Apuntes para una teoría del héroe

June 29, 2017 | Autor: J. Fernández Naveiro | Categoría: Morality (Social Psychology)
Share Embed


Descripción

Apuntes para una teoría del héroe
Hemos oído muchas veces que la crisis era no solo económica sino también cultural, de valores o de modelo de civilización. El tema viene de lejos y en él seguimos, ofuscados por las ganas de remontar los datos negativos, convenientemente administradas desde el poder. Pero que los plazos cortos de la política no nos impidan ver lo esencial, lo que realmente queremos, y lo que debemos desear en función de los objetivos o ideales que queremos alcanzar. La felicidad, la justicia, quizá se trate todavía de eso.
La búsqueda de la felicidad y de la justicia estuvo balizada en gran parte de la historia por ciertos modelos vitales que encarnaban la virtud, una cualidad fuera de lo común construida en la lucha contra las adversidades y que proporciona un carácter superior. Es el especial carácter del héroe, que se pone en juego frente al destino. Una vida heroica es lo contrario de una vida rutinaria, y frente al vacío y pequeñez de las horas la acción del héroe llena el tiempo, lo engrandece, le da sentido, hace de la vida aventura, aunque sea siempre imprevisible e insegura, expuesta a la intemperie como la vida lo está a la muerte.
Lo que pretendo aquí es aportar alguna idea para comprender el devenir contemporáneo de la condición heroica. Porque hoy en día esos modelos vitales ya no funcionan como lo hacían en sociedades más tradicionales, y las perspectivas sociales restrictivas (que no parece que vayan a atenuarse) deberían hacernos pensar otra vez en lo que queremos, y hacernos reajustar nuestros ideales de felicidad (por ejemplo, desligarlos de la idea perniciosa de que un crecimiento ilimitado sea posible).
De los héroes admiramos ciertamente el coraje, aunque sea muchas veces insensato. Pero los arquetipos vitales encarnados por la figura del héroe han cambiado mucho a través de la historia. Aunque la comparación entre mitos de distintas tradiciones culturales permitió al estudioso Joseph Campbell encontrar abundantes similitudes formales entre ellos en cuanto a las etapas de un itinerario vital, con sus ritos de separación, iniciación y retorno, el héroe moderno ya no dispone de la simplificación moral de los antiguos, esa armonía estructural que le permitía a alguien como Sócrates –el héroe por antonomasia de la filosofía– unir su destino al de la ciudad.
Ese altruismo ya no pertenece al repertorio moral del héroe moderno, el constructor de sí mismo en un mundo de valores más difusos y en sociedades menos estratificadas y autoritarias. Lo que cambia de Ulises, o Aquiles, al moderno Quijote es que el individuo es el nuevo modelo, un proceso que agudizará el individuo romántico, que cultiva su singularidad y su diferencia frente al hombre de la experiencia común. El buen salvaje de Rousseau, el líder revolucionario o el poeta maldito podrían ser algunas de sus figuras emblemáticas, figuras de la afirmación del individuo y de la potencia de su voluntad, aunque puedan ponerla al servicio de una identidad nacional o un movimiento de masas (el Ché Guevara encarnaría en nuestro tiempo una figura de este tipo).
Pero el héroe propio de la modernidad ya no representa el talante vital de la cultura actual, en la que destaca más bien la figura del anti-héroe. Ocurre aquí igual que con el agotamiento del género utópico desde las primeras décadas del siglo XX, que dió paso al género distópico, tan explotado por la ciencia ficción y el cine. También la literatura contemporánea es en buena parte una literatura de anti-héroes, figuras que confrontan al ser humano con una vida hostil, o banal, que ya no es el marco para una progresión o realización vital sino más bien para el infortunio y el fracaso. Nada más ilustrativo que pensar en la moderna odisea de Leopold Bloom escrita por James Joyce en su "Ulises", un relato muy alejado de toda moral heroica, cuya genialidad estilística no excluye lo patético de su peripecia. El Ulises moderno es por fin un hombre común, demasiado común, desnudo por dentro con sus pensamientos y deseos expuestos a los vaivenes del azar, su miseria cotidiana abierta en canal.
