¡Aquí en la playa! Una reflexión sobre la lucha de las y los jóvenes por significar los usos recreativos del Malecón del puerto de Progreso, Yucatán

July 7, 2017 | Autor: P. Alvarez Acosta | Categoría: Youth Studies, Culturas Juveniles, Estudios Sobre Juventud
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Descripción

Universidad Autónoma de Yucatán Facultad de Ciencias Antropológicas Asignatura Transversal: “Juventudes y sus aproximaciones” Profra.: Mtra. Paola Selene Aguilar Cámara Fecha de Entrega: 4 de Junio del 2013

¡Aquí en la playa! Una reflexión sobre la lucha de las y los jóvenes por significar los usos recreativos del Malecón del puerto de Progreso, Yucatán Br. Pedro P. Alvarez Acosta Br. Beatriz Basto Br. Alfredo Rodríguez Sosa Br. Jairat Rosado Bolio Br. Carolina Solís Pool

El presente texto trata de ofrecer una reflexión en torno a “lo que significa para las y los jóvenes yucatecos visitar la playa” o bien, dicho de manera más precisa, sobre las co-relaciones de significación que el colectivo “jóvenes de Yucatán” es capaz de establecer a partir de sus involucramientos -física y simbólicamente habilitados- con los espacios de uso recreativo que se encuentran a lo largo de la costa yucateca. Para ello se presentan y discuten los resultados de una serie de entrevistas y observaciones, realizadas a finales del mes de Junio del año en curso como aproximaciones a las dimensiones socioculturales de las actividades recreativas que muchos jóvenes suelen llevar a cabo durante los meses de verano en el malecón del puerto de Progreso, Yucatán. Una aclaración se hace necesaria antes de iniciar el recorrido: la categoría “jóvenes de Yucatán” es a todas luces construcción arbitraria, teóricamente aislada, incapaz de dar cuenta por sí misma de la totalidad o la complejidad de aquellos lugares socioculturales de lo juvenil que, en un determinado territorio, se establecen como formas colectivas de subjetividad capaces de crear presencias que actualicen o re-creen co-relaciones de significación. Sin embargo, usaremos la mencionada categoría (“jóvenes de Yucatán”) a manera de un “tipo ideal” que nos permita esclarecer, parafraseando a Esteban Krotz, un poco del “multiverso cultural” de lo juvenil que atraviesa el “universo material” del conjunto de individuos etariamente jóvenes que se hicieron presentes durante nuestras observaciones y entrevistas. En este sentido, nuestro interés se volcará más hacia responder las siguientes dos preguntas: ¿Porqué lo joven-yucateco aparece como un lugar desde el cual se establecen correlaciones de significación de la experiencia recreativa distintas a las que se establecerían desde cualquier otro locus etario? ¿Bajo qué condiciones lo propiamente joven-yucateco enuncia la experiencia y las posibilidades de la visita a la playa?

