ARCINIEGA GARCÍA, Luis. \"El acceso a la cátedra, actividad docente y gobernanza\", Elías Tormo, apóstol de la Historia del Arte en España\". Valencia: Institució Alfons el Magnànim, 2016, p. 79-91

May 24, 2017 | Autor: L. Arciniega GarcÍa | Categoría: Historiography (in Art History)
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Descripción

El acceso a la cátedra, actividad docente y gobernanza LUIS ARCINIEGA GARCÍA (Universitat de València)

El interés histórico por el arte como tema susceptible de convertirse en proyecto editorial se inicia en el siglo XVI a través de las biografías de artistas, y paulatinamente se incorpora como pieza destacada en la literatura artística y en la de viajes. Pero el acta fundacional de la historia del arte como disciplina autónoma y con conciencia histórica se reconoce en la obra de Johannes Joachim Winckelmann, Geschichte der Kunst des Alterthums (Dresden: Walther, 1764). Su historia del arte en la Antigüedad, a pesar de estar construida bajo un principio normativo para la exaltación del arte griego, reconoce la exigencia del juicio ante el objeto artístico. Aunque este principio no esté siempre presente, la disciplina se extenderá en el ámbito universitario, principalmente germano, con la creación de cátedras universitarias: en Gotinga en 1813, de la que fue su primer titular Johann Dominik Fiorillo, en 1844 en la Universidad de Berlín, en 1852 en la Universidad de Viena... Las cátedras centroeuropeas fueron ocupadas por autoridades como J. Burckhardt, J. V. Schlosser, F. Wickhoff, A. Riegl, M. Dvorak, G. Dehio, H. Wölfflin, A. Warburg…, que establecieron las bases de los métodos culturalistas, formalistas e iconológicos. La disciplina se consolidó de modo concomitante a la misma noción de patrimonio y se amplió su presencia universitaria en otros países europeos; por ejemplo, en Italia en 1896 con Adolf Venturi. El estudio del objeto artístico es más antiguo, incluso lo es su enseñanza a través de diversas instituciones académicas y culturales, pero su convencional inicio se ha establecido unánimemente con su presencia universitaria. En el caso de España en 1904, fruto de un complejo proceso no exento de polémica, que en cierta medida respondía al convencimiento sobre su necesidad. La transición de siglo XIX al XX estuvo protagonizada por cambios que serían relevantes en la aparición 1

de la Historia del Arte. En 1900 se creó el ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y se aprobó en el marco universitario el plan de reforma de Antonio García Alix, que supuso la desaparición de la Escuela Superior de Diplomática y la reestructu ración de los estudios de la Facultad de Filosofía y Letras en tres secciones: Literatura, Filosofía e Memoria de la oposición a la Historia. Así como la cátedra de Teoría de la Literacreación de la asignatura tura y las Artes, 1902. “Teoría de la Literatura y de las Ar tes”, que era común a las tres secciones, pero pendía de la de Letras. En este tiempo había dos años comunes, dos en una de las secciones y otro de doctorado. Por iniciativa de Antonio Sánchez Moguel por primera vez en España se convocaron cuatro cátedras de esta asignatura, “quisicosa” la llegó a llamar Tormo, mientras que en Sevilla y Zaragoza la asignatura se otorgó a profesores de Griego. En 1902 se celebró la oposición. Elías Tormo pensó dedicar la memoria reglamentaria para optar a la cátedra a la estilización musical, pero finalmente se decantó por tratar la estilización de las formas, incluyendo un capítulo a la Música. Esta memoria la publicó bajo el título El convencionalismo en las Artes (1902). En este tiempo contó con el apoyo explícito de Antonio Maura y el más sutil de Marcelino Menéndez Pelayo, a quien consideraba su maestro1. Como resultado fue uno de los cuatro catedráticos numerarios que obtuvieron plaza: Andrés

R EVUELTA SAÑUDO, Manuel (ed.). 1982-1991; en concreto vol. 16, carta 379, 10 de febrero de 1902, de Tormo a Menéndez Pelayo; carta nº 454, 10 de mayo de 1902, de A. Maura a Menéndez Pelayo recomendando a Tormo; vol. 17, carta 556, 22 de julio de 1904, por la que Tormo anuncia a Menéndez Pelayo la toma de posesión de la cátedra en la Universidad Central; vol. 18, carta 282, 8 de junio de 1905, por la que Tormo pide el apoyo de Menéndez Pelayo para que sea nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. También accesible desde la web de la Fundación Ignacio Larramendi.

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Titulo de catedrático numerario con categoría honorífica de ascenso de E. Tormo. ACCCV, Fondo Elías Tormo.

Ovejero en la Central, José Jordán de Urries en la de Barcelona, Elías Tormo en la de Salamanca y Julio Nombela en la de Granada2. Tormo tomó posesión bajo el rectorado de Miguel de Unamuno, pero por R.O. se le concedió permiso para residir un año en Madrid y ampliar su formación en la Escuela de Arquitectura. Allí asistió a los cursos sobre teoría e historia de la arquitectura impartidos por Vicente Lampérez y Ricardo Velázquez Bosco. A buen seguro, entre todas las artes, sentía que en arquitectura tenía mayores carencias, puesto que desde 1890 se aficionó a las artes figurativas teniendo como principal escuela el Museo del Prado, mientras que su formación en arquitectura se retrasó más de una década. A comienzos del siglo XX se empapó de la Historie de l´Architecture (1899) de A. Choisy y asistió regularmente a los cursos que los dos arquitectos citados dictaban en el Ateneo de Madrid; en concreto, V. Lampérez avanzando lo que fue su Historia de la arquitectura cristiana (1904)3. El objetivo de Tormo era obtener una cátedra en Madrid que le permitiera compatibilizar su actividad profesional, ligada ahora y ya por siempre a las Humanidades, con la política a la que entró por el luctuoso suicidio de su cuñado Marcelo. En este caso ocupó su puesto como candidato a diputado y en 1903 realizó campaña en el distrito de Albaida. De 1903 a 1906 fue diputado, trabajó en la Comisión de Presupuestos del ministerio de Ins-

