supremacía sobre el resto de la creación, pudiendo disponer libre e individualmente de ella, de dónde el pensamiento cristiano no contiene inhibiciones al control de la naturaleza por el hombre. Los habitantes originarios nunca comprendieron este nuevo mensaje y siguieron sosteniendo que el mundo es el estado de sintonía con el cosmos, y para la mirada colonizadora se convirtieron en seres irracionales. Bajo la concepción del invasor, debían ser captados3 para los conceptos europeos de dios verdadero, tecnología eficiente para la producción excedentaria, y propiedad privada. Así, la conquista europea del continente americano fue el momento fundante del nuevo paradigma de modernidad que estableció la conformación del mundo occidental, o europeo, concebido como lo moderno, lo avanzado, y “los otros”, el resto de los pueblos y culturas del planeta. Esta organización, con sentido colonial del mundo, no se restringió al acaparamiento de los bienes materiales, sino la apropiación colonial de los saberes, de los lenguajes, de la memoria y del imaginario. La negación del Derecho del colonizado comenzó por la proclamación del Derecho del colonizador (conocedor del “verdadero” dios,

racional, moderno,

tecnológicamente

avanzado, individual). La propiedad es el derecho del individuo sobre sí mismo, en tanto creado a imagen y semejanza de dios, es un principio de disposición personal, de donde decanta el derecho de propiedad privada sobre las cosas, y resulta la propia disposición del individuo sobre la naturaleza, ocupándola y trabajándola. Por eso, si no había cultivos, no había derechos. La tierra estaba “vacante”, a disposición del colonizador. El indio al no poseer ese concepto “moderno” de disposición, perdía el derecho sobre la tierra. Esta nueva visión será la que primará desde la conquista a nuestros días, exacerbándose, concibiendo un paisaje, que habrá perdido toda significación que no sea la del aprovechamiento privado, para producir bienes mercantilizados (sensu Lander, 2000).

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Sensu Diccionario RAE: Atraer a alguien o ganar su voluntad o afecto. Atraer, conseguir o lograr benevolencia, estimación, atención, etc., de alguien.

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Análisis formal o morfológico

Fig. 06 - Modelo sintético fisiográfico de la Quebrada de Saladillo

El estudio del relieve y sus formas, de la Quebrada del Saladillo, como mera perspectiva formal determina una figura fisiográfica formada por varios planos de configuración cóncava, en forma de hondonada, con orientación este-oeste, correspondiendo la menor altura, o desembocadura, a la orientación cardinal Este (Fig. 06). El análisis fisiográfico permite reconocer una cumbre coronada por un estrecho llano longitudinal, que constituye divisoria de aguas hacia el Oeste y el Este, cubierto con pastizales bajos. Hacia el Oeste desciende bastante suavemente hacia un valle por donde discurre un rio permanente. Hacia el Este, sector de este estudio, la escarpa es pronunciada, y está atravesada por una depresión de suave pendiente que une la cima con el llano, en forma de cuenca reducida y angosta, con bordes escarpados, poseedora de suelo muy fértil, y una sucesión de aguadas producto del flujo subsuperficial de agua que aflora intermitentemente, sumado a la periódica escorrentía pluvial de la cuenca de drenaje, aunque dado que hay abundantes materiales sueltos o muy porosos, es muy alto el porcentaje de agua que se infiltra. En todo el trayecto se encuentran a su vez cuencas transversales a la principal, reducidas y angostas. Esta Quebrada se caracteriza porque sus bordes escarpados la protegen de los vientos más rigurosos, su dirección le asegura buen 25

asoleamiento, la humedad de su suelo genera alta humedad ambiente, nieblas y mayor índice de lluvias y por ello está cubierta de vegetación de gran porte conocida como “yungas”. En función de todo esto, allí se concentran los lugares de asentamiento humano tradicional.

Análisis de Tránsito La importancia de analizar el tránsito en clave de movilidad (Fig. 07), o sea independientemente de la finalidad, tiene la lógica de entender rastros y sendas de los posibles desplazamientos para humanizar el entorno, e imponerle un orden y una escala. Para llegar a ello se analizó el relieve para definir líneas naturales de desplazamientos de menor esfuerzo, se siguieron las redes conformadas por las sendas de animales sueltos, (en nuestro caso, fundamentalmente vacunos y cabras), los trazados de caminos antiguos que han quedado plasmados en restos arqueológicos y los tradicionales que las comunidades locales aún transitan.

Fig. 07 - Líneas principales de tránsito en la Quebrada de Saladillo

En el caso Saladillo es clave la gran Quebrada que suavemente asciende la sierra, conformando un cauce de desagüe pluvial, acompañado por tramos de agua en superficie, y vinculando los pastos de altura con los algarrobales del llano. Atraviesa por un collado la cima, y continúa suavemente el descenso hacia el valle de Sanagasta y Huaco (Fig.08). 26

Fig. 08 – Travesías en la cumbre de la Sierra, donde nace la Quebrada de Saladillo

Bifurcaciones a Quebradas menores coinciden con aguadas. Esta vialidad fue fundamental en el período prehispánico, provocando el aprovechamiento de los nichos ecológicos determinados por la diferencia de altura, y la comunicación entre valles. Al pie de la sierra se genera una nueva vialidad, transversal a la Quebrada, paralela al cordón montañoso y que une la sucesión de Quebradas paralelas entre sí, produciendo un cruce, o punto de distribución importante, en la boca de cada una de ellas. Esta transversal se fue definiendo tradicionalmente como la más importante a partir de la época colonial, porque con sus aguadas permitía unir las ciudades de La Rioja y Catamarca, convirtiéndose en senda, luego camino, ganando importancia en la proporción que la perdía el cruce de la sierra, pero disminuyendo nuevamente su importancia en el siglo XX, en que un nuevo trazado la alejó definitivamente de la sierra volcándose al llano, -la movilidad mecánica no necesitaba aguadas-, volviendo a ser solamente de importancia local. Esta tendencia culminó cuando finalmente se trazó la ruta nacional por la parte baja del llano.

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Es clave destacar que con la llegada del invasor europeo se produce un quiebre importante en la concepción de la movilidad. El hombre andino tiene una visión integradora de las formaciones montañosas, que siempre funcionaron como espacios de conexión e integración entre ambas vertientes, (Fig. 08) con movilidad a base de esfuerzo de desplazamiento pedestre de hombre y bestias, aprovechando los pasos naturales y haciendo uso racional de los ecosistemas de diversa altitud. El europeo, en cambio, concibe la movilidad en términos de llanura, asociado al uso de la rueda, y por ende la montaña es un obstáculo insalvable, y las rutas discurren soslayando

las

irregularidades del terreno

Análisis de las condiciones de visualización Los términos utilizados para visualización son los siguientes: Se entiende por visibilidad lo que se ve desde un elemento arqueológico, por visibilización cómo se ve ese elemento concreto desde fuera de él, y por intervisibilidad la perspectiva entre dos elementos arqueológicos. Esta forma de ver y ser visto de los elementos que componen el paisaje, define de alguna manera un mapa mental que queda grabado en la memoria, y determina que los usuarios puedan comprender fácilmente el espacio en que se mueven, y desplazarse con soltura y seguridad. Hay espacios que determinan comportamientos, pero también hay comportamientos que recrean el espacio, y al menos, sugieren modelos de conductas. Espacio y volumen no siempre coinciden en la sensación y en la percepción que despiertan en el individuo que interactúa en él. La razón se debe a que, pese a que el espacio se encuentra definido materialmente por el volumen, no siempre coincide con la forma material que lo delimita, pudiendo variar mediante aspectos culturales o vivencias particulares de uso, así como la posición del espectador respecto a él. En ese sentido, la posición ocupada frente a los elementos, o la forma en que el paisaje fue modificado por acción antrópica es, en definitiva, la percepción final que se tiene. Al situarse en un punto y no moverse, se tiene una percepción bidimensional, o incluso tridimensional, como estar frente a una pintura o a un relieve, pero moviéndose, recorriendo, se obtiene una nueva experiencia, una cuarta dimensión, aquella que satisface las cuestiones de organización.

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Ubicados en el período histórico colonial que nos ocupa, podemos observar un proceso creciente y sistemático de domesticación del paisaje, que no sólo es expresión de nuevas tecnologías, sino por sobre todo de una nueva economía, donde la relación de los habitantes con la naturaleza, se muestra en una actitud de transformación activa y sistemática del espacio físico. Esta voluntad refleja de alguna manera el proceso mental del sector dominante, respecto a modificar y explotar la sociedad existente. El paisaje social de este momento se corresponde con el de una concepción que propugna un orden social colonial con dominadores y dominados, donde los primeros imponen mediante la arquitecturización del paisaje su principio de orden cultural. Incluso, la compartimentación de los espacios arquitectónicos para la vida y el trabajo, en común según estamentos, aparece como una prolongación del entramado de vínculos que influyó en la configuración de la identidad cultural (Criado Boado, 1999).

Fig. 09 – Visibilización de la Quebrada del Saladillo. Foto actual utilizando el programa Google Earth y reconstrucción virtual según dibujo del autor.

En Saladillo la visibilización desde el camino que unía todas las Quebradas y comunicaba La Rioja con Catamarca, permitía percibir la acción modificadora del paisaje por parte del hombre, en primer lugar por acción de la agricultura de labradío, pero también por la arquitecturización implantada mediante la construcción de obras –residencias y hornos de cal- que por su dimensión se destacaban en el paisaje natural y se convertían en puntos de referencia, y tras ellas, al penetrar en la sierra, terrenos incultos y de monte, para el aprovechamiento de la ganadería extensiva (Fig. 09). La mejor forma de percibir este paisaje es desde los bordes de la Quebrada. 29

Fig. 10 – La visibilidad desde la construcción principal. Vista actual utilizando el programa Google Earth, y reconstrucción virtual según dibujo del autor.

La visibilidad desde la construcción principal (Fig.10) está limitada en tres de sus lados por una perspectiva de cerros elevados que la comprimen visualmente, y se abre netamente hacia el este, con una línea de horizonte baja, que permite el control visual del

acceso, así como de todo el llano,

detectándose el acercamiento de personas al conjunto arquitectónico, pero además pudiéndose controlar el tránsito del camino que discurre por el llano.

Análisis de terrenos

Fig. 11 – Usos y ocupación inferidos según restos materiales arqueológicos

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Al analizar el terreno, con sus usos y ocupación (Fig. 11) a lo largo de la Quebrada se detecta un sector dedicado a agricultura de labradío en la parte más baja (1) posibilitado por obras hidráulicas para riego (2) consistentes en un gran estaque de almacenamiento de agua y acequias, contiguo a la construcción principal (3). En esta zona siempre se concentró el poblamiento, llegando esa tendencia hasta la actualidad. Continuando el ascenso hacia el oeste, las estibaciones presentan características geológicas calizas que permiten su explotación con cierto grado de facilidad, detectándose actividad minera extractiva (4) y asociado a ello, instalaciones de procesamiento, consistentes en hornos y estructuras arquitectónicas (5) de uso no identificable, pero

presumiblemente

temporarias.

algunas

serían

depósitos

y

otras

residencias

Continuando el ascenso, el clima se torna más húmedo, la

vegetación pierde su característica xerófila y se transforma en yunga (6), o sea bosque de montaña, nuboso, lluvioso y cálido, con un sotobosque herbáceo que en algunos sectores alcanza los dos metros de altura. Es un terreno muy apto para la ganadería extensiva, en semilibertad, por cuanto cuenta con aguadas (7) en puntos estratégicos. La cumbre de la sierra presenta características de prados de altura y una conformación de relieve plano.

