Apuntes para una reflexión en plena crisis

June 24, 2017 | Autor: Teresa Montagut | Categoría: Sociología Económica, Bienestar Social, Austeridad
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Descripción

Teresa Montagut - Epílogo del libro: Política Social: una introducción – Ed. Ariel, 4ª edi. (2014)


15



Por ejemplo, por citar solo uno entre muchos otros, Susan Georges en el año 2001 en su ensayo "El Informe Lugano: Como preservar el capitalismo en el Siglo XXI". Editorial Icaria, presentaba -en forma de resultado de un informe que las clases dirigentes piden a unos expertos- cuáles eran las amenazas que pesaban sobre el capitalismo del siglo XXI y sus posibles vías de solución. Libro premonitorio de lo que sucedió pocos años después.
Ver capítulo 3 de este libro.
Blyth, Mark (2002) Great Transformations: Economic idees and institutional change in the twentieth century. Cambridge: Cambridge University Press
Blyth, Mark (2014) Austeridad. Historia de una idea peligrosa. Madrid: Crítica, pp. 20
Ideas como las de John M. Keynes que sustentaron el papel interventor de los estados.
Ver Alonso, L.E. y Fernández, C.J. (2013) "Sacrificios para aplacar a los mercados: violencia y dominación en la crisis financiera", en Documentación Social, nº 169.
Karl Polanyi escribió en 1944 The Great Transformation, libro en el que analiza los cambios que se produjeron en el siglo XIX y la intervención política que fue necesaria para que pudiera funcionar una "economía de libre mercado".
El Índice de GINI mide el grado de desigualdad de los ingresos de una Sociedad. El coeficiente de GINI se mueve entre 0 y 1, donde 0 es la perfecta igualdad y 1 la máxima concentración de la riqueza.
El método de los deciles, se basa en medir el porcentaje de renta que concentra cada grupo del 10% de la población total (se divide la población en 10 partes iguales, ordenada de los que tiene menos a los que tienen más). Así, el último decíl, se corresponde con los que más tienen y el primer decíl con el grupo de población con menos recursos.
Piketty, T. And Saez, E. (2003) "Income inequality in the United States: 1913-1998" en The Quarterly Journal of Economics", Vol. XVIII, pp. 11
Atkinson, A., Piketty, T., y Saez, E. (2011) "Top Incomes in the long run of history" en Journal of Economic Literature, 49, pp.6
Paul Krugman, "La recuperación de los ricos". El País, 15-09-2013
A su estudio se ha dedicado, de nuevo, Thomas Piketty. Ver Le Capital au XXIe siècle. Ed. Les Livres du Nouveau Monde. (2013)
Comisión Europea (2010). Comunicación de la Comisión Europea 2020. Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. Bruselas, 3 marzo 2010
Blyth, M. (2014) op.cit.
Blyth (2014) op.cit. pp.36-39
Ver Blyth, M. (2014) (op.cit) pp. 33
Se trata de la relación entre el crédito asumido y el capital propio (los intereses a pagar por el crédito en relación al propio capital)
Como muestra de diversos estudios, puede verse: Obra Social "La Caixa" (2012) "Crisis y fractura social en Europa: Causas y efectos en España". Barcelona: Obra social La Caixa. Colección estudios sociales nº 35. También Del Pino, E y Rubio, J. (ed.) (2013) Los estados de bienestar en la encrucijada. Políticas sociales en perspectiva comparada. Madrid: Editorial Tecnos. Estudios BBVA (varias fechas). Fundación Alternativas (2013) Primer Informe sobre la desigualdad en España.
Mayo 2014
Fundación FOESSA (2014) op.cit. pp.7
Fundación FOESSA (2014) op.cit. pp.14
El Índice AROPE (At Risk of Poverty and/or Exclusión) es un índice que recoge un conjunto de indicadores que miden el número de personas con alto riesgo de pobreza y de exclusión social. Personas con bajos ingresos, con privación material severa y en hogares con intensidad del empleo muy baja.
El Índice Sintético de Exclusión social está compuesto por 35 indicadores que recogen la situación de riesgo en distintos campos como el empleo, el consumo, la política, la educación, la vivienda, la salud, el conflicto y el aislamiento social.
Robert Skidelsky (2009) El retorno de Keynes
Por ejemplo, los textos recogidos en La crisis de 2008. De la Economía a la Política y más allá. Fundación Cajamar (2010), y coordinador por el profesor Antón Costas. O también ideas expresadas en diversos periódicos por varios autores que, por su volumen se hace difícil de reseñar (entre ellos, autores como Antón Costas, Paul Krugman o Manuel Castells).
Juan Tugores, (2010) El lado oscuro de la economía. Barcelona, Ed. Gestión.
En España, además de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, hemos visto aparecer el movimiento político de la C.U.P. en Cataluña o más recientemente a Podemos, que en las elecciones europeas ha conseguido más de un millar de votos repartidos por toda España y que apuestan por "otra manera de hacer política" y que podrían dar un giro a los sistemas de partidos tan anquilosados y con poca capacidad de reacción y adaptación a los nuevos escenarios.
EPÍLOGO: Apuntes para una reflexión en plena crisis


"En las últimas décadas, los bancos han negociado con abstracciones, teorizan sobre los valores y pierden contacto con lo que es una fábrica, una tienda. Muchos compran y venden empresas que no entienden. Ni lo necesitan"
Richard Sennett en "El artesano" (2009)


¿Hacia dónde nos dirigimos?