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trucción Pública y por R.D. de 31 de marzo de 1905 fue nombrado comisario general de Bellas Artes y Monumentos, a instancias del ministro Juan de la Cierva. Sucesos, como veremos, indisolubles de la creación de la primera cátedra de Historia del Arte. El proceso para llegar a la convocatoria de la cátedra fue convulso. Como hemos señalado, su objetivo fundamental era establecerse en Madrid. Por esta razón, firmó una cátedra de Historia de la Filosofía en la Universidad Central, y una de Teoría e Historia de las Bellas Artes en la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Según sus memorias, en esta última se cometió una gran injusticia, puesto que el tribunal no le concedió la plaza por considerar que su enseñanza era más propia de la universitaria. Razón por la que sus miembros le ofrecieron enviar una carta al ministro para que le facilitara el acceso a la Central, pero Tormo no aceptó4. Acabado el permiso en Madrid que por su cátedra de “Teoría de la Literatura y de las Artes” tenía para formarse en arquitectura, se le concedió una permuta y pasó a estar adscrito a la Universidad de Granada, aunque en excedencia por ser diputado. Ante la ausencia de un perfil afín a sus méritos Elías Tormo asumió una drástica decisión. En concreto, sucedió el 29 de diciembre de 1903 en la comisión de presupuestos del ministerio de Instrucción Pública a la que pertenecía. En ella se trataba la dotación de cátedras: la creación de la de Pedagogía Superior pensada para Cossío, la dotación de la de Literatura Arábiga Española que debía ocupar Ribera y la división de la cátedra vacante de Arqueología, Numismática y Epigrafía, y consiguiente división en dos cátedras pensadas para Mélida y Vives, respectivamente. Se le pidió opinión y la expresó. Tras recordar la injusticia que él consideraba había sufrido en la oposición de la Escuela de la Real Academia de Bellas Artes, el ministro maurista Lorenzo Domínguez propuso la dotación de las dos primeras, así como la cátedra de “Historia de Bellas Artes” en el doctorado de Filosofía y Letras de la Universidad Central. El nombre y concepto derivaba literalmente de las cátedras que desde 1863 y con interrupciones se sucedieron en la Escuela Superior de Diplomática, no vinculada a la Universidad y auténtico vivero de formación

Sobre el desarrollo de esta oposición da testimonio en “Memorias a mis nietos” (BHUC, Caja BH AP8 (12)) y las cábalas de las votaciones en su diario nº 51 (ARABASF, sig. 6-47-1, cuadernillo 51). La Gaceta publicó el nombramiento el 6 de junio de 1902. Y varios periódicos lo recogen; por ejemplo, La Época, 6 de junio de 1906, p. 4. Ambos libros, con su firma y notas manuscritas, se hallan entre los fondos de BFSAJHV, tejuelos 829 y 755, respectivamente. Tormo admitió que la lectura que realizó de la obra de Choysy le sirvió para las oposiciones de 1902 (TORMO, Elías. “Prólogo…” 1949, p. XII). Hay frecuentes resúmenes de las conferencias de Lampérez y de Velázquez Bosco en sus diarios: ARABASF, sig. 6-46-1 y 6-47-1. BHUC, Caja BH AP8 (12), “Memorias a mis nietos”, cap. 58, ff. 183-186.

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E. Tormo, La reforma de la tributación de los alcoholes y el diputado a Cortes por Albaida (1904), con el inicio del apéndice en defensa de sus méritos académicos.

profesional de los jóvenes en investigaciones históricas a través de su formación en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (1858). En 1879 la asignatura “Arqueología e Historia de las Bellas Artes en la Edad Antigua, Media y Renacimiento” estaba a cargo de Juan Facundo Riaño y Montero, pero ya por R.D. de 25 de noviembre de 1884 se estableció la separación de las dos disciplinas: la Arqueología debía estudiar las obras de arte y la industria bajo el aspecto exclusivo de su antigüedad, mientras que la Historia de las Bellas Artes debía considerarlas desde el punto de vista estético5. La supresión de la Escuela Superior de Diplomática en 1900 dejó un vacío que se pretendía compensar con un nuevo marco universitario. El mismo año, en la Universidad Central Juan Catalina García López obtuvo la primera cátedra de Arqueología. En consonancia, la todavía “Historia de la Bellas Artes” requería su emplazamiento universitario, y Elías Tormo se sentía su merecedor. Los méritos de Elías Tormo se estimaron apropiados y tomó posesión de la plaza el 16 de julio de 1904, con sueldo de 4.500 pesetas anuales. Francisco Giner de los Ríos le recriminó que se hubiera servido de su posición en la comisión de presupuestos del ministerio para dotar económicamente una cátedra que respondía a sus de5 6 7 8 9 10 11

seos. Una denuncia que también apareció en cierto sector de la prensa del momento, como El País6. Tormo aprovechó las críticas que desde su mismo partido recibió por su oposición al proyecto de ley de alcoholes, pues dañaba los intereses del lugar por el que había sido elegido, con una publicación que reunió sus intervenciones parlamentarias en contra del citado proyecto, y como apéndice documentos que acreditaban sus méritos por el Consejo de Instrucción Pública7. Al uso de su posición de parlamentario no respondió en el momento, pero sentía la necesidad de justificarse casi cuarenta años después. Así, en sus memorias, por un lado recordaba lo que pesó en esta decisión la injusticia que padeció en las oposiciones de la Real Academia de Bellas Artes; y por otro, destacaba su compromiso con la disciplina durante toda su vida. Algo que le servía para afirmar que con aquella decisión se prestó a la cátedra de Historia del Arte “un positivo servicio”8. Efectivamente, frente a colegas ágrafos, él se lanzó a escribir y extender la nueva disciplina en el ámbito científico y social, por firme convicción e incluso, como hasta cierto punto se deduce de su “excusatio”, por redención. En concreto, presentó los siguientes méritos9: El convencionalismo en las Artes (1902), memoria a la cátedra de 1902 que despertó los elogios, al menos privados, de su admirado maestro Marcelino Menéndez Pelayo, “Las pinturas de Goya y su clasificación y distribución cronológicas”, que en 1900 publicó en la Revista de la Asociación Artístico-Arqueológic-Barcelonesa (nº 20 y 21), y que ha llegado a ser considerado como el “texto fundacional de la historia del arte en España”10, Desarrollo de la pintura española del siglo XVI (1902), resultado de las cuatro conferencias pronunciadas en el Ateneo de Madrid en 1900, y en cuyo libro incorporó el citado trabajo sobre Goya, y el manual La Escultura antigua y moderna (1903, redactado tras las oposiciones de 1902)11. Elías Tormo se convirtió en el primer titular de una cátedra en la Universidad española dedicada a la historia del arte. Entonces, todavía con la denominación de Historia de las Bellas Artes, y reducida a un carácter voluntario en el doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, lo que justifica que en el pri-

P EIRÓ MARTÍN, Ignacio. 1995. P EIRÓ MARTÍN, Ignacio; PASAMAR A LZURA, Gonzalo. 1996. LAREDO QUESADA, Miguel Ángel. 2012. Del decurso de las oposiciones a las que se presentó da buena cuenta Elías Tormo en sus memorias. No oculta el proceso que le condujo a la cátedra y lo justificó en la injusticia precedente. TORMO, Elías. La reforma… 1904. Señalado por SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier. 1958, p. 9. BHUC, Caja BH AP8 (12), “Memorias a mis nietos”, cap. 66, ff. 209-211. ACCCV, Valencia, legajo 2.2. Informe del Consejo de Instrucción Pública sobre los méritos de Elías Tormo en estudios histórico artísticos, que el Rector de la Universidad de Granada traslada al interesado el 9 de marzo de 1904. PORTÚS, Javier; VEGA, Jesusa. 2004, p. 76. Así se lo indica al enviarle un ejemplar a Menéndez Pelayo. BMP, Epistolario, vol. 17, carta 69, carta de Elías Tormo a Marcelino Menéndez Pelayo, 23 de julio de 1903; vol. 17, carta 121, volvió a escribir para agradecer su apoyo y elogio a su obra, 3 de septiembre.