Análisis de los indicadores arqueológicos en el paisaje El centro de ocupación permanente, aunque discontinua, a lo largo de mil quinientos años aproximadamente, corresponde a la altitud de 800 msnm, en un área donde la Quebrada se ensancha, formando un cono de deyección suave, volcando hacia el Este en abanico de unos 5 km de radio, hasta los 400 msnm, en que se funde con el llano. En el vértice superior del cono se concentran las estructuras principales del período prehispánico, la aparición de morteros para molienda, las ruinas del complejo edilicio jesuítico, e importantes restos materiales de finales del siglo XIX (cronología relativa, inferida a partir de los sistemas constructivos), todo en un palimpsesto por superposición y reutilización de estructuras. Se hace evidente que las prácticas sociales implicadas en el sitio están relacionadas, en todas las épocas, a la residencia, y a la manufactura y tratamiento de enseres domésticos y herramientas. En época prehispánica, a partir de su ocupación para residencia, el sitio debió haber sido estratégico para el manejo de los distintos ecosistemas de altura o 31

piedemonte, y el aprovechamiento de sus variados recursos. A partir de la colonia, continuando con ocupación residencial, aunque tipológicamente distinta, la implantación habría sido valiosa para el control de accesos y tránsito. La existencia de concentración de arquitectura, y restos en superficie, que se aprecia en este lugar, refleja el asentamiento de habitantes permanentes y temporales. Esto estaría relacionado con el afloramiento en el sector, de surgentes permanentes de agua, y asociado a obras de canalización de las mismas, con restos materiales en superficie muy evidentes desde la ocupación jesuítica. La construcción de obras hidráulicas (Fig.12) es relevante para la generación de excedentes y productos de

valor para las prácticas

socioeconómicas. Además, la envergadura de las acciones de infraestructura encaradas, supone la existencia de una conducción dominante que proyecta, organiza y conduce las obras, y que se beneficia finalmente, aumentando las asimetrías sociales.

Fig. 12 – Estanque o Tajamar construido para reserva de agua

Desde el vértice del cono de deyección, ascendiendo aproximadamente 3,5 km hacia el oeste por el lecho del río seco, se llega hasta los 1.100 msnm, donde se encuentran estructuras de piedra, con muros conservados de hasta 1,5 m de altura. Se hallaron dos estructuras de forma circular (Fig. 13) y una de forma cuadrangular (Figs. 14 y 15) cuya funcionalidad es aún desconocida, pero podría relacionarse con espacios para depósitos o habitación. También se registraron hornos de quemado de piedra caliza (Figs. 16 y 17), posiblemente

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asignables a época colonial española, y otros a fines del siglo XIX4. En relación a ellos, sobre las laderas de la sierra, se ubicaron socavones y derrumbes correspondientes a la extracción de piedra caliza en las épocas de uso de los hornos.

Fig. 13 – Recinto circular sin función conocida. Planta, y cortes

Fig. 14 – Recinto cuadrangular sin función conocida. Planta 4

En ningún caso hay fechados o cronología absoluta, sino relativa, mediante la observación de técnicas constructivas.

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Fig. 15 – Recinto cuadrangular sin función conocida. Vistas lateral y frontal

FIG 16 – Hornos de cal yuxtapuestos. Planta

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FIG 17 – Hornos de cal yuxtapuestos. Vista frontal actual y corte

A 4 km, rumbo oeste, la cima de la sierra de Velasco es una angosta pampa de altura a 2.200 msnm cubierta de pastizales, y en ella o sus cercanías, existen pequeñas estructuras de piedra, aleros con restos de actividad antrópica, y refugios, asociables a actividad cinegética, o de pastoreo de trashumancia. Esto no fue constatado por prospección sino conocido a partir de testimonio oral de baqueanos de la zona, que coincide con material arqueológico exhumado a principios del siglo XX por el Padre Gómez, del Museo Arqueológico Inca Huasi, en un alero de una Quebrada aledaña conocida como La Calera, y consistente en figurinas antropomorfas de piedra, hachas del mismo material con grabados geométricos, y figuras líticas zoomorfas (Raviña y Callegari, 1988).

CONCENTRACIÓN PRINCIPAL DE ESTRUCTURAS Análisis del espacio doméstico jesuítico Lo que podemos saber a partir de la documentación jesuítica profusamente estudiada por muchos expertos, es que en temas de construcción, la Compañía siempre estuvo interesada en las cuestiones funcionales y no en las estilísticas. Cada provincia habría tenido las manos libres para edificar, disponer y decorar sus edificios según las costumbres, reglas, maneras y atavismos propios, pero 35

debían guardarse unos principios y esquemas generales que atañían, no al estilo artístico propiamente dicho, sino a la funcionalidad de iglesias, colegios e instalaciones productivas, según el uso de la Compañía y que debían ser observados por todos, llamado “modo nostro”. (Page, 2008 y 2012) “Esta mezcla de universalidad y localismo que ha caracterizado a la Compañía es, posiblemente, una de las causas de que sea difícil apreciar un «estilo jesuítico» en sus fundaciones. Quizás sean la unión de calidad y funcionalidad las dos características principales de las construcciones jesuíticas: las edificaciones se ordenan eficientemente a la consecución de su finalidad”.(Alcalá, 2002 :5)

Esta flexibilidad en lo tocante a técnicas, formas y estilos que solían ser los dominantes en la región donde se implantaban, exigía que los planos se acomodasen a la funcionalidad del modelo regulado. Por esta causa, aunque los alzados y perfiles fueran proporcionados por los arquitectos elegidos por los patronos, la Compañía colocaba junto a ellos maestros de albañilería, cantería y carpintería propios, no sólo en razón del ahorro de salarios y gastos, sino porque éstos podían llevar a cabo, con mayor conocimiento de causa, los requisitos mínimos que la Compañía requería en sus casas y templos. “Las dos primeras congregaciones generales (1558 y 1565) se limitaron a dar pautas sobre las edificaciones velando por su solidez e higiene, pero sin indicaciones estilísticas o formales. La segunda congregación impuso el envío de los planos de las edificaciones proyectadas al General en Roma para su aprobación. Como consecuencia de ello, se habilitó una oficina en Roma para efectuar este trabajo bajo el consiliarius aedificiorum”. (Alcalá, 2002 :21)

La ventaja de este accionar para los investigadores actuales es que permite la comparación entre distintos establecimientos, e inferir con bastante certeza las partes faltantes de uno en función de su ubicación en otros. La arqueología corrobora la exactitud de esas inferencias en función de los restos materiales que se puedan encontrar o descubrir en la actualidad. Para el caso de estudio que nos ocupa, procedimos a la reconstrucción virtual por relevamiento y analogía con otros, del conjunto principal, para un primer análisis que nos permita planificar posteriores intervenciones de excavación arqueológica. Se tuvo en cuenta que son construcciones históricas tanto por su voluminosidad, (Fig.18) su significado y papel social, como por su continuidad 36

funcional y de uso, y por ello constituyen un patrimonio heredado notable, factible de adecuación para nuevos fines.

Fig. 18 – Estado actual: Proyección 3D por el Dr. Pedro Salminci (Relevamiento Arq. Giuliano)

Análisis morfológico y reconstrucción virtual Para desarrollar un estudio formal del espacio, se realizó una reconstrucción virtual hipotética de las instalaciones domésticas principales de la estancia “La Saladilla”, en su momento de máximo desarrollo edilicio, basada en las estructuras que hoy se conservan en el sitio y una aproximación por analogía con otras estancias jesuíticas de locaciones similares, fundamentalmente las de la actual provincia de Córdoba. La reconstrucción virtual así obtenida (Fig.19) es una hipótesis de trabajo para una futura investigación de arqueología de la arquitectura, que no forma parte de este trabajo. El resultado que se obtuvo, sin embargo, permitirá avanzar considerando que a través del tiempo, las estructuras “fosilizaron” gran cantidad de información, que será necesario desentrañar con las herramientas de la arqueología. Para 37

ello es necesario aplicar un método riguroso y sistemático, y sus técnicas, serán arqueológicas, aunque se apoyen en otras disciplinas o ciencias, como lectura de paramentos o estratigrafía muraría, cronotipología de aparejos y elementos singulares, excavación arqueológica y análisis de materiales para fechados.

Fig. 19 – Espacios pragmáticos

Análisis del espacio y su materialización Partiendo de la multidimensionalidad del paisaje/espacio vamos a analizarlo desde distintos niveles (sensu Mañana Borrazás et al., 2002). En cuanto a entorno físico, o matriz medioambiental sobre la que el hombre realiza sus actividades, en cuanto a entorno social en que se producen las relaciones entre grupos, y en cuanto entorno pensado, o simbólico para la apropiación humana de la naturaleza. Al observar el conjunto, lo primero que se detecta es la materialización de la segregación entre dos sectores. Dos espacios yuxtapuestos pero sin relación entre ellos, separados por un pequeño corredor y de muy disímil calidad constructiva (Fig.20). Sector Norte: Forma un claustro cerrado en tres de sus lados, conformado por la capilla (de la que ya no quedan restos visibles), las habitaciones de los 38