Desde finales del 2007 el sistema político-económico analizado en las páginas de este libro ha entrado en crisis. Una crisis que comenzó en el sector financiero, llegando a la economía "real" y afectando, en su fase final, a las instituciones políticas con la consiguiente deslegitimación del papel interventor de los estados. Se traduce todo ello en una crisis sistémica, fortalecida también por una crisis de valores. La pérdida de valores éticos de diversos agentes económicos propició la profundidad que ha venido tomando esta crisis e impide su superación.
Las subprime (o créditos de fácil acceso por exigirse menor solvencia y por tanto con mayor riesgo de impago) fueron el resultado de la ingeniería financiera de los últimos años y el desencadenante de la crisis en el 2007, en los Estados Unidos de América. La crisis explotó, se dispersó a todas las economías, en 2008 con la quiebra de la banca de inversión norteamericana Lehman Brothers, debida –en gran parte- a fallos en las regulaciones y en la supervisión de las instituciones financieras. Precisamente por ser el especulativo un sector inestable, se hace necesaria –casi imprescindible-la regulación y la transparencia. El proceso de liberalización de los años anteriores y su escasa regulación propiciaron el alcance de la crisis financiera a nivel mundial. ¿Era previsible? No faltaron voces que anunciaban los posibles riesgos de no mediar algún tipo de modificación. Fallaron las instituciones políticas pero fallaron, también, las conductas de personas que estaban al frente de organizaciones como bancos, fondos de inversión, agencias de rating, supervisores y, también, universidades. La creencia de que el sistema financiero era demasiado grande –por su volumen de negocio y por sus interconexiones- "too big to fail" para dejarlo caer, hicieron el resto. Cantidad de millones –de dólares y de euros- fueron destinados a sostener el sistema, mientras las empresas y las familias veían perder o disminuir sus ahorros y el acceso al crédito.
El capitalismo ha perdido cariz social, presentándose como poder puro y duro del dinero sin fronteras. Son los accionistas deseosos de obtener una elevada rentabilidad, y no las inversiones productivas, lo que ha movido el crecimiento de los últimos tiempos. Hemos podido presenciar, por ejemplo, cómo subía la cotización de ciertas empresas en bolsa mientras despedían a sus trabajadores. Estamos hoy lejos de los análisis de Marx sobre las relaciones de producción o las de Weber sobre la ética protestante, como base del sistema capitalista y de la industrialización. El sistema financiero se ha convertido en el amo y no en el servidor de la producción. Ha perdido vinculación con las comunidades humanas y ha ganado una importante cuota de poder transnacional. Los problemas económicos se producen a nivel mundial pero la política es nacional. Al no existir un gobierno mundial capaz de controlar los movimientos de capitales, las especulaciones financieras –lo que algunos llaman "los mercados"- acumulan cada vez más poder, dominando y sometiendo con sus condiciones a gobiernos y a países enteros. Los efectos sociales y políticos de la depresión de los últimos años, con cierre de empresas y destrucción de ocupación y dificultad para acceder al dinero –en diversos grados según países-, se acentúan todavía más por las medidas (hará falta ver si son coyunturales o ya estructurales) que "los mercados" obligan a realizar a los estados para el acceso a su financiación.
Las fuentes de este colapso pueden ser halladas en la misma base del sistema capitalista, de su evolución y de sus contradicciones. El capitalismo no es solo un modelo de estructuración de la economía sino también una forma de estructurar el poder. Por ello, la fuerza con la que las ideas del neoliberalismo se han ido extendiendo –y convenciendo- han jugado un primordial papel en el diseño de un nuevo orden mundial. La economía domina hoy –de nuevo- la política. Ya lo apuntó David Anisi al analizar la crisis del petróleo de 1973 y el comienzo del cuestionamiento de los estados del bienestar: era una lucha por los avances de la democracia frente a la lógica de los mercados. ¿Se trataría, pues siguiendo esta línea, del definitivo triunfo de las ideas neoliberales? La mundialización neoliberal –facilitada con las herramientas de las nuevas tecnologías- ha permitido la concentración de poder del capitalismo financiero y su dominio por encima de las economías nacionales. El cambio de un capitalismo productivo a un capitalismo especulativo, sin producción de bienes, sin crear ocupación, ha representado un cambio en las relaciones entre la economía y las instituciones y, esta vez, a nivel planetario. La economía mundializada de comienzos del siglo XXI –su lógica de un libre mercado de capitales- ha aumentado las dificultades de gobernanza y de cohesión social en todos los estados.
Mark Blyth, que ya escribió un libro sobre el papel de las ideas en los cambios institucionales y su influencia en la consolidación de los estados del bienestar, vuelve a plantearnos una reflexión con respecto, ahora, a las ideas neoliberales. Según Blyth, si analizamos la historia de las ideas, lo que importa en último término es aquello que se percibe como verdad, no la verdad misma. En este sentido, las ideologías solidas funcionan por la doble razón de que no solo son inmunes a los hechos empíricos, sino que las pruebas contrarias parecen servir en realidad para fortalecerlas.



La crisis económica
El ciclo neoliberal se ha caracterizado por una auténtica explosión de los mecanismos de crédito creados por el sector financiero como vía para adquirir mayores beneficios. Las grandes instituciones financieras, como el FMI sirven a tal fin, cooperando con los acreedores internacionales y facilitando el pago de las deudas contraídas por los estados a cambio de profundas reformas legislativas. Con la retórica neoliberal, y para los economistas que están hoy en los lugares decisorios, son necesarias medidas que permitan romper con las políticas keynesianas. El mal está en el nivel de endeudamiento que deben asumir los estados, y esa es la causa de todos los males en el funcionamiento de la economía. Siguiendo esta lógica, "los mercados" (es decir aquellos que dominan hoy el sistema financiero) obligan a drásticas medidas de contención del gasto público. Recortes que, hasta el momento, no producen más que empobrecer y empeorar las condiciones de vida de muchas personas y no han logrado potenciar de nuevo el crecimiento.
Frente a este enfoque dominante, han aparecido voces discordantes con potentes argumentos que plantean que, precisamente en estos momentos de recesión, los recortes del gasto público van a provocar todavía más recesión y debilitamiento de la economía. Entre estos autores sobresalen las aportaciones de voces reconocidas como las de Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Robert Skidelsky o Thomas Piketty, entre otras muchas.
Una crisis como la que estamos atravesando es algo más que una crisis económica, se trata de una crisis que derriba ideas y certezas intelectuales. Supone también una dinámica social concreta y real en la que se recomponen las relaciones sociales. El resultado del conflicto económico y social por la redistribución de los recursos existentes se traduce en que unos colectivos mejoran su situación y otros la empeoran haciendo evidentes las relaciones de dominación existentes en la sociedad. En este sentido, la actual crisis puede ser leída como un mecanismo de apropiación de recursos por parte de los poderes financieros. ¿Podría tratarse de una "segunda Gran Transformación" que vuelve el poder a los mercados? Si así fuera podría interpretarse que el "pago de la deuda" que deben afrontar los estados es para cambiar las reglas de juego y no tanto para financiar los préstamos.