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mer curso solo tuviera dos alumnos, y uno no pudo asistir a las clases. No obstante, a lo largo del mismo se sumaron varios como oyentes. El sesgo del área de conocimiento lo recogió Tormo en el discurso de solemne inauguración del curso académico en 1909, “Las Bellas Artes, nueva entre las Disciplinas Universitarias”. Su concepción es clara. Se trata de una ciencia huDiscurso de inauguración del curso académico 1909-10 en manística que ahonda en la Universidad Central. la historia de la cultura a través de algunos restos materiales de la civilización y por ello es una ciencia auxiliar de la Historia. En definitiva, con muchos puntos en común con la arqueología desde una paternidad compartida en Winckelmann y que perduró hasta avanzado el siglo XX12. De hecho, para su distinción Tormo reconoce que ambas comparten la existencia de un objeto como elemento que enriquece lo meramente evocado a través de la palabra escrita, pero con la experiencia estética como elemento distintivo. Como ya se establecía incluso por el R.D. de 1884 en la Escuela Superior de Diplomática para distinguir estas materias, Tormo califica su disciplina como “Arqueología artística”, y cree que, frente a la Historia, “la Historia de las Bellas Artes mira a un pasado, que todavía no ha pasado, á obra que hoy, en nuestros museos, templos ó colecciones, tiene viva, y no pasada, su propia y prístina virtualidad comunicativa y parlante”13. Evidentemente reconoce en su materia su aparente “heterodoxia universitaria”, pues en ella incide lo intuitivo, el componente estético, lo subjetivo. Pero frente al mero hedonismo contemplativo, la disciplina exigía una metodología moderna que pasaba ineludiblemente por el acceso al objeto de estudio, a la obra, y ante ella desarrollar un juicio estético, como ya apuntó Winckelmann y en España refrendó el citado R.D. de 1884 referido a las asignaturas de la Escuela de Diplomática. Probablemente ese juicio estético es el que le hace afirmar que

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“no deben entrar las Bellas Artes en la Universidad para completar el programa u objetivo de la instrucción universitaria, sino para completar e integrar la educación personal de los universitarios humanizándola”. Estos principios conectaban con los defendidos por la reforma pedagógica propugnada por la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que consideraba la enseñanza del arte como un elemento fundamental en la formación del ser humano. No obstante, la diferencia era evidente puesto que esta institución surgió de intelectuales separados de la Universidad Central y abogó por preservar la enseñanza de directrices impuestas en materia religiosa, política o moral, mientras que el discurso de Tormo se producía desde la cátedra de la citada Universidad y con un sesgo donde la Historia del Arte era en gran medida originada por aquella “Arqueología artística” y continuidad del interés suscitado por la llamada “Arqueología sagrada”. La nueva ciencia humanística tenía un acentuado carácter histórico, y por ello igualmente útil para el conocimiento de la cultura, pero era distinta por la especificidad del lenguaje plástico que estudiaba y que, obviamente, exigía el acceso directo a su principal fuente, la obra artística. Pero esta conciencia no estaba reflejada en la denominación de la cátedra, todavía lastrada por términos decimonónicos. Finalmente, en 1913, año en el que Tormo recibió el apoyo unánime para ser nombrado decano y con la primera reorganización del plan de García Alix, a propuesta del claustro de la Facultad, la cátedra se denominó de “Historia del Arte”, integrada en la sección de Historia. En la evolución conceptual del área de conocimiento, de su especificidad, reflejada en la propia denominación de la cátedra, tuvo especial importancia el contacto de Tormo con la realidad europea a través de sus viajes: primero familiares y después más organizados y profesionales, como el que con ayuda de la JAE le permitió estudiar los museos europeos con fondos de pintura española. Durante cuatro meses de 1911 recorrió gran parte de Europa (Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Austria, Hungría, Rumanía, Rusia e Italia). Además, solicitó dos meses más de 1912 para completar la visita de algunos museos y específicamente para representar a España en el X Congreso Internacional de Historia del Arte, al que debía acudir en representación de España por R.O., y que se celebró en Roma del 16 al 21 de octubre de 191214.

Véase DÍAZ-A NDREU, Margarita. 1995. TORMO Y MOZÓ, Elías. Las Bellas Artes… 1909, pp. 14-15. ARE, Fondo JAE, 142/107.

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Las reflexiones surgidas entre el IX (1909, Mónaco) y el X (1912, Roma) Congreso Internacional de Historia del Arte contribuyeron a la toma de conciencia de la propia disciplina. En ambos congresos se estimó oportuno debatir la posición que la historia del arte debía asumir ante disciplinas afines. Adolfo Venturi, gran introductor de la Historia del Arte como disciplina universitaria en Italia15, ya se hizo eco de estas consideraciones, que estuvieron presentes en las conclusiones del congreso de 1909 y en la organización del que encabezó y se celebró en 1912. La sesión inaugural precisamente contemplaba un debate sobre la situación de la Historia del Arte en los diversos países con algunos de sus representantes nacionales, y en general presentó dos áreas de trabajo: las relaciones del arte italiano con el de otros países, y problemas generales y cuestiones de método. El comité permanente del Congreso Internacional de Historia del Arte era reflejo de la inquietud metodológica de la disciplina y, por su filiación institucional, del predominio germano: de Breslau era su presidente Kautzsch, de Berlín el vicepresidente Goldschmidt y el secretario Koetschau, de Hamburgo el tesorero Warburg, y entre los vocales de Múnich Wölfflin y Schmid, de Heildeberg Thode, de Bonn Clemen, de Viena Dvorak, de Londres Dogson, de La Haya Hoftede de Groot, de la Christiania Aubert, y de Roma Haseloff y Venturi. Positivistas, culturalistas, formalistas, iconólogos… Pero con la idea clara de fijar la especificidad de la joven disciplina que paulatinamente se extendía en el ámbito universitario. En principio, el Congreso invitó a Aureliano de Beruete, pero este poco antes de morir delegó en Tormo. Por esta razón, solicitó a la JAE la subvención para continuar con sus estudios de los museos europeos con fondos españoles y asistir en Roma al congreso, que él entendía era “importantísimo”, pues además de aspectos concretos de interés, se iba a tratar sobre una “uniformidad en los estudios de Historia del Arte entre las varias naciones”. Tormo fue elegido delegado de la JAE, pero finalmente no pudo acudir por razones familiares16. Lo importante de aquel encuentro para la disciplina en España es que Tormo se hiciera eco de la reflexión internacional, estrictamente europea y principalmente germano-italiana, lo que meses después se tradujo en el cambio de la denominación de la cátedra que ocupaba: de Historia de las Bellas Artes a Historia del Arte. Pocos años después, en 1916, la cátedra pasó de estar adscrita

