Aptonimia femenina y escritura en Don Quijote de la Mancha

July 25, 2017 | Autor: Rodrigo Figueroa | Categoría: Lacanian theory, Cervantes, Feminist Literary Theory and Gender Studies, Don Quijote
Share Embed


Descripción

1   Aptonimia Femenina y Escritura en Don Quijote de la Mancha1 El presente trabajo analizará la aptonimia de los personajes femeninos en función de los roles que juegan dentro de los principales suplementos de la novela. Considerando que “le supplément […] a […] le pouvoir de procurer une présence absente à travers son image” (Derrida 223), se buscará cuál es la imagen ausente que los personajes femeninos portan en su (ausencia de) aptonimia en los suplementos a través de la teoría de los noms-du-père de Jacques Lacan; esto permitirá dilucidar no al personaje, sino la escritura misma como proceso teleológico.

1. El problema de la escritura. Michel Foucault comenta sobre don Quijote: “[l’exploit] consiste non pas à troimpher réellement – c’est pourquoi la victoire n’importe pas au fond –, mais à transformer la réalité en signe” (61). Esta transformación de la que habla Foucault es realmente una escritura. Don Quijote debe metamorfosear lo que ve en su realidad para convertirla en un signo: “Don Quichotte doit être fidèle à ce libre qu’il est réellement devenu; il a à le proteger des erreurs, des contrefaçons, des suites apocryphes” (Foucault 62). Esto requiere un proceso de lectura de los libros de caballería y de escritura de su vida como libro de caballería. Por ello el constante cotejo entre sus acciones y las de los grandes caballeros andantes (de los que solamente ha leído). Hay, empero, la historia de un caballero que él no ha leído: “mais ce libre [ce qu’il est devenu], Don Quichotte lui-même ne l’a pas lu, et n’a pas à le lire, puisqu’il l’est en chair et en os” (Foucault 62) y podríamos agregar que él es ese libro en tinta y letra (más que en carne y hueso). Don Quijote es, entonces, un escritor de su propia vida. El personaje desde I.2 tiene consciencia de que habrá un “sabio” que escribirá sus hechos (Cervantes, I 80). El tema se                                                                                                                 1

Para citar este trabajo: Figueroa Obregón, Rodrigo. “Aptonimia femenina y escritura en Don Quijote de la Mancha”. American Association of Teachers of Spanish and Portuguese. Denver, CO. 19 July 15. Conference Presentation.

2   repite a modo de un guiño hacia el lector a lo largo de toda la primera parte y en la segunda don Quijote se dará cuenta que, en efecto, él ya es literatura, aunque en una versión apócrifa de Avellaneda, por lo cual debe con mucho mayor ahínco escribir su propia historia, que el lector tiene en sus manos, lo cual resulta en un nuevo guiño de parte tanto del personaje como del autor. Hay, sin embargo, dos escrituras encontradas: “se puede leer así la novela como una competencia constante entre dos constructores de personajes, Cervantes y Don Quijote” (Maspoch-Bueno 145). Cervantes nombra a Don Quijote como Alfonso Quijano y él se renombra a sí mismo don Quijote de la Mancha; llama a Dulcinea Aldonza Lorenzo y el caballero le cambia el nombre. Cervantes es un “autor prometedor” para el cura en I.6, pero es un encantador para don Quijote por darle una realidad que no es la de sus libros. Irónicamente, don Quijote cree que fue Frestón quien le robó sus libros y por ello se dedica a escribir la historia más grande de la caballería andante y revivir su ejercicio. Esta diferencia entre la nominación autorial y la del personaje tiene sus vericuetos críticos. Como se comentó anteriormente, hay un intersticio entre el nombre y el objeto nombrado; es ahí donde las problemáticas del autor y el personaje se encontrarán y darán forma a la novela; serán ellas germen de las escrituras que paralelamente va leyendo el lector, cuyo resquicio debe salvar para que las escrituras delirantes de la novela tengan sentido.

