ARCINIEGA GARCÍA, Luis. \"Cuando el investigador se diluye en su investigación: Elías Tormo, un cuadro del Greco\", Elías Tormo, apóstol de la Historia del Arte en España. Valencia: Institució Alfons el Magnànim, 2016, p. 231-240

May 24, 2017 | Autor: L. Arciniega GarcÍa | Categoría: Historiography (in Art History), El Greco
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Descripción

Cuando el investigador se diluye en su investigación: Elías Tormo, un cuadro del Greco LUIS ARCINIEGA GARCÍA (Universitat de València)

Con frecuencia se establecen relaciones entre el historiador y el tema de su investigación y forma de abordarlo: metodológicamente, y en este sentido es revelador que la mayoría de la caricaturas de Elías Tormo lo representen ante las mismas obras de arte, e ideológicamente. En este sentido, es evidente que la mera inclinación hacia un tema y, sobre todo, su forma de tratarlo pueden revelar ciertos rasgos de la personalidad del investigador, pues de manera más o menos consciente su pensamiento se proyecta en su trabajo. Esta relación no es únicamente unidireccional, sino que la misma investigación contribuye a forjar una personalidad e incluso en casos extremos, como en Elías Tormo, una imagen física. El catedrático y académico cuidó lo que consideró debía ser una imagen de decoro propia de su condición de intelectual historiador del arte y persona de creencias religiosas católicas. En los últimos años de su vida defendió una imagen cuyo aspecto y propiedad correspondía a una síntesis de valores en los que, como muchos otros intelectuales de la época, creía y encontró personificados en la obra del Greco, lo que además suponía publicitar la aportación patriótica que había realizado a través de su oficio de historiador. Realmente las líneas de interés de estudio de Tormo fueron abundantísimas, pero pocas alcanzaron experiencias tan vitalistas como su acercamiento al Greco. Desde sus primeras contribuciones sobre historia del arte, estrictamente como aficionado, ya es objeto de interés el pintor cretense. Así, entre las cuatro conferencias que en abril y mayo de 1900 pronunció en el Ateneo de Madrid, una de ellas se dedicó a Juan Fernández de Navarrete el Mudo y el Greco. En ella reaccionó frente a las afirmaciones de Carl Justi y lo caracterizó como pintor manierista, bizantinista y moderno (o modernista): “artista de educación manierista, predominante-

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mente manierista, y con vigor nativo para lograr la independencia, y con criterio bastante para aprender pronto y bien de los venecianos las íntimas inspiraciones progresivas de aquella escuela; pero aprendió de ellos pocas, muy pocas recetas de taller” (…) “yo creo poder asegurar que bizantino en el fondo, ó en el doble fondo al menos, es el arte de Domingo Theotocopuli”1. Las conferencias, junto a su estudio sobre Goya, se incluyeron en el libro Desarrollo de la pintura española del siglo XVI (1902), que contribuyó a que ganara una de las cuatro cátedras de Historia de la Literatura y las Artes que se convocaron ese mismo año, y que dos años más tarde obtuviera la cátedra de Historia de las Bellas Artes en la Universidad Central. Desde una perspectiva estrictamente estilística se reconoció en el pintor su libertad, que en la transición de los siglos XIX y XX se mostraba premonitoria. Mientras que desde una perspectiva estrictamente cultural se le destacó como intérprete de una identidad española. Elías Tormo participó de ambos criterios y encontró en el Greco a un pintor que por afincarse en las tierras de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz alcanzó la singularidad estilística. En definitiva, fue un hispanista que, precisamente por su condición de extranjero, fue capaz de identificar, analizar y sintetizar un carácter singular a través del misticismo. De la importancia del Greco en el quicio de los dos siglos nos habla el propio texto de Tormo, así como el hecho de que en 1901 se contemplase la posibilidad de dedicarle una sala específica en el museo del paseo del Prado, después de las de Velázquez y Goya. Por ejemplo, Manuel Huerta a finales de año admitía la existencia de las salas de Velázquez y Goya, pero se mostraba contrario a la creación de la de Murillo o la que pudiera seguir o bien la de Ribera o la del Greco2. En el debate

TORMO, Elías. 1902. Extractado en Á LVAREZ LOPERA, José. 1987, t. II, p. 482-493. HUERTA Y PORTERO, Manuel. 1901.