El héroe de hoy es también el "hombre sin atributos" (Musil), uno cualquiera, nadie. En su extremo patológico y sarcástico es el "Zelig" de Woody Allen, héroe de la adaptación que se mimetiza con todo y adopta la identidad y la apariencia de su interlocutor, convirtiéndose en judío entre judíos, católico entre católicos, nazi entre nazis. Se trata, hoy, de héroes desviados, inactivos, como el "Bartleby" de Henry Melville, que "preferiría no hacerlo", como Giovanni Drogo en "el desierto de los tártaros" (Dino Buzatti), o el estoico príncipe de Salina (el "Gatopardo" de Lampedusa); no héroes del mérito atesorado y el compromiso sino de la espera y la abulia, y de los azares inmerecidos.
Los héroes deben construirse hoy en el vacío de las vidas, sin redes de identidad; el héroe tiene que ser inventor de sí mismo, creador de la propia vida (de un modo difusamente nietzscheano). Los superhéroes del comic y el cine expresan esa ambición, aunque sea a mayor gloria del entretenimiento de masas y la simplificación moral; pero también en la vida real encontramos esa tendencia, requerida por el discurso dominante –debes actualizarte, reciclarte, emprender–, una necesidad de reinventarse que llevada al extremo se convierte en la patología de la simulación y la impostura, como el Enric Marco desmenuzado en la última novela de Javier Cercas (que se reinventa como combatiente en la guerra civil, como líder sindical, como superviviente de los campos nazis), o como también pueden canalizar las identidades ficticias que proliferan en las redes sociales.
El desierto social que infecta nuestro modo de vida no deja grandes escapatorias. Cabe por ejemplo el héroe de la indignación, pero ni aunque la perfección del ideal estuviera de su parte no parece aconsejable para mantener adrede en la vida y derrocharla con una furia perpetua. Frente al platónicamente investido de un ideal intachable es preferible la templanza aristotélica, y además es más difícil y, por ello, más heroica. Los héroes que ostentan verdades indestructibles son los más temibles. Los reclutados para la causa del integrismo islámico buscan un modo de vida salvador que es tan atroz como los sectarios de Aum que atentaron con gas sarín en el metro de Tokio en 1986, entrevistados por Haruki Murakami para escribir "Underground", adeptos a grupos sectarios de todo tipo para los que la vida corriente es tristemente insuficiente y aspiran a vivir en un paraíso de la manera más rápida e inequívoca posible. Por el contrario, fuera de eso lo que queda es calibrar opciones, gestionar lo posible y diversificar la propia vida por caminos que nunca serán del todo compatibles.
Quedan muy lejos los tiempos de los héroes. Cuando todo estaba lleno de dioses el héroe encarnaba la ambigüedad de la condición humana, su naturaleza desbordada y limítrofe, "más que hombre y menos que dios", según las genealogías popularizadas por Homero y Hesíodo. Pero también ha quedado atrás la experiencia del mundo como algo ilimitado, todavía disponible para exploradores y revolucionarios. Hemos pasado un cierto umbral de agotamiento y la nuestra es ahora una conciencia asediada, que aprueba en secreto la misma barbarie que contempla.
Solo cabe hoy un héroe destronado y anómico que es en definitiva el ciudadano normal, no el investido de un destino, sino el obligado por las circunstancias a comportarse como un héroe: la mujer que saca adelante a su familia con un ímprobo trabajo extra, el hombre que debe buscar su techo cada noche, los refugiados que atraviesan países en busca de asilo, el adolescente que contra viento y marea afronta un cambio de sexo, y tantos otros, hombres y mujeres de vida excepcional, que no aspiran tanto a debatirse con el destino o a transformar el mundo sino a gestionar la vida lo mejor posible, como quien cuida su jardín aunque el mundo alrededor se esté cayendo a pedazos, hombres y mujeres para los que las circunstancias de la vida son un reto mayor que cualquier monstruo.
Es la naturalización final del héroe, la vida heroica ante la que estamos emplazados cada día.

Juan Carlos Fernández Naveiro
Catedrático de Filosofía en el IES Lucus Augusti LUGO
Octubre 2015


Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.