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al doctorado de Letras a estar vinculada al de Historia. Bajo la denominación de Historia del Arte se abrían nuevos retos, como el de fijar los contenidos de estudio. Por sus propias inquietudes, su presencia en el patronato del Museo del Prado y por la estructura de las secciones en el CEH, verdadero mo tor de su producción desde 1912, Frontispicio de la Memoria presentada por E. Tormo al X Elías Tormo se dedicó Congreso Internacional de pr incipalmente a las Historia del Arte, Roma, octuartes figurativas, y sobre bre de 1912. todo a la pintura, de la Edad Moderna. Con el tiempo, se diluyó esa separación dada entre los estudios artísticos y los de la arquitectura en manos de arquitectos y los llamados “arqueólogos”. Y esto hasta tal punto que Elías Tormo, calificó frecuentemente a Manuel Gómez Moreno “de nuestro mayor arqueólogo e historiador del arte”, así como “gran maestro” del que se consideraba admirador17. En la vida de Elías Tormo los años 1912 y 1913 marcan, sin lugar a dudas una inflexión: en su crónica sobre el arte español de 1912 lo calificó de “¡Año faltal!”, por el fallecimiento de Eduardo de Saavedra, su maestro Marcelino Menéndez Pelayo, Aureliano de Beruete, José Martí y Monsó y el hispanista Carl Justi18. Y para mayor desgracia, su esposa falleció a consecuencia de un parto, él quedó viudo a los 43 años y su hija primogénita Constanza, de apenas 15 años, quedó al cuidado de los seis hermanos menores. Pero durante escasos meses entre 1912 y 1913 reflexionó sobre el Congreso Internacional de Historia del Arte celebrado en Roma, fue elegido decano de la Facultad de Filosofía y Letras, donde se aprobó que su cátedra se denominase Historia del Arte, ingresó en el Patronato del Museo del Prado, en la Junta de Iconografía Nacional, en el Centro de Estudios Históricos y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Toda esta actividad se sumó a su labor como senador, que destacó por su oposición contra la enajenación de obras artísticas, a su actividad en el Patronato del Instituto Nacional de Previsión, pre-

VENTURI, Adolfo. (1927) 1991. VALERI, Stefano (ed.). 1992 y 1996. AGOSTI, Giacomo. 1996. VALERI, Stefano. 2006. TORMO. Jacomart… 1914. Por ejemplo, TORMO, Elías. “De nuestro…”, 1943, p. 18; y “El Cristo…” 1949. TORMO, Elías. “Miscelánea…”, 1912.

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cedente de la actual Seguridad Social, así como en otras muchas sociedades y entidades. En algunas pronunció decenas de conferencias, como en el Ateneo19, el Museo del Prado y el CEH. En su producción científica de esta época, además de sus trabajos utilizados como méritos en la cátedra que obtuvo en 1904 o su discurso de inauguración del curso académico en 1909, destacan contribuciones como el álbum cromolitográfico de las salas regias del alcázar de Segovia (1905), su estudio sobre el monasterio de Guadalupe y los cuadros de Zurbarán (1906), los realizados sobre primitivos españoles, como el catálogo de la colección Iturbe (exposición en la RABASF en mayo de 1911) o el de las tablas de las iglesias de Játiva (1912), editado con el mecenazgo del diputado Francisco de la Iglesia y que supuso el nombramiento de Tormo como hijo adoptivo de Játiva. Poco tiempo después sistematizó este estudio en su monografía sobre Jacomart y la pintura de su tiempo. También abordó estudios relacionados con la JIN, como los de las Descalzas Reales de Madrid y las viejas series icónicas de los Reyes de España. Entre 1906 y 1909 fue junto a V. Lampérez, director de la sección Arte de la revista Cultura Española, en la que tuvo asiduas colaboraciones, como también en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, donde publicó sobre las tapicerías de la corona española, Villacis, Velázquez y el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro… y en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, donde aparecieron sus estudios sobre la pintura de la Escuela Flamenca del siglo XV en la Castilla septentrional, Antonio Pereda…, y tuvo presencia en otras revistas, así como en periódicos como Las Provincias de Valencia y La Época de Madrid, donde redactó crónicas de las conferencias sobre arte español pronunciadas en el Ateneo de la capital, hizo extensión universitaria de su cátedra en la Universidad y anticipó muchos de los trabajos que después aparecían como libro.

LA

DOCENCIA DE LA HISTORIA DEL ARTE: CLASES,

INVESTIGACIÓN Y EXCURSIONISMO

La actividad universitaria de Elías Tormo estuvo vinculada a la Universidad Central, a la que por evitar un carácter centralizador desacertado prefería llamarla

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Obra de E. Tormo sobre su gestión como Rector de la Universidad Central, 1930.

de Madrid, donde fue catedrático de Historia de las Bellas Artes desde 1904, que pasó a llamarse Historia del Arte en 1913, fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras desde el 1 de abril de dicho año a 1921, lapso en el que impulsó un proyecto de ley de reforma pedagógica, vicerrector de 1922 a 1929, y rector entre septiembre de este año a febrero de 1930, un periodo convulso en el que manifestó sus protestas ante las autoridades militares por la expulsión de docentes y la represión violenta de las manifestaciones estudiantiles20, y que dejó al ser nombrado ministro. Su magisterio se interrumpió con el inicio de la Guerra Civil en el verano de 1936. Esta le sorprendió en Roma, donde llevaba varios veranos trabajando. Allí permaneció y desde finales de septiembre de 1937 quedó adscrito a la Universidad de Valladolid. Al finalizar la contienda administrativamente se reincorporó a la Universidad de Madrid, donde inmediatamente recibió la jubilación, pues el 23 de junio de 1939 cumplió los setenta años. Elías Tormo, en palabras de Sánchez Cantón fue “Universitario hasta el tuétano” y desde todos los puestos que desempeñó se desveló por la enseñanza y su mejora21. En opinión de la prensa y de sus discípulos, fue un excelente orador y docente. Su asignatura en el doctorado se planteaba bajo criterios que hoy calificaríamos de “innovación docente”, pero que se inspiraban en prácticas de la segunda mitad del siglo XIX, y específicamente en el magisterio de Marcelino Menéndez Pelayo, y se establecieron por R.D. de 1904. Consistía

En el Ateneo de Madrid impartió cursos como el de 1900 sobre la pintura española del Renacimiento, en 1911 sobre escultura española y en 1912 sobre el arte español en los museos de la Europa central y oriental. Estos últimos, resultado de su viaje pensionado por la JAE y encargados por el ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Hace crónica de estos en TORMO, Elías. “Miscelánea…” 1912. Además, las de 1912 las publicó en La Época. TORMO, Elías. De mi Rectorado... (1930). SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier. 1958, p. 14.