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no creo que carezca de interés la disyuntiva de apropiación entre un pintor español de producción en el extranjero o la de un pintor extranjero de producción en España. Azorín trazó la fortuna crítica del pintor desde la consideración de “extravagante” que le dieron Jusepe Martínez o Gregorio Mayans o el de loco que le otorgó Madrazo, a la admiración que en el siglo XIX despertó en los franceses Gautier e Imbert, en el hispanófilo Zacarías Astruc, en los impresionistas catalanes que le erigen un monumento en Sitges impulsado por Rusinyol y realizado por Reynés, y en el escurialense Martín Rico, y finaliza con la admiración internacional por su presencia en la exposición de maestros españoles de la Guidhall en Londres. Además, no solo se mostró a favor de la sala dedicada al Greco, sino que propuso otra dedicada a los grandes pintores anteriores a Velázquez, y de este modo y con criterio didáctico mostrar “como el genio pictórico castellano, que se inicia definido en Theotocopuli, va formándose en generaciones sucesivas, hasta florecer espléndido en la paleta de D. Diego Rodríguez de Silva Velázquez” 3. Por el contrario, Tormo terminó su estudio señalando el escaso eco de la pintura del Greco, y subrayando que el desarrollo de la pintura española se debía principalmente a Bartolomé Carducci (1560-1608), Francisco Ribalta (1555-1628) y el clérigo Roelas (1559-1625). Realmente, la sala al Greco se hizo esperar veinte años, pero solo un año más tarde la ocupó temporalmente con la exposición que se le dedicó en 1902, coincidiendo con la publicación del libro de Tormo que incluía sus conferencias. Y el interés se acrecentaba si tenemos en cuenta que al tiempo, la exposición nacional de retratos, organizada por el Ministerio de Instrucción Pública, incluyó algunas piezas del pintor. De la excepcionalidad de la exposición da buena muestra que solamente fuera precedida por las dedicadas a Velázquez (1898) y a Goya (1900). Después, y hasta la Guerra Civil, seguirían las exposiciones dedicadas a Zurbarán, a la que Tormo contribuyó como comisario de Bellas Artes, Morales,

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Goya y Mengs. Tormo fue gran defensor de las exposiciones por su vertiente de difusión social y por el avance científico, pues permitían a los especialistas la confrontación de obras. Además, facilitaban el trabajo de los fotógrafos para reunir todo un corpus gráfico. Un elemento, en su opinión fundamental, “porque el servicio que pueden prestar á la historia del arte la fotografía y las artes de multiplicación fotomecánica es de mayor entidad que la que ordinariamente se presume”4. El interés artístico por el Greco, apreciado primero fuera, dio paso en España a una fascinación por sus valores artísticos y su interés comercial5. Así como por su identificación con una síntesis de los valores espirituales de lo español, muy vinculada a la construcción de una noción de España6. Desde 1901 se menciona que se habían iniciado dos monografías dedicadas al pintor, una desde Cataluña – en referencia a los estudios de Salvador Sanpere y Miquel– y otra la de Manuel B. Cossío que debía publicarse en inglés, aunque finalmente vio la luz en español en 19087. Miguel Utrillo realizó a finales de ese mismo año una exposición sintética en la revista Forma, que tenía una especial difusión en Cataluña. Tormo publicó varias reseñas del libro de Cossío en las que insertó sus propias ideas. Poco después apareció el documentado trabajo de Francisco de Borja de San Román, El Greco en Toledo… (1910). Tormo, se limitó a publicar trabajos más breves8, algún informe y trató al pintor en sus guías sobre Toledo9. Además lo abordó en numerosas conferencias; por ejemplo, entre las leídas a finales de 1912 sobre pintura española fuera de España, el 16 de diciembre incluyó una sobre los Grecos en Viena, Budapest y en Rumanía, con apoyo de los trabajos de A. L. Mayer10. Puede sorprender que en el primer tercio del siglo XX no le dedicara una monografía, pero la razón era bien sencilla. Su obra tenía efectos catalogadores y aspiraba estimular estudios más profundos. Claramente el Greco no lo requería, pues suscitaba mucha la atención. Únicamente regresó sobre el Greco tras su visita en 1934 a Fódele,

MARTÍNEZ RUIZ, J. 1901. TORMO, Elías. “Cómo se estrenó Zurbarán…”, 1905. Á LVAREZ LOPERA, José. 1987. MARÍAS, Fernando. 2009. MARTÍNEZ P LAZA, Pedro J. 2014. SALAS, Xavier de. 1940-41. Á LVAREZ LOPERA, José. 1987. Á LVAREZ LOPERA, José. “1996. FONTBONA, Francesc. 1996. Á LVAREZ LOPERA, José (ed.). 1999. GARCÍA RODRÍGUEZ, Fernando; GÓMEZ A LFEO, Mª Victoria. 2002. STORM, Eric. 2003. MARÍAS, Fernando. 2008. LAVÍN BERDONCES, Ana Carmen. 2009. En sentido opuesto, o tal vez complementario, la apropiación del Greco en Grecia en HADJINICOLAU, Nicos. 2000. STORM, Eric. 2011. Sobre la diversidad de perspectivas véase MARÍAS, Fernando. 2014. COSSÍO, Manuel Bartolomé. 1908. Sobre el contexto historiográfico en el que surge véase TORMO, Elías. “Cómo se estrenó Zurbarán…”, 1905. Sobre las vicisitudes y sacrificios de su autor para que apareciera véase TORMO, Elías. “Notas...”, 1906, específicamente p. 526-528. También TORMO, Elías. “Notas bibliográficas...”, 1908. TORMO, Elías. “El Greco en Valencia”, 1908. Ídem. “Los médicos y el caso del Greco”, 1913. Ídem. “Notas de un viaje...”, 1917. TORMO, Elías. “Informe…”, 1927. Ídem. Toledo… 1929. Ídem. “A Toledo por las tardes…”, 1932. TORMO, Elías. Conferencias… 1912, p. 2-3.