Padres y el refectorio, y el cuarto lado cerrado por una verja con base de piedra. Todo de buena factura técnica, de fábrica de mucha calidad, en mampostería doble, en piedra partida con su cara plana hacia el exterior visto. Las piedras están pegadas, lo mismo que el relleno interior del doble muro, de mortero de cal. El patio cumplía una función de relajación, posiblemente bien sombreado, de aireación de los ambientes colindantes y distribución de la circulación. Al concentrar toda la circulación del sector, el patio se convertía en un activo favorecedor de interacciones grupales. Su centro estaba ocupado por un reservorio de agua que presumiblemente se alimentaba de una vertiente distante unos 150 m al sur. Tal como en las demás estancias conocidas, la capilla estaría ubicada al este (en el lugar que hoy ocupa una vivienda de mediados del siglo XIX, que borró toda evidencia material anterior), pero insinuada por restos de una torre circular aparentemente colonial, pero que requiere una investigación particular), y el refectorio ocupa el lado opuesto, cruzando el patio. El lado sur, la mejor ubicación en cuanto a protección climática, está ocupado por las celdas de los Padres. El patio cuenta con 2 ingresos no jerarquizados, uno hacia el norte, al campo abierto y otro hacia el sur, a un pasillo que se conecta con el patio de tareas y la ranchería. El frente visible al llegar a la estancia por el único camino de acceso, habría sido la capilla, aunque hoy no podemos corroborarlo. De ser así, el sector norte habría funcionado como fachada de todo el complejo. Las celdas son espacios cuadrados, con un solo ingreso desde el patio, y desprovistas de toda comunicación entre sí. El refectorio habría sido un espacio rectangular, amplio, con grandes aberturas que le daban buena ventilación, y sobre todo iluminación natural. Está sobreelevado 60 cm respecto al patio, y se accede a él por una pequeña pero cuidada escalera de piedra canteada, lo que le otorga jerarquía, visibilización, y visibilidad panorámica. La calidad de la construcción está demostrada por el relativo buen estado de la construcción. Sector sur: A diferencia del sector norte, el sur se reconoce por los cimientos de piedras que demarcan el gran patio de tareas otorgándole un nivel plano. Nada se conserva de 3 de las paredes que seguramente lo rodeaban en todo su perímetro y habrían sido construidas con adobes u otro material perecedero. En cambio su lado oeste está cerrado en todo el largo por una pared de piedra bola con mortero de cal, que continúa incluso en línea recta hacia el cerro 39

donde existía una vertiente. Esta pared se transforma en pilares al atravesar un wadi para continuar luego su recorrido. En su parte superior posee una acanaladura que hace inferir que se trata de la estructura de un pequeño acueducto elevado que llevaba agua al sector norte. Sobre la pared se habría apoyado una ramada de material perecedero, insinuada por algunas hornacinas y ventanucos. Algunos restos de cimientos al frente de esta ramada, parecen haber sostenido

recintos construidos con materiales

perecederos. La calidad constructiva del sector sur es de máxima precariedad, lo que ha hecho que casi no se conserven vestigios hasta nuestros días. La característica del sector sur, de recinto cerrado, con un solo ingreso hacia el pasillo que lo separa del sector norte, con una galería que serviría como habitaciones “ranchería” y recintos cubiertos sobre el otro frente, dejando un patio central al que dan una y otros, lo convierte en un lugar de socialización de ese grupo de habitantes.

Fig. 20 – Tránsito dentro del complejo principal

Síntesis y conclusiones La configuración del paisaje se materializa mediante la intervención antrópica y sólo así es posible aprehenderlo. En ese sentido, no sólo se modifican cauces, se construyen estructuras o se acumulan montículos, sino que además, esas modificaciones se cargan de significados y de sentidos comprensibles por los usuarios a partir de sus experiencias sociales. En él se 40

reflejan los saberes económicos, los conflictos inter e intraétnicos, la cosmogonía, los valores sociales, y sólo a través de estos aspectos, se refleja lo geográfico natural. En el caso específico de la Quebrada objeto de este estudio, destaca una ocupación permanente, aunque con intervalos, del vértice superior del cono de deyección, conocido hoy como sitio “El Saladillo”. Este espacio se cargó entonces de una significación muy grande, que la Compañía de Jesús, como ocupante colonizador resignificó con sus propios valores, superponiéndolos a la ocupación anterior, dejando su impronta, y convirtiéndolo en su territorio, el espacio en que ejerció su poder. La concepción moderna de la compañía de Jesús se refleja primero en la apropiación simbólica del entorno físico o matriz mediambiental, visto como creación divina puesta al servicio del hombre, que debe ser puesto en producción a partir de su apropiación por reglas de derecho positivo. La apropiación medioambiental se hace patente en la deforestación, regulación de cursos de agua para su aprovechamiento productivo y la introducción de cultivos o industrias destinados a la comercialización. El derecho de propiedad es ilimitado, e incluye a seres humanos si estos requieren ser civilizados por no conocer al dios verdadero y el propio concepto de propiedad privada. El entorno social o medio construido, en el que se producen las relaciones entre individuos o grupos, refleja la otredad colonizadora como concepto binario que separa “el uno” civilizador de “el otro” a civilizar. El espacio doméstico fue pensado, y se convirtió, en medio simbólico, cuando se dividió claramente en 2 sectores, siendo el sector norte el territorio del dominador-civilizador y el sector sur para el dominado. Cada grupo social así definido está física y simbólicamente separado: individuo-blanco-dominador-civilizador al norte –el uno- y masa-negro-dominado-civilizado -el otro- al sur. Los restos materiales que hoy pueblan el sitio de El Saladillo, reflejan el concepto de otredad que nace con la modernidad. La reconstrucción virtual del edificio principal del establecimiento (Fig.21), que se propone a continuación, es una interpretación en base a indicios, o analogía con otras estancias, de los restos materiales que hoy se conservan superficialmente, y como se explicó con anterioridad, se realizó a los fines de general una hipótesis de trabajo para una investigación arqueológica futura, 41

con metodología propia de la Arqueología de la Arquitectura, y resultó del análisis del paisaje cultural.

Fig. 21 – Reconstrucción en base a restos materiales de superficie y analogías

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CAPÍTULO 3 LOS JESUITAS EN EL SALADILLO

Los jesuitas eran los más firmes opositores a los servicios personales de la población indígena, ya que entendían que para cumplir con su misión evangelizadora debían preservarlos de la sobreexplotación. Esto los puso en una posición enfrentada a los encomenderos, de cuyas donaciones dependían para su obra misionera. Ello les obligó a buscar un financiamiento distinto y así comenzaron con las fundaciones de establecimientos productivos –estanciasen todas las comunidades de importancia (Fradkin, 2000; Page, 2000). Uno de los rasgos más importantes era que debían ser idealmente “autosuficientes” o de producción diversificada en su interior a la vez que se combinaba con una marcada especialización para el sector externo. De esta forma, toda estancia rural tenía talleres con carpintería, telares, herrería a la vez que producía bienes específicos para la venta. Tanto la capacidad productiva de la mano de obra esclava como la combinación de actividades agrícolas, ganaderas y manufactureras

en

un

mismo

establecimiento

permitieron

gestionar

exitosamente esta diversificación productiva y combinar las tareas estacionales y permanentes. La Compañía de Jesús fue la última de las Órdenes religiosas que se asentó en La Rioja, en el año 1624. En la ciudad, los jesuitas tuvieron una Casa de Ejercicios Espirituales, un solar con la ranchería de los esclavos, hornos para tejas y tinajas, con su rancho, una viña, una chacra y un molino (Quarleri, 1999). Según la investigación de Quarleri (1999) al norte de la ciudad de La Rioja se encontraban las propiedades de La Saladilla, Las Cañas, El Duraznillo y Las Higuerillas. En la Sierra de Velasco la estancia de Guaco y en el Valle de Famatina, las haciendas de Malligasta y Nonogasta, los parajes de Anguattá, Guanchipá y Capalgapán y los potreros de Massangano, El Duraznillo y Agua Negra. En referencia a “La Saladilla”, Quarleri (1999) menciona que fue adquirida a partir de la permutación de tres parajes (Anguattá, Guanchipá y Capalgacán) a 43

Pedro Nicolás de Brizuela en una fecha no especificada, posiblemente antes de 1664. Al momento de la expulsión de los Jesuitas, esta propiedad no figuraba a nombre de la orden, sino que según los documentos había sido concedida al Convento de los Hermanos Predicadores como saldo de una deuda en torno a la estancia de Guaco (Quarleri, 2001b). Esta afirmación sin embargo no ha podido ser confirmada documentalmente, y la versión de informantes que fueron propietarios posteriores, pero que tampoco pudieron comprobarlo fehacientemente, sostienen que la propiedad habría pasado directamente de los jesuitas a Don Vicente Antonio Bustos, Encargado de la Real Hacienda y Comandante de Armas de La Rioja en el momento de la expulsión. La estancia “La Saladilla” fue un establecimiento rural multiproductivo, dedicada fundamentalmente a la producción ganadera, pero incorporando agricultura, y producción de cal para construcción de obras de la ciudad, como actividades secundarias, y talleres artesanales para uso propio.

LOS JESUITAS Y SU ROL COMO COLONIZADORES

Colonización y colonialidad “Colonialidad no significa lo mismo que colonialismo. Colonialismo denota una relación política y económica, en la cual la soberanía de un pueblo reside en el poder de otro pueblo o nación, lo que constituye a tal nación en un imperio. Distinto de esta idea, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en vez de estar limitado a una relación formal de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí, a través del mercado capitalista mundial y de la idea de raza. Así, pues, aunque el colonialismo precede a la colonialidad, la colonialidad sobrevive al colonialismo. La misma se mantiene viva en manuales de aprendizaje, en el criterio para el buen trabajo académico, en la cultura, el sentido común, en la auto-imagen de los pueblos, en las aspiraciones de los sujetos, y en tantos otros aspectos de nuestra experiencia moderna.” (Maldonado Torres, 2007 :131)

El proceso de ocupación del territorio conquistado por España 44

En el proceso de conquista jugaron diferentes actores. Funcionarios reales, militares, encomenderos, religiosos seculares, y Ordenes de predicadores y misioneros. Todos cumplieron roles muy precisos y complementarios. En el Noroeste argentino (NOA) los conquistadores enfrentaron la resistencia indígena desde su primer entrada desde el norte, y siempre fueron enfrentados. Lo determinante de la situación era que la sociedad originaria estaba formada por entidades políticas fragmentadas. A falta de un gobierno centralizado como habían encontrado en el corazón del imperio Inca en el actual Perú, en este territorio fue necesario que el europeo conquistara jefatura tras jefatura, lo que los obligó a grandes esfuerzos, y sobre todo, cambiar las estrategias que ya tenían experimentadas para el dominio de pueblos que estaban acostumbrados a Estados centralizados. El NOA estaba conformado por pueblos muy distintos entre sí, incluso con una multietnicidad muy acrecentada durante el dominio inca, que había instalado colonos o mitimaes para control de las poblaciones locales. Estos colonos reemplazaban a los pueblos anteriormente ocupantes del territorio en muchas de las actividades productivas organizadas desde Cusco. Además estos mitimaes, que habían recibido tierras sustraídas a los pueblos originarios, no regresaron a sus lugares de origen tras la caída del imperio inca, lo que produjo conflictos en tiempos coloniales, porque los originarios reclamaron recuperar los territorios que el inca les había quitado para asentarlos, sumando conflictividad a las relaciones.