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en un seminario de investigación que se distribuía semanalmente en tres días de lunes a miércoles con sesiones de hora y media: uno se empleaba en explicaciones ante las propias obras, principalmente en el Museo del Prado, y de cuyo Patronato formó parte desde el mismo año de su creación en 191222; otro en lecciones en clase sobre un curso monográfico que se cambiaba cada año, al modo que experimentó con su maestro Menéndez Pelayo, con uso de fuentes documentales, estudios bibliográficos y su propia crítica artística; y el último mediante la tutela en un trabajo de investigación para los que daba libertad en la elección de temas y modo de tratarlos23. Esta última faceta, en el primer año consistió en la catalogación de los cuadros del edificio universitario de la calle San Bernardo24. Después, cuando la asignatura pasó a ser obligatoria en el doctorado de Historia, siguiendo modelos alemanes, el trabajo adquirió mayor exigencia. Además, impulsó firmemente que la Tesis Doctoral tuviese el carácter europeo de tesislibro de novedad plena de investigación. Así se decidió por su Facultad de Filosofía y Letras en diciembre de 1911 y lo defendió como decano. Finalmente, como complemento de formación fundamental impulsó el excursionismo. Primero libre u opcional, pero después bajo un programa definido cuando la asignatura pasó a ser obligatoria en el doctorado de Historia, aunque quedaba exento el alumnado con escasos recursos. El mejor testimonio sobre su modo de proceder probablemente se escuchó en el Senado25. Por ejemplo, cuando a finales de 1910 anunciaba cómo a través de sus clases de doctorado se habían hecho consultas documentales que hablaban de pinturas murales en la capilla de san Blas o del arzobispo Tenorio en el claustro de la catedral de Toledo, viajaron, como siempre sin ayudas, e hicieron catas eliminando la cal que ocultaban las pinturas al fresco que consideraba serían de Starnina, como las de las bóvedas ya vistas por Bertaux y Mayer. Pedía al ministerio una ayuda para recuperarlas, al modo del palacio de los Papas en Avignon o la capilla de Santa Croce en Florencia, y que se hiciera por conservadores de museos26. Posteriormente, en su

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Capilla de San Blas, claustro de la catedral de Toledo.

defensa de la reforma pedagógica de su Facultad, que adquirió un amplio debate por la introducción del término autonomía 27, ofreció información de sus ideas. Así, sabemos que acudió como catedrático por la Universidad de Salamanca a la Asamblea de Universidades celebrada en Valencia en 1902. Allí, votó en contra de la plena autonomía universitaria por indicación de su rector Miguel de Unamuno y por el propio convencimiento de que el profesorado de la Universidad española no estaba preparado. Y estas mismas reservas estaban presentes, pero con el deseo de cambiar la situación, cuando en 1914 el claustro de su facultad decidió solicitar la reforma pedagógica para que sirviera de expe-

Analizaremos más adelante la vinculación de E. Tormo con el Museo del Prado, pero en buena medida queda resumida en su vinculación con la actividad docente en TORMO, Elías. “Encomio…” 1936. Elías Tormo da cuenta de estos sistemas en sus memorias, BHUC, Caja BH AP8 (12), “Memorias a mis nietos”, ff. 195, 212-216 y 216-218. También su hijo Juan (ACCCV, Fondo Elías Tormo, legajo 1. 6, ff. 45-47). Cita algunos aspectos SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier. 1958, pp. 13-14. Así lo cuenta en TORMO, Elías. “D. Vicente López…”, 1913. Precisamente este cuadro lo colocó en la antesala de su despacho de decano. En el Senado solicitó que las aulas no se quedasen sin docencia y los catedráticos se sustituyeran entre sí en caso de no haber auxiliares disponibles (1910); el aumento del número de auxiliares de la Facultad de Filosofía y Letras, la sustitución de los auxiliares por ayudantes y exigir a los primeros labores de laboratorio (1914); y, sobre todo, la proposición de ley sobre el régimen pedagógico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid (1914 y 1916). DSS, nº 74, 25 de noviembre de 1910, pp. 1.186-1.188. La solicitud volvió a repetirla ante nuevos ministros en 1911 y 1914. DSS, nº 22, 7 de junio de 1916; nº 36, 24 de junio; nº 57, 3 de octubre; nº 58, 4 de octubre.

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riencia piloto en la Universidad española. En 1916 se inició un amplio e interesantísimo debate. Tormo, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid defendía una autonomía docente que permitiera especializar los estudios, ofrecer más libertad de elección de asignaturas, rebasar los límites impuestos por los exámenes, “buscar la vida” decía, etc. El senador Daurella, su homólogo en la Facultad de la Universidad de Barcelona proponía que la ley se aplicase también en Barcelona, y que se extendiese a la autonomía universitaria administrativa y económica. Tormo se mostró partidario de lo primero, pero era reacio a decretar lo segundo. Y frente a ambos, y la Universidad del momento, el marqués de Villaviciosa de Asturias, que reclamaba una Universidad con menos años de estudio y totalmente centralizada. Para replicar Tormo expuso su forma de entender la docencia en el doctorado: “enseñar a investigar, enseñar a aprender, a meditar y a discurrir”, puesto que “la Universidad antigua era la de lo definitivamente hecho, reducido a pocas palabras y dado como solución, y la Universidad nueva da al alumno la investigación del problema y la solución después de las dificultades que ofrece el mismo, y cuando se les da la verdad se les da como resultado de la busca de la verdad, que es donde acaba lo que se sabe y donde comienza lo que se sabrá mañana”28. Como ejemplo, señalaba cómo en el curso anterior había explicado sobre la pintura española en tiempos de Felipe II, tutelado trabajos de investigación y realizado excursiones. Pero que el alumnado que no podía asistir a clase tenía libertad para elegir el tema que facilitase su propio programa. Una solución que permitía incluso obtener el sobresaliente, una nota que decía rara vez concedía. Y cómo en el inicio del nuevo curso había mostrado a su alumnado seguían con bastante cercanía el sistema de la Universidad de París29, con clases específicas, trabajos de investigación tutelados y conferencias restringidas o abiertas al público. Pero a ello, además, se añadían las visitas fuera del aula. La articulación de la docencia propugnada por Elías Tormo entroncaba con la importancia concedida al excursionismo en su propia formación autodidáctica en historia del arte, y de modo general se situaba en el mapa ideológico y cultural del siglo XIX que se forjó en academias, sociedades, ateneos y otros organismos, que entre otros objetivos instaron a la realización de viajes.