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Aterrizando las cuestiones anteriores, es justo decir que lo que buscamos con este esfuerzo particular fue identificar posicionamientos, imágenes y actitudes de las y los jóvenes sobre los usos recreativos de la playa, es decir, los dispositivos de expresión que les ayudan a comunicar su condición etaria transicional frente al conjunto social en el marco de sus involucramientos diferenciales en los espacios, tiempos y encuentros específicos que se organizan en “la visita al malecón” como práctica social en constante re-definición. Para exponer los hallazgos que se hicieron en este sentido dividimos el cuerpo del trabajo en tres secciones. La primera aborda “la playa” como imagen cuya evocación inaugura la posibilidad de enunciar tipos de vida pública juvenil, a partir de entrevistas orientadoras previas a la visita del equipo al malecón. En la segunda se expone la visita etnográfica al malecón y las entrevistas realizadas en campo. En la tercera se discuten los resultados obtenidos en las entrevistas a la luz de las reflexiones preliminares que hemos hecho en esta introducción. Por último, se concluye con una recapitulación del trabajo. Territorio de excepciones: evocando la playa desde la ciudad Para obtener una imagen general de lo podría que evocar la imagen de la playa entre jóvenes meridanos y hacernos ciertas expectativas sobre lo que podríamos hallar en el campo más allá de nuestros juicios personales previos, quisimos realizar unas entrevistas a personas que no se encontraban físicamente en la playa, pero que suelen frecuentarla. A estas personas las ubicamos dentro de un círculo más cercano a algunos de nosotros, son compañeros o conocidos. Esto permitió una apertura y fluidez en las entrevistas y junto a ello, el acceso a información sumamente valiosa. Las personas entrevistadas fueron dos jóvenes, uno de 17 y otro de 20 años de edad. Ambos tenían conceptos diferentes acerca de lo que para ellos implica ir a la playa, puesto que para el primero, la visita a la playa se reducía meramente en un acto de vacaciones familiares, y para el segundo, se trataba de un acto de convivencia social que se tenía que dar necesariamente con los amigos ya que acudir con la familia es “aburrido”. Aquí se podría pensar en el desarrollo biográfico del adolescente: el entrevistado de menor edad podría tener una prioridad distinta en cuanto a su auto-determinación y no cuestionarse el ir a la playa en compañía de su familia de la misma manera de la que lo haría a una edad posterior. Podemos notar que, al tener confianza con estos entrevistados, la forma en que describen sus vivencias en la playa son algo más elaboradas, sobre todo cuando las relacionan con los amigos, y con actividades como ir al antro, tomar alcohol y conocer chavas (mujeres jóvenes). Con base en estos hallazgos daremos por supuesta una primera consideración de la playa como escenario una vida pública caracterizada por la excepción algunas vigilancias institucionales (parentales y escolares) que, en la percepción de las y los jóvenes, pesan sobre los deseos y las

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racionalidades de lo propiamente juvenil. A esto le agregamos la disposición por narrar la playa en clave de “presumir” o “exagerar”: las acciones trasgresoras podrían implicar para estos jóvenes varones un valor probatorio de sí mismos. El malecón joven, a ojo etnógrafo Llegamos al puerto de Progreso a las 11:45 am del día domingo 30 de junio de 2013. Procedimos a iniciar nuestra etnografía por medio de un primer recorrido dedicado a realizar las primeras observaciones del entorno en ese momento determinado. Empezamos caminando por el malecón con dirección hacia el este. Durante nuestra observación simple, una de nuestras primeras impresiones fue que no se veía la cantidad personas que esperábamos inicialmente, esto se debió a que antes de llegar habíamos asumido la idea de que el malecón estaría atiborrado de personas, debido a la época del año, la hora del día y las características climatológicas. El malecón de Progreso es una acera amplia que permite caminar paralelamente a la playa y a una avenida traficada. La playa es una franja de arena con mayor amplitud que el malecón, sobre la que se encuentran varias palapas y camastros pertenecientes a restaurantes. La avenida es de un solo carril y cuenta con varios pasos peatonales. Los negocios se extienden de ambos lados de dicha avenida, sobre el malecón, los vendedores están en puestos ambulantes o en mesas techadas que instalan únicamente durante una porción del día, y de lado de la ciudad, los negocios son edificios o palapas que predominantemente venden comida y bebida. A lo largo de la playa, pudimos observar que adolescentes y jóvenes estaban mayormente con sus familias. Si tuviésemos que generalizar las características de las familias que estaban en la playa, podríamos decir que eran de clase media, con un número de integrantes de entre cuatro hasta diez personas y, en su mayoría, con miembros de la familia con sobrepeso. Las familias permanecían cercanas entre sí, ya sea en las palapas o dentro del mismo mar, tenemos la impresión de que muchas habían llegado desde muchas horas antes y planeaban quedarse muchas más. Nuestro objetivo era acercarnos a los adolescentes y jóvenes, por lo que la primera dificultad fue la de encontrar que nuestros sujetos definitivamente no eran el grueso de la población en ese tiempo y en ese lugar. Lo cierto es que la mayoría de los adolescentes y jóvenes que observamos en un primer momento estaban en situaciones que no permitían entrevistas con facilidad. La primera situación involucraba a los jóvenes en vacaciones familiares, por lo que no podíamos entrevistarlos libremente acerca de sus plenos hábitos vacacionales sin interferencias de sus familiares. La segunda situación era la de jóvenes y adolescentes trabajando en negocios cercanos, por lo que probablemente no disponían del tiempo para respondernos ni una carga de representaciones urbanas de lo que implica ir a la playa.