El aumento de la desigualdad: un efecto inmediato de la crisis
Hay un conjunto de fenómenos que pueden medirse como consecuencia de la crisis, como la desprotección en el mercado laboral, la reducción de salarios, la aparición de nueva pobreza, la pérdida de empleo y/o de la vivienda en muchos casos. Comportando todos estos aspectos el incremento de la desigualdad y afectando de manera distinta a unos y otros colectivos, y con desigual dureza en cada uno de los países dependiendo de sus estructuras productivas y del desarrollo de sus mecanismos de protección.
De momento, hay evidencias sobre lo que ha sucedido en estos años de recesión o estancamiento relacionado con el incremento de la desigualdad. La brecha entre los que más tienen y las capas más bajas de la población ha crecido. El índice de GINI de diversos países muestra esta concentración de la riqueza en los que tienen las rentas más altas. Otra forma de medir el desigual reparto de la riqueza es el método de los deciles (o percentiles) que mide el porcentaje de riqueza que va a la población dividida en diez grupos o deciles. Un estudio de Piketty y Sanz sobre la distribución de la riqueza en Estados Unidos a lo largo del siglo XX, muestra cómo –entre el final de la gran recesión del 29 y el decenio del 73 cuando se produjo la crisis del petróleo,-fue el período de menor concentración de capital. (Como puede observarse en el muy comentado gráfico de estos autores que muestra en el eje de abscisas los distintos períodos y en el de ordenadas los porcentajes de riqueza del 10% de la población más rica respecto al total).

Gráfico 1: Evolución del porcentaje de riqueza del 10% más rico de la población estadounidense, sobre el total

Fuente: Piketty and Saez (2003) y actualizado en Atkinson, Piketty y Saez (2011)

Este gráfico muestra la concentración de renta en las clases altas estadounidenses. Como puede verse, el 10% de la población con rentas más altas sufrió un descenso durante la Gran Recesión, cuando sus ganancias en Wall Street decayeron temporalmente, pero la caída más importante se produce a partir de las nuevas políticas del New Deal iniciadas por el Presidente Rossevelt. La desigualdad se redujo de forma intensa entre 1940 y 1980. Las políticas keynesianas, el sometimiento de las finanzas a reglas y las políticas sociales de los estados del bienestar, propiciaron esta reducción. Esta tendencia se invirtió a partir de la "crisis del petróleo" y la aparición de las ideas neoliberales, hasta tal punto, que el 95% de los ingresos de la recuperación económica han ido a parar al 1% de la población más rica (y más del 60% al 0,1% de los que tienen los ingresos más altos). El profesor Krugman señala en un artículo, que una gran parte de esas rentas procede del sector financiero que el conjunto de contribuyentes tuvo que rescatar después de que su inminente quiebra amenazase con arrastrar en la caída a toda la economía. Si esto sucedió en los Estados Unidos americanos, podemos esperar que durante los años dorados de los estados del bienestar, la desigualdad se redujo todavía más en Europa.