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Fotografía de E. Tormo en mula en lo alto del collado antes de bajar a pueblo de Fódele. Publicada en “El homenaje español al Greco en Creta, su patria. Crónica del día de Fódele”, BSEE, nº 42, 1934.

pretendida tierra natal del cretense11, porque le llenó de satisfacción que en el extranjero se asumiera su carácter pionero en la defensa del bizantinismo de la pintura del Greco y le situaran a la altura de Cossío. El interés de Tormo por la figura del Greco se transmitió de manera constante en su docencia, pues con su alumnado de doctorado visitaba Toledo dos veces cada curso, de las que una se dedicaba al estudio de las obras del Greco12. Esta pasión también se la transmitió al ministro de Instrucción Pública, Sr. La Cierva; en concreto, en 1905, en el que durante unos meses ocupó sin sueldo el cargo de Comisario de Bellas Artes, lo acompañó para mostrar las riquezas de Toledo, incluidos los Grecos, y las necesidades que tenía su patrimonio13.

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Pero donde con contundencia y proyección, a través de la prensa, se sintió su desvelo fue en el Senado. El debate sobre la protección de obras de arte a comienzos del siglo XX estuvo enmarcado por las denuncias de obras de arte que encontraban un nuevo hogar en el extranjero, y que tuvieron como principal estímulo las ventas de obras del Greco. En gran medida la alarma social apareció con la venta de dos lienzos del Greco por la catedral de Valladolid en 1904 y se reavivó en 1907 con la venta de los de la capilla de San José de Toledo14. Tormo defendió insistentemente un acuerdo que pusiera límites a la enajenación de obras artísticas por corporaciones y la Iglesia, que en la mayoría de los casos suponía la exportación de las mismas. La primera intervención de Tormo en el Senado partió de una interpelación que convirtió en pregunta sobre la frecuencia con que se vendían objetos de arte y de mérito arqueológicos que no fueran de propiedad individual. El caso concreto que lo suscitaba era la venta de dos Grecos en Toledo por el patrono conde de Guendulaín y que al tiempo se debatía en el Congreso. Durante dos meses el tema ocupó a las dos cámaras y tuvo amplia repercusión en la prensa15. El senador Aramburu expuso abiertamente cómo el debate suscitado se debía en buena medida a “que sea Greco el pintor de moda, así como Velázquez lo ha sido, y sigue siendo, desde hace algunos lustros aunque para mí los cuadros del Greco (fuera del entierro del conde de Orgaz que es de fama universal), me son antipáticos; creo que su autor tenía en los ojos una enfermedad que le hacía ver las figuras alargadas, y con tonos y colores que no son los de la realidad, pero que encarnan admirablemente el alma mística de la Patria, que representan sentimientos íntimos de su alma, la expresión de la fe que le movía”16. La opinión de Tormo, más mesurada, no negaba el reciente interés por el pintor, pero lo atribuía a la cercanía de la conmemoración de la muerte “del maravilloso artista, cuyo extraño temperamento sólo en nuestros días ha llegado a apreciarse debidamente”17. En el mismo debate, surgió la solicitud de la Junta de Iconografía Nacional (JIN) de recuperar los Grecos en mal estado del museo provincial de Toledo18, que se restauraron en el Museo de Pintura y Escultura del paseo del Prado, y allí se expusieron. Después fueron devueltos a Toledo,

TORMO, Elías. “El homenaje español al Greco en Creta”, 1934. TORMO, Elías. “Excursionismo…”. 1934, p. 72. La Época, 21 de febrero de 1905, p. 3. Un día después, lo recogió El Imparcial y El País. En buena medida así lo expone Elías Tormo en su intervención en la cámara alta, DSS, nº 74, 19 de octubre de 1907, pp. 1.445 y ss. Las intervenciones sobre esta temática se encuentran en DSS, nº 69, 14 de octubre de 1907, pp. 1.333-1.334 a nº 88, 8 de noviembre de 1907, p. 1712. DSS, nº 82, 30 de octubre de 1907, p. 1.615-1.616. DSS, nº 74, 19 de octubre de 1907, p. 1.445. DSS, nº 76, 22 de octubre de 1907, p. 1.500

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pero con tal coste que la JIN no volvió a promover una iniciativa parecida19. Por otro proyecto se llevaron a Madrid un Apostolado, Cristo Crucificado y Cristo Bendiciendo, que se expusieron en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. La exposición fue inaugurada por el rey el 10 de mayo de 190920. En este ambiente, el senador Herrero, también miembro de la JIN, pidió al ministro de Instrucción Pública Rodríguez San Pedro que tranquilizase al público por el revuelo suscitado en Toledo ante el bulo de que los Grecos no se devolverían. Así lo hizo el ministro, que defendió la exposición como vía de poner de manifiesto ante el mayor público posible las grandes obras de arte. Y en la misma intervención mencionó otra iniciativa sumamente relevante para la figura del pintor cretense: “sin perjudicar en nada el estado de derecho de la pertenencia de esos cuadros, aprovechar la generosa iniciativa del Sr. Marqués de la Vega Inclán, que regaló una casa para que se hiciese un Museo especial del Greco”21. Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega-Inclán (18581942), comisario regio de Turismo entre 1911 y 1928, compró casas y a través del arquitecto Eladio Laredo las convirtió en un museo ambiente que se inauguró en 1910, contribuyendo a la acrecentamiento del mito22. Al servicio del mismo aparecieron publicaciones con reducidos textos en diferentes idiomas y numerosas ilustraciones, como el texto de Cossío con patronazgo de la Hispanic Society of America, y la de Rafael Doménech sobre la casa del Greco23. El hispanista August Mayer publicó la primera biografía del pintor en alemán en 1911. Tormo no participó de una labor que desempeñaron colegas y amigos suyos, pero en 1912 fue elegido vocal de la Junta organizadora del III centenario de la muerte del Greco, y ocupó la vicepresidencia. No fue un camino fácil, pues surgieron tensiones entre la Comisión de Monumentos de Toledo y el Patronato del Museo del Greco, en el que estaba Vega Inclán y Cossío. Final-