La conquista con voluntad redentora y civilizatoria Sostiene Carlos Page “Los hijos de San Ignacio no sólo participaron de los beneficios, sino que con el transcurso de los años se convirtieron en protagonistas esenciales en el desarrollo de la economía en la época colonial. (…) De esta manera, los religiosos sólidamente eruditos en teología y filosofía, fueron absorbiendo una consistente formación en economía y política. Es decir, su formación estaba en clave de conquista” (Page, 2008 :285)

La Estancia Jesuítica era, junto a otras tipologías de ocupación, un establecimiento típicamente colonizador. Para afirmar esto deberemos definir algunos conceptos que llevan a esta afirmación tan terminante. 45

Se analizarán los parámetros que pueden determinar alteridades, como los medios de articulación política usados para asegurarse los recursos, y las concepciones sociales vigentes. Estos fueron los parámetros que fueron creando una estructura de categorías, para aprehender la experiencia en relación a otros, y afirmar la autodefinición. La modernidad, es el pensamiento eurocéntrico desarrollado en la Europa expansionista del siglo XVI como respuesta para el ansia de apropiación económica del mundo no europeo. Tiene su punto de partida alrededor del 1400 y se funda en cuatro grandes procesos, que no se dan separados, sino interrelacionados. Un proceso económico que da origen a la economía capitalista y a la economía mundo. Además, un proceso político que generó Estados centralizados basados en la tributación coordinada por un aparato burocrático. Como complemento, un proceso social que llevó a la desaparición de la estratificación estamental, por la redefinición de clases a partir de lo económico, en contraposición a la pertenencia de sangre, y la definición de la burguesía y el proletariado como clases. Se completa con un proceso de la cultura y las mentalidades, con marcado acento antropocéntrico, individualista y racional. Esa racionalidad instrumental que conseguirá los instrumentos para lograr un fin sin cuestionar los valores, sino los resultados, y sólo persiguió eficacia. Una racionalidad que se instaló en la burguesía para producción e intercambio de mercancías registrables contablemente, para hacerlas útiles al mercado. Con esta racionalidad, el siglo XV, con el Renacimiento como expresión del pensamiento, abre la era de los descubrimientos. (Burke, 2000). “La «modernidad» es una narrativa europea que tiene una cara oculta y más oscura, la colonialidad. En otras palabras, la colonialidad es constitutiva de la modernidad: sin colonialidad no hay modernidad.” (Mignolo, 2010 : 39)

Esta cita de Mignolo es claramente una síntesis de concepto de doble colonización, territorial y de mentalidades, que produjo el Renacimiento europeo, a partir del “descubrimiento” de América, cargada con sus tradiciones no europeas, que es necesario sustituir por la conversión, la civilización y el desarrollo (en tanto evolución), o sea la idea occidental del mundo: la idea de Nación-Estado y de producción capitalista. Este concepto, para ser 46

positivamente racional, debe ser demostrable empíricamente, y fundamentarse en un sistema de distinciones visibles, las razas, que con criterio ontológico, transforman lo visible en el fundamento de lo invisibles. En este sentido, la idea de raza, entendida como una construcción social fundamentada en un presupuesto ideal de humanidad, va a dividir la población mundial a partir de una línea divisoria, que separa geopolíticamente el mundo, en zonas en las que los sujetos que están del lado de Europa occidental, son el lado superior de lo humano, es decir, en el verdadero Ser político y ontológico. En cambio, los sujetos que están del otro lado, son los sujetos que aún no logran constituirse en el verdadero Ser (Diaz Espinoza, 2014). A partir de este concepto, se va a sostener que la categorización racial no consiste simplemente en decir eres negro o indio, por tanto eres inferior, sino en decir, no eres como yo, por tanto eres inferior, designación que en la escala cristiana de la humanidad incluía a los indios americanos y a los negros africanos, es decir, aparece “el otro” Desde esta óptica, para Mignolo (2010), la raza va a ser una jerarquía que divide a los humanos a partir de su nivel de similitud o cercanía respecto de un modelo pre-supuesto de humanidad ideal, modelo que es enunciado desde el locus de enunciación Occidental europeo. El proceso funciona, desde la modernidad, estableciendo un sistema con lógica generativa propia, sin que se necesite explicitarlo cada vez, sin que se exprese como una cuestión política, toda vez que no es más que la exteriorización de la eficacia económica. Todo esto deja claro, cuando analizamos los términos de la violencia simbólica y la exacción económica aplicadas sobre nuestro territorio, que hubo una gran asimetría en la valoración de “el otro” por parte del más poderoso militarmente, desde el momento que se llamó “descubrimiento” al contacto, ya que tampoco se puede hablar de “encuentro”. Proceso de colonización de la categoría social “indios” La conquista española, a diferencia de la anglosajona, no trató a los aborígenes como “nación extranjera” con la que pactar o tratar, aunque esos tratados fueran producto de una acción vertical y unilateral del que era más poderoso militarmente. Por el contrario, buscó “ciudadanizar” a la población aborigen desde el principio, con espíritu paternal, lo que no fue obstáculo en la práctica para que los derechos indígenas siempre hayan sido avasallados. Esta 47

diferencia no conllevó a un mejor estatus para el vencido en esta parte de América, sino por el contrario, a la transformación del sujeto colonizado en objeto “otro”, a ser tutelado para su conversión, que debía “civilizarse” como europeo, sin ninguna forma ni siquiera limitada de soberanía, ni de derechos sobre recursos naturales o culturales, que representaran una continuidad histórica con su sistema ideológico (sensu Briones, 1998). “El derecho internacional (más exactamente, la teología jurídica) contribuyó en el siglo xvı a la creación –una creación exigida por el «descubrimiento» de América– de las diferencias raciales según las percibimos actualmente. ¿Qué hacer –se preguntaron los teólogos juristas españoles– con los «indios» (según el imaginario español) y, más concretamente, con sus tierras? El derecho internacional se fundó basándose en supuestos raciales: los «indios» debían ser considerados, si humanos, no muy racionales; aunque dispuestos a ser convertidos. La cara de la modernidad se dejó ver en los argumentos y supuestos epistémicos de la teología jurídica para decidir y determinar quién era qué. Simultáneamente, la otra cara, la de la colonialidad, se ocultaba bajo el estatus inferior del inferior inventado. Aquí tenemos un caso claro de colonialidad como cara oculta necesaria y constitutiva de la modernidad. La modernidad/colonialidad se articula aquí basándose en diferencias ontológicas y epistémicas: los indios son, ontológicamente, seres humanos inferiores y, en consecuencia, no son plenamente racionales.” (Mignolo, 2010 : 45)

La conquista española no concibió el territorio como una factoría a expoliar, sino con una visión mucho más amplia, encaró acciones “colonizadoras” disolventes sobre el vencido, como prohibiciones, destrucciones y aboliciones, que adoptaron la forma de la descontextualización y la descalificación. Ellas fueron producto del enfrentamiento abstracto entre las culturas, que por no ser tan evidentes como la hecatombe social y económica, no por ello ejercieron un impacto menor, accionando sobre la cosmovisión, memorias y sentires de los vencidos, que se vieron obligados a adoptar nuevas opciones culturales que conducían a su retroceso y decadencia. El idioma, la religión, las costumbre domésticas, los valores, fueron cuestionados. Primero fue la descalificación, y luego la prohibición.

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En esta tarea, fue la Iglesia Católica como institución, la responsable principal. Y dentro de la Iglesia se hicieron evidentes dos formas de encarar la acción, y los resultados fueron igualmente diferentes. Por un lado el clero secular y las Órdenes tradicionales, administradoras de territorios ya en la Europa de origen. Por otro, una Orden misionera de reciente creación, la Compañía de Jesús, nacida para combatir la Reforma luterana, y formada, a diferencia de las demás, por intelectuales comprometidos con las invenciones de la modernidad, pero aplicadas a la conquista de almas. Los integrantes del clero secular y Órdenes tradicionales estaban muy poco formados en conocimientos civiles, lo que los llevó a acompañar a los conquistadores militares, dispuestos siempre a convalidar sus métodos, en asociación recíproca con la nobleza y el Rey. Los jesuitas, con métodos totalmente distintos, muchas veces enfrentando a los militares y encomenderos por aparecer del lado del indio, estaban dispuestos a competir por el poder -y los beneficios económicos, aunque estos se justificaran en la necesidad de recursos para evangelizar- en nombre de la Iglesia y la conquista espiritual. El sistema de repartimiento en encomiendas para “evangelización”, que ya había sido probado con éxito en Castilla durante la etapa final de la guerra de Reconquista contra los “moros”, no consideraba legal los servicios personales al encomendero, sino el pago de un tributo por el favor evangelizador, pero en la práctica, el sistema fue siempre de servidumbre, pues se disponía sobre comunidades vencidas dentro de un Señorío. En esta parte del Tucumán, el modelo teórico era similar, peo no se aplicó en la práctica sobre los pueblos como tales, sino sobre las “piezas” humanas, y sobre todo para servicio personal. Esto produjo en estos territorios notables alteraciones en las comunidades indígenas. Al contrario de lo que sucedía en los Andes centrales, donde la organización del trabajo comunitario para producir el tributo, ya practicado desde mucho antes, durante el incanato, ayudaba a consolidar la unidad de los grupos y reforzaba la autoridad del cacique, que era el único responsable del cumplimiento, frente a las autoridades y al encomendero, en esta región, hasta se permitió la desestructuración de la familia por la encomienda de tareas incompatibles entre los miembros. Las Ordenanzas de Abreu de 1576 reglamentaban la tributación femenina, y aunque estaba prohibida en la legislación general de Indias, aquí se las obligaba a hilar y tejer 49

cuatro días a la semana, en jornadas completas, de sol a sol, y a veces también de noche, dado que la tributación no era en energía, sino en mercadería y debía completarse una cantidad diaria obligatoria. Esta media fue de nefastas consecuencias al afectar el normal proceso de reproducción social de

los

indígenas

levantamientos

en

encomendados, La

Rioja,

y

donde

produjo, los

indios

entre

otras

asesinaron

razones, a

varios

encomenderos. Otro factor de desestructuración provenía de que los hombres eran enviados con frecuencia a trabajar en las haciendas del encomendero que estaban alejadas, incluso en otras jurisdicciones, y las mujeres e hijos quedaban abandonados por lapsos muy prolongados. Esto fue llevando a la extinción de la comunidad y las familias, por un proceso de lógica no reproductiva. Fue común en los pueblos indios, que los hombres abandonaran su casa y escaparan, cada vez que eran convocados para cubrir turnos de mita alejados del territorio. En el caso de familias aisladas el fenómeno fue similar, por los frecuentes traslados de indios en viajes comerciales con los encomenderos hasta Potosí o Chile, donde eran abandonados, una vez alcanzado el destino (Lorandi, 2000, Quiroga, 2012). Luego del Alzamiento Calchaquí que finaliza con la derrota del falso Inca Bohórquez se produce un repartimiento de indios como mano de obra, “composición de indios” se llamó a esta especie de remate, de acuerdo a la cuantía que cada vecino había hecho a la campaña militar. No se respetaron las comunidades originales. Pocas familias, o incluso individuos solos, fueron entregados a cada una de las haciendas en condiciones de total dependencia de los nuevos propietarios, sin autoridades indígenas y sin posibilidad de reproducción cultural y social. El territorio fue convertido en un espacio multiétnico en términos indígenas, careciendo de vínculos entre ellos y empujados, en el mejor de los casos, a la condición de

arrendatarios, o

medieros, cuando no simplemente mano de obra esclava. Las encomiendas, reducidas a unos pocos individuos,

tuvieron cada vez menor importancia

económica, y era más fácil para un productor agropecuario contratar mano obra asalariada que preocuparse por una encomienda. Los individuos “de castas” (mestizos interétnicos) proveían mano de obra en los períodos en que se necesitaba, y luego se los licenciaba sin mayor problema. Si de alguna forma