Europa: ¿está el Modelo Social Europeo a merced de los mercados?
Las políticas económicas europeas han tenido el objetivo, durante muchos años, de propiciar el crecimiento económico mejorando la calidad de vida de las personas y disminuyendo la desigualdad de acceso a los recursos, eso es, crecimiento y cohesión social. La igualdad ha venido siendo una seña de identidad europea. Aún sin concretar o sin contextualizar la idea de "igualdad", ha sido un paradigma que ha venido funcionando en la lógica del modelo. Sin embargo, desde el estallido de la crisis, las políticas europeas no consiguen estabilizar el crecimiento y la desigualdad se ha venido incrementando, no solo en términos de renta sino también de acceso a los recursos en educación, sanidad o empleo. Para algunos analistas el Modelo Social Europeo se encontraría incluso en fase de demolición. Las instituciones de la UE parecen estar actuando en contra del modelo que propició su propia lógica. Sus reglas y políticas vienen potenciando la ampliación y la liberalización del mercado económico, afectando la cohesión social e incrementando los niveles de pobreza de una manera alarmante. Hoy, a partir de la Estrategia UE 2020, el objetivo central de la política comunitaria es la lucha contra los déficits públicos en cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, empujado por la necesidad de estabilizar la moneda única en una situación de graves diferencias estructurales.
Esta crisis está afectando, no solo al modelo de gobernanza europeo, sino también al proyecto de unión de los distintos países. La moneda única europea, el euro, acuñada y puesta en circulación en el año 2002 ha sufrido uno de los momentos más críticos. La Europa comunitaria es una Europa con dos velocidades o dos realidades. Hay graves desequilibrios entre las economías de unos y otros países, que se manifiestan en necesidades de financiación cada vez mayor por parte de los que presentan estructuras productivas más débiles. La unión monetaria europea no ha conllevado la disciplina presupuestaria que era necesaria y son hoy los mercados financieros quienes están imponiendo las directrices. La soberanía de los estados se ha visto recortada en función de su nivel de endeudamiento, es decir, de su dependencia del mercado financiero mundial. La "austeridad" es la idea que se ha extendido y con la que se diseñan hoy las políticas europeas.
Ahora bien, la austeridad es una idea peligrosa como ha puesto de relieve el profesor Mark Blyth. La austeridad es una especie de deflación voluntaria por la cual la economía entra en un proceso de ajuste basado en la reducción de los salarios, el descenso de los precios y un menor gasto público. Se trataría de un ajuste necesario por un excesivo gasto anterior, pero se trata de un excesivo gasto de unos pocos cuyas penalidades son ahora compartidas por el conjunto de la población. En palabras de Blyth, "fueron muy pocos los invitados a la fiesta, pero ahora se nos exige pagar la factura a todos (…) está bien que todo el mundo se apriete el cinturón, pero a condición de que todos llevemos los mismos pantalones" (pp. 49-50)
Las decisiones que adoptaron con anterioridad al año 2008 aquellos ciudadanos que se encontraban en la parte alta de la tabla impositiva, y que contaban con una gran capacidad de gasto y de inversión, han acabado generando un pasivo monumental cuya manifestación palpable ha tomado la forma de una crisis financiera y de un conjunto de instituciones que, además de haber adquirido un tamaño que no permite ni su hundimiento ni su rescate, han concebido la expectativa de que los paganos de la situación sean todas aquellas personas que se encuentran por debajo de ellos en la tabla de distribución de la renta. "Hemos gastado demasiado" dicen los que se hallan en la cima económica, desdeñando con notable despreocupación el hecho de que ese "dispendio" no ha sido sino el coste de tener que salvar sus activos con las arcas públicas.
Estos problemas, incluido el de la crisis del mercado de obligaciones, se inició en los bancos. El actual desbarajuste no se debe a una crisis de la deuda soberana provocada porque alguno haya incurrido en unos gastos excesivos, (salvo en el caso de los griegos, que sí lo hicieron según Blyth). En todos los demás países el problema son los bancos, cuya responsabilidad ha de ser asumida por los soberanos, especialmente de la eurozona. A lo largo de la década posterior a la introducción del euro, fueron muchos los grandes bancos de los principales países europeos que se dedicaron a comprar enormes volúmenes de deuda soberana periférica (la cual vale ahora muchísimo menos), apalancando después (es decir, reduciendo sus fondos propios e incrementando su deuda para obtener más beneficios). Como consecuencia, la disminución de la rentabilidad de sus activos en unos pocos puntos porcentuales podía sumirles en la insolvencia. Por consiguiente, los bancos europeos (al sumar el conjunto de sus pasivos) terminaron siendo "demasiado voluminosos para un rescate". Si uno de esos gigantescos bancos llegara a quebrar, tendría que ser rescatado por el estado que lo avala. Si el porcentaje de deuda de ese estado respecto su PIB es p.ej. del 40%, el rescate es posible. Si se encuentra en cambio cercano al 90% resulta prácticamente imposible que el estado asuma la carga de ese pasivo en sus balances sin que los intereses de su deuda se eleven a cifras astronómicas. Esta es la razón por la que la totalidad de Europa se haya visto en la necesidad de adoptar medidas de austeridad, puesto que los balances generales de todos y cada uno de los estados nacionales han de actuar al modo de otros tantos amortiguadores y encajar el impacto que afecta al sistema entero. (Tanto más contundentes cuanto más debilitado esté su sistema bancario). Es por ello que el profesor Blyth destaca que "esto es antes que nada una crisis bancaria y solo secundariamente una crisis de la deuda soberana". No hay duda alguna de que los mercados de deuda soberana se encuentran en crisis, sobre todo en Europa. Pero ese estado de cosas es el efecto, no la causa. "No ha habido ninguna orgía de gastos gubernamentales que justifique que nos hallemos ahora en este brete" (pp.39).
Por tanto, el incremento de la deuda pública es hoy consecuencia de la austeridad y no se ha producido por un despilfarro público anterior. La austeridad es hoy un problema político vinculado con la distribución de la renta al hacer caso omiso de las externalidades que genera y, en especial, del impacto que tiene sobre determinados colectivos sociales. En definitiva, una crisis bancaria estadounidense generada por la convicción de que determinadas entidades "eran demasiado grandes como para que el sistema se pudiera permitir su quiebra" se acaba convirtiendo en una crisis bancaria europea centrada en la eventualidad de que esa área económica viniera a tener "una extensión superior a toda posibilidad de rescate". La conmoción que ha provocado la crisis financiera ha terminado desequilibrando por completo tanto la creación de riqueza como su redistribución. Por ello, el impacto de la crisis afecta las políticas sociales en diversos grados según los países. En el siguiente apartado se presentan algunos de los últimos datos sobre su repercusión en España.


El caso de España
España es uno de los países europeos más afectados por la recesión económica. Como se ha señalado anteriormente, siguiendo a Blyth, a pesar de las voces que atacan el excesivo endeudamiento de los estados del sur de Europa, las actuales dificultades solo estarían relacionadas con un exceso de gasto público en uno de los cuatro países mediterráneos. Los estados del sur de Europa han tenido que acudir al rescate, abriendo enormes agujeros de deuda en sus presupuestos y generando un elevado déficit. Sin embargo, el origen de ello es distinto en cada uno de los países. Si bien en Grecia puede relacionarse con la hipertrofiada deuda de su sector público, en España la causa ha sido el excesivo grado de apalancamiento del sector privado, en Portugal e Italia a la falta de liquidez (y en Irlanda a la insolvencia de sus bancos). De alguna manera podría decirse que la crisis afecta a otros problemas que ya estaban allí. A pesar de ser tratados de manera uniforme, la situación de cada uno de los países del sur de Europa tiene sus matices y presenta diferencias importantes en cada uno de ellos. Ahora bien, sea cual sea el origen de las dificultades financieras de los estados sur europeos, bajo la lógica de los mercados los estados se han visto obligados a grandes recortes presupuestarios que han afectado a las partes más vulnerables de la sociedad. Todo ello, unido a la destrucción de ocupación por parte del sector privado, la reducción de salarios se traduce en el incremento de la pobreza y de la desigualdad social.
Varios estudios aportan información sobre lo que está sucediendo en España. En todos ellos puede constatarse el incremento de la desigualdad y de la precariedad social. La brecha se ha incrementado, básicamente, como consecuencia de tres fenómenos, la reducción de la actividad económica y del empleo, la disminución de los salarios y el menor papel compensador de las políticas sociales. El informe más reciente en el momento de redactar este epílogo, es el avance de datos de la encuesta 2013 de la Fundación FOESSA y editado por Cáritas Precariedad y cohesión social: 2014 Análisis y perspectivas.

