Aprender de la nada

Escribí esta novela con 16 años. Es decir, que voy a dedicar este espacio, supuestamente corresponiente al resumen, a excusar lo verde, inmaduro, poco profesional, y carente de cohesión de la novela. Estos desvaríos de niño se publicaron con la prisa de un adolescente, y, por ello, no merecen más que una adulta mirada crítica que lo sacrifique cual inservible anciano. Y, sin embargo, algo en mí le tiene cariño. Fue una de mis primeras aventuras en la escritura. La obra es plena en faltas de ortografía (muchas de las cuales no son mías, el programa maquetador de la editorial, entre otras cosas, eliminó las tildes a los pronombres interrogativos), es plena en reflexiones vacías y simples, es plena... es plena en muchas cosas que deberían haber impedido su publicación. Y se publicó. Y una vez se me pasó la efusión del momento, supe que jamás debió haberse publicado. Hoy me he animado a desechar la vergüenza de una obra tan verde e insípida y os la cedo con humildad. Quizá algún día piense de todo lo que publico en esta página lo mismo que de esta novela. Y quizá todo tiene la misma importancia. Además, así nadie tiene que pagar por echarle un ojo.¡Toda vuestra!