2. Onomástica femenina y aptonimia. El personaje femenino más importante de El Quijote comienza llamándose Aldonza Lorenzo; después el hidalgo la nombra Dulcinea. Tanto Albaigès (108) como García (143) concuerdan en que Aldonza deriva del prefijo árabe al y donza (Al-donça), nombre que significaría la dulce y de ahí la transición lógica a Dulcinea. El cambio de nombre no tendría mucho sentido si se hace caso omiso del apellido: Lorenzo. Éste es la hispanización del latín

3   laurentius, coronado de laurel. Tanto Albaigès (108) como García (143) insisten en que la terminación –nea del nombre fue una imitación de la literatura pastoril y de la Melibea de Fernando de Rojas. Sin embargo, puede encontrársele una raíz griega: πνευµα/πνεειν. Al ponerse como prefijo, resulta en –nea (como en apnea) y así, Dulcinea, sería la generadora de todo lo Dulce; sin embargo, no puede dejarse de notar la insustancialidad del πνευµα. Como verbo, es generador y sustento de la salud, según la medicina de Anaxímenes, y tiene la posibilidad de afectar la salud mental, según Erasístrato. El toponímico reafirma esta idea, pues la toba es una piedra caliza, porosa y ligera. De este modo, Aldonza pasa de ser la dulzura aldeana entronada a convertirse en la dulzura etérea e insustancial. “A mengua de moza, buena es Aldonza” (Reyre 736), reza un dicho popular de la época y Reyre (736) enfatiza la carga sexual que tenía el nombre y de la cual se desprende el Quijote cuando renombra a su amada. El nombre es ciertamente adecuado para una supuesta dama, pero rechaza toda la sexualidad que el primer nombre conllevaba. Hace de aire a un ser que no conoce más que en sueños (para los estoicos, el πνευµα era el elemento constituyente de la ψυχη). Dulcinea se vuelve una mujer etérea que está exclusivamente en los pensamientos de don Quijote, como enfatiza la traducción de Grossman (Charron 25). En el primero suplemento, el de Marcela y Grisóstomo, vemos una dicotomía evidente. Grisóstomo viene de las palabras griegas χρυσος y στοµα; significa literalmente boca de oro. El personaje se convierte en un pastor (como posteriormente hubo querido don Quijote) y canta a Marcela. El nombre tiene perfecta correlación con la actividad del personaje. Por otro lado, Marcela es el femenino de Marcelo, que proviene de malleus y Mars (García 57). No solamente es un nombre originalmente masculino, sino que el nombre de Marcela se asocia con el martillo y el dios Marte (cuyo símbolo es precisamente el mismo del género masculino). El nombre también tiene una relación directa con las acciones del personaje, pues es una mujer que combate fieramente a sus pretendientes y sus palabras y

4   fortaleza son implacables. Sin embargo, es importante notar que los roles de género han sido invertidos a nivel simbólico: la característica que se asocia con Grisóstomo es su meliflua boca, símbolo femenino, capaz de ser penetrado; mientras que a Marcela se le adjudica no solamente la fuerza y la acción del martillo, sino la beligerancia de Marte y el símbolo mismo de la masculinidad. En los casos de Cardenio y Dorotea encontramos una inversión singular. Cardenio puede derivarse de cardo o de gardenia; puede asimismo ser una combinación de ambas, pues las espinas de una no contradicen el carácter floral de ambas palabras. Dorotea es la unión de los vocablos griegos δορον y θεος, que es la feminización del nombre masculino Teodoro (García 74-75), pero nos detendremos en este vocablo cuando tratemos a Altisidora, por la cercanía semántica de ambos nombres. Camila es también un nombre de origen masculino (García 149-150). El camillus era un niño noble que servía en los rituales romanos y atendía el altar. Camila asiste al juego entre dos hombres por su honor, que puede ser por la confirmación de una superioridad masculina. A modo de ritual religioso, debe haber un cordero pascual que catalice los pecados, que atienda el altar, que termine por ser la víctima sobre el altar (en un monasterio). La mujer en este suplemento cumple un rol masculino, el rol de Cristo; no funge como esposa ni como amante en el más estricto sentido de las palabras, pues ni Anselmo ni Lotario la toman como tal, sino como parte de una treta. Camila no es una vestal, sino un Cristo. Zoraida es otro caso en el que un personaje se cambia el nombre a sí mismo. Albaigès (109) comenta que el nombre significa graciosa, pero García (97) apunta otro significado que tendría mayor relevancia en El capitán cautivo: cautivadora. Vemos a Ruy (imposible evitar la referencia al Cid) actuar irracionalmente frente a este personaje y bajo sus órdenes. Al lector no le queda del todo claro cuáles son los motivos que mueven al capitán Ruy a “liberar” a Zoraida. ¿No debería acaso llamarse la novela El capitán liberto? No es el caso si