(c.1) La actividad económica y el empleo
Entre el año 2000 y el 2007, se vivió en España una etapa de crecimiento económico superior al de la mayoría de los países europeos. Sin embargo, en este período de crecimiento no se redujeron las cifras de pobreza y exclusión. Todos los grupos sociales tuvieron la misma trayectoria, no hubo una mayor redistribución de la riqueza. Las Encuestas sobre Integración y Necesidades Sociales de la Fundación FOESSA (EINSFF), han venido demostrando que la pobreza y la exclusión social no son cosa de la crisis, ya antes los datos aportaban la singularidad de una sociedad muy marcada por la precariedad. Sin embargo los efectos de la crisis sí que se concentran en los grupos y trabajadores más vulnerables.
En la siguiente tabla podemos ver los principales indicadores que, recogiendo datos de las EPA, muestran el deterioro del empleo y su repercusión en los hogares españoles. Los datos permiten observar la situación alarmante que padecen más de la mitad de los jóvenes españoles con respecto a su incorporación en el mercado laboral. La tasa de 55,1% de paro juvenil dobla la de los países de la UE, que, en promedio, era a finales del 2013 del 22,9%. Ello es aún más grave si tenemos en cuenta que la población activa de este colectivo se ha reducido. Bien sea por desánimo, bien por el fenómeno migratorio, se han perdido más de un millón y medio de jóvenes activos desde la crisis.

Tabla 1. Evolución del mercado laboral entre 2007 y 2013

Empleo


2007

2008

2009

2010

2011

2012

2013

Tasa de actividad

59,1

60.1

59,8

60

59,9

59,8

59,4

Tasa de paro

8,6

13,9

18,8

20,3

22,8

26

26

Tasa de paro juvenil

18,8

29,2

39,1

42,8

48,6

55,1

55,1

% parados con más de un año buscando empleo

22,7

21,4

34,5

45,9

50

55

60,7

Tasa de paro del sustentador principal del hogar

6,5

11,2

15,8

16,6

19,1

21,4

21,6

Hogares con todos los activos en paro

2,7

4,9

7,1

7,7

9,1

10,5

10,5

Fuente: Fundación FOESSA (2014) Precariedad y cohesión social. pp.16

En los últimos meses, según datos de la Seguridad Social y el Instituto de Estadística, el número de afiliados a la Seguridad Social ha comenzado a crecer. Sin embargo, los contratos que más suben son los de baja calidad: los temporales y los de tiempo parcial. Los contratos fijos a jornada completa están perdiendo peso sobe el total. En mayo bajaron hasta el 49,7%, algo más de 6 millones de trabajadores (aunque este porcentaje fue similar también en la época de crecimiento debido al peso que tenía en aquel período el empleo temporal en el sector servicios y en la construcción, los dos pilares del crecimiento de la economía española). La modalidad de contratación en formación y/o en prácticas ha tenido un crecimiento interanual en el último período del 37%.

(c.2) Las rentas y salarios
La renta media de la población española es inferior a la que había en el año 2000, lo que muestra el grave efecto de la crisis económica particular en España. La renta por habitante se ha ido reduciendo de manera significativa desde el año 2007, perdiendo un 2,9 en 2010, un 3,4% en 2011 y un 3,8% en 2012 (tabla 2)



Tabla 2. Evolución de la desigualdad entre 2007 y 2013



Renta y desigualdad


2007

2008

2009

2010

2011

2012

Renta nacional disponible* por habitante en valor real

15.394


15.261

14.485

14.058

13.577

13.065

Índice de GINI


0.319

0.319

0.33

0.344

0.345

0.35

Percentil 80/percentil 20


5,5

5,7

6,4

7,2

7,1

7,2

*Renta neta a precios de mercado (datos Contabilidad Nacional)
Fuente: Fundación FOESSA (2014) Precariedad y cohesión social. pp.16

Uno de los factores que han ocasionado esta pérdida de renta nacional ha sido, de manera significativa, la reducción de las rentas procedentes de los salarios. El crecimiento de los salarios ha sido por debajo del 1% en 2013, e inferior al crecimiento de los precios desde 2011. La pérdida de la masa salarial es debida al proceso de ajuste debido a la crisis, con reducción también de salarios de los empleados públicos y pérdida de poder negociador de los convenios. Como puede observarse, si bien la renta nacional disponible por habitante se ha reducido, no ha afectado por igual a todos los colectivos. En la tabla 2 puede constatarse que la caída de la renta ha sido promovida por la caída de los salarios. La relación entre la renta que acumula el 20% más rico y la del 20% más pobre, ha crecido más del 30% desde el año 2007.



(c.3) Las políticas sociales
Finalmente, el tercer elemento que está influyendo en el aumento de la precariedad social en España es la reducción de las partidas destinadas a las políticas sociales, en especial, aquellas que corresponden con prestaciones para los más desfavorecidos.