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mente, el protagonismo recayó en el patronato, pero los tira y afloja impidieron una dimensión internacional al proyecto24. Como testimonio quedó eso sí el monumento dedicado al Greco en el paseo del Tránsito y alguna conferencia en la que Tormo no parece que asistió. No obstante, fue nombrado académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de Toledo (1916) y después honorario (1941, con propuesta de 1934), en reconocimiento a sus méritos y a los relevantes servicios a la citada academia y al tesoro artístico de Toledo25. Tras el tercer centenario de la muerte del Greco otros acontecimientos que contribuyeron a extender su reconocimiento tuvieron lugar en el museo del Prado: la exhibición de La expulsión de los mercaderes del templo, de la Cofradía del santísimo Cristo de San Ginés y, sobre todo, la inauguración en 1920 de la sala dedicada al Greco26. En 1925 dio a conocer otra expulsión del templo, la del marqués de Tablantes que después pasó a norteamerica. En 1927 y 1928 pronunció varias conferencias sobre el pintor y presentó Oración en el huerto, que descubrió en la iglesia de Las Pedroñeras (Cuenca) y llevó al museo para reentelarla27. Mas tarde, durante el crucero universitario de 1933, un acontecimiento le sorprendió y empujó a volver sobre el pintor. En concreto, en la recepción en tierras helenas fueron obsequiados con naranjas y laureles de Fódele, así como con la noticia de que este podía ser el lugar de nacimiento del Greco, tal y como publicó Achilléus A. Kúrou en The Burlington Magazine, año 1932. Tormo, en julio del año siguiente visitó el lugar con la expedición de la Universidad de Valladolid dirigida a Grecia continental y Creta por Cayetano de Mergelina. La prensa dio información de los actos, pero la mejor crónica fue la elaborada por Tormo. El grupo estaba formado por veinte viajeros entre profesorado y alumnado de la citada institución, y por él como invitado. Sin embargo, tuvo especial protagonismo en los actos de homenaje. En concreto, fue el encargado de entregar oficialmente en Fódele el monolito de granito de Toledo, con retrato del

RODRÍGUEZ MOYA, Inmaculada. 2013; p. 287. Catálogo Cuadros del Greco que con asistencia de S. M. El Rey se inaugurará el día 10 de mayo de 1909 en la Real Academia de San Fernando. Madrid: Imprenta Artística de José Blass y Cía, 1909. DSS, nº 144, 11 de mayo de 1909, pp. 3.418-3.419. ORDIERES, Isabel. 1992. Ídem, 1995. GARCÍA Á LVAREZ, Jacobo. 2007. LAVÍN BERDONCES, Ana Carmen. 2009. De estas obras se hicieron diversas reimpresiones y ediciones; por ejemplo, DOMÉNECH, Rafael. The House of El Greco. Barcelona: J. Thomas B, s.a. En la misma década se publicó una versión muy reducida de la obra de Cossío, con 28 páginas y 48 de ilustraciones, y textos en español, francés e inglés: COSSÍO, Manuel B. El Greco. Barcelona: Hijos de J Thomas, s. a. (pero es el nº 10 de la colección “El Arte en España”, bajo el patronato de la Comisaría Regia de Turismo, vigente de 1911 a 1928). STORM, Eric. 2004. AS, sig. HIS-465-3 (33). SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier. 1921. RUIZ GÓMEZ, Leticia. 2008. Conferencia sobre “El Greco del legado de Errazu” en el Museo del Prado (La Época, 23 de abril de 1927, p.6; y ABC, 24 de abril de 1927, p. 33) y conferencias sobre “El Greco” en el Museo del Prado (anunciado en ABC, La Época, El Imparcial y El Sol, 23 de marzo de 1928, p. 24, 2, 2 y 8, respectivamente). Sobre las citadas aportaciones de E. Tormo en 1925 y 1928, véase la edición de 1972 de obra de Cossío sobre El Greco, con añadidos del autor y de su hija Natalia.

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del Greco, en su discurso alabó las contribuciones de Cossío y Tormo, en este caso por haber sido el primero en “decir y definir el bizantinismo del Greco (conferencia mía, publicada, del año 1900)”29. Como contribución inédita, Tormo defendió en su crónica que el San Lucas del apostolado de la catedral de Toledo era el más auténtico de los auto-retratos del pintor30. Por nota autógrafa de Elías Tormo, sabemos que la tirada aparte de 500 ejemplares, realizada por Hauser y Menet, los recibió el 25 de febrero de 1935. Ese mismo día elaboró un plan de difusión. El primero se enviaría al marqués de la Vega Inclán, el segundo a Cossío, el tercero a Mariano Benlliure, el cuarto a San Román.