5   es que el capitán ha sido cautivado por Zoraida y la novela es la historia de su cautiverio bajo esta mujer. Por otro lado, ella dice que le habló Lela Marién y no Dios o Jesús. Culturalmente, una mujer musulmana podría relacionarse mejor con la idea de Dios, en teoría asexuada y monoteísta como la de Alá, pero se identifica con una figura femenina, considerada herética aun en varias vertientes cristianas. La cautivadora se acoge bajo el nuevo nombre de la Virgen, no el del Padre que dice: “¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra!” (Gén. 1:28). La Virgen será su signo, el que la determine: Ogni nome, in quanto collegato con una caratteristica del personaggio ed espressione della sua natura più vera nell’ambito della finzione, diviene il mezzo di una creazione autentica, strumento d’invenzione o di scoperta” (Petrone 70). De este modo, Zoraida hace de la virginidad su característica autoimpuesta y de Ruy (el último rey godo) su cautivo. Por lo anterior se explica que el capitán diga en I.41: “sirviéndola yo hasta agora de padre y escudero, y no de esposo” (Cervantes, I 513). El verbo servir no parece del todo arbitrario o retórico en este caso y llama la atención que aclare que no la sirve como esposo; es un rey que sirve a una virgen (la caída del rey Ruy). Leandra lleva la masculinidad en el nombre mismo: λειος = dulce; ανδρος = hombre (género masculino). El simbolismo del nombre Vicente de la Rosa es sumamente claro, pero es importante reparar en que Leandra no actúa como mujer prudente y recatada: “primero que alguno de sus muchos pretendientes cayesen en la cuenta de su deseo, ya ella le tenía cumplido, habiendo dejado la casa de su querido y amado padre” (Cervantes, I 593). No es gratuito que la paráfrasis que utiliza el narrador para decir que Leandra y Vicente mantuvieron relaciones sexuales tenga como sujeto a la propia Leandra y no sea una construcción pasiva. Por el contrario, Leandra cumplió activamente su deseo, sin el permiso de nadie. Es, en este sentido, un personaje opuesto a Marcela (el primer suplemento frente al

6   último) y una variante de Zoraida, quien hace caso omiso de la ley y el hogar paternos, pero permanece virgen a pesar de la posibilidad de no hacerlo. De la santa que lleva el nombre de Quiteria, la esposa de Basilio, se nos dice: “comme Quitterie, nombre de jeunes filles ont préféré sacrifier leur vie plutôt que perdre leur foi et leur virginité consacrée à Dieu, Amour suprême”2. Regresamos nuevamente al tema de la virginidad, ahora enfrentada al hombre terrenal, Camacho, pues ella ama al Rey = Βασιλειος. Tres días pasan don Quijote, Sancho y el licenciado que los acompaña en la casa de la pareja recién casada, “donde fueron regalados y servidos como cuerpos de rey” (Cervantes, II 205). Justamente a Basilio le dice don Quijote que él nunca se ha casado y nunca piensa hacerlo. Resulta interesante que una pareja de recién casados dedique tres días a agasajar invitados, especialmente tras las muestras de pasión amorosa de la boda. La pasión se entibia inmediatamente y durante tres días (o más) el matrimonio no se consuma. Parecería que súbitamente Basilio dejó de ser el Rey incorpóreo para volverse otro Ca-macho, con toda su carga de masculinidad real. Doña Rodríguez resulta de sumo interés por dos razones principales: la primera es su nombre y la segunda es que el Quijote tema tanto que ella desee tener relaciones sexuales con él cuando lo visita en su alcoba. El patronímico ciertamente la asocia con el nombre del capitán cautivo y con el mismo personaje histórico que a él. Sin embargo, ella tiene el título de dueña < domina. Recordemos que don Quijote se agrega el título don (dominus) sin ningún derecho. Sancho parece ser el que mayor reparos pone en el título de la dueña, en su condición de señora. Don Quijote parece no temer a Maritornes cuando entra en su habitación en la venta, pero se aterra frente a doña Rodríguez. ¿Qué tiene ella que no tenga el Quijote? Un título merecido y una hija. La relación entre estos dos elementos (y el nombre) se