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persistió el sistema, fue porque la categoría de “encomendero” daba un gran prestigio social. Comenzó así, para los habitantes originarios, un proceso de deculturación por aislamiento, y sobre todo enajenación de derechos sobre las tierras que trabajaban, sobre las que ya no podrían demostrar individualmente la ancestralidad. El extrañamiento de pueblos de indios en Saladillo parece registrado en la materialidad, por el diacronismo de las estructuras de ocupación del suelo, que evidenciaría,

aunque se

requiere mayor investigación

de campo,

la

desaparición –aunque fuere forzada- de estos pueblos al momento de la construcción de la estancia jesuítica. Los jesuitas no participaron del reparto en encomiendas, sistema al que se opusieron por considerar que la servidumbre atentaba contra la transformación del indio en ser humano moderno, para lo que debía civilizarse como europeo, mediante tutela paternal para su conversión. Para lograr este objetivo desarrollaron permanentemente visitas misioneras a los pueblos de indios, y crearon “misiones” para congregar o “reducir” poblaciones nómades o seminómades. Tan fuerte resultó el paternalismo tutelar que por ellos se generalizó la denominación de “Padres” para referirse a los sacerdotes que oficiaban de guías, en contraposición a “curas” como se denominaba al resto del clero doctrinero, por impartir enseñanza religiosa. Proceso de colonización de la categoría social “negros” Dice Mignolo (2005) que el papel de la esclavitud en la construcción de la modernidad pone en crisis intelectual todos los conceptos académicos sobre los que se basa la propia modernidad. Una de las consecuencias más importantes de la Revolución de 1688 en Inglaterra, fue el impulso que dio al libre comercio. Pero hay una dimensión importante en este concepto de libertad que no siempre se explicitó, que está relacionado a la economía, pero sobre todo a las mentalidades, y es la prescindibilidad de la vida humana cuando de eficiencia económica se trata. La consecuencia más inmediata fue la justificación de la esclavitud, pero sobre todo del comercio esclavista. De última, la libertad concedida al comercio de esclavos solo difería de la libertad concedida a otro tipo de comercio en un detalle: la mercancía eran hombres. 51

Así pues, tras la retórica de la modernidad había una realidad, y era que las vidas humanas pasaban a tener sólo un valor monetario, ponderado en aras de incrementar riqueza. Y la valoración positiva se justificaba a través de establecer como normal la clasificación racial de los seres humanos (Mignolo, 2010). El color negro de piel, como categoría dentro de la escala occidental, representó la mayor distancia entre europeo-otro. Por eso el negro ni siquiera era considerado un ser humano sino una mercancía valorada por su potencial como mano de obra. Su comercio se ejerció “por piezas” prescindiendo de su lugar de origen, familia, costumbres, valores, e idioma, lo que aniquiló su representación social, o sea su sistema simbólico y de significaciones, su sentido común puesto en función de la experiencia cotidiana, percepción, construcción para lectura de la realidad, o relación social a partir del lenguaje, codificando y categorizando el universo y la vida. El comercio de esclavos se rigió por criterios de coste y beneficio, al modo de cualquier empresa capitalista, y dado que había que pagarlos en origen, asumir riesgos de traslado, -ya sea por muerte o depreciación por enfermedades-, los precios finales solían ser bastante elevados. La tasación de bienes jesuíticos al momento de la expulsión nos da una idea de ello, considerando que un esclavo joven y fuerte valía unos $130, mientras que el molino harinero de Cochangasta –el único de la ciudad de La Rioja para toda la producción harinera- fue tasado en $ 300, la finca de Cuchiyaco a $150, lo mismo que la finca de Ancón, también cercana a la ciudad, y 2 hornos para ladrillos y tejas en $ 100 (De la Colina, 1989). La denominación “negro” identificaba genéricamente al esclavo, aunque existía un sistema de castas determinado por el nivel y tipo de mestizaje. Mulato, moreno, zambo, pardo y otros, eran los nombres que indicaban la “aclaración de la sangre”, pero esto era siempre y cuando hubieran obtenido la libertad. Mientras eran esclavos, sólo ladino, bozal o criollo, Angola, Congo, Guinea o Yoruba, sordo, quebrado o carpintero, funcionaban como apellidos, señalando tachas que apreciaban o depreciaban la mercadería (Guzmán, 1990). Los signos identitarios, como se ve, no importaban al individuo, sino en tanto característica para el mercado. El nombre no individualizaba a la persona esclavizada, sino que funcionaba como marca para el amo. Era común el 52

agregado de apellidos-marca que perduraron hasta el presente, como Guzmán (por Santo Domingo, para los esclavos de los dominicos), Asís (por San Francisco para los de los franciscanos), Nolasco (por San Pedro, para los de los mercedarios). Los jesuitas nunca les agregaron apellido a sus esclavos y sólo tenían nombre de pila. Toda la producción jesuítica encarada en sus estancias, en orden a su concepción de la eficiencia en cuanto a modernidad mercantilista, fue encarada con mano de obra esclava de origen africano. La incorporación de esclavos se produjo por adquisición legal, contrabando, reproducción natural o legados de devotos. Se prestaba mucha atención a la educación religiosa como instrumento de educación, que reforzaba la colonialidad de la cosmosvisión,

Proceso de colonización de los saberes, la cosmovisión y la religiosidad Los europeos que en el siglo XVI tomaban conocimiento del nuevo continente que Colón puso en su vista, también elaboraban una nueva forma de pensamiento, el Humanismo, y tomaban conciencia de representar ese ideal de pensamiento. O sea el europeo occidental, se sintió metro patrón de una humanidad que estaba acorde a los dictados divinos de perfección. A partir de eso, los seres que vivían fuera de esa parte civilizada del mundo, -que es la única tierra “humana” por excelencia, la sola que puede albergar seres humanos normales-, se convirtieron en “los otros”, que debían ser necesariamente de otra naturaleza, o sea anormales. Con esos otros seres, la única relación posible era de exterioridad, siempre será “el otro”, nunca de iguales, nunca de hombre a hombre. En el mejor de los casos quedaba dominarlos, civilizarlos, hacerlos útiles a la modernidad, transformarlos lo más posible en occidentales y cristianos para aminorar su salvajismo. La realidad humana sería tratada desde una convicción de superioridad, que justificará las acciones necesarias para la reeducación, y entonces, la explotación será el recurso lícito para enseñarles “la verdad” (Pomer, 1991). El cristianismo sería la única opción redentora de la incivilidad, y debía ser impuesto a cualquier precio. Ese fue el pacto que sellaron los Católicos Reyes de una España recién unificada, con el Papado. Ello le garantizaba la exclusividad de las riquezas del Nuevo Mundo a los primeros, y la exclusividad del dogma católico al otro, en un 53

momento de necesidad de las divisas para España, y de respaldo a la ContraReforma para Roma. Esto no significa que el impacto de la conquista espiritual fuera menos importante que lo económico o lo político, sino que entre todo forma un conjunto efectivo. Por eso la conquista llevó implícita la destrucción de todos los artefactos y ritos preexistentes, a fin de imponer una nueva ritualidad y creencias, que con su devastación de la cosmovisión indígena –o negroafricana en su caso- enfatizara la anulación de la reproducción social, a partir de la destrucción y control de las personas, líderes, y hasta el sistema social, que pudieran tener alguna influencia de defensa en el sistema. Los aspectos religiosos o rituales de la conquista han sido importantes. Funcionaron en conjunto con lo político que garantizaba la represión en caso de “inadaptación”, con lo económico para la extracción de tributos para sostener todo el sistema jerárquico estatal, y con lo social que incentivaba a las elites locales a adhesiones hacia el conquistador para mantener privilegios. Todas estas estrategias fueron concebidas por los europeos como forma de hacer efectivo el poder, entendido como capacidad de conseguir los objetivos colonizadores. Sin embargo apenas superado en primer contacto con los pueblos primitivos, la conquista ritual se convirtió en la principal estrategia, sobre todo fue la sostenida por la elite colonizadora con mayor preparación intelectual. En este aspecto, la Compañía de Jesús descolló como clero activo y dinámico, plenamente consciente de su misión evangelizadora y civilizadora. La consigna era que no bastaba la acción evangelizadora, sino que era necesario enseñar los beneficios materiales de la vida en sociedad, las ventajas de la familia, y el sentido moral de la misma, a los pueblos no europeos. El problema fue que en esos pueblos no existía la noción occidental de ganancia, seguridad o confort, y había que introducirla a través de una nueva práctica cultural y nueva cosmovisión. En las estancias, en su afán por impartir la fe cristiana, obligaban a los trabajadores negros esclavos a participar de los oficios religiosos todos los días después del trabajo, y al adoctrinamiento al menos tres veces por semana, y para esto no se excusaba ni a los enfermos. Las uniones de pareja eran convalidadas por el matrimonio, lo mismo que los bautismos, y se registraban 54

en libros especiales a tal efecto, como forma de consolidar uniones familiares estables y monogámicas (Page, 2008). En este contexto se desplegó la evangelización que constaba de dos tiempos. El primero implicaba el bautismo, por el cual a los niños, adolescentes y familias de los diversos pueblos se les imponía un nombre cristiano, forcluyendo5 el propio. El nombre propio -que no es tal- representa una de las maneras en las que el Otro (la familia, la sociedad) le trasmite al sujeto lo que se espera de él; el sujeto se estructura a partir del deseo del Otro. Cambiar el nombre propio de un sujeto es borrar la cultura que lo preexiste al nacer, cambiar lo que se le trasmite que se espera de él. Entonces, en algo que parece un detalle como la elección de un nombre, va implícita la trasmisión de un pasado común, y un futuro posible y esperable, que guiará la conducta del sujeto durante toda su vida6. En el segundo momento se desplegaba la conversión religiosa, por la cual se desestimaban las creencias y religión en las cuales se habían criado. De esta manera, se instaló una singular alienación donde aparecía la compulsión hacia la cultura original con un vivenciar traumático de la prédica cristiana misionera. Esta situación no fue ajena a la comunidad afrodescendiente (Moreira, 2016). En cuanto a los saberes tradicionales, ya sea hidráulicos, constructivos, culinarios o hilados, todos fueron transformados en riqueza para el invasor mediante la exacción, a través de pequeñas alteraciones que lo convertían al gusto europeo, y generaron el abandono de la tradición y la imposición de un nuevo concepto capitalista. Esto fue muy notorio en el aprovechamiento de las redes de canales de riego, la técnica de construcción en piedra, aunque con el agregado de argamasa de cal como ligante, la incorporación de productos americanos a la dieta europea, y la obligación de cambios de hábitos alimentarios a indios y africanos por harinas de trigo y vino de uvas, y sobre todo el hilado. Los hilados representaban la mayor ganancia y utilidad en las rentas coloniales. El hilado y el tejido, un saber tradicional de raíz prehispánica, 5

Forclusión es un concepto elaborado por Jacques Lacan para designar el mecanismo específico que opera en la psicosis, por el cual se produce el rechazo de un significante fundamental –fundante del psiquismo-, expulsando al sujeto del amarre a un universo de lo simbólico. La característica que presenta el concepto de forclusión es que se trata de algo excluido, que si es presentado a destiempo, vencido el plazo pertinente, ya no provoca o causa los efectos que inicialmente hubiese generado. 6 La teoría lacaniana de forclusión fue desarrollada en comunicación personal por la Lic. en Psicología Leda Giuliano Ferrari.

