Apuntes sobre pragmatismo y lingüística: Una mirada transversal desde la filosofía del lenguaje.

July 14, 2017 | Autor: Daniel Murcia | Categoría: Philosophy Of Language, Pragmatism, Pragmatics, Lingüística, Pragmatismo, Pragmática
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Descripción

Apuntes sobre el pragmatismo y la lingüística Una mirada transversal desde la filosofía del lenguaje

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Daniel Murcia Universidad Tecnológica de Pereira, 2015.

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sta reflexión es una apuesta que pretende simplificar la pluralidad del tiempo en que se desarrolló un seminario de Pragmática II, el cual es parte de un proceso de formación pos gradual en lingüística. Simplificación que alude a la crítica de la pretensiosa

interpretación de un tiempo lineal y de un estilo plano que nos caracteriza en nuestra academia. Se hará un recuento de las temáticas que atravesaron el seminario de pragmática donde se sometió a una inspección cuidadosa y/o aduana sobre nuestras concepciones primarias de la relación entre la disciplina lingüística, el pragmatismo, la filosofía del lenguaje, y la pragmática. De esta forma para asimilar lo que se entiende por pragmática, es necesario discutir unos aspectos anacrónicos y diacrónicos de la lengua que se han destacado en la historia de la humanidad, y a la vez, la variabilidad, varianza y variaciones de la palabra como referente que cataloga nuestro mundo. Evocando así un aforismo que se protagonizó en el curso: «Las palabras son vagabundas». Se dice en el génesis que “al principio era el verbo”, es decir, a modo de analogía, que lo primero fue la acción, función y efecto, y que posteriormente ha sido nominalizado. Y es que de allí podremos iniciar esta reflexión sobre la relación de la entropía — un orden en el desorden del mundo— con el sustantivo. Pareciese común el otorgar nombres a las cosas que nos rodean, este ha sido un hábito del humano quien se lucra de denominaciones que generan acuerdo para con sus semejantes y son estas palabras las que 1

hacen carrera en la historia de la humanidad sin dar pista o conocimiento de su esencia etimológica. Póngase como ejemplo la palabra ‘filosofía’ que siendo una actividad y acción sobre el pensamiento, se clasifica como sustantivo estático. En este desconocimiento del dinamismo y capacidad de la mutabilidad de una palabra como organismo vivo, se desprende una interpretación acusativa en contra de nuestro sistema lingüístico flexivo, el cual parece seguir una necesidad de catalogación de organismos y acciones en categorías lexicales que restringen la riqueza y dinamismo que lo caracteriza. Estas lenguas prefieren cambiar la forma de las palabras (flexionar) para conseguir significados o categorías distintas en vez de aglutinar diversos elementos. En tal caso, se define porque creemos que las cosas no cambian cuando éstas se encuentran en una mutación constante. Lo que está nombrado es lo que existe, y el humano quisiese nominalizar para dar sentido a la existencia. De esta manera, el mundo que habitamos se vuelve, entonces, en un juego de edición en el que el lenguaje es nuestra herramienta. A grandes trazos, de allí se reconoce la pragmática, cuando el lenguaje se identifica como instrumento para propósitos interactivos que tienen un efecto. Entiéndase efecto aquí como la intencionalidad de quien comunica con diferentes resultados en quien interpreta. La relación de hablante-oyente, escritor-lector no es una interacción equivalente porque el efecto pretendido por el hablante puede ser diferente a la interpretación del oyente, y así para la escritura y la lectura.

El efecto marca el propósito de la comunicación y

transforma el sistema lingüístico; a la final, usamos el lenguaje para causar una emoción que incite al cambio en quien escucha, que como también se destacó en el seminario, ha sido una cuestión que nos han enseñado los poetas. Y si bien los poetas han tenido un rol importante en el entendimiento del efecto, los publicistas han sido altamente criticados por su habilidad pragmática y su uso del lenguaje con fines mercantiles. A modo de ejemplo ilustro este caso con la siguiente citación.

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«como cliente no me interesa conocer toda la historia, el ‘por qué’, el bla, bla, bla. Lo que me interesa es la emoción y el placer. Jamás he comprendido que es una rosa, jamás he comprendido el mar, pero me gusta la rosa y me gusta el mar, lo que hace falta es sentir emociones, no entender, ni comprender para comprar.» — Ferrán Adrià.