                                                                                                                2

“Sainte Quitterie”. Conférence des Évêques de France. Nominis, n.d. Web. 4 mayo 2014

7   explorará más adelante; baste por ahora mencionarlos. Cuando está a solas con ella en la habitación vienen “las fantasmas” (Cervantes, II 403): Sintió la pobre dueña que la asían de la garganta con dos manos, tan fuertemente, que no la dejaban gañir, y que otra persona, con mucha presteza, sin hablar palabra, le alzaba las faldas, y con una, al parecer, chinela, le comenzó a dar tantos azotes, que era una compasión. (Cervantes, II 403) Ella le habló ya sobre su hija (y su fecundidad, por lo tanto) y sobre lo que sucede bajo las faldas de la Duquesa. Y súbitamente entran dos figuras; una la prende del cuello y no la deja respirar (mucho menos hablar) y la otra la golpea bajo la falda con una chinela. Cabe recalcar que hay cierta desproporción entre los azotes que de tan duros causan compasión y la chinela. Sin embargo, don Quijote no hace nada y sólo observa aterrado cómo esta domina hija de Ruy es acallada y vapuleada con una chancleta para luego ser él mismo pellizcado. No puede evitarse notar cuán infantil resulta la escena: pellizcos y golpes con chancletas bajo las faldas después de una conversación que ha rondado más o menos el tema de la sexualidad.

3. Tópicos de la onomástica femenina. Según hemos visto, hay ciertas recurrencias semánticas en los nombres de los personajes femeninos. La aptonimia generalmente es negativa, pues no se puede asociar los nombres con el ideal caballeresco de la dama. Dulcinea ciertamente es la mujer etérea, despojada de toda corporeidad y sexualidad. Pero el resto de las mujeres parecen bien corpóreas, aunque su nombre nos dice que su naturaleza no es del todo femenina. Aldonza Lorenzo tiene un apellido que puede ser también un nombre masculino. Los nombres se van tejiendo en una dirección: [Don Quichotte] est fait de mots entrecroisés; c’est de l’écriture errant dans le monde parmi la ressemblance des choses. Pas tout à fait cependant: car en sa

8   réalité de pauvre hidalgo, il ne peut devenir le chevalier qu’en écoutant de loin l’epopée séculaire qui formule la Loi. Le livre est moins son existance que son devoir. (Foucault 60) Estas palabras entrecruzadas, según se comentaba, van haciendo un tejido que forma a don Quijote, pero eso implica que ciertos elementos queden fuera de él. De aquí surgen dos cuestiones fundamentales: el nombre femenino de naturaleza masculina, como ya vimos, y los Nombres-del-Padre, como los propone Jacques Lacan, pues don Quijote tiene que enfrentarse a la Ley; en ese sentido es fundamental lo que dice Foucault: “le livre est moins son existance que son devoir”.

4. Los Nombres-del-padre y la Ley. Según vimos, para don Quijote, el libro es un deber; habría que recalcar que no solamente seguirlo, sino hacerlo. Foucault menciona elementos de vital importancia: el deber, la Ley y el libro (en tanto que escritura). La Ley es dada a través de la Biblia (los libros) y es interpretada por los profetas y los padres de la Iglesia (Lacan, Noms 90-98). Recordemos que según la tradición judía, Dios tiene varios nombres (la Torá entera es uno de ellos) y Elohim (‫ )אלהים‬es de hecho el plural de El (‫)אל‬. De ahí que Lacan en Des noms-du-père haya corregido su idea primaria del nombre del padre para llevarla más hacia un discurso que se genera entorno al padre y cómo éste encarna el discurso que es la Ley. Lacan (Seminar I 198) apunta que: “the most primitive forms of the law come[…] down to this essential point – this is Freudian theory at its purest – which is the Oedipus complex”. Si bien esto parece ser cierto, la lectura que se suele hacer de la estructura edípica tiende a enfatizar el deseo de una relación sexual con la madre y a hacer a un lado la fuente de ese deseo: el deseo de regresar la vida, de procrear con la madre. La prohibición de esa procreación (que evidentemente debe realizarse a través de la cópula) es la Ley: Lacan pone