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Una práctica que contribuyó a mejorar el conocimiento geográfico, histórico y cultural hispano, y por consiguiente facilitó la creación de una identidad30, aunque esta podía tener múltiples matices dependiendo de cada institución y, sobre todo, de la ubicación en la que estuviera. Y principalmente tenía como claro precedente y estímulo la reforma pedagógica propugnada por la ILE de Fernando Giner de los Ríos31. Para los principios reformistas de esta, la enseñanza del arte era un elemento crucial en la formación del ser humano, que es lo que como hemos visto defendió Elías Tormo en el discurso inaugural del curso académico de la Universidad Central en 1909, “Las Bellas Artes, nueva entre las Disciplinas Universitarias”. En concreto, entre los reformadores destacó el papel de Bartolomé Manuel Cossío, que fue director del Museo Pedagógico en Madrid desde 1883 y un firme defensor de la integración de los estudios histórico artísticos en los programas educativos, incluyendo visitas a los museos y monumentos a través de excursiones. Ideas que llegaron directamente a Tormo, puesto que a pesar de sus opuestas ideologías mantuvieron una relación cordial, fueron compañeros en la Facultad de Filosofía y Letras desde que obtuvieron la cátedra el mismo año –Cossío de Pedagogía Superior–, así como en el Patronato del Museo del Prado desde 1912. Con anterioridad, Tormo indagó en aspectos pedagógicos, como dejó testimonio en uno de sus cuadernillos de notas en los que aparece la siguiente anotación: “Museo pedagógico = todos los días no domingos de 9 ½ a 1, y de 2 ½ a 5 según cartelito allí visto el 5-II-98”32. Y posteriormente destaca su implicación en la comisión que el Senado creó para la reforma pedagógica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. El carácter formativo de las visitas a museos, especialmente el Prado, y el excursionismo que la ILE defendió en la enseñanza secundaria, de carácter privado pues su aparición en los planes públicos fue esporádica desde su primera aparición en 1868, Tormo lo llevó a sus clases universitarias. Primero reivindicando la función que tenían en un complemento formativo transversal de todo universitario, y después subrayando la especificidad del área de conocimiento: el objeto artístico. Puede resultar paradójico que Elías Tormo, ferviente católico, asumiera los principios de la ILE, surgida de intelectuales que abandonaron la Universidad Central y abogaron por principios krausistas de fi-

DSS, nº 58, 4 de octubre, p. 899. DSS, nº 58, 4 de octubre, p. 899 y 911. FOX, Inman. La invención…. 1997, pp. 27-34. ORTEGA CANTERO, Nicolás. 2004. ARABASF, sig. 6-46-1, cuaderno 13.

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losofía liberal laica. De hecho, en sus memorias reconoce que sus relaciones con Giner de los Ríos fueron malas, aunque siempre cordiales con Cossío33. En este sentido, el matiz que los separaba se reducía en la práctica investigadora mucho más de lo que en principio se pudiera esperar, puesto que la influencia de los métodos culturalistas fijaban en el estudio de las manifestaciones artísticas del pasado la necesidad de desentrañar las condiciones espirituales de su producción, que en consecuencia definían el carácter patrio que establecía un resumen de su historia. Así lo defendió el propio Cossío en su fundamental obra sobre el Greco de 190834. Tormo, por su parte, supo ver las múltiples lecturas que una obra de arte podía ofrecer, y de este modo adaptó las mismas según sus receptores, por lo que distinguía el discurso de una conferencia en sociedades católicas de las clases, aunque en su producción escrita sí encontramos muchas veces una convergencia, aunque hacia lo académico; por ejemplo, varias de sus obras aparecieron previamente en hojas dominicales y después se publicaron como libros, como su estudio dedicado a las iglesias del antiguo Madrid. En definitiva, la Historia del Arte era en gran medida una continuidad del interés suscitado por la llamada “Arqueología sagrada”, de la que incluso Tormo fue docente en el Seminario de Madrid, pero requería su moderna y académica separación. La trayectoria de Cossío y Tormo quedó estrechamente unida por su incorporación a la Universidad Central como catedráticos, y la consiguiente R.O. de 1904 en la que se reglamentó la moderna enseñanza de las recién creadas disciplinas de las que eran titulares y que prescribía su “Lección alterna”; es decir, explicaciones y carácter práctico. En el caso de la cátedra de Historia de las Bellas Artes se especificaba que debía ser de cultura general y de enseñanza práctica, en la que debían efectuarse por el alumnado “trabajos de investigación histórica sobre las Artes españolas” y con este debía realizar “excursiones a las ciudades monumentales próximas a Madrid”35. El R.D., además, establecía la posibilidad de que alumnado externo al programa de doctorado pudiera participar en las mencionadas prácticas y recibir con ello un certificado para concursos y oposiciones del mismo ministerio. Manuel García Blanco fue uno de los dos primeros alumnos que tuvo la asignatura y describió la experiencia de la primera excursión que se hizo a Si33 34 35 36

Fotografías, con nombre en el reverso, del alumnado de E. Tormo en el curso 1918/19. Archivo personal de Elías Tormo en el Colegio de Corpus Christi, Valencia.

Fotografías, con nombre en el reverso, del alumnado de E. Tormo en el curso 1919/20. Archivo personal de Elías Tormo en el Colegio de Corpus Christi, Valencia.

güenza aprovechando un desplazamiento de investigación del profesor. La crónica que este alumno de Filosofía hizo para un periódico de Lugo, su tierra natal, manifiesta su admiración por el maestro y la escasez de medios, por lo que reclamó ayudas públicas para la realización de los desplazamientos36. Con su alumnado hizo muchos de sus viajes. En principio las excursiones aprovechaban festividades concretas. Todos los años visitaban Toledo, El Escorial, Alcalá de Henares, Guadalajara, Ávila y Segovia; mu-

BHUC, Caja BH AP8 (12), “Memorias a mis nietos”, f. 209. Sobre Cossío y su relación con la enseñanza e investigación en historia del arte véase A RIAS DE COSSÍO, Ana María. 1988. CABALLERO, María Rosario. 2002. PORTÚS, Javier; VEGA, Jesusa. 2004. Gaceta de Instrucción Pública, Madrid, 6 de octubre de 1904 (aunque con fecha de 3 de agosto), año XVI, nº 692, p. 1.129. Recordado por TORMO, Elías. “Excursionismo…”, 1934. GARCÍA BLANCO, Manuel. 1904.

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Algunos componentes del crucero universitario de 1933 en Egipto, Elías Tormo tumbado en primer término.

chos años Aranjuez y El Pardo… En el día visitaban Guadalajara, Alcalá de Henares, El Escorial, Aranjuez…, empleaban dos días para visitar Toledo, Ávila y Segovia…, tres para visitar conjuntamente Ávila y Salamanca, etc. A partir de 1916 los viajes se hicieron más ambiciosos: Andalucía, para el que excepcionalmente se consiguió subvención del ministerio; Portugal en 1921, con más de veinte alumnos, Gómez Moreno, Sánchez Cantón y Ballesteros, con una ayuda de financiación de la Facultad y la renuncia que Tormo hizo por sus derechos a las conferencias que impartió en el Museo del Prado costeadas por el ministerio de Instrucción Pública37; dos a Aragón (1926 y 1932), Cataluña y Valencia, en una incluyendo también Baleares; Galicia y noroeste de España; en mayo y junio de 1924 Italia, con Sánchez Cantón; en 1925, con Gómez Moreno, y en 1926 Francia; en 1927 a Italia y sur de Francia con Gómez Moreno; en 1931 Italia peninsular y Sicilia; en 1932 Marruecos nuevamente con Gómez Moreno... Durante la República participó en tres viajes organizados que le marcaron profundamente. En 1932, como peregrino con los Padres Asuncionistas france-