Fotografías del acto en Fódele. Publicadas en “El homenaje español al Greco en Creta, su patria. Crónica del día de Fódele”, BSEE, nº 42, 1934.

Manuscrito de E. Tormo con el plan de distribución de la publicación “El homenaje español al Greco en Creta, su patria. Crónica del día de Fódele”, BSEE, nº 42, 1934. ACCCV.

Greco en relieve fundido en bronce por Mariano Benlliure y una placa conmemorativa. Tormo reconoció que inicialmente no estaba convencido de que Fódele fuera el lugar de nacimiento, pero la conversación con el autor Achilléus A. Kúrou disipó todas sus dudas y narró con todo detalle el que calificó como un día inolvidable28. Además, este hombre rico, propietario del periódico Hestía y estudioso

Además, señaló a todos los académicos numerarios de las academias de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia, a todos los españoles que estuvieron en Fódele, a diferentes personas de Toledo, a algunos compañeros del Centro de Estudios Históricos, etc. En el extranjero, a Londres a Pedro García Conde y a Pérez de Ayala, y a numerosas personas de Atenas y Creta, entre las que estaba en primer lugar Achilléus A. Kúrou.

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TORMO, Elías. “El homenaje”, 1934. TORMO, Elías. “El homenaje…”, 1934, p. 272. Para una visión más amplia sobre los autores que subrayaron el bizantinismo del Greco, véase COSSÍO, Manuel Bartolomé. 1908, p. 501. Á LVAREZ LOPERA, José. 1999; revisado levemente en el estudio inicial de su obra de 2005. TORMO, Elías. “El homenaje…”, 1934, apéndice IV, p. 289 y reproducido precediendo al texto del artículo.

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Fotografía de Fódele enviada por Joaquín P. Villanueva a E. Tormo, 1934. ACCCV, Fondo Elías Tormo.

Muchos de los destinatarios agradecieron el envío, entre ellos Joaquín P. Villanueva, que lo hizo a través de la que consideraba la “primera foto española en la cuna” del pintor, Achille Kyron, que le adjuntó un recorte de una reseña sobre el trabajo de Tormo que publicó en el diario31 Hestia y, por supuesto, Cossío, que contestó al día siguiente con emotiva respuesta de un “pobre viejo, enfermo y rodeado de dolores sentimentales invencibles”32, que finalizarían con su muerte pocos meses después. En ella le agradecía todas las atenciones que tenía con él al visitarle, enviarle sus publicaciones, como esta última, cuyo contenido ya le anticipó por carta el año anterior. Le felicitaba efusivamente por su vitalidad, que envidiaba, le agradecía “como español, por haber consagrado en Creta, en Fódele (sea o no su patria) la gloria del Greco”, y le daba la “felicitación más entusiasta por la inspiración que ha tenido –y con la que sin duda el Greco mismo ha querido recompensar a usted su homenaje– de señalar como el más verosímil retrato del pintor el San Lucas del apostolado de la catedral de Toledo. De acuerdo con todo lo que V. dice. Y ya sabe usted, no obstante, mis reservas en punto a los retratos”. Las palabras se mostraban sinceras, y para otorgarles mayor valor, no dudaba en corregir en su trabajo el baile de nombres y apellidos que aparecía al afirmar que Catalina de los Morales era la

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madre del hijo del Greco, fusionando los nombres de Jerónima de las Cuevas, la madre de Jorge Manuel, con el de Alfonsa de los Morales, primera mujer de este. Tormo rectificó el error, corrigiendo en su ejemplar: “¡Mi memoria sexagenaria! Confusión: con Dª Jerónima de la Cuevas”. Tormo pronunció conferencias en el Centro de Estudios Históricos en febrero de 1935 y presentó el trabajo en la Academia de la Historia el 1 de marzo de 1935 y desde finales de mes aparecieron en la prensa artículos que lo reseñaban33. En la Academia de Bellas Artes de San Fernando su viaje tuvo como consecuencia el nombramiento de tres académicos correspondientes en Atenas: los señores Costas Th. Dimitriades, escultor y director de la Academia Nacional de Bellas Artes, Alexandros Philadesfess, historiador de arte, director del Museo Nacional y vicepresidente de la Asociación Hispanohelénica, y Ackileus Kurou, escritor, periodista y autor del estudio sobre el Greco34, y propuso que se pensionara a un artista para que pintara unos paisajes de Creta, donde nació el Greco, con destino al museo dedicado al pintor en Toledo35. El reconocimiento que Tormo vivió en Grecia por su valoración del bizantinismo del Greco, y las palabras y posterior muerte de Cossío, reconocido como el gran especialista en el pintor cretense, reforzaron en Tormo su vinculación con el artista y el deseo por expresarlo. Resulta extremadamente significativo que hiciera hacer en la fototipia de Hauser y Menet de Madrid postales personales para el envío de agradecimientos con texto impreso por el que se excusaba por hacerlo a través de cartulina y lo justificaba por estar “entregado como estoy exclusivamente, todos los días, todas las horas, a trabajos y estudios y excursiones de mi modesto profesorado, y a series de conferencias de extensión universitaria…”, y en el verso presentaban el Redentor y los apóstoles del Greco de la catedral de Toledo, incluido el San Lucas que defendía como autorretrato36. El viaje a Fódele dio lugar a conferencias y publicaciones que vincularon a Tormo con el Greco. Y él voluntariamente se identificó con su obra, como ya hemos visto con las tarjetas que se hizo hacer para agradecer o excusar envíos. En esta etapa comienza a vincularse su