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se convirtieron asi en mercancía, por eso llamada “moneda de la tierra”, pues era la vara con que se establecía, por comparación, el precio de casi todos los productos, y además se usaba para pagar los tributos reales. Hasta la Iglesia, desde 1607, fijaba el valor del diezmo en varas de tejidos. (Quiroga, 2012)

Proceso de colonización del idioma La "lengua general" del Tucumán al momento de la conquista era el kakano, hablado en todo el NOA, con extensiones hacia Santiago del Estero por el Este, y el norte de San Juan hacia el sur. Tuvo la particularidad de ser “lengua de todos” en ese vasto territorio, pero devino en lengua “del enemigo”, al ser identificada con el territorio que mantuvo una actitud rebelde durante los permanentes alzamientos que demoraron en casi un siglo la conquista plena. De esta forma se identificó la lengua con potenciales enemigos y pasó a ser confinada simbólicamente hasta su desaparición. Su extensión fue menguando a medida que se asentaba la colonización, cuyos agentes promovieron activamente en su lugar los idiomas de comunicación colonial —y en particular el quechua— en las tierras que controlaban. Se ha postulado que era un idioma muy difícil y ello atentó contra el aprendizaje por parte de los españoles. Christophe Giudicelli (2013) demostró que su confinamiento hasta hacerla desaparecer, respondió más bien a una actitud consiente, identificada con los pueblos que no se doblegaron, en un intento doble, por un lado de incomunicarlos con los “indios amigos” (así conocidos por ser colaboracionistas con el invasor), y por otro desmoralizar y desestructurar los lazos comunitarios. Controlar el lenguaje de un pueblo, es controlar la cultura de ese pueblo. El filósofo del lenguaje J.L. Austin (1962), sostuvo que “decir algo es hacer algo”, que las palabras no sirven tan solo para describir hechos, sino que tienen un carácter performativo, de construcción. El lenguaje permite pensar según otros, y aún mas, establece qué se puede pensar y qué no. El lenguaje es un limitante, pero con características amplias. Por ejemplo, intentar definir la palabra Pachamama es hablar del planeta tierra, de la naturaleza, pero aún así no sería exacto ni suficiente, también habría que pensar en una divinidad protectora y proveedora. Poder nombrarla como Pachamama, es poder pensarla de una determinada manera, pensamientos que se proyectan en 56

conductas tanto a nivel individual, como general de una comunidad. Por ejemplo, en términos ambientales y ecológicos -con una conducta de agradecimiento y ofrenda permanente, en lugar de un uso y abuso de las posibilidades agrícolas-. En términos religiosos –implica, además de politeísmo, darle un lugar de relevancia a una figura asociada a lo femenino (contrario al peso de la figura masculina en el cristianismo), y por ende influyendo en la visión del rol de la mujer en esa sociedad- y esto termina influyendo en el lugar que una mujer ocupa en la familia. Entonces, nombrarla Pachamama es muy diferente a pensarla como Tierra, y termina afectando la cotidianidad del sujeto, naturalizando una cosmovisión como la única posible. En otro ejemplo, elegir qué vínculos de parentesco nombrar, también le trasmite al sujeto cuáles deberían ser los lazos que cuentan, que importan. Es el caso de los grupos sociales donde el compadre y la comadre no necesariamente coinciden con el padrino y la madrina de los sacramentos cristianos, con idiomas en los cuales ese vínculo no puede ser nombrado bajo una traducción exacta. El lenguaje no sólo es una forma de comunicación entre sujetos, es el amarre que el mismo tiene al mundo que lo preexiste, las tradiciones, la cosmovisión de la sociedad en la cual se inserta. Es también la forma en cómo construirá sus pensamientos. El sujeto piensa en base a la estructura del lenguaje que le viene dado.7 En el caso de los negros, las prácticas colonizadoras forzadas por la comunicación para la evangelización por parte de los jesuitas, se reforzaban por extensión dentro de los miembros del propio grupo, donde cada individuo hablaba un idioma distinto, y por ello se utilizaba una lengua ficticia general pseudoafricana, que incorporaba palabras de los muchos y distintos idiomas africanos, además del castellano. Al respecto dice Carlos Page: “Pero no hemos encontrado entre los inventarios de las estancias ningún libro en alguna lengua africana. Por lo que estimamos que para la evangelización se tomaron los métodos que adoptara el P. Sandoval, del que si estaba su libro en el colegio de Córdoba. Esto es, que se usara entre jesuitas y africanos la ≪media lengua≫, siendo una mezcla de varios 7

La filosofía del leguaje y la estructura psicológica del mismo, fueron desarrolladas en comunicación personal por la Lic. en Psicología Leda Giuliano Ferrari.

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idiomas africanos, con el que salían del paso en un primer momento con los ≪bozales≫. Es decir los recién llegados a quienes se les ponía un bozal que, como instrumento de sujeción, les impedía pronunciar correctamente”. (Page 2012:171)

Proceso de colonización de la estructura social reproductiva La familia es el espacio donde se construye el sujeto. De allí que la familia sea fundamental para la reproducción de la ideología, las formaciones sociales y los modos de producción. La configuración de la familia es regulada por las funciones básicas atribuidas a los padres, que son los soportes reales de los contenidos matrices que el sujeto genera mediante la atribución. Dice Diego Moreira (2016:15) que la familia condensa “el espacio donde se constituye el sujeto. En dicha espacialidad se despliega la escritura de los diferentes miembros que la integran en torno a un “apellido” común, y los nombres específicos que los singularizan, por lo cual persisten sus recuerdos como restos de lo vivenciado” Se considera que las experiencias formativas de los sujetos producidas a través de prácticas dentro del grupo doméstico implican la transmisión intergeneracional de conocimientos, y que exceden los aspectos puramente familiares, para transformarse en elementos de autoadscripción comunitaria. Moreira mismo sostiene la función de la familia como residuo irreductible en las diferentes formaciones sociales y modos de producción, llegando a sostener que “Freud nos habla del reclamo del superyó que subroga los imperativos del pasado, y resistirá durante un tiempo a las impulsiones de una situación económica nueva” (Moreira, 2016 :15) La familia indoamericana ha sido para el invasor “otro” distinto. Los recursos familiares étnicos y culturales en América del Sur eran diferentes a los pueblos europeos. La cultura era predominantemente matrilineal (lo que no implica el matriarcado), mientras que la española (europea) era patrilineal. Lo más significativo como otredad era la importancia del matrimonio y sus consecuencias, que eran diametralmente diferentes entre americanos y europeos. La Iglesia Católica definía el matrimonio como el séptimo de los sacramentos. Puesto que Lutero y los protestantes lo habían impugnado, el concilio de Trento ratificó dicha sacramentalidad y una de las luchas entabladas 58

por la Iglesia de la Contrarreforma sería precisamente la aceptación del matrimonio por los fieles. En este punto es indispensable separar matrimonio y familia, como instituciones conceptualmente diferentes. El régimen matrilineal de

los

pueblos

indígenas

posibilitaba

familias

extensas,

con

lazos

matrimoniales un tanto inestables, puesto que la transmisión no se modifica por el casamiento. Como el orden de la familia era por vía materna, los matrimonios podían ser alterados sin consecuencias significativas. De acuerdo con las reglas, a los hijos varones les estaba prohibido como tabú incestuoso la relación con la madre y hermanas, mientras que al padre le estaba permitida la relación con sus hijas. Esta transgresión a los preceptos culturales europeos escandalizó a los Padres evangelizadores, que impusieron el modelo monógamo cristiano institucionalizado como Sacramento de la Iglesia Católica, y que se sostiene, mediante ese matrimonio, como familia patrilineal. El matrimonio como contrato mutuo, implicó, atrapado en una perspectiva eurocéntrica, una perspectiva religiosa de salvación individual del alma. La familia patrilineal se sostenía indisolublemente con el matrimonio, que es el que inauguraba una nueva familia, y ambos linajes, masculino y femenino, se estructuran en función de la estricta prohibición del incesto. La familia indígena americana, así como la negroafricana, se estructuraba por el contrario como familia de la comunidad (común-unidad, a pesar de lo distinto) (Moreira, 2016). El caso particular de esta parte de La Rioja es especialmente importante por tratarse de pueblos que presentaban un patrón de asentamiento consistente en sitios separados entre sí por 50, 100 y hasta 500 m uno del otro, y se componían de un espacio pircado de 30m por 20m, en promedio, con recintos pequeños adosados en su interior, que albergan cada uno una familia extensa. La estructura organizativa social era entonces de carácter netamente parental, relativamente igualitaria, con significación de linaje. (Raviña y Callegari, 1992). El sistema de “encomienda”, ya probado en España como forma de desnaturalizar familias “moras” durante la Reconquista, fue también aplicado en América para garantizar la evangelización del indio. El sistema era por sobre todo un inhibidor de identidades, al transformarse en un marco de violenta imposición, que allanaba el camino a las permutaciones culturales más elementales. En este punto es importante considerar como agravante que en esta región lo que se “encomendaba” no eran pueblos, sino “piezas”, es decir 59