Es evidente como la publicidad ha identificado aspectos estratégicos de la pragmática para persuadir a sus clientes. Se ha dado cuenta que la palabra guarda un poder semántico cambiante y que puede alterar las emociones del comprador para influenciar sus decisiones de compra. Lo que, por cierto, nos remite a considerar la relación entre léxico, emoción, y efecto. Para evocar esta relación se hace necesario consultar los avances de la neurociencia, la que desde una concepción fisiológica del funcionamiento cerebral describe su desarrollo y localiza los campos donde se generan las emociones y el razonamiento. El sistema límbico que se ocupa de las emociones, y el neocórtex a cargo de las cualidades cognitivas ejecutivas y éticas como el razonar. Dos capas de un cerebro triuno que se encuentran en interacción constante modelando la toma de decisiones en un duelo cooperativo constante (Mclean en Bidoglio, 2011) . Lo que da cuenta de una ligación necesaria entre la emoción y la razón, el efecto y la palabra, y que cuestiona circunstanciadamente el planteamiento de Descartes “Pienso, luego existo”. Quizá bajo esta aseveración se identifique una concepción diferente del rol de las emociones en nuestro racionamiento, por lo cual Antonio Damasio propone en su libro «El error de Descartes» un prevalencia de la emoción sobre el razonamiento, pues cuando se elimina por completo las emociones del plano racional — pongamos por caso el estado de Phineas Gage — “la razón resulta ser todavía mas imperfecta que cuando las emociones nos juegan malas pasadas en nuestras decisiones” (Damasio, 2010:4). Así pues, el pensar y después existir carece de precisión para Damasio quien sugiere resaltar la emoción apostando por un “siento, y luego existo.”

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Indiscutiblemente tanto el efecto como la emoción dan forma al lenguaje, y el texto o sistema simbólico como objeto de estudio de la lingüística, resulta idealista, casi inerte, casi vacío. Hará falta la pragmática para avivar o quizá rescatar el movimiento imperceptible de los sustantivos. Ahora bien, si la educación se mide por los efectos que provoca, en relación a todo esto ¿cómo se ha asumido el rol de la emoción en la educación? o ¿acaso está perdiendo la partida frente a otros campos? Los interrogantes frente al estado de la educación y como ésta ha asumido el rol de la emoción en el razonamiento de los individuos indican ciertamente que surge una necesidad interdisciplinaria para reconsiderar lo que se conoce hasta ahora en el área educativa, logrando abrir diálogos que resinifiquen la labor docente y el proceso de aprendizaje. Probablemente un punto de partida sería la sensibilidad al uso del léxico, repensando el cómo apalabramos nuestro mundo académico, ya bien lo indica Richard Rorty, pensar nuestro léxico nos hará reconsiderar nuestra labor. Lo cierto es que parece como si el léxico mercantil hubiese tomado la academia y sacralizamos ejercicios formativos en pro de su función mercantil; tanto así que las palabras “epistemología” o “investigación” se convierten en las banderas prestigiosas de las instituciones, apadrinando sus ejercicios académicos como epistémicos e investigativos en una búsqueda por acreditación educativa y social. Tanto que la denominación de ejercicios diferentes al marketing educativo se desprestigian porque carecen del poder semántico, o siguiendo el mismo léxico mercantil, simplemente no venden. La constitución de una escuela que comparte el léxico de una sociedad consumista condena al conformismo y consumo, donde no se reta al individuo a repensarse y lo postra al disfrute de una comodidad cognitiva; lo que resulta indiscutiblemente adverso a los propósitos iniciales educativos i.e., una escuela para incomodarse y desaprender. De tal forma que si bien el marketing apuesta por la comodidad del usuario, ahorrando pensamiento y contribuyendo a su decadencia, podríamos atrevernos a disidir fuertemente contra una educación pecuniaria producto de una clase ociosa como apunta Veblen en sus obras. En definitiva, y siguiendo las propuestas de Rorty, el repensarse desde el léxico será 4