Tabla 3. Evolución de las principales políticas de rentas entre 2007 y2013

Servicios sociales y derechos


2007

2008

2009

2010

2011

2012

2013

Tasa de cobertura prestaciones por desempleo

71,4

73,6

75,5

78,4

70,7


66

62,26

Beneficiarios titulares de rentas mínimas

103.071

224.257

156.858

192.633

223.940

217.358

-

Ejecuciones hipotecarias


25.943

58.686

93.319

93.636

77.854

91.622

-
Fuente: Fundación FOESSA (2014) Precariedad y cohesión social. pp.17

Como se observa en la Tabla 3, el número de beneficiarios de una Renta de Inserción se ha duplicado en los cinco últimos años, pasando de 103.000 familias en 2007 a las 217.000 en 2012. Según constata el informe de la Fundación FOESSA, los datos más recientes muestran un estancamiento que vendría dado por las dificultades de algunas CCAA para dar respuesta a las necesidades sociales de los ciudadanos de su territorio. Otro aspecto a destacar es la diferencia de las cuantías de estas ayudas. Mientras que en el País Vasco es de 638 euros mensuales, en la Comunidad Autónoma de Murcia no supera los 300 euros mensuales. En el último año del que se dispone de información, el 2012, el número de beneficiarios se redujo, rompiéndose la tendencia creciente que había presentado desde el comienzo de la crisis. Por los datos que se disponen, podemos asegurar que no se trata de la reducción del número de familias en situación de precariedad sino más bien a un desbordamiento de los programas por insuficiente dotación presupuestaria para hacer frente a la creciente demanda. Obsérvese también la caída de la tasa de cobertura por desempleo, pasando del 71% en el 2007 a sólo el 62% de los desempleados en el 2013. Otro problema importante y que afecta de manera significativa a muchas familias españolas es el problema de la vivienda y, en especial, los procesos de desahucio producidos por el impago de las hipotecas. En el año 2012 fueron más de 90.000 las ejecuciones hipotecarias que se produjeron, significando un aumento del 17% respecto al año anterior.
Otro importante impacto en este apartado proviene de la pérdida de protección de las personas con distintos grados de dependencia. La aplicación de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, aprobada en el año 2006, ha sufrido serio retroceso. En el año 2013, se reduce el número de beneficiarios y caen el número de personas reconocidas como grandes dependientes. Desde 2012 se intensificó la pérdida de cobertura debido, en gran medida, a la reducción de prestaciones por parte del gobierno central, al incremento de las aportaciones de los usuarios en el sistema de copago, a la no incorporación en el sistema hasta el año 2015 de las personas con un grado de dependencia menor, y a la finalización de la cotización social para las personas cuidadoras de sus familiares.
Con todo ello, la fractura social se ensancha un 45% en España. Según los datos aportados por FOESSA, la tasa de pobreza absoluta está alrededor del 23/24% y la tasa AROPE alrededor del 27/28%. Y ello a pesar de que el umbral de pobreza ha descendido por la reducción de los salarios en unos 1.000 euros (de 6.800€ a 5.800€). Otro fenómeno es el crecimiento del número de "trabajadores pobres", es decir, de aquellas personas que, aún siendo trabajadores, sus salarios están por debajo del umbral de pobreza. Esta "pobreza laboral" estaría hoy entre un 12% y un 13%.
El Índice Sintético de exclusión elaborado por FOESSA, muestra la tendencia al incremento de la fractura social en España. La exclusión moderada se habría duplicado y solo el 34% de la población no presenta ningún indicador de exclusión. Un 25% de la población estaría en situación de exclusión social y, alrededor de 5 millones de personas en situación de exclusión severa. El factor que más incide en la exclusión es el factor trabajo (el 84,7% padece exclusión por desempleo o precariedad); en segundo lugar, el factor de la vivienda (el 84,8%) y les sigue el factor salud (un 60,3% ya sea por hambre, por dificultad de pagar los medicamentos o de seguir tratamientos).

¿Puede modificarse la trayectoria?
Se viene discutiendo sobre cómo debería ser refundado el capitalismo. A mi entender, la reflexión debería ir algo más allá y ayudar a pensar sobre cómo podría ser refundada la vida democrática. Una vez más, entender el capitalismo no sólo como el fruto de unas determinadas relaciones económicas sino como un determinado modelo también político y social. Según Skidelsky, en esta crisis del capitalismo como sistema, ha habido varios tipos de fracasos que provienen del sistema económico y del sistema político, pero también de los ciudadanos. El primero fue institucional al transformarse los bancos en una especie de casinos. El segundo es de tipo intelectual ya que la economía dominante no fue capaz de modificar su creencia de que los mercados financieros no podían equivocarse. El tercero es más un fracaso de tipo moral, debido a que hemos venido construyendo un sistema sobre una deuda desorbitada, donde gobiernos y ciudadanos han venido valorando el crecimiento económico como un bien en sí mismo y no como un medio para conseguir una sociedad mejor.
¿Cómo volver a vincular la economía y la política? ¿Cuáles son los retos planteados para refundar nuestras sociedades? ¿Cómo avanzar hacia una nueva cohesión social? Estos retos tienen, al menos, tres dimensiones dentro de su complejidad: (1) Recuperar el sentido del crecimiento económico, (2) Recuperar la confianza en el quehacer político y (3) Recuperar el compromiso ciudadano. Destacados autores –economistas, politólogos o sociólogos- han escrito ponencias y artículos en revista y en la prensa diaria aportando reflexiones sobre algunos aspectos en este momento de incertidumbre por el que atravesamos. Con algunas de sus ideas creo que puede construirse una reflexión que sirva para evaluar los principales problemas de nuestras sociedades y alguna posible vía de solución.