9   como opuestos el deseo de la madre y el Nombre-del-Padre (Écrits 200). A través de la asimilación de la culminación del deseo con la prohibición, llegamos a la siguiente conclusión: “l’orgasme représente exactement la même fonction que l’angoisse, quant au sujet. […] L’orgasme est en lui-même angoisse” (Lacan, Noms 80). El orgasmo es angustia por la relación directa con el primer objeto de deseo orgásmico: la madre. Y si seguimos lo que Freud propone en Totem y tabú (15-16), cualquier mujer puede ser la madre o la hermana; así, la angustia se extiende a cualquier mujer y la posibilidad de alcanzar un orgasmo con ella. En la psicosis, el tabú alcanza a toda mujer, no solamente en el plano vertical del tótem, sino también en el horizontal. Madre y padre forman un signo, siendo ella el significado y él el significante. Lacan comenta que: We should concern ourselves with the way in which the mother accomodates herself to the person of the father, […] with the way she takes his speech, the word (mot), let us say, of his authority, in other words, of the place that she reserves for the Name-of-the-Father in the promulgation of the law. (Écrits 218) La cuestión es de suma importancia para El Quijote: ¿dónde está la voz femenina? Si los personajes femeninos son inversiones de la ley masculina, ¿cómo se ha de procrear? Ciertamente Dulcinea, el personaje etéreo que ha sido nominalmente desposeído de toda corporeidad, parece causar tanta angustia en términos sexuales que no aparece en la novela. La dueña Rodríguez corre la misma suerte, pues una domina hace que don Quijote caiga en el ridículo de envolverse entre sus sábanas y reciba el castigo de “las fantasmas”. Debemos recalcar que El Quijote tiene varios padres. Hemos de hablar precisamente en términos de los noms-du-père. Cervantes, el supuesto Dios, dice en el Prólogo: “yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote” (I 50). En este mismo Prólogo pide:

10   “lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres” (I 51). No se sabe si el hijo es el libro o el Quijote, pero la paternidad implica ciertos problemas: el Dios es varios Dioses (el escritor histórico, la voz narradora, el prologuista: así Migu-el (‫)אל‬, con el nombre de Dios a cuestas, se convierte en una especie de Elohim, con un plural más bien confuso que lo vuelve padrastro que requiere pedir disculpas por las faltas de su hijo [como la falta de Adán]). Otro padre es Cide Hamete (‫ = ﺃأﺡحﻡمﺩد‬el que agradece a Dios), cuyo status de señor lo emparenta con el Señor. El traductor morisco tiene la función de profeta (traducir las palabras del Señor) y participa de los nombres-del-padre. Todas estas voces son padres de don Quijote. Todas ellas concuerdan en que la realidad es una: don Quijote se llama Alonso Quijano y es un hidalgo, soltero. Sin embargo, no hay voces femeninas o, al menos, parecen todas ellas haber engullido el discurso masculino y no ser más que un desdoblamiento de éste. Los nombres de las mujeres aluden a cualidades masculinas o son masculinizaciones. Un caso peculiar es el de Altisidora, por lo cual se lo ha separado del resto. Lauer (433-435) apunta varias posibilidades etimológicas del nombre de Altisidora. Ciertamente, parece que es un “don del Altísimo”, como propone Sullivan. Sin embargo, hay que considerar el proceso por el cual pasa don Quijote: se da cuenta que Altisidora es un ser desdoblado y puede ver así su propio desdoblamiento: “no Altisidora sino la tierna pulcela que ocupa su puesto logra inadvertidamente un tipo de transferencia en don Quijote” (Lauer 439). El proceso es complejo, pero a partir de ese momento es que don Quijote recupera su nombre. Vuelve al discurso de la Ley, pues se hace llamar “el Bueno”. En Dulcinea el Quijote no logró reconocer a la campesina, pero en Altisidora sí reconoce a la joven a la que casi cuadriplica la edad. Regresa el discurso femenino a modo de una negación autoimpuesta y Alonso Quijano se convierte en el Bueno, el que sigue y vive bajo la Ley. Al igual que su padrastro en el Prólogo, Alonso Quijano pide perdón a un