elementos humanos disgregados, con poca o nula posibilidad de reproducción social. Toda clase de abusos se ensayaron a pesar de las Ordenanzas que venían a proponer algún tipo de alivio. Las relaciones de transmisión cultural se vieron resentidas por el confinamiento de las mujeres, separadas de los hombres, incluso sus maridos, a fin de tenerlas al servicio permanente en la casa solariega, hilando sin parar de sol a sol, además de evitar embarazos que disminuyeran la capacidad laboral. “Lo cual es así en los pueblos, que el marido ara y la mujer hila y a la noche ni el uno ni el otro ha tenido lugar de juntar leña si no tienen comida, como suele ser de muy ordinario, qué tales estarán” (Pedro Romero, sacerdote jesuita, en su informe al gobernador, -AGI Charcas 26, R 8, N 41. 1607-, citado por Quiroga, 2012 :24) . A eso se sumaba la composición multiétnica de la encomienda que dificultaba la reproducción de la ideología, las formaciones sociales y los modos de producción. Vale el ejemplo de Amilgancho, muy cerca de la Estancia de Saladillo, objeto de este estudio, ubicado sobre el faldeo oriental del Velasco, a 7 leguas al norte de La Rioja, y que en 1693, según registro ante el Oidor de su Majestad, estaba compuesta por un cacique y 2 indios calchaquíes, 4 indios tobas y 1 mocoví, además de 9 mujeres (Robledo, 2007). Las encomiendas determinaron la imposición de pautas europeas de vida para los grupos indígenas y para los esclavos negros. Este proceso de desarticulación de las comunidades generó conductas individualistas y la imposibilidad de relaciones comunitarias basadas y amparadas en autoridades naturales y legítimas. En ese contexto cada individuo debía responsabilizarse de su destino y desaparecía el marco de referencia comunitario. Estas acciones fueron diluyendo cualquier posibilidad de continuidad que garantizara reproducción social, e incluso cualquier grado de reafirmación de identidad grupal que permitiera a los grupos subalternos enfrentar la coacción colonial. (Lorandi, 2000) Los jesuitas, si bien es cierto que en este sentido se opusieron enfáticamente al sistema de encomiendas, y no ocuparon en sus estancias mano de obra indígena, lo hicieron en raras excepciones de asalariados temporales especialistas en algunos oficios. Los “Padres”, valga aquí el énfasis en su significado, entendieron que la labor evangelizadora era un compromiso con la modernidad, y en esa línea, además de promover almas para la Iglesia, debían 60

promover el “progreso” material, que significaba en su mentalidad evolutiva, acercarlos lo más posible a la forma de vida europea en todas las manifestaciones, cosa que se materializaba en Colegios y Misiones. Esa misma actitud aplicaron respecto a los africanos esclavizados que eran los trabajadores que vivían y producían en las estancias. La diferencia con los encomenderos respecto al manejo de los esclavos fue atemperar los castigos personales, y enseñarles oficios, cosa que sin embargo nunca hizo que se cuestionaran la legitimidad de la esclavitud como institución fundamental de la modernidad mercantilista. Tuvieron en cuenta, al menos, la cohesión de los africanos como grupo humano análogo y coherente, aunque notoriamente diferenciado por la otredad, permitiendo la formación de familias con descendencia (Page, 2011 a y b y 2012). La enseñanza de oficios, así como en algunos casos de artesanías o música, tuvo por objeto la promoción individual dentro del grupo, incentivando las conductas sumisas, y alguna forma de progreso material en la medida que adoptaran conductas y valores del conquistador.

Proceso de colonización de la categoría analítica de género Los roles de género, o sea las funciones que se espera desempeñen los varones y las mujeres son diferentes en cada cultura, agravados en el caso de una sociedad dominada, y colonizada por otra, que por ende debe acatar los mandatos culturales del dominante. La primera de ellas es la apariencia física. Los jesuitas cada año, al comienzo del invierno entregaban a cada esclavo vestimenta nueva según el modelo del campesinado europeo, y estaban obligados a usarla como forma de distinguirse, tanto en su rol de servicio, como su género de varón o mujer (sensu Page, 2012). A partir de la conquista, el ejercicio del poder contribuyó a construir un género, que a su vez es sexo y sexualidad, definiendo fundamentalmente a las mujeres. Como si el género-sexo masculino y la sexualidad que lo acompaña fuese una cuestión obvia, en el sentido de ser la norma, y el femenino sometido a negociaciones e interpretaciones. En la concepción europea de la modernidad, los moralistas cargarán enfáticamente en la mujer la culpa de sensibilizar los sentidos para el pecado, fomentando la auto-represión y la culpa, situación que grafica el jesuita Antonio de Castro (SJ) sosteniendo que 61

quien mirare a una mujer para desearla es culpable, pero ella es cómplice por provocarle, pues atraer

la mirada conlleva a una relación directa con los

aspectos libidinosos, así la idea de sumisión femenina se traslada incluso al acto sexual (sensu Ruiz Ortiz,2014). “Vosotras mujeres, bailarinas del diablo, personas escandalosas, sois la condenación de muchas almas. ¡Oh! ¡Qué horror!... Vosotras, mujeres provocativas, bailarinas del diablo, escándalo, redes del diablo, basiliscos de las calles y ventanas, matáis con vuestros meneos...” (citado por Wiesner-Hanks, 2001 : 169) Eso trajo aparejado que en las Estancias la separación de las mujeres respecto a los Padres fuera total, estando vedado a ellos ingresar a la Ranchería, o a las chacras donde ellas trabajaban, y cuando alguna vez debía hacerse por fuerza mayor, era obligatorio hacerlo de a dos, o al menos acompañados por un sirviente. La prohibición incluía el ingreso a la cocina o que las mujeres sirvieran en la mesa. Las mujeres también tenían prohibición absoluta de ingresar al patio de los Padres (Page, 2008). Si analizamos las mujeres indias, en los aspectos de relación interétnica, encontramos que el género masculino era el único que se consideraba tributario (o sea ciudadano que tributa y tiene derechos) en el sistema colonial, pero “que los encomenderos ocupan a sus indios e yndias en sus sementeras y vendimias y las yndias en hilar algodón que es la granjería desta tierra” (Testimonio de Doncel -ABNB CACH 631, f. 14 v- citado por Quiroga, 2012 : 25). El que mandaba, el encomendero, era varón aunque blanco. Todo esto tiene como explicación la naturalización de la invisibilización de las necesidades y vivencias de las mujeres, y hasta la obstaculización de su acceso a la justicia, ya que cuando los Oidores de la Audiencia o los Defensores de Naturales llamaban a declarar, lo hacían sólo con los varones, quienes debían asumir de hecho la representación de las mujeres, convalidando la desigualdad y la exclusión social. Vale retomar el ejemplo de Amilgancho, donde el Oidor de su Majestad identifica al cacique, 2 indios calchaquíes, 4 indios tobas y 1 mocoví, pero solamente menciona a “9 mujeres” sin más datos de ellas que su género, y sin aclarar siquiera si tenían relación parental con los hombres (Robledo, 2007). La desigualdad de género y la sexualidad que de ella deviene, se hace notoria en la mestización, donde siempre es el hombre quien cumple el rol 62

seleccionador-dominador, sometiendo sexualmente al objeto-hembra que será quien procreará y deberá asumir la responsabilidad primaria de la crianza. Cuando la mujer no era india, sino negra esclava, era aún peor, por el agravante de ser ella quien transmitía la esclavitud desde el vientre. Aunque el padre fuera de sangre más clara, y libre, el hijo de una esclava nacía esclavo. Pero no menos importante es la consideración analítica, que al ser la negritud la extrema mala consideración, deja, como única alternativa a las mujeres, la maternidad híbrida para “aclarar” la sangre de sus descendientes como forma de mejora social. Esta aceptación forzada de la supremacía del conquistador, utilizada como estrategia para la supervivencia de su descendencia, es un tema que merece más profundidad que la de este trabajo, al analizar las relaciones interétnicas de africanos en la conquista española de esta parte sur América, que fue diametralmente distinta a la situación de los pueblos del hemisferio norte, y sobre todo no hispanoparlantes, donde el proceso de segregación fue permanente, sin hibridación, llegando hasta el presente donde es observable la notoria segregación de sectores por color de su piel.

63

CAPÍTULO 4 APÉNDICE DOCUMENTAL Se incluyen algunos documentos que se consideran importantes por ser inéditos, y no estar disponibles al público, habiéndose hecho una selección, excluyendo aquellos que otros investigadores han publicado, o se encuentran disponibles fácilmente en archivos públicos. Se trata de cartas, recibos y objetos que quedaron en El Saladillo al momento de la expulsión de los Jesuitas8, cuando toma posesión de esa propiedad el Comandante de Armas y Encargado de la Real Hacienda de La Rioja, Don Vicente Antonio Bustos 9, casado con Doña Francisca Solana San Román y Castro.

Fig. 22 Carta fechada en 1766 que evidencia importante actividad comercial.

8

En La Rioja la Real Orden de extrañamiento dictada por Carlos III, fue ejecutada por Juan Calixto Ruiz Gauna, regidor de Salta, por cuenta del Gobernador Campero, el 12 de agosto de 1767. Por su actuación venal en la toma de posesión de los bienes fue sometido a proceso judicial, condenado a presidio en las Islas Malvinas, declarado indigno de oficios públicos y a reintegrar el desfalco (Bazán, 1991). 9 Su nieto, Natal María Luna Bustos, casado con Desideria de Olmos y Aguilera hereda la propiedad con todo lo que en ella se encuentra, y así se traspasa la custodia de los documentos a sus descendientes Luna Olmos.

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Fig. 23 Exceso de producción de vino y pago de peones (16 de abril de 1762)

Fig. 24 Pedido de mercadería a Chile por 300 pesos plata - 1765

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Fig. 25 Constancia de envío de lo solicitado en nota de pedido anterior (8 julio 1765)

Fig. 26 Presupuesto por fletes y otros gastos a realizar. (25 de diciembre de 1762)

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Fig. 27 Redes sociales y comerciales. 1762

Fig. 28 Transacción comercial. 17 de diciembre de 1734

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Fig. 29 Abril de 1775. Contrato de depósito de temporalidades de expatriados.

Fig. 30 Cepo de hierro procedente de “La Saladilla”, donde se amarraban los esclavos nuevos, o indóciles, mediante cadenas con grillos ajustados al cuello, o a los tobillos.

68

CAPÍTULO 5 DISCUSIONES Y CONCLUSIONES Tal como exploramos en la presente investigación, los restos materiales arquitectónicos, al ser abordados desde la perspectiva de la Arqueología del Paisaje, proporcionan una fuente de información idónea para reconstruir el pasado. El análisis espacial (emplazamiento, relación entre espacios, disposición volumétrica, modo de circulación, organización espacial y principios de ordenación) tienen el potencial de reflejar el grado de importancia y cometido funcional, formal y simbólico que juegan en su organización, permitiendo estudiar la relación del ser humano o grupo social con su entorno y descubrir sus percepciones. “Una parte fundamental de esta línea de investigación es la identificación de distintos niveles de articulación social-espacial, dentro de las manifestaciones de una formación socio-cultural” (Mañana Borrazás et al., 2002:40). Una segunda investigación deberá explorar la lectura estratigráfica-temporal para discernir los modos de crecimiento de las estructuras y la finalidad específica, así como posibles elementos decorativos. La violencia simbólica de las relaciones interétnicas asimétricas se demuestra en este sitio investigado, en la conformación espacial de ámbitos separados para grupos diferenciados por color de piel, definiendo y caracterizando su ocupación durante el periodo colonial. Estos elementos, a través de los cuales se hicieron visibles y comprensibles los dispositivos de dominación, operaron como mecanismos de control social durante la ocupación jesuítica del lugar, y hoy permitieron Identificar e interpretar las relaciones

interétnicas

que

se

promovían/desalentaban

mediante

la

construcción de este paisaje cultural. La confrontación de las inferencias que surgen de la arqueología, con la documentación histórica, el análisis bibliográfico de la cuestión, y la historia oral con su propia metodología, se complementaron plenamente para obtener los resultados esperados, como proponen Farberman y Taboada (2012) cuando dicen:. “Doble desafío, por no tratarse de una mera sumatoria sino de una propuesta de diálogo superador de las dificultades derivadas de la

69

inteligibilidad de los lenguajes disciplinares específicos, de la naturaleza diversa de las evidencias y procesos de construcción de datos y de las incongruencias emergentes de su confrontación. Aunque se asume que las preguntas que la arqueología formula sobre sus materiales no tienen por qué ser idénticas a las de los historiadores en su interrogación de las fuentes escritas, analizarlas en conjunto nos pareció un ejercicio fértil para ambas disciplinas” (Farberman y Taboada, 2012:114).