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En el segundo momento de nuestro recorrido, cuando nos dirigimos hacia el lado oeste del malecón, nos percatamos de que había dos chicas embarazadas con sus respectivas parejas. Les calculamos edades entre los 15 y los 18 años. La primera pareja, que aparentaba mayor edad, llegó en familia. Buscaba su espacio alejándose brevemente de los padres y familiares. La segunda pareja, la más joven, retozaba en el agua a la vista de los padres. Tenían actitudes divertidas, estaban jugando como niños y con niños. Durante los 15 minutos que observamos a estas parejas solo pudimos percatarnos de que habían muchas similitudes entre las actitudes que mostraban con respecto a estar en la playa. Notamos que para ellos el ambiente familiar era fundamental pero que al mismo tiempo reclamaban su lugar como familia independiente. Para las entrevistas volvimos a cambiar la dirección de nuestro recorrido y nos dirigirnos al muelle, ahí encontramos varios grupos de jóvenes pescando y familias que recién llegaban al puerto. La extensión del malecón es una plataforma de madera que pasa debajo del muelle fiscal y que tiene pequeñas áreas con bancas en ambos lado del mismo. Las bancas estaban casi completamente vacías, suponemos que por la completa falta de sombra en una zona con un sol tan fuerte. De lado izquierdo del muelle fiscal hay un muelle de menor tamaño donde se concentraba un gran grupo de personas, entre los que predominaban pescadores. En este lugar realizamos tres entrevistas breves. Las primeras dos entrevistas eran de grupos únicamente conformados por jóvenes. El primer grupo al que nos acercamos fue de dos mujeres jóvenes que, aunque vacacionaban en familia, se separaron para ir a pasear por su cuenta. El segundo grupo era de dos hombres jóvenes que visitaron Progreso por su cuenta para pescar. La tercera entrevista fue a una familia conformada por la madre, el padre, la hija, el hijo y la novia del hijo. En este último caso la mamá intervino en ocasiones para confirmar o negar lo que su hijo respondía, por lo que la mayor contribución fue de parte de la hermana. Terminamos las entrevistas a las 1:15 PM y nos retiramos. Para entonces el número de personas se había incrementado. En la playa, los meseros que hasta ese punto no se habían acercado, lo hacían para ofrecernos mesas y palapas. Muchos de los jóvenes seguían en familia, pero las actividades se habían diversificado a esa hora y veíamos más personas almorzando o tomando alcohol. -

Los turistas El primer grupo al que nos aproximamos estaba conformado por colombianos, la mayoría

hombres y había únicamente una mujer. El promedio de edad del grupo era de 22 años. Se encontraban de viaje y permanecerían tan solo un momento en el puerto. Fueron muy directos y simples con sus respuestas, al preguntarles la razón por la que decidieron visitar la playa

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respondieron: “Vamos por la cerveza, el agua, las mujeres y la cerveza”, frase que repitieron alrededor de tres veces. Mencionaron de igual forma, que les gustan los cenotes de México y en especial los de Yucatán, en un tono sarcástico. De pronto la mujer que los acompañaba se acercó a ellos y los invitó a meterse al agua, nosotros observamos que se notaban un tanto impacientes por lo que nos despedimos y les agradecimos habernos ayudado con nuestro trabajo. -