(ƙ7,$, 20 de abril de 1935, portada. Carta de Manuel Bartolomé Cossío a Elías Tormo, Madrid, 26 de febrero de 1935. Postal de Joaquín P. Villanueva a Elías Tormo, Valladolid, 13 de marzo de 1935. Carta de Archille Kyron a Elías Tormo, Atenas 20 de abril de 1935. También están los agradecimientos de Mariano Benlliure, Gregorio Marañón, Juan Moya, el conde de Casal, Ángel Ruiz de la Fuente, el profesor Seferiades, etc. La Época, 29 de marzo de 1935, p. 4. Heraldo de Madrid, 25 de abril de 1935, p. 10. ABC, 6 de febrero de 1935, p. 42 y La Voz, 7 de febrero de 1935, p. 9. La Época, 11 y 13 de junio de 1935, p. 5 y 4, respectivamente. Queda una por ser reutilizada posteriormente en ACCCV, Fondo Elías Tormo, legajo 4.1.1.

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Tres postales personales de E. Tormo (2 versos y 1 reverso), realizadas por la fototipia de Hauser y Menet de Madrid, con el Apostolado realizado por el Greco. ACCCV, Fondo Elías Tormo.

imagen con las obras del cretense. Ya durante su etapa como rector, una entrevista reportaje en el diario argentino Caras y Caretas, 3 de mayo de 1930, se tituló: “El rector de la Universidad de Madrid” y “El caballero de la mano al pecho”, pues para su autor –Félix Paredes–, Tormo era “un Greco al vivo”. Con el tiempo, el recuerdo del Greco permaneció, aunque cambiara el tipo. En este tiempo ya era tema habitual y aceptado. Así, resulta bastante elocuente la relación compositiva del retrato de E. Tormo realizado por Daniel Vázquez Díaz en 1933 con el del cardenal F. Niño de Guevara; y que Rafael Altamira insistiese en ello en su visita a la Academia de la Historia en 1935: “cruza el vestíbulo el Sr. Tormo con un aire de Greco descolgado del desván”37. Un mes más

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tarde apareció su crónica de Fódele y la difundió internacionalmente, la presentó en las academias y apareció en la prensa. En la década posterior a la Guerra Civil Tormo siguió impartiendo conferencias sobre el Greco y era común la asociación con el mismo, bien lo resumen las palabras de Emilio García Gómez, de la Real Academia Española, para quien Tormo tenía un aire quijotesco y escapado de un apostolado del Greco38. Años después, Francisco Javier Sánchez Cantón recordaba cómo en sus últimos años el maestro no permitió arreglos en cabello o barba por considerarlos alardes vanidosos, y pasó de un hidalgo súbdito de Felipe II a los ermitaños que pintó Ribera39, pintor al que también dedicó especial interés. No obstante, la idea que prevaleció fue la del Apostolado del Greco o, como señaló Juan de Mata Carriazo a un “rabino del Greco, repetido en su mismo volumen, la misma barba en punta y los mismos bolsillos rebosando papeles de sus trajes negros”40. Una vinculación a la que contribuía su poco habitual nombre de profeta bíblico. Incluso, más allá de lo genérico, como apuntaron el marqués de Lozoya y Juan Antonio Gaya Nuño, se vinculó su imagen al retrato del cardenal Fernando Niño de Guevara41. Para Tormo este podía tener poderosos atractivos de vinculación y reivindicación. Por un lado, la elevada calidad de esta Detalle del rostro del retrato obra retrataba a un im- vinculado al cardenal FerNiño de Guevara, portante personaje que nando realizado por el Greco, y acestudió en Salamanca, tualmente en el Metropolitan primera Universidad en la Museum of Art, New York. que Tormo tomó posesión de una cátedra, y fue nombrado inquisidor general, título vagamente cercano al de censor de la Academia de Historia que Tormo ocupó vitaliciamente. Por otro, se trataba del cuadro que acompañaba el título de la monografía sobre el Greco realizada por Cossío, y cuya imagen tenía el pie en inglés. Este reducto del primer proyecto que contemplaba la publicación en inglés fue premonitorio, pues la obra pasó de la condesa de Añover y Castañeda, con mediación del marqués de la Vega In-

La Voz, 19 de enero de 1935, p. 2. GARCÍA GÓMEZ, Emilio. 1946. SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier. 1958, p. 21. CARRIAZO Y A RROQUIA, Juan de Mata. 1977, p. 44. EL MARQUÉS DE LOZOYA. 1969, p. 181. GAYA NUÑO, Juan Antonio. 1975, p. 229.