una posibilidad de aumentar el repertorio de apuestas como un fin de la educación pues los que finalmente importan son los cambios de léxico antes que los cambios de creencia, no es factible buscar cambios educativos si el sesgo de una visión mercantil se adhiere a las configuraciones del lenguaje que utilizamos. Será entonces una necesidad de la academia repensarse en el léxico que habita para trazar las nuevas perspectivas de exploración o quedaremos en manos del mercadeo que nos atraviesa con las propuestas tentadoras del positivismo. En contraste a modelos de sistemas lingüísticos donde el verbo sirve al sustantivo indicando una misma acción, y siendo proclive a la redundancia, se pudiese traer a colación otras lenguas como la ‘Hopi’ estudiada por el lingüista americano Lee Whorf, ya que esta no es una lengua indoeuropea, el autor hace una serie de comparaciones donde se destacan bastas diferencias; en principio se comprueba que en las lenguas indias como la Hopi se habla con precisión sobre aspectos científicos con detalle, las combinaciones dan cuentan de elementos que se revelan por medio de una composición no existente en otros vocablos. La lengua Hopi sería más apropiada, según Whorf, para explicar la diversidad de nuestro mundo porque permite verlo diferente y revelar el detalle de las cosas que no son posibles de exponer con un sistema lingüístico como el de las lenguas indoeuropeas. Hasta ahora se ha considerado la nominalización de una realidad frente a una entropía no aparente, y la relevancia de la selección del léxico para denominar las realidades. Todas estas sirviendo como instrumento de edición para dar un orden a como se nos presenta el mundo y así reconstruirlo desde el lenguaje. Pareciese como si una aparente linealidad mantuviese el flujo del tiempo, cuando éste puede ser tan plural y bifurcado. Darle un orden a los recuerdos o generar una construcción futura de nuestro tiempo, es una acción subjetiva que será tratada posteriormente. Sin embargo, lo que se debe resaltar aquí es la relación entre tiempo y lenguaje, como dos aspectos que van unidos recíprocamente, ajustados a una linealidad que desvirtúa todos los hechos colaterales que no alcanza a describir el lenguaje. Así se evoca la pluralidad del tiempo, tanto nuestro pasado como futuro son creaciones lingüísticas que posicionan al lenguaje en el medio. El lenguaje se traslada al centro, y esto se rotula: el giro lingüístico.

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Viremos la atención ahora a la influencia del Disciplina

giro Copérnico sobre los cambios que resultaron en una concepción diferente de la influencia del lenguaje

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Lenguaje

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en las construcciones de mundo de los humanos. El lenguaje en el centro lo hace transversal como se

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muestra en el gráfico, una perspectiva que alteró lo que se conocía por esencia, una esencia que se encontraba fuera del hombre y que ahora se interna para descubrirse dentro de cada individuo. Así pues, cuando el lenguaje pasa a estar en el medio (considerando la mitad como una concepción occidental), la humanidad se posa ante la asimilación de que posiblemente somos «títeres del lenguaje»; que todas nuestras interpretaciones son obra del lenguaje, y que es éste quien da sentido a nuestras construcciones de realidad, como se ha dicho en el seminario que generó esta reflexión «Lo que se nombra es lo que existe» pero que también, es ese «léxico el que se convertirá en la cárcel que cada uno habita», así como quien intenta forjar una esfera utilizando mecanos, nuestras palabras condenan la destreza del pensamiento. El giro lingüístico caracterizado por lo que se describe anteriormente, se convierte en una nueva mirada a la importancia del lenguaje en la humanidad, y se identifica el valor de la sintaxis de nuestras lenguas para dar orden y organización social. Hablamos, entonces de una sintaxis y una gramática social que lideran las diferentes culturas generando un aparente orden dentro de un caos inconsciente. Por ejemplo, sociedades de tendencias culturales donde todo se encuentra centralizado, son proclives a considerar monarquías (de un solo rey), religiones monoteístas (de un solo dios), y contratos sociales como el matrimonio monógamo. Buena parte de nuestros hábitos intelectuales proceden de culturas griegas como cultura precursora y difusora del lenguaje que ha marcado significativamente su transcurso en la humanidad. El problema es que no le hacemos aduana al uso lexical que nos rige, sino que permitimos inconscientemente que la sintaxis nos gobierne. De tal manera que surgen nuestras tendencias existencialistas porque un recorrido histórico liderado por reglas 6