Las tímidas Seguidamente nos acercamos a dos chicas, las cuales contaban con 21 y 19 años de

edad. En la plática, comentaron que les gusta ir a la playa y meterse al mar, se notaban tímidas, con un poco de desconfianza al responder nuestras cuestiones. Después dijeron que solo y únicamente iban a la playa en familia ya que son originarías de Mérida, que trabajaban y por esta razón no tenían tiempo de salir frecuentemente al puerto ni con amigos. Indicaron también que el ambiente que se percibía durante su estancia era agradable, lo que se vuelve interesante porque señalaron que se encontraban pasándosela debajo del puente con su familia, es decir apartados de la gran mayoría de las personas. Para los fines de este trabajo consideramos muy relevante la percibida “timidez” de las chicas. Su indumentaria playera no era el “común”, vestían playeras y pantalones cortos, y estaban empapadas porque acababan de salir del agua. Durante la entrevista evitaron dirigirnos miradas a la cara. La plática transcurrió en el muelle, ellas viendo a los peces mientras nos respondían con tono un tanto indiferente. Al final no insistimos más y les agradecimos haber contestado algunas de las preguntas. No se despidieron, solamente voltearon y siguieron observando el mar. -

Los pescadores

Después en el muelle nos encontramos a un par de jóvenes pescando, a los que entrevistamos acerca de sus actividades. Ambos provenían de Dzitya y no solían frecuentar Progreso. La única razón por la que viajaban era conseguir una experiencia distinta a la de la pesca que se daba en zonas cercanas a Dzityá, actividad que realizaban únicamente con fines recreativos. Sus visitas a Progreso se daban con una frecuencia mensual con el mismo grupo de compañeros, también jóvenes. Los entrevistados mencionaban la pesca como la prioridad de dichos viajes, sin embargo, el día de la entrevista también planeaban comer. La mayor dificultad que encontraban en sus visitas era el viaje por sí mismo, ya que se transportaban por camión y el consumo de tiempo que representaba no permitía que la costa fuese

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realmente accesible para frecuentar sus pescas recreativas. En este punto también nos comentaron acerca de la considerable cantidad de personas que visitan Progreso desde Dzitya cuando es “temporada” o época vacacional. -

Mamá habla por nosotros

Por último nos topamos con tres personas más, dos mujeres, las cuales contaban con 14 y 17 años de edad y un hombre el cual refería tener 18 años. Mientras les explicábamos el objetivo de la entrevista, se aproximó la mamá de dos de ellos, quien se mostró interesada en ver qué hacíamos y lo que los chicos respondían. Les preguntamos primero si eran familia y sus expresiones cambiaron, la mamá soltó una carcajada y el papá acercándose a nosotros dijo “Sí, todos son hermanos”, pero los dos jóvenes mayores sonreían como negando lo que decía el señor y a eso nosotros respondimos ¿Son novios? Ellos indicaron que sí. La adolescente de 14 y el joven de 18 eran hermanos, la chica de 17 era la novia. Después les preguntamos si solían ir a la playa y la mamá respondió “no vamos mucho, íbamos en familia antes, pero ahora ya no tanto”. Nos volvimos a dirigir a los jóvenes y les preguntamos si iban frecuentemente con amigos o con la familia, a lo que la niña de 14 años solo murmuró “mmm”. El chico respondió que sí van con amigos, y afirmó que sólo a Progreso, pero fue la hermana la que pareció recordarles que no sólo iban a Progreso sino que solían ir más a otra playa de la cual no se acordaban el nombre. Comentó “vamos donde hay piedras, creo que es Yucalpeten”. Esto nos confirmó que lo más probable es que la hermana los suela acompañar y que los padres no están muy enterados de los lugares a los cuales asisten sus hijos. Cuando se les cuestiono el porqué de ir a esa playa, vacilaron en contestar y fue la madre quien tomó el control de la entrevista. Nos comentó que lo más seguro es que buscan el silencio o lugares donde casi no hayan personas. Comento que ella solía hacer lo mismo cuando era joven. Después tratamos de redirigir la pregunta a los chicos pero solo afirmaron a lo que la madre había comentado, fue aquí cuando decidimos terminar con la entrevista. La mamá permaneció todo el tiempo de la entrevista, mientras el papá sólo se acerco una vez y regresó terminada la charla. Discusión ¿Cómo están interviniendo estos jóvenes de Yucatán en la definición de las experiencias de la playa? ¿Qué nos dicen las expresiones, actitudes, verbalizaciones e interacciones anteriormente expuestas sobre el locus de enunciación propiamente juvenil de las prácticas de playa? En un primer lugar tendríamos que notar los procesos de agregación o grupalización como marcos que condicionan la posibilidad de hablar la experiencia joven de/en la playa. Lejos de la costa y “en