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ses, visitó Próximo Oriente desde Egipto hasta Siria, y las islas de Chipre, Rodas y Creta38, que finalizó en el III Congreso Internacional de Arqueología Cristiana que se celebró en Rávena39. Esta experiencia la publicó en el diario La Época, después en la revista semanal El Universo, y finalmente en formato libro en Postales al Peregrino (1932). Al final de la misma hacía mención a las múltiples conferencias que con diapositivas realizó, y que adaptaba según el auditorio fuera de fieles o de académicos. Al menos, pronunció conferencias con esta temática en diversas instituciones de Madrid, Sevilla, Zaragoza, Valencia, Játiva, Alcoi y Albaida. En los dos siguientes veranos participó en experiencias académicas por el Mediterráneo. En 1933 en el viaje impulsado por el ministro Fernando de los Ríos y el decano de su Facultad Manuel García Morente, que perseguía estudiar los orígenes de la civilización europea a través de visitas en Túnez, Malta, Egipto, Palestina, Turquía, Grecia e Italia. En el “Ciudad de Cádiz” embarcaron 188 pasajeros, entre profesorado y alumnado, principalmente de la Universidad Central de Madrid y de la Escuela de Arquitectura de la misma

Del viaje ofreció información en el Senado (DSS, nº 45, 22 de abril de 1921, pp. 827-835 y 837-839). Hay amplia información del mismo en los fondos de su archivo en Fundación San Juan del Hospital, Valencia, Fondo Elías Tormo, 1.3 y 4.2, cajón 3, archivador marrón. CORTÉS A RRESE, Miguel. 2013. TORMO, Elías. “III Congreso…”, 1932.

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ciudad, pero también de universidades de Barcelona, Salamanca, Valencia, Valladolid… Por motivos de edad y deferencia a su trayectoria Tormo recibió el número de pasajero 1º. Además de él, su hijo Juan y el citado decano, estaban los profesores Hugo Obermaier, Manuel Gómez Moreno, Enrique Lafuente Ferrari, Antonio García Bellido, Luis Pericot, impulsor del entusiasmo en la Universidad de Valencia, Guillermo Díaz Plaja, Cayetano de Mergelina…, y entre el alumnado Julián Marías, Jaume Vicens Vives, Fernando Chueca Goitia, Salvador Espriu, María Elena Gómez Moreno, Luis Díez del Corral…40 A Elías Tormo le correspondió pronunciar algunas conferencias sobre la historia de Malta y El Cairo, y explicó en numerosos monumentos, principalmente en Kairuán y Jerusalén donde había estado el año anterior. Además, se hicieron muy conocidos sus hábitos naturistas, que se manifestaron por un régimen y horario de comidas diferente, que en su día le recetó el doctor Gregorio Marañón, y por tomar baños de sol desnudo41. La experiencia fue altamente satisfactoria y tuvo ciertos epígonos. En uno de ellos, uno de los miembros de la expedición, el profesor Cayetano de Mergelina, organizó la expedición de la Universidad de Valladolid a Grecia continental y Creta, formada por veinte viajeros entre catedráticos y alumnado de la citada institución, y a la que se hizo invitación expresa a Elías Tormo. Uno de los jóvenes de esta expedición, Manuel Fernández Rodríguez, recordó años después cómo le impresionó la gran erudición de Tormo42. Este nos dejó una exhaustiva crónica del acto de agradecimiento que esta expedición quiso brindar por el recibimiento dispensado a los viajeros del anterior crucero por las autoridades de Creta 43. En concreto, por su condición de ex-ministro, fue el encargado de entregar oficialmente en Fódele el monolito de granito de Toledo, con retrato del Greco en relieve fundido en bronce por Mariano Benlliure y una placa conmemorativa. Para este viaje Tormo gozó de una ayuda de la JAE, pues debía representar a la institución en la conmemoración del V centenario de la Università di Catania el 19 y 20 de octubre.

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Las visitas universitarias eran principalmente urbanas y utilizaban el ferrocarril como medio de transporte, a diferencia de las visitas con la Sociedad de Excursiones que combinaban distintos medios y se centraban frecuentemente en ámbitos no urbanos. Durante los años de la República la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central también pudo incorporarse a este tipo de desplazamientos con la compra en 1934 de un Ford con capacidad para veinticuatro viajeros, cuyo primer viaje se realizó a Extremadura en compañía de los profesores auxiliares Enrique Lafuente y Emilio Camps, y la profesora ayudante Encarnación Cabré. Un viaje cuya crónica le sirvió para hacer repaso del excursionismo universitario vivido durante treinta años, y que le llevó a contraponerlo a la enseñanza que él recibió basada en pasar lista, la clase magistral y las preguntas al alumnado44. Lamentablemente poco tiempo duró tan prometedora experiencia y la derivada de crear una sección excursionista de la Facultad en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, pues la Guerra Civil truncó estas y muchas otras. Tormo, que como estudiante anheló otro tipo de enseñanza45, defendió como profesor el estudio de la historia del arte con apoyo visual: en las aulas con láminas y con aparato de proyección, y fuera de ellas con la observación de las obras, que vino impuesta por R.O., pero cuya redacción él y Cossío inspiraron. Ambos rezumaban los principios de la ILE, en el caso de Tormo los no krausistas, y fueron empedernidos viajeros y defensores del viaje con criterios docentes y culturales. Además, Tormo formó parte de la Sociedad Española de Excursiones desde su nacimiento, y en este tiempo era parlamentario, lo que facilitaba que Cossío y él dictaran aquello en lo que creían y se les exigiría mediante R.O. Sobre todo, necesitaban una directriz que respaldara los principios renovadores que causaron reticencia y crítica, y ante los que tuvo que defenderse en el discurso de inauguración del curso académico en 1909. Como constancia de su preocupación pedagógica, años después, ya desde el Senado, defendió la necesidad de una reforma universitaria, aunque en principio se opuso la propuesta de autonomía pedagógica a las Uni-

Crucero... 1995. GRACIA A LONSO, Francisco y F ULLOLA I P ERICOT, Josep Maria. 2006. SAQUEIRO SUÁREZ-SOMONTE, Pilar; M ENDOZA T UÑÓN, Julia. 2009. GRACIA A LONSO, Francisco y FULLOLA I P ERICOT, Josep Maria. 2006, cap. 10. La vida a bordo. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Manuel. 1993. TORMO, Elías. “El homenaje…”, 1934. Entre sus papeles también se guardaron numerosa documentación de este acto (AFSJHV, Fondo Elías Tormo, sig. 8). TORMO, Elías. “Excursionismo”, 1934. Así lo señala en sus memorias. BHUC, Caja BH AP8 (12). “Mis confesiones políticas”.