(1) El crecimiento económico. Parece innegable que es bueno producir riqueza y a ello contribuye el crecimiento económico. Mas, eficiencia y equidad, eso es la prosperidad económica y la distribución de esa riqueza generada, son dos elementos inseparables. La cuestión económica debe ir inseparablemente conectada con la cuestión política. La economía es cultura, o sea, valores y creencias que guían nuestro comportamiento. Ello incluye la producción, el intercambio y la distribución de bienes y servicios. No hay economía independiente de lo que las personas hacemos, pensamos y sentimos y por eso hay cambios en las ideas y las prácticas sociales.
En la vida social, la colaboración es un poderoso motor de beneficios agregados y, por ello, resulta especialmente importante encontrar marcos que permitan reconducir los conflictos. En la distribución del poder se produce un juego de suma cero. Lo que uno gana está en relación con lo que otro pierde, y por tanto no puede haber una redistribución sin importantes tensiones. Sin embargo, en la vida económica es un juego de suma positiva. Su buen funcionamiento mejora la posición de todos los actores. A todos ha de interesar una buena organización económica y social. Suelen presentarse binomios antitéticos como el de competitividad-cohesión o eficiencia-equidad. Sin embargo, una sociedad tiene más progreso cuando habla –y practica- en mayor medida la cooperación y gestiona mejor el conflicto, tratando de hallar los elementos de complementariedad entre estos binomios. Mas, las cosas marchan mejor si todos están dispuestos a "arrimar el hombro", y para ello se han de dar las condiciones necesarias para que se produzca. Su posibilidad depende en buena medida de la sensación de equidad que se perciba, ya sea en el reparto de las cargas y sacrificios o en las eventuales mejoras que se deriven del esfuerzo de todos. Eso es: ver quien paga "los platos rotos" y quien "se beneficia" de los ajustes. No puede ser pedir una cultura del esfuerzo sin saber por qué y para quién.
Tal vez deban recuperarse los valores básicos del capitalismo primitivo, aquellos que le dan legitimidad social. Por una parte, la cultura del esfuerzo y del trabajo responsable, con un salario adecuado y una jubilación digna. Por otra, el principio fundamental de que, quien recibe los beneficios también ha de correr con las pérdidas. Otra vez más se trata de un compromiso entre los distintos actores sociales. Se reivindica una cultura del esfuerzo, pero cuando se están dedicando enormes cantidades de fondos públicos para salvar bancos y empresas, las reformas sociales, como las del mercado de trabajo y las pensiones, son vividas por muchos ciudadanos con resentimiento y percepción de injusticia, acentuando la pérdida de confianza en nuestros gobernantes.

(2) La confianza política. En segundo lugar está la función de la política y para ello es menester recuperar la confianza en los gobiernos. Unos mercados eficientes son un bien público primordial en las economías modernas. La paradoja está en que su eficiencia depende de la intervención de los gobiernos. Los poderes gubernamentales deben potenciar, garantizar y proteger. Y este es un requisito esencial para que la potencia de los mercados se traduzca en bienestar social. Combinar ambos tipos de mecanismos (mercado e intervención) es hoy tan necesario como difícil. No es tarea fácil hallar las políticas que reconduzcan el crecimiento económico y que sean ampliamente aceptadas por la población. Forma parte del arte, además de la ciencia, de las políticas públicas. Del arte de gobernar y del arte de transformar los valores de las sociedades. Para ello es necesario un liderazgo institucional y político capaz de promover los cambios necesarios para mejorar la eficiencia de nuestras instituciones. Un liderazgo capaz de persuadir y de coordinar las motivaciones de todos los actores sociales. Un liderazgo que marque el rumbo del cambio, que persuada y que restaure la esperanza en que entre todos los sectores seremos capaces de superar este contexto (negativo) por el que circulamos.
Lo que se necesita es la política con mayúsculas, la que mira a los ciudadanos y pone al mercado a su servicio y no al revés. Regular el mercado no es sustituirlo, sino enmarcarlo en su función correcta. Por eso es la hora de la política como gobierno de los intereses de los ciudadanos en el espacio que compartimos en todas sus dimensiones. Son necesarias políticas capaces de ordenar el sistema financiero y los flujos comerciales. Pero capaces también de diseñar medidas que permitan fortalecer la cohesión social en todos sus distintos aspectos y recuperar la confianza en el gobierno de lo público. Ello a nivel nacional y global. La crisis nace de la carencia de gobernanza global adecuada, y es interés de todos reformar el funcionamiento del sistema, pero la crisis ha repercutido también en las gobernanzas nacionales. En un contexto de falta de confianza en los directivos institucionales y políticos parece necesaria una labor de pedagogía que permita refundar la vida social, la vida democrática. Y para ello, es necesaria la regulación del Estado, el control público de las finanzas y, muy en especial, de los comportamientos especulativos. Deben producirse cambios en el sistema financiero. Recuperar un control político sobre la economía, tanto a nivel de los estados nacionales como a nivel mundial. Para lo primero tengamos tal vez mecanismos más a mano basados en las elecciones de gobiernos responsables. Para lo segundo, tal vez deba crearse un mecanismo mundial capaz de dirigir o coordinar los intercambios financieros internacionales. (Una adaptación de la reivindicada Tasa Tobin para los movimientos de capitales a nivel transnacional).
La ciudadanía europea ha expresado un deseo de cambio en la política comunitaria. En el momento de redactar este Epílogo se acaban de celebrar unas elecciones europeas (2014) cuyos resultados son una muestra del malestar de los ciudadanos europeos con sus políticos. Entran en el parlamento europeo nuevos partidos que recogen posturas muy diversas que van desde los euroescépticos –en diversos grados y matices- hasta planteamientos radicales de derecha y de izquierda, que rompen con el bipartidismo y que debería hacer cambiar el rumbo de las políticas y directrices europeas de los últimos años.