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Interior de la monografía El Greco (1908) de M. B. Cossío.

clán, al matrimonio Havemeyer, y ella la legó al Metropolitan Museum of Art de Nueva York en 192942. Una situación generalizada que fue un constante lamento para Tormo y Cossío. Este último, pocos meses antes de su muerte, se quejaba en un diario griego: “Los americanos querían llevarse de España todo el Greco; un tesoro inapreciable se fue ya de nuestro país. Pensaba entre mí: “¿Qué bien ha hecho mi libro a España? ¿Abrir los ojos de los americanos”. Una tentación en la que cayó su amigo Beruete al vender el autorretrato del Greco, y por la que dejaron de hablarse43. Tras la Guerra Civil llegó un nuevo centenario del Greco, en esta ocasión el de su nacimiento, pero poco pudo hacerse ante la carestía de los tiempos. Elías Tormo impartió con este motivo diversas conferencias en el Instituto Diego Velázquez del CSIC, “El juicio final del Greco” y “El no logrado anhelo del Greco”. Así como en el Centro de Instrucción Comercial, “La Patria de El Greco”, en el que subrayó sus orígenes en Creta y su originalidad artística, pues lejos de pertenecer a una escuela, él era escuela44. En este tiempo la imagen de Tormo parecía indisoluble de una de sus temáticas de estudio. Obviamente, no siempre había sido así. La mayor parte de su vida estuvo marcada por un aspecto corpulento, que únicamente se

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corrigió a partir de 1924 cuando inició la dieta que le proporcionó su amigo el doctor Gregorio Marañón. Los periódicos políticos liberales jugaron con frecuencia con las palabras para confrontar sus inquietudes estéticas con los de su propia imagen, que calificaron abiertamente de fea y antiestética45. En las memorias que dejó escritas a sus nietos podemos deducir cómo algunas decisiones sobre su aspecto físico se debían a complejos y a una idea de decoro. De este modo, avergonzado por su mala dentadura, procuraba no reír y se dejó bigote y barba que pudieran taparla, y su estrabismo en un ojo aconsejaba el uso de monóculo, pero lo descartaba por no considerarlo propio de un profesor universitario y académico46. En su lugar usó los quevedos, muy populares entre muchos intelectuales. La asociación con las obras del Greco se produce principalmente con su visita a Creta y su actividad investigadora y divulgativa. La muerte de Cossío en las mismas fechas, le dejaba sin reparos el protagonismo de la imagen, que utilizaron muchos otros. Recordemos que el retrato que Joaquín Sorolla hizo de Cossío el mismo año en el que apareció su monografía del Greco presentaba a sus espaldas la obra del Caballero de la mano en el pecho, con el que compartía rasgos como rostro enjuto, bigote y barba, frente alta y nariz larga y recta. Comprensiblemente no repetía la característica pose de la mano, pues hubiera convertido al retratado en mero trasunto o parodia. En un tono desenfadado así retrataron a Rusiñol sus amigos, que en 1897 ya realizó una copia del Caballero de la mano en el pecho. Incluso, en el ambiente distendido de una excursión Elías Tormo se retrató con la característica pose. Entre los bienes que tenía en 1951, cuando sufrió el accidente, se encontraban expuestas en su casa algunas obras de paisaje de Antonio Maura, dos de Beruete, un paisaje de Albaida de Francisco Ridaura, dos retratos (uno de hombre y otro de mujer) de escuela inglesa, un retrato de la marquesa de Albaida, retratos familiares, retratos de Elías Tormo (el realizado por Segrelles, otro realizado por este a lápiz, el realizado por Soldevila a lápiz y la medalla conmemorativa con busto de Tormo realizada por Pérez Comendador) y diversas reproducciones de obras de Goya y el Greco, entre ellas las del Caballero47.

Sobre las ventas e intermediaciones del marqués de la Vega Inclán véase LAVÍN BERDONCES, Ana Carmen. 2009. El artículo de P. Prevelaki en Neolinika Gramata, lo tradujo al castellano Asensio Barbarín y se publicó en Diario de Madrid, 6 de junio de 1935. El recorte subrayado se encuentra entre las pertenencias de Tormo en un legajo dedicado a la visita a Fódele. ACCCV, Fondo Elías Tormo, legajo 4.1.1. ABC, 29 de marzo de 1941, p. 8; 5 de abril de 1941, p. 7; 20 y 21 de junio de 1942, p. 16 y 19. Por ejemplo, se le califica de “antiestético profesor de Bellas Artes” en El País, 11 de enero de 1907, p. 1. “Memorias a mis nietos”, f. 97 en BHUC, Caja BH AP8 (12). Archivo UCM, CAJA BH AP 8 (4), 1.4. Inventario de los bienes muebles de Padre. Madrid, febrero de 1951. Mecanografiado por ambas caras. Descripción física: 6 h. (32 x 22 cm.).