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versidades por falta de formación del profesorado46. Él siempre se mostró inquieto y receptivo ante estos temas, y ante la escasez de bibliografía y fuentes gráficas el viaje adquirió gran importancia, pues consideró que la disciplina exigía ineludible y consustancialmente el acceso directo a su fuente: la obra artística. Una inquietud que mantuvo con grupos muy numerosos en las actividades que desarrolló en otros centros a los que perteneció, como en la JAE los cursos para extranjeros, el Instituto de Segunda Enseñanza, el Museo del Prado, el Ateneo, etc. La enseñanza propugnada exigía mucha dedicación y preferiblemente poco alumnado. De lo primero da buena muestra la cartulina o tarjeta postal que Tormo encargó a la fototipia de Hauser y Menet de Madrid. Así, mediante texto impreso se excusaba de un agradecimiento estandarizado por estar “entregado como estoy exclusivamente, todos los días, todas las horas, a trabajos y estudios y excursiones de mi modesto profesorado, y a series de conferencias de extensión universitaria…”47. Respecto al número de alumnos, es cierto que tuvo poco alumnado en los primeros años, pues se trataba de una asignatura optativa en el doctorado de Letras y a partir de 1916 en el de Historia. Con este cambio el alumnado aumentó a unos veinte, y siguió creciendo, puesto que se hizo obligatoria, se amplió a las tres secciones y con la reforma del ministro Callejo de 1928 permitió que se impartiera en la licenciatura. Durante la República, el decreto para la reforma de las Facultades de Filosofía y Letras de Madrid y Barcelona, 15/IX/1931, facilitó en la primera el llamado “plan Morente”, que bajo el modelo alemán permitió reducir el número de exámenes y flexibilizar la elección de asignaturas. En buena medida las ideas partían del tiempo en el que Tormo fue ministro de Instrucción Pública y García Morente subsecretario48. En 1933 se suprimieron los cursos especiales de doctorado y la asignatura quedó de libre elección de segundo curso en varias secciones de la Facultad (Letras, Historia y Pedagogía). Tras su jubilación, Tormo pudo contemplar cómo la reforma de las facultades de Filosofía y Letras de 1944 consolidó la presencia de la Historia del Arte. Poco después, al pasar el ecuador del siglo, su discípulo Enrique Lafuente Ferrari en el discurso de ingreso en la

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Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ante su maestro Tormo, le agradecía su contribución a lo que llamó “humanidades visuales” y que auguraba continuarían creciendo dada la importancia de lo visual en la cultura humana. Muchos de sus discípulos agradecieron su magisterio y su entusiasmo por hacer surgir la vocación investigadora; por ejemplo, así lo hizo insistentemente Enrique Lafuente Ferrari, y también Francisco Javier Sánchez Cantón49, que asistió a su asignatura en 1911/12 y recibió del maestro el tema de su tesis, los pintores de cámara de los Reyes, e incluso pudo firmar un capítulo del trabajo que Tormo hacía sobre Gaspar Becerra. Años más tarde el propio discípulo, como auxiliar interino por enfermedad del titular, se encargó de la asignatura de doctorado durante el curso 1917/18 ante 18 alumnos, entre los que se hallaba Juan de Contreras, marqués de Lozoya. Poco después volvieron a firmar un trabajo, el dedicado a los tapices de las colecciones reales. Enrique Lafuente fue su alumno en el doctorado en el curso 1925/26, le auxilió en las labores de la cátedra y le acompañó a los viajes y excursiones, y fue estrecho colaborador de muchos de sus proyectos, que incluso firmaron conjuntamente. En general, su sistema de enseñanza generó numerosas publicaciones, propias y ajenas, individuales y colectivas. El primero de estos trabajos, colectivo, se realizó sobre la iglesia del Noviciado de Madrid, y lo incluyó cuarenta años después en una investigación sobre el Paraninfo de la Universidad Central a partir de la revisión de unos documentos sobre el mismo que encontró de Ramón Mesonero Romanos50. Algunos de los trabajos individuales los conservó en su archivo y han llegado hasta nuestros días, como el de José Ferrandis sobre los marfiles españoles medievales, el de Antonio Igual Úbeda sobre el escultor Ignacio Vergara, el de José Mª Ibáñez García sobre la bibliografía de la catedral de Cartagena, el de Manuel Terán que es un diccionario de términos artísticos y arquitectónicos de los siglos XVI y XVII, el de José María Lacarra sobre los santuarios de San Miguel de Excelsis y de Zamargue, el de María África Ibarra sobre los tapices de empresas navales en Pastrana, el de Celestino López Martínez sobre Valdés Leal y sus discípulos, el de María Francis-

SOLDEVILLA, Fernando. 1929. Día 14 de febrero de 1928. Por su reutilización se conserva una en ACCCV, Fondo Elías Tormo, legajo 4.1.1. P ÉREZ-VILLANUEVA TOVAR, Isabel. 2009, p. 208. SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier. 1949; y 1958, pp. 7-35. V.V.A.A. 1963. Un perfil de algunos de sus discípulos en la Facultad en PORTÚS, Javier; VEGA, Jesusa. 2004. GARCÍA FOLGUERA, María de los Santos. 2009. TORMO, Elías. “El Paraninfo…”, 1945.

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ca Lanzana sobre Francisco de Moure y el retablo de la Compañía de Monforte, el de Manuel Sánchez Sarto sobre la capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, el de Juan Marciano Barbero Matos sobre el retablo de la capilla mayor de la Colegiata de Medina del Campo, el de Antonio Palomeque Torres sobre el escultor riojano Esteban de Ágreda, el de Emilio Camps Cazorla sobre el arte hispano-visigodo, el de Leonardo Martín Echevarría sobre un retablo desconocido del pintor Pedro Díaz de Oviedo, etc.51 Finalmente, podemos señalar que con este sistema de trabajo, en lección pública y permanente en las aulas, en los museos, en las calles y monumentos, en pesquisas generalizadas se explicitó el magisterio y se hizo “extensión universitaria” ante la sociedad. Y lo hizo eficazmente. Así, no perdía oportunidad para publicitar

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la disciplina. Por ejemplo, en sus intervenciones en el Senado casi siempre se presentaba como catedrático de Bellas Artes y desde 1913 de Historia del Arte. Curiosamente en ese lapso muchos senadores se dirigían a él como catedrático de Historia del Arte. Obviamente, que él mantuviera la denominación oficial se debía a un principio de rigor, pero también favorecía su anhelo a llegar a ocupar el ministerio al que se añadió en su denominación Bellas Artes. Después, utilizó la denominación de Historia del Arte, que por la universalización del sentimiento estético y su vinculación a un sentimiento patriótico uno de los senadores calificó como “la cátedra más bonita que hay en España”52, iniciando probablemente un tópico, a veces convertido en prejuicio, que ha acompañado a docentes y discentes del área de conocimiento hasta nuestros días.

ACCCV, Fondo Elías Tormo, 2.2. Son cuatro legajos donde también están los trabajos de Octavio Nogales, Antonio Sequeros, Santiago Rea, María Concepción Suárez del Otero Aguirre, Hortensia Fuster, Ildefonso Ramírez Alonso, María de la Consolación Hernández Villanueva, María Antonia Corrales, María Pascual, Carmen Anaya Aibar, Agusti Ramon, Manuel Cruz, Rosario Fernández Ordás, María del Consuelo Aparicio y Frías, Isaac Soler, Pedro Vernia Ros, Esteban Sancho Sala, Santiago Fernández, fray José de Correa, Asunción del Val, María del Carmen Ambroj Zueva, María González, Luisa Heras. DSS, nº 58, 4 de octubre de 1916, p. 909. Intervención del marqués de Villaviciosa de Asturias.

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