11   confesor antes de morir (lo que no hubiera podido hacer en una aventura de la andante caballería) y “dio su espíritu” (Cervantes, II 591); la pasividad de su muerte, en la que entrega el espíritu (¿a cuál de los Elohim? ¿Al conjunto de los nombres-del-padre?) resalta tanto como el epitafio que le dedicó Sansón Carrasco (el único que consigna el narrador): “[…] que se advierte / que la muerte no triunfó / de su vida con su muerte” (Cervantes, II 592). La anfibología de la palabra muerte, así como la epanalepsis, no son gratuitas en este epitafio escogido por el narrador.

5. Escritura y pro-creación. Se ha dicho ya que el orgasmo es angustia, pues la prohibición materna (sobre todo en un discurso dominado por el Padre como en el Quijote) se extiende a cualquier mujer. Imposibilitado frente a la reproducción carnal (que es una de las funciones de la estructura edípica), don Quijote busca otra manera de extenderse más allá de su propia muerte, de procrear y re-crearse: “hay una identificación del personaje y el libro, que lleva su nombre, donde se subraya la supuesta carencia del libro a través de un llamado de atención sobre la carencia del personaje” (Janin 439). Hay una forclusión del discurso femenino, pues ha sido incorporado al masculino: Marcela es una pastora bellísima, pero es Marte también: “dans l’angoisse, vous ai-je dit, le sujet est affecté par le désir de l’Autre” (Lacan, Noms 70). La angustia vital de El Quijote no se da en el vacío, sino en el Otro, en la mujer que no está ahí y que solamente puede reconocer en sí misma y en su reflejo a través de Altisidora (Lauer 439440). La angustia no desaparece con la identificación y la confrontación con Altisidora; sin embargo, el personaje puede morir porque ya se reprodujo. Como bien lo apunta Foucault, el Quijote hace que se cumpla la Ley: no tiene relaciones sexuales con ninguna mujer, pero produce un libro al que le cede su nombre. De hecho, en un peculiar juego entre ficción y

12   realidad, “los agravios que pensaba deshacer, entuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer” (Cervantes, I 79) se pueden reducir a la Segunda Parte, en donde hace todo eso con la versión de Avellaneda. Su existencia es la creación de una Primera Parte y la Segunda Parte que resulta de la corrección de la novela de Avellaneda. No debemos pasar por alto que la expresión “entuertos” tenía en la época una aplicación médica: eran los dolores que le aparecían a las mujeres tras el parto por supuestas torsiones uterinas. La carencia que apunta Janin se corregiría entonces en la Segunda Parte, donde el Quijote defiende su producto, la Primera Parte: “don Quijote quiere imponer su autoridad en el mundo, realizar su proyecto, investir la realidad de los contenidos de su plan de autor para luego reivindicar su autoría” (Martín 1016). Las voces de los nombres-delpadre y la de El Quijote chocan y se repelen, pero al final éste acepta las de aquéllos porque precisamente el choque ha creado un producto que desfizo entuertos y le permitió reproducirse. Es una escritura psicótica, donde las voces se mezclan y la realidad a la que se enfrenta el Quijote es tan desaforada como la que le presentan las distintas voces al lector. ¿A quién creerle entre todos los padres? Lacan dice algo sumamente relevante: “la voix de l’Autre doit être considérée comme un objet essentiel. […] En effet, si la voix est le produit, l’objet chu de l’organe de la parole, l’Autre est le lieu où ça parle” (Noms 84). En Don Quijote de la Mancha no hay órgano fonador, pero el libro es donde “ça parle”, pues no deja de ser una voz intimidante, innombrable, un genérico ça desconocido, una especie de mysterium tremendum, de haShem (‫ )השם‬que no revela nunca el Nombre, sino que crea una mise-en-abîme que se agota en sí misma, como las dos partes de la novela. De este modo, el libro, la escritura, es al pro-creación de El Quijote. La elección de su nombre no fue en vano; el quijote es la parte del arnés que cubre el muslo; viene del latín