gramaticales nos hace creer que las cosas “son” así, somos propensos a tener universales no verdaderos, la objetividad es todo lo que se busca en la academia, y el yo de planta asume que somos gobernados por un sustantivo propio y que llamados por ese nombre somos seres objetivos, es decir, que no cambiamos. Tal parece que la gramática es el verdadero formador de las ideas, no las reproduce simplemente, sino que el proceso del pensamiento se somete a las posibilidades que ofrece la sintaxis — “Cuando uno piensa, la sintaxis es la que mueve los hilos del pensamiento”. Para ahondar con claridad sobre el tema resulta necesario discutir sobre los siguientes cuatro aspectos: Esencialismo y el existencialismo, el universalismo, la causalidad lineal, la objetividad, y el yo. Se parte de la premisa que es la escritura la que fomenta un estado de permanencia al verbalizar lo que existe; es inexistente lo que no se verbaliza y así se van asignando significados y definiendo fenómenos ajenos al humano desde su plano de perspectiva. De esa forma el griego fue asignando esencia a las cosas por medio del verbo “einai” para aquello que “es” o “existe” lo que directamente superpone el ser a la existencia, en este caso la esencia precedía la existencia de las cosas privando de libertad a aquello que ya ha sido designado. Cuando se superpone en la escritura el verbo ser al existir se genera una falsa ilusión de que las cosas no cambian y abre una tendencia a la no alteración evocada por el uso de la lengua. Este contraste con el existencialismo se puede reflejar en, por ejemplo, planteamientos de Parménides “lo que es” y “lo que no es”, no es. Quien ha afirmado que los mortales han convenido en asignarle a las cosas inexistentes un nombre, y luego se han persuadido de su realidad. También en principios dinámicos como los de Lao Tse desde el Dao taoísta “Una vez Yin y otra vez Yang” donde la esencia es dual y variable. Y la voz de Platón que argumenta sobre la contraparte, donde lo que verdaderamente existe es cambio; a la final, todos estos contrariando una propuesta estática de la existencia. A partir de la aseveración y posterior uso lingüístico de una esencia por encima de la existencia, se abren las posibilidades de universales pues se desproveen de diversas existencias e individualidades a las cosas. Asimismo en la relación del verbo con el artículo, y por esto la sintaxis que gobierna al sustantivo, un artículo que antecede al sustantivo y 7

que determina un género específico a las cosas creando una expectativa de que existen conceptos y definiciones de cosas que resultan universales. La lengua generaliza a partir del significante, lo que Humberto Eco critica fuertemente pues dar cuenta de lo particular al nominalizar las cosas parece ser “una enfermedad del léxico”. Tal vez hará falta acudir más a los poetas quienes generan figuras del lenguaje que dan cuenta de la individualidad de las cosas desde el uso estratégico de la lengua. Frente a la causalidad lineal se ha pautado insistentemente desde la ciencia que las causas desembocan en consecuencias y aún así esto no siga las ocurrencia del mundo, se asume como una verdad; sin embargo, aún es un planteamiento que puede ser confrontado desde la poesía, la que demuestra a través de la pluralidad de los eventos las tantas causas que desembocan en una consecuencia. Tómese como muestra el poema “las causas” de Jorge Luis Borges, allí se demuestra bajo la estética de la poesía, la pluralidad del tiempo de los hechos y que así no exista una conexión directa entre ellos, todos se enlazan a un final, no hay una indicación directa de que la secuencia de los eventos causales son lineales para terminar en los resultados. Más bien, es una recopilación inversa de los hechos los que podrán demostrar la multiplicidad en el tiempo y su relación con las consecuencias. El estilo plano es partidario de esto, para la academia es apetitosa la idea de buscar las causas y consecuencias con el fin de reportar como éstas se definen en formulas precisas, la cual es una apuesta directa del positivismo. De esa forma A concluye en B, cuando desde la pragmática y lo que nos revela el mundo entrópico se avisa que no todo es sumiso al entendimiento que pretende el escritor, el mensaje es plural y polifónico, el efecto depende del contexto y del nivel de entendimiento del interprete; no existe un línea inmediata que conecte la causa con la consecuencia, más que una serie de eventualidades que contribuyen a un posible resultado final. En consecuencia (utilizando este conector irónicamente), uno mira desde sus experiencias y lo que la formación intelectual permite interpretar. Así que la

objetiva es relativa al

intelecto del individuo. — «Aunque el ojo se ubique en la periferia del campo visual, no es

posible mirar a la margen de prejuicios y expectativas… la objetividad es una ilusión óptica» — Como se lee en Serna (2001), no existe el ánimo 0, el ánimo que tenemos contamina lo 8