Los jesuitas fueron firmes opositores a los servicios personales de los indígenas, ya que entendían que para cumplir con su misión evangelizadora debían preservar a esa población de la sobreexplotación. Esto los puso en una posición enfrentada a los encomenderos, de los cuales debían depender para desarrollar la labor misionera, encarada en primer lugar, según la tradición de la Orden, mediante la educación. Nacieron así alternativas que implicaban en primer lugar la concentración de las poblaciones indígenas, en vez del desplazamiento de los padres buscando a los “infieles”. La primer respuesta fue la creación de reducciones, llamadas “Misiones”, que producían y se auto sostenían económicamente. Pero al mismo tiempo, en los centros urbanos crearon “Colegios”, de gran nivel educativo para la época, que para hacerlos accesibles a las poblaciones locales, debían ser gratuitos. De esta forma, buscando un financiamiento propio para estos Colegios, comenzaron emprendimientos productivos que llamaron “estancias”. Con la incorporación de sus propiedades rurales, los jesuitas seguían normas bien establecidas, pues solo eran adquiridas para ese fin, y de esta forma se diseminaron por el territorio diversas unidades productivas que no estaban aisladas del medio social rural en que se inscribían, sino que respondían a las condiciones ecológicas, sociales y mercantiles de su localización (Fradkin 2000; Quarleri 1999). A fin de mantener su postura de no explotar mano de obra indígena, recurrieron

a

trabajadores

esclavos

africanos,

y

excepcionalmente

a

asalariados indios. La organización de las estancias era muy rígida, dos Padres administradores estaban a cargo de la organización y control de los trabajos y la administración, llevando registros muy precisos. Padres y esclavos vivían totalmente separados, los primeros en celdas individuales, y los segundos compartían una 70

galería bajo la que se resguardaban, era la “ranchería”. Dado que se fomentaban los casamientos entre eslavos, las familias podían separar sus espacios con material perecedero a fin de evitar la promiscuidad. Los Padres no ingresaban nunca solos a la ranchería de los esclavos, y las mujeres tenían prohibido ingresar al sector de los Padres. Todos los días se impartía educación religiosa a los esclavos en la capilla, al final de la jornada de trabajo, y ni siquiera los enfermos estaban exceptuados de asistir. La estancia se autoabastecía y debía generar excedente comercializable para sostenimiento del Colegio al que estaba adscripto (Page 2011b). En este caso, eran el Colegio de La Rioja, y la Casa de Ejercicios aledaña a él. La respuesta edilicia que se encontró para estos requerimientos fue una tipología que complementaba dos claustros separados, uno para los esclavos y otro para los Padres. La capilla, formando parte del espacio de los padres en el lado Este, sin embargo funcionaba como catalizador del conjunto y proponía la interacción,

destacándose

esa

función

simbólica

mediante

cierta

monumentalidad arquitectónica, que por otro lado jerarquizaba el conjunto a vista de los visitantes ocasionales, y era lo más visible al llegar al lugar. En el campo se disponía de “puestos” permanentes o transitorios que cumplían con la función específica que se requería en cada sector. Cercano al conjunto residencial, un gran estanque “tajamar” garantizaba la provisión permanente de agua para uso humano, animal y de riego. El estatus dominador de los europeos está plasmado en la respuesta arquitectónica muy diferente para cada estamento. Calidad constructiva y uso individual y específico de los ambientes para los blancos, y precariedad, hacinamiento e indiferenciación para el sector de los negros. En caso de asalariados indios, estos habrían ocupado “puestos” separados del conjunto residencial, y en relación al trabajo específico que desarrollaban, ya que no estaba permitida la convivencia de negros e indios (Page, 2012). Lo encontrado hasta este nivel de la investigación, responde a un patrón que se repite en todos los establecimientos que tenían esta función en toda la Provincia Jesuítica del Paraguay. Es necesario considerar que junto a la invasión europea de los territorios americanos, se llevó a la práctica el proceso de supresión de identificaciones. La extirpación de idolatrías equivalente a la inquisición, implicó una verdadera 71

empresa de deculturación (Moreira, 2016). En ese momento la implantación de nuevas

formas

de

trabajo,

nuevo

ganado

y

semillas

para

cultivo,

arquitecturización del paisaje mediante estructuras importantes por sus dimensiones, técnicas constructivas y funcionalidad, y por sobre todo un trabajo continuo y paciente de evangelización trajo aparejado una nueva construcción simbólica, mediante la cual una comunidad (racial, nacional, imperial, sexual, etc.) se define a sí misma. Los jesuitas contribuyeron a conformar la imagen actual de mundo occidental, cristianizado, basado en el circuito comercial del Atlántico que, con varias reconversiones (centralidad en el eje Alemania-Inglaterra a partir del siglo XVIII, y traslado a Estados Unidos de América a partir de la postguerra del siglo XX), llegó a conformar la imagen actual de civilización occidental., basada en el capitalismo y la modernidad/colonialidad, reforzando las relaciones de poder que se instalaron en 1492 mediante una racialización que está en la base del poder. Siguiendo a Mignolo (2010) se puede decir que el colonialismo, producto de la ocupación militar y la anexión jurídica del territorio y sus habitantes por parte del imperio español, dio lugar inmediatamente al proceso de colonialidad que implicó la sustitución de las culturas originarias (americana y africana importada) por una lógica cultural impuesta desde la dominación, y que persistió incluso una vez independizados los estados nacionales americanos. No importa tanto entonces, si el capitalismo europeo hubiera triunfado o no sin la acumulación originaria producto del oro americano, sino la transformación de la concepción de la esclavitud y su relación entre raza y trabajo que se produjo con la consolidación del circuito comercial del Atlántico. Es esta relación la que instituye la colonialidad, no como un producto no deseado de la modernidad, sino por el contrario, como un producto derivado de ella. La modernidad, el poder, el saber y el ser, sólo es posible con el triunfo de la colonialidad. No puede haber modernidad sin colonialidad, porque la colonialidad es constitutiva de la modernidad, y no derivada. La influencia de la racialidad de las relaciones de poder y dominación fue forjando una doble conciencia criolla “blanca” que negó la europeidad con la independencia, pero tratando de ser americanos sin dejar de ser europeos; de ser americanos pero distintos a los amerindios y a la población afro-americana. 72

Un proceso similar pero con concepción contraria se dio en los europeos. El ejemplo de Haití es elocuente, explicando las razones por las cuales una revolución de criollos negros con el apoyo de esclavos negros, no tenía lugar en los discursos libertarios de la Revolución Francesa sobre los derechos del hombre y del ciudadano, que habían sido pensados en un mundo de ciudadanos blancos y no de indios y negros. En este esquema, las diferencias de género y de sexualidad fueron subsumidas por las clasificaciones raciales. No era lo mismo ser mujer blanca que negra o india por las relaciones asimétricas de poder. En todos estos aspectos, al ser los hombres más preclaros de su tiempo, los jesuitas fueron quienes descollaron, y motivados por el espíritu evangelizador y la conciencia de su deber redentor camino a la modernidad, incorporaron a su cruzada civilizatoria las formas de colonialismo motivadas por las finanzas y el mercado, afianzando la colonialidad económica. La lógica de la cristianización y la modernidad, pusieron a la población originaria y a la africana importada ante una situación de violencia cultural que les negaba humanidad, los transformó en “no seres” a los que era legítimo esclavizar, quitarle sus tierras, compelerlos a una nueva vida de dominación so pretexto de civilizarlos y modernizar sus formas de vida. Así los jesuitas cayeron en la trampa de la modernidad que había elaborado una filosofía cómplice, o provocaba ceguera con respecto a la deshumanización y el sufrimiento. A la colonialidad del poder, implementada por los primeros conquistadores mediante el uso de las armas, los jesuitas agregaron su acción por la colonialidad del saber, y esta adición llevó inexorablemente a la colonialidad del ser. Si la colonialidad del poder llevaba a la explotación y dominación, la colonialidad del saber deviene en la producción del conocimiento y pensamiento. Como el saber se expone en términos maniqueos de bien o mal, sin términos medios, con la lógica racista de blanco-negro, de género varón-mujer, de poder dominador-dominado, siempre presentó la duda existencial primaria del ser-no ser. El blanco-varón-dominador también cuestiona la humanidad del “otro”. De allí que la colonialidad del ser, reproduce entonces para siempre la experiencia vivida de la colonización. El conquistador tiene la lógica de hacer morir, el colonizador por el contrario busca hacer vivir, es decir de reproducir unas formas de existencia que se 73

ajusten a los proyectos de modernización. No destruye sino que pone en producción con nueva lógica, en que los sujetos son impelidos por esa polaridad de bien y mal, a un comportamiento siempre sujeto al capitalismo. Anclada de este modo en las estructuras de la subjetividad, la colonialidad del ser no es percibida como algo que oprime sino como algo que se desea, pues produce las condiciones materiales e inmateriales de existencia (Mignolo, 2010). “La noche en que fusilen canciones y poetas por haber traicionado, por haber corrompido la música y el polen, los pájaros y el fuego, quizás a mí me salven estos versos que digo...”

poeta puntano Antonio Esteban AGÜERO

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AGRADECIMIENTOS Quiero agradecer en primer lugar a mi esposa Mónica y mi hija Leda, que me tuvieron paciencia en las desatenciones por las obligaciones académicas, pero sobre todo porque me escucharon y opinaron cuando necesitaba afirmar mi análisis sobre algún tema. A mi Directora de este Trabajo Final por haberme permitido trabajar a su lado, compartir conmigo su experiencia profesional, y guiarme en un Proyecto que significaba para ella una gran carga emocional, y que no dudó en encarar a pesar de ello. Para ella, mi agradecimiento es doble. A mis compañeros de carrera por su aliento permanente, principalmente a Ayelén Carrizo que siempre me acompañó en los trabajos de campo. A Gabriela Sabatini por su acompañamiento desinteresado en trabajo de campo. A la profesora María Elena “Nena” Luna Olmos, que dedicó muchas horas de su tiempo a relatarme la memoria de su familia, propietarios de la estancia desde el momento de la expulsión de “los expatriados” y me abrió los archivos familiares para consultar documentación histórica inédita. Al Sr. Julio Fernández, puestero de la estancia, cuidador actual del sitio arqueológico.

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