13   coxa = cadera. La metonimia es evidente: muslo, cadera, entrepierna. La prosopopeya final de la pluma de Cide Hamete confirma el simbolismo fálico del quijote: “para mí sola nació don Quijote, y yo para él, él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno” (Cervantes, II 592). Armas y letras terminan por ser fecundadoras (no olvidemos que semen significa en latín semilla) y entre ambos producen “el fruto de sus escritos” (Cervantes, II 593). Por esto Cervantes dice en el Prólogo que él es padrastro de Don Quijote, pues el personaje es el artífice y el autor de su propia historia (bajo la venia del autor, bajo su Ley).

14   Obras Citadas Albaigès i Olivart, Josep Maria. “Claves En Los Nombres Del Quijote.” Societat d’Onomàstica: bulletí interior 108-109 (2008): 27–36. Print. Ashley, Leonard. “Mudpies Which Endure: Onomastics as a Tool of Literary Criticism.” Names in Literature: Essays from Literary Onomastics Studies. Ed. Grace AlvarezAltman and Frederick M Burelbach. Lanham: University Press of America, 1987. 1134. Print. Cervantes Saavedra, Miguel de. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha I. Ed. L. A Murillo. 5a ed. Madrid: Castalia, 2003. Print. ---. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha II. 5a ed. Madrid: Castalia, 2003. Print. Charron, Marc. “Naming and Translation/Naming in Translation: Toward a Close Reading of Don Quijote (Part I, Chapter I).” Names: A Journal of Onomastics 57.1 (2009): n. pag. Print. Derrida, Jacques. De la Grammatologie. Paris: Éditions de Minuit, 1967. Print. Foucault, Michel. Les mots et les choses; une archéologie des sciences humaines. Paris: Gallimard, 1966. Print. Freud, Sigmund. Obras completas XIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1976. Print. García, Martha. La función de los personajes femeninos en Don Quijote de la Mancha y su relevancia en la narrativa. Vigo: Academia del Hispanismo, 2008. Print. Janin, Erica Noemí. “El don de la locura: paternidad, identidad y nombre en el ‘Quijote’. Glosas al prólogo de 1605.” El Quijote en Buenos Aires: lecturas cervantinas en el cuarto centenario. Ed. Alicia Parodi, Julia D’Onofrio, y Diego Vila. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 2006. 433–440. Dialnet. Web. 30 Apr. 2014. Lacan, Jacques. Écrits: A Selection. New York: Norton, 1977. Print. ---. The Seminar. Trans. Jacques-Alain Miller. New York: Norton, 1988. Print.

15   ---. Des noms-du-père. Ed. Jacques-Alain Miller. Paris: Seuil, 2005. Print. Lauer, A. Robert. “Altisidora y ‘la ley de la madre’: una lectura lacaniana del Quijote.” Visiones y revisiones cervantinas. Actas selectas del VII Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas. Ed. Christoph Strosetzki. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2011. 433–441. Print. Martín Morán, José Manuel. “Autoridad Y Autoría En El Quijote.” Siglo de Oro. Actas Del IV Congreso Internacional de AISO. Ed. María Cruz García de Enterría. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá, 1998. 1005–1016. Print. Maspoch Bueno, Santiago. “Don Quijote, Novelista Constructor de Personajes.” Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 15.1 (1995): 142-146. Print. Messina Fajardo, Trinis Antonietta. La picardia del nombre: onomástica, literatura, lazarillos. Acireale: Bonanno, 2008. Print. Petrone, Gianna. “Nomen/omen: poetica e funzione dei nomi (Plauto, Seneca, Petronio).” Materiali e discussioni per l’analisi dei testi classici 20/21 (1988): 33–70. Print. Porcelli, Bruno, and Donatella Bremer, eds. I nomi da Dante ai contemporanei: atti del IV convegno internazionale di Onomastica & letteratura, Università degli studi di Pisa, 27-28 febbraio 1998. Viareggio: M. Baroni, 1999. Print. Reyre, Dominique. “Los Nombres de Los Personajes de La Novela de Miguel de Cervantes, ‘Don Quijote de La Mancha.’” Príncipe de Viana 66.236 (2005): 727–742. Print.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.