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ELÍAS TORMO Y SUS APORTACIONES A LA HISTORIA DEL ARTE Cuando el investigador se diluye en su investigación: Elías Tormo, un cuadro del Greco

Los retratos que se hicieron de Tormo fueron o institucionales o de amigos, y algunos pasaron a su propiedad. Hemos localizado los siguientes:

Elías Tormo, rector de la Universidad Central, óleo sobre lienzo, 78 x 63 cm., año 1930, edificio de Rectorado de la Universidad Complutense de Madrid.

Elías Tormo, ministro de Instr ucción Públic a y Be llas Artes, año 1930, Ministerio de Educación.

Daniel Vázquez Díaz, retrato de cuerpo entero de Elías Tormo, óleo sobre lienzo, 129 x 92 cm., año 1933, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. © Daniel Vázquez Díaz, VEGAP,

José Garnelo, retrato de Elías Tormo, óleo sobre tabla, 31,5 x 21,5 cm., año 1942 (?), Instituto Valencia de Don Juan, Madrid. La fecha tal vez responda a la donación hecha a la institución, a la realización a partir de una fotografía o a una permuta de las dos últimas cifras, pues los rasgos del retratado responden más a 1924.

José Segrelles, retrato de busto de Elías Tormo, óleo sobre lienzo, 1949. Presenta la dedicatoria “Exm. D. Elías Tormo. Respetuosamente J. Segrelles. Albaida 23 VII 49”. Pertenecía a Elías y lo recibió en 1951 su hijo Juan. Se conserva en la Fundación San Juan del Hospital.

Álvarez de Sotomayor, retrato de Elías Tormo, óleo sobre lienzo, año 1950. Pertenecía a Elías y lo recibió en 1951 su hija Concha y actualmente es propiedad de doña Soledad Tormo.

Valencia, 2016

Enrique Pérez Comendador, medalla conmemorativa. En el verso perfil de Elías Tormo; en el anverso, izquierda, figura de Felipe II de Pompeo Leoni, a derecha retrato de Carlos V de Ticiano, texto “sus amigos y admiradores devotamente 1943”. Bronce Ø 60 mm. Lo recibió en 1951 su hijo Juan, actualmente es propiedad de doña Cristina Tormo, también está en diversas instituciones.

Mariano Benlliure, busto de Elías Tormo, bronce. Probablemente pensado para un monumento conmemorativo, fue realizado en 1945, lo compraron Antonio y Juan antes de abril de 1951 y actualmente es propiedad de don Germán Tormo.

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Además, Augusto Orlandini hizo un retrato de Elías Tormo en 1938, durante su estancia romana. Después de su accidente en 1951 hubo un reparto de bienes entre sus hijos, y parece que aspiraba a un monumento conmemorativo. En la elección su imagen podía recordar a muchos las obras del Greco. A él no debía disgustarle, que le asociaran con el que ya en 1900 consideró retratista de la “la espiración de la vida”, de seres místicos de actitudes abandonadas, en tránsito hacia una vida espiritual. En general, con una idea de decoro caballeresco y espiritual propia de la época de Felipe II, que consideraba síntesis de lo español. Como dijo en el Senado en 1919, había un “sentido hondo de la vida, que transmite Felipe II, sus obras de El Escorial y su pintor el Greco”48. Sin embargo, esta frase contenía una contradicción que se reflejó en sus instrucciones sobre una posible estatua conmemorativa suya. Desde su viaje a Creta, sus publicaciones y conferencias sobre el Greco, y su jubilación poco después, la asociación de su imagen con las obras del Greco permaneció como distintiva. Sin embargo, cuando ya intuía su final, aspiraba en su ansiado retrato en escultura de bronce a una imagen de decoro de gravedad filipina, en la que precisamente el Greco no triunfó. De este modo, en un borrador de instrucciones, realizado hacia 1952 (pues utiliza una tarjeta que invita a un acto el 21

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de febrero de 1952), apuntaba que la escultura no debía ser semejante al bronce de Felipe II realizado por los Leoni del Museo del Prado y que reproducía la Espasa, t. 23, p. 592, sino al cuadro vestido de negro de Pantoja de la colección real, reproducido en la Espasa t. 23, p. 591, cuando ya siempre vestía de negro. La pose debía seguir fiel copia de este cuadro, silla, totalmente de bronce, que lo pide el negro, y dejaba libertad para captar su cara y expresión en el mármol, reservado a manos, cuello y cara. Y con opinión experta, apuntaba uso de mármol más blanco en cuello y muñecas49. Para su recuerdo, aspiraba a transmitir la grave, sobria y solemne identidad aristocrática y católica española, caracterizada en época de Felipe II mediante el gesto serio, distante y meditabundo, pose de ademán contenido, y traje austero de color negro. Unas normas de decoro trascendente que debían seguirse a pies juntillas para poder reconocerlas, pero a las que añadía la libertad de sus rasgos. Estos, lejos de la moda filipina de barbas cortas y recortadas, presentaban un aire ascético, propia de un hombre de fe privada y estudio público. Como dijeron sus discípulos en sus últimos años, cuando no permitió arreglos en cabello o barba por considerarlos alardes vanidosos, pasó de un hidalgo súbdito de Felipe II a un ermitaño de Ribera o un apóstol del Greco.

DSS, nº 107, 21 de enero de 1919, pp. 1.801-1.802. ACCCV, Fondo Elías Tormo, legajo 1.1.3.

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