(3) La ciudadanía. El tercer elemento está relacionado con el compromiso ciudadano. Su recuperación pasa por el fortalecimiento del compromiso social y uno de los mecanismos para ello es el de la fraternidad. Junto a la necesidad de la política en la economía, se plantea la necesidad de innovar en la política social. De buscar la eficiencia de las políticas sociales, y no sólo su eficiencia económica sino también su eficiencia social y aquí entra el cambio de valores de la ciudadanía. En los últimos decenios, y antes de los últimos acontecimientos, el Bienestar Social se ha venido convirtiendo en un campo fundamental para la innovación de las políticas públicas como consecuencia de las transformaciones y dificultades gubernamentales. Los programas tradicionales de los estados protectores, han demostrado ser –algunas veces- ineficaces frente al rápido crecimiento de nuevos riesgos y vulnerabilidades, obligando a replantear y a abrir el camino para una innovación política y social.
Como se analiza en las páginas de este libro, en el campo de la protección social, ha aparecido un nuevo escenario: muchas de las actividades del bienestar están siendo desarrolladas por entidades civiles –eso es privadas- en lugar de ser ejecutadas directamente por centros que pertenecen a la administración pública. Se ha iniciado la gestión privada de determinados servicios públicos, creando un nuevo sector socioeconómico: el Tercer Sector de Acción Social. Este fenómeno abre la posibilidad de repensar también la estructura protectora de los estados. ¿Quedan afectados los derechos sociales? ¿Quedan modificadas las responsabilidades públicas? Parece un momento de gran oportunidad para redefinir los espacios públicos y privados y una ocasión para fortalecer los lazos de compromiso entre los ciudadanos. Pero ello debe hacerse con las suficientes garantías de que no retrocedan los derechos. No debe pasarse de la cobertura de unos derechos a la recepción de unas ayudas. Y por ello las administraciones públicas deben redefinir también aquí su función. Tomar más un papel de coordinación, de procurador de recursos y de garantía de los derechos, que de proveedor directo de los servicios.
La creación de un nuevo modelo relacional entre el tercer sector y las administraciones públicas debe estructurar un nuevo sector público del bienestar social. Entendiendo público en el sentido de compromiso y acción de todos y para la colectividad. También en esta dimensión aparece el tema de la imprescindible confianza social. La transparencia debe ser un hito tanto para las entidades como para las administraciones. La ciudadanía debe asumir y ejercer la responsabilidad colectiva. La deliberación, el compromiso y la participación puede ser un objetivo de transformación de nuestros países tan socialmente debilitados que pueden encontrar, precisamente en esta situación de confusión, el espacio y la oportunidad para la innovación social. Otro aspecto relacionado con la participación ciudadana tiene que ver con el activismo y las responsabilidades públicas. Los movimientos surgidos en estos últimos años dan fe de la toma de conciencia de muchas personas que se han implicado en luchas contra los desahucios o en las propuestas de nuevas maneras de hacer política. Es de esperar que estos movimientos sean capaces de atraer cada vez a un número mayor de ciudadanos y que vayan madurando sus organizaciones.
En definitiva, y a modo de cierre, estamos atravesando un momento de turbulencias estructurales. Para unos se trata de una crisis económica, para otros de una crisis financiera y, aún para alguno más, mas bien debería hablarse de una crisis de nuestra sociedad. ¿Pueden tan diversas opiniones converger en sus análisis? No es tarea fácil ya que cada cual suele hablar desde su propia perspectiva académica, cuando no, incluso a veces circunscrito a un determinado enfoque teórico. Además, la mayoría de los debates han girado en torno a la economía y la corriente principal de la ciencia económica, la teoría neoclásica, por su propia naturaleza es incapaz de aportar más claridad. Los supuestos en los que basa sus modelos y teorías que tanta cientificidad le han conferido, impiden precisamente captar la dimensión del fenómeno: "si dejamos actuar a los mercados, su lógica va a conducir a reparar los desajustes que se han venido produciendo". Pero, ¿Qué son los mercados? ¿Se trata de algo mágico que actúa con finalidad propia y con un objetivo específico?
Los mercados no son el resultado de acciones entre iguales. En toda acción humana –y por tanto también en toda relación económica- existe una distribución desigual del poder. Las transacciones económicas son relaciones que se dan en un determinado contexto social, caracterizado por la asimetría en el reparto del poder ya sea entre personas, entre instituciones o entre países. Los mercados están gobernados y responden a los intereses de aquellos que tienen poder. El problema es que no se trata de un gobierno político –de la polis, de todos o para todos- sino más bien se hallan conducidos por la lógica de la acumulación de capital que, aunque la necesite, nada sabe de la sociedad.
La economía está incrustada –embededdness- en las relaciones sociales. No puede estudiarse ignorando el contexto social en el que se produce. Desde esta perspectiva, y como ha quedado expresado, el capitalismo es más que la lógica de acumulación de capital bajo el mecanismo de los mercados, y para analizar el momento actual debe comprenderse la lógica de su evolución interna. Capitalismo y liberalismo van de la mano. Las libertades formales han sido necesarias para que los recursos –también los humanos- estuvieran disponibles donde, cuando y como la producción lo requería. Hasta ahora, sociedad liberal y libre mercado o capitalismo es un binomio inseparable. La democracia liberal es consecuencia del capitalismo, o viceversa. Pero los progresos hacia una mayor democracia parecen poner en entredicho la capacidad del capitalismo para asumirlos. El desempleo masivo, el cambio en las formas de producción y de consumo, el dualismo social cada vez más acentuado, las dificultades de las políticas sociales y una creencia generalizada en la falta de alternativas es el triunfo de la idea "de lo inevitable".
Por todo ello, hoy es más necesario que nunca la intervención política para mantener los objetivos de cohesión de nuestras sociedades en un mundo o un capitalismo dislocado fruto de la ingeniería financiera de los mercados de capitales actuando sin control por parte de las instituciones políticas. Pero, esta cohesión social aparece como un reto con una nueva dimensión. Ya no se trata, solo, de fortalecer los lazos societarios con las capas más bajas de la estructura social. De integrar a los menos favorecidos. A mi entender, la cohesión social de hoy, depende también, y en gran medida, de cómo se responsabilizan con la sociedad aquellos que más tienen, de cómo se integran en el compromiso estas nuevas élites económicas que han venido dominando nuestro mundo. Es decir, tenemos responsabilidad con los más débiles de la sociedad, pero, conjuntamente también tenemos responsabilidades sobre las acciones de los poderosos, aunque no sepamos como incidir en ello. En estos momentos de incertidumbres aparece como un hito de gran importancia la consecución de una nueva cohesión social –de gran alcance- que no se podrá conseguir sin el establecimiento de un nuevo compromiso entre capital y trabajo, un nuevo quehacer de la gestión política y un compromiso ciudadano con el bien común.



Mayo 2014

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