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confianza” es posible ese flujo imaginario de la playa en el que ésta es planteada como espacio de excepción del orden en el que los cuerpos jóvenes son protagonistas. En el escenario concreto del malecón, por otro lado, las voces y presencias jóvenes se encuentran en una posición subordinada frente a ciertas grupalidades hegemónicas como las familias o en desventaja por sus configuraciones particulares de factores de agregación como la disponibilidad de tiempo y la movilidad. Podríamos decir que, en este sentido, el locus juvenil se establece en sobre eje de resistencia, siendo las discretas acciones de “encontrar un espacio propio” o “pasear por cuenta propia” un lado de la ecuación, y el exhibir emblemas de lo juvenil mediático (emparejamiento e intoxicación, en el caso de los jóvenes turistas) frente a los cuestionamientos percibidos sobre las prácticas de recreación, el otro. Otra reflexión necesaria es la que viene a propósito de un colectivo de “jóvenes yucatecos”. En las entrevistas previas y en el recorrido de campo nos hemos encontrado presencias juveniles diversas, con distintas ideas y disposiciones para “poner en común” lo que significa “ir a la playa”. Chavos y chavas que trabajan, que van en pareja, que van en familia, que viajan, que pescan, que consumen cerveza y/o alimentos. En consonancia con el punto anterior, y frente a discursos que se empeñan en señalar lo juvenil como un prototipo de cuerpo o de discurso, nosotros quisiéramos sugerir que lo joven en las prácticas de playa se halla en las maneras específicas de insertar la preocupación por la transicionalidad etaria en las interacciones, las trayectorias y los productos culturales de los que se dispone. Además de simples evidencias de “subordinación”, la timidez, la desventaja, la evasión y la celebración de la excepcionalidad implican cálculos específicos sobre las acciones posibles a partir de la percepción de la propia condición, y la inscripción de dichas evaluaciones y percepciones en las experiencias de los demás, haciendo uso de los recursos más mínimos. Así se explica la aparente espontaneidad de nuestra percepción de “inconveniencia” al entrevistar. Conclusiones Más que un proceso mecánico e individual de asignación de atributos al espacio de playa, la construcción de significados distintivos sobre la experiencia de la playa entre las y los jóvenes de Yucatán parece estar siendo modulada por las tácticas intersubjetivas de resistencia frente a la pretensión institucional de re-presentar lo juvenil. En este sentido, sólo en ciertas configuraciones de agregación hablaremos la playa como símbolo de lo deseable, mientras que en otras priorizaremos poner de relieve las dificultades de acceder a dicho bien de disfrute, o usar el cuerpo para expresar nuestra indisposición a significar la playa como un ente singular y digno de reflexión. Las presencias y prácticas de los y las jóvenes nunca van aisladas, son maneras específicas de poner en relación mundos contingentes, restricciones y posibilidades, cambios y continuidades. Así, la relevancia de hablar de “juventudes” no puede agotarse en la definición de una sumatoria

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de cuerpos marcados por registros burocráticos y saberes disciplinarios, sino que tiene por obligación aportar al diálogo público las formas en las que los cambios socioculturales afectan a las personas y a sus capacidades de lidiar con lo que les es adverso. En el mundo recreativo de “la playa”, las y los jóvenes se debaten entre imaginarios de excepción y representaciones de normalidad, inaugurando un campo singular de partes móviles que por turnos van celebrando, callando, evitando y ejerciendo sus singularidades.

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