que hacemos, la subjetividad nos gobierna según nuestro estado, y como se señaló anteriormente, la emoción tiene una incidencia clave en la forma como recordamos e interpretamos los sucesos. No cabe argumentar tal cosa como una objetividad absoluta que da cuenta de una realidad porque vamos cargados de todas los juicios de valor sobre las cosas que nos conciernen, tanto el bagaje de experiencias como lo que se espera de las interacciones con el mundo, moldean la perspectiva que se da en la interpretación del individuo, la subjetividad es, entonces, la hija bastarda de la academia. Finalmente, remontándose a los sucesos históricos emerge la autonomía del pensar, generando un quiebre histórico que le atribuye al humano la figura del ‘yo’. Ahora se piensa el ser humano como individuo, quien es provisto con un nombre propio, y una “psique” como espíritu pensante quien es consciente de su individualidad. Surge de allí un yo individual y cultural que es capaz de filtrar los automatismos del ‘soma’, contrariando las respuestas instintivas del cuerpo como los estímulos de reacción en la interacción del individuo con el mundo. El individuo puede pensarse y pensar sobre los demás caracterizado por la subjetividad de la que se ha mencionado antes. Bajo estas cuatro categorías se ha evidenciado que buena parte de nuestros hábitos intelectuales proceden de culturas griegas y, que el recorrido histórico del lenguaje nos determina como individuos culturales regidos por una sintaxis. En gran medida, el problema es que no hacemos aduana sino que somos inconscientes de la organización de nuestro sistema lingüístico, que a fin de cuentas, nos condiciona el pensamiento; una organización que ha permeado todos los campos con una tendencia fuerte al existencialismo cuando todo “es”, por universales que simplifican un mundo, y una objetividad de principios universalistas, un yo que no asume cambios, que se asume como de planta y se bautiza con nombre propio, lo que a primera vista resulta bastante objetivo. No obstante, a pesar de un giro que transforma el rol del lenguaje en la sociedad, se han destacado otras tendencias, llámese la relatividad lingüística, como propuesta que apunta por asumir la subjetividad y la conciencia del yo para señalar las ficciones que se representan como realidades personales. Por ejemplo, en Hans Vaihinger y la filosofía del como sí —[Philosophie des als ob] — se destaca el lugar de la interpretación de la 9

realidad lo que vislumbra la influencia del lenguaje en la construcción de mundos. La argumentación y lógica propenden por darle una justificación sensible al contexto de lo que se pretende crear, y así como en Tlön1, la invención de otros mundos posibles que se toman el nuestro, que se empiezan por construirse a través del lenguaje porque con él se hacen y se destruyen cosas que quizá ni existan. Parece como si todo apuntara a que la realidad es una ficción que todos compartimos, y dicha ficción fue construida a partir del lenguaje. Es decir, sería relativa. Todo es efecto, pero no todo es universal, no hay correlación directa que predestine el desarrollo del tiempo. La linealidad es una construcción humana alimentada por el lenguaje, la que homogeniza arbitrariamente nuestras interacciones. Necesitamos del lenguaje para existir y hemos existido como civilización gracias al lenguaje, no sabemos “qué dios detrás de Dios la trama empieza”2, aunque reconocemos el poder del efecto como fin del hablante, o como principio. En resumidas cuentas, en este juego de ajedrez 3, la pragmática puede regir la lógica de las acciones lingüísticas; a la final, el “habla, habla” (Die Sprache Spricht, Heidegger, 1950) y es este quien modela el uso de la lengua. Hará falta que la lingüística se preocupe más por los hablantes y sus usos, más que los ideales que se han cuestionado de sus antecedentes.

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Borges, Jorge Luis en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. De Ficciones. Madrid: Alianza, 2001. Ajedrez. Borges. (1960) En el hacedor. 3 Ibíd. 2

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Notas: Bidoglio, R.E. (2011) Monografía. Neurobiología y neurociencias desde una enfoque grafológico. Curso de capacitación docente en neurociencias: Asociación Educar. Borges, J.L. (1960). El hacedor. EMECE. Buenos Aires. Damasio, A. (2010) El error de Descartes. Crítica. Barcelona. Adrià, F. (2010). A Special Talk for Harvard Faculty by Ferran Adria, Chef of elBulli in Spain. En Harvard University, Llevado a cabo en The Radcliffe Institute. Extraído de : https://www.youtube.com/watch?v=l_zY5k2sj90 Heidegger, M. (1950). Die Sprache en Unterwegs zur Sprache (GA 12.), Frankfurt am Main, 1985. Serna, J. (2001) Posmodernidad y giro lingüístico. Revista de ciencias humanas (Pereira). No.27. Diciembre 2001.

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